David777
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La visión de dos diosas del sexo lamiéndose las vaginas, excitadas como gatas bajo un sol de primavera era conmovedora y sensual. La hermosa polla de Miguel recobraba toda su vitalidad, dulce, tersa, invitadora. Cambié la piel de Sandra y Andrea por la suavidad pesada de los testículos de Miguel, grávidos y obscenos entre mis dedos.
Él abrió sus piernas para facilitar mis caricias. Me miró, apretó mis pezones entre sus dedos y abrió la boca como para decir algo, pero no pudo articular palabra porque mi lengua ya estaba dentro de ella buscando con la punta su garganta. Me abrazó y rodamos sobre las chicas hasta que él quedo encima de mí y sentí toda la dureza de su extraordinaria verga restregándose en mi pubis.
Sandra, siempre atenta, había tomado el tubo de crema lubricante y extendió una buena cantidad en mi ano y en el glande de Miguel. Y con un movimiento hacia arriba de mis caderas coloqué la punta de su polla en la entrada de mi culo y conseguí metérmela unos centímetros. Paré un momento para disfrutar de ese placer inenarrable que se siente cuando una verga dura y caliente entra despacio en el ano venciendo los músculos que lo rodean. Centímetro a centímetro la divina polla de Miguel entraba en mi culo y me llenaba de un fuego y placer sexual que me ponían a un permanente borde del orgasmo mientras yo abrazaba su espalda y perdía la noción del espacio y el tiempo al ritmo de su penetración.
Él abrió sus piernas para facilitar mis caricias. Me miró, apretó mis pezones entre sus dedos y abrió la boca como para decir algo, pero no pudo articular palabra porque mi lengua ya estaba dentro de ella buscando con la punta su garganta. Me abrazó y rodamos sobre las chicas hasta que él quedo encima de mí y sentí toda la dureza de su extraordinaria verga restregándose en mi pubis.
Sandra, siempre atenta, había tomado el tubo de crema lubricante y extendió una buena cantidad en mi ano y en el glande de Miguel. Y con un movimiento hacia arriba de mis caderas coloqué la punta de su polla en la entrada de mi culo y conseguí metérmela unos centímetros. Paré un momento para disfrutar de ese placer inenarrable que se siente cuando una verga dura y caliente entra despacio en el ano venciendo los músculos que lo rodean. Centímetro a centímetro la divina polla de Miguel entraba en mi culo y me llenaba de un fuego y placer sexual que me ponían a un permanente borde del orgasmo mientras yo abrazaba su espalda y perdía la noción del espacio y el tiempo al ritmo de su penetración.