Un trio bisexual en una noche de octubre

El local estaba bastante lleno para ser miércoles y la música blues, como siempre, sonaba de maravilla ya desde la entrada. El Boom boom de John Lee Hooker atronaba a doce compases, como mi corazón cuando la vi bailando en medio de la pista con su camiseta blanca sin mangas de los Clash.

Tan hermosa, bajo la luz tenue que caía en cascada sobre su largo cabello rubio y sus profundos ojos ámbar, movía con sensualidad las caderas y estiraba los brazos desnudos al lento ritmo del blues, realzando más aún sus pechos tersos de un tamaño perfecto. Deseé tener veinte años menos.

Me miró a los ojos, me miró a los zapatos. Me reconoció y se acercó a mí, que me había quedado petrificado en medio del pasillo.

- Tú eres David, ¿verdad? Nadie podría ponerse unos zapatos así para venir a un sitio como éste- Me dijo Andrea, gritando en mi oído para imponerse sobre la fogosa voz de John Lee Hooker – ven, vamos a sentarnos. Estoy con un amigo.
 
Efectivamente, sentado a una mesa cerca de la barra estaba su amigo, un chico tan joven como ella, solo, con los ojos vidriosos de deseo hacia Andrea. Nos sentamos y ella hizo las presentaciones.

- Miguel, este es David. Un amigo de mi padre y su novia, que nos va a invitar a una copa. David, él es Miguel, un compañero de clase. Miguel bebe ron con cola y yo vodka con limón.

Pedí las bebidas en la barra y me senté con ellos. Intenté mantener una conversación superficial con ambos sobre sus estudios, pero el alto volumen de la música lo hacía bastante complicado. Andrea bebía su enésima copa de la noche en la esquina de la mesa, más atenta a la música que a nuestra conversación, y pronto se volvió a levantar para reinar de nuevo en la pista bajo la atronadora melodía de un viejo blues de los Rolling Stones que hablaba de una maleta, una estación de tren y un amor imposible.

- Es guapa ¿verdad? A vuestra edad todos lo sois – comenté con Miguel mientras ambos mirábamos a Andrea bailar.

- Sí, pero no me hace ni caso. Pensé que hoy tendría mi oportunidad con ella. Pero ya ves, te ha llamado a ti para que vengas a hacer de carabina.

- Bueno, nunca se sabe, Miguel. A veces la mala suerte trae buena suerte, y viceversa. Es como aquel proverbio chino, ¿lo conoces? Un granjero vivía en una pobre aldea. Sus vecinos le consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo. Un día el caballo se escapó a las montañas. Al enterarse los vecinos acudieron a consolar al granjero por su pérdida. “Qué mala suerte”, le decían. El granjero les respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”. Unos días más tarde el caballo regresó trayendo consigo varios caballos salvajes. Los vecinos fueron a casa del granjero, esta vez a felicitarle por su buena suerte. “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”, contestó el granjero. El hijo del granjero intentó domar a uno de los caballos salvajes pero se cayó y se rompió una pierna. Otra vez, los vecinos se lamentaban de la mala suerte del granjero y otra vez el anciano granjero les contestó: “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”. Días más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Los aldeanos, volvieron a comentar la buena suerte del granjero y, cómo no, el granjero les dijo: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?” – le conté toda la vieja parábola china al chico mientras escribía en mi teléfono un mensaje a Sandra para que viniera al Thundercat lo antes posible, aún no sabía si para rescatarme o para encontrar conmigo algo diferente.
 
Efectivamente, sentado a una mesa cerca de la barra estaba su amigo, un chico tan joven como ella, solo, con los ojos vidriosos de deseo hacia Andrea. Nos sentamos y ella hizo las presentaciones.

- Miguel, este es David. Un amigo de mi padre y su novia, que nos va a invitar a una copa. David, él es Miguel, un compañero de clase. Miguel bebe ron con cola y yo vodka con limón.

Pedí las bebidas en la barra y me senté con ellos. Intenté mantener una conversación superficial con ambos sobre sus estudios, pero el alto volumen de la música lo hacía bastante complicado. Andrea bebía su enésima copa de la noche en la esquina de la mesa, más atenta a la música que a nuestra conversación, y pronto se volvió a levantar para reinar de nuevo en la pista bajo la atronadora melodía de un viejo blues de los Rolling Stones que hablaba de una maleta, una estación de tren y un amor imposible.

- Es guapa ¿verdad? A vuestra edad todos lo sois – comenté con Miguel mientras ambos mirábamos a Andrea bailar.

- Sí, pero no me hace ni caso. Pensé que hoy tendría mi oportunidad con ella. Pero ya ves, te ha llamado a ti para que vengas a hacer de carabina.

- Bueno, nunca se sabe, Miguel. A veces la mala suerte trae buena suerte, y viceversa. Es como aquel proverbio chino, ¿lo conoces? Un granjero vivía en una pobre aldea. Sus vecinos le consideraban afortunado porque tenía un caballo con el que podía arar su campo. Un día el caballo se escapó a las montañas. Al enterarse los vecinos acudieron a consolar al granjero por su pérdida. “Qué mala suerte”, le decían. El granjero les respondía: “mala suerte, buena suerte, quién sabe”. Unos días más tarde el caballo regresó trayendo consigo varios caballos salvajes. Los vecinos fueron a casa del granjero, esta vez a felicitarle por su buena suerte. “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”, contestó el granjero. El hijo del granjero intentó domar a uno de los caballos salvajes pero se cayó y se rompió una pierna. Otra vez, los vecinos se lamentaban de la mala suerte del granjero y otra vez el anciano granjero les contestó: “Buena suerte, mala suerte, quién sabe”. Días más tarde aparecieron en el pueblo los oficiales de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Los aldeanos, volvieron a comentar la buena suerte del granjero y, cómo no, el granjero les dijo: “Buena suerte, mala suerte, ¿quién sabe?” – le conté toda la vieja parábola china al chico mientras escribía en mi teléfono un mensaje a Sandra para que viniera al Thundercat lo antes posible, aún no sabía si para rescatarme o para encontrar conmigo algo diferente.
Huyuyuy, que me da un pálpito jiji
 
Miguel había terminado su copa y me miraba ahora a mí y no a Andrea, que seguía bailando y tonteando con otro cliente del bar en la pista.

- ¿Y tú crees que estoy teniendo buena suerte? – me preguntó.

- Tú no sé, pero creo que yo sí – le respondí apurando mi copa y pegando mi muslo contra el suyo.

El movimiento era muy arriesgado, pero, o bien porque a él no le pareció mal o bien por los efectos del alcohol, no reaccionó negativamente.

Volvimos ambos la vista a Andrea. El tipo que bailaba con ella se rozaba descaradamente con su espalda y abrazaba su cintura a la altura de su llamativo cinturón rojo. Ella seguía el ritmo cadente de la guitarra de Keith Richards con sus nalgas pegadas a los genitales del bailarín, estirando su espalda para apoyar su nuca en el cuello de él. En aquella postura se le marcaban mucho más los pechos y pude adivinar la forma de un piercing en su rígido pezón derecho. Era una Diosa de lujuria juvenil y mi polla empezaba a inquietarse.

Sandra llegó en ese momento. Su voluminoso cuerpo contrastaba con el de la mayoría de los clientes nocturnos del bar y especialmente con el de Andrea. Se sentó a mi lado, hice las presentaciones y pedí una nueva ronda para todos. Andrea regresó a nuestra mesa cuando vio servida su nueva copa de vodka con limón.

- Andrea, esta es Sandra. También es amiga de Adela y de tu padre – se dieron dos besos.

- ¿Es tu novia? – me preguntó Andrea atusándose coqueta la melena y sin dejar de mirar a los ojos de Sandra.

- No, sólo follamos a veces – le informé.
 
Cuando terminábamos nuestras copas el local estaba a punto de cerrar. Les propuse continuar la velada en mi casa y aceptaron encantados. Cuando eres tan joven, la vitalidad no se acaba a la hora que cierran los bares.

Ya en casa, puse algo de música y nos sentamos con nuestras bebidas en los sofás, las chicas compartiendo el que se situaba frente al televisor. Miguel y yo nos acomodamos en uno más estrecho que hacía ángulo recto con el anterior mientras le mostraba algunas de las portadas de discos más emblemáticas del siglo pasado y que yo coleccionaba con pasión.

Sandra se deshacía en atenciones a Andrea. Le tomó las manos para admirar mejor el esmalte rojo de sus uñas y, buscando en su bolso, encontró el lápiz de labios rojo pasión que pensó que combinaría mejor con ese tono. Le sujetó la barbilla con cariño, con dedicación le perfiló los labios con él y a continuación se volvió a pintar también los suyos. Después, Sandra se ofreció a hacerle un masaje a Andrea en las cervicales con una crema de cannabis que había comprado esa misma mañana y que aseguraba que tenía efectos milagrosos.

Los dedos hábiles y regordetes de Sandra viajaban por el cuello de Andrea en círculos cada vez más amplios que pronto abarcaron sus hombros desnudos. Recargó de crema Sandra sus dedos, se sentó de rodillas a la espalda de Andrea y volvió a la tersa y blanca piel de la joven, pero esta vez sus movimientos circulares abarcaban ya las suaves axilas de la hija de Jaime, quien cerró los ojos y abrió un poco los brazos para facilitar el movimiento.

Miguel y yo habíamos dejado los discos en el suelo y yo nos deleitábamos con el masaje ajeno, que seguía avanzando hacia delante.

- No me toques así. Tengo las tetas super sensibles y me estoy mojando ya – susurró Andrea.
 
Fue entonces cuando Sandra abrazó y rodeó completamente los pechos de la chica por debajo de la camiseta blanca sin mangas de los Clash y los acarició con ternura mientras Andrea giraba hacia atrás la cabeza para besar los labios rojos pasión de mi amiga.

- ¿Seguro que eres mayor de edad? – preguntó Sandra mientras sus dedos jugaban bajo la camiseta con el piercing del pezón de Andrea.

- Sí… - susurró Andrea en mitad de un suspiro mientras deslizaba su mano por debajo del pantalón de Sandra.

- Pues vamos – le dijo tomando su mano y dirigiéndola a mi habitación.
 
Miguel miraba la puerta semiabierta de mi dormitorio y yo miraba el perfil del pecho terso y depilado de Miguel en el hueco que dejaba a la vista u la camisa semiabierta, que con el calor de la calefacción casera Miguel había desabrochado hasta el tercer botón. Le miré a los ojos y le tomé la mano.

- ¿Estás disgustado por que se hayan alejado las chicas? – le pregunté.

- Me estaba acordando del proverbio chino. Si esto es buena o mala suerte… - me sonreía.

- Hagamos que sea buena – le dije mientras desabrochaba el cuarto botón de la camisa y observa su vientre suave y hospitalario.

Miguel se recostó en el sofá y dejó que mis manos continuaran desnudándole sin resistencia. Tenía una piel tersa y hermosa con un abdomen plano sin vello que acaricié con mi mano hasta que el bulto de su pantalón me demostró su erección.

Desde la puerta entreabierta de mi habitación escuchábamos los gemidos intensos de Andrea y veíamos una parte de una de sus piernas tensa y estirada sobre las sábanas de la cama. Sandra, silenciosa y oculta por la madera de la puerta, debía estar lamiendo su coño con dedicación.
 
Desabroché el cinturón de Miguel y le liberé de su pantalón. No llevaba calzoncillos y toda la fuerza de su pene erecto salió de golpe a mi encuentro. Calculé mentalmente cuánto tiempo había pasado sin tener en mi mano una polla de menos de veinte años mientras la masturbaba lentamente. Muchos años, sin duda. Un instante quizás.

La arrogancia vital de la juventud de ese falo me fascinaba y comencé a lamerlo de abajo a arriba mientras seguía acariciando la suavidad de su vientre depilado con mis manos.

- ¿Te gusta? ¿quieres que continúe? – le dije mirándole a los ojos y rozando su glande con mis labios. Miguel me sonrió y tomando mi nuca con mis manos acercó aún más mi cara a su pene hasta que lo metí definitivamente en mi boca y comencé a jugar con mi saliva y mi lengua alrededor de su capullo mientras con mi mano derecha le apretaba la base de su verga y con la izquierda buscaba con calma su ano.
 
Al otro lado de la puerta semiabierta, los gemidos de Andrea crecían indicándonos que se acercaba al clímax, y se mezclaban con los que emitía Miguel cada vez que introducía a fondo su pene en mi boca y su glande acariciaba mi garganta.

Por los sonidos que llegaban desde mi habitación, creo que se corrieron los dos a la vez. Andrea en la boca de Sandra y Miguel en la mía, llenándome de esperma el paladar. Un esperma fuerte y denso que me hizo sentir como propia toda su vitalidad. Había algo vampírico en esa consumación sexual con un chico tan joven. Comer la polla de un chico joven hasta que se corre dentro de tu boca tiene que ser algo similar a la ingesta de sangre por los vampiros.

Yo aún seguía acariciando la polla todavía erecta de Miguel cuando Andrea salió de la habitación para acercarse a la cocina y tomar un vaso de agua. Esa aparición en el marco de la puerta, recortada sobre la luz tenue que escapaba del cuarto, con el pelo rubio alborotado y conservando como vestimenta sólo la camiseta blanca sin mangas de los Clash me dejó fascinado. Tenía unas piernas tersas y perfectas que confluían en un hermoso coño depilado manchado de carmín rojo pasión, donde brillaba el oro de un pequeño piercing en su generoso clítoris. Quizás los chicos jóvenes con los que se acostaba eran demasiado inexpertos y necesitaban de esa pequeña y sensual señal para encontrar su centro de placer.

Andrea nos miraba divertida.

- Vaya, Miguel, ¿la chupa bien David? ¿mejor que yo?
 
Me levanté y fui hasta Andrea. Le tomé la barbilla con delicadeza y la besé lentamente. Aún tenía semen de Miguel en mi boca y jugamos con él entre nuestras lenguas. Ella me abrazó por las caderas y restregó su desnuda vagina contra el tenso bulto de mi pantalón mientras mordía mis labios con lascivia.

- Me ha dicho Sandra que te diga que vengas al dormitorio con tu amiguito – me dijo Andrea mientras desabrochaba mi cinturón – y quiero que me folles como te follas a Adela y a mi padre, David.

Me sorprendió que supiera que a veces me acostaba con su padre y su novia. Se supone que cuando un padre se folla a un amigo en trío no suele ir contándoselo a su hija adolescente. Pero yo estaba fascinado con el cuerpo de Diosa nívea de Andrea y la seguí sin más hasta la habitación, donde encontré a Sandra desnuda acariciándose los pezones rosados tumbada sobre la cama, desnuda, acariciándose los pezones rosados y con el carmín rojo pasión corrido sobre sus labios.

Me quedé en pie con Andrea para contemplar el rito sexual de Sandra que tantas veces había visto y que siempre anunciaba el principio de un polvo maravilloso. Me ceñí a la espalda de Andrea y desde allí detrás le quité la camiseta para tocar sus divinos y durísimos pechos mientras me deleitaba con el olor a perfume de jazmín en su nuca. Ella, excitada, acariciaba mis dedos que investigaban sus pechos y movía sus caderas en círculos, calibrado la erección que estaba provocando entre mis piernas.
 
Llegó Miguel completamente empalmado a la pequeña reunión en mi dormitorio. Le había sacado con mi lengua varios chorros densos de semen, pero la dureza de su polla magnífica no cedía, divina juventud.

- ¿Quieres follarla? – le pregunté a Miguel mientras despegaba una de mis manos de las tetas de Andrea para volver a acariciar esa maravillosa verga.

Miguel no contestó. Me besó en la boca que aún conservaba restos de su esperma y sonriendo se tumbó sobre Sandra, que soltó un pequeño grito cuando sintió que el férreo pene la penetraba, y rodeó la zona lumbar del chico con sus enormes muslos hasta hacerle casi desaparecer entre ellos.

- Fóllame fuerte – le ordenó.

Miguel batía su polla con energía en el coño de Sandra en tanto mis manos bajaban por el vientre terso de la diosa Andrea hasta su rasurado pubis, oleoso aún de los labios pintados de Sandra. Acariciaba la orilla de su vulva sagrada con mis dedos cuando Andrea se volteó para ofrecerme su lengua, larga y brillante de placer, y, con su mano, dirigir mis dedos hasta el centro húmedo de su coño.
 
La tumbé junto a Sandra, que seguía siendo empotrada por la polla de Miguel a un ritmo animal. Se miraban las chicas, juntaron sus manos y se sonreían mientras mi lengua y mis manos viajaban por toda la insultante belleza del cuerpo de escultura griega de Andrea, en el que el piercing de su clítoris ejercía una atracción planetaria sobre todo mi ser, toda mi sensualidad y toda mi lengua.

Miguel percutía con ímpetu en la vagina de Sandra, que tuvo un primer orgasmo escandaloso y buscaba con ansia que la vigorosa polla le regalara el segundo. Sandra desligó sus muslos de la espalda de su amante ocasional y empezó a acariciar sus nalgas mientras éste la follaba.

Me incorporé para verlos mejor sin dejar de acariciar la piel desnuda de Andrea. La visión del culo de Miguel manoseado por Sandra, blanco, pulido, sutil como de melocotón, me hechizaba. Ella me miró, cómplice, y con sus dedos buscó entre las nalgas de Miguel su ano. Apartó las cachas y lentamente le introdujo un dedo en su esfínter. Miguel emitió un gemido de placer y continuó follando a Sandra con mayor intensidad aún. Ella seguía jugando con su ano, acariciándolo, presionándolo… y ensalivándose los dedos le introdujo dos de ellos. Me miró y me dijo:

- Fóllale tú, David. Fóllame a través de él – Sandra había sacado sus dedos del agujero de su amante y apartando sus nalgas me lo ofrecía.

Andrea también se incorporó, me abrazó por la espalda y me invitó también a hacerlo.

- Hazlo. Quiero verlo.
 
Adela musitaba blasfemias entre suspiros y gemidos, y escapaba saliva de la comisura de sus labios mezclándose en la almohada con el resto de los flujos que nosotros tres habíamos vertido de nuestra sesión anterior.

Jaime estaba ya otra vez completamente empalmado y nos acariciaba las caderas a los dos. Cuando su mano viajó hasta mis testículos y los acarició mientras mi polla embestía lo más profundo del culo de Adela me corrí con una ferocidad llena de lascivia y lujuria.
Uffffffff q morbazooooo, me encanta . Y Jaime sabia q follasteis en aquel viaje ?
 
Vi su enorme culo atravesar la puerta de empleados del hotel, pedí la cuenta y salí yo también del Central con el sabor aceitoso de su carmín en mis labios y una mano en el bolsillo intentando contener mi erección.

Subí de nuevo a la habitación de Jaime y Adela. Me habían dejado su segunda tarjeta para abrir la puerta y entré sin más. Ante mí, en el borde de la cama, Adela chupaba la verga de su marido muy despacio mientras le metía el dedo índice en el ano.

- Creí que te habrías ido con la gorda – me dijo Jaime suspirando mientras subía las caderas para facilitar a su mujer el acceso.

- Ahora vendrá a arreglar esta habitación – dije mientras me sentaba en la butaca para contemplarles. Adoraba la cara de placer de Jaime y la técnica divina de Adela.

No habían pasado cinco minutos cuando sonaron dos toc-toc en la puerta y el inconfundible clac que abría la cerradura electrónica de la puerta.

- Servicio de habitaciones, ¿puedo arreglarla ahora o prefieren que venga más tarde? – Era Sandra empujando la puerta, con los labios más pintados aún y más rímel en las pestañas.

- Pasa, cielo, quiero que conozcas a mis amigos – le dije tomándola del brazo mientras Adela, acariciaba el pene completamente erecto de Jaime.

Les presenté mientras me situaba detrás de la camarera y empezaba a masajear su espalda. Adela abandonó el miembro de su marido y, completamente desnuda como estaba, avanzó hasta Sandra, le tomó el cuello con ambas manos y le besó la boca con lascivia. Pensé que eso asustaría a Sandra definitivamente, pero la camarera respondió con pasión y cuando Adela retiraba su lengua de la lasciva boca rojo intenso de Sandra, ésta la persiguió con la suya quedando de nuevo ambas lenguas entrelazadas ya fuera de la boca de Sandra.
Mmmmmmmmmm q ricuraaaaa, seguire x aqui muy morbosooooo
 
Me situé encima de ellos y abracé la suave espalda de Miguel, quien continuaba moviéndose sobre el voluminoso cuerpo de Sandra. Mi erección era salvaje y la ansiedad por follarle a él crecía en mis testículos de manera arrolladora. Coloqué mi dura polla entre sus nalgas y con los líquidos preseminales, que con la excitación habían colonizado mi glande, impregné toda su entrada, lo que ayudó a que mi capullo se introdujera con suavidad en su ano. No hubo resistencia en su esfínter, parecía que no era la primera vez que alguien visitaba su puerta de atrás. Me alivió aquello. Nunca me ha gustado desvirgar culos (aunque algunas veces he tenido que hacerlo) porque sólo desde la experiencia, aunque sea muy escasa, se puede disfrutar todo el placer del sexo anal de manera relajada.

Mi pene entró hasta el fondo del cálido y prieto culo de Miguel, y mis huevos estaban ya acariciando la parte exterior de sus muslos cuando empecé a moverme al ritmo en que él marcaba en la brutal follada a Sandra, sintiendo todo el placer prohibido lleno de lujuria que su jovencísimo culo me ofrecía, atrapando mi polla con fuerza y calor lúbrico, dejándome en el límite del orgasmo en cada nueva embestida.

Sandra me miraba y me decía a mí:

- Así, David, así, fóllame, fóllame… - no tardó Sandra en correrse de nuevo con un gritito ahogado y mantenido al borde del llanto de placer, y clavando las uñas en la espalda de Miguel, quien se derramó dentro de ella suspirando con fuerza entre las enormes y maternales tetas de mi amiga.
 
Me situé encima de ellos y abracé la suave espalda de Miguel, quien continuaba moviéndose sobre el voluminoso cuerpo de Sandra. Mi erección era salvaje y la ansiedad por follarle a él crecía en mis testículos de manera arrolladora. Coloqué mi dura polla entre sus nalgas y con los líquidos preseminales, que con la excitación habían colonizado mi glande, impregné toda su entrada, lo que ayudó a que mi capullo se introdujera con suavidad en su ano. No hubo resistencia en su esfínter, parecía que no era la primera vez que alguien visitaba su puerta de atrás. Me alivió aquello. Nunca me ha gustado desvirgar culos (aunque algunas veces he tenido que hacerlo) porque sólo desde la experiencia, aunque sea muy escasa, se puede disfrutar todo el placer del sexo anal de manera relajada.

Mi pene entró hasta el fondo del cálido y prieto culo de Miguel, y mis huevos estaban ya acariciando la parte exterior de sus muslos cuando empecé a moverme al ritmo en que él marcaba en la brutal follada a Sandra, sintiendo todo el placer prohibido lleno de lujuria que su jovencísimo culo me ofrecía, atrapando mi polla con fuerza y calor lúbrico, dejándome en el límite del orgasmo en cada nueva embestida.

Sandra me miraba y me decía a mí:

- Así, David, así, fóllame, fóllame… - no tardó Sandra en correrse de nuevo con un gritito ahogado y mantenido al borde del llanto de placer, y clavando las uñas en la espalda de Miguel, quien se derramó dentro de ella suspirando con fuerza entre las enormes y maternales tetas de mi amiga.
Ufffffffffff me lo e leido en dos tangadas mmmmmmmmmm, q morbazo ufffffffffff , yo tambien bisex versatil 😁😂😂😂😂😂😂 me encantaría tener esas sesiones de 4 mmmmmmmmmmmmmmmmm
 
Durante todo ese tiempo Andrea me miraba a los ojos mientras acariciaba mis huevos cuando chocaban con las nalgas de Miguel. Cuando él se corrió mantuve mi polla dentro de su cálido y prieto culo un tiempo disfrutando del momento mágico. Me fascina ver mi verga dura dentro del culo de un chico joven, y más si éste se está corriendo.

- ¿Así te follas a mi padre también? – me preguntó Andrea apretando ligeramente mis testículos.

- La verdad es que prefiero cuando es tu padre quien me folla, Andrea. Me encanta la cara que pone cuando se corre y me llena el culo con su semen abundante – le dije con total sinceridad al tiempo que sacaba despacio mi verga de las entrañas de Miguel, tiesa como un tótem milenario, mientras él continuaba hiperventilando entre los pechos generosos y maternales de Sandra.

- Pero ahora me follarás a mí ¿verdad? – me contestó Andrea mientras abría sus piernas y, sonriendo, se introducía el dedo índice en el interior de su adorable vagina, tan húmeda que había empapado la parte de la cama en la que estaba sentada.

Me incorporé y coloqué sobre mi regazo a Andrea, quien se introdujo mi pene tieso en su empapada vulva según se sentaba. Pude sentir el calor de su coño suave en mi polla y el olor de jazmín en sus axilas, la tersura de sus caderas en mis manos y su saliva en mi lengua. Fornicamos como animales y gozamos como dioses antiguos.

Cuando sentí que Andrea se estaba corriendo por un gemido ahogado en mi boca entre la batalla de nuestras lenguas, fue como entrar en el Paraíso y no pude aguantar más. Derramé todo mi semen en lo más profundo de su coño en un latigazo de inmenso placer que recorrió toda mi espina dorsal. No sé cuánto tiempo permanecí abrazado a ella con nuestros sexos unidos cuando Sandra se acercó y tomó con delicadeza a Andrea. La tumbó de lado y metió su lengua en su vagina llena de mi semen. Andrea hizo lo mismo con la vulva de Sandra y ambas mamaron nuestros espermas, cada una del coño de la otra mientras Miguel y yo, empalmados sin remisión, acariciábamos embelesados sus cuerpos sudados, que se mecían al ritmo de sus lenguas.
 
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