Un trio bisexual en una noche de octubre

David777

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Conocí a Adela en una convención de trabajo en Lanzarote. Ella era comercial en nuestra oficina de Málaga y yo estaba incorporado en la de Madrid. Las conferencias eran tan aburridas como cabía esperar, pero el ambiente en el hotel era muy acogedor e invitaba a la sensualidad canaria. Se creó una cercanía inmediata, casi mágica, entre ella y yo. Y la última noche, con la fiesta de despedida, la música, el baile y el alcohol, acabamos besándonos en el jardín y acostándonos juntos en mi habitación del hotel. Nada más cerrar la puerta de la habitación me pegué a su espalda y acariciando sus pechos comprobé lo duros que se le habían puesto los pezones. Aquello me excitó a mí casi más que a ella y el sabor de su nuca me estaba volviendo loco. La tumbé en la cama, le quité el pantalón y sus empapadas bragas y le lamí los labios y el clítoris hasta que se corrió de manera escandalosa. Me encantó cómo olía su coño a placer, no quería apartar mi cara y mi lengua de su vulva, pero ya mi polla mandaba sobre mí y estaba a punto de explotar. Me incorporé mientras ella todavía se estaba recuperando del shock de ese primer orgasmo y se la metí despacio hasta encajarme dentro de ella y follarla con todas mis ganas. Adela tuvo dos orgasmos más antes de que yo me corriera sobre su vientre.

Follamos dos veces más aquella noche y llenamos las sábanas de semen. Cuando el avión me dejó en Madrid mi cuerpo todavía olía a ella, a su coño, a sus tetas y a sus nalgas abiertas y generosas.
 
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Desde entonces mantuvimos una relación por internet donde empezamos a desnudar no sólo nuestros cuerpos sino también nuestras vidas. Así conoció ella de mi bisexualidad, algo que le interesó porque había oído decir a una amiga que los gais la chupan mejor que las mujeres y me preguntaba mucho por mi técnica. De alguna manera ella sentía que no satisfacía lo bastante en ese aspecto a Jaime, su marido, y era algo que le encantaba hacer desde que era adolescente y empezó a probar las pollas de sus compañeros del instituto.

Normalmente hablábamos por la tarde, cuando su marida daba sus clases en la universidad y podíamos tener más intimidad para nuestras confidencias y pajas en webcam. Pero una mañana en el trabajo me abrió un chat y me soltó la bomba. Su marido le había propuesto hacer un trio, una experiencia de la que habían hablado alguna vez y que ella nunca había vivido. Jaime la insistía y ella no se decidía, hasta que Adela aceptó hacerlo, pero que él la tenía que dejar a ella elegir a la tercera persona a incluir: David, o sea, yo, en un fin de semana que pasarían en octubre en Madrid.

Yo tuve muchas dudas. Siempre he preferido el sexo de uno en uno. O de una en una. Porque genera más intimidad. Además, Adela me comentó que Jaime era claramente hetero y que sería una cosa de los dos para ella. Yo vacilaba, sí. Pero la idea de volver a acariciar esas tetas turgentes de pezones duros y hundir mi cara en su coño acogedor y húmedo pudo con esas dudas y quedamos en hacerlo.
 
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Llegó aquel fin de semana de octubre y quedamos en una ruidosa sidrería del centro para pasar un buen rato comiendo y bebiendo antes de sentirnos claramente convencidos y tomar la decisión final de irnos los tres juntos a su hotel. Fue una velada muy agradable. La tortilla de bacalao estaba de muerte y Jaime y yo nos caímos muy bien. Teníamos gustos muy similares y hablamos sobre todo de cine de los años setenta y literatura latinoamericana. Adela estaba contenta con esa química generada entre los dos hombres que iban a follarla.

El vino consumido empezó a generar la consecuente euforia en nosotros y yo me encontraba encantado. Jaime estaba sentado en una silla frente a Adela y yo, que estábamos en el banco pegado a pared. Y por debajo de la mesa yo aprovechaba de vez en cuando para acariciar los muslos de ella bajo su falda. Cuando por fin mi mano llegó a la frontera de su divino coño noté que estaba completamente empapado. Todo eran buenas señales. Yo creo que Jaime se dio cuenta, porque fue él quien encauzó finalmente el tema.

- ¿Pido la cuenta y nos vamos al hotel, que estaremos más cómodos? Está aquí al lado – me miraba Jaime mientras lo proponía. Cuando se levantó me pareció adivinar una erección en su pantalón. Me encantó.
 
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Caminamos las tres manzanas que nos separaban del hotel Reina Victoria donde la pareja estaba alojada. Subimos a su habitación y nos sentamos en la terraza en una noche templada de temperatura perfecta para tomar una última copa. Seguimos hablando un rato del cine antiguo que nos gustaba, pero ya la actitud era mucho más íntima y Jaime estaba acariciando el cuello de Adela bajando su mano hasta su pecho. Me quedé un buen rato viendo esa escena y cómo a ella le brillaban lo ojos y se le abrían ligeramente las piernas.

Acerqué mi silla hasta pegarme a la de Adela y la besé en la boca mientras su marido tomaba posesión de esas hermosas tetas y abría su blusa botón a botón. Jaime le presionaba ligeramente los pezones, duros, oscuros como sus ojos, tan pronunciados y salientes como tapones de botella. A mí también me gustaba hacérselo así a ella porque se excitaba de manera obvia e incontrolada. Yo seguía comiéndole la boca a Adela, acariciando con mi lengua cada centímetro de su lengua cada vez con más pasión, mientras mi mano ya viajaba de vuelta a sus empapadas bragas y ella gemía como una gata en celo.

-Vamos a la cama- dijo Adela levantándose y quitándose la ropa que le quedaba.

No desnudamos los tres y nos tumbamos en la enorme cama del hotel. Todas las manos recorrían todas la pieles en una caricia eléctrica. Me fijé en el vientre plano y perfecto, el pubis sin vello y la polla escultural y de glande enorme de Jaime mientras dos de mis dedos entraban explorando en la vagina de Adela y un tercero acariciaba muy suavemente su ano.

Ella rodó por la cama hasta poner su cara a la altura del pene de Jaime y comenzó a lamerlo mientras levantaba las caderas mostrándome su culo y los labios vaginales empapados y abiertos. Era una clara invitación y no tardé en responder introduciendo mi polla en su maravillosa cueva que tanto había echado de menos durante meses. La calidez de su apretadito coño rodeando mi pene me estaba volviendo loco, pero la visión de la verga de Jaime en la boca de Adela, su hermoso glande donde jugaba la lengua de ella y su cara de placer iban a hacer que me corriera. Jaime también me miraba, o miraba como yo le miraba, y noté que eso le estaba excitado aún más, y se corrió en los labios de Adela, que dejó escurrir el semen de Jaime por las sábanas. Eso fue suficiente para derramarme yo dentro de ella.

Nos derrumbamos lo tres en la cama con la mirada en el techo intentando recuperar el aliento después de tanta excitación. Jaime encendió un cigarrillo, yo acariciaba el vientre de Adela y ella, en medio de los dos, acariciaba el muslo de Jaime con una mano y el mío con la otra.

No sé cuánto estuvimos así, yo tenía los ojos cerrados y había perdido la noción del tiempo con tanta sensualidad y placer. Sentí como mi polla volvía a revivir con las sabias caricias de Adela, abrí los ojos y vi que la verga de Jaime volvía a estar durísima, en todo su prodigioso esplendor.
 
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Me fascinaba la polla de Jaime, tan dura y arrebatadora. Rodé sobre Adela para ponerme en medio de los dos y empecé a acariciar el vientre de Jaime hasta llegar a su verga, de donde no podía apartar mis ojos. Su respiración entrecortada y su acto de contraer el abdomen me hizo comprender que él estaba deseando que pasara lo que yo iba a hacer.

Con mi otra mano libre sujeté su cadera y le volteé sin esfuerzo hasta colocarle encima de mí. Le acariciaba la espalda mientras juntábamos nuestras pollas moviéndonos lentamente bajo la mirada perdida de Adela. Los movimientos de mi verga sobre la suya eran cada vez más extensos, deslizando mi polla hacia arriba y hacia abajo, dejando mi glande a la altura de sus testículos y subiendo despacio hasta que la suya quedó en mi perineo, llenándome toda la zona de sus líquidos preseminales. Levanté ligeramente las caderas para que su empapada polla quedara a la entrada de mi ano y mis manos bajaron arañando desde su espalda hasta sus nalgas. Tomé una con cada mano y empujé así su cuerpo hacia mi para que me penetrara.

- Fóllame – le dije, lo suficientemente alto para que Adela pudiera oírlo con nitidez.

Cuando su capullo empezó a entrar en mí creí morir de placer. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo quedaba atrapada por esa polla que centímetro a centímetro me penetraba hasta que pude sentir sus huevos pegados a mi culo. Todo el mundo se redujo a esa prodigiosa polla follándome, primero muy despacio y cada vez con embestidas más violentas, que me hacía gemir de manera incontrolada y generando un millón de sensaciones de deleite dentro de mis entrañas.

Jaime se movía sobre mí suspirando, poseído por el gozo inmenso que encontraba en la calidez estrecha de mi culo y yo le clavaba mi dedos en sus nalgas pidiéndole más y gimiendo como una putilla al borde mismo del orgasmo.
 
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Adela nos miraba con estupor. No esperaba algo así de su marido y estaba francamente incómoda y frustrada. De pronto comprendió que aquel regalo del trio con otro chico no era para ella sino para él. Se apartó hasta los pies de la cama, entre furiosa y avergonzada.

¿Pero qué hacéis? ¿qué pasa conmigo? – se lamentaba mientras cubría sus pechos con el borde de la sábana en un ridículo gesto de pudor.

Yo me sentía algo culpable por haberlo provocado, pero el inmenso placer que me estaba dando esa polla férrea entrando y saliendo de mis entrañas era mayor que cualquier sentimiento de culpa. Aquella polla durísima y ligeramente curvada sabía hacer saltar todas las puertas del placer en mí, y los gemidos de Jaime en mi cuello y su saliva escapando hasta mi oreja me hicieron darme cuenta de que Jaime iba a correrse enseguida.

Córrete dentro, lléname con tu semen, Jaime – le dije, también para que ella lo oyera.
 
Caminamos las tres manzanas que nos separaban del hotel Reina Victoria donde la pareja estaba alojada. Subimos a su habitación y nos sentamos en la terraza en una noche templada de temperatura perfecta para tomar una última copa. Seguimos hablando un rato del cine antiguo que nos gustaba, pero ya la actitud era mucho más íntima y Jaime estaba acariciando el cuello de Adela bajando su mano hasta su pecho. Me quedé un buen rato viendo esa escena y cómo a ella le brillaban lo ojos y se le abrían ligeramente las piernas.

Acerqué mi silla hasta pegarme a la de Adela y la besé en la boca mientras su marido tomaba posesión de esas hermosas tetas y abría su blusa botón a botón. Jaime le presionaba ligeramente los pezones como a mí me gustaba también hacérselo a ella porque se excitaba de manera obvia e incontrolada. Yo seguía comiéndole la boca, cada vez con más pasión, mientras mi mano ya estaba de vuelta en sus empapadas bragas.

-Vamos a la cama- dijo Adela levantándose y quitándose la ropa que le quedaba.

No desnudamos los tres y nos tumbamos en la enorme cama del hotel. Me fijé en el vientre plano y perfecto, el pubis sin vello y la polla escultural y de glande enorme de Jaime mientras mis dedos entraban en la vagina de Adela.

Ella rodó por la cama hasta poner su cara a la altura del pene de Jaime y comenzó a lamerlo mientras levantaba las caderas mostrándome su culo y los labios vaginales empapados y abiertos. Era una clara invitación y no tardé en responder introduciendo mi polla en su maravillosa cueva que tanto había echado de menos durante meses. La calidez de su apretadito coño rodeando mi pene me estaba volviendo loco, pero la visión de la verga de Jaime en la boca de Adela, su hermoso glande donde jugaba la lengua de ella y su cara de placer iban a hacer que me corriera. Jaime también me miraba, o miraba como yo le miraba, y noté que eso le estaba excitado aún más, y se corrió en los labios de Adela, que dejó escurrir el semen de Jaime por las sábanas. Eso fue suficiente para derramarme yo dentro de ella.

Nos derrumbamos lo tres en la cama con la mirada en el techo intentando recuperar el aliento después de tanta excitación. Jaime encendió un cigarrillo, yo acariciaba el vientre de Adela y ella, en medio de los dos, acariciaba el muslo de Jaime con una mano y el mío con la otra.

No sé cuánto estuvimos así, yo tenía los ojos cerrados y había perdido la noción del tiempo con tanta sensualidad y placer. Sentí como mi polla volvía a revivir con las caricias de Adela, abrí los ojos y vi que la verga de Jaime volvía a estar durísima, en todo su esplendor.
Te falta el penúltimo fragmento, que este está repetido ;-)
 
La admirable polla de Jaime entrando y saliendo de mí me estaba volviendo loco. Mi ano, relajado y muy dilatado, recibía ese tótem de placer, duro, orgulloso y suave. Todo mi cuerpo estaba tenso y concentrado en el gozo sensual y obsceno de mi culo. Mis manos apretaban con gran fuerza las nalgas de Jaime mientras me embestía y yo, con las piernas sobre sus hombros, le miraba a sus ojos gimiendo, casi llorando de éxtasis, esperando recibir la inminente explosión de su orgasmo dentro de mí. Y se lo volvía a decir mientras hincaba aún más mis dedos en sus cachas separándolas para acceder mejor a su centro de placer.

- Córrete dentro, por favor. Muy dentro.

Jaime también clavaba en mí sus ojos e intentaba decirme algo. Pero su hiperventilación y arrebato sólo le permitían emitir gemidos guturales mientras empujaba dentro de mí cada vez con más fuerza, poseído por la lujuria del clímax que, inexorable, iba a llegar. De pronto él tensó todos sus músculos, levantó el cuello de venas hinchadas, cerró los ojos, emitió un grito de placer descontrolado y, poseído del máximo placer, dejó de mover su magnífica polla dentro de mí, empujándola aún más adentro y explotando en un chorro de semen que pude notar en mi culo como un regalo de gozo y complacencia. Jaime se derrumbó sobre mi pecho resoplando y volvió a mover su verga, aún durísima, muy lentamente dentro de mis entrañas, lanzando varios chorros más de esperma en una eyaculación repetida y formidable.
 
Yo sentía mi culo lleno de su sagrado semen y aquello me producía una sensación de plenitud y goce que me hizo olvidar que yo no me había corrido aún. Mi polla, completamente rígida desde el primer momento en que sentí la punta del pene de Jaime rozando la entrada de mi ano, descansaba tranquila bajo el peso del vientre sudado de Jaime, que seguía resoplando como un animal agotado, cada vez con una cadencia menor.

No podía saber cuanto semen dejó Jaime dentro de mí, pero mi culo no paraba de dejar escapar su divino líquido, a veces en un fino hilillo y a veces a borbotones. Todo esto hacía aumentar más mi sensación de placer y satisfacción e impedía que bajara mi erección.

Cuando Jaime pudo recuperarse un poco se giró hacia el borde de la cama y prendió un nuevo cigarrillo que apuraba a grandes caladas fruto de su ansiedad.

Yo aún estaba en éxtasis, ajeno al mundo que me rodeaba más allá del semen que palpitaba en mi culo, completamente empalmado y con una sensualidad eléctrica que recorría todo mi cuerpo.
 
Adela se sentía menospreciada. Estaba enfadada y excitada al mismo tiempo como una niña. No había perdido detalle del prodigioso polvo que su marido me había echado. La observé entonces. Vi su mirada lasciva en su cara y la sábana mojada bajo su hermoso coño que aún seguía acariciando lentamente. Entonces ella reptó desde su esquina hacia nosotros.

- Tu marido folla de maravilla – le dije mientras, tumbado como estaba, me metía un dedo en mi dilatado culo y le mostraba el semen que aún fluía por él. Ella se acercó a acariciar el esperma que brotaba de mí sustituyendo mi dedo por dos de los suyos, que entraban sin dificultad en mi ano dilatado.

- No te has corrido – me dijo, aún con rabia – hazlo conmigo, métemela tú por el culo también.
 
Jaime volvío en sí. Apagó su cigarrillo y acercó sus labios a los de Adela y la besó profundamente mientras acariciaba con su mano derecha la corta melena negra de su mujer en la nuca. Con su otra mano Jaime volvía a buscar mi polla, donde encontró la mano de Adela masturbándome muy lentamente con la mano que aún tenía impregnada del semen de su marido que había robado de mi dilatado culo.

- Ahora me toca a mí, maricón – le dijo mientras trepaba por mi cuerpo hasta situar su mojada vagina en mi cara.

– Chupa – ordenó.
 
Comer el coño de Adela era para mí uno de los placeres más formidables. Adoraba su olor, las sutiles formas que hacían los pliegues de sus prominentes labios vaginales, el monte de Venus completamente depilado, la suavidad de su eréctil clítoris, siempre tan sensible a mi lengua y, sobre todo, adoraba lo empapado que se ponía en cuanto lo tocaba.

Jugué con mi nariz entre sus labios mayores, bañados de sus flujos vaginales, arriba y abajo. Y agarrando fuertemente de sus glúteos sustituí mi nariz por mi lengua, y recorrí con ella toda la preciosa rajita, dulce y salada, desde su ano hasta su clítoris.

Adela suspiraba y movía sus caderas para dar más ritmo a mis lametones mientras sus flujos vaginales eran cada vez más intensos. Le metí dos dedos en la vagina empapada moviéndolos en círculos, como sabía que a ella le gustaba. Y le acerqué otro dedo, también empapado de sus flujos, hasta la puerta de su ano, rosita, dulce de muñeca, cálido como un verano mediterráneo.

Empapado su ano de sus propios flujos vaginales, mis dedos entraban sin dificultad en el orificio. Jaime la miraba embelesado y su pene flácido comenzaba de nuevo a despertar. Se sonreían, se gustaban así expuestos.
 
Yo aceleré el juego circular de mi lengua sobre su clítoris y sentí que Adela estaba ya al borde del orgasmo. Siempre se corría muy rápido cuando yo le comía el coño. Conocía perfectamente los ritmos de su generoso sexo.

Su respiración se entrecortó, empezó a gemir cada vez más fuerte, pero no dejé que llegara al orgasmo. La levanté, la puse a cuatro de rodillas sobre la cama y apartando sus nalgas lamí su ano empapado de su voluminoso flujo vaginal. Mi polla estaba a reventar de semen y pasión y la dirigí enhiesta a su culo mientras los dos mirábamos a Jaime y su verga erecta.

Al sentir el calor de su esfínter abrazando mi glande creí que me corría. Entrar en el estrecho culo de Adela era entrar en el templo del placer sublime. Mi polla a punto de estallar avanzaba, cálida y osada, completamente oprimida por el ardiente y hospitalario culo de Adela mientras del mío seguía brotando semen de Jaime. Ella se estremecía y movía un brazo hacia atrás para tocármela, como para comprobar que no era una fantasía más y que realmente mi verga estaba llenándola, mientras se masturbaba con la otra mano.
 
Adela musitaba blasfemias entre suspiros y gemidos, y escapaba saliva de la comisura de sus labios mezclándose en la almohada con el resto de los flujos que nosotros tres habíamos vertido de nuestra sesión anterior.

Jaime estaba ya otra vez completamente empalmado y nos acariciaba las caderas a los dos. Cuando su mano viajó hasta mis testículos y los acarició mientras mi polla embestía lo más profundo del culo de Adela me corrí con una ferocidad llena de lascivia y lujuria.
 
Adela musitaba blasfemias entre suspiros y gemidos, y escapaba saliva de la comisura de sus labios mezclándose en la almohada con el resto de los flujos que nosotros tres habíamos vertido de nuestra sesión anterior.

Jaime estaba ya otra vez completamente empalmado y nos acariciaba las caderas a los dos. Cuando su mano viajó hasta mis testículos y los acarició mientras mi polla embestía lo más profundo del culo de Adela me corrí con una ferocidad llena de lascivia y lujuria.
tremendoooooo!!!!!!! gracias!!!!
 
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