7
Dos días después. Lunes por la mañana.
Cristina
Me bajé del autobús y me dirigí a la oficina. Recordé como hacía una semana, en este trayecto, mi ánimo estaba por los suelos y hoy era todo lo contrario. “Lo que pueden cambiar las cosas en unos días” pensé sonriendo. Incluso había vuelto a tener sexo aunque había sido un sexo extraño, muy extraño.
Volví a sonreír al acordarme del domingo por la mañana, cuando me desperté en la cama de Sara, desnuda, con Sara también desnuda a mi lado, pero sin rastro de Alberto. Intenté incorporarme para irme a mi habitación pero la cabeza me iba a estallar por la resaca. Preferí quedarme tumbada y observé a Sara. Me parecía increíble haber tenido sexo con ella. Jamás me había planteado tener sexo con una chica, las mujeres no me atraían nada. Y ahora la miraba y estaba guapa pero no sentía ningún deseo, ninguno.
En cambio, pensaba en Alberto y era todo lo contrario, me recorría un escalofrío por el cuerpo. Pensé “Ojala esté en el baño y vuelva, me lo follaría sin pensármelo”. Escuché atentamente pero no se oía ningún ruido dentro de la casa. Levanté con esfuerzo la cabeza y no vi su ropa. Entonces recordé que había dicho que el domingo había quedado temprano con sus compañeros de estudio. “Mierda, se ha ido y ni me he enterado”.
Esperé unos minutos y, con esfuerzo, me levanté con mucho cuidado. Me fui al baño, oriné y me di una ducha que me sentó de maravilla. Luego, en mi habitación, me puse ropa interior, unas mallas y una camiseta, y me fui a la cocina. Abrí el frigorífico que estaba lleno a rebosar ya que, durante la semana, habíamos ido de compras. Me hice un café cargado y cogí un bollito. Me lo tomé despacio, el dolor de cabeza había disminuido mucho.
Al rato apareció Sara con una camiseta. Dijo un lastimero “me estoy muriendo” y se llenó un vaso de agua diciendo “¿Me traes algo para el dolor de cabeza? Me va a estallar”. Me levanté y fui a mi habitación donde cogí un ibuprofeno. Se lo di y se lo tomó. Bebió agua y se echó en la mesa cubriéndose la cabeza con los brazos. Le dije:
- Date una ducha, a mí me ha despejado
- Ahora cuando pueda mover la cabeza
Al rato se levantó y escuché que se metía en el baño. Volvió media hora más tarde, con un pantalón corto y un sujetador deportivo. Traía mejor cara. Se sentó y me dijo:
- Menudo resacón
- Sí
- No vuelvo a mezclar tanta mierda
- Mejor que no
- Menuda forma de descontrolar ¿No?
- Sí, bastante
- ¿Has hecho café?
Me levanté y le serví uno. Ella empezó a beberlo y le pregunté si quería algo de comer pero negó con la cabeza diciendo:
- Como coma algo, lo vomito
Nos quedamos calladas, sin mirarnos. Las dos estábamos bastante cortadas. Entonces ella dijo:
- Menudo corte ¿No?
- ¿Qué?
- Que ni nos miramos, Cris
- Ah, ya
- Jo, tía, que anoche follamos ¿Te lo puedes creer?
Noté como me sonrojaba. Se empezó a reír y la secundé pero más que nada por no quedarme callada. Ella dijo:
- Creo que es mejor que lo hablemos, si no vamos a estar cortadas todo el día
- Mmmm, ya
- Que conste que la idea era follarnos a Alberto, eso es lo que hablé con él, no entre nosotras, eso se lo sacó de la manga
- Ah
- Pero esa puta pastilla… no sé a ti pero a mí me tenía cachondísima
- Sí
- Solo pensaba en follarme a Alberto pero cuando me besaste, no sé que pasó, se me fue la cabeza
- Sí, es que yo quería… no sé, no pensaba
- Eso, no pensábamos, y… tía, besas muy bien jajajaja
- Jeje
- Y lo otro… en fin, me corrí enseguida, no sé, fue…
Me miró abochornada. Dijo:
- No es que me vayan las tías, no es eso
- Ya
- Pero anoche… Tuvo que ser la pastilla ¿No?
- Sí, eso creo
- Y luego tú sobre Al, ufff, tía, pensaba que te iba a dar algo, como te pusiste
- No... no sé que me pasó
- Que forma de gritar y convulsionarte, me asusté y todo, y luego caíste redonda, no había quien te despertara
- ¿Me llamaste?
- Al quería seguir follando e intentó despertarte
- Ah, no me enteré
- Follamos un par de veces más, y luego se fue, que hoy madrugaba
- Ah
Nos callamos hasta que ella preguntó:
- ¿Te arrepientes?
- ¿De qué?
- De… del trío
- No
- Yo tampoco, fue una pasada jiji
La miré y le pregunté:
- ¿Y ahora qué?
- Quieres volver a follártelo ¿No?
- Sí ¿Puedo?
- Mmmmm No es mío
- ¿No?
- No, no somos… no sé lo que somos, la verdad
- Pero… es tuyo, si tú me dices…
- No es mío, te lo repito… Además, seguro que quiere repetir
- ¿Tú crees?
- Nena ¿Qué tío no se querría volver a tirar a dos tías buenas como nosotras?
Le sonreí. Ella dijo:
- No sé que hacer, la verdad
- ¿Por?
- Porque Al me gusta pero no sé si quiero algo serio
- Ah
- O si solo quiero sexo
- Ya
- No sé, hoy no tengo la cabeza para pensar en eso
- Claro
- ¿Por qué no salimos a dar una vuelta? Creo que nos vendría bien que nos de el solecito
- Vale
Y pasamos el día fuera. Yo tenía claro que quería seguir follando con Alberto pero si Sara no quería, no me iba a meter, no quería perderla.
Volví al presente al entrar en el edificio. Pensé en las tareas del día, y pensé en el dinero, mi recurrente preocupación. El adelanto que me había dado Carlos me había salvado. Habíamos comprado mucha comida, mucha, y había gastado demasiado saliendo. De los 600 me quedaban algo menos de la mitad para todo el mes. Ya me había despedido de todos mis otros empleos por las condiciones del contrato, y ahora me arrepentía, debería haberle pedido a Carlos este mes para poder seguir trabajando al menos en la hamburguesería por las noches. Y encima estaban los 100€ que le debía a Héctor por el móvil. Estaba claro que tenía que controlar mucho mi gasto, había sido demasiado díscola, demasiado.
Saludé a Carlos y luego a Héctor, siempre eran los primeros en llegar. Más tarde llegó Silvia, con mala cara y pensé que la niña le habría dado la noche. A las 10, Héctor me dijo de salir a desayunar, como hacíamos todos los días. Cogí el sándwich que traía de casa y nos echamos un café. Salimos al solecito y le pregunté:
- ¿Qué tal el finde, Héctor?
- Bien
Entonces recordé que me había contado algo de una competición de uno de sus jueguecitos. Le pregunté:
- ¿Fue bien la competición?
- Ah, sí, ganamos
- Genial
- ¿Y tu finde?
- Bien, bien, salí con Sara
- ¿Y tu novio?
Recordé mi mentira y reaccioné:
- Claro, y con Alberto
El asintió mientras masticaba. Le dije:
- Nos lo pasamos bien (mientras pensaba “No te haces una idea”)
- Me alegro
Terminé el sándwich y saqué mi cartera y le di los 100€. Él meneó la cabeza y dijo:
- Cris, no te los voy a aceptar
- ¿Cómo que no?
- Ya te dije que es un móvil viejo que tenía en un cajón
- Me da igual, me gusta y te lo quiero comprar
- Te lo regalo
- No
- ¿Por qué no?
- Porque no, toma
- No
- Pues te devuelvo el móvil
- Como veas, pero tal como me lo des, lo voy a tirar, no lo quiero para nada
- Pero si está bien
- ¿Y qué? No lo necesito
Lo miré enfadada. Era un cabezón. No quería aceptarle el regalo, no me merecía regalos y menos de él que tanta ayuda me daba siempre. Le iba a decir que podía hacer lo que quisiera con el puñetero móvil pero él me interrumpió:
- Por favor, Cris, no merece la pena enfadarse por eso, es que me parece deshonesto por mi parte colocarte un móvil viejo y ganar dinero, es solo eso
Lo miré. No me gustaba pero asentí y dije:
- Vale, gracias
Héctor, mirando hacia abajo dijo:
- Vale, pero no las merece, es una chorrada
“Para mí no, esos 100€ me vienen genial” pensé pero no dije nada. Me estaba aprovechando de él y me sentía mal.
En ese momento sonó una notificación en el dichoso móvil y lo miré. Era Sara. Lo abrí y leí el mensaje:
- Me acaba de escribir Al, esta noche se pasa por casa y quiere repetir lo del sábado ¿Qué le digo? ¿Te apuntas?
Sonreí pensando “menuda pregunta”. Le escribí:
- Sí
- Genial
Héctor me miraba y dijo:
- ¿Buenos noticias?
- Sí, era Sara
- Ah
- Haciendo planes para esta noche
- Bien
- Sí, muy bien
Recogimos y nos volvimos al trabajo. Me sentía muy feliz.
Carlos
En cuanto vi a los chicos irse fui al sitio de Silvia. La miré y dijo:
- No me mires así que me echo a llorar
- ¿Va todo bien?
- Va
- ¿Y Gema?
- Bien, no se ha quejado más de la barriguita pero sigue con sus noches difíciles. Esta tarde tenemos cita con el médico para revisar las pruebas que le hicieron el sábado, todo apunta que es lo que sospechaba Antonio, gases
- Ya ¿Y él como está?
Silvia suspiró. Dijo:
- Hablamos. Me disculpé pero está enfadado
- ¿Y tú?
- Yo bien
- Silvia, que solo hay que mirarte la cara
- ¿Qué quieres que te diga? Me comporté como una histérica, me pudo la presión y la aprensión, soy una madre de mierda y peor esposa
Me acerqué a ella y le puse una mano en el brazo. Le dije:
- Sabes que eso es mentira
- Como madre soy un desastre, y como pareja, aún peor
- No, estás estresada y con mucha carga, es solo eso
- No sabes como soy en casa
- No, pero te conozco, sé como eres… Mira, esto es una fase, una mala fase, pero sé que la aguantarás y todo irá a mejor
- A veces lo dudo mucho
- Eso es normal, estás mal de ánimo, pero confía en mí, sé como eres
- ¿Cómo soy?
- Luchadora y que no da su brazo a torcer
- Soy mandona y cabezona
- También, pero es parte de tu encanto
- Mi encanto… eres tonto
Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa. Entonces le dije:
- ¿Has pensado en lo que te dije?
- ¿El qué?
- Lo de tomaros los dos solos un fin de semana
- No puedo, Carlos, ya lo sabes
- A Gema no le va a pasar nada por una noche
- Pero mi madre no puede…
- ¿Y yo? ¿Por qué no me la dejas a mí?
- ¿A ti?
- Gema me conoce bien, habéis pasado una semana de vacaciones en mi casa y habéis venido casi todos los fines de semana para estar en la piscina
- Ya pero…
- Y sé cuidar a un niño a pesar de lo que ocurrió
- Oh, no quería decir eso
- Lo sé, pero se me dan bien los niños y para mí sería… sería divertido, de verdad
Ella se me quedó mirando. Entonces dijo:
- No conozco a nadie más a quien le dejaría a mi hija sin estar nerviosa
- Pues hecho, me la dejas un fin de semana y tú y Antonio os relajáis
- Mmmmm
- Tú me dices cuando y hago hueco en mi agenda, que ya sabes que la tengo llena de compromisos, citas con mujeres y esas cosas
- Que tonto eres
Silvia
Miré a ese maravilloso hombre que siempre estaba ahí y sabía hacerme sonreír. Confiaba totalmente en él, incluso para dejarle a mi hija. Sabía que se le daban genial los niños, lo había visto con Gema durante el verano, como ella no paraba de reír y llamarlo.
“El problema soy yo” pensé ¿No ver a mi hija durante un fin de semana? No me había separado de ella desde que nació, no podía ni pensar en hacerlo sin que me entrara ansiedad. Pero entonces pensé en Antonio, necesitaba acercarme a él, volver a conectar con él.
Miré a Carlos y recordé su historia. Como en EEUU formó una familia, y la mala suerte de un cáncer en su hijo, que acabó llevándoselo, al niño y a Carlos porque estaba segura que ahora era una sombra del hombre que había sido. Pensé en como la muerte de su hijo lo llevó a retrotraerse completamente, como dejó de lado todo, su trabajo y a su mujer que acabó abandonándole. Y como volvió a España sin ganas de vivir pero consiguió sacar un poco de ánimo y volver a trabajar. Todo eso me lo había contado una noche en esta oficina, los dos agobiados por un problema en los servidores. Él había estado tranquilo todo el tiempo, seguro, diciéndome lo que había que hacer, y cuando todo estuvo solucionado y ella lo felicitaba diciéndole que era el mejor, el estrés de casi 48 horas trabajando sin parar lo derrumbó y me contó su historia diciéndome que solo era una cáscara de hombre, una miserable piltrafa de hombre. Todo aquello me impactó muchísimo y me acercó aún más a él.
Tomé una decisión y le dije:
- Este fin de semana, necesito arreglar ya las cosas con Antonio
- Genial
- ¿Puedes?
- Sí, claro
- Gracias, Carlos, gracias (mientras me cogía la mano)
- A ti por confiarme a tu hija
- Sabes que me lo he pensado pero no por ti sino porque será la primera vez que no la vea dormir
Él asintió.
Héctor
Miré a Cris que trabajaba en su ordenador con una sonrisa en la cara. Se la notaba feliz, llevaba toda la mañana con una sonrisa en la cara. Pensé en la discusión por el móvil. No podía aceptarle el dinero porque la semana pasada me había enterado de casualidad que había tenido que pedir un adelanto de la primera nómina, tenía que estar muy mal de dinero, seguramente no le vendría nada bien gastarse esos 100€.
La volví a mirar, estaba guapísima tan contenta y eso me hacía sentirme bien.
Carmen
“Joder, Paco, 2 semanas de retraso en la puta habitación de mi hijo DOS PUTAS SEMANAS” le grité al asqueroso del responsable de la obra en mi casa. Él replicó:
- Nos hiciste cambiar el suelo y luego el color de la pared y luego rehacer las tomas y…”
- Déjate de putas excusas, estoy harta, no vas a ver ni un euro si no acabas ya la habitación
Me giré y me fui y escuché como decía por la bajo:
- Puta
Me volví y lo encaré:
- ¿Qué has dicho?
- Nada
- “Nada, señora”, joder, que soy la que pago
Y me quedé esperando. Paco me miró y dijo a regañadientes:
- Lo sé, señora
- Bien
Y me fui a mi habitación donde mi hijo jugaba con mi móvil. Entré y cerré. Al poco escuché que llamaban y abrí. Era Santi:
- Carmen, cuan…
- Ahora no
- Pero…
- Que ahora no, joder, luego te busco
Y le cerré la puerta. Me senté con mi hijo. Estaba harta de la obra, me estaban timando, ese gordo cabrón me estaba timando, estaba segura. Cuando me tranquilicé salí y busqué a Santi. Estaba en una habitación con otros. Le señalé y dije:
- Tú, ven y me ayudas a mover un mueble en mi cuarto
Santi me miró y entré en mi habitación gritando:
- Y cierra la puerta, que a mi hijo le duele la cabeza con tanto ruido
Santi entró y cerró la puerta. Mi hijo levantó la cabeza y le dije:
- Sigue jugando, cariño
Luego miré a Santi y le dije:
- No seas pesado con tanto mensajito, te he dicho que esta semana no podemos quedar
- Pero…
- Pero nada, coño ¿No ves como estoy? (señalando a mi hijo)
- Ya pero…
- Fóllate a tu novia y te esperas al fin de semana que viene, es lo que hay
Fue a darme un beso pero me aparté y le dije:
- No, delante de él no
Santi me miró malhumorado. Se iba a ir pero entonces pensé en otra cosa, podría sonsacarle información sobre la obra. El dinero, o más bien la falta de dinero, estaba empezando a preocuparme y si ese tío quería timarme no lo podía consentir. Le dije:
- Aunque…
Él me miró esperanzado. Continué:
- Si vienes cuando esté durmiendo, podríamos hacer algo rapidito, pero solo uno y sin ruido
- ¿A qué hora?
- A las 10
- A esa hora estoy con Yoli
- Si quieres un polvo estarás aquí a las 10, si no, nada
- Pero…
Lo miré sin darle más opciones y se fue de mi habitación. “Joder que tío más pesado con los peros…” pensé.
Cuando todos se fueron, le hice la cena a Daniel y luego lo acosté a las 9. Me di un baño y me puse solo un pantalón corto y una camiseta, algo de quitar y poner rápido, sin ropa interior. Me maquillé un poco, que en las cercanías era donde más se notaban los efectos de la edad. Noté lo excitada que estaba “Joder con el niñato, lo cachonda que me pone solo recordar su polla” pensé mientras terminaba de pintarme los labios.
Santi fue tremendamente puntual. Le abrí y lo llevé a la cocina. Cerré la puerta y nos besamos como locos. “Mierda, me lo estaría follando toda la noche” pensé mientras gemía por los chupetones de Santi a mis pezones. Lo desnudé y me arrodillé para chupársela. Me hubiera gustado picarlo hablándole de la novia pero tenía que ser un polvo rápido, demasiado riesgo por mi hijo.
Me levanté, me quité el pantalón y me incliné sobre la encimera, mostrándole mi culo. Santi me cogió de las caderas y me la metió de un empujón en mi coño totalmente mojado. Tuve que morderme la mano para no gritar de gusto cuando me corrí con sus embestidas. Él no tardó en correrse dentro de mí.
Nos sentamos en el suelo, exhaustos, pero me levanté rápidamente para limpiarme y vestirme. Fui a mi dormitorio y abrí despacio la puerta, seguía dormido. Volví a la cocina donde Santi me esperaba aún sentado y con el rabo flácido al aire. Dijo:
- Joder, que bien follas
- Fóllate más a tu novia
- No quiere, me cuesta convencerla para un mal polvo en el coche
- Pues ella se lo pierde… Anda, vístete y vete
- ¿No vamos a follar más?
- No
- Carmen, si tienes tantas ganas como yo
- ¿Y? Tengo a mi hijo aquí al lado y no quiero que le cuente nada al padre
Santi se levantó y se subió los calzoncillos y los pantalones. Busqué su camiseta que, al quitársela, la había tirado al suelo, pero me gustaban las vistas así que no se la di y le dije:
- Oye, te quería preguntar una cosa
- ¿El qué?
- El gordo ese ¿Me está timando?
Santi me miró sin comprender y preguntó:
- ¿Qué gordo?
- Paco, tu jefe
- Ah, es mi tío
Me reí y él me miró extrañado:
- Joder, no se parece en nada a ti
- Es el hermano menor de mi padre, en algo nos pareceremos
- En nada, si es un asqueroso
Santi me miró medio mosqueado. Le dije:
- Bueno, me está timando ¿No?
- ¿Timando el qué?
- Con la obra, coño, que pareces tonto
- ¿Pero con qué de la obra?
- Puffff, de verdad que…
Fui al frigorífico y saqué una lata de cerveza. La abrí y bebí un trago, luego se la di y él bebió. Entonces dijo:
- Bueno, yo no entiendo de esas cosas, solo trabajo con él en verano para sacarme algo de dinero
- Ah
- Pero algo le escuché de poner materiales más baratos
- Que hijo de puta… Pero te estoy preguntando por los plazos, que lleváis retraso ¿Lo está alargando para cobrarme más?
- Ah, eso creo que no
- ¿Por qué?
- Él… él te putea porque nos estás retrasando y tiene otra obra apalabrada para este mes
- ¿Que yo os estoy retrasando? Será cabrón
- Dice que no haces más que cambiar cosas
- Coño, pues que pregunte antes de hacerlas. Si no me gusta, claro que lo tiene que cambiar
- Pero dice que te pregunta y…
- Una mierda, es un inepto
- No, es bueno en su trabajo, gana pasta y…
- Es un inútil, que esto es una mierda de obra y lleva semanas
Le cogí la cerveza y bebí. Estaba cabreada, menudo gilipollas el gordo. “¿Me está hinchando los precios? Se va a enterar el puto gordo”. Le di la cerveza a Santi y le dije:
- ¿Me puedes conseguir lo de los materiales?
- No… no sé
- Tengo el presupuesto que me dio con las calidades, quiero ver lo que me ha colado
- Pero es que eso no… Está en su oficina y yo no…
Me acerqué a él y le sonreí. Le acaricié lentamente el torso y le dije:
- Anda, hazlo por mi
- No sé si podré
- Seguro que se te ocurre algo
Él me miró preocupado. Le dije:
- Imagínate lo contenta que me pondrás si me lo consigues y no sabes la de cosas que puedo hacer cuando estoy contenta
Mi mano bajó a su paquete y se lo acaricié, notando como se le ponía dura y pensé “Joder con el chaval, que pronto vuelve a estar listo”. Me metió una mano dentro de la camiseta y me agarró una teta. “Y lo pronto que me calienta, mierda, me lo voy a tener que follar otra vez” pero le dije:
- Anda, cariño ¿Me harás ese favorcito?
- Es que no sé si podré
- Pero si es solo un papelito
Le metí la mano dentro del pantalón y se la agarré. Le miré y le dije:
- Anda, dí que sí y ponme contenta
Intentó besarme pero me aparté. Se la saqué con trabajo por lo dura que ya la tenía y me agaché. Pasé su polla por mi cara y le dije:
- Entonces ¿Me harás el favor?
- S…. sí
- ¿Sí? ¿De verdad?
- Sí
- Gracias, cariño
Y le di un beso en la polla. Entonces le dije:
- ¿Ves lo fácil que es ponerme contenta?
Él me miró desde arriba. Continué:
- Y cuando estoy contenta me entran unas ganas locas de chupar y follar
Y me la metí en la boca. Tras un rato, lo tumbé en el suelo. Me desnudé y me puse encima, cabalgándolo. Me volví a correr rápido pero a él le costó un poco más. Aún tumbado, se la chupé rápido y cuando vi que estaba a punto, me la saqué de la boca y apunté a mis tetas y se corrió entre ellas.
Esta vez lo despedí rápido, que me conocía y si le daba tiempo, volvería a ponerme caliente. Cuando me acosté sonreí, me encantaba esa polla. Y me vendría bien saber si ese tío me iba a timar, así me ahorraría ir a llorarle a mi ex para que me diera dinero, no quería verlo ni en pintura.
Cristina
Miré la mano que estaba sobre mi muslo, muy cerca de mi sexo. Esa mano grande, fuerte, con esos dedos que habían estado dentro de mí hacía un rato. Dirigí mis ojos al brazo, musculoso y luego al cuerpo. Alberto dormía boca arriba. Observé con detenimiento su respiración tranquila, como su pecho subía y bajaba. Admiré ese pecho perfecto, y ese cuerpo grande y musculoso. Vi que Sara estaba apoyada en su hombro izquierdo, profundamente dormida. Estábamos los tres desnudos en la cama de Sara tras una sesión de sexo increíble.
Mi vista se dirigió al pene flácido de Alberto, ese pene que erecto era imponente y me había provocado dos grandes orgasmos y muchos minutos de placer hacía solo un rato.
El trío había sido muy diferente al primero. Esta vez Alberto no quería ver como Sara y yo follábamos entre nosotras. Esta vez quería que las dos le diéramos placer a la vez. Nos besaba a una y luego a otra. Y luego nos follaba a una mientras se besaba con la otra. Nos ordenó que se la chupáramos a la vez, y Sara y yo hicimos todo lo que nos pedía. A veces Sara y yo nos besamos y acariciamos, pero solo como algo secundario, las dos estábamos pendientes de él, queríamos que Alberto gozara al máximo.
Y esta vez no podía decir que era culpa de las drogas, solo habíamos bebido un par de cervezas antes de empezar. No, mis gritos y orgasmos, igual que los de Sara, solo se debían a Alberto.
Me moví un poco para que sus dedos tocaran mi sexo. Pasé suavemente mis dedos por su mano y brazo, acariciándolo, y apoyé mi cabeza en su hombro. Ahora era suya y haría cualquier cosa que me pidiera.