Quien pudiese cantar:
Arre caballito, arre caballito
Taca-tac, taca-tac, taca-tac, taca-tac
Arre caballito, arre caballito..
Y tras un rato de placentera cabalgada, no decir ¡soooo!, sino, ¡me corro coletas!, y sentir como el caballito aprieta con fuerza sus músculos perineales y me deja escurridito, bien escurridito.
Pués si, asi surge el amor entre el jinete y la yegua, que claro luego ha de alimentarse con zanahoria y manzanas que la yegua come gustosa, cuando el jinete se las da con su mano.
(Otro día te cuento, que dadas tus aficiones marineras, tampoco me importaría hacer de canoa, y ofrecer mi ventosa para que no te cayeses, y gritar a ritmo, boga, boga, boga).