Sumisión suave

Gracias a los que me apoyan y me estimulan. Gracias x los “me gusta” y por los comentarios!
 
Empezó otro capítulo con el cambio de actitud de Fernanda en el club.

Al acostarse con Ernesto, dejó abierta la puerta a muchos depredadores sexuales, que abundaban en un club cómo el nuestro.

Estos se agrupaban en dos diferentes categorías, casados y solteros.

Dentro de los casados Juan era el primero. Entre los solteros estaba más disputado ese lugar. Sin duda, Ernesto era uno de los que lideraban la estadística, pero también había entre los jóvenes, los menores de 25 varios que disputaban los primeros lugares. Uno de ellos era Arturo. De 22 años, morocho, muy buena pinta, digna de un galán del cine, campeón del club en 1era categoría, siempre estaba rodeado de chicas y señoras.

Dada mi infidelidad yo pensé que Fernanda iba a ir por Juan, después de follarse a Ernesto, casualmente, porque lo encontró ahí, Pero no fue así, apuntó a lo más alto y se folló a Arturo. Durante un mes se los veía juntos todos los días. Empezó tomando clases con él, y creo que a la 2da o 3era ya se lo había follado.

Cómo había hecho con Ernesto, apenas lo hizo me lo contó.

  • Hola, Pedro, vengo de coger con Arturo. – me dijo apenas llegó a casa – si querés te cuento, mientras te hago la paja, querés?
  • Sí, claro - contesté, -pero tiene que ser ahora, porque tengo que irme a la oficina.
Se desvistió y fue al dormitorio. Yo ya estaba vestido para la oficina.

Me saqué la corbata, camisa, pantalón del traje, zapatos de vestir, etc., apurado por conocer detalles

Ponete abajo, tenés que chuparme, te pongo la concha en la boca quiero acabar de nuevo mientras te cuento y te pajeo, estuvo muy bueno, ¡lo que es la juventud!

Los dos desnudos, abrí la cama y nos acostamos cruzados, yo la chupaba mientras ella me contaba y me hacía la paja.

Estaba con el chocho hinchado y abierto, chorreando jugos. Lo comenté y entonces me dijo:

  • No sabés como coge y como acaba, es un animal. Me chupó divino y después me la metió, la tiene bastante grande, cómo verás por cómo me dejó el coño, y me cogió duro, fuerte, sin piedad. ¡No sabés cómo se acaba! Mete y saca fuerte y, sin parar, me llena de leche, ¡y sigue!
  • Así se echó 3, acabó y acabó sin que se le bajara, yo acababa también y la concha chorreaba leche de los dos. Recién después de esos 3 se le bajó, pero a los 5 minutos estaba arriba de nuevo y volvió a la carga. Mientras me decía que siempre me tuvo ganas, que yo soy la mejor, etc. así me acabé de nuevo, pero él no llegaba. Me pidió que se la chupara, lo que te imaginás que hice con mucho gusto. Estaba muy mojada, con jugos míos y de él, deliciosa y podés creer que se acabó muy rápido, me hizo tragarme toda la leche, mmmm deliciosa.
Mientras me contaba eso llevó una mano por detrás a mi culo, presionando con uno o dos dedos en el mismo para meterse después de ensalivarlos bien. Paraíso, en la boca, en la verga y en el culo.

- ¿Te gusta papi, te gusta cómo se cogió el guacho a tu mujer? Mmmm ¡me encantó! Seguro que repito, así que paciencia…bancátela cómo buen cornudo…

Y me metió varios dedos en el culo, abriéndome, mientras aceleraba la paja haciendo que me acabara en su mano. Mientras se reía de mí, me metió los dedos lechados en el culo, me limpió la verga con su boca y su lengua y después me metió los dedos en la boca. Siguió haciéndose un dedo mientras le metía la lengua en la concha para llegar a un nuevo orgasmo.

El cambio de actitud de Fernanda no pasó desapercibido en el club.

Yo me sentía muy cornudo y estaba en un estado de excitación casi continuo.

Cuando me contó de Arturo le pregunté si sólo iba a coger solteros. Me dijo que no tenía preferencias, que le daba lo mismo soltero que casado y que el próximo de la lista era Guzmán.

  • No, no Guzmán, por favor, ¡con ese idiota no!

  • ¿Y por qué no? Porque esté peleado contigo no es razón para evitarlo, más bien es más razón para ir por él. Jodete, vos te follaste a Mónica, yo cojo al que quiero. Si no te gusta, jodete.


  • ¡Pero si querés joder a Mónica cogete a Juan! – exclamé, desconsolado e irritado por que quisiera ir tras Guzmán.
Guzmán era uno de los pocos tipos del club con el que me llevaba mal, pero bien mal. No habíamos llegado a las manos porque siempre hubo alguien para separarnos. Pero nos decíamos de todo indirectamente.



Era un tipo mayor que nosotros, empresario, muy rico y pedante. A mí me daba mucha rabia porque era tramposo en el juego. Siempre hablando de él y sus logros y desmereciendo los de los demás. Era alto y elegante, tal vez atractivo, según decían las chicas, a mí me parecía repugnante.

Siempre se ponía meloso, pesado, con Fernanda y era evidente que le gustaba. A mí me ignoraba, le decía todo tipo de piropos delante mío y la única vez que intervine, molesto, salió Fernanda a defenderlo, que no fuera ridículo, cuando alguien le dice algo lindo a tu mujer. Eso me dijo ella, ¡delante de él!

La esposa venía muy poco al club, tenía aspecto de viejita, callada, no se llevaba bien ni mal con nadie, era como que no existía.

Cuando estábamos cerca, siempre venía a por Fernanda. La halagaba, su estilo, su ropa, su clase, etc. Le miraba el escote, las ´piernas, la acariciaba, le tocaba el pelo, las manos, la rodilla. A mí me daba mucha rabia, pero no podía hacer nada sin caer en el ridículo.

Que Fernanda fuera a acostarse con él me daba mucha rabia, era demasiada humillación. Me imaginaba como iba a mirarme después, al cornudo, al idiota al que le follé la mujer, ¡horrible perspectiva! Que me corneara con Ernesto, Arturo o Juan no me afectaba, me excitaba en realidad. Pero con éste, era horrible.

Empezó rápidamente a acercársele, y en mi presencia. Todavía me lo mostraba, me hacía guiñadas, me sacaba la lengua cuando le decía algo que sabía me iba a molestar.

Era en realidad un show para mí. Lo que le gustaba de él era que yo lo odiaba.

De a poco lo fue rodeando, acercándose cada vez más, pasando a tocarlo ella, apoyándose en su muslo, riéndose medio achispada por las copas, poniéndole la cabeza en el hombro, dándole algún besito en la mejilla, estilo, perdóname Guz, no lo tomes a mal, pero esa camisa no te queda bien, no lucís tu elegancia natural, y cosas así.

Él, soberbio y pedante me miraba desde arriba y yo bufaba. Él lo sabía y entonces ella más lo hacía, revolviendo el cuchillo en la herida.

Sabía mucho de plantas y jardines y finalmente, una noche, Fernanda lo agarró para que le mostrara el jardín del club. Ese jardín era famoso y había ganado varios premios. Y ahí se fueron los dos, Fernanda tomándolo del brazo, pidiéndonos “permiso” a la mujer y a mí, se fueron al jardín de noche. Los dejamos de ver en unos minutos.

Yo me quedé charlando con la Sra., que era muy culta y tenía una charla muy agradable. Pero me importaba un carajo, yo quería saber que pasaba entre ellos ahora.

Y si ella no hubiera estado los habría seguido. ¡Demoraron una hora! Demasiado para 2000 m2 de terreno, ¿no?

Cuando volvieron venían más sueltos, riéndose ambos de algo, ella apoyándose en el hombro para decirle algo al oído, que fue recibido con más carcajadas y una respuesta en la oreja de ella, mientras la tomaba del hombre y la casi abrazaba. Ella de ninguna manera se negaba a eso, al contrario, lo acompañaba, dejándose abrazar.

Se acercaron a nosotros sin ningún cambio. El basura éste todavía me decía,

  • Tenés una mujer divina, Pedrito, cuidala por que alguno te la va a querer sacar, hahaha, acá en el club hay muchos buitres, hahaha. Pero es divina, bonita, simpática, sexy, perfecta, te lo juro, no te descuides conmigo, jajaja, tu sabés que es broma, verdad mi amor, -le dijo a la mujer, que pacientemente oía.

  • Gracias Guzmán, viniendo de ti eso es mucho elogio. Yo, también te digo lo mismo de tu mujer, un encanto y una cultura que ninguno de nosotros se le acerca, asombroso.

  • Dejénse de bobadas uds dos. Vení, Guz, acompañame al bar a buscar otra copa, dejá a estos dos aburridos acá hablando de kurtura, hahah.
Y se fueron los dos al bar. Se sentaron en la barra, pidieron dos copas y ahí se quedaron, siguieron chupando y manoseándose descaradamente.

Yo me sentía mal, muy humillado como supongo se sentiría la mujer de Guzmán, pero lo que más me indignaba es que estaba con mi verga bien parada, levantando carpa en el fino pantalón de deporte. Trataba que no se notara, pero no creo que fuera muy exitoso.

Por esa excitación que me producía la actitud dominante y de puta de mi mujer es que me quedaba. Tampoco podía irme y dejar a la mujer sola, además de ser una descortesía Después Fernanda me lo iba a reprochar, que no la dejaba hablar con sus amigos.

Finalmente me salvó Juan, que llegó de la cancha. Saludó y le invité a sentarse conmigo, pidiéndole una cerveza. La charla fue ahora más fluida entre nosotros, claro que hablábamos nosotros y ella oía y a veces intercalaba alguna palabra.

Juan, como yo, no podía dejar de mirar a Fernanda coqueteando con Guzmán. Estaba tan molesto como yo.

Pero además estaba muy molesto conmigo, que no conseguía que follara con él. No entendía que no era culpa mía, yo también quería que lo hiciera, tanto o más que él.

Le pregunté cuando por fin nos fuimos esa tarde que había pasado, si se lo había follado. Me aseguró que no, pero que ya un poco cornudo era. Que solo se habían besado y le había tocado las tetas. Estaba muy nervioso. No quería que su mujer se diera cuenta. Cómo que le tenía miedo.

Finalmente ocurrió una tarde. Yo estaba trabajando y, como hacía muchas veces, me llamó a la oficina.

  • Hola Pedrito, ¿cómo estás? Te quería avisar que posiblemente llegue tarde hoy, vamos a ir con Guzman a recorrer algunos viveros para elegir plantas para el jardín para la primavera.

  • Pero estamos en otoño, -respondí, como un idiota.
– jajaja, mirá que sos gracioso, no me había dado cuenta. Dice Guz que estas cosas hay que hacerlas con tiempo, y él de esto sabe mucho. Algunos viveros están lejos, así que se va a hacer tarde. Cualquier cosa te llamo de nuevo, besitos, cuídate y pórtate bien, sabés qué hacer, te quiero mucho…

Si, me imagino, ¿me pongo tanga?



  • Eso mismo, no te olvides, beso.
Pese a todo, a que me iba a poner los cuernos con un tipo que me desagradaba profundamente, me lo decía y a mi se ponía dura la verga. Yo sabía que hacer para que me molestara menos su escapada con éste tipo.

Estaba solo en la oficina. Me saqué la pija afuera del pantalón, parcialmente escondido por el escritorio si entraba alguien sin llamar, y me la sacudí un poco. Estaba bien dura y me daba mucho gusto tocarla y sentirla en mi mano. Le di un poco más fuerte, y soltó líquido viscoso que distribuí con la mano por toda la cabeza, suavemente. Luego me chupé los dedos. ¡Que rico! Suspiré y la guardé, no quería acabarme todavía. Y la guardé a tiempo, porque mi secretaria golpeó y entró, sin esperar.

A seguir trabajando. Con la polla dura.

Normalmente me voy de la oficina a las 6. Pero hoy estaba atrasado con unos documentos y me demoré. Le pedí a mi secretaria que también se quedara un rato más.

A las 6:30 me pasa una llamada de Fernanda.

  • Hola, mi amor, ¿cómo estás? Por acá todo muy bien. No te preocupes si me demoro, no sabés que lindo todo lo que vimos. Aprendí mucho. Ahora paramos para tomar algo y descansar algo. Mmmmsiisiis así, así….

  • ¿Qué dijiste? – pregunté, aunque había oído perfecto, estaban follando. Le gustaba mucho hacerme esto y a mí que lo hiciera.

  • No, nada, no dije nada naaaada, mmmmía
Yo la conocía después de tantos años de casados. Sabía los ruidos y frases que hacía cuando estaba cogiendo. Y sabía que esos gemidos eran para mí.

  • Siii, te entiendo todo. Yo estoy todavía en la oficina, con mucho trabajo.

  • Pobrecito, trabajando mientras su mujercita se divierte paseando con un amigo. Pero es para vos también, para tener un jardín más lindo. Este trabajo también lo vas a disfrutar vos, te lo aseguro y va a ser antes de la primavera…beso grande amor, cuídate, te manda saludos Guzmán.

  • Beso mi amor, saludá también en mi nombre a Guzmán, decile que le agradezco todo su esfuerzo para que estés contenta. Cuídate.
Y así fue otro más del club.

Llegó a casa a las 9, y todo siguió como siempre. A la cama, yo en tanga, ella desnuda. Me pone la concha en la boca para que la chupe y estaba empapada. Me dice que se acaba como con una manguera, que es muy lechero, como se ve. Después me pidió que la cogiera porque se había quedado con ganas de que la llenara. Poca pija y poco aguante, pero muchas veces. Se acabó cómo 6 o 7 veces, y se le paraba en seguida.

Me dijo que te mandara saludos, que había pasado muy bien la tarde conmigo, ¿qué te parece? ¡Es muy cínico y amable tu corneador en acordarse de ti! Jajajaja Después estaba preocupado porque vos no te dieras cuenta. Estaba nervioso cada vez que hablábamos y no le gustaba llegar tan tarde. Tenía miedo de que dieras cuenta o que desconfiaras. ¡Pobre! ¡No sabés cómo se puso cuando gemí en el teléfono para que vos lo oyeras! ¡Casi le da un ataque! Me insistió en que en el club nos cuidáramos, ¡que nadie se diera cuenta de “lo nuestro”! Como su hubiera algo “nuestro”. ¡Qué nabo!

Yo, totalmente dentro de esa concha tan lubricada con leche, disfrutaba de su calor y su suavidad, tambien estaba apretada, por que la verga del tipo era chica, se sentía divina y no iba a demorar mucho en llenarloa con mi leche

  • Me parece que la que tiene plata es ella y tiene terror de que se entere de algo y lo deje. Le dije que se quede tranquilo, que vos no te das cuenta de nada y que, además, no te importa lo que yo haga. Que me dejas hacer lo que yo quiera y que nunca me hiciste una escena de celos. No te vayas a acabar todavía, estoy a punto!
y así terminamos, cuando acabó me solté yo y agregué más leche, contento de haber cogido esa concha que tanto quiero y que me hace tan feliz.

Ya llevaba varios en el club y no pasaba nada con Juan.

Todo el club sabía de los 3 que se había cogido. Ellos, con la excepción de Guzmán, lo contaban sin limitaciones. El basura de Guzmán lo que hacía era largarme indirectas a mí, y una vea vino a contarme, como “amigo”, que se rumoreaba en el club que había algo entre Fernanda y Ernesto y Arturo. Me encantó que se rumoreara en el club. Claro que le dije que eso eran mentiras, que Fer era incapaz de engañarme, etc.

Juan y yo nos seguíamos reuniendo.
Le conté todo lo que me contó Fernanda de los 3 corneadores. Nos pajeamos los dos con sus historias.
Le mostré fotos nuevas de Fernanda y le dije, y era cierto, que le había dicho que eran para mostrárselas a él. A Fernanda le había gustado la idea y había posado especialmente para él.
Le agregó a las fotos gestos, como de cuernos y bromas como sacarle la lengua o mostrarle cómo se metía los dedos en la concha o cómo me los metía a mí en el culo.

Cuando le mostré esas fotos yo estaba chupándole la verga y él me pajeaba. Al ver esa foto se rio y llevó sus dedos a mi culo, los mojó con saliva y me punteó con uno, entrando sin dificultad. Nunca habíamos hecho eso de jugar con el culo del otro. Rápidamente más dedos acompañaron al primero, mientras me hablaba.

  • Pero mirá lo que nos estábamos perdiendo, este culito está muy bien trabajado, Pedrito, ¿quién te lo ablandó así? ¿Fernanda? Tenés 4 dedos adentro y no son deditos, hahaahha. Me parece que acá vamos a cambiar de plan. ¿Qué tal si te cojo a vos?, ya que su mujer no quiere, vos te seguís cogiendo a Mónica y quedamos a mano, ¿qué te parece?

  • -No, no está bien. Vos me tenés que agradecer que te haya cogido a Mónica y despertado esa hembra fantástica que es tu mujer, bien que la disfrutás ahora, ¿no?

  • Jajajaja, si eso es cierto, pero te lo puedo agradecer dándote verga entonces, ¿no te gustaría?

  • -Es muy grande Juan, me vas a partir al medio con esta pija en mi culo, - dije, sacándola de la boca para contestar mientras seguía pajeándole.
-Metió entonces un dedo más en mi culo, y al sentirlo, junto con su paja, solté toda la leche en su mano.

Te acabaste putito, con mis dedos te acabaste. Ahora chúpate tu leche y límpiame esta mano que es un asco de leche, hahahah.

Se paró, me metió la mano lechosa con mi acabada en la boca, tomó su pija con la otra mano, pajeándose con entusiasmo:

Poné la cara que te voy a dar toda la leche ahí.

Hice lo que me pidió, puse la cara de costado y cerré los ojos. No demoré en sentir su leche, espesa y caliente que se derramaba abundante en mi cara y orejas. Me hizo limpiarle la verga con mi boca, tomó el teléfono y me sacó fotos, con la cara llena de leche y limpiándole la verga y luego recogiendo la leche de mi cara para comérmela.

Me miraba y sonreía, mientras me decía puto, cornudo, etc. mirando las fotos que había sacado.

Pedro, te las mando, mostráselas a Fernanda. Le van a gustar. Tal vez quiere venir un día y hacer un trio, o una pequeña fiesta los cuatro, seguro que Mónica quiere también ¡sería divertido!, ¿no? Invitala, aunque sea que nos mire, eso me gustaría , y estoy seguro de que a ella y a vos también. No quisieras cogerlas a las dos juntas? y verme a mí?

Así quedó ese día, en cierta forma era un paso más hacia cogerse a Fernanda. Me había ilusionado el que ella le hubiera dedicado las fotos, sabiendo que eran para hacernos la paja mirándolas. No sabía todavía cuánto más que paja hacíamos. Ahora iba a tener una idea.
 
La situación se estabilizó luego por un tiempo.

En el club las cosas volvieron a la normalidad, a la rutina habitual. Fernanda se serenó y no buscó más follar con ningún socio, o no tuvo interés en ninguno. Excepto Guzmán, con quien no volvió a salir, se veía a veces con Ernesto y con Arturo.

Ninguno de los dos cambió en nada su actitud conmigo. Como siempre, relación cordial de socios, a veces nos encontrábamos en la cancha, el bar o en los vestuarios. Ambos, con gran cancha, no dejaron notar nada. Su conducta pública con ella era como siempre, correcta, de amigos, sin ningún exceso de confianza.

Pese a eso, yo sabía que todos en el club sabían que Fernanda se había acostado con ellos dos y con Guzmán. Juan me contaba todos los comentarios. A mí me gustaba que se supiera, y me gustaba ser el cornudo .

Yo seguía viéndome con Mónica, al menos una vez por semana. Nadie comentaba nada de eso en el club entre los hombres, pese a la indiscreción de Mónica de contárselo a Alicia. No demostraban que lo supieran, y nadie me comentó nada directo. Era evidente su cambio al adelgazar, mejorar su figura con gimnasia y dieta y el cambio en la forma de vestirse. Los comentarios eran del estilo de: “que buena que se ha puesto Mónica, cuanto más sexy está, etc”, pero nada personal. Todos comentarios en grupo y dirigidos a nadie en especial.

Seguro que las amigas todas lo sabían. Y sabrían que fue conmigo, que era lo que más bronca le daba a Fernanda. No le gustaba nada ser la cornuda. Corneadora estaba bien, y no lo ocultaba. Las chicas también sabían lo que no le gustaba.

Yo seguí jugando con Juan todas las semanas. Nos juntábamos después a tomar una cerveza. Alguna vez íbamos a su casa, a su cueva, a ver algún material nuevo que él hubiera grabado o algo nuevo de Fernanda. Siempre terminábamos en paja mutua o chupada mía. Varias veces me metía los dedos en el culo, lo que me encantaba, y claramente, tenía ganas de follarme, lo que por ahora no me interesaba.

Fernanda, que sabía de nuestras reuniones a ver videos y fotos porno, y que, si eran caseros, mejor, me dejaba muchas veces que la grabara. Se divertía cuando después me pedía que le contara que habíamos hecho con el video, que había comentado Juan y, si no era de ella, qué y a quien, habíamos visto. La ponía muy cachonda que nos masturbáramos con ella.

Nunca le mostré el video de Mónica. No me animaba, después de la escena de celos que me había hecho y de que nunca más la nombrara. La relación social con ella era normal.

Le interesaba siempre saber qué decía Juan de ella, aunque seguía sin querer acostarse con él. Me pedía que repitiera todos los comentarios mientras cogíamos o nos pajeábamos. Ella con el vibrador, se sacaba unos orgasmos descomunales, largos y profundos. Decía que el vibrador era, por lejos, su mejor amante.

Un día le mostré las fotos que había sacado Juan de mi cara cubierta de leche y donde también me mostraba chupándosela, mientras le contaba la oferta de Juan de hacer un trío o un intercambio con su mujer los 4 juntos.

No le hicieron gracia. Me trató de puto degenerado, y que Juan era igual, etc. No me habló nada fuera de lo necesario por dos o tres días.

Creo que antes pensaba que sólo nos hacíamos cada uno la paja, sin contacto. Cuando vio que era mucho más lo que pasaba entre nosotros, le molestó y creo que otra vez se puso celosa. Yo era su marido y su sumiso. Y de nadie más.

Me sorprendió cuando, a los 10 o 15 días, me pidió que le enviara las fotos y el video, que quería volver a verlas tranquila. Desde luego lo hice de inmediato.

Pasaron unos días y, mientras cogíamos tranquilos una noche, me comentó que había estado pensando la oferta de Juan. Me dijo que le gustaría vernos mientras nos pajeábamos mirando fotos. Si eran de ella, mejor.

¡Me encantó la idea!

Pero luego agregó, para mitigar mi entusiasmo, que ella no iba a participar, que sólo quería vernos. Bueno, que tal vez se hiciera un dedo mirándonos, pero nada de hacer un trío. Y no quería que Juan la tocara.

Sabiendo cómo es de exhibicionista, se me ocurrió entonces plantearle otra opción en lugar de ver fotos.

Que ella se desnudara y se tocara haciéndose una paja mientras nos la hacíamos nosotros. Y que practicábamos nuestros juegos mirando como ella se sacaba la ropa sensualmente y se tocaba toda, acariciándose. Todo sin que ninguno de los dos le pusiera un dedo encima.

En una palabra, que nos pajeáramos con ella exhibiéndose ante nosotros.

Le brillaron los ojos.

¡Pero no me toca ninguno, eh! aclaró, mientras yo sentía que el coño comenzaba a latirle.

¡Y suspirando fuerte… y empezó un largo orgasmo!

Fue muy fuerte, con muchas ganas, posiblemente desencadenado por la idea de vernos en una tortilla a nosotros mientras la mirábamos exhibirse, desnuda y tocándose. Siempre se había excitado mucho con mi bisexualismo, con ella o con alguno de sus amantes.

Yo también me vine adentro de ella al sentir su acabada, sentía su concha que latía, apretándome la verga, su goce al pensar en mostrarse y compartir con nosotros su excitación. Mi polla se puso más dura, bien dura y solté toda la leche adentro. Estaba muy mojada y caliente, tan suave y apretada. Divina.

Ni que decir lo entusiasmado que quedé con su propuesta. Desde luego que en mi fantasía yo lo completaba cuando se unía a nosotros en un trío que sería inolvidable. Pero sabiendo que no le gustaban mucho los tríos, ¡me quedaría muy contento con que follara con Juan, aunque no los viera!

Al día siguiente lo llamé a Juan y le conté la novedad.
 
Saben que necesito? Comunicacion, que, si les gusta me lo digan, que opinen, cuenten situaciones similares. Si escribo, y no se si me leen, no me gusta. Ayúdenme con opiniones, discusiones o, si no quieren, con me gusta.

Eres un campeón contando, Pedrito.
 
Decir que a Juan le gustó la idea es poco.

Estaba encantado, y quería organizarlo ya. Que fuéramos ya, ese día a su casa, en la tarde, cuando Mónica trabajaba.

Consulté con Fernanda y quedamos para unos días después y en un hotel.

Fernanda no quería ir a la casa de Juan, decía que era demasiado agresivo para Mónica que ella fuera sin decírselo antes. Y por ahora, no quería que Mónica supiera. Me asombró porque la noté más cálida con ella, como si nos hubiera perdonado. Desde luego que sabía que yo seguía acostándome con ella regularmente y lo había aceptado, aunque no quería que le contara nada.

Arreglamos entonces para ir a un hotel.

Juan y yo estábamos entusiasmados, algo nerviosos, no sabiendo qué pasaría, ni cómo reaccionaría al vernos. Los dos teníamos la ilusión de que se soltara, caliente, y Juan pudiera finalmente follársela.

Y, aunque eso no pasara, igual iba a ser un hito importante.

Reservé una habitación en un muy buen hotel, una suite, con dormitorio aparte, siempre pensando que pudiera querer ir a coger con Juan. A Fernanda no le gustan los tríos y siempre prefirió que yo no la viera con otro. Era habitual que me negara verla, por lo que pude verla con otro muy pocas veces.

Ordené que nos enviaran dos botellas de un buen cava brut rosé, su preferido. Un whisky single malt para Juan y para mí. La ocasión merecía buenas bebidas.

Finalmente llegó el día.

Llegamos primero Fernanda y yo.

Subimos a la habitación, nos instalamos y nos servimos bebidas. No habíamos llegado a tomar nada que ya estaban golpeando la puerta.

Juan entró, feliz, traía un ramo de flores espectacular, que le entregó a Fernanda y la besó dos veces, en las mejillas. Estuvo inteligente, a mi mujer le encantan las flores y no se demoró en ponerlas en un florero en la habitación.

Juan se sirvió un whisky y brindamos por la ocasión. Estábamos los tres un poco cortados, sin saber bien cómo empezar.

Fue Fernanda la que rompió el hielo. Se sentó en una de las butacas individuales, cruzó las piernas mostrando muslo al subirse su mini y, tomando un trago de su copa, nos dijo:

Bueno, chicos, hagan Uds. cómo si yo no estuviera, y empiecen como hacen siempre. Después veo cómo me siento y que ganas tengo de hacerles un show, hahaha. Yo mando, está claro, ¿no? Pongan algo para ver en la TV, ¿trajeron algo no? ¿Algo mio?

Juan me miró,

Yo traje las fotos de la primera vez que hicimos esto, ¿te parece bien que las veamos Pedro?

Estuve de acuerdo, eran fotos de Fernanda en distintos grados de desvestirse, otras desnuda, algunas follando conmigo y un video de ella en una playa nudista.

Hagan como siempre, pongan las fotos, desnúdense. Hagan como que yo no estuviera. Quiero ver que hacen solos.

Así hicimos, los dos obedeciendo.

Juan conectó su laptop a la Tv, una pantalla plana grande, frente al juego de sillones. Le dio inicio, para que lo viéramos los 3 mientras nosotros nos sacábamos la ropa.

Fernanda comentó, asombrada, las fotos que tenía Juan de ella. Me trató otra vez de hijo de puta, cómo iba a mostrar esas fotos y dárselas. En el fondo, yo sé que le gustaba. Además, no se le veía la cara en ninguna.

Yo me desvestí, mirando a mi mujer y a Juan. No podía olvidarme de que hoy Fernanda no estaba sólo en las fotos, era imposible ignorar su presencia. La miraba tratando de saber que pensaba al vernos, sobre todo al ver a Juan, que ya mostraba una apreciable erección en su enorme pollón.

En mí el efecto era todo lo contrario, los nervios me la tenían encogida, chiquita. El contraste era brutal.

Fernanda estaba impasible. Una mano en el brazo del sillón, la otra sostenía la copa, de la que, de vez en cuando, tomaba un pequeño sorbo de champán. Nada permitía saber que pasaba por su cabeza o por su coño.

Juan se sentó, como siempre, él a la derecha y yo a su izquierda, frente a la TV y a Fernanda, que había corrido el sillón de modo de poder vernos a nosotros y a la pantalla a la vez.

Tratando de no mirar por ahora a mi mujer, nos concentramos en la pantalla. Pasaban fotos que ambos conocíamos muy bien.

Juan se masturbaba despacio, mostrando una buena erección, y un inicio de lubricación en su glande que ya se veía brillante cuando lo desnudaba, corriendo la piel hacia atrás. Yo, de a poco, me fui soltando, al ver a Juan y a Fernanda que nos miraba. Mi polla fue gradualmente elevándose, endureciéndose y creciendo, hasta alcanzar sus dimensiones habituales.

Nadie decía nada. En realidad, estábamos un poco inhibidos.

Denle pajeros, vamos, muéstrenme que hacen o me voy y los dejo solos con las bebidas.

Nos miramos con Juan.

Pedrito, vení y haceme unos mimos en mi polla, un poco, sí, así, cómo vos sabés. ¡Qué buena está tu mujer, que la parió! ¡mirá esas tetitas, son perfectas! ¿Te gusta tocarme la verga? Acercate más, así llego yo a la tuya, sabés que me gusta así, tocarte y que me toques, así nos ve bien tu mujer. No doy más de ganas de verla en persona, sin ropa. ¡Es tan divina!

Nos agarramos cada uno la pija del otro y las pajeábamos suavemente mientras mirábamos a Fernanda y a las fotos.

Fernanda se desprendió todos los botones de la camisa, mirándonos mientras lo hacía, mostrando el precioso sostén negro de encaje que cubría sus tetas. Descruzó las piernas, separando las rodillas y dejando que la falda se subiera, dejando adivinar en la profundidad la oscuridad de su intimidad.

Se levantó del sillón y se trajo la botella de burbujas, que puso sobre la mesita, al lado del sillón. Se llenó una copa, se sentó, separando más los muslos, de forma que la mini subió exponiendo su entrepierna, que impresionaba cómo desnuda. Luego metió la mano por dentro de sostén, acariciándose las tetas. Tomaba champan y suspiraba.

Juan me tocaba y se dejaba acariciar, totalmente desnudo, recostado en el sillón, las piernas abiertas, los pies bien asentados en el suelo. Su pija se veía expuesta totalmente, mostrando también sus dos grandes huevos que colgaban, pesados, llenos. Los acaricié, sabiendo que le gustaba. Estaban muy suaves e hinchados, llenos de leche.

Fernanda ya no miraba más la pantalla, nos miraba a nosotros.

Se paró. Fue al equipo de música y eligió una FM que le gustaba. Se descalzó y se puso a bailar lentamente delante nuestro.

La camisa totalmente desprendida, mostraba sus tetas en el mínimo sostén, que apenas cubría en parte los pezones erectos. Se puso de espaldas a nosotros y se sacó la camisa, que dejó caer al suelo. Giró luego, despacio mostrándose, mientras soltaba los botones de la mini y la descendía, lentamente a lo largo de sus bronceados muslos, sin sacársela del todo. Nos miró, sonrió con cara maligna, se pasó la lengua por los labios y me ordenó:

Pedro, arrodillate entre las piernas de Juan y chupásela. No te la toques mientras lo hacés. Que él te la ponga en la boca y luego sostenela con tu mano, pero no lo pajees. Ummmmm que morbo!

Se giró de espaldas mientras yo tomaba posición, dejando caer su mini y mostrando que no llevaba nada debajo, se agachó para que viéramos su culo depilado y luego se puso de frente, para ver cuando Juan me metía la verga parada en la boca y mostrarnos su coño, totalmente expuesto, sin vello alguno.

Nos exhibió así su concha, doblando algo las rodillas, adelantando el pubis, separando los labios con ambas manos, para que Juan le viera claramente los labios depilados y el tatuaje en su coño. Todo el tiempo moviéndose al ritmo de la música que venía del equipo de la habitación.

Recordé entonces que siempre decía, “si me ven el tatuaje me follan”, pensando que tal vez hoy también fuera así.

Juan le vio el tatuaje. Tal vez recordó entonces que yo le había contado de ese dicho de Fernanda la primera vez que notó el tatuaje en las fotos.

Juan se irguió, enderezando el cuerpo y me sacó la pija de la boca. Me que me ordenó que me parara. Mirando a Fernanda se paró atrás mío y me pasó la verga mojada con mi saliva y sus jugos por la raja del culo. La sentí clarito, mojada y firme. Se apoyó en mi culo y presionó, cómo para entrar en mi interior.

  • No Juan, no me la metas, por favor, - le pedí, asustado por el tamaño de su miembro.
  • Quedate tranquilo, flojito, sólo te la meto una puntita, no te va a doler, ¡sólo te va a dar ganas de que te la meta más!
  • No Juan, -intervino Fernanda, - no se la metas. No todavía, por lo menos hahaha. Siéntense en el sillón y mastúrbense mientras me miran. Digan lo que quieran, pero no me toquen. Juan, quiero verte chupándole la verga a mi marido, ¡y ahora!, arrodillate y chupásela.
  • No, no me pidas eso, por favor, no.
  • Vos sabrás. Es lo que quiero, quedamos en que me hacían el gusto. Si no lo hacés, me visto y me voy, ¿querés eso?
  • Si lo hago, ¿me vas a dejar cogerte después?
  • No sé, pero si no lo hacés, seguro que no.
Juan la miró a Fernanda, que entretanto se sacaba el sostén y quedaba totalmente desnuda. ¡Qué buena que estaba!

Resignado, se bajó del sillón y se metió de rodillas entre mis piernas, me agarró la pija cómo hacía para pajearme y, abriendo la boca y cerrando los ojos, se la tragó. No la chupaba nada mal, bien mojada, caliente, sin rozarla con los dientes y lamiéndola dentro de la boca. Un goce.

  • Lo hacés muy bien Juan, pero que muy bien, ummmm seguí así, sí mmmm para ser la primera vez que me lo hacés se nota que alguna experiencia tenés, - le dije, en tono de broma, porque sabía que no la tenía.
  • Sos un hijo de puta, al final te sacaste las ganas de que te la chupe, ¿no?
Fernanda se había sentado desnuda en el sillón frente a nosotros y se acariciaba el coño con una mano, en la otra mano sostenía la copa. La botella ya estaba casi vacía.

  • Esto me encanta, verlos emputecidos así, tan machotes los dos, se cogen todo y pese a todo son un par de putos, hahahaha
  • Si, puto, sí, pero no te animás a ponerte en 4…- contestó Juan, algo molesto por haber sido obligado a chupármelo.
  • Bueno, no charlen más, vuelvan al sillón y a las pajas. Me gusta cuando se la hacen uno al otro. Mírenme a mí, si quieren. Si les gusta verme, aunque ahora tengo dudas, hahahah. Si quieren traerse a un negro pijudo, hagánlo, no se inhiban, hahaha.
Mientras se apretaba las tetas y los pezones y se metía dedos en la concha. Luego sacaba la mano de adentro, se la chupaba, mojándola más y volviendo a su entrepierna se frotaba el clítoris en círculos mientras nos miraba y se relamía.

-Ahora si quiero ver que Juan te la pase por el culo, pero esperá un poco. Ponete en 4 Pedro.

Fue a la cartera, sacó un pomo de lubricante y se acercó a nosotros. Yo estaba en 4, obediente. Me pasó los dedos, escupió, me metió un dedo y luego echó un chorro de lubricante, mojando bien alrededor y un poco adentro. Se echó otro poco en la palma de la mano y le agarró la polla a Juan, lubricándola bien.

  • Juan, cómo sabés, a Pedro yo me lo cojo hace tiempo, con una buena verga que le compré, no tan grande como la tuya, pero no chiquita, para nada, hahaha. Así que desvirgado está. Vamos ahora, fregásela por ahí y metésela un pedacito, a ver que dice el puto. Pónganse así, medio de costado, que me quiero sentar a verlos mientras tomo una copita. Upa, esta botella se acabó. Abrime otra Juan.- ordenó, mientras se sentaba.
  • Si, si enseguida, - se apresuró a obedecer Juan.
Yo no me movía, ahora que vi que lo que quería Fernanda que era que Juan me cogiera, y ella verlo, estaba más asustado.

Tomó en una mano la copa y en la otra el teléfono. ¡Nos iba a tomar fotos y filmarnos!

Sentada, desnuda, con la copa de champan y el teléfono estaba impresionante. A ninguno de los dos se le ocurría desobedecerle.

Empezó tomando fotos de ambos cómo estábamos, yo en 4 en el sillón, con el culo ofrecido y Juan trayendo el champan, con la verga esa enorme erguida y brillante de lubricación. Se paró atrás mío, y la puso contra mi culo. La fue pasando cómo si fuera un pincel, en un movimiento lento de arriba abajo, para luego volver a subir, presionando un poco cuando pasaba por el orificio. Gracias a la lubricación que había hecho Fernanda se deslizaba suavemente. Me estaba dando mucho placer.

Fernanda nos miraba, desde su sillón, sonriendo, disfrutando del espectáculo que le dábamos y de nuestra entrega a sus caprichos.

Estaba totalmente desnuda, y una mano alternaba entre sus pezones y su concha, acariciándose, pellizcándose, metiendo los dedos dentro de su vagina. La otra mano, siempre sostenía una copa de champan.

Juan la miraba y le mostraba su verga, cómo se presentaba en mi culo. Estaba aún afuera, se veía grande y potente.

  • ¿No se la vas a meter? – preguntó Fernanda, mirándolo, los ojos entrecerrados mientras se metía varios dedos en la concha – metésela, dale, que a mi marido le gusta que lo cojan mmmm, y quiero verlo con una de verdad adentro.
  • Aflojá el culo Pedrito, que te va a gustar…
  • Despacito, por favor Juan, que sos muy grande – le pedí, con ganas, obedeciendo a mi mujer, pero asustado, con miedo de que me doliera demasiado.
Juan me metió varios dedos, dilatándome, sin mucha delicadeza. Pero eso no me dolía casi nada. Luego sentí que apoyaba la verga y me punteaba, metiendo un pedacito y sacándola, para luego volver a entrar, un poco más profundo que antes. Al estar todo muy lubricado se deslizaba muy fácilmente adentro y afuera, casi sin molestia.

Fernanda se paró al lado nuestro y continuaba sacando fotos de mi enculada, comentando nuestra putez.

Son un par de putos los dos, mirá como se te abre ese culo Pedro, no te imaginás el pedazo que ya tenés adentro, y el puto de Juan la tiene durísima, - decía, agarrándosela y metiéndomela ella.

Así, despacio, sólo dolió en un momento que se apuró a meterla, la sacó cuando me quejé, para volver a entrar más despacio. Yo me sentía lleno, el culo abierto, ya sin dolor y con bastante placer.

Cuando estuvo todo adentro empezó un mete y saca, cada vez más fuerte y más rápido.

Fernanda continuaba a nuestro lado. Se sentó en el sillón a mi lado y me besó en la boca, con la boca abierta, la lengua explorando mi boca y con mucha saliva. Me agarró la pija, que no estaba parada, y acariciándola consiguió que recuperara mi erección.

Sos bien puto, maridito mío, ¡se te baja cuando te enculan! Cuando te la meto yo no se te baja nada.

Me gustaba que me besara y me pajeara mi mujer mientras Juan me cogía. Se ve que el hijo de puta tenía experiencia con ese pollón para encular sin dolor. Me estaba dando mucho placer.

  • Dale Juan, cogételo fuerte, dale mucha verga a ese culo, pero no te acabes todavía. Tengo otros planes para eso.
  • Me está por venir la leche… ¿qué hago?
  • ¡Salí,salite rápido!, sacala Juancito, no te acabes, no todavía.
Juan se salió de adentro mío. Me quedo la sensación de que no podía cerrar el culo, de tanto que me lo había abierto. Me gustó mucho y estaba muy caliente ahora.

-Metéselo en la boca a Pedro, hacele culo-boca, dale, abrí bien la boca, Pedro, tragátelo, que estuvo en tu culo, hhahahaha

No me importó, de tan caliente que estaba. Me había cogido muy bien Juan, en un momento casi me acabé sin tocarme y sin tenerla dura. Cuando eso me pasa me encanta, pero no es muy frecuente. Después vino Fernanda a besarme y me distraje, luego me hizo una paja que me sacó del todo del tema. Me gusta una cosa a la vez.

Me di vuelta en el sillón, me senté y Juan me metió la verga en la boca. No tenía nada, ni gusto ni olor, del culo, yo me había limpiado bien antes, por las dudas.

Fernanda se recostó en el sillón, se abrió la concha con una mano y se metió la otra adentro, y así tuvo su primer orgasmo cuando le chupé la polla otra vez a Juan, después de que me la hubiera metido.

  • Qué putos, que putos que son, me encanta verlos uf, así, sisissi
  • ¡Asi asi si si asi si asi uuuu que largo!. Ufff, ¡cómo me acabéeee, qué divino que acabé!. Uf.
Nosotros nos separamos para mirarla.

Estaba tan linda, desnuda, algo sudada, con los pelos ya revueltos. Se sirvió otra copa de champán, de la segunda botella. Se veía tan puta, tan caliente, ¡cómo la adoraba!. Juan estaba asombrado, fascinado. No se le bajaba la erección.

  • Son divinos los dos, - nos dijo.
  • Se paró, vino hacia nosotros, tomó a Juan de la mano, y le dijo:
  • ¡Vení Juancito, ahora venís conmigo! - y se lo llevó al dormitorio mientras me miraba y me decía: – vos Pedrito esperá acá, tomá whisky, dormí, hacete la paja, lo que quieras. Nosotros, con Juan, nos vamos a coger, jajajaja. Cuando termine te llamo y venís a hacer tu trabajo, como ya lo sabes. Al final te vas a dar el gusto, me voy a coger a tu amigo, hahahaha buena verga tiene, ¡tenías razón! Ya la probaste vos, ¿no?
Juan no podía creerlo. Se fue con ella de la mano, callado, sin mirarme. Cerraron la puerta del dormitorio, dejándome afuera. Me acerqué y traté de oír algo, pero no se oía casi nada, solo un lejano murmullo, ni cuando apoyaba la oreja en la puerta. Probé si podía abrir un poquito la puerta, la cama estaba hacia un costado y la puerta se abría hacia allí, por lo que podría, por una pequeña abertura, ver la cama.

Pero Fernanda había trancado la puerta, ¡cómo si me conociera!

Resignado, me fui al sillón, prendí la TV y me serví otro whisky.

Pero no podía concentrarme, sólo pensaba en lo que estaría sucediendo en la habitación vecina.

Me imaginaba a mi mujer y mi amigo desnudos en la cama.

Si hacía lo que a ella le gustaba, ahora estaría acostada, boca arriba, las piernas bien abiertas ofreciendo su coño, prolijamente arreglado y depilado, a la boca de Juan. Me imaginaba éste, con sus manos gruesas, abriendo los labios, para exponer el interior jugoso de ese coño tan querido por mí.

Podía casi que ver sus labios gruesos besando y su lengua áspera lamiendo ese interior, que tantas veces disfruté.

Mientras, ella suspiraba y gemía suavemente. Tal vez tomaba la cabeza de su amante para guiarlo, para que prestara atención a los lugares que más placer le daban, cuando los sentía besados o chupados. Sobre todo, a la parte baja de su clítoris, donde parecía estar su punto más sensible, que cuando lo tocaba o lo lamía le despertaba los mayores suspiros y gemidos. Seguro que ahí provocaría su primer orgasmo. Me lo imaginaba, girándose, empujando con su concha para adelante mientras repetía, si,asi, siisiiiiasi, nopares asi…!.

Sin tocarme, mi polla ya estaba dura otra vez. Me la agarré y me masturbé lentamente, no quería acabar ahí, solo. Pero me daba mucho placer tocarme mientras pensaba en ellos ahí al lado.

Creo que cuando tuviera ella su primer orgasmo provocado por la lengua de mi amigo, éste ya estaría impaciente por estar adentro de ella. Sin cambiar de posición, se extendería, cubriéndola, acercando su enorme pija a su concha mojada, palpitante, abierta y deseosa de sentirse rellena por fin. Me imaginaba la verga de Juan entrando dentro de mi mujer, mientras ella se movía para facilitarle la penetración. Yo tenía claro que iba a tragársela toda sin dificultad, ese coño era experimentado y hambriento de vergas grandes y lecheras, como la de mi amigo.

¡Seguro que se darían mucho placer uno al otro!

Tenía que parar de tocarme o me iba a venir sin remedio. Esas imágenes eran muy poderosos en mi mente.

Sabía lo que Juan estaría sintiendo al sentirse dentro de ella, penetrando ese coño tan suave y caliente, donde la verga se deslizaba con tanto placer, con una suave presión, rodeándolo, mientras lo sentía entrando y saliendo alternadamente, y ella lo besaba o le hablaba en el oído, guiándolo. Le diría, asi , si ahoraasí , más fuerte, dale empujámás uuuu si sii sii…cómo me había dicho tantas veces. Pero ahora era con una verga realmente grande, mucho más que la mía. Le daría mucho gusta tenerla adentro, de eso estaba seguro.

Mientras la mía estaba tan dura, tan sensible que tenía que cuidar de tocarme por que me iba a venir sólo imaginando lo que estaría sucediendo en la habitación vecina.

Volví a acercarme a la puerta y traté de oír algo, pero no se sentía nada. ¡Qué buena construcción la de este hotel!, de otra época. Miré mi reloj y había pasado media hora. Juan podía demorar en acabar lo que él quisiera, si Fernanda lo dejaba. A ella le encantaba la leche, así que lo iba a hacer acabar rápido y luego seguiría. La recuperación de Juan no era rápida, por lo menos media hora, en mi experiencia. ¡Pero no sabía cuánto demoraría estimulado por mi mujer!

Volví a mi sillón, me serví otro whisky y traté de no tocarme. Traté de pensar en Guzmán, tratando de distraerme un poco, y luego en el trabajo, en algún problema difícil que teníamos en la empresa, pero no me duraba mucho, volvía al tema. Cuando volví a mirar el reloj había pasado una hora, y todavía no había ningún cambio.

Así esperé una hora y media. Al fin, salió Juan, sonriente, feliz, vino hacia mí, me abrazó, y se dirigió derecho al whisky. Me dijo que Fernanda me esperaba. Que no me demorara.

Yo tomé la copa de Fernanda, la llené, tomé mi bebida y entré al cuarto. Estaba acostada boca arriba en la cama, totalmente desnuda, desde luego, las piernas abiertas, un poco sentada con varias almohadas.

Gracias Pedrito, que se te ocurrió traerme bebida, ¡qué rico! Vení, cerrá la puereta y hacé tu trabajo que te cuento.

Y la historia que me contó era casi cómo lo había imaginado. El primer polvo chupándola y luego la cogió dos veces, me decía que era verdad que cogía muy bien, no sabe las veces que ella acabó, él sólo dos veces, pero el segundo fue muy largo y la hizo entrar en una serie de orgasmos en cadena espectacular. Mientras me contaba yo le chupaba esa concha llena de la leche de Juan y sus jugos. Deliciosa, la notaba flojita y abierta. Me dijo que me diera vuelta, me agarró la polla , y se la llevó a la boca. No duré nada, entre la calentura que tenía y lo bien que la chupa Fer la llené antes de que ella volviera a tener un orgasmo. Después de tragarse todo, me dijo:

¡!Ah no!! Te acabaste, cornudo, me vas a tener que seguir chupando hasta que me venga otra vez, estoy con muchas ganas, méteme unos dedos y chúpame mi pijita que quiero acabar contigo, vamos.

Hice lo que me pedía mientras ella me metía sus dedos en el culo. Mi culo estaba sensible y me dolió un poco.

Si te duele jodete, quiero cogerte yo ahora…- me dijo Fernanda cuando me quejé.

Me metió no sé cuantos dedos y yo hice lo mismo con su culo. Finalmente consiguió tener otro orgasmo. Yo no, aunque si recuperé la erección. Pero a ella no le importó. Me echó del cuarto, que quería dormir.

Afuera estaba Juan, se había vestido y me esperaba para despedirse. Me abrazó, él vestido, yo desnudo, sin decir nada. Un abrazo largo, muy afectuoso, para nada sexual. Me dio un beso en la mejilla, se dio vuelta y se fue. No era necesario agregar nada.

Volví al cuarto y me acosté a dormir al lado de Fernanda. La cubrí con la sábana, le acomodé el cuello que le había quedado torcido, en mala posición. Arreglé las almohadas.

Me tendí a su lado y dormimos hasta el otro día.

A la mañana siguiente despertamos temprano y cogimos otra vez, ahora solos, con mucho cariño y amor. Lento, suave, cómo dos amantes esposos, que lo éramos. Un placer distinto, también excelente, también necesario
 
Siguió un tiempo raro a esa “fiesta” con Juan y Fernanda. Un periodo que empezó así, raro, y que fue evolucionando a malo, así, directamente, en nuestro matrimonio con Fernanda.



Durante un tiempo todo estaba bien, muy bien. Yo me cogía a Mónica y a Fernanda cuando ella quería, ella por su parte, seguía con sus asuntos por ahí y con Juan ahora, que también estaba contento.

Pero de a poco se fue distanciando sexualmente. No me contaba casi nada y fuimos teniendo relaciones cada vez más distanciadas hasta que pararon del todo.



Fernanda estaba bien conmigo, amable, socialmente normal pero no quería nada en la cama. Durante más de un mes me rechazó continuamente, con diferentes excusas.

Llegó un momento en que yo necesitaba una explicación. Cuando se la pedí me dijo que no pasaba nada, que no tenía ganas conmigo, pero que no me preocupara, que ya pasaría. Que me arreglara solo. Que ella no se enojaba, que hiciera lo que quisiera. Eso ya era, además, muy raro.



Mientras tanto seguía mi relación con Mónica. Desde luego, también nos seguíamos viendo con Juan. Nuestros juegos pasaron a ser más completos después de lo sucedido en el encuentro con mi mujer.



Juan ahora me follaba regularmente, y tambien me la chupaba. Me confesó que eso le gustaba mucho, se notaba porque lo hacía muy bien. Lo que no quería era que lo penetrara. Alguna vez probamos, pero le dolía y no quería. No me importaba, realmente. Con todo el resto estaba muy satisfecho.

Nos juntábamos a eso, sin excusas de videos o fotos, a menos que ocurriera algo de destaque que lo justificara. La mayoría de los encuentros eran en su casa, en la cueva, y con el único fin de follar, directamente. Nos desnudábamos y empezábamos derecho a frotarnos y calentarnos. Luego seguía cómo viniera, sin planes fijos. Lo que cada uno tuviera ganas.



A Juan se le despertó el interés por saber cómo era su mujer conmigo, si había cambiado luego de primer video que le mostré, que era el de la primera vez. ¡Y había cambiado mucho! Era otra, ¡una hotwife completa!

Yo le contaba lo que hacíamos y él se masturbaba con mis historias.



Me propuso estar presente y vernos. Yo estuve de acuerdo, pero no sabía que diría Mónica. A Mónica nunca le llegué a decir que Juan sabía de nuestra relación, ni tampoco de nuestra relación homosexual, así que era algo que había que trabajarlo. ¡Y pensarlo bien!



Me pareció que él tenía que decirle que sabía de nuestra relación y que estaba de acuerdo. Que no le molestaba, sino que, al contrario, le excitaba. Pensé que no generaría molestias, ya que Mónica sabía de las relaciones extraconyugales de Juan.



La otra parte, de nuestra relación homo, luego veríamos, tal vez yo exploraría con ella algo conmigo y ver cómo lo tomaba.



Pero, como siempre, Juan era el que decidía, y quiso hacer todo él.



Vos déjame a mi, Pedrito. Yo de mujeres entiendo mucho más que vos.



Siempre dominándome, y yo dejándolo.



La parte de la homosexualidad no tuvo ninguna dificultad.



Al contrario, a Mónica le gustó desde el principio. Le encantaba meterle los dedos en el culo, vestirlo con ropa de mujer, le compró un dildo grande y se lo follaba duro en el culo mientras se la chupaba. Mi putito, le decía y lo enculaba. Juan no se animaba todavía a confesarle su relación conmigo, pero ya estaba más cerca.



¡Que cambio en la que no le interesaba el sexo! Era gracioso que mi polla le doliera cuando yo intentaba penetrarlo, pero no tenía dificultad con el dildo de Mónica. ¡Y eso que era más grande que mi polla! Creo que era psicológico y rechazaba que un hombre, o que era personal, que yo, su sumiso de alguna manera, lo penetrara.



Pero Juan no se animaba a confesarle que se sabía cornudo. Y que sabía que era conmigo.

Me dijo que le dijera yo. Que le confesara que Juan sabía desde el principio y que estaba de acuerdo.



Y como de costumbre, Mónica volvió a sorprendernos.



Cuando, con temor a su reacción, un día, después de coger, en ese estado de calma satisfecha de “después de”, se lo dije con cuidado, con timidez, me miraba con una media sonrisa, algo maligna, brillándole los ojos, con finas arruguitas divertidas en los párpados. Parecía reírse de mí. ¡Y eso hacía!



En un momento me di cuenta de que algo pasaba, y pregunté:



  • ¿Qué pasa? ¿Te reís?

  • Sí, mi amor, me río. Yo ya sé todo eso. Sé de tu “negocio” con Juan. Y te aviso, que tu mujer también sabe, porque yo se lo conté.


Pero como…- balbucie,



  • Un día los oí hablando en la cueva de Juan, vos le contabas cómo habíamos cogido la tarde anterior. Juan se masturbaba, oyéndote y pidiéndote detalles. ¡Me encantó! Después supe que estaban los dos desnudos y que vos también te masturbabas mientras le contabas. Oí cuando Juan se vino, resoplando como hace él y tirando leche para todos lados y oí cómo te ordenó que lo limpiaras con la lengua, “como siempre” ¡te dijo!! También escuché que vos le pedías que te chupara y él se negaba, aceptando terminarte “a mano”, jajajaja. ¡Y entonces el puto de mi marido te hizo la paja!!

  • Después, ya los dos tranquilo, los dos tomando algo, te reclamó que no se había podido coger a Fernanda, recordándote el pacto que tenían.
  • ¡Te imaginás mi asombro! Habían hecho un “negocio”, yo te dejo a vos que te follas a mi mujer y yo me follo a la tuya.
  • Y ahí Uds. siguieron hablando, de eso y de distintas cosas, ya para nada interesantes, después de lo que había oído. Bueno, si oí algo interesante, que me encantó. Le hablaste muy bien de mi como mujer y como hembra en la cama. ¡Te adore!

-¿Y no dijiste nada?


  • A quién llamé de inmediato fue a tu mujer, y le conté todo. Ella ya sabía de lo mío contigo, y no le había caído nada bien. Estuvo un tiempo furiosa conmigo. ¡Pero de lo otro no sabía nada! ¡y le encantó! ¡Se mataba de risa! Vamos a jugar un poco con ellos. Me dijo
Eso explicaba el cambio de Fernanda con relación a Mónica. Y su posición tan firme hacia no hacer nada con Juan. ¡Nos estaban tomando el pelo todo el tiempo!



Yo no sabía qué decir. Me sentía de lo más ridículo. Sabían todo, y nosotros escondiéndonos. Con miedo de que se enteraran.



Después me dijo que había puesto una cámara y un micrófono en la cueva de Juan, y que le divertía mucho vernos y oírnos. Me juró que ya la había sacado. Que perdió la gracia.



  • ¡Como sufría mi marido por no poder cogerse a tu mujer! - me decía, riéndose, ¡y vos me habías cogido a mí! - Y mientras tanto Uds. se emputecían uno al otro. Me gustaba ver cómo se la chupabas, ¡te veías tan puto! Muchas veces me hice un dedo viéndolos. Otra cosa que me gustaba era cuando Juan te llenaba la cara de leche, ¡mirá que echa leche mi marido, es una manguera!

  • ¿Y Fernanda veía y oía esos videos nuestros?


  • Todos, los veíamos juntas y nos divertíamos, no sabés cuánto, Pedro, no tenés idea.

  • ¿Sabés que le pasa conmigo a Fernanda ahora? No está bien. Me dijo que tenga paciencia.


  • Si ella te dijo eso, ¿qué más puedo decirte yo? Y si supiera tampoco te decía. Aguántate, como buen marido. ¿Que hace? ¿Te trata mal?

  • No, me trata bien, como siempre, pero no quiere nada conmigo. Y cuando le pregunto me dice que no pasa nada, que tenga paciencia. ¿Podés decirme la verdad, que le pasa? ¿Está con novio? ¿Tengo que pensar que puedo perderla?

  • No, no digas disparates, ¿Fernanda con novio?, no, ni loca. ¿Qué hora es?, uy es tardísimo, tengo que irme.
Fue a la silla donde tenía la ropa y cuando separó un poco la ropa, me miró, con cara como dudando. Se sonrió, de forma malvada, se tocó la concha, hinchada y mojada. Tenía los muslos con leche mía corriéndole desde arriba. Le gustaba muchas veces irse así. Decía que se sentía tan puta, chorreando leche de un amante. Se tocó, se metió los dedos en la boca, me miró y me dijo:


  • -Pero antes, toda esta charla me ha puesto caliente de nuevo. Acóstate boca arriba, tengo ganas de acabar de nuevo, chúpame la conchita, debe estar riquísima, mmmm que ganas tengo de que me metas mucha lengua, dale cornudo…
Asi hice, no me costó nada obedecer, la chupé bien chupada, tomándome todos los jugos que largaba, dejándola limpia y, mientras le chupaba el clítoris y le metía unos dedos en la concha y el culo se acabó, gimiendo fuerte y agarrándome la cabeza, mientras me decía:



- que suerte que te gusta ser cornudo, no sabés lo cornudo que sos, etc etc.



Me dejó pensando, eso debía relacionarse con Fernanda. ¿Era muy cornudo? ¿Que estaría pasando?



Se duchó, se vistió y se fue, me dejó sin respuesta y todavía más preocupado. Pero muy caliente, tuve que hacerme la paja, me dolía la verga de dura que estaba. ¿Era muy cornudo?



Me sentía engañado, por primera vez desde nuestro noviazgo y los primeros cuernos, que no fueron consentidos.

Tenía claro que algo que me involucraba estaba pasando.



Juan tampoco sabía nada, había salido con ella un par de veces después de nuestro encuentro de 3, que es claro que no fue un trío. Todo fue normal, sin nada que llamara la atención, con él al menos. Lo que si sucedía ahora es que hacía tiempo que no salían-

También Juan me usó, aprovechando la situación.



Asi que sos muy cornudo? ¿Pero mucho? ¿Y como podés ser “más cornudo”? ¿O muy cornudo? Sos o no! ¡Chupa cornuda!



Eso me decía mientras me hacía chuparle la pija, sujetándome la cabeza para que fuera más hondo en su boca y moverme como él quería hasta que me llenó la boca de leche.

Entonces era cariñoso, me acariciaba el pelo.



  • Ay, Pedrito, que lío en tu casa, ¿no? Yo no sé en que anda tu mujer, pero ayer la ví con Guzmán en el club, muy concentrados ambos en el bar. Hablando bajito, las cabezas juntas y con cierta intensidad. La cara de ella era de resignación y entrega, miraba al suelo, a la mesa, no a él. Él mandaba. Daba esa sensación.

  • No puede ser Juan, si no había vuelto a salir con él, más aún, tampoco le gustó mucho cómo la cogió, dijo que no estuvo muy bien. Se acaba muchas veces, pero muy rápido; y otra cosa, tiene una verga chica, y a Fernanda no le gustan las pollas chicas. Fíjate que vino llena de leche y muy caliente, pidiéndome que la follara. Lo habitual es que me pida que la chupe, no que la folle.


Yo te digo lo que ví. No lo interpreto.



Le voy a preguntar directamente.



Me parece lo mejor, además no estaban escondiéndose de nadie, hablaban a la vista de todo el club. Y el bar estaba lleno. Pero ellos en otro mundo. Fernanda no parecía contenta. Para nada.



  • ¡Que raro! Fernanda en esa actitud! ¡Ella, que siempre se lleva al mundo x delante! Le voy a preguntar qué pasa.
Con esa idea seguimos luego con Juan planeando un trío con su mujer, esperanzados con que estuviera de acuerdo.



Pero en casa empezó una época difícil en nuestro matrimonio.

Fernanda estaba ahora tambien mal en todo. Se la veía deprimida, de mal humor, me trataba mal y casi no me hablaba.

No respondía a ninguno de mis intentos de hablar o de tratar de ayudarla. Simplemente no hablaba, me dejaba hablar sin responderme. Nos transformamos en dos personas que compartían la misma casa y nada más. Nuestros diálogos se limitaron a



Yo sospechaba que Guzman estaba involucrado en el cambio, pero no tenía ningún dato firme, solo lo que me contó Juan.

Hubiera preferido que nunca se le hubiera ocurrida cornearme con ese tipo.

Y esperaba que ella también estuviera arrepentida.



Entonces espere a que estuviéramos solos en casa, los chicos durmiendo y pregunte una vez más. Ahora, al menos, tenía un dato para presionar, lo que había visto Juan en el club.



  • ¿Qué pasa con Guzmán? – solté, sin preámbulo alguno, - con qué te presiona? No lo niegues porque Juan te vio en el club y quedó preocupado, le pareció que te rezongaba y que Uds. discutían. Quiero ayudarte, no juzgarte. Sos mi amiga, mi mujer. Estoy preocupado.

  • Ya te dije, no pasa nada que tenga que ver contigo. Déjame en paz. Te lo pido.


  • No te voy a dejar en paz, yo no estoy en paz. ¿No entendés que me preocupo cuando te veo mal?

  • Bueno, si querés te cuento. No te enojes, por favor. Me perseguía, que no podía ser que no saliéramos más, que el me quiere, que está enamorado, que va a dejar a su mujer y yo tengo que irme a vivir con él.


  • ¿Y eso no tiene que ver conmigo?

  • Bueno, si tiene, pero no lo decides tú y no quería discutirlo contigo. El asunto es que se ponía tan pesado que volvimos a acostarnos varias veces, para que me dejara tranquila. Ya sabés que no me gustaba, pero de a poco me fue gustando más, que se acabe tantas veces, que me eche tanta leche, su pija que no es grande, es normalita, me calza muy bien en el culo y me encanta cómo me coje el culo. Además, es infatigable, se acaba 6 o 7 veces en un par de horas.


  • Igual eso ya ha pasado que pasaras un período con algún favorito…

  • No como ahora, no. Pero yo no quiero dejarte, yo te quiero a ti y con él me divierto en la cama. Fuera de la cama no quiero nada con él. Pero me persigue, me amenaza y, la verdad, estoy enganchada con eso. Extraño su pija y sus polvos, esa es la verdad. Hacía años que no me pasaba.


¿Pero es tan difícil?



  • No tenés una idea, me llama 4 o 5 veces por día, me cela, no quiere que vea a nadie, ni te digo salir con otros, ¡me prohibió que coja contigo! Que tengo que ser sólo de él.

  • ¿Y le hacés caso?, no lo puedo creer!


¿Y qué querés que haga? Por favor, no grites, pero no puedo mentirle, ya sabés que yo no sé mentir.



¡Mándalo a la mierda, por favor!!



No es tan fácil, me dijo que si hablaba con cualquiera me iba a arrepentir, que no lo hiciera enojar.



  • Denuncialo a la policía, por amenazas

  • Me dijo que si hacía eso me iba a quemar en todos lados, tiene fotos y videos hechos sin que me diera cuenta. Que los iba a subir a la red del club y de mis amigos…no sé qué hacer, Pedro, estoy desesperada. Además, me amenazó contigo y con los chicos. Que no me sorprendiera si les pasaba algo a Uds.


Y se puso a llorar, abrazándome.

Además, me amenaza, Pedro, es muy peligroso.



¿Peligroso? ¿Por qué?



Por la familia de la mujer. ¿Nunca te preguntaste que hacía? Trabaja con el suegro, que es el capo mafioso acá. Vino cuando muy joven, como soldado de la mafia y fue ascendiendo hasta llegar a ser el jefe desde hace unos años. Guzmán conoció a la hija y terminó casándose con ella. Ella es la mimosa del padre, el mafioso más poderoso del país. Controla la droga, la prostitucion, el juego, las grandes estafas, todo el delito, todo.



Entonces lo tenemos nosotros, si se entera que la engaña, se acabó.



No, no entendés. No piensan así. Los hombres tienen derecho a tener amantes, las mujeres no. Hay dos categorías de mujeres para ellos. Esposas y putas. Los hombres deben ser cogedores y cogerse a las putas. Eso soy yo, una puta. Las esposas no pueden ser putas. Si se entera de que el marido de su hija coge por ahí putas es un mérito, no un pecado. Distinto sería si fuera ella quien lo hace. Eso lo tiene prohibido. ¿Viste que tímida que es? Es una esposa.



Si tiene ese poder, también tiene que tener una debilidad. Pensemos en eso.

-A mi me da mucho miedo, por mí, los chicos, vos, no sé, no amenaza porque sí. Tené cuidado.
Y así supe el misterio de lo que pasaba con mi mujer.

El hijo de puta de Guzmán se había encaprichado con ella y la quería solo para él. Me la quería robar.



Yo tenía entonces, a esa altura de la discusión, la pija bien parada. Me excito la charla, aunque parezca un disparate.

Quise coger con mi mujer, con Fernanda, pero no me dejó. Me dijo que él no la dejaba follar con nadie más y eso me incluía. ¡No podía coger con su marido!



Le pedí que no le dijera nada. Me dijo que no podía, que más tarde salía a coger con el y que se iba a dar cuenta. Se iba a enojar. ¡Se me puso aun más dura! Y enojado, se lo ¡reproché!

-Me tiene dominada Pedro, tengo muchas ganas de que me coja, me domine, me haga hacer lo que quiere, perdóname, por favor, no me dejes de querer, te lo pido…



Entonces pensé, ¿la violo o me hago la paja?



Y para que Fernanda no sufriera, ¿o me engañaba a mi mismo y fue por miedo? opte por la paja.

Le pedí que se desnudara para masturbarme viéndola. Me miró, con resignación y tristeza, se desnudó, mostrándome esas tetas y ese coño que en un rato otro disfrutaria. No yo. Pero yo mirándola, excitado, me desnudé también y me masturbé, pensando en eso. Espero que el no se enoje por eso.



¿Puedo chuparte cuando vuelvas? Pedile permiso, tal vez te deje.

Le rogué, totalmente sumiso, entregado y excitado. Me acaricio la mejilla, me dio un beso y se fue.



Lo peor es que después me sentí mejor. Hasta me puse una tanga, porque sabia que iba a follar con otro.

Pero en el fondo sabía que esto no podía continuar, que tenía que encontrar la forma de librarnos de ese tipo.
 
Esa noche volvió tarde.

Me despertó y me dijo que Guzmán no quería que tuviera nada más que ver contigo, ninguna relación sexual. Que se lo había exigido y no iba a aceptar discutirlo.

Se sentó en la cama, a mi lado, vestida con una mini suelta, blanca y un top rojo, muy escotado arriba y que abajo mostraba el ombligo, con un piercing que no recordaba.

Me dijo que él quería que me buscara otro dormitorio en la casa o que me mudara sola. O que te echara a vos.

Le dije que nada de eso era posible, que tenía que pensar en los chicos. Me discutió un poco, pero al final aceptó que sigas durmiendo contigo.

  • Cuando le dije que tú le pedías que le dieras permiso para chuparme la concha con tu leche, me miró, asombrado, con cara de enojo, y empezó a decir que no, que de ninguna manera podía dejar que te tocara. Pero de golpe le cambió la cara, se sonrió y me dijo que en realidad eso no estaría mal, que me comiera su leche de mi concha, como que culminaba la conquista y mi entrega a él, el mejor macho. Te juro que dijo eso, ¡que imbécil que es! Como me metí con él, ¡que tarada! El mejor macho, mi dios, hay que ser idiota. Me dijo que tal vez un día le gustaría verte hacer eso. ¿Te das cuenta lo raro que es?

  • ¿Y, te dijo que sí, que me dejaba chuparte?


Si, al final sí, pero vas a ver, Me dijo que en realidad no debería dejarme, porque ahora solo tenía permiso para ser su mujer, no importaba que fuera tú esposa. Pero, por otro lado, estaba el asunto de humillarte al grado de que te comieras la leche de SU verga de la concha de TU propia esposa, la que ya no era tu mujer, sino de otro, de él.

- ¿Y entonces? pregunté.

  • Esperá, no seas ansioso. Veo que te pusiste tanguita, me parece bien. Se me quedó mirando, creo que, dudando, sobre si estaba bien que me chuparas. Pero, finalmente asintió. . ¡Que te la coma toda, jajaja, y se rio, diciendo qué puto cornudo que es tu marido, ¡por favor!
  • Que quede claro que es porque yo quiero, me dijo el idiota
Se acostó a mi lado, me abrazó y me dio un beso. Me dijo:

  • Yo estoy tan contenta de poder hablar esto contigo, Pedro, ¡cómo te quiero! Te extrañaba, mi amigo, mi único amigo

  • ¡Y yo te extrañaba tanto a ti!, ahora vení, dale, desvestite y vení a la cama, mirá cómo estoy, - le dije, mostrándole la carpa que hacía mi pija en su tanga roja, que me había puesto, a su pedido de siempre.
Cuando sepas que te voy a meter cuernos quiero que me esperes vestido con una tanga mía, me dijo una vez. Y me gustó la idea. También la usaba durante el día si sabía que se iba a ver con alguno de sus amantes.


  • Te sigo contando mientras me desnudo, igual es muy rápido porque no me puse ropa interior, porque así me lo ordenó. Cuando decidió que sí, me dijo que me vistiera y me fuera, sin lavarme. Que tu maridito te chupe bien cogida y con la concha llena de mi leche, la de un hombre de verdad. La verdad, Pedro, no conozco a nadie que largue tanta leche y tantas veces. Tengo la concha y el culo llenos, muy llenos. Vas ver.

  • Dale apúrate, vení,

  • Voy, si, voy, me además te cuento que me ordenó que no me chuparas hoy. Debía dejarlo para mañana, sin lavarme y que vos te aguantes las ganas. Pero que se vaya a la mierda. ¡Dale acostate que te pongo la concha en la boquita, mi amor!
Se subió, montándome, con un muslo a cada lado de mi cuerpo y me puso la concha lechada en la boca. Olía fuerte a sexo, y estaba realmente empapada, chorreando, en ambos muslos y labios. Saqué la lengua, la lamí alrededor, deleitándome con su gusto, era bien rica, dulzona. Y luego fui entrando despacito, entre los labios, buscando la cavidad y su pijita sensible. Mmmmm, que delicia!! Abrí la boca y la abarqué todo lo que pude, dejando que los jugos me llenaran la boca, me introduje boca y nariz en el coñito y fui besando y lamiendo todo hacia su clítoris. Los jugos que la llenaban me corrían por la cara y el cuello. Fernanda gemía de gusto, y cuando llegué a chuparle el clítoris, se acabó ruidosamente, frotándome la concha contra la cara, dejándomela toda embarrada de leche. Mientras eso hacía ella, yo me toqué apenas la pija y me acabé inmediatamente también. No aguantaba más.

Cuando nos serenamos los dos, se acostó a mi lado, ambos desnudos, abrazándonos. Me besó en la boca y siguió besándome el cuello, el pecho, mordiendo mis pezones y el abdomen. Cuando llegó al nivel de mi verga, paró, tragándose toda mi polla, ya bastante desinflada y chorreando leche. La mimó con la boca, mirándome, pícara, la lamió como a un helado, se pasó la lengua por los labios y subió hacia mí, besándome nuevamente, bocas abiertas, lenguas enroscadas, leches mezcladas, todo muy sucio y excitante.

  • No le vayas a decir que te la chupé, es algo totalmente prohibido, a nadie se la puedo chupar, sólo a él. ¡Qué aburrido! Jjajaja

  • Mañana te la chupo de nuevo, - le dije yo - me encanta al otro día, tiene otro gusto la leche, así también podés decirle que, cómo él quería, te la chupé al otro día sin mentirle.
Se rio, divertida, cómplice, sin decir nada más.

Y así nos quedamos dormidos, abrazados, contentos y tranquilos ahora, los dos, cómplices cómo antes, unidos, con un objetivo claro. Pero sin la menor idea de cómo hacerlo.





Pasaron unos días sin novedades importantes.

Estábamos en una especie de meseta, todos los días igual.

Fernanda veía a Guzmán casi todos los días. Sólo faltaba que él viniera a cenar a casa y luego irnos los dos a la cama con él.



Ya era rutina que me trajera la concha llena cómo con los otros amantes para que yo la chupara. No volvimos a coger, hacía meses que no se la metía por ningún lado. Nuestra única relación sexual era oral, cuando volvía de estar con él. Ella a lo sumo, me hacía la paja mientras yo la chupaba o me la chupaba un poco. Eso estaba prohibido.



Me daba rabia subordinarme a sus órdenes, pero también me excitaba hacerlo.


  • ¿Hoy no salís con Guzmán?
Pregunté una noche en que vi que se quedaba en casa



No, hoy y mañana tiene consejo. Lo hacen cada 3 meses, si todo está tranquilo o más seguido si hay algún problema. Están en la estancia de uno de ellos, cerca. Se juntan todos los jefes, se cuentan novedades, resultados, problemas, etc. Terminan con una gran cena, con música y chicas. Ufa Pedro, Estoy cansada de este tipo y sigo asustada de él, ¿se te ocurrió algo?



  • Estoy dándole vueltas a unas ideas, pero no me decido por ninguna. Tenemos que comprometerlo en algo, o con el suegro o con todos. Su debilidad es su fortaleza, ese grupo. ¿Has probado tocarle el culo? Podríamos invitarlo a la casa de Juan, y hacerlo participar de una fiestita homosexual y filmarlo. Seguro que eso es inaceptable en su ambiente.

  • Es una idea. No me parece, es muy primitivo, no sé. Nunca lo busqué por ahí, pero lo voy a hacer. ¡Quién te dice!


Otro sería si consiguieras probar que quiere dejar a Sofía, ¿se llama Sofía la mujer, ¿no? Me habías dicho que quería vivir contigo, que me dejaras a mí y él dejaba a su esposa.



  • Sí, algo de eso dijo, pero me parece que lo que pensaba era ponerme un apartamento para que estuviera disponible siempre y además, totalmente dependiente de él. No creo que pensara dejar a la mujer. Todo lo que tiene depende de su suegro, o sea, de ella. ¿Viste el miedo que le tiene?

  • Deberías buscarle la boca, cuando esté tranquilo. Preguntale que piensa del futuro junto contigo. Que querés estar más con él. Que deberían los dos dejar a sus parejas e irse a vivir juntos, como todos los enamorados de verdad. Y grabá todo lo que diga. Exagerale, que estás enamorada, que te masturbas cuando no estás con él, que nunca conociste un macho cómo él, etc. Total, es tan soberbio que se lo creerá. Donde entre en esa se va a enterar el suegro y ahí se termina todo.
En esas cavilaciones estábamos cuando todo se fue poniendo cada vez peor. En el club era todo muy difícil. Se sentía dueño de nosotros, y en cierta forma era cierto. Si estábamos en una mesa tomando algo él venía, se sentaba con nosotros dejando a su mujer sola, pedía bebidas que yo luego debería pagar, se tomaba todo tipo de confianzas en público con Fernanda, la saludaba con un beso en la boca, le agarraba la mano, la acariciaba, todo medido justo, como para hacer en público.
A mí me humillaba, me llamaba Pedrito, me palmeaba y cuando estábamos solos me decía cualquier disparate, como por ej. este día, que fue el sumum.

  • Cómo estás Pedrito, tu mujer es una bomba, estoy enamorado de ella, te lo juro. ¡Qué polvo nos echamos ayer! Me dejó seco, te juro. Yo trato de no gastarme todo para poder tener algo que darle a Sofía cuando llegue a casa, para que no desconfíe, ¿entendés? ¿Eh que me decís?
  • Nada, que querés que te diga, ¿qué sos un hijo de puta? Contestaba yo. Tranquilo. Y excitado, con la verga morcillona.
  • No te lo tomes así, no seas malo, te dejo que le chupes la concha y la dejo que te haga la paja mientras, ¿qué amante deja eso a su pareja?, porque yo te quiero mucho, Pedro, mucho, jajaja ¿la chupaste bien ayer? Tenía mucha leche, no sé cuántas veces nos acabamos, pero varias, hahahah vas a terminar engordando vos con toda la leche que te doy, jajajaja
  • Andá a cagar, sorete. Respondía yo, sin enojarme, disimulando cómo me ponía que me tratara así.

  • Pero mirá que sos desagradecido, ¿quién cogió mejor que yo a tú mujer? Te la devuelvo tranquila, bien follada, qué más podés pedir, hahahah. ¿O capaz que estás celoso? ¿Es eso? Si querés un día salimos nosotros dos solos, sin mujeres, eh, y te tomás la leche directo de la botella, jajajaj y si me caliento hasta te puedo coger y llenarte el culito de leche, igual que a tu mujer. ¿Te gustaría eso?, ¿no?, te echo dos o tres polvos sin sacártela, te dejo reventado y lleno de lechita, si, sería una buena idea, tenemos que arreglarlo un día. Dejame hablar con tu mujer.
Ahí me levanté y me fui, se quedó riéndose de mí. Para peor se dio cuenta de lo dura que se me puso la pija cuando me dijo eso. No pude ocultar el bulto que me hizo la verga en el pantalón.

Yo sabía, puto, me dijo, mientras yo me iba y él se burlaba.

Me fui al baño y me hice una paja, porque no dejaba de pensar en él cogiéndome. No se me bajaba. Por suerte estaba en un reservado, porque él entró atrás mío, y no había más nadie en el baño.

- Seguro que te estás haciendo la paja, además de cornudo sos puto, si me parecía si, hahahaha, ¿querés chuparla? A mí también se me paró, ¿sabés? Salí que te la muestro, dale Pedrito, podemos ser amigos, follamigos, no?
Yo mientras lo grababa, tenía toda esa conversación grabada, desde que vino a la mesa donde yo tomaba un café, solo, pensando.



Abrió la puerta del reservado donde yo estaba, sentado, verga en mano y sin haberme dado cuenta de que no había puesto el cierre.

Él venía con el pantalón abierto, la polla afuera, y era verdad que la tenía dura, bien parada. No era tan chica cómo me había dado a entender Fernanda. Estaba buena. Y también se había sacado los huevos, que eran enormes. Se paró frente a mí, y se masturbó rápido, soltando unos grandes chorros de leche que me tiró en la cara.

Fue brutal sentir esa leche, tibia y espesa, resbalando por mis mejillas, nariz y labios. Abrí la boca, tragando lo que podía y me acabé, sin remedio, avergonzado.

Él me miraba, con una sonrisa sin gracia, triunfadora, soberbia, con maldad. Disfrutando mi humillación.

Para mí fue demasiado, la situación y el grado de sumisión a que me llevó. Chorreaba leche de mi cara, que yo recogía con la mano y llevaba a mi boca y a mi polla para tocarme. Me volví a masturbar, acabando por segunda vez en minutos.

Él me miraba, se rio, y se fue gritándome desde la puerta, supongo que para que alguien oyera

- Otra vez me la chupás, Pedrito, por hoy conformate con la leche. Y también te voy a follar, te va a encantar, vas a ver.



El problema estaba llegando a niveles intolerables. Su maldad era asombrosa y quería destruirnos. A los dos.






 
Después de ese encuentro en el club todo siguió más o menos igual.

Yo estaba decidido a ir a hablar o con Sofía o con su padre. Esto no podía seguir así.

Y todo culminó unas dos o tres semanas después del episodio que relaté en los baños del club. Ocurrió un hecho que precipitó la decisión.

Hasta ese día había todo vuelto a su normalidad, o digamos mejor, a su última anormalidad. Fernanda salía con él, dos o tres veces por semana, la celaba todo el tiempo, incluso parecía que alguien la seguía. Conmigo mantenía la misma relación de abuso suave que relaté, sin nada tan violento como el episodio del baño.

Pero llegó un día, en el que se excedió en el abuso.

Fernanda iba a salir con él.

Cuando se estaba arreglando, la llama por teléfono y le pide que primero vaya yo, solo, que quería hablar conmigo. Que ella esperara en casa.

Fui a un apartamento que tenía cerca del club, una especie de “pied a terre” en la zona. Vivía bastante lejos, como a una hora de allí. Era un hermoso apartamento de dos dormitorios en una torre de lujo, no muy lejos de nuestra casa.

Cuando llegué estaba en bata, tomando un whisky de un frasco de cristal del bar. Me ofreció uno, que acepté, ¡y era excelente!

Me invitó a sentarme en el sofá y se sentó a mi lado. La bata se le abrió y parecía estar desnudo bajo ella. Me empezó a hablar de cualquier cosa. Yo no entendía para qué me había hecho ir ahí.

Prendió una TV gigante que tenía en una pared y puso unos vídeos de él y Fernanda. Se veía el cachondeo, como luego se desvestían y después, follaban. Se abrió la bata y expuso su verga dura, mostrándomela y masturbándose delante mío con esas imágenes, mientras me relataba lo que pasaba en el video, agregando comentarios pornográficos, enfatizando luego cuánto y qué le gustaba de Fernanda.

Harto ya le pregunté para qué me había hecho ir.

Me dijo que quería que yo viera lo que hacían con mi mujer. Quería que viera cómo se cogía a Fernanda y cómo gozaba ella. A mi mujer no le gustaba que nadie la viera, (eso era cierto), pese a que él le había pedido muchas veces que me dejara verlos. Me aclaró que no quería un trío, sino sólo que yo, el marido, viera como la cogía. Que eso era, para él, un triunfo que disfrutaría, que yo me hiciera una paja viendo como él follaba a mi mujer. Y que ésta era la única forma de hacerlo que se le había ocurrido posible. Para que yo viera que él le hacía bien a mi mujer, que le daba algo que no obtenía en casa ni en ningún otro lado.

Entonces me ordenó que me desnudara, que quería verme desnudo. Resignado lo hice, tratando de terminar cuanto antes con esta locura. Cuando vio que estaba con el pene en erección, se rio y me lo señaló.

- ¿Te gusta? ¿Eh?, me dijo. ¡Te gusta ver cómo me cojo a tu mujer! Yo lo sabía, - recalcó, riéndose, burlándose. ¿O te gusta verme desnudo cuando me pajeo mi verga dura? Luego se puso serio.

- Agarrame la pija, - me ordenó, de mala manera. Era una orden, no un pedido.

Obedecí, extrañamente excitado. Me sentí violado, y eso me gustó. Como ya dije, era una linda verga, blanca, venosa, no exageradamente grande, normal de tamaño y estaba bien dura. A él lo excitaba dominarme.

Se la agarré y lo masturbé, despacio. El glande estaba húmedo, brillante, oscuro.

Gimió despacio, mientras lo tocaba.

Ahora chupala, sacate el gusto, chupa la pija que se folla a tu mujer. Obedecé, puto. Me dijo, mientras me empujaba la cabeza, tomándome de la nuca.

Me hizo chuparle, y yo acepté, obligado, pero extrañamente disfrutando, me daba instrucciones sobre cómo debía hacerlo. Se acabó rápidamente, llenándome la boca de leche.

No ensucies nada, tragate todo, - siguió ordenándome, - Cuando termines de tragar mostrame la boca limpita, y después ponete en 4 en el sillón, que te voy a coger.

Y eso hice, yo parecía un zombi, obedecía sin discutir, sin resistirme. Dado que su verga no era muy grande, y mi culo estaba entrenado, entró sin dificultades. Sólo me lubricó con saliva y leche que tomó de mi boca y de mi cara. Me dilató un poco con los dedos, y luego la apoyó, y me la metió, empujando sin detenerse, sin retroceder, hasta que sentí su cuerpo contra el mío. Entonces me folló.

Lo hacía muy bien, y en pocos minutos yo estaba gozando de una buena follada, por parte del amante de mi mujer. Del tipo a quien odiaba, y que, misteriosamente, me hacía hacer lo que él quería.

Me acabé sin tocarme. Le puse todo el cuero del sillón bien lechado. No se dio cuenta, por suerte, concentrado en su labor, buscando su segundo orgasmo. Cuando lo consiguió, terminó llenándome con toda su corrida, bien adentro. Sentí cómo se le sacudía y los chorros de lefa que me llenaban. Se salió, me dijo que me fuera, y se fue del cuarto, dejándome solo.

Cuando llegues a tu casa, decile a tu mujer que te chupe el culo y que se venga para casa. Hoy se queda a dormir conmigo.

No dije nada. Estaba ansioso por irme. Ni quise ir al baño. Sólo me terminé, de un trago, el whisky que vi sobre la mesa. Me serví otro, que tomé igual que el primero.

Me vestí, y chorreando lefa del culo, me fui. Dejé la puerta del apartamento abierta. No vi a nadie pero seguro que su guardaespaldas/chofer andaba por ahí.

Salí de ahí con la firme convicción de que hoy se tenía que acabar todo entre él y nosotros. Era así. O lo terminábamos hoy o nos iba a destruir, a Fernanda y a mí.

Era asombroso cómo nos dominaba. Yo aún no encuentro explicación.

Pero el extremo de subordinación al que nos había llevado era totalmente autodestructivo. Íbamos a terminar mal.

Volví a casa y le conté, llorando, a Fernanda, todo lo que había pasado. Fernanda me abrazaba, oyéndome sin hablar, sólo me acariciaba.

No le dije nada de sus instrucciones para ella, y le pedí, o más bien, le ordené, que no fuera a su casa. Tal vez fue la única vez que, de alguna forma, le di una orden a Fernanda. No discutió, estaba de acuerdo.

Me bañé, me vestí, le dije a Fernanda que se sacara la ropa de puta de discoteca que le hacía ponerse cuando iba a verlo, que se vistiera seria, jean y camisa blanca, y que viniera conmigo.

Esta vez no iba a ser sumiso. Esto no era juego. Era demasiado serio.

Fuimos a la casa de Guzmán. Preguntamos por Sofía.

Cuando vino le pedimos para hablar con ella.

Nos hizo pasar a la sala y le conté todo, absolutamente todo lo que estaba pasando. Le dije que ya habíamos llegado al límite, que hablara con el padre y que lo sacara de la ciudad. Si lo volvía a ver no respondía de mí. La situación era tal que pensaba matarlo.

Ella también lloró, nos dijo que sabía mucho de lo que pasaba y mucho se lo imaginaba. Y que eso llevaba años pasando.

Tenía claro que era un sádico y que la engañaba con Fernanda y con muchas más. Nos contó que a veces volvía borracho de alcohol y de poder y le contaba todo lo que había hecho con otras mujeres y con hombres.

Nos confesó que algo parecido le ocurría a ella, no era capaz de decirle que no, en parte por miedo, porque podía ser violento, pero por otro lado no tenía explicación para su sumisión. Lo peor, nos decía, es que muchas veces se excitaba con eso, por ejemplo, cuando veía a Fernanda en el club, y sabía que había estado con él. Le gustaba, se mojaba, pero le daba rabia y vergüenza.

Nos explicó que cuando le dijo a su padre que se casaba con Guzmán, él no estaba de acuerdo, pero lo aceptó. Al principio todo iba bien. Guzmán trabajaba con su propio padre, en otra ciudad. El padre de Guzmán, también mafioso, era subordinado del padre de Sofía.

Ella se enteró que había problemas con él, porque había oído una conversación entre sus padres. Y entonces muchas cosas que sospechaba coincidían con lo que ella imaginaba. Era cierto que la engañaba con otras mujeres, que era violento y que no estaba trabajando bien. Habían pensado que si iba a trabajar con el suegro se iba a cuidar más. El padre habló con el suegro y se arregló que fuera a trabajar con él. Se mudaron a la otra ciudad. El padre de Sofía era el jefe de todos y era muy duro.

Pero no mejoró nada, más bien empeoró. Se sintió poderoso y hacía cualquier disparate. La había engañado muchas veces, humillándola también.

Nos explicó que su padre era muy católico y pensaba a la antigua, no iba a aceptar un divorcio. Preferiría que enviudara antes de que se divorciara

Me corrió un frío por la espalda.

Dijo que iba a hacer lo que pudiera.

Le aconsejé que se fuera a la casa del padre unos días y le explicara lo que estaba en juego. Yo no iba a hablar con Guzmán. Lo iba a matar si se volvía a acercar a nosotros. No quería hablar porque tenía temor de que me convenciera de otra cosa. Fernanda no habló, me tomaba la mano y miraba al suelo.

No le mostré a Sofía la pistola 9 mm que llevaba conmigo, por las dudas de que le pudiera a decir. Después de todo era la esposa.

También me ofrecía a acompañarla a hablar con el padre si ella prefería. Me agradeció y me dijo que prefería ir sola, ya que su padre tenía un carácter explosivo, era violento y difícil de controlar. Ella y su madre eran las únicas que tenían posibilidad de ser oídas. No le gustaba que le dijeran que debía hacer.

Nos fuimos a casa, nerviosos. Habíamos sacudido un nido de avispas y cualquier cosa podía pasar.

En el teléfono de Fernanda había muchas llamadas perdidas de Guzmán, con mensajes primero cariñosos y luego cada vez más agresivos e insultantes. Le pedí que lo bloqueara. Luego pasó a llamarme a mí, e hice lo mismo. Nos aseguramos de que la casa estuviera bien cerrada y nos acostamos a dormir.

No fue fácil, casi no dormí. Estuve pendiente toda la noche de los ruidos extraños o de la calle, temiendo cada coche que pasaba o se detenía cerca.

Pero no pasó más nada. Nunca más supimos nada de Guzmán ni de Sofía. La pobre seguro que no pudo librarse de él.

Tiempo después otro amigo del club se lo encontró en el aeropuerto de Madrid.

Le dijo que la empresa lo había trasladado urgente a Europa para resolver un problema serio y que tuvo que irse sin poder despedirse de nadie. Y que luego lo pusieron a él a cargo de toda la operación en Europa. Todas fantasías, seguramente.

Lo notó envejecido, tartamudeaba y se pasaba mirando alrededor. También le impresionó lo delgado que estaba.

Fernanda y yo, después de esa crisis que tanto sufrimos, y que finalmente pudimos superar juntos, nos llevamos excelente y estuvimos más unidos que nunca.

Sigo disfrutando de la sumisión, pero con respeto. Tuve claro hasta donde puede llevarme, y cuanto me excita obedecer. Pero a ese extremo no vale la pena.

Puede ser un juego peligroso el cuckolding.

Tuvimos suerte…

Y como resultado final de toda esta historia, durante mucho tiempo después nos fuimos fieles. Ni ella ni yo teníamos ganas de otros. Nos necesitábamos uno al otro, nos queríamos, no era necesario más nada.

Fue una época excelente. Aunque ambos sabíamos que en algún momento se iba a acabar, la disfrutamos y hoy a veces la recordamos con nostalgia.



Juan y Mónica estaban asombrados. Salíamos mucho con ellos y frecuentemente recordábamos la época previa, de lujuria y locura. Pero salíamos cómo dos parejas de amigos, no cómo intercambio ni nada similar. Era raro.

Estaba claro que no iba a durar para siempre. No estaba en el carácter de Fernanda ni en el mío ser de una sola pareja sexual. Lo importante era hacer lo que sentíamos y respetar los deseos del otro.
 
Todo estaba tranquilo.

Por primera vez en todos los años que llevábamos de casados no estábamos con más nadie que con nosotros, nos éramos fieles. No necesitábamos a nadie.

Era raro. Fue una cosa nueva para nosotros y, sobre todo, para Fernanda.

Tuvimos distintos períodos durante nuestra relación.

Al principio yo pretendía que fuera fiel cómo yo lo era. Pero en poco tiempo vi que me engañaba, a escondidas, claro. Pero no se cuidaba mucho, lo que hacía que fácilmente me diera cuenta. Nos peleábamos, nos separábamos. A los pocos días nos estábamos hablando de nuevo y volvíamos juntos. Eso duró cómo un año, con varias separaciones.

Finalmente, me dí cuenta de que me gustaba eso, que follara con otros. Ella ya se había dado cuenta y ya no se disculpaba y hasta empezó a contarme.

Vimos ambos entonces que a mi me excitaba que lo hiciera y que después me lo contara. Me encantaba. Ahí empezó otro capítulo de esta relación tan rara. La estimulaba, me lo contaba cómo lo haría a una amiga y cogíamos mucho. En ese tiempo aprendí a chuparle el chocho lefado. ¡Que placer que me daba!

No era amiga de tríos, algunos hicimos, pero decía que se distraía, prefería de a dos.

Después vino todo ese período loco que conté, que culminó con la relación con Guzmán, donde sobrepasamos todos los límites y que casi termina muy mal. No fue divertido.

Y a eso siguió ese tiempo de fidelidad mutua tan raro. Se ve que nos asustó a donde podía llevarnos el exceso.

De a poco empezamos a meter cosas diferentes en nuestra relación, cosas que no había hecho nunca. Estábamos ahora experimentando con nosotros mismos.

Fernanda era una fuente interminable de ideas o informaciones.

Empezó con la lluvia dorada. Lo practicamos algunas veces, mutuamente, pero, sobre todo, de ella a mí. Y no nos estimulaba mucho, más bien nos aburría. Además, toda la logística para no ensuciar etc. Lo que hacíamos era en la bañera, cuando estábamos calientes, íbamos al baño, yo me acostaba en la bañera y ella se paraba , con sus pies a ambos lados de mi cuerpo. Entonces me soltaba toda su meada arriba, insultándome y diciéndome cosas humillantes, mientras yo, con mi verga dura, me hacia la paja. Una vez funcionó, pero las repeticiones no fueron igual. Un aburrimiento. Lo dejamos.

También investigamos nuestras respuestas al dolor. A mí dolor, claro y su castigo. Me daba palmadas, lo que ya lo habíamos hecho muy light, lo hizo más fuerte. Eso me gustaba, ya conté cómo Blanca me golpeaba con una paleta de pingpong. Compró una fusta para caballos, de verdad y con eso me golpeaba. También otra fuente de estímulos dolorosos eran mis pezones. Me mordía, me pellizcaba y me ponía palillos de ropa, y luego compró unas pinzas para ellos en un sexshop. Eso me gustaba mucho, realmente y todavía me los pongo cuando me masturbo solo. Consiguió agujas de inyecciones estériles y me pinchaba, pero eso no me gustó.

A ella provocarme dolor tampoco la estimulaba mucho. De eso quedó las palmadas en la cola y los pezones.

Finalmente ocurrió que dejó de follar, conmigo, al menos.

Pensé que formaba parte de otra pequeña tortura, pero se prolongaba y entonces le pregunté. Me sorprendió la respuesta. No la esperaba.

  • Mirá Pedro, si, es cierto, pero la realidad es que no tengo ganas de follar contigo. Tengo novio.
  • ¿Tenés qué? ¿Novio? ¿Qué locura es esa?
  • Perdóname, pero entró un tipo nuevo en la oficina hace unos meses, me gustó de entrada y era claramente mutuo las ganas que nos teníamos. A la semana estábamos cogiendo y me encantó. Pero además nos llevamos muy bien, me gusta estar con él y si bien él no me lo pidió, ya no quiero coger contigo. Siento que lo estoy engañando y no quiero.
  • ¿Me vas a dejar? – pregunté, muy asustado
  • No, noo, de ninguna manera, vos sos mi amor, mi marido y sos mio. No te voy a dejar nunca. Y por favor, no me dejes, teneme paciencia, por favor. En compensación hace lo que quieras, follá con otras u otros, ve a Mónica y a Juan si querés. ¿No te gustaría aprovechar y hacer un trío con ellos?
  • Si, eso no es problema, pero otra cosa me preocupa, ¿No se transformará en otro Guzmán?
  • No, eso quédate tranquilo. No tiene nada que ver con Guzmán.
  • ¿Me lo vas a presentar?
Me miró, asombrada. No se le había ocurrido que yo quisiera conocerlo. Se sonrió, con esa sonrisa maligna que me encantaba de ella.

  • No lo había pensado, pero puede ser divertido, hahaha, Leo, te presento a mi marido Pedro, Pedro él es mi novio Leo, me encanta, estaría gracioso. No sé Pedro, le pregunto a Leo, si querés.
  • Si, me gustaría conocerlo. ¿Y no me vas a contar como cogés con él? Sabes que eso me gusta mucho.
  • No te voy a contar, no estaría bien, es nuestra intimidad. No se trata de vos y yo, se trata de él y yo. Aguántate esa también. Imagínate lo que yo puedo hacer, es muy morboso. Eso te va a gustar también.
  • Podría yo invitarlos a cenar a los dos, ustedes van cómo pareja y yo como el tercero, amigo o marido, lo que sea. Creo que eso puede gustarme.
  • Te sentirías muy cornudo, ¿no maridito mío? Claro que eso te puede gustar mucho, invitar a tu mujer con su novio, pagarles a los dos y saber que vos no la vas a tocar. Seguro que ya la tenés dura, ¿no? Jajjajaj
  • Sii, esta durísma claro, ¡Qué bien me conocés,! ¿Me hacés una paja? Dale…
  • No, no te hago nada. Lo más que puedo hacer es cambiarme de ropa delante de ti, te dejo que me mires desnuda y te la hacés vos. Pero no le digas a mi novio que hice eso, capaz que no le gusta. Que quede entre nosotros. Si querés te puedo contar que puede pasar durante la cena. Es muy cariñoso conmigo, tiene muchos gestos de afecto, es muy toquetero, hahaha.
  • ¿Es casado?
  • No, divorciado. Vive solo, es bastante mayor que nosotros, está muy bueno y vive muy bien. Tiene dinero, no sé bien de qué, de familia.
Fernanda ya se había desnudado, yo me bajé los pantalones y me senté en el sillón del dormitorio. Se sacó el sostén, acariciándose las tetas y pellizcando los pezones, que rápidamente se irguieron a su largo de excitación. Me miró, me sacó la lengua, y me empezó a contar cómo se expresaba su novio. Le agarraba la mano y se la acariciaba. También le acariciaba el brazo y los hombros, cómo distraído, pero esas caricias le provocaban una inmediata calentura a mi mujer. Me contó que mientras cenaban, si el mantel era largo, le metía mano bajo la mesa. Por eso iba siempre de mini y sin tanga, para que pudiera tocarla sin dificultades. Me dijo que iba a hacerle hacer eso delante de mí. Le daba besitos frecuentemente y ella también lo acariciaba. Eso me sorprendió por que mi Fernanda no era mucho de ser expresiva en público.

No duré mucho, a los pocos minutos tenía que controlarme para no acabar, pero al final fue inevitable que me viniera, chorreándome la mano con mi leche tibia.

Cómo hago siempre, me chupé los dedos, mientras mi mujer me miraba, divertida.

Se empezó a vestir para salir con su novio.
 
Ojalá y no se te salga de las manos. Juegar con fuego es sumamente peligroso, y aunque el morbo que sientes es fuerte, lo que ella dice de que no se folla contigo para no engañarlo es una alerta fuerte. Podría darse que realmente se enamore del tipo, o que el tipo sea un dominante y le pida divorciarte de ti. Si ya había aguas tranquilas debieron de irse por ahí y ya no jugar tan peligrosamente.
 
Tienes toda la razon Iván. Si has leído alguno de mis últimos post verás que difícil fue la situacion que vivimos con ese Guzmán que mencioné. Nos llevó a límites no pensados ni imaginados. Por otra parte, fue muy morboso. Pero no queremos que se repita.
El mayor problema es controlar a Fernanda. Es imposible. Siempre hizo y hace lo que quiere. Nunca habrá aguas tranquilas con ella mucho tiempo. Lo intente al principio de nuestra relación y fracase totalmente. Es cabeza dura, caprichosa, dominante y siempre termina saliéndose con la suya. Y ademas es divina y la adoro. Puedo confiar en su amor por mi.
Se que nunca estará con un solo hombre mucho tiempo. No creo que vaya a durar mucho esta fidelidad a Leo.

Pero repito: tienes razón. Por eso quiero conocerlo y estar más cerca de esta relación. Control del daño, le dicen.
También es disfrutar más de mis cuernos, me encanta ser cornudo sumiso.
 
Pienso que deberías de probar intercambiar los papeles, cambia la estrategia. Pasa de tu esposa y follate a otras chicas, pero no le cuentes nada, haz que se de cuenta de los cambios sutilmente y haber como se pone cuando se entere. Si te reclama exige lo mismo de su parte, y si no quiere tú a seguir follando
 
Pienso que deberías de probar intercambiar los papeles, cambia la estrategia. Pasa de tu esposa y follate a otras chicas, pero no le cuentes nada, haz que se de cuenta de los cambios sutilmente y haber como se pone cuando se entere. Si te reclama exige lo mismo de su parte, y si no quiere tú a seguir follando
Paso hace no mucho tiempo. Folle con la esposa de un amigo del club. Y no le dije nada pero se enteró por otras amigas. Ella contó, lo,comentaron las amigas y mi mujer se enteró. Estuvo furiosa conmigo y con ella un buen tiempo.
El trato es que el cornudo soy yo. Ella la corneadora.
Y a mi me gusta asi.
He tenido algunas otras escapadas pero no le cuento.
Esta situación es nueva porque yo siempre supe de mis cuernos nuevos y los disfrutaba con ella, cuando me contaba los detalles, follando. Ahora yo no sabía nada y no me quiere contar detalles, como antes hacía. No son compartidos, es solo de ella.
Y no quiere follar.
Todo eso es lo nuevo y lo que me preocupa un poco. Igual respeto su decisión. Ya pasará. Te lo aseguro, la conozco bien. Y ella también se conoce. Por eso me dice que la espere.
Lee los post anteriores y entenderás mejor nuestra relación.
 
Si leí todo, aunque personalmente no entiendo como puedes disfrutar de todo eso. A mi a la primera un lazo, un moño y chao. Si ella no te dice, claramente está rompiendo el trato, con lo que ya no es de fiar a mi punto de vista. Ojalá todo salga bien, pero lo que no es claro, es oscuro, y si ella trae una relación donde no te dice, no te cuenta, y encima lo prioriza a él sobre ti cuando ustedes tienen un trato, para mí claramente hay algo más ahí, pero ojalá me equivoque
 
Ojalá te equivoques, si. Pero después de muchos años tengo confianza en ella.
También lo que está haciendo tiene su morbo y a mi me excita. Desde que me contó su “noviazgo” estoy que me trepo por las paredes de caliente. No se cuantas pajas me he hecho ya.
Entiendo que puede no gustarte, todos somos distintos y con diferentes gustos, por suerte. A ella tampoco le gustaría que yo le hiciera eso, pero sabe que a mi si me gusta.
Les iré contando como sigue.
En unos días iremos juntos a cenar. El acepto. Estoy entusiasmado con la idea!
 
Si leí todo, aunque personalmente no entiendo como puedes disfrutar de todo eso. A mi a la primera un lazo, un moño y chao. Si ella no te dice, claramente está rompiendo el trato, con lo que ya no es de fiar a mi punto de vista. Ojalá todo salga bien, pero lo que no es claro, es oscuro, y si ella trae una relación donde no te dice, no te cuenta, y encima lo prioriza a él sobre ti cuando ustedes tienen un trato, para mí claramente hay algo más ahí, pero ojalá me equivoque
Una cosa, esta historia ya pasó. No estamos más juntos, por razones que no tienen que ver con el estilo de vida que llevábamos. Me gusta que opinen porque pienso muchas veces que podría haber sido mejor o distinto. O cómo podríamos haber disfrutado más. Me gusta revivirlo al contarlo, y me gusta también recordarlo. Muchas veces termino masturbándome yo con lo que pasó. O con lo que podría haber pasado. Con mi esposa actual estamos juntos hace ya 10 años y no comparte mi gusto por esta sexualidad.
 
Fernanda me dijo que Leo aceptaba encantado mi invitación a cenar.

Así que reservé una mesa para cenar en un lugar que íbamos con cierta frecuencia.

Me gustaba que en el lugar nos conocieran, pero no mucho. Ibamos lo suficiente como para que supieran que estábamos casados, pero no como para que tuvieran mucha confianza. Me agregaba morbo a la situación. Exhibiría mi cornamenta al personal del restaurant.

Además, era muy tradicional y tenía manteles grandes, blancos, en las mesas, buena vajilla y excelente cocina y atención.

¡No me olvidaba de lo que me contó mi mujer, lo que él le hacía oculto por el mantel! Estaba ansioso por verlo. Espero que se animara a hacerlo en mi presencia.

Cuando nos estábamos vistiendo para salir Fernanda dejó de vestirse y me dijo:

Pedro, quiero que tengas clara una cosa: vos SOS mi marido. Leo es mi novio, por ahora. Tu “cargo” es permanente, - haciendo gesto de comillas en cargo. -El de Leo no. Esta noche voy a estar acompañada por los dos. Eso es nuevo para todos. Voy a ser lo más natural posible. Tu actitud y la de él, deben ser diferentes, como yo seré distinta con los dos. Pero no te olvides que mi marido eres tú. Se normal, como siempre. Si te sentís mal en algún momento, me lo decís y nos vamos. Y yo me voy contigo. Eso también se lo dejé claro a Leo y lo entendió.

La abracé, queriéndola mucho. Era única.

Cuando llegamos al restaurant él aún no había llegado.

Entramos, nos recibió el recepcionista como a viejos clientes. Nos llevó a nuestra mesa.

Era una mesa de 4, rectangular, con los asientos distribuidos de a dos en los dos lados largos de la mesa. Nos sentamos uno frente al otro de forma que Leo, cuando llegara, quedara sentado al lado de Fernanda. Pedimos bebidas.

Éstas aún no habían llegado, cuando el mismo mozo que nos había recibido se aproximó a la mesa con nuestro invitado.

Vi acercarse un hombre elegante, de mi altura, bien vestido, con blazer azul oscuro y camisa blanca lisa, abierta, sin corbata.

Nos paramos los dos y Fernanda se sacó las ganas de decir la frase que la había divertido:

-Hola Leo, ¿cómo estás?, te presento a mi marido, Pedro; Pedro, te presento a mi novio, Leo, - y se tentó, no pudiendo contener la risa ante lo ridículo de la frase y la situación.

Si en las mesas vecinas alguien prestó atención debe haber mirado a ver de qué se trataba. Pero eso no era muy probable, ya que el nivel del lugar hacía que fueran pocas mesas, espaciadas entre sí, lo que daba cierta intimidad. También hacía que el nivel de ruido de las conversaciones fuera bajo.

Leo y yo nos dimos la mano, sonriendo ante la risa de Fernanda. Fue un apretón de mano honesto, firme, mientras los dos nos estudiábamos uno al otro.

Era un hombre elegante, como dije, de mi altura, de unos 50 a 55 años, en buena forma física, de pelo canoso y lacio, peinado hacia atrás, un poco largo de más pues se daba vuelta hacia arriba en la nuca. Facciones agradables, ojos claros, nariz aguileña no muy grande sobre unos labios gruesos, expresivos. La piel tenía el bronceado de las personas que pasan mucho tiempo al aire libre. Sonreía agradablemente y me miraba directamente a la cara. Seguro que él también me evaluaba a mí.

Nos sentamos, en los lugares que habíamos pensado con Fernanda. Trajeron las bebidas y él pidió un whisky. Estábamos los tres un poco cortados, sin saber de qué hablar. Fernanda fue la que salvó la situación.

-Bueno, ya se conocen mi esposo y mi novio, ¡qué situación más rara! Nunca oí nada parecido. ¿Y Uds. que dicen? Ahora quiero que se presenten bien, hablen Uds., que cada uno haga un pequeño resumen de sí mismos, que hacen de trabajo, que profesión tienen, que hobby, deportes que le gusten, etc.

Eso hicimos, él era experto en marketing, divorciado, dos hijos ya grandes, profesionales los dos, un nieto. Su deporte favorito era el futbol, al que decía aún jugaba bien, en equipos de su edad. No coincidíamos en nada de todo eso.
Pero su conversación era agradable, sus preguntas y respuestas sobre temas más espinosos eran inteligentes y coincidíamos en varios aspectos de política e internacionales.

Era inevitable que surgiera un sentimiento entre ambos. Este podía ser de simpatía o de profunda antipatía. Pero lo que surgió fue cierta simpatía entre los dos. Fue muy curioso. Pienso que el hecho de compartir a Fernanda nos unió de alguna manera. No había competencia, como dijo Fernanda, teníamos dos papeles diferentes. Mientras él no quisiera ocupar mi lugar, por lo menos. Al poco rato estábamos hablando como amigos de mucho tiempo, con soltura y con interés. Era divertido hablar con él.

Por la mitad de la cena empezó a soltarse la parejita. Fernanda le acariciaba la mano, él se la tomaba, y así quedaban, mano en mano. Luego le pasaba el brazo por los hombros, atrayéndola hacia él y le daba un beso en la mejilla. Ella respondía buscando su boca para un piquito.

En un momento Fernanda fue al baño, cuando volvió se apoyó en mi hombro y me puso algo en el bolsillo. Metí la mano y palpé algo suave, sedoso y húmedo. De inmediato me di cuenta que era su tanga. Se la había puesto para esto, para poder sacársela y hacerme saber lo que iban a hacer. Se me puso dura.

Siguieron con sus caricias normales, de una pareja, en un restaurant. Yo, que estaba atento, noté que su mano derecha no estaba sobre la mesa, mientras bebía de su copa de vino. Miré a Fernanda que, sentada frente a mí, me miró y me hizo una guiñada, poniendo cara de morbo, abriendo un poco la boca, entrecerrando los ojos, seria, suspirando. De inmediato supe lo que estaba haciendo la mano de su novio bajo la mesa.

Yo bajé disimuladamente la mano izquierda, tomé el teléfono de la silla donde lo había dejado y lo puse filmando bajo el mantel. Esperaba que captara algo de lo que ahí estaba sucediendo. También tomé algunas fotos. No las vería hasta después.

Leo se conducía de forma totalmente normal, simulando estar ajeno a lo que su mano provocaba bajo el mantel. Hablaba, gesticulaba con la otra mano, supongo que para atraer mi atención hacia allá y que no notara lo que hacía la mano oculta. Si no supiera lo que estaba haciendo no sé si me habría dado cuenta.

Fernanda también trataba de disimular, pero le era más difícil. Le acarició la mejilla y atrajo su cara, girándolo para que la enfrentara, y entonces le dio un beso en los labios, húmedo, bastante lento y algo fuera de lugar en donde estábamos.

Él me miró, me mantuvo la mirada mientras Fernanda lo besaba, mostrándome cómo lo hacían. Quería que lo viera besarla. A mí se me volvió a poner dura, también mirándolo. Vi que por unos segundos se entreveraron las lenguas de ambos, que su mano se movía ahora sin disimulo, y se separaron, con un suspiro.

Leo sacó su mano de bajo la mesa. La dejó un instante sobre la misma y luego se la llevó a la cara, como para rascarse la nariz, oliéndola con disimulo, pero con evidente placer. Creo que se dio cuenta que yo sabía lo que había pasado.

Ese fue el punto culmine de nuestra interacción en la noche. De ahí en adelante todo fue más sutil

Fernanda estaba distinta.

¿Habría tenido un orgasmo? No me extrañaría nada. Estaba más cálida, más sumisa, más cariñosa con él, pero también conmigo. Me agarraba la mano y me la acariciaba mientras lo besaba. Se dejaba acariciar más entregada. Yo creo que se había venido, que el tipo le había hecho una paja completa bajo la mesa, con final feliz incluido.

Sus manifestaciones de cariño me estaban diciendo que me quería, que me agradecía lo que le daba y la confianza y paciencia que le tenía.

Leo me miraba, serio, diciéndome con su mirada que yo era ahora sólo su esposo. Que su amante era él. La hembra había elegido su macho y a él se entregaba.

Estoy seguro que supo que me di cuenta que le había hecho la paja y que se había acabado con las caricias de su mano bajo la mesa. Mi aceptación también formaba parte de la entrega de Fernanda y también, porque no reconocerlo, de la mía.

Sobre el final hubo otro momento para mí memorable. Fernanda estaba frente a mí y él a su lado, frente al lugar vacío a mi lado.

Mi mujer me tomó la mano, y con la otra mano le agarró la mano a él. Haciendo así manito con los dos nos dijo:

-Esto es increíble, estar al mismo tiempo con los dos y que se hayan entendido así, no saben lo que les agradezco a ambos, los adoro, muchas gracias. Ahora esperen un segundo

Me soltó la mano y llamó a nuestro mozo, pidiéndole que nos tomara una foto con su celular.

-Quiero tener un recuerdo de esta noche en que me han hecho tan feliz, muchas gracias,

Y me dio un beso de amor en la boca a mí y luego a él. El mozo tomaba fotos de todo. ¡Hoy tenía algo para contar!

Mi entrega también estaba implícita en mi actitud. ¿Sabría Leo que estuve todo el tiempo, desde que empezaron con mimos, con la verga dura? ¿Tendría experiencia con cornudos consentidores?

Estoy seguro que Fernanda si lo sabía, me conocía lo suficiente. Seguro que estaba contenta de que lo disfrutara a mi manera. No tendría duda de que, si me paraba, dejando la protección de la mesa y el mantel, sería muy evidente mi excitación. ¿Estaría él también con la verga dura?

A mí, como siempre, la entrega, la sumisión, me excitaba sexualmente.

Estaba deseando llegar a casa para mirar las fotos y terminarme con una buena paja, pensando en que ese tipo estaría follando a mi mujer.

Cuando salimos tomamos un taxi. Ellos me dejarían en casa y luego seguían, a donde fueran. Nos sentamos los tres atrás, Fernanda en el medio, entre los dos.

Él, de entrada, quiso mostrar su posesión pasando su brazo por los hombros de mi mujer y tomándola del hombro opuesto, el de mi lado.

La mini de mi mujer estaba muy arriba, mostrando mucha piel de muslos. Además, la posición en medio, la obligaba a apoyar un pie de cada lado del caño que corre por el centro del piso de los autos, de adelante a atrás. Así, sus muslos quedaban separados, exponiendo su entrepierna, que ambos hombres sabíamos desnuda.

Leo se giró hacia ella y hacia mí para hablar, apoyando su otra mano en la parte interna del muslo de Fernanda, que separó un poco más sus piernas. Mientras hablaba la acariciaba suavemente, como inconsciente de lo que hacía, e iba cada vez más hacia arriba, a su concha.

Fernanda, estoy seguro, cómo yo, estaba deseando que llegara arriba de una vez. Quería verlo hacerle la paja a mi mujer en el taxi, delante de mí y de la visión atenta del taxista que miraba por el espejo que había ajustado para ver entre los respaldos de los asientos delanteros. Fernanda, para ayudarlo, levantó un poco más sus muslos, como si el piso la obligara a eso. Yo miraba todo, seguro que el conductor le veía el coño y la mano de Leo que estaba ya ahí o muy cerca.

-Bueno Pedro, vos te quedás en casa, fijate que los chicos estén bien. Cualquier cosa me llamás. Yo acompaño a Leo hasta su casa y después voy para casa. No me esperes levantada, tal vez me demore.

Siempre tan morbosa, largó ese discurso para el taxista, para que supiera los roles de cada uno, y para mí, que disfrutaba esas cosas.

Fue bien claro cuando la mano de Leo llegó a su meta. Mi mujer suspiró fuerte, emitió un gemidito, uuuuy si, así amor, ahí, si, tocame, le dijo, bajito pero que se oyera, mirando al espejo del auto, cruzando la mirada con el conductor.



Y cuando me bajé, me saludó con un beso en la boca, tipo marido.

-Chau amor, no te preocupes si demoro un poco, me dijo.

En casa todo estaba en orden. Me desnudé y me metí en la cama. Revisé el teléfono que, desde luego, no había grabado nada bien.

Pero la calentura que traía hizo que cuando me masturbé no demoré nada en soltar gruesos chorros de leche contenidos, que, como siempre, la comí toda de la mano.

No sé a qué hora volvió Fernanda. Cuando desperté estaba acostada durmiendo a mi lado, destapada, boca arriba y desnuda. En su teta derecha se destacaba un chupón próximo al pezón. Las piernas abiertas dejaban ver la concha depilada, algo abierta y brillante.

¡Cómo le gustaba provocarme!

Por suerte ese día al mediodía me encontraría con Mónica para almorzar y siesta con premio. Le tocaría dosis doble, ¡con la calentura que tenía!
 
Como me imaginaba que iba a pasar, el momento de Leo no duró mucho.

Había pasado un mes o dos después de la cena y algo había cambiado la última semana.

Se quedaba casi todas las noches en casa, no salía sola, las amigas la llamaban más. Algo había cambiado.

Así que le pregunté.

Me respondió que estaban dándose un “tiempo de reflexión”. Primero no quiso decirme en relación a qué era la reflexión, pero después de que yo insistiera bastante decidió contarme.

  • Te voy a contar lo que pasa, porque vos sos mi amigo, mi mejor amigo sin duda, más amigo que todas las boludas que me rodean. Leo no entiende las cosas, aunque se las diga y las repita. Me tiene cansada y aburrida.
  • Le ha dado porque tenemos que dormir más juntos. Y no entiende que yo estoy casada, ¿cómo me voy a quedar a dormir con mi novio? No entiende que una no se va a dormir con el novio. El novio vive en su casa y la novia en la suya. Si nos vamos a vivir juntos ya seríamos una pareja y él no quiere entender que no es mi pareja. Mi pareja sos vos, yo tengo una familia, un marido, dos hijos, una casa donde vivo, que es mi casa, no la de mis padres. Bueno, pero le ha dado con eso. Tampoco me cree cuando le digo como soy yo con los hombres. No cree que no puedo estar con uno sólo mucho tiempo, que necesito muchos, variar. El piensa que él es mi amor y para siempre. Vos eso lo tenés claro, no sólo me aceptas como soy, sino que también lo disfrutás.
  • ¿Querés que hable con él? Tal vez a mí me crea, después de todo estamos casados hace 12 años y antes tuvimos una relación durante 3 años más. En quince años aprendía a conocerte, a quererte cómo eres y aceptarte así.
  • No sé, ¿te parece? Tengo miedo que ahí le salte el orgullo de machito que a veces le da y terminen peleados. Que haga que aumente la competencia. Es sencillo, así estamos bien, ¿por qué quiere que durmamos más juntos, tantos días?
  • Se ve que él no está bien, se siente inseguro, y con razón, jejej, te quiere poseer más. Supongo que algo habrá olido, ¿no? ¿No te estás trabajando algo vos? Si quiere eso, va a tener que aceptar que lo vas a engañar más pronto que tarde. Y que además vos no querés vivir con él. Esa es la base para mí. Vos querés vivir con tu familia, tu marido y tus hijos. Y, hablando de eso, ¿no tenés ganas de engañarlo un poco con tu marido? Sería hora, ¿no? Dale, ¡vamos a la cama un rato! ¡Tengo tantas ganas de vos! Dale el gusto a tu amigo, y de paso te lo das vos.
Se rio, y me tomó de la mano.

  • Bueno, sí, ¡cómo me conocés Pedro!, si, no iba a demorar mucho en salir con otro, no, y después de todo ya hace 3 meses que le soy fiel, ¿qué te parece? Para mí es todo un record. El otro período largo que fui fiel en toda mi vida, mirá lo que te digo, fue contigo, después del lio de Guzmán. Pero después me empezó a picar algo allá abajo, cómo vos decis, y algún cuernito te metí y ahora en eso estaba cuando apareció Leo. Y vos, sé que también saliste con Mónica, te lo digo antes que me puedas mentir. Porque vos sí que con eso me mentís bastante. Más que yo que casi no lo hago. Pero no me importa.
  • Sí, todo bien, pero, ¿vamos a la cama? No vas a salir, ganas debés tener, ¿o no? ¿No te está picando nada?
Y sí, aceptó que le picaba y que necesitaba que le “rascara”, y ¿qué mejor para eso que el marido que tenía en casa? ¿Quién iba a rascarla mejor?

Y si querés contame quien te “rascaba” mejor que yo, -le dije, riendo.

Se rio también y se empezó a desprender la blusa.

Toda una declaración de intenciones. Me tomó de la mano y, mientras con una mano me arrastraba al dormitorio, con la otra se seguía soltando los botones.

Cuando llegamos al dormitorio ya estábamos casi desnudos. Unos segundos más y nos metimos en la cama, ambos totalmente desnudos. Nos abrazamos y nos besamos, primero con cariño que de a poco se hizo pasión, con bocas abiertas, lenguas exploratorias. ¡Cómo me gustaban sus besos! Tanto como abrazarla desnuda, sentir su piel, la presión de sus tetas en mi pecho, sus muslos calientes y suaves. Fui bajando, chupando sus tetas mientras la ponía boca arriba, seguí luego por su abdomen hasta encontrar su coño, ya hinchado y mojado. Abrí la boca y la tragué toda mientras mi lengua atrevida se metía en su profundidad, todo lo que podía. Estaba deliciosa, la reconocí de inmediato, era mi concha favorita, la que más quería. Fernanda gimió, separando aún más sus muslos y doblando las caderas, abriéndose a mí.

Me deslicé sobre su cuerpo hasta que mi polla encontró su cálida vaina, y después frotarla un poco entre sus labios, para hacerla desear, entró con algo de roce, más apretada de lo que la recordaba. Una delicia.

  • Uffff, así, sí, dámela toda, que falta me hacía,
  • ¿La extrañabas?
  • Te juro que sí, la tuya es más gorda que la de Leo, te siento tanto más ahora, me estás abriendo en dos, que divino es esto, Pedro, ¡cómo te quiero!
  • ¿Así que la tiene más chica? ¿Y vos que hacías ahí?
  • Ay no se mi amor, no sé. Lo que tiene Leo es que se puede acabar muchas veces, ¿te acordás?, ¡cómo Guzmán!, pero dejá esos tipos, esto me encanta, dale un poco más fuerte, más adentro, dame pija, ¡muuuucha pija!!! ¡por favor
Y entonces se la saqué y me acosté yo boca arriba, mi verga dura levantada vertical. La atraje y me montó, un muslo a cada lado de mi cuerpo, y se dejó caer sobre mí, enterrándose toda mi verga en su interior.

  • Si, si, así es mejor, claro, así, mmmm, si así…tenés razón, así es cómo más entra, la siento bien, bien adentro, pero vos también movete un poco, no me hagas hacer todo el trabajo a mí…
  • Bueno, me muevo, contame, ¿qué pasó que estamos por fin así?
  • No creo que sea solo que no querés vivir con él
  • No, claro que no, jajajaja, cómo me conocés Pedro. Así movete así, dale más adentro uffff así es increíble uffffff. Bueno es que conocí a un chico en el club, uno nuevo, amigo de Arturo. Estaba hablando con él hace unos días y me lo presentó. Me encanta este tipo, Pedro. Dijo Arturo que teníamos que jugar juntos por que nuestros juegos son buenos para el otro.
  • ¿Y jugaron?
  • Claro, Pedro, no sabés lo bueno que está. Es tan lindo cómo Arturo, pero más veterano y canchero.
  • ¿Y ya te lo cogiste?
  • Sos un hijo de puta, no, todavía no, es casado y tiene poco tiempo, pero ya estamos en eso. Tal vez mañana pueda, no sé. Tengo que despedir a Leo. ¿Te puedo preguntar algo?
  • Si, dale,
  • Si mañana paso la noche con Leo, ¿a vos, te va a molestar mucho? Me lo está pidiendo hace tiempo, y pensé que como despedida…, ¿no? Hasta me compró un baby doll increíble para eso, para dormir juntos.
  • No, no me molestaría.
  • Bueno entonces le voy a decir que vos mañana no vas a estar y que sería el día perfecto para dormir juntos. Que arregle él. Que vos no debés enterarte.
  • Bien, me parece bien, pero, ¿puedo ser malo?
  • Dale, sé malo. Ay, así, movete así, más hondo, más fuerte, ummmm ¡qué lindo que es contigo!
  • Lo que me gustaría que hicieras, es que salgas de tarde con el nuevo, el amigo de Arturo, y después te vas a dormir con Leo, sin lavarte, ¿qué te parece?
  • Realmente sos malo, jajaja, ¡qué hijo de puta! Si, estaría genial. Le puede dar algo si se da cuenta. Jajajjaa, ¡qué podrido sos! ¿Querés que haga que me chupe con la leche de Claudio adentro? Como la puta de mi amiga, que le daba a chupar al marido la leche de su amante le decía que estaba tan mojada por él. A Leo le puede dar un ataque si se da cuenta…jajajaja
  • Y contame, ¿cómo es ese baby doll?, ¿lo tenés acá?
  • Lo tengo sí, ¿querés que me lo ponga un poco?, pero no me lo ensucies eh! Es de Dior, original, ¡le debe haber costado un disparate!
Se levantó de la cama, sacó una caja del mueble del dormitorio y la abrió sobre la cama. Ya la caja era hermosa. Por dentro, estaba forrada y en su interior, envuelta por unos papeles finos, estaba una cosa muy bonita. Rosada y blanca, con partes rojas, era increíblemente delicado y femenino. No sabría describirlo. Cuando se lo puso tenía un efecto asombroso. La quise tirar en la cama vestida sólo con él, pero no me dejó. Me mostró que también tenía una tanguita haciendo juego.

No Pedro, no, vos sos muy bruto y lo vas a romper, ¿viste que divino que es? Me lo saco ya, no me vas a coger con él hoy. Dejalo que lo estrene él. Después lo traigo, para vos.

Se lo sacó y volvió a la cama.

  • Además, usado te va a gustar más, ¿no te parece? – me dijo al acostarse a mi lado, boca arriba, abriendo las piernas, dándome espacio para entrar, y mientras yo me subía, cubriéndola, agregó:

  • Pensando en vos, voy a hacer que me coja con él puesto, seguro que se mancha, con lo lechero que es Leo, -cuando me dijo eso se la metí, de un golpe, -uy, si así, metémela bien, cornudito mío, mmmm ¡cómo te va a gustar eso, te quiero tanto!


Terminamos lo que habíamos empezado en forma muy satisfactoria para los dos. Me acabé en su coño y luego se lo chupé hasta que se acabó ella. Nos dormimos abrazados, desnudos, como hacía tiempo que no hacíamos.

Al despertar en la mañana volvimos a follar, pero ella no quiso venirse, para juntar calenturas, me dijo, porque iba a tener un día muy movido. Si todo salía como habíamos pensado iba a follar con 2 hombres más, y por separado, de a uno.

Ya tenía adentro mi leche. Conociéndola bien, se iba a duchar lavándose superficialmente el coño, para tenerme todo el día adentro. Luego agregaría las demás, y mañana me las traería todas puestas, para mí goce. Me gusta sentir cuando la chupo el gusto de la leche madurada en su concha.

Y posiblemente no me deje cogerla. Va a estar muy cogida, tal vez algo dolorida, esa concha después de 3 vergas distintas en un solo día. Pero lo que suele hacer cuando sucede algo así es hacerme la paja mientras me cuenta cómo la cogieron, con lujo de detalles. A mí eso me encanta. Y yo después la beso, y la chupo, suavecito, para que ella se venga en mi boca. Ahí saboreo todo lo que me trae.

¡Qué morbosa, que puta! ¡Era divina!

A veces la extraño.
 
La esperé esa noche con una tanga de ella puesta, como le gustaba.

Elegía una roja, no muy chica, toda de encaje, que tenía un borde inferior alto, desnudando casi todo el culo.

No me toqué mucho porque sabía que si lo hacía iba a terminar soltando la leche, y quería guardarla para ella en la mañana. Para entretenerme un poco, me puse una verga de silicona en el culo para dormir. La disfruté. Me desperté a la mañana con una importante erección y con mi consolador aún en el culo.

Me fui a duchar y me saqué la silicona, volviendo a ponerme la misma tanga. Me cubrí con una bata y le di el desayuno a los chicos. Ellos se fueron al club, donde tenían actividad toda la mañana. Yo esperé a Fernanda.

Fue una larga espera. Llegó a las 11 de la mañana.

Con cara de cansada, sonriendo,sin maquillaje, de vaqueros y camisa. Traía la valijita con la ropa que había llevado para pasar la tarde y la noche con sus amantes. Me saludó con un beso muy cálido, de labios húmedos y lengua. Te adoro, me dijo, abrazándome, agregando que nunca iba a poder agradecerme todo lo feliz que la hacía, dejándola hacer lo que quiere.

  • ¿Pasaste bien entonces? -Pregunté.
  • No tenés una idea, un día soñado. Del despertar al otro despertar. ¿Y vos? ¿Cómo estás?
  • Yo estoy muy bien, con ganas de vos, todo el tiempo.
  • Pero no te acabaste, ¿no?
  • No, me aguanté, juntando leche toda la tarde y la noche.
  • Bueno, pero ahora vas a tener que dejarme descansar un rato, voy a dormir una siesta. Lo que Leo quería era coger toda la noche, no dormir conmigo, hahahaha. Me cogió no sé cuántas veces y por todos lados. Apenas dormimos. Quedé agotada… pero bien a gusto, eso sí. Ahora estoy dudando si echarlo o engañarlo sin que se entere. ¿Vos qué harías? Estuvo bueno engañarlo contigo y con Claudio hoy. Hacía tiempo que no gozaba tanto, ¡que no me daban una paliza de polla igual! No tenés idea cómo está mi amiga de allá abajo, ¡dolorida pero contenta! jajjajajja
  • ¿Con Leo? Engañalo, a vos te gusta cómo te coge, y él, por pedante, se lo merece. ¿Y Claudio?
  • Claudio es un queso, un tierno amoroso. También me cogió bien, pero nada de tirar cohetes. Dos veces y sin mucho adorno. Pero es muy dulce y suave, es casi cómo coger con otra mujer, solo que tiene una buena verga y la usa bien. Me llenó de leche. ¡Se la llevé a Leo!, y se dio cuenta de algo distinto. Me chupó y comentó que mojada que estaba, y que tenía un gusto distinto. Cómo mi amiga con su marido, le dije que era por cuanto me excitaba, ¡qué hija de puta, ¿no?! Y mientras, ¡él comía leche de pija de otro, sin saberlo!, hahahah. No cómo vos, que me la pedís…mirá que sos puto, ¿no mi amor?
Mientras se había desnudado, yo sólo debía sacarme la bata para quedar en tanga. Le encantó que la esperara así, con una de sus tangas, como a ella me pide.

  • Ummmm. Me encantaría eso, - le dije.
  • ¿Te gustaría que engañara a Leo? ¿Eh? ¿Eso te gustaría?, ¿verdad que sí?
Fue al baño y cuando salió vestía el baby doll ese espectacular, el que le regaló Leo. Sin la tanga. Desnuda bajo él, se transparentaba toda su piel y sus pezones.

Vamos a engañarlo con su babydoll puesto, vas a ver que está un poco sucio de leches y de sudor de ambos, pero eso a vos te gusta, ¿no?. Me cogió dos veces con él puesto. Con él, y en 4, dice que quedo divina.

Se acostó y me indicó que hiciera lo mismo a su lado.

Me sacó la polla dura del tanga, la agarró con la mano, con la habilidad de siempre, y la acariciaba, suave, masturbándome despacito.



  • Me encanta esto, contarte las guarradas que hice, darme cuenta que a vos te gusta, que las disfrutas conmigo. Me siento tan libre, tan feliz contigo, mi amor.
  • ¿Me vas a contar algo más?
  • Siiii, claro que te voy a contar, con detalles, ¡cómo te gusta! No sé si ahora, porque si te cuento te vas a acabar. Si no te cuento, ¿serás capaz de aguantarte hasta que me despierte? Tengo premio grande para vos, estoy muy, pero muy llena. Me chorrea la concha.
La besé, extendí la mano y la apoyé toda sobre su concha. Estaba muy mojada y sucia. Gordita de hinchada. Me pidió que fuera delicado, que le dolía un poco. Metí un dedo y era una cueva, abierta, caliente, llena de fluidos. Me llevé los dedos a la boca y los chupé, ¡delicioso! Fernanda me miraba, expectante, esperando mi respuesta. Yo también la miraba a sus ojos, que sonreían al mirarme, deseando ver mi reacción. Hice gesto de delicioso y le di un beso en la boca. Abrió la boca recibiendo toda mi lengua y su gusto. Nos besamos muy sucios.

Ahora me voy a dormir. Hacé lo mismo. Si me despierto primero te llamo, si te despertás vos, ¡no me despiertes! Dejame dormir, ¡vengo muy cogida!, mi putito cornudo, te quiero, dame otro beso.

Y se durmió. Me dejó con la tanga puesta y la verga dura. Feliz.

Después de este periodo de fidelidad, con su noviazgo con Leo, que tuvo Fernanda, ocurrió sólo una vez más algo parecido. Igual que ahora, tampoco quería coger conmigo ni con ninguno de sus amantes habituales.

Se había enamorado, me decía y estaba repensando toda su vida. Eso me dijo. Se había enamorado, o eso creía, de una mujer. Una chica que había conocido en una disco una noche de salida con las amigas. Bastante menor que ella, le llevaba 10 años. Muy bonita, también casada y liberal con sus favores sexuales, como mi Fernanda. Otro día cuento esta historia.

Yo no podía dormir.

Fernanda se había quedado dormida en su posición favorita, boca arriba, brazos abiertos a los lados. El babydoll se había arremangado por delante, exponiendo su cuerpo hasta el ombligo. Con los muslos algo separados, se exponía su coño. Éste se veía usado, incluso tenía un machucón de un lado. Le chorreaban todavía líquidos de su interior. Los labios de veían hinchados, y abiertos, no se juntaban en el medio.

En la cara interna de sus muslos se veían chorros blancos, secos. Seguramente de leche. Lo más probable que sean de Leo, que fue el último que la folló. Y además Leo, antes de follarla, le hizo una buena limpieza de coño, chupándose mi lefa y la de Claudio. Sin saberlo. ¡Qué divertido! El pedante del novio engañado, me encantaba. Pequeña venganza.

Leo se creyó que me iba a desplazar, a sacarme a Fernanda.

Yo estoy muy seguro de mi mujer y de su amor. No lo dudo, aunque se acueste con muchos tíos.

Tengo muy claro que a quien quiere es a mí.

Es una situación en la que se muestra claramente la diferencia entre amor y sexo. Lo habitual es que esto uno lo mencione en relación al hombre, no a la mujer. Pero, en realidad, ésta es igual que uno. Y, al igual que hay hombres que no necesitan ser infieles y otros que sí, lo mismo les ocurre a las mujeres.

Algunas no necesitan más de un hombre y otras sí. Y algunos disfrutan de éstas mujeres hipersexuales, cómo yo, que las reconocen, las aceptan y disfrutan junto con ellas sus necesidades y su sexualidad.

Pensando esto me quedé dormido. Cuando desperté Fernanda no estaba en la cama conmigo. Oí ruido en la cocina, y ahí estaba. Seguía vestida sólo con la lencería de lujo, regalo de Leo. Estaba divina, sentada en la mesa de la cocina, comiendo.

Perdoname, estoy muerta de hambre. ¿No me abrís una botella de vino de la heladera?

Siempre con su vino blanco helado. Desde luego, le abrí una botella y le serví una copa. Siempre en copa, también. A veces, si no estaba bien fría, le agregaba un cubito de hielo. Pero esto no se lo digas a nadie, me decía, riéndose.

Terminó de comer y tomando la segunda o tercera copa de vino, no sé cuántas llevaba, me invitó a volver al dormitorio. Yo seguía vestido sólo con su tanga.

Cómo un marido enamorado, (y cornudo, ya que yo era ambas cosas) la seguí, sabiendo que me dirigía a un polvo que iba a ser memorable. Se había cogido a dos tipos en el mismo día. Y me lo iba a contar mientras me follaba o me pajeaba.
 
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