@sandra81 Yo tengo una con mi cuñada tremenda:
Siempre tuve una buena relación con mi cuñada. No éramos amigos cercanos, pero había confianza. Era la esposa de mi hermano y siempre la vi como parte de la familia, sin dobles intenciones. Hasta aquel día.
Habíamos pasado el fin de semana en la casa de mis padres por una reunión familiar. Como vivía en otra ciudad, me quedé en la habitación de huéspedes. Mi hermano y su esposa se quedaron en otra habitación al fondo del pasillo.
Me desperté temprano, antes que los demás, y me metí a la ducha. Como no esperaba cruzarme con nadie a esa hora, salí solo con la toalla atada a la cintura. No era algo fuera de lo común, pero justo cuando llegaba a mi cuarto, ella apareció en el pasillo.
Nos quedamos de frente, sin tiempo de reaccionar.
Vi cómo sus ojos bajaban inconscientemente por mi torso, recorriéndome rápido antes de pestañear y apartar la mirada. Fue un instante, pero lo noté. No fue una mirada normal.
—Perdón… no pensé que hubiera alguien despierto —dijo con una sonrisa nerviosa.
—No pasa nada —respondí, sintiéndome más consciente de mi cuerpo de lo normal.
Ella se quedó unos segundos más, como si no supiera si seguir caminando o decir algo más. En su expresión había algo diferente. No era incomodidad, sino… algo más.
Un instante después, sonrió, pero esta vez su sonrisa fue distinta.
—Te dejo vestirte… —dijo, con un tono más ligero. Pero cuando pasó a mi lado, su mano rozó levemente mi brazo, lo suficiente para que mi piel se erizara.
No sé si fue intencional o no, pero en ese momento sentí la tensión en el aire.
Entré a mi cuarto y cerré la puerta. Me apoyé contra ella, soltando el aire que ni siquiera me di cuenta que había contenido. Mi cuerpo reaccionó al instante, y mi mente no podía dejar de repetir la imagen de su mirada recorriéndome, la manera en que su labio inferior tembló levemente cuando sus ojos bajaron.
Minutos después, mientras me vestía, escuché un leve golpe en la puerta.
Mi corazón se aceleró.
Abrí, y ahí estaba ella.
No dijo nada. Solo entró, cerró la puerta con cuidado y me miró de una manera que no dejaba lugar a dudas.
—Esto es una locura —susurró.
—Lo sé —respondí.
Pero ninguno de los dos hizo nada por detenerlo.
Y lo que empezó como un simple descuido, terminó en una de las mañanas más intensas de mi vida.