¿Cumpliste con la deuda que tu compañera de vagón te advirtió que tenías con ella?
¡Por supuesto! Ya digo que coincidíamos todas las tardes en el cercanías. A la tarde siguiente de contraer la deuda, entró en el vagón, pero pasó de largo y se sentó de espaldas, de manera que yo sólo veía su cabeza. Aquella tarde el vagón iba bastante más lleno, y yo casi no podía verla. Me extrañó su actitud, totalmente diferente a la de la tarde anterior. Hasta ya iba medio cachondo cuando cogí el tren, y aquella actitud me bajó todo de golpe. Y peor cuando, al ir a salir del tren, me giré y ni siquiera la vi.
Caminé hacia mi coche, un cacharro viejo de cuarta mano que me habían comprado mis padres. Cuando iba a abrir la puerta, alguien dijo a mi espalda:
-¿Tienes prisa?
Allí estaba, de pie, con un gesto pillo en su cara.
-Ni me has mirado...
-Soy una señora casada, tengo que ser discreta. Igual podría ser tu madre...
-No exageres...
-...Y en esta línea viaja gente que me conoce. De hecho, si me han visto bajarme aquí, estarán preguntándose por qué no me bajo en mi estación. En fin, a lo que vamos... ¿Vas a pagar tu deuda?
-Vivo en piso compartido...
-No creo que tus compañeros, o compañeras, me vayan a conocer. Además, intentaremos que no nos vean mucho, ¡no?
Me guiñó un ojo y se dirigió al asiento del copiloto. Durante el camino a mi piso, que se me hizo eterno, no hablamos. Yo escuchaba su respiración levemente agitada, revelando su excitación. Entramos rápido en mi cuarto. Vivía con otro chico y dos chicas, y me pareció oír a una de ellas en su cuarto, contiguo al mío.
Puse un dedo delante de los labios para indicar a mi amiga que no hiciera ruido. Ella respondió metiéndome la lengua hasta la campanilla y agarrándome el culo con la dos manos. Yo agarré el suyo, un buen culo, ya no firme, pero de buen tamaño. Ella echó mano de mi paquete.
-Menuda polla gastas, rey... -susurró mientras abría el pantalón y metía la mano bajo los calzoncillos, ansiosa.
Pero yo la frené.
-No, reina. Has venido a cobrarte tu deuda. Y eso voy a hacer. Después, ya veremos.
Aquello la desconcertó. La senté en la cama y me senté a su lado. Tenía el pelo moreno y rizado. Me recordaba a Raquel, una chica con la que follé durante la universidad, y que era una cachonda, y eso me ponía muy cachondo a mí. Mi amiga llevaba un vestido de verano, azul, cuya falda levanté con mi mano derecha hasta llegar a sus bragas, que ya estaban mojadas. La pajée por encima de las bragas. Ella hizo un par de intentos para que metiera mi mano dentro, pero me negué. Le ordené que actuase como si se lo estuviera haciendo en el tren, y ella logró contener los gemidos mordiéndose los labios. Cuando vi que estaba cerca del orgasmo, le susurré: "Si quieres que pare y consideras la deuda saldada, tendrás toda la polla que quieras..."
Ella asintió y yo quité la mano de su entrepierna. En menos de un segundo me había empujado sobre la cama y estaba montada sobre mí. Mi rabo iba a reventar, ella lo sacó, se separó las bragas a un lado y se montó sobre él. Iba tan empapada que se lo metió hasta la mitad de un tirón con un grito. Y la otra mitad al siguiente empujón con otro grito. Me cabalgó como si llevase un año con ganas de follar y no paró de gemir alto hasta que unos segundos después de que yo me corriese dentro de ella, soltó el squirt más abundante que he visto.
Cuando terminó de chorrear, se dejó caer a mi lado, riéndose y diciéndome lo bien que se lo estaba pasando.
-Me he corrido dentro...
-No te preocupes, rey. Ya te correrás en otras partes.
Me pidió que la llevase otra vez a la estación. Me ofrecí a llevarla a su casa. Ella me miró y me dijo que de momento había me mantener el misterio y la prudencia. En la estación me dio un pico tras asegurarse de que nadie nos veía, se bajó y se fue.
Cuando volví a casa, mi compañera me estaba esperando.
-Le has arreglado la tarde a la señora, ¿eh? Te voy a llamar follamaduras.
-¿No tendrás envidia?
-No follo niñatos.
-¡Las maduras tienen mejor gusto!