Espiando a Bea mirando al futuro. [Se ruega NO volver a escribir otro título todo en mayúsculas]

Nerea podrá haberle puesto los cuernos pero no tiene ninguna responsabilidad por lo que se hizo Javier.

Que te pongan los cuernos tampoco es el fin del mundo. Cuando despierte Javier debería ir a terapia intensiva, no vaya a ser que otra le haga lo mismo y quiera hacer la misma estupidez.
A ver. Responsabilidad seguramente no. Pero culpabilidad un poco.
 
Eso de Gianna con Carlos se veía venir por todo lo que le pasaba a Carlos cada vez que estaba cerca de ella y lo que sorprendió a Carlos es que cuando le dijo que desde hace muchos años que estaba enamorada de él, ella dio el paso final y lo besó, creo que eso va ser el detonante para que Carlos deje todo lo pasado en el pasado y vea que tiene un futuro con una mujer que realmente lo ama.
 
A ver. Responsabilidad seguramente no. Pero culpabilidad un poco.
Creo que lo que hizo Nerea con Claudio ayudó mucho a lo que Javier tomara la decisión de tratar de quitarse la vida, ella es culpable de eso, Javier se vio perdido ya que la mujer que amaba más que a su vida le hubiera sido infiel y lo peor es haberla visto con el micrófono en la boca, con eso ya tenía el panorama completo de lo que estaba pasando entre el amor de su vida y el hjdp.
 
Lo bueno de todo es que Carlos tomó una buena decisión al irse a Trabajar a Madrid y que le tocara una jefa muy buena y comprensiva y que había pasado algo parecido, me dio la impresión que Silvia sintió de alguna manera atracción por Carlinhos, y ella se mantuvo incólume para no involucrarse con compañeros de trabajo. (y)(y)(y)
 
Lo que vio Carlos fue muy fuerte, veremos lo que pasa.
Lo que vio Carlos y escuchó fue más que fuerte, constató que la mujer que amaba lo engañaba con dos hombres, se metió con el fotógrafo y con el profesor de baile, al que le permitía cosas que a Carlos no y el lo escuchó todo y vio. Cómo perdonar eso, por más amor que tuviera eso no se perdona, quizás en el tiempo.
 
Cristina se puso en contacto conmigo para que participara en el homenaje al relato de ESPIANDO A BEA de Randor, tengo que reconocer que tuve muchas dudas, pero al final acepte. Ha sido un reto para mí, este relato ha sacado a relucir dudas e inseguridades, pero creo que he conseguido llevarlo a buen puerto, también quiero agradecer a Cristina (Estrella de las nieves) todo lo que me ha ayudado con la ortografía y la gramática de mi relato también dándome ánimos en los momentos de bajón, espero que disfrutéis de este relato tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.

ESPIANDO A BEA MIRANDO AL FUTURO

1-Empezar de cero.


Estaba a punto de salir de mi propia casa cuando me lo pensé dos veces, ¿por qué debería salir yo como un ladrón en medio de la noche? Durante todas las horas que me pasé escondido, llegué a pensar que me había comportado como un cobarde; aunque, en el fondo, me quería excusar diciendo que lo que deseaba era comprobar si Bea sería capaz de llegar hasta el final. Y, sin embargo, la realidad era incuestionable, ya había traspasado las líneas rojas hacía unas cuantas horas.

Esa noche aprendí una lección que nunca podría olvidar pues se me quedo grabada a fuego, si quieres que una pareja siga siendo una pareja tiene que ser cosa de dos. En eso soy tan culpable como ella, me pregunto si seré capaz de perdonarme a mi mismo. Tenía una mujer de bandera a mi lado, me amaba, de eso no tenía ninguna duda, lo estropeé, eso es innegable, ella no quería participar en estos juegos, no estaba segura; yo, sin embargo, sí lo estaba. Demostré ser un necio, una mujer como Bea había decidido compartir su vida solo conmigo y la lance a los brazos de esos hombres.

Cada día arriesgaba más, con retos más arriesgados, a los que ella en principio se resistía pero a los que yo empujaba, y el último fue una escalada sin cuerda. Un mal paso y te precipitabas al vacío, ahora mismo me encontraba cayendo, una caída que parecía no tener fin. Subestimé a Quique, estaba tan seguro que nuestro amor era a prueba de todo, que me lo jugué a una carta, dicen que la banca siempre gana y se volvía a demostrar. Los sonidos que me llegaban del cuarto de invitados eran el hilo musical de mi derrota.

Tenía las fotos de mi futura ex en la mano, esas fotografías ya no me pertenecían, yo era culpable de iniciar el camino que le había traído a este instante donde se encontraba siendo penetrada por el profesor de baile, la decisión de follar con él fue de ella, en eso yo no tenía ninguna responsabilidad. El sobre con la dedicatoria me quemaba en la mano, busque un bolígrafo, tache mi nombre poniendo el de Quique en su lugar.

Tenía una oferta de trabajo en Madrid, difícil de rechazar, a la que di largas en su momento, de haber estado sin pareja la habría aceptado sobre la marcha, pero eso significaría separarme de Bea durante meses y solo vernos los fines de semana, en vacaciones o en los puentes que se fueran dando durante el año, y a eso me resistía. Esta relación se convertiría en algo inviable, ya no tenía ninguna excusa para no aceptarla. Solo quedaba una cosa por hacer, romper el único lazo que me retenía aquí.

Romper ese lazo era la decisión más dura que había tomado en mi vida, no podría volver a confiar en ella. Cada viaje se convertiría en un infierno, eso destruiría nuestra relación y mi trabajo, sin confianza no hay relación. Había llegado el momento, tomé una bocanada de aire y miré al frente, empezando a caminar hacia la habitación de invitados. No quería ver lo que allí estaba ocurriendo pero era inevitable pasar por ese lacerante momento.

Por cada paso, los sonidos eran más claros, la mujer que amaba estaba disfrutando como nunca lo hizo conmigo, llegue al umbral de la puerta. Quique seguía sobre ella haciendo que ella aullase con cada penetración, no tenía ninguna gana de seguir viendo esto, tire el sobre y las fotos sobre ellos.

Quique al notar que algo golpeo su espalda, saco su polla de aquel húmedo coño, y miró hacia atrás. El reflejo de sus ojos era del absoluto triunfador, él sabía de nuestro juego y lo supo usar en su favor. Las cartas estaban marcadas, teníamos las de perder, estaba claro que yo jugaba con desventaja. Bea, al menos, saco algo a su favor, probó una de esas pollas que tanto la obsesionaban últimamente. Su rostro era todo un poema, si llega a ponerse más blanca se mimetizaría con las sabanas.

Era incapaz de mirarme a los ojos, del blanco paso al rojo por la vergüenza, estoy seguro de que era la última persona, que en ese momento, que quería ver allí. Eso que no sabía todo lo que había visto en esa fatídica noche, qué más daba, la había pillado con las manos en la masa. No había excusas ni cabían explicaciones, todo era claro como el agua.

Bea intentó decir algo, pero mi cara le dejó claro que lo sabía todo. Cogió el sobre con sus manos y leyó la dedicatoria, sus diques cedieron. Lágrimas como puños de grandes empezaron a descender por su precioso rostro, no me gustaba verla de ese modo, me había traicionado, y seguramente, en el futuro, me volvería a traicionar, lo peor era que mi corazón seguía amándola pero mi razón me decía que esto estaba muerto y decidí hacer caso a la razón.

• Carlos yo…

• Déjalo, Bea, lo he presenciado con mis propios ojos, no puedes hacer nada que cambie eso.

Miró al sobre donde mi nombre estaba tachado, en su lugar se encontraba el del profesor de baile, éste seguía de pie exhibiendo su polla con una sonrisa de triunfador. El que fue el amor de mi vida hasta esa noche lloró cuando entendió el significado del cambio de nombre.

• Yo te quiero a ti, Carlos – lloraba con tanta amargura que estuvo a punto de ablandar mi corazón, pero me contuve.

• Me amaste, de eso no tengo ninguna duda, pero ya no; esta noche has emprendido un camino al que no puedo seguirte – estaba sorprendido de lo calmado que estaba.

El sobre temblaba en las manos de Bea, Quique no se movió ni un centímetro, si la mujer que tenía al lado le hubiera importado un poquito, ahora estaría abrazándole; sin embargo, él prefería intentar burlarse de mí. Ya no me sentía humillado, estaba vació, una parte muy importante de mi alma se desvaneció esa noche y no había vuelta atrás.

Me di media vuelta, empecé a caminar, una voz me detuvo, era su voz, una voz acongojada por el dolor que estaba sintiendo, esta mañana tenía que ser especial para los dos, y en verdad, lo estaba siendo, pero en el peor sentido de la palabra.

• ¡No me dejes, por favor! – no quise mirarla, sabía que mi armadura terminaría por desquebrajarse.

• No puedo dejar a una persona que ya me había dejado antes a mí.

• ¡¡¡Carlos!!!

• Espero que salgas de esta casa y te lleves tus cosas, tiene unos días, todavía no sé que voy a hacer con ella, tal vez la venda o tal vez la queme.

Esas fueron mis últimas palabras, me dirigí hacia la salida con paso firme, ese llanto lleno de dolor hacía que mi alma llorase, pero la decisión estaba tomada. Abrí la puerta de salida sin mirar atrás y me dirigí hacia el Jeep, una vez que arranqué, no sabía a donde ir, lo único que sabía era que necesitaba conducir para lograr sacar esa ira que me consumía segundo a segundo.

Algunas personas dicen que es mejor haber amado y haber perdido, que jamás haber sentido lo que es el amor, eso lo decían porque no sentían el profundo dolor que estaba sintiendo. En un momento llevé mi mano hacia el pecho, notaba como si algo me perforara e intentara arrancarme el corazón. Tal vez debería, de esa manera dejaría de sufrir.

Los kilómetros iban pasando, conducir siempre me había relajado, en esta ocasión por lo menos hizo que mis malos pensamientos desaparecieran momentáneamente, pise el freno y paré. El último tramo lo conduje con los ojos cerrados y una sonrisa, llamadme estupido, solo me venían a la mente los buenos momentos que pasé junto a mi preciosa rubia. Abrí los ojos, me encontraba en un mirador. En él fue donde le pedí salir.

Recuerdo esa tarde, como si fuera ayer, cuando me empecé a preparar y repetía, una y otra vez, el discurso que le iba a soltar a Bea. Me miré al espejo, estaba guapo, pero comparado con ella yo parecía el patito feo. Golpee mi rostro con mis dos manos, para darme ánimos, después de salir de casa pasaría por la floristería de Dolores, una vecina y amiga de mi madre.

Jamás había comprado flores, mi vecina era una experta y de seguro me ayudaría a elegir el mejor de los ramos, para mi futura novia, Cuando entré en la floristería, Dolores se extrañó pues no lo había hecho nunca.

• ¿Cómo tú por aquí Carlos?

• Quería un ramo para una chica – me salió hasta un gallo de lo nervioso que estaba.

• ¿Para una chica, eh?

• Si se llama Bea y es una preciosidad.

• ¿Cuáles son sus flores preferidas?

No tuve que pensarlo mucho, los tulipanes, desde que estuvo en holanda por su trabajo, volvió enamorada de esa flor.

• Le encantan los tulipanes – dije con una sonrisa en la boca.

• Tiene buen gusto, no la dejes escapar – me puse más rojo que las rosas que adornaban la floristería.

Mi vecina preparó el ramo con sumo cuidado, eligiendo sus mejores tulipanes, cuando lo tuvo preparado me lo dio. No quiso cobrarme nada y me deseó mucha suerte, con ese ramo, seguro que no la necesitaba. Monté en el coche, poniéndome en marcha hacia el día más feliz de mi vida o el agujero más profundo del infierno, si era rechazado.

Cuando llegué, Bea ya se encontraba esperándome, apoyada a la valla; llevaba un vestido de color azul con un generoso escote, y la falda hasta la rodilla. Estaba, cómo decirlo, increíble. Mis manos temblaban tanto que el ramo estuvo a puntito de acabar en el suelo, por suerte para mí, esa mujer de cabellos dorados como el sol, se movió rápido y pudo cogerlo.

Olió el ramo, la cara que puso no se puede explicar con palabras, mi corazón empezó a palpitar con tal intensidad que creí que me daba un infarto. Estaba preparado para declararme, pero no me salió ninguna de las palabras. Tanto ensayar y en el último memento mi garganta sé cerro aprisionando ese discurso que me haría el hombre más feliz del mundo si ella aceptaba.

Bea, sabía lo que pretendía, mirándome a los ojos con los suyos anegados en lágrimas, me dijo que sí. Grite a pleno pulmón, creo que se enteraron de punta a punta de la ciudad que el ángel rubio, como se le conocía, había decidido salir conmigo.

Dentro del coche sonreía recordando todo aquello, la noche era fresca, y aun así, no tenía frió, salí del Jeep. Camine hasta el barandado, copié la postura que tenía ella aquel día y durante un instante me sentí feliz, todo lo ocurrido la noche anterior era un mal sueño y estaba a punto de despertarme para volver junto a ella.

La magia se rompió cuando abrí los ojos y supe que aquella vida feliz había saltado por los aires, mi única salida era tirar para adelante y para eso tenía que viajar a Madrid. Ciudad nueva, trabajo nuevo, así, con un poco de suerte el dolor también desaparecería. Cerca del mirador había un pequeño hotel familiar, lo construyeron reformando un antiguo caserón. La verdad es que era muy bonito y acogedor, cogí una habitación, tenía la intención de descansar.

Solo conseguí dormir un par de horas, llené la bañera de agua tibia y me sumergí en ella, no sé cuanto tiempo estuve allí, pero la verdad que el cansancio y el dolor muscular desaparecieron. Fui al comedor, ese hotel tenía fama de hacer una de las mejores comidas caseras de la ciudad, tengo que decir que así era, cogí una de las tarjetas, en un futuro volvería allí aunque solo fuera a comer.

Ya estaba preparado para emprender el viaje hacia mi nueva vida, me preguntaba qué me depararía el futuro. El puesto de trabajo era realmente bueno, ese no sería ningún problema, ellos me ponían una casa cerca de la empresa que me permitiría poder ir haciendo ejercicio y no gastar tanta gasolina, ese tampoco sería un problema. El problema venía porque seguía enamorado de una mujer que no me guardó ni un mínimo de respeto y parecía que no tenía visos de que eso fuera a cambiar a corto plazo. Seguía autoconvenciéndome y autoengañándome.

Me comprometería con el trabajo, todavía me tenía que poner al día, de muchísimas cosas, me asignarían a un proyecto que llevaba tiempo en marcha, el tiempo que necesitaría para ponerme al día, me vendría bien para no pensar en ella. Esa era la idea, ¿me saldría bien?, pronto tendría respuesta para esa pregunta y mil más que habrían de surgir ante mi baja autoestima.

Para cuando me di cuenta estaba entrando en la ciudad de Madrid, parecía mentira que no hacía veinticuatro horas viajaba en dirección contraria, lleno de ilusión y felicidad y ahora volvía a entrar decepcionado y lleno de amargura. Dicen que el tiempo, todo lo cura, pondría a prueba esa frase.

Había quedado con Silvia, dueña de la empresa y mi jefa directa, ella misma sería la que me haría un tour, además de presentarme a mis nuevos compañeros. Silvia era una mujer rubia, muy guapa, era mayor que yo, pero tenía un cuerpo cincelado a base de gimnasio. A primera vista aparentaba mínimo diez años menos de los que tenía, lo que más me impresiono de ella y, por lo que me decanté en aceptar el puesto, es por su impresionante currículum, no estaría errado si dijera que era una de las mejores del mundo en su campo.

En mi anterior empresa no tenía forma humana de conseguir un ascenso, esos ya estaban adjudicados a dedo, eran para los hijos, sobrinos y demás familia de los jefes, aunque ninguno tuviera ni estudios, menos aún experiencia y capacidad para afrontar la exigencia de un puesto de tal envergadura. Llegue al hotel donde me hospedé hacía veinticuatro horas y volví a pedir una habitación, no tenía tiempo de descansar, me asee y después de sacar mi traje del porta trajes, vi que estaba impecable.

Es increíble lo que cambia uno después de una buena ducha y un afeitado, ya estaba preparado para dirigirme a empezar mi nueva vida. Silvia me consiguió un aparcamiento provisional, hasta que me adjudicaran el que me correspondía. Según me acercaba cada vez estaba más nervioso, lo que más valoraba de una empresa era el ambiente de trabajo, para mí era más importante incluso que el sueldo.

Por fin llegué, mi jefa me esperaba en la entrada, paré el Jeep.

• Deja el coche en este aparcamiento, el guarda ya está avisado, te dejará pasar.

No solo era hermosa, su sola presencia infundía respeto, si alguno se pasaba de listo, estaba seguro de que no le temblaría el pulso a la hora de ponerlo en su sitio o, llegado el caso, de patitas en la calle. Como me dijo, pasé sin problemas, camine hasta la entrada y salude a la que iba a ser mi mentora desde ese momento.

• Buenos días, señora – dije mientras le daba la mano, lo de señora no sé si fue una buena idea.

• Buenos días a ti también, ja, ja, ja cada vez que escucho lo de señora me hace sentir mayor.

• Lo siento yo…

• No se preocupe, ahora le enseñaré toda la empresa sección por sección y dejaremos a sus nuevos compañeros de proyecto para el final, ¿le parece bien?

• Me parece perfecto.

Entré detrás de ella, tenía unos andares felinos, era una mujer hermosa y ella lo sabía, por lo que a bien seguro, sacaba partido de ello, también me di cuenta de que lo que ella más valoraba era la inteligencia y el compromiso. De eso tenía de sobra, según llegamos a la primera planta sentí una sensación como de estar en zona de guerra. No lo percibí de todo el mundo, pero muchos de ellos me miraban como si quisiera quitarles el puesto de trabajo, lo peor de todo es que éste ni siquiera era mi departamento.

Cuando llegáramos al mío, sentí la necesidad de salir corriendo en dirección contraria, gracias a ese pensamiento esboce una pequeña sonrisa que no paso desapercibida para mi nueva jefa.

• ¿Qué ha visto para que esa sonrisa le apareciera en el rostro?

• No es lo que he visto, sino lo que he sentido.

• ¿Qué es lo que ha sentido entonces?

• Que estoy en zona de guerra.

Empezó a reírse a mandíbula partida, incluso se le saltaron las lágrimas, me dijo que a ella le solía pasar lo mismo, solo que todos los días, y siempre se había preguntado si era la única. Terminamos riendo los dos, las risas se cortaron cuando llegamos a la cuarta planta. Esta sería la mía por lo que la tensión se podía cortar con un cuchillo. Mientras las mujeres me recibieron cordialmente, en los hombres note una agresividad escondida detrás de una falsa sonrisa. Silvia también lo noto, fui consciente por la mirada que echo a dos de ellos, después de eso la tensión fue disminuyendo.

A media mañana, ya Pude echar un vistazo al proyecto y valorarlo, era muy bueno, tenían unas ideas magníficas, lo que no conseguían era materializarlas con éxito. Para eso estaba yo allí, mi especialidad era el diseño, con esas ideas tan bien estructuradas me sería mucho más fácil hacerlos para que ese proyecto pareciera interesante y fresco a ojos de posibles clientes.

Me puse manos a la obra en cuanto llegué, mantenerme ocupado era lo único que impedía que volviera a pensar en Bea. Al entrar el último en un proyecto que estaba avanzadísimo, me costaría ponerme al día y que los demás me aceptaran, eso significaba más horas de trabajo, pero también más horas concentrado dejando de lado lo mal que me sentía por la ruptura.

Durante las horas de trabajo conseguía evadirme, al final todos mis compañeros resultaron ser buena gente y me ayudaban en todo lo que podían, yo exponía mis ideas sobre el diseño, ese gesto les gustó. Empecé a pasar noches enteras en mi despacho pues me resultaba más fácil estar allí que en la habitación del hotel mirando al techo y preguntándome si la que fue el amor de mi vida, lo estaría pasando tan mal como yo.

Luego estaba lo de Javi, al final decidí llamarlo y quedar con él en Madrid, prefería contárselo en persona, para que viera con sus propios ojos las pruebas que recopile durante toda esa fatídica madrugada, serian las diez de la noche cuando me tome un descanso y decidí llamarlo.

• Hombre, desaparecido, ¿al final has aceptado la oferta verdad?

• Así es, pero no te he llamado para hablar de eso.

• Carlos, me coges en mal momento, me dirijo al aeropuerto pues me mandan durante esta semana a Barcelona, qué te parece si el viernes te llamo, me pido unos días libres y me paso por Madrid, así podremos vernos y hablar tranquilamente.

• Me parece muy bien, Javi.

• Te noto raro, cuando nos veamos ya puedes contarme que ha pasado para que cortaras tan repentinamente con Bea, aquí nadie suelta prenda.

• No te preocupes, el día que nos veamos te lo contaré con pelos y señales.

Javi me colgó, estaba llegando al aeropuerto, deje el móvil sobre la mesa. Sabía lo duro que seria para él lo de Nerea, pero tenía que saber la verdad, era un buen hombre que no se merecía que lo engañaran de esa manera. Me fui a la sala de descanso y me hice un café, tenían una cafetera de esas italianas, no tendría que volver a tomar un café de máquina nunca más.

Fue una semana intensa, los primeros bocetos de los diseños les encantaron a mis compañeros, también pude ver que mi jefa estaba emocionada por los resultados. Yo seguía pasando las noches en mi oficina, cuando paraba de trabajar, lloraba en soledad cubierto por un manto de oscuridad que me proporcionaba la noche. El viernes decidí volver a mi habitación del hotel, como en mi oficina tenía baño con ducha, solo pasaba por el hotel para coger ropa o mandarla a la tintorería. Apenas dormí esa noche, me tomé un par de whiskys que empeoraron más las cosas. Cuando La luz del sol empezó a entrar por la ventana, decidí ducharme y salir a correr un poco por el parque del retiro. A esas horas de la mañana no me encontré con muchas personas, Javi no se había puesto en contacto conmigo.

La verdad es que no hice caso al móvil en toda la semana, Bea seguía mandando mensajes y no tenía ganas de leerlos, pero algo me decía que los últimos que me habían llegado eran importantes, los abrí, terminé de rodillas mirando el móvil mientras las manos me temblaban. En el último mensaje Bea me avisaba de que Javi había intentado suicidarse, lo habían ingresado muy grabe, estaba en coma.

Javi era una persona muy alegre y positiva, si había decidido tomar ese camino era porque había sido testigo de algo que lo quebró por completo, había llegado tarde. Hablaría con mi jefa, me tomaría unos días libres, volvería a mi antigua ciudad para cuidar de mi amigo, lo que me aterraba era que la que fue mi ángel rubio también estuviera allí.

Continuará.
Desvirtuandome del relato. ¿Alguien ha sabido algo de Cristina? ¿Elmocho? Entre otros usuarios que siempre estaban apoyando y aportando a la comunidad.
 
ESPIANDO A BEA MIRANDO AL FUTURO 6

6- Mirando al futuro


¿Quería a Gianna, con toda mi alma?, ¿la amaba?, no lo sabía y era lo que tenía que averiguar. Además, jamás había sido un hombre celoso, siempre me había excitado ver a mi novia bailar con otros hombres; sin embargo, esta vez al ver a Gianna bailando con toda la inocencia del mundo, algo se removió dentro de mí. Aquella noche en la que descubrí la traición de mi novia, algo se rompió en mi interior y más me valía averiguar que es lo que era, si no, no podría tener una relación con esta preciosa pelirroja que me miraba con unos ojitos que derretían mi alma.

Con todo el dolor de mi corazón, la aparté de mí, la expresión de Gianna cambio, paso a ser una expresión de confusión y cierta desilusión.

• ¿Va todo bien Carlos?, sé que el beso te ha gustado, eso lo he sentido.

• Claro que me ha gustado, Gianna.

• ¿Entonces?

• Cuando tú y yo comencemos una relación, quiero que te sientas orgullosa de mí, que tengas la mejor versión de mí, no la persona que soy ahora – esas palabras nos estaban haciendo daño a los dos, pero tenía que ser sincero, no estaba preparado para darle lo que ella quería.

• Carlos, eso no me importa, solo quiero estar contigo.

• Gianna, no he sentido celos en mi vida hasta esta noche, no quiero convertirme en uno de esos hombres que atan en corto a sus parejas, que no quieren que salgan con sus amigas, que se ponen celosos porque otros hombres les miran, no sé que paso aquella noche, pero algo se rompió dentro de mí y tengo que arreglarlo para hacerte la mujer más feliz del mundo.

Gianna apoyo su carita en mi pecho empezando a llorar, esos llantos me estaban matando por dentro, pero tenía que ser sincero con ella, y sobre todo conmigo mismo. Sé que Gianna comprendía perfectamente lo que le estaba diciendo aunque también es lógico entender que le costara aceptarlo. Sabía que era muy duro tener por fin lo que llevas años esperando y ver como se te escapa entre los dedos.

Sabía que me arriesgaba a perderla, pues no sabía cuanto tardaría en volver a ser lo que era antes de haber vivido tan dura experiencia. Gianna se separó de mí con lágrimas en sus ojos, su mirada era triste, pero llena de comprensión, puso su mano en mi pecho y me dijo adiós. Se dio media vuelta y fue directa a la salida, me quede petrificado. Silvia miraba desde la lejanía, cuando por fin reaccione, me puse en marcha con la intención de alcanzarla.

Mi jefa me lo impidió.

• Has hecho lo correcto, Carlos, no lo estropees ahora.

• ¡Se va Silvia!, ¿y si la pierdo?

• ¡La perderás si no eres capaz de averiguar lo que está roto dentro de ti!

• ¿Cómo lo hago?

• Toma esta tarjeta, es una muy buena psicóloga, me ayudo mucho en el pasado, llámala.

Silvia lo veía todo desde fuera, tenía una visión más amplia de lo que ocurría por lo que decidí hacerle caso, estuve un rato con ella hasta que la fiesta dejo de ser divertida sin la presencia de Gianna. En los meses que habían pasado se había convertido en la persona más importante de mi vida, tal vez más de lo que nunca fue Bea para mí. Decidí ir a casa. Quería despedirme de ella, verla una vez más, para cuando llegue ya se había ido.

Sobre la mesa de mi salón había una nota escrita por ella.

Querido Carlos

Entiendo perfectamente lo que me has querido expresar, no negaré que para mí ha sido un jarro de agua fría, pero sé que lo has hecho por el bien de los dos. No me voy porque esté enfadada, me voy porque he entendido que este camino lo tienes que recorrer solo. Te prometo que yo estaré esperándote al final del mismo para agarrarte la mano y no soltarla nunca más.

Te quiero y siempre te querré. Tú soluciona esos problemas que te atosigan y vuelve a mis brazos. Yo te prometo que te amararé más de lo que lo hago ahora y te hare el hombre más feliz del mundo.

Aquí dejaré marcados mis labios, unos labios que te esperan llenos de pasión.

Te ama Gianna.


En la carta estaban marcados los labios de Gianna, lloré como un loco con la carta de mi preciosa pelirroja en las manos. Cuando me calme llame a mi jefa, esta me tranquilizo diciendo que Gianna pasaría la noche en su casa y al día siguiente volvería a Milán. También me dijo que no se me ocurriera aparecer, ahora tenía que ser fuerte y arreglar todos los traumas que se crearon dentro de mí esa fatídica noche.

Sentado en el sofá, saque la cartera y de ella la tarjeta que me había dado Silvia, al día siguiente llamaría para pedir cita. Por primera vez desde que rompí con Bea tenía algo por lo que luchar y me dejaría la piel para conseguir solucionar todo lo que estaba roto dentro de mí. Esa noche no dormí nada, no podía quitarme de la cabeza como lo estaría pasando Gianna por mi culpa.

En cuanto vi los primeros rayos del sol entrar por la ventana, me levante de la cama, me metí en la ducha y estuve en ella bastante tiempo, el agua siempre me había calmado. Desayune fuerte y me prepare para ir al trabajo. Desde la oficina llamaría a la doctora para concertar cita y empezar lo antes posible mi recuperación.

Al llamarla me contesto una mujer muy amable y después de pedirme algunos datos me dio cita para el día siguiente a la tarde. De repente me puse nervioso, nunca había ido a un psicólogo, tenía que admitir que me daba algo de miedo y mucha vergüenza abrir mi vida y mis sentimientos a un extraño, pero Gianna se merecía el mejor de mis esfuerzos y estaba dispuesto a dárselo.

El día transcurrió como cualquier otro, mucho trabajo y poco tiempo, incluso para comer, la verdad me vino bien para mantener mi cabeza ocupada con otras cosas y no estar pensando en como me iría la cita con la doctora, a media mañana se pasó mi jefa para decirme que Gianna ya había embarcado para volver a Milán y me decía que ya me echaba de menos, no sabría decir como me sentía, por una parte, estaba aliviado al comprobar que lo había entendido y estaba dispuesta a ayudarme en todo lo que pudiera, pero, por otra parte, me entristecía la posibilidad de haber hecho daño a una persona que había hecho tanto durante esos meses para que mi ánimo mejorara, además que mis sentimientos por ella cada día eran más fuertes.

Por fin llego la hora que había concertado con la doctora, llegue a su consulta, espere en una pequeña habitación. Cogí una de las revistas para ver si con eso calmaba mis nervios. No dio resultado, cada vez estaba más inquieto y estos llegaron a su parangón cuando la puerta de su consulta se abrió para darme paso.

La doctora era una mujer de mediana edad, cabello castaño, gafas de pasta que le daban un aire de seriedad y sobriedad, vestía ropa elegante pero cómoda. Me hizo sentarme frente a ella, y me empezó a hacer una serie de preguntas que me resultaron interminables. Después de eso entremos propiamente en materia, pensé que me costaría más, pero la verdad es que resultó todo mucho más cómodo de lo que me esperaba.

No sé cómo lo hizo, después de la primera sesión, al salir por la puerta me sentí mejor y eso que tuve que volver a revivir escenas que prefería haber borrado de mi mente, teníamos sesiones una vez a la semana. En ella fuimos desgranando todos los traumas que me atormentaban, me hizo ver que pequé de exceso de confianza, pensé que ningún hombre podría interponerse entre Bea y yo, en ese momento me avergonzó reconocer lo equivocado que estaba.

Esa falsa seguridad en mi mismo me hizo empezar un juego para el que no estábamos preparados, siendo mi mayor torpeza el haber introducido en nuestros placeres de cama a alguien como Quique, un hombre acostumbrado a este tipo de juegos. Fui incapaz de ver como mientras yo creía tenerlo todo controlado, él ya había conseguido meterse en medio de nuestra relación.

Otra cosa que me hizo ver era que nuestra disposición no era del todo sana. Mientras con él aquella noche se mostró cariñosa, cercana e incluso sumisa, conmigo era arisca en muchas ocasiones y se enfadaba por todo. Hoy, reconozco, que yo estaba ciego por ella e ignoraba todo aquello que se estaba fraguando en mi entorno.

• Doctora, ¿cree que Bea no me amaba?

• No sabría decirle, al no haber hablado con ella carezco de esos datos, pero de lo que estoy segura es que usted idealizó esa relación y esos juegos de cama, girando el rostro a la realidad.

Yo era un hombre corriente que salía con una mujer que parecía haber sido cincelada por el mismo Miguel Ángel, lo quise ver todo perfecto y tapaba las posibles grietas con cinta americana en vez de intentar arreglarlas como era debido, sobre todo con más comunicación. Tal vez por miedo a ver la realidad y que ésta no me gustara nada, esa noche tuve que mirar a aquella verdad directamente a la cara, y lo que vi me hundió en la miseria destruyendo mi aparente fuerte autoestima.

Digo aparentemente, porque al final la doctora me demostró que mi falta de autoestima venía de lejos, Bea me dio una falsa sensación de seguridad. En cada sesión veía que nos amábamos, pero lo hacíamos mal; ella se cayó sus verdaderos anhelos hasta aquella noche que pudo verlos cumplidos, pensando que yo estaría lejos y no seria testigo de la verdad. Entre sesión y sesión y el trabajo ya habían pasado un par de meses, volví a viajar a Madrid para ver como se encontraba mi amigo. Cuando llegue sus padres estaban eufóricos, por lo que se veía en los últimos días había experimentado una gran mejoría, a los médicos se les veía más esperanzados. Eso no zafo de todas las preocupaciones a ese pobre matrimonio, se habían dado cuenta del distanciamiento entre su hija y yo. No podía cargarles con más preocupaciones, en un momento que vinieron para lavar a Javi, me los lleve a una sala de espera y les conté todo.

Bueno, todo no, lo que hablaba con la doctora, eso me lo guardaba para mí, les dije que estaba dispuesto a hacer feliz a su hija, pero para eso primero tenía que curarme yo. Me sonrieron, pero lo que más me impactó fue ver al padre de Javi levantarse y darme un abrazo, me llego muy adentro y no pude evitar ponerme a llorar como un niño. Hablaba con Gianna casi todos los días, no le contaba nuestras sesiones, pero si las conclusiones a las que yo había llegado.

Gianna se ponía muy contenta al saber que cada día estaba más cerca de poder cumplir su anhelo, empezar una relación con el hombre al que había amado en silencio durante tantos años.

MILÁN

• Tienes unas oficinas muy bonitas, Gianna.

• ¿A qué debemos el placer de tu visita?

• He venido a acerté una oferta y a cotillear el último número antes que nadie.

• ¿Qué oferta?

• ¿Es verdad lo que le dijiste a Carlos?, ¿qué necesitabais capital?

• Sí, la revista va bien, pero el alquiler es alto y casi todo el dinero se va en él.

• Qué te parece si nos hacemos socias, las dos plantas por encima de mis oficinas están vacías, llenándose de polvo, podríais trasladaros allí y así podrías estar más cerca de tu chiquitín.

• ¿Esto es en serio?

• Totalmente, de esa manera me aseguro no perder uno de los pocos placeres que me quedan en la vida, ¿aceptáis?

• Sí, claro, además el alquiler vence en dos semanas y seguro que nos lo subirían más.

• Se te ve muy contenta, Gianna, veo que ya sabes de los progresos de tu chiquitín.

• Últimamente, hablamos casi todos los días y me tiene informada de todo.

• ¿Cuánto necesitaréis para trasladaros allí?

• Un mes o mes y pico – dijo una Gianna eufórica. Carlos estaba mejorando, pero ella tenía miedo de perder su revista y con ella todas sus ilusiones, todo su trabajo, y eso ya estaba asegurado.

• Muy bien, tendré todo listo para entonces, ¿podría llevarme esto?, es para el viaje de vuelta.

• Pero sin enseñárselo a nadie que todavía no ha salido a la venta.

• Soy una tumba.

DE VUELTA EN MADRID

Cuando salí de la consulta, encendí el móvil y lo tenía lleno de llamadas perdidas, de los padres de Javi, de Gianna. Me acojoné, de verdad, al encender mis datos me empezaron a llegar interminables mensajes de WhatsApp. Cliqué, el primero, con mucho miedo, temía que al final Javi no lo hubiera superado, pero no fue así, sino todo lo contrario, había despertado; el maldito había luchado, consiguiendo salir de ese coma que lo tenía apresado entre la vida y la muerte. Se lo dije a mi jefa y me dispuse a montarme en mi Jeep para ir corriendo a ver a mi amigo. Llegue en tiempo récord, estaba seguro que pronto me llegaría alguna multa de tráfico, pero eso era lo que menos me preocupaba en ese momento. Aparque a mi chiquitín y me dispuse a entrar en el hospital.

Estaba muy nervioso, por una parte, tenía ganas de ver a mi amigo despierto y por otra temía la reacción que podía tener Gianna, después de tanto tiempo sin vernos. Cuando el ascensor llegó y la puerta se abrió, allí estaba ella, al lado de sus padres hablando con uno de los doctores, bestia, unos vaqueros y una blusa de color blanco, tenía el pelo de un brillante color cobrizo recogido en un moño y estaba sin maquillar. Mi cuerpo empezó a temblar, mis manos a sudar, cuando Gianna se giró, poso sus ojos en los míos. Su mirada volvió a derretir mi alma. Me dispuse a acercarme caminando torpemente, si no me tropecé con tres personas, no me tropecé con ninguna.

Por fin llegué a su lado, me volví a tropezar, siendo ella la que me tuvo que sujetar aunque fue su risa la que realmente me envolvió. Estaba realmente preciosa, sus ojos se iluminaron al verme. Me beso en los labios, fue un pequeño beso, pero para mí tuvo mucho significado. Me cogió de la mano, no volviéndome a soltar en toda la tarde, estaba radiante, su hermano estaba despierto, el hombre que amaba estaba a su lado y sus padres, por fin, podían mirar al futuro con otros ojos bien diferentes. Cuando entramos en la habitación me alegró ver a Javi despierto, había adelgazado desde la última vez que estuve.

Me miro sonriendo, yo también lo hice, entonces miró a nuestras manos. Ese momento fue tenso, pero Javi volvió a reír y eso significaba que estaba de acuerdo. No es que necesitara su consentimiento para salir con su hermana, pero prefería tener a Javi de mi lado y no enfadado conmigo. No pudimos estar mucho rato, el médico dijo que tenía que descansar. Ya no necesitaría que nadie pasara la noche a su lado por lo que todos salimos del hospital, lleve a los padres de mi amigo a su casa y después invite a cenar a la que esperaba fuera mi novia en un futuro muy cercano.

Ya estaba preparado, las sesiones con la psicóloga me habían enseñado a mejorar mi autoestima, aprender a quererme era primordial. Sin embargo, perdonar a Bea, ese era el mayor escollo para tener una nueva relación. En el momento que deje de sentir ese odio y ese rencor, pude darme cuenta de mis verdaderos sentimientos hacia Gianna, la lleve al restaurante del hotelito. Era increíble lo feliz que le hacía saborear la comida casera de toda la vida, no pude dejar de reírme en toda la cena al verla así. Por fin volvía a tener un sentimiento diferente a la tristeza, esta vez era un sentimiento de felicidad.

Después de cenar salimos al mirador, apoye a Gianna contra el barandado y la rodee con mis brazos.

• Perdoname, Gianna, por acerté sufrir.

• No hay nada que perdonar, Carlos, tenías que superar tu pasado para empezar una nuevo conmigo, ¿porque quieres empezar una nueva vida conmigo, verdad?

• No me gustaría empezarla con nadie más – entonces volvió a pasar, un beso que significaba un futuro lleno de felicidad y algo dentro de mí me decía que ésta era la definitiva.

Gianna saco una llave de su bolsillo, reconocí el número de esa llave, era la habitación que solía coger con Bea.

• ¿Por qué esa habitación, Gianna?

• Un día esa habitación significo felicidad para ti, quiero que vuelva a significarlo otra vez pero esta vez, conmigo.

Cuando llegamos a ella entramos sin dejar de besarnos, entonces me empujó con una sonrisa totalmente perversa. El impulso me llevo a sentarme en el sofá, Gianna empezó a desnudarse, jamás la había visto totalmente desnuda. Se quitó la blusa y el sostén, aparecieron los pechos más perfectos que hubiera visto en mi vida, hice el ademán de levantarme, ella me paro con un gesto de su mano.

Empezó a bajarse el pantalón de una manera que me estaba poniendo cardíaco, poco a poco iba apareciendo un minúsculo tanga negro semitransparente que le quedaba perfecto, Gianna parecía una diosa, el monte Olimpo, tenía ante mí un cuerpo cincelado por el herrero de los dioses. Se acercó a mí, con una mirada me indico que bajara su tanga. El olor que desprendía su sexo me tenía embriagado, al bajarla pude ver un coñito rosado brillante por la excitación, decorado con un bello cobrizo bien recortado y cuidado que lo hacía mucho más hermoso.

Ya no pude aguantar más y me lancé a devorarlo, su sabor era como el mejor de los manjares, sus gemidos música para mis oídos, no tardó mucho en correrse. La miré, tenía una mirada de estar totalmente satisfecha, pero con ganas de más. Me arrancó la ropa literalmente, entonces pudo ver mi polla erecta, no era ni grande ni pequeña. Gianna la cogió con sus suaves manos empezando a masturbarme, estaba tan excitado que estuve a un instante de correrme. Aguanté y se alegró de ello, se agachó metiéndose mi polla en la boca. Pensé que mi ex era la mejor haciendo mamadas, sin embargo, Gianna podía darle unas cuantas clases.

No pude aguantar mucho más, cuando le avisé que ya me venía, metió mi polla hasta el final de su garganta. Jamás me lo habían hecho y fue suficiente para que descargara entre gritos de placer.

Gianna se relamía mientras me miraba con gula.

• ¿Te ha gustado, Carlos? – intentaba contestar, pero me tenía hipnotizado.

• ¿Quieres más?

Solo atiné a decir que sí con la cabeza, entonces se levantó y sentándose sobre mí, fue introduciendo mi polla en su coñito poco a poco, podía ver disfrute en su expresión y ella en la mía. Empezó a moverse, la luz de la luna entraba por la ventana reflejándose en su precioso cuerpo, haciéndolo más hermoso si cabe. Coloqué mis manos sobre sus pechos, empecé a pellizcarle los pezones haciendo que empezara a jadear de gusto. Pronto empezó a acelerar los movimientos, se soltó el pelo que se movía salvaje por cada una de las embestidas, con el reflejo parecía puro fuego.

Acerco su cara a la mía mientras mi polla entraba y salía de ella con más intensidad, coloco sus manos en mi rostro mientras me preguntaba si la quería, en el momento que grité, que la quería con toda mi alma, fue cuando nos corrimos los dos. Gianna y yo nos

tumbamos en el sofá, teníamos la respiración agitada, esa noche mis cicatrices empezaron a sanarse de verdad. Fue una noche movida, pero esa es otra historia, aquella día empecé a salir con Gianna, al mes y medio me dio la sorpresa, se mudaban de Milán a la planta que se encontraba encima de la mía, sabía que esto era cosa de Silvia. El día que le conté lo que Gianna me había dicho, lo del capital, puso una sonrisa perversa, no me iba a quejar, mantener una relación a distancia me preocupaba y ese problema se había solucionado.

• Te gusta la sorpresa – me dijo mi jefa, mientras cogía del brazo a las socias de Gianna para enseñarles las nuevas oficinas para la revista.

• Tienes una jefa de lo que no hay – me decía Gianna mientras tenía que taparse el rostro para no reírse.

• Sí, sí, menuda es, se las sabe todas.

Aunque estábamos contentos, había algo que a Gianna y a mí nos preocupaba, Javi volvía a incorporarse a su trabajo en mi antigua empresa. De momento tenía que andar con silla de ruedas hasta acabar la rehabilitación. Tenía los músculos atrofiados del tiempo que estuvo en coma, además que tendría que usar un inhalador el resto de su vida, los gases del coche dañaron sus pulmones.

Por suerte no tuvo daños cerebrales, pero algo intuyó cuando habló con mi antiguo jefe que lo dejó muy preocupado. Me llamó y me pidió que lo acompañara, Gianna me cogió de la mano y me dijo.

• Cree que lo van a despedir, ¿verdad?

• Sí.

• ¡Si lo despiden, terminarán de hundir a mi hermano!– Gianna no podía esconder su frustración.

• Tranquila tenemos un plan B.

Silvia volvió y después de abrazar a mi flamante novia y su nueva socia me dijo.

• Nos vamos ya, querido, tenemos trabajo que hacer.

Gianna se quedó toda intrigada, le dije que después le contaría, mientras mi jefa le guiñaba un ojo. Acompañe a Javi a esa reunión, como temíamos fue despedido, para nada habían valido los años de sacrificios que había hecho por esa empresa. Mi antiguo jefe le puso la carta de despido en frente para que la firmara, Javi me miro con lágrimas en los ojos. Con un movimiento de cabeza le indiqué que firmara y estuviera tranquilo.

Según salíamos, me giré y le dije a mi antiguo jefe.

• Tal vez se arrepienta en el futuro de la decisión que ha tomado.

• Yo no me arrepiento nunca.

Sonreí a su respuesta, seguía siendo un ricachón que era incapaz de ver cuando tenía una joya entre manos, Javi tenía una imaginación privilegiada para el diseño, lo malo era que a la hora de plasmar lo que había pensado no era tan bueno, pero para eso estaba yo, salimos de las oficinas, pasamos la carretera entrando en una cafetería.

Mi amigo me miraba con extrañeza, llegamos a una de las mesas donde nos esperaba una mujer. Javi la reconoció enseguida y ésta le puso un contrato para que lo firmara.

• ¿Y esto? – dijo un Javi totalmente desconcertado.

• Ese vejestorio es incapaz de distinguir un buen trabajador, cuando estuvisteis los dos en mi empresa me di cuenta del buen equipo que formabais, pero no podía quitarle a uno de mis mejores clientes dos de sus mejores activos.

• ¿Ahora qué ha cambiado? – preguntó Javi.

• Pues que ahora, además de que no sois trabajadores de su empresa también os puedo asegurar que tengo mejores clientes que él, ha sido un entupido por dejarte marchar y yo feliz de poder incorporarte a mi plantilla.

Javi firmó sin pensárselo dos veces, viviría en una urbanización cercana a donde vivía yo con su hermana.

De ese día habían pasado tres meses, y la revista de Gianna iba viento en popa. Mi despacho estaba justo al lado del pasillo que daba al ascensor. De repente vi a mi jefa pasar en plan ninja, vamos, sigilo nivel dios, abrí la puerta de mi despacho y le dije.

• ¿A dónde vas con semejante prudencia?

• A donde las chicas, están a punto de sacar el nuevo número.

• Espérate a comprarla como los demás, no seas tacaña –le dije con una sonrisa de oreja a oreja- además, tenemos una reunión ¿recuerdas?

• Sí, con el vejestorio ese que me odia por ser mujer y dueña de una empresa más grande que la suya.

• Te entiendo, el tío no es nada agradable, pero la jefa eres tú, además Javi y yo te cubrimos

La reunión fue, en términos generales, muy desagradable. Aquel hombre era incapaz de entender que una mujer podía dirigir una empresa tan bien o mejor que un hombre, en varias ocasiones, Javi le pego un par de cortes de forma sutil que hicieron bajar la intensidad de la tensión que reinaba en el ambiente Cuando acabo la reunión sacamos más de lo que esperábamos, el único que salió cabreado fue Javi.

• ¡Este tío de qué caverna ha salido, no entiendo cómo la jefa le aguanta!

• Pues porque el tío con esa actitud cree que la va a achantar y siempre termina concediendo más de lo establecido, venga que te invito a un café.

Fuimos a la sala de descanso, Javi ya podía moverse sin silla de ruedas, pero se cansaba con facilidad. Nos sentamos, entonces le dije.

• ¿Qué hay entre la enfermera que te cuidaba en el hospital y tú?

• Pues no lo sé, me gusta, pero lo de Nerea me dejó muy tocado – abrí mi cartera dejando una tarjeta delante de él.

• Es una psicóloga muy buena, a mí me ayudó mucho y gracias a eso ahora soy feliz con tu hermana.

• Joder, sabes que yo eso de la psicología…

• Pues tendrás que joderte, porque tienes hora con ella, mañana a las cuatro.

Al final fue a regañadientes, espero que le ayude como me ayudo a mí, conmigo consiguió que esa oscuridad que me envolvía desapareciera, rezaba por ello, porque Javi merecía ser, nuevamente, muy feliz.

EPÍLOGO

Han pasado cuatro años desde que empecé a salir con Gianna, ahora nos encontramos en una ciudad que me gusta mucho, está al norte del país, se llama San Sebastián (Donosita). Gianna tiene que entrevistar a una mujer para la revista, no me ha querido decir quién era. En estos cuatro años la vida nos había cambiado mucho y más con el nacimiento de nuestra hija Nuria; habíamos ido a la playa, mi hija era la primera vez que pisaba una de verdad.

Ha sido increíble ver como metía su piececito por primera vez en el agua cogida de la mano de su madre y mía. Lo rápido que la ha sacado porque estaba fría, yo me he tenido que sentar en la toalla, hace unos días me torcí el tobillo y me costaba estar mucho rato de pie, aunque el dolor desaparece cuando ves a la mujer que más amas en el mundo y a tu hija jugar y reírse llenas de felicidad. Tenía mi tablet en la mano, estaba creando un diseño basándome en la bahía de San Sebastián cuando una niña se ha acercado a donde estaba sentado.

Era la viva imagen de su madre, reconocería ese rostro en cualquier lugar, mire a la niña y le dije.

• ¿Estás bien pequeña?, ¿te has perdido?

• No, he venido con mi mamá que está allí – entonces señalo a una mujer rubia que seguía sin ser capaz de mirarme a los ojos.

• Me llamo Carlos, ¿y tú?

• Me llamo Sara.

• Bien, Sara, dile a tu madre que puede acercarse, que no muerdo.

La niña se acercaba a su madre corriendo, mientras Gianna vino hacia mí con nuestra hija en brazos, al llegar me miró y me dijo.

• Aprovecha este momento y habla con ella – cuando esa mujer rubia se acercó a nosotros, saludo a Gianna, esta se llevó a Sara con ella y Nuria otra vez al agua y nos dejó a los dos solos, mirándonos sin hablar.

• Sigues tan guapa como siempre, Bea.

• Tú también estás muy guapo Carlos

• Siéntate, Bea, que no muerdo – en su rostro se dibujó una leve sonrisa, sentándose a mi lado, jamás la había visto tan vulnerable.

• Quiero pedirte perdón, Carlos.

• Eso ya lo hiciste años atrás. No es necesario, Bea, hace mucho tiempo que te perdoné.

• No es por eso por lo que te quiero pedir perdón – Giro la cabeza, para mirar a su hija.

Al estar cerca de Sara he sentido lo mismo que sentí cuando tuve a mi hija por primera vez en brazos. ¿Sara era mi hija?, decidí dejar de hacerme películas, seguro que después los tiros no iban por ahí y me llevaba una decepción.

• ¿Estas pensando que Sara es tu hija, verdad?

• Así es.

• Pues has acertado, cuando llegue a mi nuevo destino me empecé a sentir mal, decidí ir al hospital, me dijeron que estaba embarazada, no te dije nada entonces, tenia miedo que fuera de Quique o de mi amigo el fotógrafo, ya te había hecho suficiente daño.

Bea tenía el rostro arrasado en lágrimas, se pasó la mano y me empezó a contar. Cuando le dijeron que estaba embarazada, se sintió muy feliz, pero a la vez sintió una gran tristeza, porque estaba segura que hubiéramos formado una gran familia. También estaba el miedo de saber quien era el padre, rezó durante días para que el niño fuera mió. De esa manera siempre se sentiría cerca de mí aunque tenia claro que jamás volveríamos a estar juntos. Tuvo un buen embarazo, Carol y Nerea no se separaron de ella durante los nueve meses.

Llegó el día del parto, al final fue una niña a la que puso el nombre de Sara. Sus ojos se iluminaban cuando hablaba de ella, creo sinceramente que Sara llegó en el momento idóneo. Volvió a llorar, tardó en hacer la prueba de paternidad pues, por un lado, quería que fuera mió, pero yo había empezado una relación con Gianna y eso lo cambiaba todo. Que fuera de Quique o de su amigo fotógrafo facilitaría las cosas, pues tener una hija iba en contra de su forma de vivir.

Cuando llegaron los resultados, salto de alegría, esa niña no podía tener mejor padre, pero las cosas no acabaron bien entre nosotros y ella tenía mucho miedo, si me lo decía y eso hacía que mi relación con Gianna se resintiera, no la perdonaría en la vida. Estaba roja de vergüenza, no estaba enfadado con ella, la verdad es que entonces no estaba preparado. No para ser padre, sino para estar cerca de ella, demasiado dolor.

• Hiciste bien, en aquel entonces tenia demasiado rencor, ¿Gianna lo sabe? – eso me preocupaba mucho.

• Sí, lo hablé con ella antes de preparar la entrevista y fue ella la que me animo a hablar contigo, me dijo que ya estabas preparado para hacerlo.

Miré a Gianna, ésta sonreía mientras jugaba en el agua con las dos niñas. Mi pie me dolía, pero me levanté y miré a Bea, ella asintió con la cabeza. Me acerque a la orilla, Sara se acerco a mí, le tendí la mano y le dije si quería pasear conmigo. Ella miro a su madre y ésta le dijo que sí con una sonrisa. Sara cogió mi mano tímidamente y empezamos a caminar, pero no se cuando se dio el momento mágico, creo que ella también sintió que yo era su padre, no se cómo explicarlo.

Para cuando llegamos al final de la playa, ella reía y me contaba lo bien que se lo pasaba con su madre y con sus tías Carol y Nerea. Entonces no pude contener las lágrimas, mi hija se paró y me preguntó.

• ¿Por qué estás triste?

• No lloro por estar triste Sara, lloro de alegría por haberte conocido.

Estaba de rodillas mirando a mi hija cuando ésta me abrazó, yo la rodeé con mis brazos mientras no podía parar de llorar; miré donde estaban Bea y Gianna, las dos también lloraban. Cuando llegué donde ellas, éstas me dijeron que irían al hotel para hacer la entrevista. Las dos me miraron y me dijeron que cuidara bien de mis hijas, mira tu que listas las dos.

Para hacer tiempo me fui con las niñas a la parte vieja, termine comprándoles dos helados y un peluche para cada una. Por mi la entrevista podría haber durado todo el día, estaba encantado pasando el tiempo con mis dos revoltosas hijas que conectaron de una manera muy especial, como solo dos hermanas pueden hacerlo. Al final llegó la hora de las despedidas, Bea tenía que volver, pero me prometió que muy pronto volvería para que pudiera pasar tiempo con mi hija.

Siempre agradeceré a mi novia que nos diera la oportunidad de hablar, la entrevista fue un éxito y el número de esa revista se vendió muy bien, Silvia seguía intentando subir al piso de arriba con ese sigilo nivel dios que la caracterizaba, yo me reía por su infantil proceder aunque la verdad es que nos ayudó muchísimo y yo le recompensé con una fuerte amistad y siéndole leal, rechazando propuestas de trabajo de la competencia. Me ofrecían más dinero, pero estaba seguro de que la familiaridad que había en la empresa de Silvia ninguna la podía igualar.

No he hablado de Quique, me quedo con algo que me dijo Silvia un día, los hombres como él mueren solos, porque ninguna mujer quiere a su lado a hombres vacíos que solo buscan follar sin ser conscientes de que se van a hacer viejos y entonces no tendrán a nadie a su lado.

Bea al final término mudándose a una casa que quedaba cerca de la nuestra, los dos teníamos claro que jamás volveríamos a estar juntos, pero eso no sería un impedimento para ser los mejores padres para Sara.

Ahora miro hacia un futuro diferente, lleno de felicidad al lado de mis hijas y mi preciosa pelirroja a la que no dejaré de amar hasta el final de mis días.

FIN
 
Que terminarán juntos sería muy redundante, que Carlos reiciera su vida odiando eternamente a Bea tampoco lo veía, quería un final feliz sin que Carlos y Bea acabarán juntos, después de todo lo que Carlos vio y escucho, era imposible que acabarán juntos.

Mi ojito derecho de este relato es Silvia.
 
Última edición:
Que buen relató y mejor final en ningún momento me lo esperaba y es verdad que ha sido muy emotivo 😢
Solo puedo decirte Berserk que enhorabuena lo he disfrutado mucho 👏👏👏👏

Hoy es un día de cierres de relatos, no sé qué voy a hacer mañana 😩
 

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