ESPIANDO A BEA MIRANDO AL FUTURO 6
6- Mirando al futuro
¿Quería a Gianna, con toda mi alma?, ¿la amaba?, no lo sabía y era lo que tenía que averiguar. Además, jamás había sido un hombre celoso, siempre me había excitado ver a mi novia bailar con otros hombres; sin embargo, esta vez al ver a Gianna bailando con toda la inocencia del mundo, algo se removió dentro de mí. Aquella noche en la que descubrí la traición de mi novia, algo se rompió en mi interior y más me valía averiguar que es lo que era, si no, no podría tener una relación con esta preciosa pelirroja que me miraba con unos ojitos que derretían mi alma.
Con todo el dolor de mi corazón, la aparté de mí, la expresión de Gianna cambio, paso a ser una expresión de confusión y cierta desilusión.
• ¿Va todo bien Carlos?, sé que el beso te ha gustado, eso lo he sentido.
• Claro que me ha gustado, Gianna.
• ¿Entonces?
• Cuando tú y yo comencemos una relación, quiero que te sientas orgullosa de mí, que tengas la mejor versión de mí, no la persona que soy ahora – esas palabras nos estaban haciendo daño a los dos, pero tenía que ser sincero, no estaba preparado para darle lo que ella quería.
• Carlos, eso no me importa, solo quiero estar contigo.
• Gianna, no he sentido celos en mi vida hasta esta noche, no quiero convertirme en uno de esos hombres que atan en corto a sus parejas, que no quieren que salgan con sus amigas, que se ponen celosos porque otros hombres les miran, no sé que paso aquella noche, pero algo se rompió dentro de mí y tengo que arreglarlo para hacerte la mujer más feliz del mundo.
Gianna apoyo su carita en mi pecho empezando a llorar, esos llantos me estaban matando por dentro, pero tenía que ser sincero con ella, y sobre todo conmigo mismo. Sé que Gianna comprendía perfectamente lo que le estaba diciendo aunque también es lógico entender que le costara aceptarlo. Sabía que era muy duro tener por fin lo que llevas años esperando y ver como se te escapa entre los dedos.
Sabía que me arriesgaba a perderla, pues no sabía cuanto tardaría en volver a ser lo que era antes de haber vivido tan dura experiencia. Gianna se separó de mí con lágrimas en sus ojos, su mirada era triste, pero llena de comprensión, puso su mano en mi pecho y me dijo adiós. Se dio media vuelta y fue directa a la salida, me quede petrificado. Silvia miraba desde la lejanía, cuando por fin reaccione, me puse en marcha con la intención de alcanzarla.
Mi jefa me lo impidió.
• Has hecho lo correcto, Carlos, no lo estropees ahora.
• ¡Se va Silvia!, ¿y si la pierdo?
• ¡La perderás si no eres capaz de averiguar lo que está roto dentro de ti!
• ¿Cómo lo hago?
• Toma esta tarjeta, es una muy buena psicóloga, me ayudo mucho en el pasado, llámala.
Silvia lo veía todo desde fuera, tenía una visión más amplia de lo que ocurría por lo que decidí hacerle caso, estuve un rato con ella hasta que la fiesta dejo de ser divertida sin la presencia de Gianna. En los meses que habían pasado se había convertido en la persona más importante de mi vida, tal vez más de lo que nunca fue Bea para mí. Decidí ir a casa. Quería despedirme de ella, verla una vez más, para cuando llegue ya se había ido.
Sobre la mesa de mi salón había una nota escrita por ella.
Querido Carlos
Entiendo perfectamente lo que me has querido expresar, no negaré que para mí ha sido un jarro de agua fría, pero sé que lo has hecho por el bien de los dos. No me voy porque esté enfadada, me voy porque he entendido que este camino lo tienes que recorrer solo. Te prometo que yo estaré esperándote al final del mismo para agarrarte la mano y no soltarla nunca más.
Te quiero y siempre te querré. Tú soluciona esos problemas que te atosigan y vuelve a mis brazos. Yo te prometo que te amararé más de lo que lo hago ahora y te hare el hombre más feliz del mundo.
Aquí dejaré marcados mis labios, unos labios que te esperan llenos de pasión.
Te ama Gianna.
En la carta estaban marcados los labios de Gianna, lloré como un loco con la carta de mi preciosa pelirroja en las manos. Cuando me calme llame a mi jefa, esta me tranquilizo diciendo que Gianna pasaría la noche en su casa y al día siguiente volvería a Milán. También me dijo que no se me ocurriera aparecer, ahora tenía que ser fuerte y arreglar todos los traumas que se crearon dentro de mí esa fatídica noche.
Sentado en el sofá, saque la cartera y de ella la tarjeta que me había dado Silvia, al día siguiente llamaría para pedir cita. Por primera vez desde que rompí con Bea tenía algo por lo que luchar y me dejaría la piel para conseguir solucionar todo lo que estaba roto dentro de mí. Esa noche no dormí nada, no podía quitarme de la cabeza como lo estaría pasando Gianna por mi culpa.
En cuanto vi los primeros rayos del sol entrar por la ventana, me levante de la cama, me metí en la ducha y estuve en ella bastante tiempo, el agua siempre me había calmado. Desayune fuerte y me prepare para ir al trabajo. Desde la oficina llamaría a la doctora para concertar cita y empezar lo antes posible mi recuperación.
Al llamarla me contesto una mujer muy amable y después de pedirme algunos datos me dio cita para el día siguiente a la tarde. De repente me puse nervioso, nunca había ido a un psicólogo, tenía que admitir que me daba algo de miedo y mucha vergüenza abrir mi vida y mis sentimientos a un extraño, pero Gianna se merecía el mejor de mis esfuerzos y estaba dispuesto a dárselo.
El día transcurrió como cualquier otro, mucho trabajo y poco tiempo, incluso para comer, la verdad me vino bien para mantener mi cabeza ocupada con otras cosas y no estar pensando en como me iría la cita con la doctora, a media mañana se pasó mi jefa para decirme que Gianna ya había embarcado para volver a Milán y me decía que ya me echaba de menos, no sabría decir como me sentía, por una parte, estaba aliviado al comprobar que lo había entendido y estaba dispuesta a ayudarme en todo lo que pudiera, pero, por otra parte, me entristecía la posibilidad de haber hecho daño a una persona que había hecho tanto durante esos meses para que mi ánimo mejorara, además que mis sentimientos por ella cada día eran más fuertes.
Por fin llego la hora que había concertado con la doctora, llegue a su consulta, espere en una pequeña habitación. Cogí una de las revistas para ver si con eso calmaba mis nervios. No dio resultado, cada vez estaba más inquieto y estos llegaron a su parangón cuando la puerta de su consulta se abrió para darme paso.
La doctora era una mujer de mediana edad, cabello castaño, gafas de pasta que le daban un aire de seriedad y sobriedad, vestía ropa elegante pero cómoda. Me hizo sentarme frente a ella, y me empezó a hacer una serie de preguntas que me resultaron interminables. Después de eso entremos propiamente en materia, pensé que me costaría más, pero la verdad es que resultó todo mucho más cómodo de lo que me esperaba.
No sé cómo lo hizo, después de la primera sesión, al salir por la puerta me sentí mejor y eso que tuve que volver a revivir escenas que prefería haber borrado de mi mente, teníamos sesiones una vez a la semana. En ella fuimos desgranando todos los traumas que me atormentaban, me hizo ver que pequé de exceso de confianza, pensé que ningún hombre podría interponerse entre Bea y yo, en ese momento me avergonzó reconocer lo equivocado que estaba.
Esa falsa seguridad en mi mismo me hizo empezar un juego para el que no estábamos preparados, siendo mi mayor torpeza el haber introducido en nuestros placeres de cama a alguien como Quique, un hombre acostumbrado a este tipo de juegos. Fui incapaz de ver como mientras yo creía tenerlo todo controlado, él ya había conseguido meterse en medio de nuestra relación.
Otra cosa que me hizo ver era que nuestra disposición no era del todo sana. Mientras con él aquella noche se mostró cariñosa, cercana e incluso sumisa, conmigo era arisca en muchas ocasiones y se enfadaba por todo. Hoy, reconozco, que yo estaba ciego por ella e ignoraba todo aquello que se estaba fraguando en mi entorno.
• Doctora, ¿cree que Bea no me amaba?
• No sabría decirle, al no haber hablado con ella carezco de esos datos, pero de lo que estoy segura es que usted idealizó esa relación y esos juegos de cama, girando el rostro a la realidad.
Yo era un hombre corriente que salía con una mujer que parecía haber sido cincelada por el mismo Miguel Ángel, lo quise ver todo perfecto y tapaba las posibles grietas con cinta americana en vez de intentar arreglarlas como era debido, sobre todo con más comunicación. Tal vez por miedo a ver la realidad y que ésta no me gustara nada, esa noche tuve que mirar a aquella verdad directamente a la cara, y lo que vi me hundió en la miseria destruyendo mi aparente fuerte autoestima.
Digo aparentemente, porque al final la doctora me demostró que mi falta de autoestima venía de lejos, Bea me dio una falsa sensación de seguridad. En cada sesión veía que nos amábamos, pero lo hacíamos mal; ella se cayó sus verdaderos anhelos hasta aquella noche que pudo verlos cumplidos, pensando que yo estaría lejos y no seria testigo de la verdad. Entre sesión y sesión y el trabajo ya habían pasado un par de meses, volví a viajar a Madrid para ver como se encontraba mi amigo. Cuando llegue sus padres estaban eufóricos, por lo que se veía en los últimos días había experimentado una gran mejoría, a los médicos se les veía más esperanzados. Eso no zafo de todas las preocupaciones a ese pobre matrimonio, se habían dado cuenta del distanciamiento entre su hija y yo. No podía cargarles con más preocupaciones, en un momento que vinieron para lavar a Javi, me los lleve a una sala de espera y les conté todo.
Bueno, todo no, lo que hablaba con la doctora, eso me lo guardaba para mí, les dije que estaba dispuesto a hacer feliz a su hija, pero para eso primero tenía que curarme yo. Me sonrieron, pero lo que más me impactó fue ver al padre de Javi levantarse y darme un abrazo, me llego muy adentro y no pude evitar ponerme a llorar como un niño. Hablaba con Gianna casi todos los días, no le contaba nuestras sesiones, pero si las conclusiones a las que yo había llegado.
Gianna se ponía muy contenta al saber que cada día estaba más cerca de poder cumplir su anhelo, empezar una relación con el hombre al que había amado en silencio durante tantos años.
MILÁN
• Tienes unas oficinas muy bonitas, Gianna.
• ¿A qué debemos el placer de tu visita?
• He venido a acerté una oferta y a cotillear el último número antes que nadie.
• ¿Qué oferta?
• ¿Es verdad lo que le dijiste a Carlos?, ¿qué necesitabais capital?
• Sí, la revista va bien, pero el alquiler es alto y casi todo el dinero se va en él.
• Qué te parece si nos hacemos socias, las dos plantas por encima de mis oficinas están vacías, llenándose de polvo, podríais trasladaros allí y así podrías estar más cerca de tu chiquitín.
• ¿Esto es en serio?
• Totalmente, de esa manera me aseguro no perder uno de los pocos placeres que me quedan en la vida, ¿aceptáis?
• Sí, claro, además el alquiler vence en dos semanas y seguro que nos lo subirían más.
• Se te ve muy contenta, Gianna, veo que ya sabes de los progresos de tu chiquitín.
• Últimamente, hablamos casi todos los días y me tiene informada de todo.
• ¿Cuánto necesitaréis para trasladaros allí?
• Un mes o mes y pico – dijo una Gianna eufórica. Carlos estaba mejorando, pero ella tenía miedo de perder su revista y con ella todas sus ilusiones, todo su trabajo, y eso ya estaba asegurado.
• Muy bien, tendré todo listo para entonces, ¿podría llevarme esto?, es para el viaje de vuelta.
• Pero sin enseñárselo a nadie que todavía no ha salido a la venta.
• Soy una tumba.
DE VUELTA EN MADRID
Cuando salí de la consulta, encendí el móvil y lo tenía lleno de llamadas perdidas, de los padres de Javi, de Gianna. Me acojoné, de verdad, al encender mis datos me empezaron a llegar interminables mensajes de WhatsApp. Cliqué, el primero, con mucho miedo, temía que al final Javi no lo hubiera superado, pero no fue así, sino todo lo contrario, había despertado; el maldito había luchado, consiguiendo salir de ese coma que lo tenía apresado entre la vida y la muerte. Se lo dije a mi jefa y me dispuse a montarme en mi Jeep para ir corriendo a ver a mi amigo. Llegue en tiempo récord, estaba seguro que pronto me llegaría alguna multa de tráfico, pero eso era lo que menos me preocupaba en ese momento. Aparque a mi chiquitín y me dispuse a entrar en el hospital.
Estaba muy nervioso, por una parte, tenía ganas de ver a mi amigo despierto y por otra temía la reacción que podía tener Gianna, después de tanto tiempo sin vernos. Cuando el ascensor llegó y la puerta se abrió, allí estaba ella, al lado de sus padres hablando con uno de los doctores, bestia, unos vaqueros y una blusa de color blanco, tenía el pelo de un brillante color cobrizo recogido en un moño y estaba sin maquillar. Mi cuerpo empezó a temblar, mis manos a sudar, cuando Gianna se giró, poso sus ojos en los míos. Su mirada volvió a derretir mi alma. Me dispuse a acercarme caminando torpemente, si no me tropecé con tres personas, no me tropecé con ninguna.
Por fin llegué a su lado, me volví a tropezar, siendo ella la que me tuvo que sujetar aunque fue su risa la que realmente me envolvió. Estaba realmente preciosa, sus ojos se iluminaron al verme. Me beso en los labios, fue un pequeño beso, pero para mí tuvo mucho significado. Me cogió de la mano, no volviéndome a soltar en toda la tarde, estaba radiante, su hermano estaba despierto, el hombre que amaba estaba a su lado y sus padres, por fin, podían mirar al futuro con otros ojos bien diferentes. Cuando entramos en la habitación me alegró ver a Javi despierto, había adelgazado desde la última vez que estuve.
Me miro sonriendo, yo también lo hice, entonces miró a nuestras manos. Ese momento fue tenso, pero Javi volvió a reír y eso significaba que estaba de acuerdo. No es que necesitara su consentimiento para salir con su hermana, pero prefería tener a Javi de mi lado y no enfadado conmigo. No pudimos estar mucho rato, el médico dijo que tenía que descansar. Ya no necesitaría que nadie pasara la noche a su lado por lo que todos salimos del hospital, lleve a los padres de mi amigo a su casa y después invite a cenar a la que esperaba fuera mi novia en un futuro muy cercano.
Ya estaba preparado, las sesiones con la psicóloga me habían enseñado a mejorar mi autoestima, aprender a quererme era primordial. Sin embargo, perdonar a Bea, ese era el mayor escollo para tener una nueva relación. En el momento que deje de sentir ese odio y ese rencor, pude darme cuenta de mis verdaderos sentimientos hacia Gianna, la lleve al restaurante del hotelito. Era increíble lo feliz que le hacía saborear la comida casera de toda la vida, no pude dejar de reírme en toda la cena al verla así. Por fin volvía a tener un sentimiento diferente a la tristeza, esta vez era un sentimiento de felicidad.
Después de cenar salimos al mirador, apoye a Gianna contra el barandado y la rodee con mis brazos.
• Perdoname, Gianna, por acerté sufrir.
• No hay nada que perdonar, Carlos, tenías que superar tu pasado para empezar una nuevo conmigo, ¿porque quieres empezar una nueva vida conmigo, verdad?
• No me gustaría empezarla con nadie más – entonces volvió a pasar, un beso que significaba un futuro lleno de felicidad y algo dentro de mí me decía que ésta era la definitiva.
Gianna saco una llave de su bolsillo, reconocí el número de esa llave, era la habitación que solía coger con Bea.
• ¿Por qué esa habitación, Gianna?
• Un día esa habitación significo felicidad para ti, quiero que vuelva a significarlo otra vez pero esta vez, conmigo.
Cuando llegamos a ella entramos sin dejar de besarnos, entonces me empujó con una sonrisa totalmente perversa. El impulso me llevo a sentarme en el sofá, Gianna empezó a desnudarse, jamás la había visto totalmente desnuda. Se quitó la blusa y el sostén, aparecieron los pechos más perfectos que hubiera visto en mi vida, hice el ademán de levantarme, ella me paro con un gesto de su mano.
Empezó a bajarse el pantalón de una manera que me estaba poniendo cardíaco, poco a poco iba apareciendo un minúsculo tanga negro semitransparente que le quedaba perfecto, Gianna parecía una diosa, el monte Olimpo, tenía ante mí un cuerpo cincelado por el herrero de los dioses. Se acercó a mí, con una mirada me indico que bajara su tanga. El olor que desprendía su sexo me tenía embriagado, al bajarla pude ver un coñito rosado brillante por la excitación, decorado con un bello cobrizo bien recortado y cuidado que lo hacía mucho más hermoso.
Ya no pude aguantar más y me lancé a devorarlo, su sabor era como el mejor de los manjares, sus gemidos música para mis oídos, no tardó mucho en correrse. La miré, tenía una mirada de estar totalmente satisfecha, pero con ganas de más. Me arrancó la ropa literalmente, entonces pudo ver mi polla erecta, no era ni grande ni pequeña. Gianna la cogió con sus suaves manos empezando a masturbarme, estaba tan excitado que estuve a un instante de correrme. Aguanté y se alegró de ello, se agachó metiéndose mi polla en la boca. Pensé que mi ex era la mejor haciendo mamadas, sin embargo, Gianna podía darle unas cuantas clases.
No pude aguantar mucho más, cuando le avisé que ya me venía, metió mi polla hasta el final de su garganta. Jamás me lo habían hecho y fue suficiente para que descargara entre gritos de placer.
Gianna se relamía mientras me miraba con gula.
• ¿Te ha gustado, Carlos? – intentaba contestar, pero me tenía hipnotizado.
• ¿Quieres más?
Solo atiné a decir que sí con la cabeza, entonces se levantó y sentándose sobre mí, fue introduciendo mi polla en su coñito poco a poco, podía ver disfrute en su expresión y ella en la mía. Empezó a moverse, la luz de la luna entraba por la ventana reflejándose en su precioso cuerpo, haciéndolo más hermoso si cabe. Coloqué mis manos sobre sus pechos, empecé a pellizcarle los pezones haciendo que empezara a jadear de gusto. Pronto empezó a acelerar los movimientos, se soltó el pelo que se movía salvaje por cada una de las embestidas, con el reflejo parecía puro fuego.
Acerco su cara a la mía mientras mi polla entraba y salía de ella con más intensidad, coloco sus manos en mi rostro mientras me preguntaba si la quería, en el momento que grité, que la quería con toda mi alma, fue cuando nos corrimos los dos. Gianna y yo nos
tumbamos en el sofá, teníamos la respiración agitada, esa noche mis cicatrices empezaron a sanarse de verdad. Fue una noche movida, pero esa es otra historia, aquella día empecé a salir con Gianna, al mes y medio me dio la sorpresa, se mudaban de Milán a la planta que se encontraba encima de la mía, sabía que esto era cosa de Silvia. El día que le conté lo que Gianna me había dicho, lo del capital, puso una sonrisa perversa, no me iba a quejar, mantener una relación a distancia me preocupaba y ese problema se había solucionado.
• Te gusta la sorpresa – me dijo mi jefa, mientras cogía del brazo a las socias de Gianna para enseñarles las nuevas oficinas para la revista.
• Tienes una jefa de lo que no hay – me decía Gianna mientras tenía que taparse el rostro para no reírse.
• Sí, sí, menuda es, se las sabe todas.
Aunque estábamos contentos, había algo que a Gianna y a mí nos preocupaba, Javi volvía a incorporarse a su trabajo en mi antigua empresa. De momento tenía que andar con silla de ruedas hasta acabar la rehabilitación. Tenía los músculos atrofiados del tiempo que estuvo en coma, además que tendría que usar un inhalador el resto de su vida, los gases del coche dañaron sus pulmones.
Por suerte no tuvo daños cerebrales, pero algo intuyó cuando habló con mi antiguo jefe que lo dejó muy preocupado. Me llamó y me pidió que lo acompañara, Gianna me cogió de la mano y me dijo.
• Cree que lo van a despedir, ¿verdad?
• Sí.
• ¡Si lo despiden, terminarán de hundir a mi hermano!– Gianna no podía esconder su frustración.
• Tranquila tenemos un plan B.
Silvia volvió y después de abrazar a mi flamante novia y su nueva socia me dijo.
• Nos vamos ya, querido, tenemos trabajo que hacer.
Gianna se quedó toda intrigada, le dije que después le contaría, mientras mi jefa le guiñaba un ojo. Acompañe a Javi a esa reunión, como temíamos fue despedido, para nada habían valido los años de sacrificios que había hecho por esa empresa. Mi antiguo jefe le puso la carta de despido en frente para que la firmara, Javi me miro con lágrimas en los ojos. Con un movimiento de cabeza le indiqué que firmara y estuviera tranquilo.
Según salíamos, me giré y le dije a mi antiguo jefe.
• Tal vez se arrepienta en el futuro de la decisión que ha tomado.
• Yo no me arrepiento nunca.
Sonreí a su respuesta, seguía siendo un ricachón que era incapaz de ver cuando tenía una joya entre manos, Javi tenía una imaginación privilegiada para el diseño, lo malo era que a la hora de plasmar lo que había pensado no era tan bueno, pero para eso estaba yo, salimos de las oficinas, pasamos la carretera entrando en una cafetería.
Mi amigo me miraba con extrañeza, llegamos a una de las mesas donde nos esperaba una mujer. Javi la reconoció enseguida y ésta le puso un contrato para que lo firmara.
• ¿Y esto? – dijo un Javi totalmente desconcertado.
• Ese vejestorio es incapaz de distinguir un buen trabajador, cuando estuvisteis los dos en mi empresa me di cuenta del buen equipo que formabais, pero no podía quitarle a uno de mis mejores clientes dos de sus mejores activos.
• ¿Ahora qué ha cambiado? – preguntó Javi.
• Pues que ahora, además de que no sois trabajadores de su empresa también os puedo asegurar que tengo mejores clientes que él, ha sido un entupido por dejarte marchar y yo feliz de poder incorporarte a mi plantilla.
Javi firmó sin pensárselo dos veces, viviría en una urbanización cercana a donde vivía yo con su hermana.
De ese día habían pasado tres meses, y la revista de Gianna iba viento en popa. Mi despacho estaba justo al lado del pasillo que daba al ascensor. De repente vi a mi jefa pasar en plan ninja, vamos, sigilo nivel dios, abrí la puerta de mi despacho y le dije.
• ¿A dónde vas con semejante prudencia?
• A donde las chicas, están a punto de sacar el nuevo número.
• Espérate a comprarla como los demás, no seas tacaña –le dije con una sonrisa de oreja a oreja- además, tenemos una reunión ¿recuerdas?
• Sí, con el vejestorio ese que me odia por ser mujer y dueña de una empresa más grande que la suya.
• Te entiendo, el tío no es nada agradable, pero la jefa eres tú, además Javi y yo te cubrimos
La reunión fue, en términos generales, muy desagradable. Aquel hombre era incapaz de entender que una mujer podía dirigir una empresa tan bien o mejor que un hombre, en varias ocasiones, Javi le pego un par de cortes de forma sutil que hicieron bajar la intensidad de la tensión que reinaba en el ambiente Cuando acabo la reunión sacamos más de lo que esperábamos, el único que salió cabreado fue Javi.
• ¡Este tío de qué caverna ha salido, no entiendo cómo la jefa le aguanta!
• Pues porque el tío con esa actitud cree que la va a achantar y siempre termina concediendo más de lo establecido, venga que te invito a un café.
Fuimos a la sala de descanso, Javi ya podía moverse sin silla de ruedas, pero se cansaba con facilidad. Nos sentamos, entonces le dije.
• ¿Qué hay entre la enfermera que te cuidaba en el hospital y tú?
• Pues no lo sé, me gusta, pero lo de Nerea me dejó muy tocado – abrí mi cartera dejando una tarjeta delante de él.
• Es una psicóloga muy buena, a mí me ayudó mucho y gracias a eso ahora soy feliz con tu hermana.
• Joder, sabes que yo eso de la psicología…
• Pues tendrás que joderte, porque tienes hora con ella, mañana a las cuatro.
Al final fue a regañadientes, espero que le ayude como me ayudo a mí, conmigo consiguió que esa oscuridad que me envolvía desapareciera, rezaba por ello, porque Javi merecía ser, nuevamente, muy feliz.
EPÍLOGO
Han pasado cuatro años desde que empecé a salir con Gianna, ahora nos encontramos en una ciudad que me gusta mucho, está al norte del país, se llama San Sebastián (Donosita). Gianna tiene que entrevistar a una mujer para la revista, no me ha querido decir quién era. En estos cuatro años la vida nos había cambiado mucho y más con el nacimiento de nuestra hija Nuria; habíamos ido a la playa, mi hija era la primera vez que pisaba una de verdad.
Ha sido increíble ver como metía su piececito por primera vez en el agua cogida de la mano de su madre y mía. Lo rápido que la ha sacado porque estaba fría, yo me he tenido que sentar en la toalla, hace unos días me torcí el tobillo y me costaba estar mucho rato de pie, aunque el dolor desaparece cuando ves a la mujer que más amas en el mundo y a tu hija jugar y reírse llenas de felicidad. Tenía mi tablet en la mano, estaba creando un diseño basándome en la bahía de San Sebastián cuando una niña se ha acercado a donde estaba sentado.
Era la viva imagen de su madre, reconocería ese rostro en cualquier lugar, mire a la niña y le dije.
• ¿Estás bien pequeña?, ¿te has perdido?
• No, he venido con mi mamá que está allí – entonces señalo a una mujer rubia que seguía sin ser capaz de mirarme a los ojos.
• Me llamo Carlos, ¿y tú?
• Me llamo Sara.
• Bien, Sara, dile a tu madre que puede acercarse, que no muerdo.
La niña se acercaba a su madre corriendo, mientras Gianna vino hacia mí con nuestra hija en brazos, al llegar me miró y me dijo.
• Aprovecha este momento y habla con ella – cuando esa mujer rubia se acercó a nosotros, saludo a Gianna, esta se llevó a Sara con ella y Nuria otra vez al agua y nos dejó a los dos solos, mirándonos sin hablar.
• Sigues tan guapa como siempre, Bea.
• Tú también estás muy guapo Carlos
• Siéntate, Bea, que no muerdo – en su rostro se dibujó una leve sonrisa, sentándose a mi lado, jamás la había visto tan vulnerable.
• Quiero pedirte perdón, Carlos.
• Eso ya lo hiciste años atrás. No es necesario, Bea, hace mucho tiempo que te perdoné.
• No es por eso por lo que te quiero pedir perdón – Giro la cabeza, para mirar a su hija.
Al estar cerca de Sara he sentido lo mismo que sentí cuando tuve a mi hija por primera vez en brazos. ¿Sara era mi hija?, decidí dejar de hacerme películas, seguro que después los tiros no iban por ahí y me llevaba una decepción.
• ¿Estas pensando que Sara es tu hija, verdad?
• Así es.
• Pues has acertado, cuando llegue a mi nuevo destino me empecé a sentir mal, decidí ir al hospital, me dijeron que estaba embarazada, no te dije nada entonces, tenia miedo que fuera de Quique o de mi amigo el fotógrafo, ya te había hecho suficiente daño.
Bea tenía el rostro arrasado en lágrimas, se pasó la mano y me empezó a contar. Cuando le dijeron que estaba embarazada, se sintió muy feliz, pero a la vez sintió una gran tristeza, porque estaba segura que hubiéramos formado una gran familia. También estaba el miedo de saber quien era el padre, rezó durante días para que el niño fuera mió. De esa manera siempre se sentiría cerca de mí aunque tenia claro que jamás volveríamos a estar juntos. Tuvo un buen embarazo, Carol y Nerea no se separaron de ella durante los nueve meses.
Llegó el día del parto, al final fue una niña a la que puso el nombre de Sara. Sus ojos se iluminaban cuando hablaba de ella, creo sinceramente que Sara llegó en el momento idóneo. Volvió a llorar, tardó en hacer la prueba de paternidad pues, por un lado, quería que fuera mió, pero yo había empezado una relación con Gianna y eso lo cambiaba todo. Que fuera de Quique o de su amigo fotógrafo facilitaría las cosas, pues tener una hija iba en contra de su forma de vivir.
Cuando llegaron los resultados, salto de alegría, esa niña no podía tener mejor padre, pero las cosas no acabaron bien entre nosotros y ella tenía mucho miedo, si me lo decía y eso hacía que mi relación con Gianna se resintiera, no la perdonaría en la vida. Estaba roja de vergüenza, no estaba enfadado con ella, la verdad es que entonces no estaba preparado. No para ser padre, sino para estar cerca de ella, demasiado dolor.
• Hiciste bien, en aquel entonces tenia demasiado rencor, ¿Gianna lo sabe? – eso me preocupaba mucho.
• Sí, lo hablé con ella antes de preparar la entrevista y fue ella la que me animo a hablar contigo, me dijo que ya estabas preparado para hacerlo.
Miré a Gianna, ésta sonreía mientras jugaba en el agua con las dos niñas. Mi pie me dolía, pero me levanté y miré a Bea, ella asintió con la cabeza. Me acerque a la orilla, Sara se acerco a mí, le tendí la mano y le dije si quería pasear conmigo. Ella miro a su madre y ésta le dijo que sí con una sonrisa. Sara cogió mi mano tímidamente y empezamos a caminar, pero no se cuando se dio el momento mágico, creo que ella también sintió que yo era su padre, no se cómo explicarlo.
Para cuando llegamos al final de la playa, ella reía y me contaba lo bien que se lo pasaba con su madre y con sus tías Carol y Nerea. Entonces no pude contener las lágrimas, mi hija se paró y me preguntó.
• ¿Por qué estás triste?
• No lloro por estar triste Sara, lloro de alegría por haberte conocido.
Estaba de rodillas mirando a mi hija cuando ésta me abrazó, yo la rodeé con mis brazos mientras no podía parar de llorar; miré donde estaban Bea y Gianna, las dos también lloraban. Cuando llegué donde ellas, éstas me dijeron que irían al hotel para hacer la entrevista. Las dos me miraron y me dijeron que cuidara bien de mis hijas, mira tu que listas las dos.
Para hacer tiempo me fui con las niñas a la parte vieja, termine comprándoles dos helados y un peluche para cada una. Por mi la entrevista podría haber durado todo el día, estaba encantado pasando el tiempo con mis dos revoltosas hijas que conectaron de una manera muy especial, como solo dos hermanas pueden hacerlo. Al final llegó la hora de las despedidas, Bea tenía que volver, pero me prometió que muy pronto volvería para que pudiera pasar tiempo con mi hija.
Siempre agradeceré a mi novia que nos diera la oportunidad de hablar, la entrevista fue un éxito y el número de esa revista se vendió muy bien, Silvia seguía intentando subir al piso de arriba con ese sigilo nivel dios que la caracterizaba, yo me reía por su infantil proceder aunque la verdad es que nos ayudó muchísimo y yo le recompensé con una fuerte amistad y siéndole leal, rechazando propuestas de trabajo de la competencia. Me ofrecían más dinero, pero estaba seguro de que la familiaridad que había en la empresa de Silvia ninguna la podía igualar.
No he hablado de Quique, me quedo con algo que me dijo Silvia un día, los hombres como él mueren solos, porque ninguna mujer quiere a su lado a hombres vacíos que solo buscan follar sin ser conscientes de que se van a hacer viejos y entonces no tendrán a nadie a su lado.
Bea al final término mudándose a una casa que quedaba cerca de la nuestra, los dos teníamos claro que jamás volveríamos a estar juntos, pero eso no sería un impedimento para ser los mejores padres para Sara.
Ahora miro hacia un futuro diferente, lleno de felicidad al lado de mis hijas y mi preciosa pelirroja a la que no dejaré de amar hasta el final de mis días.
FIN