jeanoel
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EL MANTERO 4
Como os contaba al final de la anterior parte, el negro, tras clavarle todo el pollón dentro del coño, se tumbó sobre ella y se quedó quieto durante unos instantes. Mi mujer se quedó prácticamente sin respiración al sentir cómo la había abierto por dentro literalmente con semejante barra de hierro candente.
Al poco, el morenazo inició pequeños movimientos de vaivén con su pelvis sacando y metiendo ligeramente su tranca del interior de ella. Si mi mujer había sentido daño cuando le había clavado de golpe buena parte de la polla, ese dolor había quedado disipado pues empezó a emitir pequeños gemidos de placer.
Un rato después el tío se incorporó elevándose con sus potentes brazos. Ahora las penetraciones eran más largas y profundas pero de forma lenta y cuidadosa. Los gemidos se transformaron en jadeos y después en pequeños grititos. Cada vez que le sacaba el pollón casi por entero y se lo volvía a meter mi mujer me contó que le hacía ver las estrellas de puro gusto. Los "¡ah...,ah..., ah...!" que emitía cada vez que sentía al chico dentro de lo más profundo de su ser cada vez iban ganando en intensidad y volumen.
El bombeo fue aumentando de ritmo y velocidad, mi mujer lo ayudaba abriéndose todo lo que podía de piernas, moviéndose acompasadamente con los movimientos de él y agarrándolo de los glúteos y empujándolo hacia ella para sentir más profundamente cada penetración.
A medida que aumentaba el placer ella le pedía más, "¡sigue..., así, más rápido..., más fuerte!" le pedía y el moreno no se hacía de rogar y se la follaba con más potencia y más velozmente hasta llegar a un ritmo frenético que los hacía botar a los dos de la cama.
El orgasmo era inminente, mi mujer empezó a sentir como una corriente eléctrica le recorría todo su cuerpo desde sus partes más íntimas hasta el resto de todos sus músculos y terminaciones nerviosas. Los grititos ya se habían convertido en chillidos mientras el mantero no paraba de clavársela sin descanso. "¡AAaaah..., no pares, no pares..., me voy a correeer...!" le gritaba ella hasta que sucedió lo inevitable. "¡Me... me corrooooooh...! ¡AAAAaaaaaaaoouh...!"
El aullido que soltó mi mujer en el momento de correrse debió de ser de escándalo según me contó, empezó a convulsionar de forma descontrolada como una posesa hasta el punto de que pensaba que se iba a desmayar de gusto. El morenazo por su parte no le dio tregua, continuó con sus embestidas alargando así el orgasmo de ella. Fue una de las corridas más largas e intensas que había sentido hasta la fecha, era como orgasmo continuo que no paraba y que la estaba matando de gusto.
Finalmente el negro explotó dentro de ella rellenándole el coño con leche abundantemente. Mi mujer sintió cada una de sus contracciones recibiendo potentes trallazos de semen que la inundaban por dentro y que le hacían prolongar la sensación de placer.
Una vez hubo descargado, el chico se salió de ella y quedaron los dos tumbados de medio lado frente a frente, mi mujer exhausta pero satisfecha del polvazo que acababa de recibir. Mientras recuperaban la respiración después del esfuerzo él la abrazó y comenzó a besarla y a acariciarla tiernamente, cosa que mi esposa agradeció profundamente.
Más adelante terminaré como fue el final de esta aventura
Como os contaba al final de la anterior parte, el negro, tras clavarle todo el pollón dentro del coño, se tumbó sobre ella y se quedó quieto durante unos instantes. Mi mujer se quedó prácticamente sin respiración al sentir cómo la había abierto por dentro literalmente con semejante barra de hierro candente.
Al poco, el morenazo inició pequeños movimientos de vaivén con su pelvis sacando y metiendo ligeramente su tranca del interior de ella. Si mi mujer había sentido daño cuando le había clavado de golpe buena parte de la polla, ese dolor había quedado disipado pues empezó a emitir pequeños gemidos de placer.
Un rato después el tío se incorporó elevándose con sus potentes brazos. Ahora las penetraciones eran más largas y profundas pero de forma lenta y cuidadosa. Los gemidos se transformaron en jadeos y después en pequeños grititos. Cada vez que le sacaba el pollón casi por entero y se lo volvía a meter mi mujer me contó que le hacía ver las estrellas de puro gusto. Los "¡ah...,ah..., ah...!" que emitía cada vez que sentía al chico dentro de lo más profundo de su ser cada vez iban ganando en intensidad y volumen.
El bombeo fue aumentando de ritmo y velocidad, mi mujer lo ayudaba abriéndose todo lo que podía de piernas, moviéndose acompasadamente con los movimientos de él y agarrándolo de los glúteos y empujándolo hacia ella para sentir más profundamente cada penetración.
A medida que aumentaba el placer ella le pedía más, "¡sigue..., así, más rápido..., más fuerte!" le pedía y el moreno no se hacía de rogar y se la follaba con más potencia y más velozmente hasta llegar a un ritmo frenético que los hacía botar a los dos de la cama.
El orgasmo era inminente, mi mujer empezó a sentir como una corriente eléctrica le recorría todo su cuerpo desde sus partes más íntimas hasta el resto de todos sus músculos y terminaciones nerviosas. Los grititos ya se habían convertido en chillidos mientras el mantero no paraba de clavársela sin descanso. "¡AAaaah..., no pares, no pares..., me voy a correeer...!" le gritaba ella hasta que sucedió lo inevitable. "¡Me... me corrooooooh...! ¡AAAAaaaaaaaoouh...!"
El aullido que soltó mi mujer en el momento de correrse debió de ser de escándalo según me contó, empezó a convulsionar de forma descontrolada como una posesa hasta el punto de que pensaba que se iba a desmayar de gusto. El morenazo por su parte no le dio tregua, continuó con sus embestidas alargando así el orgasmo de ella. Fue una de las corridas más largas e intensas que había sentido hasta la fecha, era como orgasmo continuo que no paraba y que la estaba matando de gusto.
Finalmente el negro explotó dentro de ella rellenándole el coño con leche abundantemente. Mi mujer sintió cada una de sus contracciones recibiendo potentes trallazos de semen que la inundaban por dentro y que le hacían prolongar la sensación de placer.
Una vez hubo descargado, el chico se salió de ella y quedaron los dos tumbados de medio lado frente a frente, mi mujer exhausta pero satisfecha del polvazo que acababa de recibir. Mientras recuperaban la respiración después del esfuerzo él la abrazó y comenzó a besarla y a acariciarla tiernamente, cosa que mi esposa agradeció profundamente.
Más adelante terminaré como fue el final de esta aventura
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