EL MANTERO 2
Paso a relatar lo que mi mujer me contó que pasó cuando fue acompañada por el mantero de color cuando estábamos disfrutando de un tranquilo de playa hasta que apareció el susodicho mantero a ofrecernos sus objetos de venta.
Como ya conté, ella y él se fueron juntos al apartamento que habíamos alquilado para ese puente festivo, mi mujer con la intención de recoger más dinero para el bolso que le había gustado y él para hacer sus necesidades. Como comenté, el muchacho parecía un tío legal y buena persona de modo que no me preocupé de que fuera hacerle algo malo a mi mujer y mucho menos de que pudiera pasar algo entre ellos.
Mientras mi esposa rebuscaba en el bolso el chico se fue a mear y ya con el dinero en la mano mi mujer se acercó al baño para decírselo. La puerta estaba abierta y lo que se encontró al asomarse fue al negro de pie frente al lavabo sin camiseta y refrescándose la cabeza y el torso, lógico que estuviera haciéndolo con el calor que hacìa esos días y el sudor que debería de tener acumulado de ir de un lado al otro de la playa con la pesada bolsa de mercancías.
Sin embargo, y en palabras de mi mujer, ese instante fue un momento hipnótico, se quedó un rato, como embobada, observando sin decir palabra simplemente contemplando como ese chico se frotaba ese cuerpo joven y musculoso hasta que este se giró y la vio allí, también de pie, frente a la puerta del baño.
Fue como un hechizo, se quedaron los dos mirándose a los ojos hasta que el chico se acercó a ella. No hubo palabras, éste la abrazó y le plantó un beso en los morros sin ningún pudor. Tampoco hubo rechazo, mi mujer no quería interrumpir ese momento mágico y correspondió a ese beso abriendo la boca y dejándose hacer, sus lenguas entraron en contacto y comenzó una lucha por ver quièn de los dos conseguía introducirla más profundamente en la boca del otro.
Juntaron sus cuerpos, las manos de él fueron a su cintura para bajar inmeditamente a acariciar su culo, las de ella pasaron de abrazar el cuello del chico a agarrar con fuerza sus potentes glúteos y atraerlo hacia sí. En esos primeros momentos de pasión pudo notar la virilidad del chico contra su pelvis.
Mi mujer ya me había puesto los cuernos con otros hombres de color y ya había podido corroborar en primera persona la fama que tienen sobre el tamaño de su miembro. No obstante, en el caso de este moreno y mientras se morreaban delante de la puerta del baño, no dejaba de sentir, a pesar de que llevara aun los pantalones puestos, como la polla del chico no paraba de crecer y crecer y ponerse cada vez más dura.
Siento dejarlo aquí, pensaba haber finalizado el relato en esta segunda parte pero el tiempo o, mejor dicho, la falta de ello, me impide hacerlo. Seguiremos contando...