Antonella

berserk37

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Antonella

Me encuentro sentada en mi porche, en mis manos tengo una taza de delicioso café y frente a mí la majestuosidad del monte Vesubio. Isabella juega correteando por el jardín, ver a mi hija así de feliz, renueva mis fuerzas mejor que un largo sueño. No puedo evitar pensar en Lisandro, su padre y el que creí el amor de mi vida. Con él viví la mayor felicidad, pero también el mayor de los dolores. Lisandro era el mejor amigo de mi hermano Matteo, entonces éramos una familia muy unida.

Mi familia constaba de seis miembros, Mis hermanos mayores Matteo y Aurelio, mi padre Dino, mi madre Greta y mi abuelo Enzo, con el tiempo descubriría la existencia de Dante, el único al que considero mi hermano de verdad. Mi abuelo había adquirido un estatus mayor, se había convertido en uno de los ancianos. Lo lógico hubiera sido que el líder de la familia hubiera sido mi padre, pero nuestra madre estaba muy enferma y este rehusó. Para él, el bienestar de su mujer estaba por encima del legado familiar.

El abuelo no dijo nada, pero todos sabíamos que se sintió muy decepcionado, solo quedaban dos candidatos al trono de la familia. Matteo y Aurelio, no tenía ningún interés en ocupar ese puesto y el ser mujer me descartaba al instante. Tal vez debería haberme sentido indignada, pero la verdad sea dicha, me sentí totalmente aliviada. Pasado un tiempo mi abuelo decidió hacer una pequeña fiesta, en ella daría un discurso. Todos estaban convencidos de que sería la noche donde el sucesor del abuelo sería elegido.

No tenía ninguna gana de asistir, nuestra madre había sido hospitalizada de nuevo, mi padre para decepción de mi abuelo, declino la oferta. Yo pensaba hacer lo mismo, pero mi madre insistió en que fuera, según ella al abuelo le haría ilusión, siempre había sido su ojito derecho. Mi madre me presto su mejor vestido, me quedaba perfecto, parecía hecho expresamente para mí. Mi padre siempre había dicho con orgullo que era la viva imagen de mamá.

La fiesta se haría en la casa familiar, una vez preparada, bajé las escaleras hasta el salón principal. Entonces lo vi, era el chico más guapo que hubiera visto en toda mi vida. Se encontraba hablando con mi hermano Matteo, me acerque a donde estaban ellos, cuando poso su mirada sobre la mía me sonroje. Aquel chico dejó de prestar atención a mi hermano para prestármela enteramente a mí.

• Me llamo Lisandro – dijo mientras me besaba la mano.

• Mi nombre es Antonella – dije muerta de vergüenza.

• Matteo nunca me dijo que su hermana fuera tan hermosa.

El corazón se me iba acelerando por cada instante que pasaba, Lisandro no se separó de mí en lo que resto de noche. Fue una noche de ensueño hasta que el abuelo decidió dar su discurso, no dijo quién sería el sucesor, lo que dijo fue que el sucesor debería ganárselo demostrando ser merecedor del puesto. Mire a mis hermanos, la mirada que se echaron el uno al otro me heló la sangre, en aquellos tiempos era una ingenua.

El tiempo no tardaría mucho en corregir esa parte de mí, al ver mi expresión, Lisandro decidió abrazarme. En ese momento todo mi miedo desapareció, absorbido por esos preciosos ojos marrones, la atmósfera se había convertido en irrespirable, Lisandro miro a mi hermano y este le dio su consentimiento. Salimos de la casa familiar y nos metimos en su coche, era un coche de gama alta y muy bonito. Me llevo a uno de esos locales de moda, todos los hombres se giraban a mirarme, pero ninguno osaba a acercarse, en ese momento no era consciente de lo peligroso que era Lisandro. Aquella noche bailamos hasta que cerró el local y por cada minuto que pasaba yo me iba enamorando inexorablemente del hombre que destruiría mi vida. Cuando el local cerró sus puertas, Lisandro me miro, sabía que estaba a punto de saltarse las reglas, pero se veía que tenía tantas ganas como yo de follar.

Fuimos a un pequeño hotel fuera de la ciudad, era tan cochambroso que ninguno de mis hermanos lo conocería. Una vez dentro de la habitación, mucho más limpia de lo que me esperaba. Lisandro fue a arrancarme mi vestido, pero salió ese carácter fuerte que herede de mi madre y que más adelante me daría las fuerzas para seguir adelante. Lisandro fue consciente que era una mujer de armas tomar, tomo nota y sonrió, dio dos pasos para atrás y me fui quitando el vestido mientras me movía con toda la intención de ponerlo cardiaco.

Lo estaba consiguiendo, Lisandro tenía un gran bulto en la entrepierna, una vez desnuda mi cuerpo brillaba por el sudor que reflejaba la luz de la luna que entraba por la ventana. Lisandro se quitó la ropa y delante de mí tenía su polla erguida y lista para ser degustada por mí, pase la lengua desde el final del tronco hasta la punta. Pude notar como todo el cuerpo de Lisandro se estremecía, pero eso no fue nada comparado a cuando me metí toda su polla en la boca. Su polla estaba incrustada en mi garganta, mire a Lisandro y pude ver el desconcierto en su mirada.

Seguro que mi hermano le dijo que era virgen, los únicos que sabían que había perdido la virginidad hacía años fueron mis padres. Mis hermanos hubieran puesto el grito en el cielo, mi abuelo les había dado una educación muy arcaica. Me subí a la cama y me puse a cuatro, empecé a mover mi culito en forma sugerente, Lisandro no perdió el tiempo y me penetro de una sola vez. Si no hubiera estado tan mojada, me hubiera destrozado. Me demostró que era un gran amante, mucho mejor que los hombres con los que había estado, no tardo en darme mi primer orgasmo.

Lo único que no me gusto de él, era que resulto ser un poco egoísta en la cama, pero me había enamorado perdidamente de ese hombre. Lisandro seguía percutiendo mi coño como si no hubiera un mañana, tuve que agarrarme al cabecero, si no temía que terminara traspasando la pared. Para cuando él se corrió dentro de mí, yo ya había disfrutado de mi tercer orgasmo, descansamos un poco y volvimos a la carga, esta vez fue en la ducha, me tenía cogida del culo y perforaba mi coñito con fuerza mientras el agua templada bañaba nuestros cuerpos.

Fue una noche increíble, se puede decir que esa noche empezamos a salir, pasados unos meses lo oficializamos en la familia, todos parecían aceptarlo, menos mis padres. Mi madre hacía poco que le había dado el alta del hospital, no dijo nada, pero su gesto fue suficiente, mi padre pudo disimularlo algo mejor, pero no mucho, me sentí muy triste y cuando pude fui a hablarlo con mi madre.

• Mama, todos se han alegrado, menos papá y tú – dije muy triste.

• Lo siento, hija, pero ese hombre te va a hacer mucho daño.

• ¿Cómo estás tan segura?

• Porque antes de conocer a tu padre, conocí algunos como él, prometen mucho, pero a la hora de la verdad solo traen dolor.

No diré que las palabras de mama no dolieron, pero si algo me había enseñado la vida era en no subestimar sus consejos. Eso de lo que advirtió mamá no tardo en llegar, el abuelo nos invitó a su palacio, según parece tenía algo que anunciarnos. Mis hermanos estaban eufóricos, durante los últimos meses se los habían pasado inmersos en una guerra por demostrar cuál de los dos era el indicado para el puesto, todos estaban callados esperando a sus palabras. La tensión se podía cortar con un cuchillo, entonces el abuelo dijo las palabras que me condenarían.

• La elegida para sucederme será, mi nieta Antonella.

• ¿Por qué yo?, no estoy interesada en el puesto – dije totalmente convencida.

• Por eso te elijo a ti Antonella, porque no lo quieres, tus hermanos se han corrompido antes de empezar.

En ese momento empezó el principio del fin, mire a mi alrededor, mis hermanos pasaron de quererme a odiarme a muerte, mire a Lisandro esperando apoyo por su parte, pero su mirada era la misma que la de mis hermanos. Los únicos que me miraban con preocupación eran mis padres, entonces mi padre se levantó y dijo que sería mi mano derecha.

• ¿Estás seguro hijo? – pregunto el abuelo.

• Sí – contesto mi padre.

Entonces mi padre miro a mis hermanos, la mirada de mi padre era tan intimidante que me hizo temblar. Mis hermanos tragaron saliva, sabía que en el pasado mi padre fue un hombre muy peligroso, pero después de verle como estaba constantemente cuidando de mamá y dándole todo su apoyo, creí que eran exageraciones, pues no lo eran. No tardaría en comprobarlo, el adiestramiento al que fui sometida, casi me mata, pero me convirtió en una persona capaz de enfrentarme a cualquier cosa y salir airosa. Mi relación con Lisandro cada vez se estaba deteriorando más, él era fiel a mi hermano Matteo.

Cada vez nos veíamos menos, últimamente no se molestaba ni en prepararse una buena cuartada, estaba segura de que me engañaba. El problema era que mis hombres le eran fieles a mi padre, no a mí, la noche en que Lisandro me rompió en tres, mis guardaespaldas no estaban donde tendrían que haber estado. No me encontraba bien y decidí subir a urgencias, llevaba toda la noche vomitando. Habían ingresado otra vez a mi madre y no quería preocupar más a mi padre, cuando fui a meter las llaves en la cerradura del coche, alguien se acercó por detrás y me coloco un trapo en el rostro.

Lo siguiente fue despertarme atada a una silla, delante de mí tenía unos monitores y en ellos aparecía Lisandro fallándose a la que creía que era mi mejor amiga. Una de las cámaras me estaba dando un primer plano de la polla de Lisandro fallándose su culo de una manera salvaje. Una cosa es sospechar que el amor de tu vida te engaña y otra muy distinta verlo con tus propios ojos. No sé cuantas horas habían pasado, pero había visto a Lisandro fallándose salvajemente a otras dos mujeres que no conocía de nada.

Una puerta se abrió y entro una persona riéndose, reconocería esa risa en cualquier sitio, era mi hermano Matteo.

• ¿Que creías hermanita?, ¿que quitarnos el poder no tendría consecuencias?

• ¡Yo no os he quitado nada!, me eligió el abuelo contra mi voluntad – dije muy cabreada.

• Eso da igual, Lisandro me es fiel a mí, le ordené que te diera una lección y lo está disfrutando, sabías que él eligió a tu amiga, porque sabía lo mucho que te dolería.

La rabia se apoderó de mí, intente romper las bridas que me tenían atada a la silla, mis muñecas empezaron a sangrar, entonces escuche un estruendo. Mi hermano salió corriendo y en poco tiempo entro mi padre armado, me soltaron, tenía muchas ganas de vomitar, estaba cansada y perdí el conocimiento, entre lo mal que me encontraba y lo que había visto fue demasiado y mi cerebro dijo basta. En el hospital me hicieron todo tipo de pruebas y los resultados eran claros, estaba embarazada.

Al escuchar aquellas palabras de la boca del doctor hicieron que una sonrisa creciera en mi rostro, algo bueno había surgido de algo muy malo. Por fin tenía algo en mi vida, por lo que luchar con uñas y dientes, otra cosa que tendría que hacer es hacerme valer. Ahora iba a ser madre y mi hija tendría a las personas más contundentes del mundo protegiéndola, sabía que mis hermanos y Lisandro la utilizarían para hacerme daño. Cuando me dieron el alta, pase por casa. A los jefes de la familia les tatúan el escudo familiar para que todo el mundo sepa quién es el que manda.

Mi abuelo me hizo tatuármelo, pero hasta ahora lo había llevado oculto, eso se había acabado, cogí un arma, mi padre me dijo el bar al que solían ir los dos hombres que tenían que cuidar mi espalda. Al llegar aparqué el coche y me metí dentro de ese antro, no me costó encontrarlos, estaban en la barra intentando ligar con las camareras. Me acerqué a ellos y cogiendo la cabeza de uno de ellos la estampé contra la barra del bar. Su nariz crujió lo suficiente para que una de las camareras gritara y se tapara la boca con las manos.

El otro fue a decir algo, se encontró con el cañón de mi arma metida en su boca, mi mirada le estaba diciendo que si me tocaba los ovarios descargaría el cargador en su garganta. Entonces todos en el bar vieron el escudo familiar y supieron quién era yo, pero sobre todo esos dos hombres que no me respetaban, se acababan de dar cuenta que yo era la jefa. Por primera vez vi respeto en el rostro de esos hombres, desde ese momento se convirtieron en dos de los hombres más fieles que he tenido jamás.

Me hice cargo de los negocios familiares en una gran ciudad, donde compartíamos territorios con otras familias, a diferencia de las demás familias, yo intente crear puestos de trabajo de verdad. En mi territorio había mucho paro, por lo que pude ver a mi abuelo que la gente se muriera de hambre, no le importaba nada. Me costó, pero al final conseguí que todos me vieran como una empresaria y no como la jefa mafiosa. Entonces llego el día más feliz de mi vida, el nacimiento de mi hija Isabella, La enfermedad de mi madre se agravó, pero vivió lo suficiente para ver nacer a su nieta y disfrutar de ella.

La muerte de mi madre fue otro golpe duro, intente con todas mis fuerzas enterrar todo el dolor que Lisandro me había provocado, me centre en mi trabajo y después en la luz de mi vida que era Isabella, pero la muerte de mamá fue la gota que colmo el vaso, para papá y para mí fue muy duro. Cuidamos el uno del otro y a Isabella entre los dos, creo que ha sido la única vez que mis hermanos me dieron una especie de tregua, por lo menos hasta que enterramos a mamá. Le dije a papa que se mantuviera al margen, Matteo y Aurelio era tan hijos suyos como yo. Algo me decía que no se mantendría al margen, otra cosa que pasaba era que desde la muerte de mamá vi a papá muy raro, entonces una noche me invito a cenar y me contó que tuvo una aventura con una amiga de mamá, quedando ella embarazada.

• ¡Mama, lo sabía! – dije muy enfadada.

• Sí, jamás le oculté nada.

• Sabes lo mucho que me dolió la traición de Lisandro, ¡y vas tú haces lo mismo!

• Hija, tienes otro hermano, se llama Dante y quiere conocerte.

La verdad que al principio era reacia, pero le di una oportunidad y no me arrepentiré de haberlo hecho en toda mi vida, Dante no se parecía en nada a mis otros hermanos, era cariñoso y conecto enseguida con Isabella, Dante demostró ser un guardaespaldas de primera. Mis hermanos, al enterarse de su existencia, clamaron venganza contra mi padre y mi nuevo hermano, pero Dante salió airoso. Los años fueron pasando, mis hermanos cada vez tenían más hambre de poder y querían arrebatarme la ciudad a la fuerza, aquella noche mandaron un pequeño ejército que puso en jaque al mío.

Mi única prioridad era proteger a mis empleados y sobre todo a mi hija Isabella, Matteo y Aurelio, esperaron a que Dante estuviera fuera de la ciudad. Tenían que operar a su madre, pude contenerlos bastante bien, pero la cosa cambio cuando tuve delante de mí a Duncan, su reputación le precedía. En ese momento sabía que ese hombre era el único en esa casa con la destreza suficiente como para acabar conmigo, no temía por mí, sino por mi hija. Entonces la puerta que estaba custodiando se abrió y de ella apareció Isabella. Me quedé blanca, Duncan nos cogió a Isabella y a mí y nos metió en la habitación, atrancando la puerta.

• Sé que has venido a matarme, pero delante de mi hija no – tirando mi arma.

• No tengo intención de matarte, más después de lo que he visto.

• ¿Por qué? – pregunte.

• En esta mansión hay una habitación donde está la caja fuerte con el dinero y otra habitación con los ordenadores que guardan toda la información que podría hundirte y tú has decidido proteger la habitación de tu hija, eso me indica que tienes un código y que no eres un monstruo.

No solo estaba mi hija, todos mis empleados se encontraban allí y los estaba intentando proteger.

• Te ayudaré a sacar a tu hija y empleados de aquí, bien Antonella, esta es tu casa, guíame.

• Te lo agradezco – mientras cogía a mi hija en brazos.

Desde ese día Duncan se convirtió en mi aliado, pero sobre todo en mi amigo, no solo él, Erin su novia y Lisa, su hermana que en el futuro se convirtió en la novia de mi hermano Dante, se convirtieron en familia. Hablando de familia, hacía dos días que el abuelo había muerto, los forenses dijeron que fue de muerte natural, pero yo tenía mis sospechas. En el mundo existían venenos que una vez inoculados era indetectable y podían provocarte un paro cardiaco. Si os preguntáis lo que me hace sospechar, el abuelo no se cuidaba nada, su salud no era la mejor, pero su corazón no presentaba ningún problema.

Después de darle un trago al magnífico café, la deje sobre la mesa al lado de un sobre que contenía una fotografía de Lisandro tomada en Nápoles una semana atrás. No lo había vuelto a ver desde que me traiciono de esa forma tan atroz, una vez nació Isabella decidí centrarme en ella. Soy una mujer paciente y sabia que tarde o temprano nuestras vidas volverían a cruzarse y entonces tendría mi venganza.

Por lo que parecía, mi venganza se iba a dar antes de lo que había imaginado, pero lo primero era lo primero, tenía que vestir a Isabella para que pudiéramos ir al entierro del abuelo. Dante insistió en conducir hasta el cementerio, pero yo decliné el ofrecimiento. Mi conductor y guardaespaldas era un hombre que me había demostrado su lealtad en muchas ocasiones, desde que aquella noche en el bar le incruste el cañón de mi arma hasta el esófago. Desde entonces jamás me había fallado ni una sola vez y sabía perfectamente que defendería a Isabella con su vida.

Sabía defenderme perfectamente, el adiestramiento a la que fui sometida por mi padre me convirtieron en una mujer letal en combate a larga y corta distancia. Una vez Isabella estaba preparada nos montamos en el coche donde mi guardaespaldas nos estaba esperando impecablemente vestido. Nos saludamos y este bromeo brevemente con Isabella, arranco y nos pusimos en marcha. Isabella y yo íbamos distraídas mientras me contaba lo bien que se lo paso la última vez que su tío Dante había venido de visita, mi guardaespaldas paro delante de una obra en la carretera que parecía sospechosa.

• Señora, no me gusta el cáliz que está tomando esto, esa obra es muy sospechosa.

• ¿En qué te basas? – pregunté.

• A la mañana he pasado por aquí para ir a recogerlas y no había ninguna obra, es una trampa.

• Continua, está claro que mis hermanos están detrás de esto, si no es aquí nos emboscarán en cualquier otro sitio, esta zona está deshabitada, no pondremos en peligro a ningún inocente.

Ajuste bien el cinturón de Isabella y me pase al asiento del copiloto, apreté un botón y la parte de atrás sé cerro con una plancha de acero templado de cinco centímetros, ese coche estaba diseñado para que la parte de atrás fuera tan inexpugnable como un tanque.

• ¿Esta segura señora?, detrás estaría a salvo al lado de sí, hija.

• Sí, en la parte de atrás, sería de poca ayuda a mi hija.

Nos pusimos en marcha, saque un arma de la guantera, pero no me dio tiempo para meter el cargador, un coche salieron de uno de los callejones chocando contra la puerta del conductor con una violencia brutal. Mi guardaespaldas murió en el acto, yo me golpeé en la frente y estaba sangrando, intentaba mantenerme despierta, pero me estaba costando muchísimo, lo último que vi antes de perder definitivamente el sentido fue a Lisandro sonriendo.

Continuará.
 
Aquí os dejo el capitulo del relato de Antonella, estaré unos días sin poder escribir, de hecho me he levantado pronto para terminarlo, como he dicho no podre escribir en unos días, tened paciencia, la verdad es que la había publicado en otra sección, todabia no controlo bien esta pajina jajajaja.
 
El que llevaba la otra pagina ya lo explico en el cominicado.
Si entrais y lo leeis lo entenderiais.
 
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