Joer, no se si son cosas mias o que, pero me da que le va a pasar algo a Elena. Espero equivocarme, de verdad.Capítulo 809
Estaba tan excitado que me entró mucho calor, cosa a la que ella le puso remedio al quitarme la sudadera para volver a comernos la boca con la misma ansia que hacíamos segundos antes. La notaba temblorosa, y no voy a mentir, yo también lo estaba. Era como si estuviéramos nerviosos al estar así.
Al menos puedo asegurarlo por mi parte, porque estar así con ella era como irse a otro mundo. Me ponía muy nervioso a esas alturas aún con ella, porque por una parte tenía miedo de dar un paso en falso, pero por otra me moría por ir a más. Era una lucha continua por llegar al final y querer que durara más para disfrutar al máximo de ella.
Pero Elena tenía prisa, porque de la misma manera que me quitó la sudadera, lo hizo con el resto de ropa, al igual que con la suya. Sin apenas preliminares, ella se montó sobre mí para meter mi polla dentro de su coñito poco a poco, aunque cuando estaba ya cerca de meterla por completo, se terminó de sentar sobre mí para hincársela entera.
Lanzó un gemido bastante alto e impropio en ella a juzgar por cómo se comportaba en la cama ahora que nos estábamos volviendo a ver, pero al igual que con el beso, no dije nada y me dejé llevar. No me esperaba que estuviera tan encendida como para que empezara a follarme a buen ritmo al moverse hacia delante y detrás, mirándome fijamente a los ojos durante unos instantes para luego agarrar mi cara y empezar a besarme de nuevo.
Los escalofríos volvían a recorrer mi cuerpo, en especial por la espalda, aunque no es que me notara tan cerca de correrme. La cosa fue a más cuando Elena se volvió a separar de mis labios para mirarme fijamente una vez más mientras pasaba a ponerse en cuclillas en el sofá para botar sobre mí. El sonido que tenía lugar con sus movimientos era bastante alto, y sonaba a húmedo, como bien podía notar al resbalarse sus fluidos por mi cuerpo.
Pero tuve que pararla, abrazándola con fuerza, dejando caer ella su cara sobre mi hombro mientras murmuraba sonidos agradables. Le di un beso en la cabeza y ella me lo devolvió por la zona en la que estaban sus labios, aunque luego lo hizo sobre los míos.
Le dije de ir a la habitación mejor para estar más cómodos, pareciéndole a ella bien, por lo que la cogí en brazos para irnos hasta allí, dejándola yo con cuidado sobre la cama y yendo a coger un condón de los que guardaba en la mesita de noche, aunque ella tenía otros planes, porque poniéndose a cuatro sobre la cama, me la empezó a chupar cuando me di la vuelta para mirarla.
La dejé hacer durante un rato, porque me encantaba cómo la hacía y la veía muy sexy comiéndomela en esa postura. Me encantaba ver su culo moverse un poco mientras me daba placer de esa manera. Un placer que cada vez escalaba más y más hasta que o la paraba, o me corría.
Así que me aparté un poco, con una risa nerviosa que ella entendió, pero se vio sorprendida, seguramente por mi rudeza al agarrarle de las piernas para ponerla bocarriba y alzarlas, arrodillándome yo en el suelo para comerle el coño desde fuera de la cama. Se rio y dio un gritito, pero pronto se dejó hacer, inundándome el sabor tan bueno de sus fluidos una vez pasé mi lengua por su rajita.
Me podía el ansia y se lo comía con demasiada intensidad, tirándome ella del pelo en varias ocasiones hasta que me pidió que parara, porque se iba a correr y quería hacerlo mientras la follaba. Y fue algo que me puse a hacer casi en el acto, en lo que duró el momento de abrir el condón y ponérmelo.
Me coloqué entre sus piernas y se la empecé a meter despacio para llegar hasta el final, comenzando una follada lenta en aquel misionero que cogió mucha rapidez en poco tiempo. Elena se me abrazaba con todas sus extremidades hasta que llegó un punto en el que no pudo más y se empezó a correr, haciéndolo yo también al notar cómo se ponía.
Se agarraba a mi nuca, podía notar cómo se clavaban sus pezones en mi pecho, cómo empezaba a temblar como siempre que tenía un orgasmo y cómo me humedecía el oído al soltar su aliento en una respiración agitada y entrecortada.
A mí me recorrió una descarga eléctrica por todo el cuerpo que me dejó sin saber dónde estaba por unos segundos, aunque no me costó volver en sí, haciendo presión para clavársela lo más profundo que podía, lanzando ella un gemido, aunque no soltaba el abrazo tan grande y fuerte que me daba.
Poco a poco se fue calmando, moviéndome yo para ponerme a su lado y poder quitarme el condón, el cual anudé y dejé sobre la mesita de noche. Habíamos durado muy poco, pero es que había muchas ganas y ya eran varios días en los que no hacía nada. Me percaté de que también expulsé más de lo habitual, cosa que no tenía que ver mucho con el tiempo que llevaba sin echar un polvo, porque al masturbarme expulsaba igual.
Elena abrió los ojos, pareciendo un poco desorientada, pero rápidamente se puso de lado para mirarme, poniendo su mano sobre mi pecho. Yo me acerqué a ella para besarla, recibiéndome ella muy bien. Tan bien que el beso se prolongó bastante y yo me volví a excitar mucho, poniéndose mi polla muy dura una vez más.
La acerqué a mi cuerpo para que lo pudiera notar, echando mano a ella para agarrarla y masturbarme, cosa que me provocó un gemido con el que le quería comunicar que me gustaba. Viniendo de una racha en la que una vez ella llegaba al orgasmo, la cosa se quedaba ahí, pensaba que esta vez sería igual, pero no terminó de ser así, porque parecía tener muchas ganas de seguir.
Y así fue, porque empezamos a jugar de nuevo, aunque ahora nos lo tomamos con mucha más calma. Ya se nos había ido esa necesidad de ir al grano, parándonos ahora más en los detalles. Empezamos por masturbarnos el uno al otro durante varios minutos, de manera muy lenta para no excitarnos demasiado.
Conseguí arrancar así muchas risas a Elena, porque a veces le hacía cosquillas y la verdad es que me encantaba ese juego, aunque nos empezó a apetecer más, por eso pasamos al sexo oral. Empecé yo, al ponerme tumbado bocabajo mientras ella estaba bocarriba bien abierta de piernas.
Pero no pude hacerlo durante el tiempo que me hubiese gustado, porque volvía a estar sensible y parecía estar cerca de llegar otra vez, por eso pasó a hacérmelo ella a mí. Al menos, ya de últimas hicimos un 69 al ponerse ella sobre mí, dejándome disfrutar así un poco más de lo rica que estaba. Tras eso, se puso sobre mí, aunque ahora mirándome a los ojos, para poner mi polla entre mi cuerpo y su rajita, empezando a frotarse con ella al moverse hacia delante y detrás.
Me encantaba la cara que tenía de excitación, mordiéndose el labio y teniendo unas preciosas chapetas. Una vez más, se la empezó a meter sin condón, cosa que me encantaba, pero que era también peligroso al no estar ella tomando nada para prevenir el embarazo.
Pero fue solo un momento, cogiendo yo después otro condón para ponérmelo y que ella me empezara a follar otra vez, aunque rápidamente se puso en cuclillas, como hizo en el salón, para botar sobre mí. De nuevo, esos sonidos de palmadas con cierto tono húmedo que me ponía bastante, aunque ahí no quedó la cosa, porque también se dio la vuelta para follarme al levantar su culo y dejarlo caer.
Tanto me gustó ver aquello que después la puse a cuatro para follarla así durante varios minutos en los que aumentaba o bajaba la intensidad, según tocara. Elena preocupara apagar sus gemidos al morderse los labios por dentro o al tapar su boca con una mano o con la almohada directamente, aunque le costaba más de últimas, cuándo me folló como más me gusta, sobre mí, moviéndose hacia delante y detrás.
No tardó mucho en llegar mi nuevo orgasmo, como tampoco lo hizo el suyo, aunque el mío se vio muy amplificado al derrumbarse ella sobre mí para besarme el cuello, llegando incluso a hacerme un chupetón.
Esta vez sí que nos costó mucho más recuperarnos de aquello. Si hasta se me olvidó quitarme el condón, haciéndolo cuando me di cuenta para dejarlo junto al otro. Ella seguía con sus ojos cerrados y con la respiración un poco errática, dedicándome yo a observarla al ponerme de lado.
También le di algún que otro beso, ya fuera por la cara, labios o en la frente. Ella parecía no enterarse mucho al estar en su mundo. Lanzó un suspiro y se estiró antes de abrir los ojos, para luego quedarse mirando al techo durante unos instantes, pasando a mirarme a mí, poniendo una sonrisa ligera en su boca.
Estuvimos callados durante un rato, mirándonos cuando no cerraba sus ojos, aunque le empecé a acariciar el cuerpo, pero sin buscar de nuevo ir más allá, porque en realidad se estaba haciendo tarde y al día siguiente ella tenía que ir a trabajar, aunque sí que me acerqué más a ella para abrazarla y empezar a besarla, o al menos durante unos segundos, porque se incorporó para mirar qué hora era en el despertador que tenía sobre la mesita, pasando a levantarse de la cama.
-Quédate a dormir, por favor.
-No puedo, Javi. Mañana madrugo bastante y quiero darme una ducha también.
-Yo suelo madrugar mucho. Y te puedes dar la ducha aquí si quieres.
-No tengo ropa limpia. Y voy a tener que volver igual. Creo que es mejor que lo haga ahora.
-Me parece que ya es un poco tarde como para salir con el coche.
-Ya, pero el trayecto es corto. No va a pasar nada.
-Bueno, como tú quieras.
-¿Este finde tienes algo?
-No. ¿Por?
-Porque he estado hablando con Irene y tiene ganas de que nos juntemos otra vez. Podemos hacer algo los cuatro.
-¿Y Sofía y Hugo?
-No van a estar. Tienen un plan especial.
-Ah.
-Pero podemos quedar nosotros, ¿no?
-Claro.
-Podríamos echar el día con ellos allí y tal.
-Vale.
-Bueno, pues me voy a ir ya.
-Como quieras. Pero al menos avísame cuando llegues a casa.
-Vale. No te preocupes.
Que mal rollo me da.