Un recepcionista en Menorca

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21:00. 29º. Detrás de mi actitud completamente fría el corazón me iba a mil, tremenda descarga de adrenalina, acaba de empezar, tranquilidad me decía, pero las fotos no mentían, la madurita estaba como un puto tren, era algo pija, parecía como si su coño oliera a rosas y coco, y a mi me daba todavía más morbo, con su maletita de ruedas de Tous, su anillo de Tous, su bolso de Prada, sus pulseras de corazoncitos, le encantaba todo lo naif, era una mezcla explosiva de lo naif y lo lascivo, era rosa y negro, era nubes de algodón y pornografía y eso generaba en mi un deseo difícil de controlar, necesitaba que las ganas de sexo nublaran también su juicio hasta tenerla a cuatro patas delante de su marido, completamente sometida, con esas pulseritas de la muñeca agitando mi polla en su boca y su culazo bien en pompa. No disimulé mi polla dura, salí de detrás de la barra de la recepción y agarré su maleta de Tous.

Caminamos hacia la habitación con una conversación ligera, que cuantos años tenía, que sí vivía aquí, hasta que nos metimos en el ascensor, ahí nos quedamos de pie, ellos dos frente a mi, en un espacio pequeño y lleno de reflejos, estábamos a apenas 20 centímetros, donde no era fácil evitar la mirada a sus pezones, tampoco es que ella se incomodará, pero de repente el ambiente se calentó, se tensó, tensión de un morbo que antes o después iba a explotar, seguramente en su habitación, sin mi, pero el calor sexual entre los tres era evidente, notaba la mirada de los dos encima de mi, el perfume de ella, dulce y afrutado se mezclaba con un olor que juraría que era de jugos vaginales, joder, quizá estaba loco, pero diría que ella estaba tan mojada por la situación que su sexo embriagaba todo ese minúsculo espacio. Nadie decía nada, solo nos mirábamos.

Salimos del ascensor y llegamos a la habitación. Abrí y entré con ellos, era un apartamento normal.

– Dime, ¿vas a la playa por aquí? – su marido daba pie a lo que vendría.

– Sí, normalmente suelo hacer nudismo en un sitio relativamente tranquilo por aquí – contesté poniendo el cepo.

– Ah sí? Quizá nos lo puedas chivar, seguro que nuestra compañía no te importunará – seguía el plan.

– Sí, seguro que ese sitio también es afrodisíaco, jajaja – dijo ella bromeando

– Mañana tengo el día libre y os llevaré si os apetece, si os gusta lo que veis os quedáis conmigo y si no buscáis otro sitio – y zas! era perfecto, todo muy sutil, muy discreto, pero estaba hecho, aunque ya no sé quién había caído en la trampa de quién.

– Nos parece perfecto – dijo él.

– Pues pasaré a recogeros sobre las 10:00 ¿os parece? – dije

– Genial! – respondió ella.

Él se estaba metiendo en el papel que le tocaba, decidí apretar un poco más, cogí mi móvil en el mismo pasillo y escribí dos mensajes, uno a él: haz un buen reportaje de lo putita que es esta noche, y seguidamente le escribí otro a ella: esta noche serás nuestra actriz porno, haz un buen papel.
 
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21:00. 29º. Detrás de mi actitud completamente fría el corazón me iba a mil, tremenda descarga de adrenalina, acaba de empezar, tranquilidad me decía, pero las fotos no mentían, la madurita estaba como un puto tren, era algo pija, parecía como si su coño oliera a rosas y coco, y a mi me daba todavía más morbo, con su maletita de ruedas de Tous, su anillo de Tous, su bolso de Prada, sus pulseras de corazoncitos, le encantaba todo lo naif, era una mezcla explosiva de lo naif y lo lascivo, era rosa y negro, era nubes de algodón y pornografía y eso generaba en mi un deseo difícil de controlar, necesitaba que las ganas de sexo nublaran también su juicio hasta tenerla a cuatro patas delante de su marido, completamente sometida, con esas pulseritas de la muñeca agitando mi polla en su boca y su culazo bien en pompa. No disimulé mi polla dura, salí de detrás de la barra de la recepción y agarré su maleta de Tous.

Caminamos hacia la habitación con una conversación ligera, que cuantos años tenía, que sí vivía aquí, hasta que nos metimos en el ascensor, ahí nos quedamos de pie, ellos dos frente a mi, en un espacio pequeño y lleno de reflejos, estábamos a apenas 20 centímetros, donde no era fácil evitar la mirada a sus pezones, tampoco es que ella se incomodará, pero de repente el ambiente se calentó, se tensó, tensión de un morbo que antes o después iba a explotar, seguramente en su habitación, sin mi, pero el calor sexual entre los tres era evidente, notaba la mirada de los dos encima de mi, el perfume de ella, dulce y afrutado se mezclaba con un olor que juraría que era de jugos vaginales, joder, quizá estaba loco, pero diría que ella estaba tan mojada por la situación que su sexo embriagaba todo ese minúsculo espacio. Nadie decía nada, solo nos mirábamos.

Salimos del ascensor y llegamos a la habitación. Abrí y entré con ellos, era un apartamento normal.

– Dime, ¿vas a la playa por aquí? – su marido daba pie a lo que vendría.

– Sí, normalmente suelo hacer nudismo en un sitio relativamente tranquilo por aquí – contesté poniendo el cepo.

– Ah sí? Quizá nos lo puedas chivar, seguro que nuestra compañía no te importunará – seguía el plan.

– Sí, seguro que ese sitio también es afrodisíaco, jajaja – dijo ella bromeando

– Mañana tengo el día libre y os llevaré si os apetece, si os gusta lo que veis os quedáis conmigo y si no buscáis otro sitio – y zas! era perfecto, todo muy sutil, muy discreto, pero estaba hecho, aunque ya no sé quién había caído en la trampa de quién.

– Nos parece perfecto – dijo él.

– Pues pasaré a recogeros sobre las 10:00 ¿os parece? – dije

– Genial! – respondió ella.

Él se estaba metiendo en el papel que le tocaba, decidí apretar un poco más, cogí mi móvil en el mismo pasillo y escribí dos mensajes, uno a él: haz un buen reportaje de lo putita que es esta noche, y seguidamente le escribí otro a ella: esta noche serás nuestra actriz porno, haz un buen papel.
tremendo relato y muy bien contado me gusta
 
Magnifico! Sin haber entrado en faena, nos tienes a todos tensos!!!
 
A ver si se arregla el postimage.
Buff que agradable me va hacer el vuelo de regreso esta noche leer los capitulos.
 
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21:10. 29º. Dejamos las cosas en la habitación, un sitio relativamente amplio para se una habitación de hotel, una cama, un sofá, una mesita, un balconcito con dos sillas y un baño con una ducha espaciosa. Estaba ansiosa por leer el mensaje que me habían enviado de la recepción, abrí el What’s App, y joder, este tío se pasa, consiguió que mojara más mis braguitas. La verdad es que tenía unas ganas locas de comerle la polla, pero no, esta noche iba a ser solo su actriz porno, estaba tan cachonda que iba a ser la mejor, le excitación podía con la vergüenza, fui dando pequeños pasos por la habitación, sondeándola, moviendo mi culito de un lado a otro, como una gata explorando su terreno, me acerqué a una mesita que había delante del sofá, levanté mi pierna y puse mi tacón sobre ella levantando ligeramente mi vestido, miré fijamente a mi marido, no hicieron falta palabras.

Él, que seguía en la entrada, también leyendo su mensaje, en cuanto me vio, lo primero que hizo fue apuntar el móvil hacia mí y disparar. Seguí con mi performance, me aparte de la mesa y me coloqué en medio de la habitación, el balcón quedaba detrás, junté mis pies y quité un tirante del vestido, mi marido no se perdía detalle, oía el sonido penetrante del Samsung tomando fotos, dejé caer mi vestido sobre el suelo de falso parket y me puse de rodillas, mis tacones, el tanga, mis pulseras y mis pezones duros eran todos mis accesorios, quise que el recepcionista viera bien mi culo, así que me puse con las palmas de las manos en el suelo y con el culo bien erguido, mi marido seguía, fotografía, fotografía cabrón, fue lo que pensé, ya estaba metida en el papel de actriz porno, la verdad es que sin el coño tan mojado hubiera sido completamente incapaz de superar el pudor, él ya estaba empalmadísimo, le ponía tan cachondo exhibirme, mostrarme, un candaulista de bandera. Me bajé ligeramente el tanga a la altura de los muslos, uffff, me calentaba pensar lo bien que lo estaba haciendo, si me veía el otro debía tener la polla dura como un diamante.

Volví a subir mis bragas, y como si de una coreografía ensayada se tratara hice mi siguiente postura, me levanté, cerré los ojos y me volví a bajar las bragas a la altura de mis muslos, separé mis piernas que quedaron haciendo una A con las bragas haciendo de tope, en tensión, seguro que mi coño se veía perfectamente con lo perfectamente depilado que lo tenía, noté como me humedecía más, posando para que mi marido me fotografiara para un tío que casi ni conocíamos me sentía como una auténtica zorra empoderada. Volví a juntar mis pies y me di la vuelta, enseñé mi culo, y entonces ví la nevera del mueble bar, me bajé las braguitas decididamente y fui oyendo el estruendo de los tacones en el suelo hasta el mueble bar.

Cogí el champagne, noté su frescor al tocar la botella, con mi mirada fija en el cristalino elemento, aflojé la jaula que sostenía el corcho con un giro preciso. Mantuve una mano firme sobre la parte superior, consciente de la presión del contenido en su interior, ansiosa por liberarse. Con cuidado, comencé a desenroscar el corcho. Los segundos parecían eternos mientras lo hacía, lentamente, saboreando el momento. Una vez que estuvo completamente desenroscado, mantuve mi mano sobre él, lista para contener cualquier sorpresa inesperada. Se deslizó de la botella sin un estallido estruendoso. Alcé la botella y pegué un trago largo con la seguridad de un bucanero, luego incliné un poco más la botella y empecé a verter el líquido dorado por mi cuerpo, noté como, helado, el champagnr entraba en contacto con el calor de mi cuerpo empapándome los pezones, el ombligo haata bajar por mi pubis para acabar en el suelo, estaba disfrutando del glamour y la sensualidad de mi misma. Mi marido me devoraba con la cámara, él muy cerdo no se perdía detalle, no para de hacer fotos, notaba el erotismo de mi cuerpo empapado en la dulce textura del afrancesado elemento, no pude resistir más la excitación y entonces le dije a marido:

– Ven, límpiame –
 
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