Vivimos una época en la que cualquier mujer puede obtener sexo de la manera más fácil. Una noche de copas en cualquier bar, cualquier mujer puede seleccionar con quién acostarse.
Soy Patricia, sevillana de 51 años y separada hace un año. Soy lo que en la actualidad se conoce como una MILF. Una mujer madura, madre y con el atractivo sexual suficiente para que cualquier tío quiera echarme un polvo...o dos....o tres....
Por cuestiones sentimentales acabé en una pequeña ciudad costera de una provincia limítrofe. Eso sucedió hace 26 años. Media vida en pareja que se diluyó hace 12 meses. Después del lógico duelo por la ruptura comencé a edificar mi nueva vida.
Mi grupo de amigas me apoyaron para salir adelante y fue con ellas con quién comencé a retomar la vida social. Al principio me encontraba algo desubicada pero con el paso de las semanas empecé a sentirme más cómoda en un habitat que nunca me había resultado extraño.
Como decía al principio, fue entonces cuando me di cuenta de lo fácil que le puede resultar follar a una tia. Una noche, estaba junto a mis amigas en el bar de moda de la ciudad cuando entró un grupo de hombres rondando la treintena.
Eran policías locales que habían salido a celebrar algo. En el momento en que nos vieron se nos acercaron a rondarnos. Todos estaban muy buenos. Cuerpos de gimnasio , musculados, seguros de sí mismos. Al ser una ciudad pequeña nos conocíamos aunque solo fuera de vista.
Nos invitaron, nos sacaron a bailar y comenzaron los roces. Nosotras les seguíamos el juego y yo, personalmente, empecé a sentir esa sensación del ¿...y por qué no...?
Iker, era un tipo alto, con unos bíceps grandes, guapo de rasgos angulosos y un culo impresionante. Se me acercó y comenzamos a bailar de manera sensual una de esas canciones actuales en las que no se pronuncia la R.
Yo sabía que tenía pareja pero, aún así, me dejé querer. En medio del baile sentí como se acercaba mucho a mi espalda hasta notar su abultada entrepierna contra mí. Cogí mi melena con las manos y la levanté de manera provocativa al tiempo que le miraba de reojo. Iker acercó su boca a mi oído:
-Vente conmigo que lo pasaremos bien.
-¿Pero tú no tienes pareja? -le pregunté en tono casi inocente.
-Pero tú no eres celosa, ¿verdad?
En ese momento me giré hacia él. Metí una pierna entre las suyas y comencé a bailar rozándome aún más.
-Yo, no soy nada celosa. -le dije con media sonrisa sensual.
De inmediato nos escabullimos del bar sin decirle nada a nuestros amigos, ni a las mías, ni a los suyos. A la espalda del bar tenía su coche bien aparcado en un lugar oscuro. Nada más entrar nos empezamos a comer la boca. A esas alturas yo estaba más excitada que nunca. Sentía como mi tanga estaba empapado.
El policía local se acomodó en su asiento y se desabrochó el pantalón. Iker tenía una polla estándar pero cabezona. Un capullo gordo más ancho que el tronco, tipo casco de guerra. Mordiéndome el labio inferior, y sosteniéndole la mirada, se la agarré:
-Joder, que dura la tienes.
Me incliné, abrí la boca y comencé a hacerle una mamada a un tío 20 años más joven que prácticamente acababa de conocer. Era la situación más morbosa y excitante que había vivido en mi vida.
Durante 10 minutos estuve chupándole la polla mientras él me cogía culo y suspiraba de placer. Aunque me avisó de que se iba a correr yo no retiré la boca y dejé que se corriera dentro haciéndole saber de lo que era capaz una MILF caliente como yo.
Sus espasmos, acompañados por gemidos, hicieron que algunos restos de lefa me dieran en la barbilla. Cuando terminó de correrse levanté la cabeza y le miré con los ojos entornados:
-Vaya corrida que has echado. -Le dije mientras recogía sus restos en mi barbilla con un dedo y lo llevaba a mi boca.
Minutos después me llevó a su piso. Ese fin de semana estaba solo porque su pareja se había ido a visitar a sus padres a Madrid.
Iker se mostró como una máquina sexual. Desnudos en su dormitorio, me levantó en vilo y me empotró contra la pared. Sin sacármela me tumbó boca arriba y me folló como una bestia. Yo estaba tan desinhibida que no me preocupó en absoluto que pudieran oír mis gritos de placer (soy de las que gritan como una gata cuando me la meten). Le agarré las nalgas y le pedí que me diera muy fuerte.
Para terminar me puso a 4 patas y me folló hasta el fondo. Me azotó el culo, me tiró del pelo, me insultó. Yo estaba desatada y cada cosa que me hacía me conducían a un orgasmo mayor que el anterior. Casi 4 horas después me llevó a mi casa en su coche y se largó.
En mi cama, sola, mi mente comenzó a revivir todo lo sucedido hasta provocarme otro calentón que alivié con mi satisfyer. Me dormí sabiendo que había traspasado una línea en la que ya no había vuelta atrás.
Semanas después me volví a cruzar con Iker en el bar de copas. Él estaba junto a su pareja, una muñequita delicada dependienta de una conocida tienda de ropa un par de años más joven. Yo lo miré con media sonrisa y le saludé con un leve movimiento de cabeza.
Para ella no era más que una ciudadana que conocía a su pareja como policía local. En mi interior no podía dejar de pensar que ella no se imaginaba que yo me había follado a su novio en su propia cama.