Hace unos veranos, estando en Vera, tuve una experiencia bastante morbosa.
Era por la mañana temprano, la playa aún no estaba muy concurrida, y muy cerca mía se puso un matrimonio aparentemente joven con un par de críos. Empezaron a deshacer los bártulos y yo me fui al agua. Una vez dentro pude apreciar las formas de "mi vecina" y la verdad es que era chica bastante apetecible: rubita con pelo corto, redondeces controladas en sus formas (prefiero tres kilos de más que de menos), pechos en buen estado de revista, caderas pronunciadas, chochete pulcramente depilado...Se me avecinaba jornada prometedora una vez coincidiéramos en la arena, si
Pero no hubo que esperar tanto, lo bueno vino casi de inmediato. Se vino al agua con sus dos peques (varón de siete u ocho años, hembra de dos o tres que llevaba manguitos) y un flotador gigante con forma de pato o similar. Hasta ahí todo correcto. Pero hay que resaltar que la entrada al agua de esa playa es un tanto peculiar, primero porque tiene un pequeño salto y luego porque encima había cierto oleaje que dificultaban que ellos se pudieran aupar. El caso es que, en vista de que su pareja estaba en la arena pendiente del móvil, yo hice amago de sujetar el "flotador" mientras ella trataba de subir al niño mientras me lo agradecía con una dulce sonrisa.
Ni que decir tiene que entre el vaivén de las olas y el ajetreo continuo, hubo roces de esos que "resucitan a un muerto". Y de lo bueno, que ya de por si lo era, pasamos a lo mejor. Con el niño ya ubicado, ella intentó hacer lo mismo sin esperar que yo me quitara o al menos me separara un poco, así que en ese esfuerzo por auparse, empezó a subir pierna por aquí y por allá, separándolas sin atisbo de vergüenza ni rubor alguno, ya que dejaban todas sus intimidades a la altura de mi cara. Era tan excesiva aquella situación, que traté de disimular mirando hacia la orilla en busca de algún gesto de reprobación por parte de su pareja, pero como seguía ajeno, me terminé deleitando en un plano 4D, y es que me faltó tocarlo, porque lo tenía tan cerca que casi podía olerlo...
Una vez arriba (ella seguía con una postura insinuante con las piernas separadas y yo con un calentón de dos pares), me agradeció mi "altruista" ayuda y yo solo atinaba a soltar escuetos monosílabos tratando de asimilar lo que el lujurioso destino

me había regalado en esos instantes. Esperé que el hinchazón de la parte inferior menguara y ya me fui a la sombrilla porque de haber seguido en el agua no sé si me hubiera reprimido, la verdad
Saludos