Relatos de un treintañero

👏👏 Relatos entretenidos y morbosos, me han encantado!
A ver si la musa se deja caer y sigues escribiendo que se te da bien! 😜 Graciassss💋
Muchas gracias por dejarte caer por mi rinconcito y por tu comentario!


PD: ojalá se dejara caer si!
 
A continuación un relato dividido en 3 partes, si llegáis hasta el final (el primero es un poco flojete) no dudo en que no os decepcionará).

Marina, mi nueva vecina

24 de junio de 2019


¡Aquí estoy! por fin lo logré, lo que quería, por lo que tanto había luchado, por fin estabilidad en mi vida.


Atrás dejo más de 6 años en Madrid, los de después de terminar la carrera de económicas, siendo "explotado" por todos los jefes de las diferentes empresas por las que he pasado. Una vida donde el horario partido de 8 a 5 se había convertido en trabajar de 8 a 9 sábados incluidos, lo normal, y si lograba salir el viernes antes de las 8 de la tarde todavía tenía que decir gracias, con un sueldo curioso que al menos me permitía ahorrar algo debido a que mi tía, viuda, residía allí y no le importó que durante el tiempo que viví en la urbe me quedara a vivir en una de las habitaciones vacías de su piso.


Al menos coges experiencia te decían todos cuando les contabas que apenas tenías vida social, mientras en mi interior me preguntabas si serviría para algo... y sí.


Ahora, ya en mi ciudad y después de un buen tiempo echando currículums, logré el chollazo que perseguía. Personal laboral fijo en el órgano de gobierno y administración de mi comunidad autónoma, buen sueldo, trabajando a 7 minutos de casa en coche, con horario de funcionario y con un trabajo ameno, que me gustaba y que no me creaba grandes quebraderos de cabeza debido a toda la experiencia adquirida, me dedicaba a enlazar productores locales con empresas de importación de países europeos y no europeos, vender el grandioso producto de la comunidad y acudir a ferias de comercio por Europa en representación de la comunidad; un caramelito, una estrella fugaz, una plaza de esas que tocan cada muchos años, ya que la mayoría de las veces se adjudican por enchufe o por quién conoce a quién. Pero que me había tocado a mí.





Ahora tenía todas las tardes libres para poder hacer lo que me diera la real gana, para aprovechar lo que no había podido aprovechar hasta ahora, amigos, gimnasio, viajes, planes... una sonrisa se me dibujaba en la cara solo de pensarlo.





¿Cuál fue la mejor idea que tuve para empezar esta "nueva vida"? Gastarme esos pocos ahorros que logré años atrás en la entrada de un chalet adosado de nueva construcción en unos de los nuevos barrios surgidos en los últimos años a las afueras de mi ciudad, hipotecado para el resto de mi vida vamos.


Era un barrio nuevo, joven, lleno de calles arboladas, bancos, plazas y parques infantiles, donde zonas de chalets y torres de edificios se repartían el terreno.





Fue una gran oportunidad, se lo compré al banco a un precio reducido debido a que sus anteriores propietarios, una joven pareja que se había separado antes de ni siquiera entrar a vivir, se separó y por disputas con el reparto de bienes dejaron de pagar la hipoteca y fue embargado.





Contaba con dos plantas, en la baja, la cocina con una puerta que comunicaba con el garaje y con el tamaño justo para poner una pequeña mesa y unas sillas para desayunar, un pequeño aseo y un buen comedor, bastante amplio, pidiendo a gritos un sofá con chaiselongue, una buena mesa de comedor y una gran televisión, todas las habitaciones de la casa tenían bastante luz pero el comedor se llevaba la palma, el par de puertas correderas con las que contaba que daban a un pequeño porche, conector con la zona común de la comunidad de chalets, permitía que la luz atravesará los cristales iluminando perfectamente la estancia.


La planta de arriba contaba con 3 habitaciones desde sus ventanas podías echar un vistazo a toda la comunidad, las casas de al lado, la zona común de la comunidad, que contaba con una pequeña piscina rodeada de jardín y una pista de pádel, espectacular. Dos de esas habitaciones eran gemelas dando a los laterales de la casa y a la fachada principal y teniendo a disposición un baño nada más subir por la escalera. La otra la habitación, la principal, contaba con su propio baño, era un poco más amplia y contaba con un mini balcón que asomaba a la parte trasera de la casa y a su vez con la zona comunitaria.


Una casa perfecta para ti y en la que habías estado inmerso los últimos tres días, colocando y montando los pocos muebles que tenías, ordenando tu ropa, limpiando y en definitiva dejándola preparada para dar pistoletazo a la vida qué harías en su interior, te habías marcado esa semana para finalizar todas las tarreas pendientes, habías quedado con tus amigos en que el sábado harías una cena de inauguración en tu casa antes de salir a tomar unas copas por el centro.





Era lunes en torno a las nueve y media, y la noche se preparaba para hacer acto de presencia, saboreaba una Estrella Galicia sentado en el pequeño porche trasero de mi reluciente casa, mientras esperaba la pizza barbacoa que había pedido por internet, mi favorita. Mientras redactaba mentalmente una interminable lista de todas las cosas que iba a tener que comprar mañana por la mañana en el supermercado, no podía estar pidiendo de nuevo comida para llevar, un balón de playa multicolor se coló por encima del seto cayendo a mis pies, escuché voces y risas infantiles provenientes del chalet número 7, el construido a la izquierda del mío y último de la calle, y al poco tiempo el timbre sonó.


Abría la puerta y allí estaba ella, madre mía, mi pizza barbacoa, un olor embriagador se introdujo por mis fosas nasales, di las gracias al repartidor y me dirigí al salón para ver una película y quedarme dormido en el sofá del cansancio.





A la mañana siguiente me desperté sobre las diez, me enfundé unas bermudas vaqueras, una camiseta de Adidas blanca, unos playeros y me dirigí al Mercadona más cercano, a unas 4 o 5 calles de distancia, tenía mucha tarea acumulada y no había tiempo que perder. Me perdí durante aproximadamente una hora y media por los diferentes pasillos del supermercado, es conocido por todos que cuando vas a un supermercado con el que no estás familiarizado, vas como pollo sin cabeza deambulando de un lugar a otro. Cuando más o menos estuve convencido de todo lo seleccionado le pregunté a una atractiva empleada pelirroja del supermercado y con un culo de diez sobre la posibilidad de que me llevaran la compra a casa, listo de mí y con la gran cantidad de cosas que tenía que comprar no había traído el coche, vaya cabeza. Mientras hablaba con la chica, pensaba que tendrán esos pantalones que les hacen un culo tan estupendo...





Me respondió afirmativamente y la acompañé hasta una de las cajas vacías que había donde me tomó los datos, pagué y seleccioné unos cuantos productos para la comida de ese día que yo mismo me llevaría ya que me dijo que los repartos se realizaban por la tarde. Al salir del supermercado y a pocos metros de la entrada me fijé en que uno de los cordones de mis playeros se había desatado, por lo que apoyé el pie en un resalto para favorecer la postura y me lo até. Al recobrar la postura e iniciar de nuevo la marcha fui adelantado por una mujer que llevaba dos bolsas, continué caminando detrás de ella cargando con mi compra, fijándome en sus hipnóticos andares y en el bamboleo de sus nalgas con cada paso que daba hasta que ambos nos detuvimos en un semáforo.





Momento en el que a un metro de ella y aprovechando que se situaba un poco más adelantada la hice un buen repaso de arriba abajo. Medía unos 160cm, tendría en torno a los cuarenta y seis años, era rubia y llevaba el pelo suelto, con melenita hasta los hombros, tenía buenas curvas, vestía con unas sandalias con suela de esparto, típicas de verano, unos pantalones vaqueros que se ajustaban a su figura y recubrían un culo grande y con forma y unos pechos que parecían bastante grandes y que parecían querer salirse de esa camiseta. No pude hacer otra cosa que morderme el labio imaginando que habría debajo de esas ropas.





Cuando el semáforo se puso en verde continué con mi estrategia, seguí caminando unos metros por detrás, deleitándome con el bamboleo de su culo, aprovechando el momento durara lo que durara. Por suerte y sorpresa para mí la mujer estaba realizando el mismo camino que el mío para ir a casa, cuando giró por mi calle creo que incluso di las gracias mirando al cielo. Continuó unos metros más y se detuvo frente a la puerta del número 7 al mismo tiempo que yo lo hice en el 5, cuando dejó las bolsas en el suelo la miré de reojo, no me pude contener, su culo era grande y apetitoso, la comisura de mis labios sonrió en un acto reflejo. Al percatarse de mi presencia, miro en mi dirección y yo disimulando hice lo mismo...


  • ¡Ey hola! pensábamos que ahí no vivía nadie...!
  • ¡Hola, buenos días! me acabo de mudar, llevo tres o cuatro días, no más...
  • Bueno, pues bienvenido al barrio, seguro que te gusta, ya verás...
  • Sí, eso seguro...
  • Oye, por cierto, creo que mis hijos han colado un balón en tu casa, ¿puede pasar mi marido en un rato a recogerlo?
  • ¡Sí, por supuesto! no hay problema voy a estar en casa...
  • ¡Perfecto! muchas gracias, hasta luego...
  • No hay de que, hasta luego...

Entré en casa y me dirigí a la cocina depositando la bolsa del supermercado con la comida de hoy sobre la encimera, el calor se apoderó de mi cuerpo, mezcla de los 27º que había en la calle y de la maravilla de mujer que acababa de ver, y ¡era mi vecina!. Me pasé los siguientes minutos rememorando ese instante cuando dejó las bolsas en el suelo para abrir la puerta. Como su culo sobresalía hacia afuera pidiendo guerra y como sus grandes pechos caían hacia el suelo por el peso y volumen. El sonido del timbre me devolvió a la realidad, ¿cuánto tiempo llevaba ahí parado?





Me encaminé a la puerta recordando la visita pendiente del afortunado hombre que degusta esa mujer, me había creado curiosidad saber cómo sería su marido.





Abría la puerta y allí estaba ella, madre mía, debí de poner cara mitad susto mitad sorpresa...


  • ¡Hola de nuevo!
  • ¡Uy!
  • ¡Ay perdón! ¿Te he asustado?
  • No, no, es que no te esperaba, como me habías dicho lo de tu marido...
  • Ya...bueno... es que está liado y al final he tenido que venir yo...
  • Bueno no pasa nada, voy en un momento a por el balón...
  • ¡Perfecto!

Me día la vuelta y me dirigí al porche pensando que ahí estaba de nuevo, y ahora al estar más cerca podía verla mejor...su melenita rubia, su cuerpazo con curvas, sus ojos marrones con una mirada profunda y picante,sus cejas bien retocadas, su nariz graciosa y sus labios grandes, carnosos, apetecibles y de gran sonrisa, vestía la misma ropa que antes y ahora podía apreciar que tenía pintadas las uñas de los pies de un color entre rojo y granate, llevaba la misma camiseta azul que escondía esas grandes tetas, un pelín caídas debido a la experiencia, la edad y los hijos pero que no podía ocultar lo que parecían dos grades pezones que se marcaban bajo la tela.


Esa escena me provocó de nuevos unos grandes calores, mi pene recibió grandes cantidades de sangre endureciéndose bajo las bermudas vaqueras, el tacto del pantalón no ayudaba endureciendo aún más la situación, al llegar de nuevo con el balón pienso que sin duda se notaba, al ir llegando a la puerta ella observó mi bulto para a continuación mirar hacia los lados nerviosa, colocarse el lado derecho del pelo detrás de la oreja y evitando mirar de frente. Yo al percatarme intenté ocultar la situación con el balón de playa hasta llegar a la puerta. El color rojizo se había apoderado de las caras de ambos.


  • Bueno pues aquí tienes el balón.
  • Mu-muchas gracias...
  • ¡De nada mujer!, por cierto me llamo Gabriel, Gabriel Vera.
  • Yo Marina encantada, bueno ¡hasta luego!
  • ¡Hasta luego!

Cuando se giró para ir a su casa noté como de reojo, como sin querer, como si de un acto reflejo se tratara volvió a mirar a mi zona inferior, palpable debajo del vaquero.





Cerré la puerta con la esperanza de poder volver a verla cada día, el calor era el dueño de mi cuerpo por lo que me fui directo a la ducha, me quité la ropa y me introduje debajo del chorro de agua caliente, el vapor fue empañando la estancia y yo no podía dejar de pensar en Marina, su cuerpo, su voz, su olor, esas curvas y ese movimiento... mi pene erecto esperaba ser domado. Con mi mano derecha empecé a dar sacudidas a mi falo mientras con la izquierda me apoyaba en la pared, no paraba de imaginarme como sería degustar ese culo, esos pechos, esos pezones, como serían sus aureolas y como sería su sabor. El ritmo de masturbación fue creciendo poco a poco, las venas se fueron hinchando, hasta tal punto que las notaba con la palma de la mano en cada sacudida, el glande estaba grande y palpitante con un color escarlata que denotaba la cantidad de sangre acumulada en la zona, me empleé con insistencia en las salvajes sacudidas hasta que al final estallé, una descarga potente de néctar blanco se derramó sobre el grifo y los azulejos. La explosión de placer y sensaciones junto con el calor producido por el agua caliente y el vapor provocó en mí una bajada de tensión que hasta casi pierdo el equilibrio. Todo por ella, por Marina.





---Continuará---
Buen inicio... estoy deseando leer la continuación.
Por cierto... completamente de acuerdo con los pantalones del Mercadona, jaja, son una pasada
 
2 de julio de 2019


La resaca del sábado aún se dejaba notar en el cuerpo, la cena y las copas con amigos habían ido bien, o al menos eso te habían contado, unas cuantas lagunas hacen acto de aparición cuando intentas recordar que pasó el sábado noche. Los gim tonics, los chupitos son significado de una buena noche pero de una mala mañana.


Había pasado más de una semana desde que había llegado a la casa y no había vuelto a ver a Marina, la vecina, al menos no en persona ya que en mi mente rememoraba el recuerdo del encuentro en la puerta.


Era una mañana pegajosa, típica de verano, cercano el mediodía el sol castigaba con justicia, la piel brillaba por el incipiente sudor que desprendían los poros y caminaba por la casa únicamente con mi bóxer color blanco. Me dirigí a la habitación del piso superior dónde había colocado el pequeño gimnasio “made in Decathlon”, una esterilla, unas pesas, un banco, una barra de dominadas... Lo justo para ir tirando y hacer algo de ejercicio, mantenerse en forma ahora que es verano es importante para tener algo de éxito en el ámbito amoroso.


Esto va a costar pensé mientras me encaramaba a la barra de dominadas y empezaba el sube y baja, la clave es la concentración me dije.


Y mi concentración se centró en un pequeño cuadro con letras colgado en la pared del chalet de al lado que podía observar a través de la ventana. ¡Siete! ¡Ocho! ¡Nueve! No voy a aguantar mucho más pensé cuando de repente algo se movió delante del cuadro, una sombra que no enfoque hasta un segundo después. Marina con el pelo recogido en un moño improvisado que se aguantaba gracias a una pinza de color negro y un vestido ligero y blanco de tirantes, cogía ropa del armario de sus hijos. Allí estaba ella despampanante incluso con esa ropa tan sencilla y cómoda, incluso desde aquella distancia y gracias a la holgura de los tirantes se podían percibir por el lateral unos grandes y redondeados pechos y debido a la poca opacidad del vestido se apreciaban unos oscuros y grandes pezones. La largura del vestido o mejor dicho la escasez de ella hacía que cada vez que se agachaba a coger ropa para colocarla en los cajones bajos dejara entrever una braguita de encaje azul... y allí estaba yo, colgado de una barra, completamente parado, con una erección bastante palpable incluso a esa distancia de unos cuantos metros y mirándola embobado.


En uno de sus movimientos por la habitación se percató de mi presencia, yo inmediatamente al notarlo miré hacia arriba y sacando fuerzas de no sé dónde empecé de nuevo con las dominadas, pero la noté ahí, en frente, parada, observándome. Al hacer 3 dominadas más fruto del cansancio y de la falta de sangre me dejé caer de la barra momento en el cual miré de frente buscando su mirada.


Nuestros ojos se enlazaron y una sonrisa invadió nuestras caras, la saludé con la mano acompañada de un gesto con la cabeza. A lo que respondió con un: ¡Hola vecino!, para a continuación acercarse a la ventana y haciéndome un repaso de arriba abajo bajar la persiana. Pero yo sabía que no se había ido, notaba su presencia allí, detrás de la persiana, observándome. Anduve en círculos varias veces recuperando la respiración y la fuerza en los músculos, el sudor era patente por todo mi cuerpo y las gotas se deslizaban por mi espalda cayendo una a una, las venas de los brazos estaban hinchadas, al igual que las de mi rabo, duro por pensar en Marina y si seguiría ahí, a solo unos metros de distancia. Hice otro par de series de dominadas y cuando estaba demasiado agotado por el calor y por la situación, me quité el bóxer, liberando mi rabo venoso y firme, que salió como un resorte de su prisión. Me coloqué de tal manera que desde la ventana se le pudiera apreciar con claridad, dejando que la posible espectadora se regalara con la visión de mi miembro. Me quedé ahí parado unos segundos, de pie, desnudo, mirando esa persiana fijamente para a continuación dirigirme a la ducha a rebajar la tensión pensando que eso no quedaría ahí.





3 de julio de 2019


Se acercaba la hora de la siesta y mientras recogía la mesa y limpiaba los platos oí voces en el exterior de la calle. Voces de niños riendo y adultos hablando. Me acerqué a la ventana como buen cotilla y observe a Marina y su familia.


El marido, un poco más alto que ella, pelo cano, pequeña barriga y vestido con camisa y pantalones chinos y a sus dos hijos de unos 9 y 11 años de pelo castaño, vestidos de deporte y con dos maletas de la mano que introducían en el todoterreno de sus padres. Por los gestos, los abrazos y los besos parece que se despedían, intenté afinar el oído y pude escuchar la palabra campamento, por lo que todo encajaba. Cuando terminaron de despedirse, los niños subieron al vehículo y Marina y su marido se besaron para a continuación él subirse al coche y emprender la marcha.


Marina se quedó allí, parada, de pie, con la mano a la altura de los ojos tapándose de la claridad del sol viendo como el automóvil se alejaba por la calle. Cuando el todoterreno negro torció la calle Marina se giró hacia su casa y en el camino antes de introducirse en su hogar noté como su mirada se posaba en las ventanas de mi fachada principal, como buscando mi presencia. ¡Qué mujer por favor!


Terminaba de recoger todo, la mesa los cacharros y me disponía a guardar la ropa que por la mañana había planchado en el armario de mi habitación cuando oí proveniente de la habitación del gimnasio como una persiana se bajaba en la casa de en frente. Me la imaginé allí, expectante, detrás de esa persiana de color blanco, en la habitación de sus hijos, vestida con ese vestido blanco esperando mi aparición. Y por qué no decidí ir a probar suerte.


Como el día anterior me dispuse a ir a la habitación a hacer dominadas, me bajé el pantalón corto de deporte que usaba para estar por casa y me presenté en la habitación solamente con un bóxer color negro. No me lo pensé y me agarré a la barra empezando con el ejercicio. ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! El imaginarme lo que estaría pasando detrás de esa persiana me recorría la cabeza y la erección no tardó en aparecer… ¡Cuatro! ¡Cinco! ¡Seis!, por lo que decidí hacer un “all in” y a la octava dominada me bajé de la barra, me bajé los bóxer, dejé caer algo de saliva en mi mano y agarre fuerte mi polla, agitándola una y otra vez. Con cada sacudida podía sentir las venas hinchadas, notaba como el endurecimiento iba en aumento y como el color rojizo era cada vez más fuerte. Mi mirada se clavaba en la ventana de en frente, retándola, a sabiendas de que allí al otro lado estaba ella.


La reté y gané, ganamos ambos. Un rápido movimiento y la persiana se alzó hasta arriba dejando ver lo que escondía tras ella. Sentada en una silla estaba ella, con los pies levantados del suelo y apoyados en el asiento dejando la vista todo lo que me podía ofrecer. Marina con su pelo rubio suelto disfrutaba del momento, con una mirada que desbordaba pasión en esos ojos profundos marrones, mordiéndose sus mojados y grandes labios fruto de la excitación, uno de los tirantes del vestido blanco estaba colocado sobre el brazo dejando a la luz uno de sus enormes pechos con su oscurecida aureola y su grande y firme pezón que una y otra vez era acariciado por su mano izquierda, haciéndose cada vez más y más duro. Eran movimientos suaves pero firmes que se acompañaban de pequeños pellizcos en la punta, que provocaban gemidos ahogados y calambres en su cuerpo. La saliva estaba presente en grandes cantidades sobre su pezón descubierto, algo que lo hacía irresistible.


El vestido recogido a la altura de sus poderosas caderas dejaba ver la falta de ropa interior y como su mano derecha se perdía en su zona baja, donde Marina jugaba con su sexo hinchado y encharcado de excitación. Sus movimientos se alternaban superficialmente entre ambos orificios, perfectamente depilados y lubricados por el jugo que emanaba su cuerpo.


En el momento en que nuestras miradas se cruzaron Marina se introdujo dos de sus dedos en la boca, poniendo especial atención en saborear los flujos que su mano tenía y lubricar bien sus dedos pasando su lengua entre ellos para con un movimiento rápido y violento introducírselos en su coño, acción que repetiría una y otra vez. Nuestras respiraciones se hacían cada vez más intensas, nuestras espaldas se curvaban del placer y los movimientos de nuestras manos se acompasaban como si de un baile se tratara. Los flujos que desprendía Marina se iban derramando por su culo, encharcando de igual manera su ano, haciéndolo apetecible y demandante de polla.


El cuerpo de Marina, el calor, la excitación por vivir ese episodio nuevo para mí y lleno de emociones me estaba llevando cerca del éxtasis. Marina cambio su postura, se dio la vuelta y se puso encima de la silla, de rodillas, regalándome una visión perfecta de su culo, con la mano izquierda se agarró en el respaldo para con la derecha seguir masturbándose introduciéndose ahora varios de sus dedos.


¡Joder! Exclamé, esa visión hizo que acelerara el ritmo, jadeando fuertemente, al igual que Marina a la que oía gemir una y otra vez al otro lado de la ventana. Su juego de mano era excelente, los flujos se resbalaban por sus piernas y su mano jugueteaba alternando entre introducirse en su coño y pasar superficialmente por su ano.


Yo no podía más y cuando notaba que el final estaba cerca solté un ¡me voy a correr! por mi boca, en alto comunicándoselo a ella, algo que surtió efecto ya que sus gemidos se aceleraron más si cabe.


¡Joder! ¡Joder! ¡Que gusto dioooos! Gritaba Marina mientras movimientos eléctricos hacían que su cuerpo se contrajera una y otra vez, mientras que con la mano aún en el interior de su raja sus piernas se cerraban en un movimiento espontáneo.


Esa imagen fue la señal para que yo descargara un potente chorro de leche que se esparció por toda la habitación, salpicando el suelo y un disco de 5 kg que usaba con las mancuernas.


Ambos nos quedamos allí, parados, mirando nuestros cuerpos agotados, Marina era espectacular, sus grandes pechos ambos visibles ahora se notaban húmedos por el sudor, deseosos aún de ser lamidos. Pasaron unos minutos y el motor de un coche se hizo notar. El todoterreno negro hizo presencia en la calle, momento en el que la cara de Marina cambió por completo, volviéndose roja y devolviéndola a la realidad. Rápidamente se acercó a la ventana bajando la persiana y escabulléndose tras ella.


Yo me dejé caer al suelo, exhausto e impactado por lo que acababa de ocurrir. Recordando esos momentos donde la lujuria lo envolvía todo, recordando su cara, como se mordía los labios, el bamboleo de sus pechos y sus enormes pezones. Cómo se acariciaba y como su culo grande pedía más. Un recuerdo que difícilmente podría sacar de mi cabeza y con total seguridad la mejor paja de mi vida.


Los días posteriores transcurrieron con normalidad, yo intentaba volver a recrear el momento, yendo a esa habitación cada vez que oía un ruido en la casa de al lado, pero no dio sus frutos.


El contacto con Marina en las dos siguientes semanas se limitó a verla un par de días acompañada de su marido. En nuestro cruce de miradas sentí su vergüenza pero a la vez pude observar una sonrisa pícara en la comisura de su boca. Mensajes confusos que no sabía interpretar. ¿Se habría acabado? ¿Hasta ahí? ¿No se volvería a repetir?


Por su comportamiento yo lo daba todo por perdido, todo hasta ese día.


Ese 18 de julio.


--Continuará--
(Mac) Que morbo pajearse teniendo el contacto visual. Brave y yo lo hemos hecho más de una vez y es muy morboso, sobre todo si pones cara de vicio, ummmmmmm
 
18 de julio de 2019, 9: 37 de la mañana


El jueves amanecía como cualquier otro día de verano, unos placidos 18 grados alegraban el ambiente y daban fin a unos insufribles días de ola de calor. El vecindario se sentía tranquilo, sonidos de pájaros resonaban en el ambiente y el cielo azul estaba adornado con un par de nubes blancas.


La mañana se desarrollaba con normalidad realizando tareas del hogar y planeando los últimos detalles del viaje a la costa sur con los amigos que realizaría unos días después y que ocupaba gran parte de mi tiempo. Mi cabeza no podía evitar dejar entrar algún recuerdo de Marina y la necesidad de verla, como cuando empiezas una serie nueva que te engancha y necesitas alimentarte de capítulos. Iba completando la maleta cogiendo cosas de aquí y allá, camisetas, camisas, bermudas... En el momento de preparar el neceser comprobé que no tenía crema de protección solar y mi pasta de dientes daba sus últimos coletazos. Por lo que me puse una bermuda negra, una camiseta gris holgada y me dirigí al supermercado que se encontraba cerca de mi casa.


Sección de verduras, no, charcutería tampoco, panes diversos, no en este momento.... Perfumería y droguería, aquí es, si señor. Agarré un par de cajas de pasta de dientes y me acerqué al estante de la crema para el sol. Crema solar, crema bronceadora, fijador del bronceado, resistente al agua, protección 30, protección 50, protección total... Un estante repleto de botes de diferentes colores y tamaños se plantaba frente a mí y yo a un metro observándolos a todo sin saber cuál elegir. Una señorita se me acercó preguntándome si necesitaba ayuda, al ver mi cara descompuesta se rio y me empezó a explicar las diferencias entre los numerosos tipos y marcas que había. Inmerso en la explicación de la trabajadora pasó por el fondo de mi campo de visión una silueta que me resultaba familiar... Enfocando en ese punto la vi a ella, parecía que viniera del gimnasio por la ropa que llevaba. Un conjunto de Nike de color negro y con detalles en rosa y naranja, Los leggins apretados y con la inscripción en el lateral hacían resaltar su culo, redondeándolo y llevándolo hacia arriba. La parte de arriba era de tirantes y la hacían un escote de otro mundo, me preguntaba como esa tela podía contener ella sola las grandes tetas que albergaba. Marina llevaba el pelo suelto y aunque no iba muy maquillada si tenía algún tipo de colorete en la cara.


Al verla a ella desconecte por completo de la conversación, allí estaba yo recibiendo una charla de protección solar en segundo plano mientras no la quitaba ojo de encima. Nuestros ojos se cruzaron y una sonrisa pícara apareció en su cara mientras me levantaba la mano saludándome, yo la correspondí educadamente con una sonrisa y un gesto con la cabeza.


Marina soltó el carrito de la compra que llevaba en la mano con fruta y cereales y se fue desplazando hacia su derecha, llegado al final del pasillo donde se situaban los baños del supermercado, abrió la puerta y lentamente se introdujo en su interior echando la vista atrás y mirándome con ojos de excitación, dejo la puerta entreabierta invitándome a su juego.


Enseguida corté la explicación acerca de los protectores solares y pregunté a la empleada acerca de donde se encontraban los baños, "esa puerta de ahí" me dijo señalando la puerta negra entreabierta que había dejado Marina.


Los pasos que me llevaron hasta la puerta estuvieron cargados de agitación, expectación y calentura.


Entré por esa puerta buscándola a ella y la encontré, nada más atravesar el marco una mano detrás mío cerró la puerta poniendo el pestillo y me arrinconó contra ella pegando su cuerpo al mío.


Marina ganaba en las distancias cortas, sus ojos marrones y profundos imponían demasiado y su olor era embriagador, la temperatura de mi cuerpo subía rápidamente y el flujo de sangre estaba descontrolado.


Acercó su boca a mi oído lentamente, pude sentir su respiración, la presión de sus grandes pechos contra mi cuerpo y el tacto de sus pezones bajo la ropa. Entonces empezó a susurrarme...


  • Llevo muchos días pensando en ti. Desde aquel día ando como loca y estoy muy caliente.
  • A mí también me pasa. No logro sacarte de mi cabeza desde que te vi tocándote en esa silla.
  • ¿Te gustó? A mí me puso a mil ver tu polla bien dura y como te pajeabas para mí. Además, creo que está por aquí. Llevo muchos días pensando cómo sería tenerla entre mis dedos.

Su mano acariciaba de arriba abajo mi polla por encima de los pantalones, el tacto de la mano y el frote con la tela del pantalón y el calzoncillo fue poniéndola cada vez más y más dura.





- Uff (suspiró), está muy grande... ¿me dejas tocarla?





- Si, por favor, la dije


Con la mano izquierda agarró el borde del pantalón y el calzoncillo introduciendo su mano derecha en mi entrepierna. Sus uñas largas y de color granate fueron bajando por la polla hasta acariciar mis huevos.


Sus dedos acariciaron el tallo, palpando las venas duras y llenas de sangre para posteriormente pasar al glande donde realizó varios movimientos circulares. Mis manos irremediablemente se fueron a su culo grande y duro, al que acariciaba y agarraba con fuerza de manera intermitente.


- Será mejor que mojemos la zona no queremos hacerte daño ¿verdad?





Se llevó la mano derecha a la boca, descargando sobre ella gran cantidad de saliva para a continuación volverme a acariciar la polla y sacudirla de arriba abajo.


Nuestras bocas se fundieron en un beso cargado de excitación y saliva. Las lenguas se entrelazaban y ella realizaba pequeños mordiscos en la comisura de mis labios. Era toda una profesional, sus labios eran grandes y suaves y su lengua correteaba por cada rincón de mi boca.


Las sacudidas arriba y abajo que me estaba regalando me estaban poniendo a mil, su maestría en la técnica me estaba acercando al límite de mis fuerzas. La lubricación producida por la saliva calentó aún más la zona, sus dedos jugueteaban con mi glande y con la piel que le une al resto del tallo. Realizaba movimientos circulares de muñeca profundos, haciendo que mi prepucio se encogiera y estirara arriba y abajo. Esos largos minutos eran los mejores de mi vida.





- Que gorda la tienes vecino, lo que me he estado perdiendo yo todos estos días.






- Puff, como me estás poniendo Marina, no voy a aguantar mucho más...


- ¿Si? ¿Puedes correrte en mi boca? Necesito probar tu sabor... necesito que me des tu leche.





Esas palabras retumbaron en mi cabeza y automáticamente mis ganas de correrme aparecieron.


- Me corro Marina.


- ¡Dame tu leche! ¡Dame tu leche!


Decía Marina a la vez que se ponía de rodillas frente a mí y abría su boca suplicando mi néctar sin parar de ordeñarme. Su escote desde esta perfectiva era inmenso, sus dos grandes tetas pedían ser liberadas, pero yo ya no podía más.


Un potente chorro de leche se introdujo en su boca acariciando su lenga y llenando la cavidad. Un alarido hueco salió de mi boca, demasiado alto y potente para estar en un sitio público. Su cabeza inmediatamente se acercó a mi pene pero sin tocarlo, dejándolo a escasos centímetros para no derramar nada de aquel placer convertido en jugo. Su lengua relamía sus labios con el líquida caliente y blanco, sus ojos cerrados denotaban el placer que ese momento le producía.


¡¿Hola?! ¡¿Quién anda ahí?! ¡¿qué estáis haciendo?! gritaba una voz femenina desde el otro lado de la puerta mientras aporreaba la puerta. ¡voy a llamar al de seguridad!


Nuestros corazones dieron un profundo vuelco y empezaron a palpitar aún más rápido si cabe. La cara de Marina se transformó, su cara de placer pasó a ser una cara pícara, como la de una persona que gasta una broma pesada.


Rápidamente ella se incorporó y limpiándose la comisura de los labios salió pitando del servicio sin ni siquiera mirarme.


Yo como pude, saque fuerzas que no tenía para volverme a subir los pantalones y calzoncillos y salí pitado del servicio, casi tropezando con la dependienta pelirroja del culo diez que estaba afuera con cara de asombro.


Salí del supermercado y me dirigí rápidamente de nuevo a casa sin tener noticias de Marina.


18 de julio de 2019, 19:47 de la tarde





Llevaba todo el día nervioso, agitado y como no, caliente. Desde el episodio del supermercado tenía la necesidad de hablar con Marina acerca de lo ocurrido, pero la presencia de su marido en la casa lo evitaba. Buscaba el momento en el que este se fuera para poder llamar a su timbre y verla. Tampoco podía hacerlo de otro modo ya que no tenía ni su móvil, solo quedaba esperar y aprovechar el momento.


Estando en el pequeño jardín de mi casa reposando en una silla mientras me tomaba una cerveza y me entretenía con el móvil, una bola de papel se coló por encima del seto y aterrizó a mi lado. Lo cogí y leí lo que ponía en su interior


"En mi garaje en 5 minutos, no llames al timbre, solo espera que se abra la puerta"





Pegué un salto de la silla, corrí al baño a lavarme los dientes y me dirigí a la puerta de la casa de Marina esperando alguna señal. A los 5 minutos la puerta corredera de la casa se abrió y consigo se elevó la puerta de la cochera.


En su interior al lado del todoterreno negro aguardaba Marina con el vestido blanco de estar por casa y con una cara de auténtica diabla que me indicaba con el dedo que me acercara.


- Creo que tú y yo tenemos algo pendiente


- Por supuesto no hemos podido hablar de lo suced...


- No, no me refiero a hablar. Yo también necesito cierto tipo de cuidados que yo sí que te he dado.


- Pero, ¿aquí? ¿ahora? ¿y tu marido?, yo no quiero problemas...


- Mi marido está viendo el partido que acaba de comenzar y no se entera de nada...


De pronto, Marina se despojó de su vestido blanco, debajo de él no llevaba ropa interior con lo que pude observar en primer plano sus grandes pechos y su rajita bien depilada. No me pude refrenar y me lancé a saborear sus grandes tetas, sus pezones oscuros y sus grandes aureolas se introducían en mi boca una y otra vez, soltando grandes cantidades de saliva que se derramaban por su cuerpo fui dando buena cuenta de esos dos cántaros que me volvían loco. Los leves gemidos de Marina no hacían otra cosa que indicarme lo bien que lo hacía, "sigue por favor, así, así..." exclamaba ella mientras su mano izquierda me acariciaba la nuca atrayéndome hacia su cuerpo y con la derecha se apoyaba en el cristal de la puerta del coche para no caerse.


En un momento dado abrió la puerta del coche y se recostó contra el asiento, invitándome a dar cuenta de su encharcado sexo. Los labios grandes y jugosos eran lamidos por mi lengua que no dejaba ningún recoveco falto de mi saliva, su clítoris estaba hinchado fruto de la excitación y del sobeteo al que le tenía sometido bien con mi lengua, bien succionándolo suavemente, mis manos se apoderaban como podían de sus dos grandes tetas mientras ella movía sus caderas en círculos para aumentar su placer.


Toda esta combinación de fluidos no hizo otra cosa de ponerme la polla dura como nunca antes lo había estado, intente liberar poco a poco mi entrepierna con la mano izquierda sin dejar de masajear las tetas con mi derecha. Cuando por fin liberé la presión mi pene dio un resalto que no pasó inadvertido para Marina, mientras yo devolvía mi mano al pecho izquierdo, su pie desnudo acariciaba mi polla sutilmente palpando su dureza y recorriéndolo de arriba abajo.


Mientras tanto mi lengua ya se había encaminado a senderos más oscuros y aprovechando la inclinación, se había desviado al perineo y de ahí al jugoso ano de la mujer. La combinación de fluidos convertía ambos orificios en auténticos lagos de placer, mi lengua no hacía otra cosa que dar batidas una y otra vez, notando cada pliegue de ambos agujeros. Los gemidos de Marina no hacían otra cosa que incrementarse segundo a segundo.


- Métemela por favor, necesita sentirla dentro.... gemía Marina mientras se mordía el brazo para parar de chillar.


Me introduje en la parte trasera del interior del vehículo, sentándome en la parte central. A continuación, vino ella, colocando sus pies encima del asiento, agarró mi lubricado miembro con su mano firme y se le introdujo lentamente en su también lubricada raja. Su interior era puro fuego lleno de lava, cabalgaba arriba y abajo una y otra vez, provocando el choque de nuestros cuerpos y creando un sonido de platillos. Sus enormes pechos eran lamidos por mi lengua mientras rebotaban contra mi cara, debido a su enorme tamaño chocaban entre ellos provocando un sonido de palmadas que se acompasaban con el de nuestros cuerpos. Una sinfonía perfecta.


Nuestros cuerpos sudorosos se movían arriba y abajo una y otra vez y las gotas de sudor se derramaban por la espalda, humedeciendo así el asiento del coche.


En cierto momento Marina dejó de cabalgarme. Con mi polla aún en su interior empezó a realizar círculos con la cadera mientras que pegó su cuerpo al mío acercando su boca a mi oído y gimió una frase


  • Quiero que me la metas por el culo

Cambiando la postura se recostó en el asiento dejando su pequeño agujero a mi alcance, a pesar de que estaba bien lubricado introduje primero un dedo para acomodar la zona. Un profundo gemido inundo el interior del garaje, "sí por favor, sigue..." repetía ella una y otra vez,de un dedo pasé a dos y cuando el hueco estaba lo suficientemente grande introduje con cuidado mi rabo en su interior. Las primeras sacudidas fueron suaves pero su cuerpo pedía más a los pocos segundos, tuve que agarrarla por la cadera con fuerza para satisfacer sus deseos mientras que ella intentaba controlar sus gemidos sin fruto alguno. Agarraba sus grandes nalgas con ambas manos, las apretaba y las golpeaba con la palama dejándolas rojas.


Mi bombeo era continuo y acompasado, mis pelotas rebotaban en su sexo mientras ella se masturbaba con su mano derecha y sus tetas chocaban la una contra la otra sin parar. Nuestros fluidos se derramaban por el asiento del vehículo que más bien parecía ya una sauna. El clímax estaba próximo, los ojos en blanco de ella y la cada vez menos frecuencia entre gemidos lo anunciaba. En un momento dado un calambre recorrió el cuerpo de Marina, un profundo orgasmo se apoderó de ella, dejándola inmóvil encima del asiento del vehículo por un momento. Extasiada, pero con ganas de devolver el favor se arrodillo a mis pies e introdujo mi miembro entre sus dos grandes pechos, sus grandes pezones se movían arriba y abajo en la mejor cubana que me habían hecho en la vida. "Vamos córrete, córrete..." me suplicaba. Mi polla se deslizaba con si en un tobogán de agua estuviera.





Un gran chorro de semen bañó sus cara y tetas, culminando la obra que habíamos interpretado. Ha sido el mejor polvo de mi vida Marina, le dije.Entonces habrá que repetirlo respondió ella.


Allí nos quedamos en ese garaje durante algunos minutos, hasta que ruido desde el interior de la vivienda nos alarmó.


Es hora de irse dije...
(Mac) Guauuuuuuuuuuuu parece que la relación va a ser muy, pero que muy, caliente.
Seguiremos leyendo.
ENHORABUENA
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo