Relatos de un treintañero

A continuación un relato dividido en 3 partes, si llegáis hasta el final (el primero es un poco flojete) no dudo en que no os decepcionará).

Marina, mi nueva vecina

24 de junio de 2019


¡Aquí estoy! por fin lo logré, lo que quería, por lo que tanto había luchado, por fin estabilidad en mi vida.


Atrás dejo más de 6 años en Madrid, los de después de terminar la carrera de económicas, siendo "explotado" por todos los jefes de las diferentes empresas por las que he pasado. Una vida donde el horario partido de 8 a 5 se había convertido en trabajar de 8 a 9 sábados incluidos, lo normal, y si lograba salir el viernes antes de las 8 de la tarde todavía tenía que decir gracias, con un sueldo curioso que al menos me permitía ahorrar algo debido a que mi tía, viuda, residía allí y no le importó que durante el tiempo que viví en la urbe me quedara a vivir en una de las habitaciones vacías de su piso.


Al menos coges experiencia te decían todos cuando les contabas que apenas tenías vida social, mientras en mi interior me preguntabas si serviría para algo... y sí.


Ahora, ya en mi ciudad y después de un buen tiempo echando currículums, logré el chollazo que perseguía. Personal laboral fijo en el órgano de gobierno y administración de mi comunidad autónoma, buen sueldo, trabajando a 7 minutos de casa en coche, con horario de funcionario y con un trabajo ameno, que me gustaba y que no me creaba grandes quebraderos de cabeza debido a toda la experiencia adquirida, me dedicaba a enlazar productores locales con empresas de importación de países europeos y no europeos, vender el grandioso producto de la comunidad y acudir a ferias de comercio por Europa en representación de la comunidad; un caramelito, una estrella fugaz, una plaza de esas que tocan cada muchos años, ya que la mayoría de las veces se adjudican por enchufe o por quién conoce a quién. Pero que me había tocado a mí.





Ahora tenía todas las tardes libres para poder hacer lo que me diera la real gana, para aprovechar lo que no había podido aprovechar hasta ahora, amigos, gimnasio, viajes, planes... una sonrisa se me dibujaba en la cara solo de pensarlo.





¿Cuál fue la mejor idea que tuve para empezar esta "nueva vida"? Gastarme esos pocos ahorros que logré años atrás en la entrada de un chalet adosado de nueva construcción en unos de los nuevos barrios surgidos en los últimos años a las afueras de mi ciudad, hipotecado para el resto de mi vida vamos.


Era un barrio nuevo, joven, lleno de calles arboladas, bancos, plazas y parques infantiles, donde zonas de chalets y torres de edificios se repartían el terreno.





Fue una gran oportunidad, se lo compré al banco a un precio reducido debido a que sus anteriores propietarios, una joven pareja que se había separado antes de ni siquiera entrar a vivir, se separó y por disputas con el reparto de bienes dejaron de pagar la hipoteca y fue embargado.





Contaba con dos plantas, en la baja, la cocina con una puerta que comunicaba con el garaje y con el tamaño justo para poner una pequeña mesa y unas sillas para desayunar, un pequeño aseo y un buen comedor, bastante amplio, pidiendo a gritos un sofá con chaiselongue, una buena mesa de comedor y una gran televisión, todas las habitaciones de la casa tenían bastante luz pero el comedor se llevaba la palma, el par de puertas correderas con las que contaba que daban a un pequeño porche, conector con la zona común de la comunidad de chalets, permitía que la luz atravesará los cristales iluminando perfectamente la estancia.


La planta de arriba contaba con 3 habitaciones desde sus ventanas podías echar un vistazo a toda la comunidad, las casas de al lado, la zona común de la comunidad, que contaba con una pequeña piscina rodeada de jardín y una pista de pádel, espectacular. Dos de esas habitaciones eran gemelas dando a los laterales de la casa y a la fachada principal y teniendo a disposición un baño nada más subir por la escalera. La otra la habitación, la principal, contaba con su propio baño, era un poco más amplia y contaba con un mini balcón que asomaba a la parte trasera de la casa y a su vez con la zona comunitaria.


Una casa perfecta para ti y en la que habías estado inmerso los últimos tres días, colocando y montando los pocos muebles que tenías, ordenando tu ropa, limpiando y en definitiva dejándola preparada para dar pistoletazo a la vida qué harías en su interior, te habías marcado esa semana para finalizar todas las tarreas pendientes, habías quedado con tus amigos en que el sábado harías una cena de inauguración en tu casa antes de salir a tomar unas copas por el centro.





Era lunes en torno a las nueve y media, y la noche se preparaba para hacer acto de presencia, saboreaba una Estrella Galicia sentado en el pequeño porche trasero de mi reluciente casa, mientras esperaba la pizza barbacoa que había pedido por internet, mi favorita. Mientras redactaba mentalmente una interminable lista de todas las cosas que iba a tener que comprar mañana por la mañana en el supermercado, no podía estar pidiendo de nuevo comida para llevar, un balón de playa multicolor se coló por encima del seto cayendo a mis pies, escuché voces y risas infantiles provenientes del chalet número 7, el construido a la izquierda del mío y último de la calle, y al poco tiempo el timbre sonó.


Abría la puerta y allí estaba ella, madre mía, mi pizza barbacoa, un olor embriagador se introdujo por mis fosas nasales, di las gracias al repartidor y me dirigí al salón para ver una película y quedarme dormido en el sofá del cansancio.





A la mañana siguiente me desperté sobre las diez, me enfundé unas bermudas vaqueras, una camiseta de Adidas blanca, unos playeros y me dirigí al Mercadona más cercano, a unas 4 o 5 calles de distancia, tenía mucha tarea acumulada y no había tiempo que perder. Me perdí durante aproximadamente una hora y media por los diferentes pasillos del supermercado, es conocido por todos que cuando vas a un supermercado con el que no estás familiarizado, vas como pollo sin cabeza deambulando de un lugar a otro. Cuando más o menos estuve convencido de todo lo seleccionado le pregunté a una atractiva empleada pelirroja del supermercado y con un culo de diez sobre la posibilidad de que me llevaran la compra a casa, listo de mí y con la gran cantidad de cosas que tenía que comprar no había traído el coche, vaya cabeza. Mientras hablaba con la chica, pensaba que tendrán esos pantalones que les hacen un culo tan estupendo...





Me respondió afirmativamente y la acompañé hasta una de las cajas vacías que había donde me tomó los datos, pagué y seleccioné unos cuantos productos para la comida de ese día que yo mismo me llevaría ya que me dijo que los repartos se realizaban por la tarde. Al salir del supermercado y a pocos metros de la entrada me fijé en que uno de los cordones de mis playeros se había desatado, por lo que apoyé el pie en un resalto para favorecer la postura y me lo até. Al recobrar la postura e iniciar de nuevo la marcha fui adelantado por una mujer que llevaba dos bolsas, continué caminando detrás de ella cargando con mi compra, fijándome en sus hipnóticos andares y en el bamboleo de sus nalgas con cada paso que daba hasta que ambos nos detuvimos en un semáforo.





Momento en el que a un metro de ella y aprovechando que se situaba un poco más adelantada la hice un buen repaso de arriba abajo. Medía unos 160cm, tendría en torno a los cuarenta y seis años, era rubia y llevaba el pelo suelto, con melenita hasta los hombros, tenía buenas curvas, vestía con unas sandalias con suela de esparto, típicas de verano, unos pantalones vaqueros que se ajustaban a su figura y recubrían un culo grande y con forma y unos pechos que parecían bastante grandes y que parecían querer salirse de esa camiseta. No pude hacer otra cosa que morderme el labio imaginando que habría debajo de esas ropas.





Cuando el semáforo se puso en verde continué con mi estrategia, seguí caminando unos metros por detrás, deleitándome con el bamboleo de su culo, aprovechando el momento durara lo que durara. Por suerte y sorpresa para mí la mujer estaba realizando el mismo camino que el mío para ir a casa, cuando giró por mi calle creo que incluso di las gracias mirando al cielo. Continuó unos metros más y se detuvo frente a la puerta del número 7 al mismo tiempo que yo lo hice en el 5, cuando dejó las bolsas en el suelo la miré de reojo, no me pude contener, su culo era grande y apetitoso, la comisura de mis labios sonrió en un acto reflejo. Al percatarse de mi presencia, miro en mi dirección y yo disimulando hice lo mismo...


  • ¡Ey hola! pensábamos que ahí no vivía nadie...!
  • ¡Hola, buenos días! me acabo de mudar, llevo tres o cuatro días, no más...
  • Bueno, pues bienvenido al barrio, seguro que te gusta, ya verás...
  • Sí, eso seguro...
  • Oye, por cierto, creo que mis hijos han colado un balón en tu casa, ¿puede pasar mi marido en un rato a recogerlo?
  • ¡Sí, por supuesto! no hay problema voy a estar en casa...
  • ¡Perfecto! muchas gracias, hasta luego...
  • No hay de que, hasta luego...

Entré en casa y me dirigí a la cocina depositando la bolsa del supermercado con la comida de hoy sobre la encimera, el calor se apoderó de mi cuerpo, mezcla de los 27º que había en la calle y de la maravilla de mujer que acababa de ver, y ¡era mi vecina!. Me pasé los siguientes minutos rememorando ese instante cuando dejó las bolsas en el suelo para abrir la puerta. Como su culo sobresalía hacia afuera pidiendo guerra y como sus grandes pechos caían hacia el suelo por el peso y volumen. El sonido del timbre me devolvió a la realidad, ¿cuánto tiempo llevaba ahí parado?





Me encaminé a la puerta recordando la visita pendiente del afortunado hombre que degusta esa mujer, me había creado curiosidad saber cómo sería su marido.





Abría la puerta y allí estaba ella, madre mía, debí de poner cara mitad susto mitad sorpresa...


  • ¡Hola de nuevo!
  • ¡Uy!
  • ¡Ay perdón! ¿Te he asustado?
  • No, no, es que no te esperaba, como me habías dicho lo de tu marido...
  • Ya...bueno... es que está liado y al final he tenido que venir yo...
  • Bueno no pasa nada, voy en un momento a por el balón...
  • ¡Perfecto!

Me día la vuelta y me dirigí al porche pensando que ahí estaba de nuevo, y ahora al estar más cerca podía verla mejor...su melenita rubia, su cuerpazo con curvas, sus ojos marrones con una mirada profunda y picante,sus cejas bien retocadas, su nariz graciosa y sus labios grandes, carnosos, apetecibles y de gran sonrisa, vestía la misma ropa que antes y ahora podía apreciar que tenía pintadas las uñas de los pies de un color entre rojo y granate, llevaba la misma camiseta azul que escondía esas grandes tetas, un pelín caídas debido a la experiencia, la edad y los hijos pero que no podía ocultar lo que parecían dos grades pezones que se marcaban bajo la tela.


Esa escena me provocó de nuevos unos grandes calores, mi pene recibió grandes cantidades de sangre endureciéndose bajo las bermudas vaqueras, el tacto del pantalón no ayudaba endureciendo aún más la situación, al llegar de nuevo con el balón pienso que sin duda se notaba, al ir llegando a la puerta ella observó mi bulto para a continuación mirar hacia los lados nerviosa, colocarse el lado derecho del pelo detrás de la oreja y evitando mirar de frente. Yo al percatarme intenté ocultar la situación con el balón de playa hasta llegar a la puerta. El color rojizo se había apoderado de las caras de ambos.


  • Bueno pues aquí tienes el balón.
  • Mu-muchas gracias...
  • ¡De nada mujer!, por cierto me llamo Gabriel, Gabriel Vera.
  • Yo Marina encantada, bueno ¡hasta luego!
  • ¡Hasta luego!

Cuando se giró para ir a su casa noté como de reojo, como sin querer, como si de un acto reflejo se tratara volvió a mirar a mi zona inferior, palpable debajo del vaquero.





Cerré la puerta con la esperanza de poder volver a verla cada día, el calor era el dueño de mi cuerpo por lo que me fui directo a la ducha, me quité la ropa y me introduje debajo del chorro de agua caliente, el vapor fue empañando la estancia y yo no podía dejar de pensar en Marina, su cuerpo, su voz, su olor, esas curvas y ese movimiento... mi pene erecto esperaba ser domado. Con mi mano derecha empecé a dar sacudidas a mi falo mientras con la izquierda me apoyaba en la pared, no paraba de imaginarme como sería degustar ese culo, esos pechos, esos pezones, como serían sus aureolas y como sería su sabor. El ritmo de masturbación fue creciendo poco a poco, las venas se fueron hinchando, hasta tal punto que las notaba con la palma de la mano en cada sacudida, el glande estaba grande y palpitante con un color escarlata que denotaba la cantidad de sangre acumulada en la zona, me empleé con insistencia en las salvajes sacudidas hasta que al final estallé, una descarga potente de néctar blanco se derramó sobre el grifo y los azulejos. La explosión de placer y sensaciones junto con el calor producido por el agua caliente y el vapor provocó en mí una bajada de tensión que hasta casi pierdo el equilibrio. Todo por ella, por Marina.





---Continuará---
Me encanta!!! Empieza muy bien. Creo que Marina va a disfrutar de su nuevo vecino 😋
 
Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, entrenamiento personal.

3 de diciembre de 2019 18:39h

Llevaba dos semanas esquivando a Mara. La veía junto a Juan, su pareja, en la zona de musculación o entrando en alguna clase. Descubrí quién era él preguntando de pasada a unos de mis amiguetes del gym, sin darle importancia, para no llamar mucho la atención. Al parecer llevaban más de un año apuntados y eran regulares en eso de acudir al gimnasio, sus cuerpos eran buen reflejo de ello. Con respecto a ella, me daba demasiado corte cruzármela en cortas distancias. Aún no estaba convencido si le había parecido bien mi sesión de voyeur en su pequeña escenificación. Pero ella tenía algo que me encantaba, tanto que diría que me sabía su vestidor de memoria ya que mis ojos inconscientemente conectaban con su figura a través de las diferentes máquinas del gimnasio... su conjunto color negro, mi preferido, el verde, el rojo y gris... Me resultaba demasiado difícil no fijarme mientras hacía sentadillas, o estaba sentada en la máquina de abductores o haciendo algún estiramiento... La manera en que sus pezones se marcan en los tops de deporte, duros y redondeados, presionando por ser liberados... me volvía loco, también como su duro y apretado culo se movía y encajaba perfectamente en las mallas o como lo lucía en los ejercicios cuando arqueaba la espalda y una curva perfecta se le marcaba... hacía que mis hormonas se revolucionaran, mi garganta se humedeciera y que mi pantalón corto estuviera... digamos, más apretado de lo habitual.

Aquella tarde llevaba recorridos 3 kilómetros encima de la cinta de correr, un buen ritmo hacía que mi cuerpo se exigiese y el sudor se hacía presente en mi frente y espalda. Mi mirada, centrada en un punto fijo en el horizonte enfocaba mi concentración mientras en mis cascos sonaba Symmetry de Klangkarussell (prometo que no me lo he inventado) motivándome para da una zancada más. Mi respiración acompasada resonaba en mi pecho y mi corazón latía con potencia cuando por el rabillo del ojo observe como una silueta morada entraba por el Hall del recinto. Mi mirada se separó durante un segundo del punto de concentración y Mara, como un caramelo de mora recién sacado del envoltorio, caminaba hacia el vestuario. Mi concentración se derrumbó, mi fondo físico tocó el suelo, hasta tal punto que mis pies golpeándose el uno con el otro casi me hacen perder la verticalidad. Ese conjunto no me le conocía, pensé para mí sonriendo... Top por encima del ombligo, sus perfectos pechos marcados y dejando ver un buen escote, su piel bronceada, el pelo suelto y unas mallas bien apretadas que delimitaban su espectacular figura. ¡Está tremenda!

El resto de la tarde compaginé mis ejercicios de la rutina con furtivos vistazos que recorrían toda la estancia intentando localizarla, sin éxito, por cierto. Continuaba mi tarde de entrenamiento realizando ejercicios de bíceps con mancuernas en uno de los bancos de musculación en la zona de peso libre, cuando por el reflejo del espejo vi a una figura morada aproximarse. Mientras realizaba el ejercicio, ella se encontraba próxima, de pie, mirando el estante de las mancuernas, pasados aproximadamente cuatro o cinco segundos se acercó a coger una mancuerna de 10 kilos.

  • Uff que va que va, esto es mucho para mí... Hola, perdona, ¿Gabriel verdad?
  • Ey si, hola ummm ¿Mara? respondí como sino recordara su nombre.
  • Que te iba a preguntar a ti que te veo fuerte... (clavándome una mirada de arriba abajo mientras sonreía) ¿Que peso me aconsejarías?
  • ¿Quién yo...? ¡uy jaja no se! yo tampoco entiendo mucho de esto...
  • ¡Uy pues yo menos! mira que acabo de salir de una clase de GAP y estoy agotada...
  • Bueno pues puedes empezar con unas de 4kg y vas probando... ¿Lo ves bien?
  • ¡Perfecto! Y si me va bien te ficho como mi entrenador personal ¿te parece?
  • Podemos llegar a un trato si jaja, tendremos que negociar el precio eso si...
  • Bueno, no creo que haya problema en eso dijo, seguro que llegaríamos a un acuerdo... dijo inclinándose para atarse un cordón marcando sus glúteos en su ajustada malla.
Inmediatamente un impulso sanguíneo bombardeo mi rabo. Ese culo con el que había fantaseado estaba a pocos centímetros de mi cara y por mi mente sólo pasaba un pensamiento, bajar esas mallas un palmo, para incrustar mi cara en él, empezar saboreando su sexo para acabar deleitándome con su culo, y no parar hasta que su cuerpo derrotado por tanto orgasmo me pidiera clemencia.

  • Si si... seguro que algo se nos ocurriría... Acerté a decir mientras clavaba mi mirada en su perfecto trasero.
  • Pues voy a hacer unos ejercicios y a ver si encuentro a mi marido, que no sé dónde se ha metido. ¿Luego nos vemos guapo? Dijo mientras se incorporaba.
  • ¿Eso es una pregunta?
  • Es una afirmación... pero que quede entre nosotros... Respondió mientras me guiñaba un ojo para luego alejarse con mancuernas en mano.
Desde luego que aquella conversación me descolocó. Por cómo me habló diría que no le molestó mi sesión de voyeur si no todo lo contrario, que además le gustó. ¿Era aquello una invitación? ¿Que debía hacer ahora? Miles de dudas me asaltaban la cabeza. Intenté seguir el entrenamiento como pude, pero para nada estaba concentrado, la música era un hilo en la lejanía y mi polla no había vuelto a su estado de reposo lo que me hacía estar incómodo al tener que estar paseando de un lado a otro de las máquinas.
Pasados 20 minutos no pude más. Abandoné la zona de musculación y me dirigí al vestuario con la intención de localizarla. Como en aquella ocasión me cambié y dirigí mis pasos hacia la zona de la sauna. Abriendo una puerta tras otra en menos de 5 minutos estaba caminando por encima del material aislante. Según me aproximaba escuché voces hablando, algo que me alegró e impulsó mi corazón aumentando la cadencia de bombeo. Unos pasos más adelante pude ver de dónde provenían las voces, un monitor del gimnasio con su camiseta con el nombre GoProFit en la espalda conversaba con un joven atleta en la zona de baños fríos. Pero para frío el que me entró a mí al comprobar esa escena...

No entendía la situación, al lado de la sauna, había dos toallas del mismo color del otro día. Pero ellos no estaban dentro. No podía ser coincidencia.

  • ¿Perdona, las toallas de la sauna son vuestras? Le pregunté al monitor acercándome a la zona de baños fríos.
  • Umm no que va, era de una pareja que estaba en la sauna, ¡nosotros las tenemos aquí!
  • Ah vale perdona, ¡gracias!
Eso me descolocó aún más. ¿Dónde se podían haber metido? La zona no tenía muchas estancias, así que me di una pequeña vuelta, pero... como se dice, "mi gozo en un pozo".
¿Quizá haya más zonas en el gimnasio que no conozca? Llevaba poco tiempo allí, podía ser una posibilidad.
Por entonces mi excitación se había esfumado y con la humedad del ambiente me estaban entrando ganas de ir al baño. Fui para allá y entré en uno de los cubículos, al cerrar la puerta y echar el cierre algo allí me dio una extraña sensación.
Me puse de cuclillas y miré por debajo de la placa de material plástico de color negrizo que era parte del baño... unos metros más allá, dos cubículos más allá, justo en el de al lado de la pared observé cuatro playeros y me quedé inmóvil, escuchando. Lentamente y sin hacer ruido me desplacé hacia el cubículo más próximo y entré cerrando la puerta con cuidado, me descalcé y me subí al retrete mirando por encima de la pared que separaba ambos espacios.

Observando por encima de la pared del cubículo observé como Juan lentamente se ponía de rodillas, colocando a Mara en un ángulo de 90º con sus manos apoyadas a la pared. Con delicadeza colocó sus manos sobre las nalgas de la mujer, las abrió y empezó a lamer humedeciendo la zona. Su cabeza se movía arriba y abajo aplicando varias capas de saliva al rosado coño. Los músculos de Mara se contraían, la piel se tornaba de gallina y las rodillas se flexionaban fruto del buen hacer de Juan.
El cabello rubio de Mara caía sobre sus hombros, sus ondas se movían con cada movimiento de la cabeza del hombre arriba y abajo, la zona parecía encharcada y Juan succionaba cada uno de los jugos que ella emanaba. Después de unos minutos él se incorporó, se puso de pies y se bajó el pantalón de chándal corto que llevaba, de un respingo una gruesa polla apareció, Juan, un hombre musculado, moreno y con pelo rasurado en el pecho, agarró firmemente su nabo con la mano derecha encaminándolo a la encharcada apertura, derramó un hilo de saliva sobre ella y empaló a Mara. Un gemido se escapó de los labios carnosos de la mujer al ser penetrada y un baile de sexo y lujuria comenzó.

Juan recogió su pelo con la mano izquierda mientras posaba la derecha en sus caderas, favoreciendo el empuje. Los movimientos atrás y adelante resonaban en las paredes del baño. Mara aguantaba las envestidas apoyándose como podía en la pared, sus uñas parecían querer atravesar el azulejo color blanco y sus gemidos ahogados de placer se encadenaban uno tras otro. La polla rojiza de Juan aparecía y desaparecía tras los rosados e hinchados labios de Mara.

  • Jodeeeer si, ah, dame, si...
  • ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te la meto?
  • Si joder, que mojada estoy Juan, no pares... uff.... me encanta...

Los jugos se derramaban por las caras internas de los músculos de Mara, cayendo lentamente dirección al suelo por la tonificada pierna.

  • ¿Me vas a dar tu leche? ¿He sido una perra obediente?
  • ¿La quieres verdad?, la tengo preparada para ti...
  • Si... me gusta bien calentita...

Mientras yo, de puntillas sobre la taza del wáter, me agarraba con ambas manos a la pared y observaba la escena inmóvil, queriendo pasar por un fantasma. Por entonces la erección dentro de mis calzoncillos ya era notable, y mi nabo palpitaba contra la apretada tela del calzoncillo, notaba incluso el líquido preseminal que hacía presencia y humedecía la zona fruto de la excitación que sentía.

Los gemidos se hacían más profundos con cada movimiento, el final estaba cerca y sus músculos daban cuenta de ello. Su cuerpo se tensaba, la mano derecha apretaba fuertemente las caderas favoreciendo que las embestidas fueran más profundas e incrementando de velocidad, su mano izquierda tiraba hacia atrás del pelo de Mara, llevando su cabeza hacia arriba. El hipnotizante sonido de los gemidos, de los sexos encharcados y el choque de la pelvis de Juan contra el grandioso y firme trasero de Mara me envolvió en un momento de obnubilación extrema. Tanto que no me percaté que, gracias a la postura de su cabeza, los ojos de Mara ahora se centraban en mí, mi cabeza aparecía por encima de la separación de los retretes y si yo podía verlos, ellos a mí también.
Cuando nuestras miradas conectaron una sonrisa pícara apareció en su rostro. Abrió la boca y empezó a gemir a mayor volumen mientras me miraba fijamente. Jugueteaba con su lengua, humedeciendo sus labios, gemía una y otra vez provocándome. Mi polla no podía más, estaba a punto de reventar y eso que nadie la tocaba. La excitación del momento era superior a mí y solo tenía ganas de correrme en aquel rostro.

  • ¿Te gusta? ¿Te gusta como lo hago? Dijo mirándome sin pestañear dedicándome la frase con la mirada.
  • Siiiii ohhhh Exclamó Juan

Esas palabras fueron el principio del final, rápidamente Juan se separó, agarró su rabo con la mano derecha y masturbó su miembro apoyado en la raja de Mara. Poco a poco gran cantidad de leche fue adornando los aún enrojecidos labios, cayendo al suelo y salpicando las paredes del baño, los gemidos de Juan, profundos y graves acompañaban el momento y se emparejaban con los agudos gemidos de Mara, que se encontraba aún inmóvil pero que con su mano derecha se pajeaba el clítoris con movimiento circulares buscando su ansiado orgasmo.
Juan agarró papel higiénico y limpió su falo con cuidado, se puso de cuclillas e inyectó su lengua en el ano de su compañera. Lo lamió profusamente intercalando movimientos circulares con pequeñas incursiones en la apretada cavidad que se dilataba poco a poco. Cuanto más se humedecía su orificio más caliente y próxima al orgasmo estaba ella. Pocos segundos después un potente orgasmo se escapó de aquel retrete, su espalda arqueada hacía juego con las pequeñas gotas de sudor que recorrían su piel, sus rodillas se volvieron rígidas para a continuación doblarse sin control. Sin duda una sesión cargada de emociones para todos.

Al observar la finalización, rápidamente volví a meter la cabeza en mi cubículo. Colocándome encima del retrete con silencio. Al llevar mi mirada a la entrepierna, un prominente bulto se encontraba bajo el pantalón. Mi deseo irrefrenable se antepuso y me saqué la polla, humedecida por el líquido preseminal que ya derramaba. Empecé a pajearme con la presencia de la pareja a un metro y con solo una pared de plástico entre nosotros. Mi polla venosa agradecida por haberla liberado, estaba ardiendo, llena de sangre y con un generoso tamaño.

  • Cariño hay que ir a la ducha eh, tengo que bajar este calentón como sea jejeje.
  • ¡Vale amor!
  • ¿Crees que nos habrá oído el monitor?
  • ¡Lo dudo! ellos están a los suyo, de todas formas, ¿si no fuera así? ¿que? ¿menudo morbo no?
  • Jeje ¡Como te gusta jugar! bueno, ¿vamos?
  • Adelántate que yo voy a terminar de limpiarme y así aprovecho y hago pis.
  • Vale, de acuerdo.

El sonido de la puerta del baño cerrándose ni siquiera me inmuto, seguí masturbándome intentando bajar el calentón y la tremenda erección que tenía. Oí algo, no sabía diferenciar que era, pero en pocos segundos la puerta de mi retrete se abrió lentamente. Allí apareció Mara, sin leggins, sólo con unas calcetas largas de gimnasio y el top recogido por encima de sus pechos, maravillosos, rosados y con unos pezones erizados que invitaban a lamer. Me observaba allí, sentado en la taza del wáter y con mi miembro en la mano... Aún podía observar restos de lefa en su coño y piernas. Pero ella no quería descanso y a mi eso no me importaba.

  • Hemos disfrutado.Mi marido...se ha corrido. yo... me he corrido, pero.... ¿y tú? Creo que tú no...
  • "Silencio"
  • Y eso, Gabriel... no es justo para ti... pero tampoco para mí... ¿puedo? dijo señalando con su dedo índice mi zona baja.
  • Si claro...por supuesto, adelante.
  • Las ganas que tenía de esto... Dijo mientras se podía de rodillas delante del retrete y me retiraba la mano de mi polla, sustituyendola por las suyas.

Allí estaba yo, sentado sobre el retrete, mis brazos colgando a ambos lados y con Mara empezando su particular sesión de cardio.
Agarró mi nabo con la mano derecha suavemente, poco a poco y empezó acariciando la parte de arriba, pasando las yemas de sus dedos por cada una de las venas que tenía. Mientras observaba mi polla detenidamente a pocos centímetros de su cara, inconscientemente se humedecía y mordía los labios mientras los míos por el contrario se secaban por la ansiedad de que se la llevara a la boca.
Sonrió y con su húmeda lengua lamió lentamente el glande de mi rabo, un fino hilo de líquido preseminal colgaba de su lengua, el cual saboreó gustosamente. Continuó... lamía y sonreía, lamía y sonreía... era un juego para ella, y a mí, también me gusta jugar.
Deseaba que se la metiera en la boca, y después de hacerme sufrir durante un largo minuto así lo hizo. Con su lengua empezó a recorrer toda mi polla, desde los testículos, pasando por el tallo y de ahí al glande, después de dos movimientos circulares con su lengua se introdujo la cabeza en su húmeda y cálida boca. Podría haberme corrido en ese mismo instante, pero contuve la sensación y apreté cada músculo de mi cuerpo evitándolo.
La devoró entera, enterrándola por completo en su garganta, y así continuó sacándola y volviendo a tragarla, sacándola y volviendo a tragarla. Sus labios recorrían cada milímetro de mi piel y se sentía increíble. Mi mano derecha inconscientemente se colocó en su cabeza, acompañando los movimientos que realizaba, haciéndolos más profundos, mientras mi brazo izquierdo aún colgaba hacia el suelo. Sus manos se acomodaban en mis piernas. acariciándolas y arañándolas con sus uñas color violeta.
Poco a poco se sacó la polla de su boca y se introdujo los testículos en ella. Me pajeó mientras succionaba y jugaba con mis huevos. Toda mi polla estaba repleta de su saliva y mis defensas estaban llegando a su límite.
No podía más, así que me la saqué de su boca y me incorporé. Me empecé a masturbar, ella apretó sus pechos, sus pezones estaban duros y grandes, los pellizcaba suavemente, y sacó la lengua esperando, me miraba a los ojos, impaciente. Me concentré en darle su merecido premio. Agité con brío mi polla una y otra vez, la saliva me lo ponía fácil...
¡Me corro! la dije mientras mi lefa brotaba de mi polla dirección a su cara y boca. Ella la recibió con gula, saboreó cada gota que pudo y tuvo a su alcancé, el resto impregnó la pared para el recuerdo.

  • Ahora creo que estamos todos igual... Me dijo mientras me sonreía

Se incorporó y saliendo de retrete me dejo allí, sólo y sin fuerzas. Apoyado contra el depósito del retrete intenté procesar todo lo que había ocurrido. Allí estuve durante unos largos 5 minutos. Cuando reuní las fuerzas necesarias volví al vestuario a darme una ducha, vestirme e irme a casa.
Salí del gimnasio e introduje la mano en el bolsillo de mi cazadora, en ella una nota que decía:


8 de diciembre 21:00
C/ Lope de Vega 3 4ºH
Te espero

--Continuará--
 
Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, entrenamiento personal.

3 de diciembre de 2019 18:39h

Llevaba dos semanas esquivando a Mara. La veía junto a Juan, su pareja, en la zona de musculación o entrando en alguna clase. Descubrí quién era él preguntando de pasada a unos de mis amiguetes del gym, sin darle importancia, para no llamar mucho la atención. Al parecer llevaban más de un año apuntados y eran regulares en eso de acudir al gimnasio, sus cuerpos eran buen reflejo de ello. Con respecto a ella, me daba demasiado corte cruzármela en cortas distancias. Aún no estaba convencido si le había parecido bien mi sesión de voyeur en su pequeña escenificación. Pero ella tenía algo que me encantaba, tanto que diría que me sabía su vestidor de memoria ya que mis ojos inconscientemente conectaban con su figura a través de las diferentes máquinas del gimnasio... su conjunto color negro, mi preferido, el verde, el rojo y gris... Me resultaba demasiado difícil no fijarme mientras hacía sentadillas, o estaba sentada en la máquina de abductores o haciendo algún estiramiento... La manera en que sus pezones se marcan en los tops de deporte, duros y redondeados, presionando por ser liberados... me volvía loco, también como su duro y apretado culo se movía y encajaba perfectamente en las mallas o como lo lucía en los ejercicios cuando arqueaba la espalda y una curva perfecta se le marcaba... hacía que mis hormonas se revolucionaran, mi garganta se humedeciera y que mi pantalón corto estuviera... digamos, más apretado de lo habitual.

Aquella tarde llevaba recorridos 3 kilómetros encima de la cinta de correr, un buen ritmo hacía que mi cuerpo se exigiese y el sudor se hacía presente en mi frente y espalda. Mi mirada, centrada en un punto fijo en el horizonte enfocaba mi concentración mientras en mis cascos sonaba Symmetry de Klangkarussell (prometo que no me lo he inventado) motivándome para da una zancada más. Mi respiración acompasada resonaba en mi pecho y mi corazón latía con potencia cuando por el rabillo del ojo observe como una silueta morada entraba por el Hall del recinto. Mi mirada se separó durante un segundo del punto de concentración y Mara, como un caramelo de mora recién sacado del envoltorio, caminaba hacia el vestuario. Mi concentración se derrumbó, mi fondo físico tocó el suelo, hasta tal punto que mis pies golpeándose el uno con el otro casi me hacen perder la verticalidad. Ese conjunto no me le conocía, pensé para mí sonriendo... Top por encima del ombligo, sus perfectos pechos marcados y dejando ver un buen escote, su piel bronceada, el pelo suelto y unas mallas bien apretadas que delimitaban su espectacular figura. ¡Está tremenda!

El resto de la tarde compaginé mis ejercicios de la rutina con furtivos vistazos que recorrían toda la estancia intentando localizarla, sin éxito, por cierto. Continuaba mi tarde de entrenamiento realizando ejercicios de bíceps con mancuernas en uno de los bancos de musculación en la zona de peso libre, cuando por el reflejo del espejo vi a una figura morada aproximarse. Mientras realizaba el ejercicio, ella se encontraba próxima, de pie, mirando el estante de las mancuernas, pasados aproximadamente cuatro o cinco segundos se acercó a coger una mancuerna de 10 kilos.

  • Uff que va que va, esto es mucho para mí... Hola, perdona, ¿Gabriel verdad?
  • Ey si, hola ummm ¿Mara? respondí como sino recordara su nombre.
  • Que te iba a preguntar a ti que te veo fuerte... (clavándome una mirada de arriba abajo mientras sonreía) ¿Que peso me aconsejarías?
  • ¿Quién yo...? ¡uy jaja no se! yo tampoco entiendo mucho de esto...
  • ¡Uy pues yo menos! mira que acabo de salir de una clase de GAP y estoy agotada...
  • Bueno pues puedes empezar con unas de 4kg y vas probando... ¿Lo ves bien?
  • ¡Perfecto! Y si me va bien te ficho como mi entrenador personal ¿te parece?
  • Podemos llegar a un trato si jaja, tendremos que negociar el precio eso si...
  • Bueno, no creo que haya problema en eso dijo, seguro que llegaríamos a un acuerdo... dijo inclinándose para atarse un cordón marcando sus glúteos en su ajustada malla.
Inmediatamente un impulso sanguíneo bombardeo mi rabo. Ese culo con el que había fantaseado estaba a pocos centímetros de mi cara y por mi mente sólo pasaba un pensamiento, bajar esas mallas un palmo, para incrustar mi cara en él, empezar saboreando su sexo para acabar deleitándome con su culo, y no parar hasta que su cuerpo derrotado por tanto orgasmo me pidiera clemencia.

  • Si si... seguro que algo se nos ocurriría... Acerté a decir mientras clavaba mi mirada en su perfecto trasero.
  • Pues voy a hacer unos ejercicios y a ver si encuentro a mi marido, que no sé dónde se ha metido. ¿Luego nos vemos guapo? Dijo mientras se incorporaba.
  • ¿Eso es una pregunta?
  • Es una afirmación... pero que quede entre nosotros... Respondió mientras me guiñaba un ojo para luego alejarse con mancuernas en mano.
Desde luego que aquella conversación me descolocó. Por cómo me habló diría que no le molestó mi sesión de voyeur si no todo lo contrario, que además le gustó. ¿Era aquello una invitación? ¿Que debía hacer ahora? Miles de dudas me asaltaban la cabeza. Intenté seguir el entrenamiento como pude, pero para nada estaba concentrado, la música era un hilo en la lejanía y mi polla no había vuelto a su estado de reposo lo que me hacía estar incómodo al tener que estar paseando de un lado a otro de las máquinas.
Pasados 20 minutos no pude más. Abandoné la zona de musculación y me dirigí al vestuario con la intención de localizarla. Como en aquella ocasión me cambié y dirigí mis pasos hacia la zona de la sauna. Abriendo una puerta tras otra en menos de 5 minutos estaba caminando por encima del material aislante. Según me aproximaba escuché voces hablando, algo que me alegró e impulsó mi corazón aumentando la cadencia de bombeo. Unos pasos más adelante pude ver de dónde provenían las voces, un monitor del gimnasio con su camiseta con el nombre GoProFit en la espalda conversaba con un joven atleta en la zona de baños fríos. Pero para frío el que me entró a mí al comprobar esa escena...

No entendía la situación, al lado de la sauna, había dos toallas del mismo color del otro día. Pero ellos no estaban dentro. No podía ser coincidencia.

  • ¿Perdona, las toallas de la sauna son vuestras? Le pregunté al monitor acercándome a la zona de baños fríos.
  • Umm no que va, era de una pareja que estaba en la sauna, ¡nosotros las tenemos aquí!
  • Ah vale perdona, ¡gracias!
Eso me descolocó aún más. ¿Dónde se podían haber metido? La zona no tenía muchas estancias, así que me di una pequeña vuelta, pero... como se dice, "mi gozo en un pozo".
¿Quizá haya más zonas en el gimnasio que no conozca? Llevaba poco tiempo allí, podía ser una posibilidad.
Por entonces mi excitación se había esfumado y con la humedad del ambiente me estaban entrando ganas de ir al baño. Fui para allá y entré en uno de los cubículos, al cerrar la puerta y echar el cierre algo allí me dio una extraña sensación.
Me puse de cuclillas y miré por debajo de la placa de material plástico de color negrizo que era parte del baño... unos metros más allá, dos cubículos más allá, justo en el de al lado de la pared observé cuatro playeros y me quedé inmóvil, escuchando. Lentamente y sin hacer ruido me desplacé hacia el cubículo más próximo y entré cerrando la puerta con cuidado, me descalcé y me subí al retrete mirando por encima de la pared que separaba ambos espacios.

Observando por encima de la pared del cubículo observé como Juan lentamente se ponía de rodillas, colocando a Mara en un ángulo de 90º con sus manos apoyadas a la pared. Con delicadeza colocó sus manos sobre las nalgas de la mujer, las abrió y empezó a lamer humedeciendo la zona. Su cabeza se movía arriba y abajo aplicando varias capas de saliva al rosado coño. Los músculos de Mara se contraían, la piel se tornaba de gallina y las rodillas se flexionaban fruto del buen hacer de Juan.
El cabello rubio de Mara caía sobre sus hombros, sus ondas se movían con cada movimiento de la cabeza del hombre arriba y abajo, la zona parecía encharcada y Juan succionaba cada uno de los jugos que ella emanaba. Después de unos minutos él se incorporó, se puso de pies y se bajó el pantalón de chándal corto que llevaba, de un respingo una gruesa polla apareció, Juan, un hombre musculado, moreno y con pelo rasurado en el pecho, agarró firmemente su nabo con la mano derecha encaminándolo a la encharcada apertura, derramó un hilo de saliva sobre ella y empaló a Mara. Un gemido se escapó de los labios carnosos de la mujer al ser penetrada y un baile de sexo y lujuria comenzó.

Juan recogió su pelo con la mano izquierda mientras posaba la derecha en sus caderas, favoreciendo el empuje. Los movimientos atrás y adelante resonaban en las paredes del baño. Mara aguantaba las envestidas apoyándose como podía en la pared, sus uñas parecían querer atravesar el azulejo color blanco y sus gemidos ahogados de placer se encadenaban uno tras otro. La polla rojiza de Juan aparecía y desaparecía tras los rosados e hinchados labios de Mara.

  • Jodeeeer si, ah, dame, si...
  • ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te la meto?
  • Si joder, que mojada estoy Juan, no pares... uff.... me encanta...

Los jugos se derramaban por las caras internas de los músculos de Mara, cayendo lentamente dirección al suelo por la tonificada pierna.

  • ¿Me vas a dar tu leche? ¿He sido una perra obediente?
  • ¿La quieres verdad?, la tengo preparada para ti...
  • Si... me gusta bien calentita...

Mientras yo, de puntillas sobre la taza del wáter, me agarraba con ambas manos a la pared y observaba la escena inmóvil, queriendo pasar por un fantasma. Por entonces la erección dentro de mis calzoncillos ya era notable, y mi nabo palpitaba contra la apretada tela del calzoncillo, notaba incluso el líquido preseminal que hacía presencia y humedecía la zona fruto de la excitación que sentía.

Los gemidos se hacían más profundos con cada movimiento, el final estaba cerca y sus músculos daban cuenta de ello. Su cuerpo se tensaba, la mano derecha apretaba fuertemente las caderas favoreciendo que las embestidas fueran más profundas e incrementando de velocidad, su mano izquierda tiraba hacia atrás del pelo de Mara, llevando su cabeza hacia arriba. El hipnotizante sonido de los gemidos, de los sexos encharcados y el choque de la pelvis de Juan contra el grandioso y firme trasero de Mara me envolvió en un momento de obnubilación extrema. Tanto que no me percaté que, gracias a la postura de su cabeza, los ojos de Mara ahora se centraban en mí, mi cabeza aparecía por encima de la separación de los retretes y si yo podía verlos, ellos a mí también.
Cuando nuestras miradas conectaron una sonrisa pícara apareció en su rostro. Abrió la boca y empezó a gemir a mayor volumen mientras me miraba fijamente. Jugueteaba con su lengua, humedeciendo sus labios, gemía una y otra vez provocándome. Mi polla no podía más, estaba a punto de reventar y eso que nadie la tocaba. La excitación del momento era superior a mí y solo tenía ganas de correrme en aquel rostro.

  • ¿Te gusta? ¿Te gusta como lo hago? Dijo mirándome sin pestañear dedicándome la frase con la mirada.
  • Siiiii ohhhh Exclamó Juan

Esas palabras fueron el principio del final, rápidamente Juan se separó, agarró su rabo con la mano derecha y masturbó su miembro apoyado en la raja de Mara. Poco a poco gran cantidad de leche fue adornando los aún enrojecidos labios, cayendo al suelo y salpicando las paredes del baño, los gemidos de Juan, profundos y graves acompañaban el momento y se emparejaban con los agudos gemidos de Mara, que se encontraba aún inmóvil pero que con su mano derecha se pajeaba el clítoris con movimiento circulares buscando su ansiado orgasmo.
Juan agarró papel higiénico y limpió su falo con cuidado, se puso de cuclillas e inyectó su lengua en el ano de su compañera. Lo lamió profusamente intercalando movimientos circulares con pequeñas incursiones en la apretada cavidad que se dilataba poco a poco. Cuanto más se humedecía su orificio más caliente y próxima al orgasmo estaba ella. Pocos segundos después un potente orgasmo se escapó de aquel retrete, su espalda arqueada hacía juego con las pequeñas gotas de sudor que recorrían su piel, sus rodillas se volvieron rígidas para a continuación doblarse sin control. Sin duda una sesión cargada de emociones para todos.

Al observar la finalización, rápidamente volví a meter la cabeza en mi cubículo. Colocándome encima del retrete con silencio. Al llevar mi mirada a la entrepierna, un prominente bulto se encontraba bajo el pantalón. Mi deseo irrefrenable se antepuso y me saqué la polla, humedecida por el líquido preseminal que ya derramaba. Empecé a pajearme con la presencia de la pareja a un metro y con solo una pared de plástico entre nosotros. Mi polla venosa agradecida por haberla liberado, estaba ardiendo, llena de sangre y con un generoso tamaño.

  • Cariño hay que ir a la ducha eh, tengo que bajar este calentón como sea jejeje.
  • ¡Vale amor!
  • ¿Crees que nos habrá oído el monitor?
  • ¡Lo dudo! ellos están a los suyo, de todas formas, ¿si no fuera así? ¿que? ¿menudo morbo no?
  • Jeje ¡Como te gusta jugar! bueno, ¿vamos?
  • Adelántate que yo voy a terminar de limpiarme y así aprovecho y hago pis.
  • Vale, de acuerdo.

El sonido de la puerta del baño cerrándose ni siquiera me inmuto, seguí masturbándome intentando bajar el calentón y la tremenda erección que tenía. Oí algo, no sabía diferenciar que era, pero en pocos segundos la puerta de mi retrete se abrió lentamente. Allí apareció Mara, sin leggins, sólo con unas calcetas largas de gimnasio y el top recogido por encima de sus pechos, maravillosos, rosados y con unos pezones erizados que invitaban a lamer. Me observaba allí, sentado en la taza del wáter y con mi miembro en la mano... Aún podía observar restos de lefa en su coño y piernas. Pero ella no quería descanso y a mi eso no me importaba.

  • Hemos disfrutado.Mi marido...se ha corrido. yo... me he corrido, pero.... ¿y tú? Creo que tú no...
  • "Silencio"
  • Y eso, Gabriel... no es justo para ti... pero tampoco para mí... ¿puedo? dijo señalando con su dedo índice mi zona baja.
  • Si claro...por supuesto, adelante.
  • Las ganas que tenía de esto... Dijo mientras se podía de rodillas delante del retrete y me retiraba la mano de mi polla, sustituyendola por las suyas.

Allí estaba yo, sentado sobre el retrete, mis brazos colgando a ambos lados y con Mara empezando su particular sesión de cardio.
Agarró mi nabo con la mano derecha suavemente, poco a poco y empezó acariciando la parte de arriba, pasando las yemas de sus dedos por cada una de las venas que tenía. Mientras observaba mi polla detenidamente a pocos centímetros de su cara, inconscientemente se humedecía y mordía los labios mientras los míos por el contrario se secaban por la ansiedad de que se la llevara a la boca.
Sonrió y con su húmeda lengua lamió lentamente el glande de mi rabo, un fino hilo de líquido preseminal colgaba de su lengua, el cual saboreó gustosamente. Continuó... lamía y sonreía, lamía y sonreía... era un juego para ella, y a mí, también me gusta jugar.
Deseaba que se la metiera en la boca, y después de hacerme sufrir durante un largo minuto así lo hizo. Con su lengua empezó a recorrer toda mi polla, desde los testículos, pasando por el tallo y de ahí al glande, después de dos movimientos circulares con su lengua se introdujo la cabeza en su húmeda y cálida boca. Podría haberme corrido en ese mismo instante, pero contuve la sensación y apreté cada músculo de mi cuerpo evitándolo.
La devoró entera, enterrándola por completo en su garganta, y así continuó sacándola y volviendo a tragarla, sacándola y volviendo a tragarla. Sus labios recorrían cada milímetro de mi piel y se sentía increíble. Mi mano derecha inconscientemente se colocó en su cabeza, acompañando los movimientos que realizaba, haciéndolos más profundos, mientras mi brazo izquierdo aún colgaba hacia el suelo. Sus manos se acomodaban en mis piernas. acariciándolas y arañándolas con sus uñas color violeta.
Poco a poco se sacó la polla de su boca y se introdujo los testículos en ella. Me pajeó mientras succionaba y jugaba con mis huevos. Toda mi polla estaba repleta de su saliva y mis defensas estaban llegando a su límite.
No podía más, así que me la saqué de su boca y me incorporé. Me empecé a masturbar, ella apretó sus pechos, sus pezones estaban duros y grandes, los pellizcaba suavemente, y sacó la lengua esperando, me miraba a los ojos, impaciente. Me concentré en darle su merecido premio. Agité con brío mi polla una y otra vez, la saliva me lo ponía fácil...
¡Me corro! la dije mientras mi lefa brotaba de mi polla dirección a su cara y boca. Ella la recibió con gula, saboreó cada gota que pudo y tuvo a su alcancé, el resto impregnó la pared para el recuerdo.

  • Ahora creo que estamos todos igual... Me dijo mientras me sonreía

Se incorporó y saliendo de retrete me dejo allí, sólo y sin fuerzas. Apoyado contra el depósito del retrete intenté procesar todo lo que había ocurrido. Allí estuve durante unos largos 5 minutos. Cuando reuní las fuerzas necesarias volví al vestuario a darme una ducha, vestirme e irme a casa.
Salí del gimnasio e introduje la mano en el bolsillo de mi cazadora, en ella una nota que decía:


8 de diciembre 21:00
C/ Lope de Vega 3 4ºH
Te espero

--Continuará--
Interesante,se pone muy interesante.😉
 
Aportación anónima que adorna el relato
Mi visión de Mara
"Plutarco decía de Cleopatra que cuando estabas en su presencia y hablabas con ella era irresistible"
Mara 4.jpg
 

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Un día en el gym. Rutina de entrenamiento con Mara, entrenamiento personal.

3 de diciembre de 2019 18:39h

Llevaba dos semanas esquivando a Mara. La veía junto a Juan, su pareja, en la zona de musculación o entrando en alguna clase. Descubrí quién era él preguntando de pasada a unos de mis amiguetes del gym, sin darle importancia, para no llamar mucho la atención. Al parecer llevaban más de un año apuntados y eran regulares en eso de acudir al gimnasio, sus cuerpos eran buen reflejo de ello. Con respecto a ella, me daba demasiado corte cruzármela en cortas distancias. Aún no estaba convencido si le había parecido bien mi sesión de voyeur en su pequeña escenificación. Pero ella tenía algo que me encantaba, tanto que diría que me sabía su vestidor de memoria ya que mis ojos inconscientemente conectaban con su figura a través de las diferentes máquinas del gimnasio... su conjunto color negro, mi preferido, el verde, el rojo y gris... Me resultaba demasiado difícil no fijarme mientras hacía sentadillas, o estaba sentada en la máquina de abductores o haciendo algún estiramiento... La manera en que sus pezones se marcan en los tops de deporte, duros y redondeados, presionando por ser liberados... me volvía loco, también como su duro y apretado culo se movía y encajaba perfectamente en las mallas o como lo lucía en los ejercicios cuando arqueaba la espalda y una curva perfecta se le marcaba... hacía que mis hormonas se revolucionaran, mi garganta se humedeciera y que mi pantalón corto estuviera... digamos, más apretado de lo habitual.

Aquella tarde llevaba recorridos 3 kilómetros encima de la cinta de correr, un buen ritmo hacía que mi cuerpo se exigiese y el sudor se hacía presente en mi frente y espalda. Mi mirada, centrada en un punto fijo en el horizonte enfocaba mi concentración mientras en mis cascos sonaba Symmetry de Klangkarussell (prometo que no me lo he inventado) motivándome para da una zancada más. Mi respiración acompasada resonaba en mi pecho y mi corazón latía con potencia cuando por el rabillo del ojo observe como una silueta morada entraba por el Hall del recinto. Mi mirada se separó durante un segundo del punto de concentración y Mara, como un caramelo de mora recién sacado del envoltorio, caminaba hacia el vestuario. Mi concentración se derrumbó, mi fondo físico tocó el suelo, hasta tal punto que mis pies golpeándose el uno con el otro casi me hacen perder la verticalidad. Ese conjunto no me le conocía, pensé para mí sonriendo... Top por encima del ombligo, sus perfectos pechos marcados y dejando ver un buen escote, su piel bronceada, el pelo suelto y unas mallas bien apretadas que delimitaban su espectacular figura. ¡Está tremenda!

El resto de la tarde compaginé mis ejercicios de la rutina con furtivos vistazos que recorrían toda la estancia intentando localizarla, sin éxito, por cierto. Continuaba mi tarde de entrenamiento realizando ejercicios de bíceps con mancuernas en uno de los bancos de musculación en la zona de peso libre, cuando por el reflejo del espejo vi a una figura morada aproximarse. Mientras realizaba el ejercicio, ella se encontraba próxima, de pie, mirando el estante de las mancuernas, pasados aproximadamente cuatro o cinco segundos se acercó a coger una mancuerna de 10 kilos.

  • Uff que va que va, esto es mucho para mí... Hola, perdona, ¿Gabriel verdad?
  • Ey si, hola ummm ¿Mara? respondí como sino recordara su nombre.
  • Que te iba a preguntar a ti que te veo fuerte... (clavándome una mirada de arriba abajo mientras sonreía) ¿Que peso me aconsejarías?
  • ¿Quién yo...? ¡uy jaja no se! yo tampoco entiendo mucho de esto...
  • ¡Uy pues yo menos! mira que acabo de salir de una clase de GAP y estoy agotada...
  • Bueno pues puedes empezar con unas de 4kg y vas probando... ¿Lo ves bien?
  • ¡Perfecto! Y si me va bien te ficho como mi entrenador personal ¿te parece?
  • Podemos llegar a un trato si jaja, tendremos que negociar el precio eso si...
  • Bueno, no creo que haya problema en eso dijo, seguro que llegaríamos a un acuerdo... dijo inclinándose para atarse un cordón marcando sus glúteos en su ajustada malla.
Inmediatamente un impulso sanguíneo bombardeo mi rabo. Ese culo con el que había fantaseado estaba a pocos centímetros de mi cara y por mi mente sólo pasaba un pensamiento, bajar esas mallas un palmo, para incrustar mi cara en él, empezar saboreando su sexo para acabar deleitándome con su culo, y no parar hasta que su cuerpo derrotado por tanto orgasmo me pidiera clemencia.

  • Si si... seguro que algo se nos ocurriría... Acerté a decir mientras clavaba mi mirada en su perfecto trasero.
  • Pues voy a hacer unos ejercicios y a ver si encuentro a mi marido, que no sé dónde se ha metido. ¿Luego nos vemos guapo? Dijo mientras se incorporaba.
  • ¿Eso es una pregunta?
  • Es una afirmación... pero que quede entre nosotros... Respondió mientras me guiñaba un ojo para luego alejarse con mancuernas en mano.
Desde luego que aquella conversación me descolocó. Por cómo me habló diría que no le molestó mi sesión de voyeur si no todo lo contrario, que además le gustó. ¿Era aquello una invitación? ¿Que debía hacer ahora? Miles de dudas me asaltaban la cabeza. Intenté seguir el entrenamiento como pude, pero para nada estaba concentrado, la música era un hilo en la lejanía y mi polla no había vuelto a su estado de reposo lo que me hacía estar incómodo al tener que estar paseando de un lado a otro de las máquinas.
Pasados 20 minutos no pude más. Abandoné la zona de musculación y me dirigí al vestuario con la intención de localizarla. Como en aquella ocasión me cambié y dirigí mis pasos hacia la zona de la sauna. Abriendo una puerta tras otra en menos de 5 minutos estaba caminando por encima del material aislante. Según me aproximaba escuché voces hablando, algo que me alegró e impulsó mi corazón aumentando la cadencia de bombeo. Unos pasos más adelante pude ver de dónde provenían las voces, un monitor del gimnasio con su camiseta con el nombre GoProFit en la espalda conversaba con un joven atleta en la zona de baños fríos. Pero para frío el que me entró a mí al comprobar esa escena...

No entendía la situación, al lado de la sauna, había dos toallas del mismo color del otro día. Pero ellos no estaban dentro. No podía ser coincidencia.

  • ¿Perdona, las toallas de la sauna son vuestras? Le pregunté al monitor acercándome a la zona de baños fríos.
  • Umm no que va, era de una pareja que estaba en la sauna, ¡nosotros las tenemos aquí!
  • Ah vale perdona, ¡gracias!
Eso me descolocó aún más. ¿Dónde se podían haber metido? La zona no tenía muchas estancias, así que me di una pequeña vuelta, pero... como se dice, "mi gozo en un pozo".
¿Quizá haya más zonas en el gimnasio que no conozca? Llevaba poco tiempo allí, podía ser una posibilidad.
Por entonces mi excitación se había esfumado y con la humedad del ambiente me estaban entrando ganas de ir al baño. Fui para allá y entré en uno de los cubículos, al cerrar la puerta y echar el cierre algo allí me dio una extraña sensación.
Me puse de cuclillas y miré por debajo de la placa de material plástico de color negrizo que era parte del baño... unos metros más allá, dos cubículos más allá, justo en el de al lado de la pared observé cuatro playeros y me quedé inmóvil, escuchando. Lentamente y sin hacer ruido me desplacé hacia el cubículo más próximo y entré cerrando la puerta con cuidado, me descalcé y me subí al retrete mirando por encima de la pared que separaba ambos espacios.

Observando por encima de la pared del cubículo observé como Juan lentamente se ponía de rodillas, colocando a Mara en un ángulo de 90º con sus manos apoyadas a la pared. Con delicadeza colocó sus manos sobre las nalgas de la mujer, las abrió y empezó a lamer humedeciendo la zona. Su cabeza se movía arriba y abajo aplicando varias capas de saliva al rosado coño. Los músculos de Mara se contraían, la piel se tornaba de gallina y las rodillas se flexionaban fruto del buen hacer de Juan.
El cabello rubio de Mara caía sobre sus hombros, sus ondas se movían con cada movimiento de la cabeza del hombre arriba y abajo, la zona parecía encharcada y Juan succionaba cada uno de los jugos que ella emanaba. Después de unos minutos él se incorporó, se puso de pies y se bajó el pantalón de chándal corto que llevaba, de un respingo una gruesa polla apareció, Juan, un hombre musculado, moreno y con pelo rasurado en el pecho, agarró firmemente su nabo con la mano derecha encaminándolo a la encharcada apertura, derramó un hilo de saliva sobre ella y empaló a Mara. Un gemido se escapó de los labios carnosos de la mujer al ser penetrada y un baile de sexo y lujuria comenzó.

Juan recogió su pelo con la mano izquierda mientras posaba la derecha en sus caderas, favoreciendo el empuje. Los movimientos atrás y adelante resonaban en las paredes del baño. Mara aguantaba las envestidas apoyándose como podía en la pared, sus uñas parecían querer atravesar el azulejo color blanco y sus gemidos ahogados de placer se encadenaban uno tras otro. La polla rojiza de Juan aparecía y desaparecía tras los rosados e hinchados labios de Mara.

  • Jodeeeer si, ah, dame, si...
  • ¿Te gusta? ¿Te gusta cómo te la meto?
  • Si joder, que mojada estoy Juan, no pares... uff.... me encanta...

Los jugos se derramaban por las caras internas de los músculos de Mara, cayendo lentamente dirección al suelo por la tonificada pierna.

  • ¿Me vas a dar tu leche? ¿He sido una perra obediente?
  • ¿La quieres verdad?, la tengo preparada para ti...
  • Si... me gusta bien calentita...

Mientras yo, de puntillas sobre la taza del wáter, me agarraba con ambas manos a la pared y observaba la escena inmóvil, queriendo pasar por un fantasma. Por entonces la erección dentro de mis calzoncillos ya era notable, y mi nabo palpitaba contra la apretada tela del calzoncillo, notaba incluso el líquido preseminal que hacía presencia y humedecía la zona fruto de la excitación que sentía.

Los gemidos se hacían más profundos con cada movimiento, el final estaba cerca y sus músculos daban cuenta de ello. Su cuerpo se tensaba, la mano derecha apretaba fuertemente las caderas favoreciendo que las embestidas fueran más profundas e incrementando de velocidad, su mano izquierda tiraba hacia atrás del pelo de Mara, llevando su cabeza hacia arriba. El hipnotizante sonido de los gemidos, de los sexos encharcados y el choque de la pelvis de Juan contra el grandioso y firme trasero de Mara me envolvió en un momento de obnubilación extrema. Tanto que no me percaté que, gracias a la postura de su cabeza, los ojos de Mara ahora se centraban en mí, mi cabeza aparecía por encima de la separación de los retretes y si yo podía verlos, ellos a mí también.
Cuando nuestras miradas conectaron una sonrisa pícara apareció en su rostro. Abrió la boca y empezó a gemir a mayor volumen mientras me miraba fijamente. Jugueteaba con su lengua, humedeciendo sus labios, gemía una y otra vez provocándome. Mi polla no podía más, estaba a punto de reventar y eso que nadie la tocaba. La excitación del momento era superior a mí y solo tenía ganas de correrme en aquel rostro.

  • ¿Te gusta? ¿Te gusta como lo hago? Dijo mirándome sin pestañear dedicándome la frase con la mirada.
  • Siiiii ohhhh Exclamó Juan

Esas palabras fueron el principio del final, rápidamente Juan se separó, agarró su rabo con la mano derecha y masturbó su miembro apoyado en la raja de Mara. Poco a poco gran cantidad de leche fue adornando los aún enrojecidos labios, cayendo al suelo y salpicando las paredes del baño, los gemidos de Juan, profundos y graves acompañaban el momento y se emparejaban con los agudos gemidos de Mara, que se encontraba aún inmóvil pero que con su mano derecha se pajeaba el clítoris con movimiento circulares buscando su ansiado orgasmo.
Juan agarró papel higiénico y limpió su falo con cuidado, se puso de cuclillas e inyectó su lengua en el ano de su compañera. Lo lamió profusamente intercalando movimientos circulares con pequeñas incursiones en la apretada cavidad que se dilataba poco a poco. Cuanto más se humedecía su orificio más caliente y próxima al orgasmo estaba ella. Pocos segundos después un potente orgasmo se escapó de aquel retrete, su espalda arqueada hacía juego con las pequeñas gotas de sudor que recorrían su piel, sus rodillas se volvieron rígidas para a continuación doblarse sin control. Sin duda una sesión cargada de emociones para todos.

Al observar la finalización, rápidamente volví a meter la cabeza en mi cubículo. Colocándome encima del retrete con silencio. Al llevar mi mirada a la entrepierna, un prominente bulto se encontraba bajo el pantalón. Mi deseo irrefrenable se antepuso y me saqué la polla, humedecida por el líquido preseminal que ya derramaba. Empecé a pajearme con la presencia de la pareja a un metro y con solo una pared de plástico entre nosotros. Mi polla venosa agradecida por haberla liberado, estaba ardiendo, llena de sangre y con un generoso tamaño.

  • Cariño hay que ir a la ducha eh, tengo que bajar este calentón como sea jejeje.
  • ¡Vale amor!
  • ¿Crees que nos habrá oído el monitor?
  • ¡Lo dudo! ellos están a los suyo, de todas formas, ¿si no fuera así? ¿que? ¿menudo morbo no?
  • Jeje ¡Como te gusta jugar! bueno, ¿vamos?
  • Adelántate que yo voy a terminar de limpiarme y así aprovecho y hago pis.
  • Vale, de acuerdo.

El sonido de la puerta del baño cerrándose ni siquiera me inmuto, seguí masturbándome intentando bajar el calentón y la tremenda erección que tenía. Oí algo, no sabía diferenciar que era, pero en pocos segundos la puerta de mi retrete se abrió lentamente. Allí apareció Mara, sin leggins, sólo con unas calcetas largas de gimnasio y el top recogido por encima de sus pechos, maravillosos, rosados y con unos pezones erizados que invitaban a lamer. Me observaba allí, sentado en la taza del wáter y con mi miembro en la mano... Aún podía observar restos de lefa en su coño y piernas. Pero ella no quería descanso y a mi eso no me importaba.

  • Hemos disfrutado.Mi marido...se ha corrido. yo... me he corrido, pero.... ¿y tú? Creo que tú no...
  • "Silencio"
  • Y eso, Gabriel... no es justo para ti... pero tampoco para mí... ¿puedo? dijo señalando con su dedo índice mi zona baja.
  • Si claro...por supuesto, adelante.
  • Las ganas que tenía de esto... Dijo mientras se podía de rodillas delante del retrete y me retiraba la mano de mi polla, sustituyendola por las suyas.

Allí estaba yo, sentado sobre el retrete, mis brazos colgando a ambos lados y con Mara empezando su particular sesión de cardio.
Agarró mi nabo con la mano derecha suavemente, poco a poco y empezó acariciando la parte de arriba, pasando las yemas de sus dedos por cada una de las venas que tenía. Mientras observaba mi polla detenidamente a pocos centímetros de su cara, inconscientemente se humedecía y mordía los labios mientras los míos por el contrario se secaban por la ansiedad de que se la llevara a la boca.
Sonrió y con su húmeda lengua lamió lentamente el glande de mi rabo, un fino hilo de líquido preseminal colgaba de su lengua, el cual saboreó gustosamente. Continuó... lamía y sonreía, lamía y sonreía... era un juego para ella, y a mí, también me gusta jugar.
Deseaba que se la metiera en la boca, y después de hacerme sufrir durante un largo minuto así lo hizo. Con su lengua empezó a recorrer toda mi polla, desde los testículos, pasando por el tallo y de ahí al glande, después de dos movimientos circulares con su lengua se introdujo la cabeza en su húmeda y cálida boca. Podría haberme corrido en ese mismo instante, pero contuve la sensación y apreté cada músculo de mi cuerpo evitándolo.
La devoró entera, enterrándola por completo en su garganta, y así continuó sacándola y volviendo a tragarla, sacándola y volviendo a tragarla. Sus labios recorrían cada milímetro de mi piel y se sentía increíble. Mi mano derecha inconscientemente se colocó en su cabeza, acompañando los movimientos que realizaba, haciéndolos más profundos, mientras mi brazo izquierdo aún colgaba hacia el suelo. Sus manos se acomodaban en mis piernas. acariciándolas y arañándolas con sus uñas color violeta.
Poco a poco se sacó la polla de su boca y se introdujo los testículos en ella. Me pajeó mientras succionaba y jugaba con mis huevos. Toda mi polla estaba repleta de su saliva y mis defensas estaban llegando a su límite.
No podía más, así que me la saqué de su boca y me incorporé. Me empecé a masturbar, ella apretó sus pechos, sus pezones estaban duros y grandes, los pellizcaba suavemente, y sacó la lengua esperando, me miraba a los ojos, impaciente. Me concentré en darle su merecido premio. Agité con brío mi polla una y otra vez, la saliva me lo ponía fácil...
¡Me corro! la dije mientras mi lefa brotaba de mi polla dirección a su cara y boca. Ella la recibió con gula, saboreó cada gota que pudo y tuvo a su alcancé, el resto impregnó la pared para el recuerdo.

  • Ahora creo que estamos todos igual... Me dijo mientras me sonreía

Se incorporó y saliendo de retrete me dejo allí, sólo y sin fuerzas. Apoyado contra el depósito del retrete intenté procesar todo lo que había ocurrido. Allí estuve durante unos largos 5 minutos. Cuando reuní las fuerzas necesarias volví al vestuario a darme una ducha, vestirme e irme a casa.
Salí del gimnasio e introduje la mano en el bolsillo de mi cazadora, en ella una nota que decía:


8 de diciembre 21:00
C/ Lope de Vega 3 4ºH
Te espero

--Continuará--
Yo no sé los demás, pero yo estoy deseando que llegue el 8 de diciembre y ver qué pasa!!!
 
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