Miniescritos, prosa y verso.

Mordiscos.


A comerme yo el mundo,
nunca yo me atreví,
o tal vez no aprendí,
si acaso a dar bocados,
de boca ratonil.

Un pellizco de aquí,
un bocadito allá,
¿se alinean los planetas,
y el asunto me cuadra?
entonces, tarascada,
y así de a poco a poco,
yo creí me alimentaba.

Pero en pasando el tiempo,
y aumentando las canas,
me vengo dando cuenta,
de que me equivocaba.

Mis pequeños mordiscos,
mis pocas bocanadas,
la vida devolvía,
a grandes dentelladas,
con colmillos de tigre,
a mí me desangraba.

Así pues, y a este punto,
tocaba retirada,
y aunque, era un tanto tarde,
y estaba muy mascada,
aún quedaba la esencia,
el huesillo, el carozo,
la semilla emboscada,
escupida en el suelo,
por ella indeseada,
sin saber que en su centro,
entre capas prensado,
está mi yo escondido,
dispuesto a crecer fuerte,
y llegado el momento,
luchar otra batalla.
 
Una niebla persistente y pegajosa, se abate como una mortaja sobre las calles.

Como casi cada noche, solo y sin rumbo deambulo lentamente por las aceras adoquinadas, la mirada en el piso, el sombrero calado, las manos en los bolsillos de un tabardo militar, comprado en una tienda de excedentes.

En ocasiones, cuando mi negro humor es más negro de lo habitual, me imagino a mi mismo como un moderno "Jack el destripador" , de cacería por la ciudad.

En ocasiones, lo soy.

Guarecido bajo el dintel de una puerta, resguardándome de la humedad persistente y heladora, con el único objetivo de prender un cigarrillo (el primero que me he permitido en el día de hoy), oigo unos pasos de mujer que se acercan.
Hay algo inconfundible, un staccato musical, que identifica a una mujer que sabe caminar. Suena como la pulsión persistente de un contrabajo en una pieza de jazz, la hilatura que da forma y ligazón a las variaciones...

Entre las sombras del zaguán, con el cigarrillo colgado de mi boca, en silencio, observo, aguardo. La brasa, que se ilumina cada vez que inhalo, delata ni presencia, pero eso me tiene sin cuidado.

La niebla se rompe en un claro a un par de metros, como si el empuje de su cuerpo o un halo de calor la disolviese, y ella emerge de la grisura.

Unos 50. Elegante. Un loden en tres cuartos de color camel, falda a la rodilla, zapatos de tacón bajo. En la mano enguantada, sostiene un ataché de aspecto caro pero usado. Camina por el centro de la acera, decidida, pero sin apresuramiento, con esa prestancia que tienen las mujeres que se saben y se reconocen, la vista al frente.

Una pitada al cigarrillo, hace que la brasa brille más intensa. Sus ojos lo registran de inmediato, y vuelve la cabeza ligeramente, acusando mi presencia en el zaguán, pero sin descomponer el paso.

Bajo el ala del sombrero, mis ojos la recorren y la siguen, observando su caminar mientras pasa a mi altura. El cinturón del loden marca una cintura equilibrada que hace de límite y frontera entre una espalda elegante y unas caderas poderosas. La porción de piernas que se ve bajo el ruedo de su falda, denota que es alguien acostumbrado a caminar.

Interesante...

Igual que se había abierto, la niebla se cierra tras ella en cuanto rebasa unos metros mi punto de observación, pero sus pasos la persiguen como un eco, un eco que tira de mi y hace que despegue mi hombro de la jamba donde estaba apoyado y comience a seguir su sonido.

Durante un trecho, acompaso mis pasos a los suyos, manteniendo la distancia. Un levísimo olor a perfume se mezcla con la niebla y el sonido de sus pasos y, me indica que estoy en su estela. Mientras camino, ese olor y ese sonido se introducen en mi cabeza y me enervan, me excitan, noto como una leve erección toma cuerpo en mi entrepierna.

Pierdo el compás y un paso en falso me delata. Ella, alertada por el sonido, incrementa ligeramente el ritmo de su caminar, yo permanezco inmóvil, aguardando el momento, escuchando el metrónomo de sus tacones, para incorporarme al ritmo. Por fin lo consigo, y vuelvo a pisar sobre sus huellas.

Desconfía.

Se para repentinamente, cambia el ritmo.

Soy un buen cazador, conozco a mis presas, me adapto a sus evoluciones, y, cuando estoy al acecho, mi paciencia es infinita.

De pronto, sin aviso, una puerta se abre y un borbotón de luz y sonido invade la calle entre nosotros. Un grupo de juerguistas noctámbulos se despide con gritos y carcajadas a la puerta de un bar.

Paso entre ellos en silencio, leve como el humo. Ninguno repara en mí, soy una sombra más entre la niebla para unas gentes que sólo ven su ahora.

El matiz almizclado del perfume permanece difuso en el aire, pero ya no oigo sus pasos, ¿donde se ha metido?

Camino una treintena de pasos más, pero solo oigo los ruidos de la noche. Dos pasos más y el olor también se desvanece. La he perdido, lástima, la noche prometía.

Me paro en medio de la acera y, con calma, extraigo otro cigarrillo de mi cajetilla de tabaco y me lo pongo en los labios. Busco mis cerillos en los múltiples bolsillos de mi tabardo.

El olor de un perfume me envuelve, mientras, desde atrás, una mano pasa sobre mi hombro y la llama de un chisquero me deslumbra.

Mientras enciendo el cigarrillo, una voz susurra a mi oído:

-¿Cuál es el premio para quien caza al cazador?

Con calma, retiro el cigarrillo, y beso el dorso de su mano.

+ Vámonos a casa. Hoy soy tu presa, tú decides que hacer conmigo.


Mientras nos alejamos caminando abrazados, la niebla nos envuelve, como si quisiera esconder del mundo a dos enamorados.
 
Última edición:
En una tarde amarga de febrero,
en este largo sábado de invierno,
mi hundimiento moral y mi desánimo,
se conjugan en versos,
para decir aquello que yo siento.
Lamento enormemente haber llegado,
al punto en que ahora mismo, yo me encuentro.
Es irónico, y amargo, y aún patético,
que venga a este lugar a derramar,
mis tristes sensaciones, mis lamentos.
Lamento, que, aunque te amo, sin medida,
y que sin ti, no imagine yo mi vida,
mi deseo por fin, haya perdido la partida.
Que ya no puedo más, renuncio, entrego,
armas y correajes al destierro,
por mucho que me quieras y te quiero,
a jugar en este juego, yo me niego.
Me niego a seguir topando cual becerro,
a estrellar mi testuz en duro fierro,
al esfuerzo constante, a la vana ilusión,
al posterior y triste desapego,
de obligarte a sentir orgasmos, y deseo,
a ser de tu pasión, un mal minero.
 
En una tarde amarga de febrero,
en este largo sábado de invierno,
mi hundimiento moral y mi desánimo,
se conjugan en versos,
para decir aquello que yo siento.
Lamento enormemente haber llegado,
al punto en que ahora mismo, yo me encuentro.
Es irónico, y amargo, y aún patético,
que venga a este lugar a derramar,
mis tristes sensaciones, mis lamentos.
Lamento, que, aunque te amo, sin medida,
y que sin ti, no imagine yo mi vida,
mi deseo por fin, haya perdido la partida.
Que ya no puedo más, renuncio, entrego,
armas y correajes al destierro,
por mucho que me quieras y te quiero,
a jugar en este juego, yo me niego.
Me niego a seguir topando cual becerro,
a estrellar mi testuz en duro fierro,
al esfuerzo constante, a la vana ilusión,
al posterior y triste desapego,
de obligarte a sentir orgasmos, y deseo,
a ser de tu pasión, un mal minero.
Tan bello como suele, más amargo de lo que acostumbra. Ojalá que la dosis de ficción sea lo suficientemente grande 😘
En cuanto a verter sensaciones en este lugar...como en cualquier otro. Antes, cuando había fe, se decía que los caminos del Señor eran inescrutables. Algo así podríamos decir ahora. Esto es un no lugar, por tanto, todo cabe.😘😘
 
Tan bello como suele, más amargo de lo que acostumbra. Ojalá que la dosis de ficción sea lo suficientemente grande 😘
En cuanto a verter sensaciones en este lugar...como en cualquier otro. Antes, cuando había fe, se decía que los caminos del Señor eran inescrutables. Algo así podríamos decir ahora. Esto es un no lugar, por tanto, todo cabe.😘😘
Lo primero, muchas gracias por los halagos.

Lo segundo, mi muy admirada y, (con su permiso, y dentro de lo que como usted muy bien ha calificado como "no lugar" nos permite) muy querida señorita, la amargura, es como el vino romano. El problema es que no hay nada intrínsecamente malo en él, la perversidad está en el sello del ánfora.

Le agradezco enormemente su sentir.

(todos tenemos un mal día, prometo enmendarme y mentir)

;)
 
Tan bello como suele, más amargo de lo que acostumbra. Ojalá que la dosis de ficción sea lo suficientemente grande 😘
En cuanto a verter sensaciones en este lugar...como en cualquier otro. Antes, cuando había fe, se decía que los caminos del Señor eran inescrutables. Algo así podríamos decir ahora. Esto es un no lugar, por tanto, todo cabe.😘😘
P.D.:
1 .- "antes cuando había fé"...
2 .- "los caminos del señor son inescrutables"...

1) Yo tengo fé en que se cruce en mi camino...
2) Le acepto chiquitín, incluso "revenío"...pero ¿inescrutable? oigaaaaaaaaaaaaa, tenga compasión de un probe ancianoooooooo...

:carcajadas1:
 
Lo primero, muchas gracias por los halagos.

Lo segundo, mi muy admirada y, (con su permiso, y dentro de lo que como usted muy bien ha calificado como "no lugar" nos permite) muy querida señorita, la amargura, es como el vino romano. El problema es que no hay nada intrínsecamente malo en él, la perversidad está en el sello del ánfora.

Le agradezco enormemente su sentir.

(todos tenemos un mal día, prometo enmendarme y mentir)

;)
El café y chocolate, los quiero sin azúcar.
Si hay tarta, elijo la de almendras amargas.
En verano no falten cerveza ni pepino
-y cuando nombro a este no estoy buscando chanza-.
Placer culpable acaso, gusto del zumo de pomelo.
Tónica, aperol, amaretto y amaro. ¿Bastan?
¿Bastará este listado para mostrar mi aprecio,
mi devoción incluso, por aquello que amarga?
No es la dulzura insulsa ni la mentira huera,
que al fin y al cabo solamente empalagan,
lo que nos satisface. Más bien un retrogusto,
que de lo áspero broten texturas acalladas.
No se enmiende ni deje de celebrar las amarguras.
Me dolía su presunto dolor, no sus palabras.
 
Se me acusa, con razón,
de pecador de palabra,
de hecho y por omisión,
de un delito muy nefando,
en tiempos de exhibición,
del cuasi prohibido acto,
de desviar de mí, la atención.
Una persona que admiro,
se burla, con mucha gracia,
de mi persona y mi falta,
de orgullo o de pundonor,
es por eso que estos versos,
le dedico sin rubor;
no hace falta dar su nombre,
sabe bien por donde voy.
Citando una cierta estrofa,
de una muy linda canción,
aunque fuera de contexto,
..."aquí va la explicación ".

Yo el orgullo lo perdí,
cuando fui villano vil,
un arrapiezo cualquiera,
un simple y llano civil,
un miembro más de la gleba,
que por sus locos amores,
desoyendo a sus mayores,
a una reina pretendió.

La reina, como es costumbre,
por belleza y posición,
brillaba con esplendor,
en lo alto de aquel castillo,
que habitaba, o que se yo;
y escaló a puritas uñas,
el pobre sapo orgulloso,
del cieno donde habitaba,
en las orillas del foso,
a los altos baluartes,
por donde la bella dama,
su belleza paseaba,
a la sombra de la luna,
recorriendo los adarves,
cual centinela galana.

Hete pues que el cabroncete,
fiado en las vanas promesas,
de un eterno y gran amor,
las murallas acomete,
cual lagarto trepador,
sube y sube sin descanso,
peligros desafiando,
amarguras, desencantos,
y algún que otro sinsabor,
amén de los tropezones,
y coscorrones, que a tanto,
recibía con gran dolor.

Al fin alcanza la cima,
tras largas noches muy frías,
y días de inclemente sol,
para hallar allá, en lo alto,
que la reina pretendida,
idealizada, cautiva,
le desprecia por ser eso,
su rendido admirador,
y es más, yo se lo confieso,
era mas simple que un queso,
estúpida, consentida,
caprichosa y despectiva,
(era rubia, al menos eso).

El sapo, que ya no es sapo,
pues le ha mutado el proceso,
de alcanzar cotas tan altas,
y la decepción del hecho,
salta por el parapeto,
con la intención de volver,
al cieno de allá, del foso,
con el propósito avieso,
de venganza y desamor;
va pensando mientras cae,
en la crueldad de los hechos,
en la vanidad estúpida,
que lleva a sapos discretos,
a soñar en altas torres,
a orgullo devastador,
y mientras el lodo cubre,
la vergüenza del que sufre,
decide que nunca más,
que mejor es ser discreto,
secundario, recoleto,
que arriesgar piel y pellejo,
en asuntos imposibles,
y las miradas de otr@s,
esquivar en lo posible.


😆
 
De la belleza del peligro, o del peligro de la belleza (yo qué sé)

El sexo, queridos niños,
es un asunto candente,
no sólo por los calores,
eso resulta evidente,
si no por connotaciones,
que no son indiferentes.

Permítanme ser prudente,
y para no liarla parda,
supondremos que la cosa,
sucede al pasar los veinte,
-si no pongo dieciocho,
no piensen que es por capricho,
es por que algun@ me ha dicho,
que la rima es con ... bizcocho-
Pues eso, a los locos veinte,
lo que importa es evidente,
refrescarse los ardores,
fogosa e imprudentemente.

En los treinta ya la cosa,
va mejor acompasada,
selectiva y calculada,
ya no tan alegremente.

A los cuarenta, intelecto,
atracción menos vehemente,
Decía Pirelli en su slogan,
de neumáticos de invierno,
-¡ hay que joderse, unas gomas,
cito yo al hablar de sexo!-
"La potencia, sin control,
de nada sirve, mastuerzo"
poco más o poco menos.

Pero los cincuenta, niños,
llega el temido momento,
no es la mejor de las épocas,
para deportes de riesgo,
pues cada vez que sucede,
el gratificante hecho,
uno no sabe muy bien,
que siente por sus adentros,
si es orgasmo o contractura,
o es una angina de pecho.
 
Última edición:
Seguro que no ha lugar,
ni tampoco es el momento,
me ha dado la ventolera,
si no lo digo reviento.
¿ Cuesta tanto saludar,
agradecer, ser correcto,
no tomarse libertades,
cuando no vienen a cuento?
Mi estimado, mi estimada,
es un simple buenos días,
un por favor, unas gracias,
un hasta luego, buen día.
En cuanto a nuestro supuesto,
parentesco, le diría,
por aclararle, no más,
que aunque tuviese sobrin@s
-no digo que no l@s tenga,
ni que si, sólo es teoría-
ni a ellos permitiría,
tratarme a mí, de tío o tía.
Soy un antiguo, sin duda,
un caduco, un carcamal,
si llevo gorra o sombrero,
o aderezo similar,
al entrar bajo cubierto,
me lo quito sin dudar,
¡quítese la gorra coño!
¿o al baseball viene a jugar?
Podría seguir con la lista,
la cosa es de no acabar,
pero aburrirles no quiero,
ya saben por donde va.
¿Acaso me habré perdido,
alguna clase esencial
-ahora dicen masterclass-
en la hubiese aprendido,
la libertad, la igualdad,
la falsa campechanía,
de ponerse por montera,
las normas de urbanidad?
 
A Jepet Topat, y a algun@s otr@s.

En la vida,
que dure lo que dure,
siempre es larga, maravillosa y aburrida
-o así la supongo yo, en mi perspectiva-
hay cosas que siempre están, que son continuas,
en mi caso, la tristeza, que me habita,
que es parte de mi ser, de mi alegría,
que me corre por dentro, me cohabita.

Todo momento alegre, es también triste,
dado que su extinción lleva ya implícita,
el amor más profundo más salvaje,
es campo de cultivo de su ruina,
la ilusión más primera, aún no nacida,
carga de su muerte, la semilla.

Lo lamento, no soy hoy, ni casi nunca,
una buena y agradable compañía,
sólo pongo en letras, versos ,rimas,
lo que pienso y siento,
¡ qué agonías !

Hoy es un día funesto, ¡ vaya mierda !
se supo de una falta, de una ida,
de alguien que, como todos, en su medida,
nos aportaba una pizca de alegría,
un rayo de inteligencia, de esperanza,
de necesaria y simple socarronería.

Hoy estoy más triste que acostumbro,
soy un ñoño, un blando, un medianía,
pero, desde mi simpleza y mi estulticia,
me va a faltar un algo, compañía,
ese algo que te lleva a atornillarte,
las neuronas, por ver lo que saldría.


Al amigo Jepet, y a algun@s otr@s,
permítanme que desde aquí, de muy mal modo,
les agradezca su paso por mi vida,
un paso no esperado, casual,
tangencial. relativo, sin propósito,
pero de una importancia desmedida.

Sé que no me creerán,
tampoco importa,
pero desde que supe la noticia,
de mis ojos las lágrimas no vertidas,
amenazan con salirse sin medida.
 
Última edición:
En la Mochila de la Vida.

Este escrito, va dedicado a Jpt.
Las fotografías son, fueron obra suya.

💋 💋 💋
Gmbr.
 

Archivos adjuntos

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Atracción.

Y soy ciega mariposa,
una polilla,
atrapada en tu luz,
que tanto brilla,
ajena a todo, a todos,
a mi misma,
bailando alrededor
de una bombilla.
Me quemo,
¡ay, joder!
¡cómo me quemo!
Me alejo,
cuerpo y alma dolorida,
y vuelvo a buscarte,
enfebrecida;
mejor ser pavesa,
ser suicida,
que lamentar por cobarde,
las heridas.

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El silencio lo ocupa todo.

La casa está ocupada ahora, por el silencio y la ausencia. En otra época, durante estos mismos días estuvo habitada por las risas y algarabías.
La casa estuvo completa, por las respuestas y acciones maternales, que vestían de seguridad y arropaban con confianza. Daba alas al valor, para continuar.

Pero ahora, el silencio ocupa todos los rincones, todas las habitaciones de la casa. Ahora, la música, los petardos y la risa de los niños se encuentran fuera de la casa. Ya no recibe la visita de los familiares, ni los recuerdos de los momentos de entonces.

No hay festejos, ni rituales. No hay que dejarlo todo y bajar a la calle a escuchar la tierra temblar, la "mascletà".
No hay caos y orden entre peinetas, aderezos, enaguas, corpiños y vestidos de mil colores. Todo era trasiego y griterío. No hay caos y orden entre saragüell, faja, espardenyes y pañuelos y al finalizar, ¡dejar la casa hecha un revuelo! .
No hay el paso constante y alegre de los que se han de vestir y peinar, ¡correr que la comisión a la Ofrenda se va!.

No hay pasacalles, no hay fotografías para el recuerdo, ni rico chocolate.
No hay mañanas levantadas con la "despertà", ni huele a la paella de mamá.
Ni siquiera queda el abuelo, al que su santoral, celebrar.

Antes la casa no tenía descanso.
Ahora todo descansa. Hasta el silencio es pesado, denso y hastiado.
 
De las miríadas de miradas.

Hay miradas, que callan lo que dicen,
y las hay que dicen lo que callan,
hay miradas que son como puñales,
se clavan hasta adentro en las entrañas,
hay miradas que son puros abismos,
estremece, hundirse entre sus aguas,
las hay también, que de tan dulces,
se hacen espesas como la melaza.
Hay miradas de amor y de ternura,
de odio,de victoria y de derrota,
líquidas, cristalinas, opacas, ciegas,
luminosas, brillantes, como estrellas,
negras como la noche, azul de hielo,
verdes como los pámpanos,
marrón del chocolate
que a mi me regalaban, mis abuelos
-si tengo que elegir, esta prefiero-.

Todas tienen su aquel,
algunas que me matan,
por otras muero,
pero aquí vengo a desnudarme,
a ser sincero,
a decirles que no más una,
me da miedo,
aquella que se pierde en parte alguna,
que te mira sin verte,
te traspasa,
o sin más te rehuye,
no se para,
es un todo acabó,
no queda nada.
 
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Antes, hace ya tiempo, yo fui pájaro,
de los de cuenta, no lo voy a negar,
de esos que nunca anidan ¿para qué?
Huesos ligeros,
musculatura fuerte,
envergadura hecha para flotar,
aprovechando del aire,
las corrientes,
yendo donde quería,
subiendo siempre más.
Era orgulloso y fuerte,
llamativo,
encantado de haberme conocido,
pero, en algún momento,
no he sabido,
como ni cuando aquello sucedió,
me vi de mi orgullo desposeído,
de mi instinto y mis ganas de volar,
a una parte de mí, me he reducido,
parte reconocible, ni tan mal.
Ahora soy una pluma,
simple y llana,
ni tan sólo de vuelo,
de eso nada,
una anodina pluma pectoral,
que arrastraron los aires y los vientos,
al albur de donde sople el temporal,
y me he visto enganchada,
sin quererlo,
en las duras espinas de un zarzal,
se clavaron en mí, con fuerza y saña,
me quitaron lo poco que quedaba,
de mi esencia primera y animal.
Me consuelo pensando que siquiera,
la cruda belleza que se alberga,
entre las garras del arbusto que me atrapa,
pasado un tiempo prudencial,
se mezclara con lo poco de leve que me queda,
y cuando se presente, primavera,
una rosa de sangre brotará,
para iluminar con su perfume y su hermosura,
a alguien que tal vez la supiera apreciar.
 
Envoltorios.


Colisiones frontales,
maremotos,
desastres naturales,
cataclismos,
desencuentros y errores,
sexo triste o furioso,
camas desordenadas,
platos rotos,
eso y muchas más cosas,
tu y yo somos.

Somos aquel instante en que te veo,
el momento que se iluminan, esos ojos,
el susurro de una prenda que te quitas,
el roce inesperado de unos labios,
un tu y yo cuando suma en un nosotros.

La rutina erosiva de los años,
la ilusión primeriza, buenos días,
el te quiero, aun después de tanto tiempo,
una mano que se duerme en un regazo,
y tu lengua que se enreda con la mía.

Tú envejeces, yo también,
me pongo viejo,
mi cuerpo no es el que tú conocías,
tus pechos ya no son firmeza altiva,
no sé si a ti te ocurre como a mí,
me ves con la mirada dividida,
veo a la hermosa mujer que tengo aquí,
envolviendo a la que conocí un día,
por un lado me digo que alegría,
y por otro, ni una arruga cambiaría.
 
Este es el cuento sin fin.
¿Quieres que te lo cuente otra vez?

Pues, este es el cuento sin fin. ¿Quieres qué te lo cuente otra vez?.
 
Y los sueños...

No es que yo sea guapo, o elegante,
ni por supuesto, mucho menos, sensual,
no resulto demasiado interesante,
¿brillante e inteligente? tampoco especialmente;
por resumir, soy un tipo muy normal,
uno de tantos que pasan por la calle,
adocenado, discreto, habitual,
de esos que ni tan sólo se molestan en mirar.
Pero, si por azar o despiste, ella quisiera,
se le ocurriese, mera casualidad,
la peregrina idea de besarme, o darme un beso,
lo mismo, quizás me dejaría.
Claramente por no hacerle un feo a la señora,
meramente, no más y por probar,
para que sacie la posible duda que la aqueja,
y se quite la espina molestosa,
de saber que se siente o que se nota.
Que yo soy persona generosa,
poco o nada interesada, dadivosa,
nada que ver con que la dama que les hablo,
sea en mi particular imaginario,
mi propia y personal Lauren Bacall.

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;)
 
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