Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

He descubierto este hilo esta mañana y me lo he leído de arriba a abajo con mucho interés y excitación.

Desconozco si es real o no, aunque no tengo porqué dudar, entiendo que algún diálogo puede estar recreado y alguna situación puede haberse embellecido, pero no me parecen unos sucesos tan descabellados. Y si al final es pura invención, a mi particularmente me da igual porque me quedo con el cuidado con el que está redactado y lo bien que has ido dosificando los capítulos para generar interés y morbo.

Me siento bastante identificado con el relato porque justo el 2 de mayo cumplí 49 años, estoy en tu rango de edad… y veo que me estoy convirtiendo en un viejo verde 🤣 Hasta hace tres o cuatro años, las jovencitas me resultaban totalmente invisibles, todas las que me interesaban rondaban de los 30 años para arriba.

Sin embargo, desde hace un par de años, veo a las muchachitas de 18 y 19 con otros ojos, cuando me cruzo en el transporte público con las chicas que van a la universidad me oigo muy malito y, lo dicho: antes eran totalmente “invisibles” para mí. He de decir que algunos hilos de este foro han contribuido a suscitar ese interés en mí (como este mismo relato, sin ir más lejos).
 
He descubierto este hilo esta mañana y me lo he leído de arriba a abajo con mucho interés y excitación.

Desconozco si es real o no, aunque no tengo porqué dudar, entiendo que algún diálogo puede estar recreado y alguna situación puede haberse embellecido, pero no me parecen unos sucesos tan descabellados. Y si al final es pura invención, a mi particularmente me da igual porque me quedo con el cuidado con el que está redactado y lo bien que has ido dosificando los capítulos para generar interés y morbo.

Me siento bastante identificado con el relato porque justo el 2 de mayo cumplí 49 años, estoy en tu rango de edad… y veo que me estoy convirtiendo en un viejo verde 🤣 Hasta hace tres o cuatro años, las jovencitas me resultaban totalmente invisibles, todas las que me interesaban rondaban de los 30 años para arriba.

Sin embargo, desde hace un par de años, veo a las muchachitas de 18 y 19 con otros ojos, cuando me cruzo en el transporte público con las chicas que van a la universidad me oigo muy malito y, lo dicho: antes eran totalmente “invisibles” para mí. He de decir que algunos hilos de este foro han contribuido a suscitar ese interés en mí (como este mismo relato, sin ir más lejos).
Agradezco mucho tus palabras.
No voy a volver a justificar la veracidad de mi relato, solo añadiré que no hay nada embellecido ni recreado, es más, creo que cuento hasta lo que no salió bien.
Por lo demás, a mí me pasa lo mismo que a ti desde que tengo contacto con mi sobrina: antes las chicas de su edad me resultaban indiferentes, sobre todo pensando en la diferencia de edad.
Pero ahora, y esto ya se lo he dicho a mi sobrina en alguna ocasión, las chicas de 18 a 20 años me ponen cardíaco.
 
Última edición:
Sigo contando.

Como dije, había quedado con mi sobrina en casa mientras la familia iba a misa y a una procesión.

Diez minutos después de llegar yo a casa lo hizo mi sobrina. Como conté, con el pelo largo mojado y muy radiante, además de muy morena de todos los días que llevaba tomando el sol.

Nada más entrar, me dijo:

- Me da tiempo a una ducha rápida antes del masaje?
- Claro que sí, sin prisas, le respondí.
- Vale, pues no tardo nada, añadió ella.

Si había algo que me gustaba mucho de lo que venía pasando es que en ningún momento ninguno de los dos se comportaba como la persona que no era.
Digo esto porque, tras decirme mi sobrina que se iba a duchar, igual lo normal y habiendo pasado lo que había pasado ya entre nosotros, era que se hubiese desnudado delante de mí o que no hubiera entornado la puerta del baño. Pero lo hizo, y a mí me encantó que siguiera siendo así.

Con todo y con eso, a mi mente morbosa se le encendió más aún la bombillita, y cuando escuché el agua de la ducha, siendo prudente asomé mi cabeza a la puerta del baño y le dije:

- Si necesitas ayuda para enjabonarte la espalda, no dudes en avisarme.
- Jejeje -sonrió mi sobrina, pues oye, no me vendría nada mal.
- No se diga más, respondí yo.

Tras el cristal dibujado de la mampara y bajo el agua de la ducha se adivinaban su espalda, sus piernas, su culo...

Me desnudé, y con una erección impresionante entré con cuidado en la ducha. Siempre siendo cauto o, mejor dicho, yendo con tiento, cogí el gel de baño de la balda habilitada para el mismo, y comencé a enjabonar y masajear su espalda.
Y le dije:

- Dos por uno: enjabonada y masajeada.
- Ummm, no se puede pedir más, respondió mi sobrina susurrando.

No me detuve mucho en enjabonarla, el tiempo suficiente para masajear su cuello, sus caderas, sus piernas, su culo...
Fue tocarle el culo e instintivamente Teresa abrió sus piernas, pero en lugar de comenzar a masturbarla tal y como estábamos (es decir, ella dándome la espalda), le pedí que se diera la vuelta.

Mi sobrina se giró lentamente, nos quedamos mirándonos sin decirnos nada durante un par de segundos, e instintiva e irremediablemente fui acercando mi boca a la suya, que no tardó en unir, fundiéndonos en un beso poco ortodoxo (porque ella no estaba acostumbrada y yo quería devorarla) pero muy morboso, tanto fue así que hasta ella misma llevó sus manos a mi durísima polla, que chocaba con sus piernas de lo pegados que estábamos.

De su boca pasé a sus deseados pechos. Vale, ya dije que eran pequeños, pero sin duda resultaron ser el mejor de los manjares, pues los hice desaparecer en mi boca infinidad de veces, así como los mordí, lamí, jugué con sus pezones...

Mi sobrina gritaba, y cuanto más excitada estaba, más gritaba y más rápido y fuerte me masturbaba. Entonces yo llevé mis manos a su culo y la atraje más hacia mí.

Teresa empezó a dirigir mi polla hacia la entrada de su coño, y empezó a frotarse mientras me decía:

- Por favor, te necesito dentro, quiero saber lo que se siente, entra en mí.

La verdad es que hubiera roto mi autopromesa de esperar a tener más tiempo para penetrarla, pero fue inviable porque no teníamos preservativos (yo llevo muchos años sin usarlos y ella jamás hubiera imaginado tener que necesitarlos), y así se lo hice saber.

- Joooo, -dijo refunfuñando pero con una sonrisa, dejando salir su parte aún de niña-, qué desperdicio de dureza, y qué ganas tengo.

Enseguida se me ocurrió algo, y le dije:

- Ven conmigo, que vamos a terminar a lo grande aun sin penetración.

La sequé sin dejar de masturbarla, me sequé yo, y así desnudos como estábamos la tomé de la mano y la llevé hacia su habitación.

Me tumbé en la cama boca arriba y le dije que se sentara con su coño encima de mi boca. No tardo en hacerlo, y cuando empecé a comérselo, le dije:

- Y si ahora quieres estar en igualdad de condiciones, no tienes más que hacer lo mismo conmigo.
- Ahora mismo, respondió ella.

Y agachándose conformamos un 69 que resultó ser más poco ortodoxo incluso que el beso, tanto porque era la primera vez que mi sobrina hacía eso como porque, al usar al principio más los dientes que los labios, esos mordisquitos en mi polla me desviaban de mi objetivo, que no era otro que hacerla correrse comiéndole el coño.

Tuve que parar e indicarle, con mucho cariño y para intentar evitar que se sintiera mal, que se lo tomase con más calma, que lo hiciese como si estuviera lamiendo un helado, de arriba a abajo.
Me preguntó si lo estaba haciendo mal, y le mentí piadosamente diciéndole que no, que simplemente se dedicara a saborear, lamer, chupar... Que ya habría tiempo de desatarse sin remedio.

Entonces mi sobrina, como chica inteligente que es, comenzó a hacer justamente lo que le había aconsejado: lamió, besó, se tragó mi polla muy lentamente..., y todo eso hizo que yo continuara con la comida de coño, esta vez no tan dedicada a su clítoris como la primera vez, sino haciendo viajar mi lengua por todo su coño, metiendo la punta (de la lengua) dentro, incluso llegando a pasar superficialmente por su culo...

Todo eso hizo que Teresa se corriera varias veces gritando, incluso berreando, e incrementara la intensidad de su trabajo oral, lo que provocó que mis ganas de correrme fueran muchas.

Por supuesto, no quería correrme en su boca sin haberla preparado para ello, así que me retiré de su coño y, besándola profundamente para que conociera el sabor de su sexo, le dije:

- Eres increíble, me he apartado porque estoy a punto de acabar, y no quería hacerlo en tu boca...
- Y dónde quieres?, preguntó ella.
- Dime tú.
- No sé... Aquí?, dijo señalando sus tetas.
- Te gustaría?, pregunté yo sin dejar de tocarme.
- Sí -dijo ella, algunas noches después de lo del baño me he preguntado cómo sería sentir eso encima, así que...
- Túmbate, por favor.

Teresa se tumbó boca arriba, yo me puse a su lado y, acariciándole las tetas con una mano y masturbándome con la otra, le dije que no dejara de mirarme, para que comprobara lo que me hacía sentir.

Ella puso su mano en mis huevos mientras me masturbaba y no pude aguantar ni dos minutos más, así que cuando estaba a punto le dije:

- Me corro, Teresa, mira lo que haces conmigooooo.

Y, así, descargué (no mucha cantidad, dado que venía haciéndolo cada noche) sobre sus pechos mi corrida, viendo cómo sus ojos se abrían de par en par relamiéndose.

Cuando recuperé el aliento, me tumbé junto a ella, nos besamos, le pregunté qué tal estaba y su sonrisa y su abrazo, que hizo que la corrida que estaba en su pecho también se uniera al mío. fueron respuesta suficiente para saber que todo estaba bien.

Nos quedamos así unos minutos mientras mi sobrina me contaba la infinidad de sensaciones placenteras había tenido. También me pidió perdón por no haberme sabido dar sexo oral, y yo le resté toda importancia diciéndole que había sido muy osada al animarse a hacerlo, y que lo demás carecía de importancia.

Era un momento brutal, pero había que tener cabeza, así que le dije que me iba a duchar rápido y me bajaría a la calle a tomar algo, para que cuando llamarán o aparecieran los demás no estuviéramos juntos como la vez anterior.

No porque fueran a sospechar (realmente, podíamos estar en casa esperándoles por mil razones), pero como dijo Confucio, "La precaución raramente comete un error".

Y así lo hicimos, y así terminó aquel encuentro tan extraordinario del inolvidable 15 de agosto de 2024.

(Nota: esa madrugada no quedamos porque yo le dije que, después de haberme corrido a esa hora de la tarde, iba a ser casi imposible que pudiera volver a hacerlo de madrugada; y Teresa, que nada entendía de posibilidades de eyaculación masculina, me dijo que no había problema, y mucho menos después de lo bien que lo había pasado).

Lo que sucedió (que no fue mucho) los últimos dos días antes de regresar a Madrid, lo contaré lo antes posible.
Enorabuena por este relato tan morboso . Espero al siguiente capítulo
 
Me lo acabo de leer todo lo que has publicado de este relato y estoy disfrutando muchísimo, como narras las situaciones y sobre todo el ritmo es genial, ojalá algún día nos puedas enseñar a Teresa, aunque me hago una idea gracias a tus descripciones, con ganas de leer más!!!
 
Me lo acabo de leer todo lo que has publicado de este relato y estoy disfrutando muchísimo, como narras las situaciones y sobre todo el ritmo es genial, ojalá algún día nos puedas enseñar a Teresa, aunque me hago una idea gracias a tus descripciones, con ganas de leer más!!!
Gracias por tus palabras. En unos minutos, aprovechando que he estado solo en casa, compartiré la continuación del relato.

El viernes veré a Teresa. Me ha dicho que tiene varias fotos seleccionadas, para que yo elija cuál de ellas poder compartir. Espero poder enseñaros la foto elegida la próxima semana.
 
Hola de nuevo.

Tras el morboso encuentro que tuvimos mi sobrina y yo la tarde del 15 de agosto del año pasado, solamente nos quedaban dos días antes de regresar a Madrid.

Fue prácticamente imposible encontrar siquiera unos minutos en los que poder estar a solas. Esos dos últimos días los pasamos limpiando y recogiendo la casa, haciendo maletas...

Eso sí, nuestros encuentros en la madrugada se repitieron, y en el último, la noche del 17 de agosto, entre susurros (no nos escribíamos por WhatsApp por evitar que pudieran leerlo sus padres o mi mujer, aunque es verdad que cuando volvimos a Madrid comenzamos a usarlo con alguna frecuencia), quedamos en que buscaríamos el momento para pasar una mañana o una tarde a solas, algo que sería más fácil en su casa en el momento en el que mis cuñados volvieran al trabajo (mi cuñado es conductor de autobuses en turno de mañana, y mi cuñada trabaja en una tienda de ropa).

Y así terminó nuestra historia en La Manga del Mar Menor.

Regresamos a Madrid el 18 de agosto, domingo.

Lo poco que empezamos a hablar por WhatsApp desde ese día fue para que mi sobrina me hablara de los horarios de sus padres, y para dejar claro por ambas partes que los dos seguíamos teniendo ganas de terminar lo que habíamos empezado.

Teresa repetía cuánto echaba de menos nuestros encuentros en la madrugada y cuánto seguía deseando sentirme, y yo le repetía cuánto me había gustado besarla y saborearla y cuánto deseaba unirme a ella.

Y así, entre mensajes de deseo, pasó la primera semana (en la que mi cuñada aún estaba de vacaciones; no así mi cuñado, que había vuelto al trabajo el día 20), hasta que los astros se alinearon y la tarde del sábado 24 de agosto mi sobrina me escribió para decirme que el lunes 26 mi cuñada volvía al trabajo y que ella estaría sola por la mañana en casa.

Como yo seguía de vacaciones (mi mujer había vuelto al trabajo el jueves 22) hasta final de mes, le dije a Teresa que si mis suegros (sus abuelos maternos) podían quedarse con los niños, yo buscaría una excusa para ir a verla.

Así que me inventé un encuentro con alguien a quien no veía desde hacia mucho tiempo, y mis suegros estuvieron encantados de quedarse con mis hijos.

Así se lo hice saber a Teresa el domingo por la tarde, lo cual le puso muy contenta. Me preguntó la hora a la que yo quería quedar, y le dije que no tuviera prisa, que durmiera lo que necesitara y que cuando despertase me lo hiciera saber para ir yo saliendo.

Mis cuñados viven en la zona de Barajas, y nosotros en Carabanchel Alto, con lo que mis 30 minutos de viaje (en coche) no me los quitaba nadie, tiempo más que suficiente para que Teresa se desperezase, desayunase...

En eso quedamos. Esa noche me costó dormir, era difícil hacerlo pensando en lo que podía pasar al día siguiente. Me puse una alarma en el móvil para que no se me olvidara comprar preservativos después de que vinieran / mis suegros a quedarse con los niños.

Me desperté a las 6 de la mañana, junto con mi mujer, que se iba a trabajar.
Desayuné casi en silencio, para no despertar a los niños.
Tenía una erección impresionante, estaba incluso algo nervioso.

Supuestamente, yo había quedado a las 11 con "mi amigo". Así que a las 10.30 ya estaban mis suegros en casa, con mis hijos recién levantados. Me di una ducha rápida, un beso a cada uno y fui saliendo de casa.

No había llegado a la farmacia cuando recibí el esperado WhatsApp de mi sobrina:
  • Ya estoy despierta, decía.
  • Genial -respondí yo-, pues en unos 10-15 minutos salgo para allá. No te cambies de ropa, me gusta verte en pijama.
  • Ok!, escribió ella, añadiendo este emoji 😉
Con rapidez fui a la farmacia, compré los preservativos y tomé rumbo a Barajas, conduciendo con precaución para evitar accidentes o posibles multas que después no pudiera justificar.

Eran exactamente las 11.39 cuando aparqué a un par de manzanas de la calle de mis cuñados. Me eché un poco de colonia (siempre llevo en el coche) y me dirigí a mi destino caminando. Llegué al portal, llamé al portero automático y mi sobrina me abrió. Tomé el ascensor a la planta 2. Tenía un cosquilleo en el estómago como cuando era adolescente y me gustaba una chica.

Respiré profundamente, salí del ascensor y antes de que pudiera llamar al timbre, mi sobrina abrió la puerta. Vestida con uno de los pijamas que yo ya conocía de La Manga, con su largo pelo suelto y con una sonrisa de oreja a oreja.

Como queda mucho por contar de lo que pasó después, dejo el relato aquí y continuaré a la mayor brevedad posible.

Gracias.
 
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Hola de nuevo.

Tras el morboso encuentro que tuvimos mi sobrina y yo la tarde del 15 de agosto del año pasado, solamente nos quedaban dos días antes de regresar a Madrid.

Fue prácticamente imposible encontrar siquiera unos minutos en los que poder estar a solas. Esos dos últimos días los pasamos limpiando y recogiendo la casa, haciendo maletas...

Eso sí, nuestros encuentros en la madrugada se repitieron, y en el último, la noche del 17 de agosto, entre susurros (no nos escribíamos por WhatsApp por evitar que pudieran leerlo sus padres o mi mujer, aunque es verdad que cuando volvimos a Madrid comenzamos a usarlo con alguna frecuencia), quedamos en que buscaríamos el momento para pasar una mañana o una tarde a solas, algo que sería más fácil en su casa en el momento en el que mis cuñados volvieran al trabajo (mi cuñado es conductor de autobuses en turno de mañana, y mi cuñada trabaja en una tienda de ropa).

Y así terminó nuestra historia en La Manga del Mar Menor.

Regresamos a Madrid el 18 de agosto, domingo.

Lo poco que empezamos a hablar por WhatsApp desde ese día fue para que mi sobrina me hablara de los horarios de sus padres, y para dejar claro por ambas partes que los dos seguíamos teniendo ganas de terminar lo que habíamos empezado.

Teresa repetía cuánto echaba de menos nuestros encuentros en la madrugada y cuánto seguía deseando sentirme, y yo le repetía cuánto me había gustado besarla y saborearla y cuánto deseaba unirme a ella.

Y así, entre mensajes de deseo, pasó la primera semana (en la que mi cuñada aún estaba de vacaciones; no así mi cuñado, que había vuelto al trabajo el día 20), hasta que los astros se alinearon y la tarde del sábado 24 de agosto mi sobrina me escribió para decirme que el lunes 26 mi cuñada volvía al trabajo y que ella estaría sola por la mañana en casa.

Como yo seguía de vacaciones (mi mujer había vuelto al trabajo el jueves 22) hasta final de mes, le dije a Teresa que si mis suegros (sus abuelos maternos) podían quedarse con los niños, yo buscaría una excusa para ir a verla.

Así que me inventé un encuentro con alguien a quien no veía desde hacia mucho tiempo, y mis suegros estuvieron encantados de quedarse con mis hijos.

Así se lo hice saber a Teresa el domingo por la tarde, lo cual le puso muy contenta. Me preguntó la hora a la que yo quería quedar, y le dije que no tuviera prisa, que durmiera lo que necesitara y que cuando despertase me lo hiciera saber para ir yo saliendo.

Mis cuñados viven en la zona de Barajas, y nosotros en Carabanchel Alto, con lo que mis 30 minutos de viaje (en coche) no me los quitaba nadie, tiempo más que suficiente para que Teresa se desperezase, desayunase...

En eso quedamos. Esa noche me costó dormir, era difícil hacerlo pensando en lo que podía pasar al día siguiente. Me puse una alarma en el móvil para que no se me olvidara comprar preservativos después de que vinieran / mis suegros a quedarse con los niños.

Me desperté a las 6 de la mañana, junto con mi mujer, que se iba a trabajar.
Desayuné casi en silencio, para no despertar a los niños.
Tenía una erección impresionante, estaba incluso algo nervioso.

Supuestamente, yo había quedado a las 11 con "mi amigo". Así que a las 10.30 ya estaban mis suegros en casa, con mis hijos recién levantados. Me di una ducha rápida, un beso a cada uno y fui saliendo de casa.

No había llegado a la farmacia cuando recibí el esperado WhatsApp de mi sobrina:
  • Ya estoy despierta, decía.
  • Genial -respondí yo-, pues en unos 10-15 minutos salgo para allá. No te cambies de ropa, me gusta verte en pijama.
  • Ok!, escribió ella, añadiendo este emoji 😉
Con rapidez fui a la farmacia, compré los preservativos y tomé rumbo a Barajas, conduciendo con precaución para evitar accidentes o posibles multas que después no pudiera justificar.

Eran exactamente las 11.39 cuando aparqué a un par de manzanas de la calle de mis cuñados. Me eché un poco de colonia (siempre llevo en el coche) y me dirigí a mi destino caminando. Llegué al portal, llamé al portero automático y mi sobrina me abrió. Tomé el ascensor a la planta 2. Tenía un cosquilleo en el estómago como cuando era adolescente y me gustaba una chica.

Respiré profundamente, salí del ascensor y antes de que pudiera llamar al timbre, mi sobrina abrió la puerta. Vestida con unos de los pijamas que yo ya conocía de La Manga, con su largo pelo suelto y con una sonrisa de oreja a oreja.

Como queda mucho por contar de lo que pasó después, dejo el relato aquí y continuaré a la mayor brevedad posible.

Gracias.
Sigue, estoy esperando que cuentes cómo le hiciste el amor locamente. Y pon foto de ella porfa. Gracias
 
me encanta el ritmo que llevas. la cantidad justa de detalles, ni mucho que canse, ni poco que no se sepa que pasa. suficiente para estar con vosotros y compartir el momento. que ganas del siguiente!!
 
La verdad es que podrías dedicarte a escribir relatos, si es que no lo haces ya.... seguramente tendrías (aquí ya los tienes) un montón de lectores/as agradecidos/as.

Aunque no estoy seguro de si el quid de que esta historia nos esté gustando tanto..... sea el ritmo y las pausas que usas que la hacen tan interesante 🤔

Sea como fuere..... gracias por estos momentos😉
 
Hola de nuevo.

Tras el morboso encuentro que tuvimos mi sobrina y yo la tarde del 15 de agosto del año pasado, solamente nos quedaban dos días antes de regresar a Madrid.

Fue prácticamente imposible encontrar siquiera unos minutos en los que poder estar a solas. Esos dos últimos días los pasamos limpiando y recogiendo la casa, haciendo maletas...

Eso sí, nuestros encuentros en la madrugada se repitieron, y en el último, la noche del 17 de agosto, entre susurros (no nos escribíamos por WhatsApp por evitar que pudieran leerlo sus padres o mi mujer, aunque es verdad que cuando volvimos a Madrid comenzamos a usarlo con alguna frecuencia), quedamos en que buscaríamos el momento para pasar una mañana o una tarde a solas, algo que sería más fácil en su casa en el momento en el que mis cuñados volvieran al trabajo (mi cuñado es conductor de autobuses en turno de mañana, y mi cuñada trabaja en una tienda de ropa).

Y así terminó nuestra historia en La Manga del Mar Menor.

Regresamos a Madrid el 18 de agosto, domingo.

Lo poco que empezamos a hablar por WhatsApp desde ese día fue para que mi sobrina me hablara de los horarios de sus padres, y para dejar claro por ambas partes que los dos seguíamos teniendo ganas de terminar lo que habíamos empezado.

Teresa repetía cuánto echaba de menos nuestros encuentros en la madrugada y cuánto seguía deseando sentirme, y yo le repetía cuánto me había gustado besarla y saborearla y cuánto deseaba unirme a ella.

Y así, entre mensajes de deseo, pasó la primera semana (en la que mi cuñada aún estaba de vacaciones; no así mi cuñado, que había vuelto al trabajo el día 20), hasta que los astros se alinearon y la tarde del sábado 24 de agosto mi sobrina me escribió para decirme que el lunes 26 mi cuñada volvía al trabajo y que ella estaría sola por la mañana en casa.

Como yo seguía de vacaciones (mi mujer había vuelto al trabajo el jueves 22) hasta final de mes, le dije a Teresa que si mis suegros (sus abuelos maternos) podían quedarse con los niños, yo buscaría una excusa para ir a verla.

Así que me inventé un encuentro con alguien a quien no veía desde hacia mucho tiempo, y mis suegros estuvieron encantados de quedarse con mis hijos.

Así se lo hice saber a Teresa el domingo por la tarde, lo cual le puso muy contenta. Me preguntó la hora a la que yo quería quedar, y le dije que no tuviera prisa, que durmiera lo que necesitara y que cuando despertase me lo hiciera saber para ir yo saliendo.

Mis cuñados viven en la zona de Barajas, y nosotros en Carabanchel Alto, con lo que mis 30 minutos de viaje (en coche) no me los quitaba nadie, tiempo más que suficiente para que Teresa se desperezase, desayunase...

En eso quedamos. Esa noche me costó dormir, era difícil hacerlo pensando en lo que podía pasar al día siguiente. Me puse una alarma en el móvil para que no se me olvidara comprar preservativos después de que vinieran / mis suegros a quedarse con los niños.

Me desperté a las 6 de la mañana, junto con mi mujer, que se iba a trabajar.
Desayuné casi en silencio, para no despertar a los niños.
Tenía una erección impresionante, estaba incluso algo nervioso.

Supuestamente, yo había quedado a las 11 con "mi amigo". Así que a las 10.30 ya estaban mis suegros en casa, con mis hijos recién levantados. Me di una ducha rápida, un beso a cada uno y fui saliendo de casa.

No había llegado a la farmacia cuando recibí el esperado WhatsApp de mi sobrina:
  • Ya estoy despierta, decía.
  • Genial -respondí yo-, pues en unos 10-15 minutos salgo para allá. No te cambies de ropa, me gusta verte en pijama.
  • Ok!, escribió ella, añadiendo este emoji 😉
Con rapidez fui a la farmacia, compré los preservativos y tomé rumbo a Barajas, conduciendo con precaución para evitar accidentes o posibles multas que después no pudiera justificar.

Eran exactamente las 11.39 cuando aparqué a un par de manzanas de la calle de mis cuñados. Me eché un poco de colonia (siempre llevo en el coche) y me dirigí a mi destino caminando. Llegué al portal, llamé al portero automático y mi sobrina me abrió. Tomé el ascensor a la planta 2. Tenía un cosquilleo en el estómago como cuando era adolescente y me gustaba una chica.

Respiré profundamente, salí del ascensor y antes de que pudiera llamar al timbre, mi sobrina abrió la puerta. Vestida con uno de los pijamas que yo ya conocía de La Manga, con su largo pelo suelto y con una sonrisa de oreja a oreja.

Como queda mucho por contar de lo que pasó después, dejo el relato aquí y continuaré a la mayor brevedad posible.

Gracias.
Pero no nos dejes así oh!!!!
 
Pero no nos dejes así oh!!!!
😁 Intento exprimir el (poco) tiempo que tengo al máximo, para poder contar lo que pasó.
Y como lo que sucedió ese día al llegar a casa de mis cuñados tiene bastante relato, por eso he querido dejarlo así, para que el siguiente esté dedicando exclusivamente a lo que pasó.
 
La verdad es que podrías dedicarte a escribir relatos, si es que no lo haces ya.... seguramente tendrías (aquí ya los tienes) un montón de lectores/as agradecidos/as.

Aunque no estoy seguro de si el quid de que esta historia nos esté gustando tanto..... sea el ritmo y las pausas que usas que la hacen tan interesante 🤔

Sea como fuere..... gracias por estos momentos😉
Oh! Gracias mil por tus cumplidos.

La verdad es que jamás he escrito relato alguno, así que si con este he conseguido el efecto que me dices, miel sobre hojuelas.

Gracias de veras por leerme con tanto interés, esto hace que exprima al máximo mi cerebro para intentar recordar (y contar) con todo lujo de detalles lo que fue pasando con Teresa.
 
me encanta el ritmo que llevas. la cantidad justa de detalles, ni mucho que canse, ni poco que no se sepa que pasa. suficiente para estar con vosotros y compartir el momento. que ganas del siguiente!!
Hola! Pues los detalles son extraordinariamente fieles a lo que sucedió, sin exagerar nada e intentando recordar todo cuanto pasó.
Gracias por leerme y por tu amable comentario!
 
Hola de nuevo.

Tras el morboso encuentro que tuvimos mi sobrina y yo la tarde del 15 de agosto del año pasado, solamente nos quedaban dos días antes de regresar a Madrid.

Fue prácticamente imposible encontrar siquiera unos minutos en los que poder estar a solas. Esos dos últimos días los pasamos limpiando y recogiendo la casa, haciendo maletas...

Eso sí, nuestros encuentros en la madrugada se repitieron, y en el último, la noche del 17 de agosto, entre susurros (no nos escribíamos por WhatsApp por evitar que pudieran leerlo sus padres o mi mujer, aunque es verdad que cuando volvimos a Madrid comenzamos a usarlo con alguna frecuencia), quedamos en que buscaríamos el momento para pasar una mañana o una tarde a solas, algo que sería más fácil en su casa en el momento en el que mis cuñados volvieran al trabajo (mi cuñado es conductor de autobuses en turno de mañana, y mi cuñada trabaja en una tienda de ropa).

Y así terminó nuestra historia en La Manga del Mar Menor.

Regresamos a Madrid el 18 de agosto, domingo.

Lo poco que empezamos a hablar por WhatsApp desde ese día fue para que mi sobrina me hablara de los horarios de sus padres, y para dejar claro por ambas partes que los dos seguíamos teniendo ganas de terminar lo que habíamos empezado.

Teresa repetía cuánto echaba de menos nuestros encuentros en la madrugada y cuánto seguía deseando sentirme, y yo le repetía cuánto me había gustado besarla y saborearla y cuánto deseaba unirme a ella.

Y así, entre mensajes de deseo, pasó la primera semana (en la que mi cuñada aún estaba de vacaciones; no así mi cuñado, que había vuelto al trabajo el día 20), hasta que los astros se alinearon y la tarde del sábado 24 de agosto mi sobrina me escribió para decirme que el lunes 26 mi cuñada volvía al trabajo y que ella estaría sola por la mañana en casa.

Como yo seguía de vacaciones (mi mujer había vuelto al trabajo el jueves 22) hasta final de mes, le dije a Teresa que si mis suegros (sus abuelos maternos) podían quedarse con los niños, yo buscaría una excusa para ir a verla.

Así que me inventé un encuentro con alguien a quien no veía desde hacia mucho tiempo, y mis suegros estuvieron encantados de quedarse con mis hijos.

Así se lo hice saber a Teresa el domingo por la tarde, lo cual le puso muy contenta. Me preguntó la hora a la que yo quería quedar, y le dije que no tuviera prisa, que durmiera lo que necesitara y que cuando despertase me lo hiciera saber para ir yo saliendo.

Mis cuñados viven en la zona de Barajas, y nosotros en Carabanchel Alto, con lo que mis 30 minutos de viaje (en coche) no me los quitaba nadie, tiempo más que suficiente para que Teresa se desperezase, desayunase...

En eso quedamos. Esa noche me costó dormir, era difícil hacerlo pensando en lo que podía pasar al día siguiente. Me puse una alarma en el móvil para que no se me olvidara comprar preservativos después de que vinieran / mis suegros a quedarse con los niños.

Me desperté a las 6 de la mañana, junto con mi mujer, que se iba a trabajar.
Desayuné casi en silencio, para no despertar a los niños.
Tenía una erección impresionante, estaba incluso algo nervioso.

Supuestamente, yo había quedado a las 11 con "mi amigo". Así que a las 10.30 ya estaban mis suegros en casa, con mis hijos recién levantados. Me di una ducha rápida, un beso a cada uno y fui saliendo de casa.

No había llegado a la farmacia cuando recibí el esperado WhatsApp de mi sobrina:
  • Ya estoy despierta, decía.
  • Genial -respondí yo-, pues en unos 10-15 minutos salgo para allá. No te cambies de ropa, me gusta verte en pijama.
  • Ok!, escribió ella, añadiendo este emoji 😉
Con rapidez fui a la farmacia, compré los preservativos y tomé rumbo a Barajas, conduciendo con precaución para evitar accidentes o posibles multas que después no pudiera justificar.

Eran exactamente las 11.39 cuando aparqué a un par de manzanas de la calle de mis cuñados. Me eché un poco de colonia (siempre llevo en el coche) y me dirigí a mi destino caminando. Llegué al portal, llamé al portero automático y mi sobrina me abrió. Tomé el ascensor a la planta 2. Tenía un cosquilleo en el estómago como cuando era adolescente y me gustaba una chica.

Respiré profundamente, salí del ascensor y antes de que pudiera llamar al timbre, mi sobrina abrió la puerta. Vestida con uno de los pijamas que yo ya conocía de La Manga, con su largo pelo suelto y con una sonrisa de oreja a oreja.

Como queda mucho por contar de lo que pasó después, dejo el relato aquí y continuaré a la mayor brevedad posible.

Gracias.
Estamos en ascuas jejejeje
 

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