Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Continúo. Perdonad la demora, pero están siendo días muy intensos en el trabajo y no tengo tiempo para nada (y cuando llego a casa, menos).

Terminé contando el morboso encuentro de masaje y sexo oral con mi sobrina. Y cómo, tras el mismo, ella me confesó que desde el primer día que me vio con la polla al aire en el baño, aunque su cabeza intentaba quitarse cualquier idea sexual (por ser yo su tío, por tener 30 años más que ella...), cada vez que me veía (que allí en el apartamento era todo el rato), no podía evitar lanzar su mirada a mi paquete y, por extensión, no podía evitar que su cuerpo se encendiera. Que era algo nuevo para ella y que le gustaba mucho sentirse así.

Cuando Teresa añadió, mientras nos arreglábamos esperando a que llegara la familia del cine, que necesitaba más, que necesitaba sentirme dentro, yo le dije que me sentía muy honrado pero que había que ir poco a poco, que todo lo que pudiera pasar debía ser sin prisa, disfrutando cada momento, como acababa justamente de pasar.

Llegaron los cinéfilos, fuimos a comer unas hamburguesas y la noche transcurrió dentro de la más absoluta normalidad. Y en la madrugada, nuevo encuentro en el baño, maravilloso como cada noche, pero con el añadido de nuestras miradas cómplices tras lo que había pasado esa tarde.

Yo me acosté feliz, pletórico, con la tranquilidad de saber que lo que estaba pasando era de total y mutuo acuerdo y con el morbo de ver y sentir a mi sobrina de esa manera.

El día posterior transcurrió sin nada reseñable porque no hubo oportunidad de estar a solas de manera natural, así que solo tuvimos el encuentro del baño en la madrugada.

A la mañana siguiente, en un momento en el que estábamos en la playa, Teresa me comentó apenada que le había venido la regla, que esperaba que no me enfadase. Yo le dije que en absoluto, que no se preocupase, que como le había dicho dos días atrás, lo que tuviese que pasar sería con naturalidad y sin provocar nada, y que si en algún momento ella o yo no teníamos alguna circunstancia que nos impedía hacer nada, no había que enfadarse ni entristecerse, sino esperar el siguiente encuentro con más ganas.

Me sonrió, y en ese día y en los dos siguientes solo tuvimos el encuentro de la madrugada. En la tercera de estas madrugadas, tuve que confesarle a Teresa que tenía ganas de ella, y ella me dijo que estaba igual, que necesitaba que por lo menos la tocase.

Los dos sonreímos, y con las mismas llegó el día siguiente, ya 15 de agosto. Quedaban pocos días para la vuelta a casa (el 18 por la mañana saldríamos de regreso). Yo ya no sabía si era capaz de cumplir mi promesa de no provocar nada, deseaba a mi sobrina. No quería provocar un momento para penetrarla, porque ahí sí tenía claro que si ello llegaba a pasar iba a ser cuando no hubiera ningún tipo de prisa, cuando pudiéramos estar juntos y disfrutar del antes, del durante y del después de ese momento.

Pero sí tenía que buscar el modo de poder encontrar un tiempo para nosotros, aunque solo fuera para magrearnos. No le dije nada a ella de mi plan, porque no quería que se preocupase por eso, era algo que debía ser cosa mía.

Ese día, 15 de agosto, era día importante en La Manga, pues se celebraba la festividad de la Virgen de la Asunción organizada por la Asociación de Mujeres Virgen del Mar. Mi cuñada (devota como mi suegra), propuso, además del plan habitual de playa, ir a misa y a alguna procesión por la tarde. Ella se había encargado de mirar que había misa a las 19 horas con procesión posterior. Mi cuñado, que es un buenazo, no dijo que no. Mi mujer, que no es de naturaleza tan devota como mi cuñada pero es creyente y le gustan mucho esas liturgias, dijo que también se sumaba, y a la orden de ella también irían mis hijos.

Mi mujer ya sabía que yo, que estudié en un colegio de curas y desde que lo dejé, aunque soy creyente, soy amigo de pocas celebraciones, así que les dije que yo me quedaba en una terraza y que cuando terminasen me avisaran. Y según estaba diciendo esto, miré profundamente a mi sobrina, y le pregunté:
  • Y tú, Teresa, qué vas a hacer?
Se quedó petrificada. Ella, que siempre y al igual que mi cuñado, había hecho lo que mi cuñada ordenaba, le preguntó a su madre:
  • Tengo que ir?
  • No quieres?, dijo mi cuñada.
  • No mucho, prefiero quedarme e irme a dar un baño y a tomar el sol en la playa, pero si tú quieres que vaya, voy -dijo mi sobrina.
  • Bueno, pues haz lo que quieras, respondió mi cuñada, nos vemos luego y ya está.
Y así quedaron.

Pasó la mañana, yo muy encendido, y después de comer, a eso de las 17.30 horas, mi sobrina dijo que iba a la playa. Como una hora después salimos el resto de casa, todos hacia la iglesia. Les acompañé hasta allí, y me despedí de ellos en la puerta quedando en vernos al final de toda la celebración.

Fue verles entrar y de inmediato saqué el teléfono y llamé a mi sobrina. Y le dije:
  • Hola, preciosa! Te apetece tomar un helado en casa?
  • Y no va a haber masaje?, me respondió ella.
  • Depende de la prisa que te des, le dije yo entre risas.
  • Pues para allá voy, añadió ella.
  • Hasta ahora.
Cinco minutos tardé yo en llegar al apartamento y diez minutos después lo hizo ella. No sé si era que la veía con otros ojos, que la deseaba o que realmente era así, pero la vi hermosa y radiante. Traía su pelo largo mojado aún de la playa, y un pareo rosa y morado que le favorecía mucho.

Como me he extendido mucho y queda mucho que contar de esa tarde, Intentaré seguir contando en los próximos dos días. Gracias de nuevo por leerme.
Pensar que esto pasa cerca de donde yo vivo me encanta, porque reconozco las zonas y de imagenarmelo.....
 
Hola.

No voy a entrar en si es o no es real lo que cuentas, porque, siendo sincero, me la trae muy floja que lo sea o no...... solo tú tienes esa información y lo que opinemos al respecto los demás..... no viene al caso.

Pero sí te voy a asegurar que la historia en sí y la manera en la que la cuentas, es la ostia de morbosa y excitante y estoy deseando seguir leyendo detalles del despertar sexual de Teresa.

Gracias por contarnos esta historia y hacer que nuestra imaginación provoque sensaciones tan interesantes y fuertes😉
 
Continúo. Perdonad la demora, pero están siendo días muy intensos en el trabajo y no tengo tiempo para nada (y cuando llego a casa, menos).

Terminé contando el morboso encuentro de masaje y sexo oral con mi sobrina. Y cómo, tras el mismo, ella me confesó que desde el primer día que me vio con la polla al aire en el baño, aunque su cabeza intentaba quitarse cualquier idea sexual (por ser yo su tío, por tener 30 años más que ella...), cada vez que me veía (que allí en el apartamento era todo el rato), no podía evitar lanzar su mirada a mi paquete y, por extensión, no podía evitar que su cuerpo se encendiera. Que era algo nuevo para ella y que le gustaba mucho sentirse así.

Cuando Teresa añadió, mientras nos arreglábamos esperando a que llegara la familia del cine, que necesitaba más, que necesitaba sentirme dentro, yo le dije que me sentía muy honrado pero que había que ir poco a poco, que todo lo que pudiera pasar debía ser sin prisa, disfrutando cada momento, como acababa justamente de pasar.

Llegaron los cinéfilos, fuimos a comer unas hamburguesas y la noche transcurrió dentro de la más absoluta normalidad. Y en la madrugada, nuevo encuentro en el baño, maravilloso como cada noche, pero con el añadido de nuestras miradas cómplices tras lo que había pasado esa tarde.

Yo me acosté feliz, pletórico, con la tranquilidad de saber que lo que estaba pasando era de total y mutuo acuerdo y con el morbo de ver y sentir a mi sobrina de esa manera.

El día posterior transcurrió sin nada reseñable porque no hubo oportunidad de estar a solas de manera natural, así que solo tuvimos el encuentro del baño en la madrugada.

A la mañana siguiente, en un momento en el que estábamos en la playa, Teresa me comentó apenada que le había venido la regla, que esperaba que no me enfadase. Yo le dije que en absoluto, que no se preocupase, que como le había dicho dos días atrás, lo que tuviese que pasar sería con naturalidad y sin provocar nada, y que si en algún momento ella o yo no teníamos alguna circunstancia que nos impedía hacer nada, no había que enfadarse ni entristecerse, sino esperar el siguiente encuentro con más ganas.

Me sonrió, y en ese día y en los dos siguientes solo tuvimos el encuentro de la madrugada. En la tercera de estas madrugadas, tuve que confesarle a Teresa que tenía ganas de ella, y ella me dijo que estaba igual, que necesitaba que por lo menos la tocase.

Los dos sonreímos, y con las mismas llegó el día siguiente, ya 15 de agosto. Quedaban pocos días para la vuelta a casa (el 18 por la mañana saldríamos de regreso). Yo ya no sabía si era capaz de cumplir mi promesa de no provocar nada, deseaba a mi sobrina. No quería provocar un momento para penetrarla, porque ahí sí tenía claro que si ello llegaba a pasar iba a ser cuando no hubiera ningún tipo de prisa, cuando pudiéramos estar juntos y disfrutar del antes, del durante y del después de ese momento.

Pero sí tenía que buscar el modo de poder encontrar un tiempo para nosotros, aunque solo fuera para magrearnos. No le dije nada a ella de mi plan, porque no quería que se preocupase por eso, era algo que debía ser cosa mía.

Ese día, 15 de agosto, era día importante en La Manga, pues se celebraba la festividad de la Virgen de la Asunción organizada por la Asociación de Mujeres Virgen del Mar. Mi cuñada (devota como mi suegra), propuso, además del plan habitual de playa, ir a misa y a alguna procesión por la tarde. Ella se había encargado de mirar que había misa a las 19 horas con procesión posterior. Mi cuñado, que es un buenazo, no dijo que no. Mi mujer, que no es de naturaleza tan devota como mi cuñada pero es creyente y le gustan mucho esas liturgias, dijo que también se sumaba, y a la orden de ella también irían mis hijos.

Mi mujer ya sabía que yo, que estudié en un colegio de curas y desde que lo dejé, aunque soy creyente, soy amigo de pocas celebraciones, así que les dije que yo me quedaba en una terraza y que cuando terminasen me avisaran. Y según estaba diciendo esto, miré profundamente a mi sobrina, y le pregunté:
  • Y tú, Teresa, qué vas a hacer?
Se quedó petrificada. Ella, que siempre y al igual que mi cuñado, había hecho lo que mi cuñada ordenaba, le preguntó a su madre:
  • Tengo que ir?
  • No quieres?, dijo mi cuñada.
  • No mucho, prefiero quedarme e irme a dar un baño y a tomar el sol en la playa, pero si tú quieres que vaya, voy -dijo mi sobrina.
  • Bueno, pues haz lo que quieras, respondió mi cuñada, nos vemos luego y ya está.
Y así quedaron.

Pasó la mañana, yo muy encendido, y después de comer, a eso de las 17.30 horas, mi sobrina dijo que iba a la playa. Como una hora después salimos el resto de casa, todos hacia la iglesia. Les acompañé hasta allí, y me despedí de ellos en la puerta quedando en vernos al final de toda la celebración.

Fue verles entrar y de inmediato saqué el teléfono y llamé a mi sobrina. Y le dije:
  • Hola, preciosa! Te apetece tomar un helado en casa?
  • Y no va a haber masaje?, me respondió ella.
  • Depende de la prisa que te des, le dije yo entre risas.
  • Pues para allá voy, añadió ella.
  • Hasta ahora.
Cinco minutos tardé yo en llegar al apartamento y diez minutos después lo hizo ella. No sé si era que la veía con otros ojos, que la deseaba o que realmente era así, pero la vi hermosa y radiante. Traía su pelo largo mojado aún de la playa, y un pareo rosa y morado que le favorecía mucho.

Como me he extendido mucho y queda mucho que contar de esa tarde, Intentaré seguir contando en los próximos dos días. Gracias de nuevo por leerme.
Me está encantando !!!!
  • Hola, preciosa! Te apetece tomar un helado en casa?
Ahí mis bragas encharcadas amigo , ósea que porfis no tardes en escribir jijijijijij
Muchas gracias por compartir
 
Me está encantando !!!!
  • Hola, preciosa! Te apetece tomar un helado en casa?
Ahí mis bragas encharcadas amigo , ósea que porfis no tardes en escribir jijijijijij
Muchas gracias por compartir
Vaya, así da gusto (nunca mejor dicho). Gracias a ti por tu sinceridad, faltaría más.
Ya comenté que yo quería ser cauto, y al final lo único "decente" que se me ocurrió para poder estar en casa con ella fue proponerle lo del helado.
De hecho, Teresa me dijo después (iba a contarlo en la continuación del relato) que también le había encantado, que fue una forma muy elegante de decirle sin estridencias que quería estar con ella.
 
Sigo contando.

Como dije, había quedado con mi sobrina en casa mientras la familia iba a misa y a una procesión.

Diez minutos después de llegar yo a casa lo hizo mi sobrina. Como conté, con el pelo largo mojado y muy radiante, además de muy morena de todos los días que llevaba tomando el sol.

Nada más entrar, me dijo:

- Me da tiempo a una ducha rápida antes del masaje?
- Claro que sí, sin prisas, le respondí.
- Vale, pues no tardo nada, añadió ella.

Si había algo que me gustaba mucho de lo que venía pasando es que en ningún momento ninguno de los dos se comportaba como la persona que no era.
Digo esto porque, tras decirme mi sobrina que se iba a duchar, igual lo normal y habiendo pasado lo que había pasado ya entre nosotros, era que se hubiese desnudado delante de mí o que no hubiera entornado la puerta del baño. Pero lo hizo, y a mí me encantó que siguiera siendo así.

Con todo y con eso, a mi mente morbosa se le encendió más aún la bombillita, y cuando escuché el agua de la ducha, siendo prudente asomé mi cabeza a la puerta del baño y le dije:

- Si necesitas ayuda para enjabonarte la espalda, no dudes en avisarme.
- Jejeje -sonrió mi sobrina, pues oye, no me vendría nada mal.
- No se diga más, respondí yo.

Tras el cristal dibujado de la mampara y bajo el agua de la ducha se adivinaban su espalda, sus piernas, su culo...

Me desnudé, y con una erección impresionante entré con cuidado en la ducha. Siempre siendo cauto o, mejor dicho, yendo con tiento, cogí el gel de baño de la balda habilitada para el mismo, y comencé a enjabonar y masajear su espalda.
Y le dije:

- Dos por uno: enjabonada y masajeada.
- Ummm, no se puede pedir más, respondió mi sobrina susurrando.

No me detuve mucho en enjabonarla, el tiempo suficiente para masajear su cuello, sus caderas, sus piernas, su culo...
Fue tocarle el culo e instintivamente Teresa abrió sus piernas, pero en lugar de comenzar a masturbarla tal y como estábamos (es decir, ella dándome la espalda), le pedí que se diera la vuelta.

Mi sobrina se giró lentamente, nos quedamos mirándonos sin decirnos nada durante un par de segundos, e instintiva e irremediablemente fui acercando mi boca a la suya, que no tardó en unir, fundiéndonos en un beso poco ortodoxo (porque ella no estaba acostumbrada y yo quería devorarla) pero muy morboso, tanto fue así que hasta ella misma llevó sus manos a mi durísima polla, que chocaba con sus piernas de lo pegados que estábamos.

De su boca pasé a sus deseados pechos. Vale, ya dije que eran pequeños, pero sin duda resultaron ser el mejor de los manjares, pues los hice desaparecer en mi boca infinidad de veces, así como los mordí, lamí, jugué con sus pezones...

Mi sobrina gritaba, y cuanto más excitada estaba, más gritaba y más rápido y fuerte me masturbaba. Entonces yo llevé mis manos a su culo y la atraje más hacia mí.

Teresa empezó a dirigir mi polla hacia la entrada de su coño, y empezó a frotarse mientras me decía:

- Por favor, te necesito dentro, quiero saber lo que se siente, entra en mí.

La verdad es que hubiera roto mi autopromesa de esperar a tener más tiempo para penetrarla, pero fue inviable porque no teníamos preservativos (yo llevo muchos años sin usarlos y ella jamás hubiera imaginado tener que necesitarlos), y así se lo hice saber.

- Joooo, -dijo refunfuñando pero con una sonrisa, dejando salir su parte aún de niña-, qué desperdicio de dureza, y qué ganas tengo.

Enseguida se me ocurrió algo, y le dije:

- Ven conmigo, que vamos a terminar a lo grande aun sin penetración.

La sequé sin dejar de masturbarla, me sequé yo, y así desnudos como estábamos la tomé de la mano y la llevé hacia su habitación.

Me tumbé en la cama boca arriba y le dije que se sentara con su coño encima de mi boca. No tardo en hacerlo, y cuando empecé a comérselo, le dije:

- Y si ahora quieres estar en igualdad de condiciones, no tienes más que hacer lo mismo conmigo.
- Ahora mismo, respondió ella.

Y agachándose conformamos un 69 que resultó ser más poco ortodoxo incluso que el beso, tanto porque era la primera vez que mi sobrina hacía eso como porque, al usar al principio más los dientes que los labios, esos mordisquitos en mi polla me desviaban de mi objetivo, que no era otro que hacerla correrse comiéndole el coño.

Tuve que parar e indicarle, con mucho cariño y para intentar evitar que se sintiera mal, que se lo tomase con más calma, que lo hiciese como si estuviera lamiendo un helado, de arriba a abajo.
Me preguntó si lo estaba haciendo mal, y le mentí piadosamente diciéndole que no, que simplemente se dedicara a saborear, lamer, chupar... Que ya habría tiempo de desatarse sin remedio.

Entonces mi sobrina, como chica inteligente que es, comenzó a hacer justamente lo que le había aconsejado: lamió, besó, se tragó mi polla muy lentamente..., y todo eso hizo que yo continuara con la comida de coño, esta vez no tan dedicada a su clítoris como la primera vez, sino haciendo viajar mi lengua por todo su coño, metiendo la punta (de la lengua) dentro, incluso llegando a pasar superficialmente por su culo...

Todo eso hizo que Teresa se corriera varias veces gritando, incluso berreando, e incrementara la intensidad de su trabajo oral, lo que provocó que mis ganas de correrme fueran muchas.

Por supuesto, no quería correrme en su boca sin haberla preparado para ello, así que me retiré de su coño y, besándola profundamente para que conociera el sabor de su sexo, le dije:

- Eres increíble, me he apartado porque estoy a punto de acabar, y no quería hacerlo en tu boca...
- Y dónde quieres?, preguntó ella.
- Dime tú.
- No sé... Aquí?, dijo señalando sus tetas.
- Te gustaría?, pregunté yo sin dejar de tocarme.
- Sí -dijo ella, algunas noches después de lo del baño me he preguntado cómo sería sentir eso encima, así que...
- Túmbate, por favor.

Teresa se tumbó boca arriba, yo me puse a su lado y, acariciándole las tetas con una mano y masturbándome con la otra, le dije que no dejara de mirarme, para que comprobara lo que me hacía sentir.

Ella puso su mano en mis huevos mientras me masturbaba y no pude aguantar ni dos minutos más, así que cuando estaba a punto le dije:

- Me corro, Teresa, mira lo que haces conmigooooo.

Y, así, descargué (no mucha cantidad, dado que venía haciéndolo cada noche) sobre sus pechos mi corrida, viendo cómo sus ojos se abrían de par en par relamiéndose.

Cuando recuperé el aliento, me tumbé junto a ella, nos besamos, le pregunté qué tal estaba y su sonrisa y su abrazo, que hizo que la corrida que estaba en su pecho también se uniera al mío. fueron respuesta suficiente para saber que todo estaba bien.

Nos quedamos así unos minutos mientras mi sobrina me contaba la infinidad de sensaciones placenteras había tenido. También me pidió perdón por no haberme sabido dar sexo oral, y yo le resté toda importancia diciéndole que había sido muy osada al animarse a hacerlo, y que lo demás carecía de importancia.

Era un momento brutal, pero había que tener cabeza, así que le dije que me iba a duchar rápido y me bajaría a la calle a tomar algo, para que cuando llamarán o aparecieran los demás no estuviéramos juntos como la vez anterior.

No porque fueran a sospechar (realmente, podíamos estar en casa esperándoles por mil razones), pero como dijo Confucio, "La precaución raramente comete un error".

Y así lo hicimos, y así terminó aquel encuentro tan extraordinario del inolvidable 15 de agosto de 2024.

(Nota: esa madrugada no quedamos porque yo le dije que, después de haberme corrido a esa hora de la tarde, iba a ser casi imposible que pudiera volver a hacerlo de madrugada; y Teresa, que nada entendía de posibilidades de eyaculación masculina, me dijo que no había problema, y mucho menos después de lo bien que lo había pasado).

Lo que sucedió (que no fue mucho) los últimos dos días antes de regresar a Madrid, lo contaré lo antes posible.
 
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Sigo contando.

Como dije, había quedado con mi sobrina en casa mientras la familia iba a misa y a una procesión.

Diez minutos después de llegar yo a casa lo hizo mi sobrina. Como conté, con el pelo largo mojado y muy radiante, además de muy morena de todos los días que llevaba tomando el sol.

Nada más entrar, me dijo:

- Me da tiempo a una ducha rápida antes del masaje?
- Claro que sí, sin prisas, le respondí.
- Vale, pues no tardo nada, añadió ella.

Si había algo que me gustaba mucho de lo que venía pasando es que en ningún momento ninguno de los dos se comportaba como la persona que no era.
Digo esto porque, tras decirme mi sobrina que se iba a duchar, igual lo normal y habiendo pasado lo que había pasado ya entre nosotros, era que se hubiese desnudado delante de mí o que no hubiera entornado la puerta del baño. Pero lo hizo, y a mí me encantó que siguiera siendo así.

Con todo y con eso, a mi mente morbosa se le encendió más aún la bombillita, y cuando escuché el agua de la ducha, siendo prudente asomé mi cabeza a la puerta del baño y le dije:

- Si necesitas ayuda para enjabonarte la espalda, no dudes en avisarme.
- Jejeje -sonrió mi sobrina, pues oye, no me vendría nada mal.
- No se diga más, respondí yo.

Tras el cristal dibujado de la mampara y bajo el agua de la ducha se adivinaban su espalda, sus piernas, su culo...

Me desnudé, y con una erección impresionante entré con cuidado en la ducha. Siempre siendo cauto o, mejor dicho, yendo con tiento, cogí el gel de baño de la balda habilitada para el mismo, y comencé a enjabonar y masajear su espalda.
Y le dije:

- Dos por uno: enjabonada y masajeada.
- Ummm, no se puede pedir más, respondió mi sobrina susurrando.

No me detuve mucho en enjabonarla, el tiempo suficiente para masajear su cuello, sus caderas, sus piernas, su culo...
Fue tocarle el culo e instintivamente Teresa abrió sus piernas, pero en lugar de comenzar a masturbarla tal y como estábamos (es decir, ella dándome la espalda), le pedí que se diera la vuelta.

Mi sobrina se giró lentamente, nos quedamos mirándonos sin decirnos nada durante un par de segundos, e instintiva e irremediablemente fui acercando mi boca a la suya, que no tardó en unir, fundiéndonos en un beso poco ortodoxo (porque ella no estaba acostumbrada y yo quería devorarla) pero muy morboso, tanto fue así que hasta ella misma llevó sus manos a mi durísima polla, que chocaba con sus piernas de lo pegados que estábamos.

De su boca pasé a sus deseados pechos. Vale, ya dije que eran pequeños, pero sin duda resultaron ser el mejor de los manjares, pues los hice desaparecer en mi boca infinidad de veces, así como los mordí, lamí, jugué con sus pezones...

Mi sobrina gritaba, y cuanto más excitada estaba, más gritaba y más rápido y fuerte me masturbaba. Entonces yo llevé mis manos a su culo y la atraje más hacia mí.

Teresa empezó a dirigir mi polla hacia la entrada de su coño, y empezó a frotarse mientras me decía:

- Por favor, te necesito dentro, quiero saber lo que se siente, entra en mí.

La verdad es que hubiera roto mi autopromesa de esperar a tener más tiempo para penetrarla, pero fue inviable porque no teníamos preservativos (yo llevo muchos años sin usarlos y ella jamás hubiera imaginado tener que necesitarlos), y así se lo hice saber.

- Joooo, -dijo refunfuñando pero con una sonrisa, dejando salir su parte aún de niña-, qué desperdicio de dureza, y qué ganas tengo.

Enseguida se me ocurrió algo, y le dije:

- Ven conmigo, que vamos a terminar a lo grande aun sin penetración.

La sequé sin dejar de masturbarla, me sequé yo, y así desnudos como estábamos la tomé de la mano y la llevé hacia su habitación.

Me tumbé en la cama boca arriba y le dije que se sentara con su coño encima de mi boca. No tardo en hacerlo, y cuando empecé a comérselo, le dije:

- Y si ahora quieres estar en igualdad de condiciones, no tienes más que hacer lo mismo conmigo.
- Ahora mismo, respondió ella.

Y agachándose conformamos un 69 que resultó ser más poco ortodoxo incluso que el beso, tanto porque era la primera vez que mi sobrina hacía eso como porque, al usar al principio más los dientes que los labios, esos mordisquitos en mi polla me desviaban de mi objetivo, que no era otro que hacerla correrse comiéndole el coño.

Tuve que parar e indicarle, con mucho cariño y para intentar evitar que se sintiera mal, que se lo tomase con más calma, que lo hiciese como si estuviera lamiendo un helado, de arriba a abajo.
Me preguntó si lo estaba haciendo mal, y le mentí piadosamente diciéndole que no, que simplemente se dedicara a saborear, lamer, chupar... Que ya habría tiempo de desatarse sin remedio.

Entonces mi sobrina, como chica inteligente que es, comenzó a hacer justamente lo que le había aconsejado: lamió, besó, se tragó mi polla muy lentamente..., y todo eso hizo que yo continuara con la comida de coño, esta vez no tan dedicada a su clítoris como la primera vez, sino haciendo viajar mi lengua por todo su coño, metiendo la punta (de la lengua) dentro, incluso llegando a pasar superficialmente por su culo...

Todo eso hizo que Teresa se corriera varias veces gritando, incluso berreando, e incrementara la intensidad de su trabajo oral, lo que provocó que mis ganas de correrme fueran muchas.

Por supuesto, no quería correrme en su boca sin haberla preparado para ello, así que me retiré de su coño y, besándola profundamente para que conociera el sabor de su sexo, le dije:

- Eres increíble, me he apartado porque estoy a punto de acabar, y no quería hacerlo en tu boca...
- Y dónde quieres?, preguntó ella.
- Dime tú.
- No sé... Aquí?, dijo señalando sus tetas.
- Te gustaría?, pregunté yo sin dejar de tocarme.
- Sí -dijo ella, algunas noches después de lo del baño me he preguntado cómo sería sentir eso encima, así que...
- Túmbate, por favor.

Teresa se tumbó boca arriba, yo me puse a su lado y, acariciándole las tetas con una mano y masturbándome con la otra, le dije que no dejara de mirarme, para que comprobara lo que me hacía sentir.

Ella puso su mano en mis huevos mientras me masturbaba y no pude aguantar ni dos minutos más, así que cuando estaba a punto le dije:

- Me corro, Teresa, mira lo que haces conmigooooo.

Y, así, descargué (no mucha cantidad, dado que venía haciéndolo cada noche) sobre sus pechos mi corrida, viendo cómo sus ojos se abrían de par en par relamiéndose.

Cuando recuperé el aliento, me tumbé junto a ella, nos besamos, le pregunté qué tal estaba y su sonrisa y su abrazo, que hizo que la corrida que estaba en su pecho también se uniera al mío. fueron respuesta suficiente para saber que todo estaba bien.

Nos quedamos así unos minutos mientras mi sobrina me contaba la infinidad de sensaciones placenteras había tenido. También me pidió perdón por no haberme sabido dar sexo oral, y yo le resté toda importancia diciéndole que había sido muy osada al animarse a hacerlo, y que lo demás carecía de importancia.

Era un momento brutal, pero había que tener cabeza, así que le dije que me iba a duchar rápido y me bajaría a la calle a tomar algo, para que cuando llamarán o aparecieran los demás no estuviéramos juntos como la vez anterior.

No porque fueran a sospechar (realmente, podíamos estar en casa esperándoles por mil razones), pero como dijo Confucio, "La precaución raramente comete un error".

Y así lo hicimos, y así terminó aquel encuentro tan extraordinario del inolvidable 15 de agosto de 2024.

(Nota: esa madrugada no quedamos porque yo le dije que, después de haberme corrido a esa hora de la tarde, iba a ser casi imposible que pudiera volver a hacerlo de madrugada; y Teresa, que nada entendía de posibilidades de eyaculación masculina, me dijo que no había problema, y mucho menos después de lo bien que lo había pasado).

Lo que sucedió (que no fue mucho) los ú
ltimos dos días antes de regresar a Madrid, lo contaré lo antes posible.
de locos !!! Me encanta
 
Sigo contando.

Como dije, había quedado con mi sobrina en casa mientras la familia iba a misa y a una procesión.

Diez minutos después de llegar yo a casa lo hizo mi sobrina. Como conté, con el pelo largo mojado y muy radiante, además de muy morena de todos los días que llevaba tomando el sol.

Nada más entrar, me dijo:

- Me da tiempo a una ducha rápida antes del masaje?
- Claro que sí, sin prisas, le respondí.
- Vale, pues no tardo nada, añadió ella.

Si había algo que me gustaba mucho de lo que venía pasando es que en ningún momento ninguno de los dos se comportaba como la persona que no era.
Digo esto porque, tras decirme mi sobrina que se iba a duchar, igual lo normal y habiendo pasado lo que había pasado ya entre nosotros, era que se hubiese desnudado delante de mí o que no hubiera entornado la puerta del baño. Pero lo hizo, y a mí me encantó que siguiera siendo así.

Con todo y con eso, a mi mente morbosa se le encendió más aún la bombillita, y cuando escuché el agua de la ducha, siendo prudente asomé mi cabeza a la puerta del baño y le dije:

- Si necesitas ayuda para enjabonarte la espalda, no dudes en avisarme.
- Jejeje -sonrió mi sobrina, pues oye, no me vendría nada mal.
- No se diga más, respondí yo.

Tras el cristal dibujado de la mampara y bajo el agua de la ducha se adivinaban su espalda, sus piernas, su culo...

Me desnudé, y con una erección impresionante entré con cuidado en la ducha. Siempre siendo cauto o, mejor dicho, yendo con tiento, cogí el gel de baño de la balda habilitada para el mismo, y comencé a enjabonar y masajear su espalda.
Y le dije:

- Dos por uno: enjabonada y masajeada.
- Ummm, no se puede pedir más, respondió mi sobrina susurrando.

No me detuve mucho en enjabonarla, el tiempo suficiente para masajear su cuello, sus caderas, sus piernas, su culo...
Fue tocarle el culo e instintivamente Teresa abrió sus piernas, pero en lugar de comenzar a masturbarla tal y como estábamos (es decir, ella dándome la espalda), le pedí que se diera la vuelta.

Mi sobrina se giró lentamente, nos quedamos mirándonos sin decirnos nada durante un par de segundos, e instintiva e irremediablemente fui acercando mi boca a la suya, que no tardó en unir, fundiéndonos en un beso poco ortodoxo (porque ella no estaba acostumbrada y yo quería devorarla) pero muy morboso, tanto fue así que hasta ella misma llevó sus manos a mi durísima polla, que chocaba con sus piernas de lo pegados que estábamos.

De su boca pasé a sus deseados pechos. Vale, ya dije que eran pequeños, pero sin duda resultaron ser el mejor de los manjares, pues los hice desaparecer en mi boca infinidad de veces, así como los mordí, lamí, jugué con sus pezones...

Mi sobrina gritaba, y cuanto más excitada estaba, más gritaba y más rápido y fuerte me masturbaba. Entonces yo llevé mis manos a su culo y la atraje más hacia mí.

Teresa empezó a dirigir mi polla hacia la entrada de su coño, y empezó a frotarse mientras me decía:

- Por favor, te necesito dentro, quiero saber lo que se siente, entra en mí.

La verdad es que hubiera roto mi autopromesa de esperar a tener más tiempo para penetrarla, pero fue inviable porque no teníamos preservativos (yo llevo muchos años sin usarlos y ella jamás hubiera imaginado tener que necesitarlos), y así se lo hice saber.

- Joooo, -dijo refunfuñando pero con una sonrisa, dejando salir su parte aún de niña-, qué desperdicio de dureza, y qué ganas tengo.

Enseguida se me ocurrió algo, y le dije:

- Ven conmigo, que vamos a terminar a lo grande aun sin penetración.

La sequé sin dejar de masturbarla, me sequé yo, y así desnudos como estábamos la tomé de la mano y la llevé hacia su habitación.

Me tumbé en la cama boca arriba y le dije que se sentara con su coño encima de mi boca. No tardo en hacerlo, y cuando empecé a comérselo, le dije:

- Y si ahora quieres estar en igualdad de condiciones, no tienes más que hacer lo mismo conmigo.
- Ahora mismo, respondió ella.

Y agachándose conformamos un 69 que resultó ser más poco ortodoxo incluso que el beso, tanto porque era la primera vez que mi sobrina hacía eso como porque, al usar al principio más los dientes que los labios, esos mordisquitos en mi polla me desviaban de mi objetivo, que no era otro que hacerla correrse comiéndole el coño.

Tuve que parar e indicarle, con mucho cariño y para intentar evitar que se sintiera mal, que se lo tomase con más calma, que lo hiciese como si estuviera lamiendo un helado, de arriba a abajo.
Me preguntó si lo estaba haciendo mal, y le mentí piadosamente diciéndole que no, que simplemente se dedicara a saborear, lamer, chupar... Que ya habría tiempo de desatarse sin remedio.

Entonces mi sobrina, como chica inteligente que es, comenzó a hacer justamente lo que le había aconsejado: lamió, besó, se tragó mi polla muy lentamente..., y todo eso hizo que yo continuara con la comida de coño, esta vez no tan dedicada a su clítoris como la primera vez, sino haciendo viajar mi lengua por todo su coño, metiendo la punta (de la lengua) dentro, incluso llegando a pasar superficialmente por su culo...

Todo eso hizo que Teresa se corriera varias veces gritando, incluso berreando, e incrementara la intensidad de su trabajo oral, lo que provocó que mis ganas de correrme fueran muchas.

Por supuesto, no quería correrme en su boca sin haberla preparado para ello, así que me retiré de su coño y, besándola profundamente para que conociera el sabor de su sexo, le dije:

- Eres increíble, me he apartado porque estoy a punto de acabar, y no quería hacerlo en tu boca...
- Y dónde quieres?, preguntó ella.
- Dime tú.
- No sé... Aquí?, dijo señalando sus tetas.
- Te gustaría?, pregunté yo sin dejar de tocarme.
- Sí -dijo ella, algunas noches después de lo del baño me he preguntado cómo sería sentir eso encima, así que...
- Túmbate, por favor.

Teresa se tumbó boca arriba, yo me puse a su lado y, acariciándole las tetas con una mano y masturbándome con la otra, le dije que no dejara de mirarme, para que comprobara lo que me hacía sentir.

Ella puso su mano en mis huevos mientras me masturbaba y no pude aguantar ni dos minutos más, así que cuando estaba a punto le dije:

- Me corro, Teresa, mira lo que haces conmigooooo.

Y, así, descargué (no mucha cantidad, dado que venía haciéndolo cada noche) sobre sus pechos mi corrida, viendo cómo sus ojos se abrían de par en par relamiéndose.

Cuando recuperé el aliento, me tumbé junto a ella, nos besamos, le pregunté qué tal estaba y su sonrisa y su abrazo, que hizo que la corrida que estaba en su pecho también se uniera al mío. fueron respuesta suficiente para saber que todo estaba bien.

Nos quedamos así unos minutos mientras mi sobrina me contaba la infinidad de sensaciones placenteras había tenido. También me pidió perdón por no haberme sabido dar sexo oral, y yo le resté toda importancia diciéndole que había sido muy osada al animarse a hacerlo, y que lo demás carecía de importancia.

Era un momento brutal, pero había que tener cabeza, así que le dije que me iba a duchar rápido y me bajaría a la calle a tomar algo, para que cuando llamarán o aparecieran los demás no estuviéramos juntos como la vez anterior.

No porque fueran a sospechar (realmente, podíamos estar en casa esperándoles por mil razones), pero como dijo Confucio, "La precaución raramente comete un error".

Y así lo hicimos, y así terminó aquel encuentro tan extraordinario del inolvidable 15 de agosto de 2024.

(Nota: esa madrugada no quedamos porque yo le dije que, después de haberme corrido a esa hora de la tarde, iba a ser casi imposible que pudiera volver a hacerlo de madrugada; y Teresa, que nada entendía de posibilidades de eyaculación masculina, me dijo que no había problema, y mucho menos después de lo bien que lo había pasado).

Lo que sucedió (que no fue mucho) los últimos dos días antes de regresar a Madrid, lo contaré lo antes posible.
Gracias de nuevo, fantástico capitulo como todos los anteriores.
Teresa está deseando tenerte dentro de ella, seguro que aún nos queda por leer muchos más capítulos increíbles. Ella está descubriendo un mundo nuevo y parece que tiene muchas ganas de aprender y practicar
 
Sigo contando.

Como dije, había quedado con mi sobrina en casa mientras la familia iba a misa y a una procesión.

Diez minutos después de llegar yo a casa lo hizo mi sobrina. Como conté, con el pelo largo mojado y muy radiante, además de muy morena de todos los días que llevaba tomando el sol.

Nada más entrar, me dijo:

- Me da tiempo a una ducha rápida antes del masaje?
- Claro que sí, sin prisas, le respondí.
- Vale, pues no tardo nada, añadió ella.

Si había algo que me gustaba mucho de lo que venía pasando es que en ningún momento ninguno de los dos se comportaba como la persona que no era.
Digo esto porque, tras decirme mi sobrina que se iba a duchar, igual lo normal y habiendo pasado lo que había pasado ya entre nosotros, era que se hubiese desnudado delante de mí o que no hubiera entornado la puerta del baño. Pero lo hizo, y a mí me encantó que siguiera siendo así.

Con todo y con eso, a mi mente morbosa se le encendió más aún la bombillita, y cuando escuché el agua de la ducha, siendo prudente asomé mi cabeza a la puerta del baño y le dije:

- Si necesitas ayuda para enjabonarte la espalda, no dudes en avisarme.
- Jejeje -sonrió mi sobrina, pues oye, no me vendría nada mal.
- No se diga más, respondí yo.

Tras el cristal dibujado de la mampara y bajo el agua de la ducha se adivinaban su espalda, sus piernas, su culo...

Me desnudé, y con una erección impresionante entré con cuidado en la ducha. Siempre siendo cauto o, mejor dicho, yendo con tiento, cogí el gel de baño de la balda habilitada para el mismo, y comencé a enjabonar y masajear su espalda.
Y le dije:

- Dos por uno: enjabonada y masajeada.
- Ummm, no se puede pedir más, respondió mi sobrina susurrando.

No me detuve mucho en enjabonarla, el tiempo suficiente para masajear su cuello, sus caderas, sus piernas, su culo...
Fue tocarle el culo e instintivamente Teresa abrió sus piernas, pero en lugar de comenzar a masturbarla tal y como estábamos (es decir, ella dándome la espalda), le pedí que se diera la vuelta.

Mi sobrina se giró lentamente, nos quedamos mirándonos sin decirnos nada durante un par de segundos, e instintiva e irremediablemente fui acercando mi boca a la suya, que no tardó en unir, fundiéndonos en un beso poco ortodoxo (porque ella no estaba acostumbrada y yo quería devorarla) pero muy morboso, tanto fue así que hasta ella misma llevó sus manos a mi durísima polla, que chocaba con sus piernas de lo pegados que estábamos.

De su boca pasé a sus deseados pechos. Vale, ya dije que eran pequeños, pero sin duda resultaron ser el mejor de los manjares, pues los hice desaparecer en mi boca infinidad de veces, así como los mordí, lamí, jugué con sus pezones...

Mi sobrina gritaba, y cuanto más excitada estaba, más gritaba y más rápido y fuerte me masturbaba. Entonces yo llevé mis manos a su culo y la atraje más hacia mí.

Teresa empezó a dirigir mi polla hacia la entrada de su coño, y empezó a frotarse mientras me decía:

- Por favor, te necesito dentro, quiero saber lo que se siente, entra en mí.

La verdad es que hubiera roto mi autopromesa de esperar a tener más tiempo para penetrarla, pero fue inviable porque no teníamos preservativos (yo llevo muchos años sin usarlos y ella jamás hubiera imaginado tener que necesitarlos), y así se lo hice saber.

- Joooo, -dijo refunfuñando pero con una sonrisa, dejando salir su parte aún de niña-, qué desperdicio de dureza, y qué ganas tengo.

Enseguida se me ocurrió algo, y le dije:

- Ven conmigo, que vamos a terminar a lo grande aun sin penetración.

La sequé sin dejar de masturbarla, me sequé yo, y así desnudos como estábamos la tomé de la mano y la llevé hacia su habitación.

Me tumbé en la cama boca arriba y le dije que se sentara con su coño encima de mi boca. No tardo en hacerlo, y cuando empecé a comérselo, le dije:

- Y si ahora quieres estar en igualdad de condiciones, no tienes más que hacer lo mismo conmigo.
- Ahora mismo, respondió ella.

Y agachándose conformamos un 69 que resultó ser más poco ortodoxo incluso que el beso, tanto porque era la primera vez que mi sobrina hacía eso como porque, al usar al principio más los dientes que los labios, esos mordisquitos en mi polla me desviaban de mi objetivo, que no era otro que hacerla correrse comiéndole el coño.

Tuve que parar e indicarle, con mucho cariño y para intentar evitar que se sintiera mal, que se lo tomase con más calma, que lo hiciese como si estuviera lamiendo un helado, de arriba a abajo.
Me preguntó si lo estaba haciendo mal, y le mentí piadosamente diciéndole que no, que simplemente se dedicara a saborear, lamer, chupar... Que ya habría tiempo de desatarse sin remedio.

Entonces mi sobrina, como chica inteligente que es, comenzó a hacer justamente lo que le había aconsejado: lamió, besó, se tragó mi polla muy lentamente..., y todo eso hizo que yo continuara con la comida de coño, esta vez no tan dedicada a su clítoris como la primera vez, sino haciendo viajar mi lengua por todo su coño, metiendo la punta (de la lengua) dentro, incluso llegando a pasar superficialmente por su culo...

Todo eso hizo que Teresa se corriera varias veces gritando, incluso berreando, e incrementara la intensidad de su trabajo oral, lo que provocó que mis ganas de correrme fueran muchas.

Por supuesto, no quería correrme en su boca sin haberla preparado para ello, así que me retiré de su coño y, besándola profundamente para que conociera el sabor de su sexo, le dije:

- Eres increíble, me he apartado porque estoy a punto de acabar, y no quería hacerlo en tu boca...
- Y dónde quieres?, preguntó ella.
- Dime tú.
- No sé... Aquí?, dijo señalando sus tetas.
- Te gustaría?, pregunté yo sin dejar de tocarme.
- Sí -dijo ella, algunas noches después de lo del baño me he preguntado cómo sería sentir eso encima, así que...
- Túmbate, por favor.

Teresa se tumbó boca arriba, yo me puse a su lado y, acariciándole las tetas con una mano y masturbándome con la otra, le dije que no dejara de mirarme, para que comprobara lo que me hacía sentir.

Ella puso su mano en mis huevos mientras me masturbaba y no pude aguantar ni dos minutos más, así que cuando estaba a punto le dije:

- Me corro, Teresa, mira lo que haces conmigooooo.

Y, así, descargué (no mucha cantidad, dado que venía haciéndolo cada noche) sobre sus pechos mi corrida, viendo cómo sus ojos se abrían de par en par relamiéndose.

Cuando recuperé el aliento, me tumbé junto a ella, nos besamos, le pregunté qué tal estaba y su sonrisa y su abrazo, que hizo que la corrida que estaba en su pecho también se uniera al mío. fueron respuesta suficiente para saber que todo estaba bien.

Nos quedamos así unos minutos mientras mi sobrina me contaba la infinidad de sensaciones placenteras había tenido. También me pidió perdón por no haberme sabido dar sexo oral, y yo le resté toda importancia diciéndole que había sido muy osada al animarse a hacerlo, y que lo demás carecía de importancia.

Era un momento brutal, pero había que tener cabeza, así que le dije que me iba a duchar rápido y me bajaría a la calle a tomar algo, para que cuando llamarán o aparecieran los demás no estuviéramos juntos como la vez anterior.

No porque fueran a sospechar (realmente, podíamos estar en casa esperándoles por mil razones), pero como dijo Confucio, "La precaución raramente comete un error".

Y así lo hicimos, y así terminó aquel encuentro tan extraordinario del inolvidable 15 de agosto de 2024.

(Nota: esa madrugada no quedamos porque yo le dije que, después de haberme corrido a esa hora de la tarde, iba a ser casi imposible que pudiera volver a hacerlo de madrugada; y Teresa, que nada entendía de posibilidades de eyaculación masculina, me dijo que no había problema, y mucho menos después de lo bien que lo había pasado).

Lo que sucedió (que no fue mucho) los últimos dos días antes de regresar a Madrid, lo contaré lo antes posible.
Nos sabe a poco tus episodios deseando de leer más
 

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