A mi amante en secreto:
Absurdo modo de comunicación es este que he elegido, pues (confío) esta nunca llegará a tus manos.
Durante toda una vida, te he menospreciado, utilizado, ninguneado... pero siempre has estado conmigo. Llegado este momento, en que el camino que resta por recorrer es ya sensiblemente más corto que el ya transitado, se impone la necesidad de hablarte.
No va a ser esta una de esas conversaciones baladíes en las que, por costumbre y vaguería, otorgaba razón a todo cuanto me indicabas, para luego hacer lo que me venía en gana. No, será un breve monólogo, para desdecirme de todo lo anteriormente dicho, y para disculparme por mis faltas, que, ambos sabemos, han sido muchas, para contigo. No pediré perdón, pues, sabes bien que no se me da, y asimismo sabes que considero que el perdón no paga deudas, pero si rogaré disculpas, pues hay mucho y grave que enmendar.
Innecesario explicar que, contigo siempre han sido parcas las palabras, por tanto, aquí finaliza esta misiva sin dirección.
Discúlpame YO, por no haber sabido y/o querido ser TÚ.
Arrojada al mar, con alevosía, a los nueve días del mes de Octubre del año de gracia de Dos mil y veintitrés.