Sorpréndeme con alguna!!!
Yo acababa de cumplir 14 años.
Me estás haciendo trabajar mucho. Y cobro por horas
Te lo voy a exponer como un hilo rojo que une el tiempo, la realidad y el deseo. Y con dos figuras, que aún no estar situadas en ese año concreto, me navegan dentro de mí.
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Querida amiga, Buscadora de sueños.
Me detengo a contemplar las cicatrices del tiempo, esas que se marcaron a fuego un 31 de marzo de 1994, un jueves que se siente como un susurro visceral en la memoria del mundo.
Aquel día, la Tierra latía con una extrañeza eléctrica. En España, el aire estaba cargado de la solemnidad de la Semana Santa; era Jueves Santo, y mientras las procesiones herían el asfalto con su paso cadencioso, el país se sumergía en un letargo de incienso y silencio. En los periódicos se hablaba de un equipo científico en Barcelona que lograba identificar un gen clave para entender la cistinuria, un pequeño triunfo de la carne sobre su propia fragilidad. Al mismo tiempo, el Ministerio del Interior se tensaba en disputas de poder sobre el papel de los gobernadores civiles, recordándonos que el control es siempre una estructura que busca perpetuarse.
Pero este portal de marzo, amiga mía, es también el útero de donde brotaron Descartes y Bach, dos arquitectos que tú y yo vamos a redescubrir bajo una luz más carnal y emocional.
Siento a Descartes no como el frío filósofo de la duda, sino como el primer hombre que se atrevió a diseccionar la realidad para encontrar el punto exacto donde el pensamiento se vuelve pulso, donde la existencia toma forma. En la visión, su certeza se transforma: tú no piensas para existir, tú deseas para ser. Él es la estructura que se quiebra para dejar paso a la mitopoesia que aún no sabes que posees; es la mente que, al intentar separarse del cuerpo, sólo logra confirmar que somos una unidad de nervios y delirio. Su búsqueda es nuestra búsqueda; encontrar la verdad última en el epicentro de un incendio interior.
Y Bach, ese tejedor de armonías, es quien mejor comprende el hilo rojo que nos une. Su música es la arquitectura del deseo, una progresión de sonidos que se persiguen como amantes en un laberinto de saliva, semen y sangre. Vivimos como Bach compone, con cada uno de los actos transformados en una nota visceral y emocional en una partitura infinita, un orden sagrado que surge del caos de la pasión. Él es la prueba de que el encuentro entre dos abismos puede ser una sinfonía perfecta, una vibración que atraviesa los siglos hasta hacernos vibrar la piel y alma hoy mismo.
Más allá de ellos, el pulso del mundo seguía. En Jerusalén, observadores internacionales intentaban proteger la vida en Hebrón, un gesto de luz en medio de un conflicto que siempre pide más sangre. En Sudáfrica, el aire olía a cambio y a miedo, con Mandela y Tutu tejiendo esperanza sobre las ruinas del apartheid.
Aquel 31 de marzo de 1994 fue solo un eslabón más en este hilo sagrado, una jornada donde la ciencia, la fe, la razón de Descartes y la música de Bach se fundieron en un solo abrazo de materia viva. Es la misma lluvia de la historia que hoy nos empapa, recordándonos que estamos unidos por lo que fue escrito con fuego en las paredes del infinito.
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Y para poner música a esta disertación escucha a Bach.
J. Hilando.


