Fantasías sexuales de las españolas 2º parte

luis5acont

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Hola a todos/as.

En este hilo tengo pensado publicar en la segunda serie de relatos de fantasías sexuales de las españolas.

Brevemente explicado para quienes no conozcáis el proyecto se trata de una serie de 30 relatos basados en las confesiones de 30 mujeres españolas a una periodista recogidas en el artículo



A partir de estas breves entrevistas escribí en su día 15 relatos desarrollando libremente cada una de las historias. Están publicadas en el foro amigo que todos conocéis y las podéis encontrar bajo el nombre de Fantasías sexuales de las españolas con mi usuario que es ANT5CONT

Me quedaban pendientes las otras 15 historias. Entre medias escribí la novela Terapia de grupo pero me quedaba pendiente la tarea de finalizar esta serie. He tardado tiempo porque son 15 historias, en total más de 700 páginas y actualmente no me resulta fácil ponerme a escribir por cuestiones personales y de falta de tiempo, pero era un empeño personal: no me gusta dejar las cosas inconclusas y en fin, mas vale tarde que nunca.

No tenía nada claro si iba a publicar aquí o no, generalmente mi página de referencia es TR donde puedo llevar una mejor gestión de los relatos a través de la ficha de autor y donde puedo gestionarlos con más libertad, pero al final y dado de por aquí estáis muchos de los amigos que venimos de la antigua pajilleros y es uno de los pocos foros donde se sigue moviendo el tema de relatos y hablando de los mismos, me he decidido a publicar también aquí simultáneamente las historias, así que podréis encontrarlas en los dos foros. Agradecería mucho que si son de vuestro interés, si os gustan (y si no también, admito cualquier tipo de crítica) comentéis también en la otra página y visitéis también la publicación allí.

Este es el listado de los quince relatos

1. Marta (dependienta, 24 años): “Me encantan los uniformes. Y cuando necesito un extra de excitación pienso que estoy haciéndomelo con dos azafatos de compañías aéreas, luego aparecen vestidos de militares y, por último, se enfundan el traje de bomberos. La repera”.

2. Irene (delineante, 37 años): “Una de mis fantasías de los últimos meses es tener un trío con mis dos últimos ex. Me entrego a ellos por igual sin hacer comparaciones después de que estuve mucho tiempo comparándoles. Y también siento que ellos dejan de comportarse con celos después de que siempre estuvieran compitiendo por mí. Me excita y, a la vez, me deja con la conciencia tranquila”.

3. Almudena (contable, 27 años): “Me excito pensando en la idea de que mi novio aparezca por sorpresa en el dormitorio, me agarre por detrás y comience a hacerme el amor de pie con el balcón abierto de par en par. Yo no le veo la cara, pero le siento intensamente, mientras sé que todos los vecinos nos observan y pueden ver las expresiones de placer de mi rostro y cuerpo”.

4. Beatriz (periodista, 29 años): “Ir de compras con mi pareja y acabar en el probador haciendo un rapidito es una de las cosas que más me pueden poner. Ya conocemos el de Zara y el de Mango”.

5. Alessandra (gestora cultural, 35 años): “Tener sexo con alguien más inexperto, un jovencito universitario, para enseñarle y que se dejara hacer de todo”.

6.
Chus (odontóloga, 40 años): “Pienso mucho en un celador del hospital donde trabaja mi marido: es negro y mi marido me cuenta los chismes que corren acerca de la masculinidad de la que presume. Y, entonces, me imagino que en una de las tardes que me acerco al hospital, me lo encuentro en los pasillos, nos saludamos, flirteamos y, en una de las salas privadas, me seduce hasta demostrarme que, efectivamente, lo que se cuenta de él es cierto”.

7.
Sonia (traductora, 28 años): “Una vez estaba cocinando en casa. La ventana da a un patio de luces al que dan las ventanas del cuarto de baño de los vecinos. En una casa, entró un hombre a la ducha. Después otro. Y me quedé ahí, mirando durante bastante tiempo viendo cómo tenían sexo. Desde entonces, lo recreo en mi imaginación y me excito mucho”.

8. María (reponedora de gasolinera, 24 años): “Un intercambio de parejas con mi mejor amiga y su novio es una de esas visiones que de vez en cuando se apodera de mi imaginación. La verdad es que tanto su chico como el mío son estupendos, y creo que estaríamos a gusto. Pero, por ahora, prefiero que siga siendo una fantasía, por si las moscas.”

9. Diana (esteticista, 36 años): “Lo de tener una relación sexual al aire libre, entre dunas, es el no va más de mis fantasías. La posibilidad de que me vean, pero sobre todo la sensación de sentir el calor, el mar, la arena, el sudor, los jadeos, el cuerpo de mi pareja, el mío… Sin palabras”.

10. Juncal (empresaria, 43 años): “Aunque pueda sonar típica, lo de verme vestida de dominatrix, con látigo y corsé de cuero, es algo que me pone a mil. Y más cuando imagino que a quienes someto son cuatro de los empleados más fornidos que tengo a mi cargo, semidesnudos, cachas y lamiéndome como perrillos”.

11. Lola (artista, 28 años): “Me gustaba fantasear con un cantante que me encantaba. En mi historia, yo iba a uno de sus conciertos, él me veía en la cola para entrar, me cogía de la mano, me llevaba hasta dentro, a los camerinos, me invitaba a una copa y dejaba que viera cómo se cambiaba. Se quedaba en slip y se sentaba enfrente de mí. Y ahí estábamos, simplemente mirándonos. Poco a poco observaba cómo se excitaba y tenía una erección. No pasaba nada más, porque aparecía su mánager diciendo que quedaban minutos para salir a escena. Él se iba a cantar y yo me quedaba ahí, muy excitada”.

12. Cristina (reponedora, 20 años): “Insinuarme a un chico delante de mi novio, mientras estamos tomando una copa en una terraza, por ejemplo. Y cuando voy al baño, él se da cuenta, me sigue y tenemos un rollo pasional mientras mi novio espera fuera”.

13.
Adela (enfermera, 29 años): “Una de las fantasías que me excita, pero que a su vez me da cierto respeto, es que estoy esperando el autobús y se para un coche con un caballero apuesto que se ofrece para llevarme donde quiera. Acepto, subo al auto y en mitad del camino, me propone sexo. Acabamos haciéndolo en la parte trasera del coche de una forma extraordinariamente delicada”.

14. Vicky (administrativa, 21 años): “Me excita imaginar que entro al despacho de mi jefe, aterrorizada porque me ha llamado y creo que los informes que le he pasado están mal o no son de su gusto. Entonces, una vez ahí, él cierra la puerta, me dice que me ponga cómoda, me mira con calma y me sonríe. Se acerca, me acaricia y, sin preguntar, comienza a desabrocharse el cinturón lentamente. Estoy tan excitada y él es tan delicado en sus movimientos y en la forma de proponérmelo, que yo continúo… Lo malo es que cada vez que me llama de verdad, en la realidad, entro a su despacho temblando y debe de pensar que soy una tipa muy rara”.

15. Ana (masajista, 27 años): “Me gustaría, en algún momento, saber qué pasa y qué se siente cuando entras en la ducha del vestuario del gimnasio con otra mujer. De pronto imagino que la sorprendo, entro sin avisar, comienzo a besarla, ella se extraña pero se deja, mientras el agua corre por nuestras cabezas, seguimos besándonos y vamos a más”.

Los publicaré en el mismo orden que vienen aquí y como anécdota os adelanto que el primero (Marta) y el último (Ana) son continuación de dos de los relatos de la primera serie que más gustaron y que más me escribisteis pidiendo la continuación, el de Elena y el de Paloma.

Así que mientras termino de gestionar los derechos de autor y voy subiendo el libro a Amazon (Aquí y en TR podéis leerlo gratuitamente aunque como siempre si queréis colaborar por un módico precio podéis comprarlo cuando esté publicado), si os parece bien para aquellos que no lo hayáis leído y así nos sirve para abrir boca, publico el relato de Paloma. El de Marta, que será el primero de la nueva serie, es continuación de este.

Un saludo a todos y gracias por leer.

Mas información sobre el proyecto en estos post que publique en su día.


 

Paloma​



Paloma se despierta revuelta: ha vuelto a soñar con lo mismo. Es un sueño recurrente, que de vez en cuando vuelve para agitar su descanso nocturno, la última vez, hace un par de días. Con distintas variantes, pero siempre los mismos protagonistas. El de hoy ha sido especialmente vívido, tanto que aún en duermevela, su cuerpo sigue reaccionando aunque su mente ya ha despertado. Siente un hormigueo que le recorre las piernas, nota sus pezones en punta y una humedad pegajosa moja su sexo.

Si cierra los ojos, todavía puede ver la imagen de su muñeca derecha esposada al cabecero, que se mueve con cada embestida del chico que la penetra con dureza. Ella misma da con la coronilla en la madera con cada empujón. Mira hacia el joven y puede ver sus ojos oscuros, debajo del pelo rizado que enmarca su carita de guapo. Casi de niño bien, que engaña, porque el chico tiene más vicio que cualquier de los novios que Paloma hubiera tenido en su juventud. Los chavales de hoy van muy por delante. Ella siente que le viene el orgasmo, la polla empuja fuerte hasta el fondo pero no le molesta porque su vagina está encharcada de flujo. Gira la cabeza hacia la izquierda y ve la otra mano esposada. Junto a ella, colgado, el látigo con el que Ricardo le ha azotado previamente el culo y cuyo mango le ha pasado por los muslos hasta confluir en su coño. Por un momento ha temido que intente penetrarla, el astil es demasiado grueso y en la punta tiene una protuberancia aún más gorda. Lo ha temido, pero la sola idea la ha puesto todavía más cachonda. Cuando le ha frotado su clítoris con él, ha sentido una descarga eléctrica y más aún cuando tras un rato de jugar, le ha puesto el mango delante de los ojos, todo mojado de sus fluidos manchando el cuero negro.

- Lámelo hasta dejarlo limpio - le ha ordenado.

Obediente, lo hace y al terminar, lo cuelga a su derecha. Ella ya está tan humedecida y deseosa que solo ha podido suplicarle que la folle. El chico se lo ha hecho repetir tres o cuatro veces, hasta que al final una suplicante Paloma puede sentir la verga deslizarse en su interior y luego poco a poco, Ricardo ha empezado a follarla con toda la pasión y la energía de sus veintiséis años.

Paloma ha tenido un orgasmo brutal, con su cuerpo haciendo un intento de arquearse y sus muslos aferrados a las caderas de su amante, retorciéndose las muñecas e intentando arrancar las esposas en una lucha que ella ya sabe perdida de antemano, y quizás por eso, le resulta aún más excitante.

Se encuentra todavía un poco estremecida pero prolonga el momento. Está sola en la cama, su marido se ha ido hace como media hora porque entra muy temprano a trabajar. En otras ocasiones se levanta y aprovecha para tomar un café y arreglarse tranquilamente, e incluso dejar hecha ya alguna tarea de la casa. Su horario en el ayuntamiento comienza más tarde. Pero hoy no: hoy le apetece esa hora más de cama. Lleva la mano a su entrepierna y toca su pubis por encima de la tela de la braga. La nota húmeda. La aparta un lado y su dedo acaricia su clítoris. Luego baja hacia su vagina y lo introduce sin demasiada dificultad: sigue mojada. Paloma gruñe de satisfacción y se quita las bragas. De dos patadas echa el edredón hacia abajo y comienza a masturbarse, mientras con la mano izquierda se agarra un pecho y pellizca su pezón.

Aprovecha que su cuerpo aún está más en el sueño que en la realidad, listo para el placer y su mente trata de volver a las imágenes oníricas. No tarda mucho en alcanzar el orgasmo y se queda con la mano entre las piernas, retorciendo estas con los muslos cerrados, como si la estuvieran en verdad penetrando y no quisiera dejar escapar el falo de sus entrañas. El placer ha sido muy intenso, de las mejores pajas que recuerda haberse hecho en los últimos tiempos.

Mira el reloj y todavía faltan 20 minutos para que suene la alarma. Decide regalárselos y adopta una cómoda posición fetal abrazando el almohadón. No consigue entrar en sueño profundo pero está a gusto y relajada, lo que le permite dormitar unos minutos más.

Una hora después, Paloma, estaciona en el parking municipal que hay junto al ayuntamiento y donde ella dispone de una plaza gratuita como funcionaria. Ventajas de estar en urbanismo y tener el rango de inspectora. Paloma no se considera una privilegiada: todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso. La carrera de arquitectura la hizo a base de becas que exigían unas notas mínimas. Aprobó todos los cursos con una clasificación media de notable y sobresaliente. Tras dos o tres años trabajando en varios estudios, se dio cuenta que no tenía muchas posibilidades de hacer sus propios diseños y que hacerse un nombre como arquitecta, era endiabladamente complicado a no ser que tuvieras muy buenos contactos, mucho dinero o fueras hija de... La pasta llama a la pasta y aquellos que disponían de suficiente cash para diseñarse una casa, una oficina o una vivienda de lujo, no solían confiar en principiantes por muy brillantes que parecieran.

Así que parecía condenada a hacer el trabajo grueso de los demás, cobrando como la que menos. En la práctica, como la abogado que hace de pasante del letrado famoso y bien situado, pero en versión arquitecto. De forma que decidió hacerle caso a su padre: ya que de todas formas tenía complicado que llegara su oportunidad, para acabar revisando o haciendo el trabajo de los demás, mejor funcionaria, que por lo menos es un puesto seguro y para toda la vida y tampoco te matas.

Se preparó las oposiciones al ayuntamiento y consiguió entrar. A partir de ahí veinte años de puesto en puesto, donde finalmente, de ejercer como arquitecta creativa poco, pero de los entresijos de la administración bastante y además haciendo un buen trabajo. Dos oposiciones internas más aprobadas, diversos ascensos y al final, un despacho propio en urbanismo con su propia secretaria (secretario en este caso), y su correspondiente plaza de garaje. No, no le han regalado nada. No ha llegado donde ha llegado por peloteo o por enchufe. Así que ella pisa fuerte por sus dominios sin esquivarle la mirada a nadie.

Abre el maletero y saca su maletín con el portátil y la documentación de mano necesaria. A un lado, unas botas reforzadas, un chaleco reflectante y el casco. Hoy no tiene previsto visitar ninguna obra, pero por si acaso siempre lleva el kit en el coche. Luego sale del edificio y cruza la calle. Deja a un lado la puerta principal del ayuntamiento y tras girar en la esquina, entra por un acceso lateral. Antes de entrar a la oficina, pasa por la zona de descanso y se saca un café de la máquina.

En su recorrido se cruza con varios funcionarios, aunque solo cosecha un par de buenos días en contraposición a cuatro o cinco miradas vacías de interés, que hacen como que no la ven. Paloma tiene fama de ser exigente en el trabajo y seca en el trato, lo que no la hace muy popular entre los demás funcionarios. Pero ella no sufre por eso: no está allí para hacer amigos. Se considera a sí misma una profesional y le gusta cada cosa en su ámbito. Allí está para trabajar y no ha llegado a donde ha llegado acomodándose, ni haciendo política de pasillo. Y tampoco le gusta la gente que remolonea o que considera que, por el hecho de haber aprobado una oposición y tener un sueldo público pagado entre todos, puede levantar las manos y no ganarse el jornal que cobra.

- Buenos días Sebas.

- Buenos días - le contesta su administrativo - Marcial quiere verte, ha preguntado por ti hace diez minutos.

“¿Qué querrá ese tan temprano?”, se pregunta Paloma. Marcial es su inmediato superior, el responsable del equipo de inspectores de urbanismo. Y no es habitual que a primera hora se haya puesto las pilas ni venga con prisas. No, más bien es de los que te dan por culo al terminar la jornada, cuando ya estás recogiendo para irte y te llama con gilipolleces de última hora, que normalmente se dividen en dos categorías: las que a pesar de haber tenido toda la mañana, te las dice cuando estas ya con un pie en la calle, y las que se podrían dejar perfectamente para el día siguiente porque no son urgentes.

Paloma entra, se quita la chaqueta y la cuelga. Deja su bolso encima de la mesa y saca con tranquilidad el portátil, además de poner en marcha el equipo de sobremesa que tiene en la oficina. Una vez que está todo funcionando y conectada a la red corporativa llama a su jefe.

- Marcial, ya estoy aquí ¿qué querías?

- Por teléfono no.

- Me acerco a tu despacho.

- No, ya voy yo.

- Vale - se encoge de hombros la arquitecta mientras se toma el café.

- Paloma ahí va eso – anuncia sin dar siquiera los buenos días y depositando un carpeta en la mesa. Ella mira la portada, luego, la abre y ojea los primeros documentos.

- Pero ¿esto no lo llevaba Méndez?

- Méndez no puede, te toca a ti: órdenes del jefe.

- ¿Cómo que Méndez no puede? Cuando yo no puedo me jodo, nadie me echa una mano.

- Oye el teniente de alcalde ha presionado: esto tiene que estar resuelto en menos de un mes, si no, van a rodar cabezas. Así que te ha tocado a ti. Es un caso excepcional: no podemos aparcarlo hasta que Méndez pueda atenderlo. Tiene una agenda que es más complicada de cambiar que la tuya. Si tienes que dejar algo, déjalo y prioriza esto.

- Vaya una mierda…

- Bienvenida a urbanismo y obras públicas, guapa, que parece que acabas de llegar…

Y la deja allí con el expediente.

Paloma coge el legajo. En la portada aparece un número que teclea en la base de datos de urbanismo. Como sospechaba, el poco ancho de la carpeta resulta engañoso. Pocos documentos en papel pero en el sistema las columnas de archivos forman una compacta maraña. Trabajo para dar y regalar. Y además, incompatible con todo lo que está llevando en ese momento.

Suspira decepcionada: odia que le cambien el paso. Tras unos segundos de reflexión sale del sistema informático y coge sus cosas.

- Sebas, voy a salir. Volveré sobre la una. Vete buscándome información de esta promotora y de su histórico de expedientes y solicitudes - comenta dejando la carpeta encima de la mesa. El otro la mira y compone una mueca de pasmo. Toda la conversación anterior con Marcial se ha desarrollado con la puerta abierta y no necesita que lo pongan al día.

- Pero... ¿No tendrías que ponerte ya con esto?

- Tengo una visita que hacer... Me queda uno de los loft del barrio Salamanca.

- Pero Marcial...

- ¡De Marcial me ocupo yo! - le corta ella echándole la mirada de “haz lo que yo te diga”, que él tan bien conoce. Pero la relación con su secretario es buena, así que Paloma tiene a bien dejar caer una explicación.

- Solo me ocupará media mañana y no voy a dejar todo este expediente empantanado por ahorrarme una visita. Podemos darle carpetazo hoy, que ya va siendo hora - Paloma está cabreada por la injerencia del jefe en su plan de trabajo y el marrón que le ha caído, está dispuesta a obedecer, como no puede ser de otra manera, y a dejar parada todo lo que está haciendo menos ese expediente. Le falta solo una visita para acabarlo, así que está resuelta a terminarlo antes de ponerse con lo otro. Es su pequeña venganza y su forma de protesta. “Que sí, que Marcial es mi jefe, pero que para chulo mi pirulo (léase mi coño moreno)”, es lo que Sebas interpreta. Bastante acertadamente, por cierto.

- Tú misma - se rinde sabiendo que no hay nada que hacer, haciendo un gesto con la mano como diciendo que él se quita del medio, y que no quiere saber nada de la discusión sobre quién tiene los huevos más gordos allí.

- Vale, prepara los resúmenes y los documentos para darle salida al tema del barrio de Salamanca en cuanto yo vuelva y pon en pausa todo lo demás.

- De acuerdo.

- Hasta luego.

- Hasta luego jefa.

Paloma se dirige de nuevo al aparcamiento. Conoce un sitio cerca del loft que tiene que visitar donde puede desayunar. Bien, empezará por ahí. Gestión y luego un buen desayuno para ponerle buena cara al mal tiempo, es lo que ella necesita.

Una hora y media después está en la Mallorquina de la calle Velázquez, dando cuenta de un buen croissant con un café con leche descafeinado. Ha comprado unas pastas para llevarse (que piensa compartir con Sebas) y su humor ha mejorado bastantes enteros.

Revisa en el portátil los planos del loft que acaba de visitar. Coge algunas medidas y las va trasladando al informe. Aquello le va a suponer otros quince minutos, pero prefiere hacerlo allí, contenta de haberse escapado de la oficina. Eficiente como ella sola, se lo mandará por correo a Sebas para que pueda ir tramitándolo mientras vuelve. Así, cuando llegue, podrá zambullirse directamente en el nuevo expediente.

- ¿Arquitecta?

Paloma vuelve la vista a su lado derecho, de donde proviene la pregunta, entre contrariada por la interrupción y sorprendida por el acierto al adivinar su profesión.

Un joven moreno, alto, melena corta e impecablemente cortada y peinada y ojos color miel, la observa sonriente. Un traje, de corte al parecer italiano (igual que su acento), le da un aspecto algo serio pero muy elegante. Al principio, Paloma no le devuelve la sonrisa ni le contesta, todavía lo está evaluando. “Vaya tipo más impertinente” es su primer pensamiento, molesta porque la están distrayendo de su desayuno y de su trabajo.

“Impertinente pero elegante” piensa después.

“Impertinente pero elegante y guapo”, concluye devolviéndole una sonrisa muy a su pesar, porque ella no es de las que pone las cosas fáciles ni regala gestos a extraños.

- Sí, soy arquitecta. Es usted muy observador.

- Por favor, no me hables de usted. Soy Stefano - Añade sin perder la sonrisa y alargando de forma decidida su mano.

- Paloma - responde mientras la estrecha sin apenas apretar, un poco incómoda por la osadía del joven, pero demasiado sorprendida para negarle el saludo.

- ¿Sus bocetos?

- ¿Perdón?

- Los planos esos que estaba mirando en el ordenador…

- ¡Ah, no! yo no diseño, en realidad me dedico a...- Paloma hace una pausa. No sabe muy bien si acabar la frase o no ¿Por qué tiene ella que darle explicaciones e información de sí misma a un desconocido por muy guapo y educado que parezca?

Él parece darse cuenta de que está siendo demasiado indiscreto y trata de replegarse.

- Perdón, te estoy molestando. No era mi intención interrumpir tu trabajo.

Un ligero parpadeo de aquellos adorables ojos marrones y de nuevo la sonrisa que rasga su rostro, sonrisa que Paloma aún anda decidiendo si tiene más de inocente o de canalla.

- No interrumpes, no te preocupes. Ya prácticamente había acabado - se sorprende ella contestando mientras le quita hierro al asunto.

- Hagamos una cosa Paloma: si acierto a que te dedicas exactamente, me dejas que te invite al desayuno.

Ella levanta las cejas: eso sí que no se lo esperaba. Está un poco desconcertada pero muy intrigada ¿Qué coño está pasando aquí? ¿Un tío jugando a hacer magia? ¿Intentando ligar con ella? o ¿tomándole el pelo?

- Vale, prueba a ver – lo reta.

- Eres funcionaria. Ya que estás mirando planos, yo diría que del ayuntamiento, posiblemente de urbanismo. Para ser más exactos, incluso diría que tienes pinta de inspectora. Una inspectora muy guapa, por cierto, si me permites decirlo.

- ¿De qué va esto? - Pregunta forzándose a sonreír también, aunque con un tono algo más seco e irritado que el anterior.

Stefano levanta las palmas de las manos en un gesto conciliador y pone expresión algo compungida. Es consciente de que está estirando demasiado la cuerda con una mujer a la que no le gusta que jueguen con ella, ni las sorpresas desconcertantes.

- Vale, vale, no te enfades conmigo. Te lo explico todo ahora mismo pero ¿he acertado?

- Bastante.

- Muy bien entonces me tienes que dejar que te invite al desayuno y mientras nos acabamos el café, te lo cuento.

Ella asiente y Stefano se levanta. Es un chico alto y una vez puesto de pie, el traje le queda aún mejor que sentado. Un chaval con clase para su edad, que debe ser de ¿29? calcula Paloma.

Se sienta a su lado y un agradable perfume llega hasta ella. El chico deposita la taza de café junto a la suya. Tiene oportunidad de fijarse en sus manos, cuidadas y sin cicatrices. Dedos largos de pianista, sin anillos y un Omega Sea Master en la muñeca. El muchacho sabe gastar y no escatima, concluye. Y no lleva alianza.

- He estado en el loft de Velázquez 57 un momento antes que tú.

- ¿Cómo?

- Soy diplomado en administración de empresas y me dedico a la consultoría. Abrimos sede aquí en Madrid y yo me voy a hacer cargo.

- ¿Abrimos?

- Una empresa familiar… en realidad es mi padre el que gana suficiente dinero para que ninguno tengamos que trabajar, pero a mí no me gusta estar a la sombra de nadie, ni que me regalen nada. Así que le he pedido una oportunidad de volar solo y ganarme la paga. Si es lejos de su sombra, mejor, no lo quiero detrás dirigiendo mis pasos. Así que esta es mi oportunidad.

- Muy bien, pues buena suerte pero ¿qué tiene esto que ver con el loft y conmigo?

- Ya tenemos local para la empresa, pero yo estaba buscando un sitio para instalarme. Y el loft ese me ha encantado. Céntrico pero tranquilo. Discreto y pequeño pero luminoso. A tiro de piedra de dónde voy a trabajar. En cuanto Rafael Gómez me lo ha enseñado esta mañana me he enamorado de él. Estaba dispuesto a firmar un año de alquiler con opción a compra pero...

- Pero… - repite ella empezando a entender por dónde va el asunto.

- El dueño ha sido sincero conmigo. Parece ser que ha surgido algún problema con la remodelación del edificio y los loft de los áticos, incluido el que me gusta. No se puede comprometer a alquilarlo hasta que no cuente con los permisos. Precisamente esta mañana estaba previsto que pasara la inspección a visitarlo. Tú no te has dado cuenta, pero nos hemos cruzado en el portal. Cuando te he visto he apostado a que eras la inspectora y cuando has salido y te has despedido de Rafael en la puerta, lo he tenido más claro todavía.

- ¿Me has seguido hasta aquí?

- En realidad venía a desayunar: ha sido una coincidencia que lleváramos el mismo camino. Cuando he visto que entrabas, no he podido resistir la tentación de sentarme a tu lado y de hablar contigo. Además, si voy a vivir cerca, tenía que probar los famosos cruasanes de la Mallorquina. Porque ¿voy a vivir cerca? – Ella arruga la nariz en un gesto de contrariedad que Stefano advierte enseguida - Paloma, no quiero incomodarte: si no puedes adelantarme nada no lo hagas, no pretendo crearte problemas.

- ¿Te manda Raphael? - pregunta ella.

- A Rafael lo acabo de conocer esta mañana. Antes solo hemos tenido un par de conversaciones por teléfono para interesarme por el ático. No, no me manda él. Me gusta el apartamento, eso es todo. Cuando lo he visto esta mañana he tenido claro que esa va a ser mi casa. Y cuando algo me gusta voy a por ello.

- Ya veo, incluso molestando a una funcionaria municipal.

- ¿Te estoy molestando? Cielos, entonces además del desayuno tendré que compensarte con algo más ¿Quizás una cena? ¿Quieres que me corte una oreja cómo Van Gogh? Dímelo que estoy dispuesto a lo que sea.

- Jajaja - ríe ella ante el descaro de Stefano - No dramaticemos.

- Bien, pues entonces lo dejamos en la cena...

- No ceno con extraños. Respecto a lo otro, no hay problema, no es ningún secreto oficial ni incumplo ninguna normativa si te adelanto que el informe va a ser positivo. La vivienda cumple los requisitos. Si la documentación que ha aportado Rafael está en regla, en un par de días tendrá el permiso. Ya se lo he dicho esta mañana: te podías haber ahorrado seguirme y el desayuno con solo haberlo llamado.

- Pero entonces no te habría conocido - Otra vez la media sonrisa canalla ¿Canalla? Sí, esta vez Paloma está segura. El chaval pisa seguro de sí mismo, le echa huevos a la vida. Parece que va a tener razón: cuando algo le gusta va de frente a buscarlo. Un momento ¿ella le gusta? Por un instante le cuesta mantener la compostura. El joven es una perita en dulce.

- No creo que un chico como tú tenga problemas para conocer muchachas aquí en Madrid.

- Nos acabamos de conocer, pero creo que ya sabes de mí lo suficiente para darte cuenta que cuando algo me llama la atención voy a por ello. A lo mejor yo no quiero conocer chavalas, prefiero mujeres.

Ella le sostiene la mirada unos instantes y luego se levanta y recoge sus cosas.

- Stefano, encantada de haberte conocido pero tengo trabajo.

- Claro.

Paloma hace una seña camarera pero el chico insiste.

- Por favor, déjame compensarte aunque sea con el desayuno, por haberte robado el tiempo y por cualquier molestia que haya podido causarte.

Ella consiente. Cuando se va a ir oye de nuevo su voz que la llama.

- Paloma - Ella se gira y Stefano le tiende una tarjeta - Te sigo debiendo una cena: gracias por dar el visto bueno a mi futura vivienda.

- Estaba todo en regla, solo hago mi trabajo. No me debes nada.

- Por favor coge la tarjeta. Si te lo piensas y te apetece una cena sin ningún otro compromiso, llámame. En caso contrario, puedes tirarla a la primera papelera que te encuentres nada más salir.
 
Paloma está revisando la documentación del nuevo expediente. Aparentemente todo está bien, pero solo aparentemente. El diablo está en los detalles. Es un proyecto de construcción de viviendas en la ronda norte. Terrenos rústicos recalificados. Está revisando las licitaciones, los permisos y los pliegos. Muy confuso y un poco enmarañado todo. Wkm promociones, es la que ha presentado el proyecto, con Unitesa de constructora principal, auxiliada por una pléyade de subcontratas.

- ¿Te vienes a comer, jefa?

- No, me he traído un sándwich de casa Paco, con eso me apaño.

- No lo habrás pedido con mahonesa. Ese te envenena.

- Hace falta algo más que eso para matarme.

- No lo dudo, pero aunque estés inmunizada unas buenas cagaleras igual no te las quita nadie.

- Tengo bragas de repuesto en el cajón, no te preocupes.

- En fin, vuelvo en un rato.

- Tomate tu tiempo, Sebas, que hoy tengo bastante con esto. Hasta mañana no te voy a necesitar.

- Okay. De todas formas luego doy una vuelta antes de irme por si necesitas algo.

Ella asiente agradecida. Sebas parece un mayordomo inglés, siempre dispuesto y pendiente más allá del trabajo, con una lealtad perruna. Es el único compañero con el que tiene la suficiente confianza como para intimar, pero siempre estando en su sitio. La conoce como si la hubiera parido y le basta una mirada para que sepa cómo se encuentra. Le reconoce una sensibilidad especial para comprenderla que quizás se deba a que es gay. A Paloma le hace gracia que, a veces, los rumores de oficina los hayan situado como amantes. A ella le bastó un mes para confirmar la sospecha de que su sexualidad iba por otros derroteros, pero hay gente que para el tiempo que tiene libre y lo poco que trabaja, son muy malos observadores.

Decide darse un respiro, hoy tiene trabajo para rato, así que saca el sándwich y su botella de agua. Comerá allí mismo y luego sacará un café de máquina y se tomará las pastas de postre, sentada en el banco que hay a la salida del parking.

Piensa en el día tan extraño que ha tenido. Empezando por el final, el encuentro con ese chico con nombre y acento italiano a pesar de que hablaba un español perfecto ¿Quién es? ¿Realmente estaba interesado en ella o solo le estaba vacilando con el tema del loft?

Pero la cuestión que ha despertado su atención es más bien a quien le recuerda: a Ricardo, el protagonista en su sueño de madrugada. Que curiosa coincidencia, la noche que sueña con él va y conoce a ese tal Stefano. Bueno, concluye, tampoco es tan extraño, el sueño con Ricardo se repite demasiado en los últimos tiempos. Su mente viaja al periodo en que estuvieron juntos. Ricardo es real, el sueño no.

Lo conoció en una auditoria que hicieron a una promotora de chalets en la zona de expansión del norte de la ciudad. Tenían varias urbanizaciones ya acabadas y alguna más en obra. Ricardo era uno de los abogados del equipo jurídico de la promotora. El tema no era un asunto grave, se trataba solo de defectos de forma, por no asumir a tiempo el coste del acerado y algunas zonas públicas que les correspondía hacer, según el pliego firmado en la concesión y recalificación de terrenos. Se saldó con una pequeña multa y la realización urgente de los trabajos. Aquel chaval espabilado y aparente, al que le sacaba más de diez años de edad, se sintió impresionado por su seriedad y eficacia, y también por su conocimiento de todo lo relacionado con obra pública. Lo que al principio solo era interés profesional derivó pronto en un acercamiento más íntimo.

A Paloma, primero le hizo gracia, luego se sintió halagada y por último se dejó querer. Era excitante y salvo en el aspecto profesional, su vida era más bien aburrida. En el sexo aún más. Contribuía a ello que pasaba por una etapa de desencuentro con su marido, del que sospechaba una infidelidad que él negaba, claro. Esas cosas nunca se admiten y los hombres menos. Aunque los pilles en la cama con otra son capaces de intentar convencerte de que tus ojos se equivocan.

Aquello la cogió en un momento especial. Tras una primera etapa de color de rosa donde todo era perfecto en su matrimonio, vino la época de la rutina, en que los dos se volcaron en sus carreras profesionales, rematada por su maternidad. Paloma, lo cierto, es que tampoco echó tanto de menos la pasión que parecía faltarles. Se conformaba con un desahogo sexual de circunstancias. Su trabajo y el criar a la que fue su única hija, ocupaban todo su espacio. Así estuvo una década hasta que su hija salió un poco del cascarón, se volvió más independiente y le dejo más tiempo para ella. En el trabajo, también parecía haberse estabilizado su carrera, una vez consiguió ascender a inspectora.

Parecía el momento recuperar un poco de vida, de volver a sentirse atractiva, poner algo de picante, reactivar su sexualidad y quizás ¿por qué no? subir el ego. No soportaba la rutina en la que se veía inmersa, necesitaba un chute de emoción, de confianza en sí misma, de reconocerse en la mujer que un día fue y que todavía seguía dentro de ella, pugnando por volver a mostrarse.

Comenzó a cuidarse, a ir al gimnasio, arreglarse… Paloma es alta y delgada, tiene un aspecto un tanto andrógino cuando se viste formal, con vestido pantalón como es el caso hoy. Vistiendo minifalda o algo más ceñido, rompe esa imagen, mostrando un culito prieto, sin exuberancias pero bonito y unos pechos pequeños y redondos pero muy bien puestos. Tiene el pelo pajizo y corto. Ojos verdes. Si se compara con la mayoría de las mujeres de su edad que conoce, se conserva bastante bien a sus cuarenta años. Así que decide recuperarse para la causa y ponerse de nuevo en el mercado: en este caso solo tiene un comprador, su marido Javier.

Paloma observa con satisfacción que vuelve a acaparar las miradas de algunos hombres, en especial de sus compañeros de trabajo y también la de alguna compañera, que la mira como diciendo “¿qué le pasa a esta ahora?”. Las mujeres siempre más críticas, más mordaces y más puñeteras entre ellas mismas. Pero eso no le importa, se siente sexy y por eso no entiende cómo es que su marido apenas reacciona. Él sigue instalado en la rutina previa, como si ya viniera comido a casa y lo de dentro, por mucho que ella se esfuerce, le resulta ya conocido y aburrido. Se enfada ante la falta de reacción, Javier pone poco de su parte y eso enfurece a Paloma, deteriorando la convivencia. Ella empieza a sospechar que tiene un amante y la sospecha al final acaba convirtiéndose en seguridad, aunque no tiene pruebas.

Es en ese momento cuando sucede lo de Ricardo. Él le presta atención y atiende la mirada de deseo que su marido ignora. Paloma quiere pensar que está en su derecho, se deja arrastrar o más bien, es ella la que se lleva de calle a Ricardo. Si su marido no es infiel peor para él y si tiene una amante, pues a pagarle con la misma moneda. Intentos vanos de justificarse porque ella sabe bien que se hubiera acostado con Ricardo de todas formas.

No es algo que le amargue la vida ni le provoque un remordimiento insoportable. Paloma es práctica y funcional: lo hecho, hecho está, ha sucedido y punto. Aquello fue breve pero intenso y le sirvió para estabilizarse ella y para estabilizar su matrimonio. Desde entonces continúa en un status quo, que no es que sea muy emocionante, pero al menos es soportable.

Durante unos meses y con la excusa perfecta del trabajo, los encuentros con su joven amante se sucedieron. Hasta que él se echó novia. Cuándo se empieza una relación y se es joven, resulta todo demasiado bonito para estropearlo poniéndole a tu novia los cuernos con una mujer que te saca más de quince años, así que Ricardo comenzó a poner excusas y a ralentizar los encuentros, para acabar suspendiéndolos cuando estuvo seguro de sus sentimientos. Nada que reprocharle al chico, solo agradecerle a esos meses en los que ella se sintió otra vez protagonista y dueña de su placer. Y desde entonces, vuelta al trabajo y al sexo de circunstancias con su marido, aunque el recuerdo de los momentos que estuvieron juntos aún protagoniza sus fantasías y sus masturbaciones.

Hay algo que especialmente la pone y de ahí el sueño que ha tenido hoy, que además, se viene repitiendo desde entonces con algunas variantes. Al principio se veían en hoteles, pero pronto perdieron la vergüenza y acabaron acudiendo al pequeño apartamento de Ricardo. Mucho más económico y práctico. La primera vez que lo hicieron en su dormitorio, una sorprendida Paloma observa que colgadas de la pared junto al cabecero, hay un látigo y unas esposas.

- ¿Son tuyos? - le pregunta a Ricardo.

- No, estaban aquí en un cajón cuando alquilé el apartamento. Supongo que esto debió estar alquilado antes por alguna scort o ser un picadero de algún tipo. El caso es que me pareció gracioso y las colgué ahí como adorno.

- ¿Las has usado alguna vez?

- No ¿qué pasa, te pone? ¿Quieres que juguemos a policía y ladrón?

- No hace falta - se ríe Paloma un poco cortada. A ella no le va demasiado el tema del sado maso.

Sin embargo, conforme fornicar en el apartamento con su amante se va convirtiendo en otra rutina, su mente no deja fijarse en el látigo y en las esposas y una fantasía empieza a nacer. Se imagina que sí que las utilizan, que Ricardo la esposa a la cama, la deja desnuda y abierta de piernas y que luego, hace restallar el látigo pegando en el suelo, peligrosamente cerca de la cama, de forma que ella puede oír los chasquidos del cuero dando en la tarima. Eso la pone muy cachonda. Se moja tanto que le suplica a Ricardo que la folle, pero él no le hace caso y continúa dando con el látigo, mientras ella cierra las piernas y trata de frotar los muslos para darse placer, ya que con las manos no puede. Tarea inútil porque así es casi imposible correrse. Finalmente, Ricardo, deja el látigo y sin quitarle las esposas, le abre bruscamente las piernas y entonces se la folla violentamente.

Ella tiene un tremendo orgasmo.

Este es el sueño repetido con algunas variantes que tiene últimamente. Ahora lamenta no haber sido lo suficientemente sincera o lanzada, para recular de su postura inicial y pedirle a su amante que usara esos juguetitos. Se pregunta por qué no lo hizo cuando tuvo oportunidad. Ahora tendría un bonito recuerdo.

Por un momento le tienta la posibilidad de mandarle un whatsapp a Ricardo. De vez en cuando hablan, aunque no han vuelto a estar juntos ¿Habría posibilidad de quedar con él? Mueve la cabeza sacudiéndose ese tipo de pensamientos que sabe que no van a ningún lado. El chico está a punto de casarse, según le comento la última vez y no parece mostrar interés en hacer una locura. Escribiéndole o llamándolo para tener una cita, solo conseguiría ponerse en evidencia y eso algo que ella odia.

Pero mira por dónde, hoy aparece otro muchacho en su vida. Sí, efectivamente Stefano le recuerda a Ricardo por lo joven, pero éste, a pesar de su juventud parece mucho más formal y centrado. Más seguro de sí mismo, con una cortesía y una elegancia más propia de un hombre maduro que de un chico de su edad.

Paloma sabe que no es de esa manera cómo ligan los jóvenes y el tacto que ha tenido así como la estrategia a la hora de abordarla, la ha sorprendido. Ha resultado un tanto extraño pero muy halagador para ella. Si se le hubiera acercado en un plan niñato, directamente lo hubiera mandado a freír espárragos, pero antes de darse cuenta, estaba hablando con él y aunque ha podido mantener la distancia y pararle los pies, el chico ha sabido jugar sus cartas bastante bien. Si Ricardo la atrajo en un primer momento porque la excitaba la posibilidad de ligarse a un jovencito, Stefano le atrae porque parece capaz de hablarle de tú a tú, a pesar de la diferencia de edad. Alguien en su misma onda, con un carácter de adulto pero envuelto en un cuerpo joven y bonito. Todo un regalo para los sentidos.

Ciertamente se siente complacida y también un poco excitada. Recuerda sus buenos momentos con Ricardo y un gusano le baila en la tripa ¡Un momento! se detiene: ¿en serio está pensando en ligarse al jovencito? ¿Tan segura está que el muchacho quiere algo con ella?

- Bueno - se dice - solo hay una forma de averiguarlo - mete la mano en el bolsillo de su pantalón y saca una tarjeta.

Stefano Santos Conte. Consultoría y administración de empresas… al final un número de teléfono. Parece que es la madre la que pone la sangre italiana. La vuelve a guardar en el pantalón y tras acabarse sándwich se dirige a por ese café.
 
Hola a todos/as.

En este hilo tengo pensado publicar en la segunda serie de relatos de fantasías sexuales de las españolas.

Brevemente explicado para quienes no conozcáis el proyecto se trata de una serie de 30 relatos basados en las confesiones de 30 mujeres españolas a una periodista recogidas en el artículo



A partir de estas breves entrevistas escribí en su día 15 relatos desarrollando libremente cada una de las historias. Están publicadas en el foro amigo que todos conocéis y las podéis encontrar bajo el nombre de Fantasías sexuales de las españolas con mi usuario que es ANT5CONT

Me quedaban pendientes las otras 15 historias. Entre medias escribí la novela Terapia de grupo pero me quedaba pendiente la tarea de finalizar esta serie. He tardado tiempo porque son 15 historias, en total más de 700 páginas y actualmente no me resulta fácil ponerme a escribir por cuestiones personales y de falta de tiempo, pero era un empeño personal: no me gusta dejar las cosas inconclusas y en fin, mas vale tarde que nunca.

No tenía nada claro si iba a publicar aquí o no, generalmente mi página de referencia es TR donde puedo llevar una mejor gestión de los relatos a través de la ficha de autor y donde puedo gestionarlos con más libertad, pero al final y dado de por aquí estáis muchos de los amigos que venimos de la antigua pajilleros y es uno de los pocos foros donde se sigue moviendo el tema de relatos y hablando de los mismos, me he decidido a publicar también aquí simultáneamente las historias, así que podréis encontrarlas en los dos foros. Agradecería mucho que si son de vuestro interés, si os gustan (y si no también, admito cualquier tipo de crítica) comentéis también en la otra página y visitéis también la publicación allí.

Este es el listado de los quince relatos

1. Marta (dependienta, 24 años): “Me encantan los uniformes. Y cuando necesito un extra de excitación pienso que estoy haciéndomelo con dos azafatos de compañías aéreas, luego aparecen vestidos de militares y, por último, se enfundan el traje de bomberos. La repera”.

2. Irene (delineante, 37 años): “Una de mis fantasías de los últimos meses es tener un trío con mis dos últimos ex. Me entrego a ellos por igual sin hacer comparaciones después de que estuve mucho tiempo comparándoles. Y también siento que ellos dejan de comportarse con celos después de que siempre estuvieran compitiendo por mí. Me excita y, a la vez, me deja con la conciencia tranquila”.

3. Almudena (contable, 27 años): “Me excito pensando en la idea de que mi novio aparezca por sorpresa en el dormitorio, me agarre por detrás y comience a hacerme el amor de pie con el balcón abierto de par en par. Yo no le veo la cara, pero le siento intensamente, mientras sé que todos los vecinos nos observan y pueden ver las expresiones de placer de mi rostro y cuerpo”.

4. Beatriz (periodista, 29 años): “Ir de compras con mi pareja y acabar en el probador haciendo un rapidito es una de las cosas que más me pueden poner. Ya conocemos el de Zara y el de Mango”.

5. Alessandra (gestora cultural, 35 años): “Tener sexo con alguien más inexperto, un jovencito universitario, para enseñarle y que se dejara hacer de todo”.

6.
Chus (odontóloga, 40 años): “Pienso mucho en un celador del hospital donde trabaja mi marido: es negro y mi marido me cuenta los chismes que corren acerca de la masculinidad de la que presume. Y, entonces, me imagino que en una de las tardes que me acerco al hospital, me lo encuentro en los pasillos, nos saludamos, flirteamos y, en una de las salas privadas, me seduce hasta demostrarme que, efectivamente, lo que se cuenta de él es cierto”.

7.
Sonia (traductora, 28 años): “Una vez estaba cocinando en casa. La ventana da a un patio de luces al que dan las ventanas del cuarto de baño de los vecinos. En una casa, entró un hombre a la ducha. Después otro. Y me quedé ahí, mirando durante bastante tiempo viendo cómo tenían sexo. Desde entonces, lo recreo en mi imaginación y me excito mucho”.

8. María (reponedora de gasolinera, 24 años): “Un intercambio de parejas con mi mejor amiga y su novio es una de esas visiones que de vez en cuando se apodera de mi imaginación. La verdad es que tanto su chico como el mío son estupendos, y creo que estaríamos a gusto. Pero, por ahora, prefiero que siga siendo una fantasía, por si las moscas.”

9. Diana (esteticista, 36 años): “Lo de tener una relación sexual al aire libre, entre dunas, es el no va más de mis fantasías. La posibilidad de que me vean, pero sobre todo la sensación de sentir el calor, el mar, la arena, el sudor, los jadeos, el cuerpo de mi pareja, el mío… Sin palabras”.

10. Juncal (empresaria, 43 años): “Aunque pueda sonar típica, lo de verme vestida de dominatrix, con látigo y corsé de cuero, es algo que me pone a mil. Y más cuando imagino que a quienes someto son cuatro de los empleados más fornidos que tengo a mi cargo, semidesnudos, cachas y lamiéndome como perrillos”.

11. Lola (artista, 28 años): “Me gustaba fantasear con un cantante que me encantaba. En mi historia, yo iba a uno de sus conciertos, él me veía en la cola para entrar, me cogía de la mano, me llevaba hasta dentro, a los camerinos, me invitaba a una copa y dejaba que viera cómo se cambiaba. Se quedaba en slip y se sentaba enfrente de mí. Y ahí estábamos, simplemente mirándonos. Poco a poco observaba cómo se excitaba y tenía una erección. No pasaba nada más, porque aparecía su mánager diciendo que quedaban minutos para salir a escena. Él se iba a cantar y yo me quedaba ahí, muy excitada”.

12. Cristina (reponedora, 20 años): “Insinuarme a un chico delante de mi novio, mientras estamos tomando una copa en una terraza, por ejemplo. Y cuando voy al baño, él se da cuenta, me sigue y tenemos un rollo pasional mientras mi novio espera fuera”.

13.
Adela (enfermera, 29 años): “Una de las fantasías que me excita, pero que a su vez me da cierto respeto, es que estoy esperando el autobús y se para un coche con un caballero apuesto que se ofrece para llevarme donde quiera. Acepto, subo al auto y en mitad del camino, me propone sexo. Acabamos haciéndolo en la parte trasera del coche de una forma extraordinariamente delicada”.

14. Vicky (administrativa, 21 años): “Me excita imaginar que entro al despacho de mi jefe, aterrorizada porque me ha llamado y creo que los informes que le he pasado están mal o no son de su gusto. Entonces, una vez ahí, él cierra la puerta, me dice que me ponga cómoda, me mira con calma y me sonríe. Se acerca, me acaricia y, sin preguntar, comienza a desabrocharse el cinturón lentamente. Estoy tan excitada y él es tan delicado en sus movimientos y en la forma de proponérmelo, que yo continúo… Lo malo es que cada vez que me llama de verdad, en la realidad, entro a su despacho temblando y debe de pensar que soy una tipa muy rara”.

15. Ana (masajista, 27 años): “Me gustaría, en algún momento, saber qué pasa y qué se siente cuando entras en la ducha del vestuario del gimnasio con otra mujer. De pronto imagino que la sorprendo, entro sin avisar, comienzo a besarla, ella se extraña pero se deja, mientras el agua corre por nuestras cabezas, seguimos besándonos y vamos a más”.

Los publicaré en el mismo orden que vienen aquí y como anécdota os adelanto que el primero (Marta) y el último (Ana) son continuación de dos de los relatos de la primera serie que más gustaron y que más me escribisteis pidiendo la continuación, el de Elena y el de Paloma.

Así que mientras termino de gestionar los derechos de autor y voy subiendo el libro a Amazon (Aquí y en TR podéis leerlo gratuitamente aunque como siempre si queréis colaborar por un módico precio podéis comprarlo cuando esté publicado), si os parece bien para aquellos que no lo hayáis leído y así nos sirve para abrir boca, publico el relato de Paloma. El de Marta, que será el primero de la nueva serie, es continuación de este.

Un saludo a todos y gracias por leer.

Mas información sobre el proyecto en estos post que publique en su día.




Entre los 3 mejores autores de TR, con todo el respeto a todos los autores

Me ilusioné cuando comentaste aquí que ibas a volver a publicar.

Pensé que ya no lo ibas a hacer 😢

Pero parece que va a ser que si

También esperando como ansia que desarrolles más algún otro relato, como hiciste con SEXTING
 
Hola a todos/as.

En este hilo tengo pensado publicar en la segunda serie de relatos de fantasías sexuales de las españolas.

Brevemente explicado para quienes no conozcáis el proyecto se trata de una serie de 30 relatos basados en las confesiones de 30 mujeres españolas a una periodista recogidas en el artículo



A partir de estas breves entrevistas escribí en su día 15 relatos desarrollando libremente cada una de las historias. Están publicadas en el foro amigo que todos conocéis y las podéis encontrar bajo el nombre de Fantasías sexuales de las españolas con mi usuario que es ANT5CONT

Me quedaban pendientes las otras 15 historias. Entre medias escribí la novela Terapia de grupo pero me quedaba pendiente la tarea de finalizar esta serie. He tardado tiempo porque son 15 historias, en total más de 700 páginas y actualmente no me resulta fácil ponerme a escribir por cuestiones personales y de falta de tiempo, pero era un empeño personal: no me gusta dejar las cosas inconclusas y en fin, mas vale tarde que nunca.

No tenía nada claro si iba a publicar aquí o no, generalmente mi página de referencia es TR donde puedo llevar una mejor gestión de los relatos a través de la ficha de autor y donde puedo gestionarlos con más libertad, pero al final y dado de por aquí estáis muchos de los amigos que venimos de la antigua pajilleros y es uno de los pocos foros donde se sigue moviendo el tema de relatos y hablando de los mismos, me he decidido a publicar también aquí simultáneamente las historias, así que podréis encontrarlas en los dos foros. Agradecería mucho que si son de vuestro interés, si os gustan (y si no también, admito cualquier tipo de crítica) comentéis también en la otra página y visitéis también la publicación allí.

Este es el listado de los quince relatos

1. Marta (dependienta, 24 años): “Me encantan los uniformes. Y cuando necesito un extra de excitación pienso que estoy haciéndomelo con dos azafatos de compañías aéreas, luego aparecen vestidos de militares y, por último, se enfundan el traje de bomberos. La repera”.

2. Irene (delineante, 37 años): “Una de mis fantasías de los últimos meses es tener un trío con mis dos últimos ex. Me entrego a ellos por igual sin hacer comparaciones después de que estuve mucho tiempo comparándoles. Y también siento que ellos dejan de comportarse con celos después de que siempre estuvieran compitiendo por mí. Me excita y, a la vez, me deja con la conciencia tranquila”.

3. Almudena (contable, 27 años): “Me excito pensando en la idea de que mi novio aparezca por sorpresa en el dormitorio, me agarre por detrás y comience a hacerme el amor de pie con el balcón abierto de par en par. Yo no le veo la cara, pero le siento intensamente, mientras sé que todos los vecinos nos observan y pueden ver las expresiones de placer de mi rostro y cuerpo”.

4. Beatriz (periodista, 29 años): “Ir de compras con mi pareja y acabar en el probador haciendo un rapidito es una de las cosas que más me pueden poner. Ya conocemos el de Zara y el de Mango”.

5. Alessandra (gestora cultural, 35 años): “Tener sexo con alguien más inexperto, un jovencito universitario, para enseñarle y que se dejara hacer de todo”.

6.
Chus (odontóloga, 40 años): “Pienso mucho en un celador del hospital donde trabaja mi marido: es negro y mi marido me cuenta los chismes que corren acerca de la masculinidad de la que presume. Y, entonces, me imagino que en una de las tardes que me acerco al hospital, me lo encuentro en los pasillos, nos saludamos, flirteamos y, en una de las salas privadas, me seduce hasta demostrarme que, efectivamente, lo que se cuenta de él es cierto”.

7.
Sonia (traductora, 28 años): “Una vez estaba cocinando en casa. La ventana da a un patio de luces al que dan las ventanas del cuarto de baño de los vecinos. En una casa, entró un hombre a la ducha. Después otro. Y me quedé ahí, mirando durante bastante tiempo viendo cómo tenían sexo. Desde entonces, lo recreo en mi imaginación y me excito mucho”.

8. María (reponedora de gasolinera, 24 años): “Un intercambio de parejas con mi mejor amiga y su novio es una de esas visiones que de vez en cuando se apodera de mi imaginación. La verdad es que tanto su chico como el mío son estupendos, y creo que estaríamos a gusto. Pero, por ahora, prefiero que siga siendo una fantasía, por si las moscas.”

9. Diana (esteticista, 36 años): “Lo de tener una relación sexual al aire libre, entre dunas, es el no va más de mis fantasías. La posibilidad de que me vean, pero sobre todo la sensación de sentir el calor, el mar, la arena, el sudor, los jadeos, el cuerpo de mi pareja, el mío… Sin palabras”.

10. Juncal (empresaria, 43 años): “Aunque pueda sonar típica, lo de verme vestida de dominatrix, con látigo y corsé de cuero, es algo que me pone a mil. Y más cuando imagino que a quienes someto son cuatro de los empleados más fornidos que tengo a mi cargo, semidesnudos, cachas y lamiéndome como perrillos”.

11. Lola (artista, 28 años): “Me gustaba fantasear con un cantante que me encantaba. En mi historia, yo iba a uno de sus conciertos, él me veía en la cola para entrar, me cogía de la mano, me llevaba hasta dentro, a los camerinos, me invitaba a una copa y dejaba que viera cómo se cambiaba. Se quedaba en slip y se sentaba enfrente de mí. Y ahí estábamos, simplemente mirándonos. Poco a poco observaba cómo se excitaba y tenía una erección. No pasaba nada más, porque aparecía su mánager diciendo que quedaban minutos para salir a escena. Él se iba a cantar y yo me quedaba ahí, muy excitada”.

12. Cristina (reponedora, 20 años): “Insinuarme a un chico delante de mi novio, mientras estamos tomando una copa en una terraza, por ejemplo. Y cuando voy al baño, él se da cuenta, me sigue y tenemos un rollo pasional mientras mi novio espera fuera”.

13.
Adela (enfermera, 29 años): “Una de las fantasías que me excita, pero que a su vez me da cierto respeto, es que estoy esperando el autobús y se para un coche con un caballero apuesto que se ofrece para llevarme donde quiera. Acepto, subo al auto y en mitad del camino, me propone sexo. Acabamos haciéndolo en la parte trasera del coche de una forma extraordinariamente delicada”.

14. Vicky (administrativa, 21 años): “Me excita imaginar que entro al despacho de mi jefe, aterrorizada porque me ha llamado y creo que los informes que le he pasado están mal o no son de su gusto. Entonces, una vez ahí, él cierra la puerta, me dice que me ponga cómoda, me mira con calma y me sonríe. Se acerca, me acaricia y, sin preguntar, comienza a desabrocharse el cinturón lentamente. Estoy tan excitada y él es tan delicado en sus movimientos y en la forma de proponérmelo, que yo continúo… Lo malo es que cada vez que me llama de verdad, en la realidad, entro a su despacho temblando y debe de pensar que soy una tipa muy rara”.

15. Ana (masajista, 27 años): “Me gustaría, en algún momento, saber qué pasa y qué se siente cuando entras en la ducha del vestuario del gimnasio con otra mujer. De pronto imagino que la sorprendo, entro sin avisar, comienzo a besarla, ella se extraña pero se deja, mientras el agua corre por nuestras cabezas, seguimos besándonos y vamos a más”.

Los publicaré en el mismo orden que vienen aquí y como anécdota os adelanto que el primero (Marta) y el último (Ana) son continuación de dos de los relatos de la primera serie que más gustaron y que más me escribisteis pidiendo la continuación, el de Elena y el de Paloma.

Así que mientras termino de gestionar los derechos de autor y voy subiendo el libro a Amazon (Aquí y en TR podéis leerlo gratuitamente aunque como siempre si queréis colaborar por un módico precio podéis comprarlo cuando esté publicado), si os parece bien para aquellos que no lo hayáis leído y así nos sirve para abrir boca, publico el relato de Paloma. El de Marta, que será el primero de la nueva serie, es continuación de este.

Un saludo a todos y gracias por leer.

Mas información sobre el proyecto en estos post que publique en su día.



Que nombre tienes en Amazon?

Pon un enlace porfa
 
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Gracias wolverine!!!!!

Creo que no esta permitido poner enlaces a otras webs pero me puedes encontrar en TR como ANT5CONT o buscando por el titulo de los relatos. Cuando termine de publicar aquí Paloma empezaré allí también con la primera historia de la segunda parte de Fantasías de las españolas.

Un saludo.
 
Gracias wolverine!!!!!

Creo que no esta permitido poner enlaces a otras webs pero me puedes encontrar en TR como ANT5CONT o buscando por el titulo de los relatos. Cuando termine de publicar aquí Paloma empezaré allí también con la primera historia de la segunda parte de Fantasías de las españolas.

Un saludo.

He leído todos tus relatos de TR. Desde hace tiempo.

Me encanta tu forma de escribir y como afrontas diferentes temáticas.

Pero lo que te comentaba es que has hecho alusión varias veces a que publicas en La Selva.

Pero no te encuentro en la SELVA.
Quiero comprar tus libros. DONDE?
 
Última edición:
Esa noche, Paloma está cansada. Tiene la cabeza como un bombo de estudiar documentación. Aparentemente, todo parece estar en orden pero hay un par de detalles que quiere revisar. Cuestiones que le han llamado la atención aunque no parecen graves, pero metódica y disciplinada, no deja ningún cabo suelto. Y menos en una operación de envergadura como esa: casi 500 unifamiliares adosados.

Pero eso será mañana, hoy ya está bien. Al salir del trabajo se ha pasado a recoger a su hija a la academia de inglés, de compras con ella para llenar la despensa y luego en casa, preparar cena y enterarse de cómo le ha ido el día a Estefanía. Pelea para irse a la cama, aunque al final consigue que se meta en su habitación. Mañana es otro día de trabajo y si no duermes no rindes.

Su marido ha llegado tarde y ha colaborado poco en las tareas, pero al menos viene de buen humor.

- ¿Todavía estás liada? - le pregunta con el pijama ya puesto y estirado en el sofá mientras ve la tele.

Paloma acaba de abrir el portátil, sentada en la mesa del salón, bajo una lamparita rinconera.

- Es solo mirar unos datos que me hacen falta para mañana.

Él se encoge de hombros: está acostumbrado y no insiste. De todas formas, hace ya mucho que no ven la tele juntos. A cada uno le gustan cosas diferentes. En realidad ella no está mirando ningún dato. Ha aparcado ya definitivamente el trabajo y ahora está en otro tema. Accede a un foro donde entra con su usuario secreto. Deli 541, es el nick tras el que se oculta. Es un chat de mujeres donde intercambian experiencias y se cuentan sus cosas. Generalmente, cosas relacionadas con el sexo.

Paloma lo descubrió casi por casualidad y le llamó la atención. Al contrario de lo que suele suceder en la mayoría de los foros de internet, aquí la mayoría de las sus usuarias son mujeres. No hay fotos ni vídeos de sexo manifiesto, ni tampoco sección de contactos, lo que espanta a la mayoría de los hombres que lo ven aburrido y se desplazan otros sitios de Internet más explícitos. A lo largo de casi un año, Paloma ha hecho amigas virtuales y se ha divertido y sorprendido leyendo lo que algunas mujeres publican. Tanto, que aprovechando el anonimato, ella también ha contado alguna de sus experiencias, de sus frustraciones, de sus deseos, como por ejemplo la fantasía de las esposas y el látigo.

Hoy hay poco movimiento, constata después de comprobar que no está conectada casi ninguna de las habituales. De aquellas que hacen de sustitutivo de amigas reales, de las cuales Paloma carece. Rosa 341, mosca cojonera y chicaSpecial, son con las que más interacciona. Deben tener su misma edad y al igual que ella, también con un punto algo cabrón y de vuelta de todo. Sospecha que la última es un tío camuflado en el chat, posiblemente con tendencias homosexuales, pero le da igual, es súper gracioso, se ríe un montón con él y tiene una sensibilidad especial para conectar con el resto de mujeres. Una especie de Pedro Almodóvar si hace caso de que realmente sea un tío. Así que lo incluye entre sus íntimos.

- Hoy me ha tirado los tejos un yogurín, zorras - saluda. Es el nombre de guerra que se han puesto en el grupito de cuatro. Lástima que no estén. Le apetecía chatear y contarles lo de por la mañana con Stefano. Podría colgar algo más e ir adelantándoles la anécdota, pero le gusta mantener el misterio e interaccionar cuando están sus amigas virtuales conectadas.

Cierra la sesión y se levanta para ir al dormitorio. Vuelve la cabeza hacia su marido, que ya dormita frente a la tele sin enterarse de nada. Le apetece un polvo, el recuerdo de Stefano la ha puesto cachonda, pero viendo a Javier roncar, anticipa la negativa. Debería pedírselo, es su marido y se supone que debería existir esa complicidad y él debería espabilarse y ponerse manos a la obra, pero eso no va a suceder y menos un miércoles. Sus polvos están ya más que agendados y hoy no toca. Y además, no quiere rebajarse a solicitar sexo y tener un polvo descafeinado, sería un insulto al deseo que Stefano ha hecho surgir de nuevo en ella, y mucho menos, enfrentarse a la más que probable negativa y quedar como una idiota. Para eso mejor una buena paja.

Así que se dirige al baño y se dispone a darse una ducha. Allí, en la intimidad de la mampara opacada por el vapor, se dará satisfacción. Paloma entra en el baño y se desnuda. Observa su cuerpo en el espejo. Pechos pequeños pero firmes. Se pasa la mano por ellos y se acaricia el pezón, viendo como este sufre una pequeña erección poniéndose en punta. A pesar de ir al gimnasio tiene un poco de barriguita, no mucha, la suficiente para que su vientre forme una pequeña curva que incluso le parece sugerente. Debajo, un triángulo de vello púbico oculta su vulva. Demasiado, se dice para sí misma. Tendrá que pensar en depilarse, discurre mientras se acaricia en su parte más íntima.

“Depilarse ¿para quién?” se pregunta traviesa mientras Stefano aparece en su mente con su bonita sonrisa, sus ojos marrones y su elegante traje.

Se mete en la ducha y abre el agua caliente. Espera a que el agua esté lo suficientemente tibia para meterse debajo del chorro. Deja que el líquido recorra la piel, calentando su cuerpo y produciéndole una leve sensación de sopor. Luego se enjabona. Utiliza una manopla ya muy vieja pero que le proporciona un tacto especial. Ni demasiado suave ni demasiado áspero. Lo justo para que al pasarla por sus zonas íntimas, note un tacto diferente y algo más fuerte de lo normal. Su marido siempre le pregunta porque no se compra una manopla nueva y tira aquella ruilla. Ella nunca le ha explicado por qué la conserva. Allí se va a quedar hasta que se caiga a pedazos o encuentre otra que tenga un tacto igual.

Nota la manopla resbalando gracias al gel. La pasa una y otra vez por su sexo, haciendo hueco con los dedos e insistiendo en la zona del clítoris. La respiración se le empieza a cortar, cierra las piernas y se pone tensa.

Imágenes de esposas, de látigos, de sí misma atada boca abajo en una cama cruzan por su mente. Se pellizca con la mano libre los pezones hasta hacerse daño. Ve a Stefano que la penetra desde atrás. Tiene las piernas abiertas y atadas, no puede resistirse pero aunque pudiera no lo haría. Lo desea con toda su alma. El muchacho le pasa el látigo por el cuello y tira de él, casi ahogándola mientras la sigue penetrando. Le cuesta respirar y pronto el ahogo se mezcla con el placer. No es la primera vez que tiene esa fantasía y esa noche en la ducha, parece que el tema se le queda corto a Paloma: de lo excitada que está necesita algo más fuerte, algo más duro. Se imagina que Stefano sacándola de su coño, chorreando, y escupiendo en su culo aproxima el glande a su ano.

- ¿Quieres que te dé por el culo? - más que una pregunta es un anuncio y ella se estremece. Hace mucho que no se lo follan, desde que era jovencita. Stefano afloja un poco la presión del látigo que tiene enrollado alrededor de su cuello y ella consigue carraspear un sí…

- ¿Cómo? no te oigo.

- Sí, por favor, follármelo – ruega. Entonces, él aprieta más fuerte y percibe como su ano se dilata mientras la verga va insistiendo adelante y atrás, abriéndose paso.

En la realidad, seguramente después de tantos años, le resultaría algo doloroso, pero esta es una fantasía y no le duele, puede soñar lo que quiera y eliminar la parte en la que siente daño y pasar directamente al placer, que se traslada desde su esfínter en oleadas hacia su clítoris, pasando por la vagina.

Sueña que se corre a la vez que Stefano, notando como le llena el culo de leche y ella obtiene un orgasmo simplemente frotando su coño contra la sábana, al ritmo de las enculadas del chico. Paloma aumenta el roce y consigue llegar al orgasmo en el momento culmen de su fantasía. Intenta no gritar, pero no puede evitar un par de jadeos incontrolados y después se queda entre el vapor y bajo el agua caliente, echada sobre los azulejos con la cabeza apoyada en la mampara, boqueando como un pez fuera del agua. Finalmente se relaja, se da un aclarado para quitarse la espuma y sale de la ducha envolviéndose en la toalla.

Cuando un rato después entra al dormitorio, su marido ya está durmiendo. Se acomoda en su lado de la cama, pone el despertador y apaga la luz. Esa noche no sueña con nada, la fantasía no viene a su cabeza. Seguramente, porque está satisfecha y relajada.
 
Ya es casi la pausa de del almuerzo. Paloma recibe una alerta en el móvil de que han contestado su mensaje en el foro. Entra y se encuentra que Rosa y moscacojonera están online.

- ¿Qué eso de que un jovencito se te ha puesto a tiro? Cuéntanos so puta…

- Habrás aprovechado la ocasión ¿verdad?

Ella contesta:

- Todavía estoy madurando si acepto la invitación…está muy bueno pero no sé si llamarlo – luego les cuenta por encima el tema, sin dar detalles que puedan identificar a las personas, lugares o circunstancias.

- ¿Qué es lo que hay que pensar? Yo me lo follaba sin dudar - afirma moscacojonera.

- Estas tardando en hacer esa llamada – se decanta Rosa 341.

- Lo voy a dejar en barbecho un rato más, que no parezca que estoy ansiosa y de paso así me lo pienso con tranquilidad…

- Pues no te lo pienses mucho que chollos como este no se encuentran todos los días.

- Vale, os tengo que dejar, zorras – Paloma ha visto levantarse a Sebas y decide cortar el chat.

- Llama y esta noche nos cuentas.

- Eso, cómprate unas esposas y un látigo y queda con él – afirma entre caritas riéndose la otra.

Menudo cachondeo se tienen estas a cuenta de su fantasía, piensa divertida Paloma, que ya ha comentado sobre sus sueños en varias ocasiones con el grupo de las zorras. Igualmente, conoce sus andanzas y gustos sexuales. En especial de moscacojonera, que es incapaz de callarse nada y da detalles de cada cosa que le pasa referida al sexo.

Sebas entra en la oficina con varios documentos, que distribuye sobre la mesa de Paloma.

- Jefa, sobre el tema Wkm promociones…

- Dime.

- Aquí tienes las resoluciones de licitación de las cinco parcelas, las adjudicaciones y los registros con las peticiones de obra.

- Vale gracias ¿Algún problema? – pregunta Paloma al ver que su administrativo no se mueve del sitio y la mira con expresión expectante.

- Bueno, solo es algo raro, debe ser un error.

Paloma se pone en modo alerta. Sebas tiene intuición y si dice que es algo raro, seguramente sea porque ha detectado algún defecto de forma.

- Vamos a ver – dice inclinándose sobre los documentos – ahórrame tiempo y dime donde te aprieta el zapato.

- Mira las fechas de las peticiones de obra nueva y de las adjudicaciones.

- Todas del 15 noviembre, siendo adjudicadas el día…30 de octubre.

- Todas no…

La arquitecta frunce el ceño y revisa mejor los papeles.

- Tienes razón, hay una petición del mismo 30 de octubre. Eso no es posible – murmura Paloma que sabe igual que Sebas que una vez adjudicadas las parcelas hay un plazo de cinco días de reclamaciones, donde no se admiten solicitudes de inicio de obra.

- He comprobado el registro y hay cuatro incidencias abiertas – informa Sebas. Ella sabe lo que eso significa: alguien ha corregido los datos a posteriori.

- Se debieron equivocar de fechas y rectificaron. Ésta, seguro que se la han dejado atrás. Una cosa es que día ponen en la solicitud y otra muy distinta el día real en que la presentan.

- Ya, pero la que se han dejado atrás… observa la fecha de entrada en el sistema.

Paloma la revisa y mira a su compañero.

- 30 octubre…

- A las 9:00 de la mañana.

- Las adjudicaciones no se anuncian hasta mínimo las 13:00 horas – apostilla ella. Ciertamente allí hay algo que no concuerda - ¿Podemos ver quien ha hecho estos cambios?

- El programa META8 no guarda registro de usuario para estas gestiones.

- Bien, déjamelo a mí. Seguramente será solo un error del sistema o al grabar los archivos.

- Vale, tu misma, jefa ¿Sigo con los expedientes de contratación?

- Sí por favor.

Cuando se queda sola, Paloma vuelve a mirar los documentos. Ha querido restarle importancia al tema porque incidencias de ese tipo son frecuentes a veces y no quiere levantar la liebre. Si es un error se genera una atención inadecuada para las empresas implicadas y si es una ilegalidad, cuanto menos avisadas mejor. Pero Sebastián tiene razón, allí hay algo que huele regular.

En principio parece un error que se ha tratado de corregir, dejando atrás una de las solicitudes. Pero el histórico de la plataforma da a entender lo contrario. La única solicitud que tiene fecha del día 30 es la que parece original y no modificada. Lo cual podría indicar que son las otras cuatro las que están mal. En su día hubo cinco peticiones de permisos de obra cursadas justo antes de que se supiera quien iba a ser el adjudicatario.

Hace una nueva comprobación y para su pasmo resulta que la promotora pujó por 11 parcelas ¿Cómo sabía Wkm promociones que le iban a asignar precisamente esas cinco? A veces se producen filtraciones, piensa, no es necesariamente algo ilegal, pero su instinto activa una alarma. Decide hacer algunas comprobaciones.

Unos minutos antes del almuerzo, Paloma llama a Méndez.

- Jaime, podemos hablar un momento. Sí, es sobre el expediente de Wkm.

Al otro lado de la línea se hace un momento el silencio.

- Oye ¿te viene bien que comamos hoy juntos? Estoy liado y así aprovechamos y ya me comentas.

- Vale.

- Genial ¿vamos de menú al Paco?

- Bien, allí en quince minutos.

- De acuerdo.

La arquitecta se levanta y tras bloquear su sesión en el pc, coge la chaqueta y sale en dirección al lavabo. Tiene que hacer una parada antes de salir. Mientras, no puede evitar pensar que Méndez sabe algo de todo este asunto ¿Por qué ha propuesto comer fuera? ¿Acaso no quiere tocar el tema donde puedan oírlos? Otra sospecha llega rápida y se instala en su mente ¿Se ha quitado Méndez este asunto de encima por algún motivo? Quizás no sea casualidad que se lo hayan encasquetado a ella. “Bueno, veremos que da de sí la charla, probablemente estoy siendo muy mal pensada” piensa, aunque es consciente que cuando piensa mal suele acertar.

Ella llega antes y va pidiendo un agua con gas mientras espera. Unos minutos después, Jaime Méndez hace su aparición con cierta prisa.

- Vaya una mierda - dice mientras se pide una cerveza.

- ¿Qué pasa?

- El móvil, que se me ha olvidado cargarlo y se me ha apagado – Paloma lo entiende, un inspector sin móvil es como un santo sin paraíso – Debo anular una cita que tengo con el dentista a las 16:30 y me acabo de dar cuenta ahora. No sé si volver un momento a la oficina antes de que cierren. A las dos paran y ya no abren hasta esa hora.

- No seas tonto, toma, busca el número y llama con el mío.

- Gracias – un primer intento es infructuoso. Jaime se da cuenta que ha bailado un número. A la segunda consigue contactar – ¿Clínica Bedmar? Sí, para cambiar una cita ¿Podrían pasármela a última hora? Jaime Méndez. Ok a las ocho. Muchas gracias.

Una vez resuelto el problema, piden menú para dos y aprovechan el intervalo para entrar en materia.

- Bien, Paloma, cuéntame ¿Qué pasa con Wkm?

Ella le cuenta lo que ha visto. Méndez analiza pensativo la cuestión.

- ¿Crees que ha sido un error?

- Puede. Cosas más raras hemos visto. Lo más probable es que no sea nada pero yo lo investigaría.

- Ya ¿Sabes tú algo de esa promotora o de Unitesa, la constructora?

- Poco. Wkm es nueva y de Unitesa he llevado un par de expedientes. Algún problema de plazos y fallos en la documentación, lo habitual, nada grave.

Ella hace un mohín y da pensativa un sorbo al agua.

- Oye, tú ya has investigado ¿no es cierto? Aquí pasa algo, por eso me has llamado. Cuéntame, si puedo te ayudaré. Al fin y al cabo este marrón era mío.

Paloma asiente. Está claro, Jaime no es tonto y además tiene razón. Si quiere ayuda debe ponerlo al día.

- He mirado la promotora y es su primera puja. Por ahí está limpia, apenas ha trabajado en otras obras y nunca con el ayuntamiento. Luego tenemos a la constructora: está relacionada con otras promotoras “blancas” que en su día que tuvieron problemas. He revisado todas las solicitudes. En las seis parcelas no asignadas falta documentación pero en las cinco asignadas esta todo perfecto ¿No te parece raro?

- Como si no quisieran que se las asignaran…

- O como si supieran que no se las iban a dar. Esa gente sabía ya el resultado antes de la adjudicación. Y por cierto, se han quedado con los mejores solares.

- ¿Me estás diciendo que el concurso estaba amañado?

- Yo no digo nada, saca tus propias conclusiones.

Se hace un silencio mientras el camarero dispone el primer plato sobre la mesa. Cuando se va, Paloma pregunta directa y sin tapujos:

- Jaime ¿te dio tiempo a mirar el expediente?

- ¿Me estas preguntando si te he largado un marrón para quitármelo de encima? Me ofendes, Paloma, sabes que no es mi estilo.

- Vale, es que es muy raro ese cambio a última hora ¿no te parece?

- Verás, la verdad es que yo no quería dejarlo. Me presionaron.

- ¿Cómo?

- Ofrecí a Marcial dejar algunos temas aparcados y centrarme en este expediente y en los de Metropol y Viasa, que no podía delegarlos, están en fase final y hay que resolverlos ya. Pero él me exigió dedicación exclusiva a Wkm. Le dije que nanai y entonces dijo que buscaría a otro inspector que pudiera centrarse en este. Lo están presionando desde la alcaldía. Parece que esto corre prisa. Ya sabes, el anuncio de un nuevo barrio da votos. Sobre todo si supone obras grandes que traen inversión y puestos de trabajo.

- Ya - comenta ella. Se sabe la película sin necesidad de que se la cuenten.

- Mira, Paloma, igual no es nada. O igual hay algún escalón que se han saltado, ya sabes cómo va esto. Eso no significa necesariamente que haya habido trampa, hay obras que por los proyectos presentados ya sabes que solo hay determinadas promotoras que pueden llevarlos a cabo. La adjudicación acaba sí o sí en el mismo sitio. Se saltan los protocolos porque hay prisa, pero no hay alteración del resultado. Si no encuentras una ilegalidad no hay nada. Como mucho una multa o una corrección por saltarse el procedimiento.

- Ya- vuelve a repetir ella aunque en su fuero interno no las tiene todas consigo. Aquello sigue oliendo más bien regular.

- Oye, si crees que esto puede tener gato encerrado, sigue haciendo averiguaciones. Y si necesitas algo me llamas que yo te ayudo en lo que pueda ¿vale?

- Vale, gracias. Pero Jaime, por favor, ni una palabra a nadie.

- Por supuesto.

El camarero llega con los segundos y ellos se centran en la comida.

Esa tarde, Paloma sigue en su despacho dándole vueltas al asunto. No está segura de que haya caso, en eso tiene razón Méndez. Solo defectos de forma. Pero está dispuesta a tirar del hilo hasta donde pueda llegar. Solo hay una forma de avanzar y es siguiendo los pasos de la constructora. Las promotoras varían, pero la constructora ya ha participado en varios proyectos. Es el nexo común concluye. Habrá que revisar las obras en que aparezca Unitesa.

Pero eso será mañana. Es hora de echar el cierre. Recoge y toma el camino del aparcamiento. Tiene que recoger a su hija de la academia de inglés y aunque faltan tres cuartos de hora, concluye que no merece la pena ir primero a casa. Llega y consigue aparcar, lo que la deja con algo más de media hora de tiempo, así que se mete en una cafetería frente a la escuela de idiomas. En el último momento, siguiendo un impulso, decide cambiar el descafeinado por un carajillo de Bailey.

Saboreándolo, consulta su móvil y ve que en el foro, chicaSpecial se ha sumado a la conversación.

- Tiaaaaaa ¿Qué pasa con el yogurin? ¡Cuéntanos, zorra!

Paloma sonríe. Sí, eso ¿Qué pasa con Stefano? El líquido espeso con sabor a whisky se asienta en su estómago calentándoselo y subiéndole poco a poco a la cabeza. Le provoca cierta euforia que es el pequeño empujón que necesita para hacer una locura, que por otro lado le apetece. Que más bien no es que le apetezca, sino que está deseando hacer. Lleva dos días fantaseando con el chico. Solo una llamada para ver por donde respira, trata de engañarse.

Marca el número de la tarjeta y al cuarto timbrazo, cuando ya va a desistir, Stefano contesta.

- ¿Hola? Al habla Stefano.

- Hola soy Paloma.

- Vaya, que agradable sorpresa…

Tras estas palabras, Stefano, se queda callado invitándola a continuar, pero ella de repente, se sorprende sin saber muy bien que decir. Ha seguido un impulso y ahora no tiene preparada ni la estrategia, ni el discurso para llevarla a cabo. El chico se lanza al rescate, evitando que Paloma patine con cualquier torpe excusa.

- ¿Te has pensado la invitación a cenar? Si me llamas por eso me haces el hombre más feliz del mundo.

- He decidido darte una oportunidad – contesta recobrando la compostura y el tono enérgico que la caracteriza – si me sorprendes agradablemente, quizá te haga de guía para que te sitúes en la ciudad.

- Perfecto ¿esta noche entonces?

Paloma comprueba con satisfacción que el interés del joven no parece sino haber aumentado. Además, ha tenido el buen gusto de no hacer juegos de palabras con segundas intenciones de qué tipo de sorpresa agradable espera ella.

- No, hoy no puedo ¿Mañana?

- Mañana entonces - contesta con un suspiro lastimero, como el niño que lo dejan sin merienda.

- A las nueve en la puerta de la Mallorquina. Conozco un sitio bueno para cenar por allí cerca.

- Perfecto.

- Hasta mañana entonces.

- Está hecho - suspira ahora Paloma. No pensó que se atrevería. Más bien no pensó.
 
Esperando el primer relato

Marta

No será una de las amigas “zorras” de paloma? De su foro secreto?
 
Paloma sale del parking público donde ha dejado el coche y camina hacia la Mallorquina, dos manzanas más abajo. Lleva un traje de pantalón negro ajustado y acampanado por los bajos, que quedan una cuarta por encima del tobillo, espacio más que suficiente para dejarla lucir unos tacones negros de punta cuadrada. El traje le hace un buen escote, estricto en el pecho y largo en la espalda, que cubre con un chal a juego. Su culo y cintura quedan perfectamente definidos por la tela ceñida, bajo la que ha tenido la precaución de ponerse un tanga negro para evitar transferencias incómodas. Moviéndose libres bajo el escote, sus dos pechos marcan un pequeño bultito sobre la tela, indicando la localización exacta de sus pezones. Ese vestido es imposible de llevar con sujetador y otras veces, cuando lo ha usado, Paloma ha empleado pezoneras para evitar que se le marcaran las puntas, pero hoy ha tomado la decisión de que no: si lo va a hacer, lo hará bien, usando todas sus armas y poniendo toda la carne en el asador. Así pues, el sujetador ha quedado en el maletero, en una bolsa junto a una blusa más discreta y una falda a media rodilla para cambiarse antes de volver a casa. Duda que pille a su marido despierto, pero por si las moscas.

Le ha dicho que va a una cena de despedida de un compañero que se jubila. Que no tenía previsto ir, pero que se ha encontrado con él y que le ha dado cosa cuando le ha preguntado, así que al final ha decidido acudir a la cena homenaje. No es una coartada muy elaborada pero como ella supone que va a suceder, su marido no presta la más mínima atención. En el ayuntamiento de una gran ciudad como esa, hay eventos para una funcionaria de su rango como para tener agenda nocturna todos los días, aunque ella solo acude a aquellos que le interesan profesionalmente o a los que no le queda más remedio.

De forma que ensaya la cara de “voy pero no me apetece lo más mínimo”, que le queda perfecta, eso suponiendo que Javier tuviera a bien levantar la mirada del móvil para fijarla en ella. Solo se preocupa por Estefanía, la hija de ambos, porque esa es su tarde de pádel y suele parar luego a tomar algo con sus amigos antes de volver a casa. No hay problema: Paloma la deja con una amiga que vive en el mismo bloque y la niña se queda a cenar. Javier solo tiene que ir a recogerla y acostarla.

Así pues, cuando Paloma sale perfectamente arreglada y maquillada de su casa (demasiado para una simple fiesta de jubilación), nadie la ve. En el garaje se cruza con una vecina que la mira con interés de alcahueta, pensando “dónde ira esta tan arreglada entre semana”, pero es una vecina con la que no tiene confianza y apenas se hablan, así que posibilidades de que haga algún comentario inconveniente a su marido, ninguna.

En fin, no está nada mal para haber sido algo improvisado, piensa mientras llega a la altura de la Mallorquina quince minutos antes de su cita. Se dispone a esperar y coge el móvil. Entra en el foro y escribe en el chat:

- Lo he hecho, zorras, he quedado con él. Estoy aquí esperando.

Se abre el chal y se hace un selfie de arriba abajo, con su escote en primer plano. Luego recorta la foto para que no se le vea la cabeza y la cuelga en el chat privado que mantiene con sus amigas.

- Vestida para matar, casi sin nada debajo: espero que al acabar la noche haya merecido la pena – escribe.

- Estás espectacular ¿me enviarás la foto? - pregunta una voz a sus espaldas.

Ella se gira, nerviosa, y se encuentra con unos ojos almendrados que a luz de las farolas brillan con un tono algo más oscuro. La sonrisa perfecta en un rostro impecablemente afeitado, con un aroma a perfume de alta gama que se acerca tentador, provocando en Paloma instintos primarios ¿Que se habrá echado el muy cabrón? ¿Feromonas de tigre? Consigue enmascarar el tenue aroma de Adolfo Domínguez suyo. No ha querido usar algo más llamativo, por si a la vuelta, a su marido le da por usar el olfato. Tiene la absoluta seguridad que debe ser carísimo, igual que el Baume et Mercier que lleva esta vez en la muñeca, no menos de 6000 €.

Para la cena va algo más informal de como lo vio el otro día: pantalón caro de pitillo, zapatos de cuero marrón y una chaqueta ligera, pero todo combinado a la perfección. Y por último la sonrisa, esa sonrisa de tío seguro que parece increíble en un chico de apenas treinta años. Y que atrapa a Paloma, que se pregunta cómo es posible que se haya podido fijar en tantos detalles, si no deja de observar sus labios.

Un ligero temblor la recorre, apenas perceptible desde fuera, pero para ella es como un terremoto. Trata de dominarse ¡joder, Paloma, que pareces una colegiala! ¿Cuánto hacía que no sentía algo así?

Su cerebro manda la orden al cuerpo para que se tranquilice y aliviada, puede oír su propia voz que aparentemente segura, responde:

- Es un poco pronto para intercambiar fotos ¿no te parece?

- Sí, tienes razón, se me olvida que con una mujer de verdad hay que ir más despacio. Pero repito y espero que no te incomode: ¡estás espectacular!

Lo dice despacio, sin apenas mover los labios y mirándola fijamente a los ojos. Luego, hace un silencio de unos segundos dejando de la frase cale en ella antes de volver a preguntar:

- ¿Y ese sitio maravilloso dónde me vas a permitir que te invite a cenar?

- Se llama la Perla de Labuan.

- Vaya ¿cómo la mujer de Sandokán?

- ¿Conoces a Salgari?

- Soy medio italiano ¿cómo no conocerlo?

Ella sonríe satisfecha: ha conocido a demasiados niños pijos y ricos como para darse cuenta que dinero y cultura no siempre van unidos. De hecho, últimamente casi nunca.

- Cocina asiática: la mejor de la zona.

- Genial, me encanta el sabor a especias y las cosas picantes.

- ¿Por eso quedas con mujeres mayores que tú?

- No, por eso no. Lo hago porque me gusta la gente con experiencia, con vida a sus espaldas, que saben apreciar el valor de la aventura, que desean algo distinto porque ya han probado lo convencional y que están dispuestas a asumir y también disfrutar del riesgo de probar algo nuevo.

- Hablas como un joven de cincuenta años… ¿No serás un diablo viejo camuflado en un cascarón joven?

- Jajaja - contesta - Algo de Diablo sí que tengo, espero que te guste esa parte si llegamos a intimar ¿Vamos? - Pregunta ofreciéndole el brazo.

- Claro, por aquí - dice ella aceptando y engarzando el suyo.

Una hora después la velada transcurre superando las expectativas de Paloma. Su efebo no solo es guapo y maduro, sino que hace gala de unos exquisitos modales, una buena cultura y un cosmopolitismo que la impresiona: solo en el último año ha viajado por más países que ella en toda su vida. Tiene gusto y lo demuestra: ha sido capaz de elegir acertadamente dos vinos distintos, para acompañar cada uno de los platos en un maridaje perfecto y ahora está mirando un licor para acompañar el postre. No ha hecho ni una sola mención a los precios, como si en vez de en uno de los bares más de moda y exclusivos del barrio de Salamanca, estuvieran en una tasca de barrio pidiendo cañas. Está claro que el dinero no le preocupa. O al menos no lo demuestra.

Respecto a ella, Paloma ve con agrado como el chico está atento y la mira con ojos interesados. En el local hay al menos una decena de bellezas espectaculares, casi todas como ella, dejándose invitar. Si estuviera allí su Javier, no habría podido echar evitar echar mínimo un par de miradas a cada una. Stefano no ha vuelto la cara ni una sola vez, ni siquiera cuando al volver del servicio una de ellas se ha cruzado y le ha sonreído con descaro. Una rubia alta, joven y con pinta de modelo. El chaval llama la atención entre la parroquia femenina y a pesar de ello, allí está pendiente de cada movimiento, de cada mirada y de cada palabra suya.

Y hablando de palabras, poco a poco la conversación ha ido volviéndose más personal. Clara en la superficie pero turbia en el fondo. Llena de dobles sentidos y de alusiones a la aventura, a la pasión, al sexo…Paloma está sorprendida por como Stefano ha sido capaz de ponerla cachonda sin haber mencionado ni una sola palabra soez o explícita. Sus intenciones se sobreentienden, pero tiene la lucidez y la caballerosidad de no estropearlo con ninguna vulgaridad y de no presionarla, dejando siempre terreno para que dé un paso atrás si algo no le agrada o si considera que van demasiado rápido. Pero a ella le arrebata todo lo que sale de su boca. No es una mojigata y sabe a qué están jugando allí. Y le gusta.

Con el último chupito la recorre una ola de calor que se torna un bochorno que le oprime el pecho, cuando él pone la mano sobre la suya en la mesa.

- Hemos hablado mucho de mí pero poco de ti, Paloma. Estoy tan bien, que la noche se va a pasar en un suspiro y apenas voy a saber nada de ti.

- Y ¿qué quieres saber? - pregunta ella.

- ¿Te gusta la aventura?

- ¿A quién no? - responde con otra pregunta, también cargada de doble sentido.

- La aventura tiene riesgos. A veces hay que internarse por caminos inexplorados - Indica mientras da unos suaves golpecitos con su dedo índice en el anular de ella, justo donde está la señal de su anillo de boda, ahora convenientemente guardado en el bolso.

Paloma capta rápidamente la referencia y suelta una pequeña risa. Hasta ese momento nadie había mencionado nada de maridos ni novias. Stefano, sin mencionar la palabra, ha puesto el asunto de manifiesto. En la misma línea de toda la noche: con elegancia, poniendo el dedo en la llaga pero dejándole margen de maniobra por si ella decide dar un volantazo.

- Paloma, no quiero crearte problemas, pero...

- ¿Pero?

- La marca de ese anillo no me va a detener. Si quieres que lo dejemos aquí, estás a tiempo.

- ¿Tan seguro estás que voy a aceptar?

- Creo que sí: eres valiente y tienes las cosas claras, y yo te ofrezco algo emocionante y distinto – hace una pausa antes de continuar, dando un sorbo al vino para dejar que sus palabras calen en la mujer - Pero también puedo estar equivocado y en ese caso, lo último que quisiera es incomodarte.

- ¿Qué es eso emocionante y distinto que me ofreces? quizás consigas convencerme

Ahora el que ríe es él. Una risa franca y seductora que acompañada de una caricia en la mano, hace que Paloma moje el tanga.

- Para averiguarlo tendrás que aceptar.

“Maldito cabrón seguro de sí mismo”, piensa ella, consciente de que en su mente ya se lo está follando. “Todavía no te voy a decir que sí, aún no, pienso aguantar aunque sea un poquito más”.

- ¿Tomamos la última? Aquí cerca está el Geographic Club que pone unos mojitos excelentes.

- Por supuesto - concede haciendo una señal con la mano a la camarera para que le traigan la cuenta. Cuando esta llega, simplemente pasa la tarjeta sin mirarla. A pesar de ser solo dos, no ha debido bajar de los 300 €, calcula Paloma. Salen del brazo y esta vez Stefano no tiene que invitarla a cogerse de él.

A las 23:45 y con dos mojitos más encima, es hora de tomar decisiones. Paloma se disculpa un momento y se dirige al baño del Geographic Club. Saca el móvil y le escribe a su marido preguntando por la niña.

- Ya está acostada – responde.

- Yo voy a tardar, nos hemos ido de copas.

- Vaya, bueno pues tú verás, mañana toca madrugar. Yo ya me acuesto también.

- Bien. No te preocupes. Procuraré no hacer ruido cuando llegue.

Hace un largo pis y se seca con un kleenex que saca de su bolso. Luego en el lavabo, se mira. Trata de decirse que se conserva muy bien a sus cuarenta y cinco años, pero aunque esto es cierto, no puede evitar ver un rostro muy diferente al que gastaba cuando tenía la edad de Stefano. Cada arruga, cada marca, cada pequeña hinchazón, le recuerda a la Paloma veinteañera y pone de manifiesto la diferencia de edad.

Muy bien, Paloma, tú decides: ¿para casa o para el hotel?

Está un poco mareada, los mojitos iban bien cargados, pero extrañamente lúcida, o al menos, eso piensa cuándo acaba tomando la decisión. No le importa no ser ya una jovencita: le ha gustado a Stefano por algún motivo, así que ¿qué más da? lo importante es no desaprovechar esa ocasión. Quiere sentirse deseada, anhela una noche de placer y de pasión. Y todo eso lo tiene al alcance de la mano, le basta con una palabra o con un gesto para conseguirlo ¿Cuántos Stefanos más se va a encontrar en lo que le queda de vida?

Por un instante trata de encontrar un motivo para no hacerlo. Se pone en el lugar de su marido, piensa en si debe hacer lo correcto o sucumbir a la tentación, pero es una tentativa inútil, apenas le vale solo para justificar el expediente: ella ya tiene clara la decisión y también sabe que apenas habrá remordimiento. No es de las que se comen el coco con estas cosas, además, está convencida de que su marido ya ha tenido más de una oportunidad y casi con seguridad la habrá aprovechado. Y ahora, si se representara una chica quince años más joven y guapísima, tampoco él dudaría.

Reconstruye un poco el maquillaje volviendo a darse eyeline y un nuevo repaso de lápiz de labios. Luego sale decidida, ya cubierto el expediente del momento de duda, y ahora va en busca de aquello que desea desde que cerraron la cita un día antes.

- ¿Otro mojito? - le pregunta Stefano haciendo agitar los cubitos en el vaso vacío.

- ¿En qué hotel decías que estabas?

- En el Eurobuilding.

- Vamos.

Stefano sonríe.

- Claro que sí. Si te parece tomamos un taxi, no está lejos pero ¿para qué perder media hora andando?

- Tengo el coche en el parking. Mejor lo llevamos.

- Perfecto, la habitación tiene derecho a plaza de garaje, pero yo no tengo vehículo, así que podemos pasar el tuyo.

Eurobuilding es un hotel de 4 estrellas, algo antiguo ya, pero de primera categoría.

- ¿Vas a estar de hotel hasta que alquiles el loft? - pregunta Paloma.

- Mi intención era alquilar algo mientras encontraba un sitio definitivo, pero aquí no te hacen contratos por meses, hay mucha demanda. Ahora que tú has tenido a bien dar los permisos ya no merece la pena buscar nada. Seguiré unos días más de hotel hasta que me pueda ir al loft.

Suben a la habitación en el séptimo piso. Moqueta, una cama de 150 cm y una terraza que da a la principal arteria de la ciudad.

- Bonitas vistas - dice ella observando la miríada de luces que titilan a lo largo de la avenida.

- Desde luego - responde Stefano con la vista puesta en sus ojos y luego recorriendo su escote con la mirada, sin molestarse en contemplar el paisaje.

La mano se acerca y le acaricia el cuello, con una suave presión la atrae hacia sí y unos labios carnosos se cierran sobre los suyos. Un beso húmedo, largo y profundo la deja sin aliento. El otro brazo rodea su cintura y la aprieta contra él, mientras repiten beso, esta vez con lengua. Paloma reacciona y le echa los brazos a la nuca, sacando también su lengua a pasear y no escatimando en saliva, mientras se aprieta contra el cuerpo duro y esbelto de Stefano. El chal cae hacia atrás y mientras recupera el hálito, él aprovecha para besarle el cuello y los hombros.

- Me habías prometido una aventura, una sorpresa - gime ella con los ojos cerrados.

- ¿Estás segura? yo tengo unos gustos tanto especiales, quizá no coincidan con los tuyos… a lo mejor prefieres algo más convencional.

- Si esto va a ser algo convencional cojo la puerta y me voy.

- Jajajaja.

La lleva hacia la cama sin dejar de acariciarla y hace que se siente. Luego, de pie frente a ella, se va quitando la ropa. Despacio, con cuidado y elegancia, sin chabacanerías, de forma que Paloma pueda disfrutar del striptease. El cuerpo del chico es espectacular y conforme lo va descubriendo, la mujer se va excitando más y más. Finalmente queda desnudo y Paloma, no puede retirar la vista del último y deseado secreto descubierto: un pene largo y grueso cuelga como un péndulo delante de ella. Poco a poco va poniéndose erecto. Aquello debe estar alrededor de los 20 cm si no más, calcula sorprendida. “Joder, este tío es perfecto” piensa. Si además es bueno en la cama, va a ser el polvo de su vida.

Stefano la toma de las manos y la hace levantarse. Repite el abrazo y el beso mientras ella se estremece, al fundirse contra el cuerpo que ahora sabe desnudo, notando en su vientre la forma cilíndrica de un gran falo erecto. Ahora es su turno. Se separa un poco y coge uno de sus tirantes dejándolo caer por el hombro. Cuando va a repetir la operación con el otro tirante, Stefano la coge por la muñeca.

- El juego comienza ahora - le susurra al oído - Tendrás que obedecerme... Y deberás dejarte hacer. A partir de este momento tu voluntad es la mía - Le dice mientras le muerde la tetilla de la oreja.

Paloma no habla: traga saliva y suspira excitada y expectante.

- Yo te quitaré la ropa.

Stefano deja caer los tirantes y tira del traje hacia abajo, dejando libres los pechos de la mujer. Desabotona el pantalón y acompañando con las manos, se lo baja hasta los tobillos. Lo hace con cuidado pero aprovechando para acariciar sus glúteos y sus muslos. A la vez que la despoja de la ropa, aprovecha para tocar, besar y acariciar. Sus labios recorren su vientre, un poco prominente, siguiendo la curva que va desde su ombligo hasta el pubis. Le deja el tanga puesto, apenas lo ha rozado con su nariz y su boca, pero Paloma ha sentido como la recorría un estremecimiento. Finalmente le quita los tacones, aprovechando para besarle el empeine y los dedos. Saca la lengua y lame algunos de ellos, observando cada reacción de Paloma, pendiente del efecto que tienen sus acciones sobre ella antes de pasar a mayores y confirmando que no muestra rechazo o incomodidad.

Stefano se incorpora y la vuelve de espaldas bajándole el tanga y deslizándolo para sacarlo por los pies. La envuelve en un abrazo desde atrás y ella percibe la verga tiesa contra su culo, restregándose por sus cachetes y presionando justo en su raja. Las manos recorren su vientre y suben (haciéndole cosquillas) hasta los pechos. Los dedos juguetean con sus pezones. Besa su cuello, ella se gira buscando su boca y se muerden los labios en esa forzada postura. La mano baja entonces hasta su entrepierna. No va directa, hace un rodeo pasando por su cadera y por su ingle, antes de rozar apenas su coño. Paloma emite un gruñido de enfado y presenta su pelvis sacando cintura, porque desea una caricia mucho más contundente y directa. En ese momento, él se separa.

- No te muevas – le ordena. Ella permanece quieta, de pie en medio de la habitación y desnuda, observando como Stefano se acerca al cajón de la mesita de noche y saca una especie de venda de tela negra.

Vuelve y situándose detrás, se la coloca en la cara, anudándola con cuidado de no ejercer excesiva fuerza. Ella se remueve inquieta, aunque sin llegar a oponerse.

- Chissss - le sesea él - ¿no me habías dicho que no querías algo convencional?

Le da la vuelta, le levanta la cabeza y la besa mientras con las manos le aprieta las nalgas y le empuja hacia sí, de forma que Paloma puede notar la verga dura, con los huevos presionando sobre su pubis y vientre. Una ligera humedad le empapa el ombligo y sabe que es el líquido preseminal. Se pega y se restriega contra el cuerpo del joven: sabe que Stefano está excitado, si no, su prepucio no estaría mojado.

Le gustaría frotársela contra su vulva, pero por la diferencia de altura no puede, así que se empina un poco, a la desesperada. Siente el aliento de Stefano y oye una breve risa suya ante sus intentos. La coge de los muslos y la levanta. Ella los cierra el rededor de su cintura y se coge a su cuello, buscando a ciegas su boca. Mientras se besan, Stefano la deja caer un poco hasta que su glande y el coño de paloma toman contacto. Al tenerla sujeta por cada nalga con sus manos, el mismo peso hace que su rajita despegue los labios vaginales dejando la entrada libre para la penetración. Ahí la sostiene a pulso, mientras ella se retuerce intentando que la punta encuentre el camino a su interior. Resbala una y otra vez por la entrada de su coño. En ese momento, es consciente de lo mojada que está.

- ¿Estás segura que quieres jugar? Es tu última oportunidad de dar marcha atrás.

- No pienso dar marcha atrás - balbucea entre jadeos y sin dejar de buscar la penetración.

- Vale, haremos una cosa. Si en algún momento te arrepientes o crees que voy demasiado lejos, solo tienes que decir la palabra mágica.

- ¿Cuál es esa palabra?

- Lo haremos fácil: digamos que la palabra es “stop” ¿te parece bien?

- No pienso usarla.

- Repítela por si acaso.

- Stop.

En ese momento la suelta y Paloma queda de pie, un tanto desconcertada al ver que se ha retirado. Stefano la rodea y envolviéndola con sus brazos le susurra:

- ¿Ves? no pasa nada. Si tú dices “stop” yo me retiro, pero habrás podido observar que es menos divertido, en el momento más intenso te has quedado sin el mejor premio.

Ella mete la mano por detrás, busca su miembro y lo aprieta con dureza, lo cual provoca un gemido del chico.

- No se te ocurra volver a dejarme con las ganas ¡cabrón! - Murmura.

Él se ríe. La toma en brazos y la lleva a la cama, tumbándola y recolocándole la venda para que siga sin ver. Toma uno de sus brazos y con otra venda que saca del cajón, la ata al cabecero de la cama. Repite la operación con el otro brazo ante una sorprendida Paloma, que no puede menos que acordarse de su fantasía ¿Será posible? No es exactamente igual pero la coincidencia hace que mil hormigas recorran su cuerpo.

Stefano continúa, tomándola de la barbilla, y empieza a lamerle el cuello. Baja por el canal de los pechos y se entretiene acariciándolos. Ella suspira hasta que el pellizca con más fuerza y el gemido se transforma en grito. Entonces retira los dedos y los sustituye por su lengua. Rodea el pezón y lo lame relajando el dolor. Luego, succiona con los labios y vuelve a hacer pinza con los mismos aunque sin llegar al nivel de daño anterior. Paloma se agita y jadea inquieta, navegando entre el dolor y el placer. Tiene que reconocer que aquello la pone mucho, es una especie de variante de su fantasía y no se lo esperaba. Está expectante ante lo que tiene que llegar.

Por un instante se siente preocupada. No conoce de nada al chico ¿y si es un desequilibrado o un psicópata? Está su merced.

Trata de tranquilizarse. Si tuviera intención de hacerle daño la habría amordazado para que no gritara. Además, le ha dicho qué palabra puede utilizar para pararlo todo. Está tentada de hacer la prueba, pero no quiere usarla, quedaría como una estúpida. Y además es tan rico lo que le está haciendo ahora...

Ha dejado sus pechos y su boca recorre ahora poco a poco el camino de su entrepierna, deteniéndose en el vientre para besar y lamer. Luego, llega al sexo, que Paloma ha tenido la precaución de depilarse casi por entero. Le separa los muslos y entierra su boca entre ellos.

- ¡Dios qué gusto!

El chico es un auténtico experto. Empieza lento, lamiendo de abajo se arriba y deteniéndose en los bordes para luego concentrarse en su clítoris. La respiración se le acelera, los ahogos son cada vez más continuos, empieza a notar contracciones que salen desde su matriz, recorriendo la vagina y estimulando su clítoris, que responde a cada lametazo con un calambre de placer. Puede sentir cómo se Stefano retira una de las dos manos que presionan sobre sus muslos para mantenerlos abiertos, a continuación, nota un dedo juguetear a la entrada de su vagina. Está chorreando, el chico no ha parado de lamer y mientras continua, se lo introduce hasta el puño. Con suavidad pero con decisión. Una vez dentro, lo dobla hacia arriba haciendo gancho.

Paloma va soltando rítmicos gritos de placer que van en aumento gracias a la doble estimulación desde dentro de su coño y por fuera. El orgasmo es inevitable y ella se abandona. Retuerce las piernas, tensa los brazos sin conseguir soltarse y finalmente, arquea el cuerpo mientras se corre: el orgasmo más prolongado que ha tenido en mucho tiempo.

Stefano continúa y acaba por hacerle cosquillas en su sensible nódulo. Quiere agarrarlo de la cabeza y separarlo, pero no puede al estar sujeta. Patalea y trata de juntar las piernas pero él sigue lamiendo.

- Para, para - le pide, pero le hace caso, ignora sus suplicas. Finalmente cae en la cuenta y grita:

- Stop, stop, stop…

Stefano se interrumpe. Se incorpora y acercándose a gatas a su cara, le dice:

- Si pronuncias la palabra, me detengo, pero ten en cuenta que es para toda la noche. Hoy lo dejaré pasar porque es nuestra primera cita, pero la próxima vez que digas stop, cesaré todo contacto y entonces tendrás que vestirte e irte a casa ¿lo has comprendido?

Ella asiente con la cabeza. Está agotada por el orgasmo y confundida por el cúmulo de sensaciones nuevas. El chico no le ha mentido: es toda una aventura nada convencional. Pero por nada del mundo quiere irse. Es lo más estimulante que le ha sucedido y no está dispuesta bajarse tan pronto del tiovivo del sexo al que Stefano la ha subido.

Él se levanta y lo oye abrir un mueble. Es el minibar. Lo siente sentarse en la cama y a continuación da un grito. Algo la quema en el vientre.

- Chisssdd - vuelve a chistar el chico - es solo hielo.

Ella se tranquiliza, aunque su vientre sigue subiendo y bajando nervioso. El muchacho recorre con el hielo su cuerpo hasta llegar al pecho y entonces, empieza hacer círculos concéntricos alrededor de sus senos hasta acabar en sus pezones. El cubito casi derretido ya no quema, en realidad la alivia a la vez que consigue que sus pitones se pongan de nuevo erectos.

Stefano hace desaparecer el cubito en su boca y después, baja y pasa su lengua fría por el clítoris. Alterna lametones y pasadas del hielo hasta que este se deshace.

El contraste excita a Paloma, que suspira con los muslos abiertos y las manos colgando de las vendas atadas al cabecero. Stefano se incorpora y se acerca de nuevo a su rostro.

- Tienes la barbilla llena de saliva y de babas y el coño lleno de flujo. Vaya corrida que te has pegado.

Paloma asiente nuevamente sin hablar.

- Estás sucia.

La mujer se estremece ¿vendrá ahora un nuevo castigo?

- No puedo limpiarme: tengo las manos atadas.

- Puedes pedirme que lo haga yo…

- Stefano ¿puedes limpiarme?

- ¿El qué?

- La boca y mi....

- ¿Tu qué? ¡Dilo!

- Mi sexo.

- ¿Mi sexo? Eso tiene otro nombre ¡quiero oírtelo decir!

- ¡Mi coño! ¡Quiero que limpies mi coño!

- Mucho mejor cariño ¿Sabes que eres todo un hallazgo? me gustas Paloma - Susurra y a continuación comienza a lamerle los labios y luego la barbilla. Sus salivas se entremezclan y ella siente su cálido aliento, mientras Stefano va recogiendo con la lengua los restos. Luego la seca con una sábana y después se traslada a su entrepierna de nuevo, repitiendo la operación. Su clítoris sigue sensible, pero esta vez, él tiene un especial cuidado de no hacerle cosquillas. Paloma vuelve a gemir aunque la caricia es más lenta. Sigue caliente y por un momento piensa que va a encadenar otro orgasmo. No recuerda cuál fue la última vez que tuvo dos seguidos.

- No, no, no - suplica... Ya es demasiado tarde y no quiere correrse así. Quiere tener a Stefano dentro de ella.

- Está prohibido decir no, cariño. Solo puedes decir “stop” y ya sabes lo que eso significa.

- Perdóname.

- ¿Lo has comprendido?

- Sí, sí, solo es que necesito que...Me gustaría que me tomaras.

- Pídelo por favor.

- Por favor, tómame.

- Esto parece una puta telenovela. No seamos convencionales ¡venga Paloma! aprendes rápido y eso hace que me gustes aún más. Pídemelo con otras palabras más sucias, cuanto más sucias, más rápido lo haré.

- Fóllame, fóllame el coño.

- Seguro que puedes hacerlo mejor…

- ¡Métemela hasta el fondo, lléname de polla!

Stefano todavía se hace de rogar un momento más.

- ¡Reviéntamelo hasta que me corra otra vez, joder! ¡No me hagas esperar más, so cabrón!

- Bien, muy bien ¡no sabes cómo me gustas Paloma! no me equivoqué contigo - le susurra mientras ella nota que algo presiona a la entrada de su vagina.

Stefano se ha colocado un preservativo lubricado y la está penetrando ¡Dios! es grande, muy grande. Su vagina se dilata y poco a poco consigue introducirla. Nota el peso del chico sobre ella y el roce que progresivamente se va convirtiendo en un placer desaforado. Cuando llega al final, tras un empujón algo más brusco, ella siente un pinchazo que rápidamente se convierte en un calambrazo de gusto.

Stefano aumenta el ritmo mientras ella jadea cada vez más fuerte y más rápido. El chico sabe hacerlo, parece que lee su cuerpo para acoplarse con ella al mismo ritmo ascendente.

- Fóllame, fóllame - gime Paloma - ¡Más fuerte!

- ¡Grita! quiero que te oiga todo el hotel.

- ¡Que me folles! Digo que quiero que me foooooolles - Grita ella sin reconocerse –Foooll.. Folla ....meeeee…. - Intenta seguir gritando, pero ya no puede articular las palabras. Convulsiona en medio de un orgasmo tremendo mientras Stefano aprieta hasta el fondo, llenándola con toda su virilidad.

Uno de sus brazos finalmente se ha soltado. Ella lleva la mano al culo de su amante y luego lo agarra arañándolo, mientras el chico llega al clímax. Lo nota bombear y el simple pensamiento de cómo debe estar llenando el condón de leche, le provoca una última contracción de placer. Stefano intenta retirarse con delicadeza, pero ella cierra las piernas sobre su trasero.

- Todavía no, por favor, todavía no… quédate dentro un poco, me gusta sentirte, me gusta cómo me colmas.

- ¿Te gusta mi verga?

- Es fantástica - suspira ella.

El chico levanta la venda y luego le desata el otro brazo sin salir de ella. Luego la abraza.

- Como dijo Humphrey Bogart en Casablanca: este es el inicio de una bonita amistad - le dice mientras la vuelve a besar.
 
Paloma sale del parking público donde ha dejado el coche y camina hacia la Mallorquina, dos manzanas más abajo. Lleva un traje de pantalón negro ajustado y acampanado por los bajos, que quedan una cuarta por encima del tobillo, espacio más que suficiente para dejarla lucir unos tacones negros de punta cuadrada. El traje le hace un buen escote, estricto en el pecho y largo en la espalda, que cubre con un chal a juego. Su culo y cintura quedan perfectamente definidos por la tela ceñida, bajo la que ha tenido la precaución de ponerse un tanga negro para evitar transferencias incómodas. Moviéndose libres bajo el escote, sus dos pechos marcan un pequeño bultito sobre la tela, indicando la localización exacta de sus pezones. Ese vestido es imposible de llevar con sujetador y otras veces, cuando lo ha usado, Paloma ha empleado pezoneras para evitar que se le marcaran las puntas, pero hoy ha tomado la decisión de que no: si lo va a hacer, lo hará bien, usando todas sus armas y poniendo toda la carne en el asador. Así pues, el sujetador ha quedado en el maletero, en una bolsa junto a una blusa más discreta y una falda a media rodilla para cambiarse antes de volver a casa. Duda que pille a su marido despierto, pero por si las moscas.

Le ha dicho que va a una cena de despedida de un compañero que se jubila. Que no tenía previsto ir, pero que se ha encontrado con él y que le ha dado cosa cuando le ha preguntado, así que al final ha decidido acudir a la cena homenaje. No es una coartada muy elaborada pero como ella supone que va a suceder, su marido no presta la más mínima atención. En el ayuntamiento de una gran ciudad como esa, hay eventos para una funcionaria de su rango como para tener agenda nocturna todos los días, aunque ella solo acude a aquellos que le interesan profesionalmente o a los que no le queda más remedio.

De forma que ensaya la cara de “voy pero no me apetece lo más mínimo”, que le queda perfecta, eso suponiendo que Javier tuviera a bien levantar la mirada del móvil para fijarla en ella. Solo se preocupa por Estefanía, la hija de ambos, porque esa es su tarde de pádel y suele parar luego a tomar algo con sus amigos antes de volver a casa. No hay problema: Paloma la deja con una amiga que vive en el mismo bloque y la niña se queda a cenar. Javier solo tiene que ir a recogerla y acostarla.

Así pues, cuando Paloma sale perfectamente arreglada y maquillada de su casa (demasiado para una simple fiesta de jubilación), nadie la ve. En el garaje se cruza con una vecina que la mira con interés de alcahueta, pensando “dónde ira esta tan arreglada entre semana”, pero es una vecina con la que no tiene confianza y apenas se hablan, así que posibilidades de que haga algún comentario inconveniente a su marido, ninguna.

En fin, no está nada mal para haber sido algo improvisado, piensa mientras llega a la altura de la Mallorquina quince minutos antes de su cita. Se dispone a esperar y coge el móvil. Entra en el foro y escribe en el chat:

- Lo he hecho, zorras, he quedado con él. Estoy aquí esperando.

Se abre el chal y se hace un selfie de arriba abajo, con su escote en primer plano. Luego recorta la foto para que no se le vea la cabeza y la cuelga en el chat privado que mantiene con sus amigas.

- Vestida para matar, casi sin nada debajo: espero que al acabar la noche haya merecido la pena – escribe.

- Estás espectacular ¿me enviarás la foto? - pregunta una voz a sus espaldas.

Ella se gira, nerviosa, y se encuentra con unos ojos almendrados que a luz de las farolas brillan con un tono algo más oscuro. La sonrisa perfecta en un rostro impecablemente afeitado, con un aroma a perfume de alta gama que se acerca tentador, provocando en Paloma instintos primarios ¿Que se habrá echado el muy cabrón? ¿Feromonas de tigre? Consigue enmascarar el tenue aroma de Adolfo Domínguez suyo. No ha querido usar algo más llamativo, por si a la vuelta, a su marido le da por usar el olfato. Tiene la absoluta seguridad que debe ser carísimo, igual que el Baume et Mercier que lleva esta vez en la muñeca, no menos de 6000 €.

Para la cena va algo más informal de como lo vio el otro día: pantalón caro de pitillo, zapatos de cuero marrón y una chaqueta ligera, pero todo combinado a la perfección. Y por último la sonrisa, esa sonrisa de tío seguro que parece increíble en un chico de apenas treinta años. Y que atrapa a Paloma, que se pregunta cómo es posible que se haya podido fijar en tantos detalles, si no deja de observar sus labios.

Un ligero temblor la recorre, apenas perceptible desde fuera, pero para ella es como un terremoto. Trata de dominarse ¡joder, Paloma, que pareces una colegiala! ¿Cuánto hacía que no sentía algo así?

Su cerebro manda la orden al cuerpo para que se tranquilice y aliviada, puede oír su propia voz que aparentemente segura, responde:

- Es un poco pronto para intercambiar fotos ¿no te parece?

- Sí, tienes razón, se me olvida que con una mujer de verdad hay que ir más despacio. Pero repito y espero que no te incomode: ¡estás espectacular!

Lo dice despacio, sin apenas mover los labios y mirándola fijamente a los ojos. Luego, hace un silencio de unos segundos dejando de la frase cale en ella antes de volver a preguntar:

- ¿Y ese sitio maravilloso dónde me vas a permitir que te invite a cenar?

- Se llama la Perla de Labuan.

- Vaya ¿cómo la mujer de Sandokán?

- ¿Conoces a Salgari?

- Soy medio italiano ¿cómo no conocerlo?

Ella sonríe satisfecha: ha conocido a demasiados niños pijos y ricos como para darse cuenta que dinero y cultura no siempre van unidos. De hecho, últimamente casi nunca.

- Cocina asiática: la mejor de la zona.

- Genial, me encanta el sabor a especias y las cosas picantes.

- ¿Por eso quedas con mujeres mayores que tú?

- No, por eso no. Lo hago porque me gusta la gente con experiencia, con vida a sus espaldas, que saben apreciar el valor de la aventura, que desean algo distinto porque ya han probado lo convencional y que están dispuestas a asumir y también disfrutar del riesgo de probar algo nuevo.

- Hablas como un joven de cincuenta años… ¿No serás un diablo viejo camuflado en un cascarón joven?

- Jajaja - contesta - Algo de Diablo sí que tengo, espero que te guste esa parte si llegamos a intimar ¿Vamos? - Pregunta ofreciéndole el brazo.

- Claro, por aquí - dice ella aceptando y engarzando el suyo.

Una hora después la velada transcurre superando las expectativas de Paloma. Su efebo no solo es guapo y maduro, sino que hace gala de unos exquisitos modales, una buena cultura y un cosmopolitismo que la impresiona: solo en el último año ha viajado por más países que ella en toda su vida. Tiene gusto y lo demuestra: ha sido capaz de elegir acertadamente dos vinos distintos, para acompañar cada uno de los platos en un maridaje perfecto y ahora está mirando un licor para acompañar el postre. No ha hecho ni una sola mención a los precios, como si en vez de en uno de los bares más de moda y exclusivos del barrio de Salamanca, estuvieran en una tasca de barrio pidiendo cañas. Está claro que el dinero no le preocupa. O al menos no lo demuestra.

Respecto a ella, Paloma ve con agrado como el chico está atento y la mira con ojos interesados. En el local hay al menos una decena de bellezas espectaculares, casi todas como ella, dejándose invitar. Si estuviera allí su Javier, no habría podido echar evitar echar mínimo un par de miradas a cada una. Stefano no ha vuelto la cara ni una sola vez, ni siquiera cuando al volver del servicio una de ellas se ha cruzado y le ha sonreído con descaro. Una rubia alta, joven y con pinta de modelo. El chaval llama la atención entre la parroquia femenina y a pesar de ello, allí está pendiente de cada movimiento, de cada mirada y de cada palabra suya.

Y hablando de palabras, poco a poco la conversación ha ido volviéndose más personal. Clara en la superficie pero turbia en el fondo. Llena de dobles sentidos y de alusiones a la aventura, a la pasión, al sexo…Paloma está sorprendida por como Stefano ha sido capaz de ponerla cachonda sin haber mencionado ni una sola palabra soez o explícita. Sus intenciones se sobreentienden, pero tiene la lucidez y la caballerosidad de no estropearlo con ninguna vulgaridad y de no presionarla, dejando siempre terreno para que dé un paso atrás si algo no le agrada o si considera que van demasiado rápido. Pero a ella le arrebata todo lo que sale de su boca. No es una mojigata y sabe a qué están jugando allí. Y le gusta.

Con el último chupito la recorre una ola de calor que se torna un bochorno que le oprime el pecho, cuando él pone la mano sobre la suya en la mesa.

- Hemos hablado mucho de mí pero poco de ti, Paloma. Estoy tan bien, que la noche se va a pasar en un suspiro y apenas voy a saber nada de ti.

- Y ¿qué quieres saber? - pregunta ella.

- ¿Te gusta la aventura?

- ¿A quién no? - responde con otra pregunta, también cargada de doble sentido.

- La aventura tiene riesgos. A veces hay que internarse por caminos inexplorados - Indica mientras da unos suaves golpecitos con su dedo índice en el anular de ella, justo donde está la señal de su anillo de boda, ahora convenientemente guardado en el bolso.

Paloma capta rápidamente la referencia y suelta una pequeña risa. Hasta ese momento nadie había mencionado nada de maridos ni novias. Stefano, sin mencionar la palabra, ha puesto el asunto de manifiesto. En la misma línea de toda la noche: con elegancia, poniendo el dedo en la llaga pero dejándole margen de maniobra por si ella decide dar un volantazo.

- Paloma, no quiero crearte problemas, pero...

- ¿Pero?

- La marca de ese anillo no me va a detener. Si quieres que lo dejemos aquí, estás a tiempo.

- ¿Tan seguro estás que voy a aceptar?

- Creo que sí: eres valiente y tienes las cosas claras, y yo te ofrezco algo emocionante y distinto – hace una pausa antes de continuar, dando un sorbo al vino para dejar que sus palabras calen en la mujer - Pero también puedo estar equivocado y en ese caso, lo último que quisiera es incomodarte.

- ¿Qué es eso emocionante y distinto que me ofreces? quizás consigas convencerme

Ahora el que ríe es él. Una risa franca y seductora que acompañada de una caricia en la mano, hace que Paloma moje el tanga.

- Para averiguarlo tendrás que aceptar.

“Maldito cabrón seguro de sí mismo”, piensa ella, consciente de que en su mente ya se lo está follando. “Todavía no te voy a decir que sí, aún no, pienso aguantar aunque sea un poquito más”.

- ¿Tomamos la última? Aquí cerca está el Geographic Club que pone unos mojitos excelentes.

- Por supuesto - concede haciendo una señal con la mano a la camarera para que le traigan la cuenta. Cuando esta llega, simplemente pasa la tarjeta sin mirarla. A pesar de ser solo dos, no ha debido bajar de los 300 €, calcula Paloma. Salen del brazo y esta vez Stefano no tiene que invitarla a cogerse de él.

A las 23:45 y con dos mojitos más encima, es hora de tomar decisiones. Paloma se disculpa un momento y se dirige al baño del Geographic Club. Saca el móvil y le escribe a su marido preguntando por la niña.

- Ya está acostada – responde.

- Yo voy a tardar, nos hemos ido de copas.

- Vaya, bueno pues tú verás, mañana toca madrugar. Yo ya me acuesto también.

- Bien. No te preocupes. Procuraré no hacer ruido cuando llegue.

Hace un largo pis y se seca con un kleenex que saca de su bolso. Luego en el lavabo, se mira. Trata de decirse que se conserva muy bien a sus cuarenta y cinco años, pero aunque esto es cierto, no puede evitar ver un rostro muy diferente al que gastaba cuando tenía la edad de Stefano. Cada arruga, cada marca, cada pequeña hinchazón, le recuerda a la Paloma veinteañera y pone de manifiesto la diferencia de edad.

Muy bien, Paloma, tú decides: ¿para casa o para el hotel?

Está un poco mareada, los mojitos iban bien cargados, pero extrañamente lúcida, o al menos, eso piensa cuándo acaba tomando la decisión. No le importa no ser ya una jovencita: le ha gustado a Stefano por algún motivo, así que ¿qué más da? lo importante es no desaprovechar esa ocasión. Quiere sentirse deseada, anhela una noche de placer y de pasión. Y todo eso lo tiene al alcance de la mano, le basta con una palabra o con un gesto para conseguirlo ¿Cuántos Stefanos más se va a encontrar en lo que le queda de vida?

Por un instante trata de encontrar un motivo para no hacerlo. Se pone en el lugar de su marido, piensa en si debe hacer lo correcto o sucumbir a la tentación, pero es una tentativa inútil, apenas le vale solo para justificar el expediente: ella ya tiene clara la decisión y también sabe que apenas habrá remordimiento. No es de las que se comen el coco con estas cosas, además, está convencida de que su marido ya ha tenido más de una oportunidad y casi con seguridad la habrá aprovechado. Y ahora, si se representara una chica quince años más joven y guapísima, tampoco él dudaría.

Reconstruye un poco el maquillaje volviendo a darse eyeline y un nuevo repaso de lápiz de labios. Luego sale decidida, ya cubierto el expediente del momento de duda, y ahora va en busca de aquello que desea desde que cerraron la cita un día antes.

- ¿Otro mojito? - le pregunta Stefano haciendo agitar los cubitos en el vaso vacío.

- ¿En qué hotel decías que estabas?

- En el Eurobuilding.

- Vamos.

Stefano sonríe.

- Claro que sí. Si te parece tomamos un taxi, no está lejos pero ¿para qué perder media hora andando?

- Tengo el coche en el parking. Mejor lo llevamos.

- Perfecto, la habitación tiene derecho a plaza de garaje, pero yo no tengo vehículo, así que podemos pasar el tuyo.

Eurobuilding es un hotel de 4 estrellas, algo antiguo ya, pero de primera categoría.

- ¿Vas a estar de hotel hasta que alquiles el loft? - pregunta Paloma.

- Mi intención era alquilar algo mientras encontraba un sitio definitivo, pero aquí no te hacen contratos por meses, hay mucha demanda. Ahora que tú has tenido a bien dar los permisos ya no merece la pena buscar nada. Seguiré unos días más de hotel hasta que me pueda ir al loft.

Suben a la habitación en el séptimo piso. Moqueta, una cama de 150 cm y una terraza que da a la principal arteria de la ciudad.

- Bonitas vistas - dice ella observando la miríada de luces que titilan a lo largo de la avenida.

- Desde luego - responde Stefano con la vista puesta en sus ojos y luego recorriendo su escote con la mirada, sin molestarse en contemplar el paisaje.

La mano se acerca y le acaricia el cuello, con una suave presión la atrae hacia sí y unos labios carnosos se cierran sobre los suyos. Un beso húmedo, largo y profundo la deja sin aliento. El otro brazo rodea su cintura y la aprieta contra él, mientras repiten beso, esta vez con lengua. Paloma reacciona y le echa los brazos a la nuca, sacando también su lengua a pasear y no escatimando en saliva, mientras se aprieta contra el cuerpo duro y esbelto de Stefano. El chal cae hacia atrás y mientras recupera el hálito, él aprovecha para besarle el cuello y los hombros.

- Me habías prometido una aventura, una sorpresa - gime ella con los ojos cerrados.

- ¿Estás segura? yo tengo unos gustos tanto especiales, quizá no coincidan con los tuyos… a lo mejor prefieres algo más convencional.

- Si esto va a ser algo convencional cojo la puerta y me voy.

- Jajajaja.

La lleva hacia la cama sin dejar de acariciarla y hace que se siente. Luego, de pie frente a ella, se va quitando la ropa. Despacio, con cuidado y elegancia, sin chabacanerías, de forma que Paloma pueda disfrutar del striptease. El cuerpo del chico es espectacular y conforme lo va descubriendo, la mujer se va excitando más y más. Finalmente queda desnudo y Paloma, no puede retirar la vista del último y deseado secreto descubierto: un pene largo y grueso cuelga como un péndulo delante de ella. Poco a poco va poniéndose erecto. Aquello debe estar alrededor de los 20 cm si no más, calcula sorprendida. “Joder, este tío es perfecto” piensa. Si además es bueno en la cama, va a ser el polvo de su vida.

Stefano la toma de las manos y la hace levantarse. Repite el abrazo y el beso mientras ella se estremece, al fundirse contra el cuerpo que ahora sabe desnudo, notando en su vientre la forma cilíndrica de un gran falo erecto. Ahora es su turno. Se separa un poco y coge uno de sus tirantes dejándolo caer por el hombro. Cuando va a repetir la operación con el otro tirante, Stefano la coge por la muñeca.

- El juego comienza ahora - le susurra al oído - Tendrás que obedecerme... Y deberás dejarte hacer. A partir de este momento tu voluntad es la mía - Le dice mientras le muerde la tetilla de la oreja.

Paloma no habla: traga saliva y suspira excitada y expectante.

- Yo te quitaré la ropa.

Stefano deja caer los tirantes y tira del traje hacia abajo, dejando libres los pechos de la mujer. Desabotona el pantalón y acompañando con las manos, se lo baja hasta los tobillos. Lo hace con cuidado pero aprovechando para acariciar sus glúteos y sus muslos. A la vez que la despoja de la ropa, aprovecha para tocar, besar y acariciar. Sus labios recorren su vientre, un poco prominente, siguiendo la curva que va desde su ombligo hasta el pubis. Le deja el tanga puesto, apenas lo ha rozado con su nariz y su boca, pero Paloma ha sentido como la recorría un estremecimiento. Finalmente le quita los tacones, aprovechando para besarle el empeine y los dedos. Saca la lengua y lame algunos de ellos, observando cada reacción de Paloma, pendiente del efecto que tienen sus acciones sobre ella antes de pasar a mayores y confirmando que no muestra rechazo o incomodidad.

Stefano se incorpora y la vuelve de espaldas bajándole el tanga y deslizándolo para sacarlo por los pies. La envuelve en un abrazo desde atrás y ella percibe la verga tiesa contra su culo, restregándose por sus cachetes y presionando justo en su raja. Las manos recorren su vientre y suben (haciéndole cosquillas) hasta los pechos. Los dedos juguetean con sus pezones. Besa su cuello, ella se gira buscando su boca y se muerden los labios en esa forzada postura. La mano baja entonces hasta su entrepierna. No va directa, hace un rodeo pasando por su cadera y por su ingle, antes de rozar apenas su coño. Paloma emite un gruñido de enfado y presenta su pelvis sacando cintura, porque desea una caricia mucho más contundente y directa. En ese momento, él se separa.

- No te muevas – le ordena. Ella permanece quieta, de pie en medio de la habitación y desnuda, observando como Stefano se acerca al cajón de la mesita de noche y saca una especie de venda de tela negra.

Vuelve y situándose detrás, se la coloca en la cara, anudándola con cuidado de no ejercer excesiva fuerza. Ella se remueve inquieta, aunque sin llegar a oponerse.

- Chissss - le sesea él - ¿no me habías dicho que no querías algo convencional?

Le da la vuelta, le levanta la cabeza y la besa mientras con las manos le aprieta las nalgas y le empuja hacia sí, de forma que Paloma puede notar la verga dura, con los huevos presionando sobre su pubis y vientre. Una ligera humedad le empapa el ombligo y sabe que es el líquido preseminal. Se pega y se restriega contra el cuerpo del joven: sabe que Stefano está excitado, si no, su prepucio no estaría mojado.

Le gustaría frotársela contra su vulva, pero por la diferencia de altura no puede, así que se empina un poco, a la desesperada. Siente el aliento de Stefano y oye una breve risa suya ante sus intentos. La coge de los muslos y la levanta. Ella los cierra el rededor de su cintura y se coge a su cuello, buscando a ciegas su boca. Mientras se besan, Stefano la deja caer un poco hasta que su glande y el coño de paloma toman contacto. Al tenerla sujeta por cada nalga con sus manos, el mismo peso hace que su rajita despegue los labios vaginales dejando la entrada libre para la penetración. Ahí la sostiene a pulso, mientras ella se retuerce intentando que la punta encuentre el camino a su interior. Resbala una y otra vez por la entrada de su coño. En ese momento, es consciente de lo mojada que está.

- ¿Estás segura que quieres jugar? Es tu última oportunidad de dar marcha atrás.

- No pienso dar marcha atrás - balbucea entre jadeos y sin dejar de buscar la penetración.

- Vale, haremos una cosa. Si en algún momento te arrepientes o crees que voy demasiado lejos, solo tienes que decir la palabra mágica.

- ¿Cuál es esa palabra?

- Lo haremos fácil: digamos que la palabra es “stop” ¿te parece bien?

- No pienso usarla.

- Repítela por si acaso.

- Stop.

En ese momento la suelta y Paloma queda de pie, un tanto desconcertada al ver que se ha retirado. Stefano la rodea y envolviéndola con sus brazos le susurra:

- ¿Ves? no pasa nada. Si tú dices “stop” yo me retiro, pero habrás podido observar que es menos divertido, en el momento más intenso te has quedado sin el mejor premio.

Ella mete la mano por detrás, busca su miembro y lo aprieta con dureza, lo cual provoca un gemido del chico.

- No se te ocurra volver a dejarme con las ganas ¡cabrón! - Murmura.

Él se ríe. La toma en brazos y la lleva a la cama, tumbándola y recolocándole la venda para que siga sin ver. Toma uno de sus brazos y con otra venda que saca del cajón, la ata al cabecero de la cama. Repite la operación con el otro brazo ante una sorprendida Paloma, que no puede menos que acordarse de su fantasía ¿Será posible? No es exactamente igual pero la coincidencia hace que mil hormigas recorran su cuerpo.

Stefano continúa, tomándola de la barbilla, y empieza a lamerle el cuello. Baja por el canal de los pechos y se entretiene acariciándolos. Ella suspira hasta que el pellizca con más fuerza y el gemido se transforma en grito. Entonces retira los dedos y los sustituye por su lengua. Rodea el pezón y lo lame relajando el dolor. Luego, succiona con los labios y vuelve a hacer pinza con los mismos aunque sin llegar al nivel de daño anterior. Paloma se agita y jadea inquieta, navegando entre el dolor y el placer. Tiene que reconocer que aquello la pone mucho, es una especie de variante de su fantasía y no se lo esperaba. Está expectante ante lo que tiene que llegar.

Por un instante se siente preocupada. No conoce de nada al chico ¿y si es un desequilibrado o un psicópata? Está su merced.

Trata de tranquilizarse. Si tuviera intención de hacerle daño la habría amordazado para que no gritara. Además, le ha dicho qué palabra puede utilizar para pararlo todo. Está tentada de hacer la prueba, pero no quiere usarla, quedaría como una estúpida. Y además es tan rico lo que le está haciendo ahora...

Ha dejado sus pechos y su boca recorre ahora poco a poco el camino de su entrepierna, deteniéndose en el vientre para besar y lamer. Luego, llega al sexo, que Paloma ha tenido la precaución de depilarse casi por entero. Le separa los muslos y entierra su boca entre ellos.

- ¡Dios qué gusto!

El chico es un auténtico experto. Empieza lento, lamiendo de abajo se arriba y deteniéndose en los bordes para luego concentrarse en su clítoris. La respiración se le acelera, los ahogos son cada vez más continuos, empieza a notar contracciones que salen desde su matriz, recorriendo la vagina y estimulando su clítoris, que responde a cada lametazo con un calambre de placer. Puede sentir cómo se Stefano retira una de las dos manos que presionan sobre sus muslos para mantenerlos abiertos, a continuación, nota un dedo juguetear a la entrada de su vagina. Está chorreando, el chico no ha parado de lamer y mientras continua, se lo introduce hasta el puño. Con suavidad pero con decisión. Una vez dentro, lo dobla hacia arriba haciendo gancho.

Paloma va soltando rítmicos gritos de placer que van en aumento gracias a la doble estimulación desde dentro de su coño y por fuera. El orgasmo es inevitable y ella se abandona. Retuerce las piernas, tensa los brazos sin conseguir soltarse y finalmente, arquea el cuerpo mientras se corre: el orgasmo más prolongado que ha tenido en mucho tiempo.

Stefano continúa y acaba por hacerle cosquillas en su sensible nódulo. Quiere agarrarlo de la cabeza y separarlo, pero no puede al estar sujeta. Patalea y trata de juntar las piernas pero él sigue lamiendo.

- Para, para - le pide, pero le hace caso, ignora sus suplicas. Finalmente cae en la cuenta y grita:

- Stop, stop, stop…

Stefano se interrumpe. Se incorpora y acercándose a gatas a su cara, le dice:

- Si pronuncias la palabra, me detengo, pero ten en cuenta que es para toda la noche. Hoy lo dejaré pasar porque es nuestra primera cita, pero la próxima vez que digas stop, cesaré todo contacto y entonces tendrás que vestirte e irte a casa ¿lo has comprendido?

Ella asiente con la cabeza. Está agotada por el orgasmo y confundida por el cúmulo de sensaciones nuevas. El chico no le ha mentido: es toda una aventura nada convencional. Pero por nada del mundo quiere irse. Es lo más estimulante que le ha sucedido y no está dispuesta bajarse tan pronto del tiovivo del sexo al que Stefano la ha subido.

Él se levanta y lo oye abrir un mueble. Es el minibar. Lo siente sentarse en la cama y a continuación da un grito. Algo la quema en el vientre.

- Chisssdd - vuelve a chistar el chico - es solo hielo.

Ella se tranquiliza, aunque su vientre sigue subiendo y bajando nervioso. El muchacho recorre con el hielo su cuerpo hasta llegar al pecho y entonces, empieza hacer círculos concéntricos alrededor de sus senos hasta acabar en sus pezones. El cubito casi derretido ya no quema, en realidad la alivia a la vez que consigue que sus pitones se pongan de nuevo erectos.

Stefano hace desaparecer el cubito en su boca y después, baja y pasa su lengua fría por el clítoris. Alterna lametones y pasadas del hielo hasta que este se deshace.

El contraste excita a Paloma, que suspira con los muslos abiertos y las manos colgando de las vendas atadas al cabecero. Stefano se incorpora y se acerca de nuevo a su rostro.

- Tienes la barbilla llena de saliva y de babas y el coño lleno de flujo. Vaya corrida que te has pegado.

Paloma asiente nuevamente sin hablar.

- Estás sucia.

La mujer se estremece ¿vendrá ahora un nuevo castigo?

- No puedo limpiarme: tengo las manos atadas.

- Puedes pedirme que lo haga yo…

- Stefano ¿puedes limpiarme?

- ¿El qué?

- La boca y mi....

- ¿Tu qué? ¡Dilo!

- Mi sexo.

- ¿Mi sexo? Eso tiene otro nombre ¡quiero oírtelo decir!

- ¡Mi coño! ¡Quiero que limpies mi coño!

- Mucho mejor cariño ¿Sabes que eres todo un hallazgo? me gustas Paloma - Susurra y a continuación comienza a lamerle los labios y luego la barbilla. Sus salivas se entremezclan y ella siente su cálido aliento, mientras Stefano va recogiendo con la lengua los restos. Luego la seca con una sábana y después se traslada a su entrepierna de nuevo, repitiendo la operación. Su clítoris sigue sensible, pero esta vez, él tiene un especial cuidado de no hacerle cosquillas. Paloma vuelve a gemir aunque la caricia es más lenta. Sigue caliente y por un momento piensa que va a encadenar otro orgasmo. No recuerda cuál fue la última vez que tuvo dos seguidos.

- No, no, no - suplica... Ya es demasiado tarde y no quiere correrse así. Quiere tener a Stefano dentro de ella.

- Está prohibido decir no, cariño. Solo puedes decir “stop” y ya sabes lo que eso significa.

- Perdóname.

- ¿Lo has comprendido?

- Sí, sí, solo es que necesito que...Me gustaría que me tomaras.

- Pídelo por favor.

- Por favor, tómame.

- Esto parece una puta telenovela. No seamos convencionales ¡venga Paloma! aprendes rápido y eso hace que me gustes aún más. Pídemelo con otras palabras más sucias, cuanto más sucias, más rápido lo haré.

- Fóllame, fóllame el coño.

- Seguro que puedes hacerlo mejor…

- ¡Métemela hasta el fondo, lléname de polla!

Stefano todavía se hace de rogar un momento más.

- ¡Reviéntamelo hasta que me corra otra vez, joder! ¡No me hagas esperar más, so cabrón!

- Bien, muy bien ¡no sabes cómo me gustas Paloma! no me equivoqué contigo - le susurra mientras ella nota que algo presiona a la entrada de su vagina.

Stefano se ha colocado un preservativo lubricado y la está penetrando ¡Dios! es grande, muy grande. Su vagina se dilata y poco a poco consigue introducirla. Nota el peso del chico sobre ella y el roce que progresivamente se va convirtiendo en un placer desaforado. Cuando llega al final, tras un empujón algo más brusco, ella siente un pinchazo que rápidamente se convierte en un calambrazo de gusto.

Stefano aumenta el ritmo mientras ella jadea cada vez más fuerte y más rápido. El chico sabe hacerlo, parece que lee su cuerpo para acoplarse con ella al mismo ritmo ascendente.

- Fóllame, fóllame - gime Paloma - ¡Más fuerte!

- ¡Grita! quiero que te oiga todo el hotel.

- ¡Que me folles! Digo que quiero que me foooooolles - Grita ella sin reconocerse –Foooll.. Folla ....meeeee…. - Intenta seguir gritando, pero ya no puede articular las palabras. Convulsiona en medio de un orgasmo tremendo mientras Stefano aprieta hasta el fondo, llenándola con toda su virilidad.

Uno de sus brazos finalmente se ha soltado. Ella lleva la mano al culo de su amante y luego lo agarra arañándolo, mientras el chico llega al clímax. Lo nota bombear y el simple pensamiento de cómo debe estar llenando el condón de leche, le provoca una última contracción de placer. Stefano intenta retirarse con delicadeza, pero ella cierra las piernas sobre su trasero.

- Todavía no, por favor, todavía no… quédate dentro un poco, me gusta sentirte, me gusta cómo me colmas.

- ¿Te gusta mi verga?

- Es fantástica - suspira ella.

El chico levanta la venda y luego le desata el otro brazo sin salir de ella. Luego la abraza.

- Como dijo Humphrey Bogart en Casablanca: este es el inicio de una bonita amistad - le dice mientras la vuelve a besar.

Al terminar de leer me puse la música de Sandokan. En castellano.

Jajaja que pequeño era,
 
Al terminar de leer me puse la música de Sandokan. En castellano.

Jajaja que pequeño era,
Recuerdo la serie, también yo era muy pequeño y como dato anecdótico: Sandokan fue el primer libro que leí por propia voluntad, antes todo eran cómics y relatos ilustrados. Desde ese momento me pasé a los libros y hasta hoy. Emilio Salgari fue uno de mis autores de referencia de juventud, junto con Alberto Vázquez Figueroa y otros, pero Salgari fue el primero...
 
A la mañana siguiente Paloma está de buen humor aunque cansada.

Le ha propuesto a Sebas hacer un Kit Kat y desayunar fuera. El aire fresco de la mañana en la terraza de la cafetería ayuda a despejar la cabeza.

Se siente feliz y satisfecha: ni pizca de remordimiento. Anoche volvió a su casa sobre las dos de la madrugada. El vestido y el tanga quedaron en el maletero de su coche. Unas bragas limpias (poco sexys) y la ropa que tenía preparada fueron su vestuario de vuelta. Precaución inútil porque Javier duerme profundamente y apenas se entera que ha llegado. Por la mañana se despide con un beso. Ella se acurruca en la cama. Le duelen las muñecas por la postura forzada y por los tirones que dio en el fragor del combate sexual. Seguramente tenga alguna marca en cuello o pechos y algún arañazo delator, así que se hace la dormida hasta que su marido se va.

Recuerda lo sucedido por la noche e inconscientemente la mano va hacia su concha, como dirían los argentinos. No hace apenas siete horas, el miembro de Stefano se abría paso entre sus labios. Es la primera vez que una polla llega hasta el fondo de su vagina. El recuerdo de esos dos orgasmos, hace que se moje de nuevo. Con su mano izquierda acaricia su pezón, tratando de simular los bocados de Stefano. Con la derecha se masturba. Al principio, lentamente, luego furiosa, casi haciéndose daño. Un nuevo éxtasis la deja rendida pero satisfecha. Necesitaba calmar la calentura antes de que naciera de nuevo. Un orgasmo preventivo que dirían los militares.

Se espabila con una buena ducha y con un humor excelente despierta a su hija. La rutina diaria se ve de otra forma, después de haber echado un polvo espectacular con un nuevo y bello amante.

Pero ¿Es Stefano su amante? se pregunta ¿O será solo cuestión de un capricho de un par de noches? Ella desea que no. Stefano se queda a trabajar así que ojalá su relación se mantenga, suspira ensoñadora.

- Bueno ¿cuál es el plan para hoy? - interrumpe Sebas sus pensamientos.

- Seguimos con lo de Wkm: ahora viene la parte más coñazo. Revisar memoria económica, catastro y registros de la propiedad. Mañana empiezo yo con las visitas a las parcelas. Comprobare mediciones y cotas. Tú ve revisando la documentación y si ves algo raro me avisas, ya conoces el procedimiento.

-Ok. Oye jefa, se te ve bien hoy…

- Gracias, tengo días… y hoy es uno de los buenos.

- Pues me alegro: me gusta cuando me sacas a la calle. Y también me gusta verte relajada y disfrutando del trabajo - Añade con cierta retranca.

- Una inspectora relajada no disfruta de su trabajo así que no te acomodes que esto no va a durar. Seguramente para por la tarde habré recuperado mi mala leche habitual.

- Vale, pues disfrutemos mientras dure. Pago yo el desayuno.

A la vuelta a la oficina y antes de sumergirse en el lío de documentación del expediente que tiene que revisar antes de empezar sus visitas in situ, Paloma tiene un par de cosas que le apetece hacer.

La primera es entrar al foro y leer los mensajes de sus amigas. Esta mañana, al llegar al curro, ha colgado un breve resumen de su noche.

Desde un “toma ya” hasta un “cabrona pásame su teléfono o por lo menos invítame a hacer un trío con vosotros”. “Soy capaz de comerte el coño con tal de conocer a ese chaval”. Ella sonríe satisfecha al leerlo: ¿de qué sirve tener una aventura con un pimpollo si no puedes contarlo aunque sea desde el anonimato? Luego abre el whatsapp y le escribe a Stefano.

- ¿Cómo has amanecido?

Casi inmediatamente él le responde.

- He amanecido echándote de menos. Lo de anoche me supo a poco ¿Y tú?

- Me he tenido que hacer una paja así que imagínate ¿Cuándo nos vemos otra vez?

- Ja ja, que impaciente…

- ¿A ti no te apetece seguir jugando?

- Claro que sí, pero lo de anoche fue solo una introducción ¿te atreverás a continuar?

- Ponme a prueba.

- Vale, esta noche entonces.

- No puedo salir todas las noches. Ya sabes por qué - Contesta ella apesadumbrada.

- ¿Y no te puedes escapar del trabajo?

Paloma lo piensa un momento y luego sonríe.

- Tengo que hacer una serie de visitas esta semana y la que viene fuera de la oficina. Si tú también puedes escaparte, podríamos intentar vernos.

- Yo no tengo que escaparme, guapa, soy mi propio jefe. Tú solo dime a qué horas puedes y yo te estaré esperando: el sitio ya lo conoces.

- Mañana te llamo.

- Espero esa llamada, ansioso, pero antes, una pequeña prueba.

- ¿Una prueba? ¿Qué quieres decir?

- El juego, ya sabes ¿Estás sola ahora?

- Si.

- Quiero una foto tuya desnuda de cintura para abajo.

- ¡Venga ya!

- Totalmente desnuda: quiero ver tu sexo, ese mismo que anoche saboreé con mi boca y con mi verga.

Paloma se revuelve inquieta. Aquello no acaba de convencerla.

- Si no hay foto, no hay cita - dice él en otro mensaje, añadiendo un pequeño emoticono de un diablo.

Paloma cierra la puerta del despacho tras asegurarse que no hay nadie fuera. Sebas todavía tardará al menos un cuarto de hora en llegar, ha ido al registro a por documentación y la funcionaria más cercana está al otro lado de la oficina, enfrascada en sus tareas.

Pone el móvil sobre el archivador, lo programa y se sube el vestido. La primera foto es con las braguitas puestas. Hoy se ha puesto unas bonitas bragas de encaje y quiere que Stefano la vea con ellas. Se le ajustan bien a su pubis y ella se ve hermosa y capaz de excitar a su amante. Luego se las quita y hace una segunda foto. El estar ahí desnuda, en su puesto de trabajo enseñándole la vulva al muchacho es algo que la pone cachonda. Stefano sabe cómo motivarla. Ahora mismo desearía que estuviera ahí y que la poseyera sobre la mesa. Se vuelve a mojar, nunca había tenido tantas ganas continuadas de sexo, parece una adolescente.

Se sienta sobre la mesa y separa las piernas para que se vea bien su almeja. Hace un par de fotos más y luego las edita todas para que no se le vea la cara. Acaba colocándose de nuevo las bragas y enviándolas, satisfecha, a su amante.

Espera con el corazón en un puño hasta que él contesta. Lo hace con varios emoticonos de corazones y con una foto de su verga. Está empalmado y una vez más, Paloma se sorprende de lo enorme que es.

- Vaya, veo que te alegras de verme.

- Llámame mañana tú y pon la hora: yo te estaré esperando.

- Okay - contesta paloma y cierra chat: acaba de oír llegar a Sebas.

- Jefa, acabo de llegar de registro: aquí tienes lo que me has pedido ¿Quieres que lo mire yo?

- No, ya me ocupo.

Sebas le lanza una mirada despechada.

- Oye, tú ya estás hasta arriba ¿por qué no me dejas que te ayude?

- Tienes trabajo, te toca la parte más pesada. Yo me ocupo de filtrar.

- Esa es mi tarea.

- Cuando no pueda ya te diré ¿No lo hago siempre?

- Pues vale, pero si colapsas avísame antes de que empieces a escupir veneno, que luego ya es tarde.

- Descuida.

Al final de la mañana, una hora antes de la pausa para almorzar, Paloma coge el bolso y se despide de Sebas.

- ¿Te vas?

- Si, me voy a localizar la primera parcela. Como por allí y esta tarde a la paso fuera.

- Vale, pues hasta mañana.

- Hasta mañana, Sebas.


Al mediodía siguiente, aparca en el hotel de Stefano. Sube a la habitación y se detiene un momento frente al espejo del pasillo. Ese día no está tan arreglada. Viene del trabajo y no ha querido dar allí la nota, todavía tiene el vestido del otro día en el maletero y por un instante piensa en ponérselo aunque está un poco arrugado, pero desecha la idea. No quiere repetir y menos, con alguien tan cuidadoso al vestir y con tanto estilo como su amante. Tendrá que conformarse con lo que lleva y con un poco de maquillaje. Se mira en el espejo y se repasa las pestañas y los labios, se da un poco de color en las mejillas y se repasa la ropa. Va informal pero no está nada mal, con una blusa suelta ajustada su talle y con unos vaqueros pegados que marcan sus muslos y su culo. Paloma es delgada y a pesar de haber sido madre no ha ensanchado de caderas, mantiene un tipo muy aparente.

Toca dos veces en la puerta de la habitación y Stefano acude a abrir.

- Vaya ¡mira a quién tenemos aquí!

- Lo siento, hoy no estoy tan espectacular, pero es que vengo del trabajo.

- No te preocupes, para lo que te va a durar puesta la ropa… - Cierra la puerta y los dos se funden en un abrazo y en un húmedo beso.

- ¿Te apetece que comamos algo antes de jugar?

- Estoy impaciente - responde Paloma - ¿No me puedes dar un adelanto antes del almuerzo?

- Cómo desees…

La toma de la mano y la sitúa frente a la ventana corriendo las cortinas traslucidas, de forma que sigue entrando luz pero limitan la visión desde fuera simplemente a un bulto o una forma.

- Desnúdate - le ordena.

Ella echa una mirada hacia la ventana. No puede ver demasiado del exterior con la tela, con lo cual supone que a la inversa será igual ¿Que le habrá preparado Stefano? un latigazo de deseo la recorre de los pies a la cabeza. Con las prisas no ha pensado demasiado, su único deseo era llegar pronto a su cita. Pero ahora que está allí y ha oído la orden de desnudarse su cuerpo reacciona. Sabe para qué ha ido a aquel lugar y el recordar su primera vez juntos, hace que el vello se le ponga de punta.

Obedece y se queda totalmente desnuda frente al chico que la mira con aprobación. Abre un cajón en la mesita de noche y coge algunas cosas. No parece la venda del otro día, es algo que brilla y suena. Luego se acerca ella.

- Hoy vamos a ir un poquito más en serio ¿recuerdas la palabra para que me detenga? pero recuerda también la norma: si me haces parar me voy. Esto se interrumpe cuando tú lo pidas, pero la fiesta se acaba hasta el próximo día.

Paloma traga saliva y asiente. Está nerviosa porque ignora lo que va a pasar, pero a la vez lo teme y lo desea.

En esta ocasión no le tapa los ojos. Stefano le coge las manos y saca del bolsillo unas esposas. Con un par de clics sus muñecas quedan unidas. Trae una silla y subiéndose, toma la cadena que ha traído (eslabones color plata de aluminio pero muy resistentes) y la pasa por la barra de la cortina que está firmemente anclada al techo. Seguramente ha debido comprobarla antes.

La cadena tiene en una de las puntas un mosquetón que engancha a las esposas. Jala despacio hasta que Paloma queda con los brazos en alto. Para justo antes de que cuelgue, lo suficiente para que pueda estar de pie sin que su propio peso tire de ella. Luego, ata el otro extremo al cabecero de la cama. Stefano se acerca y la besa:

- ¿Estás bien? - le pregunta.

- Me tira un poco.

- Es necesario que estés un poco incómoda: así disfrutarás más cuando llegue el momento.

Stefano da unos pasos atrás y la mira satisfecho. Está desnuda, con los brazos en alto y los pechos moviéndose temblorosos, expuestos e inseguros. Ahora es él el que se quita la ropa muy despacio, sin prisas, observando a Paloma y comprobando sus reacciones.

Ella se ha olvidado de la postura y de la situación en que se encuentra y lo mira con los ojos brillantes. Le gusta el juego. Puede ver su mirada de deseo y su expectación, mientras él se acerca con la gran verga moviéndose a un lado a otro. Con movimientos lentos y suaves, recorre su cuerpo como hizo el otro día, besándola, pasando a los labios por sus pechos, por sus axilas, por su vientre y por fin, se arrodilla entre sus piernas y deposita un beso en su sexo. Solo uno. Después, es su lengua la que comienza a funcionar.

Paloma mira hacia abajo y puede ver la mata de pelo negro del chico pegada a su entrepierna, así como la nariz y la lengua cuando él se separa un poco. El sonido acuático de los lametones y el olor de su propio sexo rezumando flujo, se unen al festival de los sentidos. El gusto se extiende por oleadas, irradiando desde su clítoris al resto del cuerpo. Piensa que de nuevo, su primer orgasmo está destinado a ser producido por la boca de su amante, pero este se retira y sustituye la lengua por su dedo anular que estimula su botón del placer con caricias circulares. Luego lo pasa por entre sus labios vaginales y finalmente, lo introduce sin ninguna dificultad en su interior. Empieza a espolearla desde dentro y Paloma se enciende. Si en ese momento volviera a tocarla con la lengua a la vez que la estimula con el dedo, se correría sin remedio.

Pero Stefano tiene otros planes. Toma algo que parece una toalla religada y la abre sobre la moqueta. De una cajita saca algo que Paloma no puede ver bien. Él sonríe ante los esfuerzos de ella por mirar. Levanta la mano y balancea frente a sus ojos un conjunto de bolas chinas. A ella le brilla la mirada.

- No te atreverás…

- ¿Quién te ha dado permiso para hablar? - El chico coge otro objeto en este caso una mordaza de bola y se la enseña - ¿No querrás que te tape la boca? Hoy no tocaba jugar con esto, pero si te pones impertinente igual lo uso.

Toma un poco de gel lubricante y empapa las bolas. Luego, las vuelve a situar frente a los ojos de Paloma y finalmente se arrodilla. Le separa las piernas, lo que provoca que pierda un poco de altura y los brazos estiren un poquito más.

- ¡Ay! - se queja ella.

- ¡Silencio!: todavía no hemos empezado.

Con exquisito tacto, pasa la primera bola por el sexo de Paloma, recorriendo la raja húmeda que también recibe parte del lubricante que la empapa. Después, con mucho cuidado, presiona con los dedos y la esfera desaparece dentro de su vagina. Paloma suspira y luego tiembla cuando besa su clítoris y lo lame tiernamente. Sigue la segunda esfera. Repite la operación exactamente igual.

- Son cuatro, pero no te preocupes, que si la otra noche entró toda mi polla, es que caben de sobra - Por toda respuesta un gemido seco sustituye al suspiro anterior. Stefano se toma su tiempo, no hay prisa. Al final solo un hilito sale de la vagina de la mujer - Ya puedes cerrar las piernas - le anuncia y ella lo hace.

El movimiento provoca que las bolas se muevan a su vez, impulsando una sensación placentera en sus entrañas. Stefano la hace girar hasta que su cara queda pegada a la cortina. Toma algo del armario. Paloma mira de reojo, aprovechando que hoy puede ver. Algo cuelga de su mano, parece un cinturón ancho y largo. Lo pasa por su cuello y lo desliza suavemente: es un cinturón de cuero, confirma ella. Siente un estremecimiento cuando corre la punta por su espalda y da un par de toques leves en sus nalgas.

- Hoy el juego empieza de verdad. Vamos a ver cómo te portas - susurra su amante mientras va al otro lado de la habitación y se sirve una copa de vino.

Bebe un par de sorbos y se acerca a ella poniéndola en sus labios. Paloma tiene la boca seca. Bebe atragantándose porque es un vino recio, criado en barrica de roble, que casi parece coñac. Tose y unos hilos rojos caen por su barbilla y mojan su garganta y sus pechos. Stefano sonríe divertido y vuelca parte del contenido en sus tetas. Luego lo lame con la lengua.

- Excelente buqué - afirma palabras que le da una palmada en su nalga.

El vino la reconforta cuando cae en su estómago, calentándola por dentro un par de grados más de lo que ya está.

Stefano se va al otro lado de la habitación y la observa. Se acaba la copa y luego da un golpe con el cinturón en el suelo, que queda amortiguado por la moqueta. Pero no lo suficiente como para no producir un sonido seco, haciendo que Paloma de un respingo. Las bolas se mueven en su interior y el susto se transforma en placer. Otro golpe sordo y otro, que cada vez resuenan más cerca.

La mujer se remueve en tensión ¿Se atreverá él? ¿Será capaz de resistirlo ella? hasta que un latigazo en las nalgas la hace saltar. Ha sido más la impresión que el daño, porque Stefano no ha pegado fuerte. El dolor se mezcla con el placer: una vez más las bolas juegan en su interior. Luego viene otro latigazo y otro más. La intensidad va subiendo poco a poco. La boca otra vez seca, Paloma saca la lengua y la pasar por los labios, notando un sabor salado. Se da cuenta que se le han saltado las lágrimas.

- La palabra, Paloma: dila y pararé.

Ella niega con la cabeza. Y su decisión la enardece. Tensa, espera el próximo golpe. Sus músculos se contraen y las bolas vuelven a hacer su efecto mágico. Placer antes del correazo, un breve destello de dolor y nuevo placer después. El culo y los muslos le arden pero no le importa. La intensidad se ha estancado y ahora ella sabe que puede soportarlo, al menos un rato más.

Sigue esperando nuevos golpes pero, de repente, siente el brazo masculino rodeándola por la cintura. Ahora lo que llegan son besos en el cuello y caricias en los doloridos brazos y hombros, que acusan el desgaste físico de estar colgada del techo.

- Estoy orgulloso de ti: lo has hecho muy bien y ahora vas a tener tu premio.

Nota su miembro totalmente erecto pegado a su culo. Una mano acaricia el pecho y la otra baja por su espalda. Stefano se separa un momento y abre las nalgas. Le lame la raja que separa ambas y con cuidado, localiza el hilo que cuelga empapado por el flujo y tira muy despacio de él. Sale la primera bola y se oye algo parecido a un choff. Paloma está muy caliente y muy mojada. Ahora el muchacho repite la operación inversa a cuando se las introdujo. Tomándose el mismo tiempo y con el mismo cuidado, va tirando hasta que salen las cuatro bolas de su vagina. La última provoca un pedo vaginal al salir el aire, avergonzando a la mujer, pero al que su amante no presta la más mínima atención.

Vuelve a ponerlas frente a ella. Le pasa una por los labios. Paloma la lame, la chupa como si fuera un caramelo y finalmente Stefano se la introduce en la boca. Es incómodo porque tiene los brazos sujetos y no sabe muy bien qué hacer con ella, pero su amante se lo aclara.

- Sujétala con los dientes. Cuando te dé el primer vergazo puedes escupirla si quieres.

Paloma lo ve embadurnarse el miembro con lubricante y luego, la toma por las caderas y la gira bruscamente. La inclina hacia delante un poco, lo que da la cadena. Busca con su polla la entrada a su coñito desde atrás. El glande resbala por el canal de sus nalgas y tras pasar un momento por su ano, se detiene a la entrada de su vagina, que como recientemente ha sido dilatada por el juguete sexual y está convenientemente húmeda, recibe su cipote abriéndose sin apenas dificultad.

- Arrrrg - gime sintiéndose empalada. La bola escurre de su boca y cae al suelo.

La tiene sujeta por las caderas y al principio el movimiento es lento y suave. Su miembro entra hasta tocar fondo, presiona contra su útero y vuelve a salir. Una vez certificado que todo fluye bien, Stefano la aferra por las caderas y el movimiento se vuelve más rápido y más brusco. Los pechos manchados de vino de Paloma rebotan mientras la follan. La sensación es deliciosa, mejor que el día anterior y de repente, ella cae en cuenta de que la están follando a pelo.

- El condón, el condón - trata de balbucear.

- Cállate: no tienes permiso para hablar y no te preocupes, que no te voy a dejar embarazada.

Quiere insistir pero el placer es tanto que renuncia y se deja llevar. Empina el culo para tratar de reducir el roce y mejorar el ángulo de embestida, y entonces sí, en apenas un minuto se deshace de gusto y un fuerte orgasmo estalla en su coño. Las piernas le tiemblan y se niegan a sostenerla. Se deja caer colgada en sus brazos, consiguiendo que Stefano la empitone aún más.

Todo su cuerpo convulsiona. El dolor y la molestia que le produce la postura y el estar colgada, dejan paso a un estasis intenso que casi le hace perder el sentido. No sabe si es a pesar de la tortura que le imprime su amante o gracias a ella.

Es una experiencia nueva y, en cualquier caso, el balance es tan satisfactorio que aún no ha terminado de correrse y ya piensa en repetir. A pesar del dolor y de todos los inconvenientes no duda, ni por un momento se le ha pasado por la cabeza gritar stop. Pero ya sí: su cuerpo desmadejado le duele, la postura es incómoda y la verdad, Stefano ahora le hace daño. El amante lo percibe, atento como siempre a cada suspiro que sale de la boca de Paloma, a cada movimiento, a cada mirada. La saca y tomándola entre sus brazos largos, la aúpa lo suficiente para desenganchar el mosquetón, dejándola resbalar hasta que cae de rodillas

Le levanta la barbilla y le susurra:

- Lo has hecho bien, muy bien, pero esto no ha terminado.

El falo queda a la altura de su cara. Lo dirige a su boca y ella lo besa, haciendo un tímido intento de chupársela pero está tan fatigada que apenas puede inhalar con todo eso dentro. Stefano la saca y se masturba lentamente mientras la sujeta del pelo y le pone el rostro hacia arriba. Tarda poco en empezar a eyacular. Gruesos goterones de semen caen sobre la cara, el pelo, la boca de Paloma, pero también sobre su cuello y sobre su pecho. Stefano le acerca el glande a la boca y ella lo chupa con fruición: se entretiene solo en la punta porque intenta profundizar y a la mitad ya tiene la boca llena y le cuesta respirar, está demasiado cansada y agotada para hacerlo bien. Nota el sabor a semen, alguna gota todavía sale de su capullo cuando aprieta con los labios. Stefano, que la sostiene por el pelo, retira la mano y la suelta y ella se deja caer de costado sobre la moqueta. Cierra los ojos: está deshecha pero feliz.
 
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