Fantasías sexuales de las españolas 2º parte

2​



Pisando la grava.



Paloma pisa la grava que rodea el contenedor que hace las veces de oficina oyendo el crujir que acompaña a cada uno de sus pasos. Es un sonido que le resulta agradable, igual que el de las hormigoneras, las máquinas y los golpes que cortejan todo edificio en construcción.
Su oficina, a modo de cuartel general, está situada en lo alto de una loma, lo cual le proporciona una visión de conjunto de toda la obra que está llevando a cabo. Desde allí le basta con echar un vistazo para ver si hay algo inusual, si todo marcha correctamente, si cada uno ocupa el lugar que debe, si las distintas fases del trabajo están sincronizadas. Se siente orgullosa de ser la responsable última de todo aquello. No es la primera vez que proyecta y diseña a la vez que ejecuta, pero sí es la primera que lo hace en una edificación de ese tamaño. Más de un centenar de casas adosadas, centro social, locales comerciales y equipamientos deportivos y jardines se van a desplegar en las faldas de aquellas colinas, no muy lejos del río Jarama. Piensa que no solo está en lo alto de un cerro, sino que es una analogía perfecta que le permitiría decir que está en la cima de su carrera. Profesionalmente hablando, no puede poner queja al acuerdo al que llegó hace apenas cinco años con Valentín Jurado y que rubricó a través de su perro de presa Santiago. Ahora es una arquitecta reputada que podría montar su propio gabinete, eso en el caso que no quiera aceptar ofertas, que ya las ha habido de otras promotoras y constructoras. No desea ganar más dinero, ni tan siquiera a esas alturas de su vida y con su edad no anhela fama, le basta con sentirse respetada dentro del gremio y que se reconozca su talento. Se lo ha ganado trabajando duro, poniendo toda la carne en el asador, echándole muchas horas, prácticamente ha estado dedicada a su trabajo durante todo este tiempo, mucho más incluso que cuando era funcionaria del Ayuntamiento. Se pregunta que debe hacer ahora. Si merece la pena buscarse otra colina más alta a la que subir o si ya es hora de dar un giro a su carrera y a su vida. Quizás de establecerse por su cuenta con pequeños proyectos que le permitan elegir y decidir en qué trabaja, solo aceptando aquello que realmente la motive y le guste, aunque no gane mucho dinero. Tal vez volver a la administración. En el Ayuntamiento aún mantiene su plaza mediante una petición sucesiva de excedencias. Trabajo burocrático pero tranquilo. O tal vez la tiente un cambio radical de actividad, reinventarse y hacer otra cosa distinta, aunque le cuesta pensar que pueda hacer algo que no esté relacionado directamente con la arquitectura.

El trabajo en aquel tajo comienza casi al amanecer y a media mañana se hace una pequeña parada para tomar un tentempié o un bocado. Ahora hay una falsa sensación de inactividad, aunque no todos paran a la vez y los ruidos le siguen llegando. Quizás sea por eso que no escapa a su control un vehículo que por la pista de tierra sube hasta donde está su caseta. No lo reconoce como uno de los habituales, es un todoterreno demasiado limpio y demasiado nuevo que no parece que haya pisado mucho barro. Cuando llega a su altura, dos hombres se bajan de él. Aspecto de funcionarios que tira para atrás. Uno de ellos porta un maletín para portátil, el otro solo una carpeta. Se dirigen hacia ella con una sonrisa.

- Buenos días - le saluda animosamente el primero y el que parece que lleva la voz cantante. Un tipo mayor con cara de ratón de biblioteca, compuesto de forma que parece que le ha vestido su madre. Pantalones de pana, jersey de pico que no combina, cuello de camisa abrochado hasta el último botón y una parca que parece que vaya a ir a clase en los salesianos.

- Soy Rafael Crespo, técnico del Ayuntamiento. Me han dicho abajo que usted es la responsable.

- Si es por temas de seguridad y prevención de riesgos laborales tenemos un jefe de obra que puede atenderles.

- No, no, es tema de papeleo, simple burocracia. Nos gustaría revisar algunos de los permisos.

- Claro, pasen a mi oficina por favor.

A pesar de ser una caseta prefabricada, el espacio interior resulta cómodo y práctico a la vez que está razonablemente limpio para lo que se supone que es una oficina de obra. Una pequeña mesa de reuniones, un escritorio donde Paloma monta su portátil y tiene a mano impresora, escáner y todo lo necesario para realizar su trabajo. Una máquina de café de cápsulas en un rincón completa la decoración. Todo muy funcional. Paloma les invita a sentarse en la mesa de reuniones.

- Pues usted dirá.

- Sí, voy a necesitar que me muestre el permiso de obra, inscripción en el Registro de empresas Acreditadas (REA), Seguro de Responsabilidad Civil y Certificado de Contratistas y Subcontratistas.

- De todo eso solo le puedo enseñar el permiso de obra y el seguro de Responsabilidad Civil.

- ¿No tiene los demás documentos?

- Rafael ¿puedo preguntarle cuánto tiempo lleva usted de técnico en el Ayuntamiento?

- Unos diez años - contesta el otro, afable y orgulloso.

- Y antes ¿ya estaba en la corporación municipal?

- Si, como administrativo.

- Supongo que terminó la carrera y se presentó a la promoción interna.

- Sí, sí, eso es – responde con cierta suficiencia y vanidad.

- Entonces, Rafael, si lleva tanto tiempo sabrá perfectamente que esos documentos casi nunca se guardan a pie de obra, sino que hay que pedirlos a la constructora mediante requisición, requisición que actualmente se hace por correo electrónico. En una obra solo están obligados a tener el permiso de obra y el seguro, que son justamente los que yo tengo aquí. Pero no se preocupe - dice al ver la cara de circunstancias del otro - Yo le facilito el correo, aunque debe tenerlo en la documentación que en su día se envió al Ayuntamiento. Por cierto, de todos estos documentos deben tener copia. Hubo que darles entrada como requisito para empezar los trabajos. Si me deja echar un vistazo a mi portátil miramos todos los documentos de los que ustedes ya disponen porque se les entregaron en el plazo marcado por la ley.

- Bueno, no es necesario, usted muéstreme lo que tenga aquí y ya cotejaré yo el resto con lo que haya en nuestras oficinas - contesta Rafael Crespo visiblemente nervioso.

No está acostumbrado a que le pongan mirando para Cuenca a la primera de cambio, se supone que él es la autoridad y los que se ponen nerviosos son aquellos a los que visita. Por el contrario, Paloma, lo mira muy segura, sin pestañear, dejándolo cocerse en su propio desasosiego antes de levantarse y dirigirse al archivador donde guarda los papeles. Mientras busca no puede evitar echar un vistazo de reojo al acompañante del tal Rafael y lo sorprende con una media sonrisa, como si todo aquello le divirtiera. Presenta los documentos al técnico.

- Bien, para cualquier otro documento puede dirigirse a nuestra oficina central para reclamarlo, incluidos los que ya debieran tener. Si se les ha perdido alguno, le puedo indicar la dirección de la oficina o el teléfono por si quiere llamar o acercarse presencialmente. También le puedo facilitar el contacto de la persona que puede atenderle.

El otro ya no sonríe, se limita a ponerse las gafas de ver de cerca y pegar la nariz a los papeles, revisándolos como un topo que va husmeando por una galería a ciegas. Va emitiendo pequeños gruñidos (que no se sabe si son de aprobación o de cabreo) al ir comprobando que los documentos que tiene delante parecen estar en regla. Su actitud conciliadora desde que llegó y de falsa amabilidad se ha trocado en mal humor. Paloma está tranquila, ella ha estado muchas veces en el lugar del otro y sabe que no puede pillarla en ningún renuncio, que todo está bien. Aquella no es una obra de tres al cuarto, sino que está respaldada por una promotora fuerte, con buenos contactos y esa inspección no va a ningún sitio. Lo que le extraña es que para ser una inspección rutinaria haya sido tan chapuza. Se pregunta qué están haciendo realmente aquellos dos en su obra. Paloma desvía la mirada hacia el otro tipo que no ha abierto la boca desde que han llegado y que por cierto tampoco se ha presentado.

- Bien, todo parece estar correcto - indica Rafael que parece haberse dado cuenta que allí ha pinchado en hueso, que más le vale cubrir el expediente de la visita como realizada y retirarse, porque la tipa que tiene enfrente parece saber muy bien el camino que pisa y no va a conseguir pillarla en un renuncio, ni irse con la satisfacción de haberla puesto una sola vez contra las cuerdas.

- Espero no haberla molestado mucho - dice en un tono bastante neutro que igual puede significar ironía que sincero pesar por haberle hecho perder el tiempo.

- Ninguna molestia, entiendo que usted tiene que hacer su trabajo - dice ella también en tono neutro, sin que se le note tampoco demasiado si es sarcasmo o cachondeo.

Es entonces, cuando todo parece finalizado, el momento en que el otro personaje, que no tiene pinta de funcionario municipal, le pregunta:

- ¿Dispone usted de los albaranes de entrega de mercancías?

- ¿Como dice?

- Le preguntaba por la documentación referente a la entrega de materiales. Me gustaría verla si no es mucha molestia.

Paloma centra ahora su atención en él. Viste con pantalones de pinza, camisa y cazadora ajustada Burberry. Posee unos ojos grises pequeños pero penetrantes, pelo pajizo de color rubio tirando a claro y es barbilampiño como un niño de diez años.

- Disculpe, creo que no he oído su nombre, tal vez sea porque no se ha presentado…

- Me llamo Fermín Márquez.

- ¿Y usted es? …

- Solo acompaño a Rafael como auxiliar. Me gustaría ver la documentación relativa a pagos y entrega de materiales, y si es posible, lo relativo a contabilidad que tengan por aquí.

- La recepción de mercancías la realiza generalmente el capataz de la obra o, sólo en los casos en que él no está disponible, yo misma, pero aquí no nos quedamos con esa documentación. Se envía lo más pronto posible a la oficina central donde está el departamento de contabilidad y donde seguro que usted sabe que hay que ir a reclamarla.

- Ya, solo preguntaba por si acaso la tenían aquí. Hay veces que en la oficina de obra disponen de ella.

- ¿De verdad cree que la gestión contable de una promoción de este tamaño se hace desde una caseta de obra?

- Bueno, no se pierde nada por preguntar.

- Claro. A mí me gusta también preguntar ¿sabe? ¿Podría decirme qué competencias tiene un ayuntamiento para solicitar documentación fiscal?

- Es simplemente una indagación a título informativo. Solo para uso interno de la corporación municipal. Ya sabe, encuestas y esas cosas que nos piden que hagamos.

Paloma pone cara de “pero ¿qué me estás contando chaval?”. Deja pasar unos instantes de mutismo en los que los segundos se arrastran lentos, pesados, evidentes, mientras clava su mirada inquisidora alternativamente en uno y en otro. Alumna aventajada de Jesús Quintero, parece ser capaz de leerles la mente, cosa que no es cierta por supuesto. Paloma sigue sin saber a qué han venido realmente ese técnico del Ayuntamiento y quién sea el tipo que le acompaña, pero hace como si los tuviera calados, los reta con la mirada devolviendo la pelota a su tejado y poniéndolos en el brete de explicarse o retirarse. Rafael Crespo se revuelve inquieto. El otro le devuelve una mueca convertida en sonrisa al parecer dispuesto a mantenerle el desafío, pero el técnico del Ayuntamiento considera que ya es bastante embarazosa la situación y levanta su culo de la silla, estirándose.

- Bien, si no puede aportarnos más documentación nos vamos. En caso necesario haremos una requisición a sus oficinas centrales.

- Claro. Hagan una lista de lo que necesitan y seguro que allí les atienden. Si hubiera algún problema pasen por la obra, me lo comunican y yo hablaré con la persona adecuada.

- Muy amable.

- Faltaba más.

Ese cortés adiós no engaña a nadie. Paloma les despide a pie de caseta viéndolos montarse en el vehículo, con gesto malhumorado el funcionario del Ayuntamiento, como si se preguntara por qué ha tenido que pasar aquella vergüenza y con ademán tranquilo y relajado el otro individuo, que no sabe quién es pero que se va con un extraño aire de deber cumplido que ella no alcanza a comprender.

¿Qué cojones ha pasado? ¿A qué carajo ha venido todo esto? se pregunta Paloma. No tiene sentido que vengan aquí a por esa documentación. La mayoría de los papeles que han pedido no se guardan en una caseta de obra ni en una oficina portátil. También han pedido documentos que ya tenían o deberían tener. El técnico hace más o menos el mismo trabajo que hacía Paloma así que ella entiende perfectamente que esa visita no parece obedecer a un propósito lógico. No le gusta, no le gusta ni un pelo. Lo piensa unos minutos, con la vista perdida en el horizonte de grúas y andamios antes de tomar la decisión de hacer una llamada. Finalmente toca el contacto de la oficina de su empresa.

- Hola Olga. Soy Paloma, necesito hablar con Valentín ya mismo.

- Valentín está ahora mismo ocupado, le diré que te llame en cuanto pueda.

- Tiene que ser ahora, es urgente, así que pásame la llamada por favor.

Demasiado bien sabe que ese “te llamará en cuanto pueda” es un poco como el que tiene tos y se rasca los cojones. No supone ninguna garantía de que le devuelvan la llamada rápidamente.

- Te he dicho que está ocupado. Tendrás que esperar.

- Muy bien, dile entonces que tengo aquí un inspector del ayuntamiento de Arganda. Que se tome todo el tiempo que necesite para llamarme. Mientras, yo iré hablando con él y facilitándole la documentación que me requiera.

Paloma cuelga sin molestarse en esperar respuesta. No tiene tiempo ni ganas de discutir con la víbora que hace de secretaria de Valentín Jurado. Ya ha lanzado el anzuelo y cualquier pelea es vana. Sólo resta sentarse a esperar a ver si pican. Tamborilea con los dedos encima de la mesa mientras se sirve un chupito. No pasan ni dos minutos cuando suena el teléfono.

- Hola ¿qué sucede?

La voz de Valentín suena cavernosa y enfadada. Igual resulta que sí, que estaba haciendo algo importante, aunque Paloma lo duda porque entonces no habría llamado tan rápido. Más bien debe ser la urticaria que le produce hablar con ella. En las contadas ocasiones que han coincidido desde que forma parte de la empresa, Valentín se ha ido a su casa con la irritación producida solo por la mirada asesina de Paloma.

- Sucede que acabo de tener una visita aquí en la obra. Dos tipos, uno del Ayuntamiento pidiendo ver permisos de obra y diversa documentación.

- Lo habrás remitido a nuestra oficina central ¿no? Es extraño que venga alguien del Ayuntamiento, saben que tenemos todo en regla.

- Ese no me preocupa, me preocupa el otro.

- ¿Que otro?

- El que no se identificó, pero olía a auditor a un kilómetro de distancia. Habló poco, pero mencionó temas relacionados con partidas presupuestarias, materiales comprados, etcétera. Además, no resulta para nada normal que alguien acompañe a un técnico del Ayuntamiento. Y me dio la impresión de que solo estaba tanteando, que callaba más de lo que decía.

- ¿Los remitiste para cualquier tema a nuestra oficina? - insiste Valentín.

- Por supuesto, le dije que los datos eran públicos y que para más información o en caso de necesitar algún detalle, que acudiera a nuestra agencia y que a través de nuestro servicio jurídico se le facilitaría todo lo necesario. Pero eso ya lo sabía. Lo que me pregunto es ¿que estaba haciendo este tipo aquí? ¿Es un aviso? ¿Hay algún tema que deba preocuparme?

- No te preocupes, haré mis averiguaciones a ver qué pasa. La gente del Ayuntamiento me debe más de una y me informarán. Seguramente se trate de una inspección rutinaria para cubrir el expediente.

- Valentín: teníamos un trato.

- Y lo he mantenido. No te pongas histérica que seguro que esto es una tontería.

- Yo me pongo como me sale del coño. El día que me ponga histérica de verdad te aseguro que lo vas a lamentar. De momento, si quieres tranquilizarme, garantízame que no me has metido en una obra donde haya ningún pufo.

- Te garantizo que no pasará nada. Ahora estate tranquila y si hay alguna novedad me vuelves a avisar. Voy a hacer algunas averiguaciones.

- Más vale.

Cuando Paloma cuelga no puede evitar darle vueltas a las últimas palabras de Valentín Jurado, de la misma forma que le está dando vueltas al culín de licor que aún queda en el vaso. No ha dicho “no hay nada, no te preocupes” si no “no pasará nada”. No se le escapa la diferencia ni lo que esta implica.

- Mierda.

Paloma toma el móvil. Parece dudar, pero finalmente localiza un número, uno que duerme el sueño de los justos en su agenda, al que ha evitado llamar hasta ahora y envía un mensaje.
 
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Pisando la grava.



Paloma pisa la grava que rodea el contenedor que hace las veces de oficina oyendo el crujir que acompaña a cada uno de sus pasos. Es un sonido que le resulta agradable, igual que el de las hormigoneras, las máquinas y los golpes que cortejan todo edificio en construcción.
Su oficina, a modo de cuartel general, está situada en lo alto de una loma, lo cual le proporciona una visión de conjunto de toda la obra que está llevando a cabo. Desde allí le basta con echar un vistazo para ver si hay algo inusual, si todo marcha correctamente, si cada uno ocupa el lugar que debe, si las distintas fases del trabajo están sincronizadas. Se siente orgullosa de ser la responsable última de todo aquello. No es la primera vez que proyecta y diseña a la vez que ejecuta, pero sí es la primera que lo hace en una edificación de ese tamaño. Más de un centenar de casas adosadas, centro social, locales comerciales y equipamientos deportivos y jardines se van a desplegar en las faldas de aquellas colinas, no muy lejos del río Jarama. Piensa que no solo está en lo alto de un cerro, sino que es una analogía perfecta que le permitiría decir que está en la cima de su carrera. Profesionalmente hablando, no puede poner queja al acuerdo al que llegó hace apenas cinco años con Valentín Jurado y que rubricó a través de su perro de presa Santiago. Ahora es una arquitecta reputada que podría montar su propio gabinete, eso en el caso que no quiera aceptar ofertas, que ya las ha habido de otras promotoras y constructoras. No desea ganar más dinero, ni tan siquiera a esas alturas de su vida y con su edad no anhela fama, le basta con sentirse respetada dentro del gremio y que se reconozca su talento. Se lo ha ganado trabajando duro, poniendo toda la carne en el asador, echándole muchas horas, prácticamente ha estado dedicada a su trabajo durante todo este tiempo, mucho más incluso que cuando era funcionaria del Ayuntamiento. Se pregunta que debe hacer ahora. Si merece la pena buscarse otra colina más alta a la que subir o si ya es hora de dar un giro a su carrera y a su vida. Quizás de establecerse por su cuenta con pequeños proyectos que le permitan elegir y decidir en qué trabaja, solo aceptando aquello que realmente la motive y le guste, aunque no gane mucho dinero. Tal vez volver a la administración. En el Ayuntamiento aún mantiene su plaza mediante una petición sucesiva de excedencias. Trabajo burocrático pero tranquilo. O tal vez la tiente un cambio radical de actividad, reinventarse y hacer otra cosa distinta, aunque le cuesta pensar que pueda hacer algo que no esté relacionado directamente con la arquitectura.

El trabajo en aquel tajo comienza casi al amanecer y a media mañana se hace una pequeña parada para tomar un tentempié o un bocado. Ahora hay una falsa sensación de inactividad, aunque no todos paran a la vez y los ruidos le siguen llegando. Quizás sea por eso que no escapa a su control un vehículo que por la pista de tierra sube hasta donde está su caseta. No lo reconoce como uno de los habituales, es un todoterreno demasiado limpio y demasiado nuevo que no parece que haya pisado mucho barro. Cuando llega a su altura, dos hombres se bajan de él. Aspecto de funcionarios que tira para atrás. Uno de ellos porta un maletín para portátil, el otro solo una carpeta. Se dirigen hacia ella con una sonrisa.

- Buenos días - le saluda animosamente el primero y el que parece que lleva la voz cantante. Un tipo mayor con cara de ratón de biblioteca, compuesto de forma que parece que le ha vestido su madre. Pantalones de pana, jersey de pico que no combina, cuello de camisa abrochado hasta el último botón y una parca que parece que vaya a ir a clase en los salesianos.

- Soy Rafael Crespo, técnico del Ayuntamiento. Me han dicho abajo que usted es la responsable.

- Si es por temas de seguridad y prevención de riesgos laborales tenemos un jefe de obra que puede atenderles.

- No, no, es tema de papeleo, simple burocracia. Nos gustaría revisar algunos de los permisos.

- Claro, pasen a mi oficina por favor.

A pesar de ser una caseta prefabricada, el espacio interior resulta cómodo y práctico a la vez que está razonablemente limpio para lo que se supone que es una oficina de obra. Una pequeña mesa de reuniones, un escritorio donde Paloma monta su portátil y tiene a mano impresora, escáner y todo lo necesario para realizar su trabajo. Una máquina de café de cápsulas en un rincón completa la decoración. Todo muy funcional. Paloma les invita a sentarse en la mesa de reuniones.

- Pues usted dirá.

- Sí, voy a necesitar que me muestre el permiso de obra, inscripción en el Registro de empresas Acreditadas (REA), Seguro de Responsabilidad Civil y Certificado de Contratistas y Subcontratistas.

- De todo eso solo le puedo enseñar el permiso de obra y el seguro de Responsabilidad Civil.

- ¿No tiene los demás documentos?

- Rafael ¿puedo preguntarle cuánto tiempo lleva usted de técnico en el Ayuntamiento?

- Unos diez años - contesta el otro, afable y orgulloso.

- Y antes ¿ya estaba en la corporación municipal?

- Si, como administrativo.

- Supongo que terminó la carrera y se presentó a la promoción interna.

- Sí, sí, eso es – responde con cierta suficiencia y vanidad.

- Entonces, Rafael, si lleva tanto tiempo sabrá perfectamente que esos documentos casi nunca se guardan a pie de obra, sino que hay que pedirlos a la constructora mediante requisición, requisición que actualmente se hace por correo electrónico. En una obra solo están obligados a tener el permiso de obra y el seguro, que son justamente los que yo tengo aquí. Pero no se preocupe - dice al ver la cara de circunstancias del otro - Yo le facilito el correo, aunque debe tenerlo en la documentación que en su día se envió al Ayuntamiento. Por cierto, de todos estos documentos deben tener copia. Hubo que darles entrada como requisito para empezar los trabajos. Si me deja echar un vistazo a mi portátil miramos todos los documentos de los que ustedes ya disponen porque se les entregaron en el plazo marcado por la ley.

- Bueno, no es necesario, usted muéstreme lo que tenga aquí y ya cotejaré yo el resto con lo que haya en nuestras oficinas - contesta Rafael Crespo visiblemente nervioso.

No está acostumbrado a que le pongan mirando para Cuenca a la primera de cambio, se supone que él es la autoridad y los que se ponen nerviosos son aquellos a los que visita. Por el contrario, Paloma, lo mira muy segura, sin pestañear, dejándolo cocerse en su propio desasosiego antes de levantarse y dirigirse al archivador donde guarda los papeles. Mientras busca no puede evitar echar un vistazo de reojo al acompañante del tal Rafael y lo sorprende con una media sonrisa, como si todo aquello le divirtiera. Presenta los documentos al técnico.

- Bien, para cualquier otro documento puede dirigirse a nuestra oficina central para reclamarlo, incluidos los que ya debieran tener. Si se les ha perdido alguno, le puedo indicar la dirección de la oficina o el teléfono por si quiere llamar o acercarse presencialmente. También le puedo facilitar el contacto de la persona que puede atenderle.

El otro ya no sonríe, se limita a ponerse las gafas de ver de cerca y pegar la nariz a los papeles, revisándolos como un topo que va husmeando por una galería a ciegas. Va emitiendo pequeños gruñidos (que no se sabe si son de aprobación o de cabreo) al ir comprobando que los documentos que tiene delante parecen estar en regla. Su actitud conciliadora desde que llegó y de falsa amabilidad se ha trocado en mal humor. Paloma está tranquila, ella ha estado muchas veces en el lugar del otro y sabe que no puede pillarla en ningún renuncio, que todo está bien. Aquella no es una obra de tres al cuarto, sino que está respaldada por una promotora fuerte, con buenos contactos y esa inspección no va a ningún sitio. Lo que le extraña es que para ser una inspección rutinaria haya sido tan chapuza. Se pregunta qué están haciendo realmente aquellos dos en su obra. Paloma desvía la mirada hacia el otro tipo que no ha abierto la boca desde que han llegado y que por cierto tampoco se ha presentado.

- Bien, todo parece estar correcto - indica Rafael que parece haberse dado cuenta que allí ha pinchado en hueso, que más le vale cubrir el expediente de la visita como realizada y retirarse, porque la tipa que tiene enfrente parece saber muy bien el camino que pisa y no va a conseguir pillarla en un renuncio, ni irse con la satisfacción de haberla puesto una sola vez contra las cuerdas.

- Espero no haberla molestado mucho - dice en un tono bastante neutro que igual puede significar ironía que sincero pesar por haberle hecho perder el tiempo.

- Ninguna molestia, entiendo que usted tiene que hacer su trabajo - dice ella también en tono neutro, sin que se le note tampoco demasiado si es sarcasmo o cachondeo.

Es entonces, cuando todo parece finalizado, el momento en que el otro personaje, que no tiene pinta de funcionario municipal, le pregunta:

- ¿Dispone usted de los albaranes de entrega de mercancías?

- ¿Como dice?

- Le preguntaba por la documentación referente a la entrega de materiales. Me gustaría verla si no es mucha molestia.

Paloma centra ahora su atención en él. Viste con pantalones de pinza, camisa y cazadora ajustada Burberry. Posee unos ojos grises pequeños pero penetrantes, pelo pajizo de color rubio tirando a claro y es barbilampiño como un niño de diez años.

- Disculpe, creo que no he oído su nombre, tal vez sea porque no se ha presentado…

- Me llamo Fermín Márquez.

- ¿Y usted es? …

- Solo acompaño a Rafael como auxiliar. Me gustaría ver la documentación relativa a pagos y entrega de materiales, y si es posible, lo relativo a contabilidad que tengan por aquí.

- La recepción de mercancías la realiza generalmente el capataz de la obra o, sólo en los casos en que él no está disponible, yo misma, pero aquí no nos quedamos con esa documentación. Se envía lo más pronto posible a la oficina central donde está el departamento de contabilidad y donde seguro que usted sabe que hay que ir a reclamarla.

- Ya, solo preguntaba por si acaso la tenían aquí. Hay veces que en la oficina de obra disponen de ella.

- ¿De verdad cree que la gestión contable de una promoción de este tamaño se hace desde una caseta de obra?

- Bueno, no se pierde nada por preguntar.

- Claro. A mí me gusta también preguntar ¿sabe? ¿Podría decirme qué competencias tiene un ayuntamiento para solicitar documentación fiscal?

- Es simplemente una indagación a título informativo. Solo para uso interno de la corporación municipal. Ya sabe, encuestas y esas cosas que nos piden que hagamos.

Paloma pone cara de “pero ¿qué me estás contando chaval?”. Deja pasar unos instantes de mutismo en los que los segundos se arrastran lentos, pesados, evidentes, mientras clava su mirada inquisidora alternativamente en uno y en otro. Alumna aventajada de Jesús Quintero, parece ser capaz de leerles la mente, cosa que no es cierta por supuesto. Paloma sigue sin saber a qué han venido realmente ese técnico del Ayuntamiento y quién sea el tipo que le acompaña, pero hace como si los tuviera calados, los reta con la mirada devolviendo la pelota a su tejado y poniéndolos en el brete de explicarse o retirarse. Rafael Crespo se revuelve inquieto. El otro le devuelve una mueca convertida en sonrisa al parecer dispuesto a mantenerle el desafío, pero el técnico del Ayuntamiento considera que ya es bastante embarazosa la situación y levanta su culo de la silla, estirándose.

- Bien, si no puede aportarnos más documentación nos vamos. En caso necesario haremos una requisición a sus oficinas centrales.

- Claro. Hagan una lista de lo que necesitan y seguro que allí les atienden. Si hubiera algún problema pasen por la obra, me lo comunican y yo hablaré con la persona adecuada.

- Muy amable.

- Faltaba más.

Ese cortés adiós no engaña a nadie. Paloma les despide a pie de caseta viéndolos montarse en el vehículo, con gesto malhumorado el funcionario del Ayuntamiento, como si se preguntara por qué ha tenido que pasar aquella vergüenza y con ademán tranquilo y relajado el otro individuo, que no sabe quién es pero que se va con un extraño aire de deber cumplido que ella no alcanza a comprender.

¿Qué cojones ha pasado? ¿A qué carajo ha venido todo esto? se pregunta Paloma. No tiene sentido que vengan aquí a por esa documentación. La mayoría de los papeles que han pedido no se guardan en una caseta de obra ni en una oficina portátil. También han pedido documentos que ya tenían o deberían tener. El técnico hace más o menos el mismo trabajo que hacía Paloma así que ella entiende perfectamente que esa visita no parece obedecer a un propósito lógico. No le gusta, no le gusta ni un pelo. Lo piensa unos minutos, con la vista perdida en el horizonte de grúas y andamios antes de tomar la decisión de hacer una llamada. Finalmente toca el contacto de la oficina de su empresa.

- Hola Olga. Soy Paloma, necesito hablar con Valentín ya mismo.

- Valentín está ahora mismo ocupado, le diré que te llame en cuanto pueda.

- Tiene que ser ahora, es urgente, así que pásame la llamada por favor.

Demasiado bien sabe que ese “te llamará en cuanto pueda” es un poco como el que tiene tos y se rasca los cojones. No supone ninguna garantía de que le devuelvan la llamada rápidamente.

- Te he dicho que está ocupado. Tendrás que esperar.

- Muy bien, dile entonces que tengo aquí un inspector del ayuntamiento de Arganda. Que se tome todo el tiempo que necesite para llamarme. Mientras, yo iré hablando con él y facilitándole la documentación que me requiera.

Paloma cuelga sin molestarse en esperar respuesta. No tiene tiempo ni ganas de discutir con la víbora que hace de secretaria de Valentín Jurado. Ya ha lanzado el anzuelo y cualquier pelea es vana. Sólo resta sentarse a esperar a ver si pican. Tamborilea con los dedos encima de la mesa mientras se sirve un chupito. No pasan ni dos minutos cuando suena el teléfono.

- Hola ¿qué sucede?

La voz de Valentín suena cavernosa y enfadada. Igual resulta que sí, que estaba haciendo algo importante, aunque Paloma lo duda porque entonces no habría llamado tan rápido. Más bien debe ser la urticaria que le produce hablar con ella. En las contadas ocasiones que han coincidido desde que forma parte de la empresa, Valentín se ha ido a su casa con la irritación producida solo por la mirada asesina de Paloma.

- Sucede que acabo de tener una visita aquí en la obra. Dos tipos, uno del Ayuntamiento pidiendo ver permisos de obra y diversa documentación.

- Lo habrás remitido a nuestra oficina central ¿no? Es extraño que venga alguien del Ayuntamiento, saben que tenemos todo en regla.

- Ese no me preocupa, me preocupa el otro.

- ¿Que otro?

- El que no se identificó, pero olía a auditor a un kilómetro de distancia. Habló poco, pero mencionó temas relacionados con partidas presupuestarias, materiales comprados, etcétera. Además, no resulta para nada normal que alguien acompañe a un técnico del Ayuntamiento. Y me dio la impresión de que solo estaba tanteando, que callaba más de lo que decía.

- ¿Los remitiste para cualquier tema a nuestra oficina? - insiste Valentín.

- Por supuesto, le dije que los datos eran públicos y que para más información o en caso de necesitar algún detalle, que acudiera a nuestra agencia y que a través de nuestro servicio jurídico se le facilitaría todo lo necesario. Pero eso ya lo sabía. Lo que me pregunto es ¿que estaba haciendo este tipo aquí? ¿Es un aviso? ¿Hay algún tema que deba preocuparme?

- No te preocupes, haré mis averiguaciones a ver qué pasa. La gente del Ayuntamiento me debe más de una y me informarán. Seguramente se trate de una inspección rutinaria para cubrir el expediente.

- Valentín: teníamos un trato.

- Y lo he mantenido. No te pongas histérica que seguro que esto es una tontería.

- Yo me pongo como me sale del coño. El día que me ponga histérica de verdad te aseguro que lo vas a lamentar. De momento, si quieres tranquilizarme, garantízame que no me has metido en una obra donde haya ningún pufo.

- Te garantizo que no pasará nada. Ahora estate tranquila y si hay alguna novedad me vuelves a avisar. Voy a hacer algunas averiguaciones.

- Más vale.

Cuando Paloma cuelga no puede evitar darle vueltas a las últimas palabras de Valentín Jurado, de la misma forma que le está dando vueltas al culín de licor que aún queda en el vaso. No ha dicho “no hay nada, no te preocupes” si no “no pasará nada”. No se le escapa la diferencia ni lo que esta implica.

- Mierda.

Paloma toma el móvil. Parece dudar, pero finalmente localiza un número, uno que duerme el sueño de los justos en su agenda, al que ha evitado llamar hasta ahora y envía un mensaje.
Vuelve Paloma 😄😄😄😄

Y yo liado a más no poder.

¿Esto sigue siendo Marta?
 
3​



Sigue la pista del dinero.

(The Wire)




Fermín espera con paciencia mientras avanza metro a metro por el atasco. A esas horas suele haber embotellamiento alrededor de la sede central de Hacienda en Guzmán el Bueno. No se altera porque ya está acostumbrado, además, así tiene tiempo para pensar. La visita de esta mañana a la obra que está llevando a cabo la promotora Wkm y constructora Unitesa en Arganda del Rey ha resultado un fiasco desde el punto de vista de la inspección. El técnico del Ayuntamiento al que ha obligado prácticamente a acudir a pie de obra gracias a una requisición, no sabía ni por dónde empezar. Normal, no tenía prevista la visita y todo aquello le ha pillado a contrapelo y es más que posible que sus superiores le estén pegando ahora la bronca padre porque no ha tenido tiempo de avisarles. De eso se trataba, de hacer algo no preparado y por sorpresa para que nadie tuviera tiempo a reaccionar, así que Fermín no se ofusca por la falta de resultados. En realidad, ya contaba con eso, su objetivo era otro.

Consigue llegar hasta la salida de la avenida y gira por una bocacalle, accediendo por un lateral al edificio de la Agencia Tributaria. No cualquiera trabaja en la sede central, ni tampoco cualquiera dispone de plaza de garaje allí, pero es que Fermín no es cualquiera. Trabaja en un grupo especial dentro de la Unidad Central de Coordinación en materia de Delitos contra la Hacienda Pública (UCCDHP), directamente dependiente del director del departamento. En principio esta es una unidad encargada de fijar criterios y elaborar procedimientos para guiar a los inspectores en materia de delitos económicos, así como dar asesoramiento a los propios inspectores. Pero Fermín pertenece a un grupo específico dentro de la unidad, un grupo un tanto singular. La Unidad de Seguimiento Administrativo (USA). Debido a sus siglas, dentro de la Agencia los conocen como los americanos.

Aún puede recordar cuando empezó allí, aquellos días en los que (al más puro estilo de las unidades de élite), le recomendaban no desvelar su pertenencia al grupo. Fueron tiempos felices, de ilusión y optimismo. Un momento en que parecía que era posible cambiar las cosas. Fue con la llegada de Rodríguez Zapatero al poder, cuando este manifestó lo que al parecer era una decidida voluntad de perseguir a los grandes defraudadores, imponiéndose reforzar la unidad de Inspección de Hacienda con un selecto grupo de inspectores que serían la punta de lanza que por fin abriría el melón de las investigaciones a los principales agujeros de fraude. Las grandes corporaciones, las grandes fortunas, los holding y entramados financieros que movían más dinero en España. Se supone que iban a ser algo así como los intocables de Eliot Ness. A partir un núcleo escogido de experimentados funcionarios se creó la unidad que, sin embargo, en su mayoría contaba con personal nuevo, recién incorporado a través de oposición y selección. Parecía que había voluntad de verdad porque querían una unidad nueva, libre de las costumbres y de los lastres corporativos que ya existían. Todo el mundo sabía que las grandes fortunas, bien sea a través del contacto directo o bien a través de algunos de los partidos que formaban gobierno, tenían sus propios recursos e informadores dentro de la misma Agencia Tributaria. No obstante, como solía pasar cuando gobernaba el Partido Socialista, una cosa eran las buenas intenciones y lo que se hacía en el escaparate y otra la voluntad real de llegar al final del asunto. Toda la formación recibida, toda la infraestructura montada, todas las labores de coordinación y de puesta en marcha del grupo, todas las expectativas levantadas, todo parecía indicar que casi enseguida se dirigirían a la yugular de los grandes defraudadores. Sin embargo, paralelamente a la creación de esta unidad, el Gobierno decretó una especie de amnistía fiscal, consistente en avisar a todos de lo que se estaba haciendo y perdiendo el factor sorpresa. Para cuando se pusieron manos a la obra, los malos ya estaban sobre aviso y en muchos casos habían tomado sus propias medidas de precaución. No obstante, la unidad funcionó y aunque rebajando sus expectativas, Fermín y sus compañeros se ganaron al sueldo. Se sentía a gusto y feliz, no solo por haber superado una dura oposición de acceso, sino porque le encantaba el trabajo que hacían. Allí estaban los mejores. Sin embargo, un nuevo giro de tuerca del destino le enseñó que, en este país, bajo un barniz de legalidad y de aparente igualdad de oportunidades, son los mismos de siempre quienes siguen teniendo la sartén por el mango. Con la llegada del Partido Popular y Rajoy al poder decayó notablemente el interés por perseguir a las grandes corporaciones y a los grandes depredadores fiscales. El trabajo de la unidad fue obstaculizado y se vieron mermados sus recursos. Otra amnistía fiscal, en este caso ya directamente sobre defraudadores que pudieron blanquear su dinero negro pagando los respectivos impuestos, dejó sin efecto muchas de sus investigaciones. Se podía hacer aflorar todo el capital acumulado en paraísos fiscales sin tener prácticamente que justificar nada. Desde el gobierno dejaron claras cuál eran sus prioridades y también cuáles eran sus amistades. Ellos pasaron de ser una unidad donde todo el mundo esperaba hacer una carrera fulgurante y ser la referencia dentro de Hacienda, al sitio donde nadie quería estar porque sabía que desde allí no iba a ningún lado. Más aun, era de los sitios en la agencia donde, si hacías bien tu trabajo, estabas mal visto. Poco a poco la gente fue saliendo de allí, la unidad perdió empuje y los más espabilados (y también los menos comprometidos) fueron optando por otras vías de promoción. Tu carrera y también tus expectativas económicas mejoraban ostensiblemente si pasabas a hacerte amigo o consultor de quienes tenían el dinero, o del gobierno que los amparaba. El mecanismo habitual era que te reclutaran, generalmente a cambio de información y a cambio de asesoría, no para evitar que la empresa hiciera ilegalidades necesariamente, sino para que no la pillaran con las manos en la masa. Una excedencia como técnico de Hacienda unos años en la privada, o de consultor en algún organismo público manejado por el partido político de turno y luego vuelta a tu puesto, en muchos casos ya próximo a la jubilación, habiendo ganado diez veces más y con una agenda de contactos envidiable.

Pero Fermín Márquez era una rara avis, de esos funcionarios que están por vocación, que profesan el juramento realizado de servicio a los ciudadanos, que aún creía que pertenecer aquella unidad le hacía un intocable, que quería perseguir de verdad del fraude, que no se conformaba con en el mejor de los casos dar avisos, si no que quería que se impusieran multas o si era posible, que por una vez algún gran defraudador pisara la cárcel. Cabezón, metódico, obstinado, comprometido con su trabajo, sigue imperturbable en la unidad, viendo como en vez de héroes ahora los miran como si fueran los de asuntos internos en la policía. Gente aparcada en un sitio que tiene poco recorrido, donde cuando hay posibilidad de dar un buen mordisco al crimen, te quitan el filete de las manos. Hay pocos medios y muchas trabas, pero a pesar de todo y, aunque no te pongan muchas medallas ni repercuta mucho en tu valoración ni en tu currículum, de vez en cuando se permite la satisfacción de poner contra las cuerdas a algún gran defraudador.

El único cambio reseñable es cuando lo pusieron a trabajar de la oficina de enlace con la UDEF. Los que quedan en su unidad han sido reconvertidos para colaborar con la policía. Muy pocos tienen la posibilidad de dirigir investigaciones personales por cuenta y riesgo de la agencia Tributaria en exclusiva. Ahora, más que investigadores, en ese nuevo departamento son asesores policiales, aunque tienen cierto margen de autonomía (que Fermín aprovecha al máximo). Y así es como llegó a la empresa de Valentín Jurado, Wkm, colaborando con la Unidad de Delitos Fiscales en un caso de blanqueo de capitales. No le dieron toda la información, casi nunca suelen hacerlo, solo le piden que investigue algún tema concreto, encargos limitados sin saber exactamente en qué consiste el grueso del caso ni cuánta gente hay implicada.

Se suponía que había una organización que lavaba dinero a través de diversas constructoras invirtiendo en vivienda. Le pidieron que revisara una cartera de empresas que en algún momento habían construido viviendas en las que luego había invertido la organización. Esto, por supuesto, no quiere decir que todas las empresas hicieran algo ilegal o que supieran de los asuntos ilegales de quien invertía el dinero en ellas, de hecho, la mayoría eran operaciones limpias, pero siempre el dinero acaba dejando algún rastro que conduce a algún sitio. Sigue la pista del dinero, que decían en The Wire. En eso Fermín es muy bueno. Ha localizado al menos dos promotoras que colaboraron con la organización sin hacer demasiadas preguntas y donde el volumen de inversión no cuadra con los datos de que dispone Hacienda. La promotora de Valentín jurado no es una de ellas, pero Fermín tiene olfato y en sus ratos libres, en vez de a jugar al pádel con los compañeros o con aquellos jefes que luego le puedan dar un achuchón a su carrera, se dedica a investigar preventivamente.

Una vez descartada la complicidad y ya que dispone de permisos para acceder a datos fiscales por orden judicial ¿por qué no echar un vistazo a estas promotoras que aparentemente están limpias? Su trabajo, entiende él, no acaba con obtener pruebas que sirvan para incriminar a los que resultan evidentemente culpables, sino en ver más allá. Descubrir fraudes allí donde hasta ahora nadie había visto nada le provoca una especial satisfacción. Dar un buen susto a aquellos culpables que se creen a salvo, que pasan desapercibidos y que no esperan que alguien ponga la lupa sobre ellos. Es el caso de Wkm, en la que ha detectado movimientos de capital extraños, un entramado de cuentas innecesario para una promotora que, en principio, tiene un volumen de actividad asociado solo a Madrid y no a toda la península. Un entramado que reconoce demasiado bien porque presenta la misma estructura de aquellos que tratan de dispersar ganancias, aumentar costos, beneficiarse de las desgravaciones y que pretenden hacer desaparecer mucho dinero y muy rápido. Siempre es lo mismo, incluso en aquellos casos donde no se trata de blanqueo descarado de capitales: a los que ganan no les basta con ser una empresa de éxito que ha multiplicado sus dividendos (curiosamente desde el último cambio de legislatura en el Ayuntamiento y en la Comunidad), quieren ganar más y quieren ganar rápido, seguramente porque tienen conexiones políticas y no quieren esperar a un cambio de marea, vaya a ser que las cosas no les funcionan tan bien si hay un cambio de responsables. De hecho, ha estado investigando y se ha dado cuenta que su negocio no se limita a obras cuya adjudicación o permisos dependen del Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad, sino de otros ayuntamientos, todos gobernados por el mismo partido. Un vistazo a sus cuentas declaradas y (más aún), a aquellas a las que ha podido acceder con permiso judicial por la investigación preventiva anterior, le dice que los números no cuadran. Demasiados gastos inflados, mucho movimiento de dinero y cuentas opacas. Algo huele a podrido.

Fermín aparca el vehículo en su plaza reservada. No todo van a ser malas noticias en su vida, al menos ese pequeño privilegio lo sigue conservando. Y también que dispone de un buen despacho. Todavía no han eliminado del todo su unidad y aunque los miren con otros ojos y ya no sean los niños bonitos de Guzmán el Bueno, todavía se acomoda en un lugar con máquina de café de la buena, nevera bien abastecida en la sala de juntas y microondas. Toma una Coca-Cola y se sienta en su oficina abriendo su portátil. No deja la puerta cerrada, hace calor y allí no llega bien el aire acondicionado. Saca su libreta de la carpeta y, metódico, pasa a su ordenador algunas notas que ha tomado inmediatamente después de la visita a Paloma Gálvez.

- Hola Fermín.

El inspector levanta la vista y observa a una mujer que ronda la cuarentena, más al final que al principio. Cinco o seis años mayor que él. Ojos un poco hundidos y ojerosos. Viste con discreción, suéter de cuello vuelto y falda hasta los tobillos. Pelo largo y liso, color castaño. Es alta y corpulenta, aunque no desgarbada. Abundante pecho y redondeces generosas en sus nalgas y muslos. Agita suavemente unos papeles en la mano. Ningún gesto brusco ni mirada desafiante, pero Fermín conoce lo suficiente a la inspectora de policía Mónica Pedroso como para saber que viene buscando pelea. Mónica es su equivalente en la UDEF y lleva ya un año colaborando con ella. Es la que lleva el caso de blanqueo de capitales donde trabaja actualmente y que le ha llevado a Wkm. Colaborando es un decir porque, aunque la Unidad de Seguimiento Administrativo ahora colabora con la UDEF a requerimiento judicial, lo cierto es que desde que han perdido peso en la agencia Tributaria se limitan a estar a sus órdenes en la práctica. Y eso la policía lo tiene muy interiorizado, no están acostumbrados a colaborar sino a ordenar. De facto, son ellos los que establecen qué debe investigar Fermín, hasta donde debe llegar su pesquisa y si hay imputación o no. Ir de la mano de la Policía abre muchas puertas, pero solo aquellas puertas que ellos quieren abrir y eso enfada bastante a Fermín, al que nunca le ha gustado que le pongan límites. “Qué pena de talento desaprovechado”, es la frase que él le suelta a Mónica cada vez que esta le corta alguna iniciativa.

- ¿Estás ocupado?

- Un poco, la verdad.

- Pues no lo parece, te has quedado mirándome como si me vieras por primera vez ¿qué pasa? ¿ahora te gusto o algo?

- Bueno, en realidad pensaba que con veinte años tenías que estar buenísima ¿nunca te has echado novio estable?

- Hijoputa ¿me estás llamando vieja?

- Solo eres vieja si lo eres de mente y tú tienes un espíritu y una mala leche de jovenzuela.

Fermín se permite ese tono con Mónica porque sabe que le resbala todo y que esa mala leche a la que hace referencia (y que por supuesto tiene), no se activa por ese tipo de comentarios. Donde debe tener cuidado para no resbalar es en la relación profesional. Mónica no es una policía de calle, pero ha visto bastante y está lo suficientemente curtida como para que le patinen e incluso le hagan gracia ese tipo de comentarios entre compañeros. Ahora, no le toques los ovarios ni cuestiones su autoridad cuando está trabajando. Ahí es donde puede ser que eche arena para atrás y te de una cornada que te mande a la enfermería. Fermín mira los papeles que trae la mano y supone que no son buena noticia para él.

- ¿Que me traes ahí?

- Has hecho un buen trabajo con lo de Comisa y Rentair, hay base para intervenir sus cuentas.

Esa es la caricia. Mónica frunce un poco hacia abajo los labios. Y ahora viene la ostia, piensa Fermín que la conoce como si la hubiera parido.

- ¿Me puedes explicar por qué Wkm está en esta requisición al juez para ser también intervenidas sus cuentas?

- Sospecho que puede haber algo.

- Las sospechas deben estar fundadas y según tus propios cálculos (que valen perfectamente para las otras dos), para esta no has presentado nada que indique indicio de delito.

- Bueno es que eso es lo que estamos buscando, indicios, sin investigar no los encontraremos.

- No es así como funcionamos y lo sabes. Para pedirle al juez un permiso para monitorizar sus movimientos económicos debe haber pruebas o indicios más sólidos.

- Tú sabes tan bien como yo que, si vosotros se lo pedís, el juez no pondrá pegas.

- Como Agencia Tributaria también podéis emitir un informe y hacer una solicitud.

- No nos harán caso y lo sabes. Con vosotros están a partir un piñón.

- Fermín, no me voy a arriesgar a que el juez nos eche para atrás la orden por culpa de una cagada como poner a Wkm en la lista sin las suficientes pruebas.

- Aquí huele raro y si tienes algo de policía, que lo tienes, lo sabrás tan bien como yo. Esta gente hace cosas extrañas ¿No te parece sospechoso que en el proceso de licitación haya coincidido en el tiempo con un incremento de patrimonio extraño de Manuel Cascajo, concejal de urbanismo del Ayuntamiento? Tan extraño como que la empresa beneficiaria arrastre una larga lista de adjudicaciones con el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad y ahora el Ayuntamiento de Arganda. Curioso que le den tantos contratos y más curioso aún que siempre sean con alcaldías del mismo signo político. Lo de Manuel Cascajo es casi una anécdota, pero la empresa que está realizando el proyecto reúne muchas de las características de otras empresas asociadas a actos de corrupción.

- Pero ¿qué carajo te pasa con Wkm? no los estamos investigando a ellos.

- No, todavía no.

- ¡Joder, Fermín, no me pongas de los nervios que como me dé una subida de leches me voy a cagar en todo lo que se menea! El objetivo principal es el fraude fiscal y para ir a por ello tenemos dos sociedades que sí podemos demostrar que hacen lavado de dinero ¡Céntrate coño! ¿O es que tengo que explicarte como tienes que hacer el trabajo? Deja en paz Wkm, no es momento de distraerse.

- Yo hago muy bien mi trabajo y no se trata de distraerse sino de sumar a lo que ya hay.

- No tienes absolutamente nada.

- Sabes que esa gente no es trigo limpio. Nadie hace una estructura de sociedades como la suya si no tiene pensado defraudar. Solo hay que hacer seguimiento de sus cuentas.

- ¿Y si no hay nada? en la captura preventiva que sacamos no aparecían movimientos extraños.

- Porque no estaban nerviosos. En cuanto agitemos el avispero cometerán algún error.

- ¿Qué quieres decir? - pregunta Mónica poniéndose de repente rígida.

Si las miradas matasen Fermín habría caído fulminado al suelo.

- ¿Fermín?

- A ver, digamos les he dado un pequeño empujón. Les he hecho una visita.

- ¡Me cago en mi puta vida! ¿qué has hecho qué?

- He estado esta mañana en la obra sin identificarme, solo acompañando un técnico del Ayuntamiento para una inspección rutinaria. Simplemente les he dejado caer alguna pregunta acerca de albaranes y facturas de material. Lo justo para ponerlos nerviosos y la responsable de aquello te puedo asegurar que ha captado la indirecta.

- ¿Como narices has conseguido que te acompañe un técnico del Ayuntamiento?

- Para eso sí tengo competencias, yo también puedo solicitar una inspección y que me acompañe alguien del consistorio, solo que lo he hecho al revés: me he presentado allí con la carta y antes de que pudiera reaccionar ni comunicar nada a sus superiores le he achuchado para que fuera a la obra a pedir papeles. El técnico ha preferido no complicarse la vida, es más, seguramente cerrará la boca y no contará ni siquiera a sus superiores lo que ha pasado hoy.

- Los acabas de poner sobre aviso.

- Bueno, si no tienen nada que esconder o si no hay nada importante como tú dices ¿qué problema hay?

- Aquí el único problema que hay es que no te enteras. Me tienes harta. Sabes que no puedes hacer nada sin consultarlo conmigo.

Fermín abre los brazos extendiendo las manos como dando a entender que la cosa ya no tiene remedio. Intenta un gesto de pesadumbre, pero no le sale. La media sonrisa de caimán viendo caer un pollo al agua lo delata.

- Muy bien, si esas son las que tenemos... - Dice Mónica agitando los papeles - Entonces voy a romper esto y a reformular la petición para que solo se sigan las cuentas de las dos empresas.

- Mónica, no. Déjame solo una semana, no te pido más. Si en una semana no hay resultados retiramos la petición de monitorizar a Wkm.

- Fermín: cómprate un bosque y te pierdes, hazme el favor.

Mónica sale del despacho mientras el inspector tributario resopla y da una patada al cajón de la mesa.

- Así no se puede, coño.
 
4



Tengo un trato, lo mío pa mi saco…

(La Mala Rodríguez)




El móvil de Paloma atruena inundando la casa con la melodía del tono de llamada. Es una canción de Lenny Kravitz. Decidió cambiar el aburrido tono que venía predeterminado porque le resultaba invisible al oído. Es el tema Fly y lo eligió porque era cañero y estridente y así no se le camufla entre los ruidos de obra o cuando deja el móvil aparcado en cualquier rincón de su hogar. Siguiendo la música consigue verlo, lo había dejado en la entradita, su sitio habitual. Ve que la llaman desde un número oculto. Normalmente no lo cogería, como toda buena ciudadana prefiere un dolor de tripas antes de un pesado comiéndole el coco por teléfono para que cambie de compañía del gas o electricidad. Pero hoy no pasa, esta mañana ha enviado un mensaje a un número. No se ha molestado en esperar porque sabe que nadie le va a coger el teléfono, pero está segura de que leerán el recado. Otra cosa es si deciden responder o no y si el mensaje ha llegado a quien ella cree que debe llegar. Esa llamada forma parte de un viejo acuerdo que no está muy segura de que aún siga vigente, o de que la persona con la que quiere contactar esté dispuesta a cumplirlo, pero ha decidido que no pierde nada por intentarlo. Hay una posibilidad de que esa llamada sea la que está esperando. Así que descuelga y ¡bingo!

- ¿Qué sucede?

Una voz que suena a metálico, pero reconocible a pesar de todo, la interpela. Es Santiago. Así, sin formalismos, sin saludar, como si fuese anoche la última vez que hablaron cuando en realidad fue hace cinco años. Entonces, muy a su pesar, Paloma tuvo que cerrar un pacto por el cual se tragaba sus principios, cerraba el pico y obtenía todo lo que tiene y es ahora. No fue un trato ventajoso, ella no quería nada de lo que ha conseguido, pero fue un pacto necesario.

- Yo también me alegro de oírte Santiago ¿Qué tal estás?

- Ocupado ¿qué quieres?

- Quiero saber que todo está bien, teníamos un trato.

Santiago tiene buena memoria y recuerda perfectamente que, aquello que llaman trato, en realidad fue un chantaje al que Paloma solo pudo poner una condición: que no la implicaran en nada turbio y que ninguno de los trabajos que realizara para la promotora tuviera ningún aspecto ilegal. Eso venía bien a las dos partes porque ellos tampoco acababan de fiarse de ella.

- Yo he cumplido mi parte, estoy seguro que estás al tanto – insiste.

- Y nosotros hemos cumplido la nuestra.

- No estoy tan segura.

- ¿A qué te refieres?

- Ayer se presentó un técnico del Ayuntamiento en la nueva promoción que estoy llevando en Arganda del Rey.

- No estoy al tanto de todas las promociones que hacéis, mi trabajo es otro.

- No te preocupes que ya te pongo yo al día: es una promoción en la zona sureste de Madrid, junto al rio Jarama. Varias manzanas de chalets en una zona colindante con el parque regional. Teóricamente todos los permisos están en regla y los terrenos fueron recalificados en su día por el ayuntamiento de Arganda.

- ¿Y entonces? - pregunta Santiago a quien aquel “teóricamente” no le ha sonado nada bien.

- Se supone que si todo está en regla no sé qué pinta un técnico del ayuntamiento pidiendo informes y haciendo preguntas en mi obra. Pensé que igual era simplemente una inspección de rutina para cubrir el expediente, pero el técnico no venía solo. Le acompañaba alguien que no se identificó, habló poco, escuchó mucho y estaba más pendiente de mis reacciones que de mis palabras. Ese tipo olía a funcionario a kilómetros, pero no a funcionario municipal.

- Entonces ¿quién crees que podía ser?

- No lo sé, tenía pinta de inspector de Hacienda o algo similar. Me hizo preguntas sobre facturas y albaranes, sobre temas de contabilidad. Todo esto me ha dado muy mala espina.

- Habla con Valentín.

- Ese trámite ya está hecho, llevo cinco años sin marcar el número que me diste ¿crees que te llamo por una tontería? La charla que he tenido hoy con Valentín me ha dejado más preocupada que tranquila. Se supone que estoy trabajando en una obra legal donde no hay ningún pufo, pero algo me dice que esta visita no es casual y nuestro trato era que a mí me teníais que mantener al margen de cualquier movida rara. Si salgo en un solo papel o me encuentro teniendo que declarar como imputada en cualquier proceso, vamos a tener problemas. Los vamos a tener todos.

Paloma hace un silencio corto para que la amenaza cale.

- Santiago: dime que estáis cumpliendo y que nada de lo que yo haya tocado está contaminado, porque me estoy empezando a poner nerviosa y tu jefe me pone más aún.

- Que yo sepa todo está bien. Voy a hacer alguna averiguación y te llamo. Estate tranquila y no hagas tonterías.

- Espero tu llamada.


Fermín no hace más que darle vueltas al asunto. Necesita monitorizar las cuentas conocidas de Wkm pero Mónica no está para pedirle un favor. Trabajan juntos desde que la UDEF y la Unidad de Seguimiento Administrativo colaboran. Los roces entre las dos unidades fueron constantes desde el inicio, pero una vez se acostumbraron y se consolidó el reparto de roles la relación mejoró. Nunca han llegado a hacer equipo del todo, pero funcionan razonablemente bien. Su trato con Mónica ha seguido un camino parecido. Formal al principio, productivo después una vez que se acostumbraron el uno al otro y luego, ha habido altibajos según los casos en los que han trabajado, la presión a la que han sido sometidos y las circunstancias personales de cada uno, que el humor también cuenta.

Hace unos meses Mónica se separó, aún no ha consumado el divorcio pero ya hace vida independiente. No da muchas explicaciones y Fermín no considera de buen gusto indagar en los temas personales, pero lo cierto es que parecía aliviada de haber puesto fin a la relación con su marido. Incluso diría que las primeras semanas estaba hasta de buen humor, cosa extraña en ella. Pero todavía carga con dos hijos adolescentes y el tenerse que ocupar ahora casi en exclusiva de la intendencia de la casa y de manejarlos, le ha devuelto la simpatía a la casilla de salida. Y desde la bronca del otro día la cosa está más tirante que el cuello de Isabel Preysler. Esta misma mañana cuando se han visto le ha lanzado una carpeta encima de la mesa, como quien tira un palo a su perro cuando lo saca a pasear a las siete de la mañana antes de ir al trabajo.

- Ahí tienes trabajo. Los primeros resultados de las monitorizaciones de las dos empresas. En la carpeta hay un resumen de gráficas y un pendrive con la información. Hemos detectado movimientos con cuentas establecidas en paraísos fiscales y algunas empresas pantalla. Haz algo útil y crúzalo con los datos fiscales que tenéis y también échale un vistazo a ver si ves algo raro que se nos haya escapado a nosotros.

- ¡Claro que sí guapi!

La mirada que le lanzó de vuelta tras el comentario tendría que esperar a ser mejor escritor para poder describirla, pero supongo que os podéis imaginar a Fermín tragando saliva y batiendo en retirada su lengua para concentrarse en la carpeta y solo atreverse a echar un vistazo de reojo al cabo de unos instantes, a ver si Mónica ya se había ido. Pero no, la policía dura e hija de puta estaba todavía allí, esperando que sus miradas se cruzaran para lanzarle una última advertencia muda pero intensa con los ojos. Sólo entonces se dio la vuelta y se fue sin decir adiós.

- Bueno pues ya tengo tajo – se dijo Fermín, aunque eso no le ha impedido dedicar tiempo a revisar también toda la documentación disponible en la agencia Tributaria sobre Wkm y Unitesa, su constructora.

Ha investigado a fondo la empresa haciendo un recorrido por aquellos organismos donde tiene acceso. También ha revisado artículos en prensa. Sorprendentemente apenas hay noticias de ellos y eso que han participado en algunos proyectos importantes dentro del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. No se menciona ni para bien y eso es sospechoso, porque a una empresa que obtiene buenos contratos, que parece estar a partir de un piñón con la administración local y autonómica y a la que todo le va viento en popa, normalmente le gusta obtener publicidad en medios de comunicación y redes sociales ¿Qué empresa no desea que los demás sepan que las cosas le van bien? ¿Quién le hace ascos a un poco de publicidad gratuita? pues lógicamente las que quieren pasar desapercibidas, los que quieren un perfil bajo porque igual de puertas para adentro la casa no está tan limpia. Un motivo más para investigarlos.

Ha podido comprobar que su andadura comienza con varios contratos con el Ayuntamiento y la Comunidad. También resulta ilustrativo que en los lugares donde construye siempre gobierne el mismo partido. El tema de las concesiones y recalificaciones sería otro campo donde investigar, pero ahí él ya no se mueve como pez en el agua, lo suyo es la contabilidad y el tema fiscal. Ha estado a punto de contárselo a Mónica, pero cuando la ha visto echando arena para atrás, como los toros antes de embestir, ha preferido meterse la lengua en el culo y callarse la boca. Se imagina la respuesta de ella y es que eso en todo caso correspondería a anticorrupción y no necesariamente a la UDEF. La cosa ahora está tan tirante que da por sentado que, si le lanza esa pelota, ella le va a dar de tacón fuera del área.

No, como tantas otras veces, todo va a depender de lo que él haga y de su iniciativa. Decide trazar un plan: tendrá que apañarse con lo que tiene y volver a revisar toda la documentación disponible. Tiene que haber otra forma de encontrar indicios en contra de Wkm. Pero ahora toca lo que toca, trata de conformarse mientras vuelve sobre la carpeta que le ha pasado Mónica.

- Vamos al lío – suspira.


Santiago tiene previsto viajar a Madrid. En un par de días tomará un vuelo desde Italia, donde se encuentra ahora. Siempre a caballo entre los dos países, está cansado. Piensa que debería retirarse, son muchos años bregando con un trabajo que lo sitúa en el limbo de lo legal, frontera que traspasa con demasiada frecuencia. No le apetece acabar su carrera cumpliendo una condena de prisión a estas alturas, aunque sea una pena mínima. Tiene que aprovechar y disfrutar de todo lo que ha ganado, que es bastante porque pagan muy bien sus servicios. Pero ahí está el problema, en que no sabe disfrutar del dinero ni de tanto tiempo libre. No tiene claro si sabrá adaptarse porque hasta ahora lo que le da la vida es su trabajo.

A ver, que no es que no sea capaz de disfrutar de la buena vida que su actividad le permite: viajar en primera, comer en restaurantes caros, vestir bien, permitirse caprichos como el Rolex Daytona que lleva de su muñeca y tener aventuras con distintas mujeres. Respecto al sexo, hace tiempo que perdió ya frescura. Aunque físicamente se conserva bien es evidente que tiene una edad, pero su inteligencia, su capacidad de persuasión y su don de palabra le han permitido hacer conquistas allí por donde ha pasado, generalmente ligues breves, de ocasión, solo para desfogar y satisfacer su ego pensando que conserva intacta su capacidad de atraer a las mujeres. Ahora, el sexo ya no es una necesidad perentoria, de manera que se dosifica bien y prefiere la comodidad de tener sexo de pago con una escort. Tan solo muy de vez en cuando, el tiempo y las ganas hacen que se permita intentar una conquista. Solo para saberse en forma, solo para saber que aún conserva cierta capacidad de atracción, pensando siempre en que algún día se retirará y quizás quiera sentar la cabeza. Entonces, en su vida habrá espacio y tiempo para una relación fija. Santiago tiene tantas cosas postergadas para el futuro que realmente no sabe qué pasará cuando llegue este. Quizás se siente inseguro y por eso le está costando tanto dejarlo, porque en su presente es alguien, hace cosas que le gustan, gana mucho dinero y tiene esa sensación de poder, de control. No sabe qué sucederá cuando ya no permanezca activo. Pero va ya tocando, se acerca la hora de tomar una decisión, piensa antes de marcar el número de Valentín. Movidas como estas ya le van viniendo largas y lo que antes ni se planteaba (y que luego pasó a convertirse en una posibilidad), poco a poco se va convirtiendo en una certeza: habrá algún momento en que mantenerse en su puesto le resulte más penoso que agradable. Va siendo hora de hacer cambios en su vida y despejar la incógnita de si está preparado para una jubilación.

Marca el teléfono y espera un par de tonos de llamada. Luego cuelga para esperar que sea Valentín el que lo llame desde una línea segura.

Apenas tarda.

- Hola Santiago.

- Hola.

- ¿Algún problema?

- ¿Que estáis haciendo en Arganda del Rey?

- Lo de siempre chalets y un centro comercial.

- Lo que hacéis con los ladrillos no me importa, me refiero a si el proyecto está limpio.

- Santiago, está todo controlado.

Esa respuesta le sienta como una patada en el culo.

- ¡Y una mierda está todo controlado, porque el que controla soy yo y me acabo de enterar! Valentín, no me gusta nada como estáis funcionando desde hace ya algún tiempo. Estáis cambiando negocio por seguridad cuando ambos deberían ir de la mano. Era más seguro mantener un perfil bajo.

- La legislatura se acaba y hay otros peces más gordos intentando ponernos freno y cortarnos el pienso. Hemos crecido mucho en muy poco tiempo, tenemos que aprovechar para posicionarnos y para ganar todo el dinero posible. Si conseguimos una buena cuota de mercado y crecer lo suficiente ya no podrán echarnos. Tú sabes cómo va esto.

- Claro que lo sé, esto va de hacer mucho dinero en poco tiempo por si la cosa se tuerce y hay que cerrar o bajar el nivel. De montar un negocio demasiado gordo para para garantizaos un sitio en la mesa de los poderosos, quizás al lado de Florentino. Pero ese no es mi trabajo, mi trabajo es que no te pillen y no puedo hacerlo si no me das la información. Últimamente todo esto está lleno de agujeros y por alguno de ellos nos van a meter un palo en el culo el día menos pensado. Eso es lo que significa lo que me estás diciendo de que no puedes parar la máquina, no sé si eres consciente.

- Santiago, los dos sabemos que esto excede de tus posibilidades, no puedes estar a todo a la vez, el volumen es demasiado alto. Si te pasara todo lo que tengo no darías abasto.

- Si quieres hacer las cosas bien hay que ir más despacio, ya te lo he dicho muchas veces.

- ¡No se puede ir despacio joder! ¿Es que no has entendido nada? Santiago, somos un Ferrari.

- Sois un niñato de dieciocho años conduciendo un Ferrari. Todos sabemos cómo puede acabar esto.

- Tenemos contactos, hay mucha gente implicada, está todo controlado, nadie se va a meter con nosotros. Si hay algún problema lo taparemos.

- Querrás decir que si hay un problema me tocará taparlo a mí. Tú lo has dicho Valentín: yo ya no doy abasto. Ni aunque me dedicara en exclusiva a trabajar para ti podría gestionar y prevenir todas tus movidas y, mucho menos, apagar todos los fuegos que vas encendiendo. Algún día el bosque se va a quemar y te va a pillar dentro.

Valentín no contesta, se limita a negar con la cabeza como si estuviera discutiendo con un niño pequeño. Es Santiago quien retoma la conversación tras unos segundos de incomodo silencio.

- ¿Puedes asegurarme que la urbanización esa del Jarama está limpia? Ahí tenemos a Paloma Gálvez.

Valentín levanta las manos en un gesto que podría significar cualquier cosa, pero que parece querer decir que esa promoción también tiene truco. Santiago interpreta su silencio como un no.

- ¿A quién se le ha ocurrido la maravillosa idea de meter a Paloma Gálvez en una promoción tocada?

- ¿Qué te pasa con Paloma? En todos sitios tenemos a alguien. Que haga su trabajo y nosotros nos ocuparemos de lo demás, como siempre.

- Teníamos un acuerdo con Paloma. Ella se callaba la boca y nosotros la manteníamos al margen de cualquier situación comprometida.

- Pues que siga muda y se dedique a sus labores. Ya se lo dije cuando me llamó.

- Valentín, te vuelvo a preguntar ¿Está limpia la promoción?

- Hemos tenido que tocar a alguna gente en el Ayuntamiento y también en la Comunidad de Madrid. Aquello está en el borde del parque natural pero el tema está controlado.

- ¿Eso es un hecho o un deseo?

- ¿Es ella la que te ha ido con el cuento?

- Ha recibido una visita.

- Sí, lo estoy investigando, supongo que será una inspección de rutina.

- Esta tía tiene olfato, sabe lo que hace y no parecía muy contenta cuando me ha llamado.

- Paloma no tiene por qué contactar contigo para nada.

- Pues lo ha hecho, así que asegúrate de que no tenemos allí ningún problema y si hay algo raro me llamas para que me ocupe yo personalmente.

- Lo comprobaré.

- De acuerdo.

Valentín cuelga y Santiago bloquea el móvil y se lo mete en el bolsillo. Se queda mirando hacia una de las tiendas que hay al otro lado de la calle, justo enfrente del bar donde está sentado tomando un café. No le gusta un pelo lo que está pasando y tampoco le gusta nada que sea precisamente Paloma la que lo haya tenido que poner sobre aviso. Todavía recuerda la mirada de aquella mujer cuando consiguieron comprarla extorsionándola. No es de las que se aguantan sin más. Santiago sabe reconocer una mirada peligrosa y aquella mujer tenía el peligro en los ojos. Supo tragarse el cabreo, la bilis y el veneno, pero no es de las que olvida ni de las que te puedes permitir dar un paso en falso con ellas. Ya la cabrearon una vez y (chica lista), fue lo suficientemente prudente como para no pelear una batalla que sabía que no podía ganar, pero es de aquellas personas con las que no conviene repetir apuesta. Le da un mal palpito. Hubiera preferido no volver a tener noticias suyas, su instinto le dice que es mejor no tocarle los ovarios.

Santiago decide no esperar a la llamada de Valentín. De todas formas, tenía que ir a Madrid de manera que decide adelantar el viaje. Abre el portátil y empieza a mirar billetes de avión.
 
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