luis5acont
Miembro muy activo
- Desde
- 24 Jun 2023
- Mensajes
- 111
- Reputación
- 529
2
Pisando la grava.
Paloma pisa la grava que rodea el contenedor que hace las veces de oficina oyendo el crujir que acompaña a cada uno de sus pasos. Es un sonido que le resulta agradable, igual que el de las hormigoneras, las máquinas y los golpes que cortejan todo edificio en construcción.
Su oficina, a modo de cuartel general, está situada en lo alto de una loma, lo cual le proporciona una visión de conjunto de toda la obra que está llevando a cabo. Desde allí le basta con echar un vistazo para ver si hay algo inusual, si todo marcha correctamente, si cada uno ocupa el lugar que debe, si las distintas fases del trabajo están sincronizadas. Se siente orgullosa de ser la responsable última de todo aquello. No es la primera vez que proyecta y diseña a la vez que ejecuta, pero sí es la primera que lo hace en una edificación de ese tamaño. Más de un centenar de casas adosadas, centro social, locales comerciales y equipamientos deportivos y jardines se van a desplegar en las faldas de aquellas colinas, no muy lejos del río Jarama. Piensa que no solo está en lo alto de un cerro, sino que es una analogía perfecta que le permitiría decir que está en la cima de su carrera. Profesionalmente hablando, no puede poner queja al acuerdo al que llegó hace apenas cinco años con Valentín Jurado y que rubricó a través de su perro de presa Santiago. Ahora es una arquitecta reputada que podría montar su propio gabinete, eso en el caso que no quiera aceptar ofertas, que ya las ha habido de otras promotoras y constructoras. No desea ganar más dinero, ni tan siquiera a esas alturas de su vida y con su edad no anhela fama, le basta con sentirse respetada dentro del gremio y que se reconozca su talento. Se lo ha ganado trabajando duro, poniendo toda la carne en el asador, echándole muchas horas, prácticamente ha estado dedicada a su trabajo durante todo este tiempo, mucho más incluso que cuando era funcionaria del Ayuntamiento. Se pregunta que debe hacer ahora. Si merece la pena buscarse otra colina más alta a la que subir o si ya es hora de dar un giro a su carrera y a su vida. Quizás de establecerse por su cuenta con pequeños proyectos que le permitan elegir y decidir en qué trabaja, solo aceptando aquello que realmente la motive y le guste, aunque no gane mucho dinero. Tal vez volver a la administración. En el Ayuntamiento aún mantiene su plaza mediante una petición sucesiva de excedencias. Trabajo burocrático pero tranquilo. O tal vez la tiente un cambio radical de actividad, reinventarse y hacer otra cosa distinta, aunque le cuesta pensar que pueda hacer algo que no esté relacionado directamente con la arquitectura.
El trabajo en aquel tajo comienza casi al amanecer y a media mañana se hace una pequeña parada para tomar un tentempié o un bocado. Ahora hay una falsa sensación de inactividad, aunque no todos paran a la vez y los ruidos le siguen llegando. Quizás sea por eso que no escapa a su control un vehículo que por la pista de tierra sube hasta donde está su caseta. No lo reconoce como uno de los habituales, es un todoterreno demasiado limpio y demasiado nuevo que no parece que haya pisado mucho barro. Cuando llega a su altura, dos hombres se bajan de él. Aspecto de funcionarios que tira para atrás. Uno de ellos porta un maletín para portátil, el otro solo una carpeta. Se dirigen hacia ella con una sonrisa.
- Buenos días - le saluda animosamente el primero y el que parece que lleva la voz cantante. Un tipo mayor con cara de ratón de biblioteca, compuesto de forma que parece que le ha vestido su madre. Pantalones de pana, jersey de pico que no combina, cuello de camisa abrochado hasta el último botón y una parca que parece que vaya a ir a clase en los salesianos.
- Soy Rafael Crespo, técnico del Ayuntamiento. Me han dicho abajo que usted es la responsable.
- Si es por temas de seguridad y prevención de riesgos laborales tenemos un jefe de obra que puede atenderles.
- No, no, es tema de papeleo, simple burocracia. Nos gustaría revisar algunos de los permisos.
- Claro, pasen a mi oficina por favor.
A pesar de ser una caseta prefabricada, el espacio interior resulta cómodo y práctico a la vez que está razonablemente limpio para lo que se supone que es una oficina de obra. Una pequeña mesa de reuniones, un escritorio donde Paloma monta su portátil y tiene a mano impresora, escáner y todo lo necesario para realizar su trabajo. Una máquina de café de cápsulas en un rincón completa la decoración. Todo muy funcional. Paloma les invita a sentarse en la mesa de reuniones.
- Pues usted dirá.
- Sí, voy a necesitar que me muestre el permiso de obra, inscripción en el Registro de empresas Acreditadas (REA), Seguro de Responsabilidad Civil y Certificado de Contratistas y Subcontratistas.
- De todo eso solo le puedo enseñar el permiso de obra y el seguro de Responsabilidad Civil.
- ¿No tiene los demás documentos?
- Rafael ¿puedo preguntarle cuánto tiempo lleva usted de técnico en el Ayuntamiento?
- Unos diez años - contesta el otro, afable y orgulloso.
- Y antes ¿ya estaba en la corporación municipal?
- Si, como administrativo.
- Supongo que terminó la carrera y se presentó a la promoción interna.
- Sí, sí, eso es – responde con cierta suficiencia y vanidad.
- Entonces, Rafael, si lleva tanto tiempo sabrá perfectamente que esos documentos casi nunca se guardan a pie de obra, sino que hay que pedirlos a la constructora mediante requisición, requisición que actualmente se hace por correo electrónico. En una obra solo están obligados a tener el permiso de obra y el seguro, que son justamente los que yo tengo aquí. Pero no se preocupe - dice al ver la cara de circunstancias del otro - Yo le facilito el correo, aunque debe tenerlo en la documentación que en su día se envió al Ayuntamiento. Por cierto, de todos estos documentos deben tener copia. Hubo que darles entrada como requisito para empezar los trabajos. Si me deja echar un vistazo a mi portátil miramos todos los documentos de los que ustedes ya disponen porque se les entregaron en el plazo marcado por la ley.
- Bueno, no es necesario, usted muéstreme lo que tenga aquí y ya cotejaré yo el resto con lo que haya en nuestras oficinas - contesta Rafael Crespo visiblemente nervioso.
No está acostumbrado a que le pongan mirando para Cuenca a la primera de cambio, se supone que él es la autoridad y los que se ponen nerviosos son aquellos a los que visita. Por el contrario, Paloma, lo mira muy segura, sin pestañear, dejándolo cocerse en su propio desasosiego antes de levantarse y dirigirse al archivador donde guarda los papeles. Mientras busca no puede evitar echar un vistazo de reojo al acompañante del tal Rafael y lo sorprende con una media sonrisa, como si todo aquello le divirtiera. Presenta los documentos al técnico.
- Bien, para cualquier otro documento puede dirigirse a nuestra oficina central para reclamarlo, incluidos los que ya debieran tener. Si se les ha perdido alguno, le puedo indicar la dirección de la oficina o el teléfono por si quiere llamar o acercarse presencialmente. También le puedo facilitar el contacto de la persona que puede atenderle.
El otro ya no sonríe, se limita a ponerse las gafas de ver de cerca y pegar la nariz a los papeles, revisándolos como un topo que va husmeando por una galería a ciegas. Va emitiendo pequeños gruñidos (que no se sabe si son de aprobación o de cabreo) al ir comprobando que los documentos que tiene delante parecen estar en regla. Su actitud conciliadora desde que llegó y de falsa amabilidad se ha trocado en mal humor. Paloma está tranquila, ella ha estado muchas veces en el lugar del otro y sabe que no puede pillarla en ningún renuncio, que todo está bien. Aquella no es una obra de tres al cuarto, sino que está respaldada por una promotora fuerte, con buenos contactos y esa inspección no va a ningún sitio. Lo que le extraña es que para ser una inspección rutinaria haya sido tan chapuza. Se pregunta qué están haciendo realmente aquellos dos en su obra. Paloma desvía la mirada hacia el otro tipo que no ha abierto la boca desde que han llegado y que por cierto tampoco se ha presentado.
- Bien, todo parece estar correcto - indica Rafael que parece haberse dado cuenta que allí ha pinchado en hueso, que más le vale cubrir el expediente de la visita como realizada y retirarse, porque la tipa que tiene enfrente parece saber muy bien el camino que pisa y no va a conseguir pillarla en un renuncio, ni irse con la satisfacción de haberla puesto una sola vez contra las cuerdas.
- Espero no haberla molestado mucho - dice en un tono bastante neutro que igual puede significar ironía que sincero pesar por haberle hecho perder el tiempo.
- Ninguna molestia, entiendo que usted tiene que hacer su trabajo - dice ella también en tono neutro, sin que se le note tampoco demasiado si es sarcasmo o cachondeo.
Es entonces, cuando todo parece finalizado, el momento en que el otro personaje, que no tiene pinta de funcionario municipal, le pregunta:
- ¿Dispone usted de los albaranes de entrega de mercancías?
- ¿Como dice?
- Le preguntaba por la documentación referente a la entrega de materiales. Me gustaría verla si no es mucha molestia.
Paloma centra ahora su atención en él. Viste con pantalones de pinza, camisa y cazadora ajustada Burberry. Posee unos ojos grises pequeños pero penetrantes, pelo pajizo de color rubio tirando a claro y es barbilampiño como un niño de diez años.
- Disculpe, creo que no he oído su nombre, tal vez sea porque no se ha presentado…
- Me llamo Fermín Márquez.
- ¿Y usted es? …
- Solo acompaño a Rafael como auxiliar. Me gustaría ver la documentación relativa a pagos y entrega de materiales, y si es posible, lo relativo a contabilidad que tengan por aquí.
- La recepción de mercancías la realiza generalmente el capataz de la obra o, sólo en los casos en que él no está disponible, yo misma, pero aquí no nos quedamos con esa documentación. Se envía lo más pronto posible a la oficina central donde está el departamento de contabilidad y donde seguro que usted sabe que hay que ir a reclamarla.
- Ya, solo preguntaba por si acaso la tenían aquí. Hay veces que en la oficina de obra disponen de ella.
- ¿De verdad cree que la gestión contable de una promoción de este tamaño se hace desde una caseta de obra?
- Bueno, no se pierde nada por preguntar.
- Claro. A mí me gusta también preguntar ¿sabe? ¿Podría decirme qué competencias tiene un ayuntamiento para solicitar documentación fiscal?
- Es simplemente una indagación a título informativo. Solo para uso interno de la corporación municipal. Ya sabe, encuestas y esas cosas que nos piden que hagamos.
Paloma pone cara de “pero ¿qué me estás contando chaval?”. Deja pasar unos instantes de mutismo en los que los segundos se arrastran lentos, pesados, evidentes, mientras clava su mirada inquisidora alternativamente en uno y en otro. Alumna aventajada de Jesús Quintero, parece ser capaz de leerles la mente, cosa que no es cierta por supuesto. Paloma sigue sin saber a qué han venido realmente ese técnico del Ayuntamiento y quién sea el tipo que le acompaña, pero hace como si los tuviera calados, los reta con la mirada devolviendo la pelota a su tejado y poniéndolos en el brete de explicarse o retirarse. Rafael Crespo se revuelve inquieto. El otro le devuelve una mueca convertida en sonrisa al parecer dispuesto a mantenerle el desafío, pero el técnico del Ayuntamiento considera que ya es bastante embarazosa la situación y levanta su culo de la silla, estirándose.
- Bien, si no puede aportarnos más documentación nos vamos. En caso necesario haremos una requisición a sus oficinas centrales.
- Claro. Hagan una lista de lo que necesitan y seguro que allí les atienden. Si hubiera algún problema pasen por la obra, me lo comunican y yo hablaré con la persona adecuada.
- Muy amable.
- Faltaba más.
Ese cortés adiós no engaña a nadie. Paloma les despide a pie de caseta viéndolos montarse en el vehículo, con gesto malhumorado el funcionario del Ayuntamiento, como si se preguntara por qué ha tenido que pasar aquella vergüenza y con ademán tranquilo y relajado el otro individuo, que no sabe quién es pero que se va con un extraño aire de deber cumplido que ella no alcanza a comprender.
¿Qué cojones ha pasado? ¿A qué carajo ha venido todo esto? se pregunta Paloma. No tiene sentido que vengan aquí a por esa documentación. La mayoría de los papeles que han pedido no se guardan en una caseta de obra ni en una oficina portátil. También han pedido documentos que ya tenían o deberían tener. El técnico hace más o menos el mismo trabajo que hacía Paloma así que ella entiende perfectamente que esa visita no parece obedecer a un propósito lógico. No le gusta, no le gusta ni un pelo. Lo piensa unos minutos, con la vista perdida en el horizonte de grúas y andamios antes de tomar la decisión de hacer una llamada. Finalmente toca el contacto de la oficina de su empresa.
- Hola Olga. Soy Paloma, necesito hablar con Valentín ya mismo.
- Valentín está ahora mismo ocupado, le diré que te llame en cuanto pueda.
- Tiene que ser ahora, es urgente, así que pásame la llamada por favor.
Demasiado bien sabe que ese “te llamará en cuanto pueda” es un poco como el que tiene tos y se rasca los cojones. No supone ninguna garantía de que le devuelvan la llamada rápidamente.
- Te he dicho que está ocupado. Tendrás que esperar.
- Muy bien, dile entonces que tengo aquí un inspector del ayuntamiento de Arganda. Que se tome todo el tiempo que necesite para llamarme. Mientras, yo iré hablando con él y facilitándole la documentación que me requiera.
Paloma cuelga sin molestarse en esperar respuesta. No tiene tiempo ni ganas de discutir con la víbora que hace de secretaria de Valentín Jurado. Ya ha lanzado el anzuelo y cualquier pelea es vana. Sólo resta sentarse a esperar a ver si pican. Tamborilea con los dedos encima de la mesa mientras se sirve un chupito. No pasan ni dos minutos cuando suena el teléfono.
- Hola ¿qué sucede?
La voz de Valentín suena cavernosa y enfadada. Igual resulta que sí, que estaba haciendo algo importante, aunque Paloma lo duda porque entonces no habría llamado tan rápido. Más bien debe ser la urticaria que le produce hablar con ella. En las contadas ocasiones que han coincidido desde que forma parte de la empresa, Valentín se ha ido a su casa con la irritación producida solo por la mirada asesina de Paloma.
- Sucede que acabo de tener una visita aquí en la obra. Dos tipos, uno del Ayuntamiento pidiendo ver permisos de obra y diversa documentación.
- Lo habrás remitido a nuestra oficina central ¿no? Es extraño que venga alguien del Ayuntamiento, saben que tenemos todo en regla.
- Ese no me preocupa, me preocupa el otro.
- ¿Que otro?
- El que no se identificó, pero olía a auditor a un kilómetro de distancia. Habló poco, pero mencionó temas relacionados con partidas presupuestarias, materiales comprados, etcétera. Además, no resulta para nada normal que alguien acompañe a un técnico del Ayuntamiento. Y me dio la impresión de que solo estaba tanteando, que callaba más de lo que decía.
- ¿Los remitiste para cualquier tema a nuestra oficina? - insiste Valentín.
- Por supuesto, le dije que los datos eran públicos y que para más información o en caso de necesitar algún detalle, que acudiera a nuestra agencia y que a través de nuestro servicio jurídico se le facilitaría todo lo necesario. Pero eso ya lo sabía. Lo que me pregunto es ¿que estaba haciendo este tipo aquí? ¿Es un aviso? ¿Hay algún tema que deba preocuparme?
- No te preocupes, haré mis averiguaciones a ver qué pasa. La gente del Ayuntamiento me debe más de una y me informarán. Seguramente se trate de una inspección rutinaria para cubrir el expediente.
- Valentín: teníamos un trato.
- Y lo he mantenido. No te pongas histérica que seguro que esto es una tontería.
- Yo me pongo como me sale del coño. El día que me ponga histérica de verdad te aseguro que lo vas a lamentar. De momento, si quieres tranquilizarme, garantízame que no me has metido en una obra donde haya ningún pufo.
- Te garantizo que no pasará nada. Ahora estate tranquila y si hay alguna novedad me vuelves a avisar. Voy a hacer algunas averiguaciones.
- Más vale.
Cuando Paloma cuelga no puede evitar darle vueltas a las últimas palabras de Valentín Jurado, de la misma forma que le está dando vueltas al culín de licor que aún queda en el vaso. No ha dicho “no hay nada, no te preocupes” si no “no pasará nada”. No se le escapa la diferencia ni lo que esta implica.
- Mierda.
Paloma toma el móvil. Parece dudar, pero finalmente localiza un número, uno que duerme el sueño de los justos en su agenda, al que ha evitado llamar hasta ahora y envía un mensaje.