Fantasías sexuales de las españolas 2º parte (sección infidelidad)

Se han despedido sin más, casi solo con la mirada, pero no han necesitado decirse mucho: ambos saben que se volverán a ver. Los chicos la interrogan cuando vuelven. Primero Jero y luego Juanjo. A estas alturas los celos están de más, todos han tenido aventuras fuera del trío, a veces juntos y a veces por separado. Pero son buenos alumnos del ambiente liberal de la comuna hippie que saben separar el cariño del sexo. Ella les manifiesta una vez más que quiere ser madre y que va a tener un hijo. Y que desea hacerlo con Sven, ahora ya está segura. En su sueño todo resulta fácil: ellos la apoyan y entienden que ese verano María va a verse mucho con el extranjero.

Así sucede. El tipo no se encuentra a gusto del todo con los chicos por lo cual la visita cuando está sola. Varios días a la semana, ella pasa la noche también con él en su casa. En alguna ocasión incluso hacen un pequeño viaje juntos. Todas las veces que se ven tienen sexo. María vive en un estado de permanente excitación y sensibilidad, es como si continuamente estuviera ovulando y el cuerpo le pidiera sexo a todas horas. Suele venir cansada, a veces incluso magullada por la batalla, y las relaciones con sus amigos se reducen al mínimo. Cuando se enrollan casi siempre la cosa acaba en caricias y sexo oral. Pero nadie se queja. El tercer mes tiene una falta. La regla no llega y ella nota un cambio. No sabe si es hormonal o de qué tipo, pero sospecha que ha quedado preñada. No deja de ver a Sven, continúa teniendo sexo con él hasta que el hombre tiene que volver a su país. Cuando lo despide se cumplen ya dos meses sin que le venga el periodo. María no ha querido hacerse ninguna prueba. No la necesita: sabe que está embarazada.

Vuelve a la rutina con sus dos amigos, aunque el primer mes y con la tripa creciendo decide tomárselo con tranquilidad y apenas tienen sexo. Encuentra en sus dos chicos la familia que había imaginado. No la decepcionan. Tampoco echa demasiado de menos a Sven, el sexo con él estaba bien y era muy intenso, pero ahora está en otra fase y toda la atención es para la vida que crece poco a poco en su interior. Se siente feliz en el pequeño apartamento cuidando de sus dos chicos grandes y esperando a su chico pequeño. Jero y Juanjo la colman de atenciones.

A partir del cuarto mes de embarazo se estabiliza, desaparecen los vómitos y mareos, su cuerpo parece haberse regulado y de repente le vuelven las ganas. Su cuerpo ha cambiado, pero todavía no está tan avanzada la gestación para que suponga molestia a la hora de tener sexo y reclama a los chicos con más frecuencia. De repente hay días y momentos en que siente un súbito deseo de follar y les pide que la monten uno detrás de otro, a veces en medio de la tarde o cuando están viendo la tele por la noche, o incluso a la hora del almuerzo con la comida puesta encima de la mesa. Los toma de la mano y los lleva al dormitorio para que la satisfagan. En esas ocasiones llega a dejarlos a los dos exhaustos, tanta es su calentura. Su tripa cada vez más grande, no resta morbo a los encuentros, sino que los hace aún más excitantes para los tres. Siempre tiene mucho sueño y por las noches se acurruca entre ellos y duerme de un tirón plácidamente. Cuando amanece, cada chico está en un extremo, casi al filo de la cama y ella se ha hecho con todo el centro para sí misma.

Es la etapa más feliz de su sueño. Se percibe a sí misma soñando y casi se puede oír ronronear como una gata. Todo va bien y todo es genial. Se emociona cuando se imagina teniendo a su hija, porque al final es una niña de pelo rubio y ojos claros. La acuna entre sus brazos, la transporta a la espalda o delante envuelta en una tela que cuelga al estilo de las madres africanas. Así la puede llevar a todas partes con ella. En el campamento todos están encantados con la llegada de un bebé y en casa los chicos ejercen de padres y también de maridos, cuidando de las dos. María se plantea viajar a su ciudad para presentársela a sus padres. Los chicos no quieren volver. Temen las habladurías y que los juzguen, así que prefieren quedarse en Cádiz donde son libres de hacer lo que les dé la gana. María piensa en que en poco tiempo volverá Sven y entonces le pedirá que la lleve. Desea presentarle su hija también a Natalia. Hace mucho que no habla con ella, pero le ha escrito para contarle que todo ha ido bien.

María no tiene más tiempo de elucubrar. Tiene la boca seca, el cuello rígido por la mala postura durmiendo en la colchoneta y la vejiga a punto de estallar. Se acaba de despertar y está desorientada, no acaba de ubicarse hasta que se da cuenta que aquella es su tienda de campaña, la que comparte con Jero y que es la mañana de su segundo día en Cádiz. No puede creerse que todo lo anterior haya sido un sueño, ha sido algo tan vívido que aún conserva cada recuerdo, cada sensación en la cabeza. Podría describir con todo detalle la cara de su hija o como estaba decorado el apartamento donde vivían, el sabor de la boca de Sven, el calor que el deseo le provocaba cuando follaba embarazada y hasta los lunares nuevos que el sol pintaba en su piel después de meses en Cádiz.

Lentamente se incorpora, bebe agua y luego se despereza. Sale con cuidado de la tienda para no despertar a Jero y se acerca hasta la orilla. El sol está ya muy alto, se ve que han dormido hasta tarde. Ella se remoja los pies. Aprovechando la marea baja puede caminar por la arena entre las rocas que quedan al descubierto. Se agacha y se echa un poco de agua en la cara. A pesar de la sal agradece el frescor que consigue espabilarla. Luego pone en cuclillas y orina. Cuando se incorpora, mira hacia el mar. Todavía la asaltan recuerdos de lo soñado. A la luz del día algunas de las cosas le parecen increíbles. O más que increíbles poco probables. Mientras dormía todo parecía fácil, nada extrañaba, todo se desarrollaba de una forma natural.

¿Y por qué no? se pregunta ¿por qué las cosas de la vida real no pueden ser así de naturales? ¿por qué no podemos aceptar nuestros deseos, vivir como queremos sin juzgar ni ser juzgados?

- ¿Qué haces?

María se vuelve y encuentra a su amiga Natalia que también con cara de sueño ha ido a buscarla.

- Nada, aquí espabilándome ¿Y tú?

- Me he levantado a mear y te he visto venir hacia el agua.

- ¡Joder, parece que estamos sincronizadas!

A las dos les da la risa.

- Tía, no te vas a creer lo que he soñado...

- Prueba a ver…



--------------------------------------------------------------- FIN ------------------------------------------------------------
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El próximo relato está basado en hechos reales. Como siempre, eso sí, las circunstancias y la misma trama adaptados a la historia que quiero desarrollar.

Al final del relato os comentaré de donde viene el tema.

Un saludo y buen finde.
 

Diana



Diana ve chapotear a su hija en la orilla, jugando con una amiguita que acaba de hacer. Ha heredado su desparpajo y falta de vergüenza. Eso la alegra porque así aprende a relacionarse y también adquiere las lecciones necesarias que más adelante le serán muy útiles para desenvolverse en la vida. La timidez nunca le ha parecido buena compañera de viaje.

Mira hacia el chiringuito y ve a su marido que deshace el camino, parándose a recuperar una chancla que se le ha quedado atrás. Camina con cierta torpeza, no se aclara muy bien andando por la arena, seguramente porque se ha bebido al menos media docena de cervezas. Es torpe en la playa, la odia y solo está cómodo en el bar, donde tiene alcohol a mano y un suelo estable de madera bajo los pies, todo lo contrario de ella misma, que disfruta del sol, la brisa y la sal marina.

- ¡Marina! – Grita haciendo señas con la mano – vente para aquí.

Su hija se hace la remolona, pero ella la convence para que se traiga a la nueva amiga a hacer un castillo de arena bajo la sombrilla. Desea dar un paseo sola y no quiere a la niña cerca del agua, no se fía de Álvaro y menos después de haberse puesto tibio de cerveza.

- ¿Dónde vas?

- A dar una vuelta por la orilla, me apetece andar. Estate pendiente de Marina.

Diana se envuelve en un pareo para disimular un poco sus redondeces. Ha vuelto a coger peso en esta semana de vacaciones y el movimiento delata el exceso de grasa en su vientre y cintura. La eterna pelea contra el hambre y la ansiedad que solo puede ganar con tiempo para ir regularmente al gimnasio y voluntad para hacer dieta, cosas que el trabajo y el cuidado de Marina le ponen muy difícil. Cubre su cabeza con una pamela de paja y camina recta hacia la orilla. Allí da un merecido baño de agua fría a sus pies que arden tras pisar la arena, mientras su vista busca unas rocas desfiguradas en la lejanía por la calima. Sabe que tras ellas se abre una pequeña cala donde la gente hace nudismo, rodeada por un pinar que conecta con la orilla a través de unas dunas de arena blanca. Zona de cancaneo y cruising si debe hacerle caso al camarero que les sirve los cocteles en el hotel.

- Conviene evitar el sitio a última hora de la tarde y por la noche, de día con la afluencia de visitantes a la playa y la cercanía del hotel no suele haber problema - le advirtió.

- ¿Pero qué tipo de gente va allí?

- Suele haber mucho gay, pero también van parejas buscando tríos o intercambios.

Un buen gay esbelto y desnudo no sería mal recuerdo que llevarse, piensa animada Diana, que encamina allí sus pasos. Siente curiosidad no exenta de un buen pellizco de morbo. Desde que el camarero les comentó aquello, fantasea con cuerpos haciendo el amor sobre la arena y bajo el sol, escondidos entre las dunas. Es su más recurrente e intensa fantasía: unas manos recorriéndola de arriba abajo, de los pies a la cabeza, deteniéndose en sus grandes pechos, pellizcándole los pezones, acariciando sus caderas, su vientre, separándole las piernas, penetrando en su sexo. El rumor del mar, el calor pegajoso haciéndola sudar, el contacto con un cuerpo duro y macizo de hombre, una verga rozando su piel cuando no aplastándose directamente contra ella. Olor a sal y a genitales, con los nervios a flor de piel por la morbosa inquietud de que alguien pueda aparecer y sorprenderla. Sexo de emboscada, como cuando era adolescente con su primer novio en el pueblo y, a la excitación de aquellas primeras caricias, había que sumar la turbación y la tensión por si alguien los sorprendía en el parque o en la viña a la salida de la carretera. Ha cumplido algunas de sus fantasías, pero esa la tiene aún pendiente y por lo que parece va a tardar en cumplirla, porque su marido es enemigo de hacerlo en la playa. De hecho, la odia.

- Yo paso de llenarme el culo de tierra - le responde cada vez que ella le propone algo.

Ahora, viajando con la niña y no teniendo con quien dejarla, es todavía más difícil tratar de convencerlo. Se ha acostumbrado al sexo cómodo y fácil en la cama y no hay quien lo saque de ahí. Sexo cómodo, pero (precisamente por eso) rutinario. No, cuando ella se masturba y recurre a esas imágenes y sensaciones aún no vividas, le pone otro protagonista a sus ensueños eróticos. Sabe bien con quién le gustaría revolcarse en la arena: Hugo, su amante durante mucho tiempo y amigo de su marido desde la adolescencia, por este orden de prioridades.

No puede evitar recordar su cuerpo fibroso, su piel morena, sus músculos tensos por el deseo cuando la follaba, la pérdida de conocimiento y de control cada vez que el apetito encontraba la oportunidad. Con él, el sexo nunca era rutinario, siempre estuvo plagado de muchas primeras veces, de giros, de nuevas experiencias, era follar a otro nivel y no solo físicamente hablando, una apuesta segura para cumplir una fantasía aún no abordada. Con Hugo, seguro que aquello no acabaría en decepción. El polvo en la arena sería todo un éxito aunque el coño se le llenara de tierra hasta los mismos ovarios.

Todavía le quedan diez minutos largos de andar hasta las rocas así que deja bajar vagar su imaginación. Su mente la redirige hacia el primer polvo que echaron juntos y se relame de placer (como tantas otras veces) al recordar. Fue justo después de que Hugo finalizara el servicio militar El muy cabrón ¡qué guapo estaba! Ahí fue donde se decidió por fin. Todavía recuerda el primer permiso en el que volvió mucho más delgado y bronceado. Dos meses de instrucción y disciplina militar le devolvieron a un joven mucho más maduro, más musculado y más airoso, con ese traje de la Marina que le sentaba tan bien como a Richard Gere en oficial y caballero. Si antes le gustaba, ahora más. Recuerda las fotos que se hicieron en plan de coña con los amigos y como él se atrevió a levantarla, emulando la película a pesar de su peso. Todo risas y bromas, pero ella se mojó los segundos que estuvo en sus brazos. Se le puso el coñito como un bebedero de patos, que decían en su pueblo. Y cuando tuvo la oportunidad de verlo en bañador en la piscina, un día después, más aún. Ahí tomó la decisión: tarde o temprano ese chaval iba a pasar por su cama. Se pegó toda la mili con la fotografía metida en el cajón de la mesita de noche y de vez en cuando, la sacaba para dedicarle una paja tapando con la mano a su novio. Cuando Hugo acabó el servicio militar, apenas le dejó unos días de margen antes de emprender su labor de acoso y derribo para conseguir sus propósitos. Hasta que le preparó la encerrona definitiva, aquella tarde en su piso.

Diana apenas presta ya atención al paisaje y a la gente cada vez más escasa con la que se cruza por la playa, a medida que se aleja de la zona más populosa. Su celebro recibe una dosis fuerte de endorfinas que ella degusta con delectación mientras recuerda aquel día y se concentra solo en el frescor que siente en sus pies, mojados por el agua fría, y como los pezones se le están poniendo duros mientras rememora lo que sucedió aquella tarde.
 
Ya me está cayendo muy mal Diana.
O sea que está tipa le es infiel al marido y mucho me temo que lo va a seguir siendo.
 
Y mucho me temo que no va a haber consecuencias.
No sé si me da más asco Diana o Higo, el supuesto amigo del marido que es tan golfo para tener sexo con lo más sagrado que hay, la pareja de tu amigo.
Por una vez me encantaría que el marido se entere y la mandé a paseo, no como en el anterior que la muy golfa se fue de rositas.
 
No estaría mal que alguna vez fuera al revés y fuera el marido el que se folle a otras.
O mejor todavía, que en este mismo relato el marido tenga varias amantes. A ver cómo le sienta a esta mala esposa y peor mujer.
 
Mi lado perverso y malvado ya ha maquinado un buen karma para el golfo de Hugo.
Ya a que es militar, que en una de las misiones le quedé dañado el pene y se quede Nenuco.
Sería maravilloso.
 
Bueno, pues aunque no lo sea, ojalá le pase lo que he dicho y que se jodan los dos.
La mujer por zorra y el por amigo golfo y sinvergüenza.
Los amigos comparten, además Hugo le hace un favor, si el no quiere hacer cosas nuevas con ella Hugo lo hace por el para que no tenga que molestarse el, solo le quita el trabajo que no quiere hacer, si el lo hiciera ella no necesitaría a Hugo. Ella es una victima del abandono de su marido.

Sospecho que Hugo es tan buen amigo que hasta le dio una hija para que el no tuviera que esforzarse.
 
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