ESPIANDO A BEA MIRANDO AL FUTURO 4
4 – Exilio
En esa azotea mirando a los ojos a Carlos fui consciente de que no mentía, se le pasó por la cabeza quitarse la vida. Ese fue el instante que me rompió por dentro, pues en toda nuestra relación, era la primera vez, en darme cuenta cueles eran mis verdaderos sentimientos hacia él. Siempre creí que Carlos estaba más enamorado de mí que yo, de él, le quería y lo amaba, de eso no tenía duda, pero no sentía la devoción que él sentía por mí.
Me abalancé sobre él abrazándolo con todas mis fuerzas, necesitaba sentirlo cerca de mí por última vez, le supliqué que me personara, en ese momento lo que más deseaba era pedirle una nueva oportunidad. Pero sabía que no era merecedora de ello, por eso preferí callarme y escucharlo a él. Carlos fue claro, no podía perdonarme y no sabía si me podría llegar a hacer algún día, en el futuro.
En ese mismo instante supe que lo amaba más que a mi propia vida, que incluso la hubiera dado por él, pero ya era demasiado tarde. Había sido consciente de mis verdaderos sentimientos cuando ya lo había perdido, nuestras lágrimas se juntaron como ultimo grito agónico de una relación herida de muerte, en ese momento colapse, creo que mi mente intento protegerme del grandísimo dolor que estaba sintiendo en ese momento.
Cuando me comento lo del juego en ese viaje que hicimos, al principio me hice la dura, no quería que pensara mal de mí. La idea hacía que me mojara al instante, puse una serie de reglas más pensando en mí que en él. Temía que el juego se me fuera de las manos, la verdad es que resulto divertido, me deje dar crema por un por otro hombre, me restregué en la pista de baile con desconocidos.
Era un estado de excitación constante, la verdad que luego en la cama todo ganaba en intensidad, llegue a pensar que Carlos había mejorado y todo. Siempre había fantaseado en follar con un hombre de polla enorme, tuve muchas oportunidades para hacerlo, pero la verdad que cuando llegaba el momento, me echaba para atrás. Carlos no se lo merecía, él disfrutaba ajeno a los sentimientos que iban creciendo dentro de mí por cada peldaño que ascendíamos dentro de ese perverso juego.
Llego un día en el que le dije que yo era humana y tenía mis necesidades que no jugáramos con fuego, la verdad era que en las últimas ocasiones me había costado mucho echar el freno y no dejarme llevar por la calentura, todo se fue al traste cuando a Carlos se le ocurrió que intentara calentar a Quique. Él era mi profesor de baile, era un hombre de cuarenta años, pero con un cuerpazo, guapo y se le adivinaba una polla descomunal.
La verdad es que me dio miedo y así se lo dije a Carlos.
• Carlos, lo de mi profesor de baile no me parece buena idea.
• Que puede ocurrir, solo sería calentarle un poco, después tú y yo los pasaríamos bien en la cama, como siempre hacemos – Carlos confiaba en mí ciegamente, de hecho tenía más confianza que yo misma.
• Carlos llegará un día en que no pueda parar.
• Si eso llegara a ocurrir, paramos el juego, no estoy dispuesto a jugar con nuestra relación por un calentón, tenlo por seguro.
En eso estábamos de acuerdo, Carlos no era tan guapo como lo era Quique, pero era un novio sin igual, un hombre que haría cualquier cosa por mí, con un puesto envidiable. Con él tenía un futuro lleno de felicidad, el problema vino cuando pusimos en marcha el jueguecito con mi profesor. Al principio no me costó nada pararle los pies, él, en cada clase, era más atrevido y yo cada vez le dejaba tocar más, antes de pararlo en seco.
Con los demás no había tenido problemas, él tenía algo, su sola presencia hacía que me mojara, mi excitación subía solo con que su cuerpo rozara el mío. No perdía oportunidad para rozar su polla contra mi cuerpo, quería que tuviera claro el tamaño que gastaba y lo bien que lo pasaría si le dejaba acostarse conmigo.
Aquí comenzaron los problemas, me gustaba demasiado, a Carlos empecé a contarle medias verdades, no le mentía, pero tampoco le decía la verdad. Hacía mucho que me había saltado muchas de las líneas rojas que yo misma había impuesto. Era un juego, me decía a mi misma una y otra vez. Un juego de dos donde luego Carlos y yo disfrutábamos como locos.
Todo era un autoengaño, hacía semanas que el juego se había convertido en algo mío, Carlos hacía mucho que ya no era parte de él. Quique era un mujeriego empedernido, esa era la razón por la que no había caído todavía en sus redes aunque a ese ritmo no tardaría. Una de las razones que me autoimponía era que no quería ser otra muesca más en su revolver, además Carol se había fijado en él, ya habían follado en un par de ocasiones. Y agradecí que eso me viniera bien para enfriar mis ideas.
Se me ocurrió hacerle a Carlos un regalo muy especial, de verdad que quería sorprenderlo. Me haría unas fotos posando con ropa interior sugerente y en algunas aparecería incluso desnuda pero en forma artística, sabia que le gustaría mucho, además que ya tenía pensado incluso la dedicatoria que le pondría en el sobre. Le pediría a un amigo fotógrafo que me las hiciera, era una persona muy peculiar pues incluso tenía el cuerpo tatuado y era muy mono, sabía que quería meterse entre mis piernas aunque jamás le di ninguna oportunidad.
Dos semanas antes de lo ocurrido en aquella fatídica noche, todo el grupo de baile fuimos a una ciudad vecina a hacer una exhibición de baile, era un hotel casino y después nos hospedaríamos allí. La velada fue estupenda, yo bailé con Quique, fuimos la sensación y todo lo programado salió a la perfección. Él se me insinuaba en cada movimiento y yo me dejaba querer, hasta que llego un momento en el que era yo la que le incitaba a él.
Una vez terminada la exhibición decidimos tomar unas copas, me encontraba cansada y decidí subir a mi habitación, desde allí llamé a Carlos, le conté con mucha ilusión lo bien que había bailado. Él, cómo siempre, orgulloso de mí me felicito. Iba a ducharme cuando sonó la puerta. En ese momento Solo llevaba unas braguitas puestas, el resto del cuerpo lo tapaba la toalla, cuando abrí me sorprendí pues era Quique.
• Hoy has estado soberbia mi rubita – podía notar el bulto de su pantalón, no quería mirar, pero la a atracción que sentía era superior a mí, lo peor, que él se daba cuenta.
• Bueno Quique, que quieres estoy cansada y me voy a meter a la cama.
• Eso quiero meterme en la cama contigo – en ese momento lo deseaba más que nada en el mundo, pero no podía ser.
• Por favor Quique márchate y déjame en paz – si tengo que decir la verdad no soné nada convincente y él supo entenderlo así.
Entonces Quique hizo algo que no me esperaba, sé bajo el pantalón, delante de mí tenía la polla más grande que jamás hubiera visto. La boca se me hizo agua y se fue acercando a mí sin que yo moviera un dedo, echó a un lado la toalla y empezó a jugar con mis pezones, al sentir eso me dio una punzada en mi coñito que ya parecía un manantial.
No sé cómo paso, pero tenía mi mano agarrando ese trozo de carne y subiéndola de arriba abajo haciéndole una señora paja. Nos sentamos en la cama, yo no podía dejar de mirarla. Quique intentó ir más haya, pero no se lo permití, tuvo que conformarse con masturbarlo aunque eso violaba todos los acuerdos a los que había llegado con mi novio, la corrida fue abundante, después de eso me empecé a sentir mal conmigo misma, una parte de mí lo deseaba, pero otra sabia que había obrado mal, lo había traicionado.
• ¡Quique esto no puede volver a pasar!
• ¿Pero por qué preciosa?, tú lo deseas tanto como yo, no me digas que no, lo noto cada vez que bailamos juntos.
• Tengo novio, tú lo conoces y no pienso hacerle eso – mentí, sabía que si follaba con él no volvería a resistirme a follar de nuevo y pondría en peligro mi relación.
• Pues hace un momento no te ha importado – se le veía molesto, pensó que ya había alcanzado el premio y se volvía a quedar en las puertas.
• Prométeme que no volverás a intentarlo, si sigues por ese camino dejaré las clases de baile
• Prometido, no volveré a intentarlo, pero te engañas a ti misma, he visto tu expresión cuando tenías mi polla ente tus manos y sé qué te estaba pasando por la cabeza.
• Eso no es así, Quique, ¡ya está bien, me estás enfadando!
• Tú sigue engañándote a ti misma, por mí de acuerdo cumpliré el acuerdo.
No se lo creía ni él, sabía que volvería a intentarlo, Quique se había encaprichado conmigo azuzado por mí y no cejaría hasta conseguirlo. Al volver a casa los primeros días no fueron fáciles, había engañado a Carlos, eso era un hecho y temía que cualquier gesto mío me delatara, la semana fue pasando y no dio indicios de sospechar nada, y la tranquilidad volvió a mí.
La siguiente semana, a lo ocurrido en el hotel, decidimos salir todos los del grupo de baile, Quique llevaba poniéndome muy caliente desde que empezamos las clases esa misma tarde. Lo peor era que él lo sabía, llego incluso a rozar su polla contra mi entrepierna. No lo detuve, me gustaba lo que estaba sintiendo, aquella tarde movía sus manos con maestría.
Llegaba a rozarme el culo y cuando parecía que me lo iba a tocar bien tocado, paraba y se movía a otro lado. En un momento del baile puso sus manos justo debajo de mis pechos, no sé cómo lo hizo, pero sin que llegara a tocarlos podía notar el calor que emanaban sus manos en ellos. Tenía el coño totalmente encharcado, cuando termino la clase de baile fui la última en ducharme.
Una vez que me quede sola no pude evitar empezar a tocarme, primero metí un dedo, después dos, terminando por meter tres. El orgasmo que alcance fue tan devastador que me tuve que sentar en el suelo, sentada como estaba sabia perfectamente que esa noche si no ponía freno a Quique terminaría por traspasar todas las líneas rojas. Una vez que todos estuvimos duchados, nos fuimos a cenar y después a tomar unas copas, esa misma noche llamé a mi amigo el fotógrafo.
Quería comentarle lo de las fotos que deseaba regalarle a Carlos, además quería poner tierra de por medio entre Quique y yo. Esa noche estaba muy caliente y no me veía capaz de aguantar sin caer sobre su polla, por suerte mi amigo se encontraba en uno de los locales que solíamos frecuentar. Cuando entremos y me acerque a él, vi el rostro que puso mi profesor de baile. Me hizo hasta cierta gracia, parecía celoso, aunque no creo que fuera eso. Pienso que más bien temía que otro consiguiera lo que él llevaba deseando tanto tiempo, entonces se me ocurrió una idea que después de verla con la perspectiva del tiempo, me di cuenta que fue una estupidez. Sabía que mi amigo se moría por meterse entre mis piernas, de esa manera me quitaba el calentón y podría aguantar un tiempo más el acoso y derribo al que sé que me sometería mi cuarentón preferido.
Una vez en la barra hablé con mi amigo.
• Quiero hacerle un regalo a Carlos, me gustaría hacer un posado con ropa sugerente y desnudos, donde la imaginación juegue un papel importante.
• Entiendo, Bea, ¿cuando querrías hacerlo? – podía ver en su rostro como me imaginaba a mí siendo follada por él, tal vez ese deseo, sé le haría realidad.
• Esta noche, me siento inspirada, que te parece si acabamos la copa y nos vamos a tu estudio.
Pagó a la velocidad de la luz y ya estábamos saliendo del local, al mirar atrás pude ver la cara de decepción de Quique, sabía que esa frustración le duraría poco. Tenía cogida a Carol de la cintura y estaba más que segura que terminarían follando esa noche si o sí. Llegamos a su estudio, yo misma llevé la lencería que más le gustaba a Carlos, tengo que decir que según escuchaba el sonido de la cámara me empezaba a calentar.
Mi amigo cada vez se cortaba menos, acercaba su mano a sitios prohibidos, sintiendo cada vez menos pudor y alentado por mi escasa resistencia. De vez en cuento parábamos para que me enseñara como estaban quedando las fotografías, la verdad es que a Carlos se le iba a poner como el mástil de la bandera. No era el único, mi amigo también estaba cachondo sobretodo cuando llegaron las fotografías de desnudo integral.
Con las posturas que opte, no enseñaba nada, pero insinuaba mucho. Para ese momento estaba muy caliente, una vez terminadas la sesión fotográfica el bulto de su pantalón no podía disimularlo y con seguridad tenía que estar doliéndole mucho. Hice un movimiento que él no se esperaba, me agache y liberando su polla de su pantalón, me la metí en la boca. Del placer que sintió se le cayó la cámara, por suerte había unos cojines en el suelo y eso impidió que se le rompiera.
Estuvo a punto de correrse en dos ocasiones por lo que, antes de que eso sucediera, decidí parar y me puse a cuatro dándole la espalda, este polvo era un medio para un fin, quitarme la calentura que me había provocado mi profesor durante la tarde y parte de la noche. Se puso un condón y me la metió sin ningún miramiento, empezó un mete saca bastante pobre. Por como fardaba de conquistas, pensé que sería más hábil, Carlos le daba mil vueltas.
Ojalá estuviera aquí y no en ese viaje de trabajo, con seguridad ahora mismo estaría sintiendo un placer indescriptible junto a él. Mientras para mi amigo estaba siendo un sueño hecho realidad, para mí estaba siendo una verdadera decepción. Con esto no conseguía mi objetivo, que no era otro que quitarme mi calentura para poder seguir resistiendo los envites de Quique.
Por fin se corrió, me miro como si fuera el mejor de los amantes, yo tuve que disimular. Por lo menos las fotografías me salieron gratis, él empezó a reírse cuando las volvió a mirar.
• No te rías tanto, porque esto no se va a volver a repetir, además tendrías que volver a nacer para acercarte siquiera a su destreza en la cama – sé que ese comentario no le gusto, pero era la verdad.
• ¡Lo que tú digas! – tenía el ego muy frágil, yo había cometido la falta, pero él no tenía derecho a reírse de Carlos.
• ¡De esto que ha pasado aquí ni mu a nadie estamos!
• Sí, Bea, quien te crees que soy, además si hablo perdería una nueva oportunidad en el futuro.
Este no escuchaba, le había dicho claramente que no se volvería a repetir, en fin entre semana pasaría para recoger las fotografías y los negativos, ahora solo quería llegar a casa y pegarme una ducha bien larga. Mientras me duchaba tuve que masturbarme, había sido infiel a Carlos y, sin embargo, no me había servido para nada, seguía igual de caliente. La semana fue un suplicio para mí.
Como suponía, Quique no estaba cumpliendo el trato al que llegamos, contaba con ello, pero también contaba con que mi amigo me hubiera bajado el calentón. Cada día me masturbaba mientras me duchaba en los vestuarios de la escuela de baile, llegue a meterme hasta cuatro dedos intentando imitar la polla que tanto deseaba. Una de las veces, incluso se me escapo su nombre, solo esperaba que no me hubiera escuchado.
A media semana mi amigo me llamo para que fuera a recoger las fotografías, yo había comprado un sobre, en él había escrito una dedicatoria muy bonita.
Para mi gran amor, el que alegra mis días tristes y mis noches
Por sacar lo mejor de mí con besos y caricias
Porque te siento siempre dentro, estés lejos o estés cerca
Por aguantar mi carácter cojonero y mis reproches
(Y porque sé que te hacía ilusión y pensabas que jamás me atrevería, ji, ji).
Te quiero, Carlos.
¿Sentía esta dedicatoria?, totalmente, pero también era consciente que algo había cambiado dentro de mí. Me había obsesionado con la polla de otro hombre, era consciente que si al final sucumbía y terminaba follando con mi profesor de baile, nada volvería a ser igual y sabía perfectamente que desde ese momento no podría resistirme a volver a ser follada por él.
Llego la fatídica noche, salimos todos los del grupo de baile a tomar unas copas, aquella noche decidí que me dejaría llevar. Carlos llegaba al día siguiente y era esta noche o nunca, empecé a beber más de la cuenta, sabía que estando serena no me atrevería a dar el último paso aunque lo estuviera deseando. Nos provocamos mutuamente durante toda la noche, después decidimos terminar la fiesta en mi casa. Quique lo volvió a intentar conmigo, pero no sé si fue por estar en casa de Carlos o que mi yo interior no dejara de hablarme lo que motivó el que me negara a hacerlo.
Él no perdió el tiempo y se fue a follar a Carol a una de las habitaciones. La mía la estaban usando Nerea y Claudio, podía escuchar perfectamente los sonidos que salían de la habitación donde Carol estaba siendo follada por esa polla que tanto deseaba que fuera para mí. Juraría que se esmeró en darle mayor placer aun, para que yo fuera testigo de lo que me estaba perdiendo.
Lo demás lo tengo como en un sueño, yo tonteando descaradamente en el sofá, con una borracha Carol durmiendo en el despacho, después de que Quique la cagara con esa bocaza que se gastaba. No diré que me importara, estando Carol, no me abría atrevido a llegar tan lejos, me llevo a la habitación de invitados, allí me toco las tetas, hizo algo que ni siquiera le permitía a Carlos, meterme los dedos en el culo y termine masturbándolo como lo hice en ese hotel semanas atrás.
Se hizo de día y desperté a Carol para que se llevara a cada uno a su casa, yo tenía que descansar algo, recoger la casa y ducharme para estar lo más guapa posible para Carlos, no podía evitar sentir una pequeña decepción conmigo misma, después de ducharme hable con mi amiga, sin embargo me sorprendió pues. Al rato tocaron la puerta y cuando fui a abrir allí se encontraba Quique, me contaba, no sé que de un reloj que había perdido.
Era mentira, claro, yo me enfadé, sabía que Carlos no tardaría mucho en llegar, no era plan de que nos pillara así, pero no pude resistirme más y decidí dejarme llevar del todo. Seguramente sería una de las decisiones más entupidas que hubiera tomado en mi vida. Tener semejante polla en mi boca fue un placer, nada comparado con sentir como me invadía centímetro a centímetro, el placer que me estaba proporcionando Quique, no me lo había proporcionado nadie y dudo que volviera a sentir algo así a no ser que volviera a repetir con él.
Lo siguiente que recuerdo es la expresión que tenía Carlos, derrotado, con una profunda tristeza y decepción, pero todavía conservaba una de mis fotografías en la mano. La miro mientras sus lágrimas caían sobre ella, no era una mirada de odio o rencor, era una mirada enamorada, de un hombre que acababa de tomar una de las decisiones más duras de su vida, no volver a ver nunca más, a la mujer que amaba más que a su propia vida.
Yo tenía la mirada perdida sobre el sofá en el que me había dejado Carlos, hacía escasos momentos, un manantial de lágrimas brotaban de mis ojos mientras escuchaba a Carolina gritar mi nombre, se le veía muy preocupada, jamás la había visto así.
• Bea, Bea, ¡¡¡Bea!!! ¿Que te ha hecho ese animal?
• Nada, él no tiene nada que ver con el estado en el que me encuentro – esa era la verdad, Carlos solo me había dicho verdades a la cara.
• ¿Entonces?
• Después de hablar con él me he dado cuenta, lo muchísimo que lo quería, mucho más de lo que yo pensaba, he perdido para siempre al hombre de mi vida, soy tan entupida que me ha tenido que pasar esto, para darme cuenta del gran hombre que tenías a mi lado – lloraba amargamente mientras Carol intentaba consolarme, cualquier otro me hubiera dejado tirada, él no, me trajo a casa y procuro llamar a alguien que cuidara de mí.
• Tranquilízate Bea, todo en este mundo tiene solución.
• Me marcho Carol, antes de las vacaciones me hicieron una oferta para modelar por Europa, aceptaré, necesito poner distancia y pensar en mi futuro.
• ¿Estás segura Bea?
• Totalmente.
Carol pasó el resto del día conmigo, poco a poco me fui recuperando y llegó un día que me apetecía dar un paseo, no sé por qué termine llegando al hospital donde estaba ingresado Javi, el novio de Nerea. Entonces lo vi, Carlos salía del hospital al lado de Gianna la hermana de Javi, su comportamiento era normal, pero verlos juntos fue suficiente para darme cuenta de que marcharme había sido la mejor decisión que había tomado en los últimos tiempos.
Continuará.