El inquilino universitario

8



Cada día estaba más pillado por Paula. Tener todos los días delante a aquel ángel, durante seis horas, era una puta tortura. No me había pasado nunca con ninguna tía, apenas había cruzado con ella un “hola” y poco más y aquella mañana en la que llevaba una minifalda vaquera se me hizo eterna.

Luego los cabrones de mis colegas se rieron lo que quisieron de mí en la cafetería, sobre todo Sergio.

―Joder, Adrián, córtate un poco con la rubia, que parece que en cualquier momento vas a saltar sobre ella...

Yo crucé la mirada con Elvira, en un mes ya habíamos establecido una complicidad muy especial y solo con ver su cara de “no le hagas ni caso” ya me tranquilizaba. Habíamos congeniado muy bien los cinco y éramos casi inseparables, y al salir de la cafetería vimos el anuncio de una fiesta.

―Mirad, el viernes hay fiesta de medicina, dicen que está cojonuda por ser la primera del año, habrá que ir, ¿no? ―dijo Sergio.
―Yo, por mí, sí... ―contesté.
―Vale... puede estar bien ―intervino Elvira, antes de que Pablo e Iván también confirmaran que iban a la fiesta.
―¡Pues de puta madre! ―volvió a decir Sergio abrazándonos a la vez a Elvira y a mí―. La primera fiesta de muchas de este grupo...

Al salir de la facultad Sergio me acompañó a casa, tenía curiosidad por ver dónde vivía.

―¡Guau!, ¡menudo casoplón!, ¿en serio esta es tu casa?
―Sí, tiene de todo, hasta piscina, y los dueños son muy majos, tienen una bodega abajo y me han dicho que si alguna vez queremos podemos hacer una cena...
―Jajajaja, fiesta, fiesta...
―Ehhhh... he dicho una cena, que te conozco...
―Bueno, bueno, ya hablaremos.... venga, tío, mañana nos vemos...
―Hasta mañana...

Y al entrar en casa me encontré con una sorpresa que no me esperaba. ¡Dentro estaba Lara! Mi novia, o mi ex, o... no sabía ni qué cojones era. Me quedé de piedra pues no le había dado la dirección y desde nuestro último encuentro en la discoteca le había bloqueado en el teléfono y el WhatsApp, para que no pudiera llamarme ni enviarme mensajes.

―¡Sorpresa! ―dijo ella sin mucha efusividad ante la atenta mirada de Mónica que contemplaba la escena.
―Hola, Lara, ¿qué haces aquí?
―Pues venir a ver a mi novio... ¿o no puedo?
―Eh... sí, claro, claro... pero...
―¿Te quedas a comer, Lara? ―le preguntó Mónica educadamente.
―No, no, mejor nos vamos, no queremos molestar ―respondí yo.
―¿Y ni tan siquiera me enseñas la casa? ―dijo Lara.
―Otro día...
―Venga no seas así...
―Está bien ―dije mostrándole el salón y el patio sin muchas ganas.

Luego subí a Lara a mi habitación y ella se sentó en la cama.

―¿Cómo has conseguido la dirección?
―Me la dieron tus padres, les dije que quería darte una sorpresa, ¡está genial la habitación!, ven aquí ―susurró en bajito dando un par de golpes con la mano para que me pusiera a su lado.
―Lara, no deberías haber venido... sin avisar...
―¿No te ha gustado la sorpresa? ―dijo intentando besarme.
―No, para...
―¿Por qué?, habrá que estrenar la cama... ―murmuró apoyando la mano en mi paquete.
―No, Lara...
―¿Ah, no?, ¿y por qué la tienes tan dura?

Siempre me hacía lo mismo, y cada vez me daba más rabia la relación que tenía con ella. Después de tantos años no la soportaba, pero teníamos una atracción sexual muy fuerte, y Lara jugaba con eso para no dejarme escapar. Dejé que me sobara por encima del pantalón y cuando me quise dar cuenta se estaba inclinando sobre mí y me había sacado la polla para hacerme una mamada.

Pero en cuanto sentí su boca envolviéndome la verga aparté a Lara con brusquedad, y me la guardé otra vez en el calzón.

―No, Lara, no podemos seguir así...
―¿Así, cómo?
―Pues así, como estamos, esta relación no tiene ningún sentido...
―¡Eres un cabrón!, ¿te crees que puedes jugar conmigo?, ¿otra vez lo quieres dejar?
―¿Que yo juego contigo?... no quiero dejar nada, porque no hay nada entre nosotros, hemos cortado hace tiempo, pensé que te ibas a dar por aludida cuando te he bloqueado en el teléfono...
―Pues bien que me follaste en la discoteca para haber cortado...
―¡Eso no cuenta, iba borracho!
―¿Qué pasa?, ¿ya te estás follando a alguna guarra universitaria? ¿o te estás tirando a la casera?
―Anda deja de decir tonterías... mira, Lara, esto se acabó definitivamente, no teníamos que habernos acostado la última vez, pero no va a volver a pasar nada entre nosotros, así que te pediría que te marcharas y que no volvieras nunca...
―Ya me buscarás cuando estés en el pueblo ―dijo poniéndose de pie muy enfadada―. Acuérdate de estas palabras...
―Deja que te acompañe a la estación de autobuses, al menos...
―¡No quiero que vengas conmigo!, y no hace falta que me acompañes, ya sé dónde está la puerta...

Me dejó sentado en la cama y escuché cómo bajaba por las escaleras del chalet. Se fue sin despedirse de Mónica y Fernando y respiré aliviado cuando me quedé solo. La escena había sido muy tensa, pero al menos había cerrado el capítulo con Lara para siempre.

Ya estaban terminando de comer mis caseros cuando entré en la cocina.

―¿Todo bien? ―me preguntó Mónica.
―Sí, sí, perdonad porque haya venido esta chica... no tenía ni idea.
―Ya te hemos visto la cara, bueno, siéntate, que te caliento la sopa, hoy tenemos el primer cocido del año...
―Muchas gracias, Mónica.

Al terminar de comer y ayudar a recoger la mesa me subí a la habitación, eché una pequeña siesta y luego me levanté a estudiar un rato. Sobre las seis de la tarde terminé y me entraron ganas de darme un baño para desconectar, bajé al salón con el bañador, una sudadera y la toalla y estaba Mónica recogiendo los apuntes, también había finalizado de estudiar, y estaba dejando preparada la parte que iba a repasar al día siguiente.

―Hola, Adrián, ¿vas a pegarte un chapuzón?
―Sí, creo que hoy lo necesito...
―Yo he terminado, si necesitas hablar, o lo que sea, puedes hacerlo conmigo con total confianza...

Me senté en una silla y Mónica entendió que tenía ganas de confesarme, por lo que ella se puso a mi lado atenta a lo que tenía que decir. Los estudios me iban bien, intentaba estudiar todas las tardes para llevarlo al día, pero necesitaba hablar de Lara y echarlo todo fuera para sacarla definitivamente de mi vida.

Después de un mes tenía cierta confianza con Mónica, comíamos juntos todos los días y más de una tarde hacía yoga con ella. Me seguía excitando una barbaridad, pero sabía controlarme cuando estaba a su lado, aparentando una tranquilidad que no tenía. Aquella mujer no solo me daba mucho morbo, también me imponía cierto respeto, aunque para ella yo solo era un crío y me trataba casi como si fuera su hijo. Y me fui soltando y le conté mi relación con Lara, que llevábamos juntos desde los quince años, las veces que lo habíamos dejado y habíamos vuelto, las broncas que teníamos. Le conté absolutamente todo y Mónica me iba dando su opinión de manera muy comprensiva.

―Creo que has hecho bien, desde fuera parece una relación bastante tóxica, y ahora que has empezado la universidad has querido poner punto y final, has actuado perfecto.
―Pues, muchas gracias, me ha venido muy bien soltarte este rollo, mis colegas a los cinco minutos ya me estarían vacilando si les cuento esto...
―No hay de qué...

Había otra cosa que me preocupaba mucho desde hacía unos días y no me atrevía a comentarlo con Mónica y Fernando, pero esa tarde, después de contarle lo de Lara se lo quise decir para no estarle dando vueltas al asunto.

―Ah, hay otra cosa que... bueno... no sé cómo...
―¿Qué pasa, Adrián?
―Es por lo de Fernando, lo de su trabajo, estoy un poco preocupado... supongo que ahora que ha encontrado trabajo... quizás...
―Nada, tranquilo, ya sé lo que quieres decir, no tienes por qué preocuparte, la semana que viene empieza a trabajar en Madrid y lo hemos estado hablando, estamos encantados de que estés aquí, y además, Fernando también se queda mucho más tranquilo cuando se vaya, dice que así no me quedo sola por la noche, no es que sea una ciudad donde se produzcan muchos robos, pero nunca se sabe... en ese aspecto no lo des más vueltas, vamos a cumplir el año de contrato, hasta septiembre del año que viene esta es tu casa...
―Ufffff, no sabes el peso que me quitas de encima... llevaba unos días preocupado...
―Pues nos lo comentas y ya está, ¿ves qué fácil ha sido solucionarlo?
―Muchas gracias, Mónica, entre esto y lo de Lara me he quedado...
―Me alegro, hoy vas a dormir de maravilla, jajajaja.
―Sí, jajaja, muchas gracias de nuevo, la verdad es que os estáis portando muy bien...
―Lo mismo te digo, y bueno, si no tienes nada más que decirme, voy a hacer yoga, por lo que veo hoy no me acompañas...
―Pues con ganas me quedo, estoy muy bien contigo, pero también me apetece bañarme, no sé qué hacer...
―Baja a la piscina, hoy te doy permiso, jajaja.
―Gracias, mañana sin falta me apunto a esa clase de yoga.
―Hecho.

Mónica tenía razón, me había quitado un buen peso de encima, eliminar esas dos preocupaciones de golpe me había supuesto un buen alivio. Primero, mi ex novia, Lara, con la que había terminado definitivamente y luego la charla con Mónica en la que me aseguró mi habitación hasta final de curso.

Completamente relajado me metí en la piscina con su agua calentita, era una gozada, hice varios largos buceando y después me quedé tumbado boca arriba sin pensar en nada. Estuve casi una hora metido hasta que subí a pegarme una ducha y preparar lo que necesitaba para el día siguiente en la universidad.

Antes de bajar encendí el portátil y entré en el ********, tenía muchas ganas de agregar a Mónica, para ver su perfil, pero no me atrevía, así que estuve entretenido cotilleando a los compañeros de clase, en especial a Elvira. No tenía muchas fotos, pero en varias salía bien escotada y con unas tetas de impresión.

Me resultaba especialmente enigmática, no hablaba mucho y siempre tenía esa mirada como si adivinara lo que estabas pensando. En su perfil no parecía que tuviera novio, o por lo menos no había colgado ninguna foto en la que estuviera con un chico, pero tampoco le di la mayor importancia.

A las ocho entré en la cocina para ayudar a Mónica a preparar la cena, estaba de espaldas con una sudadera gris con capucha y unas mallas blancas con las que había hecho yoga. Se le marcaba un tanguita negro debajo y me pareció increíble como lucía su tremendo pandero. Daban ganas de acercarse a ella y soltarle un azotazo que resonara en toda la cocina.

―¿Te puedo echar una mano?
―Sí, vete poniendo la mesa...

Desde que anochecía pronto cenábamos allí mismo y puse tres platos y llené los vasos de agua.

―Venga, Fernando, ya está la cena... ―dijo llamando a su marido―. Hoy tenemos huevos fritos y un poco de ensalada...
―Fenomenal, ¡me encantan los huevos! ―exclamé yo.

Durante la cena estuvimos hablando un poco de cómo me iba en la universidad y también del nuevo trabajo de Fernando. Me relamí de los ricos que estaban los huevos y por la posibilidad de estar a solas con Mónica durante tantos meses. Solo de pensarlo se me hacía la boca agua.

Vivir en el chalet con aquella mujer era una fantasía grandiosa para un chiquillo de 18 años y mi mente iba a mil.

Cuando terminamos de cenar Mónica nos dijo que se iba a bañar en la piscina y nos quedamos recogiendo Fernando y yo, como todos los días. Después fui a la habitación y me tumbé en la cama, tenía que descargar la tensión acumulada de todo el día. Encendí el portátil y estuve viendo algún video porno mientras me masturbaba, luego me acordé de Mónica y su culo blanco embutido en las mallas deportivas, me había encantado el detalle de su tanguita. Tenía que ser espectacular disfrutar de esos glúteos, era para meter la cabeza ahí y no sacarla durante horas.

Abrí el ******** y ya con un buen calentón encima me decidí, para no ser muy descarado les envié una solicitud de amistad a los dos, tanto a Fernando como a Mónica. ¡Qué ganas tenía de cotillear en el perfil de Mónica y guardar sus fotos para masturbarme con ellas! Ya solo tenía que esperar que me aceptara.

Y con la imagen de su culo en la cabeza llegué al orgasmo antes de quedarme dormido.


Al día siguiente era la fiesta de medicina y quedamos por la noche en una carpa que habían montado al lado de facultad. En cuanto llegamos los cinco pagamos la entrada y pasamos dentro. De primeras me quedé impresionado, nunca había visto nada parecido. Miles de jóvenes de mi edad, buena música y cachis de alcohol que corrían como si fuera agua. Había unas barras metálicas a los lados y pusimos bote para acercarnos a pedir Sergio y yo.

―Joder, ¿has visto cómo viene hoy Elvira? ―me preguntó.

Es verdad que con la emoción de la fiesta, casi ni me había fijado en ella, pero llamaba la atención entre la multitud. Llevaba un vestido blanco corto, con medias de rejilla y unas botas militares. Se había puesto encima una cazadora corta de cuero bien abierta para que se le viera el poderoso escote que lucía.

―Sí, está muy guapa...
―Hoy cae fijo, se nota mucho que está por ti... ―me dijo Sergio.

Me quedé un poco extrañado de su afirmación pues yo no me había fijado en que había despertado ningún tipo interés en nuestra amiga. De hecho, para ser sincero, pensaba que Elvira era lesbiana, por muchas cosas, por sus gestos, su manera de vestir, por estar siempre rodeada de chicazos, aunque no le quise decir nada a Sergio. Me parecía atractiva, era reservada y esa mirada de gata acojonaba bastante, también los tatuajes le daban un aire muy salvaje y todo ello hacían un conjunto ciertamente enigmático.

De momento, la veía como a una amiga, pero las palabras de Sergio cambiaron mi percepción de Elvira. Aquella noche me fijé más en ella y notaba cómo Elvira también estaba continuamente pendiente de mí. A ver si Sergio iba a tener razón o era una simple paja mental que me estaba montando a medida que me iba emborrachando.

En la fiesta nos lo pasamos increíble, bailando, riendo y bebiendo sin parar. Hasta Iván, el más tímido, nos sorprendió cuando entró a varias chicas hasta que terminó enrollándose con una de ellas.

―Mira el Iván, menudo fenómeno, con lo calladito que era... ―dijo Sergio viendo como nuestro amigo se morreaba con una estudiante de la facultad de filosofía y letras.

Cuando apagaron la música de la carpa dijeron que la fiesta continuaba en una zona de copas en la que habían reservado varios bares. Yo ya iba bastante pedo y aunque no era muy tarde, sobre las dos de la mañana, no me hubiera importado irme para casa.

―De eso nada ―me dijeron casi al unísono Sergio y Elvira tirando de mí.

Dejamos a Iván que se perdió con su nueva amiga y continuamos de marcha los cuatro del grupo que quedábamos. Después ya no lo pasamos tan bien, en el trayecto entre la carpa y los bares se nos pasó un poco la euforia y luego nos costó recuperar el ritmo, pero a las seis de la mañana llevaba ya un ciego que no sabía ni dónde estaba. A Pablo y a Sergio se les notaba menos, pero la pobre Elvira con su vestido blanco también iba fina, incluso se le habían roto las medias de rejilla y parecía una fulana.

―Yo me voy ya chicos... ―nos dijo saliendo del bar tambaleándose.
―¿Vas a coger un taxi?, espera que te acompaño ―le dije a ella.
―No, creo que voy a ir andando, así se me baja un poco el alcohol...
―¿Cómo vas a ir sola a casa a estas horas?, es muy tarde... bueno, chicos, me voy a ir con Elvira, no quiero que se vaya sola y menos en ese estado...
―Anda, que vas tú bueno... ―me dijo Sergio que se acababa de pedir otra copa junto con Pablo―. Pasadlo bien, jajaja... y mañana quedamos, ehhh...

Salimos a la calle y entre la borrachera que llevaba, que no conocía todavía muy bien la ciudad y que no sabía muy bien dónde estaba, le ofrecí a Elvira acompañarla hasta casa.

―No hace falta, Adrián... de verdad que no, tampoco vivo muy lejos...
―Bueno, da igual, así me despejo un poco yo también...

Por el camino de vuelta fuimos hablando de lo bien que nos lo habíamos pasado, Elvira se abrochó la cazadora e iba con los brazos cruzados muerta de frío. Menuda nochecita me había dado la cabrona, me había sido inevitable fijarme en sus tetas, era increíble cómo se le bamboleaban mientras bailaba o saltaba cómo una loca cuando pusieron una canción de Nirvana. Yo creo que fue la primera noche que la vi con una connotación sexual y no en plan amistad.

Media hora más tarde la dejé a la puerta de su casa, nos despedimos con dos besos y yo luego tenía otros veinte minutos hasta el chalet de Mónica y Fernando. Abrí intentando no hacer mucho ruido, pero al pasar vi luz en el salón. Me fijé en la hora y eran las 7:15, Mónica ya debía estar estudiando.

Asomé la cabeza y ella se me quedó mirando.

―Buenas noches... o buenos días...
―Buenos días ―dijo ella en voy muy bajita.
―Creo que me voy a la cama... ―respondí lo más serio posible para que no se me notaba mucho la borrachera.
―¡Que descanses!

Subí las escaleras a duras penas, me quité la ropa y me puse el pijama para meterme en la cama. Estuve echando una ojeada al móvil antes de dormirme, pero me costaba, porque una vez me había tumbado todo me daba vueltas. Entonces entré en el ******** y vi que Mónica había aceptado mi solicitud de amistad.

Debería haber esperado al día siguiente, pero la impaciencia me pudo y entré en su perfil a fisgonear un poco. No estaba nada mal, tenía casi 200 fotos y algunas eran muy buenas, aunque era antiguas, pues en los últimos dos años no había subido ninguna. Aun así, no me importó, incluso tenía un par de ellas en biquini, que a pesar de la borrachera hizo que me empalmara. A duras penas, me senté en la cama y me saqué la polla mirando su foto, tres minutos más tarde me corrí a lo bestia por el suelo con unos chorros de semen que salieron disparados casi dos metros.

Estaba tan cansado que ni me molesté en limpiarlo y una vez que me había corrido me dejé caer en la cama para quedarme dormido.

Sobre las dos de la tarde escuché que llamaban tímidamente a la puerta, era Fernando.

―Adrián, ¿estás bien? ―le escuché que me preguntaba desde fuera.

Me levanté de la cama somnoliento y abrí la puerta.

―Sí, estoy bien, me he quedado dormido, ahora bajo a comer... ―dije con un dolor de cabeza que casi no me mantenía de pie.
―Que dice Mónica que no te preocupes, te deja la comida preparada y cuando quieras la calientas, nosotros nos vamos a ir...
―Vale... gracias... ―y me volví a la cama despertándome a las cinco de la tarde con un hambre voraz.

Pegué un salto y levanté la esterilla de la ventana abuhardillada para que entrara luz en la habitación. Estaba todo hecho un asco y olía a rayos, una mezcla de alcohol, sudor y semen. Todavía había pegotes por el suelo, y me acordé de lo que había hecho por la noche. Lo primero que hice antes de bajar a comer fue recoger todo, hacer la cama, limpiar el polvo y pegarle una buena fregada al suelo.

Después comí yo solo en la cocina una fabulosa merluza en salsa con gambas que había preparado Mónica, estaba exquisita y hasta el pan me habían comprado. Me tomé un ibuprofeno y en una hora ya estaba recuperado. Y falta me hacía porque Sergio estaba muy pesado en el grupo de WhastApp que habíamos creado, que se llamaba “Elvi y los cuatro fantásticos”, para volver a salir por la noche. También me había mandado un mensaje privado.

Sergio 13:47
¿Qué tal con Elvira, cabrón?, ¿te dejó tocar esas tetazas?, jajaja...

No le quise ni contestar, no tenía ganas, lo que sí me apetecía era pegarme un baño en la piscina. A media tarde bajé y me metí en el agua. Estaba en la gloria disfrutando del chalet para mí solo. Estaba tan a gusto que no me había ni acordado de volver a revisar el perfil de ******** de Mónica, por la noche, a pesar de ir borracho, me había excitado un montón ver sus fotos y cuando saliera del agua pensaba hacerme otra paja.

Pensando esas cosas reconozco que tuve una erección bajo el agua y sin pensármelo dos veces me quité el bañador y lo dejé en la orilla. No sabía por qué, pero me ponía muy cachondo estar desnudo dentro de la piscina, supongo que sería el morbo de que me pudieran sorprender o era por imaginar qué pensaría Mónica si me pillara así en su espacio particular para relajarse.

Estuve nadando unos minutos así, zambulléndome en el agua, e incluso me di la vuelta tumbándome boca arriba con los ojos cerrados en la piscina con toda la polla fuera. Aunque sabía que no había nadie en casa me daba mucho morbo la situación y cuando salí del agua estaba mucho más caliente que al entrar.

Y ya que estaba así, pensé para mí, ¿y por qué pasearme en pelotas también por la casa? Tampoco sabía a qué hora iban regresar Mónica y Fernando, o dónde habían ido, lo mismo habían salido a comprar y ya estaban de vuelta, pero aun así me arriesgué y con la toalla al hombro y el bañador de la mano entré al salón completamente desnudo.

Despacio, subí la escalera, por suerte, no había nadie, por curiosidad empujé despacio la puerta de la habitación de mis caseros y me quedé mirando la cama. “¿Cuántas veces habrá follado ahí Mónica?”, pensé para mí. No me atreví a entrar, tenía las chanclas algo húmedas y podía dejar huella, pero me apetecía hacerlo. Subí rápido a mi cuarto y me puse solamente unos calcetines para volver a bajar a la habitación de Mónica y Fernando.

Esta vez sí entré, quería ver cómo era por dentro, qué tenían en la mesilla, saber algo más de ellos. Fernando tenía un ebook, una botella de agua y unos cascos de música, no me costó deducir que ese era su lado. En el otro extremo solo había un libro, El jardín olvidado de Kate Morton. Supuse que en los cajones estaría su ropa interior, pero no me pareció bien abrirlos, no quería invadir su intimidad tanto, al menos de esa manera.

Entré en su baño, yo seguía desnudo, empalmado, nervioso y tan solo llevaba unos calcetines blancos puestos. En ese momento no caí en la cuenta de lo que hubiera pasado si me hubieran pillado así, tenían un cesto de la ropa sucia y en una balda estaban colocados los perfumes y los desodorantes de los dos. Cogí la colonia de Mónica y me eché muy poquito en la muñeca, luego aspiré y mmmmm, me invadió su olor que me llegó hasta el cerebro.

Solamente con eso, la polla me palpitó literalmente. Cerré los ojos recreándome en ese aroma y de pie, sobre la taza, comencé a menearme la polla, no tenía ninguna intención de correrme, pero me daba placer morbo masturbarme en su baño. Tenía una muñeca apoyada en la nariz y con la otra me la sacudía muy despacio.

Era una sensación maravillosa, incrementada además, con los nervios y el peligro de que pudieran pillarme así.

No me quise arriesgar más, dejé todo como estaba y subí a mi habitación. Veinte minutos más tarde escuché que se abrí la puerta de casa. Ya estaban de vuelta.

Solo de pensar que podrían haberme pillado hizo que me excitara todavía más. Bajé a la cocina para saludarlos y agradecerle a Mónica el detalle de que me hubiera dejado la comida hecha. Aunque no era más que una excusa para poder verla. Estaba de espaldas en la cocina, con un pantalón ajustado vaquero y me quedé mirando su culo antes de decirle.

―Hola, muchas gracias, Mónica por la merluza, estaba buenísima...
―Me alegro que te haya gustado, eso es que te has levantado con hambre, esta mañana venías contento...
―Sí, creo que anoche nos pasamos un poco, pero ya me he recuperado, y hoy volvemos a salir...
―Me encanta como recuperan estos chicos, recuerdo la última borrachera que me cogí hace un par de años que estuve una semana hecho unos zorros ―dijo Fernando entrando en la cocina.
―Bueno, pues voy a subir a prepararme, que hemos quedado...
―¿Cenas con nosotros? ―me preguntó Mónica.
―No, vamos a ir a un burguer, creo... no contéis conmigo esta noche...
―Vale, pásalo muy bien...

Me subí de nuevo a la habitación, todavía tenía un rato antes de salir. Me recosté en la cama y encendí el portátil, tenía ganas de echarle una ojeada a las fotos de Mónica, antes que nada las copié todas en una carpeta y luego las fui viendo una por una, despacio, recreándome.

Mentiría si dijera que no me toqué mientras las veía, pero es que era superior a mis fuerzas, era ver las fotos de Mónica y ponerme cachondo automáticamente. No es que fueran especialmente sensuales o eróticas, había unas de un viaje a New York donde apenas se la veía nada, otras montando en bici, cuatro en la playa en biquini, haciendo deporte, de fiesta con amigos, otras de un viaje a Dubái, me gustaba ver la ropa que llevaba puesta, se notaba que tenía mucha clase y que sabía lucir perfectamente sus curvas.

Tampoco estuve mucho tiempo, si seguía tocándome me iba a correr y quería reservarme para después, el alcohol me ponía muy cerdo y me gustaba correrme cuando volvía de fiesta. Era una costumbre que tenía desde que empecé a salir en el pueblo a los quince años.

Sobre las nueve habíamos quedado para cenar en un burguer, llegamos puntuales los cinco y lo primero que hicimos fue vacilar un poco a Iván, que volvía a ser el tímido de siempre.

―Joder con el calladito, qué bien te lo pasaste ayer... ¿has vuelto a quedar hoy con la chica? ―le preguntó Sergio.
―No, paso, yo no le dije nada y ella tampoco, así que nada... fue un rollo y ya está...
―Pero, ¿la conocías de algo?
―No, nunca la había visto...
―Y... ¿no te gustaba o...?
―Bueno, dejad ya el interrogatorio ―dijo Elvira, sacando del apuro al pobre Iván ante el interrogatorio de Sergio.

Me fijé en Elvira, no iba tan guapa como la noche pasada, pero tampoco estaba nada mal, se había puesto unos pantalones y botas militares con un top plateado y brillante, que no sé si pegaban mucho, pero a ella le quedaba genial. Muy de su estilo.

Cuando terminamos de cenar Sergio nos llevó a una bodeguilla dónde solía ir él y sacó un juego, que se llamaba el Ocalimocho, era tipo oca, pero en cada casilla prácticamente tenías que beber o mandar a alguien. Luego jugamos a otras cosas, Sergio era un experto y nos enseñó un buen repertorio, el rey del tres, la línea...

En algún juego tenías que mandar beber a alguien y tengo que reconocer que nos ensañamos un poco con Elvira, pero tenía buen aguante la cabrona y a pesar de ser la que más había bebido, cuando salimos de la bodeguilla era la que mejor iba. Luego fuimos a un par de bares a bailar y probar algún chupito raro, que nos acabó de rematar.

Ya solo nos quedaba ir a la discoteca, a sudar todo el alcohol, entramos en El Jardín del Edén y tenía dos plantas, una con música más comercial y la parte de abajo, más oscura, con dance muy repetitivo. Estuve hablando un rato con Elvira y me agradeció que la hubiera acompañado a casa la noche anterior.

Mientras charlaba con ella, cada vez más pegados y animados, el resto de colegas no paraba de hacer el tonto, simulando abrazarse y dándose besitos mientras miraban hacia nosotros. Casi sin querer la vista se me fue a su escote y Elvira se dio cuenta, estábamos muy a gusto y en ese momento me hubiera gustado que estuviéramos a solas sin los compañeros haciendo el capullo detrás de nosotros.

Decidimos bajar a la planta baja, Iván era un gran apasionado de la música dance y al resto no nos importaba, a mí un rato me gustaba el chunda chunda, pero mucho tiempo me ponía la cabeza a mil. Pero me dio igual la música sonando a todo trapo o el alcohol que llevábamos encima, cuando Elvira se puso a bailar casi pegada a mí.

De vez en cuando nos decíamos algo para acercarnos el uno al otro y luego seguíamos dando botes y desfasando. Veinte minutos más tarde Elvira dijo que se subía arriba, que ya no soportaba más esa música y yo me fui con ella. Ahora estábamos solos y nos pusimos en un lado de la sala, sin nadie que nos molestara.

Estuvimos hablando otro poco, cada vez más pegados, Elvira me sorprendió varias veces mirando su escote, pero sinceramente, no me importó. Tenía buenas tetas y se ponía ese tipo de prendas para lucirlas, entonces me fijé en el piercing que tenía en los labios.

―¿Y no te molesta para comer? ―dije rozándoselo con el dedo.
―No, ya no, cuando te acostumbras es como si no lo llevaras...
―Te queda muy bien...
―Gracias.

Y me quedé mirando directamente a su boca y ella a la mía y despacio nos acercamos para tocarnos los labios, lo primero que hice fue atrapar su piercing entre mis labios, me gustó esa sensación metálica y fría, pero Elvira era muy salvaje y enseguida me metió la lengua en la boca para comenzar a morrearnos mientras el resto de la gente no dejaba de bailar a nuestro alrededor.

Bajé las manos para tocar su delgado culo y después las subí para acariciar esas tetazas por encima de su top plateado. Llevaba tanto tiempo fantaseando con esos pechos que me hubiera gustado meterlas por debajo para tocárselas directamente, pero me pareció demasiado fuerte para hacerlo en medio de la discoteca.

Elvira se pegó a mí notando la tremenda empalmada que llevaba, se movía cómo una serpiente frotando su coño contra mi paquete mientras me acariciaba el pelo y me besaba de forma agresiva, incluso mordiéndome los labios un par de veces, hasta llegar a hacerme daño.

―¿Vamos fuera? ―me dijo.
―Sí, claro...

Ella salió delante de mí agarrándome de la mano y subimos las escaleras para salir de El Jardín del Edén, dejando al resto de colegas dentro. Tampoco nos fuimos muy lejos, cruzamos la calle y nos apoyamos un coche para seguir morreándonos allí. De vez en cuando ella me sacaba la lengua de la boca para comerme el cuello y la oreja, mordisqueándome el lóbulo también. Yo no podía tocar ya sus tetas, pues Elvira se había puesto la cazadora, pero ella sí bajó la mano y me acarició la polla por encima del pantalón, entonces, sin que yo me lo esperara tiró con fuerza abriendo todos los botones de mi bragueta y metió la mano dentro para acariciarme la polla con la palma por encima del calzón.

Acojonado, miré hacia los lados, de vez en cuando pasaba alguien, pero a Elvira le daba igual, me sacó la polla y comenzó a pajearme intentando ocultar lo que hacía con mi cazadora y su cuerpo.

La cabrona movía la mano despacio por toda la longitud de mi verga, consiguiendo que todavía se me pusiera más dura. Me miraba fijamente con sus ojos de gata, separados solamente a unos veinte centímetros y ponía cara de zorra sin dejar de mover la mano ahí abajo.

―¿Vamos a otro sitio más tranquilo? ―le pedí.
―Me parece bien, ¿dónde quieres ir?...
―No sé, ufff, hace mucho frío... y yo no vivo muy lejos de aquí ―dije a ver si había suerte.
―Vale, vamos... espera que voy a mandar un mensaje a mi madre, para que no se preocupe...

El chalet de Mónica y Fernando estaba a unos diez minutos de la discoteca y despacio fuimos andando hasta allí. Nosotros tardamos un poco más en llegar, porque cada poco nos íbamos parando para besarnos. Cuando salimos del bullicio entramos en una calle más tranquila por donde no pasaba nadie, apoyados en otro coche Elvira volvió a sacarme la polla y me la estuvo meneando un rato sin dejar de comernos la boca.

Entramos en silencio al chalet y subimos a mi habitación intentando hacer el menor ruido posible.
Yo cerré la puerta de mi habitación para que no nos escucharan, pero a las seis de la mañana no sé si eso iba a ser posible.

―¡Es muy chula tu habitación! ―dijo Elvira sentándose en mi cama mientras se bajaba la cremallera de sus botas militares―. Ven aquí...

Me puse a su lado y comenzamos a besarnos de nuevo, enseguida nos tumbamos y yo me froté contra ella como si estuviéramos follando en un misionero. Elvira se quitó el top quedándose en sujetador y yo intenté bajar sus pantalones para dejarla en braguitas. Me gustó el detalle que fueran de Mini Mouse. Elvira era la caña, con esas pedazo de tetas, su brazo derecho tatuado entero y varios tatoos pequeñitos por el resto del cuerpo, con su pinta de gata salvaje y esas braguitas infantiles.

Ella también me desabrochó el pantalón, pero yo me quité la ropa, desnudándome por completo. Y por fin acaricié sus tetazas lanzándome a por ellas y metiendo la cabeza entre aquellas mamas calientes. Pasé las manos por su espalda para desabrocharle el sujetador y dejarla desnuda de cintura para arriba.

Me quedé unos segundos mirando sus tetas, eran realmente impresionantes, tenía unas areolas súper grandes de color clarito y en el pecho izquierdo llevaba un piercing atravesado en el pezón de por lo menos dos centímetros. Eso sí que no me lo esperaba. Me lancé a por el pecho donde tenía el piercing y le estuve comiendo las tetas tres minutos. Podría haber estado toda la noche, pero Elvira tenía prisa porque se la metiera y ella misma se bajó las braguitas abriéndose de piernas.

―Ponte un condón...

Tuve que salir de la cama y buscar un preservativo en la mesilla. Una vez que lo tenía colocado en la polla volví a ponerme sobre ella y de una sola embestida se la metí hasta los huevos. En cuanto se la clavé Elvira pareció volverse loca y sacaba las caderas buscando sincronizar las embestidas con sus movimientos. Además, me guiaba y marcaba el ritmo con las manos en mi culo, e incluso me llegó a clavar las uñas en los glúteos haciéndome daño.

Nunca había estado con una tía tan cañera como Elvira que gemía exageradamente alto.

―Shhhhhh, calla, baja un poco la voz...
―¡¡Fóllame más fuerte!!, asííí... mmmmm... muérdeme el hombro, vamossss... ―jadeó sin hacerme ni puto caso.

Yo clavé los dientes en su clavícula, pero ella me arañó el culo rasgando hacia arriba y haciéndome un poco de sangre.

―¡Más fuerte, joder!, muérdeme más fuerte...

Cerré la boca haciendo presión y aquello pareció que le encantaba, porque se puso a gemir como una loca corriéndose por primera vez sin dejar de sacar sus caderas hacia fuera. Yo estaba acojonado, seguro que ya habíamos despertado a Fernando y Mónica, porque menudo escándalo estaba montando Elvira.

Después del orgasmo se tranquilizó unos segundos y me dio un beso en la boca dejándome seco, luego me apartó con brusquedad y se puso a cuatro patas. Vi cómo se metía la mano entre las piernas, acariciándose el coño a la vez que me ofrecía su delgado culo. En esa postura las tetas le colgaban como a una cerda y los pezones se le habían puesto tan duros que ella se abrió bien de piernas para rozarse con ellos contra las sábanas.

Me puse de rodillas detrás de ella y se la metí de nuevo. A mí me gustaban los culos más redondos y potentes, como el de Paula, o incluso más grandes, como el de Mónica, pero tenía que reconocer que el de Elvira no estaba nada mal, era pequeñito, pero muy buen puesto. Y comencé a follarla en esa postura, yo no es que fuera ningún portento en la cama, pero físicamente estaba a tope, y debido al alcohol no tenía ninguna prisa en correrme, así que le pegué una follada de impresión.

Hice que sus tetas se bambolearan delante y atrás, y ella gozaba con el roce de sus pezones contra las sábanas, pero Elvira quería más. Aquello era poco para sus gustos. Se giró mientras se la metía y me ordenó.

―¡Dame azotes en el culo!

Me quedé paralizado, con Lara no había hecho nada parecido y no supe reaccionar.

―¡Venga, dame en el culo!

Yo solté una pequeña cachetada en su nalga derecha, pero le debió parecer ridículo y ella misma se azotó el culo con fuerza para mostrarme cómo lo debía hacer.

―¡¡Dame así, joder!!

Con miedo le solté un golpe fuerte, pero aquello pareció que le encantaba.

―¡¡Mmmmm, sííííí!!, sigue, sigueee... más, másssssss...

Mientras me la seguía follando comencé a azotar su culo. Elvira era de piel muy blanca y enseguida se la pusieron muy rojos los glúteos, sin embargo, cada vez chillaba más alto, ya me daba igual si había despertado a Mónica y Fernando, la cama crujía a un ritmo frenético y los gemidos de Elvira los debía haber escuchado todo el vecindario cuando se corrió por segunda vez mientras yo seguía castigando sin piedad su pequeño culo.

Pero yo no le di ni un poco de tregua y seguí embistiéndola como un loco hasta que por fin descargué sin sacar la polla de su interior. Elvira se tumbó boca abajo y yo con las pulsaciones a mil me dejé caer en su espalda besando su hombro tatuado.

―Ufffff, ¡eres una salvaje! ―dije rodando hacia un lado y quitándome el preservativo para lanzarlo al suelo―. ¿Te quedas a dormir?
―Sí, vale, ahora no me apetece mucho irme para casa...

Y desnudos nos metimos en la cama, quedándonos dormidos unas seis horas, eso sí, cada uno en su lado, no en plan parejita.



10



Cuando me desperté me quedé mirando a Elvira, seguía dormida y su cara transmitía serenidad. No voy a decir que me arrepintiera de haberme acostado con ella, porque me lo había pasado muy bien, pero no quería nada serio, acababa de salir de una relación muy tóxica y además estaba muy pillado por Paula.

Antes de que se despertara salí de la cama, desnudos como estábamos, si ella abría los ojos y me buscaba, seguramente acabaríamos follando otra vez, pues no creo que hubiera podido resistirme teniendo a una chica como Elvira a mi lado. Me puse un pantalón, una camiseta y despacio salí de la habitación.

Me iba a tocar disculparme con Mónica y Fernando por el escándalo que habíamos montado por la noche, pero al bajar a la cocina ellos no estaban. Me habían dejado una nota en la encimera.

Adrián, hemos salido de excursión, hasta la tarde no volvemos, te hemos dejado una tortilla de patata y tienes pechugas en el frigo por si quieres comer.

No podían ser tan buena gente y tratarme mejor de lo que lo hacían. Si es que estaban en todo. La primera idea que se me pasó por la cabeza fue invitar a Elvira para que se quedara conmigo, aunque prefería que no lo hiciera para estar todo el día solo en casa.

Tampoco se lo tuve que decir, cuando volví a la habitación Elvira ya se había levantado y se estaba terminando de vestir. Tan solo le quedaba atarse sus botas militares.

―Buenos días... ―me dijo.
―Hola, ¿qué tal has pasado la noche?
―Muy bien, he dormido de maravilla, pero tengo que irme ya o mi madre me va a matar ―dijo cogiendo el bolso apresuradamente―. Voy al baño un momento...
―Claro, lo que quieras, estás en tu casa...

Ella bajó a mi baño y yo la esperé en el salón. A los cinco minutos escuché sus botas por la escalera y apareció Elvira, se había mojado un poco el pelo y se había lavado la cara.

―Vaya casa, está muy bien...
―Cuando quieras puedes venir... si te apetece pasarte a estudiar alguna tarde...
―Pues no te diría que no, algunas veces me gusta estudiar fuera y la biblioteca no es que me llame mucho.
―Ya has visto que la mesa de estudio es grande, así que el día que quieras venir, por mí encantado, mira, ven, que te enseño la casa...

Abrí la puerta que bajaba a la bodega y le mostré lo que había allí.

―El día que queráis hacemos una cena, Mónica y Fernando me han dicho que puedo traer gente cuando quiera...
―El sitio es una pasada... pues cuando digas...
―Espera, espera, que no has visto lo mejor ―dije llevándola al otro lado.
―¡Hostia, pero si tienen piscina y todo! ¡Qué gozada!
―Y está el agua a buena temperatura, cuando vengas a estudiar trae un bañador y nos metemos, yo me baño casi todos los días...
―Vale, te tomo la palabra... en serio, bueno, Adrián, me tengo que ir ya...

Acompañé a Elvira hasta la puerta y ella se inclinó hacia mí para darme un único beso de despedida entre la mejilla y los labios.

―Mañana te veo en la uni...
―Ciao...

Otra vez solo en casa, tenía un mensaje de WhasApp de Sergio y una llamada perdida de él, pero no me apetecía contestar. Hacía un día fresco, pero muy soleado, así que salí al patio en chándal y gafas de sol. Abrí una Coca-Cola fresquita y me tumbé en una de las hamacas que había en el jardín mientras escuchaba música con los cascos.

¡Qué gozada!

Debí estar por lo menos una hora, al final me tuve que quitar porque me picaba ya la cara debido al sol. Tal y como estaba me bajé a la piscina, y sabiendo que estaba solo me quedé desnudo y me metí en el agua. Le estaba empezando a coger el gustillo a lo de bañarme en pelotas. Además, me daba mucho morbo, no sabía por qué, pero era entrar en la zona de la piscina, oler el cloro del agua y el rabo se me ponía duro inmediatamente.

Estuve otra media hora de un lado a otro de la piscina y luego salí del agua sentándome en la orilla. De espaldas a la puerta me incliné hacia atrás y me agarré la polla para empezar a masturbarme. Me tumbé un poco más clavando los codos en el suelo y con tan solo los pies metidos en el agua seguí pajeándome.

Por un lado, me hubiera gustado correrme en la piscina, aunque pensándolo bien me parecía una guarrada para Mónica si ella se bañaba luego, así que no lo hice, pero me la estuve meneando casi una hora. Ya cachondísimo me subí desnudo a mi baño y en unas cuantas sacudidas eyaculé sentado en la taza.

Eran las dos de la tarde y salí fuera al jardín, me preparé un poquito de ensalada para no manchar nada en la cocina y junto con la tortilla de patata, un poco de pan y la Cola-cola comí fenomenal. Sergio volvió a llamarme y a mandarme otro WhatsApp que tampoco contesté, ya tendría tiempo de contarle mañana qué tal me había ido con Elvira, si es que se lo contaba, que no lo tenía nada claro.

Subí a la habitación y me eché un par de horas de siesta, estaba reventado de todo el fin de semana y cuando me levanté ya había recuperado bastante. Estuve estudiando un rato en la habitación antes de escuchar ruido en la parte de abajo.

Serían las seis de la tarde y Mónica y Fernando ya habían regresado de su excursión. Les quise dejar a solas y seguí estudiando otro rato, luego parecía que Fernando estaba preparando una maleta y sentí el agua correr, por lo que supuse que se estaría pegando una ducha.

Sobre las siete salí de la habitación y Fernando ya estaba a punto de irse, metió una pequeña maleta en su coche y cuando abrí la puerta del garaje justo se estaban despidiendo.

―Adrián, estás ahí, bueno, ya me voy... cuida de Mónica, ehhh... ―me dijo Fernando.
―Claro, no te preocupes, que te sea leve la semana...
―Nada, el viernes ya estoy aquí, no me vais a perder de vista mucho tiempo... ―y abrazó a Mónica a la que se le habían escapado unas lágrimas―. No quiero verte así, venga arriba...
―Ya está ―dijo ella secándose los ojos con un pañuelo.

Después Fernando sacó el coche del garaje y nos pitó antes de irse a Madrid. Ya estábamos solos en casa. No me gustó ver a Mónica así de triste, parecía alicaída y sin energías. Yo quería animarla, pero no sabía cómo hacerlo, entonces se me ocurrió la idea de invitarla al Mc'donals, para que no tuviera que preparar la cena y así sacarla un poco de su rutina diaria.

―Venga, Mónica, te invito a cenar... aquí cerca hay un Mc'donals...
―Muchas gracias, Adrián, pero hoy prefiero quedarme en casa.
―No es una opción, te he dicho que te invito, eso por la tortilla tan rica que me has dejado preparada esta mañana...
―Hace mucho que no voy a un burguer de esos...
―Mejor, así te va a saber de maravilla hamburguesa, ya sé que no te gusta esa comida basura, pero un día es un día...
―Iba a hacer yoga, ahora...
―Todavía es pronto, puedes hacer tus ejercicios y a las ocho nos vamos, tranquila, no vamos a tardar mucho, sobre las nueve ya estaremos en casa... ¿te parece bien?
―Vaaaaaale, de acuerdo, pero pagamos a medias.
―Ehhh, de eso nada... te he dicho que invito yo.
―Como quieras...

Me pegué una ducha y esperé impaciente a que fueran las ocho. Puntual bajé al salón y Mónica no tardó en aparecer, me gustó que apenas se hubiera arreglado, llevaba un jersey azul, un pantalón vaquero y unas deportivas blancas, pero aun así me parecía que estaba guapísima.

Ella llevaba muchos años sin pisar un sitio de esos, así que tuve que ayudarla a elegir el menú. Y parece que la hamburguesa le gustó a Mónica, porque la devoró a dos carrillos. Me gustaba cómo se le salía la mahonesa por la comisura de los labios, nunca había visto a Mónica comer de esa manera tan “sucia”, agarrando la hamburguesa a dos manos y pringándose los dedos de kétchup y mostaza.

―Siempre me acuerdo de un amigo que decía que una hamburguesería no es el mejor sitio para una primera cita ―dije yo de bromas limpiándome los berretes.
―Bueno, depende, es un gran paso ver a tu pareja comiendo así, después de esto ya pocas cosas te pueden asustar, jajajaja.
―Jajaja, sí, visto por ese lado...
―Y muchas gracias por la invitación.
―Gracias a ti, Mónica, por lo bien que me estáis tratando...
―Otro día me toca pagar a mí...
―Cuando quieras... yo encantado de cenar contigo...

Nos quedamos un poco más charlando de mis exámenes, de su oposición, a pesar de la diferencia de edad estaba muy a gusto con ella, pero no tenía tanta confianza como para hablarle del pequeño escándalo nocturno que había montado con Elvira, me hubiera gustado pedirle perdón, pero no quise sacar el tema. Lo que sí que hice fue pedir permiso para llevar a mis amigos alguna tarde al merendero que tenían en la parte de abajo.

―Claro, Adrián, puedes traer a tus amigos siempre que quieras...
―Es que este viernes quería invitarles a una merienda-cena, si te parece bien, tranquila que nos vamos pronto, sobre las once, para no armar mucha bulla...
―Os podéis quedar el tiempo que queráis, está muy bien insonorizada la bodega y arriba no se escucha prácticamente nada...
―Vale, pues esta semana te confirmaré, pero en principio el viernes vienen mis amigos de la universidad, no vamos a ser muchos, solo cinco...
―Pues perfecto, si quieres diles que se traigan el bañador y os dais un baño... ehhhh... bueno, mejor no, no sea que bebáis y vaya a ocurrir algún accidente... que ya me conozco yo como terminan estas cenas...
―Hecho, del bañador no les digo nada, jajajaja...

Parece que el cambio de aires le vino muy bien a Mónica que ya parecía más animada y sobre las nueve nos volvimos a casa. Ella fiel a sus costumbres se dio un baño en la piscina y luego una ducha. A las diez bajó al salón y yo estaba viendo la tele cuando ella entró con el libro de Kate Morton en la mano, entonces me acordé de mi pequeña excursión por su habitación completamente desnudo y un escalofrío de morbo recorrió mi cuerpo.

―¿Estás viendo algo? ―me preguntó.
―No, ahora empieza la peli de 2012, tiene buena pinta... por si la quieres ver...
―Pues veré un rato si está bien, si no he bajado el libro...

La peli era la típica de acción de catástrofes naturales y a las once en punto Mónica me dijo que ya se retiraba a dormir.

―Buenas noches...
―Buenas noches, ¡que descanses!

A mí me picó la película y me la tragué entera tumbado en el sofá. Luego me subí a la habitación y no me costó nada dormirme. Al día siguiente empezaba una dura semana en la universidad y mi nueva vida con Mónica.

Ella y yo solos en su fantástico chalet.
 
10



Cuando me desperté me quedé mirando a Elvira, seguía dormida y su cara transmitía serenidad. No voy a decir que me arrepintiera de haberme acostado con ella, porque me lo había pasado muy bien, pero no quería nada serio, acababa de salir de una relación muy tóxica y además estaba muy pillado por Paula.

Antes de que se despertara salí de la cama, desnudos como estábamos, si ella abría los ojos y me buscaba, seguramente acabaríamos follando otra vez, pues no creo que hubiera podido resistirme teniendo a una chica como Elvira a mi lado. Me puse un pantalón, una camiseta y despacio salí de la habitación.

Me iba a tocar disculparme con Mónica y Fernando por el escándalo que habíamos montado por la noche, pero al bajar a la cocina ellos no estaban. Me habían dejado una nota en la encimera.

Adrián, hemos salido de excursión, hasta la tarde no volvemos, te hemos dejado una tortilla de patata y tienes pechugas en el frigo por si quieres comer.

No podían ser tan buena gente y tratarme mejor de lo que lo hacían. Si es que estaban en todo. La primera idea que se me pasó por la cabeza fue invitar a Elvira para que se quedara conmigo, aunque prefería que no lo hiciera para estar todo el día solo en casa.

Tampoco se lo tuve que decir, cuando volví a la habitación Elvira ya se había levantado y se estaba terminando de vestir. Tan solo le quedaba atarse sus botas militares.

―Buenos días... ―me dijo.
―Hola, ¿qué tal has pasado la noche?
―Muy bien, he dormido de maravilla, pero tengo que irme ya o mi madre me va a matar ―dijo cogiendo el bolso apresuradamente―. Voy al baño un momento...
―Claro, lo que quieras, estás en tu casa...

Ella bajó a mi baño y yo la esperé en el salón. A los cinco minutos escuché sus botas por la escalera y apareció Elvira, se había mojado un poco el pelo y se había lavado la cara.

―Vaya casa, está muy bien...
―Cuando quieras puedes venir... si te apetece pasarte a estudiar alguna tarde...
―Pues no te diría que no, algunas veces me gusta estudiar fuera y la biblioteca no es que me llame mucho.
―Ya has visto que la mesa de estudio es grande, así que el día que quieras venir, por mí encantado, mira, ven, que te enseño la casa...

Abrí la puerta que bajaba a la bodega y le mostré lo que había allí.

―El día que queráis hacemos una cena, Mónica y Fernando me han dicho que puedo traer gente cuando quiera...
―El sitio es una pasada... pues cuando digas...
―Espera, espera, que no has visto lo mejor ―dije llevándola al otro lado.
―¡Hostia, pero si tienen piscina y todo! ¡Qué gozada!
―Y está el agua a buena temperatura, cuando vengas a estudiar trae un bañador y nos metemos, yo me baño casi todos los días...
―Vale, te tomo la palabra... en serio, bueno, Adrián, me tengo que ir ya...

Acompañé a Elvira hasta la puerta y ella se inclinó hacia mí para darme un único beso de despedida entre la mejilla y los labios.

―Mañana te veo en la uni...
―Ciao...

Otra vez solo en casa, tenía un mensaje de WhasApp de Sergio y una llamada perdida de él, pero no me apetecía contestar. Hacía un día fresco, pero muy soleado, así que salí al patio en chándal y gafas de sol. Abrí una Coca-Cola fresquita y me tumbé en una de las hamacas que había en el jardín mientras escuchaba música con los cascos.

¡Qué gozada!

Debí estar por lo menos una hora, al final me tuve que quitar porque me picaba ya la cara debido al sol. Tal y como estaba me bajé a la piscina, y sabiendo que estaba solo me quedé desnudo y me metí en el agua. Le estaba empezando a coger el gustillo a lo de bañarme en pelotas. Además, me daba mucho morbo, no sabía por qué, pero era entrar en la zona de la piscina, oler el cloro del agua y el rabo se me ponía duro inmediatamente.

Estuve otra media hora de un lado a otro de la piscina y luego salí del agua sentándome en la orilla. De espaldas a la puerta me incliné hacia atrás y me agarré la polla para empezar a masturbarme. Me tumbé un poco más clavando los codos en el suelo y con tan solo los pies metidos en el agua seguí pajeándome.

Por un lado, me hubiera gustado correrme en la piscina, aunque pensándolo bien me parecía una guarrada para Mónica si ella se bañaba luego, así que no lo hice, pero me la estuve meneando casi una hora. Ya cachondísimo me subí desnudo a mi baño y en unas cuantas sacudidas eyaculé sentado en la taza.

Eran las dos de la tarde y salí fuera al jardín, me preparé un poquito de ensalada para no manchar nada en la cocina y junto con la tortilla de patata, un poco de pan y la Cola-cola comí fenomenal. Sergio volvió a llamarme y a mandarme otro WhatsApp que tampoco contesté, ya tendría tiempo de contarle mañana qué tal me había ido con Elvira, si es que se lo contaba, que no lo tenía nada claro.

Subí a la habitación y me eché un par de horas de siesta, estaba reventado de todo el fin de semana y cuando me levanté ya había recuperado bastante. Estuve estudiando un rato en la habitación antes de escuchar ruido en la parte de abajo.

Serían las seis de la tarde y Mónica y Fernando ya habían regresado de su excursión. Les quise dejar a solas y seguí estudiando otro rato, luego parecía que Fernando estaba preparando una maleta y sentí el agua correr, por lo que supuse que se estaría pegando una ducha.

Sobre las siete salí de la habitación y Fernando ya estaba a punto de irse, metió una pequeña maleta en su coche y cuando abrí la puerta del garaje justo se estaban despidiendo.

―Adrián, estás ahí, bueno, ya me voy... cuida de Mónica, ehhh... ―me dijo Fernando.
―Claro, no te preocupes, que te sea leve la semana...
―Nada, el viernes ya estoy aquí, no me vais a perder de vista mucho tiempo... ―y abrazó a Mónica a la que se le habían escapado unas lágrimas―. No quiero verte así, venga arriba...
―Ya está ―dijo ella secándose los ojos con un pañuelo.

Después Fernando sacó el coche del garaje y nos pitó antes de irse a Madrid. Ya estábamos solos en casa. No me gustó ver a Mónica así de triste, parecía alicaída y sin energías. Yo quería animarla, pero no sabía cómo hacerlo, entonces se me ocurrió la idea de invitarla al Mc'donals, para que no tuviera que preparar la cena y así sacarla un poco de su rutina diaria.

―Venga, Mónica, te invito a cenar... aquí cerca hay un Mc'donals...
―Muchas gracias, Adrián, pero hoy prefiero quedarme en casa.
―No es una opción, te he dicho que te invito, eso por la tortilla tan rica que me has dejado preparada esta mañana...
―Hace mucho que no voy a un burguer de esos...
―Mejor, así te va a saber de maravilla hamburguesa, ya sé que no te gusta esa comida basura, pero un día es un día...
―Iba a hacer yoga, ahora...
―Todavía es pronto, puedes hacer tus ejercicios y a las ocho nos vamos, tranquila, no vamos a tardar mucho, sobre las nueve ya estaremos en casa... ¿te parece bien?
―Vaaaaaale, de acuerdo, pero pagamos a medias.
―Ehhh, de eso nada... te he dicho que invito yo.
―Como quieras...

Me pegué una ducha y esperé impaciente a que fueran las ocho. Puntual bajé al salón y Mónica no tardó en aparecer, me gustó que apenas se hubiera arreglado, llevaba un jersey azul, un pantalón vaquero y unas deportivas blancas, pero aun así me parecía que estaba guapísima.

Ella llevaba muchos años sin pisar un sitio de esos, así que tuve que ayudarla a elegir el menú. Y parece que la hamburguesa le gustó a Mónica, porque la devoró a dos carrillos. Me gustaba cómo se le salía la mahonesa por la comisura de los labios, nunca había visto a Mónica comer de esa manera tan “sucia”, agarrando la hamburguesa a dos manos y pringándose los dedos de kétchup y mostaza.

―Siempre me acuerdo de un amigo que decía que una hamburguesería no es el mejor sitio para una primera cita ―dije yo de bromas limpiándome los berretes.
―Bueno, depende, es un gran paso ver a tu pareja comiendo así, después de esto ya pocas cosas te pueden asustar, jajajaja.
―Jajaja, sí, visto por ese lado...
―Y muchas gracias por la invitación.
―Gracias a ti, Mónica, por lo bien que me estáis tratando...
―Otro día me toca pagar a mí...
―Cuando quieras... yo encantado de cenar contigo...

Nos quedamos un poco más charlando de mis exámenes, de su oposición, a pesar de la diferencia de edad estaba muy a gusto con ella, pero no tenía tanta confianza como para hablarle del pequeño escándalo nocturno que había montado con Elvira, me hubiera gustado pedirle perdón, pero no quise sacar el tema. Lo que sí que hice fue pedir permiso para llevar a mis amigos alguna tarde al merendero que tenían en la parte de abajo.

―Claro, Adrián, puedes traer a tus amigos siempre que quieras...
―Es que este viernes quería invitarles a una merienda-cena, si te parece bien, tranquila que nos vamos pronto, sobre las once, para no armar mucha bulla...
―Os podéis quedar el tiempo que queráis, está muy bien insonorizada la bodega y arriba no se escucha prácticamente nada...
―Vale, pues esta semana te confirmaré, pero en principio el viernes vienen mis amigos de la universidad, no vamos a ser muchos, solo cinco...
―Pues perfecto, si quieres diles que se traigan el bañador y os dais un baño... ehhhh... bueno, mejor no, no sea que bebáis y vaya a ocurrir algún accidente... que ya me conozco yo como terminan estas cenas...
―Hecho, del bañador no les digo nada, jajajaja...

Parece que el cambio de aires le vino muy bien a Mónica que ya parecía más animada y sobre las nueve nos volvimos a casa. Ella fiel a sus costumbres se dio un baño en la piscina y luego una ducha. A las diez bajó al salón y yo estaba viendo la tele cuando ella entró con el libro de Kate Morton en la mano, entonces me acordé de mi pequeña excursión por su habitación completamente desnudo y un escalofrío de morbo recorrió mi cuerpo.

―¿Estás viendo algo? ―me preguntó.
―No, ahora empieza la peli de 2012, tiene buena pinta... por si la quieres ver...
―Pues veré un rato si está bien, si no he bajado el libro...

La peli era la típica de acción de catástrofes naturales y a las once en punto Mónica me dijo que ya se retiraba a dormir.

―Buenas noches...
―Buenas noches, ¡que descanses!

A mí me picó la película y me la tragué entera tumbado en el sofá. Luego me subí a la habitación y no me costó nada dormirme. Al día siguiente empezaba una dura semana en la universidad y mi nueva vida con Mónica.

Ella y yo solos en su fantástico chalet.



11



El lunes me levanté con ganas y energía, cualquier diría que me había pillado dos buenas borracheras el viernes y el sábado. Mónica ya estaba estudiando en el salón y como hacía todas las mañanas la saludé en bajito.

―¡Que tengas buen día! ―me respondió.

Cinco minutos antes de la hora llegué a la facultad, me senté en mi fila y Paula ya estaba preparada para la clase, le hice una radiografía de arriba a abajo mirando su ropa y cómo llevaba el pelo. Me pregunté por dónde saldría de fiesta para poder hablar con ella e intentar romper el hielo. Tampoco pude estar deleitándome mucho tiempo con su precioso pelo rizado recogido en una coleta porque enseguida llegó el resto del grupo.

Fueron tomando asiento uno a uno y me incliné hacia delante para saludar a Elvira que estaba en la otra esquina de la mesa.

―¡Vamos, cabrón!, te estuve llamando ayer y te mandé varios WhastApp, ¿qué tal con esta el sábado? ―me preguntó Sergio.
―Bien, vamos, normal, tampoco hicimos nada, solo que no estaba a gusto en la discoteca y al final la acompañé hasta casa...
―¡Venga, no me jodas!, ¿no os habéis enrollado?...
―No, solo somos amigos y ya está...
―Pues yo creo que ella quiere algo más... solo hay que ver cómo te mira.

Consideré que no era necesario que de momento el resto de amigos supiera que Elvira y yo nos habíamos acostado el fin de semana. Tampoco me importaba, pero no dije nada por respeto a ella. Si Elvira quería contarlo por mí no había problema. Cuando salimos fuera entre clase y clase estaba un poco rara, ya no me miraba igual que antes y yo estaba un poco cortado delante de todos. Elvira era una chica atractiva y podría enrollarse con quién quisiera, pero yo acababa de salir de una relación muy problemática, y lo último que me apetecía era comprometerme con ella.

Lo malo es que Elvira y yo habíamos conectado muy bien, nunca había tenido una amiga así y necesitaba charlar con ella para aclarar la situación cuanto antes.

Aprovechando que nos quedamos a solas en la cafetería pudimos hablar unos segundos.

―No le he contado nada a estos de lo del sábado... así que no saben nada.
―Puedes hacerlo, no me importa...
―Tampoco quiero esconderlo, pero antes prefería comentarlo contigo.
―Como quieras...
―Por cierto, esta tarde si quieres pásate por casa a estudiar, me dijiste que te apetecía.
―Perfecto, no me gusta estudiar en casa, y las bibliotecas me rayan mucho, así que acepto esa invitación...
―Pues luego nos vemos.
―Vale.

Sergio siguió insistiendo toda la mañana para que le contara qué había entre Elvira y yo, pero parece que quedó convencido cuando le aseguré que entre nosotros no había nada.

A las dos y cinco ya estaba en casa y Mónica tenía la comida preparada. Se me hizo raro comer los dos solos, pero nos tendríamos que ir acostumbrando porque iba a ser lo normal en los próximos meses. Le estuve comentando un poco cómo me había ido la mañana y ella me estuvo contando que había estado haciendo unos ejercicios después de estudiar.

―¿Y qué tal Fernando?
―Pues bien, me llamó anoche y el piso donde se queda está fenomenal, esta mañana hemos estado hablando un rato y está contento con el trabajo, dice que pinta bien.
―Pues fenomenal, ahhhhh... por cierto, esta tarde va a venir una compañera a estudiar, ¿puede venir, no?
―Jajaja, claro, no hace falta que me pidas permiso para eso, esta es tu casa, ¿el viernes vienen tus amigos a cenar?
―En principio sí, pero todavía no les he comentado nada...

Después de comer estuve ayudando a Mónica a recoger y nos subimos casi a la vez a echarnos una pequeña siesta. Sobre las cuatro y media vino Elvira a estudiar y yo bajé a abrirle la puerta. Iba igual vestida que por la mañana, con unos pantalones anchos y una sudadera negra y antes de subir a la habitación a estudiar pasamos al salón para saludar a Mónica.

―Esta es Elvira y esta es Mónica...
―Encantada ―dijo mi casera estirando la mano para saludarla sin levantarse de la silla.
―Vamos arriba... hasta luego.

Nos pusimos en la mesa escritorio de mi habitación, separados aproximadamente por medio metro. Se me hacía raro estudiar allí con Elvira en el mismo sitio donde habíamos estado follando salvajemente un día y medio atrás, pero nos cundió casi dos horas bastante concentrados. Estudiar con una amiga al lado tenía la ventaja de que no me podía distraer con cualquier cosa como si estuviera yo solo y era más tranquilo que estudiar en una biblioteca. Además, Elvira era bastante inteligente, controlaba bastante de matemáticas y me estuvo resolviendo unas cuantas dudas.

Hicimos un pequeño break y le pregunté a Elvira si quería merendar algo.

―No hace falta, en casa no suelo comer nada...
―Se te dan muy bien los números, gracias por la ayuda.
―Siempre he sacado sobresaliente en mates... ―dijo orgullosa.
―Vaya, eso sí que no lo esperaba, eres toda una caja de sorpresas... me gustaría hablar contigo de lo que pasó el sábado, no quiero que estemos tan raros como esta mañana.
―No hay nada de qué hablar... lo pasamos bien y punto.
―Es que... verás, acabo de salir de una relación difícil y ahora no quiero...
―No tienes que darme explicaciones, Adrián, somos amigos, nos enrollamos el otro día y listo... no le des más vueltas... además, sé que estás pillado por Paula, se te nota mucho.

Me puse rojo de vergüenza, y me encantó lo comprensiva que era Elvira. Era mucho más madura que yo y me sorprendió lo claras que tenía las ideas. Me estuvo contando un poco su vida, era hija única y vivía sola con su madre, al parecer su padre había fallecido cuando ella tenía solo cinco años y no se acordaba nada de él. Su madre, era ginecóloga y por cómo me hablaba de ella deduje que era su mejor amiga.

Estuvimos estudiando otro rato y sobre las siete y media la acompañé hasta la puerta. Mónica estaba haciendo yoga en el salón en una postura rara, con la luz bajita, música relajante y una barrita de incienso encendida.

Elvira se me quedó mirando con una sonrisa en la boca.

―Lo hace todos los días, yo también me suelo poner con ella algunas veces...
―No sabía que te gustaba el yoga ―me dijo mi amiga sonriendo―. Tú también eres una caja de sorpresas...
―Bueno, el yoga es lo de menos ―hice una pequeña broma cuando Mónica se puso a cuatro patas y luego se dejó caer hacia atrás pegando los glúteos a sus talones.
―Ya, ya...
―¿Mañana vienes?
―Sí, ¿por qué, no?, ¿misma hora?
―Perfecto, pues hasta mañana ―y Elvira me dio un beso a modo de despedida, en el mismo sitio que la otra vez, justo entre la mejilla y la boca.

Luego entré al salón y me quedé mirando a Mónica en silencio mientras ella terminaba de hacer sus ejercicios. Cuando se giró y me vio allí sentado se pegó un pequeño susto.

―¡No te había visto!
―Perdona, no quería asustarte...
―¿Ya se ha ido tu amiga?
―Sí, acaba de marcharse, te ha visto tan concentrada que no ha querido decirte nada...
―Últimamente me estás fallando bastante, jajajaja...
―Sí y mañana viene Elvira otra vez, así que no sé si podré acompañarte...
―No te preocupes, entiendo que tienes que estudiar, cuando te quieras dar cuenta ya tienes los exámenes encima.
―Hasta enero no empezamos, pero quiero llevarlo al día...
―Haces muy bien, veo que tú también eres muy organizado, se te nota...
―Gracias.
―Bueno, me pongo una sudadera y voy a preparar la cena...
―¿Puedo ayudarte?
―Eso ni se pregunta...

Durante la cena estuvimos hablando un poco de mi amiga Elvira, le estuve contando a Mónica lo que acababa de descubrir sobre sus padres y aunque todavía no habíamos empezado los exámenes pensaba que me iba a sorprender con sus notas.

―Pues esas son buenas compañías entonces...

Mónica no me preguntó nada de lo que había pasado el sábado por la noche, pero sin decir nada creo que ya había deducido que la chica que gemía escandalosamente en mi habitación había sido Elvira. Podía ver en su cara que Mónica había descubierto mi pequeño secreto.

Después de recoger Mónica me dijo que se iba a dar un baño en la piscina.

―¿Te importa que cuando salgas tú entre yo?... hoy me apetece darme un chapuzón antes de dormir...
―Claro, sin problemas, para eso está, puedes ir cuando quieras, yo a las nueve y media ya estoy fuera del agua...
―De acuerdo, perfecto...

Subí a la habitación y estuve haciendo tiempo hasta las 21:40 para no cruzarme con Mónica, no quería que pensara que la estaba buscando, provocando un encuentro o algo similar, ni tampoco quería invadir su intimidad. Sabía que para ella era muy importante ese baño nocturno.

Bajé con una camiseta, el bañador y una toalla y me sorprendió que Mónica siguiera metida en el agua. Ella solía ser muy puntual y metódica para esas cosas y respetaba con bastante precisión sus horarios. Me quedé dudando qué hacer, me parecía un poco violento presentarme allí mientras ella estaba en el agua y al final me decidí y entré en la zona de baño.

Al verme miró la hora y se dio cuenta que se había pasado unos minutos.

―Perdona, Adrián, no sabía que era tan tarde...
―No, no pasa nada, si quieres seguir vuelvo luego.
―No hace falta, ya salgo.

Me quedé sentado en una silla grande que tenían para dejar las cosas y al momento Mónica salió de la piscina. Fue una imagen celestial verla subir las escaleras con sus imponentes curvas. Parecía que lo hacía a cámara lenta y yo me quedé mirándola detenidamente. Llevaba un bañador negro de cuerpo entero y se le marcaba una cinturita estrecha con unas buenas caderas y un culo generoso que lucía de diez con ese bañador. Tenía unas piernas casi perfectas, con muy poquita celulitis, y a sus 42 años si veías a Mónica de espaldas estaba prácticamente como una universitaria de veinte.

No sabía qué me pasaba cuando entraba en la piscina, pero era acercarme por esa zona y tener una erección casi al instante. Y más viendo cómo Mónica parecía no tener ninguna prisa en vestirse. Era como si se estuviera exhibiendo delante de mí o al menos yo fantaseaba con eso. Se inclinó hacia delante pasando todo el pelo por un hombro y empezó a escurrirlo en el suelo, ¡vaya cuerpazo tenía!, incluso sus tetas parecían más grandes de lo que me habían parecido cuando iba vestida, pero su culo era tal y como me lo había imaginado. Grande, duro, redondo y con pinta de saber delicioso. Cuando terminó de escurrirse, se cubrió el cuerpo con una toalla y el pelo con otra.

―Pásalo bien... ―me dijo mientras salía de la zona de la piscina.

Tuve que ponerme de espaldas mientras me levantaba y me quitaba la camiseta, para que no viera la empalmada que llevaba bajo las bermudas. Bajé despacio por la escalera y me metí en el agua, todavía con la imagen de Mónica en mi retina.

Cuando me aseguré que estaba solo me quité el bañador, y lo dejé en el bordillo, me volvía loco la sensación de bañarme desnudo, y más sabiendo que Mónica acababa de estar metida en el agua y que podía volver en cualquier momento, aunque fuera muy poco probable. Estuve nadando y buceando de un lado para otro y para terminar, fiel a mis costumbres me estuve haciendo una paja antes de salir, sin llegar al orgasmo.

Luego subí a mi baño, me pegué una ducha rápida y terminé lo que había comenzado en la piscina corriéndome de pie contra los azulejos de cerámica. Me metí en la cama completamente relajado y estuve viendo otra vez las fotos de Mónica en el ordenador.

Todavía estaba emocionado por lo que había pasado en la piscina, me extrañó que Mónica siguiera en el agua cuando llegué yo, además, ya la había avisado que iba a bajar a bañarme y después estaba lo del numerito del pelo, mostrándose ante mí casi un minuto en bañador, sin ninguna prisa. Cerré el ordenador y lo dejé en el suelo antes de dormirme, si seguía viendo las fotos de Mónica iba a terminar haciéndome otra paja. Seguro.

Confundido, nervioso y excitado me costó dormirme. Quizás solo eran imaginaciones mías lo que había pasado, fruto de mi calenturientamente mente de 18 años. O quizás no.
 
tengo una duda ibas hacer la segunda parte? para ponerla en venta, si eso mantenme informado porque estaria interesado, igual que la cena de empresa, esa estaria interesante tambien
 
12



El resto de la semana fui igual, Mónica me esperaba para comer conmigo cuando salía de la facultad y Elvira venía a estudiar todas las tardes al chalet. Lo que cambió un poco fue lo del baño nocturno, yo bajaba algunas noches, pero asegurándome que Mónica ya no estaba en la piscina, así que iba tarde, tampoco quería que ella se pensara cosas raras ni quería agobiarla en su rutina.

El jueves mientras cenábamos le comenté que al día siguiente iba a invitar a mis colegas a cenar a la bodega y ella me dijo que sin problemas. El viernes a media tarde regresó Fernando de Madrid sobre las seis y yo les dejé a solas un rato para que se pusieran al día, ni tan siquiera bajé a la clase de yoga con Mónica, había quedado con los colegas a las diez, para que ella se pudiera bañar sin problemas y yo me subí a la habitación a esperar la hora.

Tampoco íbamos a hacer nada especial, comprar unas pizzas y unos litros de calimocho. Puntuales llegaron todos mis compañeros y según fueron llegando les presenté a Mónica y a Fernando, luego nos bajamos a la bodega y yo tenía preparada la mesa. Fernando nos había encendido la chimenea y hacía un calor de mil demonios para estar en noviembre.

Todos nos quedamos mirando a Elvira, sobre todo cuando se quitó el abrigo y llevaba unos vaqueros anchos y una camiseta negra de manga larga súper ajustada marcando tetazas a lo bestia. Incluso parecía que no llevaba sujetador, ¡era acojonante cómo se le dibujaba el piercing de los pezones!

Toda la noche se nos estuvo yendo la mirada a las tetas de Elvira, es que era inevitable. A parte de eso, a mis colegas les encantó el sitio, sobre todo a Sergio, pero no fue lo único que les había gustado y cuando ya llevaba unos cuantos vasos de calimocho en el cuerpo se le fue soltando la lengua.

―¡Joder, qué cabrón!, ¡cómo te lo montas!, es una pasada la casa, con piscina y todo y encima... mmmmm, Mónica está bastante buena...
―Anda, deja de decir tonterías...
―Sí, tonterías, ya, ya... ¿está buena o no? ―preguntó al resto de chicos.
―Tiene un polvazo... ―dijo Iván sin inmutarse.
―Jajaja, ¿y tú que dices Pablo?
―Sí, esta bastante bien...
―A Elvira no le pregunto que es una chica... pues Adrián y ella están solos toda la semana, el marido trabaja fuera, así que... ¡menudo morbazo!
―Vale ya, Sergio, no hables tan alto, que nos van a oír ―le pedí yo.

Tampoco pusimos la música muy fuerte, pero entre los movimientos de silla, las voces que pegábamos y demás, sobre la una les dije que era mejor que nos fuéramos ya. No quería molestar a Mónica y Fernando y bastante borrachos salimos de fiesta para ir a la zona de copas.

Sobre las cinco de la mañana, con una buena sudada encima de tanto saltar y bailar y caliente por el alcohol, no podía dejar de mirar a Elvira, me encantaba cómo se le bamboleaban las tetas a cada mínimo movimiento que hacía y ella también estaba pendiente de mí. Cuando cruzamos la mirada varias veces ella me sonrió y subió las cejas dos veces rápido hacia arriba en un gesto que hizo que se me pusiera dura.

Me estaba esperando.

Justo en ese momento apagaron la música del bar y Sergio dijo que nos fuéramos a El jardín del Edén, pero yo en lo único que pensaba era en perderme con Elvira y creo que ella estaba pensando igual.

―Yo me voy ya para casa... ―dijo Elvira.
―Nooooooo... de eso nada, tú te vienes con nosotros ―le recriminó Sergio.
―Yo también me piro, tíos, si no mañana no voy a poder salir... estoy reventado... ―dije yo.
―Como queráis, bueno, pues mañana nos vemos, vamos hablando... ―desistió nuestro amigo finalmente.

Me ofrecí a acompañar a Elvira a su casa, no quería que fuera sola y me parecía lo más lógico. Me hubiera gustado invitarla a mi habitación, pero no lo vi oportuno, más que nada, porque el lunes le había dicho que no quería ninguna relación con ella. Pero Elvira era mucho más lista que yo y parece que me estaba leyendo el pensamiento.

En cuanto llegamos a su portal y sin decir palabra, me dio la mano y me metió dentro, abrió la puerta que bajaba del rellano al garaje y nos quedamos allí casi a oscuras. Cuando comenzamos a enrollarnos me pregunté a cuántos tíos se habría llevado Elvira a ese sitio. Estaba claro que no era la primera vez que lo hacía.

―Aquí nos pueden pillar...
―Tranquilo, hoy no vamos a follar... ―me jadeó en el oído Elvira antes de volver a comerme la boca.

Bajé una mano para acariciar su culo y metí la otra por dentro de su camiseta. Efectivamente, no llevaba sujetador y agarré una de sus calientes tetas que apenas podía abarcar con la palma. Tiré del piercing de su pezón y Elvira gimió de dolor antes de desabrocharme el pantalón.

―Ahhhhh, ¡me has hecho daño, cabrón! ―exclamó mientras me cogía la polla.

En el fondo se había quejado sin mucha convicción y cuando tiré de su piercing de nuevo ella suspiró de placer. Parecía que a Elvira le gustaba el dolor. Se lanzó literalmente a comerme los morros, lo hacía de manera muy agresiva, pero la vez de forma muy erótica, sacando la lengua y pasándomela por los labios antes de metérmela en la boca.

Su mano se movía a toda velocidad, machacándome la polla sin descanso. Yo tampoco es que me estuviera quieto, y a parte de jugar con sus tetazas había colado unos dedos por el elástico de sus braguitas para acariciarle el culo directamente sobre su piel.

Al ritmo al que me pajeaba no iba a aguantar mucho, saqué la mano de las tetas para ponerla sobre su cuello y eso pareció que le encantó.

―¡Estrangúlame! ―me pidió sujetándome el antebrazo para que no lo retirara.
―¿Así?
―Ahhhggggg, ¡¡más fuerte!!, que me cueste respirar, ahhhhhhhggggg, asíííí, eso es...

Yo cerré los dedos sobre su cuello y Elvira enloqueció de placer, estaba disfrutando tanto que incluso detuvo sus movimientos masturbatorios sobre mi polla.

―Ahggggg, ahora... ¡pégame en la cara!
―No, tía, no voy a hacer eso...
―¡Pégame, joder!

Elvira me cogió la polla reanudando su paja a toda velocidad.

―¿No quieres pegarme?
―No... ―dije bajando la mano que tenía por dentro del pantalón y acariciando su ojete.
―¿Vas a meterme un dedo en el culo?

Me sorprendía lo mal hablada que era cuando teníamos sexo, por lo general Elvira era una chica reservada y de pocas palabras, pero en cuanto nos enrollábamos sufría una especie de transformación. Demasiado agresiva, para mi gusto, eso sí, el dedo se lo metí hasta el fondo del culo mientras ella seguía pajeándome.

―Voy a correrme, Elvira, no puedo más...

Ella me cogió la camiseta y me cubrió la polla justo en el momento en el que empezaba a eyacular sobre mi propio estómago. Se lanzó a devorarme la boca y yo seguí jugando con el dedo metido en su ano sin parar de descargar en una interminable corrida.

―Bufffff, ¡¡eres la caña!! ―dije yo.
―Gracias, tú tampoco lo haces nada mal...


Al día siguiente salimos los cinco del grupo y Elvira y yo terminamos enrollados otra vez, solo que esta vez la traje a casa sobre las seis de la mañana. Follamos como auténticas fieras en mi cama, me pidió que la azotara fuerte, me chupó la polla, lamió mi culo mientras me pajeaba y por último me corrí en su cara. Elvira cada vez iba un poco más lejos, nunca había conocido a una tía como ella, tan salvaje y agresiva en la cama, y seguro que no había visto ni una cuarta parte de su repertorio.

Me pregunté que más cosas sabría hacer.

Después de tres orgasmos se quedó dormida desnuda boca abajo en la cama, la tapé un poco y bajé a la cocina a beber un agua y comer algo. Tenía mucha hambre después de estar follando durante una hora. Ni me acordé que a esa hora Mónica ya estaría levantada, aunque fuera domingo. Y así era, estaba en el salón repasando algún tema de su oposición y yo entré en calzoncillos y camiseta con un plátano en la mano.

―Buenos días...
―Buenos días ―susurró ella.
―Me subo a dormir un poco.
―Vale, ah... Adrián...
―Dime.
―Luego vamos a salir Fernando y yo, cuando te levantes ya no estaremos en casa, te dejo algo en el frigo, si Elvira quiere, puede quedarse a comer también...
―Gracias, Mónica, ehhh... no sé si se quedará...

Y en cuanto contesté supe que había confesado la identidad de mi compañía sin querer. Mónica había sido muy astuta y yo había caído en su pequeña trampa.

A la una de la tarde nos levantamos Elvira y yo, me vestí rápido para comprobar que ya no había nadie en casa y luego volví a la habitación.

―Estamos solos, hay comida para los dos, si quieres quedarte... ―le dije.
―No, no te preocupes, mañana nos vemos en clase... ―me contestó comenzando a vestirse deprisa.

Pasó al baño, se mojó un poco el pelo y cogió el bolso que estaba sobre una silla, me dio un beso en los labios y se despidió de mí, dejándome solo en el chalet.

No sabía qué hacer, tenía todo el día para mí solo, pero estaba nublado y no me apetecía estar tumbado en el jardín. Hice un poco de ejercicio en casa, comí pronto y me eché una pequeña siesta, por la tarde estudié una hora y pronto regresaron de su excursión Fernando y Mónica. Tampoco podían demorarse mucho más porque Fernando tenía que regresar a Madrid.

Sobre las siete y media repitió la escena de la semana anterior y sacó el coche del garaje mientras Mónica se quedaba mirando cómo se alejaba su marido, luego entró en casa y me vio sentado en el salón viendo un poco la tele.

―Hoy te invito yo a cenar, vamos dónde quieras... ―me dijo.
―No te preocupes, Mónica, otro día, hoy prefiero quedarme aquí.
―Vale, pues preparo algo, ¿qué te apetece?
―Podemos hacer una hamburguesa... te quedan genial...
―Pues hecho, ahora mismo preparo un par de ellas...
―Espera que te ayudo.

De pie en la cocina, uno al lado del otro, comenzamos a hablar, por la mañana le había confesado a Mónica que la chica con la que había follado era Elvira y me preguntó por ella.

―¿Qué tal?, ¿al final se quedó Elvira a comer?
―No, se fue a casa, puede que otro día...
―¿Es tu novia?... ¿estáis juntos? ehhh... perdona... no quería... no es cosa mía.
―No, no pasa nada, no estamos saliendo, solo somos... amigos...
―Entiendo.
―Y disculpa por lo de esta mañana, seguro que os hemos despertado.
―Sí, un poquito, jajaja.
―Jajaja, es que no tenemos otro sitio dónde ir... y ahora en invierno, bueno, ya buscaremos algo.
―Podéis bajar a la bodega, está bastante insonorizada.
―Ahh... pues no lo había pensado, para otra vez, si no te parece mal...
―No, claro que no...

Picamos tomate, lechuga, pepinillos y Mónica preparó cebolla caramelizada, bacón y un huevo a la plancha, para una hamburguesa exquisita. Se me hacía extraño estar hablando de esos temas con ella, me sentía raro, Mónica era mucho mayor que yo, pero parecía entenderme perfectamente todo lo que le contaba y yo estaba muy a gusto y sentía que podía confesarle cualquier cosa con total naturalidad.

Cenamos tranquilamente en el salón, recogimos la cocina juntos y luego Mónica bajó a darse su baño diario a la piscina. Ese día me pegué una ducha y me quedé en la habitación haciéndome una paja mientras veía las fotos de Mónica en su ********.

Al día siguiente comenzaba una nueva semana.






13




El viernes volvimos a quedar todos los colegas en la bodega para cenar. Mientras comíamos Mónica me dijo que Fernando no iba a venir por la noche, que tenía que quedarse a trabajar y llegaría el sábado por la mañana.

―¿Te parece si os preparo algo para cenar? ―me sugirió.
―No, no hace falta, pillamos unas pizzas y...
―No vais a cenar siempre lo mismo, a mí no me importa, luego si me ayudas hacemos un par de tortillas de patata y unas croquetas...
―Jo, pues eso suena mucho mejor ese plan, por mí perfecto.

Así que a media tarde nos pusimos manos a la obra y ayudé a Mónica a hacer dos tortillas y unas croquetas. La semana había sido igual que la anterior, Elvira había venido a estudiar todas las tardes, pero no habíamos hecho nada sexual, ni tan siquiera habíamos sacado el tema. Era una relación muy extraña la que teníamos, entre semana venía a mi habitación a estudiar como si fuéramos los dos mejores amigos y el finde follábamos en plan salvaje.

A las ocho ya teníamos todo preparado, fregamos la cocina y la dejamos bien recogida. Mónica sabía que habíamos quedado a las diez, así que me dijo que se iba a bañar en la piscina antes de que vinieran mis amigos.

―Baja a cenar con nosotros ―le dije a Mónica.
―No, tranquilo, que yo me hago cualquier cosa y os dejo a vuestro rollo...
―Te lo digo en serio, Mónica, no nos importa, baja con nosotros... no quiero que estés sola...
―No, ahora os enciendo la chimenea antes de bañarme... y ya hacéis lo que queráis.
―Venga, Mónica, pásate un rato, seguro que te lo pasas bien... ya lo verás... te vas a reír un montón...
―Gracias, Adrián, otro día si eso.

Unos minutos antes de que llegaran mis amigos bajé con Mónica a la bodega y encendimos el fuego de la chimenea.

―Os dejo aquí unos tocones de madera por si tenéis frío, con esto yo creo que aguantáis unas horas.
―De sobra, luego hace mucho calor... por favor, Mónica, quédate, que me sabe mal que estemos aquí nosotros de fiesta y tú sola en casa...

No tardaron en llegar Sergio, Pablo, Iván y Elvira, casi a la vez. Fueron saludando a Mónica y cuando ya estaban todos otra vez invité a mi casera a que bajara a cenar con nosotros.

―Chicos, Mónica nos ha preparado una cenita espectacular, pero no quiere acompañarnos ―dije poniéndola en un compromiso.
―Ahhh, pues entonces tiene que venir, faltaría más... ―contestó Sergio agarrando con suavidad a Mónica del brazo.
―No, de verdad...
―No se hable más, tú bajas a cenar...

Y al final entre todos convencimos a Mónica para que estuviera con nosotros.

Tengo que reconocer que Mónica se integró mucho mejor de lo que me esperaba y cuando comenzamos a decir nuestras chorradas no paraba de reírse a carcajadas. Además, parece que hizo buenas migas con Elvira con la que no paraba de hablar.

―Cocina usted fenomenal... estaba todo delicioso... ―dijo de repente Sergio cuando terminamos de cenar.
―¿Y ahora para que me llamas de usted?, jajajaja... ¿tan mayor soy?
―Jajajaja...
―Tú a este ni caso, que le falta un verano ―intervine yo.
―Y ahora empieza lo bueno ―dijo Sergio sacando su ocalimocho.
―Bueno, pues ahora sí que os voy a dejar, chicos.
―De eso nada ―le agarró Elvira por el brazo―. Hoy no vas a dejarme sola con estos...
―Esto sí que me pilla un poco mayor...
―Ahora prepara Pablo el calimocho, es todo un experto... ya verás... y lo tienes que probar, eh ―le animó Sergio.
―Eso por supuesto, no dejéis que se vaya... ―dije yo, echando otro trozo de leña en la chimenea.

Al final Mónica aceptó y después de recoger la mesa sacamos los vasos y preparamos varias botellas de calimocho para nuestros juegos. La noche se presentaba muy interesante.

Estuvimos casi dos horas jugando, al ocalimocho, a la línea, a la rana, con dados, con cartas. Todo con un único fin. Beber y mandar beber. Y por supuesto fuimos a por las chicas, al ser mayoría no nos costó mucho, aunque Mónica se llenaba muy poquito el vaso para no emborracharse. Tampoco dijimos nada, pero la que se estaba pasando era Elvira que se estaba pillando una buena castaña.

Sobre la una de la mañana ya íbamos bien contentos, Mónica incluida y dijimos de salir de fiesta un rato.

―Ahora sí que os dejo, chicos...
―De eso nada... Pablo ―le ordenó Sergio al hombretón de pueblo―. Ya sabes lo que tienes que hacer...

Y Pablo como había hecho varias veces con Elvira cogió a Mónica y se la puso al hombro como si fuera un saco de patatas.

―Tú te vienes...
―No, no... para... bájame de aquí...
―Pablo es implacable, podría llevarte así cogida varios kilómetros...
―Está bien, me rindo, pero al menos dejad que me cambie de ropa, vosotros vais arreglados.
―Nosotros vamos en vaqueros y con zapatillas, igual que tú.
―Subo un momento y ahora bajo, de verdad.
―Está bien ―dijo Pablo dejando a Mónica otra vez en el suelo.

Cumplió su palabra y en apenas cinco minutos Mónica ya estaba otra vez de vuelta con nosotros. Se había puesto unos vaqueros azul oscuros muy ajustados, un jersey de lana y unos botines con muy poco tacón, no se puede decir que fuera muy arreglada, pero tampoco estaba nada mal.

Recorrimos varios bares de ambiente universitario y aunque Mónica estaba algo cortada al principio luego se fue soltando poco a poco, incluso se animó a bailar. Yo era muy patoso con los pies, pero Pablo, con todo lo grande que era, se movía con mucha agilidad y se pegó unos buenos meneos con Mónica. Yo estaba absorto viendo cómo Mónica movía el pandero, parecía que Pablo y ella llevaban bailando juntos toda la vida, estaban muy bien compenetrados y en cada rumba que sonaba Pablo se animaba a sacarla a la pista. Me dio mucha envidia de mi amigo, le ponía la mano en la cintura y Mónica se meneaba de lado a lado contoneando las caderas e incluso se giraba moviendo el culo delante de Pablo, eso sí, sin llegar a tocarle.

Cuando terminaba de bailar se ponía a hablar con Elvira, habían congeniado muy bien y para nosotros, Mónica ya casi era una más del grupo. Se notaba que tenía ganas de pasárselo bien, de bailar, de reír, de olvidar esa etapa tan negra que había pasado y cuando sonó Danza Kuduro, Pablo volvió a sacar a Mónica a la pista de baile.

El resto nos quedábamos mirando cómo pazguatos a Mónica que movía su culazo descaradamente, y una de las veces escuché que Sergio le decía a Iván.

―¡¡Qué ganas de polla tiene esta tía!!

Me quedé sorprendido por el comentario, es verdad que Mónica había perdido la vergüenza inicial y se lo estaba pasando en grande, pero tampoco consideraba que estuviera dando la nota ni nada parecido. Pero lo que dijo se me quedó grabado en la cabeza, pues Sergio solía ser muy certero en sus análisis y por ejemplo ya me había dejado caer varias veces que sabía que Elvira y yo estábamos liados, aunque no le quisiera decir nada.

Después del último baile, Mónica se acercó a mí, no eran más de las tres de la mañana.

―Ya me voy a ir para casa, Adrián, es un poco tarde... vaya, ha sido una pena que no quisieras bailar conmigo...
―Casi mejor, es que soy muy malo, de verdad... pero deja que te acompañe, no quiero que vayas sola...
―No, tranquilo, quédate con tus amigos y... con Elvira, pasadlo muy bien.
―Insisto.

Antes de decir nada al resto me acerqué a Elvira para decirle que me iba a ir con Mónica, habían pasado seis días desde la última vez y tenía muchas ganas de follar con ella, aunque me daba corte ir a casa con las dos. Me parecía un poco violento acompañar a Mónica y a la vez llevar a Elvira al chalet para tirármela. Al final mis ganas de follar pudieron más que la vergüenza.

―¿Te vienes con nosotros?
―Sí, vale... ―me contestó Elvira un poco extrañada por la situación.

Nos despedimos del resto de amigos y fuimos andando tranquilamente hasta el chalet. Me gustó que Mónica para abrigarse un poco del frío se agarrara de mi brazo y yo le ofrecí el otro a Elvira que hizo lo mismo. Durante el camino Mónica nos dio las gracias por lo bien que se lo había pasado.

―Uffff, necesitaba una salida así, ha sido genial... pero a ver quién se levanta mañana a las siete...
―Por un día que te levantes más tarde, no pasa nada...
―Sí, pondré el despertador a las nueve.

Llegamos a casa con las dos chicas agarradas a mis brazos, me encanta esa situación y me parecía súper morbosa, Mónica abrió la puerta y en cuanto entramos nos despedimos de ella.

―Nosotros vamos abajo... ―le dije haciéndole caso de lo que me había sugerido mientras preparábamos la cena. Fue una manera indirecta de decirle que me iba a follar a Elvira en la bodega.

―Buenas noches ―nos dijo a modo de despedida.

Bajamos la escalera hasta el sótano y encendí la luz para llevar a Elvira cogida de la mano hasta unos pequeños sofás que había.

―¿Qué hacemos aquí? ―me preguntó.
―Es para estar más cómodos, esta planta está insonorizada y así no molestamos a Mónica...
―Mmmm, genial ―dijo Elvira pasando una pierna sobre mí para sentarse sobre mi paquete―. ¿Sabes lo que me apetece?
―Dime...
―Meterme contigo en la piscina...
―¿En serio?
―Sí.
―Pero no tenemos bañador...
―Mejor... ―dijo Elvira levantándose y llevándome de la mano hasta allí

Entramos en la zona de la piscina y con toda la tranquilidad del mundo Elvira comenzó a quitarse la ropa. Yo me senté en la silla viendo el espectáculo hasta que ella se quedó en braguitas y sujetador con los brazos en jarra.

―¿Y tú no vas a quitarte nada?
―Prefiero mirar...
―Como quieras... ―me dijo antes de desabrocharse el sostén y dejarlo caer al suelo.

Sus dos inmensas tetas aparecieron delante de mí y Elvira se acercó hasta mi posición para inclinarse ligeramente hasta que sus pezones rozaron mi cara. Abrí la boca para atrapar sus pechos, pero Elvira me lo impidió apartándome la cara.

―Te espero en el agua ―me susurró en el oído antes de dar dos pasos y bajarse las braguitas de manera muy sensual.

Desde dónde estaba se le veía su pequeño culo y los labios vaginales y Elvira fue bajando las escaleras de la piscina para meterse poco a poco.

―Ummmmm, ¡qué gozada!, pero si está calentita, ¡qué maravilla!

En ese momento me acordé de Mónica, seguro que lo que menos se imaginaba es que Elvira y yo nos íbamos a bañar en pelotas en su piscina. Tardé diez segundos en quitarme la ropa y meterme empalmado en el agua.

Me quedé en el borde, de espaldas a la puerta esperando que Elvira se acercara a mí y ella vino buceando y saliendo de repente como una sirena con el pelo mojado. La imagen me pareció muy excitante y Elvira se soltó la melena pegando sus tetas contra mi cuerpo.

Subí las manos para acariciar despacio sus pechos por debajo del agua y ella me agarró la polla. Comenzó a darme besitos por el cuello y me susurró al oído con voz de zorra.

―¿Te gusta Mónica? ―me preguntó a la vez que empezaba a masturbarme
―¿Cómo dices?
―¿Que si te gusta Mónica?... he visto cómo la miras... es más que evidente, te la comes con los ojos...
―Eso no es cierto.
―Pues claro que es cierto, se te nota mucho, no la miras igual que a Paula, es distinto, Paula te gusta de verdad, estás pillado por ella, pero Mónica... mmmm... Mónica te pone mucho...
―No, Elvira... a mí me pones tú...
―Tranquilo, no me enfado, es normal que te guste, tiene un polvazo.
―¿Qué pasa?, ¿Ahora te gustan las tías?
―Nunca he probado, pero sé reconocer cuando una tiene su atractivo, y lo tiene, se nota que te atrae sexualmente, me he dado cuenta cómo te intimida y cómo la mirabas mientras bailaba con Pablo... ―me jadeó en el oído sin dejar de meneármela.
―No pensé que se me notara tanto.
―Y yo creo que a ella le gustas también ―dijo pasando una pierna por mi cintura y pegando su coño contra mi polla.
―¿Tú crees?
―Sí, aquí los dos solos, ahora sin su marido, ella también tendrá sus fantasías... no te la estarás follando ya, ¿no?
―No, no...
―Ahora se estará masturbando en su habitación pensando en ti.
―¡Joder, Elvira!, deja de decir esas cosas...
―¿No te gustan?
―Me gustan... demasiado.

Me sorprendió que Elvira se hubiera dado cuenta de mi atracción hacia Mónica y sobre todo que estuviéramos fantaseando con ella. Parecía no tener límites en sus juegos y me agarré la polla que llevaba unos segundos restregándose en la entrepierna de Elvira para intentar metérsela, pero ella me lo impidió.

―Sin condón, no...
―Es que aquí en el agua, va a ser difícil...

Entonces bajó la pierna que rodeaba mi cintura y se lanzó a besarme, yo pasé la lengua por el piercing de sus labios y volví a estrujarle las tetas con ganas. No me lo esperaba cuando Elvira se me quedó mirando fijamente con sus ojos de gata.

―¡Pues dame por el culo!
―¿Ahora?
―Sí, claro, ahora, ¿no te apetece?
―Ehhh... sí, sí...

No me dijo nada más, se dio la vuelta y sacó las caderas hacia atrás frotando sus glúteos contra mi polla. Bajé la mano para meter un dedo en su ojete y entró con aparente facilidad, por lo que introduje un segundo dedo. Elvira no decía nada, solo cerró los ojos moviendo las caderas en círculo.

Nunca había penetrado analmente a una chica bajo el agua, a decir verdad, era la segunda a la que iba a follar así, Lara, mi ex, nunca me había permitido hacérselo y me desvirgué analmente con una guiri que vino a pasar las fiestas del pueblo hacía dos años, pero no lo había vuelto a hacer.

Acerqué la polla a su culo y Elvira me la agarró para ponérsela a la entrada.

―¡Empuja! ―dijo haciendo fuerza, echando las caderas hacia atrás.

Yo le hacía caso, pero me costaba penetrarla, cada milímetro que avanzaba dentro de ella era un triunfo y por la cara de dolor de Elvira me di cuenta que no lo estaba disfrutando. De momento.

―¡¡Vamos, empuja, asíííí, despacio...!!

Me acerqué a ella para besar su hombro tatuado y puse las manos en su cintura. No quería hacerle daño, pero al tenerla así me daban unas ganas locas de embestirla con fuerza y clavársela hasta los huevos.

―¿Estás bien?
―Sigueeee, sigueeeee, ahhhhhh... ¡joder, me estás partiendo!
―Si quieres paro...
―Ni se te ocurra, cabrón, empuja, ahhhhhhhgggggg, ¡¡qué gustazo!!, ya casi está...

Casi la mitad de mi polla había desaparecido en su culo y de una embestida se tragó de golpe la otra mitad hasta que nuestros cuerpos chocaron. Yo no me creía que hubiera sido tan fácil penetrarla dentro del agua y bajé la mano para acariciar su coño y comprobar que toda mi polla estaba dentro de Elvira.

―¡¡Ahhhhhgggggg, sííííí!!
―¿Estás bien?
―Vamos, ahora fóllame, fóllame fuerte... ¡¡dame por el culo!!

Su cara de dolor se había transformado en placer. O era la misma cara, ya debería haber aprendido que a Elvira le gustaba el sexo duro. Y cuanto más fuerte y salvaje mejor. Así que comencé a follármela bajo el agua y Elvira se puso a chillar cómo una loca. Menos mal que estábamos en el sótano, porque al minuto ya estaba siendo más escandalosa que de costumbre.

―¡¡¡AHHHHGGGGGG, AHHHHGGGGGG, MÁSSSSS, MÁSSSSSSS!!!
―¡No chilles tanto!
―¿No quieres que nos escuche Mónica?
―No, cállate, ya de una vez...
―¡¡Sigueeee, sigueee, más fuerte, más fuerte!!

Apoyé las manos en su estrecha cintura y me incliné para besar su hombro otra vez, ella se giró buscando mi boca para morrearnos mientras destrozaba su culo.

―¡Muérdeme el hombro!, hazlo...

Elvira estaba fuera de sí y movía las caderas lanzándolas con fuerza hacia atrás, yo hice caso de lo que me pedía y clavé los dientes en su hombro dejándoselos marcados. Eso pareció enloquecerla más.

―¡¡AHHHGGGGGG, voy a correrme, voy a corrermeeee!!
―Yo también ―gimoteé en su oído.
―Puedes correrte dentro, si quieres...

Y ella se mordió el puño, intentando ahogar sus gritos, a la vez que le llegaba el orgasmo. Un interminable clímax que le hizo estremecerse mientras yo seguía embistiendo su culo sin parar. Cuando se corrió me quedé quieto y ella se echó hacia atrás buscando mi boca para besarme.

―Uffffff, ¡qué bueno!, me ha encantado... ¿has terminado? ―me preguntó.
―No, me ha dado un poco de palo correrme aquí, dentro del aguan... no sé...
―Ven aquí... ―dijo dando unos golpecitos con la mano en el bordillo.

Con la polla demasiado dura me senté al borde de la piscina y Elvira apoyó los brazos en mis muslos para comenzar a hacerme una mamada desde dentro del agua. Parecía que aquella noche estaba dispuesta a enseñarme todo su repertorio y con una maestría inusitada se la incrustó en la garganta, tragándosela por completo.

También era la primera vez que una chica me hacía eso.

Tuve que recostarme hacia atrás para verlo bien, aquello era demasiado bueno y placentero y Elvira subía y bajaba sin descanso haciéndome una maravillosa garganta profunda. Le importó una mierda que la acabara de tener metida en su culo. Elvira no tenía límites. Y cuando bajó una mano para acariciarme los huevos quise avisarla de que iba a explotar.

―¡¡Para, para, no puedo más, me corro!!

Pero ella me tenía bien sujeto y no iba a dejarme escapar, y efectivamente, mi polla reventó comenzando a lanzar un chorro tras otro en su garganta. Elvira no se inmutaba y se lo iba tragando todo sin pestañear. Era acojonante.

Cuando terminé ella me la siguió chupando un par de minutos más hasta dejármela bien limpia. Luego salimos del agua y nos quedamos unos minutos hablando sentados en el borde de la orilla. Cada vez me gustaba más Elvira, en ese momento me pareció súper sexy, con el pelo mojado, con su cuerpo tan delgado lleno de tatuajes y aquellas magníficas tetas naturales.

Aquella noche me dijo que no se quedaba a dormir y como no quería pillarse un taxi, en plena madrugada la acompañé hasta su casa y luego me volví andando.

Serían las cuatro y media de la mañana cuando me metí en la cama completamente exhausto.
 
14



El sábado se levantó sobre las nueve, le faltaban unas horas de sueño, pero estaba muy contenta y con ganas de estudiar. Y es que Mónica se lo había pasado muy bien la noche anterior saliendo con los chicos, era quizás la última fase que le quedaba para superar por completo su ansiedad, empezar a tener un poco de vida social y relacionarse con la gente. Y había superado ese examen con nota.

Ella siempre había sido una gran relaciones públicas en su trabajo y tenía don de gentes, pero cuando pasó todo se refugió en su chalet y en los estudios y redujo el contacto social a la mínima expresión.

Y ahora, de repente tenía ganas de hacer muchas cosas, le mandó un WhatsApp a su amiga Sandra para invitarles a cenar por la noche, cuando terminó de estudiar estuvo haciendo ejercicio sudando el calimocho que había bebido el día anterior y después estuvo preparando la comida.

Sobre las dos llegó Fernando casa, casi a la vez que se levantaba Adrián y estuvieron comiendo juntos en la cocina. Era evidente lo contenta que se ponía cuando regresaba su marido de trabajar en Madrid, aunque el domingo ya tuviera que irse otra vez.

Se echó una pequeña siesta, por la tarde estuvo recogiendo y limpiando a fondo la bodega y después se puso con la cena que iba a servir por la noche. Sobre las nueve llegaron la pareja de amigos, Sandra y José, y ya tenían todo perfectamente preparado, la chimenea encendida, la cena lista y un par de botellas de vino en la mesa.

Fernando y José se quedaron poniéndose al día al calor de la lumbre y mientras, Mónica y Sandra fueron a la cocina para ir bajando la cena. Mónica le contó su pequeña salida de la pasada noche con los universitarios y Sandra sacó el libro de 50 sombras de Grey del bolso y se lo dio a su amiga.

―Toma, te dije que te lo iba a pasar cuando lo terminara, lo he leído dos veces, está... uffffffff... no sé ni la de veces que me he tocado con el puto libro, jajaja ―dijo Sandra.
―Jajaja, ¿tan bien está?
―Ni te imaginas, cuando lo termines que no se te olvide devolvérmelo, que me lo quiero leer otra vez...
―Pues sí que te ha dado fuerte con el libro.
―Ya, ya me contarás...

Justo en ese momento entró Adrián en la cocina, llevaba una camisa a rayas, y el pelo mojado y alborotado después de pegarse una ducha.

―Hola, salgo, Mónica, me voy un rato con estos... pasadlo muy bien...
―Vale, tú, también, bueno esta es una amiga, se llama Sandra y él es Adrián ―dijo Mónica a modo de presentación.
―Pues encantado ―respondió el chico dando dos besos a Sandra mientras ella aspiraba el olor de su colonia y el desodorante de recién duchado.
―Lo mismo digo...

Cuando se quedaron a solas se hizo el silencio entre las dos. Sandra miraba fijamente a su amiga y Mónica, sin darse por aludida, seguía preparando la ensalada como si nada.

―¿No vas a decirme nada, cacho cabrona?
―¿Nada de qué...?
―¿Y este bomboncito de dónde ha salido?, jajajaja...
―Jajaja, anda, deja de decir tonterías...
―Sí, tonterías, uffffff, madre mía, ¡qué rico está!
―¡Sandra, por dios, que es un crío!
―Pues no me importaría que ese crío me hiciera de todo, ¡qué suerte tienes!, estar todo el día en casa aquí sola con él, mmmmm... tienes que tener la mente a mil fantaseando...
―¡Nooo!, por favor, Sandra, es casi como si fuera mi hijo, si hasta le hago la comida, bastante tengo con estar concentrada en la oposición...
―Sí, la oposición, ya ya... y encima sales de fiesta con él y todo, joder...
―Solo he salido un día.
―¿Y qué tal?
―Pues bien, salí con su grupo de amigos y luego vinimos a casa.
―¿Solos, pillina?
―Noooo, él vino con su novia.
―¿Y tú?
―También...
―No me estoy enterando, o sea, que saliste de fiesta con ellos y luego volvisteis a casa...
―Sí, los tres, yo me fui a mi habitación y les dejé a ellos...
―Y no me digas que se pusieron a... sabiendo que no estaban solos.

Mónica se puso roja de vergüenza.

―¿En serio se pusieron a follar sabiendo que estabas tú en casa?
―Y no es la primera vez...
―Bueno, bueno, que esto se pone interesante... a ver, cuenta, cuenta...
―Tampoco hay mucho que contar, de vez en cuando se trae a una amiga y... ya sabes...
―Mmmmmm, ¿y gimen mucho?
―Ayer se quedaron abajo, creo que se metieron en la piscina... ya sabes que está muy bien insonorizado y aún así se les escuchaba desde mi habitación...
―¡Joder, qué morbo, tía!, no me digas que eso no da morbo.
―Preferiría no escucharlos, la verdad...
―¿Y Fernando qué dice?
―Nada, ¿qué va a decir el hombre?, le toca aguantarse, como a mí...
―Buffff, tienes que estar que te derrites con un universitario como Adrián metido en tu casa.
―No digas tonterías, Sandra...
―Bueno, ya me contarás qué tal el libro...
―Lo empezaré a leer esta semana cuando termine con el que estoy ahora, no creo que tarde mucho en devolvértelo.
―Más te vale, jajaja.
―Jajajaja.

Sobre las cuatro de la mañana escucharon unos ruidos. Mónica volvió a sobresaltarse y se dio cuenta de que venían del cuarto de Adrián. Los gemidos de la chica retumbaban por toda la casa y Mónica sintió cómo Fernando se pegaba a ella y la abrazaba por detrás.

―¡¡Ahhhh, qué rico, sigueeee, ahhhhhhh!!, ¡¡vamos, cómemelo, ahhhhhh!! ―dijo la chica.

Se percibía claramente la lengua de Adrián lamiendo el coño de su acompañante y el chapoteo de sus dedos entrando y saliendo en el mismo. Mónica distinguió enseguida que los gemidos eran de Elvira. No había ninguna duda y menos cuando comenzó a correrse gritando cómo una loca.

―¡¡¡Ahhhhhhhh, másssssss, mássssss, sííííííí!!!

Pasado ese orgasmo inicial apenas se dieron un respiro y después escucharon la voz de Elvira decir con voz sensual.

―¡¡Dame por el culo, métemela por el culo!!

Y la cama de Adrián hizo un pequeño ruido mientras Elvira se ponía a cuatro patas. Lo siguiente que escucharon fue un azote con fuerza y ella pidiendo que la pegara todavía más fuerte.

Mónica ya no pudo resistirse más, todavía tenía en la cabeza los gritos de placer de la noche anterior cuando follaron en la piscina y se metió la mano por dentro de sus braguitas. Fernando debía estar igual de cachondo que ella, porque otra vez bajó su pantalón de pijama y abrazado a ella, de medio lado, metió la polla entre sus piernas.

En la habitación de arriba Adrián enculaba sin piedad a Elvira que decía toda clase de cerdadas que se le pasaban por la cabeza y Mónica sintió cómo el pito de su marido la penetraba con facilidad. Fernando la embistió desde atrás, como si fuera un puto conejo y en menos de dos minutos, entre pequeños espasmos, alcanzó el orgasmo corriéndose dentro del empapado coño de su mujer. Pero esta vez Mónica no iba a quedarse a medias, con la polla de su marido todavía en su interior, siguió masturbándose escuchando el ruido de los cuerpos de los chicos chocar y los violentos azotes que Adrián le soltaba a Elvira.

―¡¡¡Ahhhgggg, más fuerte, dame más fuerte!!! ¡¡Tírame del pelo, venga, asííííí... ahhhhhggg!!

No tenía ninguna prisa en terminar, se estaba haciendo un dedo despacio, sin importarle lo más mínimo que su marido se enterara que se estaba tocando. Se quedó asustada de lo mojado que tenía el coño, sus flujos empezaban a empapar sus muslos y Mónica movía el cuerpo arriba y abajo gimiendo en bajito.

Inconscientemente, fue aumentando el ritmo y sincronizó sus movimientos con la follada que Adrián le estaba pegando a Elvira, y para ello tuvo que acelerar. Y bastante. Porque Adrián prácticamente estaba reventando a su compañera.

Los chillidos de Elvira se metieron en su habitación, casi como si les tuvieran al lado. Mónica seguía a lo suyo, sin hacer caso a su marido, solo estaba pendiente de lo que pasaba arriba y sintió que la polla de Fernando perdía dureza y se le salía de dentro. Le dio absolutamente igual, pero el semen de su marido ahora le goteaba por los muslos y eso todavía hizo que se encendiera más.

―¡¡Voy a correrme, voy a correrme!! ―dijo Adrián.

Y aquello fue el detonante de que Mónica comenzara a temblar. Siguió masturbándose a toda velocidad, metiéndose dos dedos en el coño y subió la mano para acariciarse el clítoris. Intentaba ahogar sus gemidos, pero era ridículo que lo hiciera, los chicos no iban a escuchar nada y su marido ya sabía que se estaba tocando, abandonándose al placer que ella misma se proporcionaba.

―¡¡Córrete en mi cara!! ―escuchó que decía Elvira.

Prácticamente llegaron al orgasmo los dos a la vez. Adrián con un gemido grave y profundo y Mónica pegando la cara contra la almohada y con su cuerpo temblando descontroladamente, e imaginando que el chico estaba de rodillas y se meneaba la polla a toda velocidad para estrellar su potente corrida contra la cara de Elvira.

―Mmmmm, síííí, eso es.... córrete muy bien, ahhhhh, ¡¡qué rico!!, eso essss... sigueee, córrete en mi cara, sigueee... échamelo todo encima... ¡joder, menuda corrida!, másssss, másssss, diosssss, ¡qué rica está... ―decía Elvira con voz de puta.

Tardó casi un par de minutos en recuperarse, su cuerpo seguía teniendo pequeños espasmos y contracciones y Fernando detrás de ella, no se atrevía a decir nada. Los dos, en cierta medida, estaban avergonzados por ponerse cachondos mientras escuchaban follar a los universitarios, pero una vez que terminaban hacían como que no había pasado nada.

Se subió el pantalón de pijama y se giró para dar un pequeño beso a su marido en los labios. Y sin decir nada más se quedaron dormidos abrazados en la misma postura.




15



Diciembre 2011


Cuando terminábamos de follar, Elvira tenía los glúteos colorados, la marca de mis dientes clavados en su hombro, el pelo alborotado y un par de arañazos en la espalda. El sexo con ella cada vez era más salvaje y agresivo. Prácticamente habíamos hecho de todo y me estaba volviendo un adicto a follar de esa manera.

Seguíamos manteniendo nuestra relación en secreto, al menos para el resto de compañeros de facultad, que algo debían intuir, sobre todo Sergio, ya que cuando salíamos de fiesta siempre nos íbamos Elvira y yo juntos. Era más que evidente, pero en público seguíamos manteniendo las apariencias. Entre semana quedábamos para estudiar en el chalet y ahí nos reprimíamos, como si fuéramos dos amigos, pero cuando llegaba el finde todo cambiaba.

Me daba igual follar en la bodega, en la piscina o en mi habitación, en el fondo me gustaba que Mónica nos escuchara, la simple idea de que ella se pudiera excitar me daba mucho morbo. Por eso lo hacía. Sabía que los gemidos de Elvira eran escandalosos y seguramente despertarían a Mónica y Fernando todas las noches, pero aun así el matrimonio había sido discreto y no me habían dicho nada.

Cada vez tenía más confianza con Mónica con la que había afianzado la relación, comíamos todos los días juntos y a veces la acompañaba en sus clases de yoga, además, ella había caído en gracia entre mi grupo de amigos y casi era una más. Todos los viernes solíamos cenar en la bodega y si Fernando tenía que quedarse en Madrid por el trabajo, ella nos solía acompañar, incluso alguna vez se animaba y salía de fiesta con nosotros.

Y a mí me seguía gustando, cada vez más, casi a diario me pajeaba pensando en ella, tenía una atracción sexual muy fuerte hacia Mónica, aunque cada vez estaba más enamorado de Paula y follaba cada fin de semana con Elvira.

Una combinación demasiado rara.

A mediados de diciembre era nuestra fiesta de empresariales, ese viernes íbamos a estar desde primera hora de la mañana de marcha. Comenzamos a beber bien pronto, sobre las once de la mañana y a la una ya íbamos como auténticos piojos. Había quedado con Mónica para comer en la bodega, ella nos iba a preparar una paella y nos había dicho que nos podíamos quedar toda la tarde hasta reanudar la fiesta por la noche.

Mónica estuvo comiendo con nosotros y tuvo que aguantar a cinco chicos borrachos diciendo una cantidad ingente de chorradas y tonterías. La cosa se puso peor cuando mis amigos empezaron a decir que se querían bañar en la piscina. La cara de Mónica era un poema y yo no sabía dónde meterme. Menos mal, que Elvira puso un poco de cordura y les riñó como a niños pequeños.

―Chicos, os estáis pasando... como sigáis así no vamos a volver... por lo menos conmigo no contéis... ―nos dijo Elvira.

Y es que yo me llevaba muy bien con Mónica, pero Elvira también había hecho muy buenas migas con ella, pasaban largos ratos hablando, sobre todo de libros, pues Elvira una gran lectora, lo mismo que Mónica y cuando salíamos los seis juntos ellas dos no se separaban.

Ese día nos pasamos la tarde bebiendo, jugando a juegos de mesa en la bodega y luego nos fuimos a la carpa que habían montado para la fiesta. Esta vez no nos acompañó Mónica y cuando llegamos me encontré a Paula con sus amigas. Era la primera vez que la veía fuera del aula y estaba ciertamente espectacular con unas botas altas, jersey blanco de cuello alto, pantalón vaquero ajustado y un abrigo gris muy pijo.

Mis colegas me empezaron a vacilar, para que me acercara a hablar con ella y yo miré a Elvira, para ver su reacción. Ella estaba seria y distante y yo como un capullo les hice caso a los chicos y fui a tantear a Paula, aunque le dije a Sergio que me acompañara para no ir solo.

Por suerte, ellas estaban en la barra de la carpa y nosotros nos acercamos con la excusa de ir a pedir las bebidas. Paula se sorprendió al vernos y Sergio descarado le dio dos besos a ella y al resto de compañeras que se sentaban delante. Yo me quedé frente a Paula y no sabía qué decir con todos en grupo, así era muy difícil ligar y más cuando ellas no estaban muy colaboradoras tampoco.

Yo no le quitaba ojo a Paula y ella me miró también, no nos dijimos nada, pero no me hizo falta. Esa mirada furtiva para mí fue una victoria. Seguro que durante la noche tenía alguna oportunidad de acercarme a hablar con ella.

El resto de la fiesta estuve pendiente de Paula, me fijaba cómo se movía, dónde se ponían, qué hacían, con quién hablaban, fue tan descarado que hasta mis amigos se dieron cuenta. Yo seguía esperando mi momento para acercarme a hablar con ella, tenía que tener alguna oportunidad cuando se separara un poco del resto de amigas, que parecían tenerla sobre protegida, y cuando me armé de valor para intentar ligar con ella llegó la gran decepción.

Apareció un chico muy alto, guapete, con una camisa a cuadros y se agachó para darle un pico a Paula en los labios. Se me cayó el alma a los pies cuando vi eso.

―¡Hostia, pero si la Paulita tiene novio! ―exclamó Sergio.

No sé por qué me fastidio tanto, al fin y al cabo apenas había hablado con Paula alguna vez y como mucho nos saludábamos con un simple “hola” cuando nos cruzábamos por los pasillos de la facultad, pero ese beso fue como un puñal en el corazón.

Me quedé blanco y las risas y los vaciles de mis colegas no ayudaron mucho. Se me vino el alcohol encima, la música sonaba demasiado alto y me molestaba que hubiera gente por todos lados. El corazón me latía a mil pulsaciones y sentí la necesidad de salir de la carpa para poder tomar aire. A duras penas pude escaparme entre la multitud y respiré aliviado cuando me alejé unos metros y se hizo el silencio.

Entonces escuché una voz detrás de mí.

―Adrián, ¿estás bien?

Me giré y era Elvira, que viendo mi estado había salido para acompañarme.

―Se han pasado estos, siento mucho lo que ha pasado... ―dijo sentándose a mi lado y dándome una pequeña palmadita en el muslo.
―Soy yo el que debería pedirte perdón, aquí estoy como un gilipollas solo porque esa chica tenga novio, parezco idiota y además, me estoy portando muy mal contigo...
―Conmigo no te has portado mal, por mí no te preocupes, solo somos amigos, sí... me gusta follar contigo, pero ya está... ahora tienes que estar tranquilo.
―Gracias, Elvira, eres una tía de puta madre... y por cierto, a mí también me gusta follar contigo... pero hoy no deberíamos... bueno, creo que ya estoy mejor...
―Olvídate de ella, vas a tener a la chica que quieras, ¿qué te apetece?, ¿volvemos a la fiesta?
―No me apetece mucho, vete tú que yo me voy a ir para casa.
―¿Quieres que vaya contigo?
―Hoy no, Elvira... quiero estar solo.
―Como quieras, si necesitas hablar ya sabes mi número... ―me dijo ella acercándose y dándome un pequeño beso en los labios.

Triste y derrotado me fui para casa, no me imaginaba terminar la fiesta de mi facultad tan pronto, y menos de esa manera. Pero así es el amor. Y con 18 años esa fue mi primera gran decepción al respecto.

Cuando llegué a casa todavía no se había acostado Mónica que estaba leyendo ella sola en el salón.

―¿Ya estás aquí?, ¡qué pronto! ¿Ha pasado algo?
―No me encontraba bien y me he venido para casa...
―¿Pero estás bien?
―Sí, solo que estoy un poco revuelto y no me apetecía...
―Espera anda ―dijo Mónica cerrando el libro―. Voy a prepararte una manzanilla que seguro que te sienta bien.
―Muchas gracias.

Me gustaba que me cuidara así, Mónica era muy buena conmigo y en ese momento me dio mucha vergüenza el comportamiento que había tenido con ella. Lo de follarme a Elvira en la habitación para que escuchara nuestros gemidos, hacerme pajas con sus fotos de ********, entrar en su habitación invadiendo su intimidad, echarme su perfume en la muñeca.

―¿Quieres hablar de lo que te ha pasado?, ¿has discutido con Elvira?
―No, no es eso... es solo que...

Mónica cogió una silla y se sentó a mi lado mientras me tomaba la manzanilla, y entonces le conté lo que había pasado con Paula. Me confesé con ella y estuvimos casi una hora hablando. Al final me dijo que tenía que ser sincero con Elvira, que era muy buena chica y aunque ella me decía que solo éramos follamigos se notaba que por su parte había unos sentimientos hacía mí. Yo no había caído en eso, pero me hizo pensar.

Nos despedimos con un abrazo en la cocina y la manzanilla hizo efecto, porque me dejó muy relajado y dormí fenomenal esa noche.

Me levanté por la mañana con un cambio de chip, tenía muchos mensajes en el WhatsApp, pero a primera hora salí a correr para sudar todo el alcohol. Cuando llegué a casa estaba eufórico, había salido un día frio, pero muy soleado. Mónica estaba en el jardín haciendo ejercicios de tonificación de glúteos y me puse con ella. Me encantaba cómo flexionaba ese culazo y mantenía unos segundos las sentadillas.

Tengo que reconocer que me dio bastante caña y cuando terminó conmigo me temblaban las piernas, la cabrona estaba bastante en forma y luego se quedó haciendo estiramientos mientras yo subía a pegarme una ducha. Unos minutos más tarde llegó Fernando de Madrid.

No tenía ganas de salir de casa y no lo hice en todo el fin de semana, por la tarde mandaron varios mensajes al grupo de “Elvira y los cuatro fantásticos”, pero yo les contesté que me iba a quedar en el chalet, que no me encontraba muy bien. Por la tarde me llamó Elvira para ver qué tal estaba y nos quedamos charlando un rato, incluso me preguntó si me apetecía que se pasara a verme y le contesté que no.

Me apetecía pasar un fin de semana para mí solo, después de la siesta estuve estudiando un rato, me bañé en la piscina y por la noche acompañé a Mónica y Fernando en el salón donde nos vimos una peli mientras comíamos unas pizzas. Al día siguiente salieron de excursión y me quedé solo en casa, aunque Mónica me dejó la comida preparada.

Ya solo quedaba una semana antes de las vacaciones de Navidad, así que después de salir a correr a primera hora del domingo le pegué una buena limpieza al baño y a mi habitación, que falta hacía y antes de comer me bañé en la piscina.

En cuanto me metí al agua me quité el bañador, era fantástica esa sensación de estar en la piscina climatizada completamente desnudo y además me excitaba hacerlo porque me empalmaba en cuanto dejaba la toalla en la silla de fuera y pensaba en lo que iba a hacer. Debí estar casi una hora relajado, sin ninguna de salir y además, me estuve haciendo una paja fantaseando con Mónica.

Estaba muy cachondo, salí del agua, me sequé los pies y subí a la habitación para terminar el trabajo que había comenzado en la piscina. Estuve un rato viendo sus fotos en el portátil sin dejar de menearme la polla y cuando ya estaba muy cerdo me atreví a bajar otra vez a la habitación de Mónica y Fernando. Me miré en el espejo de su cuarto y la imagen era ridícula, completamente desnudo, en calcetines y con una erección de caballo.

Entré en su cuarto de baño y me eché un poco del perfume de Mónica en la muñeca. La polla todavía se me puso más dura y esta vez me senté en la taza de su baño dispuesto a terminarme la paja. Cuando ya estaba a punto de terminar observé el cesto de la ropa sucia que tenían a la entrada y se me ocurrió abrirlo.

Quería ver cómo eran las braguitas de Mónica y cogí unas negras bastante normales, pero solo el tacto de la tela en mi mano me excitó muchísimo. Cachondo perdido se me ocurrió la idea de ponerme las braguitas sobre la polla, e intentando no mancharlas continué con la paja, envolviéndome la verga con ellas y aspirando el olor de su perfume que tenía en la muñeca.

La potencia de mi corrida fue brutal, sentado en la taza de su cuarto de baño, en una eyaculación con la que descargaba la tensión y el malestar de todo el fin de semana. Cuando terminé intenté dejar las braguitas como estaban una vez que había comprobado que no las había salpicado lo más mínimo.

Por la tarde Mónica y Fernando llegaron de su excursión y un rato más tarde él se volvió a Madrid dejándome a solas con su mujer, con la que estuve preparando la cena. Pronto me subí a la habitación y estuve escuchando música antes de quedarme dormido.

Entrábamos en la última semana antes de las vacaciones navideñas.



16



El lunes se me hizo duro volver a ver a Paula en la facultad. Parecía una tontería haberme encoñado así con esa chica que apenas conocía. No sabía por qué me había pillado tanto por ella, si tan siquiera nos hablábamos, pero no había visto nada parecido a Paula. Era casi angelical aquella rubia, una chica guapa y educada que además, tenía pinta de ser muy buena gente.

―Tío, ¿dónde has estado metido todo el fin de semana?... te he escrito varios mensajes y no me has hecho ni puto caso ―me dijo Sergio.
―No me encontraba muy bien ―le mentí―. He estado tranquilo sin salir de casa... recuperándome...
―Nos dejaste tirado en la fiesta de empresariales, lo pasamos de puta madre, e Iván se volvió a enrollar con otra, jajaja.
―Anda, ¡qué bueno!
―Pasa de esta tía, no te rayes por ella, será por tías... puedes estar con la que quieras...
―Sí, gracias, tranquilo, ya estoy bien...
―Eso espero, este viernes es el último día de clase y tenemos que salir de fiesta.
―No, yo paso, creo que por la tarde me voy a volver al pueblo.
―Venga, no seas así, puedes ir el sábado por la mañana... venga, Adrián, quédate, vamos a pillarnos una buena, no te voy a dejar que te vayas al pueblo así de triste...
―Bueno... ya veremos...

Por la tarde vino Elvira a estudiar a casa, apenas había podido hablar con ella por la mañana y me estuvo preguntando cómo me encontraba.

―Te echamos de menos el sábado, sobre todo yo ―me dijo.
―Gracias, Elvi, yo también me acordé de ti, pero no me apetecía nada salir...
―Claro, lo entiendo. ¿Ya estás mejor?
―Sí, tampoco fue nada, me sentí un poco mal, pero ya estoy bien.

Ella se puso de pie y se acercó a mí por detrás, yo estaba sentado y Elvira puso las manos sobre mis hombros y comenzó a masajearme despacio, luego se inclinó apoyando sus pesadas tetas en mi espalda.

―Cuando quieras, sabes que puedes llamarme... aunque solo sea para hablar...
―Lo sé, Elvira, muchas gracias.

Pasó una mano hacia delante y me desabrochó el pantalón a la vez que me iba dando besitos por el cuello.

―No, Elvira, ¿qué haces? ―pregunté como un tonto cuando ella ya me estaba agarrando la polla y había comenzado a hacerme una paja.
―Déjame, me apetece hacértela...

Cerré los ojos y dejé que ella me masturbara mientras sentía el peso de sus calientes pechos en mi nuca. Su mano se movía de maravilla, subía y bajaba por mi polla a un ritmo pausado, pero me encantaba lo fuerte que me la agarraba y lo suave que tenía la mano. Me giré para darle un beso en los labios y ella aumentó el ritmo de su paja.

―Mmmm, la tienes muy dura... ¿en quién estás pensando?
―En ti...
―Vamos, no me mientas, dime la verdad, ¿vas a correrte pensando en Paula?, es muy mona, no me extraña que te guste...
―No estoy pensando en ella...
―¿Entonces?
―En Mónica, estoy pensando en Mónica...
―¿Te pone?... mmmmm...
―Mucho...
―¿Y vas a correrte pensando en ella?
―Sí... espera un momento... déjame hacer una cosa... ―dije levantándome y cogiendo el portátil.
―¿Qué haces?
―Mira esto...

Y abrí la carpeta dónde tenía guardada las fotos de Mónica, Elvira fue a ponerse a mi lado, pero yo pasé los brazos hacia atrás bloqueando su paso y ella se quedó de pie detrás de mí.

―No, sigue igual que antes...
―Joder, ¿cuántas fotos tienes de ella?
―Muchas, más de 200... son de su ********... ven, sigue...
―¿Quieres que te haga una paja mientras ves sus fotos?
―Sí, ¿lo harías?
―Claro... aunque a saber la de pajas que te habrás hecho con ella... ―dijo inclinándose sobre mí y volviendo a agarrar mi polla.
―Ni te imaginas...

Miré hacia abajo y vi el pequeño tatuaje que tenía en la muñeca, llevaba anillos en todos los dedos, las uñas pintadas de rojo y reanudó la paja que me estaba haciendo.

―Mmmmm, está muy buena...
―Descríbemela, por favor, quiero que me hables de ella, de su físico... ―le pedí a Elvira.
―Pues tiene un pelo precioso, se nota que se lo cuida, es guapa, bastante, aunque las arrugas de sus ojos indican que lo ha pasado mal estos últimos años, tiene las tetas muy bien puestas, no son excesivamente grandes...
―Como las tuyas...
―Pero las tiene muy bien puestas.
―Mmmmm...
―Piernas firmes y tonificadas, pero lo mejor es su culo, ¡tiene un trasero perfecto!, redondito, grande en su justo medida, un culo de los que dan ganas de azotar...
―Joder.
―¿Qué te gustaría hacer con ella?
―De todo.
―Si solo pudieras elegir una cosa.
―Follármela a cuatro patas en su cama...
―Mmmmm, ¿con azotes?
―Por supuesto, joder, Elvira, voy a correrme...
―Me encantan sus fotos, ¿quieres correrte con alguna en especial?
―No, da igual, tú sigue hasta que termine, ya estoy a punto...

Incrementó el ritmo de su paja y cuando notó que me iba a correr me tapó la polla con la camiseta para no manchar nada. Y así descargué empapándome el estómago mientras Elvira siguió meneándomela despacio hasta que fui perdiendo dureza.

―Deberíamos seguir estudiando... ―dijo Elvira con una sonrisa traviesa limpiándose la mano con un pañuelo.

El resto de la semana vino a estudiar a casa, pero ya no hicimos nada más.

Para finalizar el primer trimestre organizamos una pequeña cena en la bodega del chalet, y Mónica volvió a acompañarnos porque Fernando tuvo que quedarse otra vez en Madrid. Me ayudó a preparar unas pizzas y antes de que vinieran mis amigos calentó la estancia con unos buenos tocones en la chimenea.

Cuando llegaron Sergio, Elvira, Iván y Pablo ya hacía mucho calor y teníamos lista la mesa. Debido al calor que hacía Elvira se quitó la sudadera que traía y se quedó con una camiseta de tirantes de color camuflaje. Las tetas que lucía con ella eran impresionantes y nos quedamos mirando entre los chicos disimulando las risas sin poder dejar de mirar el escote de nuestra amiga.

Terminamos de cenar y los chicos habían traído varias botellas de vino y de Coca-Cola, con las que prepararon unos litros de calimocho. Sergio organizó varios juegos antes de que Mónica pudiera rajarse y sobre las doce de la noche ya íbamos todos bastante contentos, pero la verdad es que nos lo estábamos pasando muy bien y nos echamos unas risas tremendas.

Por desgracia se nos acabó el calimocho y decidimos que era el momento de salir de fiesta.

―Bueno, ahora sí que os dejo, chicos, que sino mañana no puedo con la vida... ―dijo Mónica.
―De eso nada, tú sales con nosotros que es el último día ―le contestó Pablo amenazándola con cogerla otra vez como un saco de patatas.
―Está bien, está bien, pero subo a cambiarme...
―Si ya estás muy guapa así ―dije yo para no perder más tiempo y todos se me quedaron mirando por lo que acababa de soltar por la boca―. Ehhhhhh... quiero decir que ya estás bien así ―intenté arreglarlo poniéndome más rojo que un tomate.

No tardó en aparecer con un pantalón vaquero de color blanco, un jersey de cuello alto y unos botines negros. Estaba realmente guapa y eso que no se había maquillado.

―Fiuu fiuuu ―silbó Sergio cuando la vio bajar.

Salimos de casa todavía con el subidón del calimocho que llevábamos en el cuerpo y fuimos a quemar el alcohol bailando a la primera planta de “El jardín del Edén”. Iván nos invitó a unas copas porque el domingo iba a ser su cumpleaños y aunque Mónica no quería beber más al final terminó aceptando el regalo de nuestro amigo. Luego estuvo bailando con Pablo que la manejaba de un lado a otro como si fuera una muñequita y Mónica movía su increíble trasero embutido en esos vaqueros blancos con una inusitada soltura.

Yo tenía la mirada clavada en su culo y Elvira se me acercó sin que me diera cuenta.

―Se mueve bien, ¿eh? ―me dijo.
―Ya te digo...
―¿Sabes que me ha estado contando que se está leyendo el libro de 50 sombras de Grey?
―¿Y tú lo has leído?
―Sí, pero es un poco light, para mí... aunque a ella parece que le está gustando, ¿tú crees que le pondrá que le den azotes mientras folla?, tiene un buen culo para ello...
―Ufffff, calla, calla, no me digas, eso...
―¿Has visto cómo se mueve?
―Ya lo creo, tiene que follar como los ángeles, ¿quieres que hoy vaya a tu casa?, me gustaría despedirme de ti...
―Hoy había pensado que no, mira, Elvira, me gustas mucho, pero con todo esto que ha pasado con Paula y lo nuestro, la verdad es que me gustaría replantearme ciertas cosas ahora en vacaciones...
―Ya te he dicho que no tienes que preocuparte por mí... solo quiero que me folles cómo tú sabes...
―No será por ganas, porque solo con que me digas eso ya se me ha puesto dura, pero hoy prefiero que no...
―Como quieras...

Cuando terminaron el baile Mónica vino sofocada hasta dónde estaba yo.

―¿Te animas? ―me dijo sonriendo.
―No, no, es que soy muy patoso...
―Vamos, no seas tonto, que yo te llevo.

Y casi sin querer comencé a bailar con Mónica. Es verdad que era un auténtico desastre, y por muy bien que ella intentaba guiarme le pisé los pies un par de veces, pero yo, con mis manos en sus caderas, estaba más concentrado en sentir sus movimientos que me estaban volviendo loco. Todavía con la erección bajo los pantalones por la conversación que acababa de tener con Elvira intenté no acercarme a ella para que no lo notara, pero un par de veces me fue inevitable rozarme con Mónica que tuvo que notar la dureza de mi miembro.

―No eres tan malo, te falta un poco de práctica ―me dijo cuando terminó la canción―. Bueno chicos, ahora sí, ya me voy a ir, prefiero retirarme a tiempo... si no os veo que paséis felices fiestas y feliz 2012... ―nos felicitó mientras iba dando dos besos a todos.
―Espera Mónica que te acompaño, yo también me voy, que mañana quiero coger el autobús pronto para irme al pueblo ―dije yo.

Me despedí de mis amigos y le di dos besos a Elvira que se me quedó mirando con cara de pena, estuve a punto de caer en la tentación y decirle que se viniera conmigo, aunque al final aguanté. Aquellas tetas asomando por la camiseta de camuflaje eran una tentación demasiado fuerte y parecían dibujadas por el mismísimo diablo.

Una vez fuera del bar Mónica y yo comenzamos a andar en dirección al chalet, se notaba que todavía íbamos eufóricos por el alcohol y la adrenalina disparada por el baile. A unos cinco minutos de casa habían abierto un bar nuevo, cerca de la zona de las facultades y al pasar por allí le dije a Mónica que le invitaba a una copa.

―Otro día, Adrián, que hoy voy un poco... ya no quiero beber más...
―Venga, deja que te invite a algo, me gustaría hablar contigo y decirte unas cosas, además, me han dicho que este bar está genial.
―Lo dejamos para otro d...
―De eso nada ―dije tirando de ella para entrar dentro.

Nos acercamos hasta la barra, no estaba mal de gente y me gustaba el ambiente universitario que había. Mónica se quitó el abrigo y lo dejó encima de unos bidones plateados de cerveza.

―¿Qué tomas?
―Pues cualquier cosa, un ron con cola...
―¿Alguna marca en especial?
―No, me da igual.

Cuando el camarero atendió a un grupo de siete universitarios a los que acababa de servir unas copas y unos chupitos se acercó a nosotros.

―Dos ron con cola...
―¿Brugal?
―Sí, vale...

Antes de preparar las copas nos puso dos chupitos que acababa de servir a los otros chicos. Tenía un color rojo intenso y olían a piruleta de corazones.

―Uffff, yo no tomo eso, que mañana no puedo con el alma...
―Ehhh... no me hagas el feo ―dije cogiendo el pequeño vaso―. Por nosotros ―brindamos antes mirándonos fijamente.

Por la cara que puso Mónica no le gustó mucho el chupito que nos bebimos de un solo trago, luego nos preparó las copas que pagué yo.

―¿Hoy no viene Elvira a casa? ―me preguntó pasándose el pelo por detrás de la oreja mientras cogía su vaso.
―No, después de lo que ha pasado con Paula he preferido tomarme un tiempo y pensar en lo que estaba pasando.
―Entiendo, Elvira es muy buena chica...
―Lo sé.
―Yo tampoco te quiero influir, pero a veces no sé qué tenéis en la cabeza, es guapa, muy lista y un verdadero encanto.
―Sí, puede ser, somos muy amigos y nos gusta f... bueno ya sabes, nos acostamos juntos de vez en cuanto... pero de momento no quiero nada más y ella creo que tampoco.
―Bueno, yo creo que a ella sí le gustaría estar contigo más en serio.
―¿Te lo ha dicho?
―No, pero esas cosas las chicas las notamos.
―Pues, puede ser, el caso es que necesito un poco de tiempo, por eso que dices tú, tampoco quiero hacerle daño, es una tía de puta madre...
―Estas vacaciones te aclaras, seguro que la echas de menos en el pueblo...
―Seguro, pasamos muchas horas juntos y me está ayudando un montón con los estudios...
―¿Y qué tal en el pueblo?, ¿tienes algún plan para estas fiestas?
―No, sobre todo descansar, aunque no sé si me van a dejar mis amigos, querrán que salga de fiesta casi todos los días con ellos.
―Buffff, me canso solo de escucharte, qué aguante tenéis...
―No te creas, que he terminado cansado estos tres meses, menos mal que me habéis ayudado Fernando y tú...
―Tampoco ha sido para tanto.
―Joder que no, muchas gracias de verdad, no te imaginas lo que me facilita las cosas llegar a casa y tener la comida lista o la cena por la noche y además, lo bien que me habéis tratado, he estado como en mi propia casa.
―Me alegra mucho escuchar eso, nosotros también hemos estado muy a gusto contigo.
―Ya que estamos... ehhhhh... siento lo de Elvira, ya sé que es un poco ruidosa cuando lo hacemos y seguro que os hemos despertado más de una vez...
―Bueeeeeeno, ejem, ejem... ya que lo dices, jajaja.
―Jajajaja, lo siento mucho.
―Pero quitando eso te has comportado muy bien.
―Intentaré cambiarlo, a ver cómo lo podemos hacer.
―Tú tranquilo, Fernando y yo entendemos que sois jóvenes y a esa edad... ya se sabe...
―Lo siento, tampoco quiero molestaros, entiendo que para vosotros tiene que haber sido duro meter a un desconocido en vuestra casa.
―Sí, fue una decisión difícil, pero mira, ahora estamos encantados, y con lo de Fernando y su trabajo en Madrid él se queda mucho más tranquilo cuando se va, sabiendo que hay alguien más en casa...
―Yo me quedaría hasta en vacaciones, jajajaja, menuda gozada, entre las fiestas en la bodega, tomar el sol en el jardín, la piscina climatizada todo el año... ¿no podemos extender el contrato a los cuatro años de carrera?, jajaja.
―Bueno, se podría negociar, jajaja, vamos poco a poco, espero que para el curso que viene no necesitemos a nadie en casa, aunque puedes venir a visitarnos cuando quieras...
―No vamos a hablar de eso, que todavía queda mucho.

Estábamos tan bien hablando juntos, como dos amigos que nos bebimos la copa casi sin darnos cuenta. Mónica miró el reloj y ya eran las 3:40.

―Joder, mañana a ver quién se levanta, voy a estar hecha unos zorros... ¡qué narices!, un día es un día, venga, te invito a una copa...
―No tienes por qué, Mónica, en serio.

Mónica levantó la mano y vino de nuevo el camarero al que le pidió otros dos Brugal con cola.

―Cerramos en veinte minutos ―le dijo sirviendo otros dos chupitos rojos de los que nos había puesto antes.
―De acuerdo, no pasa nada...

Nos quedamos mirando con los chupitos en la mano.

―Yo no me tomo esto, eh...
―Venga ya, de perdidos al río, ni lo pienses ―dije yo tragándome aquello que dios sabe lo que era y después Mónica me siguió.
―¡Dios, qué horror!, mañana me voy a acordar de esto...
―Ya lo creo que te vas a acordar, jajajaja...

Justo pusieron una rumbita y Mónica dejó la copa en la barra.

―Venga, un baile ―me dijo.
―Nooooo, ¡qué vergüenza!, soy horrible...
―Que no lo haces tan mal, deja que te enseñe...

Y ella me fue guiando mientras me giraba para todos lados agarrándome de la mano. Entre lo malo que era y la borrachera que llevaba no me estaba enterando de nada, pero el estar cerca de Mónica y poniendo la mano en sus caderas hizo que volviera a excitarme. Me encantaba cómo se movía y la cara que ponía al bailar. De vez en cuando me daba cinco segundos de descanso y le daba un buen trago a su copa y luego otra vez me manejaba como un juguete haciendo de mí lo que quería.

Se nos pasó el tiempo tan rápido que cuando encendieron las luces pude ver su cara de decepción.

―Nooooo... ¡con lo bien que lo estábamos pasando! ―dijo Mónica apurando la copa que todavía tenía por la mitad.

Ni la pudimos terminar, pero a mí me daba igual la puta bebida, tenía una empalmada importante bajo el pantalón y lo último que me apetecía era irme para casa. Estaba en pleno subidón y yo creo que Mónica estaba igual que yo. Fuimos caminando los cinco minutos que había entre el chalet y el bar quejándonos de la mala suerte de que hubieran cerrado.

En cuanto entramos en casa Mónica se bajó a la bodega, se puso a recoger un poco la mesa y cogió una escoba para barrer el suelo.

―Venga, Mónica, no me fastidies, deja eso, que mañana te ayudo yo a limpiar...
―Solo es esto y ya me voy a la cama, aunque ahora no tengo sueño... me apetecía seguir bailando...
―Pues por mí sin problemas, solo nos falta un poco de música, jajaja.
―Jajajaja...
―¿Sabes lo que me apetece a mí ahora? ―dije yo.
―¿Qué...?
―Pegarme un baño en la piscina, jajaja, ufffff, ahora estaría de puta madre...
―¿Ahora?, joder, es muy tarde... aunque... no es tan descabellada la idea...
―Venga, vamos ―dije tirando de su mano.
―Pero, ¿lo dices en serio?
―Joder, y tan en serio...

Arrastré a Mónica unos metros, empujándola por la espalda y casi llevándola a la fuerza hasta la zona de la piscina.

―Espera, espera, pero si no tenemos ni bañador...
―Da igual, nos metemos en pelotas... jajaja ―dije yo totalmente eufórico―. Si subo hasta arriba, no creo que pueda volver a bajar...
―Anda, que vas fino... y yo...
―Y tú parecida...
―Bueno, déjame que al menos me ponga el bañador ―dijo zafándose de mí como pudo.
―Haz lo que quieras, pero yo me meto así, ehhh...
―Vamos, vete a ponerte el bañador...

Mónica se subió a su habitación y yo, sin hacerle caso, entré en la zona acristalada que cubría la piscina. Me quité la ropa, que dejé en una silla y completamente desnudo y empalmado me metí en el agua. Sinceramente, pensé que Mónica no iba a volver y estuve nadando unos minutos yo solo.

De repente, escuché un ruido y Mónica apareció con un albornoz y una pequeña toalla.

―Anda, que vaya locura bañarnos a estas horas... ―dijo quitándose el albornoz y quedándose en biquini.

Me sorprendió que se pusiera ese tipo de biquini, era blanco con una braguita pequeña que se ataba con unos nudos por los lados y se le metía un poco entre los cachetes de su culazo, y el sujetador a juego era realmente sexy. Tampoco es que fuera un biquini muy provocativo si se lo hubiera puesto un día cualquiera en la playa, pero a las cuatro de la mañana para meterse conmigo en su pequeña piscina privada me parecía toda una declaración de intenciones.

Se fijó que mi ropa estaba en la silla y al verme nadar se dio cuenta que estaba desnudo. Ya era tarde, pues estaba bajando por la escalera.

―¿No llevas nada? ―me preguntó sorprendida y bastante cortada.
―No, ya te lo dije... ¿qué pasa?, ¿no te atreves a meterte?, ¿o te doy miedo?
―¿Miedo tú?, jajajaja ―dijo entrando en el agua.

El verla así vestida hizo que se me pusiera más dura todavía, además, la situación era morbosísima, Mónica en biquini y yo a dos metros de ella, dentro del agua, desnudo y con una erección de campeonato.

Ella intentó actuar con normalidad, como si yo no estuviera y se hizo cuatro o cinco largos de lado a lado. Luego se paró al fondo de la piscina casi con la mirada perdida.

―Ufffff, ¡qué bueno!, pero no te creas que se me acaba de pasar la borrachera...
―A mí me está sentando de maravilla el baño ―dije andando hacia ella.
―Adrián, a mí no te me acerques así, ehhh, jajaja...
―Tranquila, no voy a hacerte nada, jajaja... ―contesté dirigiéndome a la escalera.

De un brusco giro me lancé a por ella agarrándola por la cintura y le hice una zancadilla sin dejarla escapar hasta hundir su cabeza unos segundos. Luego la solté y me fui nadando hasta el otro lado.

―¡Serás cabrón!, ¡te vas a enterar! ―dijo viniendo despacio hacia mí.
―¿Ah, sí? ¿y qué vas a hacer?
―¿Sabes que tengo más fuerza que tú en las piernas, no? ―me retó.
―Lo dudo bastante...

Yo avancé unos pasos y nos quedamos frente a frente en el centro de la piscina, ella pareció dudar, la escena cuanto menos era curiosa y nos hubiera sido muy difícil darle una explicación convincente a Fernando si hubiera entrado en ese momento. Subí las dos manos y ella juntó sus palmas con las mías antes de estirar la pierna y rodearme con ella por la espalda.

La cabrona tenía fuerza e intentó voltearme con mucha agilidad, yo me resistí como pude y Mónica volvió a la carga. Viendo que no podía pasó la otra pierna por detrás abrazándome con ellas y casi sin querer mi erecta polla entró en contacto con su coño.

Fue un momento glorioso y excitante.

Pero Mónica pareció no darse cuenta porque seguía insistiendo en su intento de meterme bajo el agua. Yo la abracé por la espalda pegándome más a ella e incrustando mi rabo entre sus labios vaginales. Y ahora sí que se dio cuenta. Era imposible que no lo hiciera. Y siguió forcejeando y moviéndose como una leona bajo el agua, pero con cada movimiento lo que hacía era que yo me frotara más y más contra ella.

Hice fuerza en la parte baja de su espada apretándola contra mí sin dejar que me venciera y ahora mi polla golpeaba una y otra vez contra su coño e incluso se la pasé varias veces de arriba a abajo para que la sintiera bien. Mónica no desistía e incluso me pareció que empezaba a gimotear, no sabía si era por el esfuerzo o porque se estaba poniendo realmente cachonda.

Estuvimos casi 30 segundos en esa especie de lucha y yo no pude más y bajé la mano para sobar su culo y pegar su cuerpo más contra el mío, si es que eso era posible. Entonces Mónica reaccionó desistiendo de su intento de devolverme la ahogadilla.

―¿Te rindes? ―dije yo intentando bromear con ella, pero Mónica se había puesto seria y ya se había ido al otro lado de la piscina.
―Es mejor que lo dejemos, debería irme...
―No, perdona, ¿estás bien, Mónica?, perdona de verdad... el que debería irse soy yo, perdona si he hecho algo que no... lo siento, será mejor que me vaya... ―dije subiendo despacio la escalera para que ella me viera el culo.

Empapado y sin toalla recogí la ropa que estaba hecha una pelota en la silla y la puse contra mi estómago para que no se cayera. Y en cuanto me giré Mónica pudo ver mi erecta polla en todo su esplendor. Había salido del agua con un calentón importante y llevaba una empalmada que no podía disimular. Ni tampoco quería hacerlo.

Me gustaba que Mónica viera que estaba así por ella, miré hacia la piscina y Mónica parecía que no me estaba haciendo caso, pero yo sabía que me había visto primero el culo y luego la polla. Estaba completamente seguro.

―Buenas noches... ya me voy...
―Buenas noches ―contestó mirando tímidamente hacia dónde yo estaba y bajando rápido la mirada al verse sorprendida por mí.

Orgulloso y muerto de frío me subí a la habitación. No me creía lo que acababa de pasar. Me había bañado desnudo con Mónica en la piscina, había frotado mi polla contra ella y había terminado sobando su increíble culazo. En cuanto me sequé un poco, me puse el pijama y recostado en la cama me hice la última paja del primer trimestre.

Fue sublime.

Me quedé tan a gusto que me quedé dormido y no escuché a Mónica cuando regresó a su habitación.

Al día siguiente me levanté pronto, o eso pensaba yo, eran casi las once y tuve que preparar una pequeña maleta para irme al pueblo, Fernando ya había regresado de Madrid y Mónica se acababa de levantar también.

―Anda, que vaya fiesta os pegasteis ayer ―dijo Fernando.
―Calla, calla, ni me lo recuerdes ―le contestó su mujer.
―Bueno, ya me voy, que paséis unas felices fiestas y feliz año... en unos días nos vemos... ―dije antes de dar dos besos a Mónica y un apretón de manos a Fernando.
―Lo mismo digo ―contestó ella.
―Espera, anda, que te acerco a la estación, no vas a ir cargado ―dijo Fernando que era un buenazo.
―No, no hace falta, de verdad, voy andando que no pesa nada...
―No me cuesta, tardamos cinco minutos en coche ―dijo cogiendo las llaves―. Ahora vuelvo le dijo a su mujer dándole un pequeño beso en los labios.

Media hora más tarde ya estaba en el autobús que me llevaba al pueblo a pasar las fiestas navideñas. Quería desconectar y disfrutar con mis colegas, pero también tenía muchas cosas en lo que pensar, había llevado algunos apuntes para estudiar y no podía sacarme de la cabeza a Paula, a Elvira y sobre todo a Mónica.

Aquella MILF me volvía loco literalmente y después de lo que había pasado en la piscina la noche anterior no veía tan descabellado tener algo con ella, algo que parecía impensable unos días atrás. Me remordía la conciencia un poco por su marido, porque siempre se había portado fenomenal conmigo, pero si surgía la ocasión no iba a tener miramientos. Había visto la cara de deseo de Mónica en la piscina y esa imagen no se me iba a ir de la cabeza en todas las vacaciones.

No había llegado al pueblo y ya estaba deseando volver. ¿De verdad eran tan imposible poder follarme a Mónica?



PARTE 2
 
Sí, efectivamente desde esta semana ya está disponible la segunda parte de esta novela.

El inquilino universitario 2, de David Lovia.

Espero que la disfrutéis. Un abrazo y feliz finde.
 

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  • 20240527_213133.jpg
Te felicito porque me he bebido las dos partes y frito por leer la siguiente❤️
 
Me da que este hilo se quedó abandonado.... :confused::confused::confused::confused::cool::cool::cool::cool:
 
PARTE 2




17




Los primeros días de vacaciones se me pasaron muy rápido, entre las comidas, cenas familiares y salir de fiesta con los colegas, cuando me quise dar cuenta ya estaba metido en 2012. Recibí varios mensajes después de comer las uvas, entre ellos uno de Elvira, que me hizo especial ilusión, otro de Fernando y por supuesto, Mónica también me felicitó el año nuevo.

Eso era buena señal, al menos ella quería transmitir normalidad después de lo que había pasado entre nosotros en la piscina.

Y es que no podía dejar de pensar en eso, me venía a la cabeza continuamente la imagen de Mónica con su biquini blanco, como se le metía la braguita entre los cachetes del culo, la tela mojada de la parte de arriba transparentando sus pezones y el momento mágico del forcejeo en el agua. Yo estaba desnudo y aun así, ella se acercó a mí, rodeándome con sus fuertes piernas intentando voltearme, pero lo único que consiguió fue que mi polla se incrustara en su coño y entramos en una especie de juego con el que me puse tan caliente que terminé agarrando su culo a dos manos para pegar su cuerpo contra mí.

Es verdad que ella se separó rápido, pero sus mejillas encendidas me indicaron lo excitada que estaba. Yo entre el alcohol que llevaba encima y el calentón que me había pillado salí del agua enseñándole mi culo y mi polla, que ella miró disimuladamente.

Veía muy difícil tener algo con Mónica, de hecho, unas semanas atrás ni me lo hubiera planteado, pero ya no lo veía como algo imposible. Solo tenía que encontrar la manera adecuada de abordarla, sin ser demasiado descarado, pero a la vez intentando que no se enfriara la relación que había surgido entre nosotros. Tenía que ir con mucho tacto, continuar como hasta ahora, muy poco a poco, comportándome de manera educada mezclado con el descaro propio de mi edad.

Ya tenía mucho trabajo adelantado.

La primera semana de enero aproveché para estudiar, tenía los exámenes del primer cuatrimestre encima y en la soledad de mi habitación, con los apuntes delante, es cuando eché de menos a Elvira. Me había acostumbrado a estudiar con ella y era como que me faltaba algo.

Todavía me faltaba el cotillón de Reyes, y una última fiesta antes de volver a mi rutina universitaria. Me encontré con Lara por el pueblo, iba de la mano con un conocido y ni tan siquiera me saludó cuando nos cruzamos, casi mejor, así cerraba definitivamente esa herida.

Cansado de tanta fiesta, celebraciones y habiendo engordado por lo menos tres kilos, el día seis preparé la maleta para volver a la ciudad. El siete era sábado y mis colegas me animaron a que saliera de fiesta otra vez por la noche, pero yo me negué y al día siguiente cogí el autobús a primera hora. Sobre las once de la mañana ya estaba de nuevo en el chalet de Mónica y Fernando, a los que había avisado que iba a ir pronto.

Cuando llegué pensé que no iban a estar, pues los domingos solían pasarlos de excursión al aire libre, pero había salido un día de perros, hacía frío, viento y se habían quedado en casa. Me saludó Mónica con dos besos y Fernando con un apretón de manos.

―Te hemos preparado comida, comes con nosotros, ¿no? ―me preguntó Mónica.
―Sí, claro, pero voy a tener que cortarme un poco, he engordado mucho en Navidad ―dije intentado pellizcarme la poquita grasa que tenía por la zona del abdomen.
―Sí, uffff, estás gordísimo, jajaja ―intervino Fernando.

Además, había llegado justo a la hora a la que Mónica hacía los ejercicios y le pregunté si le podía acompañar.

―Subo un momento y me cambio.

En medio del salón, mientras Fernando ojeaba la tablet, Mónica y yo estuvimos haciendo fitness, le dije que me metiera caña que necesitaba sudar todo el alcohol que había bebido el fin de semana. Y allí estaba con Mónica, casi veinte días después del incidente de la piscina, como si nada hubiera pasado, viendo su culo en mallas bajar y subir mientras hacíamos cientos de sentadillas.

Yo llevaba un pantalón de deporte largo, pero muy ajustado, con el que marcaba paquete a lo bestia. Quería provocar a Mónica, que se fijara en mí, igual que yo lo hacía con ella, me daba absolutamente igual que Fernando estuviera delante, sin prestarnos atención, Mónica me ponía tanto que solo tenía ojos para ella.

Y su culo seguía igual que antes. Estaba claro que ella no había cogido ningún kilo en Navidad.

Cuando terminó conmigo me quedé tumbado en el suelo, no podía ni caminar, tenía temblor de piernas y hasta los glúteos me quemaban.

―Uffff, has sido muy cañera... ―dije boca arriba levantando suavemente el culo para descargar un poco de tensión.
―¿No decías que habías engordado?, jajaja...
―Mañana voy a tener agujetas, no me voy ni a poder sentar en la facultad...

Recogimos las esterillas del suelo y Mónica guardó el altavoz mientras se secaba el sudor de la frente con una toalla.

―Es una pena que no pueda acompañarte más días... ya empiezo las clases... ―dije chocando la mano con ella en un gesto de complicidad que Mónica me correspondió.

Subí a la habitación, la lluvia golpeaba en mi ventana y el día estaba tan desapacible que me apeteció mucho bajar a darme un baño a la piscina climatizada. Tampoco podía estar mucho tiempo pues quería ayudar a Mónica a preparar la comida y poner la mesa, así que sin perder tiempo me puse el bañador, una sudadera y las chanclas.

Al llegar al salón y verme así Fernando se quedó extrañado.

―¿Vas a la piscina?
―Sí, claro...
―Pues creo que Mónica también ha bajado...
―Ahhh, vaya... ―dije quedándome parado sin saber qué hacer.
―Pero no pasa nada, no creo que le importe.
―Ufff, no sé, no quiero molestar ―le dije a Fernando.

Era extraño que Mónica se estuviera bañando, pues ella lo solía hacer después de cenar, pero supongo que le habría pasado lo mismo que a mí, al estar así el día lo que más apetecía era meterte en el agua caliente y dejarse llevar. Yo no es que estuviera forzando un encuentro, ni nada, de hecho, creo que fue algo casual, porque yo tampoco había avisado a Mónica que iba a ir a la piscina, pero ya que estaba preparado seguí con mi idea inicial.

Al llegar a la zona de baño pude ver a Mónica con su bañador de cuerpo entero de color negro, ella se quedó sorprendida y yo actué como si no supiera que ella estaba allí.

―Anda, perdona, no sabía que estabas tú... ―dije sentándome en la silla que había junto a la piscina.
―Tranquilo, no pasa nada, no voy a estar mucho tiempo...

Quizás estaba demasiado reciente lo que había pasado el día que volvimos de fiesta y a pesar de eso, Mónica fue bastante respetuosa. Era evidente que no iba a invitarme a entrar con ella a la piscina, pero tampoco le debía gustar mucho que me quedara allí esperando a que saliera del agua. En cuanto la vi allí con el pelo mojado se me puso dura al instante y decidí no tensar mucho la cuerda y me despedí de ella subiendo al salón con su marido. Tampoco era plan de que me viera con una erección ya el primer día de mi vuelta de vacaciones.

―Luego vuelvo, no tengas prisa, tómate el tiempo que necesites ―dije antes de irme.

Un rato más tarde apareció Mónica por el salón con un albornoz y una toalla cubriendo su cuerpo.

―Ya tienes la piscina para ti solo... ―me dijo ella.

Fernando se debió acordar de algo y subió corriendo escaleras arriba para volver al momento con un paquete en la mano. Era un regalo para mí.

―No me acordaba, te han dejado un regalo los reyes... ―dijo dándome el paquete.
―Jo, pues muchas gracias, no teníais que haberos molestado, yo no os he comprado nada...
―No hace falta, es una tontería...

Los dos se quedaron expectantes mientras abría el envoltorio, y me encantó la sorpresa, era un albornoz azul de algodón que tenía muy buena pinta.

―Es de la misma marca que el de Mónica, dice que está genial... como os gusta tanto la piscina...
―A mí también me han traído uno los reyes ―dijo ella apretándose el cinturón que tenía a su cintura.
―¡Qué pasada!, muchas gracias, nunca había tenido uno de estos, pues mira, lo voy a estrenar ahora mismo ―dije abriendo el envoltorio y luego dando un abrazo a Fernando y dos besos a Mónica.

Encantado, volví a la piscina con mi nuevo albornoz. Es verdad que me había hecho mucha ilusión el regalo y bajé con él puesto ante la atenta mirada de mis caseros. Al entrar en la zona del agua me lo quité, dejándolo en una silla junto con la sudadera.

Me metí en la piscina y enseguida me vinieron a la cabeza los recuerdos de lo que había pasado con Mónica, me entraron unas ganas locas de quitarme el bañador y quedarme desnudo, pero estando Fernando por casa no me atrevía a hacerlo. Estaba seguro que Mónica no iba a venir, pero el sí podía acercarse por cualquier cosa y pillarme con el bañador fuera del agua.

Aun así, me bajé el bañador un poco y comencé a masturbarme fantaseando con Mónica, no podía dejar de pensar en sus caderas, en sus piernas, en sus tetas, en su pelo mojado y sobre todo en su trasero.

Su perfecto culo me estaba volviendo loco.

Excitado y más caliente de lo que había empezado finalicé mi baño y me fui a la habitación para cambiarme antes de ayudar a Mónica a preparar la comida. Los tres dimos buena cuenta de un pollo frito con patatas que ella preparó al horno y luego estuvimos recogiendo la cocina.

Subí a la habitación y estuve ojeando de nuevo las fotos de Mónica, las había visto tantas veces que ya me las sabía de memoria, incluso el orden en el que iban apareciendo. Estaba deseando que llegaran las siete de la tarde para que se fuera su marido y así nos quedáramos solos de nuevo.

Me eché la siesta, estuve estudiando y sobre esa hora salí de la habitación. Mónica y Fernando se estaban despidiendo y yo me quedé esperando en el salón a que ella viniera. Al poco apareció Mónica con una esterilla y un pequeño altavoz para hacer sus ejercicios de yoga.

―¿Te animas conmigo? ―me preguntó.
―Claro, te estaba esperando... ―contesté haciendo unos pequeños estiramientos.

Nos tumbamos en el suelo para realizar casi una hora de clase. Durante las vacaciones me había oxidado un poco, pero Mónica me ayudaba y de vez en cuando se ponía de pie y tiraba de mí hacia abajo ayudándome a flexionar un poco más. Me gustó que pusiera las manos en mi espalda y que no se cortara en tocarme. Eso era muy buena señal.

Al final de la clase estaba cansado, pero relajado, pues a Mónica le gustaba dejar los últimos minutos para hacer unas cuantas respiraciones diafragmáticas y terminar bien relajados.

―Puffff, entre lo de esta mañana y ahora esto, creo que voy a dormir como un bebé ―bromeé yo.
―Pues yo creo que también... bueno, me pongo una sudadera y voy a preparar la cena.
―¡Genial!, aunque no ha pasado mucho tiempo, puede parecer una tontería, pero echaba de menos estar aquí...
―Eso es buena señal.
―Sí, de que estoy muy a gusto.

Estuvimos cenando juntos y me gustó porque parecía que todo seguía igual entre nosotros. El pequeño affair de la piscina no había hecho que Mónica cambiara su comportamiento hacia mí. Me estuvo preguntando qué es lo que había hecho en vacaciones y yo le conté mis salidas nocturnas y cuando llegaron las nueve de la noche me dijo que se iba a dar su baño diario.

Yo también tenía ganas de volverme a meter en el agua, pero no quería forzar un encuentro con ella, así que estuve haciendo tiempo en la habitación y con el calentón que llevaba acumulado de todo el día me quedé desnudo y tan solo me puse el albornoz azul antes de bajar a las diez menos cuarto. En cuanto me até el cinturón ya llevaba una buena erección por debajo de la tela y me dio mucho morbo pasearme así por la casa.

Supuse que Mónica ya no iba a estar en la piscina, pero otra vez me equivoqué y al llegar allí ella todavía se encontraba en el agua. ¡Menudo corte! Yo desnudo con el albornoz puesto no sabía qué hacer y me senté en la silla a esperar a que saliera.

―¡Nada, no cuadramos bien los horarios!, perdona otra vez... de verdad que pensé que ya no estabas ―me disculpé en serio.
―Ha sido culpa mía, me he retrasado un poco, se me ha hecho un poco tarde... ahora salgo...

Vino hacia mí subiendo las escaleras con un bañador azul oscuro de cuerpo entero y en cuanto la vi salir del agua se me puso más dura todavía. Con el reflejo de la luz en el agua parecía una imagen celestial y con toda la tranquilidad del mundo se inclinó hacia delante para escurrirse el pelo delante de mí.

―Toda tuya, puedes entrar cuando quieras... ―me dijo.
―Sí, sí, ahora voy ―disimulé como pude poniéndome de pie y haciendo tiempo.

No sabía por qué tardaba tanto en irse, pero los dos minutos que estuvo fuera del agua se me hicieron interminables, y yo allí como un gilipollas esperando a que me dejara solo para poder quitarme el albornoz. Ni remotamente ella se podía imaginar que no llevaba nada debajo.

―¡Te queda muy bien! ―me dijo Mónica.
―¿Perdona?
―El albornoz, que te queda muy bien...
―Ahhh, gracias, la verdad es que es muy calentito y súper suave, no me apetece quitármelo...
―¿No te metes en la piscina? ―me miró Mónica extrañada.
―Sí, ya voy...
―Pero, ¿te pasa algo?, estás muy raro...
―No, no... es una tontería...
―Me lo puedes contar si quieres, no me voy a asustar.
―No, no es nada importante...
―A ver, ¿qué te pasa?
―Que da igual Mónica, déjalo, en serio... ¡es que me da vergüenza!
―Vergüenza, ¿por qué?
―Pues, es que no llevo nada debajo... ya sabes... he bajado sin bañador... ―dije girándome un poco para darle la espalda a Mónica―. De verdad, no pensé que estarías aquí...
―Ahhh, perdón ―dijo tapándose la boca mientras se le escapaba una pequeña sonrisa―. No me imaginaba que era eso, ya me voy y te dejo tranquilo, venga, hasta mañana...

Y se puso rápido una toalla en el pelo dejándome solo y ya no la volví a ver hasta el día siguiente. No me había salido nada mal la interpretación, cuando bajé no sabía que Mónica estaba en la piscina, pero luego me había hecho el tímido para terminar confesándole que estaba desnudo bajo el albornoz. Había sido un tipo de provocación indirecta. No sé qué pensaría Mónica de que me bañara así en su piscina, aunque sabía que no era la primera vez que lo hacía, pues no solo me había visto, sino que incluso se había metido conmigo en el agua.

Me quité el albornoz dejándolo caer en la silla y me encantó meterme completamente desnudo en el agua. Ahora sí que llevaba una empalmada tremenda y durante la media hora que estuve en la piscina no se me bajó ni un ápice la erección. Subí al baño a darme una ducha rápida para quitarme el olor a cloro y estaba ya tan cachondo que tuve que masturbarme para correrme de pie mientras el agua me caía por la cabeza.

Al día siguiente comenzaba de nuevo la universidad y ya tenía ganas de encontrarme con mis compañeros, especialmente con Elvira.




18




Me levanté contento, descansado y deseando ir a la universidad. Saludé a Mónica que estaba estudiando en el salón, desayuné en la cocina y veinte minutos antes de las ocho salí para la facultad. Esperé en la puerta de clase a que fueran llegando mis amigos, la primera fue Elvira, con la que me di dos besos, se había hecho un piercing nuevo en la nariz y apenas me dio tiempo a hablar nada con ella, luego aparecieron Iván, Pablo y por último Sergio.

Pasamos al aula y Sergio me dio un pequeño puñetazo en el muslo.

―Vamos, tío, ¿dónde te metes?, que no das señales de vida...
―No he parado en todas las vacaciones.
―Mira, mira... ―dijo señalando hacia Paula que se había sentado delante de mí con una falda corta de color rojo, unas medias de dibujos y unos náuticos en los pies―. Más pija y no nace, jajaja... la que ha venido guapa ha sido Elvira, con esos pantalones de cuero y se ha puesto otro aro de esos en la nariz, oye, pues no le queda nada mal...

Sergio tenía razón, ese piercing nuevo le sentaba genial y con los pantalones de cuero y una camiseta negra de manga larga marcando tetas a lo bestia, había venido muy guapa. Hasta el pelo parecía que lo tenía distinto, con su melena rubia más suelta y con el flequillo peinado hacia un lado.

En el descanso estuve hablando un rato con ella en la cafetería, y por la tarde quedamos para estudiar en mi casa. Ya se acercaban los exámenes del primer cuatrimestre, aun así, Sergio insistió que quería salir de fiesta el fin de semana.

―Venga, chicos, la última antes de los exámenes...
―Si queréis preparamos algo en la bodega, ya sabéis que no me importa... ―les invité yo.
―Ahhh, pues genial, se lo podemos decir a Mónica si se anima a cenar con nosotros ―dijo Sergio.
―Ok, se lo comentaré...

En cuanto sonó el timbre de las dos salí disparado para casa, tenía bastante hambre y quería echarme un poco la siesta antes de que viniera Elvira a estudiar. Cuando llegué al chalet Mónica ya tenía la comida preparada, una sopa calentita y carne guisada.

―El viernes van a venir estos a la bodega para cenar, solo quería avisarte, me han dicho los compis que estarían encantados si nos acompañas, ya sabes que estás invitada.
―Creo que Fernando no trabaja el sábado, así que estará aquí y cenaré con él, pero muchas gracias por acordaros de mí.
―Bueno, ¿y qué tal el día?
―Pues ya sabes, Adrián, como siempre, estudiar, he hecho mis ejercicios y preparar la comida... seguro que el tuyo ha sido más entretenido.
―No te creas, cinco horas de clase, uffff... tenía ganas de ver a estos, pero se me han hecho pesadas... he quedado para estudiar con Elvira, vendrá luego, sobre las cuatro y media, hay que apretar, que tenemos los exámenes encima.
―Me alegro que sigas quedando con ella, luego cuando venga la saludo.

Recogimos rápido y subí a la habitación a descansar. Puntual llegó Elvira y escuché desde arriba cómo Mónica le abría la puerta. Se quedaron un rato hablando y a los diez minutos apareció por mi cuarto. No se había cambiado de ropa y venía igual que por la mañana, solo que esta vez se había quitado el sujetador.

Se le marcaban descaradamente sus tremendas tetazas en aquella camiseta negra de manga larga tan ajustada. Se le notaba cada pliegue de sus pechos, el tamaño de las areolas, los pezones haciendo presión sobre tela y se le movían desvergonzadamente a cada pequeño movimiento que hacía.

¡Había venido fuerte, Elvira!

―Te has puesto un piercing nuevo en la nariz...
―Sí, mi madre se ha enfadado conmigo, pero bueno, ya se le pasará, está acostumbrada.
―Pues no es por llevarle la contraria a tu madre, pero te sienta genial... te hace hasta la cara distinta.
―Ahhh, gracias... eso me han dicho mis amigas...

Me sorprendió que hablara de sus amigas, nunca había hecho mención a ellas y no las conocíamos, además, Elvira solía salir todos los fines de semana con nosotros, por lo que no sé cuándo quedaría con ellas, pero no quise preguntarle por eso.

Estuvimos más de tres horas estudiando, de vez en cuando nos tomábamos un pequeño descanso y después volvíamos a la carga. Elvira aprovechó una de las veces para bajar a hablar con Mónica, con la que cada vez se llevaba mejor, y sobre las ocho se fue a su casa. Tengo que reconocer que aquella tarde Elvira me puso extremadamente cachondo con la puñetera camiseta, y tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no caer en la tentación.

Durante la cena estuvimos hablando de ella y Mónica también se dio cuenta de lo sugerente que había venido Elvira.

―Creo que te está queriendo decir algo...
―¿Tú crees?
―Pues, claro...
―Hoy estaba, ufffff, ehhh... creo que venía sin sujetador...
―Sí, yo también lo creo... eso es que va a por todas...
―No sé cómo he podido resistirme...
―¿Ya te has aclarado respecto a Elvira en las vacaciones?
―Pues no... me gusta mucho, me lo paso genial con ella, y congeniamos bien en todo...
―Pero... porque tal y como lo has dicho viene un pero...
―Pero, no sé... no me la imagino siendo mi novia...
―No estás pillado por ella, o no tendrías esas dudas.
―Eso pienso yo, además, este año, sin ir más lejos, he descubierto lo que es estar pillado por una chica... y por Elvira no siento eso...
―Bueno, no hay que forzar las cosas, sois muy jóvenes, tenéis toda la vida por delante, disfrutad lo que podáis, sin darle más vueltas...
―Sí, eso iba a hacer, de todas formas, muchas gracias, Mónica, no sé, siento que tú me entiendes perfectamente cuando te cuento estas cosas...
―Soy tu consejera, jajaja ―dijo de bromas.
―Mi consejera del amor, jajaja, no en serio, gracias de verdad.
―Pues si no tienes más consultas tu consejera se va a pegar un baño, si no te vuelvo a ver, que descanses...
―Luego iré yo, después de estar todo el día estudiando también me apetece darme un chapuzón y luego a dormir...
―A las nueve y media ya habré terminado...
―De acuerdo.

Estuve sentado en la cama haciendo tiempo hasta que terminara Mónica. Era verdad que me había costado no enrollarme por la tarde con Elvira, llevaba tanto tiempo sin verla y había venido tan sugerente con esa camiseta que había hecho verdaderos esfuerzos para ser un chico bueno y solo estudiar con ella. Pero uno no es de piedra y entre las tetazas de Elvira y la tensión sexual que me producía estar todo el día a solas en el chalet con Mónica estaba que me subía por las paredes.

Sin cortarme un pelo me quedé desnudo y me puse el albornoz por encima, ya le había confesado a Mónica mi pequeño secreto y parecía no importarle, así que a partir de ahora cuando no estuviera Fernando en casa iba a bajar sin nada a la piscina. Si me pillaba Mónica, pues que lo hiciera.

¿Qué es lo peor que me podría pasar?

Atento escuché la puerta del salón que comunicaba con la bodega, Mónica ya subía de la piscina y yo salí inmediatamente con mi albornoz azul y me crucé con ella por la escalera.

―Buenas noches, disfruta del baño... ―me dijo Mónica.
―Buenas noches.

Ya lo creo que iba a disfrutar, eso no tenía ni que decírmelo, me dio mucho morbo ver cómo venía a la habitación con su albornoz y cruzarme con ella sin llevar nada debajo. ¿Se imaginaría ella que yo iba desnudo?

Eso es lo que quería que pensara cuando me viera así, que fantaseara conmigo, que estando a solas en su habitación se tocara pensando en mí, imaginando mi polla erecta bajo el albornoz y sabiendo que iba a estar completamente desnudo en la piscina.

Desnudo y empalmado bajo el agua, en su refugio privado y particular.

La experiencia de quitarme el albornoz, dejarlo en la silla y quedarme desnudo me era súper placentera. Me recreaba en esa sensación y entraba despacio en la piscina, sin ninguna prisa, con una excitación morbosa y prohibida que degustaba a fuego lento.

Dentro del agua me masturbaba un rato, y cuando estaba a punto de eyacular nadaba unos minutos hasta que se me pasaba el calentón y así vuelta a empezar. Me quedaba de pie, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados, pensando en Mónica mientras me la meneaba, pero aquella noche también fantaseé con Elvira y sus pesadas tetas.

¡Menuda tardecita me había dado!

Así estuve casi una hora, hasta que ya no pude más y salí del agua. Estaba tan cachondo que me recosté en la hamaca que había al lado de la piscina y me terminé la paja corriéndome sobre mi propio cuerpo.

Después de limpiarme con un papel y ponerme el albornoz, subí a mi cuarto de baño, me pegué una ducha y me acosté hasta el día siguiente.

El resto de la semana fue igual, comía y cenaba con Mónica y Elvira venía todas las tardes a estudiar, sin excepción. Conseguí aguantarme y no caer en la tentación de enrollarme con ella en mi habitación, me gustaba estudiar con Elvira, que además, me ayudaba un montón y eso era algo que no quería estropear. Lo que también se convirtió en rutina fue lo de masturbarme todas las noches en la hamaca cuando salía de la piscina.

Me tumbaba completamente desnudo con el morbo de que Mónica me pudiera pillar, cosa bastante poco probable, pero la posibilidad, por mínima que fuera, de que pudiera venir alguna vez, estaba ahí. Y ese juego peligroso le daba un plus de morbo a mis pajas en la piscina.


El viernes habíamos quedado para cenar todos los amigos de la facultad en la bodega del chalet, por desgracia para nosotros, Fernando había regresado de su trabajo de Madrid y Mónica no nos iba a acompañar esta vez, aun así, me ayudaron a tener la estancia a punto encendiendo la chimenea y preparando la cena. Yo les quise invitar a los dos, pero prefirieron dejarnos a nuestro aire.

Al principio de la noche echamos bastante de menos a Mónica, pero en cuanto empezamos a beber nos olvidamos de ella. Ya solo teníamos ojos para Elvira. Y cuando se calentó la estancia y se quitó la sudadera estaba increíble con una camiseta blanca de tirantes. Todo en ella llamaba la atención, su mirada felina, el color de sus uñas, los anillos que llevaba por los dedos, los piercings de la boca y la nariz, el súper tatuaje de su brazo derecho, los pequeños tatoos que adornaban sus muñecas, espalda, y nuca, pero lo que más nos impactaba eran sus tetazas.

Todos nos quedamos mirando como pasmarotes sus bamboleantes y sensuales pechos. Sabía jugar con eso y cada mínimo movimiento era una provocación para nosotros que nos derretíamos ante los encantos de nuestra rubia compañera.

Yo tenía más que decidido que aquella noche me la iba a follar, había pasado casi un mes desde la última vez que nos habíamos acostado y no me podía aguantar más. Borrachos y sobre la una de la mañana salimos del chalet y fuimos a un bar a tomarnos un par de cachis. Yo miré a Elvira y vi que ella me correspondía, también podía sentir el deseo que ella tenía hacia mí.

Terminamos, como de costumbre, en El jardín del Edén, y sobre las cuatro, mientras Sergio se enrollaba con una chica que acababa de conocer, el resto decidimos dar por terminada la fiesta.

―Hoy te acompaño yo a casa... ―le dijo Iván a Elvira.

Es verdad que a Iván le pillaba de paso, pero iba a fastidiarnos nuestros planes. El resto del grupo no sabía que Elvira y yo follábamos los fines de semana, pero tampoco habíamos quedado en nada esa noche. Elvira me miró esperando que dijera algo y la sacara del apuro.

―Voy con vosotros ―dije yo―. Así me doy un paseo...

Dejamos a Sergio dentro de la discoteca, nos despedimos de Pablo y fuimos andando despacio Iván, Elvira y yo hasta su casa. Cuando llegamos nos despedimos de ella con dos besos y luego cada uno nos fuimos en una dirección. En cuanto crucé la esquina llamé por el móvil a Elvira y esta me contestó rápido.

―Oye, lo siento, esta noche me apetecía que vinieras a casa, tenía ganas de estar contigo...
―Yo también, bueno, otra vez será...
―Estoy aquí, todavía no me he ido.
―Ufff, no sé si voy a poder bajar, ya me ha visto entrar mi madre.
―Invéntate cualquier cosa, te espera en tu portal.
―Joder, Adrián... ¿y qué le digo yo ahora a mi madre?, son casi las cinco de la madrugada...
―Bueno, da igual, otro día será...
―¿Quieres quedar mañana?, si te apetece voy a estudiar un rato contigo... aunque sea sábado.
―Vale, me parece bien... pues mañana nos vemos.
―Venga, un beso.
―Un beso.

Al final la noche no había terminado como me hubiera gustado y solo y con un frío de mil demonios me volví a casa. Al menos había quedado con Elvira al día siguiente y aunque no nos lo hubiéramos dicho con claridad, estaba claro que la cita de estudios llevaba bastante implícito que los dos teníamos muchas ganas de follar.

Antes de irme a dormir me di una vuelta por la bodega, más o menos había quedado recogida, pero le di otra barrida y limpié bien la mesa para que Mónica la viera impoluta por la mañana. Seguro que cuando se levantara era lo primero que iba a hacer. Comprobar cómo lo habíamos dejado.

Sin ganas de dormir, borracho y cachondo, no sabía qué hacer, me acerqué a la zona de la piscina, pero esta vez, no me apetecía bañarme. Me senté en la silla viendo el reflejo del agua intentando recuperarme de la que llevaba encima. Los oídos todavía me zumbaban debido al volumen de la música en la discoteca y una vez más relajado me recosté en la tumbona que había junto al agua.

Cerré los ojos y me saqué la polla, comencé a masturbarme suave, despacio, fantaseando con Mónica y las tetas de Elvira. Estaba tan a gusto que creo que me quedé dormido. Mañana sería otro día.

―¡Adrián, Adrián!, ¿estás bien? ―sentí que me llamaban.

No sabía si era un sueño o qué estaba pasando, de repente me desperté sobresaltado, era Mónica la que asustada me zarandeaba por los hombros. Desubicado sin saber dónde estaba me incorporé en la hamaca.

―¿Qué pasa?, ¿qué hora es?

Entonces miré hacia abajo y tenía la polla fuera y una estrepitosa corrida por encima del jersey. ¡Qué puta vergüenza! ¡Me había hecho una paja y me había quedado dormido después! Y claro, Mónica al verme en ese estado se había asustado.

―Ehhh, lo siento, me he dormido, tranquila estoy bien... ―dije incorporándome a duras penas y guardándome el pito en el pantalón―. ¿Qué hora es?
―Son las siete... ¿seguro que estás bien, Adrián?
―Sí, sí, tranquila, me subo a dormir... ehhh, perdona...

Salí de la bodega como pude, y llegué a la habitación a duras penas. Se me había pasado la borrachera de golpe, me senté en la cama y me puse las manos sobre la cara.

―¡Dios, pero qué he hecho!, soy gilipollas... ¡joder, la he cagado, pero bien!... ¡soy gilipollas!

Después de ponerme el pijama intenté dormir, pero estaba tan abochornado por lo que acababa de pasar que me era imposible. ¿Qué habría pensado Mónica al verme así? Al final el agotamiento fue más fuerte que mi moral y pude descansar cinco horas más. Cuando volví a despertarme eran las doce de la mañana y solo de pensar en lo que había hecho no me atrevía ni a salir de la habitación.

Lo primero que hice fue pegarme una ducha, ventilar la habitación y bajar a la cocina. Tenía más hambre que un león. Fernando estaba viendo la tele y Mónica acababa de terminar sus ejercicios y estaba trasteando en la cocina a punto de preparar unas alubias para comer.

―¡Buenos días!
―¡Buenos días, Adrián! ―dijo Mónica como si no hubiera pasado nada.
―Ehhh... siento muchísimo lo de anoche, perdóname de verdad, ¡me da mucha vergüenza que me vieras así!
―No te preocupes ―me susurró ella en bajito―. No pasa nada, es que bajé a dar una vuelta antes de ponerme a estudiar y me asusté al verte ahí tirado, pensé que te había pasado algo, como estabas así...
―¡Lo siento! ¡Vaya corte!, espero que no te enfades conmigo y... ¿Fernando qué ha dicho?
―Tranquilo, no le he contado nada... son cosas que pueden pasar... esto queda entre tú y yo, ¿de acuerdo?... y por mi parte no te preocupes, ya está todo olvidado, como si no hubiera visto nada...

Era increíble la facilidad que tenía Mónica para decir siempre las palabras adecuadas. Dos minutos con ella y ya me había quitado toda la preocupación por el incidente nocturno. Me había encontrado junto a la piscina dormido, borracho, con la polla fuera y una corrida encima de mi estómago y actuaba con absoluta naturalidad. Como si fuera lo más normal del mundo.

―Luego va a venir Elvira a estudiar... ―cambié de tema para no seguir dando vueltas a lo mismo y dejar zanjada “la pillada”.
―Ahh, muy bien, ¿hoy no salís?
―No, la de anoche fue la última en una buena temporada, ahora empiezan los exámenes y hasta que no terminemos...
―Pues como es sábado di a Elvira que se quede a cenar con nosotros, así aprovecháis más la tarde.
―Vale, me parece genial, ahora le mando un mensaje y se lo digo... ¡bueno, al menos deja que te ayude a preparar la comida! ¿Sabes que estoy hasta aprendiendo a cocinar contigo?
―Eso está muy bien... me he echado un buen ayudante de cocina...
―Jajaja, muchas gracias.

Puntual, como de costumbre, llegó Elvira y en cuanto escuché el timbre salté de la cama lanzándome escaleras abajo para abrir la puerta. Nos saludamos con un beso en la mejilla y pasamos al salón para que dijera “hola” a Fernando y Mónica que estaban en el sofá acurrucados viendo una película.

Al llegar a la habitación sacamos los apuntes de matemáticas empresariales y en la mesa escritorio, separados por medio metro, comenzamos a estudiar. Entre la ayuda de Elvira y que habíamos llevado la asignatura casi al día lo teníamos ya mascado y era un examen que apenas me preocupaba.

No llevábamos ni una hora estudiando cuando me puse de pie, me gustaba cómo se acaloraba Elvira cuando estaba concentrada, y casi ni se dio cuenta cuando apoyé las manos en sus hombros para hacerle un pequeño masaje.

―Siento lo de ayer... tenía muchas ganas de estar contigo...

Ella cerró los ojos dejando caer la cabeza hacia atrás.

―Mmmm... ¡qué bueno!, ni se te ocurra parar...
―No sabía qué decirle a Iván... ninguno sabe que nos hemos enrollado alguna vez y...
―Lo sé, a mí me pasó igual.

Despacio bajé la cremallera de su sudadera negra y debajo llevaba un top cortito con escote palabra de honor con el que enseñaba el ombligo. Pasé las manos hacia delante y acaricié sus tetas unos segundos antes de tirar del top hacia abajo y descubrírselas. No llevaba sujetador y Elvira se mostraba impúdica y desvergonzada mientras le sobaba sus enormes pechos.

―Ufffff, me encantan, ¡tienes unas tetas perfectas!

Elvira se puso de pie y me dio un beso comiéndome la boca con ganas, se notaba que ella también estaba caliente y tenía hambre de sexo. Su mano me palpaba con fuerza el paquete y me apretó la polla por encima del pantalón de chándal. Casi me obligó a que me sentara en la cama y ella se desnudó de cintura para arriba.

Con un ligero tirón me bajó el pantalón y los calzones hasta los tobillos y se puso de rodillas delante de mí para meter mi erecta polla entre sus calientes pechos. Tenía las tetas tan gordas que mi polla se perdió entre esas dos masas de carne tan calientes y ella se las apretó por los lados haciendo presión y comenzó a hacerme una maravillosa cubana.

Me gustaba la cara de vicio que ponía Elvira y dejó caer un pequeño salivazo en la punta de mi polla para que resbalara mejor entre sus pechos. Lo hacía de una manera increíble, a un ritmo justo, con la presión exacta y cuando mi verga desaparecía le daba un golpe fuerte hacia abajo hasta que asomaba mi capullo entre aquellas dos majestuosidades.

―¡Joder, qué bueno!

Luego me miró a los ojos y se agarró la teta en la que llevaba el piercing, tiró hacia arriba y comenzó a lamerlo sin perderme de vista. Pasaba la lengua por la barra metálica haciendo círculos alrededor y después se metió todo el pezón en la boca chupándoselo con fuerza. Con un gemido lo dejó caer y su pesado pecho cayó a plomo hacia abajo.

Volvió a sujetarme la polla metiéndola entre sus tetas unos segundos más y después bajó el cuello para comenzar a chupármela. Yo quería lamer su cuerpo entero, comérmela, follármela por todos sus agujeros, pero Elvira no me daba tregua con su boca y cuando me metió un dedo por el culo mientras mi polla ya rozaba su garganta, quise avisarle que me iba correr.

Pero eso Elvira ya lo sabía. Empezaba a conocerme demasiado bien.

Descargué en su boca sin que ella dejara de chupármela ni un segundo y cuando terminé se levantó sentándose sobre mi paquete. Quería que viera bien lo que iba a hacer. Dejó caer mi semen sobre sus pechos y se los restregó ansiosa brindándome un espectáculo demasiado guarro hasta para mí.

Me pregunté dónde habría aprendido Elvira a hacer esas cerdadas que me volvían tan loco. Cuando terminó su numerito las tetazas le brillaban en una mezcla de su saliva y mi semen y yo ya estaba completamente empalmado de nuevo.

Estuvimos casi dos horas follando sin parar en varias posturas, hicimos de todo, azotes, mordiscos, sexo anal, el 69 y terminé la sesión corriéndome dentro de su culo. Cuando terminamos, el cuerpo de Elvira tenía marcas de guerra por varios sitios.

¡Espectacular!

Seguro que Mónica y Fernando nos habían escuchado desde el salón, los gemidos de Elvira eran demasiado escandalosos y yo no me había reprimido con los azotes, castigando su pequeño culito sin piedad, hasta dejárselo completamente rojo. Pero eso parecía encantarle a Elvira, cuanto más fuerte le pegaba más placer sentía al correrse.

Incluso nos duchamos juntos y sobre las ocho bajamos a la cocina. Mónica estaba preparando la masa para hacer unas pizzas caseras.

―¿Qué tal “los estudios”? ¿Os ha cundido la tarde? ―nos preguntó con cierta ironía.
―Sí, no ha estado nada mal, ¿hemos aprovechado bien, no? ―le dije a Elvira.
―Sí, yo creo que vamos a sacar un diez en matemáticas empresariales...

Después de cenar acompañé a Elvira a su casa y me vino bien el paseo para despejarme. Al regresar me pegué un baño en la piscina y a las diez y media ya estaba dormido. Creo que esa noche descansé por lo menos doce horas.

Me levanté fresco y con ganas de hacer deporte, Mónica y Fernando tenían todo organizado para hacer una pequeña excursión.

―¿Te apetece venir con nosotros? ―me preguntó Mónica.
―No, gracias, voy a salir un rato a correr y luego me voy a quedar estudiando...
―Vale, tienes un poco de pisto en el frigo, hazte un huevo o lo que quieras para comer.
―Perfecto, muchas gracias otra vez.

Estuve casi una hora corriendo a buen ritmo y cuando llegué a casa me pegué una ducha, comí temprano y después de dormir la siesta estuve estudiando solo casi un par de horas. Tenía que recuperar el tiempo perdido ya que el día anterior apenas había hecho nada. Salvo follar con Elvira.

A media tarde regresaron Mónica y Fernando de su excursión por el monte y sobre las siete, como hacía cada domingo, Fernando se fue a trabajar a Madrid. Ayudé a Mónica a preparar la cena y estuvimos hablando un poco de cómo se presentaba la semana. Antes de despedirme de ella quise volver a disculparme por lo que había pasado el viernes por la noche.

―Lo siento mucho, Mónica, me da mucha vergüenza que me encontraras así... ufffff... debía ir muy borracho.
―Te he dicho que no le des más vueltas, por mi parte está olvidado.
―De acuerdo.

No me quiso comentar nada de la tarde anterior con Elvira, pero nos debían haber escuchado con toda seguridad, los gemidos y gritos de Elvira durante más de una hora les tenían que haber llegado al salón, aunque eso me daba igual, me daba morbo que Mónica nos oyera follar y los gritos de Elvira mientras se corría de manera tan escandalosa. Mónica debería pensar que era un amante de primera, aunque sinceramente, a ninguna chica le había hecho gemir como lo hacía con Elvira.

Por la noche estaba muy tranquilo en mi habitación, Mónica no había querido dar ninguna importancia a lo del viernes por la noche, cuando me encontró borracho, con la polla fuera y mi propia corrida bañando mi cuerpo, es más, creo que aquello había mejorado nuestra relación y la confianza que teníamos el uno en el otro iba en aumento. Hasta me había dicho que ese sería nuestro pequeño secreto y ni tan siquiera le había comentado nada a su marido de ese pequeño incidente. Mejor así, Fernando era muy buena gente, pero no me apetecía que supiera que su mujer me había encontrado junto a la piscina en ese estado.

Lo malo es que ahora iba a pasar casi un mes sin poder salir de fiesta y así me iba a ser muy difícil intentar nada con Mónica. Iba a aprovechar ese tiempo para afianzar mi relación con ella y luego estar preparado si surgía la ocasión.

Ahora tenía que concentrarme en los exámenes.
 
19



El martes a media mañana volvió a quedar con Sandra. Había cambiado los ejercicios de fitness por tomarse un café con su mejor amiga. Se pidieron dos desayunos y Mónica sacó del bolso el libro que le había prestado su amiga semanas atrás.

―¿Qué tal? ¿Lo has leído?
―Sí.
―¿Y?
―No ha estado mal, entretenido ―dijo Mónica mientras abría su croissant a la plancha para untarlo de mermelada de fresa y mantequilla.
―¿Entretenido?, cuéntame un poco más, yo es que es ver la portada y ya mojo las braguitas, jajaja.
―Jajajaja, ¡qué exagerada!
―He leído que en abril van a sacar el segundo, hasta que salga yo creo que me voy a leer este dos veces más, como mínimo...
―Pues sí te ha gustado, hay demasiados libros como para leer el mismo tantas veces...
―Es que me pone mucho... ¿a ti no te ha puesto tontorrona?
―Jajaja, puede que un poco... ―contestó Mónica ruborizada.
―Mmmmmmmm, ya, un poco, eso es que te has tocado como una loca...
―¡Sandra, por diosss!
―Era broma, jajaja, yo es que es solo fantasear con lo que pasa en el libro y... uffff...
―Bueno, a mí no me hace falta fantasear, tengo “las cincuenta sombras” en mi propia casa.
―¿Cómo dices?
―Sí, maja, Adrián y su amiga, no veas como les gusta el tema... sin ir más lejos el sábado por la tarde.
―Cuenta, cuenta ―dijo Sandra mordiéndose los labios y cruzando con fuerza las piernas―. Ya me estoy poniendo cachonda y... venga, no escatimes en detalles, ¿qué pasó el sábado por la tarde?
―Pues vino una amiga suya a estudiar a casa, suele venir todas las tardes y se pusieron al tema, vamos que estuvieron dos horas dale que te pego...
―¡Joder, qué morbazo!
―¿Y los escuchasteis?
―Sí y eso que estábamos abajo, en el salón viendo una peli, cuando nos llegó el primer gemido Fernando bajó la tele y nos entró la risa...
―¿Gemían mucho?
―No solo eso, creo que estos también se han debido leer el libro porque...
―¿Por qué...?
―Pues que también tiene la mano muy suelta, ya me entiendes...
―¿Le pegaba azotes a su novia?
―Yo creo que eran más que azotes, porque no veas cómo sonaba...
―Buffff, calla, calla, no me digas más... mmmmmm, me derrito... ¿y no te puso cachonda escucharlos?, porque yo no me hubiera podido controlar y me hubiera hecho un dedazo al momento...
―Jajaja, ¡qué bruta eres!
―Jajajaja... vaya, vaya, qué sorpresa, así que a tu universitario le gustan los azotes...
―Pues eso parece.
―¿Y Fernando qué decía?
―Nada, que va a decir... aunque últimamente parece que ya se ha recuperado, nos va muy bien ahora... en todos los sentidos... ―dijo Mónica subiendo las cejas hacia arriba.
―Mmmmmm, ¡cómo me alegro, tía!... oye, esto hay que celebrarlo, a ver si llamamos un día a María y salimos de fiesta las tres... que hace mucho que no quedamos...
―Me parece perfecto...

Después de desayunar Mónica volvió a casa, tenía que preparar la comida y terminar de recoger la casa antes de que llegara Adrián de la facultad. Se alegró de haber quedado con Sandra, era su mejor amiga y con la que tenía más confianza para contarle todo tipo de cosas. Sin embargo, aquella mañana no había sido sincera con ella del todo.

Se guardó lo que pasó el sábado por la tarde mientras escuchaban follar a Adrián y Elvira. Fernando bajó el volumen de la tele y al principio les entró la risa, pero poco a poco se fueron poniendo tontorrones y su marido empezó a besarla por el cuello. Aquello hizo que casi se derritiera y Mónica metió la mano por dentro del pantalón de Fernando y le sacó la polla.

Su marido se inclinó hacia atrás y Mónica comenzó a meneársela, hacía muchísimo tiempo que no le hacía una paja, y esa tarde de sábado, medio tapados por una pequeña mantita decidió masturbar a su marido. Ella también estaba muy excitada, escuchar follar a los chicos hacía que se encendiera por completo y los azotes que le soltaba Adrián a Elvira retumbaban por toda la casa.

Mientras pajeaba a Fernando volvió a sonar un azote con fuerza en la habitación de arriba y Mónica se mordió los labios a la vez que susurró un “dios” muy bajito. Fernando se dio cuenta de que su mujer estaba pendiente de lo que pasaba con los chicos y lo caliente que se estaba poniendo.

Hacia tanto tiempo que no sentía la polla dura de su marido en la mano, que empezó a recrearse en la paja que le estaba haciendo y cada azote que sonaba era casi como si se lo dieran a ella, pues sentía una punzada en el estómago y su coño comenzó a palpitar literalmente. Jadeaba en bajito, avergonzada de que su marido se diera cuenta de lo que cachonda que se estaba poniendo, pero no lo podía evitar, ¡los gritos de placer de Elvira eran tan sensuales!

Y sonó otro azote más, Mónica cerró los ojos y a la siguiente cachetada abrió la boca y se le escapó un pequeño gemido “ahhh”, entonces Fernando bajó la mano y se la metió por el elástico de sus mallas acariciando su coño.

Mónica abrió un poco las piernas para que su marido pudiera acariciarla mejor, y ella a su vez seguía masturbándole sin aumentar el ritmo. Se estaban pajeando bajo la manta, como dos adolescentes con el volumen de la tele al mínimo.

Sentía lo mojada que estaba y los dedos de su marido resbalaban con facilidad en su interior, incluso se escuchaba el chapoteo de su coño mientras Fernando no dejaba de follarla con un par de dedos. Se inclinó hacia su marido para darse un beso con él y de repente comenzó a gimotear mirando fijamente a Mónica.

―¡Ohhhh, ohhhhh, voy a terminar! ―exclamó Fernando.

Fue demasiado para él ver la cara de excitación que ponía Mónica con los ojos semi cerrados y de repente explotó bajo la manta comenzando a correrse al ritmo de la mano de su mujer. Cuando terminó se quedó parado, pero Mónica tenía ganas de más.

En la habitación de arriba seguían follando sin descanso y Fernando se había corrido en apenas cinco minutos dejándola a medias.

―¿Estás bien?, ¿quieres que siga? ―preguntó él limpiándose con una servilleta.
―No, da igual...

Y subieron el volumen de la tele y siguieron viendo la película como si nada. Cuando esta terminó Mónica fue a la cocina a preparar la masa de las pizzas y desde allí todavía se escuchaban los gemidos que venían de la habitación de Adrián. Al poco los chicos bajaron y le estuvieron ayudando a decorar las masas antes de meterlas en el horno.

Elvira bajaba completamente acalorada en camiseta de manga corta y tenía un brillo especial en los ojos, lo mismo que Adrián, que después de haberse corrido tres veces había quedado muy cansado, pero satisfecho. Al terminar de cenar los chicos se fueron y Mónica subió a prepararse antes de su baño diario.

Mientras se ponía el bañador estaba excitada, rabiosa, húmeda y se acarició suavemente para comprobar lo sensible que se encontraba. Estuvo a punto de quitarse el bañador y bajar desnuda bajo el albornoz como había hecho Adrián. Solo de pensar en esa posibilidad hizo que se calentara más, pero su marido podía verla así e incluso Adrián si volvía pronto y luego aparecía por la piscina mientras ella estaba en el agua desnuda.

Su mente fantaseó unos segundos con esa escena, Adrián esperando fuera del agua, sentado en la silla y ella en la piscina sin bañador intentando pensar en una solución para poder salir. Finalmente se puso el bañador y cuando se metió en el agua se acordó de lo que había pasado el viernes por la noche.

Como de costumbre se levantó a las siete y antes de ponerse a estudiar bajó a la bodega a ver cómo lo habían dejado los chicos, no solía hacerlo, pero se acercó a la zona de la piscina para comprobar que estaba todo en orden y entonces es cuando vio a Adrián tumbado en la hamaca.

En un primer momento se asustó, pensando que le había pasado algo al chico, pero cuando se acercó le encontró con la polla en la mano y una tremenda corrida salpicando su jersey. Se quedó mirando su pelo púbico, el chico lo tenía recortadito y muy cuidado, Adrián respiraba agitadamente y roncaba en una postura poco apropiada para su cuello. Dudó qué hacer con él, si dejarle ahí, avisar a su marido o despertarle. Finalmente optó por lo último y cuando el chico abrió los ojos la escena fue un poco violenta, porque Adrián al darse cuenta de su estado se sintió avergonzado, pero Mónica prefería que su marido no se enterara de ese incidente.

Sería su pequeño secreto.

Aquel día Mónica se masturbó en la piscina, su marido había dejado el trabajo a medias y todavía podía escuchar los gemidos de Elvira y los duros azotes que le soltaba Adrián embistiéndola a cuatro patas.

Intentó no pensar en Adrián mientras se masturbaba, el chico no era más que un crío y aquello le pareció obsceno, le sacaba casi 25 años, e intentó desviar la atención hacia el personaje de Grey, pero cuando coló los dedos por el lateral del bañador y alcanzó su clítoris se acordó de lo que había pasado en la piscina antes de las fiestas de navidad.

Sintió perfectamente la dura polla de Adrián incrustada entre sus labios vaginales y en el forcejeo no hizo más que frotarse contra él. Si llegan a durar unos segundos más se hubiera corrido delante del chico aquella noche.

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás, se estaba volviendo loca, no recordaba una masturbación tan placentera en muchísimos años. Y finalmente se corrió bajo el agua intentando ahogar sus gemidos.

Avergonzada por lo que acababa de hacer salió con celeridad del agua y se puso el albornoz antes de regresar a la habitación. Se sentía sucia y ridícula por haberse corrido fantaseando con Adrián. No era más que un adolescente.

¿Cómo podía haber hecho eso? ¿Es que estaba perdiendo la puta cabeza?




20



Febrero 2012

Por fin habían terminado los exámenes y tal y como me imaginaba, Elvira nos fue sorprendiendo a medida que iban saliendo las notas. Todo sobresalientes, una matrícula de honor y un notable, prácticamente era la número uno de la clase en dura competencia con Paula que también había sacado unas notas parecidas.

Yo, por mi parte, estaba muy contento con mis resultados, dos sobresalientes, y el resto notables, cuando llamé a mis padres para darles la noticia se alegraron mucho, no se esperaban que me fuera a ir tan bien en mi primer año de universidad.

Y es que Elvira me había ayudado un montón, sin ella seguro que no habría sacado unas notas ni parecidas, pues me resolvía las dudas que tenía como si fuera mi profesora particular.

Al resto de amigos no les fue tan bien, en especial a Pablo, que suspendió tres asignaturas e Iván y Sergio aprobaron todo, pero bastante justito.

El final de los exámenes fue la excusa perfecta para pegarnos una buena fiesta, que terminamos a las tantas de la mañana. Cuando regresé a casa junto con Elvira eran más de las siete y Mónica ya estaba levantada en el salón estudiando la oposición. La saludamos brevemente antes de subirnos a follar a mi habitación durante casi una hora.

Nos levantamos tarde, justo para que me diera tiempo a acompañar a Elvira a su casa y regresar a casa para comer con Mónica y Fernando.

En la época de exámenes había afianzado mi relación con Elvira, aunque no salíamos de fiesta seguíamos follando el fin de semana en mi casa e incluso también llegamos a enrollarnos alguna tarde, aunque intentamos controlarnos lo máximo posible para que no interfiriera en los estudios. Me encontraba en un punto con ella que no sabía exactamente lo que era, novia, amiga, compañera, follamiga... eso sí, seguíamos ocultando la relación a nuestros amigos y solo Mónica y Fernando sabían que estábamos juntos.

Tampoco queríamos darle muchas vueltas a lo que éramos, estábamos bien así y de momento yo no la consideraba mi novia y creo que ella tampoco lo hacía, aunque a decir verdad, cada vez me gustaba más estar con ella y pasar el tiempo juntos.

La semana siguiente eran los carnavales y el viernes decidimos hacer una merienda en la bodega del chalet, pero teníamos que disfrazarnos. Elegimos como motivo la época de los 80 y Mónica nos ayudó preparando canciones para poner en el altavoz. Ese fin de semana Fernando se quedaba a trabajar en Madrid y hasta el día siguiente no regresaba por lo que invitamos a Mónica que se uniera a nosotros.

Al principio fue un poco reacia, pero la terminamos convenciendo e incluso se disfrazó también para no desentonar. Estuvimos cenando al ritmo de las canciones ochenteras y por supuesto, Sergio nos amenizó la velada con toda clase de juegos en los que terminamos bebiendo más calimocho de la cuenta.

Para salir de fiesta no nos costó tanto convencer a Mónica a la que prácticamente habíamos emborrachado, lo mismo que a Elvira. Fuimos a uno de los bares habituales y cuando Pablo sacó a bailar a Mónica intenté rivalizar con ellos haciendo lo mismo con Elvira, que también se movía muy bien, pero no era tan buena bailando como Mónica y apenas me sabía llevar.

Después de hacer el ridículo volví con mis amigos que se rieron un poco de nosotros. Nos quedamos mirando a Mónica con esas medias de colores, los calentadores y su peluca de color rosa. Me parecía tremendamente excitante ver cómo bailaba con Pablo, se notaba que se lo estaba pasando muy bien, y así vestida nadie diría que tenía 42 años.

Fuimos a otro bar y nos tomamos un par de cachis entre los seis y sobre las tres de la mañana Mónica dijo que ya no podía más y se marchaba para casa. Entonces me encontré en una tesitura difícil, no sabía si acompañarla o quedarme con Elvira, yo tenía muchas ganas de irme con Mónica y follar con mi amiga, pero las dos cosas no podían ser.

Me acerqué a Elvira para despedirme de ella.

―Voy a acompañar a Mónica a casa, no quiero que se vaya sola... ―le dije al oído.

Ella naturalmente hubiera esperado que la invitara a que se viniera con nosotros, pero esa noche no lo hice y pude ver la cara de decepción que se le quedó a Elvira cuando me marché con Mónica.

―No hace falta que me acompañes, Adrián, de verdad que no...
―No te preocupes, Mónica, deja que vaya a casa contigo, me sabe mal que vuelvas sola a estas horas...
―Como quieras... bueno, chicos, nos vamos ―dijo dando dos besos de despedida a todos mis amigos.

Al regresar de fiesta volvimos a pasar por el bar universitario que estaba muy cerca del chalet. Se veía muy buen ambiente y no dejaba de entrar y salir gente. Esta vez fue Mónica la que me sorprendió cuando me dijo.

―Te debía una copa de la otra vez... si quieres entramos y...
―Uffff, hemos bebido mucho esta noche, pero de acuerdo, hoy sí acepto...

Podía haberme invitado cuando estaba con mis amigos, pero Mónica había preferido esperar a pasar por el bar y hacerlo a solas conmigo. A mí me pareció fenomenal y disfrazados, como la mayoría de gente que había, entramos dentro.

No tuve ni decir qué es lo que tomaba, Mónica se me adelantó y pidió dos brugal con cola. Cuando se acercó el camarero no se acordaba de nosotros, pero Mónica le dijo.

―Y hoy ni se te ocurra ponernos los chupitos esos de piruleta...

El camarero levantó los brazos sonriendo y nos preparó las copas en apenas un minuto.

―Me gusta el bar, porque no ponen garrafón ―dijo Mónica probando su copa.
―Sí, eso dicen, por eso viene tanta gente...

Estaba tan lleno que nos tuvimos que quitar de la zona de la barra y ponernos a un lado entre la juventud. Mónica me confesó que se lo había pasado muy bien esa noche y luego me preguntó por Elvira.

―¿Por qué no te has quedado con ella?
―Pues porque no quería que vinieras sola a casa, a Elvira seguro que hoy le acompaña Iván o alguno de estos...
―Por mí no te preocupes, ya soy mayorcita, no quiero que cambies tus planes por mí...
―No lo he hecho, no sé... a lo mejor hoy me apetecía tomarme esta copa contigo antes que... mmmm... ya sabes... estar con Elvira... ―dije levantando las cejas.
―Jajaja, sí, seguro que prefieres estar tomando una copa con una señora antes que estar con tu novia... ¡anda, no digas tonterías!
―Elvira no es mi novia, y por favor... tú no eres una señora, así vestida parece que tienes... mmmm, no sé, cuarenta años, jajaja.
―Jajajaja, gracias.
―Era broma, era broma, con esas gafas de sol aparentas 20 y te lo digo muy en serio... ya les gustaría a muchas de estas que están aquí tener el cuerpo que tienes tú...
―Gracias, Adrián ―dijo Mónica ruborizada.

Se notaba que le gustaba mucho que le hiciera cumplidos, y que hubiera elegido tomarme una copa con ella antes que estar follando con Elvira. Ese día entendí que ahí estaba la clave para llegar hasta Mónica, hacerle competir sin querer con mi compañera universitaria y que al final ella resultara la ganadora. Pero hacer eso no era nada fácil y tendría que jugar mis cartas con mucho cuidado.

Quería incluirla en una especie de triángulo amoroso que tenía mucho peligro y además, tenía que estar muy pendiente de la tercera punta del triángulo. Elvira.

Pero esa noche Mónica había resultado vencedora y así se lo había hecho saber, y con unas copas encima y bajo el disfraz de los años 80 me estaba atreviendo a hacerle unos cumplidos que en otras circunstancias jamás habría hecho. Y lo mejor es que a Mónica parecía que no le molestaban.

―Me gusta mucho que salgas con nosotros, no sé cómo lo haces, pero mis amigos están encantados contigo...
―Yo también estoy disfrutando de estas salidas, ya se me había olvidado lo que era una discoteca, tomarme una copa y echar un bailecito... con lo que a mí me gustaba bailar.
―Es una pena que yo no sepa acompañarte...
―Todo es práctica, seguro que si te lo propones al final sacas unos buenos pasos, mira el yoga, al principio no se te daba muy bien y has mejorado mucho en poco tiempo...
―Es que tengo muy buena profesora, ya si me enseñaras a bailar también sería la leche...
―Ven aquí, anda... ―dijo dejando la copa apoyada en una balda.

Yo me refería más bien en casa, solo de pensar en esa posibilidad me dio un morbo tremendo, imaginarme en el salón, ella y yo solos practicando unos pasos de salsa, o bachata. Mónica no quería perder el tiempo y ya estaba moviendo su cuerpo al ritmo de “On the floor” de Jennifer López, no es que fuera una canción para bailar juntos, pero ella se pegó a mí agarrándome de la mano y luego se dio la vuelta meneando su culazo mientras yo ponía las manos en su cintura.

Me excitó tanto la situación que me arrimé a ella hasta que mi polla llegó a acariciar sus glúteos, tampoco quise ser demasiado descarado, pero sí lo suficiente para que ella notara el contacto. Y vaya si lo hizo, porque después fue ella la que se echó hacia atrás buscando mi paquete contra su cuerpo. Cerré los ojos oliendo el pelo de Mónica que rozaba mi nariz y me dejé llevar unos segundos sintiendo los golpecitos de su culo contra mi polla.

Tuvo que sentir seguro mi erección entre sus nalgas, llevaba una empalmada brutal bajo mi pantalón de campana y Mónica se dio la vuelta sonriendo como si la cosa no fuera con ella, y sin dejar de bailar en ningún momento. Me agarró de la mano y yo puse la otra en su cintura, pero esta vez por la parte de atrás, justo donde termina la espalda y empieza su culo. Tuve que contenerme con todas mis fuerzas para no bajar la mano y acariciar aquella maravilla, pero tenía que mantener la cabeza fría. Mi trabajo con Mónica tenía que ser sin prisas, despacio, muy a largo plazo, ya tenía mucho camino recorrido y estaba empezando a recoger los frutos, pero un mal movimiento podía dar al traste con todo y arruinar mi único objetivo.

Acostarme con Mónica.

Dejé que fuera ella la que llevara la iniciativa en el baile y un par de veces se acercara más de lo que dicta el protocolo, yo permanecía impasible, y sentí una punzada en el estómago cuando mi polla rozó sutilmente su coño, Mónica estaba demasiado lanzada, y puso cara de decepción cuando terminó la canción.

Volvimos al lateral del bar para terminar nuestra copa, y me sentí ridículo cuando me di cuenta que mi erección bajo el pantalón de disfraz era más que evidente. Mónica también se fijó e intentó ocultar su risa al darle un trago a su copa.

―¿De qué te ríes? ―pregunté sabiendo la respuesta.
―No, de nada, de nada...
―Lo siento, es que uno no es de piedra... ―dije mirando hacia abajo y poniendo el vaso al lado de mi paquete para que ella mirara.
―No te preocupes, es lo más normal... ―se ruborizó mientras volvía a beber de su copa.

No supe descifrar muy bien su cara en ese momento, era una mezcla de satisfacción por haber logrado excitarme, pero a la vez era como si se sintiera avergonzada por provocar así a un jovencito de 18 años.

―No sé qué vas a pensar de mí, el otro día lo de la piscina, ahora esto... ¡joder, qué corte!
―Ya te dije que lo del otro día está olvidado, todos nos hemos emborrachado alguna vez...
―Ya, pero me viste desnudo, dormido y tirado... no me gusta que me veas así...
―¿Ahora te preocupa eso?, no era la primera vez que te veía desnudo, perdón... no he dicho nada...
―¿Cómo que no era la primera vez que me veías?
―Nada, nada, olvídalo, vamos a cambiar de tema, que no me siento muy a gusto hablando de tus desnudos y tus erecciones... bastante tengo ya con saber que cuando bajas en albornoz no llevas nada debajo... ―bromeó Mónica.

Entonces entendí a lo que se refería, no se le había escapado ese comentario por casualidad, Mónica me había dejado caer que el día que nos metimos juntos en la piscina me había visto al salir del agua. Y recuerdo bien la empalmada que llevaba.

La conversación se estaba poniendo interesante, pero Mónica no me lo iba a poner tan fácil.

―¿Así que me viste? ―pregunté yo.
―¿Qué te vi? ¿Cuándo?
―Aquella noche que nos metimos en la piscina juntos, antes de las fiestas de Navidad, me viste desnudo al salir...
―Yo no he dicho eso...
―Pues yo creo que sí... ¿sabes que me encantaría volverme a meter en la piscina contigo?
―Vamos a cambiar de tema, Adrián...
―Está bien, perdona, no quería molestarte...
―Será mejor que nos vayamos para casa.
―Claro, cuando quieras.

Fue una pena que la noche terminara así, pero yo sabía que había avanzado un poco más en mi objetivo final y que iba por el buen camino. Ya tendría más oportunidades de estar a solas con Mónica.

Solo tenía que esperar mi momento.
 

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