El inquilino universitario

David Lovia

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Aprovechando que estoy escribiendo ahora la segunda parte, voy a publicar aquí este libro que no está en la página. Muchos ya lo habéis leído, pero seguro que hay gente que no lo ha hecho todavía.
Un saludo!
 

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PARTE 1




1




Septiembre 2011


Todavía quedaba un mes hasta que empezaran las clases y mis padres llevaban todo el verano dándome el coñazo para que buscara alojamiento. Tenía que dejar zanjado el asunto cuanto antes, así que el lunes a primera hora cogí el autobús del pueblo y me planté en la facultad de empresariales.

Entré nervioso al edificio, allí iba a malgastar mis cuatro próximos años, empezaba la carrera universitaria de ADE e iba a salir de mi zona de confort, pues siempre había vivido con mis padres en el pueblo. No tenía muy claro qué es lo que buscaba exactamente, no me apetecía vivir en una residencia universitaria y tampoco quería estar en el típico piso viejo de estudiantes. Sin tener una expectativa clara me acerqué al tablón de anuncios y allí apunté varios números de teléfono.

Llamé al primero que fue el que más me llamó la atención.

Se busca chico/a para ocupar habitación grande y espaciosa, wifi, buen precio, zona cerca de las facultades.

Me pareció extraño que ofrecieran wifi en un piso de alquiler y era un buen reclamo que estuviera bien situado. En el anuncio había un número de teléfono y llamé para hablar con el dueño.

―¿Diga?
―Sí, hola, ¿Fernando?
―Sí, soy yo.
―Ah, vale, llamaba por el anuncio de la habitación que se alquila, no sé si sigue disponible...
―Sí, sigue disponible...
―¿Y podría acercarme a verlo?, es que soy de fuera y solo voy a estar hoy en la ciudad.
―De acuerdo, ¿te viene bien dentro de una hora?
―Sí, vale.
―Pues perfecto, te mando la dirección por WhatsApp, y dentro de una hora nos vemos.
―Allí estaré. Hasta luego.

La primera impresión con el dueño no me pareció ni mala ni buena, en cuanto colgué puse la dirección en google maps y apenas estaba a cuatro minutos andando de la universidad, eso era un gran punto a favor, pero de todas formas apunté varios números de teléfono más y llamé para concertar otras tres citas.

Uno me dijo que me podía pasar inmediatamente a ver el piso así que me acerqué hasta allí haciendo tiempo para la cita con Fernando. El piso era viejo y tenía cuatro habitaciones, el dueño me dijo que ya había alquilado dos y le quedaban otras dos libres, el precio eran 150 euros más gastos y me estuvo dando una vuelta. No es que me gustara mucho, pero no podía cerrarme ninguna opción, así que le dije que le llamaría durante el día para decirle si me quedaba o no.

Cuando terminé esa primera visita fui andando con calma hasta la dirección que tenía marcada en google maps. Al llegar miré bien porque pensé que me había equivocado, estaba a la puerta de un impresionante chalet y con muchas dudas llamé al timbre. Había llegado diez minutos antes de la hora concertada, pero no podía esperar más.

Salió a abrirme un señor bastante agradable con el pelo canoso y gafas. No parecía muy mayor, a pesar de las ojeras, sobre 45 años y se acercó hasta la puerta.

―¿Adrián?
―Sí, hemos hablado antes...
―Vale, pasa, pasa...

Al entrar al chalet apareció ella y vino a saludarme también. Fue la primera vez que la vi. Era Mónica, la mujer de Fernando.

―Hola ―me saludó con voz seria y firme.

Reconozco que me intimidó un poco, era una mujer muy guapa, tendría cuarenta años, pero parecía mucho más joven que su marido. Alta, sobre 1,70, pelo castaño con una melena muy bonita, ojos grandes, labios carnosos, bajo la camiseta parecía ocultar unos pechos de buen tamaño y el pantalón vaquero le sentaba fenomenal en su fantástico culo. Me quedé prendado de ese trasero en cuanto lo vi, no era un culito de esos pequeños y perfectos, no, era un culazo grande, redondo, de caderas anchas y le sentaba fenomenal al conjunto de su cuerpo. A pesar de ir en vaqueros tenía pinta de que las piernas tampoco desentonaban para nada con aquellos glúteos (me recordaba bastante a Mamen Mendizabal).

Primero me estuvieron enseñando la planta baja, tenía un salón muy grande, una cocina espaciosa, un pequeño baño y salimos al jardín de la parte trasera, el chalet por dentro era espectacular y aquello no me cuadraba para nada. Yo era un simple estudiante que estaba buscando alojamiento y a pesar de que el precio no era problema para mis padres, tenía claro que no iba a poder permitirme vivir en aquel sitio.

A pesar de todo seguí con la visita, lo que fuera con tal de seguir viendo el culo de Mónica moviéndose a cada paso que daba. Después subimos por la escalera y llegamos a la zona de las habitaciones. Me las enseñaron de pasada, había tres y dos baños.

―Este sería tu baño para ti solo... ―me dijo Fernando antes de seguir subiendo por las escaleras hasta la tercera planta―. Y esta sería tu habitación... ¿qué te parece?

Al entrar no podía creerme lo que estaba viendo, era una impresionante habitación abuhardillada, y tendría por lo menos 30 metros cuadrados. Me imaginé viviendo allí y me encantó la idea. El sitio era perfecto.

―¡Guau!, está genial... ¿y esta sería mi habitación?
―Sí...
―Bueno, me encanta, pero no hemos hablado de precio, ¿por cuánto me saldría todo esto?
―400 euros con gastos incluidos... ―dijo Mónica.

400 euros. Era pasta, pero no era tan caro como una residencia universitaria, además, el chalet bien lo merecía. Volvimos a bajar las escaleras y todavía me quedaba una última sorpresa que se habían reservado para el final. Debajo había una bodega pequeña para celebraciones y al otro lado una piscina pequeñita cerrada de unos cinco metros de largo y tres de ancho.

―¡Joder!, ¡qué pasada!, lo tenéis todo impecable, tengo que hablarlo con mis padres, pero no creo que haya problema, me encanta el chalet y está muy cerca de la facultad...
―¿Qué vas a estudiar? ―me preguntó Fernando.
―ADE...
―Entonces, sí, está aquí al ladito...
―Solo una cosa, ¿cuántos estudiantes viviríamos aquí?, esto es muy grande...
―¿Cómo que cuántos estudiantes? ―me preguntó Fernando.
―Sí, he visto que en la segunda planta había varias habitaciones y no sé cuántos vamos a ser...
―No, perdona, pensé que te habías dado cuenta, ehhh... Mónica y yo vivimos aquí, es nuestra casa y solo queremos a un estudiante en la habitación de arriba...
―¿Entonces viviría yo solo con vosotros?
―Sí, tienes tu habitación arriba y luego puedes usar el resto de la casa, claro, el jardín, la bodega si quieres hacer alguna pequeña fiesta con los amigos, la piscina... ¿cómo lo ves?...
―Pues... ehhh, me parece muy bien, la verdad...

Menuda sorpresa. Eso sí que no me lo esperaba, no se me habría pasado por la cabeza ni remotamente esa opción. Vivir con un matrimonio, que además, parecían bastante agradables y educados. El chalet era de lujo y el precio tampoco me parecía tan abusivo. Era justo lo que estaba buscando sin tan siquiera saberlo, no iba a tener que aguantar a otros estudiantes, me libraba de vivir en una residencia y tenía una habitación espaciosa para mí solo.

―Vale, pues si os parece bien me quedo con la habitación... no soy de aquí y quería dejar ya algo seguro antes de volverme hoy al pueblo... ¿os pago alguna señal o una reserva?

Mónica y Fernando se miraron, creo que les había causado una buena impresión, pero no se les veía convencidos del todo.

―Te llamamos en un ratito y te confirmamos, ¿de acuerdo? ―me dijo Fernando.
―Perfecto, pues espero vuestra llamada ―contesté estrechándoles la mano a los dos a modo de saludo.

Me fui un poco triste, sinceramente no pensé que iba a tener tanta suerte de poder vivir en un sitio así, y antes de volver al pueblo estuve viendo un par de pisos más. Uno de ellos no estaba nada mal, pero claro, después de haber estado en el chalet de Mónica y Fernando no había color.

Estuve comiendo en un McDonals mientras buscaba otros pisos. Hasta las siete de la tarde no salía el autobús de vuelta al pueblo y todavía tenía tiempo. Llamé a mis padres para decirles que había encontrado un par de cosas interesantes y les hablé del chalet para asegurarme que no iba a haber problemas económicos si el matrimonio me aceptaba.

Y cuando estaba terminando de comer me sonó el móvil. Era Fernando, el corazón se me puso a mil pulsaciones en cuanto vi su nombre.

―Sí, Fernando, dime...
―Vale, Adrián, hemos estado hablando y nos parece bien, Mónica y yo estamos de acuerdo en que vivas con nosotros, lo único, bueno, vamos a hacerlo legal, tendrías que pagarnos un mes de fianza, sería un contrato de un año, si entras en octubre pues hasta octubre del año que viene y la semana que viene te llamaríamos para que firmes el contrato y nos pagues la fianza... ¿de acuerdo?
―Sí, sí, claro, genial...
―Pues la semana que viene te llamamos con tiempo para que te puedas organizar, pero cuenta con la habitación para este curso...
―Perfecto, muchísimas gracias.

Colgué la llamada y respiré aliviado de satisfacción. Luego llamé a los otros pisos para decirles que ya había encontrado alojamiento y a mis padres para contarles la noticia.

A las siete me volví al pueblo en el autobús dispuesto a pasar un mes de fiesta antes de empezar la universidad. A mis 18 años solo quería divertirme y estar con chicas. Ya habría tiempo de pensar en los estudios.

Pero se presentaba un año ciertamente interesante viviendo con aquel matrimonio.




2



Les había costado mucho tomar esa decisión. Era lo último que querían hacer, pero no les había quedado otro remedio. Estaban pasando por muchas dificultades económicas, la crisis les había golpeado de lleno y quizás no habían previsto que se presentara tan de repente, pero una vez que llegó se había llevado todo, como un huracán que arrasa con lo que se pone por delante.

Gozaban de tan buena posición que pensaron que eso de las crisis era para otros, en plena burbuja inmobiliaria Mónica y Fernando habían dejado sus trabajos y tenían una pequeña promotora con la que estaban ganando mucho dinero. Y cuando llegó la crisis se comió todos sus ahorros en unos pocos meses, habían invertido en la construcción de nuevas viviendas que de un día para otro se quedaron paradas y no les quedó más remedio que desprenderse de casi todos sus bienes materiales.

Tuvieron que vender su apartamento de la costa, sus lujosos coches y además, hacer frente a una generosa multa que les había llegado de hacienda por un error de su administrador. Cuando se quisieron dar cuenta no tenían trabajo, ni dinero y solo les quedaba el lujoso chalet que se habían construido.

Por suerte para ellos, no les quedaba mucha hipoteca, pero les costaba seguir haciendo frente a los gastos que conllevaba tener un chalet así e iban a luchar con todas sus fuerzas para que el banco no se quedara con su casa. Estaban dispuestos a hacer lo que fuera por no perder su última propiedad.

Lo único que les quedaba.

Y es que Mónica y Fernando querían haber formado una familia, pero lo fueron dejando y cuando se quisieron poner, en plena crisis económica, Mónica no se quedó embarazada. Habían sido dos años muy duros, visitando médicos públicos y privados, gastándose un dinero que no tenían. Y nada. Al final no habían conseguido su objetivo, llevando a los dos, sobre todo a Mónica a una depresión importante.

Aquello duró unos meses y Mónica, cuando aceptó su situación, fue mejorando poco a poco. Aprovechó que estaba en paro y se puso a estudiar una oposición una vez que las cosas se estabilizaron. Era buena con los números llevando las cuentas de casa, pero no podía hacer magia, así que fue sincera con su marido.

―Fernando, se nos acaba el paro a los dos, casi no tenemos dinero en la cuenta y dentro de poco vamos dejar de percibir ingresos, tenemos que ponernos a trabajar ya, sí o sí y buscar dinero de debajo de las piedras para poder pagar la hipoteca...
―Está bien, Mónica, he estado buscando, ya lo sabes, y no encuentro nada, soy un buen oficial y aunque ahora está parada la construcción iré dónde haga falta... pero quiero que sigas estudiando la oposición...
―No puedo permitirme seguir estudiando, tengo que trabajar en lo que sea, no me importa, como si tengo que fregar portales...
―Buscaré trabajo, en Madrid conozco gente que está currando y todavía tenemos contactos, si tengo que irme allí a trabajar, me iré...
―Tenemos tres meses como mucho, la situación ya es dramática...
―Está bien, ahora mismo voy a ponerme a ello...
―También había estado pensando en que podíamos hacer lo mismo que... Sandra y José... ―le dejó caer a su marido.
―No, Mónica, eso no...
―¿Por qué no?, sería algo temporal... tampoco pasaría nada...
―Mónica, no quiero meter a nadie en nuestra casa, joder, solo de pensarlo, ¡¡menuda mierda!!, ¿cómo hemos llegado a esto?
―No es tiempo para lamentarse, Fer, ahora lo que hay que hacer es buscar soluciones...
―Vamos a pensarlo bien, déjame un par de días a ver si encuentro algo, y luego lo valoramos bien.

Finalmente, no les quedó otra solución y cuando pasó el verano se pusieron a buscar inquilino. Hicieron una limpieza en profundidad de la habitación que tenían en la planta alta y la acondicionaron dejándola en perfectas condiciones para meter a algún universitario y después Fernando se pasó por todas las facultades para poner un anuncio en sus tablones. La misma mañana que los había puesto recibieron la llamada de Adrián que fue el primero que se pasó a ver el chalet.

El chico les causó una grata impresión, parecía bastante normal y educado. No se habían planteado si preferían chico o chica como inquilino y tampoco podían arriesgarse a quedarse sin nadie, así que después de la visita de Adrián lo estuvieron discutiendo un poco y finalmente se decidieron por él.

Prepararon un pequeño contrato privado y la semana siguiente llamaron al chico para que pasara a firmarlo. Le acompañaron los padres de Adrián que dieron el visto bueno al chalet donde iba a vivir. Además, hicieron buenas migas con Fernando y Mónica, era un matrimonio muy agradable y les pareció muy bien que su único hijo fuera a vivir con ellos el primer año que se iba de casa, así estaría protegido en cierta medida.

Les pagaron los 400 euros de fianza y formalizaron el contrato con un apretón de manos.

―Bueno, Adrián, pues cuando quieras puedes ir trayendo tus cosas... ―le dijo Fernando―. Ya tienes casa para tu primer año en la universidad...
 
No sabía que ibas a publicar una segunda parte y pensaba que era una historia cerrada.
Va a ser interesante.
 
No sabía que ibas a publicar una segunda parte y pensaba que era una historia cerrada.
Va a ser interesante.
La historia en principio es autoconclusiva, se puede leer el primer libro y ya está, pero si a alguien le apetece leer una continuación, muchos lectores me pidieron lo pidieron y he seguido de una manera natural.

Yo creo q está quedando muy bien, en unas semanas ya estará disponible.
 
No conocía este relato. Me está gustando bastante, ya estoy deseando seguir leyendo.
 
3



Septiembre se me pasó muy deprisa, a mediados eran las fiestas del pueblo y fue un no parar de salir con los colegas. Se me iba a hacer muy raro separarme de ellos, la universidad no estaba muy lejos de casa, a unos cien kilómetros y mi idea era volver todos los fines de semana para seguir viéndonos.

Por aquel entonces tenía una medio novia, con la que llevaba muchos años, Lara, lo habíamos dejado varias veces y al final siempre volvíamos a juntarnos, pero antes de empezar en la facultad no quería ninguna atadura y rompí con ella definitivamente.

Necesitaba estar libre.

Tres días antes del inicio de curso preparé la maleta y mis padres me llevaron en coche hasta el chalet de Mónica y Fernando. Estuvieron un rato conmigo y luego se marcharon dejándome solo con ellos. Comenzaba una nueva etapa en mi vida.

Me encontraba raro en esa casa que era desconocida para mí. Estuve un rato trasteando por la habitación y guardando la ropa en el armario. Tenía una buena mesa de estudio con una lámpara, y una cama pequeña en el centro. Me tumbé en la cama a mirar el móvil y no tenía ningún WhastApp, estuve mirando el ******** y después escuchando música. Tenía sobre la mesilla el contrato que había firmado con Mónica y Fernando, en él venía la edad de los dos, Fernando, 45 y Mónica, 42, además venía su nombre completo con los apellidos, por lo que se me ocurrió la idea de espiar para ver si Mónica tenía ********. Efectivamente, encontré su perfil gracias a sus apellidos, debía tener muchas fotos privadas y solo había cinco públicas.

Me quedé mirando detenidamente las fotos, Mónica me parecía una mujer muy atractiva, las fotos eran de hacía unos cuantos años, cuando ella era más joven, pero ahora seguía siendo igual de guapa, incluso me parecía que había mejorado con los años. Tenía una mirada penetrante, con sus ojos grandes, una boca muy apetecible y un alucinante culo que lucía en una foto con unos vaqueros ajustados.

Estuve dudando de si enviarle una petición de amistad, pero finalmente no me atreví, no me parecía muy pertinente hacerlo todavía, apenas nos conocíamos y ya tendría tiempo más adelante.

Sobre las ocho y media de la noche tenía hambre y me preparé para salir a cenar algo, bajé a la cocina y Mónica y Fernando me dieron un juego de llaves.

―Esta es de la puerta de fuera, esta es la de casa y esta la del buzón...
―Muchas gracias...
―Todavía no habrás comprado nada de comida, íbamos a salir a cenar al jardín, estoy preparando una tortilla de patatas y una ensalada, ¿te apetece cenar con nosotros?, así nos vamos conociendo un poco... ―me preguntó Mónica.
―Ehhh... sí, claro... estaría muy bien...

Aprovechando los últimos rayos de sol del día salimos al jardín y nos sentamos en la mesa. Era un patio grande y bien cuidado, decorado con muy buen gusto, como el resto de la casa, con césped artificial, un par de tumbonas para tomar el sol y una pequeña zona de barbacoa. Realmente era lo que más me llamaba la atención, lo cuidado y limpio que lo tenían todo.

―Tenéis el patio muy bonito...
―Muchas gracias ―me dijo Mónica.
―Ya me he fijado que el resto de la casa está igual, espero colaborar con las tareas de limpieza...
―Eso estaría bien, jajaja, bueno, ya te habrás dado cuenta que Mónica es un poco maniática de la limpieza ―dijo Fernando―. Solo esperamos que cuides bien tu espacio, tienes que ocuparte de tu baño y tu habitación principalmente, hombre... si manchas la cocina y tal, pues lo normal es que lo recojas y la dejes limpia... pero yo creo que nos vamos a llevar bien...
―Eso espero...
―Ehhhh, ¿cómo que soy una maniática de la limpieza? ―dijo Mónica en bromas.
―Un poco sí, ehhhh... jajajaja...
―Pues para limpiar todo esto te debe llevar tiempo ―intervine yo mientras le hincaba el diente a la tortilla―. Mmmmmmm... deliciosa, por cierto...
―Muchas gracias, solo es cuestión de organizarse un poco, me gusta levantarme pronto...

Disfruté de una velada muy agradable con mis nuevos caseros, eran muy agradables y se veían muy buena gente, sobre todo Fernando, además, la cena estaba estupenda, Mónica había preparado una ensalada fresquita, tortilla de patata y una Coca-Cola. El clima era muy agradable y para ser finales de septiembre hacía bastante calor todavía.

Y a parte de la cena pude deleitarme con la belleza natural de Mónica, no iba nada maquillada y llevaba el pelo recogido en una coleta. Cuanto más la miraba más guapa me parecía, y sin querer se me fue la vista un par de veces a sus muslos, llevaba unos shorts vaqueros y estaba sentada con las piernas cruzadas, me gustaba cómo le brillaban y tenía pinta de tener la piel muy suave, además, llevaba una camiseta de tirantes blanca sin escote, pero debajo se adivinaban unos pechos bonitos. Intenté no ser muy descarado, que no se dieran cuenta que se me iba la vista a su cuerpo, no era plan que me pillaran así, recién aterrizado, como quien dice.

A mí me gustaban mucho más las chicas de mi edad y nunca me había fijado en una MILF como Mónica, pero al tenerla así, tan cerca, supe que el año se me iba a hacer muy duro conviviendo a diario con aquella mujer tan atractiva.

Después de cenar nos quedamos un rato charlando en el jardín, incluso se nos hizo de noche antes de que Mónica se retirara.

―Bueno, chicos, os dejo, voy a darme un baño...

Cuando nos quedamos solos Fernando me dijo que a su mujer le gustaba meterse en la piscina todas las noches antes de acostarse.

―Mónica es muy de costumbres, se da un bañito un rato después de cenar, luego vemos un poco la tele y a las once ya suele estar en la cama... es muy disciplinada para los estudios y dice que es la única manera de poder sacarse la oposición...

Yo me quedé un rato más con Fernando en el jardín antes de despedirme de él y agradecerle que me hubieran invitado a cenar. Al llegar a la habitación estuve pensando en Mónica, también me dieron ganas de bajar a bañarme a la piscina y poder ver a mi anfitriona en biquini, tenía que ser una imagen imponente, pero tampoco quería forzar ninguna situación y menos siendo mi primer día.

Eso sí, encendí el portátil y me estuve haciendo una paja en mi habitación mientras veía algo de porno antes de echarme a dormir. Cuando ya estaba bien caliente me acordé de Mónica y copié en una carpeta las cinco fotos que tenía en su ********, dos eran de su cara y la que más me gustaba era la que estaba en vaqueros.

Las estuve pasando despacio, deleitándome con ellas, fijándome en cada detalle, mientras me la meneaba sin ninguna prisa, me estaba haciendo una paja de lujo y así terminé el primer día en mi nueva habitación, corriéndome en la cama con una foto de Mónica. Supe que no iba ser la última y que aquella mujer iba a ser indiscutiblemente mi nueva musa pajillera durante el curso escolar.

Apenas la conocía, pero ya me gustaba demasiado.




4



Dormí de maravilla mi primera noche, sobre las ocho y media me levanté dispuesto a salir a correr un rato y hacer ejercicio. Bajé al salón y Mónica estaba estudiando muy concentrada en la mesa.

―Buenos días, Adrián, ¡qué madrugador!, tienes café en la cocina por si quieres desayunar... ―me dijo.
―Muchas gracias, no tomo café, no te preocupes, voy a salir a correr un rato y luego iré a hacer la compra al súper, así ya me empiezo a organizar...
―Por cierto, luego voy a hacer lentejas, si quieres comer con nosotros no me importa echar un puñado más...
―Pues, muchas gracias, acepto esa invitación, otra vez, me parece bien, déjame que al menos compre yo el pan y alguna cosa más...
―Como quieras... Fernando va a ir hoy de compras, si quieres vete con él así puedes traer más cosas en el coche... le diré que te espere y vais juntos...
―Vale, perfecto, muchas gracias, Mónica, te dejo, no molesto más... sigue estudiando...

Una hora más tarde regresé de correr y salí al patio a hacer unos ejercicios de estiramiento. Mónica y Fernando habían terminado de desayunar y al poco apareció ella con una cinta en el pelo y unas mallas negras Nike con un top gris.

―Creo que te hago el relevo... ―me dijo con un altavoz de música en la mano―. Ya le dije a Fer que te esperara para ir de compras...
―Vale, muchas gracias...

Mientras terminaba de hacer los estiramientos Mónica puso música y comenzó a hacer unos ejercicios de fitness en el jardín, se le daba bastante bien y se notaba que estaba en muy buena forma. Estuve viéndola un par de minutos y tuve que irme cuando se puso con el culo en pompa estirando una pierna hacia atrás a la vez que levantaba el brazo. La imagen era muy potente con Mónica a cuatro patas y me imaginé lo que tenía que ser follársela esa postura. Disimuladamente tuve que salir del jardín pues ya lucía una erección bajo los pantalones y bajé al baño de la segunda planta para pegarme una ducha antes de ir con Fernando de compras.

Me había hecho una lista de la compra, pero sinceramente no sabía ni por dónde empezar, no tenía ni puta idea de cocinar y tampoco era plan de alimentarme todo el día de comida basura. Sin embargo, parecía que estaba de suerte y Fernando leyendo mis pensamientos me ofreció un plan que nos beneficiaba a todos.

―Esta mañana he estado hablando con Mónica y me ha dicho que no le importa hacerte la comida, ya viste ayer que cenamos ligero, alguna crema de verdura, tortilla, un pescado a la plancha, un sandwich, cosas así, si quieres ponemos un fondo común para comida, luego a parte tú te puedes comprar lo que quieras, si te apetece tener alguna pizza en el congelador y coge lo que te guste para desayunar...
―Jo, me parece genial, no sabes lo que os lo agradezco, no tengo problema, me decís cuanto tengo que poner de dinero y sí, prefiero que Mónica se encargue del tema de la comida, conmigo no vais a tener ningún problema, me da igual, me gusta casi de todo...
―Pues perfecto, además, entre tú y yo, yo creo que así Mónica se queda más tranquila, y tiene la cocina a su gusto, es bastante “especial” con el tema de la limpieza... ―bromeó Fernando.
―A mí me parece una solución ideal...

Hicimos una compra común y luego yo me pillé algo para mí, algo de bollería, fruta, pizzas, chocolate... todo ese tipo de cosas y productos para la higiene personal que dejé en mi baño de la segunda planta. Me habían dejado un par de baldas en la cocina para colocar mi comida y cuando terminé me subí a la habitación.

No tenía nada que hacer, habíamos quedado para comer a las dos y todavía faltaba una hora hasta la hora de la comida, así que saqué el bañador y me bajé a la piscina para pegarme un baño. El lugar era fantástico, la piscina estaba metida en una especie de cristalera, había una pequeña abertura con escaleras por un lado para meterse y al entrar al agua estaba a muy buena temperatura, no es que se pudiera nadar mucho, pues solo tenía unos cinco metros de largo, pero para darse un chapuzón estaba de lujo.

Me quedé un rato en el agua metido, con los ojos cerrados, los brazos por fuera y la cabeza hacia atrás, no se escuchaba ningún ruido y no me extrañaba que Mónica bajara por las noches, seguro que un baño la relajaba antes de irse a la cama. Estuve pensando en ella, la imagen de por la mañana no se me iba de la cabeza, tampoco era para tanto, solo estaba en mallas, haciendo un poco de deporte, pero ese culo a cuatro patas me pareció majestuoso, además, se le marcaba perfectamente el coño desde atrás y pensando en esas cosas volví a empalmarme bajo las bermudas.

Tuve que distraerme para no salir así del agua, tampoco había nadie en la zona de la piscina, pero no quería cruzarme con Mónica o Fernando de camino a la habitación, pues la erección bajo el bañador era más que evidente.

Me puse una camiseta y una toalla envolviendo mi cintura y subí hasta la planta principal, Mónica ya había terminado de estudiar y estaba preparando las lentejas para comer.

―¿Qué tal el baño?
―Pues qué quieres que te diga, es una gozada la piscina...
―A mí me lo vas a decir, yo la uso todos los días...
―No me extraña, yo creo que también voy a bajar bastante, me parece a mí... bueno voy a cambiarme y ahora bajo a comer...

Por desgracia para mí, Mónica ya no llevaba las mallas de por la mañana y se había vuelto a poner los pantalones vaqueros que solía llevar por casa. Iba muy casual, con una sudadera de color gris con capucha y una camiseta de tirantes debajo. Me gustaba lo natural que era, con una ropa muy sencilla y sin usar maquillaje.

Al llegar a la habitación me quité el bañador mojado y antes de vestirme me tumbé desnudo en la cama. Encendí el ordenador portátil y me volví a pajear viendo las fotos de Mónica otra vez. No llevaba ni 24 horas en la casa y ya me había corrido dos veces con ella.

Necesitaba urgentemente que empezaran las clases para estar distraído en otras cosas, o iba a terminar con la polla destrozada de tanta paja.

Se confirmaron mis sospechas y pude comprobar que Mónica era una cocinera estupenda, las lentejas que había preparado estaban buenísimas y después de comer me ofrecí para ayudarles a fregar y a recoger la cocina. Entre los tres no tardamos nada y una vez que terminamos me subí a la habitación y dejé al feliz matrimonio en el salón.

Estuve un rato trasteando en la cama y después me eché una pequeña siesta, casi dos horas, cuando bajé al salón Mónica estaba estudiando y Fernando trasteaba con el portátil en el sofá, supongo que buscando trabajo.


Con un escueto “buenas tardes” para no interrumpirles salí al jardín, hacía bastante calor, estaba el cielo despejado y me recosté en una de las tumbonas para tomar un rato el sol. Menudo día me estaba pegando, parecía que estaba en un hotel de lujo, ejercicio, piscina, comida a mesa puesta, siesta y después tomar el sol en el jardín. A lo bueno se acostumbra uno rápido y sabía que había acertado de lleno en mi decisión de compartir piso con Mónica y Fernando.

Estuve otro par de horas vuelta y vuelta al sol escuchando música con los cascos, sin ninguna preocupación. Sobre las siete de la tarde salió Mónica al patio y me dijo que iba a hacer un ratito de yoga. Extendió una esterilla sobre el césped y se sentó con las piernas estiradas mientras sonaba música relajante.

―¿Has practicado alguna vez yoga? ―me preguntó al ver que me quedaba mirándola.
―No, no creo que eso sea para mí, estoy tieso como un palo...
―Nahh, eres muy joven, seguro que enseguida ganarías en elasticidad... deberías probar, seguro que te gusta, con Fernando ya ni lo intento, no le gusta mucho el deporte que digamos...

Me levanté de la tumbona y me quedé sentado unos segundos, estaba sin camiseta con el pecho descubierto y debido al sol llevaba una buena sudada encima. Entonces Mónica apartó rápido la vista al verse sorprendida mirándome y encendió el altavoz para comenzar con su sesión de yoga. Me puse la camiseta que llevaba en la mano y al pasar a su lado le dije.

―Otro día me apunto si me dejas...
―Todos los días a esta hora practico 40 minutos, así que sin problemas... ―me respondió con las piernas estiradas y la cabeza pegada a sus rodillas mientras se sujetaba los tobillos.

Llegué a la habitación un tanto inquieto, no sé si habían sido imaginaciones mías, pero me había parecido haber pillado a Mónica mirándome de forma un tanto extraña. Me quité la camiseta y me quedé frente al espejo, no me consideraba un guaperas con mi cara aniñada, aunque en el pueblo había tenido mucho éxito con las chicas, a mis 18 años, no era especialmente alto, sobre 1,76, pelo moreno y un cuerpo muy fibrado debido al ejercicio.

Bajé al baño de la segunda planta y me pegué una ducha, al salir iba despreocupado y tan solo llevaba una toalla blanca envolviendo mi cintura mientras me secaba el pelo con otra más pequeña. Ni me di cuenta que Mónica subía por la escalera y justo nos cruzamos en la puerta de su habitación. Ella ni se inmutó, como si no me hubiera visto.

―¿Qué tal el yoga?
―Fenomenal... deberías probarlo... te va a gustar...
―Mañana, cuenta conmigo...
―Vale, a las siete empezamos... ―me dijo antes de meterse en la habitación sin tan siquiera mirarme.

Llegué a la habitación y me puse frente al espejo mientras me secaba el pelo. Se me marcaba perfectamente la tableta de abdominales y me extrañó que ella no se hubiera fijado en mí. Me había durado poco la alegría de pensar que una mujer como Mónica pudiera tener el más mínimo interés en un niñato como yo. Me había flipado un poco en el jardín pensando que ella me miraba de forma libidinosa o algo parecido. Iba a ser mejor no pensar en ese tipo de cosas.

Un rato más tarde bajé a cenar y pasamos otra velada agradable en el jardín. Esta vez Mónica se había puesto un vestido veraniego bastante ajustado, era blanco con rayas azules horizontales, la falda era bastante corta y le hacía un culazo tremendo, debajo llevaba unas deportivas blancas que le daban un aire juvenil, además, llevaba el pelo suelto y se había colocado las gafas de sol sobre la cabeza.

―Ya me ha dicho Fernando que vas a comer con nosotros, para organizarnos mejor voy a dejar el menú semanal en la puerta del frigo, con las comidas y las cenas, y ya sabes las horas, a las dos para comer y ocho y media para cenar, cuando no quieras o no te gusta me lo dices o si quieres hacerte algo por tu cuenta, también sin problemas... si algún día quieres algo pues lo podemos ver... ―me dijo Mónica.
―Vale, me parece perfecto, creo que salgo a las dos de la universidad, así que llegaré un poco tarde, pero si queréis ir comiendo vosotros no pasa nada.
―No, hombre, si llegas pronto te esperamos, por cinco o diez minutos no pasa nada ―dijo Fernando―. ¿Y qué tal de momento aquí? ¿Estás bien?
―Sí, claro, cómo no voy a estarlo, me encanta la habitación, la casa, estar con vosotros... la comida, jajaja.
―Jajaja, gracias ―respondió Mónica al halago por lo buena cocinera que era.

Y es que nos había preparado un pescadito al horno que estaba ideal. Ellos se abrieron una botella de vino blanco y yo preferí beber agua. No podía estar más a gusto en aquel jardín, con una temperatura agradable y cenando con aquel matrimonio que apenas conocía, pero que ya empezaban a ser casi como de la familia.

Diez minutos después de terminar de cenar, Mónica volvió a dejarnos solos.

―Bueno, chicos, voy a la piscina, si ya no te veo, buenas noches, Adrián... y hasta mañana... ―me dijo ella.
―Buenas noches...

Intenté ser disimulado, tampoco era plan de quedarme mirando de forma descarada el culo delante de su marido, pero no pude evitarlo y la vista se me fue un par de segundos a esos impresionantes glúteos que se movían tan armoniosamente al caminar. El vestido le sentaba fenomenal, aunque no disimulaba las anchas caderas de Mónica realzaba sus curvas y Mónica sabía lucir perfectamente sus encantos de mujer. Que no eran pocos.

Fernando se dio cuenta que había mirado a su mujer, pero evidentemente no dijo nada, lo debió considerar normal que un chico de 18 años se fijara en un culo así. Él también lo hubiera hecho.

Estuve un poco más con él y luego me subí a la habitación, me hubiera gustado cruzarme en la escalera con Mónica mientras bajaba a la piscina, pero no nos encontramos. Ya tendría ocasión de verla en biquini. Me tumbé en la cama fantaseando con ella y el vestido veraniego que llevaba puesto en la cena y no lo pude evitar, tuve que volver a sacarme la polla y me hice otra paja pensando en Mónica. La tercera desde que estaba allí.

Aquella mujer iba a volverme loco.
 
5



Al día siguiente me levanté temprano, sobre las nueve, Mónica estaba en la cocina desayunando sola y me preguntó si quería algo.

―Voy a salir a correr, gracias... me gusta entrenar en ayunas... ¿te acabas de levantar?
―No, llevo ya un par de horas estudiando, voy a desayunar y luego voy a hacer un poco de ejercicio en el jardín...
―Estupendo, bueno, Mónica, luego nos vemos...
―Hasta luego...

Salí a correr una hora por los alrededores y cuando terminé entré en la facultad de empresariales. Al día siguiente empezaba ya las clases y estaba un poco nervioso. Repasé los listados, para asegurarme a qué aula tenía que ir y luego me acerqué hasta allí para saber dónde estaba exactamente. Desayuné algo en la cafetería, que ya tenía algo de ambiente y luego me volví al chalet.

Mónica estaba estudiando de nuevo en la mesa del salón y me subí a la habitación después de un simple saludo para que no perdiera la concentración. Tampoco tenía mucho que hacer hasta la hora de la comida, así que me pegué una pequeña ducha antes de bajarme a la piscina, tampoco era plan de meterse en el agua hecho un cerdo.

Estuve chapoteando un rato, porque tampoco es que se pudiera nadar mucho y luego me quedé tranquilo, disfrutando del silencio y lo relajante del agua. Con los ojos cerrados me fue inevitable pensar en mis anfitriones, era un matrimonio peculiar, Mónica era un ordenador con patas y a Fernando se le veía muy buena persona y con un carácter muy distinto al de su mujer.

Me pregunté cómo serían en la cama, me era muy difícil visualizarlos teniendo sexo, no pegaban nada, aunque se llevaban muy bien, tampoco es que llevara mucho tiempo en la casa, pero no me los imaginaba discutiendo y además, cada uno tenía delimitada perfectamente sus tareas en la casa, lo que ayudaba la convivencia. Supuse que tenía que haber sido muy duro para ellos haber metido a un desconocido en su casa, y que estaban pasando por problemas económicos, Fernando no tenía trabajo y Mónica se estaba preparando una oposición, a pesar de ello, se notaba que les gustaba las cosas buenas, comida, ropa de marca, y que tenían buen gusto en general. El chalet estaba impecablemente decorado, no le faltaba detalle, la cocina moderna, los muebles de jardín, sofás de calidad, electrodomésticos buenos, la piscina, la bodega que se habían hecho... rezumaba pasta y clase por todos lados.

Y yo no hacía más que pensar en Mónica, lo que más me gustaba evidentemente era su fantástico trasero, pero me ponía todo en general, su pelo, la sonrisa, la elegancia que tenía, sus piernas. Era una señora MUJER en mayúsculas y yo un pobre desgraciado que fantaseaba con... no sé con qué fantaseaba, sinceramente, veía a Mónica tan inalcanzable que incluso me costaba fantasear que tenía algo con ella. Cuando me pajeaba solo lo hacía mirando sus fotos y disfrutando de su cuerpo, nada más.

Precisamente, pensando en su culo se me empezó a poner dura bajo el agua y me desabroché el nudo del bañador para comenzar a masturbarme, estaba de espaldas a la puerta y aunque entrara alguien no se me vería lo que estaba haciendo, estaba tan cachondo que incluso me bajé un poco el bañador para sacarme la polla, por un momento llegué a fantasear con que Mónica entraba y me pillaba así lo que me hizo ponerme más caliente todavía. Me hubiera gustado bajarme el bañador del todo, incluso quitármelo en esa piscina en la que Mónica se había bañado tantas veces, pero no quería arriesgarme a que me pillaran. No sé qué iban a pensar de mí si el segundo día me descubrieran en pelotas y empalmado en su lujosa piscinita.

Continué tocándome con la polla fuera, era una sensación muy agradable, no tenía ninguna preocupación, ni se escuchaba ningún ruido. Solo estaba yo con mi paja. No me quise correr en el agua y veinte minutos más tarde salí de la piscina con una buena empalmada bajo el bañador.

Subí por la escalera después de secarme un poco y me metí en la habitación para vestirme. Bajé a la cocina y Mónica estaba preparando la comida.

―¿Te puedo ayudar?, huele de maravilla...
―Pues sí, mira, estaba preparando unas albóndigas, mira coge así la carne picada y me las vas haciendo, de este tamaño más o menos...
―Tienen una pinta estupenda...
―Y mejor saben, hoy voy a hacer unos guisantes salteados con jamón y huevo y unas albóndigas...
―Pues es un menú fenomenal, por cierto, ¿Fernando no está?
―No, ha salido a comprar el pan y a darse una vuelta, no creo que tarde mucho en volver...

Seguí ayudando a Mónica a hacer la comida y sobre las dos menos cuarto ya estaba todo listo, puse la mesa en el jardín y a las dos en punto ya estábamos comiendo. Era increíble la organización de Mónica y lo bien que cocinaba. Aquella mujer lo hacía todo bien, y con esas curvas, lo bien que se movía haciendo fitness y la elasticidad que tenía, en la cama debía ser poco menos que una puta diosa.

Sabía que unas semanas más tarde cuando empezara a llegar el frío ya no íbamos a poder disfrutar de esas comidas ni cenas en el jardín, pero ahora me encantaba estar allí, además, comer con ellos iba afianzando mi relación con el matrimonio y también se notaba que ellos estaban a gusto conmigo. Después de comer les ayudé a recoger la mesa y cuando terminamos estuvimos charlando un rato en el jardín.

―Así que ya empiezas mañana la universidad... estarás nervioso ―me dijo Fernando.
―Pues sí, estoy nerviosillo, a ver qué tal... al principio se me hará duro, no conozco a nadie... bueno... poco a poco...
―Eso es al principio, luego te harás tu grupo de amigos y vas a disfrutar mucho, ya lo verás... ―me dijo Mónica.
―Sí, supongo.
―Por supuesto, puedes traer a quién quieras a casa, faltaría más ―me dijo Fernando.
―Vale, muchas gracias... está bien saberlo.
―Cuando tengas tu grupito de amigos ya nos pedirás hacer alguna fiesta en la bodega de abajo, no hace falta que nos pidas permiso, con que nos avises vale ―volvió a insistir él.
―Bueno, deja al chico, no ha empezado las clases y ya le estás hablando de fiestas y amigos ―le replicó Mónica.
―Es para que lo sepa, en un par de meses tendrá nuevos amigos y saldrá de fiesta con ellos, todos hemos tenido 18 años y sabemos lo que es ir a la universidad...

Mónica miró el reloj y se despidió de nosotros.

―Voy a echarme un poco la siesta, bueno, Adrián, hoy va a hacer muy bueno también, ¿te animas luego a la clase de yoga en el jardín?
―Ehhh... sí, sí, claro... ya te dije que sí...
―Pues a las siete nos vemos...
―Sí, a las siete, ya lo sabía...
―Bueno, chicos, me subo...
―Yo también me voy a acostar, me he pegado un baño en la piscina y ahora estoy, plofff...
―Te deja relajado el agua, ¿eh? ―me preguntó Mónica mientras subía con ella por la escalera.
―Uffff, ni que lo digas, me encanta la piscina... ¿Fernando y tú la usáis mucho?
―No, él no, casi no se mete, yo me baño todos los días después de cenar... me viene muy bien para desconectar y dormir... ―me dijo Mónica apoyada bajo el marco de la puerta de su habitación.

Se me quedó mirando fijamente y me hubiera gustado seguir hablando con ella, pero no me salían las palabras y me despedí con un simple “hasta luego” subiendo hasta mi cuarto. A pesar de lo relajado que estaba todavía no se me había pasado el calentón de la piscina y me costó dormir. Al final no quise estirar mucho la siesta porque estaba nervioso y solo me eché una hora para descansar mejor por la noche.

Estuve preparando todo lo que iba a llevar a la universidad al día siguiente y eligiendo la ropa antes de bajar a las siete en punto. Me puse un pantalón corto y una camiseta técnica de deporte y Mónica ya me estaba esperando en el jardín. Había extendido dos esterillas en el césped y tenía música relajante puesta en el altavoz. Fernando estaba resguardado en la sombra tomándose una cerveza con limón y mirando hacia nosotros.

―¿No te animas? ―le pregunté.
―Quita, quita, si hago eso me rompo todos los huesos...
―Empezamos... ―me dijo Mónica sentada en la típica postura de flor de loto.

Los primeros minutos me sentí ridículo haciendo yoga con esa mujer que apenas conocía de nada en el jardín de su casa, pero Mónica tenía una voz muy agradable y me fue guiando de maravilla durante la práctica, incluso se levantó un par de veces para intentar corregirme la postura y terminamos la clase con unos estiramientos.

―¿Qué tal tu primera clase de yoga?... la he hecho sencillita para que la pudieras seguir... creo que no se te da nada mal...
―Pues me ha encantado ―dije flexionando la rodilla todo lo que podía.

Mónica llevaba unas mallas grises hasta los tobillos, una camiseta de tirantes y una cinta recogiendo su pelo. Debido al sol se había acalorado y cuando dobló la pierna tumbándose en el césped me quedé mirando su muslo y cómo se le marcaba el culazo con esas mallas.

―¿Mañana repites? ―me preguntó.
―Sí, ¿por qué no?
―Bueno, yo ya estoy lista ―dijo Mónica poniéndose de pie―. Estira bien que mañana vas a tener alguna agujeta, aunque tú eres joven... y recuperáis rápido...

Con disimulo le seguí la trayectoria tumbado en el suelo, ella se acercó a su marido y se inclinó para darle un suave pico en los labios mientras él le daba una cachetada cariñosa en su culo. ¡¡Menudo pandero tenía la cabrona!! Yo le hubiera soltado un buen azote.

¡Ese culo no se merecía otra cosa!

―Voy a preparar la cena, chicos...
―Ahora voy a ayudarte ―le dije yo.

Me levanté en dirección a la cocina, Fernando seguía sentado en el mismo sitio que cuando había llegado.

―Me he cansado solo de veros... ―me dijo.
―Tampoco ha sido para tanto, jajajaja... a mí me ha gustado... todo, bueno, voy a echarle una mano a Mónica...

Cuando salí del jardín me di cuenta de lo que acababa de decir, esperaba que Fernando no se tomara mi comentario con doble sentido, que no lo tenía, aunque él no tenía pinta de enfadarse por ese tipo de cosas, a decir verdad, no tenía pinta de enfadarse por nada, jamás había conocido a un hombre así de tranquilo. No se alteraba por nada.

Su mujer ya estaba como un terremoto en la cocina preparando una crema de verduras con la thermomix y un pescado a la plancha.

―¿Puedo ayudarte?
―No hace falta, ya casi está listo, toma si quieres, vete poniendo la mesa fuera...
―Hecho...

Cenamos en el jardín y un poco antes de las nueve Mónica se levantó recogiendo los platos, yo hice lo mismo y coincidimos en la cocina.

―Deja esto, Mónica, que ya friego yo...
―De eso nada, esto le toca a Fernando, que no ha hecho nada... ni se te ocurra tocar un plato... ¡¡Fer!! ―dijo gritando a su marido―. Ya sabes lo que tienes que hacer... anda, haz algo... ahhh, Adrián, muchas gracias de todas formas...

Y se subió por las escaleras sin decir nada. Al final ayudé a Fernando a fregar los platos y dejar la cocina recogida y luego estuvimos en el salón viendo la tele. Ni me di cuenta cuando apareció Mónica con una toalla envolviendo su cuerpo y otra en el pelo.

―Ahh, perdona ―dijo extrañada al verme―. No sabía que estabas aquí ―y se subió a la habitación sin decir nada más.

Aquello me excitó terriblemente, la imaginé desnuda bajo la toalla, aunque posiblemente llevara un bañador puesto, pero mis hormonas estaban a mil en ese momento y sin querer volví a empalmarme bajo el pantalón. Me resultaba extraño estar viendo la tele con la polla dura y a la vez hablar con su marido como si no ocurriera nada.

Y todavía fue peor cuando Mónica regresó al salón, se había secado el pelo, aunque lo tenía un pelín húmedo, llevaba un pijama de entretiempo bastante fino, y se le notaban las braguitas, pero lo peor era en la parte de arriba, que bajo la camiseta de manga larga se apreciaba bastante bien que no llevaba sujetador, supongo que sería una costumbre de ella que después de ducharse y antes de dormir ya no se lo ponía, y posiblemente no se esperara que yo siguiera en el salón, pero a mí me calentó mucho.

Llevaba un libro de la mano y se sentó junto a su marido.

―¿Qué estáis viendo?
―La verdad que nada... ―dijo Fernando.

Mónica se puso a leer y yo me quedé observándola con disimulo mientras veía la tele. Me gustaba cómo se le dibujaba el contorno de sus tetas bajo la camiseta, no parecían excesivamente grandes, pero los pezones oscuros luchaban por atravesar la tela. Tuve que acomodarme la polla bajo el pantalón un par de veces y al final ocurrió lo inevitable. Fernando me pilló mirando a su mujer.

De un bote me puse de pie intentando ocultar la erección.

―Yo os dejo, que mañana tengo que madrugar...
―Buenas noches.
―Qué descanses... ―dijo Mónica sin dejar de leer el libro.

Llegué a la habitación y una vez que tenía todo preparado para el día siguiente me tumbé en la cama con el ordenador. Abrí la carpeta donde tenía las cinco fotos de Mónica y muy despacio me la estuve meneando casi media hora. No tenía ninguna prisa en correrme y con el calentón que llevaba acumulado se me había puesto súper dura. Ya casi no me la podía ni tocar y me la acariciaba suave con dos dedos sin dejar de pasar las fotos una y otra vez. Estuve tentado de enviarle una solicitud de amistad a su ********, pero todavía no tenía la suficiente confianza para hacerlo.

No podía dejar de pensar en ella, en su olor, en el vestido corto blanco con rayas azules, en su pelo húmedo, en sus potentes muslos, en sus tetas desnudas y libres bajo el pijama y sobre todo en su perfecto culo llenando las mallas deportivas. Aquel pandero era de los que te quedabas con ganas de azotar con fuerza cuando pasabas a su lado, incluso me llegué a asustar imaginando que cualquier día se me iba a escapar la mano irremediablemente.

Ya solo me pajeaba con un dedo, la polla me palpitaba con las venas a punto de reventar y cuando me acaricié el prepucio toda mi corrida salió disparada saltando por encima de mi cabeza. Tuve que sujetármela apuntando hacia el ordenador dónde ahora Mónica ocupaba toda la pantalla, entonces tres lefazos fueron a parar a su cara, cubriéndola el rostro. Le di al botón del espacio para que la foto se detuviera y me quedé unos segundos mirando el estropicio.

Había empapado el ordenador y me encantaba cómo me había corrido sobre la imagen de Mónica. No sé lo que me iba a durar el portátil si seguía haciendo eso, pero me gustó tanto la sensación que sabía que lo iba a repetir muchas más veces.

Cuando limpié todo me quedé un poco más relajado, aunque me costó dormir. Al día siguiente comenzaba la universidad.



6



A las siete y diez sonó el despertador y sin pensármelo salí de la cama y me pegué una ducha. Me vestí, cogí el móvil, la cartera y bajé a la cocina. Al pasar por el salón vi una luz y Mónica ya estaba estudiando.

―Buenos días ―me dijo, susurrando en bajito.
―Buenos días, ¡qué madrugadora!
―Sí, llevo un ratito ya, que te vaya bien en tu primer día...
―Muchas gracias, Mónica.

Desayuné en la cocina y quince minutos antes de que empezara la clase salí de casa. Fui muy tranquilo, ya que la facultad estaba cerca y cuando entré casi no había nadie por los pasillos. Me fui hasta mi aula y ya había unos diez estudiantes.

Me quedé mirando dónde ponerme. Puede parecer una tontería, pero es muy curioso como una decisión así cambia tu vida. Depende del lugar en el que te pongas te vas a juntar con unos o con otros y seguramente eso te marque en el futuro, pareja, amigos, incluso trabajo. En aquel momento, con 18 años yo no pensaba esas cosas, pero ahora, con perspectiva es evidente que así fue mi caso.

El aula estaba formada por mesas alargadas con sillas de madera de estas que se bajan cuando te sientas. En cada fila había cinco asientos y yo puse en la parte de atrás en el lado derecho. Poco a poco se fue llenando el aula, al principio lo típico, no conocía nadie y la gente prefería ponerse en los extremos, aunque los que iban llegando más tarde no les quedaba más remedio que ir ocupando las zonas centrales.

En el otro extremo de mi fila se sentó una rubia alta y desgarbada, luego otros dos chicos y a mi lado se sentó un terremoto que no se paraba quieto.

―Hola, ¿qué tal?, me llamo Sergio... ―dijo estrechándome la mano.
―Hola, Adrián, encantado.

Me resultó curioso que solo se me presentara a mí y no al que tenía a su izquierda. Sinceramente, han pasado tantos años que no recuerdo bien de qué asignatura era esa primera clase, pero lo que si me acuerdo bien es de la chica que tenía delante de mí.

Paula Santos Izquierdo.

En aquel momento no conocía nada de ella, solo que físicamente era una muñequita y tenía la sonrisa más bonita que había visto en mi vida. Pelo rubio, cara aniñada con pequitas por la zona de la nariz, media melena rizada, ojos azules, unos dientes perfectos, muy poquito pecho y un culo redondo y respingón que lucía de maravilla con unos pantalones vaqueros. Vestía muy clásica, quizás demasiado, con unos zapatitos de charol de niña buena y un jersey de color rosa.

Me fue difícil concentrarme en la clase, empezaba bien de cojones, con aquella chiquilla delante de mí el día se me iba a hacer más ameno, lo que no sabía es si me iba a enterar de algo.

Cuando terminó la clase nos levantamos y salimos fuera. Estuve hablando un rato con Sergio, aunque tampoco nos dio tiempo a mucho, en apenas cinco minutos ya venía el profesor de la siguiente asignatura.

Aquel primer día solo me relacioné con él, incluso fuimos a almorzar juntos a la cafetería.

―Se te van a caer los ojos encima de la rubia ―me soltó de repente―. ¿O te crees que no me he dado cuenta de cómo la miras?, jajajaja...
―Sí, bueno...
―Reconozco que tienes buen gusto, por cierto, mira, ahí está con las otras tres que se ponen con ella, mmmmm, no está nada mal, buen culo, muy guapa, quizás un poco clásica para mi gusto, demasiado quizás... y tú, ¿tienes novia, Adrián?
―En el pueblo tengo algo, aunque hemos medio cortado antes de venir ―le contesté yo.
―Entonces no tienes...
―Es algo más complicado que eso...
―Nada, lo mejor es estar soltero, mira la de tías que hay aquí, ya verás que añito vamos a pasar... y por cierto, ¿dónde vives?
―Pues en una casa cerca de aquí, me ha alquilado una habitación un matrimonio, así que bien...
―¡Anda, qué curioso!

Justo en ese momento pasó la chica rubia que se sentaba en nuestra misma fila, era alta, muy delgada, tenía un piercing en el labio y un enorme tatuaje en el hombro y por todo el brazo izquierdo que llamaba mucho la atención, aparte de varios tatuajes más muy pequeñitos por todo el cuerpo. El vaquero ajustado casi no le hacía culo, pero a pesar de lo flacucha que estaba lucía dos impresionantes tetas que botaban peligrosamente en su camiseta blanca de tirantes a cada paso que daba. Nos miró con sus penetrantes ojos verdes de gata que hizo que Sergio y yo nos quedáramos paralizados. Casi ni reaccionamos cuando pasó a nuestro lado.

―Hola... ―dijo en bajito, con una voz tímida.

Y después se fue, Sergio y yo nos miramos y comenzamos a reírnos.

―¡Hostia!, ¿y esta tía?
―Joder, no sé, creo que se sienta en nuestra fila, a la izquierda... ―dije yo.
―¿De qué va?, ¿de gótica?
―Jajajaja, no, no va de nada, solo lleva tatuajes y un piercing, ya está...
―¿Has visto qué tetas tiene?
―¡Como para no verlas!... bueno anda, vamos a clase que al final hacemos tarde...

Un par de horas más y terminamos el primer día. El jueves cuando salimos fuera entre clase y clase ya nos juntamos los cuatro chicos de la fila, Pablo e Iván se llamaban los otros dos. Mientras hablábamos, la rubia del tatuaje se quedaba a nuestro lado y se reía mucho con las ocurrencias de Sergio que era un poco el que llevaba la voz cantante. El viernes, después de la tercera clase, quedamos para ir a almorzar a la cafetería, entonces me acerqué a ella.

―Hola, ¿qué tal?, me llamo Adrián.
―Hola, yo soy Elvira...
―Encantado ―dije dándole dos besos.

Inmediatamente se presentó Sergio también y después Pablo e Iván.

―Vamos a la cafetería, ¿te vienes? ―pregunté a Elvira.
―Sí, claro...

Y fue la primera vez que nos juntamos los cinco. Al final de la primera semana ya había formado mi grupo de amigos. Sergio era un poco el cabecilla, la voz cantante, estaba claro que le gustaba ser el líder y estaba encantado en su papel. Pablo era más brutote, un chico de pueblo, como yo, era grande y fuerte y se le veía que era muy buena gente, Iván, era el más tímido y apenas hablaba, pero estaba muy atento a todo lo que decíamos y por último estaba Elvira, muy callada y reservada, y siempre con una sonrisa en la boca escuchando las chorradas que soltábamos.

Desde el principio establecí una complicidad especial con Elvira, se notaba cuando nos mirábamos que estábamos pensando en lo mismo. No tardé en descubrir que bajo esa fachada con su piercing en el labio y sus múltiples tatuajes se encontraba una chica agradable, educada y muy inteligente. Me gustaba cómo vestía, solía llevar camisetas de tirantes y buenos escotes, a veces llevaba faldas cortas con botas militares, otras veces pantalones anchos y habitualmente llevaba el pelo recogido en una coleta.

Al salir de clase, me fui rápido para casa, Mónica ya tenía la comida preparada y cuando terminé les dije a ella y Fernando que me iba a pasar el fin de semana al pueblo. Apenas llevaba una semana fuera y no sentía la necesidad de ir al pueblo, pero había quedado con los colegas de allí y no les podía fallar. Aunque casi mejor que no hubiera ido, el viernes salimos de fiesta y me pillé una buena borrachera y el sábado parecido, solo que encima me encontré a mi ex, Lara, en el bar al que solíamos ir. Se me acercó y estuvimos hablando un rato, no tenía que haberle hecho caso, porque había pasado tantas veces que ya sabía cómo íbamos a terminar. Al final me dejé llevar y Lara me arrastró de la mano hasta los baños dónde follamos en los reservados en un polvo desastroso.

Así que acabé el fin de semana hecho unos zorros, cansado, con resaca, habiéndome enrollado de nuevo con mi ex y con la sensación de que había perdido el tiempo. En el autobús de vuelta me dije a mismo que tenía que pasar página de una vez y me prometí que no iba a volver al pueblo hasta las fiestas de Navidad.

Ahora tenía que centrarme en la universidad y en mis nuevos amigos. Y efectivamente, eso hice.























7



Noviembre 2011



El despertador sonó a las 6:55, como todos los días. A la siete en punto ya estaba estudiando en el salón y lo hacía durante dos horas. Luego desayunaba, hacía un poco de ejercicio y a las diez se ponía estudiar de nuevo una hora y media. Cuando terminaba preparaba la comida y recogía un poco la casa. Comía a las dos en punto y a las tres se echaba una pequeña siesta de media hora. Por la tarde estudiaba otras dos horas y antes de preparar la cena hacía unos ejercicios de yoga. Sobre las nueve le gustaba darse un bañito en la piscina, luego una ducha relajante, bajaba con su marido al salón a ver un poco la tele o a leer y a las once ya estaba de nuevo en la cama hasta el día siguiente.

Esta era la rutina diaria de Mónica y así un día tras otro. Estaba totalmente concentrada en la oposición y no se salía de su objetivo. Había pasado dos años muy malos, se le había juntado todo, la crisis económica y la imposibilidad de tener hijos, lo que le había derivado en un cuadro de ansiedad generalizada y posteriormente en depresión.

Pero Mónica siempre había sido una mujer fuerte, vital, trabajadora y muy organizada y no se iba a dejar vencer tan fácilmente por la puta ansiedad. Estuvo visitando varios psicólogos, estudió mucho acerca del tema y se puso manos a la obra. Una vez que aceptó su situación sabía que la mejor manera de salir de ese pozo era fijarse un objetivo, hacer ejercicio, unas rutinas diarias y comer lo más saludable posible.

Enseguida retomó el deporte, lo tenía algo abandonado y le costó un poco, Mónica era una mujer de curvas pronunciadas, pero a raíz de la depresión había adelgazado bastante. No tardó en engordar unos kilos, recuperar su peso ideal y ponerse en forma, de hecho, nunca había estado tan guapa y ahora su cuerpo estaba firme y tonificado e incluso la piel le brillaba de manera distinta.

Los sábados y los domingos se levantaba a la misma hora, pero cambiaba un poco la rutina, el sábado después de estudiar hacía limpieza general y aprovechaban la tarde para salir a dar una vuelta con Fernando y los domingos se lo tomaba de descanso en los estudios de la oposición y si hacía bueno les gustaba hacer alguna excursión por la naturaleza.

Además, parecía que empezaban a salir del pozo, a mediados de semana llegó Fernando con muy buenas noticias, había conseguido trabajo como oficial de obra, solo había un pequeño inconveniente. El trabajo era en Madrid e iba a tener que estar fuera de casa de lunes a viernes por lo menos nueve meses, pero le pagaban muy bien y además le cubrían los gastos de alojamiento, así que era una oferta que no podían rechazar.

También estaba lo del tema de su inquilino, Adrián, en septiembre no estaban muy convencidos de meter a nadie en casa, pero un mes más tarde estaban muy contentos con él. Era un chico serio y responsable, dentro de lo cabe, al fin y al cabo, no dejaba de tener 18 años, pero al menos tenía su baño bastante limpio y colaboraba en las tareas del hogar. Apenas se dejaba notar por casa y el matrimonio había conectado muy bien con él.

El jueves rompió un poco su rutina y a media mañana quedó con su mejor amiga, Sandra, era de las pocas que conservaba, la crisis se lo había llevado todo, hasta las amistades se habían esfumado cuando desapareció el dinero de su cuenta. Sandra y su marido, José, habían tenido que hacer lo mismo que ellos, y tenían una habitación de su adosado alquilado a una estudiante universitaria desde hacía dos años, de ahí habían sacado la idea Fernando y ella para hacer lo mismo.

―Bueno, ¿y qué tal te va la vida?, que llevábamos casi dos meses sin vernos ―le preguntó Sandra.
―Pues ya sabes, como siempre, con la oposición y poquito más te puedo contar... casi no salimos de casa...
―Ya, pues como nosotros... por cierto, me alegro mucho de lo de Fernando, es genial que haya encontrado trabajo.
―Sí, ha sido un alivio importante...
―¿Y cuándo empieza?
―Pues ya, la semana que viene se va a Madrid el lunes, en principio regresa los viernes por la tarde, pero puede que también tenga que trabajar algún sábado por la mañana.
―Vaya, es una putada, os vais a ver menos, pero tenía que aceptarlo, solo va a ser unos meses...
―Sí, eso habíamos pensado...
―Además, no te quedas sola en casa, estás con el chico.
―Sí, eso decía Fer, se va un poco más tranquilo a Madrid sabiendo que no me voy a quedar sola en el chalet...
―¿Y qué tal estás tú?, no sé, te veo cada vez más estupenda, ¡estás muy en forma, cabrona!, menudos brazos, tienes el vientre firme y ¡¡vaya culo se te ha puesto!!, te veo más guapa, como si estuvieras enamorada, jajaja... hasta te brillan los ojos...
―Estoy pasando una temporada muy buena... y sí, físicamente me encuentro bastante bien...
―¿Y el chico se porta bien?
―Pues muy bien...
―¿Y está bueno?
―Sandra, ¡por Dios!, ¡vaya preguntas!, si es un niño, tiene 18 años...
―Sí, un niño, ya, ya, ahora a esas edades follan cómo animales...
―Uy, yo ya no sé lo que es eso...
―¿Seguís sin...?
―Sí...
―Voy a tener que pasarte esto, no puedo dejar de leerlo ―dijo Sandra sacando un libro del bolso.
―¿Tú también estás con eso de las 50 sombras... ?
―Sí, mmmmm, está genial... me lo he leído una vez y me lo estoy releyendo de nuevo... si quieres cuando termine te lo paso...
―Ah, bueno, así lo echo un vistazo, ya me ha entrado curiosidad por ver qué tal está el libro... está todo el mundo hablando de él...
―Entonces, que me cambias de tema ¿está bueno o no el chico?
―No lo sé... pues normal... ―respondió Mónica.
―Ojos tienes, sabrás si es guapo por lo menos, tú has sido más lista que yo, nosotros metimos a una chica, no es que sea un bellezón, pero no veas como se le van los ojos a mi marido a ese culo joven y tierno...
―Jajajaja...
―¿Es guapo o no?, ¡venga, contesta!
―Sí, pesada, es guapete el chico, ¿contenta?, pero no me fijo en eso, es un crio...
―Hija, lo que te ha costado decirlo, ¡¡mmmmm!!, ¡qué suerte tienes! ―dijo Sandra mordiéndose los labios―. Yo no sé si podría resistirme teniendo a un universitario tan jovencito en mi casa, jajaja...
―Jajajaja, ¡qué tonta!
―Bueno, Mónica, me ha alegrado mucho verte así, jo, te veo fenomenal, tenemos que quedar más a menudo.
―Sí, veniros a cenar cuando queráis a casa, cualquier sábado... lo hablas con José y me dices, ¿vale?
―Hecho... ―le dijo su amiga mientras se daban un abrazo de despedida.


El sábado, ya de madrugada escucharon un ruido y se despertaron de repente. Fernando se sentó en la cama y encendió la luz.

―Nada, tranquila, es Adrián...
―Ahhhh, vale, ¡vaya susto! ―exclamó Mónica.
―Pero creo que no ha venido solo... se oyen voces, parece que está con una chica, bueno, anda, vamos a dormir.

Mónica se dio media vuelta y Fernando la abrazó por detrás pegando el paquete a su culo. No habían pasado ni dos minutos cuando empezaron a escuchar gemidos en la habitación de Adrián. A los dos les dio la risa y pasada esa sorpresa inicial se quedaron quietos.

―No habíamos pensando en estas cosas, jajaja, menudo ligón está hecho este... ―dijo Fernando―. Pero supongo que es lo más normal... ¿no?, está en edad...
―Sí.

En el silencio de la habitación retumbaban los gemidos de la parte de arriba, y se escuchaba perfectamente cómo follaban, incluso el ruido de los cuerpos al chocar. Era un polvo rápido, fuerte y la chica gritaba de forma muy escandalosa.

―Shhhhh, calla, baja un poco la voz... ―se le entendió cuchichear a Adrián sin dejar de embestir a su compañera.
―¡¡Fóllame más fuerte!!, asííí... mmmmm... muérdeme el hombro, vamossss... ¡más fuerte, joder!, muérdeme más fuerte... ―gritó la chica.

Entonces los gemidos de arriba encendieron al matrimonio y Mónica sintió como la polla de Fernando se empezaba a poner dura.

¡No podía creérselo, había pasado tanto tiempo!

Esa fue otra de las consecuencias del periodo negativo que habían tenido, no solo Mónica había entrado en depresión, Fernando también había pasado una época muy mala y aquello resintió mucho sus relaciones sexuales, Mónica estaba inapetente total y Fernando apenas podía conseguir una erección. Con el paso del tiempo se fueron acostumbrando a vivir sin sexo y los dos estuvieron cómodos en ese papel una temporada, pero habían pasado dos años desde su último polvo y ahora Mónica estaba más viva que nunca, aunque ya no se atrevía a decirle nada a su marido.

Aquella excitación que tuvo al notar la empalmada de él contra su cuerpo le llenó de luz por dentro. Sacó el culo hacia atrás y se lo restregó suavemente, quería asegurarse bien. No había ninguna duda. Fernando la tenía bien dura.

Les daba un poco de vergüenza ponerse cachondos por culpa del chico, pero a Fernando le dio igual, tiró del pijama de Mónica hacia abajo descubriendo su culo y en la posición que estaban de cuchara metió la polla entre sus piernas.

Mónica sintió lo caliente y duro que estaba el miembro de su marido e incluso se puso nerviosa, como si fuera la primera vez, estaba ya tan húmeda que no quería esperar más. En silencio bajó la mano y colocó la polla de Fernando a la entrada de su coño y con un ligero movimiento de cadera hacía atrás él la penetró.

Los chicos seguían follando en la habitación de arriba y los gemidos que les llegaban eran súper excitantes. ¡Tenían un ritmo frenético en un polvazo muy salvaje!

Fernando agarró de la cintura a Mónica y la embistió desde atrás. ¡Por fin estaban follando de nuevo! Era una sensación rara, los dos tenían muchas ganas de sexo, pero estaban contenidos, aunque lo estaban disfrutando muchísimo. Se movían acompasadamente y la polla de Fernando entraba despacio, pero sin descanso, en el cuerpo de su mujer.

Tuvo que bajar la mano para masturbarse cuando sintió que le llegaba el orgasmo, apenas llevaban tres minutos follando, pero Mónica comenzó a correrse entre temblores de placer, después le acompañó Fernando eyaculando dentro de su mujer sin tan siquiera cambiar de postura.

Arriba seguían jodiendo sin descanso, parecía que iba para largo, y Mónica y Fernando se quedaron abrazados escuchando cómo Adrián se follaba a una chica que no sabían quién era.

―¡Dame azotes en el culo, vamos, dame! ―dijo ella.

Y de repente escucharon cómo Adrián golpeaba los glúteos de su acompañante a la vez que se la follaba. Debió soltarle no menos de cuarenta azotes, a cual más duro y media hora más tarde, después de que la desconocida se hubiera corrido dos veces, Adrián, con un gemido grave, llegó al orgasmo dando por finalizada la sesión.

―Parece que ya han terminado... por fin... ¡vaya numerito!
―Sí, eso parece... ―dijo Mónica subiéndose el pantalón de pijama.

Después se giró y le dio un beso a su marido antes de quedarse dormidos en la misma postura en la que se encontraban.
 
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