DuodecimoMan
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Necesitaba dinero para pagar el carnet de conducir, y para costear mis estudios universitarios. En aquel momento contaba con dieciocho años y ese verano quería trabajar en lo que fuera.
Mi padre, que conocía a varios empresarios agrícolas de la zona, me ayudó a encontrarlo y habló con D. Fulgencio, empresario agrario que tenía varias explotaciones. También contaba con una finca donde tenía su lugar de residencia en verano junto a su familia. La finca tenía arbolado y cultivos que había que trabajar y le dijo a mi padre que le vendría muy bien una ayuda a los trabajadores de allí. Le dijo que fuera al día siguiente y preguntara por Juan, el encargado de la finca, que ya le informaría que de que iba a ir un joven para que le ayudara.
Esa misma mañana, me presenté en la puerta de la finca. Sabía que iba a ser un trabajo duro, pero estaba acostumbrado a ayudar a familiares en algunas labores agrícolas. Además tampoco me asustaba el trabajo físico, tenía un buen cuerpo gracias al gimnasio y a la práctica del fútbol. Pensaba que ese trabajo iba a ejercitar bien mis músculos.
Físicamente estaba muy bien, era alto, moreno y definido, teniendo éxito con las chicas y a partir de ese verano con un chico. Ya contaba con experiencia con chicas pero siempre me han llamado la atención los chicos, sobre todo su físico y el morbo de estar con alguno.
Cuando entre en la finca me dirigí a la casa del dueño de la finca y vi a una mujer, que después me enteré que era la encargada de la casa, y me presenté, preguntando por Juan el encargado. Esta mujer, que se llamaba María y que tendría unos cuarenta años, me acompañó hasta el almacén en busca de la persona que más tarde me haría ser el chico más afortunado del mundo.
En el camino María me comentó que Juan era peculiar. Lo había acogido D. Fulgencio siendo un chaval y que le había dado trabajo y casa, teniéndole mucho aprecio y cariño. Me explicó que Juan vivía allí todo el año, cuidando la finca, en una pequeña casa junto al almacén donde tenían toda la maquinaria agrícola. Según María, era un trabajador incansable, pero tenía un carácter rudo y a veces no entendido por los demás.
Mientras me estaba contando cómo era la persona con la que iba a pasar todo el verano, al acercarnos al almacén lo vi. Mi primera visión de él me impactó y senti un escalofrío por todo mi cuerpo. Tendría unos treinta años. Vestía, en ese momento, una camiseta de tirantes negra ajustada y unos pantalones de chándal gris cortos. Tenía un cabello rizado que teminaba en un perfecto degradado, unos ojos negros que le hacían una mirada profunda y demasiado atractiva, una barba sin afeitar de tres días, una piel morena que le hacían resaltar unos hombros y brazos musculosos además de unas piernas grandes y poderosas... En definitiva, un cuerpo fibrado, que el sabia aprovechar al ponerse esos pantalones haciéndole un culo impresionante y un bulto exagerado que hacía guardar lo mejor que tenía su cuerpo. El sabía que era guapo y atractivo y que podía conseguir cualquier cosa que quisiera, tal como me demostró durante todo ese verano.
- Juan, te presento al chico que dijo D. Fulgencio que iba a venir hoy, dijo María.-
La respuesta de Juan fue, con esa mirada penetrante y directa, observarme de arriba abajo y decirme:
-Vamos.-
Me quedé un poco cortado, despidiéndome de María y corriendo tras él hacía el almacén.
- Sube al tractor y llévalo hasta la entrada de la finca que que hoy viene una cuadrilla a recoger unos melones.- dijo Juan.
Con esas palabras comenzó lo que iba a ser un verano para recordar toda mi vida.
- No sé conducir un tractor y encima.con un remolque- le contesté yo
Juan me miró con esa mirada tan profunda otra vez de arriba hacia abajo, llevando su cabeza hacia atrás mostrando una cara de impotencia y resignación. Yo crei en ese momento que me cogería y me echaría de la finca a patadas por tener a alguien al que le iba a ralentizar su rutina diaria de trabajo.
Juan subió de un salto al tractor y lo arrancó. Yo me quedé al lado cuando me dijo:
- ¿Que estás esperando?. ¿No sabes subir a un tractor?
Yo en es momento me dirigí al remolque pero Juan me gritó, no recuerdo si por el ruido del motor o porque ya estaba harto de mí:
- Siéntate a mi lado, donde está la rueda trasera, para que veas cómo se lleva un tractor y así aprendes, niño.-
Hasta ese momento no me di cuenta de que ni siquiera sabía mi nombre. Y desde ese instante hasta el final del verano nunca me llamó por mi nombre, además nunca supe si lo sabía, pero para él yo sería "el niño".
Subí al tractor y prácticamente estaba pegado a él. Salimos del almacén y mientras me explicaba como se conducía el tractor, yo no paraba de admirar su cuerpo. Totalmente fibrado, con esa camiseta que marcaba unos pectorales fuertes y definidos, y unos brazos con unos bíceps que se ponían tensos y duros cuando agarraba bien fuerte el volante del tractor. Durante el traqueteo del camino mi mirada se iba absorta hacia su paquete, totalmente abultado y grande que hacía entrever una enorme virilidad entre sus piernas. En ese momento tuve que encoger mi cuerpo para que no se notara mi erección totalmente descontrolada.
Cuando llegamos al campo de cultivo me explico que nosotros teníamos que coger los capazos de melones y cargarlos en el remolque. En ese momento, fue cuando se quitó la camiseta de tirantes y pude comprobar cómo las miradas de las mujeres que había en la cuadrilla iban todas hacia su cuerpo. Fue ahí donde me di cuenta que a él le gustaba que le miraran con deseo y que podía tener a cualquiera bajo su control y sin apenas resistencia.
- Es mejor que te quites la camiseta que llevas niño, que ahora es cuando empieza lo duro,- me dijo
Cuando me la quité note en su mirada algo extraño. Me miró de tal manera que yo sentí que, aunque se las daba de muy macho, algo le gustó en mi.
Ese día fue bastante duro. Cuando cargábamos el remolque lo llevábamos hacia el almacén, volviendo al campo a cargarlo.
Ya por la tarde me empezó a dejar el tractor, que aunque se me calaba, empecé a conducirlo sin dificultad. En esos momentos el se sentaba junto a mi, y a veces alargaba sus brazos cuando hacía algo mal para coger la palanca de cambios o el volante, prácticamente rozando su torso desnudo y sudoroso con el mío. Esto provocaba la reacción instantánea de tratar de ocultar como mi sexo se despertaba al sentir ese cuerpo tan cerca del mío.
Otra situación que ese día que me desconcerto y a la vez alimento mi deseo hacia Juan fue cuando llegamos al almacén a descargar los capazos de melones y me fui un momento a orinar fuera.
Estaba orinando cuando notó que al lado aparece Juan, que empezó a hacer lo mismo. Note que estaba bastante pegado pero no quise decirle nada, parece que a él no le incomodaba la situación, y verdaderamente a mí tampoco.
No podía escapar la oportunidad y míre de reojo aquel falo que estando en flacidez me impresionó por su tamaño. No estaba circuncidado como yo. Se había retirado el prepucio mostrando un precioso glande.del que salía su orina. Era una verga perfecta, de gran tamaño y gorda y me imaginé cómo sería en erección. Eso me hizo cambiar de pensamientos al instante ya que se me estaba empezando a poner dura. Para no ser tan descarado le mire a la cara y vi que el también estaba observando la mía. Tengo una buena polla, de buen tamaño y grosor, además de circuncidada. Pero comparando la de ambos, Juan me superaba.
Después de observar mi polla, me miró a la cara y mientras el se la sacudía con fuerza eliminando cualquier gota de orina de.su glande, me dijo lo siguiente:
- Buena tranca niño, tú y yo vamos a usar nuestras pollas este verano bastante.-
Se guardo su verga y se fue hacia el almacén.
A mi me dejó bastante impactado. No sabía si lo decía como si el fuera un maestro, un follador nato de chicas (que lo era), del que tiene que aprender su discípulo, en este caso yo; o que ese verano iba a experimentar lo que durante los últimos años deseaba con todas mis fuerzas, morbosear y experimentar con un hombre.
Continuará....
Mi padre, que conocía a varios empresarios agrícolas de la zona, me ayudó a encontrarlo y habló con D. Fulgencio, empresario agrario que tenía varias explotaciones. También contaba con una finca donde tenía su lugar de residencia en verano junto a su familia. La finca tenía arbolado y cultivos que había que trabajar y le dijo a mi padre que le vendría muy bien una ayuda a los trabajadores de allí. Le dijo que fuera al día siguiente y preguntara por Juan, el encargado de la finca, que ya le informaría que de que iba a ir un joven para que le ayudara.
Esa misma mañana, me presenté en la puerta de la finca. Sabía que iba a ser un trabajo duro, pero estaba acostumbrado a ayudar a familiares en algunas labores agrícolas. Además tampoco me asustaba el trabajo físico, tenía un buen cuerpo gracias al gimnasio y a la práctica del fútbol. Pensaba que ese trabajo iba a ejercitar bien mis músculos.
Físicamente estaba muy bien, era alto, moreno y definido, teniendo éxito con las chicas y a partir de ese verano con un chico. Ya contaba con experiencia con chicas pero siempre me han llamado la atención los chicos, sobre todo su físico y el morbo de estar con alguno.
Cuando entre en la finca me dirigí a la casa del dueño de la finca y vi a una mujer, que después me enteré que era la encargada de la casa, y me presenté, preguntando por Juan el encargado. Esta mujer, que se llamaba María y que tendría unos cuarenta años, me acompañó hasta el almacén en busca de la persona que más tarde me haría ser el chico más afortunado del mundo.
En el camino María me comentó que Juan era peculiar. Lo había acogido D. Fulgencio siendo un chaval y que le había dado trabajo y casa, teniéndole mucho aprecio y cariño. Me explicó que Juan vivía allí todo el año, cuidando la finca, en una pequeña casa junto al almacén donde tenían toda la maquinaria agrícola. Según María, era un trabajador incansable, pero tenía un carácter rudo y a veces no entendido por los demás.
Mientras me estaba contando cómo era la persona con la que iba a pasar todo el verano, al acercarnos al almacén lo vi. Mi primera visión de él me impactó y senti un escalofrío por todo mi cuerpo. Tendría unos treinta años. Vestía, en ese momento, una camiseta de tirantes negra ajustada y unos pantalones de chándal gris cortos. Tenía un cabello rizado que teminaba en un perfecto degradado, unos ojos negros que le hacían una mirada profunda y demasiado atractiva, una barba sin afeitar de tres días, una piel morena que le hacían resaltar unos hombros y brazos musculosos además de unas piernas grandes y poderosas... En definitiva, un cuerpo fibrado, que el sabia aprovechar al ponerse esos pantalones haciéndole un culo impresionante y un bulto exagerado que hacía guardar lo mejor que tenía su cuerpo. El sabía que era guapo y atractivo y que podía conseguir cualquier cosa que quisiera, tal como me demostró durante todo ese verano.
- Juan, te presento al chico que dijo D. Fulgencio que iba a venir hoy, dijo María.-
La respuesta de Juan fue, con esa mirada penetrante y directa, observarme de arriba abajo y decirme:
-Vamos.-
Me quedé un poco cortado, despidiéndome de María y corriendo tras él hacía el almacén.
- Sube al tractor y llévalo hasta la entrada de la finca que que hoy viene una cuadrilla a recoger unos melones.- dijo Juan.
Con esas palabras comenzó lo que iba a ser un verano para recordar toda mi vida.
- No sé conducir un tractor y encima.con un remolque- le contesté yo
Juan me miró con esa mirada tan profunda otra vez de arriba hacia abajo, llevando su cabeza hacia atrás mostrando una cara de impotencia y resignación. Yo crei en ese momento que me cogería y me echaría de la finca a patadas por tener a alguien al que le iba a ralentizar su rutina diaria de trabajo.
Juan subió de un salto al tractor y lo arrancó. Yo me quedé al lado cuando me dijo:
- ¿Que estás esperando?. ¿No sabes subir a un tractor?
Yo en es momento me dirigí al remolque pero Juan me gritó, no recuerdo si por el ruido del motor o porque ya estaba harto de mí:
- Siéntate a mi lado, donde está la rueda trasera, para que veas cómo se lleva un tractor y así aprendes, niño.-
Hasta ese momento no me di cuenta de que ni siquiera sabía mi nombre. Y desde ese instante hasta el final del verano nunca me llamó por mi nombre, además nunca supe si lo sabía, pero para él yo sería "el niño".
Subí al tractor y prácticamente estaba pegado a él. Salimos del almacén y mientras me explicaba como se conducía el tractor, yo no paraba de admirar su cuerpo. Totalmente fibrado, con esa camiseta que marcaba unos pectorales fuertes y definidos, y unos brazos con unos bíceps que se ponían tensos y duros cuando agarraba bien fuerte el volante del tractor. Durante el traqueteo del camino mi mirada se iba absorta hacia su paquete, totalmente abultado y grande que hacía entrever una enorme virilidad entre sus piernas. En ese momento tuve que encoger mi cuerpo para que no se notara mi erección totalmente descontrolada.
Cuando llegamos al campo de cultivo me explico que nosotros teníamos que coger los capazos de melones y cargarlos en el remolque. En ese momento, fue cuando se quitó la camiseta de tirantes y pude comprobar cómo las miradas de las mujeres que había en la cuadrilla iban todas hacia su cuerpo. Fue ahí donde me di cuenta que a él le gustaba que le miraran con deseo y que podía tener a cualquiera bajo su control y sin apenas resistencia.
- Es mejor que te quites la camiseta que llevas niño, que ahora es cuando empieza lo duro,- me dijo
Cuando me la quité note en su mirada algo extraño. Me miró de tal manera que yo sentí que, aunque se las daba de muy macho, algo le gustó en mi.
Ese día fue bastante duro. Cuando cargábamos el remolque lo llevábamos hacia el almacén, volviendo al campo a cargarlo.
Ya por la tarde me empezó a dejar el tractor, que aunque se me calaba, empecé a conducirlo sin dificultad. En esos momentos el se sentaba junto a mi, y a veces alargaba sus brazos cuando hacía algo mal para coger la palanca de cambios o el volante, prácticamente rozando su torso desnudo y sudoroso con el mío. Esto provocaba la reacción instantánea de tratar de ocultar como mi sexo se despertaba al sentir ese cuerpo tan cerca del mío.
Otra situación que ese día que me desconcerto y a la vez alimento mi deseo hacia Juan fue cuando llegamos al almacén a descargar los capazos de melones y me fui un momento a orinar fuera.
Estaba orinando cuando notó que al lado aparece Juan, que empezó a hacer lo mismo. Note que estaba bastante pegado pero no quise decirle nada, parece que a él no le incomodaba la situación, y verdaderamente a mí tampoco.
No podía escapar la oportunidad y míre de reojo aquel falo que estando en flacidez me impresionó por su tamaño. No estaba circuncidado como yo. Se había retirado el prepucio mostrando un precioso glande.del que salía su orina. Era una verga perfecta, de gran tamaño y gorda y me imaginé cómo sería en erección. Eso me hizo cambiar de pensamientos al instante ya que se me estaba empezando a poner dura. Para no ser tan descarado le mire a la cara y vi que el también estaba observando la mía. Tengo una buena polla, de buen tamaño y grosor, además de circuncidada. Pero comparando la de ambos, Juan me superaba.
Después de observar mi polla, me miró a la cara y mientras el se la sacudía con fuerza eliminando cualquier gota de orina de.su glande, me dijo lo siguiente:
- Buena tranca niño, tú y yo vamos a usar nuestras pollas este verano bastante.-
Se guardo su verga y se fue hacia el almacén.
A mi me dejó bastante impactado. No sabía si lo decía como si el fuera un maestro, un follador nato de chicas (que lo era), del que tiene que aprender su discípulo, en este caso yo; o que ese verano iba a experimentar lo que durante los últimos años deseaba con todas mis fuerzas, morbosear y experimentar con un hombre.
Continuará....