Me encanta conducir, pero nunca lo he hecho con nieve. Mi padre siempre me decía que era muy peligrosa la nieve, así que nunca se me ha ocurrido coger el coche con nieve, aunque sean 4 copos sobre el asfalto. "Eso, cuatro copos, es lo más peligroso que hay" decía mi padre.
En cambio él si ha conducido sobre carreteras nevadas, como las del video. Y yo he ido de pequeña en el coche con él.
En el pueblo, de pequeña, recuerdo más de una vez habernos quedado atrapados incomunicados en la nieve. Aunque claro, de eso fácilmente hace más de 40 años. Yo era muy muy pequeña. El Renault 5 de mi tío iba bien sobre la nieve, era un coche muy ligero. Y la carretera de montaña, toda nevada, con pinos alrededor, me recuerda a la del video. Mi pueblo está en la sierra, y cuando nevaba, nevaba de verdad. Aunque claro, ya no es como antes. Ahora suele caer alguna nevada en invierno pero no es comparable a hace 40 años. Y recuerdo que hace 40 años cuando era niña y todo estaba nevado, y había mas de 50 centímetros de nieve y no podíamos salir del pueblo en uno o dos días, mi padre me decía que eso no era nada, que ya no nevaba como cuando él era niño.
Hace 80 años atrás, cuando él era niño. Nevadas de mas de 1 metro de nieve. La nieve cubría las ventanas, tapaba la puerta de casa. Los "chupiteles" de hielo, como el dice, se formaban en el tejado y ahí aguantaban los meses de invierno. Siendo apenas un niño tenia que tirar de pala y ayudar en la casa a abrir camino para salir afuera.
Mi pueblo está en la sierra, es uno de los más altos de la provincia. Yo tengo botas de invierno que puedo ponerme en la ciudad, no tanto porque las necesite sino para ir mas o menos a la moda, o porque es lo que se lleva. También tengo algún chaquetón de invierno de alguna marca conocida de esos que "no pasan ni las balas", como dice mi padre. Me lo puedo poner en invierno algún día, o si hago alguna excursión de "dominguera" en invierno. Pijas de ciudad.
Cuando mi padre lo ve, se queda alucinado. Con el chaqueton, con las botas, con el gorro, con la camiseta térmica. Siendo niño, con 7 u 8 años tenía que andar en la sierra mas de una de hora de ida, y mas de una hora de vuelta, en los duros inviernos de aquella época, para cuidar el ganado. Ganado que hace mas de 80 años en un pequeño y perdido pueblo de la sierra era apenas unas pocas de ovejas, pero que ese era el sustento de toda la familia. Me cuenta que tenía que andar con cuidado, porque depende de donde pisara, podía quedarse hundido completamente en la nieve. "Que bien nos hubieran venido estas botas en mi época". "Si yo hubiera tenido ese chaqueton cuando tenía que subir a mover las ovejas".
Y cuenta que muchas veces salían a cuidar el ganado, el que era el pequeño, con mis tíos mas mayores, y podían estar 3 o 4 días sin volver a casa, cuando caían esas nevadas en la sierra, nevadas como las de antes, nevadas de 2 metros. Pero que el ganado había que cuidarlo y darle de comer, porque no tenían otra cosa. Y en casa eran muchos, mi padre era el pequeño de 8 hermanos. Y muchas veces se quedaban en un chozo en lo alto varios días hasta que podían regresar a casa.
Unas patatas con sebo. Y que buenas le sabían. Unas patatas con sebo porque no había otra cosa. Unas patatas con sebo porque no había otra cosa para comer. Siendo 8 hermanos, si no estabas espabilado no comías. Ahí no podías decir "esto me gusta, esto no me gusta, esto quiero, esto no quiero" Si no estabas espabilado, te quedabas sin comer.
Cuando voy de dominguera al pueblo me gusta perderme por la sierra, imaginar esa vida. Imaginar esa vida que parece prehistórica o de la edad media. Y sin embargo es de "ayer", como quien dice.
Estoy recostada en el sofá escribiendo estas líneas con el ordenador en el regazo. Mi padre está sentado en un butacón también en el salón. Tengo este tema de Enya sonando en bucle. Mi padre dice que le gusta esa música, que se queda dormido con ella. Y yo le digo que está bien, que duerma. Y le veo como cabecea, como se queda dormido, como se despierta, como vuelve a quedarse dormido.
Dice que le gusta estar en mi casa porque hace calor.
Cuando salió del pueblo, mi padre se ganó la vida como camionero. Quizá sea por eso por lo que me gusta tanto conducir. Me fascina la carretera, me fascina ir mas allá, me fascina saber que hay en la siguiente curva, o en el siguiente repecho.
Siempre me fascinó de pequeña, cuando ibamos al pueblo desde la ciudad. Ibamos por la carretera y yo miraba por la ventanilla queriendo saber que había mas allá, en cada una de las montañas que se veían a lo lejos. En cada uno de los desvios con los carteles que indicaban pueblecitos a 5, a 10 km de distancia. Yo quería ir a cada uno de esos pueblos, le decía a mi padre que me llevase a verlos. Pero el nunca se desviaba.
Tuve que esperar a mi primer coche para visitarlos y conocerlos uno a uno. Tuve que esperar a mi primer coche para ver que había a lo lejos, que había detrás de las montañas. Y para saber que hay de detrás de las montañas que están detrás de las montañas.
¿Dónde terminan las carreteras? le preguntaba a mi padre cuando era pequeña e íbamos de camino al pueblo. ¿Dónde terminan las carreteras? le preguntaba, y el no sabía muy bien que responderme. "Papá, tu eres camionero, los camioneros tenéis que saber donde se acaban las carreteras"
Escribo estas líneas escuchando la música y mirando una y otra vez el video de las carreteras nevadas. Esas imágenes me transportan a la niñez. Parece que en cualquier momento, en la siguiente curva voy a ver la torre de la iglesia de mi pueblo, dándome la bienvenida, anunciando que he llegado al destino.
Estoy a gusto, recostada en el sofá, con el portátil en el regazo, escuchando esta música. Si levanto la vista puedo ver a mi padre sentado en la butaca de enfrente. Su respiración me da calma.
"Con esta música me quedo dormido" me dice.
Y yo le respondo, "pues duerme".