Dos Hermanas

Sensaciones de libertad… ¡Ay, la libertad! ¡Siempre tan tirana!

Añadió, ahora en negativo, la narración del gran esfuerzo de contención que había realizado, para no dejarse llevar por esa tremenda llamada de todo su ser a despendolarse sin control.

Y, finalmente, la terrible decepción que había supuesto conocer que yo, en el mismo tiempo en que ella se había impuesto tanta represión, hubiera permitido que mis propias pasiones se desataran, follando con su hermana a espaldas suyas, dejándome llevar por el deseo instantáneo, sin sujetar el instinto y sin considerar el efecto que sobre ella ocasionaría.

-No fue una vez, Juan. No fue un momento de perder la cabeza y nada más.

Su voz sonaba al decirlo más débil, más dolorida.

-La primera vez te la perdoné. Me costó, no creas, pero te la perdoné. A los dos os la perdoné… incluso llegué a intentar convencerme de que había sido responsable al hacer una broma sobre que te cuidaran…

Hizo una pausa prolongada, como reuniendo recuerdos, para proseguir.

-Pero lo del verano pasado ya no tiene excusa. Follasteis a escondidas. Los dos. Ella también, pero al menos tuvo la decencia de confesarlo de inmediato. La misma noche me llamó y me dijo que sabia que la iba a matar, pero que no podía ocultarlo… ¿Sabes cómo me sentí? ¿Lo sabes, Juan? ¡Como una mierda!

Gritaba al decirlo, sin contener toda la rabia que una mujer puede expresar cuando explica haberse sentido despreciada o engañada.

-Esperé en vano que me lo dijeras. Todas las vacaciones ocultando que te habías tirado otra vez a la niña a mi espalda. Esperé cada vez que te acariciaba, cada vez que me la metías, cada vez que te corriste... cada vez esperé en vano que me confesaras el secreto. Y cada vez que no lo hacías alimentabas mi frustración, mi desengaño, o mi desencanto… o mi desenamoramiento, que también puede ser.

Me hacía daño su relato. La conozco bien y sabía que el tono, la vehemencia, la forma expresamente contenida de destilar su rabia auguraba una decisión extrema.

-¿Te acuerdas de aquella noche en la playa en Formentera? ¿sí? Yo también, Juan. Decidí que todavía era posible que me dijeras lo que había sucedido. Pero también que si no lo hacías no podría perdonártelo jamás. Y no lo hiciste. Estuvimos follando más de dos horas, estábamos en el paraíso, me tuviste más que nunca… ¡Y no lo hiciste! ¡No te apiadaste de mí!

No podía contestar. Su expresión era de una tristeza infinita. Y mi culpa incontestable.

-Y el colmo llegó a la vuelta. Vi cómo la recibías, cómo te comportabas como un adolescente salido, y cómo te hacías una paja pensando que yo estaba dormida fantaseando con ella. Ya te lo dije entonces. Iban a cambiar cosas. Y han cambiado.

Me preparé para la siguiente parte, que sin duda había hasta ese momento sólo introducido.

-He estado con otros tres hombres desde entonces. El amigo de Elena es uno de ellos… lo que te narré, más o menos, sin literatura, pero es lo que hicimos. También con Ernesto. Le llamé y le dije que quería verle… y lo hicimos. Al tercero no le conoces. Con él han sido tres veces.

Sus palabras dolieron como un puñetazo brutal en la boca del estómago.

Me sentía desbordado. Hundido. Considerando el poco tiempo transcurrido desde la vuelta de nuestras vacaciones, aquello había sido muy intenso. No acerté más que a hacer una pregunta.

-¿Estas enamorada de él?

Tardó en responder. Su gesto era duro, sin que pudiera distinguir la emoción que en aquel momento estuviera experimentando.

-No, Juan… esa es una pregunta absurda. Podría preguntarte también si estás enamorado de Loli, ya que con ella me pusiste los cuernos varias veces… pero no lo haré. Yo sólo me he enamorado una vez en la vida… no me he enamorado de él. Es más, no sé si estoy desenamorada de ti. Pero me gusta estar con él. Me gusta, nada más. Me gusta como me gustó acostarnos con Santi, o con Pol y Carma, como me gustó volver a salir con Ernesto y liarnos otra vez. Como me gustó estar con Elena y su amigo revolcándonos como si no hubiera Dios ni mañana. Sé que no durará mucho pero me siento viva, renovada, distinta… cada vez que la seducción y el deseo dan paso al placer y a la saciedad. Cuando pase la fiebre que ahora nos lleva a estar juntos dejará de ser interesante para mí, y seguramente también para él… será el momento de convertir esa historia en pasado. Mientras tanto quiero vivir esas emociones, no renunciaré a ellas... Y tampoco renuncio a estar con más gente, al mismo tiempo o después.

Fue un mazazo. Rocío me estaba diciendo, si no lo estaba entendiendo mal, que iba a tener relaciones sexuales variadas con diferentes personas, sin más requisito que la satisfacción de sus propios deseos.

-Dime que estoy loca, lo acepto… pero quiero que otros hombres me seduzcan, tener una relación abierta en la que pueda disfrutar mi sexualidad con quien me apetezca. No sé hasta cuándo desearé que sea así, no sé si será un mes, un año o el resto del tiempo de mi vida en el que pueda acostarme con alguien… pero ahora lo deseo y no quiero reprimir ese impulso, no quiero…

Pude expresarle mi perplejidad. Le dije que no entendía qué me quería decir, qué significaba exactamente, cómo pretendía que nos relacionáramos en el futuro…

Respondió con claridad.

-No pretendo que nuestra relación, la tuya y mía, cambie en nada. Lo que pretendo es tener también otras relaciones que me puedan apetecer, sin someterlas a la nuestra, en las que pueda ser yo, y sólo yo, quien las establezca, desarrolle y consume. Quiero, por así decirlo, tener mi propio espacio, mi propia vida personal, mi mundo al margen del tuyo también en lo sexual.

En un ataque de dignidad extrema quise ser asertivo.

-Eso no funcionará. No lo aceptaré- le dije con tono seco.

El silencio, duro, espeso, terriblemente patente, se hizo presente como si estuviéramos buscando una salida todavía admisible para ambos. Nada más lejos de la realidad.

Experimentaba un sentimiento ambiguo, de una parte con la mala conciencia de las faltas que había cometido y ella me había reprochado, de otra, ofendido por su decisión, que me instalaba en la condición nada deseable ni deseada de cornudo consentidor.

Ella rompió aquel silencio.

-Yo no renunciaré, Juan. Si eso significa que no seguimos juntos tú me lo dices. No renunciaré- repitió.

Sentí que algo en mi interior se rompía, como si un navajazo brutal me hubiera partido, pero no podía, me era realmente imposible, aceptar la nueva situación.

Durante la semana siguiente Rocío y yo acordamos las condiciones de nuestra separación. No fue difícil. Lo más complejo era explicar a unos hijos preadolescentes lo que habían decidido sus padres, sin explicar las verdaderas causas y dejando en sus mentes que una motivación poco clara y muy difusa había bastado para romper nuestra familia.

Con el resto de la familia no empleamos demasiado tiempo... no nos sentíamos obligados.

Socialmente, en los respectivos trabajos y en nuestra pequeño burguesa y provinciana sociedad, el discurso fue pactado para que las consecuencias fueran mínimas.

Pero era diferente con Carlos y Loli.

Con ellos seguimos otro método. Les dedicamos una tarde para contarles nuestra decisión.

No fuimos claros en las explicaciones. Recurrimos a manidos y desgastados tópicos sobre la conveniencia de “darnos un tiempo”, razonamos sobre la necesidad de satisfacer “nuestras propias inquietudes” cada uno por un lado…

Carlos no entendía nada. Llegaba incluso a desesperarse, él, tan flemático siempre, intentando explicarnos que estábamos locos, que no era sensato nada de lo que decíamos. Llegó incluso a intentar un chantaje emocional, atribuyendo a nuestra “relación a cuatro” la causa de nuestra decisión de separarnos, rogando que no le hiciéramos sentir culpable de haber destrozado una pareja que, para él, era ejemplar desde siempre.

Su esfuerzo era pueril, inocente hasta el punto de hacerme sentir culpable del engaño, de la ocultación de las verdaderas causas, y muy especialmente de la ocultación de que, en buena medida, acertaba al decir que nuestra relación a cuatro había roto el matrimonio de sus cuñados… sin esa relación no hubieran sucedido aquellos encuentros a solas con su esposa, ni toda la deriva posterior de ocultaciones que, a la postre, eran el motivo inmediato de la situación actual.

Hoy, lejos de haber apagado esa sensación de profunda deslealtad con él, la experimento muy acentuada, hasta el punto de haberme distanciado mucho, evitando cualquier encuentro o coincidencia, pese a lo muy unidos que en un tiempo estuvimos.

Sin embargo, no tuve ninguna duda de que Loli estaba al caso y conocía antes de aquella reunión lo que iba a suceder. No podía tener dudas. Bastante muestra había tenido ya de la perfecta comunicación de las hermanas, de la inexistencia de secretos entre ellas. Y tampoco ofrecía dudas por la actitud que mantuvo durante todo el encuentro. Percibía que venía “llorada de casa” a la representación que habíamos preparado para ellos.

Entonces lo deduje. Ahora, pasados unos meses, lo he sabido con certeza.

Ni una pregunta, ni un gesto de desaprobación, ni una expresión de sorpresa… Permanecía en esa actitud dócil que tanto me atrae y que tantas veces he disfrutado, en esa pose sumisa de quién acepta lo que le viene encima sin remedio. Ella, habitualmente dispuesta, aguerrida, acostumbrada a tomar decisiones y aparecer como una mujer potente y firme, permanecía en silencio con gesto resignado y una mirada entristecida que, al cruzarse con la mía, expresaba angustia y pesar.

Aquella comunicación a nuestros cuñados era, al mismo tiempo, la formalización de la ruptura de nuestro cuadrado sexual. ¿Sería esa la causa de su tristeza? ¿Sentía, tal vez, como pérdida importante la distancia que se abría entre nosotros?

Al mirarle a los ojos, mientras se prolongaba un silencio absoluto en nuestras explicaciones, sufrí una revelación casi mística.

Le había preguntado a Rocío, en tono inquisitivo y con insistencia, si estaba enamorada de otro hombre… pero no había mirado hacia mi interior, no había formulado idéntica pregunta a mi corazón. Rocío, en la conversación que habíamos tenido la semana anterior, había descartado directamente hacer esa pregunta, y yo me había plegado a aquella omisión, sin cuestionarme nada.

Pero en ese momento, frente a ella, mirándole a los ojos, me asaltó la pregunta sin poder evitarla.

¿Estoy enamorado de Loli?
 
Total, que la venganza de la señorita es serle i fiel con 3 hombres distintos. Genial,eh.
Y encima le dice que va a tener sexo con todos los hombres que pueda. Menuda caradura.
Evidentemente, Juan hace lo único que podía hacer. Mandarla a paseo.
En fin, que veremos a ver qué pasa con Loli, porque creo que era algo más que sexo, y ahora que el está libre y que me da que entre los dos había surgido sentimientos, lo mismo acaban juntos.
 
Rocío se está equivocando al dar vía libre a sus deseos carnales antes que sus sentimientos. Pero recordemos que las restricciones que ella se imponía antes, ahora ya no las tiene gracias a la deslealtad de Juan y a su hermana Loli.
 
Rocío se está equivocando al dar vía libre a sus deseos carnales antes que sus sentimientos. Pero recordemos que las restricciones que ella se imponía antes, ahora ya no las tiene gracias a la deslealtad de Juan y a su hermana Loli.
Y la solución fue serle infiel con 3 hombres distintos y decirle que quiere seguir haciéndolo.
Juan hizo lo único que podía hacer. Separarse de ella.
 
Yo dudo mucho que vuelvan a estar juntos, aunque lo que sabemos es que llevan 6 meses separados, pero no divorciados. Supongo que más adelante dirá que han pasado estos 6 meses.
 
Reconozco que Rocío me ha defraudado, o el autor, o el propio relato, yo creía que iba más a convertirse en un matrimonio abierto basado en la confianza y en la honestidad, al menos eso son los mensajes que yo veía. Pero, y esto es lo que no me gusta, es otra mujer más, de esas que tanto proliferan por aquí, infiel, por llamarla suave. Ya no es nadie especial como parecía al principio. Es, otra más y como Rocío, hay muchas en estos relatos.

Seguiré esperando a esa fémina que rompa con esa imagen de mujer mentirosa e infiel.
 
Difícil ha sido que mis ideas dominen mis emociones, es que el egoísmo de Rocío no tiene perdón, que condenada maldición arrastra ese nombre.
Lo siento por Juan, bastante reciente es lo sucedido, no es merecedor de esta resolución, nadie la merece.

Reflexiones más, reflexiones menos, bastante claro es que ella lo ha dejado en el camino, no quiere su compañía en esta nueva libertad que cree merecerse, como si de méritos se tratara, que descarada forma de egoísmo puro, duro y cruel.

Rocío, un ejemplo más de la mujer que al borde del medio siglo de vida entra en una crisis existencial, donde un licuado de hormonas y neuronas causado por la cercana menopausia les hace tomar medidas desesperadas, tanto, que pasan por encima de obligaciones y compromisos que las limiten, pareja, familia, trabajo,y entorno social pasan abruptamente a segundo plano.

Nos obligamos a afrontar nuestras relaciones de pareja con los peligros que conlleva la inestabilidad de nuestras emociones, y es frecuente que ese riesgo sea mayor en la persona que parece tener más sentimientos involucrados, quién más quiere o ama.
Podremos discutir las variables que nacen de las distintas formas de querer y amar, pero todo suele resumirse a la cantidad de sacrificio que cada uno está dispuesto a asumir con tal de seguir en la relación.

Juan buscando complacerla la ofreció a otros hombres, ingenuo conocedor de las ansias de su mujer, sin importar que le consideraran cornudo, conformaba su conciencia con que pensaran que cumplía todos sus deseos y necesidades como marido enamorado, quizás anticipando lo inevitable, exploró con propios deseos una libertad sexual, sin saber que cavaba una tumba, la de su matrimonio.

Cuando él creyó que exploraba sus propia sexualidad, era al revés, siendo manipulado por Rocío a cada paso que daban, incluso cuando Juan le fue infiel antes que exploraran nuevos límites, siempre volvió a ella, para él no tenía sentido recorrer ese camino sin ella a su lado.

Veo difícil que su futuro sea con Loli, no la veo enamorada como para dejar a su familia por Juan, su hija no se apartaría del lado de Carlos, y por lo demás no la encuentro muy sincera.

Esta nueva forma de ver la vida que ha adoptado Rocío, debió generar serias consecuencias que aún desconocemos, en su familia, como lo han tomado sus hijos y hermana, y el trabajo, que sabemos nos son tolerantes a las disoluciones matrimoniales,

Ya nos enteraremos de como han sido estos seis meses de Juan, ahora como un separado abogado de mediana edad con curiosidad sexual.

Lo que me quita el sosiego, es que eventualmente Rocío se aburrirá de su libertad, los años no perdonan, y su curva sexual ya va en descenso, lo que probablemente la llevará a querer conectarse nuevamente con Juan, conocedora del amor casi incondicional por ella.
 
Última edición:
Probablemente no sea con Loli, pero yo creo que en estos 6 meses es altamente probable que Juan haya conocido a otras mujeres y posiblemente haya rehecho su vida.
Rocío, tarde o temprano, se dará cuenta de su error, pero ya será demasiado tarde.
Pase lo que pase, Juan no debe volver con Rocío. Hay mejores mujeres que Ella.
Cuando se de cuenta de su gran error, es cuando le va a entrar la tristeza de haber perdido al Hombre que amaba por simple egoísmo de satisfacer sus deseos carnales sin tener en cuenta lo que el opine, aunque entiendo que estuviera dolida con el por las infidelidades con su Hermana, con la que yo si creo que fue algo más que sexo.
Yo puedo entender que como venganza tuviera sexo como lo tuvo, pero de eso a decirle que quería acostarse con otros hombres y sin su presencia y que este lo aceptará es que era imposible que el accediera.
Juan ha hecho lo que cualquiera de nosotros que no creemos en eso hubiéramos hecho. Mandarla a paseo.
Y yo creo que a partir de ahí, la relación entre ellos ha quedado muy dañada y no creo posible una reconciliación.
En estos 6 meses, supongo que los primeros han sido duros, pero veo posible que el esté con alguien y aquí es donde Rocío se habrá dado cuenta de lo que perdió.
 
Sigo pensando que Juan y Loli están juntos o mantienen una relación, ambos se aman. Creo que Loli en la sombra a jugado un papel importante en la ruptura del matrimonio de su hermana.

"Ni una pregunta, ni un gesto de desaprobación, ni una expresión de sorpresa… Permanecía en esa actitud dócil que tanto me atrae y que tantas veces he disfrutado, en esa pose sumisa de quién acepta lo que le viene encima sin remedio. Ella, habitualmente dispuesta, aguerrida, acostumbrada a tomar decisiones y aparecer como una mujer potente y firme, permanecía en silencio con gesto resignado y una mirada entristecida que, al cruzarse con la mía, expresaba angustia y pesar.

Aquella comunicación a nuestros cuñados era, al mismo tiempo, la formalización de la ruptura de nuestro cuadrado sexual. ¿Sería esa la causa de su tristeza? ¿Sentía, tal vez, como pérdida importante la distancia que se abría entre nosotros?

Al mirarle a los ojos, mientras se prolongaba un silencio absoluto en nuestras explicaciones, sufrí una revelación casi mística.”
 
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