Bueno gente! Acabo de terminar el capítulo 32. Se que este es un foro de porno y que todos/todas entramos a morbosear, pero este capítulo no contiene escenas de sexo. Me gustaría saber vuestras opiniones al respecto. No es que vaya a cambiar de repente y convertir la historia en un melodrama lleno de acción y traiciones eh! No os asuteís jaja… en el fondo este relato se llama:
COLEGAS DE PAJAS Y SUS ARDIENTES NOVIAS
Capítulo 32 - Bailaré sobre tu tumba
- Dónde estabas hermana? - preguntó Laia cuando Gemma llegó a casa. - Te he estado llamando toda la mañana…
- Tenía cosas que hacer…
- Estás… bien?… Seguro? Te noto… rara.
- Sí, solo un poco, cansada… ya sabes. - Gemma se sentó junto a la mesa de la cocina y se encendió un cigarrillo, mientras su amiga terminaba de preparar la comida.
- Han sido muchas movidas últimamente… Martin, Cisco, ese tal Diego… es normal que estés saturada. Anda toma… te sentará bien…
Su amiga le sirvió una copa de vino acompañandola de una gran y sincera sonrisa. Luego le dió un cariñoso beso en la mejilla para, a continuación, seguir preparando la comida. De repente una gran necesidad de llorar la invadió por completo.
- Laia…
- Dime cari…
- Esta noche… has leído que he convocado una reunión, verdad?
- Si, para planear lo que vamos a hacer, no? Me parece genial hermana! Hay que localizar a Martin como sea, a saber que estará tramando ese malnacido…
- No vayas! - dijo Gemma mirandola seriamente.
- Cómo? Pero que dices? Pues claro que voy a ir… son mis amigos y me necesitan… no voy a fallarlos.
- Hazme caso! No vayas…
- Pero…
- No preguntes. Solo hazme caso vale?
- Vale, sí… tranquila… no iré…
La forma en que la miraba y la manera en que la sujetó del brazo cuando se lo pidió, hicieron pensar a la Amazona que algo realmente malo iba a pasar. No sabía que era, imposible que pudiera llegar a imaginarselo. Pero estaba claro que el grupo estaba en serios problemas. Sabía que preguntar no iba a servir de nada, conocía a su vieja amiga cómo si la hubiera parido.
- Y Guille? No come con nosotras? - preguntó seriamente Gemma cuando se dió cuenta que su amiga solo ponía cubiertos para ellas dos.
- No. Está con los gemelos. Me ha llamado hará… una media hora, se quedará todo el día con ellos haciéndoles compañia.
En casa de Noe y Marc, los dos novios se lavantaron muy calientes. Así que lo primero que hicieron al levantarse fué darse una ducha los dos juntos.
- Huy! Perdona Andrés… - dijo Noe completamente desnuda cuando salió del cuarto de baño y se lo encontró en el pasillo.
- Eeehh… buenos… días - dijo él ligeramente sonrojado.
- Es la costumbre, jeje - explicó Noe envolviendose con su toalla. Esa vez no era uno de sus jueguecitos, realmente aún no se había acostumbrado a compartir piso.
Mientras ella y su novio se cambiaban, su hermana y el jóven chaval desayunaban en la cocina.
- Por qué no puedo ir? - preguntó Mónica mosqueada, quería ir con ellos a visitar a los gemelos.
- Ya lo hemos hablado Mónica. No sabemos dónde está Martin y hasta que lo encontremos es mejor que estés aquí. Es peligroso que salgas a la calle. - explicó Marc mientras su novia asentía con la cabeza.
- Pues espero que lo encontréis rápido, porqué me voy a volver loca todos los días aquí encerrada.
- Venga Sister! No exageres. Además esta noche nos vamos a reunir todos. Gemma dice que tiene información sobre el paradero de tu puto ex. Así que podrás salir.
- Si tú lo dices…
Marc y Noe recogieron a Jordi y Marta. Una vez estuvieron los cuatro dentro del coche se pusieron en marcha dirección al hospital. Habían quedado para ir a ver a Cisco todos juntos, al que ya le permitían recibir visitas.
Antes de salir del barrio, pasaron por delante del parque dónde los padres de Jordi montaban guardia enfrente de la casa de los padres de Guillermo. Hoy les tocaba a ellos vigilar y habían anunciado en la tele que el día iba a ser el más caluroso del verano, así que los chicos pensaron en dejarles un par de botellas frías de agua y unos refrescos, dentro de una pequeña y congelada nevera de playa. Se aseguraron de que estuvieran bien hidratados.
- Cómo va colega? - preguntó Marc al gemelo postrado en la cama. Acaban de llegal al hospital y se le notaba mejor cara, parecía estar de buen humor.
Cisco, le hizo un gesto para que el se acercara y empezó a susurrarle algo al oído. Al parecer era algo gracioso, pues Marc no podía parar de reir.
- Desde cuando habla con él? - preguntó sorprendida Noe a los demás. No daba crédito y se sentía, porqué negarlo, un pelín envidiosa.
- Cómo estás Guille? Mejor? - Marta se agachó delante del gordo hobbit, apoyando sus brazos en sus muslos rechonchos. Él, sentado sobre una silla, no podía dejar de mirar apenado a su viejo amigo.
- Hola Marta… no sé. Me siento fatal por él. No puedo evitar pensar que todo esto es culpa mía.
- Lo sé, todos nos sentimos igual, creeme. Pero escucha… - dijo acercandose más a él - Ahora tenemos que ser fuertes, se lo debemos. Entendido? Tenemos que mostrarle que estamos unidos y apoyarlo en todo momento.
- Si… de acuerdo - contestó sin estar demasiado convencido.
- Por cierto! La boda de tu primo… está al caer, verdad? Cuando era?
- El 6 de septiembre. Cae en sábado.
- Solo quedan… diez días? Vaya! Tendré que ir a comprarme un vestido bonito.
- Y yo un traje. - dijo él empezando a esbozar una sonrisa, había olvidado por completo lo de la boda, con todos los problemas y dificutades recientes.
- Oye! Pues… por qué no vamos juntos? Así nos pondremos de acuerdo e iremos a conjunto.
- Vale! Por mí genial - sonrió de oreja a oreja nuestro jóven e inocente amigo.
Por su lado las dos rubias vigilaban el ‘Vercettis’ con la ayuda de Lisa, que sabiendo que Marc no iba a ir al gimnasio, decidió hacer algo de provecho aquella mañana.
- Madre mía! Que morbazo - dijo la saxofonista mientras Miare le enseñaba el video de los dos chicos corriendose como animales y lefandose las caras por completo.
- Lo están reventando… casi todo público gay, pero que más da? Mira las visitas…
Las dos chicas reían leyendo los comentarios subiditos de tono que los nuevos fieles seguidores de Jordi le dejaban en su cuenta de Onlyfaps. Al mismo tiempo que Masi les recriminaba que no estuvieran atentas. No estaba dispuesta a sufrir otro ataque por parte de los malvados amigos de Martin.
El día trancurrió sin más importancia para los ‘Custodes’. Unas pasaban el tiempo tiradas en el sofá sin hacer nada especial, otros se quedaron clausurados en casa esperando con ansias la hora de la quedada, algunos pasaron todo el día en el hospital, amenizando el tiempo de los gemelos y deseando que le dieran pronto el alta a Cisco. El viejo matrimonio aguantó las altas temperaturas sentados en el banco del parque, atentos e hidratados en todo momento. Y las restantes montaron guardia enfrente del ‘Club’ evitando que no se convirtiera en la nueva franja de Gaza. Había llegado un momento en que tanta inactividad empezaba a ponerlos nerviosos. Por qué Martin no había vuelto a actuar? Qué demonios estaría tramando? Haz algo por Dios! La espera era insoportable.
La paranoia colectiva había llegado a tal punto que Marc ya no salía de su casa sin el arma reglamentaría de su padre. No es que le gustase pasearse por el barrio como si fuera un maldito sheriff. Pero consideraba que era necesario estar preparado para lo peor. No era el único, casi todos se habían acostumbrado a llevar algún tipo de arma cada vez que salían a la calle. Navajas, cúters, martillos o un simple tornavís. Todo era valido siempre que fuera punzante, cortante o contundente.
La hora de reunirse estaba cerca y desde diversos puntos de la ciudad, los ‘Custodes’ acudían a la reunión que Gemma había convocado. El lugar fué cuanto menos tema de debate, ya que era la primera vez que se reunían ahí, en un lugar tan apartado. Aunque tenía sentido, pasear por el barrio no era seguro ya que Martin sabía dónde vivían todos. Lo mismo sucedía con el ‘Vercettis’, así que la idea de quedar en un sitio nuevo y alejado, no les pareció tan extraña.
Para que los que no seáis de aquí os hagáis una pequeña idea, la ciudad condal está delimitada geográficamente por dos rios y dos sistemas montañosos. Aunque no son límites administrativos estrictos, estos elementos naturales sí han influido fuertemente en el crecimiento y la forma urbana de Barcelona. Al norte tenemos el río Besòs y al sur el Llobregat. Al oeste tenemos la montaña de Collserola y al este, frente al mar, Montjuïc.
Podríamos decir que la ciudad está atrapada por los cuatro puntos cardinales. Atrapada cómo muestros amigos que justo en esos momentos se dirigían a la reunión.
Marc y Noe se sentaron en el mirador cuando llegaron arriba de la montaña, eran los primeros en acudir a la cita. A su derecha estaba la famosa y turística fortaleza militar del siglo XVII que miraba hacía el mar, siempre vigilante e imponente. Aunque su proposito inicial fué defender la ciudad de sus invasores, acabó siendo usada, más bien, para controlar y reprimir a los propios barceloneses. Desde allí se ordenaron varios bombardeos para sofocar revueltas y levantamientos populares, se usó indiscriminadamente cómo cárcel militar y centro de torturas. A día de hoy, en sus muros exteriores aún se pueden apreciar las marcas que dejaron los infames fusilamientos que se llevaron, injustamente, la vida de demasiadas personas.
La panorámica que se presentaba ante ellos, no es que fuera especialmente hermosa. A sus pies estaba el cementerio de la ciudad y justo enfrente el monstruoso puerto comercial.
- Cómo algo tan decadente puede resultar tan bello? - preguntó Noe más para si misma que para los demás.
- El mar… - respondió Marc.
- Quieres decir?… quizás tengas razón mi vida… La verdad que es hermoso. - Noe ruló el canuto a su novio, sin dejar de contemplar el infinito azul.
- Cuando miro el mar, siento que mi alma se disuelve en su infinito. Es extraño… No sé… es agua o espejo? Es promesa o memoria? Hay algo en su vaivén que me recuerda que todo lo profundo es movimiento, y todo lo verdadero, misterio.
- Me encanta cuando te pones en modo poéta, mi amor! - Noe le dió un tierno beso en la mejilla y se acurrucó, dejando que él le pasara el brazo por encima.
‘Aquaman’ tenía razón. El mar tiene una belleza que no necesita explicación, porque no nace solo de la vista, sino de lo que despierta: esa nostalgia de algo que nunca tuvimos del todo, y sin embargo, reconocemos.
- Quizá lo amamos porque es vasto e inabarcable, como el amor que no se puede poseer ni definir, solo sentir. - Marc miraba al horizonte de dónde volvían barcos de lugares desconocidos, los marineros traían con ellos canciones enamoradas, hablaban de mujeres, de pátria, de velas y flores. Los viejos, en la orilla, explicaban llenos de ternura, sus tiempos vividos con emoción. Jóvenes aún, fuertes y valientes. Príncipes de red, héroes de tempestad, amigos del buen tiempo.
El Mar parece infinito, cómo si jamás terminara, y sin embargo, nunca es igual. Habla a través de las olas, pero calla más de lo que dice. Es presencia y ausencia al mismo tiempo. Nos atrae porque nos enfrenta a lo desconocido, a la profundidad que también habita en nosotros.
Quizá por eso es tan bello… porque es libre. Porque no se deja atrapar, ni entender, ni retener. Y en ese misterio tan claro, tan inmenso, encontramos por un momento, algo de nuestra propia verdad.
- Buenas chicos! - Marta acababa de llegar, tras ella venían Guille, Jordi y sus padres.
- Hola churri! - dijo Noe levantandose y abrazando a su amiga.
Se acababan de ver hacía relativamente poco, pero se abrazaban como si hiciera siglos que no lo hicieran. Uno nunca sabe cúal será la última vez que abrazará, besará o dirá ‘te quiero’ a un ser amado. Así que no desaprovechaban ninguna ocasión para demostrarse que se querían.
- Eh colega! - Jordi agarró por el hombro a su amigo y lo apartó disimuladamente un poco del grupo. - No te parece un poco raro?
- El qué? - preguntó Marc ligeramente colocado y armado.
- Esto Joder! - exclamó Jordi mirando a su entorno. - Gemma convoca de repente una reunión, en un lugar apartado y solitario, en mitad de la noche? No sé… me huele mal.
Un mal presentimiento recorrió el cuerpo del ‘Irlandés’, el ‘hombre de los mil alias’. El viento que soplaba en la cima de Montjuïc no era solo aire, era memoria. Y él lo podía sentir. Cada paso que daba sobre la piedra fría del castillo le pesaba, como si bajo sus pies resonaran voces que el tiempo no había podido callar. Miraba los muros y no veía una fortaleza, sino una herida. No había honor en esas torres, sino vigilancia. No había gloria en sus cañones oxidados, sino amenazas. Sabía que ese lugar, que ahora parecía inofensivo, había sido testigo de traiciones, de gritos ahogados, de pólvora lanzada contra los propios. Aquel presentimiento le recorrió la espalda, lento, como si las sombras de los que allí esperaron su final aún caminaran a su lado. No entendía por qué, pero sentía que algo dentro de él se encogía. Como si el eco de una sentencia injusta, dictada hace ya demasiado tiempo, no hubiera terminado de cumplirse.
Él no había vivido esas guerras, no había oído los disparos... pero el cuerpo recuerda lo que el alma olvida. Y allí, frente al castillo, lo supo con una certeza que lo dejó helado. Hay lugares que, aunque el tiempo los cubra de paz, nunca dejarán de ser campos de batalla. Jamás dejarán de estar cubiertos se sangre.
- Escuchad! - dijo Marc dirgiendose a todo el grupo. Ya estaban todos, excepto Laia y Gemma. - Estad atentos… de acuerdo?
- Por qué? - preguntó Miare empezandose a preocupar.
- Esto huele raro! - volvió a decir Jordi. - Por qué demonios nos ha convocado aquí? Y además… dónde coño está?
Cisco, que ya le habían dado el alta, le susurró algo a la oreja de su hermano. Estaba sentado en una silla de ruedas, con su maltrecha cabeza llena de vendajes.
- Desconfíais de Gemma? - transcribió Fran - Creeis que nos ha tendido una trampa?
Todos se miraron entre ellos meditando lo que acababa de preguntar Cisco y empezaron a reir. No podía ser, Gemma sería incapaz de hacerles eso. No obstante algunos de los rostros no podían evitar expresar cierta duda. Jordi tenía razón, dónde estaba? Ella nunca llegaba tarde a ningún lado, jamás.
- Venga ya chicos! Vale! De acuerdo! Es una cabrona egoísta y desalmada cuando quiere. Y os lo digo yo, que soy la que más la ha sufrido. Pero no me jodáis! Gemma jamás sería capaz de… - Noe se detuvo y enmudeció, como si le faltara el aliento. - Mierda… Correeeed!
Un deportivo acababa de subir la cuesta del Castillo a toda velocidad provocando un fuerte ruído al frenar de golpe. Martin salió del asiento del copiloto junto a tres matones, todos armados con bates de beísbol y puños americanos.
El grito de Noe estremeció al grupo que abandonaron el círculo y salieron corriendo en todas direcciones, cómo una bandada de pajaros. Asustados, temiendo por su vida. Fran agarró los mangos de la silla de ruedas y empujaba a su hermano lo más rápido que podía. Las dos rubias echaron a correr y se agacharon instivamente, cubriendo sus cabezas, cómo si fuera a caer algo del cielo. Manolo se quedó paralizado, sujetando con los brazos a su gorda mujer que temblava de pánico. Andrés pedía calma, poniendose delante de Mónica intentando protegerla. Marc, Noe, Jordi, Marta, Guille, Lisa… todos salieron cómo alma que lleva al diablo, pero no llegaron muy lejos. Estaban rodeados.
Un grupo de encapuchados salió de la nada, les apuntaban con sus armas y los hicieron retroceder. Los ‘Custodes’ andaban lentamente hacía atrás, con los brazos en alto y sus corazones a punto de salirse de sus pechos. Acabaron en círculo otra vez, esta vez espalda contra espalda, asustados y jadeando.
- Vaya vaya! Pero a quien tenemos aquí? - sonreía Martin mientras se acercaba a sus presas.
- Tete! Para ya! Esto ha ido demasiado lejos… - Andrés que seguía ocultando a Mónica, le gritaba desde el centro del círculo, alrrededor un escudo humano los protegía.
- Calla Andrés! Esto no va contigo… - gritó él apuntando con una pistola a los ‘Custodes’
- Si que va conmigo! Me oyes? Estás loco o qué te pasa?
- Locooo? El loco soy yo? No me hagas reir. Primero me golpeais con una piedra en la cabeza, por la espalda, cómo cobardes - Guille empezó a sollozar - Y luego dejáis en silla de ruedas a Diego…
- El empezó primero! - gritó Marc con los dos brazos levantados.
- Fué sin querer gilipoyas! - contestó Martin furioso.
- Eso díselo a él, hijo de la gran puta! - gritó Noe cabreada señalando a Cisco.
Al bajar la mano para señalar, recibió un fuerte culetazo en la cara por parte de uno de los matones de Martin. “Las manos arriba, zorra!” gritó, mientras Noe, con el labio partido, empezaba a sangrar.
- Eh eh eh! Calmaos - gritaba Manolo intentando controlar a sus amigos que no iban a permitir que hicieran daño a uno de los suyos, no otra vez.
Estaban en inferioridad, rodeados, no había escapatoría. Martín ordenó a sus secuazes que los ataran y estos empezaron, uno a uno, a ponerles las manos detrás de la espalda y atarles las muñecas.
Cuando estuvieron todos inmovilizados, se los llevaron dentro del bosque que descendía hasta los pies de la montaña. La noche era tranquila y oscura. No habían testigos en varios kilometros a la redonda. La brisa del mar era salada y sofocante. Y el cementério estaba, ironicamente, muy cerca de ellos. Había llegado la hora? Era ese el fin?
- Son de mentira… - susurró Guille a Marc cuando los obligaron a ponerse de rodillas. Estaban los trece en fila, uno al lado del otro, muy juntos. Excepto Cisco, que seguía sentado en su silla de ruedas, no por placer.
- Qué dices…? - susurró Marc que no entendía lo que decía su amigo.
- Las armas… son de mentira… réplicas… son réplicas.
- Eh Gordo! Callate! O te meto un tiro - gritó uno de los encapuchados apuntandole con el arma.
Guille reconoció enseguida que aquellas armas eran de aire comprimido, es decir falsas. Muchos años practicando el ‘Airsoft’ cómo para no darse cuenta. Eran réplicas, muy buenas eso sí, pero tan solo réplicas de armas reales. Un disparo a corta distancia podía provocar dolores leves o moretones, pero no eran letales.
- Hola Mónica… - dijo Martin con un tono maligno en su voz. Se había agachado enfrente de su ex novia y le acariciaba la mejilla. Su sonrisa era malvada y tenebrosa.
- Déjala! - gritó Andrés de rodillas a su lado. Intentando desatarse el rígido nudo de sus muñecas.
La única respuesta que obtuvo por parte de su hermano fué una fuerte bofetada con el revés de la palma de su mano que le giró la cara por completo.
- Estás loco Martin! Qué vas a hacer… matarnos? Quien te crees que eres? El puto Don Vito Corleone? Qué vas a hacer? Eh? Mandarnos a dormir con los peces o qué? - Mónica le gritaba en su propia cara mientras las lágrimas descendían fuera de control por sus mejillas. Él, de cerca, sonreía y le sujetaba con fuerza la barbilla, cómo si quisiera obligarla a que lo besara.
De repente Marc notó como alguien, por su espalda, le levantaba cuidadosamente la camisa, justo dónde escondía su arma. Se la quitó y antes de que el secuaz pudiera decirle nada a su jefe, una lluvia de golpes cayó subitamente sobre él.
Cayó desplomado al instante sobre el suelo, recibiendo patadas, puñetazos e insultos. Los amigos de Diego se estaban cobrando su propia venganza mientras los ‘Custodes’ gritaban y maldecían llenos de pánico y de rábia. Rogaban que parasen antes de que lo mataran. Al mismo tiempo, los secuaces los cacheaban y les quitaban las armas a sus prisioneros. “Ten jefe!” - dijo un encapuchado lanzadole una navaja a su ‘Don’.
- Puedes parar esto si quieres… - susurró Martin paseando la afilada cuchilla plateada por la mejilla de Mónica. - Vuelve conmigo y los dejaré en paz… - claramente estaba mintiendo.
- Hijo! Escucha! Conozco a tus padres. - Manolo intentaba usar el diálogo y la razón. Hacerte mayor te brinda esas cualidades - Qué pensarían ellos de todo esto? No ves que necesitas ayuda… no estás bien…
Martin hizo un movimiento de cabeza y dos matones empezaron a propinarle una paliza al ‘Patter Familie’. Su mujer y su hijo gritaban desesperados, pidiendo que parasen aquella locura.
- Estás muerto! - dijo Noe. No soportaba que nadie abusara ni de niños ni de ancianos. Era superior a ella. Estaba de rodillas, atada y sangraba por el labio. Incluso así, aquella mujer tenía más pelotas que todos los encapuchados juntos.
- Ah sí cuñada? Tú crees? - Martin reía, paseando la afilada navaja por el cuello de Mónica.
- Quizás hoy no, ni mañana, ni dentro de un mes… - en los ojos de ella ardía un infierno. - Pero te mataré, cueste lo que cueste, caiga quien caiga… lo haré. - parecía una gitana echando una maldición y escupió cerca de los pies de aquel malnacido, un escupitajo ensangrentado y rabioso - Bailaré sobre tu tumba! Lo prometo!
- Jajajaajaja… - Martin reía descontroladamente - Siempre me ha gustado tu actitud cuñada. Mírate, incluso ahora, de rodillas y a punto de morir, sigues de pié, desafiante… es impresionante!
Noe no contestó. Solo lo miraba llena de odio. La sangre que brotava de sus labios, ya no era por culpa del golpe que había recibido, se lo estaba provocando ella misma. Apretaba sus dientes cómo un perro rabioso, mordiendo sus encias. Sus puños que si quisiera, podrían haber partido en dos la montaña deseaban ser desatados, su cuerpo ardía cómo una hoguera dispuesta a arrasar con todo.
- Bien! - dijo Martin poniendose de pie - Quien será el primero? - sonrió mientras jugaba con la navaja.
Los ‘Custodes’ agacharon la cabeza. Excepto la perra rabiosa, ella le seguía con la mirada, llena de ira. Mientras tanto, cuatro enchapuchados volvían a poner de rodillas a Marc y Manolo, que casi ni podían mantenerse rectos de tantos golpes que habían recibido.
- Serás tú? - dijo Martin pasando el filo de la navaja por la cara de Masi. - Tú quizás? - Miare lloraba y véia cómo sus lágrimas caían al suelo y desaparecían entre la tierra. Imaginando que ese iba a ser también su propio destino.
- Tu ya estás bastante jodido! - Martin dió un fuerte cachetazo en la cabeza de Marc que se tambaleava casi a punto de perder la consciencia.
- Hombreeee! Mirad quien tenemos aquí! - Guille sintió el auténtico terror. - Dime! Estás dispuesto a morir?
Guille sin levantar la mirada y llorando desconsoladamente, emitió un grito profundo y lleno de dolor. Provenía de sus entrañas. Era un grito animal, casi ancestral.
- Mátame! Estoy preparado… - gritó - pero deja que ellos se vayan. Te lo suplico.
- Vaya! - rió Martin - Parece que al cachorrito le han salido pelotas!
Los encapuchados empezaron a reir exageradamente. Parecía que lo hicieran por contrato o por exigencias del guión, no porqué lo sintieran así. Eran una simple manada de perros adiestrados que seguían las indicaciones de su dueño, babeando por obtener su recompensa. Eran fuertes, estaban armados pero tenían pocas luces. Tanto que si Martin señalaba una cosa, ellos miraban su dedo.
Años atrás Guille no hubiera dicho o hecho nada enfrente de una humillación pública como esa. Se hubiera envuelto como un Pangolín, haciendose una bola y hubiera aguantado las collejas y las vejaciones sin rechistar. Pero ese era el antiguo Guillermo, cuando tan solo era un jóven e incauto lobezno que deambulaba por este cruel mundo sin rumbo y sin manada. Quien iba a sospechar que nuestro apreciado amigo se había convertido en un letal y astuto depreador?
Martin no tuvo tiempo a reaccionar cuando aquel rechoncho e indefenso muchacho levantó su cabeza y abrió la boca. Se avalanzó sobre su entrepierna y mordió. Los gritos de dolor retumbaron por todo el bosque mientras el malvado cuñado golpeaba la cabeza del feroz lobo que no soltaba su presa.
- No le golpees la cabeza! - le gritaba uno de sus esbirros. - Si le das muy fuerte, su mandibula podría quedar cerrada para siempre.
- Pero qué dices? - dijo otro encapuchado.
- Qué sí joder que lo he visto en una peli, la del negro ese que sale en todas las películas, si coño el que está en la prisión…
- Cadena perpetua?
- Esa….
- Menudo peliculón!
- Ya ves… el blanquito ese lo hace muy bien también…
- Tim Robins creo que se llama, actorazo…
- QUEREIS HACER EL FAVOR DE CALLAR Y SACARMELO DE ENCIMAAAAA!
Hicieron falta tres hombres para separar al lobo de la entrepierna de su jefe. Guille se resistía, peleaba contra todos mostrando los colmillos amenazantes, incluso parecía que ladrara y escupiera espuma por la boca. Aunque su transformación en hombre lobo no duró mucho. La brutal paliza que recibió después lo dejó para el arrastre, al borde de perder el conocimiento.
- jajajajajaja - Noe no podía dejar de reir. Marta le imploraba susurrando que parase, pero no podía, era superior a ella. El mismo chaval que le había jodido el cerebro de arriba ahora le había hecho lo mismo con el de abajo.
- Te parece gracioso Zorra? - Martin se sujetaba la entrepierna dolorida y llena de babas mientras se acercaba a ella muy enfadado. - Y ahora? Te parece gracioso?
- Siii… ajajaja - Noe asentia mientras el la agarraba violentamente del pelo y le apretaba más la navaja contra el cuello.
- Ya tenemos ganadora! - gritó con sus ojos llenos de colera. - Preparate a morir, zorra!
Justo cuando Martin iba a rajarle el cuello de extremo a extremo, un bate de beisbol impactó sobre su cabeza, con la furia de mil demonios. Llegó en el momento justo, casi rozando el límite. Unas milesimas de segundo más tarde y Noe estaría muerta y desangrada sobre la tierra seca del bosque. Cuando el cuerpo del cuñado cayó al suelo, Noe pudo observar al tío alto y encapuchado que estaba detrás suyo. Seguía sujetando el bate, ahora lleno de sangre.
Los otros esbirros se quedaron parados, sin saber que hacer en mitad de la oscura noche. Todo transcurría a un ritmo endiabladamente rápido, pero parecía cómo si se hubiera detenido el tiempo. De repente se abalanzaron sobre el traidor y justo cuando estaban a punto de propinarle una paliza. ‘PUM - PUM - PUM’ tres disparos rompieron la calma del bosque. No hizo falta más, los esbirros huyeron despavoridos, torpemente y asustados. Los ‘Custodes’ aún de rodillas y con las manos atadas miraban cómo aquellos cobardes corrían bosque arriba, tropezando con las raízes de los árboles, mirando atrás entre gritos y empujones, asustados e intentando salvar sus miserables vidas.
- Ha estado cerca! - dijo el encapuchado mientras dejaba caer el bate sobre el suelo. Y se quitó la máscara.
- Laia? - dijo Noe sin poder salir de su asombro.
- Venga desátalos! Hay que largarse de aquí cuanto antes - El encapuchado que había realizado los tres disparos, era el mismo que le había quitado la pistola a Marc, minutos antes.
- Pero… quieeenn - Marc notaba cómo aquel desconocido le rasgaba la cuerda de sus muñecas con un cuchillo. No veía bien, pues tenía los ojos hinchados por la paliza que había recibido. Pero reconoció aquel perfume. - Gemma? Eres tú?
- Vamos encanto! Hay prisa - dijo la ‘insurgente’ quitandose la capucha mientras seguía liberando a sus amigos.
Cuando Laia desató a Noe, esta se abalanzó sobre ella. No podía dejar de llorar. La abrazaba, la besaba y le daba las gracias por salvarle la vida. En un visto y no visto, todos los amigos ya estaban de pié, excepto uno que jamás podría volver a hacerlo. Mientras se abrazaban y se preocupaban por cómo se encontraban, Gemma seguía insistiendo en que debían largarse de ahí.
- Vamoooos! La poli no tardará en llegar, debemos irnos… - Gemma miró cómo Noe se acercaba a ella. Se quedó a esacos milimetros de su cara, su cuello sangrando, su corazón palpitando, sus ojos vidriosos y húmedos. La ‘insurgente’ no pudo evitar desmoronarse - Lo… lo siento tía… yo… joder! Iba a hacerlo… estuve a punto de… de… - Noe no dijo nada tan solo la abrazó y dejó que su amiga la abrazase. Fué extraño para ambas, pues un sinfín de emociones recorrian por su cuerpos. Todas al mismo tiempo, potentes, reales y contradictorias. Mientras lloraban juntas, sentían que se amaban de verdad pero al mismo tiempo un profundo odio recorría sus accelerados corazones. Se daban las gracias, pero se reprochaban sin cesar. Se perdonaban, pero no podían olvidar.
- Me llevo mi padre al hospital! - Gritó Jordi. Él y Rosa se pusieron cada uno a un lado de Manolo y lo ayudaban a andar. ‘Patter Familiae’ respiraba con dificultad, quejandose todo el rato de un fuerte dolor en sus costillas.
- Tú y yo deberiamos hacer lo mismo! - sonrío Marc mientras sujetaba por el hombro a Guillermo y enpezaban a andar. Los dos estaban hechos una mierda, con moratones, sangre y heridas abiertas por todo el cuerpo.
- Y que hacemos con él? - contestó Guille también sujetando a su buen amigo.
Señalaba el cuerpo incosciente de Martin, tirado en el suelo cómo un trapo. A su lado su buen hermano se preocupaba por su salud.
- Eh! Pero que hacéis! - gritó Andrés, cuando vió que Gemma y Laia intentaban llevarselo - Soltádlo! Qué lo soltéis he dicho! Es mi hermanooooo!
Mientras las dos rubias lo sujetaban y Mónica intentaba consolarlo, las dos salvadoras agarraron su cuerpo y se lo llevaron sin decir nada. Fran las siguió empujando la silla de ruedas de su hermano por la pendiente. Detrás Lisa y las dos Marias los seguían abrazadas. Guille y Marc iban al final de la cola, a duras penas con fuerzas para manterse firmes.
- Y ahora qué? - preguntó Marta mientras limpiaba la herida superficial del cuello de su amiga.
- Yo tengo que cumplir una promesa… - dijo ella seriamente, sin dejar de mirar el cuerpo inconsciente de Martin.
- Lo entiendo… me llevaré a tu hermana y a Andrés a casa. Será mejor que no estén presentes, cuando… ya sabes…
- Sabes que te quiero verdad? - Noe la miró a los ojos, aunque le hablaba directamente al alma. No podía tener mejor amiga a su lado.
- Anda ve! Y baila tambíen por mí, churri! Me oyes? Baila… toda… la puta… noche.
Noe le dió un beso en los labios y salió corriendo para alcanzar a los demás. Marta sonrió mientras miraba cómo se alejaba, luego se acercó a Andrés y Mónica. El jóven lloraba tapandose la cara con ambas manos, sabiendo que no podía hacer nada ante el amargo, aunque justo, destino de su hermano.
Abandonaron el bosque lo más rápido que pudieron. Cuando llegaron a los coches aparcados metieron el cuerpo de Martin dentro del maletero del coche de Gemma. Laia le ató las muñecas mientras Noe hacía lo mismo con sus tobillos. Marc cogió la cinta americana de su coche y le tapó la boca. Luego rasgó un trozo de su camiseta y le vendó los ojos.
- Estáis listos? Si hacemos esto no habrá vuelta atrás… - preguntó ‘el irlandés’ a los demás sin dejar de mirar el interior del maletero.
Sujetaba con una mano la puerta en lo alto mientras los ‘Custodes’ observaban el cuerpo inmovil de Martin.
- Hagásmolo! - dijo Fran.
- Si… - añadió Guille - Es lo que se merece.
- Yo he hecho una promesa mi vida… - dijo Noe sujetando el pañuelo sobre su cuello. - Y sabes que siempre las cumplo.
- Cisco? - preguntó Gemma y todos se giraron para saber que opinaba el silencioso gemelo. Sin duda, era el más afectado de todos.
- … - contestó. Afirmando con la cabeza.
- No sé que estáis pesando, pero puedo intuirlo… - dijo Lisa nerviosa - lo siento pero… no puedo.
- Los que no estén de acuerdo o no estén preparados… - Marc cerró el maletero de un portazo - es mejor que lo digan ahora.
Varios coches abandonaron la cima de la montaña, al mismo tiempo y a gran velocidad. Tan solo dos se dirigían al mismo destino. En el primer coche, conducido por Gemma, iban Laia, Noe y Marc. A poca distancia, Fran conducía el segundo, acompañado de su hermano gemelo y Guillermo.
Jordi se llevó a su padre a urgencias, acompañado de su preocupada madre que no podía dejar de sollozar y encomendarse a Dios. Por su lado, Marta se llevó a Mónica y Andrés hasta su casa, dónde les prepararía dos tilas e intentaría calmarlos lo mejor que supiera. Las dos rubias y la saxofonista no tuvieron el suficiente estomago para participar, así que decidieron bajarse del carro.
- Para ahí un momento! - dijo Marc.
- Dónde? - contestó Gemma al volante.
Marc bajó rapidamente del coche y entró en un 24/7. La cara de sorpresa del dormido dependiente indio, lo decía todo.
Trece botellas de Vodka y una pala. Posiblemente la compra más extraña de todo el servicio que llevaba esa noche.
Noe se giró en su asiento cuando su novio dejaba las cosas en el maletero, se dió cuenta que antes de cerrar la puerta de nuevo, dió un par de puñetazos y escupió dentro.
- Está despierto! - dijo al entrar otra vez dentro del coche.
- Pues vamos! No hay tiempo que perder.
El pequeño convoy de dos coches reprendió la marcha. Lo hicieron en silencio, sin decirse nada. Las ventanillas bajadas y el aire fresco de la noche acariciando sus mejillas.
Pasado Martorell hay una nacional llena de curvas que lleva hasta la costa. Es una carretera poco transitada sin demasiada iluminación. Durante el día está llena de ciclistas aficionados al ‘trial’ ya que la sinuosa carretera comunica con muchos caminos de tierra, idoneos para practicar ese deporte. Los ‘Custodes’ no sabían dónde iban, tan solo buscaban un lugar apartado, lejano, dónde nadie pudiera encontrar jamás un cadáver.
Los coches se metieron en uno de esos caminos de tierra y conducieron lejos, muy lejos, adentrandose cada vez más en el oscuro y silencioso bosque. Martin dentro del maletero chillaba y se retorcía. Lloraba y suplicaba por su vida, pero ya era demasiado tarde para él. No hay mayor terror que esperar a la muerte. El cuñado no estaba dentro de un coche, estaba en el corredor de la muerte y el juez del estado acababa de firmar la orden de ejecución.
Cunado habían dejado la civilización atrás, pararon en mitad del bosque. Los faros encendidos iluminaban una pequeña clariana rodeada de espesos matorrales y árboles que se alzaban hasta el cielo.
Los amigos bajaron y se quedaron quietos y en silencio en mitad de la noche, mientras Guille y Fran ayudaban a Cisco para que se sentase en la silla de ruedas. Permanecieron un buen rato así. Escuchando la nada. Cerraron los ojos y respiraron profundamente, cogiendose de las manos. Tan solo los golpes y gritos ahogados que provenian del maletero, rompían aquel sepucral y hermoso silencio.
Martin gritó de terror cuando vió la cara de sus secuestradores. Mientras Noe cogía las botellas y la pala. Fran y Marc lo agarraron por debajo de las axilas y lo sacaron fuera. Lo arrastaron unos metros y lo tiraron con rabia sobre el suelo del bosque. Marc sacó su arma y lo apuntó, al mismo tiempo que Guille le desató las muñecas y los tobillos.
- Que… que… que es… que es esto? - Martin se quitó la cinta de la boca. No quedaba en él ni un pequeño astisbo de esa seguridad y control que había demostrado hacía tan poco.
- Cava! - dijo Noe tirandole la pala cerca de sus pies. El sonido métalico cuando cayó en el suelo pronosticó el final.
Martin observaba a los seis chicos de pié enfrente suyo y al séptimo sentado en su silla de ruedas. Los focos de los coches a sus espaldas los hacían parecer temibles e inplacables. No podía ver sus caras, tan solo sus sombras. Siete trompetas del apocalípsis que anunciaban la inminente catástrofe.
- Hablemoslo… por favor… lleguemos a un acuerdo! - Martin se puso de rodillas y juntaba sus manos como si estubiera rezando.
- Cava! - volvió a decir Noe tirandole con un movimiento de píe la arena del suelo sobre su cara.
- Por favor… no lo hagáis! Tened piedad - El cuñado lloraba y suplicaba por su vida.
Sin decir nada Marc se acercó furtivamente y le puso el cañon de su arma dentro de la boca. Armó el tambor y le volvió a ordenar que cavara. Martin levantó sus manos inconscientemente. Saboreando el metal y llorando como un niño indefenso. Se meó encima.
- Vale… vale! - dijo sollozando y empezó a cabar su propia tumba.
Mientras los ‘Custodes’ le repetían una y otra vez que hiciera el hoyo más profundo se rulaban la botella de Vodka. Hacían largos tragos, en silencio. No había fiesta, ni nada que celebrar. El alcohol no era para eso. No era ese su propósito.
- Ten cariño! - Noe le ruló la botella a Marc que no dejaba de apuntar con el arma al sudado y tembloroso cuñado.
- Gracias! - dijo él y le dió varios tragos seguidos sin respirar.
- Quien lo hará? Ya lo has pensado? - Noe a punto de sufrir un ataque de ansiedad, fumaba compulsivamente. No eran asesinos, no estaban, ni mucho menos, preparados para afrontar lo que estaban a punto de hacer.
- Lo haré yo… - dijo Guille convencido.
Todos se giraron para mirarlo. Incluso Martin al cúal solo se le podía ver de cintura para arriba. Estaba sudando a chorretones y tenía todo el cuerpo lleno de tierra.
- Colega… no tienes que hacerte el hé… - empezó a decir Marc
- He dicho que lo haré yo - su voz era distinta, algo en su interior había canviado
- Entendido… - contestó Marc y se giró de nuevo hacía Martin - Ya es suficiente.
- Por favor… os lo suplico… no lo hagáis. Os juro que os dejaré en paz, lo prometo. - Martin suplicaba por su vida una vez más.
- Últimas palabras? - preguntó Marc tirando su cigarrillo dentro de la tumba y sacando una inmensa humareda por su boca.
- Nooooo… por favoooor… - cuantas veces, a lo largo de la historia, habrán sido esas las últimas palabras de algún pobre diablo?
Podríais pensar que Guille tenía preparado un gran discurso que dar antes de disparar, algo épico y trascendental. O quizás que de repente pasara algo insolito que diera un giro inesperado en el último momento y Martin burlara a la muerte. Quizás Cisco hablando en público por primera vez? Convenciendo a sus amigos que la venganza no era el camino a seguir? O siendo ya muy retorcidos, que Gemma aprovechara el momento para matarlos a todos y quedarse con Marc para ella sola. Pues no. Nada de eso pasó.
Si algún cineasta quisiera llevar estos relatos a la gran pantalla, pediría que justo en ese momento sonara ‘The House of the Rising Sun’ de ‘The Animals’, nada más. Hay canciones que simplemente son perfectas para situaciones especificas.
Guille levantó su gordo culo del coche y dejó caer la botella medio vacía de vodka en el suelo. Andaba firme y recto, sin parpadear, sin dudar. Pasó por enfrente de Marc y agarró el arma, que él le ofeció, en su mano derecha, sin detenerse. Se situó enfrente de la tumba y apuntó a Martin a la cabeza.
Podía ver cómo el gritaba y lloraba, pero no era capaz de oir nada más que los latidos de su corazón. Su dedo en el gatillo no vacilaba. No empuñaba el arma por él, lo hacía por los suyos. No apretó el gatillo solo, todos lo hicieron por él.
Una bandada de pájaros salió volando de la copa de un árbol, asustados por los disparos. Fueron tres, rápidos, seguidos. El primero fué letal, los dos siguientes pura rábia. La luna los protegía en el cielo y las estrellas juraron guardar su secreto.
Dicen que es muy duro arrebatarle la vida a una persona, que es algo que jamás olvidarás. Os mienten.
Matar a un hombre es lo más fácil del mundo. Tan solo hay que apuntar bien y no dudar.
- Estás bien? - preguntó Marc acercandose a su amigo por la espalda. Guille seguía sujetando el arma en alto y miraba el cuerpo sin vida de Martin dentro del profundo y húmedo hoyo. Rodeó el arma con ambas manos, delicadamente y se la quitó.
- Justicia… - murmuró Guille que seguía sin parpadear.
- Siiii.. Hermano! Eso es… Justicia!
- Justiciaaaa! - dijo más alto Guillermo. - Justiciaaaa!
Sus amigos detrás empezaron a repetirlo como un mantra. Había pasado el huracán y seguían con vida.
- Empezaré yo! - dijo Noe. Agarró la pala y antes de empezar a tirar la tierra encima del muerto, apuró su cigarro y lo tiró dentro de la tumba, con desprecio.
Hicieron bien en traer varias botellas de alcohol, pues necesitaban calmar sus nervios. Mientras las compartian no dejaban de abrazarse y consolarse. No habían risas, ni palabras, nada… tan solo paz. Se fueron turnando para tirar la tierra sobre la tumba y dejaron que Cisco fuera el último en taparla. Cómo siempre, lo hizo en total silencio. De forma solemne, casi respetuosa.
Antes de largarse, estuvieron un rato en silencio contemplando la tumba. Unos al lado de los otros, en fila, pasando sus brazos por encima de sus hombros. Aunque lo pareciesen, no eran precisamente un equipo de fútbol escuchando el himno del club antes de empezar un partido. Eran complices de un asesinato. Llana y sinceramente.
- Me podéis dejar un momento a solas… tengo que hacer algo antes de irme - dijo Noe mientras se quitaba las botas.
Los ‘Custodes’ no preguntaron. Se subieron en los coches y esperaron a que ella se despidiese. A su manera.
La tierra aún estaba blanda, respirando muerte caliente bajo la piel húmeda del bosque. La luna, testigo sin juicio, colgaba entre los árboles, pálida y muda, mientras las raíces susurraban secretos entre ellas. Ella se quedó un momento en silencio, de pie sobre la tumba reciente. El sudor le corría por el cuello, pegando hebras de cabello a su piel como si el bosque quisiera retenerla. Pero ya no era la presa. No lo sería nunca más.
- Lo ves trozo de mierda… te lo dije… Bailaré sobre tu tumba! - Sacó los auriculares de su bolsillo y los deslizó en sus oídos como una declaración de guerra.
La guitarra rasgó el aire, ‘Don’t owe you a thang’ de Gary Clark Jr. empezó a sonar. Aquel blues accelerado y súcio le encendió el alma.
Le tembló el pecho. No de miedo, sino de furia contenida. De pura libertad. Y comenzó a moverse.
Primero con los hombros, como si se despojase de un abrigo invisible de sometimiento. Después con las caderas, girando con una cadencia sucia y poderosa, como si el ritmo fuera fuego quemando las cadenas de su pasado. El polvo se alzó bajo sus pies descalzos, se había quitado las botas para sentir la tierra, para que cada pisada fuera de verdad.
Giró sobre sí misma como una hechicera bajo los efectos de algún hongo. Bailaba fuera de sí, de su propio cuerpo. Sus movimientos eran espasmos, sus pies parecían no tocar el suelo, cómo si flotara suspendida en el aire. Saltó, pateó la tumba, levantando una nube seca y sucia que le cubrió los tobillos. Dónde terminaba su cuerpo? Dónde empezaba la tierra?
El pie le dio con fuerza justo donde recordaba que estaba su cara bajo la tierra. Otra patada. Y otra. Como si el suelo pudiera sentir.
El bosque guardaba silencio, respetuoso ante aquel baile salvaje. Parecía una danza tribal, como si fuera un chamán realizando algún extraño y ancestral ritual. Noe reía. No una risa alegre, era oscura, rota, afilada como un cuchillo.
Al final, se dejó caer de rodillas, clavando las manos en la tierra removida, jadeando con los ojos cerrados. Luego volvió a levantarse. Sacudió el polvo de su pecho y giró sobre sus talones con una última sacudida de caderas.
El mundo no le debía nada. Pero él…Él le debía todo.
Y ahora, pagaba con cada gramo de tierra que se le metía en los pulmones. Noe volvió a caminar hacia los coches, sin mirar atrás.
El baile había terminado.
La promesa, cumplida.
Continuará…