Mi mantra siempre ha sido donde saques para la olla no metas la polla. Hasta que en verano vino a trabajar la hija de una clienta, ese verano fue memorable.
En nuestro departamento éramos 2 personas durante gran parte del año, pero en verano y navidad se contrataba a alguien para ayudarnos con las campañas o reforzar nuestros turnos de vacaciones. Normalmente eran gente de confianza, conocidos de empleados, hijos de comerciales que se ganaban algún dinero extra. Pero en este caso era la hija de una clienta.
Un poco más jovencita que yo, simpática, tímida, muy inteligente, guapa a rabiar con una sonrisa que hacía que fuera recogiendo los huevos por el suelo cada vez que me daba los buenos días. Desde el primer día tuve que acogerla y formarla, ella tenia que hacer un trabajo monótono y aburrido, debido a su timidez tenía que recordarle que parase un poco y fuese a desayunar, tomar un café despejarse etc. Poco a poco íbamos hablando de todo un poco, nos volviamos en metro juntos, tomábamos algo fuera del trabajo etc. Fuimos cogiendo confianza y nos contabamos nuestras cosas. Me dijo que lo acababa de dejar con el novio (luego me enteré que ni de coña lo dejó).
Sin darnos cuenta empezamos a sentir algo. Pero por su parte yo notaba cierto tonteo, como me iba buscando más y más, venía muchas veces a mi puesto para preguntarme cosas que no merecían explicación, en los descansos sé recostaba en mi hombro, de los buenos días verbales del comienzo pasaron a ser con abrazos etc.
Ante lo evidente de su tonteo mi encargado, que era perro viejo y sabía mucho, me avisaba de sus intenciones y me recordaba que tuviera cuidado en sus vacaciones que nos quedábamos solos. Encima yo me ofendía ya que no iba a permitirlo, por lo menos en las instalaciones.
Una vez que me quedé al frente, de responsable, llegaron los 15 mejores días de aquel verano. Nuestras conversaciones normales pasaron a ser picantes, me encantaba ver la sonrojez en sus mejillas, cada vez que me venía a pedir material y yo estaba al teléfono lo hacia susurrandomelo al oído y notar su aliento en el cuello hacia que me pusiera muy cachondo. Cuando nos cruzábamos en un pasillo y la veía de puntillas colocando stock en una estantería solo podia fijarme en ese culo respingón Ella ya notaba como la miraba de otra forma y la deseaba.
Hasta que llegó el día que dio comienzo a todo. Faltaba media hora para cerrar y ella ya había acabado su faena, como otras veces se ofreció a ayudarme para que pudiéramos estar más rato tranquilamente a solas. Nos recostamos en el sofá del vestuario y poco a poco nuestras conversaciones fueron subiendo de tono recuerdo vagamente como ella se mordía el labio y a partir de aquel momento no hubo punto de retorno y empezamos a morrearnos, mi mano buscaba sus tetas y las suyas mi polla. Ese día solo hubo paja mía a ella, pero solo fue el comienzo.
Aquél viejo local fue testigo de todo lo que se hizo en él.