EL MANTERO -final-
Como ya conté en la primera parte de esta aventura de mi mujer con el mantero, la cara que traían los tortolitos era digna de ver. La del moreno de completa felicidad y satisfacción, la de ella completamente demacrada como si le hubiera pasado un tráiler por encima, con el pelo enmarañado y húmedo todavía pero igualmente con una sonrisa desbordante de felicidad.
Mi cara también debía de ser un cuadro, cabreado por la espera ridícula de dos horas y pico con nuestras cosas de la playa y los bártulos del mantero pero también expectante por saber lo que había pasado en ese tiempo entre ellos y excitado por igual con lo que me imaginaba que podría haber ocurrido.
Mi mujer, que me conoce bien, notó al instante mi malhumor y acercándose a mí me dio dos besos en la mejilla a la vez que me susurraba al oído con esa voz suave y sensual que sabe articular cuando quiere diciéndome... "tranquilo cariño, todo está bien, luego te cuento".
"Cariño" me dijo, como si no hubiera pasado nada y simplemente hubieran tenido una charla entre amigos en lugar de estar follando como animales. Preferí contener mis impulsos, no decir nada y no montar una bulla allí, delante de la gente que nos rodeaba.
Mi esposa le pagó el bolso según el precio estipulado sin regateos y el mantero le regaló un pañuelo y una pulsera hecha a mano que ella le quiso pagar porque también le habían gustado pero que él se negó insistiendo que era un regalo en señal de agradecimiento. ¡Y tanto que estaba agradecido el muchacho!
Antes de despedirse ella le preguntó si volvería al día siguiente, último día que nos quedaba de estancia allí, a lo que contestó que era imposible, se marchaba con otros colegas a otra playa cercana a vender su mercancía y no podía dejarlos colgados. La cara de decepción que puso mi mujer fue digna de ver, estaba claro que se quedó con ganas y hambre de esa gran polla negra que tanto gusto le había dado.
Antes de marcharse definitimamente ella le plantó un beso en la boca abrazándose a su cuello, beso que terminó en un morreo en toda regla entrelazando sus lenguas sin ningún pudor y sin importarle que la gente los viera y fuera evidente que no eran pareja y ante mi propio estupor y sentimiento de vergüenza pero, ¡joder!, cómo se me puso la polla de dura al contemplarlos como se deboraban la boca con esa pasión. Me pudo más el morbo que toda la indignación que llevaba por dentro, fue algo que no pude evitar muy a mi pesar.
Una vez nos quedamos solos recogimos y nos fuimos a tomar algo pues ya era la hora de comer. En el restaurante me empezó a contar todo lo sucedido. Lo primero que hizo fue pedirme perdón por la espera, a lo largo de la charla se discupó en repetidas ocasiones. Según ella no fue premeditado, simplemente sucedió, se quedó impactada al ver al chico en el baño y una vez que éste se acercó, la abrazó y la besó todo se descontroló como una reacción en cadena.
Resulta que el chico era de Senegal, llevaba poco más de 6 meses en España y todavía no dominaba muy bien nuestro idioma por eso no fue muy hablador mientras se la follaba aunque de vez en cuando soltaba alguna exclamación o frase en su propia lengua que mi mujer no fue capaz de entender. Llevaba más de un año sin estar con una mujer desde que dejara su país y se embarcara en una patera rumbo al nuestro, normal entonces que cogiera a mí mujer con tanta ansia y ganas y que tuviera tantas fuerzas y aguante.
Luego estuvo un buen rato relatándome como la había follado el negro, en qué posturas, las veces que se corrió que corrió, que fueron innumerables según os he contado ya. Me describió cómo era la polla del tío, venosa, con un buen capullo para metértelo en la boca, dura, gruesa y grande, de las más grandes, si no la que más, de las muchas que ya había conocido.
Debajo de la mesa mi erección era más que evidente, ella lo sabía y escatimó detalles en su narración conocedora de lo caliente que me estaría poniendo. Hasta me decía, casi como si lo estuviera viviendo en ese momento, algunas cosas que le gritaba mientras se la estaba follando. "¡Así... fóllame así, no pares!", "¡Mmmmmm... me estás matando de gusto, cabrón!", "¡Joder, qué buena, vaya polla tienes, no dejes de follarme!". A mí eso me estaba poniendo malo de excitación pero creo que ella también se ponía cachonda mientras rememoraba esos momentos de placer que había vivido esa mañana. "¡Oooohh.... Diooooss... hmmmmm... me... me matas de gusto, siiiiiiggh...!". Yo creo que solo le faltó escenificar en medio del restaurante como alcanzaba un orgasmo.
No se cortó ni un pelo diciéndome como le hizo gritar de gusto hasta hacerle tocar el cielo, como la embestía con fuerza y ella le pedía más y más. Estaba como ida, solo quería que el negrazo la follara sin parar una y otra vez, había momentos en los que llegaba incluso a perder la cosciencia de puro placer pero aun así y todo se dejaba llevar y solo deseaba que ese momento continuase matándola de gusto, haciéndola llegar al éxtasis.
No sé si todo lo que me dijo fue real o lo exageró para darme celos y provovarme pero me lo decía con tanta pasión y sentimiento que a mí me pareció todo muy creíble y tal cual os lo he transcrito lo más literalmente posible.
Me contó con pena que le hubiera gustado sentir la polla del chico enterrada en su culo. Decir que a mi mujer, cuando ya la han hecho disfrutar y correrse varias veces con una buena follada por el coño, le gusta terminar la sesión con una enculada para sentirse plena y satisfecha. En esta ocasión no pudo ser posible debido al tamaño del pene del negrazo, el dolor era insoportable cada vez que lo intentaron pero no por ello se quedó insatisfecha, gozó tanto que no le importó ser ensartada por el trasero, fueron tantos los orgasmos que alcanzó que compensaron con creces el deseo de sentir ese pollón en su culo.
Bueno, en el prólogo de esta aventura os narraré cómo acabó ese día