Gente! Nuevo capítulo recién parido. Ha sido un parto tranquilo y sin incidentes. La madre se encuentra en perfecto estado. Feliz por su octavo retoño, claro está y tambíen porqué mañana es viernes, sobretodo por lo segundo. Jajaja.
PROJECT S.I.R.E.N.
Capítulo 8 - Malas decisiones
Cerca de la orilla del Ibaizabal un hombre limpiaba una trucha recién pescada. Pasó el antebrazo derecho por su frente sudurosa y vació las tripas del pescado con su cuchillo de caza, con gran habilidad. Al finalizar, lo introdujo dentro de las aguas frías del río y volvió junto a la hoguera que acababa de encender. Con un palo bien afilado atravesó la trucha, se puso en cuclillas y la puso sobre las llamas a una distancia prudencial. Debía cocinarse, no quemarse.
La mañana era tranquila y amable. El imenso e iluminado cielo estaba despejado y el majestuoso sol lo bendecía con sus cálidos rayos desde el firmamento. Ronald se sentía más ligero, como si se hubiera quitado un peso de encima. Sonrió, cuando pensó en las últimas palabras que le dijo Iowa la noche anterior. Se sentía libre, por primera vez en mucho tiempo. En paz consigo mismo.
Y lo iba a disfrutar, cumpliría su promesa.
De repente el teléfono satelital, modelo Iridium 9575 empezó a vibrar, por enésima vez.
‘Bones’ lo observó ilumarse, dentro de su viejo petate. Sabía quien había al otro lado de la línea y sabía también el motivo de su llamada. Dejó la trucha apoyada contra una piedra y se levantó. Sus rodillas emitieron un quejido, debido al desgaste y al paso de los años.
Sacó el teléfono y se lo quedó mirando unos minutos. Levantó la cabeza y miró al cielo, cubriendose la vista con su otra mano. ‘A la mierda’ pensó. Y tiró el Iridium dentro de la hoguera, para, a continuación, seguir con lo realmente importante: cocinar aquella hemosa y apetitosa trucha de río.
Más allá del Anboto, donde las nubes raspan las cumbres y el silencio pesa como el plomo en las bocas cerradas de la gente de Aretxondo; más allá del valle, del río Ibaizabal que serpentea sinuoso entre minas abandonadas y recuerdos oxidados; más allá incluso del mar Cantábrico, donde los cuervos sobrevuelan los acantilados como si custodiaran un secreto ancestral, vivía el ser más despreciable que la humanidad haya conocido jamás.
Cruzando el vasto océano Atlántico, en la otra orilla del mundo, un ambicioso coronel llamado Marcus LeBlanc pronunció el nombre del señor en vano, por enesima vez. Vivía rodeado de pinos uniformados y casas que nunca dormían, en una colina vigilada de McLean, Virginia. Allí donde el poder no descansa y la guerra no termina nunca del todo
La luna apenas acababa de romper entre las copas de los robles cuando el Chevrolet Suburban blindado del coronel, dejó la ‘George Washington Parkway’, con el río Potomac brillando a su izquierda. Entró en el largo camino de grava blanca que conectaba su casa con la tranquila Ballantrae Farm Drive. A ambos lados de la carretera, mansiones de ladrillo georgiano y cristal oscuro se ocultaban tras altos setos de boj, como si compitieran por ver quién era más invisible. El coronel no saludó al guardia de seguridad privada en la caseta; no hacía falta. Su coche tenía el pase electrónico del Departamento de Defensa, y las cámaras térmicas ya habían registrado su gorda y fofa silueta.
Mientras en Aretxondo el sol se abría paso entre las nubes bajas y las primeras campanas sonaban en la vieja iglesia, al otro lado del Atlántico, en McLean, el coronel LeBlanc seguía despierto. Eran la una de la madrugada, y el despacho de su casa aún olía a café frío y tensión acumulada.
Volvió a probar una vez más si podía contactar con el ex Navy SEAL, ahora reconvertido en mercenario. Pero no hubo manera, esta vez incluso, no hubo ni señal. Tiró el teléfono satelital de mala manera y sumamente disgustado, sobre su gran escritorio. Se sentó en su gran silla de cuero negro y le dió un sorbo al café. Vació el frío y amargo líquido, muy mosqueado y con cara de asco, en la impoluta papelera junto a sus pies.
Contempló el maletín vacío de SIREN X2, que reposaba sobre la moqueta gris, junto a la puerta de su despacho. Se tumbó en la silla que crujió como las rodillas de Ronald y cruzó las manos sobre su enorme barriga bien alimentada. Pensando... Meditando… Y si el agente Iowa había ganado? Y si el ratón, por primera vez en la historia de la humanidad, se había comido al gato? Qué iba a hacer ahora que ‘Bones’ estaba fuera de combate?
‘Si quieres que las cosas salgan bien, hazlo tú mismo’ pensó para sus adentros. Agarró el auricular de su telefono fijo y abrió su agenda. Era un hombre poderoso, con muchos contactos y con un presupuesto que rozaba el infinito. Tan solo fueron necesarias un par de llamadas para que todo estuviera listo. El viejo continente no estaba preparado para la visita de aquel desalmado y peligrosamente ambicioso coronel, más concretamente los españoles, siendo más precisos los vascos, yendo al detalle, los tercos e insumisos aldeanos de Aretxondo.
Aunque… por la fama que se habían ganado con el paso del tiempo. Probablemente quien no estuviera preparado fuera el gordo coronel. Ya veremos quien de los dos los tenía más bien puestos.
Quien sí los tenía muy bien puestos, era Emi, concretamente dentro de la boca de su profesora de educación física, mientras la pelirroja le pajeaba con ambas manos su enorme polla.
Lo hacía dentro de los vestuarios femeninos de la piscina pública, mientras sus compañeros de profesión vigilaban y los alumnos se divertían jugando en el agua fría y llena de cloro.
Emiliano no pudo resistirse cuando ella lo agarró del brazo y se lo llevó dentro. Aunque no podía dejar se pensar en Charly, que se lo acababan de llevar en una ambulancia con dos costillas rotas. Quedaban un par de horas para que fueran las 17:00 y las ‘clases’ terminasen, así que siguieron follando hasta que llegó la hora de plegar.
Cuando profesora y alumno salieron disimuladamente del vestuario. Ligeramente despeinados y bastante más relajados. El instituto al completo ya salía a través de la verja que rodeaba la piscina municipal, cada uno hacía sus respectivas casas. Emi buscó con la mirada a Ramón y a Aitor pero no los localizó. Quería pedirles disculpas y explicarles el motivo por el cúal se había quedado con el monopolio de SIREN, así que salió corriendo.
- Emiliano espera! - gritó la profesora. Quería decirle algo importante, pero no le dió tiempo. Ya estaba demasiado lejos.
Emi se dió prisa en subir al autobús, con la esperanza de encontrar sus amigos allí. Pero no hubo suerte. Pensó que quizás estuvieran en su guarida secreta, como cada tarde al terminar las clases. Pero tampoco los encontró ahí. Apoyó su gordo trasero sobre el muro de la parcela e intentó llamar a Aitor, pero saltó el buzón de voz. Ramón, por su parte, fué menos sútil, directamente le colgó.
El chabal suspiró, sin poder evitar sentirse culpable. Como tampoco podía hacer mucho más, decidió dejarlo para mañana. A veces es necesario dejar que las coses se enfríen. Que pase la tempestad y como un discipulo del viento tan solo sentarse a esperar que llegue la calma.
Cuando se disponía a marcharse, un coche pasó a gran velocidad por delante del esqueleto de aquella casa a medio construir, levantando tras de sí, una densa nuve de polvo. Emi vió que Esther era quien lo conducía y que a su lado estaba Charly, su hijo. Salió corriendo tras de ellos, dirección a la casa de su mejor amigo. Cuando llegó arriba, estaba cubierto en un charco de sudor. Se quedó parado delante de la puerta de la casa de Charly, recuperando el aliento y deseando pesar unos cuantos kilos menos.
De repente la puerta se abrió y salieron Ramón y Aitor.
- Hola chicos! Cómo está? Se encuentra bien?
- …
Ninguno de sus dos amigos le dijeron nada. Tan solo pasaron por delante de él, girandole la cara y se marcharon calle abajo. Emi bajó la mirada mientras se alejaban por la serpenteante calle. Luego miró la puerta de la casa de su mejor amigo, se armó de valor y entró dentro.
Picó el timbre y se sujetó las asas de la mochila decidido a dar la cara y pedir perdón.
- Ah! Hola Emi! Como estás? - preguntó Esther con una gran sonrisa.
- Bien…
- Pensaba que vendrías con Ramón y Aitor…
- Si… es que… es que me he entretenido al salir del cole…
- Ya! Pasa, venga! Charly está en su cuarto.
Emi cruzó el umbral de la puerta y la madre la cerró a sus espaldas. Se quedó quieto en el recibidor observando las escaleras que subían a la habitación de su mejor y traicionado amigo.
- Cómo está Charly?
- Bueno! Un par de costillas rotas… nada grave. En realidad él está contento - dijo riendo la madre - Se va a perder unos días de clase y la semana que viene ya empezaís vacaciones, así que… digamos que él ya las ha empezado.
- Ya! Claro… que buena noticia… - contestó Emi fingiendo una sonrisa, nada convincente.
- Va todo bien?
Antes de que el chico pudiera contestar. La voz de Charly se escuchó desde el piso de arriba.
- Quieeeeen éeees mamáaa?
- Es Emiiiii, que ha veniiiiido a veeeerte! - gritó Esther.
- Que no subaaaaa! No quiero verloooooo!
Emi volvió a mirar el suelo, entristecido. La madre de su mejor amigo se lo quedó mirando. Pero no le hacía falta preguntar nada. No era la primera vez que se pelaban, ni iba a ser la última. Es lo que tienes las relaciones entre mejores amigos, son intensas y sufren altibajos, como sucede con las de los enamorados.
- Quieres tomar algo? - preguntó Esther apoyando su mano sobre el hombro del chico.
- No gracias… mejor me voy… - contestó él sin dejar de mirar el suelo.
- Venga va! Te preparo la merienda! Pasa… vamos!
Emi entró en la cocina, casi por obligación. Se quitó la mochila y la dejó en el suelo. Luego se sentó junto a la mesa, enfrente de una enorme cristalera desde dónde podía verse la piscina y el cuartucho donde su mejor amigo y él perdieron la virginidad juntos tan solo hacía unos días. Esther sacó unas galletas y preparó un baso de leche fresca.
- No le des muchas vueltas cariño… - dijo ella de espaldas, preparando la merienda - ya sabes que a Charly no le duran mucho los mosqueos… en un par de días volveréis a ser uña y carne, ya lo verás… - sonrió ella girandose y ofreciendole una enorme sonrisa, a parte de la merienda.
El arrepentido chico la miró, deseando que tuviera razón y entonces se dió cuenta. Hasta ese momento no se le había pasado por la cabeza. Jamás! Pero que os habéis pensado, joder! Era la madre de su mejor amigo. Pero Esther, realmente, estaba bueníssima. Era una auténtica M.I.L.F. Sin muchas curvas de cintura para abajo, pero con dos enormes urbes. Talla 100? 200 quizás? Quien da más?
‘Piiiip - Piiip’
Esther dejó el plato con galletas y el baso enorme de leche encima de la mesa. Emi se lo bebió entero, de tres grandes tragos. Sediento despúes de la maratón que acababa de correr.
- Quieres más leche? - preguntó la madre con una extraña expresión en su rostro.
Emi asintió limpiandose la comisura de los labios con su muñeca y le acercó el vaso vacío. Pero jamás llegó a su destino. Si no que cayó al suelo rompiendose en mil pedazos a causa de la temblorosa y nerviosa mano del chabal. El ruido de los cristales quebrandose se escuchó hasta en el cuarto de Charly. Que preguntó a gritos que había pasado. Al no obtener respuesta y preocupado porqué a su madre le hubiera pasado algo, se levantó de la cama con dificultad y empezó a bajar lentamente las escaleras, muy dolorido a causa de sus dos costillas rotas.
En la cocina, Emi observaba como Esther, que ya se había quitado la camiseta, se desabrochaba aquel sostén enorme que seguramente debía soportar más peso que los cimientos de un rascacielos. Sin apenas poder reaccionar, las enormes tetas de la madre se posaron encima de su cara, mientras una mano empezaba a sobar con deseo su enorme pene.
Fué todo tan rápido que cuando quiso pararlo, ya era demasiado tarde.
Charly esbozaba una mueca de dolor cada vez que conseguía bajar un escalón. Era de tamaño normal, aunque parecía que, por lo lento que iba, fuera en realidad la escalera de la canción de Led Zeppelin, aquella que subía hasta el cielo.
Cuando entró por fin en la cocina, los niños de Alba ya iban a la universidad. Se quedó paralizado, como si estuviera bajo los efectos de SIREN. Los enormes pechos de su madre envolvían la polla de su amigo, haciendole una salvaje cubana, al mismo tiempo que se comía su prepucio como quien se come un cucurucho.
- Pero serás hijo de puta! - gritó ‘Seis Dedos’ intentando correr hacía él.
Justo en ese momento, Emi se corría salvajamente por la cara de Esther, sus pechos y el suelo de la cocina. Sobresaltado por la pillada ‘in fraganti’ se puso de pié rápidamente y empezó a subirse los pantalones, aún corriendose. Veía como su mejor amigo se acercaba con intenciones de darle una paliza, pero a una velocidad inusualmente lenta en él.
Quiso disculparse, dar explicaciones. Pero al ver su cara se dió cuenta que lo mejor que podía hacer era salir de ahí corriendo. Y así lo hizo, corrío y siguió corriendo, como si una manada de lobos que llevaran meses sin comer lo estuvieran siguiendo.
El coche viejo y oxidado de matriculas cambiantes, estaba aparcado a pocos metros de la casa de Charly y Esther. Sus dos pasajeros lo vieron todo. Estaban ahí antes de que el disléxico y el paralítico llegaran.
- A dónde irá con tanta prisa? - preguntó Alba comiendo un sandwich y tomando un café de la gasolinera.
- Voy a dejar que tú misma hagas el trabajo de campo… intenta atar cabos despúes de lo que hemos observado y teniendo en cuenta la información de la que ya disponemos. Venga agente Serrano, expliqueme su teoría - sonrió Keller encendiendose otro cigarro.
- Si voy a tener un alias, quiero que sea agente Bilbao…
- Un poco obvio… pero… vale! Me parece bien.
- Obvio, en serio? Agente Iowa…
Keller empezó a toser, cuando le entró la risa y Alba empezó a recordar lo que habían observado estando de guardia. El maestro dió varias indicaciones, entre ellas le dijo que pensara en voz alta y compartiera sus pensamientos. Así era el procedimiento oficial.
- Primero ha llegado la ambulancia con Charly…
- Por qué?
- Por qué ha llegado en ambulancia dices? Y yo que sé Nate… tengo un master en neurología, lo sé, pero no soy adivina.
- Venga Alba! Sé que puedes hacerlo mejor, esfuerzate vamos!
- Valeeeee! - Alba dejó el sandwich mordido encima de la guantera y tomó un sorbo de ese café de máquina, aguado y asqueroso - por la forma en que andaba, apoyando el peso en la pierna izquierda y sus gestos de dolor cuando respiraba al andar… es muy probable que se trate de una fractura… costillas rotas quizás? Podría ser eso, aunque se me ocurren mil posibles diagnósticos más…
- No está mal… pero no te fijaste lo suficiente. Tenía moratones y el labio partido, claros indicios de una pelea…
- O una paliza…
- Por qué dices eso?
- Es más probable que te fracturen algo cuando recibes una paliza… es pura lógica.
- Ok! Es una buena deducción… sigue vamos!
- Despúes han llegado Ramón y el otro chico…
- Aitor… se llama Aitor.
- Eso… Han llegado solos, sin Emi. Raro en ellos teniendo en cuenta, como me dijistes, que siempre van los cuatro juntos a todos lados…
- Que nos dice eso?
- Que se han pelado, obviamente. Ha quedado bastante claro cuando al cruzarse en la salida no se han ni saludado…
- Correcto! Y que me…
- Shhh! Calla, que lo estoy bordando. - Keller pidió disculpas sin poder dejar de sonreir - Luego al cabo del rato, Emi sale corriendo a toda prisa y además… - Alba levantó el dedo como si acabara de darse cuenta de un detalle muy importante - se abrochaba los pantalones y…
- Y? - preguntó el agente experimentado muy orgulloso de su novata y nueva compañera.
- Tenía una erección de caballo!
- Eres una crack! Que deduces con toda esa información?
- Deduzco que SIREN es una zorra sin escrúpulos.
Nate la felicitó. Para ser la primera vez que participaba en un dispositivo de vigilancia, el resultado era más que notable. Quedaba claro que Emi estaba solo y eso significaba que SIREN les llevaba ventaja, una enorme ventaja. Abrió la puerta del coche y le dijo a la doctora que bajase.
- Qué vamos a hacer ahora? - preguntó ella terminandose el sandwich mientras él abría el maletero.
- Emi no es mal chico, solo está confundido…
- Manipulado diría yo…
- Exacto! - Keller sacó un mono gris de una mochila y se lo dió a Alba - Seguro que muy pronto volverá a acercarse a Charly e intentará hacer las paces…
- Quieres que me lo ponga? - preguntó Alba mientras Keller sacaba otro mono igual para él.
- Si… por favor. Lo que debemos hacer ahora es contactar con Charly, explicarselo todo y convencerlo para que nos ayude…
- Convencerlo para que le quite el prototipo a su mejor amigo… - añadió Alba cerrandose la cremallera del mono.
- Exacto! Y para eso - Keller empezaba a ponerse su disfraz - debemos entrar en su casa sin llamar la atención… Segunda lección agente Bilbao. Como nos infiltramos?
Alba se sujetó la barbilla, exprimiendose el cerebro. Era una mujer perspicaz y de mente ágil. Una buena científica, sinó la mejor, por lo tanto era creativa y resolutiva. En pocos segundos ya había ideado un plan y los dos viejos amantes picaban el timbre de la casa de Esther.
Otro timbre sonaba al mismo tiempo, esta vez en casa de Ramón. Emi esperaba a que alguien contestara, mientras detrás de la verja los cerdos de Ingrid se revolcaban felices entre su propia mierda. Ya había pasado por casa de Aitor pero no estaba, su padre, muy orgulloso, le había dicho que estaba con su nueva novia. Emi lo dejó ahí hablando solo de lo espectacular que era Paula, describiendola más como si fuera un coche de alta gamma que una persona humana.
- Largate folla madres! - respondió el telefonillo.
- Ramón joder! Espera un segundo… déjame que te lo explique…
Emi se quedó como el padre de Aitor, hablando solo. Dió dos pasos y se sentó en el bordillo de la acera. Estaba sudado, con agujetas, deprimido. Con lo bien que había empezado el día. El sol empezaba a desaparecer por el horizonte de Aretxondo, tras el enorme e imponente Anboto. Como si la gran montaña se lo comiera cada atardecer y lo cagara cada amanecer por el otro extremo del valle, en un ciclo sin fin.
- Emi? Qué haces ahí sentado? Va todo bien? - el chaval se giró y vió a Ingrid acercarse con una gran sonrisa en la cara y apestando a morcilla.
- La verdad que… no. No va nada bien en realidad.
- Te puedo ayudar en algo? - preguntó amablemente la madre charcutera mientras abría la puerta que daba a la calle.
‘Piiip - Piiip’
El gordo chaval reunió las pocas fuerzas que le quedaban para salir de ahí a toda prisa. Mientras su mochila rebotaba en su eslpalda y sus tetillas sudadas lo hacían dentro de su empapada camiseta, miraba hacía atrás lleno de terror. Ingrid, como un zombie, lo perseguía sacandose el mono en mitad de la solitaria calle. Gritandole que volviera. Y no precisamente para comerle el cerebro.
No dejó de correr hasta que casi a la altura de la guarida secreta, alguien le gritó por su nombre. Era Ernesto, acompañado, como no, de una nueva novia. La historia de cada día vaya. Un día normal en Aretxondo. Ojalá fuera así para todos. La moto de su hermano se detuvo justo a su lado, levantando una densa nuve de polvo y el enfurecido motor pidiendo más gas, sin parar.
- Vas para casa?
- Si…
- Anda sube, que te hacemos un hueco - Ernesto miró a la chica para decirle que le hiciera un hueco. Pero no se acordaba de su nombre.
- Arantxa! - contestó molesta la chica apretandose contra él.
Emi se subió al final del asiento y se agarró con fuerza a la cintura de la chica. Cuando su hermano arrancó, se dió cuenta enseguida de que no había sido buena idea. No había espacio suficiente para tres personas. No es que fuera peligroso, aunque sí lo era. Pero no es lo que preocupaba al adolescente. El principal problema era ese enorme culo que se frotaba constantemente contra su polla incontrolable. Cada bache y cada piedra del camino, era excitante.
‘Piiip - Piiip’
- Frenaaaa Ernes! - gritó Emi cuando Arantxa empezó a sobarle el paquete.
El hermano mayor hizo caso y frenó en seco. Temiendo por la seguridad de su hermano pequeño. Emi saltó de la moto como si desmontara de un caballo.
- Mejor me voy andando, total queda poco para llegar a casa…
- Como quieras chiqui! Nos vemos ahí! Aguuuuur…
Nuestro protagonista se quedó parado en mitad de la calle. Rozando casi la desesperación. Buscó en su bolsillo a SIREN mientras la moto se alejaba calle arriba. La nueva novia de su hermano le lanzó un beso y se mordió el labio inferior, haciendo un gesto con la mano diciendo ‘llámame’. El chabal suspiró y se quedó mirando el prototipo. Aquello tenía que acabar, de algún modo, pero debía hacerlo ya. Antes de que la situación se descontrolara aún más.
Intentó encender el dispositivo para ajustar de nuevo su funcionamiento. Pero no hubo manera. No era por falta de batería, pues la pantalla se iluminó, pero la mujer virtual no estaba. Mientras andaba para casa cabizbajo, recordó aquella escena de Harry Potter, cuando el susodicho y Ron Weasley hablaban sobre el cromo de Albus Dumbledore. ‘Eh! Ya no está!’ dijo Harry. ‘No querrás que permanezca ahí todo el día, verdad?’ contestó el pelirrojo.
- Seguro que no quieren tomar nada? - preguntó Esther en el jardín de su casa.
- No se preocupe - contestó Keller apoyando una escalera junto al exterior de la pared.
- Como quiera… una pregunta, los manda el ayuntamiento han dicho, verdad?
- Correcto señora! - dijo Alba empezando a subir la escalera.
- Y exactamente para qué?
La madre de Charly no era una mujer desconfiada, aunque escuchaba demasiado la radio y sabía perfectamente que últimamente había mucho timador suelto. Además aquel hombre y aquella mujer tenían pinta de cualquier cosa, menos de técnicos.
- Ve la caja blanca que hay ahí arriba? - dijo Alba, cada vez más arriba.
- Si… - contestó Esther.
- Esa caja es una unidad de interconexión municipal. Se instaló como parte de un plan del ayuntamiento para desplegar infraestructura de comunicaciones inteligentes en la zona. Lo que vamos a hacer hoy es realizar una inspección técnica y la activación del módulo interno, que hasta ahora estaba en modo pasivo. Dentro de la caja hay un nodo de red, en este caso, con conectividad LoRaWAN y respaldo en fibra, que sirve para integrar distintos servicios: desde sensores de calidad del aire, control de alumbrado público, hasta sistemas de emergencia o red de datos vecinal. En términos simples, este punto conecta la vivienda o la manzana a una red de datos que el ayuntamiento utiliza para servicios urbanos inteligentes. No afecta su suministro eléctrico ni su conexión a internet doméstica. Solo vamos a comprobar la estanqueidad, revisar los sellos de seguridad y hacer una prueba de enlace con el concentrador más cercano. Es un proceso rápido… no tardaremos demasiado.
La madre no entendió nada, pero la explicación había sido tan técnica y precisa que la dió por valida y entró dentro de casa a seguir recogiendo los cristales del suelo. Quien demonios había tirado el vaso? Y porqué estaba tan mareada?
- Creo que has aprobado el segundo examen Blanca - sonrió Keller mirando hacía arriba y sujetando la escalera.
- Tiembla agente Iowa! La novata viene pisando fuerte!
Alba sonrió y siguió subiendo. Pasó de largo aquella caja blanca que no tenía ni idea de para que servia y asomó la cabeza por la ventana del segundo piso. Donde estaba la habitación de Charly.
- Que dices Monra? En serio? - Charly tumbado en la cama, justo al lado de la ventana, hablaba por teléfono.
- Si tío! Y el cabrón también quería follarse a mi madre. Se ha quedado en bolas en mitad de la calle, la pobre.
- Que hijo de puta! Que hijo de la gran puta! - Charly estaba mosqueadisimo.
- Tenemos que ir a por él colega! Darle una lección…
- Estoy contigo! Pero cómo? Con SIREN bajo su control es…
En el preciso momento en que pronunciaba el nombre del prototipo. El nervioso chaval olvidó que tenía dos costillas rotas y pegó un salto en la cama empezando a gritar. Y es que SIREN le saludaba al otro lado de la ventana haciendo gestos para que la abriera.
- Charlyyy! Eh colega! Que pasa? Estás bien? Charlyyyy! - decía la voz de un preocupado Ramón a través del teléfono tirado en la cama.
El grito del adolescente generó una reacción en cadena. Alba se asustó, puso un pié en falso y la escalera cayó al suelo. Esther escuchó el grito de su hijo y la estruendosa escalera impactando contra el suelo del jardín. Salió corriendo asustada.
- Que ha pasado? Hayyy! Dios mío! Tenga cuidadoooo!
Un nervioso Keller intentaba volver a poner en pié la escalera, difícil tarea para un hombre con una sola mano. Alba movía los piés en el aire, agarrandose a la repisa de la ventana con ambas manos y mirando hacía abajo asustada.
Entre la madre y el ex agente, consiguieron enderezar la escalera y ella pudo bajar sin hacerse daño. Dijeron que habían terminado el trabajo y se fueron de allí sin dar muchas más explicaciones.
- Charlyyyy? Eoooo? Sigues ahí?
- Colega… - dijo el fracturado amigo recogiendo el telefono mientras miraba por la ventana de su habitación - No te vas a creer a quien acabo de ver…
Keller y Alba salieron de la casa, se dirigieron rapidamente al coche y entraron dispuestos a largarse de ahí. Uno de los dos no pudo contener más la risa.
- Vete a la mierda Nate! - sonrió la doctora dándole un codazo.
- Venga Albaaaa - decía él entre carcajadas - ha sido espectacular… digno de una escena de acción de una película de James Bond…
- Que te jodan! - dijo ella empezando a reir también - Anda arranca! Antes de que salga la madre a preguntar si estamos bien… Vamos Nate! Daleee!
- Ya va… ya va… - contestó él con lágrimas en los ojos mientras arrancaba el motor.
De repente, cuando la llave hizo contacto y el motor empezó a gruñir. Una fuerte explosión retumbó por toda la urbanización. El viejo y corroido coche estalló en mil pedazos, de forma violenta. Causando instantaneamente la muerte de sus dos ocupantes….
Es bromaaaa! Se os han puesto los huevecillos como canícas eh! Jajajaja
Tranquiiiiiloooos… Que Alba y Nate aún les queda mucho por contar. De momento…
Emi se quedó parado en mitad del comedor. Al entrar en casa, dejó caer la mochila junto al paragüero, como hacía siempre. Pero algo no encajaba. El olor lo golpeó primero: no a sudor ni a comida recalentada, sino a algo cocinado de verdad. Hierbas aromáticas, mantequilla caliente, algo al horno. Luego notó la música: una melodía suave, instrumental, flotando por el aire como si la casa hubiera aprendido a respirar con elegancia.
La luz era tenue en el salón, cálida. Nada del blanco crudo de los focos del techo. Solo lámparas encendidas y unas velas temblando sobre una mesa que él no recordaba haber visto tan bien puesta jamás. Mantel de tela, no el plástico de siempre, copas alineadas, servilletas dobladas como en los restaurantes finos. Incluso cubiertos extra, como si esperaran más platos de los que caben en un menú infantil.
Y allí, en medio de todo, su padre. De pie, junto a la cocina, con camisa planchada, el pelo peinado hacia atrás, y un delantal limpio anudado a la cintura. Parecía una versión de sí mismo sacada de otro universo. Ni rastro del hombre en chándal que normalmente freía huevos en calcetines.
- Hola, campeón - dijo Salva, sonriendo. Un poco nervioso.
Emiliano frunció el ceño.
- Qué pasa? Quién se ha muerto?
- Nadie hijo. Es solo que… viene alguien a cenar. Alguien especial.
En ese momento bajó su hermano mayor por las escaleras, también vestido como si fuera a una boda, ajustándose las mangas de la camisa. Detrás de él, su novia. Y entonces lo entendió: no era una cena cualquiera. Era una declaración de intenciones. Una mujer quizás?
Afuera, el murmullo lejano de los aspersores de la urbanización parecía acompañar la música, como si todo el barrio se hubiera confabulado para no arruinar el ambiente.
‘Ding - Dong’
Llamaron a la puerta y el padre, visiblemente más nervioso ahora, se alisó la camisa con las palmas y fue a abrir. Emi se asomó desde el pasillo, sin ser visto, como un espía doméstico. Y entonces la vio. Cristina. La profesora de Educación Física. Pero no su Cristina. No la de la coleta alta, sudadera del colegio, silbato colgando del cuello como una advertencia constante. No la de las zapatillas inpolutas y calcetines altos. No la mujer de voz fuerte y mirada decidida que cruzaba el patio como una bala.
Esta Cristina era otra.
Llevaba un vestido largo, de tela fluida y color vino, con un escote discreto pero sugerente que dejaba ver la clavícula y parte de los hombros, como si el aire le acariciara la piel. El vestido se ceñía suavemente a su cintura, realzando sus curvas, y se abría en una caída elegante que rozaba los tobillos. En vez de deportivas, sandalias con algo de tacón. En vez de coleta, el pelo suelto, cobrizo y brillante, cayéndole en ondas suaves sobre los hombros.
Y donde solía colgar el silbato, ahora había un collar fino, de cadena dorada, con un pequeño colgante que centelleaba con la luz de la lámpara. Una media luna, quizás. O un pétalo. El gordo adolescente no lo pudo ver con claridad. Porqué empezó a correr escaleras arriba, huyendo de aquella incómoda situación.
Su cerebro intentaba hacer coincidir las dos versiones de Cristina, como si fueran piezas de un rompecabezas que no encajaban. Cerró la puerta de su habitación de un fuerte golpe y se tiró en la cama de cara. Como diciendo ‘no puedo más’. Se sentía como Doctor Strange atrapado en el multiverso. Confundido, solo, sin salida. Nada cuadraba, nada era como debía ser. Era como estar dentro de un sueño o más bien una pesadilla.
Suspiró amargamente y el mundo, por un instante, pareció moverse unos grados fuera de su eje.
‘Toc Toc Toc’
- Puedo entrar?
- Nooo… - contestó Emi sin levantar la cara de la almohada.
- Quieres hablar? - preguntó el hermano mayor entrando sin permiso.
- Hablar de qué? Ernes…
- Sobre que papá esté intentando… ya sabes… rehacer su vida.
- Ah! eso? No me importa…
- Y entonces por que estás tan raro? Llevas un par de días que no te reconozco.
- No es nada… de verdad.
- Ya! No me lo quieres contar… No tranqui, no pasa nada. Entiendo que cada uno tiene sus ritmos. No te voy a obligar a que me cuentes que te pasa… solo quiero que sepas que me tienes aquí para lo que necesites, estamos?
- Gracias Ernes!
- No se merecen… - el hermano mayor dejó tranquilo al pequeño - Y no te preocupes por la cena, no hace falta que bajes. Yo te cubro!
Una vez se cerró la puerta de nuevo, Emi se dió la vuelta en la cama y volvió a encender a SIREN. La pantalla seguía iluminada, pero ella seguía sin aparecer. La llamó varias veces pero no hubo manera. La tiró sobre el colchón y se quedó mirando el techo de su cuarto. Podía escuchar a su familia cenar en el piso de abajo, conversando, riendo y pasando una noche agradable. Y aunque tuviera hambre, tenía demasiadas cosas en la cabeza como para bajar y comportarse como si todo fuera bien, como si su vida no se hubiera ido a la mierda.
Fuera, en la calle. Alba miraba a través del cristal que daba al comedor, como aquella família cenaba alegremente. Se había quedado sola dentro del coche, pues Keller había salido un momento a mear. No pudo evitar pensar en Andoni y sus dos hijos.
- Ey! Alguna novedad? - preguntó Nate entrando en el coche.
- Nada. Emiliano está en su cuarto y su profesora parece estar encantada con la cena que le ha preparado Salva…
Keller se encendió un cigarro. El último de la cajetilla. Hizo una pelota con el cartón y lo tiró en el asiento de atrás. Mientras se encendía el pitillo se quedó mirando a Alba. Parecía angustiada y preocupada. Algo le rondaba por la cabeza.
- Va todo bien?
- Si… solo que… Ojalá terminemos la misión cuanto antes y que todo vuelva a la normalidad.
- Ya… entiendo!
Aquellas palabras cayeron como una losa sobre la quebrada alma del ex agente. Aunque disfrutaba del tiempo que estaban pasando juntos, recordó, otra vez, cúal era su papel en aquella historia. Alba ya vivía la vida que deseaba, ya tenía planes de futuro, un destino que recorrer. Él solo era un bache en el camino. Encendió el motor, quitó el freno de mano y maniobró para irse de ahí.
- Lo siento Nate… no quería…
- Da igual Alba! No hace falta que te escuses. Se muy bien que en cuanto termine esto, cada uno deberá volver a sus vidas…
- Pero no pretendía ofenderte… vamos vuelve, sigamos con la vigilancia…
- Me he quedado sin tabaco y ya es tarde. Pasaremos por la gasolinera y luego iremos al hostal a descansar… - masculló el fugitivo sin quitar la vista de la carreretera.
- Hoy ha sido día genial, te lo prometo… pero debes comprender que…
- Alba! - Keller se giró y la miró muy seriamente - no tienes que darme explicaciones. Mañana volveremos a intentar contactar con Charly y te prometo que haré todo lo que esté en mis manos para que puedas volver con tu família lo más pronto posible…
La doctora no pudo evitar sentir tristeza por su viejo amor. Él no tenía ninguna vida a la que volver, no tenía nada. El destino se lo había arrebatado todo y de algún modo, sentía que ella tenía parte de culpa. El viaje hasta la gasolinera fué tenso y silencioso. Había una conversación pendiente entre ellos, o quizás varias. Años atrás se hubieran sentando en la mesa, acompañados de una botella de vino, lo hubieran hablado y solucionado en pocas horas. Seguramente echando un polvo de reconciliación. Pero ahora, las cosas eran distintas. Todo había cambiado. Ya nada era lo mismo. El tiempo y la distancia habían creado una brecha insalvable entre ellos dos.
- No es necesario Nate… creo que somos lo suficientemente maduros como para dormir juntos sin que tenga que pasar algo…
Alba sujetaba en la mano las llaves de su habitación. Había sido Nate quien se les había entregado. Pensando que sería mejor que durmieran en camas separadas.
- Puedo serte franco? - Keller la miró a los ojos profundamente
- Pues claro… - contestó Alba casi temblando.
- Cuando te volví a ver, en la puerta del colegio. El mismo día en que te dejé la nota en tu buzón. Algo se despertó en mí… algo que jamás se había llegado a desvanecer del todo. Aquella tarde, hace tantos años ya, en el aeropuerto de Iowa… solo uno de los dos se despidió, Alba.
- Lo siento, de verdad que…
- No… - sonrió Nate acariciandole la mejilla - no debes sentirte culpable, me oyes? Tú hiciste lo correcto. Lo superastes, tirastes hacía adelante, te distes la oportunidad de volver a amar, formastes una família y tienes dos hijos maravillosos.
- Pero… tú… - Alba puso su mano encima de la de él y empezó a acariciarla.
- Yo soy el que está equivocado, doctora Serrano - rió el ex agente - debería haber echo lo mismo que tú. Encontrar una buena mujer… formar una família… quizás comprarme una granja y cultivar campos enormes de maíz, quien sabe…
- Y por qué no lo hicistes?
- Quieres que sea sincero? - Alba asintió conteniendo sus lágrimas.
- No pude… no pude dejar de pensar en tí ni un solo día. Me despertaba contigo, cada mañana. Debajo de un puente a las afueras de un pueblo o en el vagón de un tren de mercancias en mitad de la nada, daba igual. Tú estabas allí, conmigo. Cada noche, al acostarme, miraba hacía el cielo estrellado, con el corazón encogido por no tenerte cerca. Llegó un momento que solo tu recuerdo parecía manternerme con vida. Como si desde la distancia, me ayudaras a seguir luchando, a seguir en pié.
Alba empezó a llorar y sintió como él secaba sus lágrimas, cayendo descontroladas por sus sonrojadas mejillas.
- Pero… aquel día, al ver que tenías hijos y un marido… me dí cuenta… No quiero destrozarte la vida, Alba. No quiero ser el responsable de los errores que puedas cometer. Deseo que seas feliz, con toda mi alma. Es más, solo puedo ser feliz si tú lo eres. Por eso es mejor que cada uno tenga su habitación. Prefiero vivir lo que me queda de vida alejado de tí, que hacerte daño. Lo entiendes ahora?
Los dos se abrazaron, sintiendo sus corazones palpitar fuertemente. El tiempo se detuvo y pudieron expresar aquello que sentían, sin tener que articular palabra. Nate le dió un beso en la frente y puso la llave en la cerradura. Giró el pomo deseandole buenas noches y cerró la puerta.
El pié de la doctora, evitó que se cerrara del todo. Se quedarón paralizados, uno dentro de la habitación y la otra en el pasillo, mirandose de una manera como hacía años no lo hacían.
Aquella noche de martes, las sábanas de una cama no se deshicieron.
“PIP - 07:00 - PIP 07:00 - PIP 07:00”
El ritual matutino de Emi volvía a ser el de siempre. Sueño, desgana y resignación predominaban aquella mañana de miércoles. Almenos la vida de alguien, sí había vuelto a la normalidad.
Le sorprendió que por una vez, en muchissimos años, su padre no los llamara a gritos desde la cocina. Aunque entendió el porqué cuando al salir a la calle vió el coche de Cristina aparcado aún enfrente de su casa.
Emi alzó la cabeza y miró el camino de subida que llevaba hasta la parada del autobús. Parecía más empinado que de costumbre. Su mochila de ‘The Punisher’ a la espalda no almacenaba el bocata de su padre. SIREN en su bolsillo ofrecía infinidad de posibilidades, pero no tenía a nadie con quien compartirla. Suspiró y empezó a andar lento y pesado. Pero esta vez no era por culpa del sobrepeso, lo que de verdad le pesaba era su consciencia.
Cuando llegó el autobús, subió y saludó a Claudio, al parecer lo único inperturbable en su vida. Luego se quedó mirando la última fila de asientos. Estaba vacía. Nadie lo espraba. Al cabo de dos paradas más, Ramón y Aitor subieron, pero lo trataron como si fuera un desconocido. A Emi le quedó claro que no era un buen momento para tender puentes, ‘demasiado pronto’ supuso.
Al llegar a la escuela, parecía haber olvidado todas aquellas buenas ideas que tenía pensadas con SIREN bajo su poder. Eran muchas, casi infinitas, pero había perdido el interés. De que le servía ser el ‘hombre’ más poderoso del mundo, si estaba solo? Pasaron las primeras clases y llegó la hora del recreo. Se quedó parado en mitad del patio, al fondo, en el lugar de siempre, estaban los que hasta hacía poco consideraba sus amigos. Pero sabía que ya no era bienvenido.
De repenté, se fijó en un muchacho solitario. Sentado en las gradas enfrente del campo de fútbol. Mordía un bocata de chorizo con desgana, en silencio, como si tuviera la mente en otro lado. Emi se acercó a él y se sentó a su lado. Pues las almas solitarias están obligadas a darse calor y compañia.
El chico se fijó en que Emi no tenía bocado que llevarse a la boca. Sin decir nada, partió su bocata en dos y le ofreció la mitad.
- Gracias - dijo Emiliano mirando su rincón del patio con pesar.
- De nada - respondió el dictador sin levantar la vista, anhelando su poder perdido.
Adolfo, más conocido como ‘Diarreas’ se había pasado al otro bando. No por placer, sino por las circunstancias. Matón y víctima desayunaron juntos sin decirse nada. Pues no tenían nada de que hablar. Eran polos opuestos, como la noche y el día. Como la izquierda y la derecha. Como la razón y la fe. Aunque gracias a SIREN, habían encontrado un equilibrio. Haciendo que los dos tocaran fondo.
- Emiliano… podemos hablar? En mi despacho?
Emi contempló a la profesora pelirroja y quizás futura madre. No le apetecía para nada mantener aquella conversación. Pero la compañia que tenía en esos momentos, no es que fuera especialmente la mejor. Así que asintió y siguió a Cristina, dejando que Adolfo disfrutase un poco más de aquel bocata en solitario, que tenía, sin duda, un fuerte sabor a justicia poética.
Miércoles estaba siendo el día oficial de las charlas tensas. Recién salió el sol, Salva y Cristina mantuvieron una, tumbados desnudos encima de la cama. Él estaba ilusionado y queria probar a ver si aquello funcionaba, ella estaba hecha un lío y necesitaba más tiempo, ir más despacio.
Por otro lado, Keller y Alba, en la misma situación que los dos anteriores pero bajo techos distintos, no conversaron, aunque la tensión seguía estando muy presente.
A media mañana Emiliano y Cristina, hablaron sobre su situación actual. Él queria que todo siguiera como antes, sexo casual en lugares improvisados. Ella se había decantado por el ejemplar más adulto e igual de bien dotado que el nuevo modelo. Por otro lado, Charly entabló el primer contacto con aquella extraña mujer de rostro idéntico al prototipo. Él intentaba asimilar toda la información que le estaba llegando, ella lo presionaba para que traicionase a su amigo.
Por la tarde, los tres hombres apedillados Malatesta, coversaban de los cambios que iban a haber en casa. El mayor apostaba porque todo saldría bien, el mediano se alegraba por él, el más pequeño solo pensaba en encerrarse en su habitación. Por otro lado, un cojo, un disléxico y un chabal con dos costillas rotas se reunían en secreto con una adultera y un manco. Los primeros no dejaban de preguntar, sir dar credito a lo que estaban oyendo, los segundos no dejaban de responderles, cuando en realidad lo que más necesitaban era hablar entre ellos dos.
Pero, sin duda alguna, la charla más tensa sucedía en una vieja taberna del pueblo. Un coronel gordo y sin escrúpulos había entrado en el ‘Harri Beltza’ como si aquello fuera su casa. Le acompañaban seis hombres, todos vestidos de negro, como si fueran uniformes. Todos con el mismo peinado, como si fueran clones. Todos con la mano cerca del revolver, cuando vieron el recibimiento que les ofrecían aquellos viejos borrachos de escasa conversación y debilidad por solucionar los problemas a base de golpes.
El robusto y enorme roble que presidía la plaza mayor de Aretxondo, crujío ante la brisa nocturna. Como si despertara de su letargo. Las verdes y afiladas hojas en la cúspide bailaban alegres al son de los gritos que salían de la taberna. El viejo árbol parecía sonreir, pues despúes de mucho tiempo, la gente del pueblo parecía recobrar poco a poco el espíritu indomable que les había hecho grandes en el pasado.
América podía rugir con motores nucleares y desplegar portaaviones del tamaño de ciudades enteras. Podía apuntar con satélites desde el cielo y romper montañas con un dedo. Sus generales podían vestir con galones brillantes y sus presidentes hablar ante el mundo con voz autoritaria. Era una superpotencia. Una máquina de acero, orgullo y precisión.
Pero en Aretxondo, encajado entre nieblas y montes viejos como la rabia, los hombres no necesitaban uniformes ni medallas. Bastaba con mirarlos a los ojos.
Porque podían no tener radares ni drones,
pero tenían memoria, orgullo… y más huevos que una tortilla.
Los americanos podían conquistar el mundo, sí.
Pero los aretxondearras, en cambio, podían mirar al mundo a la cara… y no parpadear.
Continuará…