Mi sobrina de 18 años y yo (Relato real)

Buenos días.

Sigo donde lo dejé el viernes, es decir, después de la conversación sobre sexo anal, tríos y demás con mi sobrina, conversación que tuvo lugar en mi casa (después de nuestro rato de sexo) el 11 de noviembre del año pasado.

Tras aquel encuentro, seguimos en contacto virtual con el deseo de vernos de nuevo a la mayor brevedad posible, y esto sucedió el jueves 5 de diciembre, justo antes del puente de ese mes.

Convenimos, porque sus padres trabajaban y ella en esa semana apenas tenía clases, que quedábamos en su casa; y, como la primera vez, Teresa me avisaría cuando se despertase por la mañana, aunque también me dijo que iba a ponerse el despertador para intentar levantarse cuando su madre (que salía a trabajar más tarde que mi cuñado) marchase a trabajar.

Yo seguía sintiendo la misma excitación que la primera vez cada vez (valga la redundancia) que íbamos a quedar. Cada encuentro era único y como tal lo sentía. Así que esa noche volví a dormirme con ganas de despertarme cuanto antes; me desperté más empalmado que de costumbre, y mientras preparaba las cosas de mis hijos deseaba fervientemente que llegase el momento de recibir el mensaje de mi sobrina, aunque no esperaba que fuese pronto.

Pero en esta ocasión fui gratamente sorprendido, pues a las 9.22 horas, y mientras estaba yo en un supermercado cercano a Marqués de Vadillo haciendo la compra, recibí el mensaje de Teresa:
  • Buenos días, ya estoy despierta 😁.
  • Ole, ole y ole -le respondí yo-. Pues hay una parte de mí que lleva despierta desde que que amaneció, y está deseando encontrarse contigo, jajaja.
  • Jajaja, pues ya estáis tardando en venir -añadió Teresa-. Pero venid con cuidado.
  • En diez minutos salimos, iremos despacio -le respondí.
  • Genial, hasta ahora!
  • Ciao!
Sin prisas, terminé de comprar, metí las cosas en el coche y me dirigí a casa de mi sobrina. Como siempre, aparqué retirado, cogí la caja de preservativos (que la tenía escondida en el hueco de la rueda de repuesto) y enseguida llegué a su portal. Llamé, abrió, subí, y al salir del ascensor ya estaba Teresa esperándome con la puerta entornada.

Pelo recogido en una coleta, sonrisa de oreja a oreja, pijama multicolor que yo no había visto y algo que hasta entonces no había pasado nunca: se le marcaban mucho los pezones en la camiseta del pijama.

Me sorprendió tanto que se lo hice saber, y le pregunté bromeando antes incluso de besarla:
  • Tienes frío?
  • Por? -preguntó de primeras extrañada, antes de darse cuenta y decir entre carcajadas: Jajaja, noooo, es que una no es de piedra, y al contarme tú cómo estaba de despierta... ya sabes, no he podido evitar encenderme.
  • Ummm, eso está muy muy bien -le dije antes de cogerla por la cintura y fundirnos en un profundo morreo.
No tardé en disfrutar de esos pezones durísimos metiendo mi mano bajo su camiseta y jugando con ellos, apretándolos hasta donde sabía que podía (el umbral del dolor de Teresa respecto a mi juego con sus pezones había ido en aumento desde que empezamos a tener relaciones).

Ese juego le ponía cada vez más cachonda, provocando en ella unos bufidos intensos acompañados de:
  • Ufffff, cómo me enciende que juegues conmigo así.
Sin dejar de besarla ni de jugar con sus pezones, y sin dejar de tirar de ellos suavemente la atraje hacia mí mientras caminaba (yo) de espaldas hacia la habitación de sus padres.

Era una situación muy morbosa, ver a mi sobrina gozar así. Llegamos a la habitación de sus padres y no tardamos nada en desnudarnos los dos sin dejar de acariciarnos. Teresa agarró mi durísima polla y dijo sonriendo:
  • Así que esta señorita lleva despierta mucho tiempo?
  • Toooda la mañana -contesté con una carjacada.
  • (Esto era a lo que me refería cuando decía en el corto relato anterior que mi sobrina había ido tomando más la iniciativa según pasaban los encuentros)
  • Y qué puedo hacer por ella? -volvió a decir sonriendo.
  • Pues... -y tumbándome en la cama boca arriba, le dije pícaramente: Venir aquí a darle cariñitos.
  • Ahora mismo!
Y sin añadir más, Teresa se colocó recostada a la altura de mis caderas, cogió mi polla con su mano derecha y empezó a hacerme una estupenda mamada. Ya no era aquella primera mamada sin orden ni concierto y usando más los dientes que los labios, no; en los últimos encuentros, dirigida un poco por mí, había aprendido a usar las manos, la boca y la lengua de manera muy sensual y placentera.

De hecho, yo no había vuelto a repetir con ella la garganta profunda como la que os conté; tanto porque no era una práctica que quisiera repetir con ella por demasiado intensa a veces como, sobre todo y como os acabo de contar, porque Teresa había mejorado mucho su modo de jugar con mi polla.

Así pues, en ese momento en el que estábamos, me relajé y dejé que Teresa me lamiese los huevos, que besase entera mi polla desde la base del tronco hasta el capullo, que hiciese desaparecer parte de mi polla en su boca... Y todo esto sin dejar de masturbarme.

El placer que mi sobrina me estaba haciendo sentir, junto con ver cómo ella se afanaba y disfrutaba haciéndolo, convertía ese momento en puro morbo.

Yo, como culo inquieto que soy, después de unos minutos de único placer mío, decidí que quería hacer algo más, así que fui lentamente moviendo a Teresa para que, sin dejar de jugar con mi polla, se colocase encima de mí, completando un apetecible 69 al tener su peludo coño mojado sobre mi cara.

No desaproveché ni un segundo más contemplando ese delicioso coño, y me lancé a su disfrute: besándolo, lamiéndolo, penetrándolo con los dedos... Y todo esto provocó primero los gemidos, luego los bufidos y de inmediato los berridos de Teresa.

Y estos berridos fueron a más cuando a mí se me ocurrió subir con la lengua hasta su culito y empezar a lamérselo sin dejar de jugar con su coño. Incluso metí la punta de la lengua dentro de ese agujerito tan limpio y tan cerrado, lo que hizo explotar a mi sobrina quien, teniendo que parar de mamar, gritó:
  • Ufffff, parece como si me estuviera meando, que gustoooooo!!!
Efectivamente, mientras yo seguía comiéndole el culo y follándole el coño con mis dedos, un chorro intenso de sus jugos empapó del todo mi cara. Estaba delicioso, y aunque no lo hubiera estado a mí me habría parecido un manjar divino siempre.

Recibir esa corrida, casi squirt, de mi sobrina en toda mi cara y boca era increíble, y no pude empezar yo también a decirle:
  • Joder, Tere, qué corrida más increíble, qué rica, qué maravilla...
  • No pareeeeessssssss -gritó como nunca mi sobrina.
Y no solo no paré sino que, aprovechando sus jugos, mejor dicho, usándolos, empapé el dedo índice de mi mano derecha con ellos y de inmediato lo llevé a la entrada de su culito, y poco a poco, muy muy despacio, comencé a introducirlo lentamente en el culo de Teresa.

Ella se detuvo un instante de mamar y me dijo, sin rebajar su estado de excitación:
  • Despacio, por favor, muy despacio, no me hagas daño.
  • Tranquila, tesoro -le dije yo-, lo haré como hago todo siempre contigo, con mucho mimo, tú sigue disfrutando que nada malo te va a pasar.
  • Síiiiiiiiiiiiiiii.
Y sin decir nada más, volvimos cada uno a lo nuestro. Mi sobrina, a mi polla. Y yo, a seguir jugando con su coño al máximo para mitigar lo que ya era un hecho: Tenía mi dedo índice dentro de su culo.

Teresa apenas se quejó, únicamente un poco al principio, pero cuando mi lubricadísimo dedo ya estaba dentro del todo de su culito y entraba y salía de él despacio, ahí Teresa volvió a berrear:
  • Dios mío, cómo pueden dar tanto placer estas cosas. Es increíbleeeeeeee, ufffffffff, otra vez parece que me meooooo.
Y, efectivamente, de nuevo otra buena cantidad de flujo y jugos empapó mi cara. Los saboreé con deleite, y volví a usarlos para hacer que, además de mi dedo índice, también mi dedo corazón empezase a jugar con el culito de Teresa.

Mi sobrina solo dio un pequeño respingo cuando este dedo entró en su culo, pero no se quejó sino que siguió intentando mamarme entre gemidos, así que no me costó convertir aquello en una doble penetración con mis dedos. Tenía dos dedos de mi mano izquierda dentro de su coño, y ahora había añadido los dos dedos de mi mano derecha dentro de su culo, y así estuve un tiempo maravillosamente indefinido (porque no puedo calcular cuántos minutos fueron) hasta que, tras una nueva corrida, Teresa se dejó caer extasiada sobre mis piernas.

Lentamente retiré mis dedos de su interior y, así como aún estábamos (en la posición del 69) comencé a acariciar su espalda, a masajearla, a tocar su pelo... Todo esto sin decirnos nada, no era necesario.

Al cabo de unos minutos, Teresa se dió la vuelta y vino a abrazarse a mí. La recogí entre mis brazos, y entonces ella me dijo:
  • Cómo es posible tanto placer?
  • Qué quieres decir? -le pregunté.
  • Sí, es que cada vez que quedamos me descubres nuevas maneras de placer, estoy alucinada.
  • Pero estás bien? -le pregunté.
  • Tú que crees? Has visto cómo tienes la cara de mis...? -me dijo sonriendo.
  • Sí, lo sé, si estoy completamente convencido de que estás bien, pero me gusta escuchártelo decir.
  • Pues no te preocupes porque estoy de maravilla. Si me das tanto placer solo puedo estar bien -dijo Teresa.
  • Genial -añadí besándola.
  • Y... Lo del...? Ya sabes -medio preguntó Teresa tras deshacer el beso.
  • Lo del... qué? -le pregunté yo aun más o menos sabiendo a qué se refería.
  • Ya sabes. Lo del...culo -dijo ella.
  • Bueno, ya sabes lo que hablamos la última vez, lo que te comenté de esta práctica. Quería ver cómo reaccionabas y, sobre todo, si podría llegar a gustarte.
  • Pues...es que ha habido un momento, cuando tenías tus dedos dentro de ahí y de mi coño, que casi pierdo el sentido de tanto placer.
  • Bueno, eso es estupendo -le dije-, por lo menos no lo has rechazado.
  • Noooo, por qué? Vale que al principio me ha molestado un poco, pero nada que no haya pasado enseguida cuando estabas dentro -comentó Teresa.
  • Bueno, esto es como todo, si se hace despacio, con cariño, con mimo... Todo es mucho más fácil. Además, tenía mucha lubricación para poder ayudarme -le dije sonriendo.
  • Jajajaja, es verdad, es que era casi como si me estuviera orinando -dijo Teresa riéndose.
  • Ha sido genial, y además como te digo, nos ha ayudado a que entrar en tu culito fuese más fácil.
  • Pues... Me ha encantado.
  • Pues entonces... Túmbate boca abajo y déjate llevar.
  • Qué quieres hacer? -preguntó curiosa Teresa mientras se iba girando para ponerse boca abajo.
  • Jugar contigo, como siempre -le contesté guiñándole un ojo.
  • Me encantas -dijo Teresa besándome.
Y se colocó boca abajo. Yo tenía claro lo que quería hacer, no iba a dejar a pasar la oportunidad y menos aún después de que mi sobrina hubiese reaccionado tan bien a mi incursión anal.

Por supuesto, yo no iba a ir a saco; iba a hacerlo con mimo, con tacto y sin prisas. Tanto porque ella es lo que se merecía, como siempre, como porque yo estaba cerca de eyacular, y quería retrasar ese momento tanto como me fuese posible.

Fui en un segundo al baño a por una toalla, que la coloqué a mí lado.
Después, para empezar, le regalé a mi sobrina y me regalé a mí mismo un viaje con mis manos, mi boca y mi lengua por su cuerpo. Empezando por su cuello y nuca, bajando por su espalda, deteniéndome en sus glúteos, continuando por sus piernas, haciendo parada y fonda (para morderlos) en los dedos de sus pies... Para después volver a subir por sus piernas mientras las abría suavemente, y así encontrarme de nuevo con el olor y el sabor de su húmedo coño.

Le puse a mi sobrina un cojín bajo el ombligo (y bajo el cojín, la toalla), así me resultaba más fácil disfrutar de su coño (y de su culo también). Antes de devorar ambos, cogí un preservativo del bolsillo de mi pantalón y lo puse a mano, para cuando llegara el momento no entretenerme más que lo justo.

Así, y al igual que había pasado en el 69, comencé a comer y a penetrar con mis dedos por igual su coño y su culo, en el que ya entraban mis dos dedos sin problema ayudados por la lubricación que suponía su coño chorreando.

Teresa volvió a empezar a berrear, arqueando más su espalda y, por extensión, su culo, y yo empecé a mover mis dedos dentro de ella algo más rápido pero sin ser basto, con la velocidad justa para volverla loca y no hacerle daño.

Mi sobrina gritaba:
  • Ayyyyyy, si es que me vas a mataaarrrr de gustoooo.
Tras una de sus corridas, me puse el condón tan rápidamente como pude y, en esa misma posición y cogiéndola de las caderas, empecé a penetrarla rápidamente, con energía. Liberé mi mano derecha de sus caderas para volver a jugar con mis dedos en su culo; también liberé mi mano izquierda, pidiéndole a ella que fuese quien se moviera, para así poder jugar con los dedos de esa mano en su coño.

Teresa empezó otra vez a mojarlo todo, sus berridos eran los más increíbles que yo le había escuchado, y tras otra de sus corridas me decidí:

Saqué mi polla de su coño, me quité el condón y, acercando mi polla a la entrada de su culo, saqué los dedos del mismo y le dije:
  • Relájate y sigue disfrutando.
  • Síiiiiiii, pero despacito, por favor, ten cuidado -me pidió ella.
  • Confía en mí, Tere, si ves que te duele mucho dímelo y salgo y lo dejamos -le dije.
  • Vale.
No lo demoré más. Con sumo cuidado, con mucho tiento, empecé a meter la punta de mi polla (ya he comentado en alguna ocasión que la tengo de tamaño medio, de un grosor normal, lo cual para este momento era algo bueno) en su culo.
  • Uffffff, me molesta pero también me gusta mucho -dijo Teresa.
  • Poquito a poco, tesoro -le dije yo.
Y poquito a poco, mi polla fue desapareciendo en el culo de mi sobrina. Cuando ya estaba dentro del todo, me detuve y le pregunté qué tal estaba:
  • Bien, bien, bien. Me sigue molestando pero no me duele casi.
  • Salgo? -le pregunté.
  • No, si tú estás bien no te salgas, que la molestia está pasando.
  • Genial.
Empecé a moverme despacio, entrando y saliendo (pero sin sacar mi polla del todo) de su culo suavemente. Era increíble. Un culo pequeño y cerrado que tenía atrapada mi polla y en cada movimiento me daba un placer indescriptible.

Acompañé mis movimientos con la masturbación de su coño, y en ese momento mi sobrina dijo:
  • Síiiiiiii, esto es lo máaaaass, sigue por favor, no pareeeesss.
  • No podré aguantar mucho, Tere, estoy a punto de terminar -le comenté.
  • Pues no pareeeeesssss - me dijo ella.
Era la verdad. Yo no podía aguantar mucho más dentro de ese culo. Así que no me hizo falta moverme ni mucho más tiempo ni más deprisa. Unos segundos después de hacer correr a Teresa con mis dedos y mi penetración anal, le dije sin ya medir mis palabras:
  • Joder, me voy a correr en tu culo.
  • Síiiiiiiiiii.
Y casi al instante, agarrándola firmemente por las caderas y con mi polla entera dentro de su culo, descargué toda mi leche allí.
  • Diossss, me corroooooooo -grité.
  • Ayyyy, cómo te siento, me encantassssss -gritó Teresa.
Vacía mi polla, resoplando los dos, empapados en sudor y fluidos, nos tumbamos juntos, nos comimos la boca, nos acariciamos.

Antes incluso de que yo dijera nada, Teresa me dijo:
  • Ostras, qué sensación, la estoy sintiendo salir de mi culo.
  • (Yo había puesto las toallas para no manchar más las sábanas de mis cuñados con los flujos vaginales de Teresa, pero en este caso había venido bien también para el semen que salía de su culo).
  • Y te gusta? -le pregunté.
  • Es lo más, ha sido lo más, ha sido... No sé, no tengo palabras, me has desvirgado el culo! Es todo tan... Uf, brutal.
  • Sí que lo es, sí -le dije-. Para mí es algo increíble, pero porque tú lo haces increíble.
  • Al final ha pasado lo que hablamos el otro día, has terminado dentro de mí -me dijo sonriendo.
  • Sí, pero gracias a ti, que lo has puesto fácil -le contesté.
  • Fácil lo has puesto tú, que yo pensaba que me iba a romper de dolor y apenas he sentido un poco al principio, todo lo demás ha sido placer -y entonces Teresa me besó apasionadamente.
De nuevo besos, abrazos, caricias... Mi sobrina se levantó para ir al baño y mi semen resbalaba por sus piernas, y ella alucinaba. Y yo también.

Nos volvimos a comer la boca, nos vestimos, nos despedimos y yo salí de casa de mi sobrina aún repitiendo en mi cabeza lo que había pasado. Era algo que tampoco olvidaría jamás. Fue el mejor regalo anticipado de Navidad posible.

No volvimos a tener un encuentro hasta este año, 2025, poco después de finalizar las vacaciones de Navidad.

Lo que pasó lo seguiré contando la próxima semana.

Gracias y espero que lo disfrutéis.
Alberto.
 
Buenos días.

Sigo donde lo dejé el viernes, es decir, después de la conversación sobre sexo anal, tríos y demás con mi sobrina, conversación que tuvo lugar en mi casa (después de nuestro rato de sexo) el 11 de noviembre del año pasado.

Tras aquel encuentro, seguimos en contacto virtual con el deseo de vernos de nuevo a la mayor brevedad posible, y esto sucedió el jueves 5 de diciembre, justo antes del puente de ese mes.

Convenimos, porque sus padres trabajaban y ella en esa semana apenas tenía clases, que quedábamos en su casa; y, como la primera vez, Teresa me avisaría cuando se despertase por la mañana, aunque también me dijo que iba a ponerse el despertador para intentar levantarse cuando su madre (que salía a trabajar más tarde que mi cuñado) marchase a trabajar.

Yo seguía sintiendo la misma excitación que la primera vez cada vez (valga la redundancia) que íbamos a quedar. Cada encuentro era único y como tal lo sentía. Así que esa noche volví a dormirme con ganas de despertarme cuanto antes; me desperté más empalmado que de costumbre, y mientras preparaba las cosas de mis hijos deseaba fervientemente que llegase el momento de recibir el mensaje de mi sobrina, aunque no esperaba que fuese pronto.

Pero en esta ocasión fui gratamente sorprendido, pues a las 9.22 horas, y mientras estaba yo en un supermercado cercano a Marqués de Vadillo haciendo la compra, recibí el mensaje de Teresa:
  • Buenos días, ya estoy despierta 😁.
  • Ole, ole y ole -le respondí yo-. Pues hay una parte de mí que lleva despierta desde que que amaneció, y está deseando encontrarse contigo, jajaja.
  • Jajaja, pues ya estáis tardando en venir -añadió Teresa-. Pero venid con cuidado.
  • En diez minutos salimos, iremos despacio -le respondí.
  • Genial, hasta ahora!
  • Ciao!
Sin prisas, terminé de comprar, metí las cosas en el coche y me dirigí a casa de mi sobrina. Como siempre, aparqué retirado, cogí la caja de preservativos (que la tenía escondida en el hueco de la rueda de repuesto) y enseguida llegué a su portal. Llamé, abrió, subí, y al salir del ascensor ya estaba Teresa esperándome con la puerta entornada.

Pelo recogido en una coleta, sonrisa de oreja a oreja, pijama multicolor que yo no había visto y algo que hasta entonces no había pasado nunca: se le marcaban mucho los pezones en la camiseta del pijama.

Me sorprendió tanto que se lo hice saber, y le pregunté bromeando antes incluso de besarla:
  • Tienes frío?
  • Por? -preguntó de primeras extrañada, antes de darse cuenta y decir entre carcajadas: Jajaja, noooo, es que una no es de piedra, y al contarme tú cómo estaba de despierta... ya sabes, no he podido evitar encenderme.
  • Ummm, eso está muy muy bien -le dije antes de cogerla por la cintura y fundirnos en un profundo morreo.
No tardé en disfrutar de esos pezones durísimos metiendo mi mano bajo su camiseta y jugando con ellos, apretándolos hasta donde sabía que podía (el umbral del dolor de Teresa respecto a mi juego con sus pezones había ido en aumento desde que empezamos a tener relaciones).

Ese juego le ponía cada vez más cachonda, provocando en ella unos bufidos intensos acompañados de:
  • Ufffff, cómo me enciende que juegues conmigo así.
Sin dejar de besarla ni de jugar con sus pezones, y sin dejar de tirar de ellos suavemente la atraje hacia mí mientras caminaba (yo) de espaldas hacia la habitación de sus padres.

Era una situación muy morbosa, ver a mi sobrina gozar así. Llegamos a la habitación de sus padres y no tardamos nada en desnudarnos los dos sin dejar de acariciarnos. Teresa agarró mi durísima polla y dijo sonriendo:
  • Así que esta señorita lleva despierta mucho tiempo?
  • Toooda la mañana -contesté con una carjacada.
  • (Esto era a lo que me refería cuando decía en el corto relato anterior que mi sobrina había ido tomando más la iniciativa según pasaban los encuentros)
  • Y qué puedo hacer por ella? -volvió a decir sonriendo.
  • Pues... -y tumbándome en la cama boca arriba, le dije pícaramente: Venir aquí a darle cariñitos.
  • Ahora mismo!
Y sin añadir más, Teresa se colocó recostada a la altura de mis caderas, cogió mi polla con su mano derecha y empezó a hacerme una estupenda mamada. Ya no era aquella primera mamada sin orden ni concierto y usando más los dientes que los labios, no; en los últimos encuentros, dirigida un poco por mí, había aprendido a usar las manos, la boca y la lengua de manera muy sensual y placentera.

De hecho, yo no había vuelto a repetir con ella la garganta profunda como la que os conté; tanto porque no era una práctica que quisiera repetir con ella por demasiado intensa a veces como, sobre todo y como os acabo de contar, porque Teresa había mejorado mucho su modo de jugar con mi polla.

Así pues, en ese momento en el que estábamos, me relajé y dejé que Teresa me lamiese los huevos, que besase entera mi polla desde la base del tronco hasta el capullo, que hiciese desaparecer parte de mi polla en su boca... Y todo esto sin dejar de masturbarme.

El placer que mi sobrina me estaba haciendo sentir, junto con ver cómo ella se afanaba y disfrutaba haciéndolo, convertía ese momento en puro morbo.

Yo, como culo inquieto que soy, después de unos minutos de único placer mío, decidí que quería hacer algo más, así que fui lentamente moviendo a Teresa para que, sin dejar de jugar con mi polla, se colocase encima de mí, completando un apetecible 69 al tener su peludo coño mojado sobre mi cara.

No desaproveché ni un segundo más contemplando ese delicioso coño, y me lancé a su disfrute: besándolo, lamiéndolo, penetrándolo con los dedos... Y todo esto provocó primero los gemidos, luego los bufidos y de inmediato los berridos de Teresa.

Y estos berridos fueron a más cuando a mí se me ocurrió subir con la lengua hasta su culito y empezar a lamérselo sin dejar de jugar con su coño. Incluso metí la punta de la lengua dentro de ese agujerito tan limpio y tan cerrado, lo que hizo explotar a mi sobrina quien, teniendo que parar de mamar, gritó:
  • Ufffff, parece como si me estuviera meando, que gustoooooo!!!
Efectivamente, mientras yo seguía comiéndole el culo y follándole el coño con mis dedos, un chorro intenso de sus jugos empapó del todo mi cara. Estaba delicioso, y aunque no lo hubiera estado a mí me habría parecido un manjar divino siempre.

Recibir esa corrida, casi squirt, de mi sobrina en toda mi cara y boca era increíble, y no pude empezar yo también a decirle:
  • Joder, Tere, qué corrida más increíble, qué rica, qué maravilla...
  • No pareeeeessssssss -gritó como nunca mi sobrina.
Y no solo no paré sino que, aprovechando sus jugos, mejor dicho, usándolos, empapé el dedo índice de mi mano derecha con ellos y de inmediato lo llevé a la entrada de su culito, y poco a poco, muy muy despacio, comencé a introducirlo lentamente en el culo de Teresa.

Ella se detuvo un instante de mamar y me dijo, sin rebajar su estado de excitación:
  • Despacio, por favor, muy despacio, no me hagas daño.
  • Tranquila, tesoro -le dije yo-, lo haré como hago todo siempre contigo, con mucho mimo, tú sigue disfrutando que nada malo te va a pasar.
  • Síiiiiiiiiiiiiiii.
Y sin decir nada más, volvimos cada uno a lo nuestro. Mi sobrina, a mi polla. Y yo, a seguir jugando con su coño al máximo para mitigar lo que ya era un hecho: Tenía mi dedo índice dentro de su culo.

Teresa apenas se quejó, únicamente un poco al principio, pero cuando mi lubricadísimo dedo ya estaba dentro del todo de su culito y entraba y salía de él despacio, ahí Teresa volvió a berrear:
  • Dios mío, cómo pueden dar tanto placer estas cosas. Es increíbleeeeeeee, ufffffffff, otra vez parece que me meooooo.
Y, efectivamente, de nuevo otra buena cantidad de flujo y jugos empapó mi cara. Los saboreé con deleite, y volví a usarlos para hacer que, además de mi dedo índice, también mi dedo corazón empezase a jugar con el culito de Teresa.

Mi sobrina solo dio un pequeño respingo cuando este dedo entró en su culo, pero no se quejó sino que siguió intentando mamarme entre gemidos, así que no me costó convertir aquello en una doble penetración con mis dedos. Tenía dos dedos de mi mano izquierda dentro de su coño, y ahora había añadido los dos dedos de mi mano derecha dentro de su culo, y así estuve un tiempo maravillosamente indefinido (porque no puedo calcular cuántos minutos fueron) hasta que, tras una nueva corrida, Teresa se dejó caer extasiada sobre mis piernas.

Lentamente retiré mis dedos de su interior y, así como aún estábamos (en la posición del 69) comencé a acariciar su espalda, a masajearla, a tocar su pelo... Todo esto sin decirnos nada, no era necesario.

Al cabo de unos minutos, Teresa se dió la vuelta y vino a abrazarse a mí. La recogí entre mis brazos, y entonces ella me dijo:
  • Cómo es posible tanto placer?
  • Qué quieres decir? -le pregunté.
  • Sí, es que cada vez que quedamos me descubres nuevas maneras de placer, estoy alucinada.
  • Pero estás bien? -le pregunté.
  • Tú que crees? Has visto cómo tienes la cara de mis...? -me dijo sonriendo.
  • Sí, lo sé, si estoy completamente convencido de que estás bien, pero me gusta escuchártelo decir.
  • Pues no te preocupes porque estoy de maravilla. Si me das tanto placer solo puedo estar bien -dijo Teresa.
  • Genial -añadí besándola.
  • Y... Lo del...? Ya sabes -medio preguntó Teresa tras deshacer el beso.
  • Lo del... qué? -le pregunté yo aun más o menos sabiendo a qué se refería.
  • Ya sabes. Lo del...culo -dijo ella.
  • Bueno, ya sabes lo que hablamos la última vez, lo que te comenté de esta práctica. Quería ver cómo reaccionabas y, sobre todo, si podría llegar a gustarte.
  • Pues...es que ha habido un momento, cuando tenías tus dedos dentro de ahí y de mi coño, que casi pierdo el sentido de tanto placer.
  • Bueno, eso es estupendo -le dije-, por lo menos no lo has rechazado.
  • Noooo, por qué? Vale que al principio me ha molestado un poco, pero nada que no haya pasado enseguida cuando estabas dentro -comentó Teresa.
  • Bueno, esto es como todo, si se hace despacio, con cariño, con mimo... Todo es mucho más fácil. Además, tenía mucha lubricación para poder ayudarme -le dije sonriendo.
  • Jajajaja, es verdad, es que era casi como si me estuviera orinando -dijo Teresa riéndose.
  • Ha sido genial, y además como te digo, nos ha ayudado a que entrar en tu culito fuese más fácil.
  • Pues... Me ha encantado.
  • Pues entonces... Túmbate boca abajo y déjate llevar.
  • Qué quieres hacer? -preguntó curiosa Teresa mientras se iba girando para ponerse boca abajo.
  • Jugar contigo, como siempre -le contesté guiñándole un ojo.
  • Me encantas -dijo Teresa besándome.
Y se colocó boca abajo. Yo tenía claro lo que quería hacer, no iba a dejar a pasar la oportunidad y menos aún después de que mi sobrina hubiese reaccionado tan bien a mi incursión anal.

Por supuesto, yo no iba a ir a saco; iba a hacerlo con mimo, con tacto y sin prisas. Tanto porque ella es lo que se merecía, como siempre, como porque yo estaba cerca de eyacular, y quería retrasar ese momento tanto como me fuese posible.

Fui en un segundo al baño a por una toalla, que la coloqué a mí lado.
Después, para empezar, le regalé a mi sobrina y me regalé a mí mismo un viaje con mis manos, mi boca y mi lengua por su cuerpo. Empezando por su cuello y nuca, bajando por su espalda, deteniéndome en sus glúteos, continuando por sus piernas, haciendo parada y fonda (para morderlos) en los dedos de sus pies... Para después volver a subir por sus piernas mientras las abría suavemente, y así encontrarme de nuevo con el olor y el sabor de su húmedo coño.

Le puse a mi sobrina un cojín bajo el ombligo (y bajo el cojín, la toalla), así me resultaba más fácil disfrutar de su coño (y de su culo también). Antes de devorar ambos, cogí un preservativo del bolsillo de mi pantalón y lo puse a mano, para cuando llegara el momento no entretenerme más que lo justo.

Así, y al igual que había pasado en el 69, comencé a comer y a penetrar con mis dedos por igual su coño y su culo, en el que ya entraban mis dos dedos sin problema ayudados por la lubricación que suponía su coño chorreando.

Teresa volvió a empezar a berrear, arqueando más su espalda y, por extensión, su culo, y yo empecé a mover mis dedos dentro de ella algo más rápido pero sin ser basto, con la velocidad justa para volverla loca y no hacerle daño.

Mi sobrina gritaba:
  • Ayyyyyy, si es que me vas a mataaarrrr de gustoooo.
Tras una de sus corridas, me puse el condón tan rápidamente como pude y, en esa misma posición y cogiéndola de las caderas, empecé a penetrarla rápidamente, con energía. Liberé mi mano derecha de sus caderas para volver a jugar con mis dedos en su culo; también liberé mi mano izquierda, pidiéndole a ella que fuese quien se moviera, para así poder jugar con los dedos de esa mano en su coño.

Teresa empezó otra vez a mojarlo todo, sus berridos eran los más increíbles que yo le había escuchado, y tras otra de sus corridas me decidí:

Saqué mi polla de su coño, me quité el condón y, acercando mi polla a la entrada de su culo, saqué los dedos del mismo y le dije:
  • Relájate y sigue disfrutando.
  • Síiiiiiii, pero despacito, por favor, ten cuidado -me pidió ella.
  • Confía en mí, Tere, si ves que te duele mucho dímelo y salgo y lo dejamos -le dije.
  • Vale.
No lo demoré más. Con sumo cuidado, con mucho tiento, empecé a meter la punta de mi polla (ya he comentado en alguna ocasión que la tengo de tamaño medio, de un grosor normal, lo cual para este momento era algo bueno) en su culo.
  • Uffffff, me molesta pero también me gusta mucho -dijo Teresa.
  • Poquito a poco, tesoro -le dije yo.
Y poquito a poco, mi polla fue desapareciendo en el culo de mi sobrina. Cuando ya estaba dentro del todo, me detuve y le pregunté qué tal estaba:
  • Bien, bien, bien. Me sigue molestando pero no me duele casi.
  • Salgo? -le pregunté.
  • No, si tú estás bien no te salgas, que la molestia está pasando.
  • Genial.
Empecé a moverme despacio, entrando y saliendo (pero sin sacar mi polla del todo) de su culo suavemente. Era increíble. Un culo pequeño y cerrado que tenía atrapada mi polla y en cada movimiento me daba un placer indescriptible.

Acompañé mis movimientos con la masturbación de su coño, y en ese momento mi sobrina dijo:
  • Síiiiiiii, esto es lo máaaaass, sigue por favor, no pareeeesss.
  • No podré aguantar mucho, Tere, estoy a punto de terminar -le comenté.
  • Pues no pareeeeesssss - me dijo ella.
Era la verdad. Yo no podía aguantar mucho más dentro de ese culo. Así que no me hizo falta moverme ni mucho más tiempo ni más deprisa. Unos segundos después de hacer correr a Teresa con mis dedos y mi penetración anal, le dije sin ya medir mis palabras:
  • Joder, me voy a correr en tu culo.
  • Síiiiiiiiiii.
Y casi al instante, agarrándola firmemente por las caderas y con mi polla entera dentro de su culo, descargué toda mi leche allí.
  • Diossss, me corroooooooo -grité.
  • Ayyyy, cómo te siento, me encantassssss -gritó Teresa.
Vacía mi polla, resoplando los dos, empapados en sudor y fluidos, nos tumbamos juntos, nos comimos la boca, nos acariciamos.

Antes incluso de que yo dijera nada, Teresa me dijo:
  • Ostras, qué sensación, la estoy sintiendo salir de mi culo.
  • (Yo había puesto las toallas para no manchar más las sábanas de mis cuñados con los flujos vaginales de Teresa, pero en este caso había venido bien también para el semen que salía de su culo).
  • Y te gusta? -le pregunté.
  • Es lo más, ha sido lo más, ha sido... No sé, no tengo palabras, me has desvirgado el culo! Es todo tan... Uf, brutal.
  • Sí que lo es, sí -le dije-. Para mí es algo increíble, pero porque tú lo haces increíble.
  • Al final ha pasado lo que hablamos el otro día, has terminado dentro de mí -me dijo sonriendo.
  • Sí, pero gracias a ti, que lo has puesto fácil -le contesté.
  • Fácil lo has puesto tú, que yo pensaba que me iba a romper de dolor y apenas he sentido un poco al principio, todo lo demás ha sido placer -y entonces Teresa me besó apasionadamente.
De nuevo besos, abrazos, caricias... Mi sobrina se levantó para ir al baño y mi semen resbalaba por sus piernas, y ella alucinaba. Y yo también.

Nos volvimos a comer la boca, nos vestimos, nos despedimos y yo salí de casa de mi sobrina aún repitiendo en mi cabeza lo que había pasado. Era algo que tampoco olvidaría jamás. Fue el mejor regalo anticipado de Navidad posible.

No volvimos a tener un encuentro hasta este año, 2025, poco después de finalizar las vacaciones de Navidad.

Lo que pasó lo seguiré contando la próxima semana.

Gracias y espero que lo disfrutéis.
Alberto.
Increíble!! Muy bueno.
 
Describes tan bien las situaciones que parece que estoy viviendo en primera persona lo q cuentas!!! Espero que cuando termines de contarnos lo de Teresa porque hallas llegado a la fecha actual y tengamos que esperar a futuros encuentros, nos sigas deleitando con alguna otra experiencia!!
 
Buenos días.

Sigo donde lo dejé el viernes, es decir, después de la conversación sobre sexo anal, tríos y demás con mi sobrina, conversación que tuvo lugar en mi casa (después de nuestro rato de sexo) el 11 de noviembre del año pasado.

Tras aquel encuentro, seguimos en contacto virtual con el deseo de vernos de nuevo a la mayor brevedad posible, y esto sucedió el jueves 5 de diciembre, justo antes del puente de ese mes.

Convenimos, porque sus padres trabajaban y ella en esa semana apenas tenía clases, que quedábamos en su casa; y, como la primera vez, Teresa me avisaría cuando se despertase por la mañana, aunque también me dijo que iba a ponerse el despertador para intentar levantarse cuando su madre (que salía a trabajar más tarde que mi cuñado) marchase a trabajar.

Yo seguía sintiendo la misma excitación que la primera vez cada vez (valga la redundancia) que íbamos a quedar. Cada encuentro era único y como tal lo sentía. Así que esa noche volví a dormirme con ganas de despertarme cuanto antes; me desperté más empalmado que de costumbre, y mientras preparaba las cosas de mis hijos deseaba fervientemente que llegase el momento de recibir el mensaje de mi sobrina, aunque no esperaba que fuese pronto.

Pero en esta ocasión fui gratamente sorprendido, pues a las 9.22 horas, y mientras estaba yo en un supermercado cercano a Marqués de Vadillo haciendo la compra, recibí el mensaje de Teresa:
  • Buenos días, ya estoy despierta 😁.
  • Ole, ole y ole -le respondí yo-. Pues hay una parte de mí que lleva despierta desde que que amaneció, y está deseando encontrarse contigo, jajaja.
  • Jajaja, pues ya estáis tardando en venir -añadió Teresa-. Pero venid con cuidado.
  • En diez minutos salimos, iremos despacio -le respondí.
  • Genial, hasta ahora!
  • Ciao!
Sin prisas, terminé de comprar, metí las cosas en el coche y me dirigí a casa de mi sobrina. Como siempre, aparqué retirado, cogí la caja de preservativos (que la tenía escondida en el hueco de la rueda de repuesto) y enseguida llegué a su portal. Llamé, abrió, subí, y al salir del ascensor ya estaba Teresa esperándome con la puerta entornada.

Pelo recogido en una coleta, sonrisa de oreja a oreja, pijama multicolor que yo no había visto y algo que hasta entonces no había pasado nunca: se le marcaban mucho los pezones en la camiseta del pijama.

Me sorprendió tanto que se lo hice saber, y le pregunté bromeando antes incluso de besarla:
  • Tienes frío?
  • Por? -preguntó de primeras extrañada, antes de darse cuenta y decir entre carcajadas: Jajaja, noooo, es que una no es de piedra, y al contarme tú cómo estaba de despierta... ya sabes, no he podido evitar encenderme.
  • Ummm, eso está muy muy bien -le dije antes de cogerla por la cintura y fundirnos en un profundo morreo.
No tardé en disfrutar de esos pezones durísimos metiendo mi mano bajo su camiseta y jugando con ellos, apretándolos hasta donde sabía que podía (el umbral del dolor de Teresa respecto a mi juego con sus pezones había ido en aumento desde que empezamos a tener relaciones).

Ese juego le ponía cada vez más cachonda, provocando en ella unos bufidos intensos acompañados de:
  • Ufffff, cómo me enciende que juegues conmigo así.
Sin dejar de besarla ni de jugar con sus pezones, y sin dejar de tirar de ellos suavemente la atraje hacia mí mientras caminaba (yo) de espaldas hacia la habitación de sus padres.

Era una situación muy morbosa, ver a mi sobrina gozar así. Llegamos a la habitación de sus padres y no tardamos nada en desnudarnos los dos sin dejar de acariciarnos. Teresa agarró mi durísima polla y dijo sonriendo:
  • Así que esta señorita lleva despierta mucho tiempo?
  • Toooda la mañana -contesté con una carjacada.
  • (Esto era a lo que me refería cuando decía en el corto relato anterior que mi sobrina había ido tomando más la iniciativa según pasaban los encuentros)
  • Y qué puedo hacer por ella? -volvió a decir sonriendo.
  • Pues... -y tumbándome en la cama boca arriba, le dije pícaramente: Venir aquí a darle cariñitos.
  • Ahora mismo!
Y sin añadir más, Teresa se colocó recostada a la altura de mis caderas, cogió mi polla con su mano derecha y empezó a hacerme una estupenda mamada. Ya no era aquella primera mamada sin orden ni concierto y usando más los dientes que los labios, no; en los últimos encuentros, dirigida un poco por mí, había aprendido a usar las manos, la boca y la lengua de manera muy sensual y placentera.

De hecho, yo no había vuelto a repetir con ella la garganta profunda como la que os conté; tanto porque no era una práctica que quisiera repetir con ella por demasiado intensa a veces como, sobre todo y como os acabo de contar, porque Teresa había mejorado mucho su modo de jugar con mi polla.

Así pues, en ese momento en el que estábamos, me relajé y dejé que Teresa me lamiese los huevos, que besase entera mi polla desde la base del tronco hasta el capullo, que hiciese desaparecer parte de mi polla en su boca... Y todo esto sin dejar de masturbarme.

El placer que mi sobrina me estaba haciendo sentir, junto con ver cómo ella se afanaba y disfrutaba haciéndolo, convertía ese momento en puro morbo.

Yo, como culo inquieto que soy, después de unos minutos de único placer mío, decidí que quería hacer algo más, así que fui lentamente moviendo a Teresa para que, sin dejar de jugar con mi polla, se colocase encima de mí, completando un apetecible 69 al tener su peludo coño mojado sobre mi cara.

No desaproveché ni un segundo más contemplando ese delicioso coño, y me lancé a su disfrute: besándolo, lamiéndolo, penetrándolo con los dedos... Y todo esto provocó primero los gemidos, luego los bufidos y de inmediato los berridos de Teresa.

Y estos berridos fueron a más cuando a mí se me ocurrió subir con la lengua hasta su culito y empezar a lamérselo sin dejar de jugar con su coño. Incluso metí la punta de la lengua dentro de ese agujerito tan limpio y tan cerrado, lo que hizo explotar a mi sobrina quien, teniendo que parar de mamar, gritó:
  • Ufffff, parece como si me estuviera meando, que gustoooooo!!!
Efectivamente, mientras yo seguía comiéndole el culo y follándole el coño con mis dedos, un chorro intenso de sus jugos empapó del todo mi cara. Estaba delicioso, y aunque no lo hubiera estado a mí me habría parecido un manjar divino siempre.

Recibir esa corrida, casi squirt, de mi sobrina en toda mi cara y boca era increíble, y no pude empezar yo también a decirle:
  • Joder, Tere, qué corrida más increíble, qué rica, qué maravilla...
  • No pareeeeessssssss -gritó como nunca mi sobrina.
Y no solo no paré sino que, aprovechando sus jugos, mejor dicho, usándolos, empapé el dedo índice de mi mano derecha con ellos y de inmediato lo llevé a la entrada de su culito, y poco a poco, muy muy despacio, comencé a introducirlo lentamente en el culo de Teresa.

Ella se detuvo un instante de mamar y me dijo, sin rebajar su estado de excitación:
  • Despacio, por favor, muy despacio, no me hagas daño.
  • Tranquila, tesoro -le dije yo-, lo haré como hago todo siempre contigo, con mucho mimo, tú sigue disfrutando que nada malo te va a pasar.
  • Síiiiiiiiiiiiiiii.
Y sin decir nada más, volvimos cada uno a lo nuestro. Mi sobrina, a mi polla. Y yo, a seguir jugando con su coño al máximo para mitigar lo que ya era un hecho: Tenía mi dedo índice dentro de su culo.

Teresa apenas se quejó, únicamente un poco al principio, pero cuando mi lubricadísimo dedo ya estaba dentro del todo de su culito y entraba y salía de él despacio, ahí Teresa volvió a berrear:
  • Dios mío, cómo pueden dar tanto placer estas cosas. Es increíbleeeeeeee, ufffffffff, otra vez parece que me meooooo.
Y, efectivamente, de nuevo otra buena cantidad de flujo y jugos empapó mi cara. Los saboreé con deleite, y volví a usarlos para hacer que, además de mi dedo índice, también mi dedo corazón empezase a jugar con el culito de Teresa.

Mi sobrina solo dio un pequeño respingo cuando este dedo entró en su culo, pero no se quejó sino que siguió intentando mamarme entre gemidos, así que no me costó convertir aquello en una doble penetración con mis dedos. Tenía dos dedos de mi mano izquierda dentro de su coño, y ahora había añadido los dos dedos de mi mano derecha dentro de su culo, y así estuve un tiempo maravillosamente indefinido (porque no puedo calcular cuántos minutos fueron) hasta que, tras una nueva corrida, Teresa se dejó caer extasiada sobre mis piernas.

Lentamente retiré mis dedos de su interior y, así como aún estábamos (en la posición del 69) comencé a acariciar su espalda, a masajearla, a tocar su pelo... Todo esto sin decirnos nada, no era necesario.

Al cabo de unos minutos, Teresa se dió la vuelta y vino a abrazarse a mí. La recogí entre mis brazos, y entonces ella me dijo:
  • Cómo es posible tanto placer?
  • Qué quieres decir? -le pregunté.
  • Sí, es que cada vez que quedamos me descubres nuevas maneras de placer, estoy alucinada.
  • Pero estás bien? -le pregunté.
  • Tú que crees? Has visto cómo tienes la cara de mis...? -me dijo sonriendo.
  • Sí, lo sé, si estoy completamente convencido de que estás bien, pero me gusta escuchártelo decir.
  • Pues no te preocupes porque estoy de maravilla. Si me das tanto placer solo puedo estar bien -dijo Teresa.
  • Genial -añadí besándola.
  • Y... Lo del...? Ya sabes -medio preguntó Teresa tras deshacer el beso.
  • Lo del... qué? -le pregunté yo aun más o menos sabiendo a qué se refería.
  • Ya sabes. Lo del...culo -dijo ella.
  • Bueno, ya sabes lo que hablamos la última vez, lo que te comenté de esta práctica. Quería ver cómo reaccionabas y, sobre todo, si podría llegar a gustarte.
  • Pues...es que ha habido un momento, cuando tenías tus dedos dentro de ahí y de mi coño, que casi pierdo el sentido de tanto placer.
  • Bueno, eso es estupendo -le dije-, por lo menos no lo has rechazado.
  • Noooo, por qué? Vale que al principio me ha molestado un poco, pero nada que no haya pasado enseguida cuando estabas dentro -comentó Teresa.
  • Bueno, esto es como todo, si se hace despacio, con cariño, con mimo... Todo es mucho más fácil. Además, tenía mucha lubricación para poder ayudarme -le dije sonriendo.
  • Jajajaja, es verdad, es que era casi como si me estuviera orinando -dijo Teresa riéndose.
  • Ha sido genial, y además como te digo, nos ha ayudado a que entrar en tu culito fuese más fácil.
  • Pues... Me ha encantado.
  • Pues entonces... Túmbate boca abajo y déjate llevar.
  • Qué quieres hacer? -preguntó curiosa Teresa mientras se iba girando para ponerse boca abajo.
  • Jugar contigo, como siempre -le contesté guiñándole un ojo.
  • Me encantas -dijo Teresa besándome.
Y se colocó boca abajo. Yo tenía claro lo que quería hacer, no iba a dejar a pasar la oportunidad y menos aún después de que mi sobrina hubiese reaccionado tan bien a mi incursión anal.

Por supuesto, yo no iba a ir a saco; iba a hacerlo con mimo, con tacto y sin prisas. Tanto porque ella es lo que se merecía, como siempre, como porque yo estaba cerca de eyacular, y quería retrasar ese momento tanto como me fuese posible.

Fui en un segundo al baño a por una toalla, que la coloqué a mí lado.
Después, para empezar, le regalé a mi sobrina y me regalé a mí mismo un viaje con mis manos, mi boca y mi lengua por su cuerpo. Empezando por su cuello y nuca, bajando por su espalda, deteniéndome en sus glúteos, continuando por sus piernas, haciendo parada y fonda (para morderlos) en los dedos de sus pies... Para después volver a subir por sus piernas mientras las abría suavemente, y así encontrarme de nuevo con el olor y el sabor de su húmedo coño.

Le puse a mi sobrina un cojín bajo el ombligo (y bajo el cojín, la toalla), así me resultaba más fácil disfrutar de su coño (y de su culo también). Antes de devorar ambos, cogí un preservativo del bolsillo de mi pantalón y lo puse a mano, para cuando llegara el momento no entretenerme más que lo justo.

Así, y al igual que había pasado en el 69, comencé a comer y a penetrar con mis dedos por igual su coño y su culo, en el que ya entraban mis dos dedos sin problema ayudados por la lubricación que suponía su coño chorreando.

Teresa volvió a empezar a berrear, arqueando más su espalda y, por extensión, su culo, y yo empecé a mover mis dedos dentro de ella algo más rápido pero sin ser basto, con la velocidad justa para volverla loca y no hacerle daño.

Mi sobrina gritaba:
  • Ayyyyyy, si es que me vas a mataaarrrr de gustoooo.
Tras una de sus corridas, me puse el condón tan rápidamente como pude y, en esa misma posición y cogiéndola de las caderas, empecé a penetrarla rápidamente, con energía. Liberé mi mano derecha de sus caderas para volver a jugar con mis dedos en su culo; también liberé mi mano izquierda, pidiéndole a ella que fuese quien se moviera, para así poder jugar con los dedos de esa mano en su coño.

Teresa empezó otra vez a mojarlo todo, sus berridos eran los más increíbles que yo le había escuchado, y tras otra de sus corridas me decidí:

Saqué mi polla de su coño, me quité el condón y, acercando mi polla a la entrada de su culo, saqué los dedos del mismo y le dije:
  • Relájate y sigue disfrutando.
  • Síiiiiiii, pero despacito, por favor, ten cuidado -me pidió ella.
  • Confía en mí, Tere, si ves que te duele mucho dímelo y salgo y lo dejamos -le dije.
  • Vale.
No lo demoré más. Con sumo cuidado, con mucho tiento, empecé a meter la punta de mi polla (ya he comentado en alguna ocasión que la tengo de tamaño medio, de un grosor normal, lo cual para este momento era algo bueno) en su culo.
  • Uffffff, me molesta pero también me gusta mucho -dijo Teresa.
  • Poquito a poco, tesoro -le dije yo.
Y poquito a poco, mi polla fue desapareciendo en el culo de mi sobrina. Cuando ya estaba dentro del todo, me detuve y le pregunté qué tal estaba:
  • Bien, bien, bien. Me sigue molestando pero no me duele casi.
  • Salgo? -le pregunté.
  • No, si tú estás bien no te salgas, que la molestia está pasando.
  • Genial.
Empecé a moverme despacio, entrando y saliendo (pero sin sacar mi polla del todo) de su culo suavemente. Era increíble. Un culo pequeño y cerrado que tenía atrapada mi polla y en cada movimiento me daba un placer indescriptible.

Acompañé mis movimientos con la masturbación de su coño, y en ese momento mi sobrina dijo:
  • Síiiiiiii, esto es lo máaaaass, sigue por favor, no pareeeesss.
  • No podré aguantar mucho, Tere, estoy a punto de terminar -le comenté.
  • Pues no pareeeeesssss - me dijo ella.
Era la verdad. Yo no podía aguantar mucho más dentro de ese culo. Así que no me hizo falta moverme ni mucho más tiempo ni más deprisa. Unos segundos después de hacer correr a Teresa con mis dedos y mi penetración anal, le dije sin ya medir mis palabras:
  • Joder, me voy a correr en tu culo.
  • Síiiiiiiiiii.
Y casi al instante, agarrándola firmemente por las caderas y con mi polla entera dentro de su culo, descargué toda mi leche allí.
  • Diossss, me corroooooooo -grité.
  • Ayyyy, cómo te siento, me encantassssss -gritó Teresa.
Vacía mi polla, resoplando los dos, empapados en sudor y fluidos, nos tumbamos juntos, nos comimos la boca, nos acariciamos.

Antes incluso de que yo dijera nada, Teresa me dijo:
  • Ostras, qué sensación, la estoy sintiendo salir de mi culo.
  • (Yo había puesto las toallas para no manchar más las sábanas de mis cuñados con los flujos vaginales de Teresa, pero en este caso había venido bien también para el semen que salía de su culo).
  • Y te gusta? -le pregunté.
  • Es lo más, ha sido lo más, ha sido... No sé, no tengo palabras, me has desvirgado el culo! Es todo tan... Uf, brutal.
  • Sí que lo es, sí -le dije-. Para mí es algo increíble, pero porque tú lo haces increíble.
  • Al final ha pasado lo que hablamos el otro día, has terminado dentro de mí -me dijo sonriendo.
  • Sí, pero gracias a ti, que lo has puesto fácil -le contesté.
  • Fácil lo has puesto tú, que yo pensaba que me iba a romper de dolor y apenas he sentido un poco al principio, todo lo demás ha sido placer -y entonces Teresa me besó apasionadamente.
De nuevo besos, abrazos, caricias... Mi sobrina se levantó para ir al baño y mi semen resbalaba por sus piernas, y ella alucinaba. Y yo también.

Nos volvimos a comer la boca, nos vestimos, nos despedimos y yo salí de casa de mi sobrina aún repitiendo en mi cabeza lo que había pasado. Era algo que tampoco olvidaría jamás. Fue el mejor regalo anticipado de Navidad posible.

No volvimos a tener un encuentro hasta este año, 2025, poco después de finalizar las vacaciones de Navidad.

Lo que pasó lo seguiré contando la próxima semana.

Gracias y espero que lo disfrutéis.
Alberto.
A la espera de nuevas noticias, amigo
 
Buenos días.

Sigo donde lo dejé el viernes, es decir, después de la conversación sobre sexo anal, tríos y demás con mi sobrina, conversación que tuvo lugar en mi casa (después de nuestro rato de sexo) el 11 de noviembre del año pasado.

Tras aquel encuentro, seguimos en contacto virtual con el deseo de vernos de nuevo a la mayor brevedad posible, y esto sucedió el jueves 5 de diciembre, justo antes del puente de ese mes.

Convenimos, porque sus padres trabajaban y ella en esa semana apenas tenía clases, que quedábamos en su casa; y, como la primera vez, Teresa me avisaría cuando se despertase por la mañana, aunque también me dijo que iba a ponerse el despertador para intentar levantarse cuando su madre (que salía a trabajar más tarde que mi cuñado) marchase a trabajar.

Yo seguía sintiendo la misma excitación que la primera vez cada vez (valga la redundancia) que íbamos a quedar. Cada encuentro era único y como tal lo sentía. Así que esa noche volví a dormirme con ganas de despertarme cuanto antes; me desperté más empalmado que de costumbre, y mientras preparaba las cosas de mis hijos deseaba fervientemente que llegase el momento de recibir el mensaje de mi sobrina, aunque no esperaba que fuese pronto.

Pero en esta ocasión fui gratamente sorprendido, pues a las 9.22 horas, y mientras estaba yo en un supermercado cercano a Marqués de Vadillo haciendo la compra, recibí el mensaje de Teresa:
  • Buenos días, ya estoy despierta 😁.
  • Ole, ole y ole -le respondí yo-. Pues hay una parte de mí que lleva despierta desde que que amaneció, y está deseando encontrarse contigo, jajaja.
  • Jajaja, pues ya estáis tardando en venir -añadió Teresa-. Pero venid con cuidado.
  • En diez minutos salimos, iremos despacio -le respondí.
  • Genial, hasta ahora!
  • Ciao!
Sin prisas, terminé de comprar, metí las cosas en el coche y me dirigí a casa de mi sobrina. Como siempre, aparqué retirado, cogí la caja de preservativos (que la tenía escondida en el hueco de la rueda de repuesto) y enseguida llegué a su portal. Llamé, abrió, subí, y al salir del ascensor ya estaba Teresa esperándome con la puerta entornada.

Pelo recogido en una coleta, sonrisa de oreja a oreja, pijama multicolor que yo no había visto y algo que hasta entonces no había pasado nunca: se le marcaban mucho los pezones en la camiseta del pijama.

Me sorprendió tanto que se lo hice saber, y le pregunté bromeando antes incluso de besarla:
  • Tienes frío?
  • Por? -preguntó de primeras extrañada, antes de darse cuenta y decir entre carcajadas: Jajaja, noooo, es que una no es de piedra, y al contarme tú cómo estaba de despierta... ya sabes, no he podido evitar encenderme.
  • Ummm, eso está muy muy bien -le dije antes de cogerla por la cintura y fundirnos en un profundo morreo.
No tardé en disfrutar de esos pezones durísimos metiendo mi mano bajo su camiseta y jugando con ellos, apretándolos hasta donde sabía que podía (el umbral del dolor de Teresa respecto a mi juego con sus pezones había ido en aumento desde que empezamos a tener relaciones).

Ese juego le ponía cada vez más cachonda, provocando en ella unos bufidos intensos acompañados de:
  • Ufffff, cómo me enciende que juegues conmigo así.
Sin dejar de besarla ni de jugar con sus pezones, y sin dejar de tirar de ellos suavemente la atraje hacia mí mientras caminaba (yo) de espaldas hacia la habitación de sus padres.

Era una situación muy morbosa, ver a mi sobrina gozar así. Llegamos a la habitación de sus padres y no tardamos nada en desnudarnos los dos sin dejar de acariciarnos. Teresa agarró mi durísima polla y dijo sonriendo:
  • Así que esta señorita lleva despierta mucho tiempo?
  • Toooda la mañana -contesté con una carjacada.
  • (Esto era a lo que me refería cuando decía en el corto relato anterior que mi sobrina había ido tomando más la iniciativa según pasaban los encuentros)
  • Y qué puedo hacer por ella? -volvió a decir sonriendo.
  • Pues... -y tumbándome en la cama boca arriba, le dije pícaramente: Venir aquí a darle cariñitos.
  • Ahora mismo!
Y sin añadir más, Teresa se colocó recostada a la altura de mis caderas, cogió mi polla con su mano derecha y empezó a hacerme una estupenda mamada. Ya no era aquella primera mamada sin orden ni concierto y usando más los dientes que los labios, no; en los últimos encuentros, dirigida un poco por mí, había aprendido a usar las manos, la boca y la lengua de manera muy sensual y placentera.

De hecho, yo no había vuelto a repetir con ella la garganta profunda como la que os conté; tanto porque no era una práctica que quisiera repetir con ella por demasiado intensa a veces como, sobre todo y como os acabo de contar, porque Teresa había mejorado mucho su modo de jugar con mi polla.

Así pues, en ese momento en el que estábamos, me relajé y dejé que Teresa me lamiese los huevos, que besase entera mi polla desde la base del tronco hasta el capullo, que hiciese desaparecer parte de mi polla en su boca... Y todo esto sin dejar de masturbarme.

El placer que mi sobrina me estaba haciendo sentir, junto con ver cómo ella se afanaba y disfrutaba haciéndolo, convertía ese momento en puro morbo.

Yo, como culo inquieto que soy, después de unos minutos de único placer mío, decidí que quería hacer algo más, así que fui lentamente moviendo a Teresa para que, sin dejar de jugar con mi polla, se colocase encima de mí, completando un apetecible 69 al tener su peludo coño mojado sobre mi cara.

No desaproveché ni un segundo más contemplando ese delicioso coño, y me lancé a su disfrute: besándolo, lamiéndolo, penetrándolo con los dedos... Y todo esto provocó primero los gemidos, luego los bufidos y de inmediato los berridos de Teresa.

Y estos berridos fueron a más cuando a mí se me ocurrió subir con la lengua hasta su culito y empezar a lamérselo sin dejar de jugar con su coño. Incluso metí la punta de la lengua dentro de ese agujerito tan limpio y tan cerrado, lo que hizo explotar a mi sobrina quien, teniendo que parar de mamar, gritó:
  • Ufffff, parece como si me estuviera meando, que gustoooooo!!!
Efectivamente, mientras yo seguía comiéndole el culo y follándole el coño con mis dedos, un chorro intenso de sus jugos empapó del todo mi cara. Estaba delicioso, y aunque no lo hubiera estado a mí me habría parecido un manjar divino siempre.

Recibir esa corrida, casi squirt, de mi sobrina en toda mi cara y boca era increíble, y no pude empezar yo también a decirle:
  • Joder, Tere, qué corrida más increíble, qué rica, qué maravilla...
  • No pareeeeessssssss -gritó como nunca mi sobrina.
Y no solo no paré sino que, aprovechando sus jugos, mejor dicho, usándolos, empapé el dedo índice de mi mano derecha con ellos y de inmediato lo llevé a la entrada de su culito, y poco a poco, muy muy despacio, comencé a introducirlo lentamente en el culo de Teresa.

Ella se detuvo un instante de mamar y me dijo, sin rebajar su estado de excitación:
  • Despacio, por favor, muy despacio, no me hagas daño.
  • Tranquila, tesoro -le dije yo-, lo haré como hago todo siempre contigo, con mucho mimo, tú sigue disfrutando que nada malo te va a pasar.
  • Síiiiiiiiiiiiiiii.
Y sin decir nada más, volvimos cada uno a lo nuestro. Mi sobrina, a mi polla. Y yo, a seguir jugando con su coño al máximo para mitigar lo que ya era un hecho: Tenía mi dedo índice dentro de su culo.

Teresa apenas se quejó, únicamente un poco al principio, pero cuando mi lubricadísimo dedo ya estaba dentro del todo de su culito y entraba y salía de él despacio, ahí Teresa volvió a berrear:
  • Dios mío, cómo pueden dar tanto placer estas cosas. Es increíbleeeeeeee, ufffffffff, otra vez parece que me meooooo.
Y, efectivamente, de nuevo otra buena cantidad de flujo y jugos empapó mi cara. Los saboreé con deleite, y volví a usarlos para hacer que, además de mi dedo índice, también mi dedo corazón empezase a jugar con el culito de Teresa.

Mi sobrina solo dio un pequeño respingo cuando este dedo entró en su culo, pero no se quejó sino que siguió intentando mamarme entre gemidos, así que no me costó convertir aquello en una doble penetración con mis dedos. Tenía dos dedos de mi mano izquierda dentro de su coño, y ahora había añadido los dos dedos de mi mano derecha dentro de su culo, y así estuve un tiempo maravillosamente indefinido (porque no puedo calcular cuántos minutos fueron) hasta que, tras una nueva corrida, Teresa se dejó caer extasiada sobre mis piernas.

Lentamente retiré mis dedos de su interior y, así como aún estábamos (en la posición del 69) comencé a acariciar su espalda, a masajearla, a tocar su pelo... Todo esto sin decirnos nada, no era necesario.

Al cabo de unos minutos, Teresa se dió la vuelta y vino a abrazarse a mí. La recogí entre mis brazos, y entonces ella me dijo:
  • Cómo es posible tanto placer?
  • Qué quieres decir? -le pregunté.
  • Sí, es que cada vez que quedamos me descubres nuevas maneras de placer, estoy alucinada.
  • Pero estás bien? -le pregunté.
  • Tú que crees? Has visto cómo tienes la cara de mis...? -me dijo sonriendo.
  • Sí, lo sé, si estoy completamente convencido de que estás bien, pero me gusta escuchártelo decir.
  • Pues no te preocupes porque estoy de maravilla. Si me das tanto placer solo puedo estar bien -dijo Teresa.
  • Genial -añadí besándola.
  • Y... Lo del...? Ya sabes -medio preguntó Teresa tras deshacer el beso.
  • Lo del... qué? -le pregunté yo aun más o menos sabiendo a qué se refería.
  • Ya sabes. Lo del...culo -dijo ella.
  • Bueno, ya sabes lo que hablamos la última vez, lo que te comenté de esta práctica. Quería ver cómo reaccionabas y, sobre todo, si podría llegar a gustarte.
  • Pues...es que ha habido un momento, cuando tenías tus dedos dentro de ahí y de mi coño, que casi pierdo el sentido de tanto placer.
  • Bueno, eso es estupendo -le dije-, por lo menos no lo has rechazado.
  • Noooo, por qué? Vale que al principio me ha molestado un poco, pero nada que no haya pasado enseguida cuando estabas dentro -comentó Teresa.
  • Bueno, esto es como todo, si se hace despacio, con cariño, con mimo... Todo es mucho más fácil. Además, tenía mucha lubricación para poder ayudarme -le dije sonriendo.
  • Jajajaja, es verdad, es que era casi como si me estuviera orinando -dijo Teresa riéndose.
  • Ha sido genial, y además como te digo, nos ha ayudado a que entrar en tu culito fuese más fácil.
  • Pues... Me ha encantado.
  • Pues entonces... Túmbate boca abajo y déjate llevar.
  • Qué quieres hacer? -preguntó curiosa Teresa mientras se iba girando para ponerse boca abajo.
  • Jugar contigo, como siempre -le contesté guiñándole un ojo.
  • Me encantas -dijo Teresa besándome.
Y se colocó boca abajo. Yo tenía claro lo que quería hacer, no iba a dejar a pasar la oportunidad y menos aún después de que mi sobrina hubiese reaccionado tan bien a mi incursión anal.

Por supuesto, yo no iba a ir a saco; iba a hacerlo con mimo, con tacto y sin prisas. Tanto porque ella es lo que se merecía, como siempre, como porque yo estaba cerca de eyacular, y quería retrasar ese momento tanto como me fuese posible.

Fui en un segundo al baño a por una toalla, que la coloqué a mí lado.
Después, para empezar, le regalé a mi sobrina y me regalé a mí mismo un viaje con mis manos, mi boca y mi lengua por su cuerpo. Empezando por su cuello y nuca, bajando por su espalda, deteniéndome en sus glúteos, continuando por sus piernas, haciendo parada y fonda (para morderlos) en los dedos de sus pies... Para después volver a subir por sus piernas mientras las abría suavemente, y así encontrarme de nuevo con el olor y el sabor de su húmedo coño.

Le puse a mi sobrina un cojín bajo el ombligo (y bajo el cojín, la toalla), así me resultaba más fácil disfrutar de su coño (y de su culo también). Antes de devorar ambos, cogí un preservativo del bolsillo de mi pantalón y lo puse a mano, para cuando llegara el momento no entretenerme más que lo justo.

Así, y al igual que había pasado en el 69, comencé a comer y a penetrar con mis dedos por igual su coño y su culo, en el que ya entraban mis dos dedos sin problema ayudados por la lubricación que suponía su coño chorreando.

Teresa volvió a empezar a berrear, arqueando más su espalda y, por extensión, su culo, y yo empecé a mover mis dedos dentro de ella algo más rápido pero sin ser basto, con la velocidad justa para volverla loca y no hacerle daño.

Mi sobrina gritaba:
  • Ayyyyyy, si es que me vas a mataaarrrr de gustoooo.
Tras una de sus corridas, me puse el condón tan rápidamente como pude y, en esa misma posición y cogiéndola de las caderas, empecé a penetrarla rápidamente, con energía. Liberé mi mano derecha de sus caderas para volver a jugar con mis dedos en su culo; también liberé mi mano izquierda, pidiéndole a ella que fuese quien se moviera, para así poder jugar con los dedos de esa mano en su coño.

Teresa empezó otra vez a mojarlo todo, sus berridos eran los más increíbles que yo le había escuchado, y tras otra de sus corridas me decidí:

Saqué mi polla de su coño, me quité el condón y, acercando mi polla a la entrada de su culo, saqué los dedos del mismo y le dije:
  • Relájate y sigue disfrutando.
  • Síiiiiiii, pero despacito, por favor, ten cuidado -me pidió ella.
  • Confía en mí, Tere, si ves que te duele mucho dímelo y salgo y lo dejamos -le dije.
  • Vale.
No lo demoré más. Con sumo cuidado, con mucho tiento, empecé a meter la punta de mi polla (ya he comentado en alguna ocasión que la tengo de tamaño medio, de un grosor normal, lo cual para este momento era algo bueno) en su culo.
  • Uffffff, me molesta pero también me gusta mucho -dijo Teresa.
  • Poquito a poco, tesoro -le dije yo.
Y poquito a poco, mi polla fue desapareciendo en el culo de mi sobrina. Cuando ya estaba dentro del todo, me detuve y le pregunté qué tal estaba:
  • Bien, bien, bien. Me sigue molestando pero no me duele casi.
  • Salgo? -le pregunté.
  • No, si tú estás bien no te salgas, que la molestia está pasando.
  • Genial.
Empecé a moverme despacio, entrando y saliendo (pero sin sacar mi polla del todo) de su culo suavemente. Era increíble. Un culo pequeño y cerrado que tenía atrapada mi polla y en cada movimiento me daba un placer indescriptible.

Acompañé mis movimientos con la masturbación de su coño, y en ese momento mi sobrina dijo:
  • Síiiiiiii, esto es lo máaaaass, sigue por favor, no pareeeesss.
  • No podré aguantar mucho, Tere, estoy a punto de terminar -le comenté.
  • Pues no pareeeeesssss - me dijo ella.
Era la verdad. Yo no podía aguantar mucho más dentro de ese culo. Así que no me hizo falta moverme ni mucho más tiempo ni más deprisa. Unos segundos después de hacer correr a Teresa con mis dedos y mi penetración anal, le dije sin ya medir mis palabras:
  • Joder, me voy a correr en tu culo.
  • Síiiiiiiiiii.
Y casi al instante, agarrándola firmemente por las caderas y con mi polla entera dentro de su culo, descargué toda mi leche allí.
  • Diossss, me corroooooooo -grité.
  • Ayyyy, cómo te siento, me encantassssss -gritó Teresa.
Vacía mi polla, resoplando los dos, empapados en sudor y fluidos, nos tumbamos juntos, nos comimos la boca, nos acariciamos.

Antes incluso de que yo dijera nada, Teresa me dijo:
  • Ostras, qué sensación, la estoy sintiendo salir de mi culo.
  • (Yo había puesto las toallas para no manchar más las sábanas de mis cuñados con los flujos vaginales de Teresa, pero en este caso había venido bien también para el semen que salía de su culo).
  • Y te gusta? -le pregunté.
  • Es lo más, ha sido lo más, ha sido... No sé, no tengo palabras, me has desvirgado el culo! Es todo tan... Uf, brutal.
  • Sí que lo es, sí -le dije-. Para mí es algo increíble, pero porque tú lo haces increíble.
  • Al final ha pasado lo que hablamos el otro día, has terminado dentro de mí -me dijo sonriendo.
  • Sí, pero gracias a ti, que lo has puesto fácil -le contesté.
  • Fácil lo has puesto tú, que yo pensaba que me iba a romper de dolor y apenas he sentido un poco al principio, todo lo demás ha sido placer -y entonces Teresa me besó apasionadamente.
De nuevo besos, abrazos, caricias... Mi sobrina se levantó para ir al baño y mi semen resbalaba por sus piernas, y ella alucinaba. Y yo también.

Nos volvimos a comer la boca, nos vestimos, nos despedimos y yo salí de casa de mi sobrina aún repitiendo en mi cabeza lo que había pasado. Era algo que tampoco olvidaría jamás. Fue el mejor regalo anticipado de Navidad posible.

No volvimos a tener un encuentro hasta este año, 2025, poco después de finalizar las vacaciones de Navidad.

Lo que pasó lo seguiré contando la próxima semana.

Gracias y espero que lo disfrutéis.
Alberto.
Muchas gracias por compartirlo, es tan agradable leerlo ☺️ ☺️
 
Hola a todos.

Siento no haber podido continuar con el relato antes (demasiadas tareas por hacer cada día y, por añadidura, ayer sábado mi hijo pequeño tuvo un percance jugando al baloncesto que nos hizo pasar buena parte del día en Urgencias del Hospital 12 de Octubre de Madrid).

He ido escribiendo esta continuación a ratos: en el baño, en el transporte público, por las noches cuando todos duermen... Y lo he terminado hace unos minutos.

Finalmente, he podido tener lista la continuación de lo que sucedió con mi sobrina después de nuestro morboso primer encuentro con penetración incluída.

Tras el inolvidable encuentro del lunes 26 de agosto de 2024, yo volví a casa como hipnotizado, sin poder creerme realmente lo que acababa de pasar; o, mejor dicho, sin ser consciente todavía de lo que había pasado.

Sí, acababa de hacer el amor con mi sobrina de 19 años.
Sí, había sido extraordinariamente consensuado.
Sí, ella había insistido en que aquello se produjera.
Sí, sabíamos que moralmente no estaba bien pero los dos lo habíamos deseado.

... Y ahora, qué?

Llegué a casa, y aparenté tanta normalidad como pude con mis hijos y mis suegros, la misma normalidad que fingí horas más tarde con mi mujer.

Era difícil no volver una y otra vez a esa casa, a esa cama, a ese cuerpo desnudo de Teresa... A la que, por cierto, escribí brevemente durante la tarde para saber cómo estaba y su repuesta (breve y directa) fue:

- FELIZ.

Eso me tranquilizó mucho (porque nada me hubiera fastidiado más, sobre todo por ella, que después de todo lo que había pasado hubiera algún tipo de insatisfacción).

Yo le respondí:

- Me alegro muchísimo. Yo también lo estoy, y mucho. Y si puedo añadir algo más, no puedo dejar de decirte que espero podamos repetir este momento.
- Yo también lo espero, me respondió Teresa.
- Eso me hace inmensamente feliz. Cuídate, descansa y disfruta del resto de la semana.
- Tú también, aunque no sé si mi cabeza me va a dejar descansar 😉
- Jejeje, bueno, la mía ya sabes que tampoco para, pero hay tiempo para todo.
Lo dicho, descansa mucho, seguimos hablando cuando estemos más tranquilos, le dije yo.
- Vale, el miércoles mi madre trabaja también (mi cuñada trabaja lunes, miércoles y viernes una semana, y martes, jueves y sábado la siguiente), así que hablamos cuando quieras.
- Genial, mil besos.
- Igual para ti, tío.

(Si he transcrito esta conversación al dedillo es porque antes de borrarla del teléfono guardaba el historial de chats con Teresa cada vez que hablábamos, para repasarlo cuando me apeteciera; y lo tengo guardado bajo siete llaves -o, lo que es lo mismo, bajo varias carpetas supuestamente inofensivas, cada una de ellas con contraseña, en mi ordenador).

Con la tranquilidad de conversar con ella y conocer de primera mano su felicidad y su intención de volver a quedar, pasé el resto de la tarde, la noche y el día siguiente (martes 27).

Llegó el miércoles, y yo estuve tentado de escribirle varias veces a lo largo de la mañana, pero me frené para no mostrar impaciencia. Fue así, esperando impacientemente, cuando a las 12.37 horas recibí un mensaje suyo:

- Hola, qué haces?
- Pues mira, aquí con tus primos de compras (lo cual era cierto, pues estábamos en el Centro Comercial La Gavia).
- Entonces no te molesto, me dijo ella.
- No, tranquila, ahora mismo están revisando todos los videojuegos de FNAC, le contesté yo.
- Bueno, y qué tal?
- Pues... Bien, muy bien, y tú?
- Uf, pues ahora mismo estoy tumbada en la cama de mis padres, así que se me va la cabeza todo el rato a... Ya sabes.
- Jejeje, ya me imagino ya, así me pasa a mí durante el día. Me encantaría estar ahí contigo ahora.
- Y a mí -respondió Teresa.
- Cuándo me dijiste que empezabas la universidad?, le pregunté.
- El miércoles 4 tengo que ir -dijo Teresa.
- Y tu madre cuándo trabaja la próxima semana?
- Espera, voy a mirar el calendario de la cocina para decírtelo con seguridad...
El lunes 2 libra y el martes 3 trabaja.
- Pues... Te apetecería vernos ese día? -le pregunté.
- Sí, claro, tengo muchas ganas -dijo mi sobrina.
- Fenomenal, pues aunque yo trabajo, tengo que estar en el trabajo a las 14 horas, así que tenemos tiempo.
- Qué guay, pues ojalá llegue pronto el martes -contestó Teresa.
- Yo también lo deseo -le respondí.
- Bueno, tesoro, tus primos se han cansado de los videojuegos, voy a hacerles algo de caso. Seguimos hablando y, si no pasa nada, nos vemos el martes.
- Claro que sí, muchos besos 😘 😘 😘 -fue su respuesta.

Volví a mis hijos y en ese momento me percaté de que tenía una erección de caballo. Uf, solo pensar en volver a estar con ella me había puesto cardíaco.

Pasaron miércoles, jueves, viernes, la mañana del sábado... A media tarde de ese día escribí a Teresa escuetamente:

- Hola, perdona, no quiero molestarte, es solo para saber si lo del martes... Sigue en pie.
- Claro, por qué no? -me respondió ella.
- Perfecto! Pues hablamos el lunes si tienes un momento para concretar.
- Vale! El lunes hablamos, tío. Besotes.
- Igual para ti.

Más nervios. Más corazón acelerado. Más erección. Así pasé el resto del sábado y el domingo. Y el lunes no quise esperar. A eso de las 14 horas, le escribí:

- Buenos días. Mañana, igual que la vez anterior?
- Sip! Así hacemos -respondió ella.
- Perfecto. Hasta mañana!
- Hasta mañana!

Y así pasó el lunes, deseando llegase el martes. Les pedí a mis suegros, alegando que yo tenía que estar antes en el trabajo, que vinieran antes de lo normal a ocuparse de mis hijos (se hacen cargo de ellos cuando mi mujer y yo trabajamos, recogiéndoles al salir de clase o del comedor, o quedándose con ellos cuando no tienen clase y nosotros trabajamos).

Mis suegros no pusieron pega alguna, y el martes a las 11 horas ya estaban en casa. Yo ya estaba listo, preparado tanto con mis cosas del trabajo como con la caja de preservativos.

Yo calculaba que podría salir de casa de mi sobrina sobre las 13.15 horas (como dije, ellos viven en Barajas; yo trabajo en Nuevos Ministerios, con lo que necesitaba esos 45 minutos, hasta las 14 horas, para ir con tranquilidad al trabajo).

Así que, una vez que mis suegros ya estaban en casa, yo salí en dirección a casa de mi sobrina, para que cuando ella me informase de que estaba despierta, pudiera estar yo cerca de su casa.

Eran las 11.18 horas cuando entró el mensaje esperado:

- Buenos días, ya estoy despierta.
- Buenos días, guapísima. Yo voy de camino, te veo ahora.
- Vale! Desayuno rápido entonces.
- Tranquila, no te atragantes 😉
- Jejeje, hasta ahora!

A las 11.32 horas ya estaba en Barajas. Volví a aparcar a unas manzanas y fui andando tranquilamente (para darle algo más de tiempo) hasta su casa.

Yo tenía clara una cosa: esta vez no había que dar rodeos ni buscar un modo de empezar, como había pasado en nuestro primer encuentro. Ese hielo ya lo habíamos roto, así que yo podía ser algo más 'directo' (sin ser brusco), con lo que tenía claro lo que iba a hacer.

Llegué a su portal. Llamé. Me abrió. Subí. Salí del ascensor. Me abrió la puerta. Casi igual que la vez anterior. Y, nada más cerrar la puerta de su casa a mi espalda y darle los buenos días, la cogí de la cintura, la atraje hacia mí y le planté un morreo intenso. Teresa de inmediato se agarró a mí cuello y me devolvió el morreo incluso más intensamente de lo que yo lo estaba haciendo. Nos abrazamos, nos sobamos, y al separarnos, me dijo:

- Dios, cómo vienes.
- Lo siento, te he incomodado?
- Noooo, si me ha encantado, es solo por lo inesperado -dijo ella.
- Y para qué esperar? -añadí yo-.
- También es verdad -respondió Teresa sonriendo.

Volvimos a morrearnos y yo dirigí mi mano a su coño, palpándolo por encima del pijama. Estaba caliente y muy mojado. Comencé a acariciarlo intensamente (siempre por encima de la ropa) y Teresa empezó a gemir mientras seguíamos morreándonos.

No tardé en hacer que mi mano se metiera bajo su ropa, encontrándome ese coño húmedo que de inmediato empecé a masturbar. Mi sobrina deshizo el morreo para agarrarse a mí cuello y empezar primero a gemir y, cuando estaba a punto de correrse, gritar. Todo esto allí mismo, en el recibidor de su casa.

Dejé que se repusiera unos segundos de esa primera corrida, y en ese tiempo de espera le quité la ropa, teniéndola desnuda para mí. La llevé de la mano al salón, le dije que pusiera una de las piernas sobre el sofá y así pude tener mejor acceso a su coño.

Volví a besarla, volvimos a morrearnos, volví a masturbarla. Pero esta vez añadí algo más, que no fue sino introducir dos dedos (medio y anular) en su coño. Primero más despacio y cada vez algo más deprisa, empecé a follar a mí sobrina con estos dedos.

Ella se agarró a mi cuello con fuerza, y los berridos que pegaba tenían un volumen increíble, mientras decía:

- Ayyyy, qué me haces, que me estás matandoooooo.

Mi mano estaba encharcada de su corrida, y cuando la saqué le di a lamer mis dedos pintados de sus jugos. Teresa los lamió con deseo, y me cogió la cara para que la mirara a los ojos y decirme:

- Te necesito dentro.

Yo sonreí, añadiendo:

- Me tendrás, pero de momento vamos a la habitación.
- Vale -respondió ella.

La tomé de la mano y la llevé a la habitación de sus padres de nuevo. Le pedí que se tumbara en la cama y se pusiera a cuatro patas. Mientras mi sobrina hacía esto, yo me desnudé y dejé un preservativo a mano en la mesilla de noche.

La visión era hipnótica. Mi sobrina, aún algo jadeante, puesta a cuatro patas en la cama de sus padres. Con su cabeza entre sus hombros y ese culo pequeño expuesto para mí.

Me acerqué a ella por detrás, le puse un cojín bajo el estómago, y sin decir nada más empecé a besar y a lamer sus pies, subiendo después por sus piernas, sus muslos... Hasta llegar a su culo.

Así, tan de cerca, era hermosamente morboso. Pequeño, blanco, con un agujero muy pequeño también, y coronado por ese coño peludo y empapado.

Empecé a besar sus nalgas mientras pasaba mis manos por debajo de su cuerpo para jugar con sus pezones. La respiración de Teresa era muy profunda, y entre suspiros y gemidos decía:

- Me tienes loca, solo con rozarme me pongo cardiaca.

Como respuesta, dejé sus pezones, llevé mis manos a sus nalgas y, abriéndoselas un poco, hice subir mi lengua desde su coño hasta su culo, notando cómo enseguida la piel de mi sobrina se ponía de gallina.

Repetí el gesto varias veces, muy lento, de abajo a arriba y de arriba a abajo. Tenía claro que no iba a intentar nada en su culo, pero sí que cuando llegaba a su agujero, posaba la punta de mi lengua sobre él.

Teresa tenía la cabeza hundida en la almohada, y sordamente entendía cómo gritaba:

- Me vas a matar, Alberto, quiero sentirte ya!

No la hice "sufrir" más, así que estirando mi mano, cogí los preservativos de la mesilla, me puse uno y empecé a rozar con la punta de mi polla en su coño (Teresa seguía a cuatro patas).
Ella miró hacia atrás, estaba felizmente desencajada y me dijo:

- Por favor, penétrame ya.
- Tus deseos son órdenes -respondí.

No esperé más. Agarrando sus caderas, fui entrando lentamente en ese coño estrecho, caliente y muy mojado.

- Aaaaahhhh, por fiinnnn, cómo me gusta estooooo -gritaba Teresa.

Comencé a moverme delicadamente, entrando y saliendo de ella despacio, sin sacar mi polla de su coño cuando retrocedía.

Los ya berridos de Teresa comenzaron a ser escandalosos, y más aún cuando yo decidí aumentar el ritmo de mi penetración. Así, llegó un momento en que pasó de ser penetración a ser un empotramiento en toda regla, usando mi pierna derecha para impulsarme más aún y haciendo que el cuerpo delgado de mi sobrina temblara en casa empujón.

- Dios, Dios, Diossss, me estás partiendooooo. Sigue, sigue, sigueeeee.

Yo aguanté ese ritmo hasta que mi escaso fondo físico me pidió parar o, al menos, rebajar la intensidad de la penetración.

Finalmente, tuve que detenerme, salir y los dos caímos rendidos de lado, mirándonos. Durante unos segundos no dijimos nada, solo nos besamos y nos acariciamos, hasta que Teresa me dijo:

- Estoy en éxtasis. Lo que me haces y lo que me está pasando es algo sobrenatural.
- Es algo más sencillo que eso -le respondí-. Somos dos personas adultas disfrutando de nuestros cuerpos.
- Pero yo jamás me había imaginado nada parecido -dijo ella.
- Bueno, pues así lo estás disfrutando más, precisamente por no haberlo imaginado, por ser todo nuevo.
- Tienes razón -dijo ella volviendo a besarme.

De nuevo comenzaron los magreos, y entonces mi sobrina, que estaba masturbándome, me preguntó si me apetecía que ella jugara con...

- ..con ya sabes -me dijo.
- Sí, con mi polla -le dije yo sonriendo.
- Eso mismo -añadió Teresa entre risas.
- A mí me encantaría -dije yo-, pero eso es algo que no tienes que preguntarme. Cuando a ti te apetezca, sencillamente, hazlo. Pero ahora que tendrá el sabor del látex, prefiero hacer otra cosa contigo y otro día haces tú conmigo lo que quieras...

Y, diciendo esto, bajé directamente hasta su coño, para tenerlo ante mí y hacer eso que tanto me gustaba a mí y que tanto le hacía gozar a mí sobrina: comérselo.

De hecho, fue ir acercándome a ese sexo palpitante y Teresa empezar a estremecerse y a decir:

- Oh, Dios, me vas a matar, ya sabes cuánto me gusta eso.
- Por eso lo hago -respondí.

Dicho y hecho, sin dar rodeos comencé a comerle el coño con mucha intensidad, jugando con su clítoris, con sus labios, con el interior de sus muslos... Pero a todo esto añadí algo nuevo, aprovechando el recuerdo de lo que había pasado en el recibidor cuando llegué a su casa: empecé a penetrarla con los dedos (siempre sin dejar de comerle el coño).

Primero uno y luego dos (no quise probar con más, por si le hacía daño), le follé el coño con ese par de dedos y ella encorvaba su cuerpo del placer recibido, placer que le hacía, de nuevo, volver a gritar como una poseída.

Aprovechando un momento en que Teresa estaba a punto de correrse, me enfundé otro preservativo y, directamente, la 'monté'. Esto es, me puse sobre ella, pecho contra pecho, y mientras le comía la oreja y le decía cuánto estaba disfrutando, la penetraba con furia, arrancando de ella berridos sin sentido, haciendo que clavara sus uñas (cortas, afortunadamente) en mi espalda y enganchándome con sus largas piernas para que no me escapara.

Tras unos minutos así, le avisé que estaba a punto, pero sin preguntarle nada le dije que quería terminar dentro de ella (preservativo mediante, por supuesto).

Entre sudor y gemidos me dijo que sí, que adelante, y pocos empujones después, me dejé llevar y me corrí dentro de Teresa, gritando tanto o más que ella, quien también se corrió en ese momento.

Nos quedamos así, sin decir nada, solo sintiendo nuestras respiraciones, la rapidez de nuestros corazones, los cuerpos relajándose...
Cuando pudimos, nos miramos, nos besamos. Sin decir nada.

Pero yo no pude ni quise evitar decirle:

- Gracias.
- Gracias a ti por volverme loca -dijo mi sobrina.
- Entonces estamos locos los dos -le comenté.

Y rompimos en carcajadas.

Pasaron unos minutos de maravilloso relax hasta que nos fuimos incorporando, nos vestimos, y sin dejar de besarnos, nos despedimos con el deseo a flor de piel de repetir lo antes posible.

Lo que pasó en encuentros posteriores lo contaré en cuanto pueda.

Siento la extensión del relato, pero como ya dije, no quiero dejar detalles sin contar.

Y, por supuesto y como prometí, adjunto foto de Teresa. No es una buena foto (porque he tenido que ocultar alguna cosa), pero al menos espero que podáis intuir o imaginar cómo es.

Gracias.
Alberto.
No había visto la foto de Teresa, que delicia de cuerpo , no sabes lo que me pone leeros.💦🤤
 
Última edición:
Describes tan bien las situaciones que parece que estoy viviendo en primera persona lo q cuentas!!! Espero que cuando termines de contarnos lo de Teresa porque hallas llegado a la fecha actual y tengamos que esperar a futuros encuentros, nos sigas deleitando con alguna otra experiencia!!
Buenos días.
Mil gracias. Tengo intención de contar todo cuanto siga sucediendo.
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo