El inquilino universitario

21



Marzo 2012


El mes de febrero se me paso en un suspiro. Seguí afianzando mi relación con Mónica, aunque no volvió a acompañarnos en ninguna de nuestras fiestas en la bodega. No hacía falta, ya comíamos y cenábamos juntos todos los días e incluso algunas tardes seguía haciendo yoga con ella. Además, se hizo habitual mi baño nocturno después de que Mónica terminara, yo esperaba paciente en mi cama, tan solo cubierto con el albornoz y cuando escuchaba la puerta del salón bajaba despacio por las escaleras y me cruzaba con ella.

Me gustaba que Mónica supiera que en ese momento iba sin bañador, lo que hacía que me diera mucho morbo esa situación y la mayoría de las veces ya llegara con una buena empalmada a la piscina.

En cuanto a Elvira, siguió viniendo todas las tardes a estudiar al chalet y los fines de semana follábamos después de salir de fiesta. La mayoría de las veces terminábamos haciéndolo en mi habitación para que Mónica nos escuchara, pero en alguna ocasión follábamos en la bodega o incluso dentro del agua.

Era una gozada follar dentro de la piscina climatizada después de volver de fiesta en un frío día de invierno.

El día uno era mi cumpleaños, que cayó en jueves, así que decidimos celebrarlo por todo lo alto el día siguiente con una buena fiesta en la bodega. Por aquel entonces ya habíamos hecho más amigos en la universidad y le pregunté a Mónica si podía traer más gente a casa. Al final fueron doce invitados y ese fin de semana le tocó trabajar a Fernando, así que Mónica también nos acompañó.

Estuvimos el viernes por la tarde preparando unas pizzas, sándwich, tostas de cangrejo y además compré patatas, banderillas y refrescos. Menos mal a Mónica, que me ayudó porque si lo hubiera hecho yo solo no hubiera quedado ni la mitad de bien. Todos los compañeros felicitaron a Mónica por sus pizzas caseras y después de cenar Sergio empezó a preparar la bebida.

A mí me daba algo de miedo, porque éramos muchos y el ambiente se estaba empezando a caldear, solo había que ver los coloretes que lucía Elvira cuando se quitó el jersey. Solía ser unos de los acontecimientos de nuestras fiestas, ese momento mágico en que Elvira nos mostraba su escote marcando tetas a lo bestia. Y aquel día no fue una excepción.

Llevaba una camiseta negra de tirantes y estaba claro que debajo no llevaba sujetador, le gustaba mucho a Elvira ir suelta y se le marcaba exageradamente el piercing de su pezón izquierdo. Incluso me di cuenta que Mónica miraba con envidia las tetas de mi amiga. No era para menos.

Creo que no he vuelto a ver unas tetas así en mi vida.

Antes de irnos me dieron el regalo que me habían comprado entre todos, Mónica también había colaborado y al abrir el paquete me encontré con unas fantásticas zapatillas Nike de running. Me hicieron mucha ilusión porque era el modelo que quería y sabía que la idea de comprar esas zapas había sido de Mónica, que era la que sabía de mis gustos por la ropa deportiva.

Cada vez más integrada en el grupo no tuvimos que pedir a Mónica que saliera con nosotros, después de jugar al ocalimocho subió a su habitación y se puso unos pantalones vaqueros negros, con unos botines bajos y un jersey gris de cuello alto. Esta vez tenía seria competencia con Elvira que llevaba unos leggins negros y también se había puesto unas botas de tacón, algo raro en ella.

Las dos iban realmente espectaculares y mientras caminábamos a la zona de fiesta me iba preguntando internamente con cuál de las dos iba a terminar la noche.

Aquel día no me fue muy difícil decidirme, la última vez que Mónica había salido con nosotros me había ido con ella, y no era plan de hacer siempre lo mismo, o Elvira se podía cabrear, aunque no fuéramos pareja. Además, tenía muchas ganas de follar con ella, la idea de una noche salvaje en mi habitación mientras Mónica nos escuchaba ella sola en la suya me daba mucho morbo. Seguro que así lograba excitarla.

Y todo sumaba en mi objetivo final. Era como una hormiguita trabajando sin descanso, una miga y otra miga y otra miga y...

Esa noche fui el centro de la fiesta, también fui al que más emborracharon los cabrones de mis amigos y Mónica me sacó a bailar un par de veces, aunque no fue tan provocativa como la última vez que estuvimos solos en el bar que había junto al chalet. Se cortaba bastante en presencia de mis amigos.

Parecía que nadie quería irse para casa, eran las seis de la mañana y “El jardín del Edén” estaba a tope de gente. Mónica solía abandonarnos pronto, pero esa noche no había dicho nada, se notaba que se lo estaba pasando muy bien. Ella y Elvira estaban bien situadas estratégicamente cerca de mí y ninguna de las dos me perdía de vista, era una especie de guerra psicológica por ver quién se llevaba el gato al agua esa noche.

Mónica miró la hora varias veces y cerca de las siete se acercó a mí para decirme que ya se marchaba.

―Espera un momento, que me voy contigo...
―Vale... ―dijo una Mónica triunfal mientras empezaba a ponerse el abrigo.

Ella sabía que casi todos los viernes terminaba con Elvira y aquel día se pensó que me iba a ir sin mi amiga, sin embargo, lo que no se esperaba es que me acercara a Elvira.

―Ya nos vamos, ¿te vienes con nosotros?
―Claro, ¿estás seguro? ―dijo mirando hacia donde estaba Mónica.
―Me da igual que esté en casa, hoy me apetece mucho follarte... quiero celebrar mi cumpleaños contigo, vamos a ir a mi habitación y te voy a hacer de todo.

Elvira se mordió el labio poniendo cara de vicio y cogió su cazadora antes de despedirse de los compañeros.

―Venga, mañana nos vemos, chicos...

Salimos los tres de “El jardín del Edén”, y Mónica no se atrevió a preguntar, pero enseguida se dio cuenta de que me llevaba a Elvira a casa. Hacía bastante frío y en un gesto cariñoso mi casera se agarró de mi brazo, yo le ofrecí el otro a Elvira que hizo lo mismo que Mónica. Me encantaba que fuéramos así los tres juntitos, y yo seguía manteniendo el equilibrio de mi triángulo a la vez que no paraba de provocar a Mónica.

En cuanto llegáramos a casa iba a escuchar una sesión de sexo que no iba a olvidar en su vida.

Subí rápido con Elvira a la habitación, y en menos de un minuto ya la tenía desnuda en mi cama. Primero estuve comiendo sus tetas unos cuantos minutos haciendo todo el ruido que pude con la boca, luego bajé a su coño haciéndola llegar a su primer orgasmo y ella me devolvió el favor con una mamada hasta que me corrí en su boca.

Fueron casi dos horas de sexo prohibido, salvaje y desinhibido. Con Elvira no había reglas en la cama. Todo valía. Azotes, anal, mordiscos, insultos y un sinfín de cerdadas que hicimos hasta corrernos cuatro veces cada uno.

Sobre las nueve de la mañana terminamos exhaustos, mientras follaba con Elvira no pude dejar de pensar en Mónica y en lo que estaría sucediendo en su habitación. ¿Se estaría masturbando con nosotros? ¿Habría podido dormir?

El ruido de la cadena de su baño me indicó que seguía despierta. Nos había estado escuchando desde su cama las dos horas y seguramente habría terminado masturbándose con los gemidos de Elvira y fantaseando con lo que pasaba arriba. O eso al menos me gustaba pensar.

Mi plan seguía su marcha, despacio y cocinándose a fuego lento. Pero si quería algo con Mónica ella no iba a dar el paso, tenía que ser yo el que lo hiciera, y avanzar un poco más. Ya había llegado el momento de empezar a forzar situaciones entre los dos.

Apenas quedaban cuatro meses para el final del curso y el tiempo se me echaba encima.




22



A mis diecinueve años recién cumplidos decidí que era el momento de empezar la autoescuela, en la universidad iba bien y creí que no me iba a quitar mucho tiempo para estudiar. Me hacía ilusión tener coche propio y no estar dependiendo del autobús constantemente y era algo que ya tendría hecho para el verano.

Recuerdo que empecé un sábado por la mañana y al volver a casa le estuve enseñando el código de circulación a Mónica y Fernando y los test de los primeros temas.

―Uffff, si me presento ahora al examen no apruebo el teórico ni de coña ―dijo Fernando.
―Yo, creo que tampoco ―respondió Mónica.

Sobre las doce ella empezó a preparar la comida y yo estuve ayudándola en la cocina. Se notaba que le gustaba mi compañía y nos preparó carne guisada con patatas. Mientras estábamos comiendo me enteré que Mónica iba a salir de fiesta por la noche con un par de amigas.

―¿Por dónde vais a ir?... lo mismo nos vemos ―le pregunté yo.
―No lo sé, por donde digan estas, pero sí, es posible que nos veamos...
―Últimamente le estas cogiendo el gustillo a lo de salir de fiesta, maja ―le dijo su marido―. Y a mí me parece muy bien, me gusta verte así, no todo va a ser estudiar...

Al final no quedé en nada con ella, pero me hacía especial ilusión encontrarme a Mónica en algún garito con sus amigas en plena madrugada. Salí pronto de casa, habíamos quedado para cenar en un burguer y aquella noche tenía ganas de fiesta, ya que el viernes no había salido porque quería ir a primera hora a la autoescuela.

Después de cenar en el burguer fuimos a una bodeguilla a jugar al ocalimocho, nos juntamos diez compañeros de la facultad, ya habíamos ampliado nuestro círculo de amistades, aunque seguíamos manteniendo nuestro pequeño grupo de “Elvi y los cuatro fantásticos”. Salimos hasta arriba de calimocho y terminamos la noche como de costumbre en “El jardín del Edén”. Antes habíamos estado en varios bares y yo me estuve fijando bien para ver si nos encontrábamos con Mónica en alguno de ellos, pero todavía tenía la esperanza de vernos en nuestra discoteca favorita.

Cambiamos varias veces de planta y fue muy decepcionante para mí no ver a Mónica con sus amigas. Sobre las cuatro de la mañana Elvira y yo dijimos que nos íbamos para casa, seguíamos sin decirles a los compañeros que nos acostábamos juntos, aunque supongo que todos se lo imaginaban.

Era más que evidente.

Aquella noche llevé a Elvira a casa y bajé con ella a la bodega del chalet y terminamos follando dentro de la piscina. Le estábamos cogiendo el gustillo a lo de hacerlo allí, aunque yo seguía sin correrme dentro del agua, me sentaba en el bordillo y Elvira solía terminar haciéndome una mamada hasta que me corría en su boca.

Después de ese primer polvo, salimos del agua y cuando nos secamos pregunté a Elvira si le apetecía comer algo, yo tenía un hambre voraz y me puse una camiseta, un bóxer blanco y subí así a la cocina. Me extrañó que hubiera luz en la planta baja de la casa y al acercarme vi que estaba Mónica tomándose una especie de infusión. Ya había vuelto de fiesta.

Me hice el sorprendido y entré así en la cocina, con toda la naturalidad del mundo pregunté a Mónica qué tal se lo había pasado. La escena cuando menos era surrealista, Mónica estaba realmente guapa, nunca la había visto así, bien peinada y maquillada, parecía otra, con un vestido de manga larga negro espectacular con brillantina y que era muy corto, pues parecía que apenas le tapaba el culo y unas botas muy eróticas de color negro por encima de las rodillas. Yo solo llevaba puesto la camiseta con la que había salido de fiesta y el bóxer.

Por lo que me contó se lo había pasado muy bien con sus amigas y me estuvo diciendo los bares por los que habían estado, aunque la mayoría ni los conocía. Por si acaso se le ocurría bajar a la piscina le comenté de pasada que había traído compañía.

―Estamos abajo Elvira y yo, vamos a comer algo... ―dije abriendo uno de los armarios para sacar lo primero que pillara.
―Si quieres os preparo algo, unos huevos fritos, hay pisto y algo de pan de ayer...
―No te preocupes...
―En el frigo hay carne guisada que ha sobrado de la comida...
―Ahh, pues mira, eso sí estaría bien ―dije abriendo el frigo y sacando la cazuela.

Cuando Mónica se puso de pie me quedé mirándola detenidamente, como me había imaginado, el vestido era muy corto, pero le sentaba como un guante a las curvas de Mónica y su increíble culazo. Además, pegaba genial con esas botas y el conjunto era muy sensual.

―¡Joder, qué guapa vas!, seguro que esta noche has ligado, ¡estás espectacular!
―Bueno, algún pesado se ha arrimado a decirnos algo ―bromeó ella mientras fregaba el vaso en el que se había tomado la infusión.
―A ver si una noche que vengas con nosotros te vistes así, los chicos se van a volver locos contigo...

No contestó el cumplido que le acababa de hacer. Yo a su lado estaba calentando la cazuela y me acerqué a ella para sacar dos platos en los que echar el guiso cuando estuviera listo. Podría haber esperado a que Mónica terminara de fregar, era solo un vaso, pero puse la mano en su cintura antes de abrir el mueble de la parte alta para coger los platos.

―Uyy, perdona...
―No, tranquilo, ya termino.

Y nos quedamos pegados unos segundos en los que nos miramos fijamente. Sinceramente, no pensé que nos fuéramos a besar ni nada parecido, pero con la mano en su cintura se hizo un silencio incómodo de tres o cuatro segundos y en ese momento se hizo latente la tensión sexual que empezaba a existir entre nosotros.

Mónica bajó la mirada ruborizada cuando disimuladamente intenté acomodarme la erección bajo el bóxer. La verdad, es que en ese momento ni caí en la cuenta que Fernando estaba en casa y podía haber bajado a la cocina y pillarnos así, pero yo creo que Mónica sí lo tenía muy presente.

Aun así, todavía se quedó conmigo, y abrió el cajón de los cubiertos para sacar un cucharón de plástico. Era surrealista, Mónica sirviendo los platos y yo a su lado totalmente excitado sin poder dejar de mirar su culo.

―Bueno, ya me subo a dormir...
―Vale, gracias, Mónica, nosotros vamos a ver si comemos algo ―dije con un plato en cada mano―. Creo que todavía no hemos terminado la noche...

Efectivamente, después de cenar en la bodega, recuperamos un poco de energía y Elvira y yo volvimos a follar otra vez más junto a la mesa. Después se fue a su casa y aunque era muy tarde la acompañé, pues no me gustaba que anduviera sola a esas horas.

Al regresar me dio tiempo a pensar en lo que había ocurrido con Mónica en la cocina, y me pregunté qué habría pasado si hubiéramos estado a solas y hubiera intentado besarla junto al fregadero. Ella parecía dispuesta o eso me había parecido a mí, además, no parecía incomodarle que yo estuviera en bóxer y eso sí, solo pareció ruborizarse un poco cuando mi erección se hizo más que evidente.

Aquel encuentro casual en la cocina pudo parecer una tontería, pero fue muy importarte para lo que sucedió unas semanas más tarde...




23



Apenas quedaban unos días para las vacaciones de Semana Santa, había aprovechado el mes de marzo, que estábamos libres de exámenes, para sacarme el teórico del carnet de conducir, pero a la vuelta de vacaciones ya habría que ponerse serio con los exámenes finales. Eso parecía no importarles a Sergio y al resto de amigos que solo pensaban en salir de fiesta y más fiesta.

Era el último fin de semana antes del parón de Semana Santa y en uno de los descansos de clase organizamos una cena para el viernes.

―Tenemos que salir a muerte, que luego ya pocos fines de semana nos van a quedar ―dijo Sergio.

Yo les ofrecí la bodega del chalet y al final nos juntamos nueve para cenar. Se había unido a nuestro grupo una chica, Laura, y así Elvira ya no se encontraba tan sola entre tanto chicazo. Al llegar a casa se lo comenté a Mónica, siempre me gustaba decírselo, aunque sabía que tenía su consentimiento para ese tipo de cenas, yo creo que le gustaba que disfrutáramos del chalet y de la estupenda bodega que se habían construido, así que no me puso ninguna pega.

―Este fin de semana creo que Fernando se tiene que quedar a trabajar y hasta el sábado no viene...
―Pues ya sabes que estás invitada, no tengo que decirte nada...
―Perfecto, ¿qué te apetece que preparemos para cenar?
―No lo sé, ¿habías pensado en algo?
―Podemos hacer un salpicón de marisco que es rápido y unos pinchos morunos a la parrilla.
―¡Genial!, el jueves por la tarde quedo con estos y vamos a hacer la compra, ya me dices lo que necesitas...
―De acuerdo.

A todos nos encantaba que Mónica nos cocinara, mis amigos sabían que se le daba muy bien y ella nos cuidaba al detalle. El día anterior nosotros poníamos un bote para comprar los ingredientes y el día de la cena Mónica solía cocinar con mi inestimable ayuda. Cuando llegaban a casa mis compañeros ya teníamos todo listo y la cocina fregada y recogida.

El viernes quedamos a las diez de la noche, curiosamente la primera que llegó fue la nueva del grupo, Laura, una chiquilla muy agradable con la que habíamos hecho muy buenas migas. No tenía nada que ver con Elvira, ni físicamente ni en su manera de vestir, pero a pesar de eso habían congeniado muy bien. Laura era morena, bajita, atractiva, no destacaba en nada, pero lo tenía todo muy buen puesto. Educadamente le dio las gracias a Mónica por dejarnos el chalet para la cena y enseguida se cayeron muy bien.

Como he dicho, no tenía nada que ver con Elvira y Laura sí que iba bastante arreglada, un jersey azul clarito muy pijo, vaquero ajustado y unas buenas botas altas, aunque Elvira también se presentó muy guapa, a su estilo, con un vestido raro de muchos colores con la falda bastante corta, medias de rejilla y botas militares. Laura y Elvira eran como el día y la noche.

Y claro, Mónica no podía ser menos, cuando vio que las otras dos jovencitas venían tan arregladas y maquilladas, ella dijo que se subía a cambiar, a pesar de la insistencia de los chicos que le dijeron que tal y como estaba ya iba muy bien.

Fuimos bajando la cena entre todos a la bodega y cuando ya estaba lista se presentó Mónica. En cuanto apareció se hizo el silencio unos segundos y nos quedamos mirando a mi casera con la boca abierta.

―¿Qué pasa? ¿No voy bien? ―preguntó sin saber qué nos sucedía.
―Creo que vas demasiado bien, se han quedado como unos pasmarotes... ―contestó Laura.

Nuestra amiga tenía razón, Mónica se había vestido demasiado bien, solo que yo ya le había visto así con esa ropa. Se había puesto lo mismo que el día que salió con sus amigas y yo recuerdo que esa noche le había dicho en la cocina lo impresionante que estaba.

Joder, el corazón me latió a toda velocidad. ¿Se habría vestido así para mí? ¿Era una declaración de intenciones por parte de Mónica? ¿O solo había sido una coincidencia?

Ese vestido negro de brillantina tan corto, ajustado, de manga larga, las medias con puntos dibujados y esas botas por encima de las rodillas hicieron las delicias de todos mis sentidos cuando Mónica se sentó a mi lado.

Casi sin querer, bajé la mirada y clavé los ojos en sus muslos, cuando cruzaba las piernas, al ser la falda tan corta, todavía se le subía más y se le veía la pierna por completo, si no hubiera llevado medias casi se le hubieran visto hasta sus braguitas.

Además, se había maquillado, cosa que no solía hacer, aunque no mucho, y se nos hacía raro ver a Mónica así, pues siempre se había presentado de manera natural y ahora con los labios y las uñas pintadas de rojo intenso era un cambio importante.

El salpicón había quedado exquisito y los pinchos morunos también estaban buenos, aunque se habían enfriado y ya no era lo mismo, aun así, disfrutamos de una cena deliciosa y para terminar sacamos una tarta que habíamos comprado en el súper. La cena no era más que una excusa para llenar la barriga y juntarnos los compañeros de la facultad, lo importante era pasárselo bien y el alcohol que venía después.

Pablo y Sergio eran los maestros de ceremonias y subieron a la cocina a preparar el calimocho. Nosotros nos quedamos en la bodega y Mónica echó un par de maderos en la chimenea, aunque no hacía falta, pues ya hacía suficiente calor. Yo, mientras tanto, le estuve enseñando la casa a Laura, que no la conocía y también subí con ella a mi habitación para mostrársela.

Terminamos el tour en la cocina y Laura nos ayudó a preparar y bajar el calimocho. Se notaba que Laura estaba muy a gusto cuando se juntaba con Sergio y desde el principio hubo una gran conexión entre ellos.

Aquella noche nos pasamos de la raya, no sé a qué hora se acabó la bebida ni cuántos cachis nos habíamos metido entre pecho y espalda, pero el tiempo se fue volando de lo bien que nos lo estábamos pasando. Hacía tiempo que no me reía tanto y Mónica a mi lado lo mismo, me encantaba verla así de contenta, y disfrutando con nosotros, era como que estar con chicos más jóvenes que ella le llenaban de energía y vitalidad. Desde septiembre que llevaba viviendo en la casa cada vez la encontraba más guapa y atractiva.

Y esa noche iba tremenda con ese vestido. Fue una tortura para mí intentar no mirar hacia abajo para deleitarme con sus muslos, pero me fue imposible no hacerlo, yo creo que estuve más pendiente de las piernas de Mónica que del juego del ocalimocho. Así me fue, claro, que me mandaron beber todo lo que quisieron y más, lo mismo que a Mónica.

Salimos del chalet más tarde que nunca, debían ser casi las dos de la mañana y fuimos al bar que había al lado, ese en el que alguna vez habíamos terminado Mónica y yo cuando regresábamos a casa.

―Me han dicho que este bar está de puta madre... ―dijo Sergio.
―Sí, algo hemos oído ―le contesté yo mirando con complicidad hacia Mónica.

Debía haber alguna fiesta o algo, porque el puñetero bar estaba abarrotado, nos costó un montón encontrar un hueco para los nueve y ya no te digo llegar hasta la barra, donde nos acercamos a pedir Iván, Sergio y yo.

―Bueno, bueno, ¿y qué tal con Laura?, parece que os lleváis muy bien ―le pregunté yo a mi amigo.
―No, pues normal, igual que tú con Elvira, ¿no? ―me contestó.
―¿Te gusta o no?, a mí me parece muy guapa y hacéis buena pareja ―le volví a decir a Sergio.
―Sí que me gusta, pero no corras tanto... aunque la que hoy ha venido tremenda es Mónica ―me dijo dándome un codazo―. ¡Qué cabrón eres!, te has pasado toda la noche mirándole las piernas...
―¿Tanto se me ha notado? ―puse cara de “tierra trágame”
―Es que no te has cortado ni un pelo... y no me extraña, porque no es para menos, ¡menuda jamona!... mmmmmm... ¡qué suerte tienes de vivir con una tía así!
―¡¡Tiene un polvazo la hija de puta!! ―dijo de repente el tímido de Iván que cada frase que soltaba por la boca dictaba sentencia, haciendo que Sergio y yo nos riéramos a carcajadas.

Llevamos las copas como pudimos entre los tres, Mónica ya estaba bailando con Pablo, y Elvira hablaba con Laura mirando hacia nosotros. En cuanto terminó con Pablo, Mónica vino a por mí para que bailara con ella, pero había tanta gente que apenas nos podíamos mover y tuvimos que desistir de la idea.

Aunque el sitio estaba muy bien, cuando nos tomamos la copa tuvimos que cambiar de bar. En el nuevo que fuimos sí había menos gente y enseguida Pablo sacó a bailar a Laura ante la atenta mirada de Sergio. Pero yo esa noche solo tenía ojos para Mónica, ni el escotazo de Elvira evitó que estuviera pendiente del culo de Mónica toda la noche.

Y ella me buscó otra vez, ahora pudimos bailar y yo me quedé muy cortado haciendo el ridículo delante de mis amigos, había que ser muy malo para no seguir los pasos de Mónica que me llevaba lo mejor que podía. En cuanto terminó la canción me acerqué a Sergio e Iván que estaban hablando entre ellos.

―¡Joder, hoy va a por ti descaradamente! ―dijo Sergio.
―Anda, no digas tonterías... creo que son imaginaciones tuyas...
―¿Mías?, sí, jejeje... pues que te lo diga Iván...

Yo me quedé mirando a Iván y este sonrió mientras le daba un trago a su copa.

―Hoy no se corta un pelo... entre el vestido y como te zorrea... uffff...
―¿Tú crees?
―Pues claro, Adrián, si te lo montas bien, hoy te la follas... te lo digo yo... ―dijo Iván muy seguro de sus palabras―. Si es que no te la has follado ya...
―Ya me gustaría...
―Y a mí, no te jode, pero esa jaca es demasiado para ti... ―intervino Sergio

Las palabras de Iván me dejaron un poco en estado de shock, es verdad que Mónica se había vestido muy provocativamente y ya me había buscado dos veces para bailar, pero de ahí a follármela creo que había mucho camino. Entonces me giré un poco buscándola y ella me estaba mirando mientras hablaba con Laura y Elvira en el grupo de las chicas. Lejos de extrañarse o ruborizarse porque la hubiera pillado levantó su copa hacia mí y luego sonrió antes de volver a su charla con las chicas. Todavía me puse más nervioso con esa mirada que Mónica me acababa de echar, quizás era la oportunidad que tanto deseaba.

¿Había llegado el momento que estaba esperando?
 
Ufff!!! Buenísima continuación. Parece que esta noche Mónica no se escapa, o es Adrián el que no se va a escapar??
 
24



Terminamos la noche en “El jardín del Edén”, intentamos organizarnos para estar en las dos plantas, porque unos querían ir abajo a la zona dance y otros quedarse arriba con música más comercial. Iván, Sergio, Laura y otro chico se fueron al lado oscuro y los otros cinco nos quedamos en la zona de baile.

Pablo no desaprovechó la oportunidad de pegarse unos meneos con Mónica ante mi atenta mirada y entonces me fijé en Elvira, ella estaba pendiente de mí y no tenía muy buena cara, tenía motivos para estar enfadada, no le había prestado atención en toda la noche. Solo tenía ojos para Mónica.

Ese vestido tan corto marcando culo a lo bestia era lo más jodidamente erótico que había visto en mi vida.

Y cuando terminó con Pablo vino a por mí otra vez, esta vez más descaradamente, riéndose, desinhibida por el alcohol y sabiendo que esa noche era la puta jefa con sus botas de domina por encima de las rodillas. Me agarró de la mano y en cuanto comenzó una canción de salsa sus caderas se movieron salvajes al son de la música. A mí me daba mucho corte bailar delante de los amigos, porque era como un pato mareado, pero solo lo hacía por estar pegado a Mónica y poner la mano en su cintura.

Mónica se cuidaba mucho de no ser tan descarada como cuando estábamos a solas, pero nunca la había visto tan suelta y así de decidida. Nos buscaba a Pablo y a mí indistintamente para satisfacer sus necesidades de baile. Pasado un rato decidimos bajar a la zona de dance y nos llevamos una pequeña sorpresa.

¡Sergio y Laura se estaban enrollando!

Me pareció lo más normal del mundo y el resto les gastamos una pequeña broma vacilándoles un poco mientras se comían la boca. Era la primera pareja oficial en el grupo. La que no se lo estaba pasando tan bien en esa zona era Mónica, no tenía nada que ver con la planta de arriba, ahora estábamos casi a oscuras y la música era demasiado repetitiva.

Dejé que Mónica sufriera solo diez minutos, miré el reloj y ya eran las cuatro y media de la mañana, entonces me acerqué a ella y le dije gritando al oído.

―¿Nos vamos para casa?
―Yo sí, me voy a ir, esta música me está volviendo loca y creo que por hoy ya está bien de fiesta...
―Pues, cuando quieras nos vamos...
―Adrián, tú haz lo que quieras... quédate con tus amigos...
―Estoy reventado, creo que me marcho contigo.
―¿Y Elvira? ―me preguntó extrañada.
―Hoy prefiero que nos vayamos solos, es el último día que voy a salir contigo... y si te parece bien de camino a casa nos tomamos la última en “nuestro bar”.

Mónica me miró extrañada, pero en su cara pude ver una pequeña muesca de satisfacción. Ella había ganado esa noche a Elvira. Estaba prefiriendo irme con ella antes que con una atractiva chica de 18 años.

―Bueno, como quieras...

Consideré oportuno acercarme a Elvira para, por lo menos, decírselo. Ya que estaba un poco enfadada porque no le había hecho caso en toda la noche ahora además, iba a dejarle plantada comportándome con ella como un auténtico cretino.

―Me voy a ir ya... mañana nos vemos... ―le dije a Elvira al oído, dejándole claro que esa noche no íbamos a irnos juntos.

Ella puso cara de incredulidad y torció el gesto, y eso que no le dije que me marchaba con Mónica, aunque ella se lo supuso cuando vio a mi casera poniéndose el abrigo y el bolso al hombro. Intenté despedirme con un beso en la mejilla, pero Elvira me apartó la cara delante de todos, que asistían incrédulos a la escena de celos de mi amiga.

Salimos de “El jardín del Edén” en dirección al chalet, aunque los dos sabíamos que teníamos pendiente una parada previa en el pub de al lado. En cuanto nos llegó el aire frío de la noche Mónica se agarró a mi brazo en un gesto cariñoso, pero poco sensual, aunque a mí me daba igual. Me gustaba que ella fuera pegada a mí y antes de llegar me preguntó qué había pasado con Elvira.

Aunque lo sabía perfectamente.

―¿Se ha enfadado Elvira contigo?, yo no quiero que estéis mal por mi culpa, ehhh...
―No sé, creo que sí, pero tampoco he hecho nada malo, ella sabe de sobra que no somos pareja, solo follamos juntos y ya está, porque una noche no quiera invitarla a casa no tiene por qué ponerse así... ¿no crees?
―Yo no me voy a meter en eso, Adrián, son cosas vuestras...

No tardamos en llegar al pub, que no estaba tan abarrotado como unas horas antes, pero casi.

―¿Entramos? ―pregunté a Mónica.
―Sí, claro, teníamos una copa pendiente, ¿no?
―Uffff, una más y creo que no llego a casa...
―Pues casi mejor no bebas más, yo desde que he salido he preferido no tomar más alcohol, hoy nos hemos pasado con el ocalimocho... nos tomamos una Coca-Cola... o agua y listo.
―Perfecto, casi mejor...

Al entrar dentro del pub Mónica seguía enganchada a mi brazo, entonces al pasar entre la multitud, yo iba delante y estiré la mano para agarrar la de Mónica. Ella me correspondió y fuimos hasta la barra cogidos de la mano, como si fuéramos pareja, lo que me dio un morbazo tremendo y creo que a Mónica le pasó igual. Apenas llevábamos en el pub un minuto y ella ya se había ruborizado y yo estaba con la polla dura.

―¡Qué calor hace aquí! ―dijo quitándose el abrigo y dejándolo en una especie de perchero.
―¡Ni que lo digas! ―contesté mirándola de arriba a abajo descaradamente―. Hace muuuuucho calor...

Pedimos las consumiciones y tuvimos que apartarnos a un lado para poder estar un poco más tranquilos. Pegados contra la pared, rodeados de universitarios, Mónica se echó el pelo hacia un lado, mostrándome su cuello desnudo y le dio un trago a su refresco mirándome fijamente. Estaba guapa, radiante, tenía las mejillas encendidas y movía despacio las caderas al ritmo la música que sonaba de fondo.

―Oye, de verdad, siento lo de Elvira, me cae muy bien, y creo que hacéis muy buena pareja, no me gusta veros enfadados... ―insistió Mónica.
―Yo creo que no se ha enfadado, pero sinceramente, hoy me apetecía más estar contigo...
―Anda, no digas eso... ¿cómo vas a preferir estar conmigo antes que con tu novia?
―¡Que Elvira no es mi novia!... y claro que prefiero estar contigo, ¡¡hoy estás tremenda!!, me encanta que te hayas puesto ese vestido...
―¿Por qué?
―Pues me he montado la película de que te lo ponías por mí, ya sabes... como el día que te vi en la cocina te dije que te sentaba muy bien... he pensado que...
―Claro... y yo me he acordado de eso y digo voy a ponerme el vestido porque le gusta a Adrián...
―Bueno... de ilusiones también vive uno... ¡¡es que te queda... ufffff!!
―¿Tan bien me sienta?

Puse una mano en su cintura, con aquella pregunta era como que me daba permiso para mirarla de arriba a abajo. Giré su cuerpo levemente para comprobar la parte de atrás y luego moví la cabeza afirmativamente a la vez que sonreía. Sus dos piernas lucían fuertes y poderosas con las botas altas, la tela se le pegaba al cuerpo como una segunda piel y la falda era tan corta que parecía que sus glúteos iban a asomar en cualquier momento. La tentación de meter la mano por debajo y acariciar ese culazo martilleaba a todas horas en mi cabeza.

―Conoces de sobra la respuesta... ―dije resoplando.

Mónica coqueteaba conmigo descaradamente y a mí me gustaba ese juego que nos traíamos los dos. Me daba un morbo terrible estar pegado a ella, poniendo mi mano sobre su cuerpo de vez en cuando a la vez que hablábamos o yo quería decir algo en su oído. A ella parecía no incomodarle que estuviéramos tan juntos y además, no paraba de moverse suavemente al compás de la música. Ese vaivén de sus caderas me estaba volviendo loco.

Estuvimos charlando unos diez minutos, comentando lo bien que nos lo habíamos pasado esa noche, lo rica que había quedado la cena, lo de Sergio y Laura, los planes que teníamos para Semana Santa... La cercanía del cuerpo de Mónica, mi mano sobre su cintura que llevaba un buen rato allí, sentir cómo ella se meneaba y esa constante tensión sexual entre nosotros que iba incrementándose y cada vez era más asfixiante, hizo que irremediablemente ya me doliera la polla bajo los pantalones.

Yo estaba empezando a perder los papeles y me costaba pensar con claridad, pasé una pierna por detrás de Mónica, pegándome todavía más a ella, y ahora prácticamente apoyé mi paquete contra sus caderas. Quería que ella sintiera mi calor, cómo se me había puesto la polla por su culpa y Mónica seguía hablando, con nuestros cuerpos ya pegados al completo, incluso ahora, me rozaba con las tetas en el brazo al más mínimo movimiento.

Creí que iba a explotar allí mismo.

Las sofocadas mejillas de Mónica eran el mejor indicativo de que ella también estaba caliente y continuaba flirteando conmigo echándose el pelo hacia un lado cada poco mostrarme su delicioso cuello desnudo. Tuve que contenerme para no abalanzarme sobre ella y clavarle los dientes como si fuera el puto Conde Drácula, me había costado mucho tiempo y esfuerzo llegar hasta allí y ahora un movimiento en falso podría fastidiarlo todo.

Tenía que dejar que las cosas fluyeran con naturalidad, disfrutar del clima que se había creado entre los dos, pero sin darle el más mínimo respiro a Mónica. No iba a separarme de ella ni medio milímetro.

Y cuando mis labios estaban tan cerca de los suyos, que incluso parecía que íbamos a besarnos de un momento a otro, Mónica puso un poco de cordura a lo que estaba pasando, era evidente que no iba a enrollarse conmigo en ese pub, pero yo tenía la sensación de que ella estaba disfrutando con todo aquello y de repente ella dejó el refresco apoyado en una especie de balda y me preguntó si quería bailar con ella.

Apenas teníamos espacio para movernos bien, pero el baile no era más que una excusa de Mónica para seguir en contacto conmigo, me agarró de la mano para guiarme y yo puse la otra en su cintura, peligrosamente cerca de su culo. Quizás demasiado cerca.

Mónica me miraba desafiante y sonriendo sin dejar de mover sus caderas, casi no nos podíamos girar, pero me daba igual, casi mejor, así nadie se daba cuenta de lo malo que era bailando y podía estar tan cerca de ella que a la mínima mi paquete rozaría contra su cuerpo. Mónica movía tan exageradamente las caderas que parecía que estaba buscando que mi mano fuera a parar a otro sitio, entonces me armé de valor y la bajé, lo hice con miedo, muy poco a poco, como si se me fuera resbalando por su espalda y hubiera sido sin querer, pero con el movimiento continuo de Mónica mi mano terminó en medio de su culo. Y yo apreté despacio palpando sus glúteos y comprobando la dureza que tenían.

Era la hora de la verdad y estaba muy asustado en ese momento, temiendo una posible reacción de Mónica, pero la erección que tenía bajo los pantalones estaba al límite, pocas veces había estado tan excitado, y bastante me estaba conteniendo, pues mis hormonas universitarias ya se habían desbocado hacía tiempo.

Me encantó lo sutil que fue Mónica, y como que no quiere la cosa me cogió la mano y la subió deprisa hasta su cintura sin dejar de bailar conmigo. Fue una pena que aquello hubiera durado tan poco, apenas me había dejado sobar su culazo cinco o seis segundos, pero yo no me iba a dar por vencido tan pronto.

No quería incomodarla y comportarme como un niñato malcriado que siempre se sale con la suya, pero tampoco podía dejar que se rebajara la tensión sexual que había entre nosotros, así que volví a bajarla y se la planté otra vez en su culo, esta vez me dejó un poco más, serían unos diez segundos antes de volver a hacer lo mismo que antes.

―¡Adrián!, para... ¡te estás pasando! ―dijo riñéndome como a un niño pequeño.
―Perdona, ha sido sin querer... ―mentí descaradamente antes de bajar la mano y sobarla el culo con más fuerza.

Ella negó con la cabeza cerrando los ojos y aceptando lo que estaba sucediendo, parecía que empezaba a ceder y yo aproveché para comprobar el tacto y tamaño de sus glúteos. No me lo podía creer.

¡Estaba acariciando el culo de Mónica!

No sabía qué música estaba sonando, ni me fijaba en la gente que teníamos alrededor, parecía que el mundo se hubiera detenido y solo estuviéramos nosotros dos. Ya no me importaba nada, solo estaba pendiente de mi mano en el culo de Mónica, en sus tetas rozando mi pecho y los golpecitos de cadera suaves que ella me daba para comprobar de vez en cuando lo duro que estaba bajo los pantalones.

Tuvo que agarrarme la mano para que dejara de sobar su culo, pero en cuanto la puse en su cintura ella se giró para restregarme sutilmente sus glúteos con mi paquete al ritmo de la música. Simulábamos que estábamos bailando, pero aquello ya no era bailar, con las dos manos en su cintura ayudaba a que ella moviera su culo arriba y abajo incrustando mi polla entre sus dos cachetes.

Hice presión para pegarme bien a ella, esta vez quería que sintiera sin dudas lo dura que tenía la polla y Mónica me correspondió frotándose despacio contra mí. Ya no sabía si estaba jugando conmigo o es que ella estaba empezando a perder los papeles, pero en cuanto miré hacia abajo y vi mi paquete restregarse contra su culo estuve a punto de estallar.

Con los movimientos de su cuerpo y lo corta que era la falda, el vestido se le subía hacia arriba y Mónica tenía que tirar constantemente de la tela hacia abajo para intentar taparse el culo. Me encantaba cuando hacía aquello, era como si todavía mantuviera un poco la cordura, cosa que yo ya había perdido hacía muchos minutos.

Volvió a girarse para seguir bailando conmigo, yo seguí con las dos manos en su cadera y ella subió los brazos para rodearme el cuello. Casi me muero allí mismo.

―¡¡Ufff, qué calor hace!! ―exclamó Mónica.

Ni tan siquiera contesté, lo único que hice fue bajar las dos manos y posarlas directamente en medio de su culo y apretar fuerte su cuerpo contra el mío. Estaba tan fuera de sí que miré directamente a los ojos de Mónica y me acerqué despacio a sus labios. ¡Iba a enrollarme con ella!, o eso pensé yo, porque cuando intenté besarla Mónica me apartó la cara y mi boca fue a parar directamente a su mejilla.

En ese momento me sentí ridículo y no quise forzar de nuevo un beso que ella me acababa de negar.

―Muchas gracias por todo, te has portado genial conmigo estos meses, no sé qué hubiera hecho sin tu ayuda... ―le susurré al oído sobando con ganas su culo.
―¡Adrián, vale ya! ―dijo retirándome de nuevo las manos para subirlas a su cintura.
―Lo siento, es que no sé qué me pasa contigo... ¡¡es que no me puedo controlar!!
―Bueno, yo creo que por hoy ya hemos bailado bastante... ―dijo separándose de mí y cogiendo el refresco para darle un buen trago.

Notaba perfectamente el calor que desprendía el cuerpo de Mónica y su respiración acelerada, el pecho se le hinchaba al respirar y estaba sofocada. Yo me acerqué a ella y me incliné sobre su oreja para decirle.

―Uffff, ha estado muy bien el baile, ¿sabes lo que me apetecería ahora?

Ella me miró sorprendida, no entendía muy bien mi pregunta, pero aun así Mónica me siguió el juego.

―Miedo me das... ―me dijo.
―Pegarme un baño en la piscina...
―¿Ahora?
―Sí, cuando lleguemos a casa... ¿me acompañarías?
―No, no, quita... no creo que hoy debamos bañarnos... juntos...
―¿Por qué?
―Vale ya, Adrián.
―Te prometo que me voy a portar bien... sería una gozada, llegar ahora, en pleno invierno y meternos en el agua calentita... no me digas que no... ―dije subiendo las manos en son de paz.
―Otro día...
―Venga, Mónica, ya no vamos a tener más días, el miércoles me voy a casa... ¿o es que me tienes miedo?
―¿Miedo a ti?... reconozco que tienes tu peligro, pero creo que todavía puedo manejar a un mocoso de dieciocho años...
―Diecinueve, perdona... y la última vez no parecía eso en la piscina, te recuerdo que no pudiste conmigo...
―Me diste pena... no quise humillarte.
―Sí, ya, ya, entonces, ¿aceptas ese baño conmigo?
―Adrián... no, hoy no...
―Te prometo que esta vez me pondré bañador, jajaja...
―Hombre, ¡solo faltaría!, no quiero volver a tener que verte desnudo, ehhh... ―bromeó Mónica que parecía que empezaba a ceder un poco.
―No, tranquila, seré bueno y me pondré el bañador...
―Adrián... nooo...
―Venga, por favor...
―Adrián, para.
―Venga, venga... será rápido...
―Eres muy insistente cuando quieres...
―Ni te lo imaginas...
―Bueno... ya veremos si me apetece cuando lleguemos a casa...
―Entonces, ¿eso es un sí? ―pregunté expectante.
―Te he dicho que ya veremos y eso sí, sería con bañador... ¡y esto te lo digo muy en serio!
―¡Que sí!, me pondré bañador... te lo prometo...
―Está bien...
―Pues cuando quieras nos vamos para casa...

Mónica apuró su refresco mirándome directamente a los ojos. Podía ver el morbo y el deseo en su rostro, todavía mantenía un mínimo de cordura, pero era muy buena señal que prácticamente hubiera aceptado volverse a meter conmigo en su piscina climatizada a las cinco de la mañana, después de lo que había pasado la última vez.

Agarré su mano para salir del pub, no hacía falta porque ya no había tanta gente y podíamos movernos sin tanto agobio, pero Mónica no me soltó hasta que no pisamos la calle. Había conseguido que perdiera los papeles, con ese vestido de fulana, el pelo hacia un lado, sofocada, cachonda y agarrada a mi mano como si fuera mi chica.

―¡Qué frío hace! ―dijo antes de acercarse para coger mi brazo.

Pero esta vez me adelanté yo y pasé la mano por su espalda para cogerla de la cintura. Echamos a andar en dirección al chalet y ella me correspondió con su brazo por detrás de la espalda. Íbamos sin decirnos nada, abrazados, solo escuchando el ruido de los tacones de Mónica contra el suelo y con nuestras respiraciones aceleradas y en apenas cinco minutos llegamos hasta el chalet.
 
21



Marzo 2012


El mes de febrero se me paso en un suspiro. Seguí afianzando mi relación con Mónica, aunque no volvió a acompañarnos en ninguna de nuestras fiestas en la bodega. No hacía falta, ya comíamos y cenábamos juntos todos los días e incluso algunas tardes seguía haciendo yoga con ella. Además, se hizo habitual mi baño nocturno después de que Mónica terminara, yo esperaba paciente en mi cama, tan solo cubierto con el albornoz y cuando escuchaba la puerta del salón bajaba despacio por las escaleras y me cruzaba con ella.

Me gustaba que Mónica supiera que en ese momento iba sin bañador, lo que hacía que me diera mucho morbo esa situación y la mayoría de las veces ya llegara con una buena empalmada a la piscina.

En cuanto a Elvira, siguió viniendo todas las tardes a estudiar al chalet y los fines de semana follábamos después de salir de fiesta. La mayoría de las veces terminábamos haciéndolo en mi habitación para que Mónica nos escuchara, pero en alguna ocasión follábamos en la bodega o incluso dentro del agua.

Era una gozada follar dentro de la piscina climatizada después de volver de fiesta en un frío día de invierno.

El día uno era mi cumpleaños, que cayó en jueves, así que decidimos celebrarlo por todo lo alto el día siguiente con una buena fiesta en la bodega. Por aquel entonces ya habíamos hecho más amigos en la universidad y le pregunté a Mónica si podía traer más gente a casa. Al final fueron doce invitados y ese fin de semana le tocó trabajar a Fernando, así que Mónica también nos acompañó.

Estuvimos el viernes por la tarde preparando unas pizzas, sándwich, tostas de cangrejo y además compré patatas, banderillas y refrescos. Menos mal a Mónica, que me ayudó porque si lo hubiera hecho yo solo no hubiera quedado ni la mitad de bien. Todos los compañeros felicitaron a Mónica por sus pizzas caseras y después de cenar Sergio empezó a preparar la bebida.

A mí me daba algo de miedo, porque éramos muchos y el ambiente se estaba empezando a caldear, solo había que ver los coloretes que lucía Elvira cuando se quitó el jersey. Solía ser unos de los acontecimientos de nuestras fiestas, ese momento mágico en que Elvira nos mostraba su escote marcando tetas a lo bestia. Y aquel día no fue una excepción.

Llevaba una camiseta negra de tirantes y estaba claro que debajo no llevaba sujetador, le gustaba mucho a Elvira ir suelta y se le marcaba exageradamente el piercing de su pezón izquierdo. Incluso me di cuenta que Mónica miraba con envidia las tetas de mi amiga. No era para menos.

Creo que no he vuelto a ver unas tetas así en mi vida.

Antes de irnos me dieron el regalo que me habían comprado entre todos, Mónica también había colaborado y al abrir el paquete me encontré con unas fantásticas zapatillas Nike de running. Me hicieron mucha ilusión porque era el modelo que quería y sabía que la idea de comprar esas zapas había sido de Mónica, que era la que sabía de mis gustos por la ropa deportiva.

Cada vez más integrada en el grupo no tuvimos que pedir a Mónica que saliera con nosotros, después de jugar al ocalimocho subió a su habitación y se puso unos pantalones vaqueros negros, con unos botines bajos y un jersey gris de cuello alto. Esta vez tenía seria competencia con Elvira que llevaba unos leggins negros y también se había puesto unas botas de tacón, algo raro en ella.

Las dos iban realmente espectaculares y mientras caminábamos a la zona de fiesta me iba preguntando internamente con cuál de las dos iba a terminar la noche.

Aquel día no me fue muy difícil decidirme, la última vez que Mónica había salido con nosotros me había ido con ella, y no era plan de hacer siempre lo mismo, o Elvira se podía cabrear, aunque no fuéramos pareja. Además, tenía muchas ganas de follar con ella, la idea de una noche salvaje en mi habitación mientras Mónica nos escuchaba ella sola en la suya me daba mucho morbo. Seguro que así lograba excitarla.

Y todo sumaba en mi objetivo final. Era como una hormiguita trabajando sin descanso, una miga y otra miga y otra miga y...

Esa noche fui el centro de la fiesta, también fui al que más emborracharon los cabrones de mis amigos y Mónica me sacó a bailar un par de veces, aunque no fue tan provocativa como la última vez que estuvimos solos en el bar que había junto al chalet. Se cortaba bastante en presencia de mis amigos.

Parecía que nadie quería irse para casa, eran las seis de la mañana y “El jardín del Edén” estaba a tope de gente. Mónica solía abandonarnos pronto, pero esa noche no había dicho nada, se notaba que se lo estaba pasando muy bien. Ella y Elvira estaban bien situadas estratégicamente cerca de mí y ninguna de las dos me perdía de vista, era una especie de guerra psicológica por ver quién se llevaba el gato al agua esa noche.

Mónica miró la hora varias veces y cerca de las siete se acercó a mí para decirme que ya se marchaba.

―Espera un momento, que me voy contigo...
―Vale... ―dijo una Mónica triunfal mientras empezaba a ponerse el abrigo.

Ella sabía que casi todos los viernes terminaba con Elvira y aquel día se pensó que me iba a ir sin mi amiga, sin embargo, lo que no se esperaba es que me acercara a Elvira.

―Ya nos vamos, ¿te vienes con nosotros?
―Claro, ¿estás seguro? ―dijo mirando hacia donde estaba Mónica.
―Me da igual que esté en casa, hoy me apetece mucho follarte... quiero celebrar mi cumpleaños contigo, vamos a ir a mi habitación y te voy a hacer de todo.

Elvira se mordió el labio poniendo cara de vicio y cogió su cazadora antes de despedirse de los compañeros.

―Venga, mañana nos vemos, chicos...

Salimos los tres de “El jardín del Edén”, y Mónica no se atrevió a preguntar, pero enseguida se dio cuenta de que me llevaba a Elvira a casa. Hacía bastante frío y en un gesto cariñoso mi casera se agarró de mi brazo, yo le ofrecí el otro a Elvira que hizo lo mismo que Mónica. Me encantaba que fuéramos así los tres juntitos, y yo seguía manteniendo el equilibrio de mi triángulo a la vez que no paraba de provocar a Mónica.

En cuanto llegáramos a casa iba a escuchar una sesión de sexo que no iba a olvidar en su vida.

Subí rápido con Elvira a la habitación, y en menos de un minuto ya la tenía desnuda en mi cama. Primero estuve comiendo sus tetas unos cuantos minutos haciendo todo el ruido que pude con la boca, luego bajé a su coño haciéndola llegar a su primer orgasmo y ella me devolvió el favor con una mamada hasta que me corrí en su boca.

Fueron casi dos horas de sexo prohibido, salvaje y desinhibido. Con Elvira no había reglas en la cama. Todo valía. Azotes, anal, mordiscos, insultos y un sinfín de cerdadas que hicimos hasta corrernos cuatro veces cada uno.

Sobre las nueve de la mañana terminamos exhaustos, mientras follaba con Elvira no pude dejar de pensar en Mónica y en lo que estaría sucediendo en su habitación. ¿Se estaría masturbando con nosotros? ¿Habría podido dormir?

El ruido de la cadena de su baño me indicó que seguía despierta. Nos había estado escuchando desde su cama las dos horas y seguramente habría terminado masturbándose con los gemidos de Elvira y fantaseando con lo que pasaba arriba. O eso al menos me gustaba pensar.

Mi plan seguía su marcha, despacio y cocinándose a fuego lento. Pero si quería algo con Mónica ella no iba a dar el paso, tenía que ser yo el que lo hiciera, y avanzar un poco más. Ya había llegado el momento de empezar a forzar situaciones entre los dos.

Apenas quedaban cuatro meses para el final del curso y el tiempo se me echaba encima.




22



A mis diecinueve años recién cumplidos decidí que era el momento de empezar la autoescuela, en la universidad iba bien y creí que no me iba a quitar mucho tiempo para estudiar. Me hacía ilusión tener coche propio y no estar dependiendo del autobús constantemente y era algo que ya tendría hecho para el verano.

Recuerdo que empecé un sábado por la mañana y al volver a casa le estuve enseñando el código de circulación a Mónica y Fernando y los test de los primeros temas.

―Uffff, si me presento ahora al examen no apruebo el teórico ni de coña ―dijo Fernando.
―Yo, creo que tampoco ―respondió Mónica.

Sobre las doce ella empezó a preparar la comida y yo estuve ayudándola en la cocina. Se notaba que le gustaba mi compañía y nos preparó carne guisada con patatas. Mientras estábamos comiendo me enteré que Mónica iba a salir de fiesta por la noche con un par de amigas.

―¿Por dónde vais a ir?... lo mismo nos vemos ―le pregunté yo.
―No lo sé, por donde digan estas, pero sí, es posible que nos veamos...
―Últimamente le estas cogiendo el gustillo a lo de salir de fiesta, maja ―le dijo su marido―. Y a mí me parece muy bien, me gusta verte así, no todo va a ser estudiar...

Al final no quedé en nada con ella, pero me hacía especial ilusión encontrarme a Mónica en algún garito con sus amigas en plena madrugada. Salí pronto de casa, habíamos quedado para cenar en un burguer y aquella noche tenía ganas de fiesta, ya que el viernes no había salido porque quería ir a primera hora a la autoescuela.

Después de cenar en el burguer fuimos a una bodeguilla a jugar al ocalimocho, nos juntamos diez compañeros de la facultad, ya habíamos ampliado nuestro círculo de amistades, aunque seguíamos manteniendo nuestro pequeño grupo de “Elvi y los cuatro fantásticos”. Salimos hasta arriba de calimocho y terminamos la noche como de costumbre en “El jardín del Edén”. Antes habíamos estado en varios bares y yo me estuve fijando bien para ver si nos encontrábamos con Mónica en alguno de ellos, pero todavía tenía la esperanza de vernos en nuestra discoteca favorita.

Cambiamos varias veces de planta y fue muy decepcionante para mí no ver a Mónica con sus amigas. Sobre las cuatro de la mañana Elvira y yo dijimos que nos íbamos para casa, seguíamos sin decirles a los compañeros que nos acostábamos juntos, aunque supongo que todos se lo imaginaban.

Era más que evidente.

Aquella noche llevé a Elvira a casa y bajé con ella a la bodega del chalet y terminamos follando dentro de la piscina. Le estábamos cogiendo el gustillo a lo de hacerlo allí, aunque yo seguía sin correrme dentro del agua, me sentaba en el bordillo y Elvira solía terminar haciéndome una mamada hasta que me corría en su boca.

Después de ese primer polvo, salimos del agua y cuando nos secamos pregunté a Elvira si le apetecía comer algo, yo tenía un hambre voraz y me puse una camiseta, un bóxer blanco y subí así a la cocina. Me extrañó que hubiera luz en la planta baja de la casa y al acercarme vi que estaba Mónica tomándose una especie de infusión. Ya había vuelto de fiesta.

Me hice el sorprendido y entré así en la cocina, con toda la naturalidad del mundo pregunté a Mónica qué tal se lo había pasado. La escena cuando menos era surrealista, Mónica estaba realmente guapa, nunca la había visto así, bien peinada y maquillada, parecía otra, con un vestido de manga larga negro espectacular con brillantina y que era muy corto, pues parecía que apenas le tapaba el culo y unas botas muy eróticas de color negro por encima de las rodillas. Yo solo llevaba puesto la camiseta con la que había salido de fiesta y el bóxer.

Por lo que me contó se lo había pasado muy bien con sus amigas y me estuvo diciendo los bares por los que habían estado, aunque la mayoría ni los conocía. Por si acaso se le ocurría bajar a la piscina le comenté de pasada que había traído compañía.

―Estamos abajo Elvira y yo, vamos a comer algo... ―dije abriendo uno de los armarios para sacar lo primero que pillara.
―Si quieres os preparo algo, unos huevos fritos, hay pisto y algo de pan de ayer...
―No te preocupes...
―En el frigo hay carne guisada que ha sobrado de la comida...
―Ahh, pues mira, eso sí estaría bien ―dije abriendo el frigo y sacando la cazuela.

Cuando Mónica se puso de pie me quedé mirándola detenidamente, como me había imaginado, el vestido era muy corto, pero le sentaba como un guante a las curvas de Mónica y su increíble culazo. Además, pegaba genial con esas botas y el conjunto era muy sensual.

―¡Joder, qué guapa vas!, seguro que esta noche has ligado, ¡estás espectacular!
―Bueno, algún pesado se ha arrimado a decirnos algo ―bromeó ella mientras fregaba el vaso en el que se había tomado la infusión.
―A ver si una noche que vengas con nosotros te vistes así, los chicos se van a volver locos contigo...

No contestó el cumplido que le acababa de hacer. Yo a su lado estaba calentando la cazuela y me acerqué a ella para sacar dos platos en los que echar el guiso cuando estuviera listo. Podría haber esperado a que Mónica terminara de fregar, era solo un vaso, pero puse la mano en su cintura antes de abrir el mueble de la parte alta para coger los platos.

―Uyy, perdona...
―No, tranquilo, ya termino.

Y nos quedamos pegados unos segundos en los que nos miramos fijamente. Sinceramente, no pensé que nos fuéramos a besar ni nada parecido, pero con la mano en su cintura se hizo un silencio incómodo de tres o cuatro segundos y en ese momento se hizo latente la tensión sexual que empezaba a existir entre nosotros.

Mónica bajó la mirada ruborizada cuando disimuladamente intenté acomodarme la erección bajo el bóxer. La verdad, es que en ese momento ni caí en la cuenta que Fernando estaba en casa y podía haber bajado a la cocina y pillarnos así, pero yo creo que Mónica sí lo tenía muy presente.

Aun así, todavía se quedó conmigo, y abrió el cajón de los cubiertos para sacar un cucharón de plástico. Era surrealista, Mónica sirviendo los platos y yo a su lado totalmente excitado sin poder dejar de mirar su culo.

―Bueno, ya me subo a dormir...
―Vale, gracias, Mónica, nosotros vamos a ver si comemos algo ―dije con un plato en cada mano―. Creo que todavía no hemos terminado la noche...

Efectivamente, después de cenar en la bodega, recuperamos un poco de energía y Elvira y yo volvimos a follar otra vez más junto a la mesa. Después se fue a su casa y aunque era muy tarde la acompañé, pues no me gustaba que anduviera sola a esas horas.

Al regresar me dio tiempo a pensar en lo que había ocurrido con Mónica en la cocina, y me pregunté qué habría pasado si hubiéramos estado a solas y hubiera intentado besarla junto al fregadero. Ella parecía dispuesta o eso me había parecido a mí, además, no parecía incomodarle que yo estuviera en bóxer y eso sí, solo pareció ruborizarse un poco cuando mi erección se hizo más que evidente.

Aquel encuentro casual en la cocina pudo parecer una tontería, pero fue muy importarte para lo que sucedió unas semanas más tarde...




23



Apenas quedaban unos días para las vacaciones de Semana Santa, había aprovechado el mes de marzo, que estábamos libres de exámenes, para sacarme el teórico del carnet de conducir, pero a la vuelta de vacaciones ya habría que ponerse serio con los exámenes finales. Eso parecía no importarles a Sergio y al resto de amigos que solo pensaban en salir de fiesta y más fiesta.

Era el último fin de semana antes del parón de Semana Santa y en uno de los descansos de clase organizamos una cena para el viernes.

―Tenemos que salir a muerte, que luego ya pocos fines de semana nos van a quedar ―dijo Sergio.

Yo les ofrecí la bodega del chalet y al final nos juntamos nueve para cenar. Se había unido a nuestro grupo una chica, Laura, y así Elvira ya no se encontraba tan sola entre tanto chicazo. Al llegar a casa se lo comenté a Mónica, siempre me gustaba decírselo, aunque sabía que tenía su consentimiento para ese tipo de cenas, yo creo que le gustaba que disfrutáramos del chalet y de la estupenda bodega que se habían construido, así que no me puso ninguna pega.

―Este fin de semana creo que Fernando se tiene que quedar a trabajar y hasta el sábado no viene...
―Pues ya sabes que estás invitada, no tengo que decirte nada...
―Perfecto, ¿qué te apetece que preparemos para cenar?
―No lo sé, ¿habías pensado en algo?
―Podemos hacer un salpicón de marisco que es rápido y unos pinchos morunos a la parrilla.
―¡Genial!, el jueves por la tarde quedo con estos y vamos a hacer la compra, ya me dices lo que necesitas...
―De acuerdo.

A todos nos encantaba que Mónica nos cocinara, mis amigos sabían que se le daba muy bien y ella nos cuidaba al detalle. El día anterior nosotros poníamos un bote para comprar los ingredientes y el día de la cena Mónica solía cocinar con mi inestimable ayuda. Cuando llegaban a casa mis compañeros ya teníamos todo listo y la cocina fregada y recogida.

El viernes quedamos a las diez de la noche, curiosamente la primera que llegó fue la nueva del grupo, Laura, una chiquilla muy agradable con la que habíamos hecho muy buenas migas. No tenía nada que ver con Elvira, ni físicamente ni en su manera de vestir, pero a pesar de eso habían congeniado muy bien. Laura era morena, bajita, atractiva, no destacaba en nada, pero lo tenía todo muy buen puesto. Educadamente le dio las gracias a Mónica por dejarnos el chalet para la cena y enseguida se cayeron muy bien.

Como he dicho, no tenía nada que ver con Elvira y Laura sí que iba bastante arreglada, un jersey azul clarito muy pijo, vaquero ajustado y unas buenas botas altas, aunque Elvira también se presentó muy guapa, a su estilo, con un vestido raro de muchos colores con la falda bastante corta, medias de rejilla y botas militares. Laura y Elvira eran como el día y la noche.

Y claro, Mónica no podía ser menos, cuando vio que las otras dos jovencitas venían tan arregladas y maquilladas, ella dijo que se subía a cambiar, a pesar de la insistencia de los chicos que le dijeron que tal y como estaba ya iba muy bien.

Fuimos bajando la cena entre todos a la bodega y cuando ya estaba lista se presentó Mónica. En cuanto apareció se hizo el silencio unos segundos y nos quedamos mirando a mi casera con la boca abierta.

―¿Qué pasa? ¿No voy bien? ―preguntó sin saber qué nos sucedía.
―Creo que vas demasiado bien, se han quedado como unos pasmarotes... ―contestó Laura.

Nuestra amiga tenía razón, Mónica se había vestido demasiado bien, solo que yo ya le había visto así con esa ropa. Se había puesto lo mismo que el día que salió con sus amigas y yo recuerdo que esa noche le había dicho en la cocina lo impresionante que estaba.

Joder, el corazón me latió a toda velocidad. ¿Se habría vestido así para mí? ¿Era una declaración de intenciones por parte de Mónica? ¿O solo había sido una coincidencia?

Ese vestido negro de brillantina tan corto, ajustado, de manga larga, las medias con puntos dibujados y esas botas por encima de las rodillas hicieron las delicias de todos mis sentidos cuando Mónica se sentó a mi lado.

Casi sin querer, bajé la mirada y clavé los ojos en sus muslos, cuando cruzaba las piernas, al ser la falda tan corta, todavía se le subía más y se le veía la pierna por completo, si no hubiera llevado medias casi se le hubieran visto hasta sus braguitas.

Además, se había maquillado, cosa que no solía hacer, aunque no mucho, y se nos hacía raro ver a Mónica así, pues siempre se había presentado de manera natural y ahora con los labios y las uñas pintadas de rojo intenso era un cambio importante.

El salpicón había quedado exquisito y los pinchos morunos también estaban buenos, aunque se habían enfriado y ya no era lo mismo, aun así, disfrutamos de una cena deliciosa y para terminar sacamos una tarta que habíamos comprado en el súper. La cena no era más que una excusa para llenar la barriga y juntarnos los compañeros de la facultad, lo importante era pasárselo bien y el alcohol que venía después.

Pablo y Sergio eran los maestros de ceremonias y subieron a la cocina a preparar el calimocho. Nosotros nos quedamos en la bodega y Mónica echó un par de maderos en la chimenea, aunque no hacía falta, pues ya hacía suficiente calor. Yo, mientras tanto, le estuve enseñando la casa a Laura, que no la conocía y también subí con ella a mi habitación para mostrársela.

Terminamos el tour en la cocina y Laura nos ayudó a preparar y bajar el calimocho. Se notaba que Laura estaba muy a gusto cuando se juntaba con Sergio y desde el principio hubo una gran conexión entre ellos.

Aquella noche nos pasamos de la raya, no sé a qué hora se acabó la bebida ni cuántos cachis nos habíamos metido entre pecho y espalda, pero el tiempo se fue volando de lo bien que nos lo estábamos pasando. Hacía tiempo que no me reía tanto y Mónica a mi lado lo mismo, me encantaba verla así de contenta, y disfrutando con nosotros, era como que estar con chicos más jóvenes que ella le llenaban de energía y vitalidad. Desde septiembre que llevaba viviendo en la casa cada vez la encontraba más guapa y atractiva.

Y esa noche iba tremenda con ese vestido. Fue una tortura para mí intentar no mirar hacia abajo para deleitarme con sus muslos, pero me fue imposible no hacerlo, yo creo que estuve más pendiente de las piernas de Mónica que del juego del ocalimocho. Así me fue, claro, que me mandaron beber todo lo que quisieron y más, lo mismo que a Mónica.

Salimos del chalet más tarde que nunca, debían ser casi las dos de la mañana y fuimos al bar que había al lado, ese en el que alguna vez habíamos terminado Mónica y yo cuando regresábamos a casa.

―Me han dicho que este bar está de puta madre... ―dijo Sergio.
―Sí, algo hemos oído ―le contesté yo mirando con complicidad hacia Mónica.

Debía haber alguna fiesta o algo, porque el puñetero bar estaba abarrotado, nos costó un montón encontrar un hueco para los nueve y ya no te digo llegar hasta la barra, donde nos acercamos a pedir Iván, Sergio y yo.

―Bueno, bueno, ¿y qué tal con Laura?, parece que os lleváis muy bien ―le pregunté yo a mi amigo.
―No, pues normal, igual que tú con Elvira, ¿no? ―me contestó.
―¿Te gusta o no?, a mí me parece muy guapa y hacéis buena pareja ―le volví a decir a Sergio.
―Sí que me gusta, pero no corras tanto... aunque la que hoy ha venido tremenda es Mónica ―me dijo dándome un codazo―. ¡Qué cabrón eres!, te has pasado toda la noche mirándole las piernas...
―¿Tanto se me ha notado? ―puse cara de “tierra trágame”
―Es que no te has cortado ni un pelo... y no me extraña, porque no es para menos, ¡menuda jamona!... mmmmmm... ¡qué suerte tienes de vivir con una tía así!
―¡¡Tiene un polvazo la hija de puta!! ―dijo de repente el tímido de Iván que cada frase que soltaba por la boca dictaba sentencia, haciendo que Sergio y yo nos riéramos a carcajadas.

Llevamos las copas como pudimos entre los tres, Mónica ya estaba bailando con Pablo, y Elvira hablaba con Laura mirando hacia nosotros. En cuanto terminó con Pablo, Mónica vino a por mí para que bailara con ella, pero había tanta gente que apenas nos podíamos mover y tuvimos que desistir de la idea.

Aunque el sitio estaba muy bien, cuando nos tomamos la copa tuvimos que cambiar de bar. En el nuevo que fuimos sí había menos gente y enseguida Pablo sacó a bailar a Laura ante la atenta mirada de Sergio. Pero yo esa noche solo tenía ojos para Mónica, ni el escotazo de Elvira evitó que estuviera pendiente del culo de Mónica toda la noche.

Y ella me buscó otra vez, ahora pudimos bailar y yo me quedé muy cortado haciendo el ridículo delante de mis amigos, había que ser muy malo para no seguir los pasos de Mónica que me llevaba lo mejor que podía. En cuanto terminó la canción me acerqué a Sergio e Iván que estaban hablando entre ellos.

―¡Joder, hoy va a por ti descaradamente! ―dijo Sergio.
―Anda, no digas tonterías... creo que son imaginaciones tuyas...
―¿Mías?, sí, jejeje... pues que te lo diga Iván...

Yo me quedé mirando a Iván y este sonrió mientras le daba un trago a su copa.

―Hoy no se corta un pelo... entre el vestido y como te zorrea... uffff...
―¿Tú crees?
―Pues claro, Adrián, si te lo montas bien, hoy te la follas... te lo digo yo... ―dijo Iván muy seguro de sus palabras―. Si es que no te la has follado ya...
―Ya me gustaría...
―Y a mí, no te jode, pero esa jaca es demasiado para ti... ―intervino Sergio

Las palabras de Iván me dejaron un poco en estado de shock, es verdad que Mónica se había vestido muy provocativamente y ya me había buscado dos veces para bailar, pero de ahí a follármela creo que había mucho camino. Entonces me giré un poco buscándola y ella me estaba mirando mientras hablaba con Laura y Elvira en el grupo de las chicas. Lejos de extrañarse o ruborizarse porque la hubiera pillado levantó su copa hacia mí y luego sonrió antes de volver a su charla con las chicas. Todavía me puse más nervioso con esa mirada que Mónica me acababa de echar, quizás era la oportunidad que tanto deseaba.

¿Había llegado el momento que estaba esperando?
 
24



Terminamos la noche en “El jardín del Edén”, intentamos organizarnos para estar en las dos plantas, porque unos querían ir abajo a la zona dance y otros quedarse arriba con música más comercial. Iván, Sergio, Laura y otro chico se fueron al lado oscuro y los otros cinco nos quedamos en la zona de baile.

Pablo no desaprovechó la oportunidad de pegarse unos meneos con Mónica ante mi atenta mirada y entonces me fijé en Elvira, ella estaba pendiente de mí y no tenía muy buena cara, tenía motivos para estar enfadada, no le había prestado atención en toda la noche. Solo tenía ojos para Mónica.

Ese vestido tan corto marcando culo a lo bestia era lo más jodidamente erótico que había visto en mi vida.

Y cuando terminó con Pablo vino a por mí otra vez, esta vez más descaradamente, riéndose, desinhibida por el alcohol y sabiendo que esa noche era la puta jefa con sus botas de domina por encima de las rodillas. Me agarró de la mano y en cuanto comenzó una canción de salsa sus caderas se movieron salvajes al son de la música. A mí me daba mucho corte bailar delante de los amigos, porque era como un pato mareado, pero solo lo hacía por estar pegado a Mónica y poner la mano en su cintura.

Mónica se cuidaba mucho de no ser tan descarada como cuando estábamos a solas, pero nunca la había visto tan suelta y así de decidida. Nos buscaba a Pablo y a mí indistintamente para satisfacer sus necesidades de baile. Pasado un rato decidimos bajar a la zona de dance y nos llevamos una pequeña sorpresa.

¡Sergio y Laura se estaban enrollando!

Me pareció lo más normal del mundo y el resto les gastamos una pequeña broma vacilándoles un poco mientras se comían la boca. Era la primera pareja oficial en el grupo. La que no se lo estaba pasando tan bien en esa zona era Mónica, no tenía nada que ver con la planta de arriba, ahora estábamos casi a oscuras y la música era demasiado repetitiva.

Dejé que Mónica sufriera solo diez minutos, miré el reloj y ya eran las cuatro y media de la mañana, entonces me acerqué a ella y le dije gritando al oído.

―¿Nos vamos para casa?
―Yo sí, me voy a ir, esta música me está volviendo loca y creo que por hoy ya está bien de fiesta...
―Pues, cuando quieras nos vamos...
―Adrián, tú haz lo que quieras... quédate con tus amigos...
―Estoy reventado, creo que me marcho contigo.
―¿Y Elvira? ―me preguntó extrañada.
―Hoy prefiero que nos vayamos solos, es el último día que voy a salir contigo... y si te parece bien de camino a casa nos tomamos la última en “nuestro bar”.

Mónica me miró extrañada, pero en su cara pude ver una pequeña muesca de satisfacción. Ella había ganado esa noche a Elvira. Estaba prefiriendo irme con ella antes que con una atractiva chica de 18 años.

―Bueno, como quieras...

Consideré oportuno acercarme a Elvira para, por lo menos, decírselo. Ya que estaba un poco enfadada porque no le había hecho caso en toda la noche ahora además, iba a dejarle plantada comportándome con ella como un auténtico cretino.

―Me voy a ir ya... mañana nos vemos... ―le dije a Elvira al oído, dejándole claro que esa noche no íbamos a irnos juntos.

Ella puso cara de incredulidad y torció el gesto, y eso que no le dije que me marchaba con Mónica, aunque ella se lo supuso cuando vio a mi casera poniéndose el abrigo y el bolso al hombro. Intenté despedirme con un beso en la mejilla, pero Elvira me apartó la cara delante de todos, que asistían incrédulos a la escena de celos de mi amiga.

Salimos de “El jardín del Edén” en dirección al chalet, aunque los dos sabíamos que teníamos pendiente una parada previa en el pub de al lado. En cuanto nos llegó el aire frío de la noche Mónica se agarró a mi brazo en un gesto cariñoso, pero poco sensual, aunque a mí me daba igual. Me gustaba que ella fuera pegada a mí y antes de llegar me preguntó qué había pasado con Elvira.

Aunque lo sabía perfectamente.

―¿Se ha enfadado Elvira contigo?, yo no quiero que estéis mal por mi culpa, ehhh...
―No sé, creo que sí, pero tampoco he hecho nada malo, ella sabe de sobra que no somos pareja, solo follamos juntos y ya está, porque una noche no quiera invitarla a casa no tiene por qué ponerse así... ¿no crees?
―Yo no me voy a meter en eso, Adrián, son cosas vuestras...

No tardamos en llegar al pub, que no estaba tan abarrotado como unas horas antes, pero casi.

―¿Entramos? ―pregunté a Mónica.
―Sí, claro, teníamos una copa pendiente, ¿no?
―Uffff, una más y creo que no llego a casa...
―Pues casi mejor no bebas más, yo desde que he salido he preferido no tomar más alcohol, hoy nos hemos pasado con el ocalimocho... nos tomamos una Coca-Cola... o agua y listo.
―Perfecto, casi mejor...

Al entrar dentro del pub Mónica seguía enganchada a mi brazo, entonces al pasar entre la multitud, yo iba delante y estiré la mano para agarrar la de Mónica. Ella me correspondió y fuimos hasta la barra cogidos de la mano, como si fuéramos pareja, lo que me dio un morbazo tremendo y creo que a Mónica le pasó igual. Apenas llevábamos en el pub un minuto y ella ya se había ruborizado y yo estaba con la polla dura.

―¡Qué calor hace aquí! ―dijo quitándose el abrigo y dejándolo en una especie de perchero.
―¡Ni que lo digas! ―contesté mirándola de arriba a abajo descaradamente―. Hace muuuuucho calor...

Pedimos las consumiciones y tuvimos que apartarnos a un lado para poder estar un poco más tranquilos. Pegados contra la pared, rodeados de universitarios, Mónica se echó el pelo hacia un lado, mostrándome su cuello desnudo y le dio un trago a su refresco mirándome fijamente. Estaba guapa, radiante, tenía las mejillas encendidas y movía despacio las caderas al ritmo la música que sonaba de fondo.

―Oye, de verdad, siento lo de Elvira, me cae muy bien, y creo que hacéis muy buena pareja, no me gusta veros enfadados... ―insistió Mónica.
―Yo creo que no se ha enfadado, pero sinceramente, hoy me apetecía más estar contigo...
―Anda, no digas eso... ¿cómo vas a preferir estar conmigo antes que con tu novia?
―¡Que Elvira no es mi novia!... y claro que prefiero estar contigo, ¡¡hoy estás tremenda!!, me encanta que te hayas puesto ese vestido...
―¿Por qué?
―Pues me he montado la película de que te lo ponías por mí, ya sabes... como el día que te vi en la cocina te dije que te sentaba muy bien... he pensado que...
―Claro... y yo me he acordado de eso y digo voy a ponerme el vestido porque le gusta a Adrián...
―Bueno... de ilusiones también vive uno... ¡¡es que te queda... ufffff!!
―¿Tan bien me sienta?

Puse una mano en su cintura, con aquella pregunta era como que me daba permiso para mirarla de arriba a abajo. Giré su cuerpo levemente para comprobar la parte de atrás y luego moví la cabeza afirmativamente a la vez que sonreía. Sus dos piernas lucían fuertes y poderosas con las botas altas, la tela se le pegaba al cuerpo como una segunda piel y la falda era tan corta que parecía que sus glúteos iban a asomar en cualquier momento. La tentación de meter la mano por debajo y acariciar ese culazo martilleaba a todas horas en mi cabeza.

―Conoces de sobra la respuesta... ―dije resoplando.

Mónica coqueteaba conmigo descaradamente y a mí me gustaba ese juego que nos traíamos los dos. Me daba un morbo terrible estar pegado a ella, poniendo mi mano sobre su cuerpo de vez en cuando a la vez que hablábamos o yo quería decir algo en su oído. A ella parecía no incomodarle que estuviéramos tan juntos y además, no paraba de moverse suavemente al compás de la música. Ese vaivén de sus caderas me estaba volviendo loco.

Estuvimos charlando unos diez minutos, comentando lo bien que nos lo habíamos pasado esa noche, lo rica que había quedado la cena, lo de Sergio y Laura, los planes que teníamos para Semana Santa... La cercanía del cuerpo de Mónica, mi mano sobre su cintura que llevaba un buen rato allí, sentir cómo ella se meneaba y esa constante tensión sexual entre nosotros que iba incrementándose y cada vez era más asfixiante, hizo que irremediablemente ya me doliera la polla bajo los pantalones.

Yo estaba empezando a perder los papeles y me costaba pensar con claridad, pasé una pierna por detrás de Mónica, pegándome todavía más a ella, y ahora prácticamente apoyé mi paquete contra sus caderas. Quería que ella sintiera mi calor, cómo se me había puesto la polla por su culpa y Mónica seguía hablando, con nuestros cuerpos ya pegados al completo, incluso ahora, me rozaba con las tetas en el brazo al más mínimo movimiento.

Creí que iba a explotar allí mismo.

Las sofocadas mejillas de Mónica eran el mejor indicativo de que ella también estaba caliente y continuaba flirteando conmigo echándose el pelo hacia un lado cada poco mostrarme su delicioso cuello desnudo. Tuve que contenerme para no abalanzarme sobre ella y clavarle los dientes como si fuera el puto Conde Drácula, me había costado mucho tiempo y esfuerzo llegar hasta allí y ahora un movimiento en falso podría fastidiarlo todo.

Tenía que dejar que las cosas fluyeran con naturalidad, disfrutar del clima que se había creado entre los dos, pero sin darle el más mínimo respiro a Mónica. No iba a separarme de ella ni medio milímetro.

Y cuando mis labios estaban tan cerca de los suyos, que incluso parecía que íbamos a besarnos de un momento a otro, Mónica puso un poco de cordura a lo que estaba pasando, era evidente que no iba a enrollarse conmigo en ese pub, pero yo tenía la sensación de que ella estaba disfrutando con todo aquello y de repente ella dejó el refresco apoyado en una especie de balda y me preguntó si quería bailar con ella.

Apenas teníamos espacio para movernos bien, pero el baile no era más que una excusa de Mónica para seguir en contacto conmigo, me agarró de la mano para guiarme y yo puse la otra en su cintura, peligrosamente cerca de su culo. Quizás demasiado cerca.

Mónica me miraba desafiante y sonriendo sin dejar de mover sus caderas, casi no nos podíamos girar, pero me daba igual, casi mejor, así nadie se daba cuenta de lo malo que era bailando y podía estar tan cerca de ella que a la mínima mi paquete rozaría contra su cuerpo. Mónica movía tan exageradamente las caderas que parecía que estaba buscando que mi mano fuera a parar a otro sitio, entonces me armé de valor y la bajé, lo hice con miedo, muy poco a poco, como si se me fuera resbalando por su espalda y hubiera sido sin querer, pero con el movimiento continuo de Mónica mi mano terminó en medio de su culo. Y yo apreté despacio palpando sus glúteos y comprobando la dureza que tenían.

Era la hora de la verdad y estaba muy asustado en ese momento, temiendo una posible reacción de Mónica, pero la erección que tenía bajo los pantalones estaba al límite, pocas veces había estado tan excitado, y bastante me estaba conteniendo, pues mis hormonas universitarias ya se habían desbocado hacía tiempo.

Me encantó lo sutil que fue Mónica, y como que no quiere la cosa me cogió la mano y la subió deprisa hasta su cintura sin dejar de bailar conmigo. Fue una pena que aquello hubiera durado tan poco, apenas me había dejado sobar su culazo cinco o seis segundos, pero yo no me iba a dar por vencido tan pronto.

No quería incomodarla y comportarme como un niñato malcriado que siempre se sale con la suya, pero tampoco podía dejar que se rebajara la tensión sexual que había entre nosotros, así que volví a bajarla y se la planté otra vez en su culo, esta vez me dejó un poco más, serían unos diez segundos antes de volver a hacer lo mismo que antes.

―¡Adrián!, para... ¡te estás pasando! ―dijo riñéndome como a un niño pequeño.
―Perdona, ha sido sin querer... ―mentí descaradamente antes de bajar la mano y sobarla el culo con más fuerza.

Ella negó con la cabeza cerrando los ojos y aceptando lo que estaba sucediendo, parecía que empezaba a ceder y yo aproveché para comprobar el tacto y tamaño de sus glúteos. No me lo podía creer.

¡Estaba acariciando el culo de Mónica!

No sabía qué música estaba sonando, ni me fijaba en la gente que teníamos alrededor, parecía que el mundo se hubiera detenido y solo estuviéramos nosotros dos. Ya no me importaba nada, solo estaba pendiente de mi mano en el culo de Mónica, en sus tetas rozando mi pecho y los golpecitos de cadera suaves que ella me daba para comprobar de vez en cuando lo duro que estaba bajo los pantalones.

Tuvo que agarrarme la mano para que dejara de sobar su culo, pero en cuanto la puse en su cintura ella se giró para restregarme sutilmente sus glúteos con mi paquete al ritmo de la música. Simulábamos que estábamos bailando, pero aquello ya no era bailar, con las dos manos en su cintura ayudaba a que ella moviera su culo arriba y abajo incrustando mi polla entre sus dos cachetes.

Hice presión para pegarme bien a ella, esta vez quería que sintiera sin dudas lo dura que tenía la polla y Mónica me correspondió frotándose despacio contra mí. Ya no sabía si estaba jugando conmigo o es que ella estaba empezando a perder los papeles, pero en cuanto miré hacia abajo y vi mi paquete restregarse contra su culo estuve a punto de estallar.

Con los movimientos de su cuerpo y lo corta que era la falda, el vestido se le subía hacia arriba y Mónica tenía que tirar constantemente de la tela hacia abajo para intentar taparse el culo. Me encantaba cuando hacía aquello, era como si todavía mantuviera un poco la cordura, cosa que yo ya había perdido hacía muchos minutos.

Volvió a girarse para seguir bailando conmigo, yo seguí con las dos manos en su cadera y ella subió los brazos para rodearme el cuello. Casi me muero allí mismo.

―¡¡Ufff, qué calor hace!! ―exclamó Mónica.

Ni tan siquiera contesté, lo único que hice fue bajar las dos manos y posarlas directamente en medio de su culo y apretar fuerte su cuerpo contra el mío. Estaba tan fuera de sí que miré directamente a los ojos de Mónica y me acerqué despacio a sus labios. ¡Iba a enrollarme con ella!, o eso pensé yo, porque cuando intenté besarla Mónica me apartó la cara y mi boca fue a parar directamente a su mejilla.

En ese momento me sentí ridículo y no quise forzar de nuevo un beso que ella me acababa de negar.

―Muchas gracias por todo, te has portado genial conmigo estos meses, no sé qué hubiera hecho sin tu ayuda... ―le susurré al oído sobando con ganas su culo.
―¡Adrián, vale ya! ―dijo retirándome de nuevo las manos para subirlas a su cintura.
―Lo siento, es que no sé qué me pasa contigo... ¡¡es que no me puedo controlar!!
―Bueno, yo creo que por hoy ya hemos bailado bastante... ―dijo separándose de mí y cogiendo el refresco para darle un buen trago.

Notaba perfectamente el calor que desprendía el cuerpo de Mónica y su respiración acelerada, el pecho se le hinchaba al respirar y estaba sofocada. Yo me acerqué a ella y me incliné sobre su oreja para decirle.

―Uffff, ha estado muy bien el baile, ¿sabes lo que me apetecería ahora?

Ella me miró sorprendida, no entendía muy bien mi pregunta, pero aun así Mónica me siguió el juego.

―Miedo me das... ―me dijo.
―Pegarme un baño en la piscina...
―¿Ahora?
―Sí, cuando lleguemos a casa... ¿me acompañarías?
―No, no, quita... no creo que hoy debamos bañarnos... juntos...
―¿Por qué?
―Vale ya, Adrián.
―Te prometo que me voy a portar bien... sería una gozada, llegar ahora, en pleno invierno y meternos en el agua calentita... no me digas que no... ―dije subiendo las manos en son de paz.
―Otro día...
―Venga, Mónica, ya no vamos a tener más días, el miércoles me voy a casa... ¿o es que me tienes miedo?
―¿Miedo a ti?... reconozco que tienes tu peligro, pero creo que todavía puedo manejar a un mocoso de dieciocho años...
―Diecinueve, perdona... y la última vez no parecía eso en la piscina, te recuerdo que no pudiste conmigo...
―Me diste pena... no quise humillarte.
―Sí, ya, ya, entonces, ¿aceptas ese baño conmigo?
―Adrián... no, hoy no...
―Te prometo que esta vez me pondré bañador, jajaja...
―Hombre, ¡solo faltaría!, no quiero volver a tener que verte desnudo, ehhh... ―bromeó Mónica que parecía que empezaba a ceder un poco.
―No, tranquila, seré bueno y me pondré el bañador...
―Adrián... nooo...
―Venga, por favor...
―Adrián, para.
―Venga, venga... será rápido...
―Eres muy insistente cuando quieres...
―Ni te lo imaginas...
―Bueno... ya veremos si me apetece cuando lleguemos a casa...
―Entonces, ¿eso es un sí? ―pregunté expectante.
―Te he dicho que ya veremos y eso sí, sería con bañador... ¡y esto te lo digo muy en serio!
―¡Que sí!, me pondré bañador... te lo prometo...
―Está bien...
―Pues cuando quieras nos vamos para casa...

Mónica apuró su refresco mirándome directamente a los ojos. Podía ver el morbo y el deseo en su rostro, todavía mantenía un mínimo de cordura, pero era muy buena señal que prácticamente hubiera aceptado volverse a meter conmigo en su piscina climatizada a las cinco de la mañana, después de lo que había pasado la última vez.

Agarré su mano para salir del pub, no hacía falta porque ya no había tanta gente y podíamos movernos sin tanto agobio, pero Mónica no me soltó hasta que no pisamos la calle. Había conseguido que perdiera los papeles, con ese vestido de fulana, el pelo hacia un lado, sofocada, cachonda y agarrada a mi mano como si fuera mi chica.

―¡Qué frío hace! ―dijo antes de acercarse para coger mi brazo.

Pero esta vez me adelanté yo y pasé la mano por su espalda para cogerla de la cintura. Echamos a andar en dirección al chalet y ella me correspondió con su brazo por detrás de la espalda. Íbamos sin decirnos nada, abrazados, solo escuchando el ruido de los tacones de Mónica contra el suelo y con nuestras respiraciones aceleradas y en apenas cinco minutos llegamos hasta el chalet.



25



Una vez dentro de casa Mónica se quitó el abrigo, quedándose tan solo con el vestido, podía haberlo hecho en su habitación, pero me gustó el detalle de que lo hiciera antes de subir por la escalera, yo iba detrás de ella y movía su culo descaradamente delante de mis narices. Desde atrás casi podía ver la parte final de sus glúteos y Mónica tiró de la falda hacia abajo.

Se metió en su cuarto sin mirar hacia atrás, tan solo me dijo.

―Ahora nos vemos...

Y yo seguí hasta mi habitación, quitándome la ropa tan rápido que parecía que me estaba quemando, la dejé echa un ovillo sobre mi cama y me puse el primer bañador que pillé. Estaba tan excitado que me costó subirlo debido a la empalmada que llevaba, y los nervios me estaban comiendo por dentro pensando en la posibilidad de un encuentro con Mónica.

Cubrí mi cuerpo con el albornoz que me habían regalado para Reyes y esperé un poco sentado en la cama. Me daba miedo bajar primero y que luego Mónica se echara para atrás. Cinco minutos más tarde me acerqué a la puerta de su habitación y toqué con los nudillos.

―¡Mónica, ya estoy listo!
―Vale, ahora salgo, vete bajando si quieres...
―No me importa, te espero...
―Ya voy.

Abrió la puerta de su cuarto y apareció con su albornoz puesto y una toalla en la mano.

―Da un poco pereza ahora meterse en la piscina... ―dijo Mónica.
―Pero, ¿qué dices?, ya verás que bien se está...

En cuanto llegamos allí me quedé en bañador y me pavoneé un poco delante de Mónica para que viera lo cachondo que estaba. Era más que evidente el bulto que delataba mi erección y no me molesté lo más mínimo en ocultársela. Fui bajando las escaleras despacio y el contraste del aire frío con el agua caliente de la piscina fue una completa delicia, poniéndome la piel de gallina. Fui andando hasta el otro lado y me quedé esperando a que se metiera Mónica.

Ella se acababa de quitar el albornoz y debajo llevaba el biquini blanco de la otra vez. En cuanto puso un pie en el agua mi polla palpitó y me quedé observándola detenidamente sin cortarme un pelo.

―Mmmm, ¡qué calentita! ―exclamó ella.

Mónica se quedó al otro lado, estábamos frente a frente, separados por unos cinco metros y nos mirábamos fijamente, casi sin pestañear.

―Cualquiera que nos vea... a estas horas metidos en el agua... ufffff, creo que todavía no se me ha bajado el alcohol ―dijo ella a modo de excusa por lo que estábamos haciendo.

No quise responder a lo que acababa de decir, pero sabía perfectamente que los efectos del calimocho ya casi habían desaparecido de nuestros cuerpos. Fui nadando hasta el otro lado y Mónica hizo lo mismo, ella lo hacía a braza sin meter la cabeza en el agua y nos cruzamos en varias ocasiones, hasta que una de las veces al pasar junto a ella salpiqué su cara, dando un pequeño golpe con mi mano en el agua.

―Ehhhh, no te pases...
―Perdona, ha sido sin querer.
―Sí, ya sin querer...

Y al cruzarnos de nuevo en la otra dirección volví a hacer lo mismo. No me lo esperé cuando Mónica se giró a toda velocidad y me abrazó por la espalda rodeando mi cuerpo con sus piernas, y hundiéndome en la piscina. Sus muslos hacían tanta presión en mis costillas que no tenía escapatoria y a pesar de todo no opuse ninguna resistencia, dejando que Mónica hiciera conmigo lo que le daba la gana.

El juego había comenzado y cuando me soltó buceé unos metros hasta un lateral. Me giré y Mónica estaba frente a mí sonriendo triunfal por lo que acababa de hacer.

―¿No decías que no podía contigo?
―Te vas a enterar tú... ―la reté acercándome despacio.

Antes de llegar hasta ella Mónica extendió los brazos a modo de defensa y yo junté sus palmas con las mías para comenzar a forcejear de nuevo. No me costó abrazar su cuerpo, pero intentar voltearla ya fue otra cosa, ella se defendía bien y cuando me quise dar cuenta me había vuelto a rodear con sus piernas, solo que esta vez de frente a mí.

Con el movimiento de la lucha mi polla entró en contacto con su entrepierna, y yo la abracé por la parte baja de la espalda para pegar su cuerpo contra el mío. Creo que a Mónica se le escapó un pequeño gemido, la tenía bien sujeta y me froté contra ella restregándome contra su coño como si me la estuviera follando.

Ahora fue Mónica la que dejó de luchar y perdió la tensión de sus piernas apoyando los pies en el suelo de la piscina, hasta que yo le hice una pequeña zancadilla hundiendo su cabeza dentro del agua.

―¡Serás cabrón! ―dijo cuando pudo salir.

Estaba claro que se había dejado para evitar la tentación de juntar nuestros cuerpos, pero seguimos andando en círculo en la piscina, vigilándonos de cerca antes de entrar de nuevo en acción.

―Pensé que estabas más fuerte, no me ha costado nada vencerte, jajaja... tanto fitness, tanto yoga, para nada... ―reté a Mónica hiriendo su orgullo.
―¿Ah, sí? ―dijo ella viniendo de nuevo hacia mí.
―Como no me pilles de sorpresa por la espalda como antes, no tienes nada que hacer... y lo sabes...

Mónica estaba espectacular con las mejillas encendidas, el pelo mojado y sus pezones oscuros transparentando el bañador blanco. El reflejo de la luz en el agua y los cristales que se estaban empezando a empañar habían creado una atmósfera cada vez más sensual. Vino hacia mí tranquila y serena, pero al llegar a mi altura ya la estaba esperando y saqué los brazos para empezar a luchar con ella.

Estiró las piernas y me rodeó moviéndose con fuerza de lado a lado para intentar voltearme de nuevo, aunque eso ya no era más que una simple excusa para sentir mi polla contra su coño. De hecho, ella también se movía arriba y abajo restregándose contra mí mientras sus gemidos empezaban a ser evidentes. Abrazándola por la espalda ya no tenía escapatoria y besé su cuello unos segundos antes de bajar las dos manos a su duro culo para sobárselo por debajo del agua.

―Ahhhhh... Adrián no, mmmmmm, no, para, Adrián... ahhhhhh... ―dijo con la voz quebrada por el placer.

Puse una mano sobre su boca para no escuchar sus súplicas que no hacían sino encenderme todavía más.

―Shhhhh, no pasa nada, solo déjate llevar ―y cuando aparté la mano me lancé buscando sus labios en un beso fugaz que ella me correspondió antes de apartarse de mí.

Yo dejé de hacer resistencia dejando que Mónica se escapara, por un momento pensé que iba a salir de la piscina, pero no lo hizo... seguimos haciendo círculos alrededor de la piscina sin dejar de mirarnos. Fui acortando la distancia acercándome a ella y Mónica se quedó parada esperándome, pegando la espalda al final de la piscina.

Cuando llegué a su altura su cara mostraba tensión, miedo, incertidumbre y sobre todo deseo. Mónica sabía que lo que estaba haciendo estaba muy mal, pero en ese momento ya no podía controlar sus instintos. La parte racional de su cerebro había dejado paso a su lado más primitivo y los nervios que tenía en el estómago y su coño que no paraba de palpitar le hacían sentir más viva que nunca.

Me acerqué despacio y esta vez Mónica me recibió apoyando un pie contra la pared en la que se encontraba, flexionando ligeramente la rodilla. Puse las manos en su cintura y me pegué a ella.

―¿Ya no quieres pelear?
―Adrián, no... ―dijo sin ninguna convicción cuando acerqué mis labios a los suyos.

Esta vez me correspondió el beso y nos metimos la lengua en la boca comenzando a morrearnos mientras mis manos ahora jugaban por primera vez con sus pechos. Tenía unas tetas bonitas y muy bien puestas, y se las apreté con ganas cuando volví a dejarla sin mis labios comiéndome su cuello unos segundos más. Me di cuenta de que se volvía loca cuando le besaba esa zona y se le escapó otro gemido, esta vez más alto.

Mi polla había vuelto a entrar en contacto con su coño y ahora nos movíamos rítmicamente, yo restregaba mi tronco de arriba a abajo en toda su longitud y mientras lo hacía me quedé mirando fijamente a los ojos a Mónica. Ella respiraba agitadamente, intentando ocultar sus gemidos, pero cada vez le costaba más hacerlo. Bajé la mano para desatar el cordón de su biquini y se lo solté por un lado.

Estaba a punto de desnudar a Mónica.

Ya había vencido su resistencia, pero cuando menos me lo esperaba ella me rodeó con la pierna e hizo fuerza en mi cadera para voltearme y meterme bajo el agua para después salir huyendo.

―¡Con que esas tenemos! ―dije yendo a por ella sin dejar que se escapara.

No le di tiempo a que llegara a la escalera, aunque parecía que Mónica no tenía intención de salir de la piscina. Se quedó esperándome de nuevo apoyada en un lateral y yo decidí que había llegado el momento.

Excitado, rabioso y con la polla a punto de estallar de la tensión que llevaba acumulada toda la noche, caminé despacio dentro del agua y un par de metros antes de llegar hasta Mónica deshice el nudo de mis bermudas y con mucha habilidad conseguí sacarme el bañador que apareció flotando en el agua por detrás de mí. Mónica sabía que yo estaba completamente desnudo.

―Adrián, nooo... paraaaa... ―me suplicó por última vez intentando anudarse nerviosa, sin conseguirlo el lazo de la parte baja de su biquini.

Cuando me volví a pegar a ella mi polla entró en contacto directamente con su coño y Mónica subió una pierna para sentirme mejor. Esta vez fue ella la que buscó mi boca para besarme y nos fundimos en un beso desesperado mientras yo soltaba el otro nudo de su braguita. Ahora lo que apareció flotando en el agua fue la parte de abajo de su biquini blanco y pasé las manos por su espalda para intentar aflojarle el sujetador.

Pero todo estaba sucediendo tan deprisa que no me dio tiempo a quitárselo, y ya solo pude concentrarme en las piernas de Mónica cuando las abrió más para sentirme mejor. Mi polla seguía frotándose contra su coño desnudo y se lo quise hacer desear unos segundos más.

Estaba a punto de follármela.

Agarré bien su culazo y ella me abrazó con sus muslos sin dejar de comernos las bocas, jadeábamos ansiosos y nuestras lenguas se movían lamiéndose la una a la otra. Con el movimiento de nuestros cuerpos mi polla se fue acomodando a su entrada, ella cerró los ojos pegándose más a mí y apenas tuve que hacer esfuerzo.

Cuando me quise dar cuenta y casi sin querer, mi polla se fue introduciendo lentamente dentro de Mónica.

Ella ya no opuso ninguna resistencia y con un ligero golpe de cadera incrusté toda mi verga hasta el fondo de su coño. El gemido de Mónica me indicó que había disfrutado con esa penetración y despacio empezó a mover las caderas animándome a que me la follara, cuando eché el culo hacia atrás y la volví a embestir con un golpe seco ella se agarró a mi cuello jadeándome desesperada en el oído.

―Ahhhhhh, Adrián, nooo, ahhhhhh... nooooo... ahhhhh... ¡diossssss! ―gimoteó mordiéndose los labios.

Dejé que mi polla saliera casi por completo de su interior y cuando ya estaba prácticamente fuera la penetré hasta el fondo con exquisita lentitud hasta que nuestros vellos púbicos se mezclaron. Ahora sí.

¡¡Me estaba follando a Mónica!!

Me encantó cuando ella bajó las manos y las puso sobre mi culo, me apretaba los glúteos con ganas guiando mis acometidas y yo busqué su boca para morrearme con ella otra vez. Me volvía loco comerme la boca con Mónica, que besaba jodidamente bien, lo hacía de manera muy dulce y sensual, pero su lengua parecía dirigida por el mismísimo demonio porque sabía exactamente qué hacer con ella.

Yo también la tenía bien sujeta por el culo, había fantaseado tantas veces con esos glúteos que ahora no podía dejar de tocárselos. Ese culazo era tal y como lo había imaginado, redondo, duro y muy bien puesto. Decidido, acerqué un dedo a su ano y se lo metí por el ojete, ella estaba tan cachonda que ni siquiera protestó. Solo quería que me la follara más y más.

Parecíamos dos animales en celo, lo hacíamos con desesperación, disfrutando cada segundo, sin importarnos nada más que nuestros cuerpos chocando una y otra vez bajo el agua. Hacía gemir a Mónica con cada embestida y ella subió las piernas hacia arriba, casi rodeándome por la espalda para que mi polla le llegara lo más profundo posible, ahora cuando se la metía hasta el fondo mis huevos golpeaban contra su cuerpo y Mónica se mordía los labios intentando reprimir los gemidos que de vez en cuando se le escapaban.

De repente, ella me abrazó con fuerza y su cuerpo empezó a convulsionar. Estaba a punto de correrse.

Posiblemente yo ya hubiera terminado si no hubiera bebido nada aquella noche, pero también estaba al límite gozando como un cabrón del polvazo que estábamos echando en su piscina climatizada.

―¡¡No puedo más, Mónica, voy a correrme, voy a correrme! ―quise avisarla.
―¡¡¡¡Ahhhhhhh, sigueeee, sigueeee... ahhhhhhhhhh ahhhhhh!!!
―Ahhh, joder, ¡no puedo más, Mónica! ¡Te lo digo en serio!
―¡Sigueee, sigueee, ahhhhhhhhh, me da igual, ¡¡no la saquesss, no la saquesssss!!... ¡¡sigueeeee!!

Y prácticamente nos corrimos a la vez, Mónica sin dejar de moverse buscando mis embestidas y gritando como una loca con mi dedo en su culo y yo vaciando mis huevos en su interior, descargando la tensión de toda la noche y el morbo que había ido acumulando tantos meses fantaseando con ella.

No podía parar de correrme en un orgasmo interminable, era una sensación tan placentera hacerlo dentro de su coño a la vez que escuchaba los gemidos de Mónica que mi polla siguió palpitando un par de minutos después. Miré a Mónica, que todavía temblaba y trataba de recuperar la respiración, nos fundimos en un beso suave, mientras ella me pasaba la lengua por los labios de forma lasciva.

En ese momento bajó las piernas y mi polla salió de su interior, lo mismo que mi dedo de su culo, se recompuso la parte de arriba del biquini y yo pensé que se iba a enfadar conmigo, pero sin decir nada cogió la braguita que flotaba en el agua y salió de la piscina.

A pesar de haberme corrido no se me había bajado la erección y me quedé mirando el desnudo culo de Mónica, que estaba de espaldas a mí, mientras se ataba los nudos de la parte de abajo del biquini. No hacía falta que lo hiciera, podría haberse puesto el albornoz y haber subido así a su habitación, pero me encantó que me mostrara su trasero, lo que consideré un regalo por su parte.

Sin volver a dirigirse a mí, Mónica se fue a su habitación, dejándome solo y yo me quedé unos minutos más disfrutando de la piscina. No era consciente de lo que acababa de pasar, estaba como en una nube, sin asimilar que me acababa de follar a Mónica.

¡¡Me acababa de follar a Mónica!!
 
Creo que me había saltado los capítulos 21, 22 y 23, así que los subo por aquí y os dejo también el 24 y el 25. Esta semana termino de publicar todo el libro.
 
26



No sé hasta qué hora estuve dormido, cuando me desperté Fernando ya había regresado de Madrid y una vez pasada la euforia inicial, por lo que había ocurrido la noche anterior en la piscina, me dio vergüenza salir de la habitación. Me puse las zapatillas de deporte y salí a correr un rápido antes de la hora de la comida.

Cuando regresé me pegué una ducha y bajé a la cocina en la que Mónica había preparado un cocido.

―Buenos días.
―Hola ―contestó secamente.
―Huele estupendo eso que estás haciendo...
―Gracias.
―Tengo un hambre de locos, esta mañana no he desayunado nada...

Mónica no tenía muchas ganas de hablar, ya había puesto la mesa y cuando estaba caliente la sopa llamó a su marido que se presentó inmediatamente en la cocina. Durante la comida Mónica estuvo muy seria y distante, apenas se atrevía a mirarme a los ojos y casi no intervino en la conversación que teníamos Fernando y yo. Si a partir de ahora empezaba a comportarse así, seguramente su marido iba a sospechar que algo ocurría entre nosotros.

No se parecía en nada a la Mónica de la noche anterior, ahora iba vestida con unas mallas negras de andar por casa, llevaba el pelo revuelto y presentaba unas buenas ojeras. Me pregunté si habría conseguido dormir algo después de su infidelidad. A pesar de eso, a mí me seguía dando un morbazo espectacular, es verdad, que me sentía mal por Fernando, porque era un buenazo y siempre me había tratado fenomenal, y ahora me acababa de follar a su mujer en su propia casa, pero no lo había podido evitar, Mónica me gustaba demasiado y llevaba tantos meses fantaseando con ella que lo que había pasado en la piscina todavía me parecía un sueño.

Preferí no forzar la situación y por la tarde pasé desapercibido en casa, hasta que llegó la noche en la que había quedado con los compañeros. Esta vez nos juntamos ocho, y estuvimos cenando en un buffet chino y luego nos tomamos unos cachis en plan tranqui. Laura y Sergio parecía que iban en serio y no se despegaron en toda la noche, todo lo contrario que yo con Elvira, con la que intenté estar simpático después de haberla dejado sola la noche anterior.

Sobre las tres de la mañana acompañé a Elvira a su casa y terminamos enrollándonos en el portal, ella me bajó al descansillo que daba al garaje y allí me la chupó unos minutos antes de follármela contra la pared. Fue un polvo rápido y excitante, con Elvira me lo pasaba muy bien, el sexo con ella era sucio y salvaje, pero no tenía nada que ver con Mónica, era solo pensar en sus piernas rodeándome en la piscina y yo frotando mi polla contra su coño y me embargaba una lujuria que no había sentido jamás.

De vuelta a casa no pude dejar de pensar en Mónica, había estado muy bien follármela en la piscina, pero yo quería más, tenía que reconocer que me había sabido a poco, al hacerlo dentro del agua no había podido ver a Mónica desnuda, no sabía cómo tenía el coño, ni había podido sobar bien su culo, comprobar el tacto de su piel, no había podido escuchar el ruido de nuestros cuerpos al chocar, probar varias posturas... ella apenas me había tocado, y me hubiera encantado saber cómo se le mojaba el coño cuando le metía un par de dedos dentro.

Fantaseando con ese tipo de cosas llegué caliente al chalet y no se me ocurrió otra cosa que bajar a la piscina directamente sin ponerme el bañador y meterme desnudo. Me daba igual que estuviera Fernando en casa o que me pudieran pillar, estuve unos minutos disfrutando del agradable efecto relajante del agua y antes de subir a acostarme a la habitación me hice una paja. Esta vez ni me molesté en salir antes de correrme y bajo el agua derramé mi esperma que apareció flotando unos segundos más tarde en la superficie.

Al día siguiente, cuando me levanté no había nadie en casa, Fernando y Mónica se habían ido de excursión y aproveché el día para descansar, escuchar música en el jardín y ver un rato la tele. A media tarde escuché que regresaban y sobre las siete bajé a despedir a Fernando que ya se volvía a Madrid a trabajar.

―Bueno, el viernes cuando regreses ya no estaré, me voy al pueblo el miércoles, así que nos vemos en un par de semanas.
―Pues pásalo bien y descansa... ―me dijo Fernando estrechándome la mano.

Luego les dejé para que se despidiera de Mónica como hacía cada vez que se iba. Otra vez estábamos a solas. Me quedé sentado en el sofá del salón para ver si ella entraba y me decía algo, pero me estuvo esquivando un par de horas hasta la hora de la cena.

Me acerqué a la cocina y Mónica había preparado una menestra de verduras con tacos de jamón que olía fenomenal.

―¿Cenamos aquí? ―dije sacando dos platos para poner la mesa.
―Yo voy a cenar en el salón... prefiero que lo hagamos por separado... tú quédate aquí...
―Pero, Mónica, no quiero que estemos así...

Ella se quedó mirándome con el cucharón de plástico cargado y lo volvió a echar en la cazuela.

―Creo que es mejor que busques otro sitio para quedarte después de las vacaciones de Semana Santa.
―Noooo, Mónica, por favor, ¿por qué?, no puedes hacerme eso, solo quedan dos meses y medio para el final del curso y además, ¿qué le vas a decir a Fernando?, si me voy así de repente va a sospechar algo...
―Eso es asunto mío, te lo digo en serio, Adrián, no puedes quedarte más... ―dijo Mónica empezando a servirme el plato y luego el suyo.

Se fue al salón dejándome solo en la cocina. Me había quedado en estado de shock, eso sí que no me lo esperaba, y de repente se me cerró el apetito, Mónica parecía que hablaba muy en serio y solo de pensar que tenía que buscarme otro piso para el último trimestre hacía que se me cayera el mundo encima.

Intenté hablar con ella, razonar, pero Mónica me dio la espalda y se subió a la habitación dejándome con la palabra en la boca.

Me metí en la cama abatido y hundido, no me esperaba para nada ese giro de los acontecimientos. El miércoles por la tarde me volvía al pueblo y contaba con tres días para hacer que Mónica cambiara de opinión.

Tenía que pensar en algo y a la mayor brevedad posible.

El lunes por la mañana Sergio me preguntó si me encontraba bien, debió verme mala cara, todo lo contrario que él, que estaba feliz y radiante y se notaba que ya estaba bien pillado por Laura. Yo me había levantado hecho polvo dándole vueltas toda la noche a la situación que tenía en casa e incluso me daba apuro volver después de clase, pues no sabía cómo iba a reaccionar Mónica.

Al regresar de la universidad a las dos, ella me había preparado la comida, pero como había hecho la noche anterior se fue a comer al salón dejándome solo en la cocina. El ambiente entre los dos estaba tenso y ella seguía sin hablarme. Cuando intenté ayudarle a recoger en la cocina me pidió que la dejara sola que ya se encargaba ella.

Subí a la habitación a esperar a que viniera Elvira, había quedado para estudiar con ella a las cuatro y puntual se presentó en el chalet. Escuché cómo Mónica le abría la puerta y apenas se saludaron antes de que subiera a mi habitación.

―¿Todo bien? ―me preguntó Elvira.
―Sí, ¿por?...
―Esta mañana estabas muy raro, y ahora Mónica, no sé, me ha saludado distante... ¿qué está pasando aquí?
―No, no pasa nada, de verdad...
―Algo te pasa, eso seguro...
―No... ehhhhhh... está todo bien...
―¿Tiene algo que ver con Mónica?
―No, Elvira, que no tiene que ver con ella...
―¿Os habéis acostado? ―me preguntó de repente, como si fuera lo más normal del mundo.

Creo que me puse rojo de vergüenza, se me daba muy mal mentir y Elvira parecía que tenía un sexto sentido para esas cosas, aun así, intenté salir del paso como pude.

―Ojalá... pero no...
―¿Entonces qué te pasa con Mónica?, porque está claro que algo hay...
―Está bien, te lo voy a contar... ehhhhh... me ha pedido que me vaya de casa... quiere que después de las vacaciones me busque otro sitio donde quedarme.
―¿En serio?, ¿y por qué?
―Pues no lo sé...
―Joder, algo habrá pasado, no te va a decir así de buenas a primeras que te vayas, ¿hemos hecho algo en la bodega o es por nosotros?, por las fiestas...
―No es por eso, que yo sepa no ha pasado nada...
―¿Entonces?, me parece muy fuerte que quedando tan poco para terminar el curso te diga que te vayas, además, tienes un año de contrato, ¿no?
―Sí, pero no quiero quedarme así, me da igual el contrato...
―Pues no lo entiendo... el viernes estaba fenomenal contigo, ¿y ahora quiere que te vayas?, algo has tenido que hacer...
―No lo sé, Elvira, puede que fuera por lo del otro día, no sé...
―¿Lo del otro día?
―Sí, cuando volvimos a casa solos, antes nos paramos a tomar una copa en el bar este que hay que aquí cerca... y bueno, a ver, no es que estuviéramos a punto de enrollarnos, ni nada de eso, pero Mónica, como que me miraba raro...
―¿Tú crees que quería algo contigo?
―Creo que sí, pero lo mismo solo eran imaginaciones mías...
―La verdad es que se estuvo fijando en ti toda la noche...
―¿Te diste cuenta tú también?
―Pues claro, y reconozco que me fastidió que te fueras con ella...
―¿Estabas celosa?
―No, no eran celos, me enfadé porque me apetecía mucho follar contigo... pero ya vi que preferiste irte con ella, ¿y no pasó nada más entre vosotros?
―Pues estuvimos bailando y entre las copas que habíamos bebido, el calor que hacía en el bar, el vestido que llevaba Mónica que me tenía a mil, pues me rocé un poco con ella...
―Mmmmmm, ¿ah, sí?, ¿y no te dijo nada?
―No, me siguió el juego...
―¿Y?
―Nos miramos, pensé que hasta nos íbamos a enrollar y me intenté besar con ella...
―Y ahí la cagaste...
―Bueno, no del todo, me quitó la cara, pero seguía bailando conmigo, frotándose contra mí...
―¡Joder, qué zorra!
―Y la sobé el culo por encima del vestido...
―Mmmmmmm, ¿te dejó?
―Unos segundos... poco tiempo, pero luego me dijo que dejáramos de bailar... y no pasó nada más...
―Ufffff... reconozco que me ha gustado imaginármelo... ¿te hubiera gustado hacer algo más con ella?
―Casi prefiero no contestar, por si te enfadas... aunque ya sabes la respuesta...
―Tranquilo, no me voy a enfadar, pues por lo que me cuentas te calentó un poco, te lanzaste a por ella y al día siguiente le debió dar un ataque de moralidad... o algo así... si te ha dicho que te fueras de casa es por algo... por lo me has contado, tampoco es tan grave lo que pasó entre vosotros...
―Puede ser...

Elvira se sentó en la cama a mi lado acariciándome el paquete, casi sin esperármelo me desabrochó el nudo del pantalón de chándal y metió los dedos por el elástico hasta agarrarme la polla.

―¿Te hiciste una paja pensando en Mónica el sábado por la noche?
―Sí...
―¿Mirando sus fotos?
―No, tumbado en la cama, fantaseando con su culo, bueno... y en ti también...
―Jajajaja, no seas mentiroso ―me susurró Mónica en el oído sin dejar de masturbarme―. ¿Así que prefieres hacerte pajas con Mónica antes que follar conmigo?
―No, claro que no...
―Pues es lo que parece... aunque no me extraña que quisieras irte con ella, el otro día estaba tremenda con ese vestido de fulana, hasta yo estuve mirando su culo toda la noche...
―¿Te gusta su culo?, uffffff...
―Sí, tengo que reconocer que está muy buena la cabrona...
―¿Me hubieras dejado follar con ella?
―Yo no tengo que dejarte hacer nada, aunque... reconozco que me da morbo la idea...
―¿No te molestaría si me acuesto con Mónica?
―No, no eres mi novio, puedes follar con quién quieras, lo mismo que yo... ¿a ti te gustaría que yo follara con otros?
―Sinceramente, no, ya sé que no somos novios, pero no sé, no me gusta la idea de que estés con otros chicos...
―Pero tú sí quieres follarte a Mónica... ―dijo incrementando el ritmo de su paja.
―Ahhhhgggggg, sííííí... y a ti, ¿te gustaría enrollarte con ella?, me encantaría ver cómo os coméis la boca...
―Mmmmmm, puede ser...
―Me imagino que Mónica te chupa esas tetazas y luego tú le comes el culo... ufffffff...
―¿Vas a correrte?
―Joder sííííí, sigueeeeee, ahhhhhhhh, no puedo más...

Y justo en ese momento Elvira se inclinó metiéndose mi polla en la boca. Si hubiera tardado dos segundos más no hubiera llegado, y exploté corriéndome mientras Elvira no dejaba de chupármela y exprimirme hasta la última gota. Me la siguió lamiendo hasta que no hubo nada más que limpiar y cuando mi polla empezó a perder dureza ella se levantó con toda mi corrida en su boca.

Me miró antes de tragárselo todo y después de dio un pequeño pico en los labios.

―Bueno... pues habrá que estudiar un rato... ―dijo Elvira antes de sentarse y sacar los apuntes en la mesa de escritorio.

Estuvimos una hora estudiando hasta que hicimos el primer descanso. Yo me senté en la cama mirando el móvil y Elvira volvió a sacar el tema de Mónica.

―Vaya, vaya, así que Mónica quiere que te vayas, ¿y qué vas a hacer?
―Joder, no lo sé, intentaré convencerla, hasta el miércoles no me vuelvo al pueblo...
―¡Qué putada!, bueno, pues ya me contarás... si quiere que te vayas es porque algo se le está pasando por la cabeza...
―¿Tú crees?
―Seguro... y antes de caer en la tentación... prefiere evitar el pecado... lo mismo se está encoñando contigo, por como te miraba el sábado tiene toda la pinta...
―Uffff, ¿tú crees?
―Sí, pero no te emociones... ―dijo poniéndose de pie y viniendo hasta la cama para sentarse en mis rodillas.

Estaba claro que Elvira había venido a estudiar con ganas de fiesta y con la paja que me había hecho antes y la corrida en su boca solo la había encendido más. Se quitó la camiseta y luego se desabrochó el sujetador quedándose con sus enormes tetas desnudas. Comenzó a darme besitos por el cuello mientras se frotaba contra mí, que ya volvía a estar empalmado.

―Solo le veo una solución para que te quedes... ―dijo con voz sensual.
―Dímela... ―gemí metiéndome una de sus calientes tetas en la boca.
―Tienes dos días para intentar follártela, ahhhhhhhggggggg... si lo haces, después no va a querer que te vayas...
―Yo creo que es más bien al contrario...
―Tú hazme caso, si te la follas, no te va a dejar escapar... tiene demasiadas ganas de polla...
―¿Lo dices en serio?
―Esa zorra está pensando en ti todo el día, por eso no quiere que sigas aquí...
―¡Joder, Elvira!, deja de decir esas cosas...
―¿Por qué? ¿te ponen cachondo?, eso es lo que quiero...
―Sí, me ponen mucho... no sé si las dices en serio o...
―Shhhhhh, calla, ahora vas a follarme a mí... ―dijo poniéndose de pie y quitándose a toda velocidad el pantalón y las braguitas antes de dejarse caer sobre mí regazo otra vez, introduciéndose toda mi polla dentro.
―¡Eres la hostia, Elvira!
―Lo sé, mmmmmmmm, ¡vamos, fóllame pensando en Mónica si eso es lo que te gusta!



27


No me atreví ni a bajar a cenar cuando Elvira se fue. Estuve pensando en mi habitación en lo que había pasado con ella, y es que mi compañera no dejaba de sorprenderme, le había contado lo que me estaba pasando en casa, aunque evidentemente, le había mentido con respecto a Mónica y preferí guardarme nuestro pequeño secreto.

A pesar de eso, Elvira se había mostrado muy comprensiva, no solo eso, se excitó mucho cuando le dije que había estado bailando con Mónica y que incluso le había sobado su culazo. Pensé que le iba a dar un ataque de celos o algo por el estilo, pero lejos de la realidad, terminamos follando en mi cama fantaseando con Mónica.

Y lo mejor es cuando me sugirió, no sé si medio en bromas o como parte del juego, que me acostara con Mónica para poder quedarme en el chalet. Era una posibilidad que no había contemplado, yo pensaba que sería más bien al contrario, si por haber follado una vez Mónica no quería ya verme ni en pintura, si volvíamos a hacerlo, lo más lógico sería que quisiera tenerme cuanto más lejos mejor.

Pero también cabía la posibilidad de que Mónica se encoñara conmigo y recapacitara en su idea de que después de las vacaciones de Semana Santa abandonara el chalet. De todas formas, a pesar de haberme ya acostado con ella, volver a repetir lo veía como algo casi imposible, así que consideraba mucho más factible intentar hablar con Mónica y convencerla para que me dejara quedarme.

Sobre las nueve y media salí de la habitación, sabía que Mónica se estaría dando su baño diario y entré en la cocina, me había dejado un poco de pescado a la plancha encima de la mesa, lo comí frío en cinco minutos y regresé a mi cama, donde estuve escuchando música hasta que me quedé dormido. Tampoco me costó mucho, Elvira me había dejado reventado por la tarde.

Al día siguiente ya era martes, al terminar las clases volví a casa, Mónica me dejó la comida preparada en la cocina y ella se fue al salón. Yo salí tras ella y me senté a su lado.

―Mónica, no podemos seguir así, tenemos que hablar...
―Creo que no tenemos nada de lo que hablar, Adrián.
―Joder, yo creo que sí, me sabe fatal que estemos así.
―Y así va a seguir siendo, ya sabes lo que tienes que hacer a la vuelta de vacaciones...
―¿Fernando sabe que no voy a continuar viviendo aquí?
―No, todavía no le he contado nada, lo haré cuando ya no estés... la próxima semana.
―Joder, Mónica, solo te pediría que recapacitaras tu decisión, me gustaría que me dejaras quedarme hasta final de curso, no voy a ser un capullo y obligarte a cumplir el contrato, ni mierdas de esas... es vuestra casa y si quieres que me vaya... lo haré, pero me caes genial y no quiero que terminemos así... han sido unos meses inolvidables...
―Adrián, creo que es lo mejor para todos...
―Está bien, si ya lo tienes decidido...

Veía a Mónica muy firme en su decisión, así que no quise continuar hablando con ella. Fui a la cocina, comí rápido y fregué el plato antes de subir a la habitación. Aquella tarde no iba a venir a estudiar Elvira y yo no tenía ganas de nada, así que me eché la siesta y luego salí a correr doce kilómetros. Al volver a casa Mónica estaba haciendo yoga en el salón, me quedé un rato mirándola con cierta nostalgia, pensando que no iba a acompañarla más en sus ejercicios y después me di un baño en la piscina.

A la hora de la cena Mónica hizo lo mismo y ella se fue sola al salón dejándome el plato preparado en la cocina. No insistí más y derrotado me acosté temprano. El miércoles era el último día de clase antes de las vacaciones y quizás también el último que iba a dormir en esa casa.

Mónica me había pedido que a la vuelta me buscara otro lugar para quedarme, pero yo ni tan siquiera recogí las cosas de mi habitación, se me hacía muy duro tener que irme así, tan de repente, así que no le hice caso. Tampoco se lo quería poner tan fácil.

Al día siguiente, al terminar las clases, me despedí de mis compañeros de universidad, había sacado el billete de bus a las cuatro de la tarde para ir al pueblo y preparé una pequeña maleta y algunos apuntes que llevarme para estudiar.

Bajé a la cocina ya con la maleta lista, dejándola junto a la puerta. Mónica había preparado una paella para los dos, ella sabía que me gustaba mucho y lo consideré como un pequeño regalo de despedida por su parte. Entré en la cocina y la paellera estaba tapada con un papel de periódico para que reposara el arroz, Mónica estaba de pie, vigilando, en ese momento la encontré guapísima, llevaba una camiseta blanca de manga corta, unas mallas grises ajustadas y en el pelo se había puesto una cinta ancha dejando despejada su frente.

Saqué dos platos de encima del fregadero y me acerqué a ella.

―Te pediría por favor, que hoy comieras aquí, conmigo, te lo pido por favor... si va a ser mi último día.
―Adrián, no me lo pongas más difícil...
―Solo quería decirte que no he recogido la habitación, sigo teniendo allí mis cosas, voy a volver dentro de una semana y media.
―Ya te dije ayer que...
―Déjame hablar, Mónica ―dije interrumpiéndola y pasándole un plato para que empezara a servir la comida―. Lo mejor es que olvidemos lo que pasó el viernes por la noche y listo... yo ya lo he hecho, solo me quedan dos meses y medio, no te vas a enterar que estoy aquí, no te molestaré más, me dedicaré a estudiar, si quieres ni salgo de la habitación, comemos por separado... lo que quieras, pero deja que me quede, por favor... así Fernando tampoco sospechará nada y...
―No quiero que hablemos de Fernando, eso es cosa mía.
―Está bien, como quieras... pero deja que me quede, haremos como que no ha pasado nada... ¿de acuerdo?
―Prefiero que no vuelvas... ya te lo he dicho...
―Pero, ¿por qué?, ¿tan malo me consideras para no dejarme vivir aquí?
―No es eso.
―Entonces, ¿qué es, Mónica?, siéntate aquí y lo hablamos mientras comemos.
―No me apetece esto ahora...
―Por favor...

Al menos, Mónica accedió y se sentó conmigo en la mesa de la cocina. La paella le había salido estupenda, aunque yo estaba más preocupado en intentar convencerla para que me dejara pasar el último trimestre en su casa. Ya no sabía qué más decir y al final comimos casi en silencio, Mónica ni se atrevía a mirarme y yo engullí mi plato en menos de diez minutos.

―Ha sobrado un poco, por si quieres repetir... ―me dijo.
―No, me he quedado bien... deja que al menos te deje esto recogido, en una hora sale el bus para el pueblo... oye, lo que hemos hablado antes, al final no hemos quedado en nada, Mónica, ¿te parece bien lo que te he dicho?, ni te vas a enterar que estoy por casa... pero deja que vuelva, por favor...

Me puse a recoger la cocina, limpié la vitro y fregué el plato.

―Adrián, para ya... y deja eso, que al final vas a perder el bus...
―Pero es que no lo entiendo, creo que siempre me he portado muy bien, he intentado no hacer nada que os molestara, y bueno lo que pasó en la piscina... lo siento, no sabía que te lo ibas a tomar así...
―¿Y cómo quieres que me lo tome? ―preguntó Mónica poniéndose de pie para llevar su plato al fregadero.
―Pues no lo sé, no puedo ponerme en tu lugar...
―No sé cómo pudo pasar, está claro que tú no tienes la culpa, ha sido fallo mío, pero tengo claro que no quiero que vuelva a suceder...
―Lo siento, de verdad, no me gusta verte así, pero no voy ser un puto hipócrita y decir que lo que pasó el viernes no me gustó... porque realmente me encantó, nunca había estado con una mujer como tú...
―Adrián, para ya...
―¿Te molesta que te diga que me volvió loco follar contigo?
―¡No digas eso, joder!, para... ―dijo Mónica echándose las manos a la cara.

En esos momentos ella se derrumbó y comenzó a llorar desconsoladamente, me dio mucha pena ver a Mónica así, pero era bueno que sacara fuera toda esa tristeza que la llevaba consumiendo durante varios días, dejé que llorara unos segundos antes de acercarme a ella y le di un abrazo cariñoso.

―Lo siento, Mónica, no me gusta verte así...

Ella también me abrazó y sentí sus lágrimas mojando mi hombro cuando ella apoyó la cabeza.

―Lo siento, Mónica ―dije dándole un beso en la mejilla mientras ella se secaba las lágrimas.
―Ya está, ya se me ha pasado, gracias.

Seguíamos agarrados y volví a besar su mejilla, la cercanía de su cuerpo, el calor que emanaba, el recuerdo de la piscina y que Mónica seguía abrazada a mí, hizo que empezara a sentir algo.

―Gracias ―dijo ella ladeando un poco la cabeza para no mirarme.
―No quiero verte así, tú eres una mujer fuerte... ―susurré en su oído sin dejar de besar su mejilla.

Eran besos cortos, rápidos e intensos y Mónica parecía que me ofrecía su cara para que lo hiciera, sus sollozos pasaron a ser pequeños suspiros y yo me vine arriba y puse mis labios en su cuello. Ella me correspondió con un tierno beso en mi mejilla y yo comencé a comerle el cuello, cada vez con más pasión.

En ese momento se le escapó el primer gemido.

―Ahhhhh, Adrián, nooooo... para, ¿qué haces?

Me acerqué a ella pegando mi paquete contra su entrepierna, apoyé la palma de mi mano en su cara para seguir besuqueando su esbelto cuello, y Mónica se abrazó a mí con más fuerza. Volví a posar sus labios en su mejilla y ahora ella me daba besitos a mí por la cara, hasta que nuestras bocas entraron en contacto y saqué la lengua para que Mónica la atrapara entre sus labios.

¡Nos estábamos morreando de pie en su cocina!

El resto sucedió muy deprisa, bajé las manos a su culo y las metí por dentro de sus mallas y sus braguitas, fue una delicia poder tocar por primera vez la suave piel de sus glúteos y después me desabroché el pantalón vaquero tirando con fuerza para soltarme los tres botones de mi bragueta.

―Adrián, ahhhhhhh, nooooo, por favor... ―me suplicó con la mirada.
―Shhhh, cállate, ¡voy a follarte! ―dije volteándola sobre la encima de la cocina.

Pegué un tirón fuerte y seco a sus mallas grises, bajándoselas con rapidez y su culazo apareció ante mí, Mónica abrió las piernas todo lo que sus braguitas le permitían, se habían quedado a medio bajar haciendo presión en sus muslos y ella se inclinó hacia delante sacando las caderas hacia fuera.

Tuve que agacharme para ver ese culo bien de cerca, era la primera vez que lo tenía así, aparté sus glúteos con devoción y metí la cabeza entre ellos, ni me lo pensé dos veces cuando introduje la lengua hasta el fondo de su ano por lo menos un par de centímetros y Mónica gimió desesperada mientras le comía el ojete. Parecía un puto perro chupando aquel culo que me volvía loco. Pegué unos lametazos tremendos en toda la longitud de su culo, y después hice fuerza, poniendo la lengua tensa para poder penetrarla con ella otra vez.

Todavía protestó un poco. No estaba cómoda del todo o no debía estar acostumbrada a que le hicieran algo tan sucio.

―¡Nooooo, ahhhhhhhhh, Adrián, noooooooo!

Yo hubiera estado horas comiendo su culazo, pero no iba a dejarla escapar, me incorporé detrás de ella sacándome la polla y se la puse entre las piernas, froté la entrada de su coño varias veces, restregándosela arriba y abajo y Mónica volvió a gemir. Esta vez no me quedé con la duda y bajé la mano para comprobar lo mojada que estaba. Con total facilidad le introduje un par de dedos en el coño y los saqué completamente empapados, luego me limpié en su piel pasando la mano por su nalga derecha y antes de metérsela le solté un buen azote, ¡PLAS!, haciendo que las piernas de Mónica se pusieran en tensión.

―Ahhhhhhhhh, ¡¡me has hecho daño!! ―protestó Mónica que seguía inclinada en posición sumisa sobre la encimera.

Ver los cinco dedos de mi mano marcados en su piel me encantó y sin pensármelo más puse la polla a la entrada de su coño y con un ligero empujón se la metí hasta que mi pubis chocó contra sus glúteos.

Mónica gimió en alto e intentó, sin éxito, abrirse más de piernas, pues sus braguitas a medio bajar se lo impedían. Puse mis manos firmes sobre su cintura y la embestí con fuerza haciendo que nuestros cuerpos hicieran ruido al chocar. Me la follé con pasión, con ganas y a toda velocidad, para no dar ni un segundo de tregua a Mónica que disfrutaba como una loca cerrando los ojos.

Estaba tan cachondo que volví a azotar su culo, casi en el mismo sitio que la otra vez, un impacto duro y seco que tensó las piernas y los glúteos de Mónica, ¡¡PLAS!!, restalló en la cocina mientras mi polla seguía entrando y saliendo sin descanso.

―¡¡Me encanta follarte!! ¡¡Me vuelves loco, Mónica, me vuelves loco!!

Me incliné hacia delante, entrelazando los dedos de mi mano con los suyos, sin dejar de follármela, nunca había embestido desde atrás un culo parecido, ese sonido ¡plop, plop!, cada vez que nuestros cuerpos chocaban me estaba volando la cabeza.

Era increíble lo fácil que me había resultado volverme a enrollar con Mónica, en ese momento me acordé de uno de los chicos de la peña de los mayores en mi pueblo, siempre fanfarroneaba con las tías con las que se había acostado y nos decía que lo difícil era follárselas por primera vez, que las siguientes veces ya venían rodadas. Y efectivamente así había sido con Mónica.

Yo solo quería consolarla, por eso me acerqué a ella mientras lloraba, pero en cuanto la abracé sentí el calor que emanaba su cuerpo y lo excitada que estaba solo por mi presencia. Por eso quería que me fuera del chalet.

Que yo estuviera allí viviendo con ella era una tentación que no iba a poder resistir.

El tercer azote en su culo fue posiblemente el más fuerte, ¡¡¡PLASSS!!!, aunque Mónica ya no protestó, solo gimió mordiéndose los labios y poniendo cara de puta. Casi no me había dado cuenta, pero ella había comenzado a mover su culo hacia atrás buscando el contacto con mi cuerpo y buscando que mi polla entrara hasta lo más profundo de su ser.

La sujeté de la cintura, clavando los dedos en sus costillas y un gemido extraño acompañado de pequeñas convulsiones, me indicó que Mónica iba a llegar al orgasmo. Con nuestros movimientos acompasados y Mónica sacando el culo hacia fuera aceleré el ritmo hasta hacerla gritar de placer.

―¡¡¡¡Ahhhhgggg sííííííííííí, me corrooooooo, me corrooo!!!!! ¡¡¡¡Síííííííí!!!! ―chilló Mónica.

Con potencia y sin detenerme eyaculé dentro de ella. Mi polla se fue vaciando en su interior y yo seguí embistiéndola destrozando su trasero, llegando al orgasmo simultáneamente con Mónica como el día de la piscina. Esta vez ni tan siquiera avisé cuando me corrí dentro, y al terminar me salí de ella inmediatamente dando dos pasos para atrás.

Mónica se quedó jadeando, con las piernas abiertas. La imagen era sublime y me recreé unos segundos en ella. Tenía el culo rojo, mi mano marcada en su glúteo derecho, y un enorme chorro de semen no paraba de gotear desde su coño hasta las braguitas. Quería guardar esa instantánea en mi cabeza para pensar en Mónica durante las vacaciones.

Tampoco iba muy sobrado de tiempo, así que antes de subirme los pantalones me acerqué a ella otra vez para pasar mi erecta polla entre sus piernas, Mónica no pudo reprimir un gemido cuando rocé su coño con mi babeante verga y tiré de su pelo para incorporarla, obligándola a girar el cuello para que se fundiera conmigo en un beso guarro y lascivo.

―Tengo que irme ya... pero estaría horas follándote así ―dije frotando mi polla entre sus labios vaginales.

Ella seguía con la respiración acelerada, parecía que el orgasmo le había sabido a poco así que metió la mano entre las piernas para intentar agarrármela, y cuando sentí sus dedos acariciando mi venoso tronco me retiré hacia atrás.

―No tengo tiempo... cuando vuelva te follaré todas las veces que quieras... ―dije subiéndome los pantalones a modo de despedida, soltándole un pequeño azote y dejando a Mónica confundida, excitada y con ganas de más.

Tuve que resistirme para no ceder en la tentación otra vez, pero salí del chalet con la convicción de que ella ya no iba a tener inconveniente en que yo pasara el último trimestre allí. Durante el viaje al pueblo en el bus llevaba en la lengua el sabor de su culo y me pasé la mano por la nariz oliendo el dulce aroma de su coño.

Creo que no se me bajó la erección en la hora que duraba el viaje.

Me pregunté qué iba a suceder cuando volviéramos a vernos. No iba a tener que esperar mucho tiempo. Tan solo íbamos a estar separados doce días.



PARTE 3
 
Buuuffff....!!!!! 😱😱😱😱😓😓😓😓 Bestial... Cuanto más lo leo más me gusta... 👌👌👌👌👌 Voy a ver si consigo la segunda parte aunque no está editada en papel... :aplausos1::aplausos1::aplausos1::aplausos1::aplausos1::aplausos1::dancer1::dancer1::dancer1::dancer1::dancer1: Eres todo un crack....!!!! 🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 
PARTE 3



28



Abril 2012


Las vacaciones de Semana Santa se me hicieron eternas en el pueblo, salí con los colegas un par de veces, pero tenía la cabeza en otra parte. Estaba ausente, como si fuera un fantasma. Los últimos días en el chalet habían sido muy intensos, subido en una montaña rusa de emociones que me habían dejado los nervios a flor de piel.

Y no era para menos.

Había conseguido follarme a Mónica en la piscina y cuando me las prometía muy felices todo se había desmoronado, ella me pidió que me fuera del chalet y ni tan siquiera quería hablar conmigo. Con lo que me había costado poder llegar hasta ella, algo que me parecía inalcanzable por el mes de septiembre, y en un suspiro lo había perdido todo. Por suerte, el último día pude reconducir la situación con Mónica, y no solo eso, terminamos follando desesperadamente en la cocina en un polvo rápido e improvisado que había terminado con su resistencia.

Después intenté mantener la cabeza fría dejándola con los pantalones bajados, cachonda y con ganas de más, mientras mi corrida no dejaba de gotear en su empapado coño.

Esa imagen no se me fue de la cabeza durante las vacaciones, ni sé las veces que terminé masturbándome pensando en Mónica, fantaseando con los dos meses y medio que tenía por delante en el chalet junto a ella. Era un mar de dudas, realmente no sabía lo que iba a encontrarme a la vuelta.

Había varios temas que me preocupaban, sobre todo que Fernando se pudiera enterar de la aventura que estaba teniendo su mujer conmigo, me daba pena por él, pues era una persona muy buena, y siempre me había tratado fenomenal, pero el deseo de follarme a Mónica me nublaba la razón, aquella mujer destilaba morbo por cada poro de su piel, y me volvía loco, literalmente. Luego estaba Elvira, y ahora mi relación con ella podría verse muy complicada por este asunto, por lo que no quería que se enterara aunque nos gustara fantasear con Mónica, era una gran amiga y mi mejor apoyo en la facultad y deseaba que así siguiera siendo y por último estaba el tema de los estudios que de momento llevaba muy bien, y no quería que mis líos amorosos pasaran factura en las notas finales con todo el trabajo que había hecho.

De momento, lo primero era volver al chalet, tenía muy claro lo que tenía que hacer con Mónica y cuál debía ser mi estrategia a seguir. Ya conocía su carácter, su forma de actuar y ahora que había conseguido mi principal objetivo quería ir un paso más allá.

Follarme a Mónica cuando me diera la gana.

El domingo regresé al chalet, por la mañana había avisado a mis caseros que llegaría tarde, sobre las 21:30 o así y les dije que no contaran conmigo para la cena. Yo sabía que a esa hora ya no estaba Fernando en casa, no quería encontrarme con él, y en cuanto llegué subí a la habitación. Supuse que Mónica se estaría dando su baño diario y me quedé preparando las cosas para el día siguiente en la universidad y poniéndome el pijama.

Una hora más tarde bajé al salón y Mónica estaba leyendo en el sofá con la tele apagada y la luz de la lámpara de pie a muy poco intensidad, creando un clima agradable para su lectura.

―Hola, ya estoy aquí... ―dije quedándome de pie junto a ella.
―Hola, Adrián ―me contestó desviando la mirada hacia mí.
―¿Qué tal las vacaciones?
―Bien, vamos, como siempre, tampoco hemos hecho nada especial, hemos salido a la sierra un par de veces y poco más... ¿y tú?
―Yo, igual, poca cosa, he salido un par de veces con los colegas y he estado estudiando, que en nada llegan los exámenes finales.
―Muy bien.
―Bueno, me voy a subir a dormir, mañana nos vemos...
―De acuerdo, que descanses, hasta mañana...

La conversación fue breve, corta y formal, apenas duró un par de minutos y volví a la habitación sin intentar lo más mínimo con Mónica. Me gustó encontrármela tan tranquila y que no me hiciera ninguna mención a que me fuera del chalet. Parecía que ya había interiorizado lo que había pasado entre nosotros y se le había pasado ese primer sentimiento horrible de culpabilidad que debía tener consigo misma.

El lunes me levanté pronto, hice diez minutos de flexiones, me pegué una ducha y a las siete y cuarto ya estaba desayunado. Apenas saludé a Mónica con un “buenos días” mientras ella estudiaba en el salón y temprano y con tiempo suficiente salí a la facultad para reanudar las clases.

Me gustó ver a todos los amigos, a los profesores, a Paula. Todo seguía igual que siempre.

Durante las vacaciones la relación de Laura y Sergio se había ido afianzando y en los descansos entre clase y clase no se separaban ni un segundo. Por supuesto, en el rato del almuerzo Sergio ya empezó a organizar la primera fiesta del viernes por la noche y terminé ofreciendo la bodega del chalet para cenar juntos. Apenas pude hablar con Elvira, lo suficiente para quedar con ella para estudiar por la tarde en mi casa y poco más.

En cuanto terminaron las clases salí para casa, Mónica ya tenía preparada la comida, una ensalada de pasta y unos filetes de lomo en salsa y durante la misma le estuve comentando lo de la cena del viernes con mis compañeros de universidad. Yo intentaba actuar con normalidad y ella también, pero se notaba que no estábamos igual que antes, algo había cambiado entre nosotros, era como que había una cierta tensión constante y ambos teníamos que medir muy bien las palabras que decíamos, los gestos, cada movimiento. Una sensación “extraña” que se había acentuado en Mónica que ya no se la veía tan segura de sí misma, ahora parecía despistada, se olvidaba de cosas, estaba titubeante, e incluso actuaba con cierta timidez, como si estuviera avergonzada de lo que había pasado. Y no era para menos.

Después de recoger y dejar la cocina limpia subí a la habitación y me eché una pequeña siesta esperando a que viniera Elvira. Sabía que iba a llegar puntual a las cuatro, siempre lo hacía y era una cosa que me encantaba de mi amiga. Estuvimos estudiando un par de horas lo que habíamos visto por la mañana en clase y sobre las seis nos tomamos un pequeño descanso.

Me quedé mirando lo guapa que había venido Elvira, con un vestido largo ceñido al cuerpo de color gris, botas militares y el pelo recogido en una coleta. La verdad es que llevar tantos días sin follar, esa energía sexual que existía en casa cada vez que estaba con Mónica y el magnetismo tan particular que trasmitía Elvira, hacía que llevara dentro una tensión que se iba incrementando poco a poco y que me tenía cada vez más excitado. Estuvimos hablando de lo que habíamos hecho en vacaciones y al final salió el tema que estaba esperando.

―Por lo que veo sigues aquí, ¿qué tal ahora con Mónica? ¿Al final cambió de opinión?
―Sí, bueno... estuve hablando con ella los últimos días antes de vacaciones, como tú me dijiste...
―Me alegro que os entendierais y la convencieras para quedarte aquí, hubiera sido una putada tener que buscarte otra cosa, queda poquito para final de curso.
―Pues sí, estuvimos hablando la noche del martes y sobre todo del miércoles, le dije que por favor me dejara quedar, que no iba a dar ninguna guerra y que en Junio cuando fuera ya no tendría que preocuparse más por mí...
―¿Y te dijo que te quedaras?
―Tampoco es que me dijera que sí, ni que no, pero ya se dio cuenta que no había recogido nada en mi habitación y que no estaba dispuesto a marcharme.
―Bueno, si al menos lo habéis arreglado por las buenas... aunque tampoco es que hubiera nada que arreglar... ¿no?
―Pues no, fue después de salir el sábado, ya sabes, lo que te conté la otra vez...
―Sí, eso es que tuvo pensamientos lujuriosos contigo o algo así... mmmmmmm... ¿y ahora cómo está la situación con Mónica?, me imagino que no será fácil después de que te dijera que te marcharas...
―Pues ayer estuvimos hablando y hoy hemos comido juntos como si nada, con total normalidad, como si no hubiera pasado nada entre nosotros, así que muy bien...
―Me alegro de que la convencieras por las buenas... venía pensando mientras venía aquí que quizás te la habías follado para hacerla cambiar de opinión... ―me dijo con voz morbosa poniéndose de pie y acercándose a mí para abrir las piernas y dejarse caer sobre mis muslos a la vez que me rodeaba el cuello con los brazos.
―¡Elvira!
―Shhhhhhhh...

Acercó su boca a la mía y entremezclando sus dedos con la parte de atrás de mi pelo me dio un beso suave sacando la lengua y chupándome con sensualidad los labios. Yo le correspondí y terminamos morreándonos sobre la silla mientras yo sobaba sus tetazas por encima del vestido. Cuando ya me tenía con la polla dura se levantó y volvió a ponerse en su sitio poniéndose a estudiar sin prestarme atención.

No entendí muy bien a qué había venido eso, pero me dejó ciertamente confundido y con la polla a punto de reventar bajo los pantalones.

Elvira cada vez me tenía más descolocado, pero estaba claro que le gustaba fantasear con que me follaba a Mónica, incluso estuve a punto de confesarle nuestra aventura, aunque al final decidí no contárselo. Un rato más tarde se marchó a su casa despidiéndome con un pico en los labios y escuché cómo charlaba unos minutos con Mónica en la planta baja.

Cuando ya se había ido fui a la cocina para ayudar a Mónica a preparar la cena, estaba haciendo crema de verdura y pescado a la plancha. Cenamos juntos sin apenas hablarnos y cuando terminamos le dije que se podía ir que ya me quedaba yo limpiando, a pesar de mi insistencia, Mónica se quedó conmigo, fregamos los platos y dejamos todo recogido haciendo una buena labor de equipo.

―Voy a darme un baño, si no te veo ya, hasta mañana ―me dijo ella subiendo por la escalera hasta su habitación.
―Hoy bajaré yo también a la piscina, la he echado mucho de menos...
―Vale, saldré puntual a las nueve y media.
―No te preocupes, tú tómate el tiempo que necesites... no tengo prisa.

Fui por la escalera tras Mónica y seguí hasta mi habitación, me recosté en la cama mirando el móvil, y cuando faltaban diez minutos para la hora me desnudé por completo y me puse el albornoz encima. Después de lo que había pasado por la tarde con Elvira, la sensación del algodón caliente rozando mi polla, y saber que Mónica iba a estar en la piscina hizo que ya tuviera una erección considerable.

Cinco minutos antes de las nueve y media me presenté en la piscina y me quedé sentado viendo nadar a Mónica. Ella miró la hora y se dio cuenta de que todavía le quedaba un poco de tiempo, pero no se sorprendió por verme allí.

―Ahora salgo... ―me dijo.

Yo apenas le hice caso y me quedé con el móvil como si la cosa no fuera conmigo, pero dejé de mirar la pantalla cuando ella comenzó a salir con un bañador rojo de cuerpo entero. Me gustaba cómo se le marcaban las tetas y se le metía la tela entre los cachetes de su culazo. Yo no tenía ninguna prisa en bañarme, y ella parecía que tampoco en secarse. Habíamos entrado en una especie de guerra psicológica y cada uno estaba jugando sus armas.

Sin decirme nada se estuvo escurriendo el pelo delante de mí y cuando terminó se puso el albornoz y una toalla en la cabeza. Ella sabía perfectamente que yo no llevaba bermudas, por eso no me metía en la piscina y además, que la estaba observando sin cortarme un pelo.

―Buenas noches ―dijo saliendo de la zona de baño y dejándome con una erección considerable.

En cuanto me quedé solo me quité el albornoz para meterme en la piscina climatizada. Tenía un agradable cosquilleo en el estómago y un calentón importante. Me encantaba cómo Mónica se había lucido delante de mí, no sé si insinuándose o solo habían sido imaginaciones mías, pero las sensaciones respecto a ella no podían ser mejores.

Me estaba creando unas expectativas en mi cabeza que me ponían a mil, pero tenía que seguir mi plan hasta que ya no pudiera más. Y por cómo palpitaba mi polla bajo el agua no iba a poder aguantar mucho tiempo con ese juego.

El resto de la semana continuó igual, Elvira vino a estudiar todos los días hasta el jueves y yo seguí comiendo y cenando con Mónica, aunque el ambiente seguía raro entre los dos. Era evidente que ya no podíamos tener la misma complicidad de amistad o ese cariño entre nosotros después de lo que había pasado antes de Semana Santa y vivíamos en una especie de calma tensa que precede a la tormenta que se podía desatar en cualquier momento.

El martes bajé a la piscina e hice lo mismo que el lunes, esperé a que Mónica saliera del agua y ella se quedó unos minutos delante de mí, dándome la espalda y escurriéndose el pelo mientras me mostraba su poderoso culo. El miércoles, sobre las diez y media de la noche fui yo el que entró al salón después de bañarme en la piscina, al pasar vi que Mónica estaba viendo la tele y me senté en albornoz a su lado, con toda la tranquilidad del mundo, comentamos un par de cosas de la serie que estaban dando en la primera y cuando terminó nos fuimos los dos a la cama.

La tensión sexual entre los dos iba en aumento y ahora era algo que se podía percibir con claridad.

El jueves di un paso más en mi plan, y después del numerito de Mónica al salir de la piscina y secarse el pelo me puse de pie y me quité el albornoz, ¡quedándome completamente desnudo delante de ella! Mónica no se esperaba que hiciera eso y a mí me encantó la sensación de provocarla y mostrar la poderosa erección que lucía mientras bajaba por la escalera.

Esa noche ni tan siquiera se despidió de mí cuando salió de la zona de baño aturdida por lo que acaba de pasar.

El círculo se estaba cerrando y era evidente que ya no podíamos aguantarnos más. Ni ella ni yo.





29



El viernes me levanté demasiado excitado, la noche anterior no me había masturbado y me metí en la cama con todo el calentón por lo que había pasado en la piscina. Quedarme desnudo delante de Mónica me había gustado tanto que estaba deseando repetirlo, aunque para eso iba a tener que esperar al domingo.

Por la noche venían a cenar los amigos al chalet y el sábado ya habría regresado Fernando de su trabajo en Madrid. Salí de la facultad a las dos en punto después de haber quedado con los compañeros a las diez y Mónica ya me tenía hecha la comida.

Se me hacía extraño comer con ella como si nada, sabiendo lo que estaba pasando entre nosotros, además, por la tarde me había dicho que nos iba a preparar unas pizzas caseras para que cenáramos en la bodega y yo me ofrecí a ayudarla. Intenté convencerla para que nos acompañara, pero Mónica estaba firme en su decisión, esta vez no iba a cenar con nosotros, según me dijo quería volver a su rutina diaria de estudio que había descuidado con tanta salida y tanta fiesta.

A las siete salí de la habitación y Mónica estaba a punto de empezar su clase de yoga en el salón. Le pregunté si la podía acompañar y ella sacó otra esterilla que extendió en el suelo a su lado. Ya casi se me había olvidado lo que era hacer una hora de yoga con Mónica, me ponía mucho cómo se le marcaba el culo con sus mallas negras Nike y eso no ayudaba precisamente a que me tranquilizara, pero los diez últimos minutos dedicados a la respiración hizo que terminara en un importante estado de relajación.

Terminamos la clase y Mónica, se puso una cinta en el pelo y una sudadera de capucha antes de meternos en harina, nunca mejor dicho. Sacó los ingredientes y comenzamos a preparar una masa fresca de pizza en la cocina.

―Ha estado muy bien la clase, me ha gustado mucho.
―Gracias, me alegra que te haya gustado.
―Me gustaría que esta noche cenaras con nosotros, luego si quieres no bebas ni salgas de fiesta, pero por lo menos ven a cenar.
―Déjalo, Adrián, que luego me conozco yo a tus amigos y ya sé cómo terminan vuestras cenas.
―Bueno, invitada estás, ya lo sabes...

Cuando ya estaba todo preparado extendió harina en la mesa y fue extendiendo la masa con una especie de rodillo.

―Esto está casi listo, vete sacando los ingredientes para la pizza... ―me pidió.

Abrí el frigorífico y me quedé mirando a Mónica cómo se esforzaba en trabajar la masa. Se debía haber rozado la cara sin querer pues se había manchado la cinta del pelo.

―Tienes harina hasta en la cinta...
―Me supongo, no te preocupes, vamos a terminar y dejamos la cocina recogida.
―Y en la nariz...
―¿En la nariz también?
―Sí ―dije poniendo mi dedo sobre la mesa y luego manchándole la punta... ―. Ahora sí...
―¡Muy gracioso! ―dijo ella sin dejar de extender la masa.

Luego me pringué otros dos dedos y se los pasé por la mejilla.

―Y ahora la cara...
―¡Adrián!

Después posé la palma de la mano completa en la mesa.

―¡Ni se te ocurra!

Hice como que iba a posarla en su cara, pero a última hora bajé la mano dando a Mónica un pequeño azote y dejando mi mano blanca de harina impresa en sus mallas deportivas. Ella soltó el rodillo y cuando quiso hacer lo mismo que yo la sujeté por la muñeca impidiéndoselo.

Entonces nos quedamos frente a frente, con la respiración agitada, Mónica intentó volver a su tarea, pero sin mucho convencimiento y yo no dejé que lo hiciera tirando de ella para que siguiera en la misma posición. No hablábamos, solo nos mirábamos fijamente sin decirnos nada. Tampoco hacía falta.

Esta vez fue ella la que se lanzó a mi boca y yo le quité la cinta del pelo antes de bajar las dos manos a su culo, tenía tantas ganas de sobar ese trasero que se lo apreté con ganas, no tardé nada en meter los dedos por dentro del elástico de sus mallas y sus braguitas para llegar a su suave piel desnuda. Nuestras lenguas se mezclaban en la boca en un beso intenso y desesperado.

―Vamos a mi habitación... ―dije sin perder un segundo.

Cogí de la mano a Mónica y tiré de ella para guiarla escaleras arriba. Como una peli erótica de los noventa nos fuimos desnudando sin dejar de besarnos, tropezamos unas cuantas veces dejando nuestra ropa tirada por el suelo como si fueran migitas de pan que iban mostrando el camino hasta mi cuarto y al llegar allí Mónica tan solo llevaba puesto el sujetador y sus braguitas y yo los calzones que me quité antes de ponerme sobre ella.

Mónica se tumbó boca arriba en mi cama y yo pasé las manos por su espalda para desabrocharle el sujetador, fui bajando mis labios por la mejilla y su cuello, deslizándome hacia abajo hasta que llegué a sus preciosos pechos. Los pezones de Mónica estaban duros y erectos, y gimió cuando me los metí en la boca chupándolos con ganas. Amasé bien sus tetas unos segundos y luego tiré de las braguitas hacia abajo desnudando su depilado coño.

Era la primera vez que se lo veía tan cerca.

Estaba rasurado y tenía un brillo especial, quería saborearla, comprobar cómo sabían sus jugos cuando estaba excitada, y Mónica me esperó con las piernas bien abiertas, pero en cuanto puse mi lengua sobre su empapada rajita ella apenas me dejó disfrutar de ese manjar y tiró fuerte de mi pelo para subirme hacia arriba.

Mónica no podía esperar más.

Quería mi polla. Quería que se la metiera. Quería que la follara duro. Quería sentir mis huevos golpeando una y otra vez contra su mojado coño de zorra. Quería... ser mi puta.

Ella misma me agarró la polla, empuñando mi potente erección y se la colocó a la entrada, estaba ansiosa, desesperada y se frotó mi verga contra ella un par de veces en un gesto sucio y soez antes de poner una mano sobre mi culo mientras que con la otra guiaba mi verga a su coño. Entro suave y con fluidez y un calor me envolvió de repente.

Ya había conseguido su objetivo y ahora, una vez penetrada, bajó las dos manos a mi culo agarrándome los glúteos con ganas y acompañando mis movimientos para que se la metiera lo más profundo posible.

Otra vez estábamos follando.

Mi polla entraba y salía sin descanso de Mónica, sentía su humedad en mis pelotas que estaban húmedas por los jugos que ella iba soltando. Con cada embestida ella gemía como si le fuera la vida en ello y yo seguía martilleando su coño sin piedad, follándomela lo más fuerte que podía. Varias veces acallaba sus gemidos besando su boca y ella recibía ansiosa mi lengua sin dejar de mover sus caderas debajo de mí.

Me hubiera gustado probar otras cosas, cambiar de postura, disfrutar de Mónica durante horas, pero las pequeñas convulsiones de su cuerpo me indicaron que estaba a punto de correrse. Ya empezaba a conocer esos pequeños gestos y detalles que me anunciaban el inminente orgasmo de Mónica. Se abrazó con fuerza a mi espalda y cruzó las dos piernas sobre mi espalda gimiendo todavía más alto.

―¡¡¡Ahhhhhh sigueeeeee, sigueeeeeee, ahhhhhhhh, síííííííí!!! ¡¡¡Vamos, córrete conmigo!!! ¡¡Córrete dentro de mí!! ―me ordenó mientras llegaba al clímax.

Creo que podría haber durado un poco más, tampoco mucho, estaba deseando soltar la tensión que llevaba acumulada toda la semana y la voz de Mónica gimiéndome en el oído para que me corriera dentro de ella hizo el resto.

Embestí con fuerza cinco o seis veces más y mis huevos golpearon su coño por última vez antes de que mi polla explotara en su interior. Mónica notó las contracciones de mis glúteos mientras me vaciaba dentro de ella y me animó a que siguiera haciéndolo.

―¡¡Asíííí, eso es... mmmmmmm, ahhhhhh, córrete, sigueeee, córrete dentro de mí, másssss, mássssss...!!! ―chilló loca de placer.

Fue un orgasmo delicioso, enganchado a Mónica como si fuéramos una sola persona. Ella no dejó de abrazarme con los brazos ni con las piernas hasta que la última gota de semen se quedó en su interior. Nos miramos unos segundos, la cara de Mónica estaba encendida y tenía la boca entreabierta, lo que aproveché para meter la lengua en ella empezando a morrearnos de nuevo.

Seguíamos tensos, crispados, con ganas de más.

Sus brazos se relajaron y sus piernas perdieron tensión volviendo a su estado original, quedándose abierta de par en par encima de mi cama. Aproveché ese momento para salirme de dentro de ella y mi polla fue apareciendo dura y pringosa dejando a Mónica con el coño bien abierto.

―¡¡Qué pasada!! ―exclamé dejándome caer a su lado.

Miré su cuerpo, pasé una mano despacio por su ombligo y acaricié despacio sus pechos, que ahora estaban demasiado sensibles. Mónica no decía nada, solo jadeaba y respiraba agitadamente tratando de recuperarse del polvazo que acabábamos de echar. Su depilado coño brillaba radiante y excitado y mi lefada empezó a salir de su interior.

Me encantaba correrme dentro de Mónica.

―¡¡Eres fantástica!! ¡¡Voy a follarte todos los días!! ―dije pasando un dedo por su rajita empezando a jugar con el semen que escurría hacia la colcha de mis sábanas.

De repente comenzó a sonar el teléfono móvil de Mónica, lo tenía en la mesilla de su habitación y ella pegó un bote de mi cama saliendo del trance en el que se encontraba.

―¡¡Mierda, es Fernando!! ―dijo ella corriendo escaleras abajo.
―Pero, ¿viene mañana, no? ―pregunté acojonado saliendo detrás de Mónica.

Comenzó a hablar con su marido por el móvil y los dos fuimos escaleras abajo recogiendo la ropa que habíamos ido dejando por el camino.

―¡Sí, es que tenía el móvil en la habitación y he subido corriendo! ―dijo Mónica justificando su respiración acelerada.

Mientras hablaba con Fernando se fue poniendo las braguitas y los pantalones y yo me quedé mirándola desnuda de cintura para arriba sentada en un banquillo de la cocina, donde descansaban las masas de las pizzas a medio hacer. Ni tan siquiera me había dado cuenta de la hora, pero tampoco teníamos mucho tiempo para terminarlas y yo todavía me tenía que pegar una ducha antes de que vinieran mis amigos.

Cuando terminó de hablar con su marido, Mónica se quedó un poco rara y luego pegó un suspiro profundo, dejando salir lo que llevaba dentro.

―¡Joder, estoy perdiendo la puta cabeza! ―dijo poniéndose el sujetador, la camiseta y recogiendo la cinta del pelo que estaba tirada en el suelo llena de harina.

Supe interpretar ese momento y no quise forzar más la situación, me acerqué a ella para comenzar a picar los ingredientes de las pizzas, y entre los dos terminamos de hacerlas sin hacer ninguna mención a lo que acababa de pasar en mi habitación. Con las pizzas preparadas limpiamos la cocina y dejamos todo recogido. Se nos había hecho un poco tarde, pero todavía le daba tiempo a Mónica a darse un pequeño baño en la piscina antes de que vinieran mis compañeros y yo subí a ducharme y a vestirme.

Esa noche ya no volví a ver a Mónica, no tardaron en llegar mis amigos y mientras lo hacían fui metiendo las pizzas en el horno. Nos juntamos ocho en la bodega y todos me preguntaron por Mónica, pero les dije que no nos iba a acompañar. Se quedaron bastante extrañados de que ni tan siquiera bajara a saludar, pero yo la excusé diciéndoles que no se encontraba muy bien y que les mandaba recuerdos.

Solo Elvira sabía y entendía lo que estaba pasando y nos miramos con complicidad sin que nadie se diera cuenta.

En cuanto empezamos a jugar al ocalimocho nos olvidamos de Mónica y salimos del chalet bastante tarde para tomarnos un par de copas en el bar que estaba al lado. Fiel a nuestras costumbres y con una buena borrachera encima, terminamos en “El jardín del Edén” y cuando Sergio y Laura comenzaron a enrollarse decidí que era el momento de irme con Elvira y acompañarla hasta su casa.

Entramos al portal y estuvimos morréandonos cinco minutos hasta que nos pusimos bien calientes.

―¿Qué tal hoy con Mónica?... la he echado de menos... ―me preguntó de repente.
―Bien, hemos estado haciendo las pizzas juntos, y después nos hemos liado, una cosa ha llevado a la otra y... hemos terminado follando en mi habitación... ―le conté a Elvira como si fuera una fantasía.
―¿Ah, sí?, mmmmmmmm... ¿y te la has follado bien? , cuéntame lo que habéis hecho... ―dijo susurrando con voz de zorra, siguiéndome el juego.

No podía creerme lo increíblemente morbosa que era Elvira, ahora me estaba pidiendo detalles de mis supuestos encuentros con Mónica

―¿En serio lo quieres saber? ¿Te excita eso?
―Sí, ¿y sabes una cosa?... no me extraña que te guste, reconozco que Mónica tiene un polvazo... me pone mucho el culo que tiene... ―dijo dejándome con la boca abierta.
―¿Te gustan las tías también?
―En esta vida hay que probarlo todo, ¿no? ―dijo sacándome la polla.

Y mientras me la meneaba a las cinco de la mañana en su portal, sin importarle que pudiera entrar algún vecino y nos pillara así, le relaté el polvazo que había echado con Mónica en mi cama por la tarde como si me lo estuviera inventando. Elvira se puso tan cachonda que me agarró de la mano y bajamos al descansillo que daba acceso al garaje y allí me pidió que la sodomizara.

Terminé la noche corriéndome dentro del culo de Elvira y volví a casa completamente exhausto, pero feliz y relajado. No creo que tardara en dormirme más de cinco segundos en cuanto me metí en la cama.

Todavía tenía el perfume de Mónica en la colcha.
 
30



Cuando desperté Fernando ya estaba en casa, había dormido nueve horas y eran casi las dos de la tarde. Me pegué una ducha rápida antes de aparecer por la cocina y Fernando y Mónica estaban con el plato encima de la mesa, a punto de comer.

―Pensamos que no te ibas a levantar, te había guardado la comida en el frigo... ―dijo Mónica.
―Muchas gracias, sí, ayer se nos hizo un poco tarde.
―Ya nos hemos dado cuenta...

Mónica hizo el gesto de levantarse para calentarme la comida, pero yo no dejé que lo hiciera.

―No te preocupes, tú sigue comiendo que creo que eso puedo hacerlo yo solo...
―De acuerdo.

Se me hacía muy raro estar con ellos en la mesa después de haberme acostado con Mónica. Fernando le estaba contando a su mujer cosas del trabajo y yo asistía a la conversación en silencio, pensando en cuándo sería la próxima ocasión que iba a poder estar a solas con ella. En cierta medida, me daba pena por el bueno de Fernando, no se merecía que le hiciéramos eso, ni su mujer ni yo, pues a mí siempre me había tratado fenomenal. Pero el morbo me invadía por completo.

Mónica era una tentación demasiado irresistible.

Y cuando terminamos de comer Fernando nos dijo que se iba a echar la siesta en el sofá, a él le gustaba acostarse allí una hora, sobre todo cuando venía los sábados de trabajar, y Mónica y yo nos quedamos recogiendo la cocina. Cuando estábamos a solas pasé por detrás de ella y le di una pequeña palmadita en el culo, Mónica se giró y me dijo en bajito.

―Aquí no, para, cuando esté Fernando en casa no...
―Lo siento, es que no puedo evitarlo ―contesté mordiéndome los labios―. ¿Está dormido?
―No lo sé, creo que todavía no...
―Pues vamos arriba...
―¡¡Shhhh, calla!! ¡¡Estás loco!!, ni se te ocurra hacer nada y te lo digo muy en serio...

Mientras yo metía los platos en el lavavajillas Mónica iba fregando la cazuela y limpiando la vitrocerámica, recogí las mesas de la cocina y terminé secando con un trapito lo que Mónica dejaba en la bandeja. Nos miramos un par de veces en silencio, se palpaba la tensión sexual entre nosotros y cuando sequé tres vasos me acerqué donde estaba Mónica y abrí el armario que estaba sobre ella para dejarlos, eso sí, no desaproveché la oportunidad de pasar mi empalmada polla por su culo.

―¡Para, estate quieto! ―susurró Mónica.
―No he hecho nada, solo iba a dejar los vasos, perdona.

Pero inconscientemente a ella se le escapó la vista, mirando hacia abajo y comprobando que efectivamente estaba bien duro lo que acababa de sentir rozando su cuerpo. Noté cómo se le encendían las mejillas, y se dio prisa por terminar para subir a su habitación a echarse la siesta.

Antes se asomó al salón y comprobó que Fernando estaba dormido, y yo la seguí escaleras arriba. Cuando llegamos a la puerta de su habitación agarré su cintura y me pegué a su culo besuqueando su cuello. Mónica apenas se resistió y dejó unos segundos que mi polla se incrustara entre sus dos glúteos.

―¡Ahhhhh, Adrián!, no, ahora no, cuando esté Fernando en casa... no... ahhhhh! ―gimió sin poder evitar el placer que estaba sintiendo.

Hice que se diera la vuelta y nos quedamos frente a frente, con los labios a escasos centímetros y Mónica apoyó sus manos en mi cadera. En su cara pude leer el miedo que sentía por lo que estaba haciendo, pero también el deseo y su cuerpo comenzó a temblar levemente.

―Me pones mucho, no lo puedo evitar...
―Cuando esté Fernando en casa no podemos hacer esto.
―Ya lo sé, pero no sé qué me pasa contigo, mira cómo me tienes ―dije mostrándole el bulto que tenía bajo los pantalones―. Hazme una paja al menos...
―Adriánnnnnn, mmmmm... ―gimió ella, negando con la cabeza.
―No voy a hacer ruido y desde aquí podemos escuchar si Fernando sale del salón... venga, date prisa...

Mónica se asomó por la escalera para comprobar que no había nadie y me desabrochó con celeridad el nudo del pantalón de chándal. Con un pequeño tirón hacia abajo mi polla saltó por los aires y ella empuñó mi erección con su mano derecha, agarrándome el tronco con firmeza. Comenzó a meneármela a buen ritmo y yo me acerqué todavía más para pegar mis labios con los suyos. Mónica me correspondió tímidamente el beso, estaba más preocupada por que me corriera que de su propio disfrute.

En su cara podía ver el morbo por lo que estaba haciendo y volvió a mirar hacia abajo, aunque sabía que Fernando no iba a venir, luego se quedó observando mi polla y el ritmo de su paja disminuyó, era como que de repente quería que durara un poco más. Estaba claro que ella estaba disfrutando con aquello y deseaba tener mi polla entre sus dedos unos minutos más.

Bajé las manos hasta su culo metiéndolas por dentro de sus mallas y le robé un par de besos más, me encantaba que Mónica me estuviera pajeando al borde de la escalera bajo el marco de su habitación, y ahora, sintiendo el suave tacto de su culazo todavía me puse más cachondo.

―¡Quiero follarte! ―dije en bajito en su oído.
―¡Ni se te ocurra!
―No vamos a hacer ruido te lo prometo...
―No, no, para, para... ―protestó sin mucha convicción cuando comencé a bajar un poco sus mallas deportivas.

Desnudé sus glúteos e hice que Mónica se diera la vuelta apoyándose contra la pared, me puse detrás de ella restregando mi polla entre sus labios vaginales y Mónica sacó el culo hacia fuera volviendo a mirar escaleras abajo en un gesto instintivo. Todavía protestó una vez más, pero en cuanto sintió mi polla abriéndose paso en su interior apoyó las manos en la pared dejándose hacer.

Intenté follármela lo más despacio posible, sin hacer el más mínimo ruido salvo los pequeños suspiros que se le escapaban a Mónica, era un polvo suave, envolviendo su estómago con mis brazos y pegándome a ella lo más que podía. Le retiraba mi polla casi por completo y cuando estaba al borde empujaba otra vez clavándosela hasta el fondo, en un movimiento lento, pero amplio, y Mónica sentía cada centímetro de mi verga deslizándose dentro de ella.

Habíamos perdido la puta cabeza, follando en medio del pasillo con el marido de Mónica durmiendo la siesta en el salón, pero ni ella ni yo sabíamos que aquello podía darnos tanto morbo.

Lo descubrimos aquella tarde.

Ya no era solo que estábamos haciendo algo prohibidísimo, es que además la adrenalina de que nos pudiera pillar Fernando intensificaban todavía más las sensaciones. Era como un puto chute de placer.

Y poco a poco fui aumentando el ritmo, Mónica luchaba por reprimir sus gemidos, pero de vez en cuando se le escapaba alguno en bajito y su respiración se estaba empezando a acelerar. Yo le tapé la boca con la mano y la embestí con varios golpes secos hasta que no pude más y me corrí dentro de ella. Ahora fui yo el que ahogó los gemidos mordiendo el hombro de Mónica y mojando su camiseta con mi saliva. Me quedé temblando detrás de ella, con mi polla palpitando en su interior y Mónica me acarició la mano que rodeaba su cintura sintiendo cómo la inundaba con mi corrida.

Rápidamente saqué la polla de su coño y me subí a mi habitación, mientras Mónica se colocaba las mallas de deporte sin haber llegado al orgasmo. Tenía las mejillas encendidas y supuse lo que tenía que estar sintiendo en esos momentos cuando cerró la puerta de su cuarto. Me la imaginé sentada en su cama, excitada, con sentimiento de culpabilidad, asustada, sin saber muy bien lo que acababa de hacer, y notando mi semen empapando sus braguitas.

Estábamos jugando a algo muy peligroso. Y solo era el principio.




31


Por la noche había quedado con mis amigos de la universidad, después de arreglarme, sobre las diez, entré al salón para despedirme de Mónica y Fernando que estaban acurrucados en el sofá viendo una película tapados con una mantita. Me pareció muy romántica la imagen.

Ni por lo más remoto podría imaginarse Fernando que su mujer llevaba dentro mi corrida.

Estuvimos cenando en un japonés y luego estuvimos en varios bares tomándonos unas copas y bailando un poco. Elvira estaba muy atractiva con un peto vaquero y debajo llevaba una camiseta blanca ajustada que parecía a punto de explotar con sus enormes tetazas. No me separé de ella en toda la noche, pero cuando se acercó la hora de irnos para casa no sabía muy bien qué hacer. No quería que Elvira empezara a sospechar de mi aventura con Mónica, y para ello debía comportarme con normalidad y si dejaba de llevarla a casa para follar le podría parecer extraño ese comportamiento, pero tampoco quería que Mónica nos escuchara, me parecía de mal gusto acostarme con ella por la tarde y por la noche hacerlo con Elvira delante de sus narices.

Además, aunque solo tuviera 19 años tampoco iba a poder aguantar mucho ese ritmo, el viernes me había follado a las dos y llevaba el mismo camino el sábado. A pesar de haber follado por la tarde con Mónica tenía ganas de sexo y el alcohol y las tetas de Elvira me habían vuelto a poner muy cachondo.

Finalmente decidí llevarme a mi amiga a casa, entramos a mi habitación y ella me tenía preparada una nueva sorpresa. Nos estuvimos enrollando sentados en mi cama, la desnudé de cintura para arriba y estuve jugando un rato con sus pechos, Elvira se dejaba hacer y yo notaba cómo sus pezones cada vez se iban poniendo más duros.

Entonces Elvira apoyó las manos en la cama, echándose ligeramente hacia atrás y mostrándome impúdicamente sus tetazas. Las bamboleó de lado a lado con una sonrisa de zorra y después me pidió.

―¡Pégame en las tetas!
―¿Cómo dices?
―Quiero que me pegues, hasta que me hagas correr...
―¿Lo dices en serio? ¿Y puedes correrte así?
―Hace mucho que no lo hago, a decir verdad, solo un tío lo ha conseguido, ¿crees que podrás hacerlo?
―No lo sé, Elvira... no quiero hacerte daño.
―Hoy están muy duras y sensibles, no lo tienes muy difícil, ¡me encanta que me azoten duro en las tetas! ―dijo dándose ella misma una cachetada.

Yo estaba sentado a su lado y me quedé un poco extrañado por su petición, sabía de su gusto por los azotes y el dolor, pero ahora me estaba pidiendo que la golpeara hasta hacerla llegar al orgasmo. Nunca había escuchado nada parecido.

Y ella parecía muy dispuesta, creo que solo de pensarlo ya se había puesto cachonda y el tamaño de sus pezones así me lo indicaba, se le habían puesto erectos casi dos centímetros, me miró expectante a ver cuando empezaba a castigarla y ella misma se agarró los pechos tirando de uno hacia arriba para sacar la lengua y lamerse el piercing.

―¿Quieres hacerlo?... hoy estoy muy cachonda...
―No lo sé, Elvira, ufffff... me parece muy fuerte...
―Venga empieza ―dijo acercándose a mí y dejando caer a plomo la pesada teta que tenía en la boca.

Le solté un pequeño azote en su pecho izquierdo y ella cerró los ojos volviendo a recostarse ligeramente en la cama.

―¡Mmmm... muy bien, sigue!
―¡Joder, vamos a hacer mucho ruido!

Luego vino otro, también despacio, Elvira se mordió los labios y me miró desafiante.

―Así no vas a conseguir que me corra...

Entonces golpeé con fuerza otra vez su pecho izquierdo, y luego le solté otro azote, pero de arriba a abajo dando de refilón, para que la hiciera más daño. Elvira ronroneó, pero eso todavía era poco para ella.

―Mmmm, vas mejorando... sigueee... no pares... en este también me puedes dar si quieres ―dijo agarrándose el otro pecho.
―¡No chilles, zorra!, no quiero que nos escuchen...

Y comencé a castigar su teta izquierda prácticamente a un azote por segundo, lo hacía con golpes secos en varias trayectorias para no dar siempre en la misma zona, me daba igual por un lateral, hacia arriba o hacia abajo, pero después de un minuto su enorme pecho estaba demasiado colorado y Elvira ya gemía con la boca abierta.

―¡¡Joder, muy bien, dame más, dame más!! ¡¡Vas a lograrlo!! ―jadeó moviendo las tetas de lado a lado.

Creo que sus pezones todavía habían crecido más y ahora le azoté en la teta derecha, casi otro minuto de castigo en el que Elvira no dejó de gritar. Ella se inclinó un poco más hacia atrás, sus gemidos ya eran escandalosos y entre el ruido de los azotes y los chillidos de Elvira seguramente habría despertado a mis caseros. Y no solo Elvira estaba cachonda, yo también me había vuelto loco azotando esas tetazas, tenía las manos quemando de los continuos impactos y ya todo mi objetivo era hacer que se corriera así.

¿Sería posible conseguirlo?

Me puse frente a ella dejándola unos segundos de tregua para que se recuperara, luego agarré su cuello estrangulándola con fuerza y acto seguido bajé la mano para pellizcar sus pezones.

―¡Ahora vas a correrte, puta!
―Ahhhhhh, sííí, sííííí...

Sus tetas parecían un mapa, estaban completamente coloradas por todos sitios y había pocos centímetros que no tuvieran la marca de mis dedos. Estiré sus dos pezones hacia fuera poniéndolos todavía más duros.

―¡Joder, qué tetas de guarra tienes! ¿Se han corrido muchos tíos encima de ellas?
―Síííí, unos cuantos... ―gimió.

Se asustó cuando comencé a azotarla de nuevo, ¡¡¡¡plas, plas, plas, plas!!!!,esta vez fue a dos manos, le venían los golpes por todos lados y en ambas direcciones, sus dos pechos se bamboleaban constantemente a cada sacudida y Elvira pareció enloquecer de placer.

―¡Ahhhh, sigueeee, sigueeee!, ahhhggggg, másssss, mássssss...
―¿Vas a correrte ahora? ¿Tanto te gusta esto? ―la pregunté sin dejar de maltratar sus tetazas.

Sus caderas se tensaron al ritmo de mis azotes, que ya eran demasiados escandalosos, y Elvira se corrió entre unos chillidos y espasmos tan escandalosos que incluso me llegaron a asustar. Ya me daba igual si nos escuchaban Fernando y Mónica, solo quería que mi amiga llegara al orgasmo y seguí zurrándola mientras se corría patas abajo.

Cuando terminé el trabajo me asusté viendo el cuerpo de Elvira, las marcas en sus tetas eran demasiado cañeras, y ella me miró con cara de vicio. Se cogió una teta y todavía saboreando su orgasmo se chupó un pezón pasando la lengua en círculo.

―¡¡¡Uffff, qué bueno!!!, hacía mucho tiempo que no me lo hacían...
―Joder, Elvira, nos hemos pasado un poco...
―¿No te ha gustado? ―dijo sobándome la polla por encima del pantalón―. Mmmm, pues estás empalmadísimo...

Avergonzado intenté apartar la mano de Elvira, pero ya era demasiado tarde, ella había descubierto lo excitado que estaba por haber llevado a cabo lo que me había pedido. No me atrevía casi ni a mirar sus tetas, que tenían unas marcas de guerra demasiado visibles. Me pregunté si aquellos azotes no le iban a dejar incluso algún moratón.

Elvira seguía desnuda de cintura para arriba, no se había quitado el peto por la zona del pantalón y sentada en mi cama me sacó la polla para comenzar a masturbarme.

―¿Sabes que tú también te puedes correr si te hago lo mismo aquí abajo?
―Prefiero no comprobarlo...
―Pues tú te lo pierdes, los que lo han probado les ha encantado, y por lo general han repetido...
―No me vas a dar azotes en la polla hasta hacer que me corra...
―Hay que dar despacio, saber hasta dónde se puede llegar... déjame... te va a volver loco... confía en mí ―dijo meneándome la polla y haciéndome que me recostara sobre el cabecero.
―No sé... esto no lo veo claro...

Ella se puso a mi lado.

―¿Estás listo?
―Elvira...

Y me dio un pequeño azote en la polla haciéndola temblar, luego siguió con otro más y después otro, al décimo ya estaba convencido que me iba a hacer correr así y ahora el que empezó a gimotear fui yo.

―¿Te gusta, verdad?
―Joder, Elvira, tenías razón... uffffffff, ¡qué bueno!
―Tú, disfruta...

No sabía por qué me daba tanto morbo que me hiciera eso, pero sus cachetes de refilón, cada vez con más intensidad me hacían vibrar de placer y mi polla palpitaba pidiendo un nuevo impacto de la mano de Elvira. Sonrió cuando se dio cuenta que me estaba derritiendo de gusto y ahora lo que sonaba en la habitación eran los azotes de mi amiga sobre mi verga.

―¿Vas a correrte?
―Sigue, no pares, sigueeeee, sigueeee...
―¿Quieres que te dé más fuerte? ―dijo incrementando la potencia de sus golpes sin esperar mi respuesta.
―Ahhhhh, sííííí, joderrrrr ―jadeé revolviéndome y moviendo la cadera a punto de llegar al orgasmo.

Lo estaba haciendo perfecto la muy cabrona, me daba en el sitio exacto, con la potencia justa y a la velocidad adecuada, parecía que a cada golpe se me ponía más dura, y la mano de Elvira ya estaba chocando contra una puta barra de acero con la vena del tronco hinchada al máximo. El último azote fue el más fuerte y mi polla suelta, sin que nadie la sujetara comenzó a eyacular como si fuera un aspersor, pero al segundo disparo Elvira se agachó y se la metió en la boca para que terminara de correrme allí.

―¡¡¡Ahhhhhhh, me corroooo, joder, me corrooooo!!!!

Siguió chupando y chupando el resto de mi corrida y cuando me dejó la polla bien limpia me miró abriendo la boca para demostrarme que se había tragado hasta la última gota. ¡Qué vicio tenía la cabrona! Y qué buena era en la cama.

―¿Te ha gustado?
―Joder, Elvira, ¿dónde coño has aprendido esas cosas?
―Si yo te contara...
―Deja, deja, ufffffff... estoy reventado, ¿te importa si hoy no follamos?, no puedo con la vida...
―No, tranquilo, por mí perfecto ―dijo quitándose la ropa y quedándose en braguitas―. Voy a bajar un momento al baño y me quedo a dormir contigo.
―Genial...

Finalmente nos metimos en la cama desnudos, y con las tetas de Elvira presionando en mi espalda y abrazándome por detrás nos quedamos dormidos.
 
Buuuffff....!!!! Que pasada de relato... (y)(y)(y)(y) 👌 👌 👌 👌 :dancer1: :dancer1: :dancer1: :dancer1: :dancer1: Podrías poner alguna foto de alguien que nos haga una idea de como sería Mónica... :giggle::giggle::giggle::giggle:;);););)🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻🍻
 

Archivos adjuntos

  • Mamen..jpg
31



Sobre las diez de la mañana me desperté y Elvira se estaba vistiendo en la penumbra de la habitación, alumbrándose apenas con la luz del móvil.

―Tengo que irme, mañana nos vemos en clase, sigue durmiendo, es pronto... ―me dijo susurrando e inclinándose en la cama para darme un beso en los labios a modo de despedida.

Salió de la habitación con la chupa de cuero en la mano y escuché cómo se despedía en la planta baja de Fernando y Mónica, luego me quedé dormido otro rato. Cuando desperté de nuevo ya debían ser las dos de la tarde, todavía me faltaban horas de sueño, pero aun así abrí la ventana para ventilar la habitación y bajé a la cocina a picar algo. Tenía un hambre que me podía comer un león.

Mónica y Fernando no estaban, se debían haber ido de excursión, pero Mónica me había dejado preparada una ensalada de garbanzos y un poco de pan. Salí a comer al patio, para que me diera un poco el sol y cuando terminé me quedé un rato en la tumbona y creo que me quedé dormido otra vez.

Después estuve dando una vuelta por la casa, se me hacía rara la ausencia de Mónica y apenas faltaban tres horas para volver a estar a solas con ella. Solo de pensarlo ya hacía que me pusiera muy nervioso y además, esperaba que no se hubiera enfadado mucho conmigo por haber llevado a Elvira la noche anterior. Quizás estaba tensando la cuerda demasiado.

Salí a correr una hora y media para sudar todo el alcohol del fin de semana y cuando regresé ya estaban de vuelta Mónica y Fernando. Les dejé a su aire, metiéndome en la habitación a escuchar música y a las siete bajé para despedirme de Fernando, que ya regresaba a trabajar a Madrid.

En cuanto su marido se fue Mónica cerró las dos puertas, la de casa y la que daba acceso al chalet desde el garaje, pero me fijé en el detalle que había dejado la llave puesta en las dos puertas para que no se pudiera acceder desde fuera. Estaba claro que no quería riesgos de ningún tipo y con eso se aseguraba que Fernando no pudiera entrar por si se presentaba por sorpresa.

¿En que estaría pensando Mónica para dejar la llave puesta?

Me gustó que hiciera eso, era toda una declaración de intenciones por su parte y sentado en el sofá del salón, ojeando el móvil, vi que Mónica entraba con su esterilla para su hora de yoga.

―¿Puedo acompañarte? ―pregunté a pesar de estar cansado después de haber salido a correr.
―Claro... coge una esterilla.

Estuvimos haciendo los ejercicios y Mónica actuó con absoluta normalidad, cuando al final ella se quedó estirando con el cuerpo pegado a las rodillas y los brazos hacia delante yo me levanté, pero antes le di una pequeña cachetada cariñosa en el trasero.

―Voy un momento a la habitación... ahora bajo y te ayudo a preparar la cena...

Noté que Mónica estaba rara, no sabía si es que estaba enfadada conmigo o se encontraba mal por lo que estábamos haciendo. Mientras estaba picando tomate para hacer una ensalada me puse detrás de ella pegando mi paquete contra su culo y abrazándola por el estómago.

―Tenía muchas ganas de que estuviéramos a solas...
―Adrián, ahora estamos con la cena.
―Es que no sé qué me pasa contigo... me vuelves loco...
―Para ya, Adrián ―dijo apartándose bruscamente―. Te he dicho que ahora no...

De un salto me senté en la encimera viendo cómo Mónica seguía preparando la cena.

―¿Estás bien? ―pregunté.
―Sí.
―Pues no lo parece... ¿estás enfadada por algo en concreto?
―Sí, por lo que pasó ayer en el pasillo, al final siempre te tienes que salir con la tuya, te dije que mientras esté Fernando en casa tienes que cortarte un poco.
―Lo siento, tienes razón, perdóname, yo solo quería cumplir... mi promesa ―dije bajando y pegándome otra vez detrás de ella―. Te prometí que te iba a follar todos los días...
―No, Adrián...
―Ya te he pedido disculpas, además, no me digas que no fue increíble hacerlo así... ―dije volviendo a abrazar su cuerpo.
―¿Así?
―Sí, con tu marido estando en casa... sé que te volvió loca hacerlo ―susurré en su oído comenzando a besar su cuello.
―¿Para ti todo esto es un juego, verdad?
―No, no es un juego y Fernando me cae muy bien, pero tú... es que me pones demasiado...

Entonces otra vez Mónica se separó de mí apartándose con fuerza.

―No me gusta que hablemos de él...
―Está bien, lo siento.
―Venga, vamos a cenar, que quiero darme un baño.
―Y aparte de eso, ¿estás enfadada por algo más?

Nos sentamos en la mesa con la ensalada y unos perritos calientes y Mónica me miró como si quisiera matarme, luego sonrió irónicamente.

―De verdad, me parece increíble lo tuyo...
―¿Lo mío? ¿Qué quieres decir? ―preguntando, aunque ya sabía la respuesta.
―Por la tarde estás conmigo y luego por la noche te traes a Elvira a casa... te podías cortar un poco...

Bueno, bueno, ahora me venía con un ataque de celos.

―Ya me imaginé que era eso... ¿te enfadas porque folle con Elvira?, yo supongo que tú te acuestas con tu marido y no te digo nada...
―Solo faltaría ―dijo Mónica recordando cómo Fernando se la había follado tímidamente desde atrás la noche anterior mientras escuchaban los azotes y los gemidos de Elvira.
―¿Es lo mismo, no?... ¿sabes?... me encanta que te pongas así un poco celosa y me quieras solo para ti...
―Tú eres tonto, Adrián, no se trata de eso...
―¿Y de qué se trata?
―Es muy fácil de explicar, me parece muy feo que por la tarde estés conmigo y luego tener que escuchar cómo follas con tu amiga... me parece de mal gusto.
―Entiendo lo que quieres decir, no quería venir con Elvira a casa, pero lo hice para seguir actuando con normalidad, así Fernando no sospechará nada y ella tampoco, Elvira es muy lista y el otro día me preguntó si nos habíamos enrollado alguna vez.
―¿¿Quééé?? ¿Y por qué te preguntó eso? ―me dijo Mónica poniéndose roja de vergüenza y un poco nerviosa por si nos podían pillar.
―Fue por el primer día que follamos, cuando vino a estudiar el lunes por la tarde estuviste un poco seria con ella y yo estaba preocupado en la habitación, fue cuando me dijiste que tenía que buscarme otro sitio para pasar el último trimestre.
―¿No se lo contarías, no?
―No, claro que no, le dije que ojalá que hubiéramos follado juntos, que me parecías inalcanzable... ¿y sabes lo que me dijo?
―No.
―Que a ella también le gustabas, me comentó que estabas muy buena, a Elvira le gustan los chicos y creo que también las chicas, ahora alguna vez fantaseamos contigo mientras follamos...
―¿En serio?
―No, ¿te molesta?
―No... ehhh, no sé, me estás dejando de piedra...
―Pues sí, no quiero que te enfades, ayer vine a casa con Elvira por eso, no quiero que Fernando sospeche nada y creo que es buena idea que siga acostándome con ella, ¿no te parece?
―Anda, que no tienes morro tú, ni nada...
―¿Puedo bañarme contigo en la piscina?
―No... ¡hoy estás castigado!... vamos a cenar ―dijo Mónica intentando aparentar un enfado que no se sostenía por ningún sitio.

Al menos le hice caso y no bajé a la piscina mientras ella estaba allí, me quedé esperando pacientemente desnudo en mi cama y me di cuenta que ella se demoró en su baño quedándose casi hasta las diez, seguramente esperando a que yo fuera a la piscina y sintiéndose decepcionada porque no lo hiciera. Escuché cómo entraba en su habitación y se pegaba una ducha y cuando ya se debía estar vistiendo antes de bajar a leer al salón como hacía todas las noches, cogí el móvil y la llamé por teléfono.

―¿Adrián, pasa algo? ―me contestó sorprendida.
―No, ¿puedes venir un momento a mi habitación?

Un par de minutos más tarde llamó con timidez tocando con los nudillos en la puerta.

―¿Adrián?... ¿estás bien?
―Sí, entra...

Yo la estaba esperando desnudo, empalmado y medio recostado en la cama y cuando abrió la puerta me encontró así.

―¡Entra y cierra! ―dije sin titubeos.

Mónica llevaba un pijama fino de color azul clarito y una toalla envolviendo su pelo, se quedó sorprendida al verme así y tuvo unos segundos de indecisión antes de hacer caso a la orden que le había dado. Dio dos pasos, cerró la puerta y se quedó de pie mirando cómo me sujetaba mi erecta polla.

―¡Quítate la toalla del pelo!

Se soltó el nudo que se había hecho y se secó un poco antes de mostrarme su melena, que se peinó como pudo con la mano. Me pareció súper morboso tener a Mónica delante de mí, con el pelo mojado y haciendo caso a lo que le ordenaba.

―¡Desnúdate!
―Adrián...
―Podría hacerlo yo, pero hoy quiero que te desnudes para mí...

Se quitó la parte de arriba del pijama quedándose en sujetador, para después bajarse el pantalón y mostrarme sus braguitas a juego. Llevaba un precioso conjunto negro, que seguramente se habría puesto para mí.

―Estás muy guapa, me encanta la ropa interior que llevas, pero ahora quiero que te la quites...

Pasó las manos hacia atrás desabrochándose el sujetador y se quedó desnuda de cintura para arriba, estaba avergonzada de mostrarme sus tetas por lo que no tardó en sacarse las braguitas y venir hacia mí. Sin pedirle nada más se tumbó sobre mí pasando una pierna a cada lado y mi polla entró en contacto con su coño antes incluso de llegar a besarnos.

Caí tumbado boca arriba en la cama y Mónica se inclinó hacia delante para comerme la boca. Sentí sus pezones rozando mi pecho y bajé las manos para apretar con ganas sus glúteos. Ella misma me agarró la polla y le pegó varias sacudidas, yo creo que le gustaba sentir mi dura verga entre los dedos. Luego la puso a la entrada de su coño y se dejó caer.

Fue una penetración suave, dulce, y placentera.

El calor del cuerpo de Mónica envolvió mi polla y ella comenzó a follarme, con movimientos lentos y sin dejar de mirarme. Yo seguía acariciando su culo, guiando el ritmo al que me gustaba que me cabalgara y Mónica se compenetró perfectamente conmigo.

Nos mirábamos fijamente, con pasión, con deseo, con lujuria, y Mónica me follaba sin detenerse en ningún momento. Era la primera vez que lo hacíamos sin prisas, sin remordimientos, desnudos, disfrutando cada segundo. Ya no había excusas.

Nos habíamos abandonado a la lujuria.

Dejé que me follara unos minutos más, pero a mí me apetecía algo más duro, tomar la iniciativa, llevar a Mónica al límite y le solté un pequeño azote en el culo para que se detuviera.

―¡Date la vuelta! ¡Ponte a cuatro patas!

Desnuda, sumisa y cachonda se puso como le había mandado, me imaginé lo que ella debía estar sintiendo comportándose así en la habitación de un chico de 19 años y poniéndole los cuernos a su marido en su propia casa.

Me quedé unos segundos mirando impresionado su imponente culo. Era la primera vez que la tenía a cuatro patas y podía ver su ojete bien de cerca. Su ano lucía estrecho y muy bonito y me pregunté si alguna vez se la habrían metido por detrás. Si no lo habían hecho era un puto desperdicio.

Ese culo bien merecía una señora follada.

Pero no tenía ninguna prisa, me quedaban todavía más de dos meses y ya habría tiempo para eso, antes inmortalicé en mi cabeza la imagen de Mónica abierta de piernas esperando a que se la metiera desde atrás. Ella miró expectante hacia atrás a ver qué es lo que sucedía.

―¿Quieres que te folle? ―dije golpeando con mi verga en uno de sus glúteos.

Mónica no contestó, solo metió la mano entre sus piernas intentando agarrarme la polla para ser ella misma la que se la acomodara a la entrada. Yo dejé que lo hiciera, pues me encantaba que tuviera tantas ganas de ser follada por mí. Me la sujetó con delicadeza y echó las caderas hacia atrás penetrándose sola hasta que mi pubis rozó con su culazo.

Tenía toda mi polla dentro de Mónica.

Se volvió a acomodar apoyando las dos manos en la cama y yo le solté un sonoro azote con la derecha en sus nalgas,¡¡¡PLAS!!!, antes de empezar a follármela. Mónica gimió y la sujeté por la cintura sin dejar de admirar su culo. Era hipnótico para mí, no podía dejar de mirarlo. Nunca había visto nada parecido.

La embestí con fuerza y sus glúteos temblaron mostrándome sus imperfecciones hasta que volvieron a ponerse firmes, luego pegué otra sacudida hasta el fondo y una tercera bien fuerte acompañada de otro azote ¡¡¡PLAS!!!.

Después nos abandonamos al desenfreno y la pasión, ya no ocultábamos nuestro disfrute y nadie tenía que disimular sus gemidos. Solo teníamos una única preocupación en ese momento. Follar. Y vaya si lo hicimos, estuve más de diez minutos embistiéndola con dureza y azotándola sin parar, hasta hacer que se corriera dos veces, Mónica no chillaba tanto como Elvira, pero sus gemidos me volvían loco.

No sé cómo pude aguantar, pero ya había llegado a mi límite y a punto de correrme saqué la polla de su coño y meneándomela sobre su culo un primer chorro salió disparado hasta alcanzar su pelo, lo mismo que el segundo, el tercer lefazo atravesó su espalda, el cuarto también y los últimos bañaron su culo empapándolo de blanco.

Mónica cayó boca abajo totalmente exhausta y yo me tumbé su lado acariciándola con ternura y delicadeza.

―Podría estar follando contigo toda la noche...

Ella no contestó, solo se me quedó mirando disfrutando del que seguramente había sido el mejor polvo de su vida. Por lo menos de la mía sí lo había sido.

―Me vuelves loco, ¿puedo preguntarte una cosa?
―Claro...
―¿Alguna vez lo has hecho por...?

Entonces escuchamos el móvil de Mónica sonar, debía tenerlo en la mesilla de su habitación y ella pegó un salto saliendo disparada. La escuché unos minutos que estuvo hablando con su marido, debía ser Fernando que llamaba para decirle que ya había llegado y darle las buenas noches. Me la imaginé hablando con él con toda mi corrida bañando su cuerpo y me dio mucho morbo. Ni tan siquiera me hizo falta verlo para volverme a excitar.

Cuando terminó de hablar con él Mónica regresó a la habitación y recogió el pijama y la ropa interior que estaban por el suelo.

―Voy a ducharme, ¡¡joder, cómo me has puesto!! ―dijo tocándose el pelo y mirándose la mano que estaba pringosa.

Yo me quedé en la cama, apoyado de lado sobre un codo, observando la escena.

―¡Mónica!
―¿Qué pasa?
―Cuando quieras repetir... ya sabes dónde estoy... ―dije sacudiéndome la polla que ya volvía a estar dura.




32



Comenzaba una nueva semana y ese lunes me levanté un poco nervioso, por la tarde tenía mi primera clase práctica con el coche y no tenía ni idea de conducir. Saludé a Mónica que estaba estudiando en el salón, preparé el desayuno y veinte minutos antes de que empezaran las clases salí de casa.

Me gustaba comportarme con Mónica con normalidad, podría haber entrado al salón y haber dicho cualquier cosa o haberme acercado para robarle un beso, pero no quería interferir más en su vida cotidiana, me gustaba que siguiera con sus rutinas, estudiando la oposición, sus ejercicios, su clase de yoga y sus baños diarios en la piscina. Bastante lío tendría ya en la cabeza con lo que estábamos haciendo.

A las dos salí puntual de la universidad, Mónica tenía la comida lista y me estaba esperando con la mesa puesta y unos deliciosos spaguettis a la carbonara. Al igual que por la mañana actué como antes de enrollarnos por primera vez, ahora, Mónica solo era mi casera, y no sé si ese comportamiento la confundía más, pero a mí me gustaba tenerla así. La noche anterior le había llamado para que subiera a mi habitación y le había esperado desnudo sentado en la cama y al día siguiente ni tan siquiera le había hecho un pequeño gesto cariñoso. Le comenté que había quedado con Elvira por la tarde para estudiar y después de recoger me fui a la habitación a echarme una pequeña siesta.

Tampoco pasó nada que reseñar con Elvira y sobre las seis y media dimos por terminada la sesión de estudio, acompañé a mi compañera a su casa y luego fui hasta la autoescuela donde daba mi primera clase práctica a las siete. Tengo que reconocer que fue un absoluto desastre y regresé a casa con la sensación que no iba a aprender a conducir en la vida.

Mónica ya estaba preparando la cena y la estuve ayudando un poco, ella enseguida notó mi desánimo.

―¿Qué tal tu primera clase?
―Pues, fatal, pensé que conducir era más fácil.
―Bueno, no te preocupes, si no has cogido antes un coche es lo más normal, es un proceso que se va interiorizando y con el tiempo te sale natural, sin pensar... ya verás...
―Eso espero...

Nos comimos los sandwiches vegetal en la mesa de la cocina y al terminar Mónica no tardó en ir a la piscina a pegarse su baño diario. Yo en cuanto llegué a la habitación me puse el albornoz sin nada debajo y bajé también. Tenía ganas de follar con ella.

Me fijé en que Mónica ya había cerrado las dos puertas de casa y otra vez había dejado las llaves puestas por dentro, que lo hiciera por la noche me parecía normal, no sabía si lo hacía por seguridad o como prevención por si nos enrollábamos y que su marido no pudiera entrar en casa. Un lunes por la noche no se iba a presentar, era evidente, aun así, Mónica era muy cuidadosa y no dejaba ningún cabo suelto, más valía prevenir que curar.

Se quedó sorprendida al verme entrar en la zona de baño, y yo con toda la tranquilidad del mundo me quité el albornoz y lo dejé sobre la silla. Desnudo me metí en el agua ante la atónita mirada de Mónica y me dirigí hacia ella. Sin decir nada, puse las manos en su cintura y me lancé a su boca, ella me correspondió el beso y bajé los tirantes de su bañador negro sacándoselo despacio por los pies. Mónica se dejó hacer y metí un par de dedos en su coño a la vez que ella me agarraba la polla comenzando a meneármela bajo el agua.

Subió las piernas para rodearme por la espalda y ella misma se puso la polla a la entrada de su coño para que la penetrara. Me encantaba que hiciera eso y siempre terminaba tomando la iniciativa en ese aspecto, luego fui yo el que dio un paso al frente y me la follé con fuerza haciendo que su culo rebotara contra la pared la piscina. Aguanté hasta que ella comenzó a temblar, previamente a su orgasmo y después me dejé llevar, corriéndome dentro de Mónica.

Y como vine me fui. Apenas fueron tres o cuatro minutos de polvo intenso y sin decir nada salí del agua, dejando a Mónica que continuara con su baño relajante, pero eso sí, ahora con mi corrida dentro y completamente desnuda.

Me pegué una ducha en mi cuarto de baño, cuando terminé me bajé al salón y esperé a Mónica en el sofá. Ella no tardó en aparecer, después de la piscina solía ducharse también y luego iba al salón a leer un rato en su ebook. Parecíamos un matrimonio, los dos sin hablarnos, yo viendo la tele y ella leyendo, hasta que sobre las diez y media le dije que me subía a dormir.

―Buenas noches...
―Buenas noches, Adrián... ―me contestó sin dejar de leer.

Satisfecho me metí en la cama disfrutando de lo que estaba pasando con Mónica. Sabía que ella ya había perdido los papeles y que me la podía follar cuando quisiera, pero tenía que ser yo el que tomara la iniciativa, porque ella no iba a venir a mí, aunque tampoco me rehusaba cuando me acercaba yo. Me gustaba actuar con normalidad para tenerla desconcertada todo el día y que Mónica no supiera en que momento iba a ser atacada, eso la mantenía en alerta constantemente y cuando follábamos ella descargaba esa tensión que había ido acumulando.

El martes no cumplí la promesa de follármela a diario, y ese día no hicimos nada, por la tarde vino a estudiar Elvira, después fui a mi clase práctica de conducir y cuando terminamos de cenar Mónica se metió en la piscina. Desde mi cama escuché cómo ella se subía casi a las diez a su habitación, me debía haber estado esperando a que bajara, pero esa noche no lo hice. Todavía me permití ir al salón para ver la tele mientras Mónica leía a mi lado en su ebook. Sobre las once de la noche me dijo que se subía a dormir y esta vez yo la contesté sin dejar de mirar la peli que estaban dando.

Al día siguiente tampoco intenté nada con Mónica y el jueves ya estaba que me subía por las paredes. Me levanté excitado, rabioso y con ganas pegarle un polvazo tremendo a la MILF que vivía conmigo. Ella debía estar igual que yo, seguramente sorprendida porque no hubiera intentando nada los dos días anteriores haciendo que la tensión sexual se fuera acumulando entre nosotros.

Ya solo teníamos que liberarla y dar rienda suelta a nuestros instintos.

Aun así, todavía me permití jugar con ella un poco más, a la hora de la comida estuvimos hablando de lo mal que me estaban yendo las clases de conducir, con lo malo que era pensé que no iba a aprobar en la vida. Mónica intentó animarme y me dijo que cuando volviera Fernando y tuviera el coche en casa podíamos hacer alguna práctica en un descampado que había y que estaba muy bien para eso. Por la tarde vino Elvira a estudiar y un rato antes de mi clase de conducir acompañé a mi amiga hasta su casa. Durante la cena lo mismo, seguí comportándome con normalidad, ayudé a Mónica a fregar y dejar todo recogido y ella me dijo que se iba a dar su baño diario en la piscina.

―Pásalo bien... lo mismo voy yo también... ―contesté insinuando que esa noche podía pasar algo.

A las nueve y media en punto bajé a la piscina, con mi albornoz y sin nada debajo, me senté en la silla esperando a que Mónica terminara su baño y ella al verme se quedó sorprendida que no entrara en el agua. Noté cómo se quedaba un poco más, a ver si de una vez por todas me animaba e iba en su busca, pero yo aguanté sin moverme, eso sí, con una empalmada que se me empezaba a hacer dolorosa.

Diez minutos más tarde Mónica salió del agua, desde luego que no era tonta y sabía que estaba jugando con ella, sobre todo cuando me quité el albornoz desnudándome en sus narices y sin decir nada me metí en la piscina y comencé a nadar despacio de lado a lado. Ella se estuvo secando el pelo con la toalla, esperando a que dijera algo, pero como no lo hice se fue con un simple “hasta luego” y yo sonreí echando la cabeza hacia atrás. Me estuve meneando la polla unos minutos bajo el agua y decidí que ya había provocado lo suficiente a Mónica.

Esperé unos minutos para que ella bajara, ya cambiada, al salón a leer en su ebook, y yo salí de la piscina, me sequé bien, pues no quería mojar nada, y me puse el albornoz por encima. Antes de ir a la habitación entré al salón y me senté en el sofá a su lado, Mónica me miró extrañada, pero siguió a lo suyo, la escena era curiosa, ella leyendo y yo viendo la tele sin nada debajo, pero no nos decíamos nada.

Entonces me desabroché el cinturón del albornoz y lo abrí de par en par luciendo mi poderosa erección. Mónica seguía a lo suyo y no se estaba dando cuenta que me tenía a su lado con la polla fuera, y así pasaron tres minutos donde yo cada vez me iba poniendo más y más caliente. Me parecía una situación súper excitante.

Al fin Mónica levantó la vista de su ebook y se encontró con mi polla a menos de medio metro, luego me miró a los ojos y yo sonreí agarrándomela para pegarme un par de sacudidas delante de ella. Me incliné sobre ella, acaricié su pelo para acercar su boca a la mía y nos fundimos en un morreo que Mónica no dudó en corresponder.

Estiró su mano para agarrarme la polla y comenzó a meneármela mientras nos besábamos desesperados en el sofá del salón. Yo metí la mano por el elástico de su pijama y por dentro de sus braguitas y alcancé su depilado coño, masturbándonos mutuamente de medio lado sin dejar de mirarnos, apoyando la frente el uno en la del otro.

La mano de Mónica se movía con firmeza hasta la base y cuando llegaba arriba me frotaba el capullo con su dedo pulgar y volvía a bajar hasta tocarme los huevos con su puño. Menudo pajote me estaba haciendo, yo apenas había logrado introducir un dedo en su mojado coño y a pesar de eso ella gemía ansiosa sin dejar de mover las caderas.

Mónica comenzó a besarme el lóbulo de la oreja y alguna vez alternaba con el cuello, comiéndomelo con intensidad a la vez que me seguía pajeando. Yo no había soltado su pelo y la guiaba en sus caricias, me encantaba que me hiciera eso y con un tirón de pelo la obligué a que bajara un poco más hasta que llegó a mis pechos y se metió uno de mis pezones en la boca.

Ahora mi polla quedaba muy cerca de su cara y fue la primera vez que vi realmente cerca que Mónica me hiciera una mamada. Yo creo que ella también estaba deseando hacérmela, supuse que para ella debía ser muy morboso meterse en la boca la polla bien dura de un jovencito de diecinueve años.

A pesar de eso, Mónica no se daba por aludida y cuando terminó con mis pezones volvió a subir hacia arriba para seguir pasándome los labios por el cuello y la oreja. Si seguía meneándomela con esa fuerza iba a correrme ya en menos de un minuto.

Otra vez tiré de su pelo hacia abajo, e intenté guiar mi polla a su boca, ella se entretuvo con mis pechos y luego bajó un poco más besuqueando mis abdominales, se estaba acercando a lo que yo deseaba, apenas estaba a diez centímetros y solté la mano con la que me pajeaba para agarrármela yo mismo sin dejar de tirar de su pelo.

Ella miró hacia arriba y comprendió lo que yo deseaba, hizo un gesto de aprobación y yo me solté la polla dejando de forzarle el pelo, ella volvió a agarrarme la polla esta vez con suavidad, casi con delicadeza sosteniéndola entre los dedos y me dio un sonoro beso en el glande. Quiso asegurarse que me había gustado lo que acababa de hacer y sobre todo ver mi cara de satisfacción.

Orgullosa por tenerme en ese estado y con increíble ternura comenzó a besarme despacio por todo el tronco de arriba a abajo y de abajo a arriba. Sus besos con la boca abierta eran adorables y se mordió los labios para contenerse de lo que estaba deseando hacer. Luego sacó la lengua y recorrió mi polla con ella hasta que llegó al capullo. Mi polla palpitó y ella me lamió el fluido que salía de mi agujero, para después continuar lamiéndome muy lento y suave como si fuera un gatito.

Cuando volvió a llegar arriba abrió la boca y me miró a los ojos, sacó la lengua para darme unos golpecitos con ella y después se dejó caer introduciéndose toda mi polla en su boca. Hizo verdadero esfuerzo para tragársela al máximo de sus posibilidades e incluso llegué a notar como rozaba con la punta en su garganta.

Luego acompasó el movimiento de su boca junto con el de su mano, me encantaban los ruiditos de fricción de sus labios contra mi verga. Tenía una boca maravillosa y su lengua húmeda y caliente, que no dejaba de jugar con mi capullo, me estaban llevando al cielo.

Su boca cada vez se movía más rápido, chupando, subiendo y bajando y los carnosos labios de Mónica iban aumentando la presión que me hacían por el tronco, entonces metí la mano por dentro de su pijama acariciando su culito, estuve unos segundos palpando sus glúteos y luego seguí descendiendo hasta llegar de nuevo a su coño.

Las caricias en su húmeda rajita todavía calentaron más a Mónica que incrementó el ritmo de su mamada, y ella se apartó el pelo de la cara para que viera bien lo que estaba haciendo. Fue un gesto más lascivo que la propia mamada en sí.

Había acompasado perfectamente el movimiento de la mano y de sus labios, y la lengua no la dejaba quieta ni un segundo, nunca me la habían comido así y yo estaba a punto de explotar. Arrastré una gran cantidad de flujo por toda la rajita de su coño hasta llegar a su culo y al borde del orgasmo le metí un dedo en el ojete.

Mónica tensó las caderas y su ceño se frunció unos segundos, pero una vez que se acostumbró a la sensación pareció que eso todavía le puso más cachonda. Y comencé a follármela. Mi dedo entraba y salía de su culo a buen ritmo, y ella no podía ni tan siquiera protestar con la boca llena.

Me rendí al movimiento de sus labios carnosos y mis huevos dieron la voz de alarma. Quise avisar a Mónica, escaparme de su boca y traté de liberarme.

Ya no podía más.

―¡¡Mónica, ahhhhhh... para, para, voy a correrme!!

Pero ella quería su premio, se había aferrado a mí y no iba a detenerse, acaricié su pelo guiando los últimos segundos de su mamada y Mónica volvió a apartarse el pelo de la cara, mostrándome su cuello desnudo, comportándose como una vulgar fulana.

―¡Mónica, ahhhhhggggg, para o me corro...!

Y tres segundos después tensé las caderas y exploté en su boca con un potente disparo que le llegó hasta la garganta, Mónica gimió y aceleró el ritmo de su paja sin separar sus labios de mi polla ni un solo instante. Su lengua siguió lamiendo mi capullo y yo no podía parar de correrme.

Aquello era glorioso, tres días acumulando leche caliente para acabar soltándola en la boca de Mónica.

No dejó de mamarme la polla hasta que no quedó ni una sola gota y luego se incorporó mirándome con cara de guarra a la vez que se lo tragaba todo. Mónica se había convertido en una espectacular y jodida puta. Tenía los ojos llorosos y la respiración acelerada, y se limpió la boca con el dorso de la mano.

―¡Ha sido la hostia, Mónica! ―dije poniéndome de pie y guardándome la polla en el calzón.

Sabía que ella no se había corrido, pero me daba igual, casi mejor, me gustaba que Mónica se quedara cachonda y subí a la habitación dejándola sola en el sofá del salón.

Al día siguiente ya regresaba Fernando de Madrid.
 
33



Entre las piernas de Paula, que estaba sentada delante de mí con una mini falda y pensando en la mamada que me había hecho Mónica el día anterior, estuve toda la mañana con la cabeza en otra parte. Era muy extraño, porque a pesar del affair con Mónica y el sexo salvaje con Elvira seguía pillado por mi compañera de clase y sus falditas vaqueras no ayudaban a que me olvidara de ella. No sé qué tenía esa rubia angelical que me volvía loco.

Mi relación con Mónica cada vez se estaba volviendo más adictiva y peligrosa, y por si fuera poco también estaba Elvira, con la que no sabía muy bien definir mi situación con ella, follábamos juntos, éramos amigos, y yo estaba muy bien así, pero no sabía si ella quería algo más conmigo. De momento, mi intención era seguir igual, finalizar el curso y ya para el año que viene podría plantearme algo más serio con Elvira.

A la hora del descanso quedamos varios compañeros para salir de fiesta y cenar en un wok, teníamos que aprovechar estos últimos fines de semana de abril antes de encerrarnos para estudiar los exámenes finales.

En cuanto sonó el timbre salí disparado para casa, Mónica ya tenía todo listo y nos quedamos comiendo en la cocina, charlando, como si no hubiera pasado nada el día anterior. Al terminar recogimos y nos subimos a las habitaciones a echarnos la siesta. Cuando estábamos arriba Mónica se dirigió a mí.

―Adrián... ehhhh... quería decirte, esta tarde viene Fernando... te pediría que...
―Tranquila, Mónica, no voy a hacer nada que pueda comprometerte, ya lo sabes... aunque creo que lo del otro día estuvo bien, ¿no?
―Eso es precisamente lo que no quiero que se repita, mientras él esté en casa...

Yo me acerqué a ella y rodeé su cintura antes de bajar las dos manos y ponerlas sobre su culo.

―Lo siento, es que no pude aguantarme... si te soy sincero, me dio mucho morbo follarte mientras tu marido estaba en el salón... y creo que a ti te pasó igual ―dije intentando besarla.

Mónica retiró la cara avergonzada por mis palabras, pero a mí ya no me engañaba, sabía cuándo estaba excitada y con ganas de sexo. El día anterior me había chupado la polla con una lascivia impropia de ella, y yo no había dejado que ella se corriera para seguir teniéndola bien caliente, a pesar de eso, me gustaba que todavía se siguiera resistiendo o estuviera arrepentida por lo que estábamos haciendo.

Empecé a besar su cuello, sabía que eso la volvía loca, y de un tirón fuerte los botones de su pantalón se abrieron, desabroché la cremallera de su sudadera y ella bajó la mano para agarrarme la polla por encima del pantalón. Luego nos fundimos en un beso, esta vez ya no me retiró la cara y despacio fuimos entrando en su habitación hasta que tropezamos y caímos en su cama.

Yo seguía sobando sus tetas y Mónica abrió las piernas para que me pusiera encima de ella. Jadeó en cuanto sintió mi paquete rozando su cuerpo y en un ataque de moralidad me apartó a un lado.

―Noooo, aquí, no... ―gimió en bajito―. No quiero hacerlo aquí...

Me di cuenta que se refería a la cama de matrimonio, Mónica no quería mancillar el último reducto intacto que tenía con su marido. Después de tantos años casada con Fernando follar en esa cama era como humillarle todavía más y Mónica puso un poco de cordura poniéndose de pie, y con el pantalón desabrochado me dio la mano para guiarme escaleras arriba.

Ya en mi habitación y antes de seguir le pedí que se quitara la ropa, Mónica se quedó en sujetador y braguitas en medio de mi cuarto y yo me fui desnudando despacio, sin dejar de mirarla. Cuando estaba completamente desnudo me acerqué a ella para volver a besarnos, caímos en la cama y Mónica comenzó a pajearme. Me di cuenta de que cada vez le gustaba más agarrarme la polla, lo hacía con muchas ganas y me la meneaba con desesperación mientras se mordía los labios.

Metí los dedos por el elástico de sus finas braguitas blancas con lacito, que seguramente se hubiera puesto para mí, y acaricié su coño sin llegar a penetrarla. Solo quería calentarla un poco más, pero Mónica ya estaba lista, y eso que acabábamos de empezar, estaba demasiado mojada y ella misma se desabrochó el sujetador para desnudarse de cintura para arriba.

―¡Ponte a cuatro patas! ―le pedí.

No tuve que repetírselo dos veces y ella se dio la vuelta sacando bien el culo hacia atrás. Me encantó cuando ella misma se bajó un poco las braguitas. Entonces yo se las volví a subir, colocándolas en su posición original.

―No tengas prisa, esto quiero hacerlo yo...

Mónica se quedó expectante, su respiración se había acelerado y vi una pequeña mancha de humedad en la zona del coño. Estaba tan mojada que ya había humedecido la tela blanca. Despacio fui bajando sus braguitas, haciéndolo a cámara lenta, con exasperante lentitud, quería que ella lo deseara todavía más, y terminé sacándoselas por los pies para desnudarla del todo.

Tenía el culazo de Mónica abierto delante de mí y me pregunté si alguien se la habría follado por detrás alguna vez. Era lo que me faltaba hacer con ella y abrí bien sus glúteos con la mano, para meter la cara allí, sacar la lengua y lamer su ojete.

¡Podría estar horas y horas comiéndome el culo de Mónica!

Ella se puso en tensión, no era algo que le gustara especialmente, o por lo menos con lo que se sintiera a gusto y yo lo notaba, pero también me di cuenta que se mojaba todavía más cuando lo hacía. Una pequeña gota de flujo quedó pendiente de su coño hasta que cayó en las sábanas de mi cama. Seguí lamiendo su culo con ganas intentando meter mi lengua lo más profundo en su interior y otra gota cayó en la sábana.

La frecuencia de goteo se fue haciendo mayor y le metí un dedo por el coño para lubricarlo bien y luego penetrarla el culo. Mi dedo índice desapareció en pequeño agujero y comencé un mete saca suave que pareció enloquecer a Mónica.

―¡¡Métemela ya, por favor!! ―me rogó con la voz quebrada y moviendo las caderas de lado a lado.
―¿Por el culo?
―Noooooo... eso no...
―¿Te lo han hecho alguna vez por aquí? ―pregunté sin dejar de jugar con mi dedo en su apretado ano.
―Noooo... venga, olvida eso, y métemela ya...
―¿Y no te gustaría probar conmigo? ―dije incorporándome y apoyando mi polla en su ojete.

Mónica alargó la mano para agarrármela y ponerla a la entrada de su coño, en cuanto la sintió en su sitio se echó hacia atrás y fui entrando en ella hasta que mi cuerpo chocó contra su culo. No quise insistir más en mi idea de sodomizarla, ya habría tiempo para eso, luego la agarré de la cintura y follamos con desesperación, haciendo que Mónica se corriera un par de veces antes de eyacular por sus glúteos y en su espalda.

Caímos exhaustos en la cama y yo me quedé a su lado pasando el dedo por su mojada espalda mientras Mónica me miraba detenidamente.

―No sé qué me pasa contigo, pero me vuelves loco... ufffff... por cierto, lo que te pregunté antes iba en serio... me encantaría follarte por el culo... ¿en serio que nunca lo has probado?
―No...
―¿Y Fernando no te lo ha pedido nunca?, joder, con ese culazo que tienes yo fue en lo primero que pensé en cuanto te vi...
―Sabe que eso no me gusta y no lo volvimos a hablar...
―¿Y por qué no te gusta si no lo has probado?
―Tuve un novio antes que él, estuvimos saliendo un par de años, y él sí me lo pidió muchas veces...
―¿Y no lo hiciste?
―Lo intentamos en varias ocasiones, pero no podíamos, me dolía mucho, y al final él se puso tan pesado que fue uno de los motivos por los que se fue enrareciendo nuestra relación, hasta que lo dejamos... a ver... no lo dejamos solo por eso... pero influyó.
―Entiendo, aunque también me pongo en su lugar, cualquiera que tenga este culo delante intentaría follártelo, yo no sé cómo Fernando se ha podido resistir, además, creo que te gusta, por lo menos cuando juego con mi lengua o un dedo, ¿no?
―Bueno... va a ser mejor que me vaya, quiero descansar un poco ―dijo cambiando de tema y sentándose en la cama―. Uffff... voy a tener que pegarme una ducha, ¡cómo me has puesto!
―¿No te gusta que me corra encima de ti?

Ella me miró con deseo, me gustaba esa cara que se le ponía de satisfacción después de haber tenido dos intensos orgasmos.

―Claro, que me gusta...

Me incorporé en la cama con la polla dura y me recosté hacia atrás pegando la espalda en el cabecero.

―¡No te vayas todavía!, ahora estás guapísima con la cara encendida, el pelo revuelto y mi corrida encima de ti...
―¿Tienes ganas de más?
―Sí, lo mismo que tú, ¿o te crees que no me doy cuenta?

Mónica se volvió a subir a la cama, poniéndose de rodillas delante de mí, apoyó las manos en mis muslos y se apartó el pelo echándoselo hacia un lado antes de darme un beso en la polla.

―Uffff, ¿vas a chupármela?
―¿Te gustaría? ―dijo sin dejar de besarme por todo el tronco y mirándome fijamente a los ojos.
―¡¡Me encantaría!!

Luego se abandonó a la lujuria metiéndose toda mi polla dentro. No le importó que en un par de horas su marido fuera a regresar a casa y me hizo una increíble mamada hasta que me corrí en su boca.

¡Fue delicioso!

Creo que cuando Mónica salió de mi habitación no tardé ni un minuto en quedarme dormido en la misma postura en la que ella me había dejado.

Desperté un rato más tarde, estaba como en una nube, no sabía ni qué hora era y pensé que lo que había pasado había sido un sueño, pero no lo fue. Intenté concentrarme y olvidarme de Mónica, me puse a estudiar un par horas, y luego salí a correr un rato por los alrededores del chalet. Cuando volví subí rápido a la habitación, me pegué una ducha y estuve esperando para llegar puntual a la cita con mis compañeros de universidad.

Antes de salir del chalet me encontré cenando en la cocina a la parejita.

―Hola...
―Hola, Adrián, ¿qué tal va todo? ―me preguntó Fernando.
―Bien, como siempre, voy a salir un rato de fiesta.
―Eso está muy bien, por cierto, me ha comentado Mónica que te estás sacando el carnet de conducir y que ya estás con las prácticas...
―Sí, pero no se me da muy bien, no sé yo si voy a aprobar alguna vez.
―¡Que sí, ya lo veras!, al principio parece muy difícil, pero luego es como andar en bici, te sale sin pensar...
―Pues a ver si es verdad, porque soy demasiado torpe... tengo que soltarme mucho todavía.
―Bueno, si quieres podemos ayudarte ―me dijo Fernando―. Algún día vamos al estadio y hacemos alguna práctica, a mí no me importaría enseñarte...
―Jo, pues muchas gracias, te lo agradecería...
―Cuando quieras, dímelo y sin compromiso vamos un rato...
―Te tomo la palabra, Fernando.

Mónica permaneció callada durante la conversación, Fernando era muy buena gente y me había ayudado muchísimo desde que estaba en su casa, y en ese momento me supo mal lo que estábamos haciendo su mujer y yo. El pobre no se podría imaginar ni lo más remotamente que unas horas antes Mónica me la había estado chupando en mi habitación hasta correrme en su boca.

Por suerte para mí, le veía muy poco, y ese sentimiento de culpa no había ido creciendo con el tiempo. Me estaba comportando como un cerdo con él, pero al fin y al cabo no era más que un pobre estudiante de diecinueve años, con las hormonas revolucionas, que estaba cachondo todo el día y que tenía la oportunidad de follarse a una MILF como Mónica.

¿Quién no lo habría hecho?

Esa noche de viernes me olvidé de todo durante unas horas, solo quería disfrutar y pasármelo bien con mis amigos, estuvimos cenando en un wok, luego fuimos a jugar al ocalimocho y terminamos la noche bailando en “El jardín del Edén” hasta la hora del cierre. Antes de volver a casa fuimos a desayunar churros con chocolate caliente, habíamos aguantado hasta el final, Sergio, Laura, Elvira, Iván, Pablo y yo.

Después acompañé a Elvira a casa, cuando la dejé en el portal ya eran más de las ocho y media y nos despedimos con un pequeño morreo como si fuéramos novios. Llegué al chalet a las nueve de la mañana, estaba cansado, pero me encontraba bien, llevaba sin beber casi cinco horas y ya se me había pasado la borrachera.

Al entrar me encontré a Mónica en la cocina, ya llevaba estudiando desde las siete y se estaba preparando el desayuno. Vestía con unas mallas grises de andar por casa y un jersey negro y viejo ajustado de cuello alto.

―Buenos días... ―dije en bajito.
―Buenos días, anda, que vaya horas, ¿quieres un vaso de leche caliente? ―me preguntó Mónica.
―No, ya he desayunado... ¿y Fernando?, ¿no se ha levantado todavía?
―No, sigue en la cama... ya sabes que aprovecha el finde para recuperar el sueño acumulado, entonces, ¿no quieres la leche?
―No, que venimos de la churrería ―contesté acercándome a ella por detrás y pegando mi polla contra su culo―. Me apetecería más otra cosa...
―¡Adrián, para! ―dijo ella girándose rápidamente.
―¡Es que es solo verte y mira cómo me tienes ya! ―señalé hacia abajo con la mirada para que ella viera el bulto de mis pantalones.

Apoyé las manos en su cintura y me acerqué para darle un pequeño pico en los labios que Mónica me correspondió tímidamente vigilando la puerta.

―Vale ya...
―Venga, uno rapidito, no voy a durar nada ―dije pegándome otra vez a ella mientras le desabrochaba el cordón de las mallas.
―Adrián, no, ¡joder, para! ―se puso seria cuando intenté tirar de sus mallas para abajo―. Vete a dormir ya... ―me recriminó en bajito.
―Como quieras ―dije susurrando en su oído acompañado de un beso en la mejilla.

Menos mal que Mónica había puesto la cordura que a mí me faltaba, porque mientras subía a la habitación me crucé con Fernando por la escalera. Me puse nervioso solo con pensar en lo que habría pasado si él se hubiera levantado dos minutos antes o si Mónica se hubiera dejado llevar abandonándose a nuestros instintos.

Fernando nos hubiera pillado en la cocina mientras embestía a su mujer desde atrás.

Por un lado me dio que pensar, Mónica tenía razón y no podíamos seguir jugando con fuego, pero por otro lado llegué a la habitación con la adrenalina disparada.

¡Menuda sensación de euforia!

Me gustaba el riesgo, aunque tenía que tener más cuidado, controlar la situación, estaba bien dejarse llevar, pero con unos límites. Por una tontería Fernando nos podía haber descubierto y las consecuencias habrían sido muy importantes, tanto para Mónica como para mí.

Con las pulsaciones aceleradas por lo que acababa de pasar me costó dormir, puse el despertador a las dos en punto y en cuanto sonó salté de la cama para pegarme una ducha y bajar a comer. Me estaban esperando Mónica y Fernando y durante la comida estuvimos hablando de mi carnet de conducir y de lo que íbamos a hacer por la noche.

―¿Tenéis planes hoy? ―les pregunté yo.
―Sí, hoy vamos a cenar donde nuestros amigos Sandra y José ―me contestó Fernando―. ¿Y tú? ―Nosotros hemos vuelto a quedar, pero hoy vendré más prontito a casa o voy a estar toda la semana hecho unos zorros...
―Vosotros sois jóvenes, estáis en edad de salir y pasarlo bien...
―Sí, pero ya nos quedan pocos fines de semana de fiesta, en mayo hay que ponerse serio con los estudios que los exámenes están a la vuelta de la esquina.
―Seguro que te va genial, como en el primer cuatrimestre.

Mónica se mantenía al margen de la conversación, me había dado cuenta que desde que habíamos comenzado a enrollarnos estaba mucho más cohibida delante de su marido y apenas hablaba, yo intentaba actuar con normalidad, pero a ella se le notaba más, o eso me parecía a mí. Se comportaba seria y distante conmigo y eso podría hacer sospechar a su marido que algo pasaba entre nosotros. Tendría que hablar con ella.

Al terminar de comer Fernando nos dijo que se iba a acostar un poco en el sofá y yo me quedé recogiendo la cocina con su mujer. Apenas tardamos diez minutos e igual que el pasado fin de semana subimos a la habitación para echarnos la siesta. Yo volví a abordar a Mónica en medio del pasillo, justo debajo del marco de la puerta de su cuarto.

―Espera, Mónica...
―¿Qué pasa?
―Solo quería disculparme por lo de esta mañana y también decirte que... bueno, cuando estamos delante de tu marido estás demasiado seria, tienes que cambiar un poco eso o Fernando podría darse cuenta de... bueno... ya sabes.
―¿Tanto se me nota?
―No sé, lo mismo son imaginaciones mías, pero intenta participar más de la conversación, estar más simpática, no sé, cosas así...
―Vale, lo tendré en cuenta... perdona... es cuando estamos los tres no estoy nada cómoda...
―Ya, ya me he dado cuenta.
―Bueno, luego nos vemos...
―Ehhhh... espera, espera, no te vayas ―dije sujetándola por el brazo.
―¿Qué quieres?

Nos quedamos frente a frente, mirándonos, nuestras bocas estaban a apenas diez centímetros y pegué mi cuerpo contra el suyo, bajé las manos para sobar bien su culo por encima de las mallas de deporte y Mónica miró en dirección a la escalera.

―Otra vez no, Adrián...
―Shhhhh... tu marido está dormido ―dije con voz sensual cerca de su oído mientras metía las manos por dentro de sus mallas acariciando directamente la piel de su culo.
―Espérate, solo un día más y mañana...
―No puedo esperar a mañana... me tienes loco, todavía estoy pensando en lo de ayer y... ufffff, fue una pasada.

Sin querer bajó su mirada unos instantes para comprobar el bulto que lucía bajo mi pantalón y otra vez le entraron dudas.

―No voy a hacerte eso, ahora...
―Da igual, hazme lo que quieras, pero no me dejes así...

Rápidamente bajó las manos desabrochando la cremallera de mi pantalón vaquero e introdujo los dedos por el calzón para agarrarme la polla.

―¡Te voy a matar! ―dijo sacándomela y comenzando a hacerme una paja en medio del pasillo.
―¡¡Joder, qué bueno!!

Era terriblemente morboso que me masturbara mientras su marido dormía la siesta en el salón, yo no dejaba de acariciar su culo y Mónica miraba continuamente por las escaleras sin dejar de menearme la polla. Pasé un dedo por sus labios dibujando el contorno y Mónica abrió un poco la boca.

Se notaba que estaba nerviosa y... demasiado excitada. Luego acaricié su mejilla y le introduje el pulgar en la boca un centímetro. Mónica sacó la punta de la lengua para rozar mi dedo y aumentó el ritmo de su paja estrangulándome la polla con fuerza.

Todavía no quería correrme y detuve el movimiento agarrando su antebrazo.

―Shhhh, más despacio...

Con la mirada me imploró un poco de compasión, sabía que la tenía en mis manos y podía hacer con ella lo que quisiera. Mónica ya no era dueña de su cuerpo.

Ahora mandaba yo.

Empujé con el pulgar metiéndoselo hasta el fondo de la boca y ella me lo chupó como si estuviera lamiendo una polla. Con la otra mano no dejaba de acariciar su culo y Mónica me seguía masturbando, pero mucho más despacio. Estábamos perdiendo la cabeza. Aun así, Mónica miraba de vez en cuando en dirección a la escalera, por si venía su marido. No sé si hubiéramos escuchado la puerta del salón si él se hubiera levantado, pero como poco nos habría puesto en serios problemas.

Se me había pasado rápido el susto de la mañana, cuando casi nos pilla en la cocina, en aquella época era un puto inconsciente que pensaba con la polla y Mónica estaba desatada, sumida en una espiral de lujuria disfrutando del sexo como no lo había hecho en su vida.

Sacó la lengua y me la pasó por el dedo de arriba a abajo varias veces, sin dejar de mirarme a los ojos. Apenas protestó cuando bajé las dos manos y tiré suave de sus mallas lo suficiente como para desnudar su culo.

―Adrián, nooooo...
―Tranquila, no voy a follarte...

Hice que se diera la vuelta y apoyé a Mónica contra la pared, luego me puse detrás de ella y le metí la polla entre las piernas. Mónica intentó ahogar ese primer gemido y sacó el culo más hacia fuera. Me la podría haber follado en ese momento, pero me gustaba jugar con ella, hacérselo desear más, tenerla excitada, rabiosa. Cachonda.

Sus dos increíbles glúteos atraparon mi polla, y yo comencé a moverme delante y atrás, como si me estuviera haciendo una paja con el culo, algo parecido a una cubana con sus tetas. Cuando embestía hacia delante aparecía mi capullo por arriba y luego volvía a desaparecer perdiéndose entre aquellas dos masas de carne caliente.

Con las manos hacía fuerza en sus glúteos, empujando hacia dentro para que hicieran más presión en mi polla, que se deslizaba suave en una sensación placentera y maravillosa. Luego volví a meterla entre sus piernas y esta vez fueron sus labios vaginales los que me envolvieron la verga notando el calor que desprendía el coño de Mónica y lo mojada que estaba.

Noté cómo se me iba empapando el tronco a medida que me iba frotando contra ella, Mónica cada vez sacaba el culo más hacia fuera y ya no podía reprimir unos pequeños gemidos ahogados mientras mi polla se deslizaba en su coño cada vez más deprisa. Mónica movía ansiosa y con desesperación las caderas y bajó una mano para agarrarme la polla.

―¡¡Mmmmmm... métemela!! ―susurró en bajito casi en un gemido.
―Shhhh, no te muevas, te prometí que no te iba a follar... ―dije cogiéndome la polla y golpeando con ella despacio en sus glúteos―. Si la quieres... te la meto por el culo ―abrí sus glúteos apoyando mi verga en su ano.

Empujé hacia delante haciendo presión y Mónica cerró los ojos dejándose hacer. Ese quizás fue el momento en el que Mónica perdió el control de la situación y yo me hice el dueño y señor. La muy puta estaba dispuesta a dejarse sodomizar en medio de la escalera mientras su marido dormía la siesta en el salón.

Dejé caer un salivazo entre sus nalgas y restregué mi polla en su pequeño ano empujando suavemente.

―¿Quieres que te dé por el culo?
―Noooo, eso nooooo...

Mónica abrió la boca buscando un poco de aire y sacó las caderas hacia atrás. Me ofrecía su culo para ser follado a pesar de que me estaba diciendo que no. Entonces me guardé la polla en los pantalones, dando por finalizada la sesión y le di un pequeño azote en su glúteo derecho.

―Otro día, hoy es demasiado arriesgado, cuando te folle el culo vas a chillar como una cerda... y no queremos despertar a tu marido, ¿no? ―musité cerca de su oído para que notara mi respiración mientras le metía un par de dedos en el coño―. Joder, no voy a poder ni hacerte un puto dedo, o esto va a ser un escándalo, ¡mira cómo chapoteas! ―dije penetrándola cuatro o cinco veces.

Saqué la mano de debajo de sus piernas y me limpié los dedos pasándoselos por la suave piel de su culo. Luego le subí el pantalón e hice que se diera la vuelta quedando frente a mí. Mónica estaba con las mejillas encendidas y no se atrevía ni a mirarme. La sujeté por la barbilla y besé tímidamente sus labios en un pico que ella no me correspondió.

Me subí a mi habitación con un buen calentón, pero sabiendo que había dejado a Mónica en un punto de no retorno en el que ya no podría decirme que no a nada.

Ahora era mía.



34



No se puede salir de fiesta tan cachondo como estaba yo. Es verdad que lo de Mónica en las escaleras unas horas antes había sido un juego, dejándola justo donde yo quería, pero uno no es de piedra y me había tenido que contener mucho para no follármela.

Aquella noche, bebí, bailé, salté y me lo pasé en grande, descargando la tensión sexual que tenía en casa y estuve pendiente de Elvira cada segundo. Iba demasiado rockera con unos shorts cortos, medias de rejilla, botas militares, un top negro con el que nos enseñaba su nuevo piercing en el ombligo y su melena rubia suelta con un cardado muy peculiar. Parecía una felina.

Ella también estaba desatada, bailó con Pablo varias veces, moviéndose sensualmente al ritmo de la música. Cada vez que terminaba la canción y volvía con nosotros me echaba unas miraditas que me fueron derritiendo poco a poco. Tampoco me quería quedar hasta muy tarde, la noche anterior ya nos habíamos ido a dormir de empalmada y sobre las tres de la mañana consideré que ya era hora regresar a casa.

Me acerqué a Elvira y le dije que me marchaba, que si me quería acompañar a casa, me contestó que sí con la cabeza y recogió su chupa de cuero que estaba en el montón de abrigos que el resto de compañeros habíamos ido dejando en unos asientos. Nos despedimos y salimos del bar agarrados de la mano.

Fuimos hasta el chalet con los dedos entrelazados, aunque nos paramos varias veces por el camino para morrearnos en el primer sitio en el que pillábamos. Cuando llegamos yo iba con una empalmada tremenda y al cruzar la puerta vi que había luz en la cocina.

Entramos juntos Elvira y yo y Mónica se estaba tomando una infusión antes de acostarse, habían estado en casa de sus amigos y la noche también se les había alargado más de la cuenta.

―Hola, ¿estás bien? ―pregunté yo.
―Sí, me estaba tomando una valeriana antes de dormir, ¿y vosotros qué tal?
―Hola ―dijo Elvira con timidez detrás de mí sin soltarme la mano.
―Hola, Elvira.
―Vamos a bajar a la bodega un rato... ―advertí a Mónica―. Quizás nos peguemos un baño... ¿te apetece? ―pregunté a Elvira mirando hacia atrás.
―Sí, ¿por qué no?
―Bueno, mañana nos vemos...
―Buenas noches ―se despidió Mónica de nosotros.

Al llegar a la planta baja fuimos directamente a la piscina, y nos besamos sentados sobre la hamaca. Tenía la polla a punto de reventar, pero solo podía pensar en Mónica que estaba sola en la cocina.

―Debería subir a por unas toallas o el albornoz, antes de que nos metamos al agua...
―Vale, vete a por una toalla, yo me voy a ir metiendo... no tardes... ―dijo Elvira dándome un muerdo y comenzando a quitarse el top.

Estuve unos segundos mirando cómo se desnudaba para mí, tenía ganas de ver sus inmensas tetazas, que no tardaron en aparecer delante de mis narices, luego se desabrochó los shorts, quedándose tan solo con las medias de rejilla y un pequeño tanga debajo.

―Pareces una fulana con esas medias...
―¿No te gustan?
―Me encantan, ¡te las arrancaría con los dientes!... ¿te meterías al agua con ellas?
―Jajaja, noooo...
―Pues me gustaría que lo hicieras... me daría morbo...
―¿Ah, sí?... anda, sube a por la toalla... ―dijo quitándose las medias y el tanguita.
―Ahora vuelvo...

Por supuesto que antes de subir a mi habitación volví a pasar por la cocina, todavía estaba Mónica que ya estaba de pie dejando el vaso de la infusión en el fregadero. Me acerqué a ella por detrás y puse las manos en su cintura.

―Perdona por haber traído a Elvira, ya sé que no te gusta...
―Me voy a dormir ―me contestó Mónica sin darse la vuelta ni mirarme a la cara.
―Espera, no te vayas así, ya te lo dije la otra vez, hago esto para actuar con normalidad, no quiero que Elvira sospeche nada de lo nuestro... y mucho menos Fernando.
―Vale, lo que tú digas...
―No te enfades, por favor... ―dije girándola para que se quedara frente a mí y poniendo las manos en su cintura―. Me encantaría follarte ahora mismo, todavía me dura el calentón por lo de esta tarde ―susurré en bajito en su oído agarrando su mano para ponerla sobre mi paquete.

Mónica cerró los dedos agarrándome el tronco y me pegó un par de sacudidas por encima del pantalón.

―Mañana vamos a follar como animales... ―dije acercándome a ella para darle un pequeño beso en los labios que ella no me correspondió―. Tengo que irme ya, Elvira me está esperando en la piscina... ―comenté a Mónica bajando la cremallera del pantalón y sacándome la polla.

Se contuvo las ganas de empuñarme la erección. Sabía que esa noche mi polla no era para ella, y yo me acerqué desafiante, pegándome contra su entrepierna.

―Si quieres te dejo que me la chupes unos segundos... ―dije tirándola con fuerza del pelo.

Pensé que me iba a mandar a la mierda inmediatamente, pero se quedó unos segundos sumisa, pensando en lo que hacer. Estaba más necesitada de polla de lo que me imaginaba. En nada se parecía ya a la Mónica de unos meses atrás cuando llegué a la casa. Aquella mujer seria, con clase, educada y discreta se había transformada en una jodida puta.

Había conseguido sacar la zorra que llevaba dentro.

―Tienes veinte segundos... ―humillé a Mónica mirando el reloj y entrando en el menú para poner el cronómetro―. Cuando quieras empiezo la cuenta atrás...
―¡Me pones de mala hostia cuando te comportas como un imbécil!, ¡eres un puto niñato!
―Veinte segundos ―repetí sacudiéndomela delante de ella.
―Ya tienes quién te la coma esta noche, ¿no?

Puse el cronómetro en marcha y un ligero pitido le indicó a Mónica que había comenzado la cuenta atrás.

―20, 19, 18... ―conté soltando su pelo.

Ella me agarró la polla mirándome fijamente a los ojos, en aquel momento me odiaba. Pero sabía que iba a hacerlo.

―15, 14...
―¡Eres un cabrón!

Se puso de cuclillas delante de mí y sin más miramientos se la metió en la boca metiendo y sacándosela con ansia varias veces.

―¡Joder, uffffff!, más despacio... diossss... ―exclamé.

Me temblaron hasta las piernas, y tuve que apoyarme en la encimera de la cocina. Cinco, cuatro, tres... y cuando llegó la cuenta atrás a cero volví a cogerla por el pelo y tiré hacia atrás dejando a Mónica sin mi caliente verga. Yo creo que si la dejo diez segundos más hubiera terminado explotando en su boca. Ella me miró suplicante con un pequeño hilo de saliva que unía sus labios con mi polla.

―Me están esperando... ―le dije a Mónica guardándomela en los pantalones y dejándola agachada en medio de la cocina.

Tampoco quería ir con la polla fuera por toda la casa, me imaginé que Fernando estaría durmiendo, sino Mónica no me la habría chupado, pero por si acaso prefería taparme, para subir a mi habitación antes tenía que pasar por delante de la del matrimonio y cualquier precaución era poca.

Regresé a la piscina con dos toallas y el albornoz en la mano, no quise volver a entrar en la cocina, o hubiera terminado follando con Mónica, llevaba un calentón desmesurado y Elvira me estaba esperando dentro del agua. En cuanto me vio llegar subió por la escalera mostrándome su look.

La muy zorra estaba desnuda, se había quitado el tanguita, pero se había vuelto a poner las medias de rejilla solamente y así se había metido en la piscina. Orgullosa de su cuerpo, se quedó unos segundos para que la viera bien, se le insinuaba el coño entre los huecos de sus medias y en ese momento, con el pelo mojado y esas pintas que llevaba me entraron unas ganas locas de follármela.

Tranquilamente me fui quitando la ropa y me metí despacio en la piscina, también me gustaba que Elvira viera la tremenda erección que lucía. En cuanto entré en el agua ella se acercó a mí rodeándome el cuello con los brazos y dándome un vulgar morreo.

―Vamos, te estaba esperando... mmmmmm... has tardado mucho...
―Es que me he quedado unos segundos hablando con Mónica...
―¿Ah, sí? ¿y qué te ha dicho?
―Nada, pero una cosa ha llevado a la otra y... me la ha terminado chupando en la cocina ―le dije a Elvira que se tomó mi confidencia como una especie de fantasía.

Por supuesto que no se lo creyó.

―¿Te la ha chupado?, mmmmm... ¿y lo hacía bien? ―musitó con voz sensual continuando con el juego.
―De maravilla, por eso he venido con la polla tan dura... pero no me he corrido, la he dejado en cuclillas en medio de la cocina con ganas de más, prefería follar contigo...
―Mmmmm, me encantaría haberlo visto... me habría puesto a su lado para ayudarla, ¿alguna vez te la han comido dos tías a la vez?
―No, ¿tú has hecho eso?
―Puede... ―dijo bajando la mano para agarrarme la polla.
―¡Joder, qué puta eres!
―¿Te hubiera gustado follarte a Mónica en la cocina?
―Mmmmm... sí, claro... pero habría llegado hasta el final y me hubiera corrido antes de volver contigo...
―¿Te hubieras corrido con ella antes que conmigo? ―dijo Elvira con un tono meloso mientras me meneaba la polla.
―Por supuesto.
―En ese caso no me hubiera importado, yo si tuviera polla también me gustaría follarme a una zorra como Mónica, entiendo que te dé tanto morbo...
―Te pone hablar de ella, ¿eh?
―Sí ―gimió acercándose a mí.

Bajé las manos y tiré con fuerza de sus medias de rejilla desgarrándolas por la zona del coño. Me hubiera gustado escuchar el sonido de la tela rasgarse, pero debajo del agua no percibimos nada. Elvira me rodeó la cintura con sus piernas reposando mi polla en la entrada de su coño.

―¿Qué te gustaría hacer con ella?... ahhhhhgggg... ―me preguntó mientras comenzaba a penetrarla poco a poco.
―Me gustaría hacer de todo, follármela por toda la casa, correrme en su cara, metérsela por el culo...
―Mmmmmm... sigueeee...
―Follar con ella en un sitio público, en su cama, que me hiciera una mamada en el cine, comerle el ojete mientras su marido duerme la siesta, hacer un trío con ella y contigo y mientras te follo a cuatro patas ver cómo lames bien su coñito, ¿eso te gustaría?
―Joder, ¡qué cachonda me estás poniendo!... ahhhhhhhgggggg...

Y abrazados seguimos follando en la piscina fantaseando con Mónica hasta que me corrí dentro de Elvira sin cambiar de posición.

Fue una auténtica gozada de polvo.
 
35



Aunque intentó no hacer ruido me desperté cuando Elvira se vestía en la oscuridad de la habitación, eran las nueve y media de la mañana. Cogió las medias que había dejado sobre el radiador y tras comprobar que ya estaban secas se las puso. A pesar de llevar los shorts por encima se notaba que estaban rotas por la zona de la entrepierna y junto con las botas militares y el top tan cortito, le daban un aire a puta de carretera, pero a Elvira le daba igual, ella era auténtica vistiendo y no le importaba que la gente siempre se quedara mirándola.

Desde luego que no pasaba desapercibida en todos los lugares por los que íbamos.

Me había dejado destrozado la noche anterior, lo de la piscina le había sabido a poco y después habíamos echado otro polvo en mi habitación, más de los que le gustan a ella, con sus azotes, sus gemidos escandalosos y había terminado con una buena mamada hasta hacerme correr en su garganta.

Todavía me quedé durmiendo una hora y media más y cuando me levanté sobre las once, Mónica estaba haciendo sus ejercicios de fitness en el jardín. Había salido un día soleado y me sorprendió que mis caseros no se hubieran ido de excursión, casi todos los domingos lo solían hacer, aunque seguramente estarían cansados después de haber llegado tarde la noche anterior.

Me calenté un poco de leche y salí al jardín a desayunar mientras veía a Mónica mover el culo arriba y abajo haciendo sus sentadillas. Fernando estaba a mi lado y estuvimos hablando un rato. La escena era peculiar, era evidente que los dos nos estábamos fijando en el culo de Mónica, no había otro sitio donde mirar. Me resultaba un poco violento hacerlo delante de su marido, e intentaba actuar con normalidad, aunque era difícil.

―Si te apetece vamos al estadio un ratillo y damos unas vueltas con el coche, así prácticas... si no tienes otros planes, claro ―me propuso Fernando.
―Ehhh... sí, vale, me parece bien...
―Aunque no podemos volver muy tarde, hoy voy a cocinar yo, os voy a hacer mi famosa paella que hace tiempo que no la hago... y luego la comemos aquí en el jardín, hace un día estupendo...
―Mmmmm, eso suena genial...

Terminé mis galletas y el vaso de leche sin dejar de mirar el culazo de Mónica y subí a cambiarme a la habitación. Fernando me llevó hasta la explanada del estadio, era un sitio amplio y el domingo por la mañana estaba vacío, por lo que era perfecto para poder dar unas vueltas con el coche sin riesgo de llevarme nada ni a nadie por delante.

Fernando me dio un par de buenos consejos, se notaba que tenía mucha paciencia y estuvimos casi una hora que me vino realmente bien para soltarme un poco. Sinceramente, prefería no pasar tiempo a solas con él, en esos momentos es cuando se me venía toda la culpa por lo que estábamos haciendo Mónica y yo. Fernando no se lo merecía.

Y además, después nos hizo una estupenda paella en la barbacoa del jardín, yo le estuve ayudando preparando los ingredientes, picando la cebolla y los pimientos para el sofrito como si fuera su pinche de cocina.

―Bueno, pues esto ya está, hay que esperar unos veinte minutos, creo que nos hemos ganado una cervecita... ―dijo en cuanto dejó la paella haciéndose al fuego.
―Desde luego que tiene muy buena pinta y huele fenomenal...

Al momento apareció Mónica por el patio con un par de cervezas.

―Para los dos cocineros, que se la han ganado...

Y sentados al sol dimos cuenta de la cerveza que Mónica nos había traído. Cuando la terminé me levanté para que ver qué tal iba la paella y luego me acerqué a la cocina para ayudar a Mónica a poner la mesa en el patio. Fernando estaba medio recostado, en una tumbona del jardín, con los ojos cerrados esperando que se consumiera el agua para luego dejar el arroz reposando cinco minutos.

Fuimos llevando hasta el patio los platos, cubiertos, vasos, pan y un poco de vino. Cada vez que me cruzaba con Mónica nos quedábamos mirando sin decirnos nada, hasta que coincidimos una vez en la cocina. Ella estaba sacando del cajón un cucharón para servir y yo me puse detrás de ella. Se notaba que todavía estaba enfadada por lo que había pasado por la noche.

No solo le sentaba fatal que llevara a Elvira a casa para follar con ella, es que encima me había pasado con ella, provocándola, hasta hacer que se humillara para chuparme la polla durante quince segundos.

―Perdona por lo de ayer... me pasé un poco... ―dije poniendo una mano en la cintura.

Ella se apartó a un lado mostrando un comportamiento infantil, sin tan siquiera contestarme.

―¿Estás enfadada por lo de anoche?... luego te lo compensaré... o si prefieres lo hago ahora ―me volví a poner detrás de ella bajando la mano para acariciar su culo por encima de sus mallas negras de deporte.
―Vale ya, Adrián... estate quieto...
―Fernando está tumbado, tranquila, no va a venir... ―le susurré en el oído metiendo los dedos en su entrepierna.

No me costó llegar a sus labios vaginales, podía sentirlos perfectamente palpitar a través de la tela, e hice una ligera presión para acariciar ese zona por encima de las mallas.

―Antes me has puesto cachondo viéndote hacer los ejercicios, se me ha puesto dura delante de tu marido, no lo he podido evitar...
―Adrián, para... ahhhhggggg ―gimió intentando apartar mi mano.

Pero yo hice más fuerza que ella y no iba a dejar que se escapara, me resultó relativamente sencillo convencerla para que se dejara masturbar, debía estar increíblemente excitada después de lo que había pasado por la tarde en el pasillo y luego por la noche en la cocina.

Mónica estaba tan cachonda que ya era un juguete en mis manos.

Apoyó las manos en la encimera y abrió un poco las piernas facilitándome el trabajo, al borde del orgasmo se dejó sobar unos treinta segundos sin importarle que su marido estuviera a unos pocos metros de distancia.

―No, Adrián, para, para... ahhhhggggg ―dijo en bajito apartándose de mí para llevar el cucharón a la mesa del patio.
―Está bien, comprueba que Fernando no se ha movido y vuelve ahora a la cocina, yo te espero aquí... quiero hacer que te corras...

Entró en el patio con el cucharón de la mano y se acercó a ver cómo estaba la paella. Yo me quedé a dos metros de la puerta, en la penumbra del salón, mirándola sin que su marido se diera cuenta de mi presencia, pero ella sí.

―Quedan unos diez minutos ―le advirtió Mónica a Fernando que seguía recostado en la misma posición en la que yo le había dejado.
―Vale, tranquila, que tengo el tiempo controlado...

Viendo que Mónica no volvía me acerqué a la puerta del salón.

―Mónica, ¿dónde están las servilletas que no las encuentro?, se ha terminado el otro paquete...
―Espera un momento...

Cuando vi que Mónica iba a entrar de nuevo en la casa, regresé a la cocina y la esperé allí. Estaba convencido de que ella quería que siguiera con lo que había empezado unos minutos antes. Con paso decidido regresó y yo le mostré las servilletas con una sonrisa en la boca.

―Creo que ya las he encontrado...
―Deja de hacer el tonto, Adrián... esto no es un puto juego...
―¿No quieres correrte?, sé que estás a punto... ven aquí...
―No, Adrián, para...
―Joder, te derrites en cuanto te meto la mano entre las piernas ―dije acercándome a ella para sobar su culazo con ganas―. Pero si no quieres correrte, tú misma... ―y bajé un poco más por la parte de atrás hasta alcanzar su coñito con el dedo corazón.

Ella cerró los ojos, agarrándose a mis brazos, estábamos frente a frente y se le escapó un pequeño gemido cuando hice presión varias veces con el dedo metiendo la tela de las braguitas entre sus labios vaginales. Noté cómo le temblaban las piernas y con un pequeño hilo de voz sensual me dijo.

―Sigueeee, ahhhhhggg... sigueeee...
―Me encanta que estés tan cachonda... no veas lo dura que me la pones, ¿vas a correrte?
―Ahhhhhhh... síííí, ahhhgggggg, sííííí ―gimió apretando con fuerza mis antebrazos.
―Está bien, te dejo... córrete...

Pegó la cabeza en mi hombro y ahogando sus gemidos comenzó a tener un mini orgasmo, soltando pequeños gemiditos cortos por la boca mientras yo movía el dedo dando pequeños golpecitos en su coño.

―Ahhhggg, ahhhgggg, ahhggggg...

Apenas tuvo tiempo de disfrutarlo y se separó de mí deprisa para volver al patio con su marido con un abridor y una botella de vino. No creo que ese orgasmo le hubiera satisfecho mucho, había sido más bien una mínima descarga de tensión, pero Mónica seguía realmente excitada.

Y a mí me encantaba que estuviera así.

Nos comimos la deliciosa paella que había hecho Fernando y luego subí a la habitación a descansar un rato esperando a que se fuera Fernando. Solo salí a las siete de la tarde cuando escuché la maleta rodando en el pasillo y las voces del matrimonio despidiéndose.

Yo también salí fuera del chalet viendo cómo Fernando sacaba el coche del garaje y Mónica y yo nos quedamos mirando desde la carretera alejarse el coche en dirección a Madrid. Otra vez estábamos solos.

Le di una palmadita en el trasero en cuanto perdimos el coche de vista y nos metimos dentro del chalet.

―No hagas eso en la calle, puede vernos cualquiera...
―No había nadie cerca, ya lo había comprobado.
―Da igual, por si acaso, nunca sabes quién puede estar mirando, o desde alguna ventana.
―Sí, tienes razón, tendré más cuidado, aunque... ufffffff, es que no me puedo resistir.

Mónica estaba cerrando las dos puertas con llave dejándolas en la cerradura para que no se pudieran abrir desde fuera.

―No hace falta que cierres todavía, esta noche me apetece salir a cenar al Mc'Donals y me gustaría invitarte ―le dije a Mónica.
―Mira, Adrián, tal y como te estás comportando prefiero no ir contigo a ningún sitio, no quiero que nos vean juntos...
―Lo siento, de verdad, deja que por lo menos te invite...

Me puse frente a ella sujetándola por la cintura y con ligero tirón de pelo incliné su cabeza para tener vía libre a su cuello, en el que puse los labios comenzando a besar esa zona con intensidad. Mónica abrió la boca y se le escapó un gemido, el pequeño orgasmo de antes de comer no había calmado su calentura y bajó una mano para agarrarme la polla por encima del pantalón.

―No corras tanto... no hace ni dos minutos que se ha ido tu marido y... ¿ya me estás sobando la polla?

Intentó meter la mano por el elástico de mi chándal para cogérmela directamente, pero yo se lo impedí, quería hacérselo desear un poco más. Podría haberla puesto contra la pared y habérmela follado, pero yo quería hacer otras cosas con ella, avanzar un poco más en nuestros juegos, provocar situaciones que nos dieran morbo.

Y salir a la calle con Mónica era una de ellas.

―Tranquila, que hoy te voy a follar como te mereces, pero antes me apetece salir contigo...
―Quiero quedarme en casa... además, ahora tenía que hacer mi clase de yoga...
―Puedes hacer tu clase, no hay prisa, luego saldremos, no vamos a tardar mucho, cenamos algo rápido y enseguida regresamos... ―dije besándola en la mejilla y acariciando su culo con las dos manos―. Si haces lo que te pido volveremos del burguer todavía con más ganas...
―¿Si hago lo que me pides?
―Sí, me gustaría que fueras sin ropa interior... me daría mucho morbo que hicieras eso, ¿te imaginas?, estás cenando conmigo y solo yo sabré que no llevas braguitas ni sujetador...
―No voy a hacer eso, Adrián...
―Pues claro que lo vas a hacer, lo estás deseando, si lo haces te prometo que me portaré bien y seré un chico bueno...
―¿Y si no lo hago?
―No contemplo esa posibilidad.
―Está bien, salimos a cenar, pero no me voy a quitar la ropa interior.
―Ponte unos vaqueros bien ajustados y una camiseta con escote, tienes buenas tetas y no sueles llevar escote para lucirlas, ¿es que no tienes ninguna camiseta sexy?, puedo pedirle a Elvira que te preste una...
―Muy gracioso, ¿ahora también me dices qué ropa me tengo que poner?, hoy me estás tocando un poco las narices...
―Lo sé... pero luego me lo agradecerás, te lo aseguro...
―Voy a hacer yoga ―dijo resignada una vez que se dio cuenta que de momento no íbamos a follar.

Entró en el salón con la esterilla de la mano, sus mallas negras Nike, una sudadera gris de manga larga sin capucha y una cinta en el pelo. Bajó la luz y puso música relajante antes de situarse en la posición inicial. Yo estaba sentado en el sofá viendo cómo lo hacía y cuando se puso con el culo en pompa me saqué la polla y comencé a masturbarme mirando hacia ella. Mónica no se dio cuenta al principio, pues estaba con los ojos cerrados, pero en cuanto los abrió me encontró a tres metros escasos haciéndome una paja sin cortarme ni un ápice.

De repente se quedó parada, sorprendida por pillarme así, intentó no desconcentrarse y recuperar el ritmo de la respiración, pero volvió a mirarme por el rabillo del ojo.

―Así es imposible... Adrián...
―Vale, vale, ya me voy y te dejo tranquila... ―dije incorporándome con la polla fuera.

Me acerqué a ella poniéndome de rodillas por detrás, pasé las manos hacia delante metiéndolas por dentro de la sudadera y agarré sus tetas que estaban libres.

―¡Me encanta cuando no llevas sujetador!, luego tampoco te lo pongas...
―Adrián, mmmmmmm ―susurró Mónica incorporándose hacia atrás y girándose para intentar besarme.
―Te he dicho que todavía no, cuando vengamos del burguer... ―dije sin dejar de amasar sus preciosas tetas y apartando mi cara para que ella pusiera sus labios en mi mejilla―. ¡Me encanta que estés así!... te voy a dejar que termines la clase y a las ocho te espero abajo para ir a cenar.

Apoyé mi polla contra su culo y le pegué un par de embestidas, como si estuviéramos follando. Luego me puse de pie y subí a prepararme para la cena, dejando a Mónica en su esterilla a cuatro patas y todavía más cachonda.

Yo también intenté relajarme mientras me duchaba, llevaba una empalmada increíble y no veía la hora de follar con Mónica, aunque antes quería saber si ella estaba dispuesta a hacer lo que le había pedido. Me puse un vaquero, camisa y jersey y esperé en el salón a que ella se arreglara. Ya eran las ocho.

Puntual bajó por las escaleras, llevaba un look muy casual, con unos pantalones vaqueros blancos súper ajustados, zapatillas y una camisa de cuadros metida por dentro del pantalón, con el que iba marcando culo a lo bestia. Se cubría un poco con una chaquetilla de punto, todavía hacía buen tiempo aunque ya empezaba a anochecer y en un rato seguro que iba a refrescar.

―Mmmmm... estás muy guapa...
―Adrián, te lo digo en serio, no quiero tonterías cuando vayamos por la calle...
―Creo que podré aguantarme ―dije soltándole un pequeño azote en el culo antes de salir de casa.

Nos pedimos un par de menús en el McDonal's que estaba a unos cinco minutos. Era pronto por lo que no había mucha gente, aunque a la hora de la cena se solía llenar de universitarios. Me senté frente a Mónica y apenas hablamos durante la comida. Solo nos mirábamos y la rocé un par de veces con el pie para entrar en contacto con ella.

La tensión sexual entre los dos era más que evidente y solo con ver cómo ponía la pajita de la Coca-Cola Zero entre sus labios ya me excitaba.

―¿Has cumplido lo que te dije? ―pregunté intentado adivinar si llevaba algo debajo de la camisa.
―No.
―¿Seguro?, ¿o tengo que comprobarlo por mí mismo?
―Ni se te ocurra...
―Pues quítate la chaqueta...

Con un gesto de exasperación hizo lo que le pedí quedándose tan solo con su camisa pija azul clarita a cuadros. Se le notaban bien los pezones a través de la tela e incluso parecía que se le marcaba el contorno de sus pechos.

―¿Llevas sujetador?

Mónica bajó la cabeza avergonzada terminándose las últimas patatas que le quedaban.

―Desabróchate un botón, quiero comprobarlo...
―¿Aquí?, ¿estás loco?
―Venga, vas demasiado formal...
―Uno solo ―dijo soltándose un botón y mostrándome un poco de su escote.
―Mmmmmmm... parece que no hay nada... levántate a por unas servilletas, por favor, quiero ver cómo te botan esas tetas cuando andas...
―¡Adrián!
―Venga, estás deseando hacerlo...

Antes de ponerse de pie se desabrochó otro botón de la camisa sin que se lo pidiera y se dirigió al mostrador donde se hacían los pedidos, por suerte no había nadie en ese momento, tan solo el empleado joven lleno de granos que nos había atendido. Mónica junto los brazos y se inclinó hacia delante por lo que me imaginé el escotazo que se le debía haber formado en ese momento.

―Perdona, ¿las servilletas?
―Sí, ahí las tiene ―dijo el chico señalando a su derecha.
―Muchas gracias.

Cogió tres o cuatro y despacio volvió a su sitio.

―¿Contento? ―me preguntó lanzándome las servilletas a mi sitio.
―¡Guau!, has estado espectacular, me ha encantado ver esas preciosas tetas libres bajo la camisa y joder, ¡menudo culo te hacen esos pantalones!, se te han quedado mirando ese par de chicos ―dije señalando a dos estudiantes que había a unos metros de nosotros.
―Me encanta que hayas hecho lo que te pedí, ufffff, solo de pensarlo la tengo durísima ya... solo me falta comprobar que no llevas braguitas...
―¿Quieres que me dé un paseo con los pantalones desabrochados también? ―me preguntó Mónica irónicamente.
―¿Lo harías?
―Claro... que no, idiota...
―Está bien, entonces solo hay una manera de comprobarlo... ―dije cambiándome rápido de sitio y sentándome a su lado.
―¡¡¿Qué haces?!!
―Shhhhhh, inclínate hacia delante ―y pasé la mano por su espalda.
―Que no, para, para...
―Inclínate hacia delante ―dije metiendo los dedos por el pantalón.

Nos quedamos mirando alrededor, tampoco había mucha gente y nadie estaba pendiente de nosotros, excepto uno de los estudiantes que antes había quedado prendado del culo de Mónica.

―Solo va a ser un segundo...

Con esfuerzo conseguí meter la mano por dentro de sus pantalones. No puedo describir con palabras lo que sentí al encontrarme desnuda la suave piel de su culo y la cara de zorra que puso Mónica cuando mis dedos recorrieron sus glúteos.

Creo que la polla me palpitó bajo los pantalones y quise asegurarme bien de que ella no llevaba ropa interior dejando mi mano allí unos segundos más.

―¡Qué hija de puta! ―exclamé yo.

Mónica sonrió orgullosa y comenzó a ponerse la chaquetilla de punto. Tan solo le había dado dos cucharadas al helado que se había pedido cuando se puso de pie.

―¿Nos vamos ya? ―me preguntó sabiendo la respuesta.

Le solté un pequeño azote en el culo a Mónica al pasar al lado del estudiante que no le quitaba ojo y me quedé con ganas de abrazarme a su cintura hasta llegar a casa, pero a esas horas podría vernos algún vecino o conocido.

Estiramos la zancada y aceleramos el paso para llegar lo antes posible. No podíamos aguantarnos más.

Recuerdo perfectamente que fue nuestra primera gran noche de sexo y estuvimos follando durante cuatro horas. Primero bajamos besándonos y quitándonos la ropa para entrar ya completamente desnudos a la piscina donde lo hicimos dentro del agua. Luego le comí el coño en la tumbona y ella me devolvió el favor con una mamada hasta que me corrí en su boca. Terminamos en mi habitación, a la que subimos desnudos sin tan siquiera recoger la ropa que habíamos dejado por el camino. Me la follé a cuatro patas sin dejar de azotar su culo, hicimos un misionero mientras ella me rodeaba la espalda con sus piernas, se me puso encima cabalgándome como una loca, hicimos un 69, me corrí en sus tetas y en su cara y terminamos duchándonos en mi baño, donde me la volví a follar de pie desde atrás hasta que descargué mis últimas reservas dentro de ella.

Me hubiera gustado que Mónica se hubiera quedado a dormir en mi cama, pero no quiso, y aquella noche nos acostamos exhaustos sobre la una de la mañana. Apenas tenía seis horas para descansar y recuperar energía con la que empezar una nueva semana.




36



Mayo 2012


Por fin aprobé el carnet de conducir. Pensé que no lo iba a conseguir nunca, pero gracias a las clases particulares de Fernando fui ganando en confianza y soltura e increíblemente me lo saqué a la primera. Yo se lo agradecí de una manera muy especial.

Follándome a su mujer.

Recuerdo ese día perfectamente, me examiné un martes por la tarde y volví corriendo a casa para terminar con Mónica en mi cama haciéndome una deliciosa mamada después de haberla tenido durante media hora a cuatro patas.

En mayo ya había que empezar a estudiar para los exámenes finales, y en esa época dejamos de salir de fiesta, entre semana venía Elvira a estudiar a casa y los fines de semana quedábamos en la biblioteca de la facultad todos los amigos para estudiar juntos y al menos vernos un rato. Intenté que mi relación con Mónica me afectara lo menos posible en los exámenes finales, seguía haciendo las mismas cosas, iba a clase por las mañanas, por las tardes quedaba con Elvira y el resto del tiempo lo tenía para ella.

Follábamos prácticamente a diario, incluso dos veces al día, pero también me gustaba que ella siguiera manteniendo sus rutinas de estudio, fitness, yoga, baño en la piscina e interferir en ellas lo menos posible, dentro de lo que suponía estar manteniendo una relación prohibida con un chico de diecinueve años que tenías como inquilino en casa.

Dábamos rienda suelta a nuestra imaginación a la menor oportunidad que teníamos, ya no nos importaba que incluso estuviera Fernando en casa, en cuanto se echaba la siesta subíamos al pasillo de la primera planta y allí hacíamos de todo, incluso una vez me la llegué a follar en la cocina mientras su marido estaba plácidamente dormido.

Un sábado por la mañana le dijimos que íbamos a bajar a limpiar su coche y Mónica me hizo una paja aprovechando los dos minutos que estuvimos en el túnel de lavado, recuerdo cómo aceleró el movimiento de su mano cuando el coche se acercaba a la salida y terminé corriéndome sobre mi propio estómago disfrutando de la perversa sonrisa de Mónica.

De vez en cuando seguía acostándome con Elvira, aunque muy poco, ya que no salíamos los fines de semana, y tampoco es que tuviera muchas ganas de sexo, pues era un no parar con Mónica, pero alguna tarde sí hicimos algo en mi habitación y casi siempre fantaseando con Mónica, lo que parecía excitar mucho a mi compañera.

Y es que ya solo tenía mi cabeza puesta en Mónica, teníamos una atracción sexual tan potente que cada vez nos fuimos arriesgando más y más. Ese riesgo hacía que se intensificaran las sensaciones y era como una droga, cada vez queríamos dar un paso más lejos, necesitábamos de emociones más fuertes y así es como convencí a Mónica de que teníamos que empezar a salir de casa.

Ella fue muy reacia al principio, pero al final aceptó, empezamos tranquilos, con una película de cine un jueves por la noche en una sala medio vacía, allí Mónica me hizo una paja mientras yo metía los dedos por dentro de su pantalón y se puso tan cachonda que después de correrse me deleitó con una tremenda mamada hasta que eyaculé dentro de su boca. Ella se levantó de mi regazo, y me miró para que viera mi corrida sobre su lengua.

Aquella imagen me dejó impactado. Mónica se estaba convirtiendo en una jodida puta.

Otra tarde salimos a una cafetería grande que hay en el centro, tiene dos plantas y en la parte de arriba se suele estar muy tranquilo, pues ese día aprovechando que solo había un numeroso grupo de amigas, que rondarían los 65 años y no estaban muy pendientes de nosotros masturbé a Mónica abriendo sus pantalones vaqueros para meter la mano por debajo de la mesa sin que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando.

Pero el mejor día fue la tarde que estuvimos de compras en El corte inglés, Mónica me dijo que llevaba tiempo sin salir y necesitaba comprarse un pantalón vaquero y uno de vestir. Fuimos eligiendo varios modelos y pasé con ella a los probadores, esperándola fuera. Cuando se ponía uno salía fuera y yo le daba el visto bueno si le quedaba bien, aunque eso no era muy difícil.

Con ese culazo todos los pantalones le sentaban como un guante.

No sé cuántos modelitos se puso para mí, pero cuando salió la tercera vez ya me tenía con una empalmada que no me molestaba en ocultar. Me gustaba que Mónica viera el efecto que provocaba en mí y ella salía del probador cada vez más decidida a incitarme con sus poses mientras me preguntaba.

―¿Y este me queda bien? ¿Cómo lo ves?

Aprovechando que no había ninguna dependienta cerca de nosotros y que tampoco había mucha gente, entré en el pasillo de los probadores y toqué en la puerta. Mónica me abrió sorprendida y terminó de subirse unos pantalones negros de vestir.

―Ahora salgo... ―dijo mostrándome sus braguitas.

Se puso en medio del pasillo y se dio un par de vueltas.

―¿Y este qué tal?
―Uffff, increíble, te queda de diez, bueno como todos, este me gusta mucho, te hace un culo que... mmmmmm ―dije acercándome a ella por su espalda y metiendo la mano entre sus piernas para acariciarle el coñito.

Mónica gimió y se dejó hacer unos segundos, cuando salió con otro vaqueros hice lo mismo, metiéndola mano en medio del pasillo y ya no me pude resistir más y entré con ella en su probador.

―¿Qué haces? ¿Estás loco?

Con un jersey puesto y en braguitas la estuve masturbando frotando mis dedos por encima de su ropa interior, eso parecía que excitaba más a Mónica y luego me puse detrás de ella y mirándonos en el espejo me saqué la polla y apartando sus braguitas se la metí desde atrás, follándomela unos segundos, mientras le tapaba la boca a Mónica para que no se le escapara ningún gemido.

Fue una pena que escucháramos ruido de otras clientes y también que había una dependienta que estaba merodeando, quizás sospechando lo que estaba pasando entre nosotros. Salí disimuladamente del probador dejando el polvo a medias y la chica al verme me preguntó si necesitaba algo.

―No, ya hemos terminado, se ha probado varios pantalones y creo que se ha decidido por dos...

Nos acompañó hasta la caja donde pagó las prendas y salimos de la tienda con un calentón importante. Cogimos el autobús para ir hasta casa y como iba lleno nos tocó quedarnos de pie en el medio. No desaproveché la oportunidad para sobar el culo de Mónica entre el tumulto de gente que había. Ella me miró y no dijo nada. No hacía falta.

Podía ver la cara que llevaba.

Solo abrió un poco más las piernas para facilitarme el trabajo y que mis dedos pudieran acariciar su coño por encima del pantalón. Podía notar el calor que desprendía su entrepierna a través de la tela, y creo que pocas veces había visto tan excitaba a Mónica. Tan cachonda.

Supe que había llegado el día de intentarlo de nuevo.

Llegamos a casa desesperados, casi corriendo, deseando cerrar la puerta y abandonarnos a la lujuria. Nadie podría imaginarse ni lo más mínimo lo que estaba sucediendo dentro de ese chalet. Subimos por las escaleras besándonos, tocándonos, nos costaba hasta respirar, de nuestras bocas solo salían gemidos ahogados y al llegar a la primera planta comenzamos a desnudarnos.

Yo le quitaba la ropa a Mónica y ella me la quitaba a mí.

La dejamos tirada por el suelo, nos daba igual. Estábamos de pie frente a frente, desnudos. Mirándonos. Solo estábamos ella y yo.

Bajé las dos manos para agarrar con fuerza sus glúteos y ella me agarró la polla, comprobando lo dura que estaba. Dejé que me masturbara unos segundos mientras sobaba su culazo mirándola con tanta rabia y deseo que podía traspasarla. Ella se dio cuenta de que algo se me estaba pasando por la cabeza. Me acerqué a su oído y mordí el lóbulo de su oreja.

―Hoy quiero follarte por el culo... ―dijo con voz firme.

Mónica me miró asustada, negó con la cabeza, pero su cuerpo le traicionó y sus piernas se volvieron de papel al escuchar mis palabras. Cuando acaricié su coño comprobé lo mojada que estaba e hice que se diera la vuelta apoyándose contra la pared.

Bajé despacio besando sus hombros, su espalda, hasta que me encontré con su prominente culo. Le di un sonoro beso en una de las nalgas y luego abrí sus glúteos con las manos para meter mi cabeza en la octava maravilla.

―No hagas, eso, he sudado mucho esta tarde... ―me pidió Mónica, pero ya era tarde, mi lengua se estaba abriendo paso en sus entrañas penetrando su ano.

Pocas cosas hay más obscenas y placenteras que comerse un buen ojete, te agachas detrás de ella, abres su culo con las manos y metes el hocico degustando ese pequeño músculo prieto y cerrado que sabe de maravilla.

Era un delicioso manjar. Joder, solo me faltó ponerme un puto babero.

Se lo comía con ansia, desesperado, si hubiera podido hubiera metido hasta los morros dentro, ponía la lengua firme para intentar penetrarla lo máximo posible, pero apenas conseguía hacerlo un centímetro. Mónica había sacado las caderas hacia atrás y me sujetaba por el pelo para empotrar su culo contra mi cara.

Y cuando ya estaba bien lubricado empecé a jugar con mi dedo. Veía en primer plano como mi dedo índice hacia presión para ir entrando lentamente en Mónica, no tenía ninguna prisa, tenía que hacerlo casi perfecto. Actuar con precisión de cirujano, si la cagaba ya podía irme olvidando de sodomizarla en otra ocasión.

Era mi última oportunidad.

Conseguí incrustar todo mi dedo dentro de su culo, de momento parecía que a Mónica le estaba gustando y de vez en cuando también le acariciaba el coño para que siguiera estando igual de cachonda, aunque seguramente no hiciera falta. Mónica parecía dispuesta y ya conocía cuando estaba realmente excitada. Cuando se coño se empezaba a mojar ya no podía detenerse. Y vi como una gota asomó entre sus labios vaginales hasta que finalmente cedió hasta el suelo.

Mónica ya empezaba a chorrear.

Estuve jugando un par de minutos con mi dedo en su culo, ella no se quejaba, solo gemía moviendo las caderas de lado a lado, acostumbrándose a la extraña sensación de verse penetrada por su entrada trasera. De vez en cuando cambiaba el índice por mi lengua y cuando ya volvía a estar bien lubricado le introducía otra vez el dedo en el culo.

Ahora venía el siguiente paso. Un segundo dedo. Esto iba a ser un poco más difícil, o eso pensé yo, pero sorprendentemente entraron casi igual de bien que uno solo. Su ano hacía más presión y se notaba, Mónica tenía el culo bien cerrado y jadeó con ganas cuando empecé a follármela con los dedos. Los saqué unos instantes para ver cómo se le quedaba el ano abierto, momento que aprovechaba para introducir la lengua en sus entrañas, y ahora sí, casi la penetraba por completo con mi húmedo músculo y antes de que se le cerrara el agujero cambiaba otra vez a mis dedos.

―¡Vamos fóllame ya, uffffff... si sigues así me voy a correr! ―gimió Mónica sin dejar de acariciarme el pelo.

Me puse de pie y nos dimos un morreo salvaje, quería que ella sintiera su propio sabor y luego tiré de Mónica escaleras arriba agarrando su mano. Cuando llegamos a mi habitación la empujé contra mi cama y quedó tumbada boca abajo.

―¡No te muevas! ―la ordené antes de ponerme encima de ella.

Cogí la almohada y la metí bajo su cuerpo, justo por la zona del ombligo, para que sus caderas quedaran un poco levantadas.

Había llegado el momento.

Agarró con fuerza las sábanas cuando sintió mi glande haciendo presión sobre su ano. Me dejé caer en su espalda sujetándome la polla y antes de empezar besé su hombro empapado en sudor, lo mismo que su espalda para intentar tranquilizarla.

―Shhhhh, relájate, te aseguro que te va a encantar...
―Ten mucho cuidado, por favor... ―me pidió Mónica.

Quise asegurarme que estaba bien lubricada y dejé caer un buen salivazo entre mis dedos para volver a jugar con ellos en su prieto agujero. Entraron con una facilidad insultante. Mónica estaba ya preparada.

Volví a colocar la polla pegada a su ano, yo también estaba nervioso y excitado y tenía el capullo muy sensible, hinchado, de un extraño color morado. Solo con rozarlo contra el cuerpo de Mónica ya se me erizó la piel y la sensación fue a más cuando empecé a empujar. Me daban ganas de agarrarla y metérsela de una solo embestida hasta los huevos.

Ese culo era lo que se merecía.

Pero tenía que ser paciente, estaba demasiado cerca de mi objetivo final y Mónica parecía dispuesta a dejarse encular en mi pequeña cama de estudiante. Su cara se crispó de dolor y cerró los ojos cuando mi glande fue desapareciendo lentamente en su culo, ya había pasado lo peor y seguí empujando con movimientos suaves y firmes, entraba y salía despacio cada vez penetrándola un poco más. Y otro poquito más. Milímetro a milímetro.

Me salía un poco para que se relajara y volvía a la carga llegando más lejos en cada embestida. No podía creérmelo, pero ya tenía medio tronco dentro de su culo. Estaba convencido de que iba a conseguirlo.

―¡¡¡Ahhhhhggggg, despacio!!!! ―gritó Mónica.

No creo que hiciera falta, pero para asegurarme me salí de dentro por completo, dejé caer un buen salivazo entre mis dedos otra vez y embadurné un poco más ano, penetrándola esta vez con tres dedos. Su agujerito ya estaba súper abierto y decidido me recosté sobre ella sujetándomela con firmeza.

―No te muevas, ahora te va a entrar hasta los huevos...
―Ten cuidad...
―¡¡Cállate ya, joder!!, en un par de minutos vas a estar gritando de placer como una puta...

Y ahora sí, mi polla entró con suavidad, abriéndose paso en sus lubricadas paredes, hasta que por fin mi tableta de abdominales chocó contra su cuerpo. La tenía toda dentro. Me salí despacio hasta la mitad y volví a la carga, una vez, y otra, y otra más, a un ritmo continuo, hasta que el culo de Mónica se fue acostumbrando a mi polla.

Ya me la estaba follando por el culo.

―¿Te gusta?
―¡¡¡Ohhhhh, diosssss, qué ricoooo!!!, da mucho gusto... ―exclamó Mónica cerrando los ojos―. Parece que me voy a mear encima, joderrr... ―dijo de manera vulgar.

Dejé que se acostumbrara a esa sensación tres o cuatro minutos y después tiré de su cintura hacia arriba e hice que se quedara a cuatro patas. Mónica miró hacia atrás y se apartó el sudoroso pelo de la frente. Tenía la cara desencajada de placer y se quedó expectante a ver qué iba a hacer.

―¡¡Vamos, fóllame!! ―dijo moviendo las caderas en círculos.

Con un golpe seco mi polla entró hasta el fondo de ella. ¡¡Ya era mía!! En ese momento Mónica dejó de existir para mí. Solo era un objeto. Un culo que follar. Nada más. Y vaya si lo hice. La muy zorra empezó a gritar a cada embestida, se la clavaba con golpes fuertes y secos, y ella no dejaba de pedirme que siguiera.

―¡¡Más, másssss...!!

Me parecía increíble haber conseguido sodomizarla con esa facilidad, y ella parecía que llevaba recibiendo pollas por el culo toda la vida. Con qué suavidad se tragaba la mía que se deslizaba en su interior de manera sublime. Estábamos los dos a punto de llegar al orgasmo, pero no quería terminar tan deprisa, además, había una cosa que quería hacer con Mónica y todavía no me había dejado.

De golpe le saqué la polla del culo dejándola apoyada en sus glúteos. Mónica movió desesperada las caderas en círculo intentando que se la volviera a meter.

―¿¿Qué haces?? ¡¡No pares, sigueeeee... estaba a punto de correrme!!, ¡¡vuélvemela a meter, por diosssss!!
―¿Por el culo? ―pregunté azotando sus nalgas con mi verga.
―Sí, por el culo, mmmmmmm... ¡¡dame otra vez por el culo!!
―Ven aquí, joder... ―¡PLAS!, dije azotando su glúteo derecho.

La sujeté por el pelo sacándola de la cama a la fuerza, Mónica no sabía lo que estaba pasando, y comprendió aún menos cuando agarré su mano para que bajara por las escaleras, en un primer momento se debió pensar que íbamos a ir a la piscina, pero enseguida comprendió mis intenciones cuando nos paramos a la puerta de su habitación y de un ligero empujón hice que pasara dentro.

―¡¡No, aquí no!!

Fuimos andando hasta el borde de su cama y la obligué a que se inclinara hacia delante, por lo que tuvo que apoyar las manos. Se quedó de pie, con el culo hacia fuera y yo me situé detrás de ella.

―¡No, ahhhhhh, aquí, nooooo... ahhhhhh! ―gimió cuando sintió mi polla otra vez entre sus piernas.

Me la agarré con fuerza haciendo que se pusiera lo más dura posible y se la restregué por la raja de su culo ocho o nueve veces haciendo presión cuando pasaba a la altura de su ano. Mónica siguió protestando, pero me di cuenta como cedían sus piernas y tuvo que apoyar una de las rodillas en la cama para no perder el equilibrio.

―¿Quieres que te la meta? ―pregunté sabiendo la respuesta.

Mónica se echó hacia atrás haciendo presión ella misma cuando sintió mi glande a la altura de su ano. Me sujeté la polla y con total facilidad fue entrando en el culazo de Mónica. Miré hacia abajo para verlo bien y comprobé que su coño ya había soltado un par de gotas que habían caído al suelo.

¡¡Estaba chorreando, literalmente!!

Y comencé a bombear, con golpes fuertes, secos, y duros, follándomela lo mejor que sabía, agarrando su cintura, haciendo rebotar mi pubis contra su cuerpo y Mónica se dejó llevar, acompañando mis movimientos con los suyos, buscando mis embestidas echando el cuerpo hacia atrás.

¡Me estaba follando su señor culo!

La empujé hacia delante y ahora puso las dos rodillas sobre la cama, yo me subí también y nos vimos reflejados en el espejo de su armario. Parecíamos dos putos animales y los gemidos de Mónica cada vez eran más salvajes. Me dio mucho morbo verme en el espejo, y yo creo que a ella también. Habíamos roto la última barrera que nos quedaba.

Hacerlo en su cama de matrimonio. Ya no quedaba nada por mancillar.

Mónica se abandonó al placer y yo metí la mano entre sus piernas para comprobar cómo chorreaba. Me volví a poner erguido para agarrarla bien por la cintura y terminar de sodomizarla con un baile acompasado y perfecto mientras Mónica gritaba “másssss, másssss, sigueee, sigueeee”.

Por suerte para mí, Mónica no tardó mucho en correrse porque yo no podía aguantar más, y al compás de sus chillidos me dejé llevar descargando mi espesa y caliente leche dentro de su culo. Con un último golpe de cadera se la incrusté hasta el fondo y me quedé parado. Ahora era Mónica la que se movía hacia atrás sin dejar de follarme y exprimiéndome hasta la última gota.

―¡¡Síííi, córrete dentro de mí, córrete, ahhhhhhggggg, córrete, cabrón!! ―gritó enfervorecida.

Nos quedamos unos segundos parados cuando terminé de descargar, yo no quería sacar mi polla de su culo, estaba demasiado bien allí metida, al calor del cuerpo de Mónica y ella meneaba sus caderas de lado a lado ronroneando de placer, como si todavía tuviera ganas de más.

Salí de ella con la polla dura, sucia y mojada, y me quedé mirando su ano abierto, del que salía mi reciente corrida. Mónica seguía a cuatro patas ofreciéndome su culo y no tenía intención de cambiar de postura, hasta que me dejé caer en la cama y ella hizo lo mismo.

―Buffffff, ha sido una pasada... ―dije yo―. ¿Te ha gustado?, nunca te habías corrido así... no ha estado nada mal para ser tu primera vez...
―Joder, ha estado muy bien... pero te pedí que no hiciéramos nada aquí...
―Lo siento, no me he podido resistir, me daba mucho morbo follarte en tu cama.

Me di la vuelta quedándome boca arriba, todavía tenía la polla tiesa y las venas seguían bien marcadas, estaba brillante por los jugos de Mónica y una gota de semen resbalaba desde la punta hasta el tronco. Mónica se quedó mirándola. Mi verga lucía más apetecible que nunca.

―¡Eres un cabrón! ―me insultó antes de pasar una pierna por encima de mi cuerpo y sentarse sobre mí.

Ella misma me sujetó la polla para ponerla a la entrada de su coño y se dejó caer, penetrándose y después comenzó a cabalgarme botando desesperada y golpeando con sus glúteos contra mis muslos cada vez que se la clavaba hasta los huevos. La sorprendí un par de veces mirándose en el espejo mientras me follaba.

No me cabía duda de que a ella también le daba morbo acostarse conmigo en la cama que había compartido tantos años con su marido y siguió follándome hasta que me corrí otra vez dentro de ella.

A partir de ese día ya no tuvimos límites, follábamos por toda la casa, en la piscina, en mi habitación, en su cama, en la cocina, hasta en el jardín, sin importarnos que pudiera vernos algún vecino curioso, eso todavía nos daba más morbo, follábamos en lugares públicos, en el cine, en el coche, en los baños de la cafetería... Incluso lo hicimos varias veces mientras estaba Fernando en casa, un día mientras él dormía la siesta en el salón sodomicé a Mónica en la cocina y terminé corriéndome en su cara.

Ya nos daba todo igual. Éramos seres irracionales, enfermos, nublados de razón. Solos nos importaba follar.
 
37



Junio 2012


El curso terminó muy bien, saqué unas notas que ni yo me esperaba, tres sobresalientes y el resto notables, mejorando las calificaciones del cuatrimestre anterior. Después de los exámenes me quedé unos días más esperando a que salieran las notas, aunque no hacía falta, podría haber regresado al pueblo y me hubiera enterado igual.

Salir de fiesta con mis amigos fue la excusa para quedarme en el chalet con Mónica una semana más. Fernando también estaba terminando la obra en la que trabajaba en Madrid, aquel domingo caluroso de junio se despidió de su mujer por última vez y nos dijo que posiblemente regresaría el jueves o el viernes.

Dos horas más tarde estábamos en la piscina Mónica y yo, acababa de correrme dentro de ella y todavía tenía la polla metida en su interior. Mónica me había rodeado la espalda con sus piernas y no dejábamos de abrazarnos y besarnos en plan romántico. Sabíamos que el final de nuestra aventura estaba muy cerca.

Había quedado con mis padres, para que pasaran a recogerme el jueves por la mañana y me ayudaran a guardar en el coche toda la ropa y las cosas que había ido acumulando en la habitación durante el curso. Apenas nos quedaban tres días para estar juntos.

―Uffff, voy a echarte de menos todo el verano ―le dije a Mónica que estaba preciosa con las mejillas encendidas y el pelo mojado.
―Yo también, pero sabíamos que esto se tenía que terminar...
―Entonces, ¿no hay ninguna posibilidad de quedarme en el chalet para el año que viene?
―No, ya lo hemos hablado Fernando y yo y ahora tenemos un dinerillo ahorrado, lo suficiente para acabar de pagar la hipoteca y tirar una temporada... y yo espero aprobar este año la oposición, creo que lo llevo muy bien...
―Joder, quiero seguir viéndote...
―Lo sé... ―dijo ella besándome en la boca.
―¿Qué vamos a hacer?
―No podemos hacer nada, Adrián, lo mejor para todos es que dejemos de vernos...
―Yo quiero seguir quedando contigo... ―dije metiendo un dedo en su boca para que me lo chupara―. Me vuelves loco, joder...
―En cuanto te eches una novia te olvidarás de mí...
―De eso nada, tú sí te olvidarás de mí...
―Sabes que no...
―Quiero seguir quedando contigo el año que viene, ya buscaremos la manera de hacerlo, puedes llamarme cuando Fernando no esté en casa y vendré corriendo a follarte, o podemos vernos fuera... me da igual...
―Adrián, lo mejor es que esto se termine ya, dejar que pase el verano y seguir con nuestras vidas...
―Nooo, Mónica, no me hagas esto...
―Sabes perfectamente que es lo mejor para los dos, esta aventura no va a ninguna parte, es solo sexo... y si seguimos tarde o temprano nos acabarán descubriendo, así que es mejor dejarlo ahora, nos quedaremos con un gran recuerdo...
―No me digas eso...
―Shhhhhh, no hables más... ―dijo metiéndome la lengua en la boca―. Vamos arriba, quiero que me vuelvas a follar...

El miércoles era nuestro último día juntos, estuvimos toda el día sin salir del chalet, nos acostamos dos veces, hicimos una clase de yoga, tomamos el sol en el jardín, nos bañamos en la piscina y después de cenar subimos a mi habitación. Sabía que era más que probable que fuera nuestro polvo final.

A las diez de la noche todavía era de día, aunque ya estaba anocheciendo, apenas entraba luz por la ventana de mi habitación y tenía a Mónica a cuatro patas en mi cama. Mi polla entraba y salía de su culo con una fluidez increíble y yo estaba cerca del orgasmo. Ya no podía aguantarme más, intenté retrasarlo y me quedé quieto, pero Mónica lanzaba su culo contra mí follándome como una loca.

―¡Más despacio, lo tengo a punto!

Mónica ralentizó el ritmo con movimientos lentos intentando que durara lo máximo posible, pero yo estaba al límite, me sujeté a su cintura y me dejé llevar. Entonces me percaté de un pequeño movimiento junto a la puerta, como una sombra que se movía.

Mi primera reacción fue asustarme, Mónica estaba tan concentrada y gemía tan alto que ni se dio cuenta, pero al mirar bien y acostumbrar mi vista a la oscuridad le pude ver bien. Estaba dos metros detrás de la puerta viendo lo que pasaba en la habitación.

¡¡¡Fernando nos había descubierto!!!

Me quedé paralizado por el miedo, sin saber qué hacer, el orgasmo ya había brotado de mis huevos y seguía con las manos en la cintura de Mónica. Casi sin querer me dejé llevar y mientras Mónica me embestía lanzando su culo contra mí, me corrí dentro de ella sabiendo que su marido estaba delante de nosotros.

―¡¡Vamos, córrete dentro de mi culo, asííííí, mmmmmm...!! gritó Mónica.

No podría explicar lo que sentía en ese momento. Una mezcla de miedo y placer que me disparó salvajemente los latidos del corazón en un orgasmo interminable.

En cuanto terminé de correrme, salí de Mónica y me quedé sentado en la cama. Confundido, derrotado y muy asustado. Sin saber cómo decirle lo que acababa de ocurrir.

―¿Qué te pasa? ―me preguntó dándose la vuelta.
―Creo que Fernando está en casa...
―¡¡¡¡¡¿Quéééééé?!!!!!!
―Sí, ha subido y... nos ha visto...
―¿Seguro?
―Sí...
―¡¡¡Joder, joder!!! ―dijo Mónica saltando de mi cama deprisa sin posibilidad de vestirse, pues había dejado la ropa tirada por el salón.

Yo ni me atrevía a salir de la habitación, lo siguiente que escuché unos minutos más tarde fue una monumental bronca entre Mónica y su marido en el salón.

―¡¡Que se largue ya!!, mañana cuando vuelva no quiero que siga aquí ―gritó Fernando antes de salir de casa con un portazo.

Intenté hablar con Mónica, pero ella se refugió en su habitación y no pude hacer nada más esa noche. Yo me quedé hundido, sin saber qué hacer. Todo se había jodido en unos pocos segundos. Tengo que reconocer que me costó mucho conciliar el sueño esa noche, pues acababa de vivir una situación demasiado traumática. Al día siguiente vinieron mis padres a recogerme, Mónica salió a recibirles por educación, se la notaba muy triste y lucía unas buenas ojeras en la cara. Yo creo que no había dormido, lo mismo que yo. Nos despedimos con dos besos a la entrada y esa fue la última vez que la vi.

Ni por lo más remoto podía haberme imaginado unas horas antes que íbamos a tener un final así y me marché a casa muy preocupado, preguntándome por el futuro de Mónica.

No supe de ella en todo el verano, intenté llamarla varias veces y le mandé unos cuantos whatsapp que no me respondió hasta que terminó bloqueándome en el teléfono. Incluso pensé en presentarme en su casa, pero al final desistí de esa idea y decidí dejarlo correr.

Tuve que asimilar que nuestra historia había terminado para siempre.





FINAL



38




Febrero 2022 (Actualidad)

Durante la mañana estuve repasando la documentación de las cuatro firmas que tenía ese día en la notaría, donde trabajaba como oficial. Entonces vi sus nombres y apellidos, no cabía duda que eran ellos. Mónica y Fernando. Tengo que reconocer que me puse nervioso, llevaba casi diez años sin saber nada del matrimonio, y al parecer seguían juntos.

Venían a firmar un testamento, e irremediablemente se me agolparon en la cabeza multitud de recuerdos de mi época universitaria y ese primer año. Al terminar la carrera empecé a hacer unas prácticas en la notaría y aunque no era para lo que había estudiado, al final me quedé trabajando allí.

Con el paso de los años seguimos manteniendo la amistad y nuestro grupo de whatsapp “Elvi y los cuatro fantásticos”, y quedábamos regularmente para cenar, aunque desgraciadamente la última vez que nos juntamos todos fue con el fallecimiento de Iván en un accidente de tráfico hacía unos diez meses. Fue un golpe duro para el grupo y asistimos incrédulos al funeral.

Sergio ahora era mi cuñado, en tercero comencé a salir con su hermana pequeña y ya llevábamos ocho años de relación, él seguía con Laura, con la que estaba a punto de casarse y en cuanto terminó la carrera se puso a trabajar en la empresa que tienen sus padres de administradores de fincas, Pablo dejó la universidad en segundo y se metió en el ejército y Elvira era a la que mejor le iba.

Había estado trabajando en Londres, en EEUU y ahora llevaba tres años en Barcelona donde había montado una empresa de mensajería, con la que debía estar ganando mucho dinero, pues incluso salió en un reportaje en la tele como una de las empresarias jóvenes más prometedoras. Estuvimos saliendo unos meses en nuestro segundo año de carrera, aunque no cuajó nuestra relación, pero por ello no dejamos de estudiar juntos los cuatro años de facultad y nos seguimos acostando hasta que empecé a salir con mi actual pareja. Elvira también tuvo varias relaciones, le daba igual si eran chico o chica, ya nos había confesado su bisexualidad, hasta que finalmente se decantó por el lado femenino.

Al funeral de Iván se presentó con una súper modelo italiana con la que llevaba saliendo un año y estaba más guapa que nunca. Había ganado unos kilos que le sentaban fenomenal, ya no era esa chica alta y desgarbada, aunque seguía teniendo ese aspecto salvaje con sus tatuajes, solo que ahora vestía muy elegante con zapatos de tacón y americanas de color negro.

Nunca me arrepentí de no haber intentado algo más serio con ella, con dieciocho años solo la veía como una chica rara, a la que le gustaba follar, y poco más... nunca estuve enamorado de ella, pero ahora era toda una mujer de negocios, atractiva, sensual, elegante y tengo que reconocer que me acordaba mucho de todos los polvos que habíamos echado juntos. Me daba un morbazo tremendo cada vez que la veía.

Puntuales llegaron a la notaría Fernando y Mónica, no les había vuelto a ver desde que me fui de su casa, venían con un niño pequeño de nueve años y menuda cara que pusieron al verme. Fernando ni me quiso saludar y se llevó al pequeño de la mano a otra sala y Mónica al menos se detuvo a hablar conmigo.

―Hola, Adrián, ¡qué sorpresa!, no sabíamos que trabajabas aquí...
―Sí, llevo seis años, me alegro mucho de verte y saber que estás bien... ya vi en la escritura que eras funcionaria, o sea que sacaste la oposición...
―Sí, aprobé unos meses más tarde... de que te fueras...
―Estaba seguro que sacarías la plaza...

Tampoco hablamos mucho, apenas un minuto, Mónica iba con unos vaqueros ajustados y un jersey azul con cuello de pico, se notaba que ahora era más mayor, pero nadie diría que tenía 52 años. Seguía estando espectacular y su culo seguía igual que siempre. Impresionante.

Entramos en la sala y mientras el notario leía el testamento que Fernando y Mónica habían redactado, yo me fijé en ella varias veces, también me fui inevitable recordar los tres meses de relación que habíamos mantenido. Nunca volví a disfrutar tanto del sexo como cuando estuve con Mónica.

Esos encuentros a espaldas de su marido con aquella MILF fueron una puta delicia. Follábamos a diario cómo si fuera nuestro último día de vida, como animales, con los instintos a flor de piel cada segundo que pasábamos juntos.

¡Era todo tan prohibido y excitante!

Después de la firma del notario se fueron y me quedé dándole vueltas a la cabeza en mi oficina. Me alegraba que Mónica y Fernando siguieran juntos, pero el comportamiento de él siempre me pareció muy extraño, incluso a veces llegué a pensar que Fernando sabía que Mónica y yo estábamos juntos y lo que pasó el último día con la bronca que tuvieron, no fue más que una especie de teatro que habían montado. No consideraba muy lógico que Fernando se hubiera quedado mirando a la puerta de mi habitación sin decir nada, viendo cómo enculaba a su mujer.

Pero bueno, eso solo fue una teoría mía que tuve durante algún tiempo, me alegraba mucho por ellos y que les fuera bien, se lo merecían porque eran muy buena gente y además, al final habían conseguido ser padres, algo que Mónica deseaba con todas sus fuerzas. Supuse que el niño era adoptado, porque pensaba que ellos no podían tener hijos. El chico me hacía mucha gracia, era inquieto y tenía unos caracolillos en el pelo idénticos a los que tenía yo a su edad. ¡Qué casualidad!

Al final nunca le conté a nadie mi aventura con Mónica, fue algo que quedó entre nosotros y su marido y a pesar del paso de los años siempre tuve a Mónica muy presente. Fue una relación que me dejó muy marcado y nunca he vuelto a disfrutar del sexo como lo hice con ella.

Fueron los tres meses más intensos de mi vida. Un recuerdo que guardaré para siempre.


EL INQUILINO UNIVERSITARIO.
 

📢 Webcam con más espectadores ahora 🔥

Atrás
Top Abajo