Conocí esta historia, primero a través de Verónica. Ella y yo tenemos la misma edad, somos amigos desde la infancia y seguimos mantenido esa amistad, casi como si fuéramos hermanos.
Aunque tuvimos nuestros momentos de debilidad al comienzo de la universidad, y en aquella época nos enrollamos varias noches, al final decidimos que lo mejor era mantener la amistad y no seguir por ese camino.
Hoy, prácticamente no hay ningún aspecto de nuestras vidas que no conozcamos y, aunque ambos estamos casados y con hijos desde hace muchos años, son frecuentes nuestras charlas de café o por teléfono contándonos nuestro día a día.
Y volví a saber de esta historia, cuando ya se estaba acabando, casi por casualidad, a través del otro protagonista: Gerardo.
Gerardo había entrado a trabajar en el mismo departamento que yo. Aunque había una cierta diferencia de edad, enseguida congeniamos.
Cuando me contó la empresa de la que venía, la misma en la que trabajaba mi amiga Verónica, no caí en que este Gerardo era el mismo Gerardo del que tanto me había hablado ella.
Hasta que, unas semanas después, hablando de su anterior trabajo, puso como ejemplo a una compañera con la que había trabajado mucho. No dijo su nombre, pero al mencionar su departamento y él llamarse Gerardo... yo uní todos los puntos...
La verdad es que todo coincidía: su edad, su apariencia física, hasta la forma de ser que me había descrito Verónica.
Puesto que yo conocía todas sus andanzas con aquella compañera de trabajo, la situación me resultó tan divertida que aquel día, mientras tomábamos café, no pude por menos que proponer una foto de grupo.
Foto que, cuando volvimos a la oficina, mandé a Verónica: "A cuántos reconoces en la foto?"
Verónica me respondió a los pocos minutos: "jaja, es verdad, me dijo dónde se iba, pero no le hice caso".
Con esa respuesta, casi despectiva hacia Gerardo, y lo que ya conocía de la personalidad de Gerardo, me hizo plantearme que la historia que me había contado Verónica debía tener otro punto de vista... diferente.
La oportunidad para conocer esta historia desde el punto de vista de Gerardo la encontré un par de meses después, en uno de esos seminarios de "comienzo de curso" que nuestra empresa organizaba todos los años en un hotel y que duraba una semana.
No hizo falta que yo preguntara nada. El mismo lunes por la noche, mientras tomábamos unas cervezas en el bar del hotel, Gerardo sacó el tema de las infidelidades en el trabajo (él también estaba casado) y me comenzó a contar su "última aventura".
Lógicamente yo no le dije que, no solo conocía a la otra protagonista, si no que ya me sabía esa historia, y dejé que me la contara.
Y, la verdad es que coincidían las fechas, las situaciones,... pero había diferencias de matiz.
Así que voy a intentar contar esta historia de forma secuencial, alternando ambos relatos, el de Verónica y el de Gerardo.
He intentado ajustar ambas historias en el tiempo. Aunque ni yo tengo tanta memoria con lo que me fue contando Verónica durante dos años y medio, ni creo que Gerardo acertara siempre con los tiempos, al menos los hechos y los hitos fundamentales encajan en ambas versiones. Si algo falta una de las versiones, es porque el otro protagonista no menciona nada sobre eso que sí cuenta el otro.
Aunque tuvimos nuestros momentos de debilidad al comienzo de la universidad, y en aquella época nos enrollamos varias noches, al final decidimos que lo mejor era mantener la amistad y no seguir por ese camino.
Hoy, prácticamente no hay ningún aspecto de nuestras vidas que no conozcamos y, aunque ambos estamos casados y con hijos desde hace muchos años, son frecuentes nuestras charlas de café o por teléfono contándonos nuestro día a día.
Y volví a saber de esta historia, cuando ya se estaba acabando, casi por casualidad, a través del otro protagonista: Gerardo.
Gerardo había entrado a trabajar en el mismo departamento que yo. Aunque había una cierta diferencia de edad, enseguida congeniamos.
Cuando me contó la empresa de la que venía, la misma en la que trabajaba mi amiga Verónica, no caí en que este Gerardo era el mismo Gerardo del que tanto me había hablado ella.
Hasta que, unas semanas después, hablando de su anterior trabajo, puso como ejemplo a una compañera con la que había trabajado mucho. No dijo su nombre, pero al mencionar su departamento y él llamarse Gerardo... yo uní todos los puntos...
La verdad es que todo coincidía: su edad, su apariencia física, hasta la forma de ser que me había descrito Verónica.
Puesto que yo conocía todas sus andanzas con aquella compañera de trabajo, la situación me resultó tan divertida que aquel día, mientras tomábamos café, no pude por menos que proponer una foto de grupo.
Foto que, cuando volvimos a la oficina, mandé a Verónica: "A cuántos reconoces en la foto?"
Verónica me respondió a los pocos minutos: "jaja, es verdad, me dijo dónde se iba, pero no le hice caso".
Con esa respuesta, casi despectiva hacia Gerardo, y lo que ya conocía de la personalidad de Gerardo, me hizo plantearme que la historia que me había contado Verónica debía tener otro punto de vista... diferente.
La oportunidad para conocer esta historia desde el punto de vista de Gerardo la encontré un par de meses después, en uno de esos seminarios de "comienzo de curso" que nuestra empresa organizaba todos los años en un hotel y que duraba una semana.
No hizo falta que yo preguntara nada. El mismo lunes por la noche, mientras tomábamos unas cervezas en el bar del hotel, Gerardo sacó el tema de las infidelidades en el trabajo (él también estaba casado) y me comenzó a contar su "última aventura".
Lógicamente yo no le dije que, no solo conocía a la otra protagonista, si no que ya me sabía esa historia, y dejé que me la contara.
Y, la verdad es que coincidían las fechas, las situaciones,... pero había diferencias de matiz.
Así que voy a intentar contar esta historia de forma secuencial, alternando ambos relatos, el de Verónica y el de Gerardo.
He intentado ajustar ambas historias en el tiempo. Aunque ni yo tengo tanta memoria con lo que me fue contando Verónica durante dos años y medio, ni creo que Gerardo acertara siempre con los tiempos, al menos los hechos y los hitos fundamentales encajan en ambas versiones. Si algo falta una de las versiones, es porque el otro protagonista no menciona nada sobre eso que sí cuenta el otro.