David777
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Aquella semana de un cálido mes de mayo que pasé en el chalé de la playa de Denia que me prestó mi hermano prometía ser tranquila. Justo lo que buscaba para poder concentrarme y terminar de escribir el guion que tendría que haber entregado hacía ya una semana. Desde la muerte de Sandra y toda aquella pasión enfebrecida con Jaime y Adela no había levantado cabeza.
Salía a pasear por la playa al amanecer y luego pasaba todo el día escribiendo entre baño y baño en la piscina. La única conexión con el mundo que tenía era Natalia, la señora que tenía contratada mi hermano para que le atendiera las necesidades de la casa y que venía cada dos días para prepararme algo para comer. Las conversaciones con Natalia, una simpática señora cerca de los cincuenta, siempre me resultaban estimulantes.
Una mañana Natalia vino con su hijo, Marc, un joven apuesto que aún no tenía veinte años. Se quedó en la sala tocando la guitarra de mi hermano mientras su madre trabajaba en la cocina. Aunque las conversaciones con Natalia siempre me resultaban interesantes, aquella mañana decidí quedarme en la sala con el chico y escuchar su música. Marc sabía tocar la guitarra, desde luego mejor que mi hermano.
- ¿Nos vamos, Marc? – preguntó su madre mientras salía de la cocina secándose las manos con un trapo a cuadros rojos y blancos.
- Puedes quedarte si quieres tocando la guitarra, o dándote un baño en la piscina. No te molestaré, que tengo que trabajar – le dije mirándole a los labios.
Marc miró a su madre buscando aceptación y Natalia sonrió dejando el trapo de nuevo en la cocina.
- Vale, pero no molestes a David – le dio un beso y se despidió de él.
Salía a pasear por la playa al amanecer y luego pasaba todo el día escribiendo entre baño y baño en la piscina. La única conexión con el mundo que tenía era Natalia, la señora que tenía contratada mi hermano para que le atendiera las necesidades de la casa y que venía cada dos días para prepararme algo para comer. Las conversaciones con Natalia, una simpática señora cerca de los cincuenta, siempre me resultaban estimulantes.
Una mañana Natalia vino con su hijo, Marc, un joven apuesto que aún no tenía veinte años. Se quedó en la sala tocando la guitarra de mi hermano mientras su madre trabajaba en la cocina. Aunque las conversaciones con Natalia siempre me resultaban interesantes, aquella mañana decidí quedarme en la sala con el chico y escuchar su música. Marc sabía tocar la guitarra, desde luego mejor que mi hermano.
- ¿Nos vamos, Marc? – preguntó su madre mientras salía de la cocina secándose las manos con un trapo a cuadros rojos y blancos.
- Puedes quedarte si quieres tocando la guitarra, o dándote un baño en la piscina. No te molestaré, que tengo que trabajar – le dije mirándole a los labios.
Marc miró a su madre buscando aceptación y Natalia sonrió dejando el trapo de nuevo en la cocina.
- Vale, pero no molestes a David – le dio un beso y se despidió de él.
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