Subyugada (Viaje a una ventana del infierno)

danny52

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Hola a todos. Este relato lo publiqué en la oTRa orilla hace aproximadamente dos años.
Cuando esta página dejó de ser Pajilleros, perdí mi cuenta. Hace algunas semanas publiqué
“Crónica de una traición” con el seudónimo de chabomperdido. Ahora me registré con mi seudónimo de siempre. Espero que les guste.

Subyugada (Viaje a una ventana del infierno)

Presa de una oscura pasión, que doblega su voluntad, y la conduce por una realidad que no puede controlar y, que terminará destruyendo, todo aquello por lo que alguna vez soñó, luchó y amó.

Capítulo 1

Stella Maris, una amiga de ********, que vive en una ciudad, cuya geografía está muy alejada de mi lugar en el mundo; lugar este, donde mi vida de adulto mayor —así nos llaman a los viejos— transcurre en una cotidianidad sin muchos contratiempos ni sobresaltos. Entre las obligaciones laborales y familiares, canalizo mis inquietudes escribiendo historias, poemas y reflexiones, que luego publico en distintas páginas en la web.
Stella Maris me cuenta que, con este territorio, cuyos paisajes de inmensas llanuras, donde se juntan el verde infinito con el celeste del cielo, en ese lejano horizonte de rojos atardeceres y, al que arrullan los intensos vientos meridionales, que es por donde transcurren mis días. Ella, tiene con esta geografía, tan alejados de su cotidianidad, un entrañable romance. Porque, teniendo tan solo díez años, vino de paseo, traída por sus abuelos paterno, que son oriundos de estas pampas. El recuerdo la transporta a aquellos días, cuando de las manos de sus abuelos hizo el viaje más feliz que ella recuerde de su infancia.
Stella quedó con deseos de volver, y lo hizo, pero siendo una joven muchacha. Con una mirada distinta, a la que tuvo siendo apenas una niña, porque pudo percatarse, no de cuestiones paisajísticas, sino de los peculiares usos y costumbres de por aquí. Esto la llevó a conocer y a presenciar diversas formas y maneras de los aspectos culturales, tanto en su fase artísticas, como antropológica. Tuvo vinculaciones con distintos grupos de personas y lugares que la conectaron con aquellos recuerdos que la sedujeron, cuando sus abuelos contaban aquellas anécdotas e historias de sus años jóvenes, vividos por estas latitudes.
Ella se sintió un poco parte de este alejado rincón del planeta. Es probable que esas sean las razones por lo que, además de tomar mate, siempre está muy actualizada del día a día de nuestra cotidiana realidad.
Con el surgimiento de las redes sociales, ******** en este caso y, a través de amigos en común en la red, comenzó a leer y comentar algunos de los escritos que suelo publicar en mi muro.

Esta querida amiga, cuya amistad no me animo a llamarla "virtual", porque ese término, pone una distancia que por nuestros afectos, no tenemos. Mis posteos suelen estar referidos a cuestiones políticas, de actualidad, eventos culturales, deportivos y, fundamentalmente, cuestiones literarias.
A ambos nos gusta intercambiar comentarios sobre novelas; cuentos, relatos, poesía y también películas y series.
…….
Despues de un tiempo de escasos intercambios y, seguido de un abrupto corte, que me preocupó. Eso por eso que le mandé algunos mensajes, interesándome, por saber cómo se encontraba. Me envió un messenger pidiéndome disculpas por haber interrumpido la comunicación que, ya se contaba en meses. Me dijo que tenía pensado llamarme. no para nuestro habitual intercambio sino por cuestiones que tienen que ver con lo que la ha tenido sustraída y alejada de su cotidianidad, que incluyen nuestros intercambios.
Me hizo saber de los terribles momentos que le tocó vivir por lo ocurrido a quién fue, desde muy pequeña, su amiga y confidente. Esto explica su absoluto e involuntario alejamiento de cuestiones que tengan que ver con nuestro metier; comentar e intercambiar opiniones sobre temas diversos..
Me puso en autos de lo acontecido en su entorno más íntimo, en este caso su amiga y confidente de toda la vida, una hermana, al decir de ella.
Lo hicimos por videoconferencia, y realmente se la veía bastante afectada. Su semblante entristecido no lograba afectar su fisonomía de bella y madura señora. Madura, para los estándares que se manejan en los distintos espacios de la web. Sí, habitualmente, la belleza, está asociada a la juventud, en este caso, sería menester decir, que Stela Maris, es una mujer definitivamente joven. Ella cuenta con cuarenta y tres años al igual que su querida amiga. Mujeres cultas, inteligentes, profesionales. Brillantes en lo suyo.
La historia acontecida en su ciudad de residencia y que, involucró a su más cercana amiga que, en el último año, entró en un descontrol que la fue llevando a este desgraciado y triste final.
En varias parte de su exposición tuvo que suspender su relato, afectada por un llanto que me conmovió. Después de una sucinta exposición me mostró unos escritos que su amiga le envió, antes de haber dado fin a su existencia.
En ese momento comenzó a llorar. Me pidió que la disculpe, pero a pesar que ya habían pasado algún tiempo, todavía estaba muy afectada. Me pidió que le diera tiempo, que iba a redactar todo y, me iba a enviar por escrito, todo lo acontecido, junto con una solicitud que pensaba hacerme.

Después de algunos meses, Stella Maris, me escribe: Dani, mi querido amigo. Estoy aún tomándome un retiro en una zona rural, donde está ubicada la que fue la casa de mis abuelos maternos. Allí, después de unas cuantas caminatas y de escuchar música, fundamentalmente los valses y nocturnos de Chopin. No te sorprendas, que al igual que tú, además del heavy metal, me gusta la música clásica.
Bueno, aún sigo en la casa de mis abuelos. Tomé las vacaciones que me debían y solicité un permiso médico por mi estado depresivo. Mariano, mi actual pareja, ha estado viniendo todos los fines de semana para hacerme compañía y, esta última semana, ha acomodado todo en su empresa para quedarse conmigo el tiempo que haga falta. El permiso médico ya terminó y las vacaciones ya están a punto de concluir. Pero, desde la universidad, me hicieron saber que me quede el tiempo que sea necesario.
Tengo que decirte que no me siento del todo recuperada, pero he salido del pozo en el que estaba. Gracias a Mariano, que es un sol, he vuelto a reír. No es fácil, se murió alguien que era la hermana que no tuve.
Mi amiga acabó con su vida; pero antes de eso, me envió el escrito de todo lo que vivió en este último año, algo que conocía, por ser tan cercana y confidente de ella. Cada vez que me contaba las cosas que estaba haciendo, no podía parar de aconsejarle, de pedirle, de suplicarle, que detuviera todo eso. Pero ella estaba como enajenada y, a pesar de aceptar todas mis súplicas, sencillamente no podía sustraerse a la seducción que su amante ejercía sobre ella, y, la manera demencial en que las realizaba, sometiéndose a un tenebroso y oscuro proxeneta.
Lo que te voy a enviar es la historia que ella contó en ese largo y doloroso escrito que me llegó por correo, cuando ya todo había sucedido y nada pude hacer para evitarlo.
Espero que puedas entender y comprender todo este inmenso dolor que aún golpea mi alma.
Su carta inicial, donde cuenta todo lo que le había ocurrido hasta ese momento, haciendo Previamente un resumen de cómo había sido su vida al lado de Ramiro el único y verdadero amor de su vida, cuando sus hijos, partieron para estudiar en la universidad de una ciudad distante. El tiempo libre y cierta monotonía los llevó a intentar darle a sus vidas algo que los saque de la rutina.
En esta parte se nota una cierta inconsistencia en su narrativa, producto de su inestabilidad emocional, por cómo se había dado todo hasta ese momento, pero se entiende perfectamente.
Esta primera parte la escribió, cuando creyó, que había podido dar un primer paso para superar lo que la tenía totalmente doblegada.
La segunda parte la escribió cuando ya todo había acontecido y ya había tomado la terrible determinación.
Teniendo en cuenta su estado de absoluta alienación, por el dolor, la culpa y el remordimiento, su escrito, resultó caótico y de difícil lectura.
Debido a mi estado depresivo, por haber perdido a una amiga de toda la vida, y, te reitero, una hermana. Me resulta muy complicado poder ordenar dicho escrito.
Así, tal cual lo recibí, te lo enviaré por email en formato pdf
Mi reticencia a realizar las correcciones, forma y legibilidad, reside en la poca predisposición anímica que tengo para revivir toda esta secuencia de situaciones, que me harían volver a tener que sufrir otra recaída.
Quise buscar ayuda con gente conocida, pero sería dar a conocer la verdad de lo ocurrido. Por ahora, todo está visto como un accidente, el de Ramiro y, el de ella. Se cree que la maniobra que produjo el “accidente”fue producto de su estado emocional, por la pérdida de su marido.
Si aceptas el pedido, tratá de darle coherencia, forma y legibilidad; para que la historia, su versión de los hechos, quede de modo tal que algún día pueda ser leído por aquellos que quieran saber y conocer su verdad.
Algo sucedió en su mente, en su alma que le cambió la percepción de la realidad y que destruyó su vida, la de su marido y la de todos los que la queríamos, que no éramos pocos. Porque tanto ella como Ramiro eran personas amorosas llenas de bondad, dos seres maravillosos.
Te pido qué, cuando lo tengas listo, me lo envíes. Cualquier duda que pueda surgir consultarme por favor. Sé que vas a tener que echar mano a tu imaginación para cubrir algunos tramos de la carta que son confusos. Se que lo vas a hacer sin salirte de lo esencial del contenido de la misma y, que no se aleje de lo conceptualmente epistolar.
Por la temática, un tanto concupiscente. Si decides publicarla, en el sitio donde, con tu seudónimo de danny 52 o, en alguna otra página. Tendrás que darle a la historia un concepto narrativo distinto. Te suplico que, para ese propósito, cambies los nombres, la geografía, la época y cualquier detalle que pueda hacer alusión y dar referencias, que den alguna precisión, que puedan permitir ser identificado, estos acontecimientos y a los involucrados en los mismos.
A pesar de la distancia que nos separa y, de no conocernos personalmente, siempre hemos tenido el afecto que nos permite ser confidentes y hablamos sin tapujos de todo lo que nos sucede a nosotros y a nuestro entorno. En este convencimiento y en tu ya conocida discreción es que deposito en ti toda mi confianza.
Lo primero que te voy a enviar es, la historia de Samantha y la mía. Desde que nos conocimos en la escuela primaria, y que juntas llegamos hasta el inicio de la universidad, cuando por cuestiones que tienen que ver con las vocaciones, nos separamos , pero no por eso dejamos de ser lo que siempre fuimos, amigas y cómplices.
Con el respeto y la consideración de siempre, un beso inmenso para ti, mi querido amigo.
Stella Maris


Parte 2

Stela Maris

Con Samantha iniciamos nuestro primer año en la escuela que corresponde a nuestro distrito escolar, ubicada en el mismo barrio, ella vivía a algunas calles de mi casa, a esa edad, las distancias son inmensas. El maravilloso destino hizo que sin conocernos nos sentáramos en el mismo pupitre. Desde ese día fuimos inseparables, hasta que las vicisitudes de la vida nos pudo tener temporalmente separadas. Fuimos las hermanas que ni ella ni yo tuvimos, salvo hermanos, uno en su caso y dos en el mío y tanto en su caso como en el mio siendo niñas, nuestros hermanos, ya eran personas adultas. Éramos las consentidas de cada familia.
Tuvimos una infancia feliz de niñas alegres que, en la escuela, éramos convocadas cada vez que había que preparar una actuación alegórica, para alguna celebración de efemérides patria, ahí estábamos nosotras. Éramos dos mocosas caraduras que nos animábamos a todo.
Samantha (Sami) era, y siempre lo fue, una mujer preciosa, y, según decían (dicen) yo no le iba a la saga. Será por eso que, cuando empezamos la etapa de nuestros estudios secundarios, comenzamos a recibir todo tipo de insinuaciones, de algunos chicos sacados que se nos acercaban. En esa época no nos entusiasmaba tanto el tema chicos. Pero, en cuarto año, ya éramos señoritas de dieciséis, y muy bien dotadas. ¿Se entiende? Sí Dani: buenos culos y buenas tetas. Pero nosotras nos fijamos en los chicos más grandes y que estaban a punto de terminar ese periodo de formación. La primera en enganchar fui yo, que comencé a salir con Darío, un chico muy guapo que, a su vez, tenía un amigo de otro colegio que se llamaba Ramiro. Ramiro era un chico muy inteligente y desenvuelto, y con una personalidad acorde a su bagaje cultural, pero muy tímido con las chicas, a tal punto, que él no se levantó a Samantha, sino, que ella se lo levantó a él.
Despues de un tiempo, mi relación con Darío, el chico que salía conmigo, se terminó. Lo que no se terminó fue lo de Samantha y Ramiro. Digamos que Sami ya había tenido algunos escarceos con otros chicos, que no eran compañeros de estudios sino, que eran chicos que había conocido en las discotecas y, en fiestas, a las que solíamos concurrir y, generalmente, eran chicos que tenían algunos años más que nosotras.
En uno de esos escarceos fue que perdió la virginidad. Después salió con otros chicos, con los que también, con algunos de ellos, tuvo relaciones, hasta que apareció Ramiro. Después jamás se separaría de él.
Ella decía que Ramiro era el hombre perfecto; inteligente, culto, enamorado, tímido con las mujeres, y, a su vez, desenvuelto socialmente. Cada vez que había que enfrentar algún problema lo hacía él; con firmeza, temperamento y admirable solvencia, y, a su vez, comía de la mano de Samantha, que imponía siempre sus criterios por encima de los de él. Pero Samantha no tuvo ojos para ningún otro chico. Lo adoraba.
Digamos que Ramiro era alto, delgado, fibroso, bien musculado y guapisimo de cara.

Ramiro se había trasladado a una ciudad que está a más de cien kilómetros de distancia de la nuestra, porqué la facultad de ingeniería electrónica de ahí, era de un gran prestigio.
Él había rendido todas las materias que corresponden al segundo año y llevaba adelantada unas cuantas materias que corresponden al tercer año.
Cuando con Samantha terminamos los estudios secundarios; yo me incliné por la comunicación, y ella, por las ciencias económicas.
Con dieciocho años recién cumplidos, Samantha comenzó la universidad, en la misma universidad que cursaba Ramiro. Por una cuestión académica, seguro que no. Dos años, viéndose cada tanto con Ramiro, no lo soportó. Se fue a vivir con él.
Al cumplir Sami los diecinueve años, nació Nicolas. Los padres de Ramiro le prometieron soporte económico para que pueda hacerse cargo de la situación y no se distraiga en los estudios. Los padres de Samantha no eran tan pudientes, pero eran solventes y le pusieron dinero para poner una niñera y que no distrajera los estudios, más la cuota que recibía cada mes. pero era inevitable que sufriría un retraso, y, por decisión, más que por descuido, con veinte años cumplidos, fue mamá de Aurora. Cuando fue al parto ya tenía acordado, con el ginecólogo, ligarse las trompas de falopio. Inventaron una cesárea, y así pasó todo sin inconveniente. Nunca le comentó esto a Ramiro, que jamás se enteró de esta circunstancia. No podés ocultarle algo así a la persona que amás y puedo asegurar que Ramiro comía de la mano de ella, pero eso sí, ella vivía para él. Por eso, el ocultamiento, no tenía sentido.
Antes del tiempo que se estipula para el logro de alcanzar el título, Ramiro obtuvo el suyo y se quedó en la ciudad trabajando para una pyme tecnológica. Hasta que Samantha se recibió como licenciada en economía. Entonces volvieron a la ciudad, con sus pequeños, y Ramiro, con un importante cargo en una importante empresa de productos tecnológicos para equipamiento industrial. Es decir: una industria de industrias. La facturación de esta empresa era astronómica y eso se notaba en los ingresos de Ramiro y del resto del personal. Para trabajar en esa empresa había que superar altísimos estándares de capacitación y Ramiro cumplía con suficiencia esos requisitors.
Con el transcurrir de los años Samantha también logró ubicarse como directiva en una empresa comercial muy importante.
Los años transcurrieron entre el trabajo, el cuidado de los niños, los viajes de trabajo de ella y los viajes de trabajo de él.
Promediando la etapa secundaria de sus hijos, que ya habían ingresado a la adolescencia y no requerían de tanta atención o mejor dicho la atención ya no pasaba por estar encima de ellos todo el tiempo, sino que se tomaba desde otros criterios.
Esto permitió la posibilidad de salir a reunirse con amigos y de viajar juntos.
Al tiempo, sus hijos comenzaron la universidad en otra ciudad, y ahí, se encontraron con un tedio que lo combatieron asumiendo responsabilidades laborales que los tenían muy ocupados y, de esa manera, hacer más intensos los momentos de estar juntos y de poder disfrutarlos.
Ella, cuando se estabilizó como directiva, pudo acomodar sus horarios laborales para dar mejor atención al cuidado de sus hijos.
Cuando sus hijos ya no necesitaban tanta atención comenzó por asistir al gimnasio tres veces por semana, y así, adquirir una tonicidad muscular envidiable. Estaba mejor, aproximándose a los cuarenta, que cuando tenía veinte y, cuando tenía veinte, más de uno se daba vuelta para mirarla.
…..
En mi caso personal debo decir que también tuve mi ciclo de estudios y, a los veinticuatro años, como no tenía a mi novio estudiando en otra universidad, me recibí en nuestra ciudad como licenciada en la carrera de comunicación y, al poco tiempo, comencé a ejercer la docencia en dicha carrera y en la misma facultad. Durante bastante tiempo, formé parte del staff de producción de contenido, en programas de información de la televisión local.
Al igual que Sami, cuando recibí el diploma de licenciada en comunicación, lo hice con mis dos niños presente en el acto académico: Felipe y Julián.
Adrian, mi marido, por ese entonces era periodista en la radio y televisión local y editorializaba para dos agencias de noticias nacionales. Por aquellos años aún no habían aparecido las redes sociales.
Ni bien quedé embarazada nos casamos y me fui a vivir con él. A diferencia de Sami, yo tenía dos niñeras: mi madre y mi suegra. Después que nació Felipe y dos años más tarde Julián. Acordamos con Adrián realizarme la operación de ligadura de las trompas de falopio.
Los años vividos con Adrian fueron intensos y maravillosos. Teníamos proyectos para llevar adelante, y planes para realizarlos. Pero, en algún momento se frustraron, y comenzó la debacle en nuestra relación. Discusiones y peleas que nos llevaron a la separación. Era tan intenso nuestros momentos de intimidad que no pasaba una semana sin que nos citáramos en algún lugar para tener sexo. Esto nos llevó a reveer la separación y volvimos a estar juntos. La continuidad trajo nuevas desavenencias y peleas. Las discusiones nos llevaron de nuevo a la separación y, ante la posibilidad de volver a las citas sexuales, acordamos que no podíamos seguir. Nos merecíamos poder intentar rehacer nuestras vidas con otra parejas, donde la convivencia no sea tan complicada.
Adrian alquiló un departamento y le ayudé a amueblarlo, para que nuestros hijos tuvieran las comodidades necesarias, cuando tengan que estar con su padre.
Hasta que pudiera sufragar los gastos, que le significó toda esta movida; le dije que, por un tiempo, la cuota alimentaria de los chicos la utilice para ese fin.
Más adelante, él comenzó una relación con una joven muy bonita y talentosa periodista. La conozco, porque fue alumna mía.
Con nuestros hijos entrados en la adolescencia y cursando los últimos años de la educación media; comencé a tener tiempo libre para dedicárselo un poco a la distracción y el entretenimiento. Hace tiempo que conocía a Mariano, por ese entonces, él todavía estaba casado, así que nuestras citas eran totalmente clandestinas y, por no desatender a mis hijos, eran bastante espaciadas.
Cuando mis chicos ingresaron a la universidad Mariano dormía más en mi casa que en la de él.
Después de su divorcio formalizamos nuestra relación. El estaba al frente de una financiera con algunas sucursales. La posesión de esos bienes fue la razón de su difícil divorcio. Me fui a vivir con él. Por supuesto que mi situación económica cambió. Él preguntó sí ¿el trabajo en la productora de contenidos lo hacía por necesidad o por vocación? Le dije que, gracias a ese trabajo y, la generosa cuota alimentaria de Adrian, que se convirtió en jefe de redacción en un medio muy importante, pude criar y educar a mis hijos y hacer frente, junto con mi ex, de los gastos de la universidad de los chicos y, también, gracias a ese trabajo, ocurrió algo maravilloso; conocerte a ti. La docencia sí es vocacional. Me abrazó y mientras me besaba me dijo: yo estoy delegando responsabilidad para tener tiempo y poder estar contigo, te amo con toda mi alma, Stella.
Yo estaba aproximándome a los cuarenta años, y él, hacía un buen tiempo que había pasado la barrera de los cuarenta. Atractivo, cuidado, gimnasio mediante. Una persona serena y tranquila. Un amante maravilloso.
Por supuesto que dejé el trabajo en la productora.
Un buen día, con mucho tiempo a mi disposición, moviendo y sacudiendo algunas cosas, para así poder ayudar un poco. a la buena señora que, desde siempre viene diariamente para hacer la limpieza. Descubro una caja de reducidas dimensiones, como si fuera una suerte de relicario pero un poco más grande, y muy coquetamente forrada en terciopelo. Lo abro y descubro algunos viejos dvd y unos cuantos pendrive. Llamé a Rosario, le muestro la cajita y le pregunto: si ha estado siempre aquí. Me respondió que sí, lo que no conozco, me dijo, es el contenido. Es decir, no estaba oculto, simplemente que recién ahora yo los había descubierto. En cuanto Charo se retiró me fui a ver de qué se trataban esos pendrive. Pornografía de las más variadas. Podría decirse que por el tipo de vida que he llevado: trabajo, hijos, marido y luego amante. Había visto cosas así, solo al pasar, y siempre con alguna compañía: Adrián, amigas. Que me vieran mirando esos videos, me daba pudor.
Esa tarde sola, sin pudor alguno, y ya grandecita, me excité viendo esos videos, no te miento Dani, me pasé la tarde viendo esos videos. Cuando llegó Mariano, directamente, me lo violé.
¿Qué te pasa bebe?, me dijo, que un recibimiento así por una diosa como tú es algo que no me pasó nunca en mi matrimonio. Bueno, dijo: mi ex era una linda mujer pero tú superas todos los estándares. .
Nos pasamos, lo que quedaba de la tarde y, hasta altas horas de la noche, haciéndolo como conejos.
A la mañana del día siguiente me levanté, preparé el desayuno, lo serví. Algunas veces lo preparo yo y, otras veces lo prepara él, esta vez, me tocó a mí. Cuando Mariano entró a la cocina, me arrojé sobre él, lo besé con locura, con desesperación.
Todavía no habíamos tomado un solo sorbo de café y, sentada en una silla de la cocina, bajé su pantalón y comencé una enloquecida felatio. Después me fui al baño, me higienicé, volví a la cocina, tomé un vaso de jugo, me puse a untar las tostadas con mermelada y desayunamos.
Solo habíamos pronunciado unas pocas palabras, cuando lo tomé de la mano y lo hice sentar en el sillón.
Lo cabalgue cuál valquiria enloquecida, llevando al Valhalla, el alma de un héroes caídos en combate, y así, dejarlo en los aposentos del gran Odín. Solo me faltó la música de Wagner.
Este fue el inicio de un tiempo de locura. Al preguntarle por la colección de videos me respondió: que él, supo participar de muchas fiestas íntimas. Partuzas dije, mirándolo con sorna. Él me respondió: sí, y eso me llevó al divorcio y no pienso repetir, no podría soportar perderte a ti. Me moriría. Te amo demasiado. Pregunté: ¿tu ex no quiso saber nada?. Sí que quiso, me respondió, pero no entendió el juego terminó enamorándose de un tipo que una vez que la convirtió en su puta sumisa vino por el dinero. Pretendía el cincuenta por ciento de mi empresa. Pero lo vi venir y tomé mis precauciones. Lo único que me pudo sacar fueron algunas propiedades. Al poco tiempo, cuando quiso vender las propiedades, la muy estúpida se despertó. Lo mandó a la mierda. Al tiempo volvió. Le compré las propiedades, la habilité como socia minoritaria. Había sido mi esposa y le correspondía una mayor parte de los bienes gananciales. No iba a permitir que lo que le correspondía a ella fuera a parar a manos de ese sinvergüenza. Me dijo: no quiero el dinero, quiero volver con vos. Ya estábamos divorciados y yo me había enamorado de una diosa total y absoluta, es decir: me había enamorado de ti.
Lo miré y entonces le dije algo que lo cambió todo: —No estamos casados, es difícil que alguien se acerque a mí por algún interés económico. —No tengo miedo por eso, el temor que tengo es de perderte a ti, no al dinero, que va y viene.
—Estoy llegando a los cuarenta, y te puedo asegurar que, a esta altura sé muy bien lo que quiero, y te quiero a ti, de eso, no tengo dudas.

Todo había cambiado, esos videos despertaron dentro de mí, toda la lujuria.
No pasó mucho tiempo en visitar clubes de intercambio y todas las movidas habidas y por haber. A Mariano le excitaba verme hacerlo con otros y a mí me gustaba hacerlo con otros. Pero, El sexo con él era algo sublime, lo amaba y lo deseaba. Un buen día apareció un macho alfa, lo hablamos con Mariano y el tipo se convirtió en mi amo yo en su puta y Mariano, en un cornudo sumiso. Nos dimos un plazo de tres meses; llegado ese plazo veríamos la situación y, si estábamos de acuerdo seguíamos o cortabamos.
La idea de perder a Mariano me trastornaba. Mi “amo” me pegaba unas arremetidas brutales y le encantaba humillar a Mariano y yo no me prendía en ese juego, no me gustaba. La diversión no debía pasar por ahí. Una tarde llegó Mariano yo estaba sola y me sorprendió llorando. Le dije: no soporto que te humillen. Él me dijo que eso era parte del juego y que eso lo excitaba. A la semana siguiente, el macho alfa, se batió en retirada, vencido por mi inmenso amor por Mariano. No habían pasado más de tres semanas.
Luego Mariano me reveló, que la razón de la ruptura con su ex, fue por una experiencia similar. De a poco nos fuimos alejando de esa vida y no hay deseos de volver.
Ha pasado mucho tiempo, Mariano insistió y nos casamos. Nos amamos y es hermoso estar juntos. Cuando nos gana el tedio, lo único que tenemos que hacer es recordar algunas cosas que hicimos, que no fueron pocas y algunas están grabadas. Nos ponemos como locos y tenemos sexo como animales. Una vez sosegados, volvemos a nuestra rutina, y el tedio se fue al carajo.

Las que acabo de reflejar, en este escrito, es tan solo una pequeña parte, una breve y sucinta cronología de las cosas que realmente hicimos. De lo que estoy arrepentida y, es la razón de darte a conocer esa parte tan privada de mi vida, es por haberle contado estás aventuras sexuales a Samantha, Le conté todas y cada una de las aventuras que tuvimos con Mariano, que repito, no fueron pocas. Aunque ella lo haya negado, yo no puedo dejar de suponer que, desperté en ella, ese deseo de tener ese tipo de aventuras. Creo que fue así y, las consecuencias, han sido las más dolorosas.
Continuará
 
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Subyugada (Viaje a una ventana del infierno) 2

El texto estrictamente epistolar que me solicitó Stella Maris se lo envié para su archivo y, que le de el fin que ella crea conveniente. El siguiente es un texto con modificaciones que facilitan una mejor comprensión, con agregados y señalamientos, acordados con Stela y, que no modifican la esencia de los hechos y, permiten, salir de lo epistolar y dar paso a la narrativa, al relato

Samantha:
Querida y amada amiga: desde que nuestros hijos obtuvieron prontamente, al igual que su padre, los títulos universitarios que los habilitan como profesionales y, en el afán de adquirir expertise, que enriquezcan su perfil laboral, se radicaron en ciudades muy lejanas a la nuestra. Esto trajo una rutina que se nos vino encima, y, la monotonía cubrió nuestra cotidianidad. Mucho antes de que tú y Mariano comenzarán con sus aventuras, nosotros ya habíamos encontrado algunas motivaciones leyendo relatos. Si tuviéramos que culpar a alguien tendríamos que irnos a Richard Gere y Diane Lane que, a partir de ver película infidelidad, fue que empezamos a leer relatos eróticos. Luego vinieron las películas y despues los videos.
Ramiro es muy inseguro para intentar nada, pero leíamos algunas historias y fantaseábamos con que yo era la puta, y él, el cornudo. Siempre me decía: el juego está bien, es excitante, pero si te veo en brazos de otro hombre, creo que me moriría.
Cuando esto estaba pasando con nosotros, todavía Mariano no se había divorciado, y tus hijos, al igual que los míos, ya estaban en la universidad. Lo más transgresor que tanto ustedes como nosotros hacíamos era fantasear, y Mariano, dormía más en tu casa que en la de él.
Tú pudiste incursionar en el mundo liberal porque Mariano conocía ese mundo. En cambio nosotros éramos neófitos porque recién estábamos ingresando a la temática; todo lo que conocíamos era por referencias. Ramiro, no se atrevía y yo estaba tan insegura que la idea de perder a Ramiro era paralizante.
Con todo ese tiempo que nos dejaron nuestros hijos, tratando de poder desarrollarse y desenvolverse en las actividades para las que se han capacitado. Lo único que se nos ocurrió fue saturarnos de obligaciones para después darle intensidad y vehemencia a nuestros momentos de intimidad; en el que aprovechamos para jugar con nuestras fantasías.
Centrando nuestra búsqueda de excitación en la literatura erótica, videos y películas, Ramiro, dijo algo a lo que le debí prestar más atención: la salida del tedio ¿tiene que ir necesariamente por el lado de la lujuria? y le respondí: no creo que la lujuria nos lleve a estar cogiendo todo el tiempo con todo el mundo. Si es que de eso se trata la pregunta. Y agregué: la idea no es que yo me convierta en una puta y vos en un cornudo. La idea es salir a divertirnos, tontear en alguna discoteca con otras personas, marearnos un poco con algunas bebidas y calentarnos. No ser una puta y un cornudo, jugar a parecerlo o jugar a ser una pareja liberal. y después bien motivados venimos a casa o nos vamos a un hotel, para darle mayor verosimilitud a la movida y poder tener sexo intenso y muy placentero. Lo importante es que a los dos nos guste.
Planificamos una salida para ese viernes. Primero iríamos a cenar, después a beber algo a algún lugar de previa y, cuando sea la hora, ir a una discoteca para gente de nuestra edad, donde, ya se sabe, se cuela también gente más joven.
Yo estuve todo el tiempo con un cardigan que dejaba ver moderadamente mi escote y me cubría hasta un poquito por encima de las rodillas. Cuando llegamos a la discoteca me quité el cardigan y apareció, con todo su esplendor, una puta de temer; una minifalda que apenas me cubría el culo, medias de encaje, unos tacos agujas altísimo, sin sostén y bien escotado. Ramiro me agarró de una manos e intentó llevarme a la cochera. Le dije ¿qué te pasa? No te gusta cómo me preparé. Me miró con la cara desencajada y me dijo vamos al auto te quiero coger. ¡Puta!. No pude negarme. Nos echamos un polvazo bestial.
Volvimos a la disco, nos pusimos a bailar, yo con la intención de provocar a algún moscón me fui alejando de él y aparecieron dos lobos sacados a bailar conmigo, uno de los lagartos me apoyó el bulto en mi culo y pasó algo que me descolocó. Comencé a mirar para los costados y no encontraba a Ramiro. El no se había corrido de donde estábamos, yo fui la que lo hice. Cuando logré ubicar a Ramiro estaba bailando con dos mujeres muy jóvenes y, una de ella le restregaba el culo en su paquete. Me acerqué y le dije. Vamos mi amor quiero coger. Me agarró de la mano, me llevó a un hotel, y cogimos hasta el amanecer.
La experiencia me resultó poco halagüeña para mí. Me planteé, si verlo acosado por otra mujer me sacó de mis cabales, y yo, pretendo que él, se banque verme coger con otro.
Ahí supe que no debíamos ir demasiado lejos. Decidí que debíamos seguir con los relatos , los videos y películas y de vez en cuando salir como la última vez para ir monitoreando si la posibilidad de aceptación de cierta apertura a la idea de que pueda excitarse con la infidelidad.
De una cosa estaba segura: vestirme de puta lo ponía a mil y esa cuestión nos permitió unos polvos maravillosos. Vestida de puta bailábamos, a él le gusta bailar, pero en cuanto me alejaba para que se me acercara algún tiburón antes de que eso ocurriera ya había un par de mujeres intentando algo con él.
En una de las últimas salidas le propuse que se quedara en la barra. Mientras yo bailo disfrutá viendo a tu puta tontear con algún tiburón sacado. Estuve bailando con dos tipos que me apoyaron el paquete y me metieron mano.Cuando volví a la barra,´Ramiro no estaba apoyado en la barra, sino que estaba sentado de espalda a la pista. Lo besé y estaba hecho un hielo. Entonces me di cuenta que yo quería todo sin ceder nada y de a poco nos fuimos alejando de esas salidas.
No dejé de andar sacada, por eso no abandoné los relatos, los videos y las películas.
Un día me puse a fantasear cómo quería que fuera mi amante y no pude imaginar a alguien más guapo y atractivo que Ramiro. y de a poco me di cuenta que quería ir a buscar afuera teniendo lo que tenía en mi casa. Aunque la idea era divertirse no cambiar a mi amado esposo. Pero como me dijo él alguna vez: debe haber formas menos peligrosas de divertirse.
Quise reiniciar con los bailes yendo vestida de puta pero la experiencia última no fue buena y, ante una leve insinuación, no dijo nada, pero son muchos los años juntos y conozco sus gestos, sus silencios, sus miradas y supe que la había cagado dejándome manosear por eso tipos.
Ingresé a algunos foros para intercambiar opiniones y planteé mis inquietudes. Algunos y algunas me aconsejaron que lo sorprendiera con los hechos consumados. En muchos casos ha dado resultado y el marido o pareja lo ha aceptado y lo ha disfrutado.
De a poco me fui resignando, nada que haga peligrar mi matrimonio vale la pena. Lo amo demasiado.
Entramos en una rutina aplastante. Cines, cenas, viajes y un polvo allá a las perdidas. Ramiro se alarmó y, en algún momento, me dijo: tenemos que hacer algo. Le respondí: yo ya lo intenté, ahora te toca a vos. Y ahí quedó todo.
Difícil tarea le encomendé. Ramiro no soportaría verme con otro hombre, ni yo con otra mujer. El tema era el sexo, porque en todo lo demás, éramos un matrimonio feliz lleno de realizaciones y metas cumplidas, pero esos polvos insípidos casi como una docis cuya posología indicaba su aplicación cada determinado espacio de tiempo, nos estaba matando, y él era consciente que algo había que hacer. Y volví a recordar cuando me habían sugirieron sorprenderlo con los hechos consumados.
Por ese entonces yo había intensificado mi actividad en el gimnasio yendo martes, jueves y viernes.
Una tarde iba conduciendo mi vehículo cuando entra una llamada de Carlos, mi mecánico, lo atiendo, sabiendo que es lo que me va a solicitar, detengo la marcha. Nos saludamos amablemente y me pide, como siempre, la cantidad de kilómetros recorridos. Le paso el estado del odómetro y me dice que, para el cambio de aceite todavía falta, pero está muy pasado de kilómetros para el cambio de la correa de distribución. Le pregunto ¿qué hago? !Pararlo ya! si se corta la correa te vas a quedar sin auto por más de un mes. Me fui para el taller y se lo dejé. Me dijo que están sobrecargados de trabajo y hasta la semana que viene no lo iba a tener listo. Le dije que no se preocupe, que por estos días, no tenía que viajar y aquí en la ciudad me manejaría con taxis.
Esa tarde-noche bajé del taxi e ingresé al gimnasio, me cambié y comencé con la rutina de movimientos en los distintos aparatos. Siendo las 21,30 salí del gimnasio. Me quedé parada en la puerta, justo cuando una chica se me acercó, joven bella y con un físico bien trabajado. Ella me dijo que trabajaba de mañana, pero cada tanto viene a esta hora por cuestiones administrativas que no vienen al caso enumerar. Preguntó si tenía y, si andaba en mi vehículo. Normalmente sí pero por unos días va a estar en el taller respondí: voy a esperar que pase un taxi. Me comenta: vas a tener que ir al bulevar por aquí es muy raro que a esta hora pase alguno. Bueno dije, voy a tener que caminar dos cuadras. Sí, yo también voy para allá a lo mismo. ¡Ah! Bueno dije, vamos para el bulevar. Entonces nos presentamos: ella dijo llamarse Amanda.
Empezamos a caminar y Amanda me cuenta algo curioso. Cuando te pares a la orilla de la vereda, te lo cuento porque a mí ya me pasó. Es probable, que si tenes que esperar por un taxi, se detenga algún tipo y te pregunte cuanto cobras. ¡Queee! Dije, Amanda, riendose me explica que, con la llegada de la noche, hay unas cuantas mujeres, por ese sector, ejerciendo la prostitución, pero no te hagas problemas. Nadie se anima a meterse con ninguna de ellas ni alterar la tranquilidad. Porque hay un tipo que las cuida. Esas mujeres trabajan para él y nadie se mete con él ni con nadie que, por cuestiones aleatorias, tenga que estar o pasar por ahí. El negocio debe transitar por carriles de serenidad.
Le cuento a Amanda que cuando salgo del gimnasio con mi auto tengo que ir para el lado opuesto al bulevar por eso nunca reparé en esta cuestión.
Llegamos al bulevar y comenzamos a caminar por la vereda. Lo haciamos despacio, sin detenernos, para no tener que recibir ninguna oferta, y, a la espera que pase algún taxi. Cuando nos fuimos acercando a una esquina, no muy bien iluminada. Observo a un tipo de contextura física importante muy parecida a Ramiro. Cuando estábamos cerca pude ver con mayor detenimiento. El tipo era de hombros anchos cabellos largos piel morena y ojos claro y su cara, con una fina cicatriz, apenas perceptible, que le daba un toque de reciedumbre y, cuando pasé cerca de él, me miró fijo a los ojos, con un dejo malévolo y perverso, que me hizo sentir como si ciento de agujas atravesaran todo mi cuerpo. Quedé hipnótica en su mirada.
En ese momento Amanda detiene un taxi, y yo, por seguir mirando a ese tipo, caminé hacia el taxi retrocediendo y tropecé. De no ser por Amanda, que me sostuvo, hubiera caído al piso de cúbito dorsal. Subí al taxi, me recosté sobre el respaldo y Amanda empezó
a contar, creo que algo de lo que ella sabía de ese tipo, pero yo no podía comprender estaba en otro sitios, envuelta en un sopor y navegando en otra galaxia.
Bajé la ventanilla y el aire fresco me hizo reaccionar. Entonces pude escuchar algo que Amanda decía que, por los comentarios de los empleados del gimnasio. Una historia alucinante de poder y destreza, para sostener el negocio. En eso interviene el taxista que corrobora todo lo que dijo Amanda y agrega: que según se comenta, la prostitución que maneja es mucho más importantes. Lo del bulevar, es solo una cortina. El tipo maneja recursos importantes que seguro no salen de la explotación de esas pobres chicas. Todo un misterio este señor dije, y apenas había escuchado un pequeño tramo de la conversación. Mis sentidos, mi piel y mi mente estaban abducidas y obnubiladas por la mirada penetrante de ese tipo que me pareció alucinante.
Cuando llegué a casa le di un beso a Ramiro y le dije que no iba a cenar. Tomé un toallón y me fui al baño. Él me dijo: aún tenés el pelo húmedo de haberte duchado en el gimnasio. Le respondí que no me sentía bien y pensé que, dándome un baño de inmersión en la bañera podría mejorame un poco.
Me sumergí en la bañera y me masturbé dos veces pensando en la mirada penetrante del proxeneta.
Esto ocurrió un martes. El miércoles no tenía gimnasio, pero al salir de las oficinas, por una cuestión de mejor aprovechamiento del día. Por tener la decisión de trabajar en el horario que yo disponga y, por una cuestión operativa, dado que tengo que supervisar contablemente algunas de las compras y ventas del día, debo quedarme hasta última hora. por lo tanto entro a las doce y treinta y me retiro a las siete de la tarde. Ese día salí un poco más tarde. A la hora que me retiro, suele no quedar nadie en las oficinas. Tomé un taxi, le di la dirección de mi casa y le pedí al chofer que primero pase por el bulevar. Y ahí estaba. Le pedí al conductor que redujera la velocidad y, cuando pasamos frente a él, me volvió a mirar de la manera que lo hizo el martes y nuevamente las agujas atravesaron..
El jueves. no lo tenía previsto, tuve que viajar y al no tener el auto se me trastocaron los horarios. Cuando me bajé en la terminal, subí a un taxi, además de ser tarde estaba muy cansada, igual pase por el bulevar, pero no lo vi. Eran las nueve y media de la noche, cuando ese viernes me retiré del gimnasio. Caminé hacia el bulevar, iba temblando, cuando lo vi, con pasos inseguros, me fui acercando hasta la esquina . Cuando faltaban pocos metros, él comenzó a avanzar hacia mí. Hizo una seña, se detuvo un taxi, abrió la puerta para que subiera. Cuando estábamos a escasa distancia, con delicada elegancia, posó sus dedos en mi barbilla, me besó en la mejilla izquierda y me dijo: tengo lo que estás buscando. Ya sentada en el vehículo me dirigí a mi hogar. Estaba claro, que era lo que él suponía que yo estaba buscando.
Continuará
 
Subyugada 3

“Tengo lo que estás buscando" retumbaba en mi cabeza, y amenazaba con invadir mi sangre, mi piel, mis sentidos. Las cientos de agujas que atravesaban mi cuerpo, con el recuerdo de esa fría, penetrante y perturbadora mirada, que sus ojos claros provocaron en mí.
Ese fin de semana, Ramiro, tuvo que insistir para llamar mi atención, cada vez que intentaba decirme algo; mi cabeza estaba en otro mundo.
Ese martes, recibí temprano la llamada de Carlos, avisándome, que estaba todo listo, ya le habían cambiado la correa, el tensor y la bomba de agua al vehículo —la mecánica, chino básico para mí—. Salí de casa un rato antes. Le pedí a la señora que hace la limpieza y, nos deja preparada la comida para la cena, que esa noche, Ramiro iba a cenar con unos amigos, y yo, tenía pensado salir con mis amigas.
No se que iba a pasar esa noche. Tenía un revulsivo de sentimientos que me producía nudos en el estómago. Pensaba en Ramiro, y me invadía la culpa, pensaba en el proxeneta y me excitaba.
Ese martes, puse el piloto automático, para no pensar, y poder hacer mi tarea diaria en la oficina, Terminé de revisar las operaciones que corresponden a mi área, miré el horario y, al igual que lo hago cuando voy con mi vehículo, en mi cómodo y amplio baño, que tengo en mi despacho, me puse la vestimenta de gimnasia y sin pensarlo tomé el bolso que traje de casa. La suerte estaba echada.
Bajé y, en lugar de ir por mi auto, tomé un taxi hasta el gimnasio. Comencé la rutina con los movimientos y el uso de los aparatos como siempre. Siendo las veintiuna y treinta horas, ya me había bañado. Guardé la vestimenta deportiva en el gabinete que tengo asignado. Me vestí con la ropa que traje en el bolso, aproveché que tenía el cabello mojado y me peiné con el pelo recogido hacia un costado, y así, dejar que mi rostro quede totalmente expuesto y, mi audaz maquillaje, haga notar mi perfil provocador. ¡bah! Puta
Esperé que nadie estuviera en el lugar por donde tenía que salir y, sin que nadie pudiera verme, abandoné el gimnasio para dirigirme al bulevar.
Apremiada por ocultarme, y no ser vista, salí con pasos apurados. Cuando llegué a la esquina, en el convencimiento de que nadie notó mi salida. Me detuve, respiré hondo y, entonces, tomé consciencia de cómo iba vestida. Era una puta más, de las que recorren esas calles.
Comencé a temblar, todas las dudas me asaltaron. Mi estómago era una revolución. Mis piernas apenas respondían y, mis pasos inseguros, le daban a mi andar, una azorada lentitud.
Cuando llegué a la esquina, el proxeneta salió a mi encuentro, con cierta galanura, posó su mano derecha sobre mi brazo izquierdo, me besó en ambas mejillas.
Luego con su mano y brazo izquierdo señaló para que me girara, lo hice. Me tomó del brazo
con delicadeza y, con determinación, me llevó para un local, cuyo frente sin iluminación, daba la impresión de ser una oficina pública. Al costado de la entrada principal hay un portal de libre acceso que da a un espacio que tiene la forma de un pequeño patio al aire libre. Con algunas macetas y canteros, que le da la apariencia de ser una entrada de servicio, para algunas dependencias de las oficinas que lo circundan, y que, por el horario de ese momento, estaban cerradas. De las luces externas, y la claridad de esa diáfana noche, venía la escasa iluminación que llegaba a ese recoleto lugar,

No podía dejar de temblar; los nervios, el temor que produce lo desconocido, por la inseguridad y la angustia de ese momento. Llegamos a un rincón que, separado por ligustro y helechos impedía cualquier visualización desde el exterior. me hizo afirmar sobre uno de los muros de ese sector del patio. Entonces me dijo: ¿Has venido a buscar lo que tengo para ti? Contesté con un silencio consentidor. Su boca buscó la mía. Mi boca se abrió para recibirla y nuestras lenguas comenzaron un duelo sucio y lascivo.

Mientras sus manos recorrían la sinuosa geografía de mi cuerpo que, invadido por su vehemencia y, rendido a su voluntad, dejó que su boca comenzará a devorar cada centímetro de mi estremecida piel. Mis gemidos no lograban acallar el sonido de su agitada respiración. Todo era una desmesura.
Mientras mordía, y lamía mi cuello, con sus dedos, comenzó a presionar mis enervados pezones que, libres de brassier y, después de haber estado presos en su húmeda cavidad bucal, adquirió ese opaco brillo mustio, de plateada palidez, que le daba la tenue claridad lunar.

Mientras temblaba y gemía de temor, de placer, y, navegando en ese encrespado mar del deseo; sentí que la lujuria tan buscada y anhelada, al fin había llegado.
Tenía la delirante percepción de estar siendo asaltada por un ente, un duende perverso, un ser esotérico que, hacía que aflore en mi piel, la erogeneidad de sentir placer, en cada lugar que tocaba de mi cuerpo. Enajenada y perdida en ese laberinto, donde mi conciencia daba claras señales de abandono; no podía en ese momento, tener noción de espacio, de lugar y de tiempo. Todo en mí era una extraña metáfora de la inconsciencia gobernando mis instintos más básicos.
De lo único que podía dar cuenta era de mi entrega total y absoluta, a un hombre, con un magnetismo, cuya sexualidad, desbordaba cualquier fantasía. Un hombre que tomó posesión de mi mente, mi alma y mi voluntad.
Su mano no necesitó mucho recorrido para levantar mi pequeña falda y, de un tirón, arrancar mi brevísima tanga. No tuve que esperar mucho para sentir su miembro ingresar en mi deseosa cavidad vaginal.
Cuando su endurecida virilidad me había invadido totalmente y, sus estremecedores embates, comenzaron a percutir salvajemente sobre mí. Sentí que me faltaba la respiración. Abrí la boca lo más que pude, intentando inhalar aire para calmar esa sensación de ahogo. Todo mi cuerpo convulsionaba en cada embestida suya. Por momentos, sentí que las cientos de agujas que atravesaban mi cuerpo, hacían que naufragara en un océano de dolor, placer y locura.
Uno, dos, tres y no sé cuantos orgasmos tuve hasta que sentí derramarse dentro de mí, toda su abundante eyaculación.
De repente él retrocedió, perdí el soporte de apoyo. Sentí que mis piernas se doblaban sin responder a mi voluntad.
Él puso sus manos en mis axilas para acompañar y amortiguar mi casi brusco deslizamiento hacia el piso. Cuando me quedé arrodillada frente a él. Con gesto amable me ordenó: ¡¡Límpiame!! Aún permanecía erecta. Metí su pene en mi boca y, el felatio, hizo que me ocurriera algo que nunca me había pasado; con apenas rozarme el clítoris, tuve otro intenso orgasmo.
Él, quitó su miembro de mi boca, dio media vuelta y se fue. Quedé sentada en el escalón de una puerta, no sé por cuánto tiempo. Cuando pude ponerme de pie salí al bulevar. Él ya no estaba. Paré un taxi, volví a las oficinas de la empresa, me duche, me vestí con la ropa de calle, bajé a la cochera, subí a mi auto. No tenía idea de que hacer, y pensé en ti, Stella. Te llamé para avisarte que iba para tu casa, Me dijiste que estabas viendo una serie y, como Mariano no la venía siguiendo, se había ido a dormir. Te pedí que le avisaras a Ramiro que estuvimos tomando algunos tragos, se me había ido la mano y me iba a quedar a dormir en tu casa. No me atreví a volver ni a llamarlo. Pensé que mi estado de confusión me delataría. Tú, presintiendo que había hecho "una grande", me dijiste: este fin de semana tenemos que hablar. Recuerdo que te dije que sí, pero no hablamos, me evadí de esa conversación.
En ese momento y por esos días: mi cabeza estaba sobrevolando por la órbita de Ganímedes.
El jueves salí del gimnasio una hora antes de lo acostumbrado, por supuesto, vestida de puta, pero, había llevado el cardigan para cubrir y disimular, ante las miradas de los concurrentes al gym. Ese jueves fui con el auto, al subir al rodado me quité el cardigan, me dirigí al bulevar, me detuve justo frente de donde estaba él, se acercó, subió al auto y me partió la boca con un beso sucio lleno de lujuria.

Me indicó por dónde debía ir y, siguiendo sus indicaciones, llegamos a una cochera. Me dijo que cerrara el auto, subimos al coche deportivo de su propiedad. me llevó no muy lejos de allí. Un lugar de galpones, depósitos, y, sin que se note ningún tipo de movimiento, en ese lugar, detuvo el vehículo. Al igual que la noche del martes, solo contábamos con los tenues reflejos de la claridad lunar. Reclinó los dos asientos hasta quedar horizontal, me desnudó y después lo hizo él, y se recostó. Con una rodilla a cada costado de su cuerpo y, con mis manos conteniendo mis senos, me recliné sobre su pecho, y nuestras lenguas, volvieron al duelo sucio y lascivo. Fui deslizándome, lamiendo, besando y mordiendo su morena y cautivante piel. Acariciando su vientre con mis mejillas y, con avidez, descendía mientras que sentía la turbulencia de mi sangre sublevarse. Sentir que en la inexorable deriva, iba a llegar con mis labios y mi boca, a degustar la miel de la lujuria, y así poder perderme en la cima subyugante de su enervada virilidad y liberar todo mi libidinoso deseo de sexo y locura..
En un tiempo que no podría medir, hizo de mí un instrumento de su placer. Volví a ese mundo de sensaciones y ese mar de locura y orgasmos que me llevaron a desfallecer.

Ese viernes el mismo trámite y, lo extraño fue que el jueves, fue más intenso que el martes y, el viernes, fue en un in crescendo de placer y, la locura de no reparar en nada, y lo más lamentable, en nadie. No podía parar.
Artemio, así se llama mi amante, es alto, espigado, de espaldas anchas, cabellos largos y oscuros, levemente encrespado. No era guapo de cara. Su rostro, cruzado por una cicatriz, le daban un perfil de reciedumbre, un tanto salvaje. La piel morena, con sus ojos claros y esa mirada fría y penetrante, tenían un magnetismo que me asustaba, y, a la vez, me atraían, despertando en mí, la excitante locura en la que había caído.
En esos días traté de esquivar a Ramiro y me convertí en la Houdini del escapismo expresivo, toda conversación que incluyeran más de una frase; con Ramiro, contigo y con todo los demás. La cortaba diciendo: "Perdoname ahora no puedo, después hablamos" . No sé cuanta veces pronuncié esa frase por ese entonces.
Las primeras semanas fueron de una intensidad tal que dejé de ir al gimnasio. En ese horario, nos íbamos a un hotel, y ahí, me convertí en la puta, cerda y no recuerdo ahora con cuantos epítetos descalificativos y degradantes, utilizaba para denigrarme y, en vez de enojarme, me excitaba más. Mientras me sodomizaba me tiraba fuertemente de los pelos y golpeaba con precisión y maestría, por distintas partes del cuerpo, haciendo que ese dolor aumentara mi placer.
No podía ni quería salir de toda esta locura, de todo este desenfreno. Lo que llamaba la atención era su calentura conmigo. Me costaba creer que un tipo, que puede tener las mujeres que quiera, me dedique a mí, tres días a la semana. Bueno, después me daría cuenta, un poco tarde, de lo que se trataba mi emputecimiento, pero todo se había convertido en una adicción de la que jamás iba a poder salir.

Mi situación con Ramiro era de mucha tensión, lo conozco, cuando no dice nada es porque está enfadado y había que sacarle las palabras para que diga algo.
Un lunes no llegó, calenté la comida que preparó Roxana, y tuve que cenar sola.
Habían pasado tres meses del inicio de todo esto y yo seguía tan emputecida o quizás más que nunca. Nada de la pasión, que Artemio había desatado en mí, tenía visos de haber disminuido.
Tenía miedo de llamarlo y, con toda la razón, me mande a la mierda. Pero lo hice. No me tomó la llamada. El martes, después que no llegó y, después de la enésima llamada y mensajes de WhatsApp no respondidos, me preocupé. Pensé que había salido de viaje. Llamé a una ex compañera de la facultad que trabaja en la planta; le conté que estamos pasando por un mal momento, y no está viniendo a casa. No saber de él me tenía preocupada y temerosa. Le dije: que estemos mal no implica que no lo quiera. Ella me respondió que la empresa está levantando una planta en una región bastante alejada de aquí y él se ofreció para ir a supervisar. Creo que por tres meses van a estar trabajando en ese lugar. Está previsto que el sábado a media mañana lleguen los ingenieros, de acuerdo a los horarios de los vuelos y, supongo que, al mediodía estará en su casa, pero eso sí, el domingo a la tarde también, por una cuestión de los horarios de vuelo, tienen que regresar.
Aquel sábado en que supuestamente Ramiro vendría. No llegó. Supe que a media mañana estuvo en la planta, no tengo idea en donde pasó el fin de semana y todos los fines de semana que le siguieron. A esta ruptura en mi alma, traté de calmarla con alcohol, la borrachera me calmaba las culpas y me permitía dormir.
Los viernes y, como venía ocurriendo los últimos dos viernes, Artemio me llevó a un chalet en una zona de quintas. Le dije que iba a ir en mi auto y me dijo que pasara a buscarlo. Pasé por él y nos fuimos a la cochera para así retirar su coche deportivo. Antes de ir por su auto, al bajar, me dijo: he preparado esta noche una fiesta para ti. Lo seguí hasta el chalet. Cuando llegamos ni bien cruzamos la puerta ya tenía su verga en mi boca y, toda mi vocación de puta desatada, ofreciendo y dejándome hacer de todo. Poseída por ese ser que me había atado a un oscuro conjuro, que hacía que mi cuerpo, mi sangre y mi alma le pertenecieran y, en sus brazos, hasta el dolor se volvía caricia, excitación y deseo.
A las nueve de la noche escuché la llegada de un vehículo. Era un hombre de unos cincuenta años alto, muy atractivo. De una bolsa, que llevaba impreso el logo de un restaurante muy distinguido y exclusivo, sacó sushi, champagne, un frasco de caviar con las blinis y vino chablis de una exclusiva bodega..
Después de la degustación, Artemio aprovechó que en una consola se reproducía música de baladas, me sacó a bailar, le crucé mis brazos alrededor de su cuello. Él juntó su mejilla a la mía, y me susurro: ahora te lo vas a coger. Primero una buena mamada, después una buena cabalgada, y más luego, le vas a ceder el culo. Si cumples con todo esto, prometo cogerte hasta que aclare.
Después de cumplir con la “tarea encomendada” Marcelo, así se llama el tipo, me hizo sentir sensaciones similares a las que me provocaba Artemio pero menos intensas. Se duchó, antes de retirarse, le entregó una importante suma de dinero por, a decir de sus palabras, “los servicios de tan buena puta y además de ser una puta que está muy buena”. Artemio lo acompañó hasta la salida y se despidieron con la promesa de repetir. Cuando Artemio regresó de despedirse de Marcelo, yo estaba furiosa e hiperexcitada. Le pegué una cachetada por entregarme por dinero y me lancé encima de él, la idea de ser una prostituta me dejó tan caliente que ese fue, el comienzo del fin.
Con Ramiro lejos de casa no hacía falta andar con cuidado, cambié los días de gimnasia por lunes y miércoles y los demás días al chalet.
Al viernes siguiente volvió Marcelo con las exquisiteces. Mientras degustamos y bebimos, ambos sentados a cada lado de mí, no paraban de meterme mano. Los dos estaban muy calientes y yo en ese estado de éxtasis permanente; que solo conseguía la presencia de Artemio. Y, porqué no decirlo, Marcelo también.
Tomé mi copa y me senté en un sillón. Ambos se desnudaron, se pusieron frente a mí. Esto ya lo había visto en videos de trios. Me arrodillé y empecé a succionar un rato a uno, sin dejar de maturbar al otro y cambiando constantemente. Me llevaron a la cama y pude probar por primera vez, la doble penetración. Fue tan brutal el placer que no sabría decir la cantidad de orgasmos que experimenté. El dolor que, con maestría de acupunturista me aplicaba Artemio, me transportaba a ese difuso límite que separa el cielo del infierno.
Pronto supe que Marcelo no era cliente sino socio. Todo había sido un acting para medir mi reacción y aceptación para prostituirme.
En los tres meses que duró la ausencia de Ramiro no se cuantos tipos me cogieron tres noches por semanas y nunca menos de dos clientes por noches, todos tipos de buena posición económica, a juzgar por las sumas que pagaban. El dineral que ganaron Artemio y Marcelo que, por mis servicios, después debían darme mi paga. La paga era la fiesta que ellos me daban y era cuando yo volaba de placer, lujuria y locura.
Yo había llegado a una cima de entrega y subyugación de la que me iba a ser imposible salir y, de donde solo queda desbarrancarse.
Con ese temor comencé a tratar de no dejar que mi piel, mi vagina y calentura, siguieran gobernando mi vida. Pero no pude.
Para poder soportar la maratón de sexo de esos días, comencé a esnifar coca y, en la soledad de mi casa bebía y lloraba la ausencia de Ramiro. Mi vida había comenzado a avizorar la oscuridad del abismo.
Ramiro me va a dejar, si es que ya no lo ha hecho, y de eso, no regreso más. No podes vivir del sexo descontrolado y nada más, me decía a mí misma.
Ramiro no me tomaba las llamadas pero los mensajes de WhatsApp si le llegaban y, en la
suposición que los leía, le envié cantidad de veces para que hablemos y haciéndole saber que aún lo amaba, hasta que dejé de hacerlo.
Ya habían pasado los tres meses que Ramiro debió trabajar afuera, y no volvió.

Después de un tiempo surgió la posibilidad de comenzar a tomar distancia de todo. Debía recuperar mi vida. Tomé contacto con un grupo de autoayuda por Google meet y comencé a tratar mis adicciones y, al igual que Ramiro, me ofrecí para trabajar temporalmente en una oficina en plena inauguración, en una ciudad bien distante de la nuestra. La idea era quedarme seis meses, pero mi responsabilidad al frente de mi despacho no me permitía ausentarme más de dos meses. Acepte.
Antes de irme le mandé un WhatsApp a Ramiro: Con todo el dolor del corazón y mis penas más profundas; me voy por un tiempo a trabajar a una ciudad a más de ochocientos kilómetros de distancia. Para ahorrarte molestias he dejado en mi abogado, que te llamará, para el inicio de los trámites de divorcio. Te amo con toda mi vida y no te mereces el engaño, las mentiras y las traiciones y el daño que te he causado. Me hubiese gustado hablar contigo, pero no fue posible. Caí presa, subyugada por una atracción que me sumió en el deseo y una adicción irrefrenable, a un tipo que me puede, y, por más que lo intento no puedo salir.
Adiós mi vida, no se cuanto tiempo podré seguir en este estado. Cuando me dejaste me quedé sin posibilidades de acudir a quién me ayude a salir de ésto. Los consejos y las súplicas de Stela Maris no me alcanzaban, porque al llegar a casa, los únicos que me esperaban, eran el alcohol y las drogas.
Trataré en este tiempo curarme del alcohol, las sustancias y la adicción más fuerte y destructiva: Artemio.

Samantha
 
Última edición:
capítulo 4

Estaba preparando las valijas y los elementos que iba a necesitar en mi estadía laboral, cuando apareció Ramiro. Se paró frente a mí y con los ojos humedecidos me dijo y que pensas ¿que yo no te amo? Me arrojé a sus fuertes brazos y después de mucho tiempo volví a sentir el calor del amor en mi piel.
Le dije: la decisión de viajar ya ha sido tomada y no puedo echarme para atrás, lo que puedo hacer, es retrasar la partida hasta mañana.
Esa noche volví a nacer. Le dije: la estadía, sabiendo que al llegar estarás aquí, se me va a hacer larga, pero a su vez esperanzadora.
Como extrañaba sus besos, como extrañaba sus caricias, como extrañaba hacer el amor y no solo sexo depravado.
A la mañana siguiente me acompañó a la empresa de correo, por donde envíamos todos los bártulos; después me llevó a la terminal de ómnibus, ascendí al colectivo y partí. Doce largas horas de viaje, no había servicio aéreo para esa ciudad.
Cuando llegué a destino me fijé en el teléfono, un mensaje que me masajeo el corazón; Ramiro me decía: ¿llegaste bien mi amor? Después llegaron otros muchos de Artemio. Pidiendo saber adónde estaba y qué pasaba conmigo. Le respondí amablemente que por razones laborales tenía que viajar y que por un largo tiempo no iba a poder estar por allá.
Pensar en Artemio ya no me provocaba la excitación de otrora. Eso me tranquilizó. Craso error el mío.
Transcurrido los dos meses, con cuatro visitas de Ramiro y, mi difícil y esforzado alejamiento del alcohol y las sustancias. La abstención por momentos era difícil de soportar pero con la ayuda de grupos de apoyo y la ilusión de volver con Ramiro me permitieron salir adelante.
Pasaron los dos meses y regresamos felices a nuestro hogar. En mi estadía había reiniciado mis sesiones de gimnasia y las continúe nuevamente en mi regreso, pero lo hacía a la mañana bien temprano. En esos días de mañana en el gimnasio, pregunté por Amanda, pero nadie sabía de su existencia, debe haber alguna explicación, me dije y no volví a preguntar.
En los dos meses que siguieron volvimos a tener esa convivencia que tuvimos siempre. Él volvió a jugar al tenis todos los sábados a la tarde y yo a visitar y a tomar un café con las amigas.
A la noche pedíamos comida por delivery y nos poníamos a ver series y películas.

Nota del autor:
Hasta este momento, Samantha, mientras estuvo trabajando lejos de su ciudad, como una manera de tomar consciencia, distancia y, a modo de catarsis, escribió a Stela Maris su amiga y confidente — como si de una carta se tratara— todo lo ocurrido en todo ese tiempo de locura. recordando los inicios que junto a Ramiro recorrieron y, que abrió la puerta de lo que vino después. Estas memorias escritas por Samantha, a modo de epístola, es la primera y más extensa parte de la carta enviada a Stela maris.
A continuación, lo que Samantha escribió, despues de todos los hechos terribles y dramáticos que se produjeron y que dejaron tanto dolor y tristeza.

Samantha
Querida Stella Maris, dejo a tu conocimiento todo lo ocurrido que nos llevó a este desastre que sumió a nuestra familia en el desconsuelo, el dolor y el desasosiego.
Confiando en tu discreción, dado que para todo el mundo, incluida nuestras familias, con la sola excepción tuya y mía, todos piensan que lo de Ramiro, fue un accidente. La discreción no solo incluye el sentimiento de nuestros hijos, que de otra manera, sería muy desconsolador para ellos. También por una cuestión económica. Las pólizas de seguro contratada por la empresa son realmente importantes y además el mismo Ramiro contrató, en la misma empresa una póliza, ya hace mucho tiempo, y, por un monto similar. La beneficiaria soy yo. Una carga que no estoy dispuesta a llevar; por lo tanto he cedido los derechos a mis hijos, para que sean los beneficiarios.
La pérdida de Ramiro ha sido, para la empresa, una baja que no saben cómo reemplazar.


“Cuando el diablo se mete en tu sangre, la muerte, es la caricia que te libera”.

Todo comenzó a desbarrancar cuando transcurrieron dos meses de haber regresado y de volver a tener una vida normal y tratando de encontrar la felicidad que supimos disfrutar.
Por la exposición que tuve, cuando Artemio me prostituyo, no quería salir a lugares públicos nocturnos. Cómo me maldecí por eso. Pero no te podés esconder. Las consecuencias de tus actos te persiguen y, en algún momento te alcanzan.
Eugenio, a quien tú conoces, un muchacho que era empleado de una empresa de seguridad, un día, tuve que viajar y, por la cantidad de trámites que tenía que llevar a cabo, y le pedí si podía, en un vehículo de la empresa, hacer de chofer. Resultó ser tan amable y predispuesto que, solicité a la empresa que lo contratara como empleado, para que él pudiera estar de seguridad, en el horario en que todos se marchaban y prácticamente yo quedaba sola en las oficinas. Eugenio comenzó a ganar el doble de lo que le pagaba la empresa de seguridad. Pudo tomar una hipoteca, adquirió una propiedad y pudo casarse, digamos que me adora.
Ya había terminado el trabajo de ese día y, durante algún tiempo tuve que remontar, todo el atraso que se produjo en mi ausencia, trabajo que, necesariamente debían llevar mi firma y supervisión.
Esa tarde, siendo las dieciocho horas, Eugenio, me llamó para comunicarme que el señor Artemio Sepulveda, preguntaba si lo podía recibir. Me quedé fría. Sí…Eugenio hacelo pasar.
Me puse en la parte de adelante del escritorio, me afirmé mientras mis manos asentadas en el mismo. Eugenio entró primero y me preguntó, por lo poco usual de la visita y por tratarse de alguien desconocido para la empresa —¿Está todo bien Sami? —-Sí Euge, que nadie nos moleste por favor.
Eugenio se retiró, lo hizo pasar, después de unos instantes, cuando se abrió la puerta entró Artemio como nunca lo había visto. Lucía un elegante sport y un aire de hombre de mundo que me dejó atónita.
Sin poder pronunciar palabra puso su mirada en mis ojos y otra vez las agujas atravesando mi cuerpo. Se acercó, me desnudó y me cogió sobre el escritorio y de nuevo todas las sensaciones y los orgasmos. Nos quedamos desnudos en el sillón doble del despacho y lo hicimos una y otra vez. Cuando llegué a casa, Ramiro, estaba durmiendo. Me duché. Mi cabeza era un remolino de sensaciones.
Estaba claro que no iba a poder volver a la vida amorosa con Ramiro. Huir ¿adonde? Sola sería morir. Sentí que adonde fuera, de alguna manera, regresaría al hechizo malévolo de sus ojos claros y al frío penetrante de su mirada.
Desperté cuando Ramiro se fue para la planta fabril. Me levanté, desayuné, me vestí con la indumentaria deportiva y me fui para el gimnasio. Al regresar almuerzo frugal como todos los días y me fui a la oficina.
Al regresar Ramiro estaba esperándome con la cena servida. Me acerqué para besarlo. Lo hice, pero su recibimiento fue frío. Comimos en silencio. Todos los negros presentimientos cayeron sobre mí. Él dejó de comer, corrió el plato hacía adelante, levantó su mirada, me miró fijamente y dijo:
Bueno ¿volviste a estar con tu amante? Agaché mi cabeza y mi mirada quedó prisionera de una breve y sutil ilustración que decoraba el mantel de la mesa. Sin pronunciar palabras y sin levantar la mirada asentí con la cabeza y con un hilo de voz, dije: debí quedarme en aquella ciudad. No debí volver. Me pidió que levantara la cabeza y me dijo: el haber estado con él ¿fue para despedirte? ¿Para decirle que no lo volverás a ver? Volví a agachar la cabeza y a su pregunta le dije, entre llantos y con mis ojos llenos de lágrimas que no. Estuvimos más de tres horas fornicando como animales en mi despacho.
Cuando levanté la vista, vi la escena más desgarradora que pude ver en mi vida hasta ese momento. Los ojos llenos de lágrimas y un gesto indescriptible de dolor que me hizo levantar para irme, no podía asimilar todo ese dolor, que me llegaba de la persona más amada, Me sentí sucia y quise morir por el daño que le estaba haciendo al ser más puro que pudiera haber existido.
Algo me pasó, se me nubló la vista y no recuerdo más de lo ocurrido. Cuando desperté estaba en la cama, en una sala de guardia de un sanatorio y a mi lado, velando por mí. Ramiro. Un ángel. Lo miré con el inmenso amor con el que lo he mirado siempre. Le tomé la mano y con infinita dulzura le dije: gracias mi ángel.
El cielo y el infierno, que tanto ha estado repercutiendo en mis pensamientos, me hacen suponer, que estoy en medio de una disputa que no entiendo. Amo a un ángel pero siempre termino en brazos del diablo. Supe que era incapaz de evitar ese destino, que vaya a donde vaya, las cartas estaban echadas y era inexorable.
La medicación que me dieron me había relajado. Me volví a dormir. Soñe con la muerte, cuando desperté Ramiro se había retirado y al que vi fue a Marcelo giré la vista y estaba tú Stella. Me dijiste que Ramiro te había llamado para que me cuides y me dijiste algo que me impactó y me causo un gran dolor. Ramiro ya no quiere hablar contigo. Que no se va a volver a ir, porque esa casa, es donde vio crecer a sus hijos y reír a la mujer más buena y hermosa. “Sí, esa mujer que para mí, ha dejado de existir” dijo y se retiró.
Tomé la decisión de limitar mis encuentros con Artemio a los viernes y, el resto de la semana, estar en casa en los horarios habituales. No sé si me escuchó cuando le comuniqué a Ramiro esta determinación. No me dirigía la palabra y, al igual que antes no me tomaba las llamadas, éramos dos extraños compartiendo un espacio en común.
Los viernes Artemio venía a mi despacho y ahí teníamos nuestros primeros escarceos, que siempre era una buena felatio y, para mi permanente asombro, con su verga en mi boca lograba mi primer y fulminante orgasmo. Luego el uniforme de puta y al chalet. Los dos primeros viernes sexo y delicatecen traídas por Marcelo, que nunca pude saber que hacía y cómo se enteró, que yo estaba en la guardia de la clínica aquella noche.
Después volvieron las fiestas y la prostitución que ejercía con devota pasión para mis amos. Estaba decidido mi destino: volvieron las drogas y el alcohol. Me refugie en el trabajo, cuando llegaba a la oficina ponía el piloto automático y me evadía de todo, pero se notaba que iba desmejorando. Se notaba en mi ánimo y en cierta perturbación en mi mirada.
Eugenio lo notó y acertadamente me dijo: ese tipo es el diablo Sami, desde que viene a buscarte, tú estás mal. Cuidate ángel que somos muchos los que te queremos. Lo abracé y con lágrimas de emoción le agradecí toda esa muestra de afecto y cariño.
Los viernes llegaba a casa no más allá de las dos de la mañana Ramiro ocupaba la habitación de visita. Los sábados él iba a jugar al tenis, luego me enteraría que iba a mirar y estar un rato con sus amigos, solo para distraerse, y no tener que andar en casa estando yo ahí. Estaba delgado, no se afeitaba y andaba desarreglado.
Esos sábados a la tarde cuando Ramiro estaba con sus amigos yo me encontraba con Marcelo. Íbamos a un departamento de su propiedad y ahí me hacía el amor con delicadeza, con devoción, me besaba y me acariciaba. Yo cerraba los ojos y pensaba en Ramiro. Cuanta falta me hacía su amor.
Los domingos salía a visitar a mi familia y llamaba a mis hijos para saber cómo estaban sus cosas.
Cuando llegaba a casa Ramiro ya había cenado y muchas veces no cenaba. Algo parecido me ocurría a mí también, no cenaba todas las noches. Lo que sí todas las noches alcohol y algunas que otras sustancias.
Una noche totalmente borracha me senté, creo que a orinar y me quedé dormida sentada en el inodoro. Me desperté cuando Ramiro me llevó a la cama, el alcohol había inmovilizado mis movimientos, estaba inerte, pero tenía consciencia de lo que estaba ocurriendo. Los párpados me pesaban de tal manera que no podía abrir los ojos. Ramiro en el convencimiento de que estaba inconsciente comenzó a acariciar mis cabellos y diciendo: mi amor que te estas haciendo. Lloró con desconsuelo.
Ese viernes decidí que no iba a seguir. Cuando Artemio fue a buscarme le dije a Eugenio que no lo deje pasar, y que le diga que ya me había retirado. Tratando de escapar a esa atracción a la que no podía resistir. Al no verlo es probable, que al igual que las drogas, con el tiempo pueda salir de esta locura Llamé a mi ex compañera de estudios y compañera de Ramiro en la planta fabril. Quería saber si Ramiro estaba trabajando o haciendo algún trámite.
Me respondió que a media tarde había salido de viaje para San Jerónimo, a casi doscientos kilómetros de aquí. Esta noche cenaría con un empresario que está haciendo una ampliación importante en su fábrica y encargó el proyecto a la empresa. El desarrollo del mismo lo llevó adelante el grupo que trabaja a las órdenes de Ramiro. Le dije que ¿no es mucho esfuerzo haber trabajado todo el día, manejar doscientos kilómetros y después presentar el proyecto y para más tarde tener que ir a cenar?. Me respondió: de todo lo que dijiste tenés que descontarle manejar, va en un vehículo de la empresa y con chofer. Le agradecí que me atendiera, me despedí y me puse en marcha para mí casa.
Juro que en algún lado lo debo haber leído. Me sonaba una frase extraña:

“Cuando el diablo se mete en tu sangre, la muerte, es la caricia que te libera”.

Serían las nueve de la noche cuando escucho que llaman a la puerta; distraída abrí sin mirar, y apareció Artemio. Con toda su enjundiosa presencia, se acercó, con sus manos tomó mis mejillas, posó su cara sobre la mía y sus ojos penetraron con su perturbadora mirada y antes que pudiera pensar ya tenía su miembro en mi boca y con todas esas sensaciones de dolor y placer.
Al rato llegó Marcelo con dos tipos con los que estuve cogiendo algún viernes. Clientes de Artemio. Para ese momento ya estaba vestida de puta bebiendo alcohol y aspirando coca. Mientras me cogían entre dos y como de costumbre, perdiendo el sentido del tiempo
Los tipos dejaron de cogerme se cambiaron y se marcharon, eran buenos amantes me hicieron gemir y gritar de placer. Artemio estaba sentado en uno de los sillones donde está el amplio pasillo que da y por donde se ingresa a los dormitorios. Cuando los clientes salieron y le pagaron lo de siempre, una buena suma, y le dijeron: es una puta fantástica, siempre con ella tenemos el mejor sexo que se puede tener. La risa de Artemio sonó más estridente que nunca y dijo: ahora con Marcelo vamos a pagar por tan buenos servicios. Mientras en el dormitorio sobre la mesa de luz esnifaba otra línea y tomaba whisky desde la botella. Artemio y Marcelo entraron desnudos al dormitorio y hablaban como si hubiera una tercera persona. Esto se confirmó cuando Artemio mirando para el pasillo dijo: te interesa, por la suma correcta te coges a la puta más cotizada de la ciudad jajaja. Se acercaron los dos a mi y empezó el más maravilloso sexo para mí: gemidos, gritos de placer, interajectivas: mi vida, te amo mi amor y, como siempre, a la reciproca, recibía los insultos y epítetos mas degradantes. Cuando terminaron se ducharon. Me alarmé cuando al irse le preguntaron a ese tercer visitante. Si iba para el bulevar lo podían alcanzar. Bueno no te pongas así, no has parado de llorar desde que llegaste hace como tres horas jajaja. Se fueron y el que estaba llorando era Ramiro.
El cansancio, el sexo puro y duro, las esnifadas, media botella de whisky y, mi inconsciencia sobre lo que estaba ocurriendo me recosté y me quedé dormida.
En cuanto el efecto de todo lo bebido y esnifado fue cediendo la cabeza me empezó a estallar. Me levanté; me di una ducha, tomé algunos analgésicos, me senté en el sillón del salón y me dormí.
Cuando me desperté estaba cubierta con una manta, sentí el aroma de café, me puse de pié y Ramiro se acercó. Me dijo: te enteraste que no iba a estar y te armaste una fiesta importante. Me tuve que volver porque se retrasó el avión de Sanches Iriondo y, en San Jerónimo, había una fecha de competencias de automovilismo, y toda la hotelería estaba ocupada y tuvimos que volver.
Me quedé muda ¿que podía decir más que hacer lo que hice? llorar. Con lágrimas en sus ojos se acercó, me besó en cada mejilla y me dijo: hasta anoche pensé que tenías un amante, pero jamás pensé en algo tan doloroso; ver mancillado, pisoteado, envilecido, corrompido, todo lo que más he amado en la vida. Que nuestro lecho ha sido profanado del modo más asqueroso y brutal.
Te amo y te he amado toda la vida y si existe el más allá te esperaré para seguir amándote. Salió, escuche arrancar el auto y lo oí partir
Caí sentada en el sillón, no quería pensar, y resonaba aquella frase:
“Cuando el diablo se mete en tu sangre, la muerte, es la caricia que te libera.
Así, como un pequeño y simple destello de un ínfimo rayo de luz, se me apareció la voz y la figura de Marcelo en la clínica. Él fue quién dijo esa frase. Artemio se metió en mi sangre ¿Marcelo es la muerte?. Me levanté con la idea que estaba enloqueciendo. ¿qué le pasa a mi cabeza? cómo puedo estar delirando de esta manera.
Me planteé consultar a un profesional. Todo esto tiene que terminar. A Ramiro ya lo he perdido. Tengo que huir. No puedo seguir lastimando así a los que más amo.
llegué a la cocina. Como habitualmente ocurre, la radio estaba encendida. Me serví café. Al sentarme escucho el inicio del informativo: algunas noticias de política, algún hecho delictivo y al final una información que hizo que el café se me atragantara, al escuchar: se recomienda no salir a la ruta por la espesura de la niebla. La visibilidad es ínfima.
En mi cabeza comenzó a resonar lo que me había dicho Ramiro: sí el más allá existe, allí te esperaré para seguir amándote.
Comencé a llamar a su número. No me lo atendería. Descubrí que lo tenía apagado. Los peores nubarrones acosaron mi angustia. NOOO; NO MI AMOR; NO LO HAGAS; NO LO HAGAS. Caí desmayada. Recuperé la consciencia cuando escuché el timbre de la entrada de casa. Como pude me incorporé. Abrí la puerta vi un patrullero y una persona de civil preguntando si esta era la dirección de Ramiro Jorge Elizalde.
Quedé paralizada. Respondí afirmativamente como una autómata. Me pidieron que los acompañe al departamento judicial del distrito. Subí al móvil policial y salimos. Nadie dijo nada. Me recibió un profesional que, mientras nos dirigimos a la morgue, iba diciéndome palabras para reconfortarme. Cuando se abrió la puerta, en una camilla, cubierto con una sábana, estaba el cuerpo sin vida de Ramiro. Cuando lo vi no lo recuerdo más, me volví a desmayar.
Estuve internada en estado casi cacatónico y cuando salía de ese estado gritaba insultaba y trataba de autoflagelarme. y en ese estado, comencé a fantasear con la muerte.
Tres largas semanas internada, duró la recuperación. Volví a mi casa y mis hijos se quedaron acompañándome. La muerte de Ramiro fue tomada por todos como un lamentable accidente. Cuando me llamaron del estudio jurídico que lleva la parte legal de la empresa, para iniciar los trámites, y así, liquidar la suma convenida por la aseguradora. Hubo un intento de última hora, por parte de la prestadora, de alegar imprudencia. Desde el estudio de abogados de la empresa le respondieron que, siempre los accidentes se producen por algunas fallas humanas y la imprudencia puede ser una de ellas, es por eso que existen las aseguradoras. Sí quieren seguir operando con Tecno industria no intenten nada, ya que la pérdida del ingeniero Elizalde, que es irremplazable, tiene a toda la mesa directiva en estado de desconcierto.
Firmé lo que me pusieron. Ramiro había contratado otra póliza cuando salía de viaje,ya hace bastante tiempo, La suma de las dos pólizas eran de un monto altísimo. Firmé un poder ante notario para que mis hijos pudieran cobrar ese dinero.
La única que estaba convencida que había sido un suicidio y, que la responasable de esa dolorosa desgracia era yo. Todo indicaba que fue un accidente y en algún momento de cobardía hasta lo llegué a pensar.
Recibí una llamada del estudio de abogados, que eran los que gestionaban el cobro de las pólizas. Pidieron que me fijara en las cosas de Ramiro para poder encontrar la renovación de la última póliza, pero si no la encontraba, que no me preocupara que, de todas formas tenían que solicitarlo y eso iba a retrasar un poco los trámites y nada más. Me puse a buscar y en el cajón de su escritorio apareció un papel escrito a mano, era la letra de Ramiro. La carta manuscrita de Ramiro decía:
Disculpame mi vida, pensé que con mi amor me iba a bastar para soportar toda esta locura a la que te has entregado, con mi alma desgarrada, mi corazón destrozado soy un hombre roto, destruido. He perdido todo el sentido que pueda para mí tener la vida. Me voy, espero que alguna vez puedas salir de esta fantasía demencial y recuperar la cordura. Te amo.
Ramiro

La carta fue un golpe que no pude superar, mi marido, como dijeron las crónicas que informaron sobre el accidente: Ramiro Jorge Elizalde, en una mañana, bajo una espesa niebla, y, a una velocidad de ciento cuarenta kilómetros por hora, estrelló su vehículo, en que viajaba a una ciudad vecina, en la parte posterior del semirremolque de un camión que transportaba treinta y cinco toneladas de equipo industrial que, debido al tonelaje y la densidad de la niebla, lo hacía a una velocidad sensiblemente menor a la habitual.
Después de este descubrimiento solo pensé en morir. Lo tenía decidido y lo que me hizo decidir de forma inmediata fue lo que ocurrió unos días después.
Cuando ese jueves recibí la visita de Artemio. Entró en mi casa y en menos que decir agua va le estaba haciendo una felatio en toda su regla.
Se pasó la noche cogiendomé y yo disfrutando de ese sexo, con el cuerpo de Ramiro aún tibio. Cuando de madrugada se retiró me dijo: esta noche vengo con los dos clientes que hacen el trío que a ti tanto te gusta

Ese viernes pedí vacaciones para ir a una casa de descanso, en una zona montañosa y esa misma mañana contraté una estadía de tres meses en dicha casa.
La noche de ese viernes llegó Artemio y fue una fiesta en toda su regla. cuando se fueron me había despedido con una borrachera y no me fui por sobredosis de milagro.
Acomodé el auto para un viaje que no pensaba llegar al supuesto destino, unas valijas con ropas y lo necesario para una estadía que no pensaba realizar.
Querida Stella estoy terminando de escribir esta misiva para ti, para que sepas toda la verdad de lo ocurrido. Ahora voy al correo a despachar este sobre.
Si todo sale como lo he planificado. Cuando tú estés leyendo esta carta, espero estar junto a Ramiro, y poder disponer de toda la eternidad, para pedir su perdón.
Con el amor de siempre:
Samantha



Stella Maris
Las crónicas publicaron que la licenciada en economía Samantha Sabina Herrera, iba a una velocidad inapropiada, para esa zona montañosa extremadamente sinuosa. En una maniobra un tanto temeraria, se salió de la carpeta asfáltica, perdiendo el control del vehículo en que se desplazaba cayendo al vacío a una altura de aproximadamente treinta metros. La occisa se dirigía a pasar una temporada de retiro, para serenar su espíritu, después de haber perdido a su esposo hace algunas semanas.

Despues de unas semanas, en las que estuve con claros síntomas de depresión, iba saliendo de la facultad, cuando una moto roja de alta cilindrada me cruzó el paso. Era un motoquero vestido con una suerte de overol oscuro, casco y guante del mismo tono. Sorprendida le pregunto a los gritos ¿Qué te pasa, estúpido? se levantó la visera polarizada del casco. Era Eugenio. Me acerqué, y esta vez le pregunté, con la amabilidad de siempre: Eugenio, ¿qué estaba haciendo? Me respondió: necesito preguntarte algo, sacó su celular y me mostró la foto de Artemio, a quien él conocía mejor que yo, y me preguntó: ¿fue él? Sí, le confirmé. Se bajó me abrazó y lloramos juntos. Era un ángel me decía. subió a la moto y desapareció.
A la mañana del día siguiente la noticia policial decía que, en un supuesto ajuste de cuentas en el bajo mundo del negocio de la protistución. Murió en un extraño suceso, Artemio Sepulbeda ( alias el diablo). Cuando, un supuesto sicario le descerrajó dos disparos en la cabeza y otro en el pecho. El atentado también lo sufrió su socio, y lugarteniente, Marcelo Garcia (alias Juan la muerte) Qué, despues de luchar por su vida, dejó de existir en las primeras horas de esta madrugada. El presunto sicario se movía en una moto roja de alta cilindradas.
Me quedé helada. Detesto la violencia, pero está arraigada en nuestro adn social. No me apenó en lo más mínimo la muerte de esos dos hijos de puta.
En esa misma semana me fui a la casa de mis abuelos maternos, en una zona rural, para un necesario retiro.

Después de más de seis meses, donde usé las vacaciones que me debían, más las que me correspondían, permiso por licencia médica y licencia sin goce de sueldo, que use para el retiro en casa de mis abuelos. Luego, hicimos con Mariano un viaje, para distraerme, recorrer museos, conciertos y espectáculos de ballet, viajar y estar acompañada, comprendida y contenida, por mi amado esposo, me ayudaron a mejorar, aunque el dolor por la muerte de esos dos ángeles siga por siempre.
Luego de regresar y retomar nuestra vida normal. Al poco tiempo de reincorporarnos a nuestra rutina, nos enteramos que Eugenio, había fallecido en un extraño accidente
cuando se dirigía a su trabajo. Fuimos a visitar a su mujer y a su hijo, y ahí, nos enteramos que su pequeño hijo, ahijado de Sami y de Ramiro, era el beneficiario del seguro de vida que le dejó Samantha. Es muy duro Stella, me decía Lorena, la viuda de Eugenio. Primero Ramiro, Samantha y despues Eugenio. El desconsuelo no tiene límites.
Lorena, tú tienes mi número, no dudes en avisarme si tienes algún inconveniente. Ustedes eran parte de los afectos de Sami y lo son también para mí.
Te lo agradezco tanto, me dijo Lore, lo que realmente deseo es que sigamos en contacto. Será una manera de seguir conectada a Sami y a Ramiro. Por lo demás, con Euge nos conocimos siendo compañeros de trabajó, es decir, conozco el trabajo de seguridad. La empresa me ha ofrecido el puesto que tenía Eugenio y lo he aceptado. Económicamente vamos a estar bien.
La misteriosa muerte de Eugenio tendría su correlato con los hechos que se produjeron en un evento, que aún no le hemos encontrado sentido ni explicación.

Epílogo
La balada del diablo y la muerte

Estaba el diablo mal parado
En la esquina de mi barrio
Ahí donde dobla el viento y se cruzan los atajos
Al lado de él estaba la muerte
Con una botella en la mano
Me miraban de reojo y se reían por lo bajo
La renga

Despues de unos cuantos meses, una noche, sin habernos propuesto hacerlo, pasamos por el bulevar. Vimos parados en la esquina, de la que tanto me habló Samantha, a Artemio, el diablo y Marcelo, Juan La Muerte. Con Mariano no podíamos entender lo que estábamos viendo. Él bajó el vidrio de la puerta de conductor y, se agachó una bellísima joven prostituta y le dijo a mi marido: hola amor yo soy Amanda, veo que estás acompañado, ¿Si lo que están pensando es en algo sofisticado? Tengo lo que están buscando.
Dos cosas que golpearon mi cabeza. Su nombre: Amanda, y esa frase: “tengo lo que estás buscando” Intrigada miré detenidamente a la chica con sus ojos claros y su penetrante y fría mirada. Le pregunté si realmente se llamaba Amanda. Me respondió afirmativamente. Mariano no podía salir del asombro que le producía lo paranormal que era ver con vida a Artemio y a Marcelo. Entonces Mariano preguntó: ¿Estos dos, no estaban muertos?. No, respondió Amanda, nosotros no morimos. y soltó una frase totalmente inquietante: solo se muere una vez. Totalmente intrigada y, creyendo que estábamos siendo víctimas de una broma macabra, le pregunté: —Tú, que dices llamarte Amanda, ¿conociste a mi querida amiga Samantha? —Si, por supuesto. Artemio me pidió que la fuera a buscar, la traje, la puse frente a él y la seducción fue fulminante. Ahora trabaja con nosotros. Ah casualmente allá viene. —¡Era Samantha!, con su exuberante figura, vestida de puta, con una mirada fría, penetrante y sus ojos con un extraño color claro, que nunca tuvo, y una helada sonrisa en sus labios.
Entonces le grité a Mariano: SALGAMOS YA DE ESTA PUTA VENTANA DEL INFIERNO.
puso primera y derrapando huimos de ese lugar, por el que nunca más volvimos a pasar

Fin
 
Buena resolución y bien hilvanado "el más allá con el más acá" Creo recordar, haber leído este relato...
 

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