Oscuro secreto

Vete de mi casa, por favor.​

Restregaba su culo con lentitud contra mi polla desnuda. Únicamente el tanga frenaba una fuerte penetración. Se esforzaba porque me gustase, jugando a que mi falo desapareciese entre nalga y nalga. Empezó entonces a simular una cabalgada, dando botes, aunque de forma suave y romántica, contra mí. No sabía si todavía quedaba un rango más de excitación dentro de mi.

Se giró sonriendo. Tenía una mueca dulce, disfrutona, pero que en el fondo me parecía notablemente artificial. Se arrodilló ante mi y agarró mi polla con tanta suavidad como profesionalismo. Pajeó lento, como si estuviese tratando de memorizar el tacto y comportamiento de mi rabo. Recé porque el ritmo fuese ese y no lo subiese, para poder permitirme de disfrutar un poco más. Tardó poco en sacar la lengua, darse un par de golpes en ella con mi polla, y empezar a chupar. Lo hacía con fuerza. Aquello era hacer verdadero honor a la palabra mamada. No me escondo, su boca siempre me había hecho imaginar cómo se comportaría en una situación así. Y, a pesar de haber tenido mil fantasías, aquel momento superaba a todo lo imaginado. Jugaba con la lengua, apretaba los labios, acariciaba los huevos mientras. Parecía haber estado años estudiando los comportamientos masculinos en situaciones así para perfeccionar su técnica. Era realmente buena. Aunque no podría apostar por lo que más me ponía, si aquella forma de mamar o disfrutar de aquella cara mirándome. Satisfecha, sumisa. Complaciente ante el macho. Mi mente comenzó entonces a perderse en pensamientos y empecé a darle vueltas a su historia y a imaginar cuantas veces había tenido que ponerse así en su época de Club. O quizá en algunas otras cosas que aún no me había contado. Aquellos minutos de abstracción me permitieron durar más, pero fue volver en mí y ver esa cara cuando noté que me venía.

-Oh.. Dios... Me corro, me corro..

-¿Tetas o cara? - dijo ella de manera rápida.

-¡Cara, cara!- dije casi chillando y a cien.

Ella tuvo tiempo de sacarla de su boca y apuntar sobre su rostro, mientras varios disparos impactaban sobre su cutis. Al poco, una masa de semen espeso y blanco como jamás me había visto soltar le daba el último toque a su ya de por si morbosa cara. Recibió la descarga con los ojos cerrados, y cuando los abrió pude hacer realidad una de mis mayores fantasías. Verla así, pringada pero a la vez dulce, casi me la levanta de nuevo.

Se limpió las comisuras de los labios, donde habían quedado restos de preseminal, e hizo lo propio chupando lo poco que quedaba en mi polla. Se apartó el pelo hacia atrás y se levantó en dirección al baño, supongo que para limpiarse. Escuché un grifo de agua mientras trataba de recomponerme de aquel momento que, pese a no haber tenido que moverme, me había dejado exhausto.

-Vete de mi casa, por favor.

La escuché decir aquello desde el baño. Me pilló desprevenido y me cortó el rollo, pero obedecí. Me coloque bien el pantalón y cerré la puerta por fuera.
Joder como me ha puesto la historia..... Ufff que ganas de saber más.... 🔥🔥🥵🥵👏👏👏
 
He vuelto.

Me tiré varios días pensando en aquella situación. Y analicé hasta el último detalle para saber en qué había podido fallar para que todo se torciese, con lo bien que iba, pero no encontré nada. No sabía que hacer. Todo fue tan rápido y me pilló tan descolocado que no sabía si hablarla para pedir perdón o no. ¿Iba a ser contraproducente hablar? ¿Estaría ella esperando una disculpa por mi parte? Todo eso daba vueltas en mi cabeza, llegando incluso a afectarme a nivel laboral, provocando que mis jefes me diesen algún toque por mi falta de atención.

Hasta que llegó el mensaje.

Algo más de una semana después mi móvil vibró. Estaba en la oficina y cuando vi el nombre de Inma iluminarse en la pantalla di un brinco. Era un texto corto en el que me preguntaba que tal estaba. No hacía mención alguna a lo que pasó en su casa. Yo hice lo propio y no incidi en aquel momento. Intercambiamos mensajes durante ese día y el siguiente. Conversaciones banales, simples. Siempre sin mención alguna al incidente.

Quedamos en vernos ese mismo fin de semana. Nuevamente sus compañeras de piso, estudiantes, se iban a sus ciudades de origen y tenía libertad en casa. Lo cierto es que dudé. La vez anterior lo habia pasado muy bien, de eso no cabe duda, pero los días posteriores me habían dejado un regusto tan raro que por mucho morbo que Inma me diese no quería volver a pasar por ello. Sobre todo, porque, como he dicho, me estaba afectando a nivel laboral y podría incluso perder el trabajo.

Le di algunas largas. Hablé de una cena que tenía programada con algunos amigos ese mismo día y a la que ya confirme asistencia con bastante antelación. Ella fue firme y me propuso quedar el día antes, el viernes. Me pidió que por favor necesitaba verme. No sé si era real o, por el contrario, uso una técnica de ablandamiento sentimental que, como comprenderéis, hizo bastante efecto. Por mucho morbo que me diese o muy loca que se hubiese vuelto, por encima de todo eso había un sentimiento de cariño hacia su persona. Acepté.

Ese viernes por la tarde estaba comprando una botella de vino blanco y unas horas más tarde tocando el telefonillo del mismo piso del que semanas antes había salido expulsado.

No niego que con más miedo y nervios que morbo, subí las escaleras y empuje la puerta que estaba medio abierta.

Junto a la entrada, a la izquierda, estaba la cocina. Al entrar la vi ahí. Cómo pude comprobar luego, estaba terminando de preparar algunas cosas para picar esa noche. Llevaba un vestido de rayas horizontales negras y blancas, algo veraniego, por la tela, , aunque largo y entallado, que marcaba a la perfección su figura. Más de uno hubiese pensado que aquel vestido no quedaba bien en una chica tan bajita, pero creo que si la hubiesen visto como yo, ese culo les hubiese quitado las ganas de criticar.

Me recibió con dos besos, muy sonriente y dulce. Me enseñó algunos de los canapés que llevaba toda la tarde preparando y la ofrecí el vino, que guardamos en la nevera para que enfriase. Terminamos de preparar una pizza casera y algunos otros alimentos para picar, como queso y algo de fuet. Mientras lo hacíamos bebimos algo de vino.

Hablamos muy tranquilamente, en una charla amena en la que salieron anécdotas pasadas con las que nos reímos. Parecía la Inma de siempre.

Se me pasó el tiempo completamente volando y cuando me quise dar cuenta ambos estábamos recostados tranquilamente en el sofá como un par de enamorados. Mis miedos se habían disipado y ahora solo estaba relajado junto a la chica que en su día conocía. Era la primera vez que lo sentía. Cómo si toda la distancia entre ambos, todo lo que me había contado, su viaje y demás, no hubiese existido en ningún momento. Era como viajar al pasado.

Estaba tumbada sobre mi, con la cara apoyada en mi pecho mientras miraba a la nada.

-Tengo que pedirte perdón.

Traté de hacerme el loco y no darle importancia, aunque sabía muy bien a qué se refería.

-¿Por qué?- dije con tono sorprendido, aunque muy mal actuado.

-¿Cómo que por qué?- y me dio un golpecito suave en el pecho- Por lo del otro día. No estuvo bien que te echase de mi casa.

-No recuerdo aquel momento, la verdad...- sonreí.

-¡Idiota!- me dio otro golpecito y noté como había logrado arrancarle una sonrisa.

Después del golpe me acaricio un poco el pecho jugando con sus dedos. Se la notaba liviana, como si en los últimos días hubiese soltado algún peso que guardaba. O quizá no por eso, pero desde luego que estaba muy cambiada.

-¿Sabes? No hay día que no haya pensado en como te eché. Me he sentido fatal. Todos los días pensaba en llamarte o escribirte, pero creía que estabas enfadado. De verdad que lo siento.

-¿Enfadado? Después de lo que me hiciste... Como para enfadarme...

Volví a sonreír y noté la sonrisa de ella dibujándose en su cara apretada contra mi pecho.

-¿Entonces te gustó? - levantó la cabeza para mirarme.

-Como para no...

Puso cara pícara.

-Me alegro mucho... Yo también lo disfruté, no te creas. Pero cuando llegué al baño y me vi en el espejo...

Se tomó unos segundos para respirar.

-Bueno, me vinieron recuerdos que llevaba tiempo sin tener.

-Te vuelvo a decir: No tienes porqué contarme nada...

-Lo sé, eres muy bueno conmigo. Pero necesitaba una terapia de choque así. Le conté la situación a mí psicóloga y estuvimos trabajando para que reuniese el valor para volverte a escribir. Me he sentido muy mal, de verdad.

Me miró a los ojos y la besé.

Fue un beso largo, húmedo, que logró ponerme la polla casi al cien por cien. Besaba muy bien. En el punto medio y exacto para no parecer ni muy ansiosa ni muy parada. Jugaba mucho con la lengua y le ponía intensidad, pero sin resultar brusca o acelerada. La dejé llevar el ritmo mientras agarraba y jugaba con su largo cabello. La situación se fue calentando hasta que acabó sobre mi a horcajadas sin que nuestras bocas se hubiesen separado un ápice. Apreté ambas manos y fui subiendo el vestido que resbalaba contra su piel hasta conseguir que la tela sobrepasara por encima del culo. Agarre su carne y noté ambas nalgas libres, con lo que supuse que llevaba un tanga. Segui besándola, esta vez luchando por imponer mi criterio, mientras amasaba su culo suavemente. Mi erección era completa ya y ella lo notó.

Paró el beso y me agarro de ambos lados de la cara. Me miró fijamente a los ojos desde arriba.

-¿Quieres hacerlo?
 
Que bueno que volviste, pero te fuiste en el mejor momento. Sigue, no nos dejes así.
 
Que mal me caen los tipos que no les gusta comunicarse. Que les cuesta conversar y tratar de resolver?
 

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