Memorias de una solitaria (capítulos iniciales)

Tras la partida de póker no podía negarme a mí misma que Luis me atraía físicamente tanto como por su amabilidad. Pero tras el estudio de anatomía en que tuve su cuerpo a mi disposición en mis masturbaciones me imaginaba de rodillas delante de él bajando su calzoncillo para comerme su polla como había hecho con el Largo en aquella ocasión. No me imaginaba una relación con Luis en ese plan de sumisión, pero aún así imaginarme esa escena con él me mojaba muchísimo y con la ayuda de mis dedos conseguía aplacar el deseo que tenía por él en un orgasmo silenciado.

Pero cuando llegó el momento de enfrentarme a su sexo no sabia del todo como actuar presa del estado de nerviosismo que tenía. Estaba como una niña pequeña que sabe lo que quiere pero no se atreve a pedirlo. Pero Luis colaboraba en su naturalidad, y sobre todo mostrando que no tenía prisa, Así que cuando su polla saltó fuera del calzoncillo volvió a aparecer esa personalidad mía que intenta quitarle trascendencia a las cosas naturalizándolas e incluso banalizándolas y bromeé con él.

-Vaya, Luis…

-¿Vaya qué?- preguntó temeroso.

-Esto es lo que les enseñas a las niñas para que se vuelvan locas por ti, ¿no?

-No es mi único encanto…-respondió desnudándose del todo pegándose a mí haciendo que sintiera su polla calienta pegada a mi piel como si quisiera colarse entre mis piernas.

Estaba deseando hacerlo pero me estaba poniendo tan nerviosa que me separé de él sentándome en la silla de su compañero de habitación. Luis, más seguro que yo en esos momentos se acercó a mí quedando su polla tiesa casi a la altura de mi cara. Ahora sí me atreví y levanté mi brazo para agárrasela. Estaba entre lanzarme a comérsela, besarle el vientre mientras la acariciaba o levantarme e irme por miedo a defraudarlo, pero al final me salió algo más cómico y dije:

-Hola polla de Luis, encantada de conocerte, espero que seamos buenas amigas…

Abriendo con mis dedos su meato puse una voz de dibujito animado y me respondí a mí misma como si su churra tuviese vida propia:

-Hola Claudia, yo también tenía ganas de conocerte…

-Qué payasa eres…-respondió divertido.

-Espera, que no ha terminado la presentación-repliqué más relajada y en un movimiento rápido le besé el glande sintiendo su suavidad en mis labios por un instante retirándome aprisa como si fuese una niña traviesa que había hecho algo malo y volví a abrir y cerra su meato imitando la supuesta voz de su polla para responderme:

-Ya somos amigas, ya podemos jugar juntas…

Luis parecía divertido con mi ocurrencia y sin darme cuenta estábamos creando nuestra propia complicidad sexual que nos daría en las semanas siguientes tantos momentos compartidos de placer mutuo. Pero él quería más, claro. Y buscó la forma de quitarme las bragas continuando con el mismo fuego de presentar nuestros sexos. Pero lo hizo de una forma muy diferente. Me llevó a la cama pero se sentó él para que mis bragas quedaran más cerca de su vista. Sentía su deseo y no sólo porque su polla dura asomaba entre sus piernas, sino sobre todo en la forma en que miraba mi cuerpo y cómo sus manos se apoyaron en mis caderas y cintura hasta que decididamente tomó el elástico de mis braguitas desnudándome. Casi podía sentir su aliento sobre mi vello púbico recortado a conciencia sabiendo que Luis me exploraría.

Miraba mi sexo mientras yo en un gesto reflejo cruzaba una pierna por delante de la otra. Sentía su excitación y casi estuve a punto de decirle que era suyo, pero parecía estudiarme como yo había hecho con su cuerpo en aquella lección de anatomía. Algo impaciente me saqué las bragas por las piernas y Luis reaccionó diciendo tras tragas saliva:

-Encantado de conocerte…Tengo una amiga que también quiere conocerte….

Se levantó de la cama para abrazarme y esta vez su polla se encajó entre mis piernas de forma que se rozaba con mis labios, Me estaba derritiendo y no era sólo de deseo. Jamás había sentido por un hombre lo que sentía en ese momento por Luis. No podía evitar suspirar notando mi respiración agitada y su aliento en mi cara. Excitado me dijo siguiendo con mi ocurrencia de unos minutos antes:

-Encantada de conocerte, ¿me dejas entrar?

-Lo estoy deseando-respondí ya sin ocultar mis deseos.

Nervioso y con prisas se fue al cajón de su mesilla de noche pero entonces alterado y decepcionado empezó a negar.

-¿Qué pasa Luis?

-Oscar debió gastarme los que me quedaban…- respondió angustiado.

Su decepción era evidente. La mía como me había acostumbrado desde hacía años la disimulaba tranquilizándolo hasta convencerlo de que nos acostáramos abrazados. No oculto que me apetecía sentirlo dentro de mí pero abrazarme a su cuerpo desnudo era ya un premio tan grande para mí que no me importaba esperar un día más. Estaba tan segura de que era mío que no quería nada atropellado. El sexo podía esperar el amor ya lo teníamos.
 
Me costó tranquilizarlo con caricias y palabras bonitas abrazados muy pegados. Podía sentir los latidos de su corazón en mi pecho y su respiración. Su cara estaba muy cerca de la mía y no pude reprimir besarlo. No podíamos follar pero sí tenernos. Él, lejos de tranquilizarse me acariciaba con ganas así que le pregunté:

-Dime que quieres…

-Tenerte…

-Ya me tienes.

-Tus labios…-dijo y lo besé aprovechando para morderme el labio inferior.

-…y tu lengua…-que le ofrecí buscando con fuerza la suya invadiendo su boca.

-…y tu cuello…-ahí levanté la cara para con mis manos dirigir su boca a mi cuello mientras me retiraba el pelo.

-…Me encantaría probar tus pechos…

“Y a mí que los pruebes” pensé cuando me arrastré lo suficiente para que su boca alcanzara mis senos. Siempre he tenido muy sensibles los pezones a pesar de mi costumbre de no usar sujetador pero cuando primero sentí su mano caliente para llevar mi pezón a la humedad de su boca no pude reprimir un gemido. Ufff, me encantaba como mamaba mi bebé de casi 1,75. Sentí que mi cuerpo se encendía y que mi entrepierna se humedecía con el cosquilleo de la excitación. Cada lamida, cada chupetón, cada absorción de los labios de Luis me generaban descargas de placer. Como siguiera me iba a correr ¡sin rozarme el coño! Además, Luis ronroneaba y chupeteaba mis pezones durísimos y sensibles como si fuese el manjar más exquisito del mundo y yo no se lo podía negar hasta que entre gemidos le dije:

-Mama, Luis, mama. Son tuyos…disfrútalos…

Aquellas palabras lo animaron a sorber, chupar y lamer mis tetas con más intensidad haciendo que me abandonara a sus deseos, especialmente cuando dijo:

-…y quiero tu ombliguito…- manejándome con fuerza para me escurriera pasando una pierna sobre su cuerpo mientras él se enroscaba sobre mí colocando su cara en mi barriga en ese momento bastante agitada. De algún modo se había colado por debajo de mí quedando su pecho bajo el peso de mi cuerpo pero asomando su cabeza para alcanzar mi ombligo con la lengua. ¿Qué buscaba?

-…y quiero tu chochito…- y sin tiempo a reaccionar aunque tampoco iba a poner impedimentos me levantó casi en peso escurriéndose bajo mi cuerpo haciéndome poner de cuclillas sobre su cara. Tuve que agarrarme a la cama para no aplastarlo.

Con habilidad recorrió mi muslo hasta sentir su nariz y su lengua en mi coño. Me quedé sin aire en los pulmones en un largo gemido. Buscaba aire con necesidad pues su boca me lanzaba latigazos de placer desde mi coño. Cada vez su lengua se hundía más en mi chocho obligándome a respirar de forma entrecortada. Me costaba trabajo articular palabra y me salieron algunos lamentos guturales.

Pero Luis de alguna forma a pesar de estar a oscuras encontró la forma de mi clítoris rozándolo primero con su lengua para terminar intentando atraparlo entre sus labios mientras su lengua lo estimulaba. Disfrutaba doblemente de una comida de coño y de que fuera Luis quien me la estuviera dando. Iba a estallar en cualquier momento pero no era capaz de expresarlo más que intentando articular su nombre. Él no lo veía, pero mientras se concentraba en mi coño solté una barra de la litera con mi mano para poder tocarme los pechos ensalivados por mi novio.

Entonces quise compartir mi placer con él agarrándole esa polla que iba ser mi instrumento de placer y que él magistralmente estaba sustituyendo con su boca pero no me dejó. Tampoco habría sido muy eficaz pues seguía sin poder articular frases coherentes a pesar de que lo intentaba. Ahí ya me abandoné totalmente al placer pues sentía como mis caderas se movían mientras le rogaba a Luis torpemente que siguiera.

Quería decirle que mi coño era suyo, que hiciese con él lo que quisiera, que me follara a pelo, lo quería todo…pero apenas era capaz de repetir su nombre y decir “sí”. Siempre he sido de orgasmo explosivo y éste se veía venir. Y llegó. El primer latigazo recorrió mi espina dorsal haciéndome estirar la espalda justo antes de que mis caderas se contrayeran notando como mis muslos se mojaban y no era ya su saliva. No podía soportar más su lengua. Era un placer doloroso con unas contracciones de mi útero tan intensas que me aparté de su cara vaciando mis pulmones de forma sonora sin poder abrir los ojos.

Me dijo algo pero no recuerdo que fue pues seguía concentrada en las sensaciones que recorrían mi cuerpo. Pero sí sentí que me abrazaba dándome una seguridad y calidez muy agradables. Nunca me habían tratado con tanto cariño después de haberme corrido. Nos volvimos a tumbar abrazados y tuvimos una de esas conversaciones de complicidad que tanto echaba de menos en mis exnovios.

Yo estaba totalmente entregada y me abrí en canal a Luis. Le reconocí que me gustaba todo en él, hasta su olor. Le conté mi mala experiencia con los tíos obviando algunas cuestiones lamentables y le admití qué era lo que me gustaba de él. Desnudos acariciando nuestros cuerpos y abriéndole mi corazón no podía estar mejor. Pero me sentí en deuda con él. Comerle la polla a Luis sería mucho más agradable que aquellas mamadas incómodas en el coche del Negro. Pero no me dejó ni tocarlo. Se le notaba la inmensa satisfacción que tenía por como había disfrutado yo por su causa y esa satisfacción me llenó de gozo y me relajó quedándome dormida sobre su cuerpo. Su precioso cuerpo.
 
Pasados los años es inevitable recordar y comparar. Tras probar al Largo el sexo con el Negro me parecía un infierno. En realidad yo había vivido fascinada por un matón musculitos de barrio que encima no sabía follar. Y no era una cuestión de tamaños como alguien podría pensar. El problema era de actitud.

El Largo era igualmente un matón musculitos de barrio, pero follaba de lujo y estaba buenísimo. Además nunca mostró esa actitud posesiva en los pocos encuentros que tuvimos en los que yo acababa escocida de tanto pollazo. Conseguía que me corriera varias veces hasta que él con un control sorprendente decidía que ya podía alcanzar su orgasmo.

La primera vez lo hizo en el condón mientras mi cuerpo agotado no dejaba de recibir sus envestidas desde atrás como tanto le gustaba. Pero la segunda vez quise demostrarle que me daba tanto placer que lo premié quitándole el condón para mamársela como hacía inmerecidamente con el Negro.

Cuando empecé a recibir sus lefazos me arrepentí pues su semen era bastante abundante y denso. No eran aquellas gotillas líquidas que eyaculaba el Negro, sino bastante espeso y en mayor cantidad que Adrián. En mi imaginación juvenil supuse que esos huevos gordos eran una gran fábrica de esperma.

El problema es que su sabor era muy fuerte y no me agradó demasiado sin atreverme a decírselo. Otro detalle es que al hacerlo perdía la intensidad de sus ojos verdes, por eso en nuestro siguiente polvo le invité a regarme con su corrida para no perder detalle de su cara aunque para hacerlo tuviera que esperarlo con las piernas abiertas y mi coño palpitante y colorado por los pollazos recibidos ante sus ojos en una postura que me resultaba obscena haciéndome sentir una puta agradecida por su virilidad.

Y realmente lo estaba, pues tras el chasco con Jonathan el Negro, mi fascinación por Migue el Largo era exclusivamente sexual sintiéndome en ocasiones culpable cuando me venía el bajón tras una sesión de sexo con él. Dudaba de si era normal que una chica de mi edad mantuviera ese tipo de relación en la que en ningún momento habíamos hablado de noviazgo o salir siendo yo la que lo buscaba en su casa como dicen los tíos para recibir mi ración de polla.

De nuevo llegó a oídos de mi madre que yo merodeaba por una casa poco recomendable y me tocó negarlo sin poder evitar la discusión. Ya mi madre empezó a amenazarme con llevarme a un internado, pero yo me reía dudando de su capacidad económica para mantenerme allí. ¡Qué mala adolescencia le di a mis padres!

Lo que no pensé es que si había llegado a oídos de mi madre ya lo sabría el entorno del Negro, con el que yo oficialmente no había cortado. Simplemente se lo habían llevado detenido y estaba a la espera de juicio. Ni me acordaba de él totalmente ensombrecido por mi deseo por Migue. Sólo dos veces en mi vida he tenido tanta apetencia sexual. Y la segunda es fácil imaginar cuál fue tras mi estreno sexual poco común con Luis.

Pero con Luis mi sentido de culpabilidad no era el engañar a mis padres, estar con alguien mayor o creer que una mujer no puede desear a un hombre sólo por sexo como me pasó con el Largo, con Luis mi sentido de la culpabilidad era que yo me había convertido en una mujer diferente a aquella niña perdida de mi adolescencia. Los hechos que ocurrieron después hicieron que enamorarme de Luis fuese en realidad un obstáculo en mi vida y empecé a temer que todo se fuera al traste. Pero para entenderlo aun me faltan cosas por contar tanto de como me entregué a mi relación con Luis y como acabaron las cosas por mi barrio. Pero vayamos por partes…
 
Dormir con Luis después de haber tenido sexo con él, aunque aun no hubiésemos follado, fue maravilloso. A pesar del calor no nos despegamos en toda la noche y cuando me desperté, en vez de levantarme a asearme me quedé observando su rostro relajado en el sueño. Su cara bonita, su gesto tranquilo me daban el sosiego para convencerme de que no era un error abrirme a mis sentimientos y empezar una relación con él.

Además yo había aprendido mucho de mis errores del pasado y Luis era lo opuesto a Jonathan y Migue. Su gesto de abrazarme mientras me relajaba del orgasmo y su actitud igualitaria y cariñosa me confirmaban que no me equivocaba con él. Pero la responsabilidad me pesaba.

Tras todo un día de estudio entre gestos cariñosos por la noche me fui a completar lo que tanto tiempo llevaba deseando, y es que aunque su persona llevaba mucho tiempo clavada en mi corazón había llegado el momento de que esa penetración fuese física. Si con el Largo yo tenía remordimientos por pensar en follar con él y nada más, con Luis yo sabía que sería muy diferente. Teníamos una sincronización tal que nuestro deseo era común y casi cronometrado.

Yo por mi experiencia no sabía lo que era hacer el amor, pues mi sexo siempre había sido a deseo y ritmo de mis compañeros de cama, pero con Luis quise llevar las riendas desde el principio para que viera que éramos verdaderamente iguales. Él se dejó llevar. Se le notaba que estaba tan por mí que estaba dispuesto a lo que fuera por tenerme cuando yo quisiera.

Pero evidentemente yo estaba nerviosa. Llevaba años sin ser penetrada y Luis, a pesar de no tener el mandoble del Largo estaba muy bien dotado. No creo que fuese fruto de mi enamoramiento, quizá sí, pero su polla me parecía la más hermosa del mundo, recta con un prepucio desarrollado que permitía cubrir y descubrir su glande aun empalmado, y no excesivamente venosa. Sus pelotas no muy grandes pero bastante colgonas, como él decía de broma escoltaban a su churra de macho. Yo en mi fantasía lo veía como un David de Miguelángel pero bastante mejor dotado.

Cuando llegó el momento mi chochito estaba bastante cerrado a pesar de mi buena lubricación así que me fui acomodando sobre él despacio controlando como poco a poco su polla se iba perdiendo cada vez más dentro de mí. Sus gestos me enardecían y en realidad casi me hago daño buscando sentirla entera dentro de mí y que mi coño estuviera colmado de su polla como mi corazón de amor por él en ese momento.

¿Se siente más cuando el sexo es por amor? No lo sé. Pero Luis me provocaba una extrema sensibilidad que yo era incapaz de ocultar. Mi experiencia también pesaba y en cuanto mi vagina se acomodó perfectamente a su preciosa invasora empecé a cabalgarlo sin ocultar el pacer que me daba. Y era mucho.

No sé en qué tipo de polvo estaría pensando Luis pero estaba tan caliente conmigo cabalgándolo que en un movimiento rápido me hizo darme la vuelta para ponerse encima de mí en la postura del misionero. Pero yo quería sentirlo tan adentro como antes y subí mis piernas a sus hombros gracias a mi elasticidad permitiéndole una penetración más profunda. Sus pelotas golpeaban mi perineo. Yo ya no veía. Sólo sentía y creo que hablaba. Luis bufaba pero era de follar en silencio hasta que a punto de alcanzar mi clímax casi gritó que se corría. Saber su placer fue el detonante del mío. De nuevo como cuando me comió el coño empecé a temblar y a sentir que las contracciones de mi útero se extendían por mis piernas y mi diafragma. Me faltaba el aire.

Pero es que cuando sentí que su condón se llenaba de semen caliente sentí de nuevo contraerse mi útero pero como si se hubiera quedado pillado agarrado a mi diafragma y no podía controlar el temblor de mis piernas sin fuerza que escurrí a los lados de su cuerpo que ahora parecía inerte sobre el mío relajado tras su orgasmo.

Creo que me besaba. No lo sé. Una nueva oleada de temblores me sacudió con mayor intensidad. Mi cuerpo era una porción de gelatina descontrolada que recibía estímulos por todas partes pero ahora en dirección contraria, de mi boca, mis brazos, mi pecho y mis piernas volvía a mi coño que se contraía alrededor de su preciosa polla que aun perdiendo vigor me seguía llenando.

Hasta cuatro oleadas tuve siendo la última menos intensa. Perdí la noción de su cuerpo sobre el mío, que no me pesaba hasta que se salió de mí generándome un triste vacío. Pero sus caricias volvieron al instante. Para Luis yo era su fin y para mí él era mi fin aunque la multiorgasmia que acababa de disfrutar por primera vez en mi vida me impidiera durante unos minutos demostrarle cuanto me había gustado. Aunque por su satisfacción abrazado a mí yo ni me moviera entendí que estaba encantado.

Aunque a nivel personal lo mejor de Luis no era como follaba, como acababa de descubrir, sino su actitud posterior. Siempre cariñoso, siempre atento, siempre pendiente de mí. Joder, tras haberlo catado lo deseaba más aún, Estaba totalmente encoñada con ese niño. Y ahí es donde empezaron mis remordimientos. Estaba en plenos exámenes finales y sólo pensaba en follar con Luis.
 
Los días siguientes mi remordimiento fue a más. Por momentos casi lo evité pero él no me lo echaba en cara. Seguía en su nube. La mía se despejaba por culpa de mis inseguridades. Si fracasaba en mis exámenes me culparía por haber dejado que Luis entrara en mi vida y en mi cuerpo. Y eso no me lo podía permitir.

Tras los exámenes de febrero y comprobando mis nuevas calificaciones había solicitado una beca que me podría permitir ingresos para toda la carrera y que me daría mayor tranquilidad, y sobre todo un alivio a mis padres y mi tía, que eran quienes me estaban ayudando cubriendo los gastos extra que mi beca actual no colmaba. Pero esa beca dependía, a parte de un proyecto específico, de unas calificaciones excelentes. No podía fallar cuando más me lo jugaba. No podía haber bajado la guardia en peor momento.

Pero en realidad Luis no era el obstáculo. Él estaba a todo lo que yo necesitara. Para él todo esfuerzo por mí valía la pena. Estudiaba a mi horario, acomodaba sus descansos a los míos. Todo podía someterse a mis necesidades. Y eso me hacía sentirme más culpable aún.

Él no tenía mis problemas económicos ni valoraba tanto sus resultados académicos. Además era muy inteligente, y sin matarse estudiando sacaba los exámenes sin problema. Para no agobiarse, y llevar un ritmo poco agobiante incluso había decidido repartir sus exámenes entre los segundos parciales y los finales.

Pero yo no podía. Y me sentía mal por haber dado el paso y ahora arrepentirme. Pero no me arrepentía de Luis, me arrepentía de haber dado el paso con él en momento tan complejo. Porque lo quería mucho, lo deseaba más y mi cuerpo necesitaba al suyo. Y no estaba pensando sólo en el sexo. Lo que más me gustaba era charlar tumbados en la cama acariciándonos. Echarme sobre su pecho y sentir su respiración. Notar su corazón sobre mi pecho. Ufff es que nunca había sentido algo así. Luis era perfecto, y yo la que fallaba.

La noche antes del penúltimo examen exploté agobiada. Su comprensión me dolía todavía más. Se ofreció a darme un masaje pero yo sabía que acabaríamos follando. Yo misma lo había provocado ofreciéndole una mamada pues creía que era lo que más gustaba a los tíos.

No podía estudiar, no soportaba quedarme sola. Lo busqué en su dormitorio y me derrumbé con él ante su comprensión. Ahora sí que era perfecto. Yo me había enamorado de su debilidad y ahora me enamoraba de su fortaleza. La forma como me abrazó, me consoló y me recibió siendo capaz de apartar el sexo sólo para ocuparse de mi estado mental. La situación era algo grotesca conmigo de rodillas entre sus piernas a escasos centímetros de su polla tiesa mientras lloraba de puro nervio sobre su pecho.

Pero Luis volvió a demostrarme por qué yo había bajado la guardia con él. Me sentí tonta, blanda, infantil, ridícula…todo en un segundo. Y a la vez la situación me estaba poniendo caliente como una perra. Ese era el estado de ánimo que yo mostraba por la suma de emociones y temores de aquellos días.

Al final la cercanía de los cuerpos pudo y me lancé a comerle la polla como si no hubiera un mañana. En realidad es algo que nunca he sabido si hacía bien. Con el Negro era fácil, por tamaño y brevedad. Con el Largo era más un juego y sólo una vez fue un final. Con Luis era mi primera vez y quería impresionarlo. Quería devolverle el placer que él me había dado y demostrarle que él y yo éramos iguales, estábamos al mismo nivel en la relación y yo estaba dispuesta a todo por él a pesar de mis miedos.

Estaba tan caliente por la situación que no pude evitar masturbarme mientras me comía con ansia la churra de mi novio. Me parecía el manjar más rico del mundo porque era suya. Pero además pude hacer realidad mi fantasía masturbatoria de arrodillarme a comerle la polla. Así era lo mío con Luis: una montaña rusa de deseos hechos realidad. Tuve un intenso orgasmo justo antes de saborear su semen. No sé si fue por mi autoplacer conseguido o por mi estado de obnubilación pero me pareció una delicia recibir su eyaculación, saborearla y tragarla.

Sin embargo, le mentí cuando tras recibir su corrida en mi boca le dije que era mi primera vez. Por algún motivo temí que me viera como alguien fácil. Tonterías de chicas. Pero le mentí. No sé si se lo creyó, pero su respuesta fue de nuevo cariñosa, afectuosa e igualitaria. No me negó un beso después.
 
Cuando me desperté entre sus brazos era feliz, mui feliz. Luis me parecía perfecto y mis temores se disipaban. Con Luis podía sacar buenas notas. No iba a ser un problema. Estaba de espaldas a mí y me abracé a su cintura pegando mi pecho a su espalda y su culo a mi vientre. Podía sentir su respiración relajada. Tenía claro que lo que me ocurría tenía nombre: estaba enamorada de aquel canijo que apareció en las puertas de las duchas el primer día en la residencia.

Mi miedo y mi felicidad eran consecuencias propias de ese enamoramiento. Y nunca lo había sentido antes. Por eso con él todo era bonito. Hasta dormir sudaditos. Me sonrojé, sin embargo, recordando mi mamada de la noche anterior. No por comérsela, sino por la forma en que comprobó cuanto me gustaba hacérselo.

Puede parecer una tontería. Él no había ocultado lo que había disfrutado comiéndome el coño unos días antes. Sin embargo yo ahora tenía ese rubor. La manía de la educación diferenciada de hombres y mujeres. Ellos no tienen nada que ocultar, pero nosotras…No, yo con Luis no iba a ser así. Él tenía que saber que me gustaba follar con él, que no era algo accesorio a nuestra relación, tenía que saber que su cuerpo era el objeto de mi deseo y su placer mi objetivo. Que me hacía disfrutar y que yo no quería poner límites a su placer.

Estaba deseando irnos a la playa con Lourdes y Víctor como habíamos planeado después de los exámenes para alcanzar esa felicidad plena con mi chico. Porque era mío, y no en sentido posesivo, sino en sentido amplio, mi novio, mi amigo, mi compañero, mi amante, mi deseo, mi,,,mi…!mi examen¡ Con una sonrisa solté su cuerpo tras besarle el hombro para acabar con mis obligaciones antes de dedicarme en exclusiva a él.

Pero Luis vino a buscarme antes de que me fuera para darme ánimo para el examen. ¡Si es que era para comérselo!! Y me salió de miedo. Todo iba sobre ruedas. Mis miedos se disipaban. Podía estudiar, sacar buenas notas y disfrutar de Luis.

Pero cuando más ganas tenía de él apareció la dichosa regla para estropearlo todo. Aún así él quería dormir conmigo. No era como mis exnovios que sólo me querían para follar. Luis era un compañero de verdad. Alguien con quien compartir la vida, Se me estaba yendo la olla con él, pero es que todo lo hacía bonito. Con él la vida era un cúmulo de risas, compañía y, desgraciadamente esos días, sin sexo. ¿Él estaba tan enamorado como yo? Parecía que sí…no podía imaginarme en esos días que no fuera así.
 
La casualidad ha hecho que en estas páginas rememore cuando toqué el cielo y cuando caí en el abismo de forma seguida. Pero como siempre me ha gustado terminar con un buen sabor de boca a pesar de mi infortunio empezaré contando la parte negativa.

Sorpresivamente corrió por el barrio la noticia de que el Negro estaba en la calle. Por algún error formal en la detención, custodia de pruebas o algo así, pues en aquella época yo no tenía ni idea de esas cuestiones, el juez lo había puesto en libertad aunque con medidas cautelares.

Todo el mundo preveía guerra de bandas porque el Largo había aprovechado para ocupar el territorio del Negro con sus trapicheos, pero además se rumoreaba en el barrio que se estaba follando a su novia que no era otra más que yo.

Dos días después no había pasado nada, aunque admito que no me atreví a ver al Largo ni salir demasiado por miedo a encontrarme el coche de mi exnovio aparcado frente a mi casa. Me lo imaginaba llamándome puta sin ningún derecho e incluso temía que me pudiera pegar en uno de sus arranques de violencia.

Pero al fin todo ocurrió una noche cuando la banda del Negro esperó a los del Largo en una de sus zonas de aprovisionamiento. En realidad fue mi madre la que aterrada me enseñó el periódico local la mañana siguiente: “Ajuste de cuentas entre bandas” decía el titular. Al leer la noticia todo estaba claro. Pelea a navajazos con varios heridos. Afortunadamente ningún muerto pero varios ingresados en el hospital por heridas de arma blanca, uno de ellos MGV, las siglas del nombre de Migue.

Aunque mi madre no me dejó salir de casa, supe que el Largo tenía un corte profundo en el estómago y que por suerte no le había llegado al pulmón y el corazón. El Negro estaba huido de la justicia pero se creía que seguía en la ciudad.

Sin darme tiempo a pensar mi madre se movió rápidamente. Aquella misma tarde llegó mi tía a casa. Me hicieron una maleta con todas mis cosas y sin dejarme rechistar me subieron en su coche camino de la capital. ¿Sabía mi madre mi lío con Migue? Lo sospecharía. Lo cierto es que aquel día cambió mi vida para siempre.

Mi tía me contaba noticias a cuentagotas los días siguientes. En principio me dijo que hasta que no detuvieran al Negro yo no podría volver a casa. Pero de inmediato me matriculó en un instituto cerca de su casa donde mi rabillo pintado en el ojo y mi forma de vestir encajaban mal entre niños pijos que no me interesaban nada.

Supe por amigas que el Largo había salido del hospital, pero se seguía desconociendo el paradero del Negro. Esta historia se la referí a Luis cuando empezamos nuestra relación pero le omití un detalle bastante importante y que aunque lo he negado siempre ha marcado mi vida y mi forma de entenderla.

Yo llevaría ya un mes en el instituto viviendo con mi tía aunque aislada del mundo. No hacía amigos en el nuevo instituto, apenas podía contactar con la gente de mi barrio y vivía enfadada con mis padres por sacarme de casa y con mi tía, a la que casi trataba como a una secuestradora. Años después fui capaz de agradecerlo todo lo que estaba haciendo por mí aquella mujer independiente que se convirtió en mi modelo.

Mi tía llegó del trabajo con la cara sombría. Algo grave había pasado.

-¿Qué te pasa tia?- pregunté preocupada.

-Tu madre no quiere que te lo cuente pero creo que es justo que lo sepas- me dijo temblando extendiéndome un periódico abierto.

“Ajuste de cuentas con un muerto” decía el artículo. Ya me imaginé de qué iba. El corazón se me puso a mil por hora y se me secó la boca. ¿Muerto? ¿Quién? Empecé a leer con dificultades para enfocar pues el miedo y las lágrimas empezaron a asomar por igual en mi rostro:

“Reyerta entre bandas en el polígono…. con resultado de un muerto. Según fuentes policiales sobre las 2 de esta pasada madrugada se ha producido un segundo enfrentamiento entre dos bandas de traficantes de droga a pequeña escala que se disputan el control de dicha zona. No era la primera pelea en las últimas semanas pues ya hubo varios heridos por la lucha de poder entre ambos grupos de delincuentes.

La reyerta de la pasada noche ha sido la más grave registrada saldándose al menos con un fallecido por herida de arma blanca. Sin embargo la policía no descarta algún móvil más aparte de la lucha por el territorio por las extrañas circunstancias en que apareció el fallecido, con una puñalada en el pecho a la altura del corazón, desnudo de cintura para abajo y con el pene cortado…”

Mi tía debió percibir mi temblor y me apartó el periódico. Pero yo tiré con fuerza para poder seguir leyendo.

“…El finado responde a las iniciales de MAGV, alias el Largo, de 25 años y conocido traficante de la zona. Se está a la espera de los resultados de la autopsia para conocer mayores detalles de cómo de produjo la muerte.

El principal sospechoso es JMS, de 22 años, conocido en el barrio como el Negro, y sobre el que ya pesaba una orden de búsqueda y captura por una pelea anterior con resultado de heridos por arma blanca amén de estar pendiente de juicio por detenciones anteriores relacionadas con el tráfico de drogas, amenazas, extorsión y lesiones.”

Joder, el Negro había matado a Migue, y yo tenía la culpa. “¡Si le había cortado hasta la polla!” gritaba yo mientras lloraba desconsoladamente abrazada a mi tía que me intentaba consolar.
 
Al sentimiento de culpa y la congoja se sumó el pánico. El Negro estaba libre. ¿Y si venía por mí? Nadie sabía donde estaba pues mi tía se me llevó por sorpresa, pero ¿y si le hacía daño a mis padres o a mis hermanos? No podría soportar que mi mala cabeza hubiera provocado algo así.

Y en realidad había vivido con los ojos cerrados todo este tiempo. Todo el mundo sabía quien era el Negro, a qué se dedicaba y cómo se las gastaba. Pero yo actué como una niña caprichosa. Mi madre me advirtió, mis hermanos me avisaron. Y yo negué y actué a mi antojo. Porque mi novio era el tío más famoso del barrio. Joder, si ni siquiera me trataba bien y era una mierda en la cama.

Pero mi egoísmo me llevó a una relación indeseable de la que yo misma hui, y no se me ocurrió otra cosa más que follarme a su archienemigo. ¿Pero qué tengo en la cabeza? Mis padres no me habían criado así. Y ahora estaba muerta de miedo y deshecha por dentro por la forma en que había acabado todo.

Aunque mi tía evitaba que estuviera demasiado informada conseguí ver un informativo local mientras ella trabajaba. Quizá dieron demasiados detalles de la autopsia de Migue…

La policía confirmaba que no había sido una reyerta sino un ajuste de cuentas. La banda del Negro había aprovechado un momento en el Largo estaba solo y le habían atacado. Había sido inmovilizado por las marcas que tenía en los brazos y las piernas. Le habían dado una paliza a golpes pero no había muerto por eso.

Me costaba imaginar el pánico en esos ojos verdes mientras el Negro soltaba su ira sobre ese cuerpo que tanto me había impresionado. Había muerto de un navajazo en el pecho que le rompió el corazón. Pero el dato truculento era que le habían cortado la polla justo antes o justo después de morir por el sangrado que había.

Al horror que ya suponía el asesinato había que sumarle que la policía sospechaba que el ajuste de cuentas incluía a una chica en disputa entre ambos jefes de bandas. No soportaría tener que declarar ante la policía. ¿Qué iba a decir?

“Señor agente, soy la guarra que se ha follado a los dos y ha provocado este lío…”. No. No podía decir eso. Porque yo no tenía la culpa…yo no tenía la culpa. Mi tía fue capaz de convencerme de ello y yo empecé a aceptarlo.

Tres días después detuvieron al Negro escondido en una casa semiderruida en medio del campo. Se resistió e hirió a un guardia civil. Esta vez le iban a caer una buena pila de años en la sombra.

La noticia me tranquilizó. Ya no corríamos peligro. En las declaraciones siguientes al parecer ni me nombró. Al final todo quedó en ajuste de cuentas por drogas. Esa era la versión oficial porque en realidad mi implicación nunca se me olvidó. Ni siquiera cuando dormía feliz abrazada a Luis, que como podéis imaginaros en mi mente era todo lo opuesto a aquella historia terrible de mi adolescencia.

Pero la única consecuencia de aquello no fue sólo mi traslado a vivir con mi tía, o mi sentimiento de culpa. Fui incapaz de relacionarme con mis nuevos compañeros de clase. Tenía la sensación de que todo el mundo sabía que yo tenía algo que ver con aquella historia de bandas. Y aunque nadie nunca me lo dijo, y yo poco a poco fui abandonando la forma de vestir con la que había llegado a la capital, yo nunca di pasos para hacer amistades. Y menos saber de tíos.

Y no es que alguno no lo intentara. Pero entre que los veía inmaduros e infantilones y además yo seguía traumatizada con lo sucedido, lo último que se me pasaba por la mente era tener nada con nadie.

Pensar en una polla era imaginarme aquel enorme falo de Migue ensangrentado tirado en el suelo, y desde luego la imagen no tenía nada de sexual. Para nada.

A todo ello contribuyó que empecé a conocer mejor a mi tía. Ella se estaba convirtiendo en mi modelo: independiente, culta, con un trabajo estable. No se le conocía pareja y sin embargo tenía una vida social envidiable: cenas, teatro, algún viaje. Tan alejada de mi madre, o aun peor, de mis amigas del barrio, que suspiraban por tener un maromo a su lado que las mantuviera, aunque ellas se convirtieran en un simple desahogo sexual para ellos. Como yo para el Negro.

No. Nunca más. Yo iba a ser dueña de mi vida. Y si algún día encontraba un compañero sería sólo eso, mi compañero, pero nunca más mi dueño. Viviríamos juntos, dormiríamos juntos y follaríamos. Haríamos planes y tendríamos proyectos en común, pero llegaríamos hasta donde nuestros caminos fuesen juntos. No más.
 
Luis no sólo había despertado en mí el deseo de compartir mi vida. También había despertado mi cuerpo adormecido durante tanto tiempo. Tras el asesinato del Largo perdí toda apetencia sexual. No es que me hubieran dejado de gustar los tíos. Simplemente tenía miedo de que se volviera a repetir algo así a pesar de estar fuera de aquel ambiente.

Tuve tiempo de reflexionar y de darme cuenta de lo que no quería. No iba a consentir jamás a un tío como el Negro que sólo me utilizaba para vaciar sus huevos en mi barriga o en mi boca cuando le venía en gana. Pero tampoco iba a caer de nuevo en la tentación de estar con un tío sólo por el sexo.

Mi pena por el Largo no era el duelo de una viuda. Yo no me había enamorado de él, aunque quizá sí de sus ojos verdes. Pero esos ojos verdes se me aparecían en sueños mortificándome. Primero los veía mirarme con descaro como el día en que el Negro me llevó a conocerlo. Después notaba la lascivia en su mirada cuando me observaba como le comía la polla, esa polla mutilada, o directamente me la clavaba sin dejar de mirarme a los ojos. Pero el sueño se volvía pesadilla cuando veía el terror en esos mismos ojos verdes. El terror que debió sufrir mientras el Negro y sus secuaces lo torturaban vilmente. Era una pesadilla terrible.

Por eso hasta perdí la costumbre de masturbarme. Cada vez que lo intentaba mi mente se iba a intentar reproducir el mejor sexo que había conocido hasta entonces y siempre aparecían aquellos ojos verdes para torturarme y cortarme el punto.

Pero yo sabía cuanto me atraía Luis pues tras la partida de póker el deseo regresó a mi cuerpo y en los momentos en que me proporcionaba placer a mí misma los ojos oscuros de Luis encendidos por su orgullo ofendido sustituían a aquellos ojos verdes del pasado, y conseguía llegar al orgasmo imaginándome de rodillas saboreando esa polla que vi tras la partida o sus ojos clavados en mí mientras me follaba. Nunca lo había hecho con él pero en mis fantasías era su cuerpo el que disfrutaba.

Y ahora lo había hecho realidad. Luis era mi compañero de juegos sexuales, pero era mucho más: mi compañero de estudios, mi confidente, mi amigo…y dormía plácidamente a mi lado en la residencia a pesar de no poder follar por mi regla tan molesta. Y me gustaba…Luis me llenaba, y no era sólo su polla cuando habíamos follado. Era su ser entero. Rezaba porque aquello no se estropeara nunca a pesar de que nos separaríamos en pocos días.

Pero mi tranquilidad era que sabía que volveríamos a estar juntos unos días más tarde. Sólo quería separarme de él para volver a casa y decirle a mi madre que por fin era feliz. Que en la residencia había encontrado la felicidad, un fin en la vida, unos amigos de verdad, y a él… ¿Y si me daban la beca? No pasaría nada. Con Luis podría superarlo todo y alcanzar mis metas. Con él sí.

Siempre que me venían estos pensamientos terminaba abrazándome a su cuerpo y él, inconsciente por el sueño, se me abrazaba confirmando mis pensamientos. No podía follar con él a pesar de que lo deseaba, pero su cuerpo me seguía llenando. Si eso era el amor, creía estar completamente enamorada de aquel canijo tan guapo. Sí, estaba segura. Luis era diferente a todos los hombres anteriores de mi vida. Luis no me iba a fallar.
 
Aquellos días que me quedé en la residencia para estar con Luis fueron maravillosos. A pesar de las molestias de mi regla tan jodida en ocasiones sentir el cariño de Luis me relajó. De hecho me planteé no dormir con él pues para aliviar las molestias menstruales usaba sujetador y unas bragas altas con efecto faja en el vientre. No me sentía nada sexi así y no quería que Luis me viera de esa guisa.

Pero su insistencia me convenció y no quise disgustarlo por eso. Una camiseta ocultaría mis pintas y su calorcito corporal me confortaría. No intentó nada sexual ni me propuso nada sexual ni en las siestas ni en aquellas noches.

Yo por mi parte lo dejaba estudiar mientras yo aprovechaba para presentar los últimos documentos para mi beca. Estaba convencida de que no me la iban a dar si no obtenía unas notas muy altas y no le dije nada a Luis. No fue una ocultación intencionada, sino más bien algo a lo que yo misma le di tan poca credibilidad que no lo consideré importante.

Ya le había ocultado que mi exnovio era un traficante asesino que había matado al tío por el que le había dejado sólo por el gusto de follarme a un tío bueno. Con esa edad yo era inocente, pero ya no lo era. Había llegado hacía tiempo ya a la conclusión de que el Negro no follaba sólo conmigo y que en sus ausencias se tiraba a alguna otra. Es lo menos que podría haberle echado en cara después de la atrocidad que había cometido con el Largo.

Pero es que también estaba convencida de que las semanas que estuve follando con Migue no era yo la única que pasaba por aquella cama. Aquellos ojos verdes, ese cuerpo de infarto y su habilidad sexual seguramente atrajeron a más chicas. Él y yo nunca habíamos hablado de ningún tipo de exclusividad y en realidad siempre había sido yo la que lo había buscado para que me dejara bien escocida a pollazos, que era algo que nunca había disfrutado con el Negro.

Por eso se lo oculté a Luis. Aunque yo había dejado entrever mi pasado poco común con respecto a mis novios, no quería que Luis me viera así. Porque ya no era así. Yo había madurado a golpes. Unos golpes muy duros difíciles de superar. Y ahora, y habiendo aprendido de mi tía, me sentía dueña de mis pasos. Con Luis quería ser libre de mi pasado.

Pero no voy a ocultar que mi regla me estaba jodiendo. Muy bonito dormir abrazada a mi chico todas las noches y descubrir que no le importaba mi faja, ni mi sujetador ni no poder follar temporalmente. Sentirme orgullosa de su responsabilidad y su estudio, bla, bla, bla…Pero a mí me apetecía mucho hacerlo con él.

Por fin empecé a manchar menos y la inflamación de mis pechos y mi vientre empezaba a remitir y aún me quedaba un día con Luis en la residencia, sin saber que sería el último allí de verdad. Quería buscarlo pero no sabía si decirle que aún podría manchar. Siempre todo tan complicado.

Pero al final mi cuerpo me pedía el contacto físico y cuando estaba con él no podía evita abrazarme a él, cogerle de la mano, acariciarle el muslo o apartarle el flequillo de la frente pues con los estudios se había dejado un poco más largo el pelo. Él no preguntaba quizá por no molestar, pero yo veía sus erecciones. Sabía que tenía ganas de más y se reprimía por mí. No podía irme de esa forma aunque en pocos días nos viéramos. Además para qué negarlo. Tenía las hormonas disparadas pues estaba empezando a ovular, qué leches. Como lo pillara, lo iba a dejar seco. Literalmente.

Pero ¿qué pensaría Luis si lo abordaba directamente? Hasta ahora todo había ido muy fluido a pesar de las dificultades. Y él también tenía ganas. Estaba claro que el paso lo tenía que dar yo. Maldita menstruación. Pero me iba a resarcir. Estaba claro. Ains, ¡cómo me gustaba ese niño!
 
Ante las peticiones de varios foreros voy a publicar aquí los capítulos iniciales de los recuerdos de Claudia para aquellos que quieran empezar el relato desde el principio. Más adelante buscaré un hueco para intentar volver a publicar la residencia.

Que bien, así tenemos toda la serie en la misma página. :love::love:
 
Muchísimas gracias por tu dedicación y trabajo extra.
 
Para los que preguntaban por los "Capítulos iniciales" de las "Memorias de un solitaria", de parte de César.
 
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