Los Olvidados (Por _juguete_)

Mikelo

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Recupero éste tema creado por el "Pajillero Mítico" (de tal manera reza bajo su avatar,) y bien cierto que lo es.
No podía quedarse "Los Olvidados" en el olvido. No sería justo.

Advierto que los aportes son de mucha enjundia. Un excelente trabajo de calidad.
Aconsejo su lectura, y, si tercia, participación.

Lamento no poder aportar documentación gráfica. Ha desaparecido.

Espero que al autor, la persona que hay tras el Nick, la vida le sea generosa.
Con mi cariño y recuerdo: Gracias.
¡Salud!

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_juguete_
Pajillero Mítico
 
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Presentación.

Puede comprobarse como a lo largo de la Historia, esta o los que la escribieron (¿quien no ha escuchado la frase "la historia la escriben los vencedores"?) nos han regalado una versión truncada o al menos sesgada de lo que realmente ocurrió. Por motivos, que ni vienen al caso, ni juzgaré, algunos personajes, pueblos, culturas...... fueron desposeidos de sus hallazgos, su fama, sus trabajos y porque no, de su arte.

Las nuevas investigaciones, aportaciones y testimonios no escuchados hasta ahora presentan nuevas versiones de lo que se creía hasta ahora, acontecimientos ciertos e inamovibles.

A lo largo de este año próximo a comenzar intentaré traeros aquí algunos de esos casos. Que conste que ni estaran todos los que son, ni probablamente sepamos totalmente la verdad sobre ellos, debido a la falta de documentación, trabas oficiales, o que simplemente todavía se investiga sobre ellos. Valga este homenaje para aquellos que alguna vez contribuyeron a nuestro bienestar actual y nunca se les reconoció.

Un saludo.

PS: tal como se me ocurrió la idea me pareció que para seguir su filosofia un buen ejemplo sería aquel artículo sobre Alan Turing que ya publiqué, de tal manera que paso a copiarlo aquí. El siguiente personaje será Rosalind Franklin.
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_juguete_
Pajillero Mítico
26 Dic. 2005
 
Última edición:
EN el fragor de la segunda guerra mundial Churchill pronunció su famosa frase "nunca antes en el campo de los conflictos humanos, tantos debieron tanto a tan pocos". Se refería a la deuda que el pueblo británico había contraído con un puñado de pilotos de la RAF que enfrentaron sus Spitfire contra la Luftwaffe al sur de Inglater ra. Si hubiese dicho en cambio "nunca tantos debieron tanto a uno sólo" se habría hecho justicia a Alan Turing. Pero esto no se podía decir por tratarse de un agente secreto.

Vinculado a un proyecto clasificado y fuertemente protegido, el agente Turing, un genio matemático, había trabajado en descubrir la clave de una máquina de eneriptar de los nazis llamada Enigma. Con ella cifraban los mensajes de sus submarinos, a la sazón dueños de los mares por virtud del ingenioso artilugio. Los británicos consiguieron hacerse con un ejemplar de Enigma con el que Turing consiguió finalmente descifrar el código. Esto permitió a los aliados saber de antemano dónde se iban a producir los próximos ataques, neutralizándolos y luego provocando la destrucción de la flota alemana.
Según los expertos, esto acortó en dos años la guerra en el teatro europeo. Esa es la deuda que tienen los británicos, y el resto del mundo civilizado con Alan Turing. Acabada la guerra, Turing continuó al servicio de SM y trabajando también para la universidad.
Fue pionero en investigar sobre inteligencia artificial y propuso el famoso test de Turing para comprobar si un sistema lógico-formal puede tener inteligencia. Ya en 1935 había ideado lo que hoy entendemos por computadora.
También hizo importantes contribuciones en el estudio de las matemáticas, criptoanálisis, lógica, filosofía, neurología, ciencias del conocimiento e inteligencia artificial. Al final de su vida investigaba los procesos químicos que regulan el crecimiento biológico y estaba fascinado con sus avances en el desarrollo de vida artificial.
Como ocurre a veces con estos genios tan excepcionales, Turing era homosexual. No se sentía avergonzado por ello, a pesar de la hipocresía victoriana, todavía muy arraigada en la Inglater ra de los años 50 y hablaba abiertamente de su condición con los colegas. Con motivo de una denuncia que hizo sobre un robo seguido de extorsión, ocurrido en su residencia, probablemente por un individuo que él mismo había invitado para un encuentro ocasional, la Policía lo interrogó interesándose más de la orientación sexual del denunciante que por encontrar al criminal. A consecuencia de lo anterior, cuando aún allí se consideraba delito la homosexualidad, se le acusó en 1952 de "grave indecencia", fue juzgado y condenado a doce meses de tratamiento hormonal forzoso.
En el momento del juicio era agente secreto, pero sus superiores no atinaron a desvelar sus méritos para detener la causa y tuvo que cumplir la sentencia. Muy propio en él, Turing se tomó la condena con humor, bromeando con sus amistades al ver que los pechos le estaban creciendo a causa de los estrógenos.

Considerado luego como un alto riesgo para la seguridad del Estado, el Gobierno le retiró las credenciales del servido secreto y el acceso al trabajo qúe estaba desarrollando con códigos y ordenadores. Fue entonces cuando la Universidad de Manchester creó en 1953, especialmente para él, el puesto de profesor de teoría computacional, donde sentó las bases de investigación sobre vida artificial. En 1954, faltando unos días para cumplir 42 años, fue hallado muerto en su cama. Junto a él, una manzana a medio comer impregnada con cianuro.
En la habitación del lado se encontró un aparato de fabricación casera para platear metales con un receptáculo también con cianuro. El veredicto oficial fue suicidio pero nunca se dio un motivo para ello. Y aquí podemos conjeturar sobre el segundo enigma: la causa de la muerte de Turing.

En mayo de 1999 la prestigiosa revista Scientific American publicó un artículo Las ideas olvidadas de Alan Turing sobre ciencia computacional.
Este artículo, que se refería principalmente a sus aportes en esa área, provocó a un lector a escribir a la redacción para recriminar a los autores por no haber hecho referencia a la enorme injusticia con que se había tratado a este héroe de la Segunda Guerra y que había acabado suicidándose.
La réplica de Scientific American (agosto de 1999) deja pocas dudas sobre la verdadera causa de su muerte. Al final dice textualmente "... él que vivía para su trabajo, estaba entonces en medio de una investigación fascinante, y un amigo que lo visitó pocos días antes de su muerte lo encontró alegre. Nos gustaría poder explicar la muerte de Turing, pero habiendo examinado las
declaraciones hechas durante la investigación como asimismo el resto del material, tenemos serias dudas de que el veredicto de suicidio sea correcto".

Teniendo en cuenta la gran impunidad con que operan los servicios secretos dentro del país !no hace falta ser un genio para descifrar el segundo enigma de Turing!

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Pajillero Mítico
 
En abril de 1958, con 37 años muere Rosalind Franklin, victima de un cancer de ovarios (la posible razón de este cancer sería su prolongada exposición a los rayos X en el transcurso de sus investigaciones). Cuatro años despues el Nobel de medicina recaerá en sus colegas Watson y Crik por su descubrimiento de la doble hélice que forma la cadena del ADN y sus repercusiones posteriores.
Este trabajo estaba plenamente apoyado, en algunos lugares se insinua que fue simplemente copiado, en los descubrimientos anteriores de Franklin, incluida la famosa FOTOGRAFIA 51, lo que permite especular que ella había llegado a esas conclusiones mucho antés que sus colegas masculinos.

No se sabe a ciencia cierta que fue lo que permitió y colaboró en que se olvidara la imagen de Rosalind. Unos dicen que la misoginia imperante en Europa por aquellos años, otros dicen que el propio caracter de la investigadora, poco dada a consultar o publicar sus descubrimientos, o su simple caracter retraido. Afortunadamente en los últimos años se esta asistiendo a la recuperación de la imagen de la dama del ADN.
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Pajillero Mítico
 
Traigo un nuevo personaje (y su obra más importante, la cual no conviene olvidar.

Alhakem (915-976) o Al-hakam II, califa (960-976) de Al-Andalus, fue seguramente el primer rey ilustrado y moderno de la Historia. Continuador de la línea de su padre, Abderramán III , abogaba por la vía diplomática antes que por la militar, a la que recurría cuando ya no tenía otra salida. De hecho, según las crónicas cambiaba embajadores con todas las cortes cristianas de la península e incluso con el reino carolingio. En dichos encuentros, celebrados en la maravillosa ciudad de Medina-Zahara, hoy tristemente perdida, el califa cerraba tratados mediante los cuales el reino se mantenía en paz. Incluso llegó a cerrar una alianza con los reinos cristianos para derrotar al enemigo común, los normandos, que entonces asolaban las costas de media Europa.

La educación que recibió fue exquisita permitiéndole participar en el diseño y decoración de Medina-Zahara así como diseñar el mismo la ampliación de la mezquita de Córdoba, añadiéndole esa joya sin parangón que es el mirhab. Pero su gran pasión fueron los libros. En su palacio llego a albergar más de 400.000 volúmenes sobre matemática, filosofía, astronomía, medicina.... a la sombra de esta aparecerán figuras claves como Maimonides, Avicena, Averroes, además de traer a Europa los clásicos griegos y romanos perdidos con las invasiones de los hunos y mantener intercambios con China e India a través de las caravanas comerciales con aquellos paises.

Cuentan las crónicas que la prosperidad y la cultura crecieron tanto bajo su mandato que Córdoba llegó a ser sin lugar a dudas la mayor metrópoli del mundo.
Con unos 100.000 habitantes, por aquel entonces París o Londres apenas llegaban a los 10.000, Córdoba era un crisol de razas, culturas, nacionalidades y religiones (contrariamente a lo que se cree, los árabes consideran a las religiones del libro, cristianos y judios, hermanos en la fe del dios único y a Jesucristo uno de sus profetas, de hecho la idea de la guerra santa es una perversión de uno de los mandatos de la fe musulmana, que lo único que dice es que todo buen musulmán tiene el deber de llevar y enseñar su fe allá donde vaya) que convivían de forma pacifica, como no se ha vuelto a ver en el mundo. Como ejemplo baste decir que en Córdoba se celebraban tres festivos a la semana, el viernes que era el día sagrado de los árabes, el sábado el de los judíos y el domingo el de los cristianos y que todos respetaban. En estos casos el califa era taxativo, el que no respetara el día santo de otra religión era condenado a trabajos forzados. Asimismo el califa fundo 27 escuelas públicas (otra cosa en la que fue precursor) donde se enseñaba gratuitamente a los pobres y huérfanos sin recursos por medio de profesores a los que se pagaba espléndidamente.

El único error (y es difícil considerarlo así) fue tener a sus ordenes a un tal Ibn Ibi Amir, un general muy capacitado que reorganizó el ejercito y lo convirtió en una efectiva y terrible máquina de conquista del cual se convirtió en jefe absoluto. Ello le permitió a la muerte del monarca, imponer a su joven hijo, Hixam II en el trono, sofocando de forma sangrienta a las facciones que se oponían. Inmediatamente lanzó una guerra abierta contra todos los reinos cristianos, a la que el joven califa apenas opuso resistencia pues era un juguete en manos del que ya se conocía como Al-mansur (o Almanzor), el vencedor. Las campañas victoriosas permitieron que se hiciera con el poder y fuera el realmente el que mandara en Córdoba. Sentía un odio radical hacía la cultura y barrió de un plumazo todos los adelantos de Al-Hakam (aunque no esta documentado se cree que la quema de los libros de la biblioteca de Córdoba fue cosa suya) y todos los intentos de convivencia pacifica que el anterior califa había puesto en marcha.

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La noche del 13 al 14 de Febrero de 1945 (martes de carnaval, por más señas) aparecieron en el cielo de Dresde bombarderos ligeros "mosquito" británicos que sembraron el cielo de bengalas rojas. Los asombrados habitantes de la ciudad no daban crédito a lo que sucedía. La ciudad, cuna de una importante universidad y conocida como la Florencia del Norte había escapado hasta entonces a los devastadores bombardeos que la aviación aliada llevaba casi dos años efectuando sobre las ciudades alemanas con la excusa de destruir sus fábricas (que el ingeniero Albert Speer había camuflado hábilmente y diseminado por los campos y en pequeñas poblaciones poco importantes) y vencer así la maquinaria de guerra alemana. La suerte se había acabado, durante toda la noche fueron cruelmente bombardeados el centro y la parte cultural de la ciudad por mediación de bombarderos pesados británicos Lancaster.
El centro de la ciudad, una joya arquitectónica del siglo XVIII desapareció bajo un mar de bombas, bibliotecas, teatros, opera, palacios nada quedó en pie de la magnifica ciudad. Por si fuera poco, a la mañana siguiente cuando los bomberos y primeros auxilios acudieron a ver si quedaba alguien con vida, aparecieron en el cielo más bombarderos esta vez norteamericanos que lanzaron otras 4000 toneladas de bombas sobre los indefensos voluntarios que buscaban supervivientes sobre los escombros.

Es cierto que la ciudad era un importante nudo de comunicaciones y que estaba recibiendo y atendiendo a los heridos que venían del frente del Este (que estaba ya a menos de 100 kilómetros) en grandes hospitales junto a la estación de tren, los cuales por cierto, fueron cruelmente bombardeados y borrados de la faz de la tierra. Pero aún hoy en día el cruel ataque ofrece muchas incógnitas.
¿Por qué los aliados se ensañaron con una ciudad que hasta entonces habían considerado un objetivo de segundo orden, de hecho, no la habían incluido en sus bombardeos masivos nunca hasta aquella noche? ¿Por qué en lugar de la zona industrial cercana a la estación, el bombardeo fue más severo sobre el centro histórico?
Una muestra del auténtico fin del bombardeo es que, de los dos centenares de fábricas que había en la ciudad y suburbios, 136 sufrieron daños graves, 28, leves; 35, insignificantes. Como nudo de comunicaciones, siguió prestando servicios hasta el final del conflicto. Se calculó que el antiguo centro había sido destruido en un 80%. Por si fuera poco, desde el otro lado también estuvieron bastante finos, en el aeropuerto de la ciudad se situaban 12 nuevos cazas ME-262, la última gran arma de los alemanes, sus novísimos cazas a reacción.
¿Por qué no se les dio a los cazas orden de despegar y repeler el ataque? Sabiendo que la ciudad no tenía defensas anti aéreas de ningún tipo, ¿por qué se la abandono a su suerte de ese modo tan cruel? Los cazas no habrían evitado el bombardeo ciertamente, pero si habrían contribuido a derribar más de un avión enemigo y que estos tuvieran que preocuparse de otra cosa más importante que afinar sus puntos de mira de bombardeo.

Otra muestra de la finalidad del ataque es que los cazas escaparon al bombardeo con daños mínimos. Hoy 60 años después la ciudad ha sido reconstruida tal y como era en aquel entonces, con dinero aportado en su gran mayoría por aquellos que la redujeron a escombros.
¿Mala conciencia? ¿Remordimientos? Posiblemente nunca lo sepamos.....

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Pajillero Mítico
 
Me encanta este hilo juguete, me uno a las congratulaciones de todos los que lo siguen. Nos convertiremos en eruditos.
Y tú, mientras tanto, sigue escarbando, haciendo justicia a los grandes olvidados de la historia. Y busca bien, que seguro estoy de que hay muchas mujeres olvidadas en la historia, por culpa del machismo histórico que siempre ha existido. El caso de Rosalind es muy esclarecedor. En mi libro de Biología ni la mencionaban.
Todos los honores eran para Watson y Crick. Seguro que como este hay muchos casos.
Bueno, pues sigue sorprendiéndonos. Saludos.
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Don_Pixote
10 Enero 2006
 
Me encanta este hilo juguete, me uno a las congratulaciones de todos los que lo siguen. Nos convertiremos en eruditos.
Y tú, mientras tanto, sigue escarbando, haciendo justicia a los grandes olvidados de la historia. Y busca bien, que seguro estoy de que hay muchas mujeres olvidadas en la historia, por culpa del machismo histórico que siempre ha existido. El caso de Rosalind es muy esclarecedor. En mi libro de Biología ni la mencionaban.
Todos los honores eran para Watson y Crick. Seguro que como este hay muchos casos.
Bueno, pues sigue sorprendiéndonos. Saludos.
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Don_Pixote
10 Enero 2006
Gracias Don Pixote. Fue precisamente cuando oí hablar por primera vez del caso de Rosalind Franklin cuando tuve la idea de crear este hilo. Me pareció una injusticia atroz. Pero despues cuando empecé a investigar me encontré con muchas historias del mismo tipo y aunque ellas son las grandes damnificadas, tambien se cometieron otro tipo de curiosos olvidos, los cuales intentaré ir sacando a la luz.

De todas formas, y dedicado especialmente para tí, nuestro próximo personaje será Hipatya de Alejandría. Ya verás lo que hicieron con ella.

PS: y a todos, gracias por leer estos breves desahogos, me gusta que os gusten.

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Pajillero Mítico
 
La frase "conserva tu derecho a pensar, pues incluso pensar mal es mejor que no pensar en absoluto" se atribuye a Hipatia de Alejandría . "Enseñar supersticiones como si fueran la verdad es algo sumamente horrible" era otra de sus favoritas.

Es la primera mujer de ciencia cuya vida está bien documentada. Aunque la mayoría de sus escritos se ha perdido, existen numerosas referencia a ellos. Y además, murió en un momento conveniente para los historiadores. Fue la última científica pagana del mundo antiguo, y su muerte coincidió con los últimos años del Imperio romano. Como no hubo adelantos significativos en matemáticas, astronomía ni física en ninguna parte del mundo occidental durante los mil años siguientes, ha llegado a simbolizar el fin de la ciencia antigua. La decadencia ya existía desde hacía varios siglos, pero después de ella sólo existieron la barbarie y el caos de los años de oscurantismo.

El padre de Hipatia, Teón era un matemático y astrónomo que trabajaba en el Museo (una especie de universidad de la época) de la biblioteca de Alejandría. Supervisó todos los aspectos de la formación de su hija, educándola en un ambiente de pensamiento. Según la leyenda, estaba decidido a que se convirtiera en "un ser humano perfecto" -y esto en una época en que se solía considerar que las mujeres eran menos que humanas!-, desarrollando para ella una rutina física para asegurarle un cuerpo saludable y una mente muy funcional. Entre ambos se creó una fuerte atadura al enseñarle y compartir su propio conocimiento, así como su pasión por la búsqueda de respuestas a lo desconocido.

Posiblemente, como la mayor parte de los griegos eruditos su inclinación sexual podría definirse como bisexual aunque no se le hayan documentado parejas de ningún tipo. Era realmente una joven excepcional. La mayoría de los historiadores cree que superó el conocimiento de su padre a una edad muy joven Teón instruyó a Hipatía en el conocimiento de las diferentes religiones del mundo y le enseñó el arte de la oratoria, así como los principios de la enseñanza, lo que motivo que personas de otras ciudades vinieran a estudiar con ella. Viajó a Atenas y a Italia, impresionando a todos los que la conocieron por su inteligencia y su belleza. Al volver a Alejandría, se dedicó a la enseñanza de las matemáticas y la filosofía. El Museo había perdido su preeminencia, y Alejandría contaba con escuelas diferentes para paganos, judíos y cristianos. Sin embargo, enseñaba a miembros de todas las religiones, y quizá haya sido titular de una cátedra municipal de filosofía. Según el enciclopedista bizantino Suidas, "fue oficialmente nombrada para explicar las doctrinas de Platón, Aristóteles, etc". Los estudiantes iban a Alejandría a asistir a las lecciones de Hipatia sobre matemáticas, astronomía, filosofía y mecánica. Su casa se convirtió en un centro intelectual, donde se reunían los estudiosos para discutir cuestiones científicas y filosóficas.

La mayoría de sus escritos de eran libros de texto para sus estudiantes. Ninguno ha permanecido intacto, pero es posible que partes de su obra estén incorporadas en los tratados existentes de Teón.Su trabajo más importante de fue en álgebra. Escribió un comentario sobre la Aritmética de Diofanto (para los que hayais estudiado carreras de ciencias, os sonará como el creador de las ecuaciones diofánticas). en 13 libros. Éste vivió y trabajó en Alejandría en el siglo III, y se le ha llamado "padre del álgebra".También escribió un tratado sobre la geometría de las cónicas de Apolonio, en ocho libros. Apolonio de Perga fue un geómetra alejandrino del siglo III a.C., a quien se deben los epiciclos y los deferentes para explicar las órbitas irregulares de los planetas. El texto de Hipatia era una vulgarización de su obra, facilitando el entendimiento de estos conceptos. Además de la filosofía y las matemáticas, se interesaba en la mecánica y la tecnología práctica. En las cartas de Sinesio están incluidos sus diseños para varios instrumentos científicos, incluyendo un astrolabio plano Hipatia también desarrolló un aparato para destilación de agua, un instrumento para medir el nivel del agua, y un hidrómetro graduado de latón para determinar la gravedad específica de los líquidos (densidad).
El asesinato de Hypatia está descrito en la obra de un historiador cristiano del siglo V, Sócrates el Escolástico:
"Todos los hombres la reverenciaban y admiraban por la singular modestia de su mente. Por lo cual había gran rencor y envidia en su contra, y porque conversaba a menudo con Orestes, y se contaba entre sus familiares, la gente la acusó de ser la causa de que Orestes y el obispo no se habían hecho amigos. Para decirlo en pocas palabras, algunos atolondrados, impetuosos y violentos cuyo capitán y guía era Pedro, un lector de esa iglesia, vieron a esa mujer cuando regresaba a su casa desde algún lado, la arrancaron de su carruaje; la arrastraron a la iglesia llamada Cesárea; la dejaron totalmente desnuda; la violaron, le tasajearon la piel y las carnes con caracoles afilados, hasta que el aliento dejó su cuerpo; descuartizan su cuerpo; llevan los pedazos a un lugar llamado Cinaron y los queman hasta convertirlos en cenizas (p. 308)." Por cierto, a ella, la siguieron tambien sus libros en la hoguera.

Los hechos ocurrieron en marzo de 415, justo un siglo después de que los paganos hubieran asesinado a Catalina, una erudita alejandrina cristiana. Los asesinos eran parabolanos, monjes fanáticos de la iglesia de San Cirilo de Jerusalén a los que molestaba tanto que Hipatia fuera pagana y rechazará varias veces convertirse al cristianismo, como sus inclinaciones sexuales. No se sabe si Cirilo ordenó directamente el asesinato, pero por lo menos creó el clima político que lo hizo posible y ayudo a no castigar tan terribles hechos. Más tarde, Cirilo fue canonizado y nombrado padre de la iglesia (mandan eggs).
Orestes (el gobernador romano de la ciudad que la protegía y trató en vano de que se convirtiera al cristianismo, pero ella no quiso traicionar a sus creencias) informó del asesinato y solicitó a Roma que se iniciara una investigación. Luego renunció a su puesto y huyó de Alejandría. La investigación se pospuso repetidas veces por "falta de testigos" y más tarde Cirilo proclamó que estaba viva en Atenas. El brutal asesinato de Hypatia marcó el final de la enseñanza platónica en Alejandría y en todo el Imperio romano. Poco después lo que quedaba del Museo y la biblioteca cayo también bajo la barbarie de los exaltados.
Aunque la vida de Hypatía acabó trágicamente, su obra permaneció y después Descartes, Newton y Leibniz extendieron su trabajo. Alcanzando logros extraordinarios para una mujer de su época. Los filósofos la consideraron una mujer de gran conocimiento y una maestra excelente.

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Blas Infante Pérez
La vida de Blas Infante (1885-1936) se halla estrechamente ligada a la lucha por la autonomía de Andalucía y su resurgimiento socioeconómico. Heredero de los movimientos republicanos y federalistas del siglo XIX, se convierte en el adalid de la defensa de los derechos del pueblo andaluz y de sus aspiraciones sociales.
Blas Infante Pérez nace el 5 de julio de 1885 en Casares (Málaga). Su padre, Luis Infante Andrade, licenciado en Derecho, es secretario del Juzgado del pueblo. Su madre, Ginesa Pérez de Vargas, pertenece a una familia de labradores de clase media. Tras cursar los estudios primarios en la escuela de Casares, ingresa como alumno interno en los Escolapios de Archidona (Málaga), donde estudia el bachillerato entre 1895 y 1899.
Su encuentro con los jornaleros andaluces le impresiona ya tempranamente, como recuerda años más tarde cuando escribe: "Yo tengo clavada en la conciencia desde la infancia la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo".Desde 1900 trabaja como escribiente en el Juzgado de Casares, al tiempo que estudia en la Facultad de Derecho de Granada como alumno libre. Se produce entonces su "toma de conciencia andaluza" y nacen en él las inquietudes que guiarán su vida posterior. Se licencia en 1906 y, tras ganar las oposiciones en 1909, no puede ocupar la plaza por no haber cumplido aún los 25 años. Ejerce desde 1910 como notario en Cantillana. La proximidad con la ciudad de Sevilla le permite entrar en contacto con el mundo político e intelectual sevillano, especialmente con los miembros del brillante Ateneo, entre los cuales se hallan convencidos regionalistas.
En 1915 publica Ideal andaluz, donde expone su particular visión de la historia y los problemas de Andalucía.
En 1919 se casa en Peñaflor con Angustias García Parias. El matrimonio reside entre Sevilla y Cantillana. Infante se traslada a Isla Cristina (Huelva), donde ejerce como notario desde 1922. En 1931 regresa a Sevilla y construye una casa en Coria del Río inspirada en la arquitectura de Al-Andalus, encargándose personalmente de su decoración. Blas Infante alterna simultáneamente las tareas de juristas, historiador, antropólogo, musicólogo, escritor y periodista. Estudioso y lector voraz, se revela también como un lúcido conferenciante. Su único sueño es la redención social y cultural de su tierra, Andalucía.
Su primer libro, Ideal andaluz, se convierte en obra clave del andalucismo. Entre sus obras posteriores destaca La dictadura pedagógica, complejo y crítico análisis filosófico publicado en 1921. Su obra refleja la toma de conciencia de los problemas andaluces, especialmente la cuestión agraria. Líder indiscutible del andalucismo, su anhelo es la reconstrucción de Andalucía, entendida también como necesaria para la regeneración de España.
Blas Infante ejerce un papel decisivo en el proceso de definición y popularización de los símbolos de Andalucía: la Bandera, el Escudo y el Himno. En 1918, propone recuperar la vieja bandera andalusí, verde y blanca, documentada desde el año 1095, y establece el escudo andaluz inspirándose en el de Cádiz. En 1933 compone la letra del Himno de Andalucía, adaptándola a la antigua melodía del Santo Dios, canción religiosa que entonaban los jornaleros andaluces al finalizar su día de trabajo.
Para Blas Infante la bandera blanca y verde es: "grito de esperanza y paz, colores preferidos por nuestros padres. El Escudo lleva el Hércules juvenil, fundador de la vieja Cádiz, expresión de la fuerza eternamente joven del espíritu, domando la fuerza instintiva de los estímulos animales, representada por dos leones. El Himno es obra de los campesinos andaluces, cuya música cantan desde tiempo inmemorial".En las Asambleas Andalucistas de Ronda (1918) y Córdoba (1919), en la reunión de las Diputaciones Provinciales andaluzas de 1932 en Sevilla y en la Asamblea de Córdoba de 1933, se perfila el andalucismo como doctrina, se articula la reforma agraria y administrativa, y se redacta un proyecto de Estatuto de Autonomía. Blas Infante desempaña un papel decisivo en este proceso. En junio de 1936, Infante es elegido presidente de la futura Junta Regional de Andalucía. El proyecto, en el que ha depositado tantas ilusiones, espera a ser sometido a referéndum en septiembre. La rebelión militar contra el Gobierno de la República, el 18 de julio, lo impide. Lo que no pudieron impedir fue el estreno del himno y la bandera andaluza, que por primera vez fue izada en el Ayuntamiento de Cádiz el 12 de Julio de 1936 bajo los sones del himno que el propio Blas Infante había compuesto. El 14 se izará en Sevilla.
El 2 de agosto de 1936, varios miembros de la Falange detienen a Blas Infante en su casa de Coria del Río. Su esposa anota en su agenda doméstica: "Empezando a tomar la cuenta de la plaza estaba, cuando llamaron por la puerta principal y se presentaron por la falsa al ir a abrirla. El sargento Crespo, de Falange, y otro, y la casa rodeada. Llévense a Blas. Se lo llevaron junto con el aparato de radio y el altavoz. Los aparatos volvieron, pero él, no".El 11 de agosto, Infante es asesinado de madrugada en el kilómetro 4 de la carretera de Sevilla a Carmona, junto a la antigua Huerta de las Clarisas.

Antes que político Infante fue un humanista preocupado por el bagaje y las carencias que sufrían sus conciudadanos como muestra estas frases obtenidas de su ideario:

"La crisis actual, antes que crisis política y crisis económica es crisis humana. Es crisis de humanidad" Dictadura pedagógica.

"La vida no es más que el ideal realizado y el pensamiento de este ideal realizándose" Fundamentos de Andalucía.

"No somos sectarios, ni proletarios ni burgueses. Simplemente, hombres" Dictadura pedagógica
Basta comprobar como definía a su bandera para ver que este hombre jamás deseo mal a nadie.
"Verde es la vestidura de nuestras sierras y campiñas prendida por los broches de las campesinas habitaciones blancas; limoneros en flor son los árboles favoritos de los andaluces, blancas son nuestras villas y antiguas ciudades de blancos caseríos y verdes rejerías orladas de jazmines. Pura y blanca como un niño, es la Andalucía renaciente que en nuestro regazo se calienta"
¿Hay una manera más bonita de definir una bandera y lo que representa? ¿De verdad es necesario para izar una bandera que haya enemigos? Blas Infante demostró que no.
"La bandera andaluza símbolo de esperanza y libertad, que hemos izado aquí esta tarde, no nos traerá ni paz, ni esperanza ni libertad, si cada uno de nosotros no la lleva ya izada en el corazón", extraido del discurso tras el primer izado de la bandera blanca y verde.

Aún así, fue fusilado, simplemente por pensar de forma diferente. Nunca lo olvidemos.

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Pajillero Mítico
 
Clara Campoamor

Considerada una de las "madres" del feminismo español, defendió la igualdad de los derechos de la mujer, además del sufragio femenino y también promovió la primera ley del divorcio.
Su actividad literaria la desarrolló en los diarios de la época: La Tribuna, Nuevo Heraldo, El Sol y El Tiempo. Entre sus obras destacan: El derecho de la mujer en España (1936), La situación jurídica de la mujer española (1938), Mi pecado mortal, El voto femenino y yo y La revolución española vista por una republicana.

"Tenéis el derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el Derecho Natural, el Derecho fundamental que se basa en el respeto de todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir detentándolo...."

( Clara Campoamor, en el Congreso de Diputados el 1 de octubre de 1931.)

Hija de un contable y una modista, nació en Madrid en 1888, en el popular barrio de Maravillas, llamado hoy Malasaña. Perteneció a una familia sencilla y humilde, de pensamiento liberal, cercano al progresismo. Los recursos económicos procedían del trabajo de su padre en un periódico madrileño, y de los de su madre y abuela materna.
Por la prematura muerte de su padre se vio obligada a interrumpir sus estudios e inició su vida laboral a los trece años, ayudando a su madre como modista. Después pasa a ser dependienta de comercio hasta 1909, año en el que se presenta a unas oposiciones administrativas y obtiene una plaza en el cuerpo auxiliar de Telégrafos, uno de los pocos a los que podía aspirar por su condición de mujer. Así se convierte en funcionaria del cuerpo de Correos y Telégrafos, ejerciendo en Zaragoza y San Sebastián.

En 1914, se presenta y obtiene una plaza en unas oposiciones para profesora en las Escuelas de Adultos, pasando a ejercer en Madrid. A su trabajo como educadora añade el de secretaria del diario "La Tribuna".
En 1920, cumplidos ya los 32 años, se matricula como alumna de bachillerato en el Instituto Cisneros de Madrid, terminándolo en dos años, y a continuación en la Facultad de Derecho, concluyendo la carrera en otros dos.
La estrechez económica que padeció en su infancia y juventud no fueron un impedimento para que en 1924, con treinta y seis años, obtuviera una licenciatura en Derecho en la Universidad de Madrid, habiendo pasado por Oviedo y Murcia.
En 1925 fue nombrada miembro del colegio de Abogados, fecha en la que inició sus actividades políticas.

Sus ideas
En 1923 expone sus ideas sobre el feminismo, en un ciclo organizado por la Juventud Universitaria Femenina, en la Universidad de Madrid.
En 1924 obtiene su ingreso en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación y meses después solicita su ingreso en el Colegio de Abogados, haciendo constar que desea ejercer su carrera, cosa que hace desde 1925. Asumió la defensa de los implicados en el levantamiento de Jaca.
Durante lo años que transcurren desde el comienzo de sus actividades como abogada y el final de la Dictadura primoriverista, Clara se dedica por entero a su profesión, rechazando su nombramiento para la Junta del Ateneo, lo que le obligó a pedir la excedencia en su cargo de Instrucción Pública. Entre 1928 y 1929 fue delegada del Tribunal de Menores.

Hasta 1930 desarrolló una intensa actividad en la Academia de Jurisprudencia. En 1925 fue nombrada Secretaria de la Sección Cuarta, formó parte de la Comisión de Trabajos Prácticos y de la de Publicaciones. El 30 de marzo de 1928 recibió el nombramiento de Académico Profesor. Paralelamente pronuncia conferencias y lleva a cabo numerosas intervenciones en las sesiones de trabajo que programa la Academia.
Aunque interviene en los temas más dispares, de manera especial le atraen los referentes a la situación jurídica de la mujer española. Su ideal se situaba en alcanzar en la ley la total equiparación de los sexos, sin que ninguno goce de un trato preferencial sobre el otro, ni siquiera cuando la beneficiada sea la mujer.

En 1929, tras la caída del Dictador, el anuncio de la vuelta a la normalidad constitucional había convertido al Colegio de Abogados de Madrid, al Ateneo y a la Academia, en centros de acción revolucionaria. Ese mismo año forma, con Matilde Huici y Victoria Kent, el Comité organizador de la Agrupación Liberal Socialista, la corta vida de este grupo, la llevó a enrolarse en las filas de Acción Republicana, pero, cuando se transformó en partido, Clara salió de él para afiliarse al Partido Radical, en cuya representación formó parte de la candidatura republicano-socialista, en 1931, para las Cortes Constituyentes, saliendo elegida diputada por Madrid.
Formó parte de la Comisión Constitucional, de 21 diputados, y peleó eficazmente por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal. Todo lo consiguió menos el voto, que tuvo que debatirse en el Parlamento.
Junto a Maragarita Nelken y Victoria Kent fueron las primeras mujeres en obtener un escaño en el primer Parlamento republicano, en el año 1931, elecciones a las que Clara Campoamor se presentó por el Partido Radical, siendo elegida diputada por Madrid.
En este año, Victoria Kent se opuso al derecho electoral de las mujeres, porque consideraba que éstas, influidas por la Iglesia, no votarían la República. Esta postura recibió el apoyo de la derecha, y el rechazo de Clara Campoamor, quien proclamaba el derecho al voto femenino, independientemente, de que gustase o no su orientación. Así Clara Campoamor y Victoria Kent, La Clara y La Yema, como se les apodó en la prensa de la época se enzarzaron en un amplio debate . Clara Campoamor mantuvo el principio teórico de la igualdad y llevó el peso de los debates casi en solitario, con la oposición de su propio partido, el Radical, y de la mayor parte de los republicanos. Eran muchos los que se oponían a la concesión del voto femenino: los partidos de la derecha tradicionalista y católica y los partidos republicanos desde posiciones utilitaristas. Al final el asunto se resolvió con una apretada victoria de los partidarios del "voto femenino" frente a los que se oponían, por lo que la Constitución, aprobada por las Cortes republicanas, reconoció la plena igualdad jurídica y política de hombres y mujeres y gracias a la influencia de Clara Campoamor el voto femenino salió adelante. En la Constitución de 1931 el artículo que lo reconocía quedó así: "Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes" y las españolas votaron en las Elecciones Generales de 1933, paradójicamente, el año en que, tanto Clara Campoamor como Victoria Kent, perdieron su escaño.
Intervino en el debate de varios artículos, sobre todo cuando éstos hacían referencia a la mujer. Destacan sus intervenciones en el artículo 36, siendo la única que defiende la concesión del sufragio femenino sin ningún tipo de limitaciones, pese a la posibilidad que existía de que el voto femenino se inclinase a favor de los partidos de derechas. Aún tuvo tiempo para llevar a cabo otras actividades durante el bienio 1931-33. Fue delegada de España ante la Sociedad de Naciones y fundó la Unión Republicana Feminista, para trabajar por el voto femenino.

A pesar de toda esta actividad desarrollada dentro y fuera de la Cámara, no logra renovar su acta de diputada en las elecciones de 1933, además de sufrir las críticas de la prensa de izquierdas, que la acusa de ser culpable de la victoria de la derecha por su empeño en dar el voto a la mujer. A estos ataques contestó con una carta publicada en El Heraldo de Madrid, el 26 de noviembre, en la que analizando los resultados electorales de varias ciudades, llega a la conclusión de que la causa de la victoria electoral conservadora se debe a la escisión que se produce dentro del bloque republicano y en la falta de eficacia del gobierno en algunos aspectos, como la Ley Agraria, el caso de Casas Viejas, etc.

En diciembre de 1933 es nombrada Directora General de Beneficiencia, cargo del que dimite al año siguiente por discrepancia con el ministro. Por estas fechas tuvo lugar la rebelión de Asturias y Clara marchó a Oviedo con el fin de socorrer a los niños de los mineros muertos o encarcelados. La dura represión la lleva a salir del Partido Radical y es nombrada entonces presidenta de la Organización Pro Infancia Obrera, dedicada a atender y a colocar a los niños asturianos, víctimas inocentes de la crisis de octubre.
Presentó su solicitud de ingreso en Izquierda Republicana, que le fue denegada, lo que para ella fue un duro golpe, además deja también la Unión Republicana Femenina, con lo cual no puede presentarse a las Cortes.

Cuando estalló la Guerra Civil en 1936, emigró a Francia, publicando en París en 1937 La revolución española vista por una republicana, en francés y nunca editado en español. Vivió en Buenos Aires dedicada a la literatura, escribiendo obras como Sor Juana Inés de la Cruz y Obra de Quevedo, editadas ambas en 1945. Anteriormente, en 1938, había aparecido La situación jurídica de la mujer española.
En 1947, 1951 y 1955 intentó regresar a España, pero la acusación de francmasonería impidió su asiento definitivo. Se fue a vivir a Lausanne (Suiza), donde murió el 30 de abril de 1972.
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Marie Gouze

Muero, querido hijo, víctima de mi idolatría por la patria y por el pueblo. Sus enemigos, bajo la máscara del republicanismo, me conducen, sin remordimientos, al cadalso. Muero, hijo mío, inocente. Olympia de Gouges escribe a su vástago al alba del 3 de noviembre de 1793, poco antes de morir en la guillotina. Su nombre verdadero era Marie Gouze.

Esta mujer, francesa de nacimiento y universal por valor y convicciones, nació el 7 de mayo de 1748. Pasó su niñez con escasas luces educativas. Por tesón propio logró abrirse paso con el tiempo, para explayar, a plenitud, sus más grandes pasiones: la escritura, el debate, la polémica y la protesta social. Demostró esfuerzo e intuición individual grande para su época, al concebir que la igualdad entre el hombre y la mujer empieza al fincar su simiente con la educación.

En su evolución hacia la libertad como mujer, deja su ciudad natal, Montauban, y a su esposo primerizo de matrimonio arreglado, producto de dote que no de amor. Liberado su cuerpo y hambriento su espíritu arriba al eterno Paris en 1767.

Desenvuélvese en la actividad teatral, en ese tiempo instancia perturbadora y crisol de inspiraciones y audacias intelectuales, culturales y sociales. Espacio de los sin voz que reviven, una y otra vez, por la palabra actuada y dicha públicamente. Escribe mucho y junto con Madame D Orsay, refutan la idea del sufrimiento femenino como vía para la salvación; pregonando a su vez la idea de la felicidad, el gozo de la naturaleza, la educación y el diálogo con el saber.

Del teatro transitan a los salones y clubes republicanos donde debaten y polemizan, junto con los hombres las ideas y los ideales de la Revolución Francesa. Junto con otra mujer revolucionaria, Madame Roland, aportan y participan en la rebelión social. Imprimen la impronta de la activa participación, ferviente y memorable, de las mujeres en la hazaña en pos de un mundo nuevo y justo.

Fue en medio de la Revolución Francesa, espacio por excelencia convulso y lleno de despertares de la humanidad, donde se desenvuelve el sino de Olimpia de Gouges, con su bien ganada reputación de bella, desenfadada, inteligente y valiente. Es el tiempo de la rebelión europea más afamada, donde ella hace también suya y para todas las mujeres, las célebres consignas de libertad, igualdad y fraternidad. Prueba así, la gloria y la miseria de vivir. La cultura fálica moralina de esa época, siempre le criticó ejercer con libertad su autodeterminación de mente y cuerpo.

El 26 de agosto de 1789, la Asamblea de la Revolución aprueba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Hecho que conmocionará y cambiará a la humanidad toda, junto con la proclamación de las libertades de opinión religiosa y de prensa, realizadas días antes.

Lamentablemente el título y contenido de la declaración mencionada no se referían al sustantivo plural, genérico y universal que unifica los singulares hombre y mujer, sino solamente a los representantes de la cultura patriarcal. La principal proclama de la revolución francesa no tenía ni se dirigía más que a un solo sexo: el del varón. Olympia de Gouges criticó y alertó a la opinión pública por la tremenda exclusión de la mujer; que quedaba al margen de los derechos humanos y por ende de la ciudadanía. No se le reconocía como persona adulta. Además de denunciar tamaña omisión, Olympia organiza clubes femeniles, imprime manifiestos anti machistas y elabora, finalmente, la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana. Poco después, pagó con la vida, su justo reclamo y osadía.

El 28 de septiembre de 1793 fue encarcelada, el siguiente 2 de noviembre, juzgada y condenada a muerte por el Tribunal Revolucionario que empezaba a cegar la vida de los mejores hijos e hijas de la Francia revolucionaria. Se iniciaba la era del terror instaurado por Robespierre. Un día después de su juicio sumario, Olimpia de Gouges subió a la guillotina y rodó su cabeza. Su compañera de lucha, Madame Roland (Jean Marie Philipon), también le fue cercenada la testa con cinco días de diferencia. Dicen que dijo Olympia, como últimas, impecables e implacables palabras, además de reafirmar su inocencia: Si la mujer está capacitada para subir a la guillotina, también debería estar capacitada para subir a las tribunas públicas.

Gouges, considerada una de las precursoras del feminismo, escribió numerosas obras teatrales, además de novelas y opúsculos político-sociales, y dirigió el periódico L' Impatient. Fundó la Société populaire de femmes, y en 1791 redactó, en respuesta a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789), la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en la que Gouges reivindicaba la igualdad de derechos de las mujeres. Adversaria de Robespierre, publicó la carta Pronostic de Monsieur Robespierre pour un animal amphibie, por la que fue acusada de de intrigas sediciosas y guillotinada.

En este sentido, es necesario conocer y recordar que la revolución francesa dio pautas para un nuevo sistema, proclamó la igualdad, la libertad y la fraternidad como los pilares fundamentales del nuevo orden constituido o que estaban por constituirse. Se dictó la ¨Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano¨ (1791). Sin embargo, Olimpia de Gouges, militante y protagonista de la revolución fue guillotinada por sus compañeros de lucha por publicar la ¨Declaraciòn sobre los Derechos de la Mujer¨. En 1793, después de su muerte, se prohibía toda clase de actividad. Sus compañeras fueron recluidas en centros mentales.

La muerte de Olimpia de Gouges, a quien le cortaron la cabeza por haber osado creer y exigir que los derechos que la Revolución Francesa había ganado para los hombres libres y ciudadanos fuesen aplicados también para las mujeres, que por cierto no eran ciudadanas, es un ejemplo de la consecuencia práctica de la construcción androcéntrica de los Derechos.

La revolución francesa, la mas avanzada de las que la burguesía condujo, fue un gran caldo de cultivo para la acción femenina. Las mujeres se movilizaron junto a las masas y participando en los clubes políticos desarrollaron acción revolucionaria; en estas luchas organizaron una Sociedad de Mujeres Republicanas y Revolucionarias y a través de Olimpia de Gouges, en 1789 piden una Declaración de Derechos de la mujer y crean periódicos como El impaciente para reivindicar su condición. En el desarrollo del proceso revolucionario las mujeres conquistaron la supresión del derecho de primogenitura y abolición de los privilegios de masculinidad, obtuvieron igual derecho de sucesión que los varones y consiguieron el divorcio. Su participación combatiente dio algunos frutos.

Pero contenido el gran impulso revolucionario, a las mujeres se les niega el acceso a los clubes políticos, se combate su politización y se las recrimina predicando su vuelta al hogar, se les dice: Desde cuando les esta permitido a las mujeres abjurar de su sexo y hacerse hombres? La naturaleza ha dicho a la mujer: Sé mujer. Tus trabajos son el cuidado de la infancia, los detalles del hogar y las diversas inquietudes de la maternidad . Mas aún, con la reorganización burguesa que inicia Napoleón, con el Código Civil, la mujer casada vuelve a ser sometida a tutela, cae bajo el dominio del marido en su persona y en sus bienes; se niega la indagación de la paternidad; se quita a la casada derechos civiles, como a las prostitutas; y se les prohibe el divorcio y el derecho de enajenar sus propiedades.
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Mariana Pineda

Hoy, voy a tratar de hacer lo contrario. A la que se considera la gran heroina de la libertad del siglo XIX, Mariana Pineda, trataré de demostraros que si bien fue una gran mujer, de un gran caracter y gran sentido del honor que murió por no delatar a sus amigos, luego la leyenda que se creó a su alrededor y que ciertos sectores alimentaron para su propaganda desvirtuaron en gran medida la que hoy se cree fue su verdadera historia.

Es la más famosa de las heroínas liberales, y casi un siglo después, Federico García Lorca, otro granadino emplazado por la tragedia, llevó la leyenda al teatro y la hizo universal. De niño, jugando al corro, había oído cantar el romance de la belleza que, para serlo siempre, tiene que morir injustamente y en plena juventud. Jamás lo pudo olvidar. La vida de Mariana estuvo marcada desde antes de su nacimiento por el azar, la pasión y la desgracia. Su padre fue un marino de buena cuna y mala salud, capaz de sobrevivir a los ingleses y a los piratas, pero que en el otoño de su vida, cuando iba a Lucena a vender sus tierras para vivir de rentas, cayó perdidamente enamorado de una joven de humilde origen y soberbia belleza llamada María Dolores Muñoz.

Don Mariano de Pineda y Ramírez, capitán de navío retirado, había nacido el 1754, en Guatemala. Treinta años le llevaba a María Dolores, con la que huyó a Sevilla. Allí nació su hija Luisa Rafaela, pero no llegaron a casarse por las diferencias sociales y tal vez por presiones familiares. Acabaron instalándose en Granada, en una casa de la Carrera del Darro, en 1803. Allí murió Luisa y nació Mariana, nuestra heroína, el 1 de septiembre de 1804.

La pareja duró poco. María Dolores se fue con otro hombre y el moribundo señor Pineda, que le había concedido la custodia legal de la niña y adjuntado su herencia, salió trabajosamente del lecho para reclamar su custodia y volvió a morirse. La madre se desvaneció y Mariana quedó bajo la tutoría de su tío José, solterón, achacoso y ciego. Pero una arpía astutísima de la familia, Tomasa Salazar, lo casó con un hija suya, Tomasita Guiral, y el ciego debió entregar a Mariana al cuidado de don José de Mesa y doña Ursula de la Presa.

Tras recibir una educación esmerada según las costumbres de la época, se convirtió en una de las jóvenes más bellas de Granada. Y no sólo enamoraba a quienes la veían sino que, en lo tocante a efectos, era de rompe y rasga. A los 14 años, conoció a un militar retirado y con malísima salud llamado Manuel de Peralta, del que, hija al cabo de su padre, se enamoró. Casaron al año siguiente y con gran prisa, ahorrando amonestaciones: la boda fue el 9 de octubre de 1819 y el 31 de marzo de 1820 tuvo Mariana su primer hijo. Dos años después, Peralta dejó este perro mundo y convirtió a Mariana en la viudita más bella de Granada.

En aquel tiempo nacía la Ominosa Década, en la que el Trono y la alcantarilla se igualaron bastante. Verdugos, espías y traidores vivieron tiempos de prosperidad. También florecían en salones nobilísimos como el de los Condes de Teba, los padres de Eugenia de Montijo, desterrados de Galicia por liberales y que en Granada daban albergue a los enemigos del absolutismo. Entre ellos destacaba la hermosa viuda, punto este que no esta confirmado y que se supone incierto y de ella se enamoró perdidamente un joven que, andando el tiempo, sería ministro de Hacienda y uno de los hombres más ricos de España: el Marqués de Salamanca.

Pero Mariana no le correspondió. Según ha averiguado su minuciosa biógrafa Antonina Rodrigo, prefirió a otro militar liberal, asiduo de la casa de los Montijo, llamado Casimiro Brodett. Se dieron palabra de matrimonio, pero él no logró su purificación política para licenciarse y la boda se frustró, no sabemos por qué. Murió 11 años después, en el campo de batalla, sin haberse casado nunca.

En 1828, el comandante Fernando Alvarez de Sotomayor (sobrino del célebre cura liberal García de la Serrana, tío de Peralta y, por tanto, primo de Mariana) fue condenado a muerte por colaborar en el fracasado alzamiento de los ejércitos de Andalucía contra Fernando VII.
Mariana, que tenía permiso para visitar diariamente a su tío el cura consiguió introducir, prenda a prenda, un hábito completo de fraile y unas barbas postizas en la celda de don Fernando, que salió tranquilamente de la cárcel por la única puerta que había, a la vista de todos. Liberales y absolutistas quedaron convencidos de que Mariana era la artífice de la fuga del condenado y aunque Pedrosa, alcalde del Crimen de la Real Chancillería, no pudo contra ella, se la guardó.

Mariana había conocido a otro hombre, Manuel Peña y Aguayo, astuto y cobardón que muchos años después llegó también a ministro de Hacienda de Isabel II. Tuvo con él una hija que Peña sólo reconoció en su testamento. Así vivió Mariana con su madre adoptiva, doña Ursula, viuda de Mesa, y sus hijos José María y Luisa, empeñada en diversos pleitos para recuperar algo de la herencia de su padre y de su tutor don José.

En éstas estabamos cuando al cobardón de Manuel Peña se le encargó un estandarte con el lema Libertad, Igualdad y Ley. Esta pasó el encargo a Mariana quien compró para ello un tafetán morado en cuyo centro cosió un triángulo verde. Estos eran los colores del Oriente masónico, así que no se trataba de una bandera nacional, ni andaluza (menudo disparate) como quiso luego la leyenda.

Como ella sabía coser pero no bordar, encargó las letras y la labor a dos criadas, y ése fue el pórtico de su ruina. Cierto clérigo liberal tenía relaciones con una de las criadas y vio el bordado en cuestión. Víctima de la devoción filial, advirtió a su padre, un doctor llamado Julián Herrera, realista furibundo, que moderase sus ímpetus absolutistas porque la revolución era inminente. El padre sonsacó al hijo y se fue a denunciar el caso.

Pedrosa vio llegada su oportunidad y arregló las cosas de modo que devolvieran el bordado a casa de Mariana e inmediatamente entrase la policía para incautarse de la prueba del delito, como en efecto sucedió. Mientras se armaba el proceso, fue Mariana arrestada en su domicilio junto a doña Ursula y sus criadas.

Entonces debió ser cuando Pedrosa, enamorado de Mariana o confundido por su libertad sentimental, se atrevió a pretenderla, pero sus insinuaciones fueron contestadas como sus averiguaciones, con silencioso desdén. Mariana se negaba a decir una palabra. Luego cayó o se fingió enferma y al poco trató de escapar disfrazada de vieja. Casi lo había conseguido cuando la atrapó su único guardián, que la encerró de nuevo.

Pedrosa la envió entonces al Beaterio de Santa María Egipcíaca, en convento en funciones de cárcel creado para rehabilitar prostitutas y que acabó albergando a mujeres condenadas por delitos comunes o políticos. El trato era excelente por parte de las monjas pero los interrogatorios eran cada vez más largos y apremiantes. Pedrosa decidió llevar la situación al límite y sugirió al fiscal Andrés Oller, conocido liberal granadino, que sólo conservaría su puesto si pedía la pena de muerte contra su vieja amiga Mariana.

La condena siguió su trámite y llegó a la corte. Calomarde lo trasladó a la instancia superior de Justicia, que encontró la sentencia de muerte «justa y arreglada a la ley». Faltaba la firma real, que naturalmente Fernando VII se apresuró a estampar, indicando el garrote como medio de ejecución. Pedrosa, ya con la condena en la mano, trató de forzar la voluntad de Mariana, pero ella se negó a delatar a su amante y amigos. Sólo habían pasado dos meses desde su arresto cuando llegó la fecha de su ejecución.

La víspera, serena, escribió un testamento que el escribano no pudo pergeñar por impedírselo las lágrimas. En otra carta explicó a sus hijos que moría dignamente por la Libertad y la Patria. Antes de acostarse para su última noche, que fue de sueño breve y sereno, tuvo un rasgo que retrata su personalidad. Debían cambiarle el vestido por si tenía algún veneno y también quitarle las ligas para evitar que pudiera ahorcarse con ellas.
Mariana aceptó el cambio de vestido si, tras su muerte, lo picaban con unas tijeras para evitar que desnudaran el cadáver; pero no transigió con las ligas: «Eso, no. Jamás consentiré ir al patíbulo con las medias caídas.»
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Puede que esta personita no sea tan desconocida como otros que he traido antes, pero su biografía, que he leido hace poco, me parece tan aventurera, vitalista, y sobre todo valiente y rocambolesca que no he podido resistir las ganas de presentaros a:


Fanny Vardergrift

Fue la mujer de Robert L. Stevenson, que ha pasado a la posteridad con la imagen de una vieja bruja (era 11 años mayor que el), de una loca estúpida que se apropió de su marido enfermo y que le torturó con su afán de posesión y sus manías, cuando lo cierto es que era una señora fascinante y formidable que probablemente salvó la vida del escritor. Basta con acercarse a la realidad e investigar un poco los datos históricos ( como hizo Alexandra Lapierre en su interesantísima biografía sobre F anny ) para darse cuenta de que su mala imagen carece de base y es más bien un producto del machismo, de los celos y de la incomprensión que suscitaba la personalidad rompedora de esta mujer, nacida en Estados Unidos en 1840, que fue capaz de divorciarse de su primer marido cuando nadie se divorciaba, de venirse a Europa a aprender pintura en un medio bohemio, de enamorarse de un hombre más joven y de casarse con él contra la opinión de todo el mundo.

Fanny era increíble. A los dieciséis años se marchó al Oeste salvaje con su primer marido, un mentecato que había comprado una mina de plata. En la región había tan sólo cincuenta y siete mujeres blancas para cuatro mil rudos mineros y, por si esto fuera poco, de cuando en cuandosufrían violentas incursiones de los indios shoshones.
Durante varios años, Fanny fue una agreste pionera que fumaba sin parar, manejaba los naipes como un tahúr y llevaba al cinturón pistolón enorme con el que era capaz de volarle la cabeza a una serpiente de cascabel a bastantes metros de distancia.
En cuanto a Stevenson, cuando se casaron en 1880 ( ella tenía cuarenta años, él veintinueve) después de innumerables sufrimientos y aventuras,el escritor era un enfermo terminal, con apenas cuarenta y cinco kilos de peso y masivas hemorragias pulmonares que le impedían el habla. De hecho, se le veía tan moribundo que el abogado de Fanny les regaló como presente de boda, una siniestra urna funeraria.

Pero no se murió, gracias, sin duda, a los exquisitos cuidados que le prodigaba su mujer. Durante ocho años vivieron en Gran Bretaña y de esa época proviene el odio que los amigos de Stevenson desarrollaron por Fanny. Porque ella era una enfermera muy celosa: obligaba a todos los visitantes a enseñar su pañuelo y no dejaba pasar a nadie que mostrara síntomas de estar acatarrado. Era una actitud extremada pero muy juiciosa, porque el más mínimo contagio desencadenaba terribles hemorragias que podían resulta mortales. Lo malo es que, como por entonces todavía no se había demostrado que las enfermedades se podían transmitir a través de microbios, los amigos la consideraron una loca maniática.

Stevenson no sólo logró sobrevivir gracias a su mujer, sino que además con ella fue capaz de escribir todas sus obras importantes, como La isla del tesoro y El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Por cierto que Fanny criticó la primera versión del Doctor Jekyll como carente de profundidad alegórica y sugirió que reforzara la dualidad del personaje. Stevenson se puso hecho un basilisco y la insultó, porque, además de tener ese amor propio en carne viva habitual en todos los escritores, discutía a menudo con su esposa (los dos tenían un carácter ardiente ); pero al poco rato regresó a la sala y le dio la razón; y, tras arrojar el borrador al fuego, volvió a redactar la novela entera.
Vivieron juntos, en fin, durante quince años, hasta la temprana y súbita muerte de Robert Louis en la isla de Samoa, a consecuencia de una hemorragia cerebral, en 1894.

Ocho años más tarde, la viuda Fanny volvió a rehacer su vida con eldramaturgo y guionista de Hollywood Ned Field, un chico listo y guapo de veintitrés años ( ella tenía sesenta y tres ).
Vivieron felizmente juntos once años hasta la muerte deFanny. Y en cuanto a su reputación de "vieja bruja", por lo visto fue una mujer muy atractiva y conservó su encanto hasta muy mayor. Si nos guiamos por ciertos dibujos que hizó Stevenson en la casa donde vivieron en Samoa, ella era realmente hermosa.

Fuente: el libro Pasiones de Rosa Montero, donde la autora relata grandes historias de amor de personajes históricos.

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Vaya, vaya con la "bruja" de Fanny, que cuido de su marido moribundo y decidía estar con hombres, más jóvenes que ella pero a los que hizo hombres de provecho.
 
Hola

La verdad es que no he seguido mucho este hilo, peor no se si tneis a este epdazo de personaje Blas de Lezo, Almirante Español que salvo el Imperio Español allende ls amres casi 100 años mas.
La historia me impacto, de sacrificio,lealtad, valor... vamos lo mejor de lo mejor.. y uno de nuestros personajes mas olvidados

Este es el link en el mundo

http://www.elmundo.es/suplementos/magazine/2005/311/1126102430.html

Y esto lo que pone
Blas de Lezo, el almirante español que humilló a los ingleses


Fue uno de nuestros más brillantes y heroicos almirantes, participó en 22 batallas y expediciones, capturó decenas de buques al enemigo y, su actuación decisiva en 1741 durante la defensa de Cartagena de Indias, posibilitó que España salvaguardara sus rutas marítimas con América 60 años más.

Nacido en Pasajes (Guipúzcoa) el 3 de febrero de 1689, sintió desde bien pequeño la llamada del mar. En 1701, se enroló como guardiamarina en el buque insignia de la flota francesa que dirigía el conde de Toulouse. Tres años más tarde, tuvo oportunidad de recibir su bautismo de fuego en la batalla naval de Vélez-Málaga, donde una bala de cañón le hirió de gravedad teniéndole que amputar sin anestesia su pierna izquierda. Este terrible hecho no le apartó de la Armada y su comportamiento audaz le valió el ascenso a alférez de navío.

Posteriormente, participó en otros capítulos de la Guerra de Sucesión donde se enfrentaban españoles y franceses con ingleses y holandeses. En el sitio de Tolón, una esquirla de cañón le arrebató su ojo izquierdo y, en el segundo asedio de Barcelona producido en 1714, una bala de mosquete le inutilizó el brazo derecho. Todas estas severas mutilaciones originaron que sus hombres le aplicaran diferentes apelativos como Patapalo o Medio hombre, que acompañaron al bravo marino vasco a lo largo de su carrera profesional. En este tiempo, y con menos de 30 años de edad, ya estaba considerado uno de los mejores militares españoles alcanzando la graduación de capitán de navío.

En 1723 recibió la misión de limpiar las costas del Pacífico de piratas y corsarios, tarea que cumplió con eficacia extrema. Dos años más tarde, se enamoró de doña Josefa Pacheco de Bustos, con quien se casó en Lima, Perú. En 1730 regresó a España convertido en general de Marina, para acto seguido asumir el mando de seis navíos con el encargo de reclamar a la República genovesa dos millones de pesos pertenecientes a la corona española. No sólo consiguió la preciada fortuna, sino que también obligó a los italianos a rendir homenaje a la bandera española so pena de ser cañoneados desde el mar.

En 1732 capitaneó la expedición militar que reconquistó la perdida ciudad de Orán. Y, en ese sentido, cabe ser mencionada su intrépida persecución sobre el buque insignia del pirata argelino Bay Hassan, quien buscó refugio en la bahía de Mostagán. Despreciando el peligro, Blas de Lezo y sus buques entraron a fuego sobre las defensas piratas logrando una gran victoria con el hundimiento del buque berberisco.

Pero es sin duda su magnífica defensa de Cartagena de Indias (Colombia) lo que le inmortalizó para los anales de nuestra historia naval. En 1737, fue nombrado Comandante General de aquella plaza, centro neurálgico de la presencia española en América. En 1739 estalló el conflicto bélico entre Inglaterra y España conocido como la guerra de "la oreja de Jenkins". Las pretensiones inglesas pasaban por asestar un golpe definitivo y humillante a los españoles arrebatándoles puntos clave de sus posesiones americanas. Para ello abastecieron la flota más impresionante jamás vista, muy por encima de la Armada Invencible que Felipe II había enviado contra Ingla***** en 1588. La expedición punitiva británica estaba integrada por 186 buques de guerra y transporte en los que se distribuían 10.000 tropas de asalto, 12.600 marineros y 1.000 macheteros jamaicanos. Estos efectivos estaban apoyados por 2.620 piezas de artillería. Frente a ello, Blas de Lezo apenas contaba con 2.230 soldados del ejército más 600 arqueros indios traídos del interior.

Durante 67 días, los españoles aguantaron el cañoneo incesante de los buques ingleses dirigidos por el almirante Vernon. Rechazaron el ataque terrestre ocasionando innumerables bajas al enemigo, hasta que, finalmente, su tenacidad y la excelente dirección de don Blas hicieron retroceder la ofensiva inglesa ocasionando su retirada de aquel escenario. La derrota se digirió mal en Londres, donde en principio creyeron que su ejército había obtenido una resonante victoria. El propio rey Jorge II ordenó que no se escribiera nada sobre lo acontecido con el consiguiente e injusto soterramiento histórico.

Por su parte, Blas de Lezo quedó maltrecho tras los combates muriendo poco después en un incomprensible y poco honroso olvido, aunque a título póstumo se le otorgó el marquesado de Ovieco. Hoy en día ni siquiera sabemos dónde se hayan sus restos mortales y eso que su éxito propició que España mantuviera más de 60 años intacta su actividad marítima y comercial con las colonias americanas. No obstante la memoria de este indiscutible lobo de mar quedó representada en diferentes navíos como la fragata del tipo F-100 que en la actualidad lleva su nombre.
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annuvion
11 Junio 2006
 
Sera porla cuestión del Orgullo patrio que precede a a decepción de todo mundial, pero al leer esto he pensado en compartirlo con vosotros. Quedaros con la conclusión final, quizás, más que con la historia que no deja de ser heroica y ejemplar.

Gonzalo Fernández de Córdoba

En el otoño de 1494 un jovenzuelo y alocado monarca francés que se llamaba Carlos decidió invadir Italia y empezar a cosechar glorias desde el primer minuto de su reinado. El plan era ambicioso y arriesgado. Tenía que cruzar los Alpes, transitar por el Milanesado y la Toscana sin contratiempos, detenerse en Roma para ser coronado y terminar la gira en Nápoles, para destronar al decadente y poco motivado rey del vecchio regno, Ferrante II, a quien llamaban Ferrandino por lo apocado y falto de espíritu que era.

Como era joven, valentón e irresponsable, no se preocupó de las consecuencias de su aventura. El emperador de Austria miraría para otro lado. El rey de Inglaterra poco podía decir, estaba muy lejos. En cuanto al de Aragón, único que podía sentirse directamente concernido, acababa de ser recompensado con la devolución del la Cerdaña y el Rosellón, dos comarcas que habían caído en manos francesas durante la guerra civil catalana, unos años antes. Eso era, más o menos, lo que circulaba por su cabecita antes de ordenar a sus generales que cargasen las mulas y enfilasen el camino de Milán.

Todo le salió como la seda, al menos al principio. En febrero del año siguiente hizo su entrada triunfal en Nápoles. Ferrandino, fiel a su carácter, salió disparado al sur, a Calabria, buscando la cercanía de Sicilia, que era parte de la Corona de Aragón.

Mientras todo esto sucedía en Italia, Fernando de Aragón, el Católico, esperaba tranquilo. El Papa Alejandro VI, que era valenciano, le había avisado de la cabalgada francesa, de los excesos de sus tropas y de lo mal que le caía el presuntuoso niñato que, en un abrir y cerrar de ojos, se había adueñado de Italia. El rey se hizo el sueco, no movilizó al ejército de Sicilia ni envió un contingente por si Carlos, a quien aún le quedaba cuerda, tenía la ocurrencia de cruzar el estrecho de Mesina.

Muy al contrario, dejó hacer al gabacho y se concentró en urdir una gran alianza internacional contra él. Decir que Carlos era muy malo y él muy bueno no colaba, así que tramó una coartada para que todos picasen el anzuelo. Propuso al Papa crear una Liga Santa para frenar el avance de los turcos en el Jónico. Todo un clásico. Eso implicaba que Francia debía abandonar Nápoles. El Pontífice lo recibió de mil amores y cursó petición a todos los reyes de la Cristiandad, incluido el de Francia. Venecia se apuntó a la primera; le siguieron Austria, Inglaterra, Castilla y Aragón. Carlos dijo que nones, que para defender Nápoles de los sarracenos ya se bastaba el sólito. Había caído en la trampa.

Rodeado Carlos por los cuatro puntos cardinales, Venecia llegó a un acuerdo con Milán para atacar a los franceses por el norte. Carlos acudió al combate sin saber que le esperaba una bochornosa derrota, de la que salió con vida de milagro. El sur, que era donde se ventilaba lo importante, se lo reservó Fernando. Envió una flota armada hasta los dientes al mando de Garcerán de Requesens. A bordo viajaba Gonzalo Fernández de Córdoba, un capitán castellano que había servido en la guerra de Granada. Conjugaba en perfecta armonía valor, inteligencia y mano izquierda, ingredientes que, no tan casualmente, se dan en todos los grandes generales de la historia. Gonzalo lo fue, y con letras mayúsculas.

Las órdenes de Gonzalo eran restituir a la familia real, la de Ferrandino, en el trono napolitano. Para ello habría de trasladar el ejército hasta la península, liquidar a los franceses, reconquistar Nápoles y asegurarse el control de varias fortalezas. Casi nada.

Con lo que había traído de España y el refuerzo de los napolitanos leales a Ferrandino franqueó el estrecho y, ya en Calabria, buscó el encuentro con los franceses, a quienes pensaba pasaportar de una tacada. Error fatal, porque los que le estaban esperando eran los propios franceses, que se habían anticipado al plan del cordobés. En Seminara Gonzalo cobró su primera y última derrota en Italia. El ejército de Montpensier estaba mejor preparado y había hecho un uso combinado de la artillería y la caballería que era casi imposible de replicar con las artes de la guerra que Gonzalo traía aprendidas de España.

Acantonó a sus tropas en Reggio, para reponerse y reflexionar sobre el desastre. Había una cosa buena: no habían conseguido obligarles a regresar a Sicilia, y otra mala: eran más, y mejor armados, de lo que pensaba. Tenía, además, que aprender del enemigo. Los franceses estaban muy bien organizados, sus distintas compañías funcionaban con precisión, sin estorbarse y entrando en combate en el momento adecuado. Había que inventarse de cero la milicia española, y había que hacerlo rápido: los franceses no le iban a dar otra oportunidad.

Escribió a los reyes para que le enviasen refuerzos, soldados, cuantos más mejor, y dinero, que sin ese no hay ni guerra, ni gloria ni nada de nada. Procedió entonces a reorganizar su ejército. Restringió el uso de ballesteros, que eran una antigualla, y de los incontrolables jinetes ligeros para dar protagonismo a los arcabuceros uno por cada cinco infantes y a la infantería. Los primeros podrían descabalgar a distancia a los resueltos jinetes franceses; los segundos darían buena cuenta de los piqueros suizos, que Carlos utilizaba con profusión. Para asaltar las compañías de piqueros ordenó que los infantes llevasen dos lanzas, y una espada corta para clavar en los vientres de los enemigos. Los españoles siempre hemos tenido mucho arte con las espadas cortas; de ahí a la navaja y al navajazo hay sólo un paso.

La estrategia también tenía que cambiar. La batalla campal y otras simplezas tácticas medievales ya no valían. Creó divisiones mandadas por un coronel y dejó de lado la antigua columna de viaje, sustituyéndola por el orden de combate, de manera que los soldados siempre estaban preparados para luchar. Con todo, su innovación más original fue la de motivar a los soldados. Les hizo sentirse parte de algo importante, no mera carne de cañón en busca de botín. No escatimó ni dinero ni tiempo para adiestrar a sus hombres, incentivó los ascensos por méritos y estimuló el sentido del honor y de servicio a una causa.

Gonzalo Fernández de Córdoba no lo sabía, pero esa reforma sería el germen de los tercios españoles, una máquina de hacer la guerra que estuvo ganando batallas ininterrumpidamente durante siglo y medio. Los primeros en probar la medicina hispana fueron los franceses de Montpensier, y tal fue el palo que se llevaron que, tras batirse con la infantería española, aseguraron no haber peleado "contra hombres sino contra diablos".

En julio de 1496 Gonzalo estaba de nuevo en marcha. Los franceses se habían retirado hacia Apulia y tenían sitiada la plaza de Atella, a medio camino entre Nápoles y Tarento. Enterado Alejandro VI del paradero de Montpensier, escribió al capitán andaluz para pedir su auxilio. Esta vez fue cosa de llegar, ver y vencer. Los franceses fueron diezmados y huyeron hacia el norte. Gonzalo se dirigió a Nápoles, donde entró días después aclamado por los napolitanos: "Por común consentimiento de todos fue juzgado ser verdadero merecedor del nombre de Gran Capitán".

La aventura del inexperto Carlos VIII había terminado peor que mal: no sólo no había conquistado Nápoles, sino que se lo había entregado en bandeja a Fernando de Aragón, su peor enemigo. El francés apenas tuvo tiempo para recrearse en su odio: poco después murió, como consecuencia de un accidente doméstico, sin dejar descendencia. Se dio un golpe en la cabeza contra el dintel de una puerta. Y es que la precipitación termina pasando factura.

El sucesor de Carlos, Luis XII, heredó, aparte de la corona, la apetencias de quedarse con Italia. Pero no era tan ingenuo. Antes de tirarse a la piscina se lo pensó dos veces y se buscó algunos aliados. En 1499 los franceses estaban de vuelta en Milán. Fernando, que tenía abiertos varios frentes, se avino a negociar. Invitó a Luis XII a firmar un tratado para repartirse la Bota entre los dos: el norte para Francia y el sur para España. El francés aceptó encantado y envainó el sable, en espera de mejor ocasión.

Ocasión que no tardaría en presentarse porque, como es bien sabido, dos gallos no pueden compartir el mismo corral. Felipe de Habsburgo, el Hermoso, que estaba casado con Juana de Castilla, la Loca, pensó que esa era su oportunidad para ir haciéndose un capitalito al margen de lo que heredase. Concertó un acuerdo con Luis XII en Lyon por el que reinaría en Nápoles hasta que su hijo Carlos (el futuro Carlos V) y la hija del rey de Francia, Claudia, estuviesen en edad de merecer y de heredar. El plan era tan tonto como su creador. Fernando no tragó y ordenó a las compañías españolas en Nápoles que se pusiesen en pie de guerra.

Gonzalo, que había regresado a España convertido en lo más parecido a un héroe, fue enviado de nuevo al escenario de sus triunfos pasados. Fernando ordenó armar dos flotas: una en Barcelona y otra en Cartagena, para dejar claro que la empresa italiana era ya un asunto que concernía por igual a castellanos y aragoneses; spagnoli, tal y como eran conocidos ambos en Italia.

El Gran Capitán se dirigió a Mesina para reunirse con los regimientos de Calabria, y allí recibió el apoyo de una tercera flota, capitaneada por Luis de Portocarrero. El Católico había puesto toda la carne en el asador. Italia sería española o no sería, así de sencillo. Gonzalo, entretanto, ansioso por encontrarse de nuevo con los franceses, se internó en la península y fue a dar con ellos en un lugar muy familiar: Seminara, el mismo en que había sido derrotado años atrás. Esta vez fue diferente: machacó a la tropa gala y siguió avanzando.

Luis XII había destacado en Italia al duque de Nemours, un joven y ambicioso general llamado a ser la horma del zapato de Gonzalo. El francés se retiró hasta la costa del Adriático para recibir ayuda de los venecianos, que se habían puesto de su lado. Puso sitio a Barletta y espero a que el andaluz corriese en su auxilio. Ese sería el cebo: una vez allí, otro ejército francés, liderado por el propio Nemours, le saltaría por la espalda. Gonzalo, como estaba previsto, acudió a liberar Barletta. Entonces todo el plan de Nemours se torció.

Gonzalo levantó el asedio en tiempo récord, y antes de que Nemours pudiese moverse salió en su búsqueda. Se lo encontró un poco más al norte, en Ceriñola. El plan de batalla de Gonzalo fue magistral. Mandó cavar unos fosos para detener a la caballería a piquetazos. Hecho esto, descargó toda su pólvora sobre los piqueros suizos y lo que quedaba de caballería. Entonces, cuando el enemigo estaba tocado de muerte, cargó con 6.000 infantes y 1.500 caballeros. La derrota francesa fue total. En el recuento de bajas sólo había 100 españoles muertos, por 3.000 franceses, entre los que se encontraba el propio Nemours.

Enterado Gonzalo de que su rival se había dejado la vida en el lance, ordenó que trajesen el cadáver ante su presencia. Ante la estupefacción de sus oficiales, le dedicó un sentido homenaje e hizo que le sepultasen con honores. Lo cortés no está reñido con lo valiente. Hasta en esto Gonzalo Fernández de Córdoba se adelantó a su tiempo.

Con idea de evitar que el enemigo se reagrupase, la hueste española corrió hacia Nápoles, donde el Gran Capitán fue recibido como uno de los héroes de la Antigüedad. Los nobles napolitanos habían encargado un arco del triunfo para que Gonzalo lo atravesase con sus hombres. El cordobés se negó elegantemente: aquel reino no le pertenecía a él, sino a Fernando el Católico. Alardes de nobleza como éste le valieron una fama que cruzó Europa de punta a punta. El condottiero español era, amén de invencible, leal y caballeroso.

Los franceses, sin embargo, no se habían rendido. Luis XII, emperrado con Nápoles como un niño pequeño, envió tropas de refuerzo a Gaeta. Gonzalo acudió a su encuentro desplegando una estrategia tan novedosa como inteligente. En lugar de cargar directamente sobre Gaeta, dejó que los franceses se confiasen y bajasen hasta el río Garellano con toda su artillería. Diseminó sus compañías a lo largo de varios kilómetros de barrizales para desgastar al enemigo. Llegado el momento, ordenó cruzar el río, rematar a los dispersos artilleros franceses y, ya sin defensas, rendir Gaeta con pocas bajas. Una soberbia lección de cómo se gana una batalla, y de cómo se obedecen las órdenes. Fernando le había pedido por carta que no malgastase hombres ni dineros, que evitase las carnicerías; "mucho más nos serviréis en conservar eso con paz que en darnos todo el reino con guerra".

Tras la victoria de Garellano, Luis XII entendió que de Roma para abajo todo esfuerzo era inútil. Los españoles había puesto una pica en Nápoles, y no había modo de arrancarla del suelo. La pica seguiría clavada en el soleado mezzogiorno durante dos siglos más, hasta la paz de Utrecht. Ya desvinculada de la corona española, Nápoles permanecería ligada a España por lazos dinásticos hasta que, en 1860, Garibaldi incorporó el vecchio regno a la Italia de los Saboya.

La empresa italiana fue la más provechosa y afortunada de cuantas España ha emprendido en Europa. Un torrente de refinada cultura italiana se derramó sobre nuestro país. Nápoles se convirtió en la ciudad más próspera y poblada de corona. A cambio, los primeros tomates llegados de América en las flotas de Indias posibilitaron que algún napolitano ingenioso inventase la pizza, el plato más universal del mundo. La toponimia, los apellidos y hasta ciertas formas dialectales del sur de Italia guardan memoria de la dilatada presencia española. Nuestra lengua se llenó de italianismos que traían pintores, escultores y músicos.

Fue una fructífera simbiosis latina. El buen recuerdo por la historia compartida es mutuo.

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annuvion
12 Junio 2006
 
No todas las prendas cuentan con una historia propia y pocas han sido capaces de revolucionar la estética femenina hasta el punto de haber sido vetadas en muchos países durante años.

Esta es la historia del biquini.

Sesenta años han pasado desde que en 1946, recién terminada la segunda Guerra Mundial, el ingeniero francés Louis Reard creara el primer biquini, que supuso toda una revolución en su época, hasta llegar al extremo de no encontrar ninguna modelo, que estuviese dispuesta a posar con prenda tan descocada. Finalmente tuvo que ser una alegre bailarina de un casino de París, Micheline Bernardini, la que se atrevió a presentar en sociedad el primer biquini. Gracias a su osadía, esta mujer -cuyo nombre paradójicamente evoca lo menos estético en un cuerpo que luzca un biquini - pasó a la historia.

Reard bautizó a esta prenda con el nombre de bikini, igual que el atolón ubicado en las islas Marshall, en el Pacífico, donde por esa época EEUU realizaba pruebas atómicas. Sin duda, la irrupción de este sugerente traje de baño supuso toda una bomba en las mojigatas, por entonces, playas estadounidenses. Desde su taller de diseño de automóviles Reard parió algo más minúsculo que el más minúsculo traje de baño, rezaba su eslogan de lanzamiento.
Pese a que la autoría de esta prenda con sabor a sal y a sol corresponde a Reard, la historia sitúa el origen del dos piezas en el año 1600 a.. c. por los mosaicos decorados con dibujos de mujeres en biquini hallados en una antigua villa siciliana.

La prohibición de los desfiles en biquini tras el concurso de Miss Mundo 1951 puso en el ojo del huracán la nueva prenda. El bañador de una pieza ganaba la batalla como sinónimo del buen gusto y elegancia. En España, como en Grecia y Portugal, el ambiente político y religioso invitaba más al recato que a la generosa ostentación del cuerpo femenino. Los bañadores de una pieza de piqué o punto con falditas y escote alto seguían siendo los reyes de las playas. Sin embargo, el leve aperturismo político del franquismo y, sobre todo, el boom turístico de los sesenta, propició la entrada del biquini -como queda reflejado en la película El turismo es un gran invento (1967)-, gracias a la visita de las deshinibidas suecas.

Por razones más de ética que de estética , el biquini no se popularizó hasta entonces gracias al empuje de las grandes divas del cine. La suiza Ursula Andress se catapultó al estrellato cuando en 1962 en la película James Bond contra el Doctor No, emergió del agua como una diosa de los mares. Su braguita, con hebilla dorada y machete incluidos, fascinó al público y hace cinco años fue subastado en Londres por 40.000 libras. Décadas después, la atractiva Halle Berry homenajeó a Andress, esta vez emergiendo de las aguas de la gaditana playa de La Caleta, convertida a la sazón en un balneario cubano, en Muere otro día la última secuela de las aventuras de 007.

Brigitte Bardot, Raquel Welch, Jane Fonda e incluso Marilyn Monroe fueron algunas de las estrellas que optaron por enseñar el sensual ombligo. Entre las asiduas patrias al dos piezas destacan la escultural figura de Paula Vázquez (que colabora en el diseño de la marca Bora Bora) y sin duda los posados de la incombustible Anita Obregón.

Más allá de la estética, los sesenta años de vida del biquini son la crónica de una conquista.

Fuente: el biquini en la historia del cine.

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Pajillero Mítico
 
¡Qué bonita la historia del bikini!¡Me encanta!Lo que digo es qué pensaría el inventor cuando me viera a mí en la playa ,más ancha que alta ,cometiendo sacrilegio contra tan digna prenda al ponerlo sobre mis carnes desbordantes. Pobrecillo,se nos moriría del susto
Por cierto,que esa dedicatoria final es para mí, lo sé sin ninguna duda,así que no os adelantéis, guapitas,que el bikini que aspira a ver Manolo es el mío.
Por si os habías creído que se refería a vosotras..
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lessya
26 Junio 2006
 
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