berserk37
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Lo que más importa (segunda parte)
Ha pasado un año desde la infidelidad de Eva, aquella noche solo me despedí de Antonio y Tania. Me he pasado el último año viajando de un sitio para otro, ahora mismo me encuentro viviendo en un bosque y trabajando como leñador. Hace unos días hablé con Tania, me dijo que alguien había pasado por el bar preguntando si sabían donde me encontraba. Según parece mi abuelo me estaba buscando, la verdad es que era el único que me trato con respeto en esa familia, solo por eso volvería para saber que es lo que quería.
• ¿Tania, te ha dejado un teléfono al que poder llamar a ese contacto?
• Sí, se llama Silvia y es la abogada de tu abuelo – después de decirme eso me paso el teléfono.
• Gracias Tania, le llamaré y concertaré una cita, estaré allí en dos días.
• Muy bien, aquí te esperamos.
El contrato se me acababa en un mes, sabía que no nos volverían a contratar, se acercaba el invierno, como bajaba el trabajo solo renovaban a las personas que vivían allí, como yo era un nómada no les interesaba, no tenía quejas con eso, mi jefe fue claro y yo acepte las condiciones. Como he dicho, me cogí las vacaciones firmes el finiquito y cobre la indemnización. Después cogí un billete de avión para aquella misma noche, la verdad es que me pase todo el vuelo dormido. Cuando aterrice, fui directo a la parada de autobuses, cogiendo el autobús que me dejaba en frente del bar de Antonio y Tania.
Cuando entre por la puerta casi ni me reconocieron, seguía llevando pelo largo, pero ahora tenía barba, además del cuerpo musculado de usar el hacha, los cabrones me empezaron a llamar vikingo. Me senté en la barra, para llamar a esa tal Silvia.
• Silvia, soy Víctor, me has dicho que querías localizarme.
• Así es, ¿estás en la ciudad?
• Sí, acabo de llegar.
• ¿Podrías pasarte por mi oficina mañana sobre las diez de la mañana?
• Sin ningún problema.
• Entonces hasta mañana.
• Hasta mañana.
Me quede mirando al móvil por no ver la sonrisa de estos dos, llevaban los últimos meses intentando que conociera a una mujer para que me asentara en un sitio y dejara de moverme.
• Es muy guapa – dijo Antonio.
• ¿Quién? - dije.
• Silvia – dijo Tania.
• ¿Eso tendría que importarme?
• Víctor ha pasado un año, tienes que rehacer tu vida, dijo Antonio.
• ¡Estoy bien así! – dije picado.
• Más solo que la una – dijo Tania.
• Sí, pero en paz – dije yo, no les reconocería que hacía un tiempo que la soledad empezaba a pesarme.
• Mira que eres cabezón – dijo Antonio zanjando la conversación.
Tania me tuvo al corriente de todo durante este año, conocieron a Roberto cuando vino a recoger las motos, congenio muy bien con Antonio y Tania. Por lo que me contó Tania la relación entre padre e hija se deterioró hasta el punto de dejar de hablarse, la verdad es que lo lamente mucho, porque sé lo mucho que se querían Roberto y Eva. Estaba realmente cansado, me tome la cerveza que Antonio me había sacado, para después subir a la habitación de invitados que Tania había preparado para que descansara un poco. Puse el despertado a las ocho y media por si acaso, después de pegarme una ducha me metí directo a la cama, en cuanto mis greñas tocaron la almohada me quede dormido. La noche paso en un suspiro, ducha matutina y desayuno. Me puse una camisa unos pantalones vaqueros y unos zapatos cómodos, por encima de la camisa me puse mi chaleco de cuero, me hice una coleta en mis greñas y directo al bufete de Silvia.
No me costó llegar, el autobús me dejaba cerca, cuando entre pregunte en recepción por Silvia, ellas me dijeron que esperara en una especie de sala de espera. Cogí una de la revista para hacer tiempo, como tenía el crucigrama sin hacer me puse a ello. No me había dado tiempo a poner más que dos palabras cuando me dijeron que ya podía pasar al despacho de Silvia. Al entrar pude comprobar que no estaba sola, mi abuelo se encoraba con ella.
Para este hombre no pasaban los años, parecía que había hecho un pacto con el diablo, él también se sorprendió al verme.
• Has cambiado mucho – dijo mi abuelo.
• Normal, no me has visto en los últimos diez años – mi abuelo acuso el golpe
• Me merezco esa respuesta, te pido perdón por haber desatendido mis deberes como abuelo.
Lo que no paso desapercibido para mí fueron las miradas de Silvia, si las miradas matasen yo estaría muerto. Sabía que ella y yo no nos habíamos visto nunca, así que el culpable tenía que ser mi hermano a la fuerza. Mi abuelo, viendo como estaba el ambiente de cargado, decidió empezar la reunión, cuando mi abuelo empezó a hablar el semblante de Silvia cambio.
• Te preguntarás que haces aquí, ¿verdad?
• Pues si, la verdad.
• Necesito poner mi fortuna y mi empresa en buenas manos.
• Y has pensado en mí, ¿verdad?
• Así es.
• Sabes que no tengo derecho a nada, eso fue lo que decidieron mis padres, no es que sea algo que me importe.
• He hecho casi todo mal en mi vida, menos mi empresa, a dado trabajo a muchas personas honradas y quiero que así siga siendo.
• ¿Qué dirán mi padre y mi hermano?
• Me da igual lo que digan esos dos mastuerzos, han dilapidado la mitad de la fortuna en estupideces, ellos son mi cruz, pero tú eres distinto, para eso hice lo que hice.
• ¿El que hiciste?
• Cerciorarme que uno de mis nietos no fuera un inútil como mi hijo y nieto.
• Explícate – ya me estaba empezando a cabrear.
• Lo de que tener gemelos destruiría a la familia era una patraña, pero necesitaba que uno de mis nietos fuera criado por alguien que no fueran mi hijo y mi nuera, por eso contrate a Anselmo y también contrate a Roberto.
• Nunca me dijeron nada – dije esto último entre dientes.
• No te enfades con ellos, les hice prometer que guardarían el secreto.
Me quede en silencio, que mis padres me ignoraran, fue lo mejor que me pudo pasar, visto lo visto. Tenía claro lo que haría con la empresa y también lo que haría con el dinero.
• Muy bien acepto, sé que voy a hacer con la empresa, también sé lo que voy a hacer con el dinero.
• Explícate – dijo mi abuelo.
• Pienso ceder la empresa a tus trabajadores, nadie conoce la empresa mejor que ellos, su trabajo ha llevado la empresa a donde está, lo justo es que ellos sean los dueños.
• Me parece una idea estupenda, ¿y con el dinero?
• Me quedaré una pequeña cantidad para mí, quiero montar un taller mecánico, el resto lo usaré para ayudar a las personas que quiero, si te parece bien.
• Me parece estupendo.
• Cuando tenga todo el papeleo preparado os habitaré para que vengáis a firmar – dijo Silvia.
• Víctor me ha gustado verte, quisiera no volver a perder el contacto contigo otra vez.
• Eso está en tus manos, abuelo, te dejo mi teléfono para que me llames cuando quieras, pero las cervezas las pagas tú.
Mi abuelo empezó a reírse, los tres salimos del despacho de Silvia, el abuelo me dio la mano y me dijo que pronto nos veríamos. Pude fijarme que la mirada de Silvia había cambiado, ya no me miraba con esa mirada cargada de un odio exacerbado. De repente me empecé a encontrar mal, estire el brazo para darle la mano a Silvia en gesto de despedida, nos vemos, me di la vuelta y empecé a andar hacia la salida, me faltaba el aire y empezaba a sudar copiosamente.
Me estaba dando un ataque de pánico, los empecé a sufrir después de la infidelidad de Eva, de hecho mientras estuve trabajando de leñador tenía buena relación con mis compañeros, pero procuraba guardar las distancias, no permití que nuestra relación fuera a más que compañeros que se llevan bien. Jamás quede con ellos para tomar unas birras después de trabajar, ni fui a ninguna cena que la empresa celebraba semanalmente. Les conté la razón del porqué actuaba así y todos lo entendieron.
Siempre cortaba los árboles que estaban a más distancia de los demás, una distancia que me permitía poder hablar con mis compañeros sin tener que gritar, fueron tiempos duros, sobre todo las primeras semanas después de sufrir la infidelidad. No podía dormir, pues las imágenes de Eva follando con Héctor se colaban en mis pensamientos en forma de tortura.
Conseguí torcer a la derecha, empezando a andar por el pasillo que me llevaría al ascensor, pero a medio camino tuve que detenerme y apoyarme contra la pared, no solo era la falta de aire. El pecho empezó a dolerme, era como si algo me lo estuviera aplastando. Tranquilo Víctor, solo es un ataque de pánico, me decía a mí mismo, entonces note como una mano se posaba sobre mi hombro.
• Estás bien, tienes muy mala cara – era Silvia, tenía una expresión de preocupación.
• Sí, es un ataque de pánico, se me pasará.
• En la calle de enfrente hay una cafetería, vamos allí y te tomas una tila o algo.
• No es necesario.
• Insisto.
Cualquiera le llevaba la contraria, me recordaba a Tania, empecé a respirar como mi sicóloga me había enseñado. Poco a poco fui recuperándome, el aire empezó a entrar mejor en mis pulmones, el dolor del pecho empezó a disminuir. Cuando entramos en el ascensor, fue la primera vez que me fije en Silvia, era una mujer preciosa, dentro del despacho estaba tan incómodo que no me percate de ello, pero ahora sí lo había hecho. En el pasado sería una mujer de la que me podría enamorar, era guapa y tenía carácter, ese era un rasgo que me gustaba en las mujeres, pero desde hace un año había construido un escudo alrededor mío para no volver a sufrir.
En la cafetería nos sentamos en una mesa, me fijé que no dejaba de mirar mi muñeca.
• La has visto verdad – pregunté.
• ¿El qué? - pregunto Silvia.
• La cicatriz de mi muñeca, en la otra tengo otra igual.
• Intentaste…
• Sí, llego un día que no podía más, me corte las muñecas con la intención de acabar con mi vida.
• Lo siento, pero como...
• Como es que estoy aquí, no me digas como lo hice, pero conseguí llamar a mi jefe antes de que perdiera el conocimiento, después él me contó que mientras dos de mis compañeros apretaban sendas toallas contra las heridas, él bajo montaña abajo teniendo casi un accidente.
• Vamos, que os podíais haber matado.
• Así es – dije recordando la bronca que me echo el jefe mientras me lo contaba.
• ¡Ese cabrón solo sabe hacer daño! - dijo Silvia apretando los dientes.
• Hablas de mi hermano, ¿verdad?
• Así es.
• Sí, Héctor sabe como dejar cicatrices profundas – podía notar como la ira iba creciendo dentro de mí.
• Por como me mirabas en tu despacho, creo que a ti también te hizo daño – Silvia agacho, la miraba avergonzada de su comportamiento.
• A mí no, se lo hizo a mi hermana, al final termino suicidándose, odio a tu hermano con todo mi ser, tu rostro es igual al suyo, me ha sido imposible controlarme.
• No tienes que disculparte por eso.
No sé cómo paso, pero sin darme cuenta le puse mi mano sobre la suya, le dije que si algún día quería desahogarse podía contar conmigo, Silvia agacho la cabeza, empezando a llorar. Me miro y empezó a contarme lo ocurrido. Su hermana y ella terminaron a la vez la carrera de derecho, las dos echaron los curriculums en los mismos sitios, pero fue a su hermana a la que llamaron primero. Aquella noche decidieron salir para celebrar que su hermana empezaría a trabajar en un bufete. Cenaron en un restaurante, después se fueron a tomar unas copas a un garito que habían abierto hacía poco.
Había una cola enorme para entrar, encima había dos seguratas en la entrada, la gente decía que cobraban la entrada. Cuando les toco entrar a ellas, el segurata les miro de arriba a abajo y les dejo pasar, ellas le agradecieron el gesto con sendos besos en las mejillas, gesto que el segurata agradeció. Una vez dentro se movieron entre la gente hasta llegar a la barra, cuando llegaron pidieron dos consumiciones y miraron la pista de baile que estaba hasta los topes, entonces se dio la vuelta el chico que tenía justo al lado, se las quedo mirando, era uno de los chicos más guapos que hubieran visto jamás.
Se presentó como Héctor, fue el quién pago sus consumiciones para invitarlas, al principio parecía un chico divertido, pero según fue pasando la noche Silvia empezó a darse cuenta como era ese chico y poco a poco iba perdiendo atractivo según lo iba escuchando, pero su hermana no pensaba igual. Según contaba Silvia, su hermana se enamoró de Héctor hasta la trancas, tuvieron más de una discusión cuando Silvia intentaba hacer entrar en razón a su hermana de que mi hermano le iba a hacer daño, pero no hay más ciego que el que no quiere ver.
Una noche salieron las dos hermanas, se habían reconciliado de se última discusión por culpa de mi hermano, prometiéndose que jamás volverían a discutir así, por ningún chico, Silvia hizo el ademán de entrar en el local al que solían ir siempre, pero su hermana quería ir a otro sitio nuevo, fueron caminando hasta que llegaron a un local que habían abierto sus puertas hacía muy poco. A Silvia no le hizo mucha gracia, pero veía tan contenta a su hermana que entro junto a ella con una sonrisa en el rostro.
Ojalá jamás hubieran entrado en ese local, mientras Silvia se acercó a la barra para pedir unas consumiciones, su hermana fue para la pista de baile, le encantaba bailar, Silvia me empezó a agarrar la mano con fuerza, cerro los ojos y siguió contando. Cuando llego junto a su hermana, vio como dos lagrimones caían por su rostro, levanto la vista, allí estaba mi hermano besándose mientras restregaba su polla contra el culo de otra mujer, aquella mujer llevaba una camiseta de heavy metal de Megadeath.
• ¿En la portada de la camiseta aparecía un esqueleto vestido de traje y con una gema verde brillante?
• Sí, ¿cómo lo sabes?
• Esa camiseta era mía, estaba firmada por Nick Menza, fallecido batería de Megadeath.
• ¿Conoces a la chica con la que estaba?
• Sí, su nombre es Nuria y fue mi novia, ella también me engañó con mi hermano.
Silvia se llevó las manos al rostro, no quería que la viera llorar, habíamos venido a hablar de mis ataques de pánico y terminamos hablando de sus problemas. Eso a mí no me importo, había algo en Silvia que conseguía serenarme. Me levanté e hice algo que llevaba un año sin hacer, abrazarla, para arroparla mientras lloraba. No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero al romper el abrazo pude notar como los dos nos encontrábamos mucho mejor.
Silvia me dijo que le había gustado tomar café conmigo y que le gustaría repetir, me miro expectante, como temiendo mi respuesta. Mi respuesta fue afirmativa, Silvia me gustaba eso era evidente, pero tenía mucho miedo, no solo a que si volvía a ocurrir, me volvería loco del todo, sino que a raíz de esa locura terminara atacando a mi hermano con fatales consecuencias. Eso era algo que me aterraba, pero un día tendría que dejar de temblar y empezar a vivir. Desde el día que Eva me fue infiel, respiraba comía e intentaba dormir, pero no había vuelto a vivir.
Las semanas fueron pasando, cada día que quedaba con Silvia me sentía más a gusto, mis ataques de pánico cada vez eran más esporádicos, en una de las tardes que quedamos, ella me cogió de la mano como una forma de darme fuerzas en medio de un ataque de pánico, fue instintivo aparte la mano, mirándola con una mueca de miedo.
• Lo siento Silvia yo…
• No te disculpes, las cicatrices profundas cuestan en curar.
• Es superior a mí, de verdad que lo siento, no quiero que te lleves una mala impresión de mí.
• No lo hago.
• Tú no sucumbiste a él.
• Bueno, después de lo que paso con mi hermana no quiero ni verlo – su mirada daba miedo.
• No, estoy hablando del día que lo visteis tu hermana y tú por primera vez, pudiste ver como era mi hermano desde el principio.
• A tu hermano le delata su mirada, tú tienes una mirada cálida y dulce, la suya es fría y maquiavélica.
• Pues a todas les gusta.
• Se dejan cegar por el magnetismo que irradia, te hace sentir la mujer más importante del mundo, pero solo es una cortina de humo, si te fijas detenidamente tu hermano no puede mantener ese engaño indefinidamente, lo único que lamento es que mi hermana no pudo ver más haya de esa cortina.
Su sonrisa me daba la vida, ese día habíamos quedado con mi abuelo para firmar los documentos para pasar a ser el nuevo dueño de la empresa. Mi abuelo era puntual como un reloj suizo, durante estas semanas había ido a su casa a visitarle, se le veía cansado, pero sobre todo arrepentido. Se culpaba de no haber educado bien a su hijo y que este creara un monstruo con su nieto, Cuando entremos en el despacho de Silvia ya nos estaba esperando mirando por la ventana.
• Sentimos llegar tarde abuelo.
• Nada, nada, veo que os lleváis muy bien – otro que quería hacer de Celestino, mira que eran pesados.
Silvia fue a recoger los documentos, entonces miré a mi abuelo y le dije.
• ¿Estás seguro de esto?
• Totalmente.
• Seré dueño del cincuenta y uno por ciento de la empresa, mi padre y mi madre siguen siendo propietarios del los cuarenta y nieve restantes, ¿crees que nos permitirán dejar la empresa en manos de los trabajadores?
• Tengo un plan.
• Cuéntame.
• Tu hermano tiene unas deudas muy altas, si no las paga pronto…
• Quieres que te den las acciones a cambio de pagar nosotros las deudas, ¿verdad?
• Así es.
La entrada de Silvia corto nuestra conversación, firmamos los documentos, después le entregué a Silvia toda la documentación que me había requerido, ahora era dueño de un montón de dinero que no quería, pero sabía lo que iba a hacer con él.
• ¿Víctor sabes que vas a hacer con el dinero?
• Inés y Carmen están con el agua hasta el cuello, solo les ha quedado el cuarenta y cinco por ciento de la paga de Anselmo, no llegan a final de mes, voy a liquidar la hipoteca y dejarles un cheque para que no tengan que preocuparse del dinero en toda su vida, se portaron muy bien conmigo.
• Me parece muy bien.
Hace unas semanas había hablado con Inés, no podían hacer frente a la hipoteca y les iban a embargar la casa, ahora podía ayudarlas. Me presenté en el banco, page lo que les quedaba por pagar a ellas y con el certificado que me dieron en el banco fui al notario que trabajaba para el bufete de Silvia, después liquide los impuestos de hacienda. Inés y Carmen ya no perderían la casa. Inés me llamo para contarme que les habían llamado del banco para decirles que la deuda ya estaba saldada.
Cuando llegue a su casa Inés me abrazo tan fuerte que no me dejaba respirar, Carmen me miraba desde la sala con lágrimas en los ojos, después de abrazarla me senté delante de ellas.
• ¿Cómo lo has hecho?
• Digamos que de momento soy rico.
• Estás de broma, ¿verdad?
Del bolsillo interior de mi chaqueta saqué un cheque, cuando lo cogieron no se creían la cantidad que estaba escrita.
• No podemos aceptarlo, Víctor es demasiado dinero.
• Claro que sí, os debo todo, fuisteis una hermana y una madre para mí.
Fue una tarde estupenda, la sonrisa y la felicidad volvió al rostro de las dos, eso valía mucho más que todo el dinero del mundo. Mi siguiente parada sería Roberto, desde que Eva me fue infiel, la Relación entre padre e hija se había deteriorado hasta cuotas inimaginables. Antonio me dejo su viejo Jeep, el viaje hasta allí fue muy agradable. El Jeep era viejo, pero estaba bien cuidado. Tarde tres horas en llegar, lo primero que hice fue llenar el depósito, como chupaba el cochecito de marras después fui directo al taller. Roberto seguía con sus problemas de espalda, este no cambiaría nunca.
• Joder abuelete, cada día te veo peor.
• Cállate y ven a darme un abrazo.
Cuando lo abrace se puso a llorar, me pedía perdón, se sentía como una mierda por el daño que me había hecho su hija.
• No tienes que pedirme perdón, no fue culpa tuya.
• ¿Dónde está Eva? - pregunte.
• No lo sé, hace casi un año que no nos hablamos – dijo muy cabreado.
• Te dije que lo que paso entre Eva y yo, solo nos incumbía a nosotros, ! Es tu hija!
• ¡Después de lo que te hizo la defiendes!
• Te has visto en el espejo Roberto, has adelgazado mucho, tu espalda está peor que nunca, Eva es la luz de tu vida.
• ¡Era!
• Es, y lo sabes.
• Habla con ella copón y arregladlo.
• Cambiando de tema, ¿qué haces aquí?
• Vas a comprar tu taller – el cabrón de Roberto se empezó a reír pensando que le estaba tomando el pelo.
• Con que, estoy arruinado Víctor.
• Con esto – saque el cheque del bolsillo interior de mi cazadora.
Cuando Roberto vio la cantidad casi se cae redondo al suelo.
• Tú estás loco, no pienso aceptarlo.
• Pues lo compraré yo y te sacaré de él, con una patada en el culo.
• Tú estás seguro de esto.
• Anselmo y tú me criasteis, me disteis dos familias, ya he ayudado a Carmen y a Inés y ahora te toca a ti.
Esa misma tarde quedamos con el dueño del local, cuando vio la cantidad acepto en el instante, solo quedaba hacer el papeleo y Roberto junto a Eva serían los dueños del taller. Al principio eso no le gusto a Roberto, pero le dije que esto era como las lentejas, si las quieres bien, pero si no las dejas. Cuando volvíamos al taller le pregunte donde podía encontrar a Eva, quería hablar con ella, Roberto me dio su nuevo número.
Marque el teléfono, espere a que Eva contestara, no lo hizo, así que le mande un WhatsApp diciéndole que la esperaba en la cafetería a las siete de la tarde, llegue un cuarto de hora antes y me pedí un descafeinado con leche. Me senté en una de las mesas, sacando el móvil. Tenía unos cuantos mensajes de Silvia que me sacaron una sonrisa, estaba tan ensimismado que no me di cuenta cuando Eva se sentó frente de mí. Su rostro era el de la más absoluta tristeza, aquel día no fui el único en perder, odie a Eva con saña durante meses, pero ahora sentía lástima de ella.
• Hola Víctor.
• Hola Eva, ¿quieres algo de beber?
• Un café, por favor.
Me levanté para pedir el café, entonces pude observar por el cristal que se encontraba detrás de la barra como me miraba Eva, mezcla de tristeza y alegría, ya con el café en la mano volví a la mesa.
• Pensé que no volvería a verte – dijo Eva.
• Pues esa era mi intención, te tenía mucho rencor.
• ¿Qué ha cambiado?
• Quiero volver a vivir y ese rencor estaba matando mi alma.
• Lo siento de verdad Víctor, no te haces una idea.
• Siempre sentí que te faltaba algo conmigo, lo notaba en tu cara cada vez que hacíamos el amor.
• Tú eres altruista y tu hermano egoísta, cuando hacia el amor contigo, tú te preocupabas más por mi placer que el tuyo propio, pero tu hermano…
• Era mejor que yo, puedes decirlo, mientras yo trabajaba él follaba, no podía competir contra eso.
• No quería ofenderte, perdóname, Él era egoísta, solo buscaba su placer, pero era tan bueno que era como una droga que siempre querías más.
• Ya veo – dije muy serio.
• No, no lo entiendes, durante este año he tenido tiempo para darme cuenta de que cuando hacía el amor contigo me sentía querida, siempre con una sonrisa, con tu hermano era mucho placer, pero frío y vació.
• No te entiendo.
• Si en aquel entonces hubiera tenido la lucidez que tengo ahora jamás te hubiera engañado, porque contigo lo tenía todo, pero no puedo hacer retroceder el tiempo, me gustaría, pero no puedo – empezando a llorar.
Seque sus lágrimas con la mano, su arrepentimiento era real, pero ya era demasiado tarde, la había perdonado, pero jamás olvidaría lo que vi aquella noche, después de eso dejamos el tema y hablamos un poco de este último año, por último la convencí para que me acompañara al taller para hablar con su padre, cuando entramos al taller Roberto nos miraba muy serio mientras Eva tenía la mirada gacha.
• Tenéis que hablar – dije.
• ¡Yo no tengo nada de que hablar con ella! - Eva comenzó a llorar.
• ¡Roberto!, yo ya la he perdonada, podías hacer lo mismo tú, ¿no?
• No sé, no sé, fue mucha decepción la que sentí por ella.
• ¿No lo entiendes verdad?
• El que tengo que entender – por un momento pensé que me tiraba el martillo que tenía en la mano.
• Este taller dejo de funcionar cuando los dos os separasteis, padre e hija sois uno, si uno de los dos falta todo se desmorona.
• ¿Cómo eres tan fuerte? - pregunto Eva.
• No soy tan fuerte Eva – mostrándole mis muñecas.
• Tú té…
• Si Roberto, pero esa acción me cambio la vida, fui a donde una sicóloga que me ayudo a comprender que para alcanzar la felicidad tenía que liberar mi alma del rencor que la llenaba.
Con un gesto de la mano me despedí de mi familia, porque Eva siempre sería mi familia igual que lo eran Inés, Carmen y Roberto, por mucho que la familia te decepcione, no le das la espalda, entonces me gire y les dije.
• Pronto vendré a visitaros y espero que este taller este a tope de trabajo y a vosotros dos sonriendo, ¿de acuerdo?
Roberto y Eva me miraban con la boca abierta, después Roberto sonrió pensando que no tenía remedio. Estaba llegando al Jeep cuando recibí una llamada, era Tania.
• Víctor, no sé si debería contarte esto.
• ¿Tania que ha ocurrido?
• Es Nuria le han detectado un cáncer, esta tarde a han estado aquí Lucia y su novio, Lucia está muy mal, ahí un tratamiento que podría salvarle la vida, pero no pueden costearlo – me quede en silencio.
• ¿Estás ahí Víctor?
• Tania llama a Lucia y dile que este mañana a las cinco en tu bar.
• Pero…
• Déjate de peros y hazlo – dije metiéndome en el Jeep corriendo.
Conduje al máximo que daba ese trasto viejo, Nuria me había hecho mucho daño, pero no merecía morir, costearía ese tratamiento, le daríamos la oportunidad de tener armas con las que defenderse del cáncer. Alguna multa me llegaba fijo, bueno más que a mí a Antonio que se iba a cabrear, dije que Roberto, Eva, Inés y Carmen eran mi familia, pero Antonio y Tania también lo eran. Al final ser menospreciado por tu propia familia no había sido tan malo, porque me dio la oportunidad de conocer a una familia de verdad.
Llegue al bar, este lógicamente estaba cerrado al ser un día de labor. Entre por la puerta de atrás y subí las escaleras sin hacer ruido para no despertar a Tania, a Antonio no le despertaban ni aunque dispararas un cañón a su lado. Entre en la habitación de invitados y me pegue una larga ducha, después me metí en la cama, realmente estaba cansado, demasiadas emociones. El ruido me despertó, Antonio no era nada fino. Me vestí, bajando a ayudarles a limpiar el bar.
• Ayer llegaste tarde – dijo Tania preocupada.
• Si lo siento, decidí aminorar y parar un par de veces a descansar.
• Así se hace, hay que ser responsable – decía Antonio, como si él lo fuera.
• ¿Has hablado con Lucia?
• Sí, a las cinco, estará en el bar.
Salí del bar para llamar a Silvia, me apetecía hablar con ella. Si no lo hice dentro era porque Antonio y Tania eran dos cotillas de campeonato.
• ¿Ha pasado algo? - pregunto Silvia.
• No, solo quería oír tu voz.
• Me ha gustado esa respuesta, ¿todo ha ido bien?
• Sí, hable con Roberto y después con Eva, he conseguido que de momento se toleren.
• ¿Todo bien con Eva? - pude notar cierta decepción en su tono.
• Si, le dije que la perdonaba, pero que no podría olvidarlo.
• Me alegro de que la hayas perdonado – su tono parecía más esperanzador.
• Silvia, me gustaría invitarte a comer – tardo un rato en contestar, parecía que había soltado él telefoneó.
• ¿Estás ahí? - pregunté.
• Si estoy aquí, acepto.
• ¿Te parece bien a las dos?
• Perfecto.
La comida con Silvia fue estupenda, junto a ella me sentía en paz, conseguía que sonriera sin tener que fingirla. Cosa que hice durante el último año con la intención de no preocupar a la gente, me comento que el abuelo ya había hablado con sus trabajadores y que pronto firmaríamos en traspaso de la empresa, entre una cosa y la otra se nos echó el tiempo encima. Al levantarnos tire la servilleta, me agache para recogerla, al levantarme mi rostro quedo a escasos centímetros del rostro de Silvia, nuestros labios casi podían tocarse.
EL RELATO SIGUE ABAJO.
Ha pasado un año desde la infidelidad de Eva, aquella noche solo me despedí de Antonio y Tania. Me he pasado el último año viajando de un sitio para otro, ahora mismo me encuentro viviendo en un bosque y trabajando como leñador. Hace unos días hablé con Tania, me dijo que alguien había pasado por el bar preguntando si sabían donde me encontraba. Según parece mi abuelo me estaba buscando, la verdad es que era el único que me trato con respeto en esa familia, solo por eso volvería para saber que es lo que quería.
• ¿Tania, te ha dejado un teléfono al que poder llamar a ese contacto?
• Sí, se llama Silvia y es la abogada de tu abuelo – después de decirme eso me paso el teléfono.
• Gracias Tania, le llamaré y concertaré una cita, estaré allí en dos días.
• Muy bien, aquí te esperamos.
El contrato se me acababa en un mes, sabía que no nos volverían a contratar, se acercaba el invierno, como bajaba el trabajo solo renovaban a las personas que vivían allí, como yo era un nómada no les interesaba, no tenía quejas con eso, mi jefe fue claro y yo acepte las condiciones. Como he dicho, me cogí las vacaciones firmes el finiquito y cobre la indemnización. Después cogí un billete de avión para aquella misma noche, la verdad es que me pase todo el vuelo dormido. Cuando aterrice, fui directo a la parada de autobuses, cogiendo el autobús que me dejaba en frente del bar de Antonio y Tania.
Cuando entre por la puerta casi ni me reconocieron, seguía llevando pelo largo, pero ahora tenía barba, además del cuerpo musculado de usar el hacha, los cabrones me empezaron a llamar vikingo. Me senté en la barra, para llamar a esa tal Silvia.
• Silvia, soy Víctor, me has dicho que querías localizarme.
• Así es, ¿estás en la ciudad?
• Sí, acabo de llegar.
• ¿Podrías pasarte por mi oficina mañana sobre las diez de la mañana?
• Sin ningún problema.
• Entonces hasta mañana.
• Hasta mañana.
Me quede mirando al móvil por no ver la sonrisa de estos dos, llevaban los últimos meses intentando que conociera a una mujer para que me asentara en un sitio y dejara de moverme.
• Es muy guapa – dijo Antonio.
• ¿Quién? - dije.
• Silvia – dijo Tania.
• ¿Eso tendría que importarme?
• Víctor ha pasado un año, tienes que rehacer tu vida, dijo Antonio.
• ¡Estoy bien así! – dije picado.
• Más solo que la una – dijo Tania.
• Sí, pero en paz – dije yo, no les reconocería que hacía un tiempo que la soledad empezaba a pesarme.
• Mira que eres cabezón – dijo Antonio zanjando la conversación.
Tania me tuvo al corriente de todo durante este año, conocieron a Roberto cuando vino a recoger las motos, congenio muy bien con Antonio y Tania. Por lo que me contó Tania la relación entre padre e hija se deterioró hasta el punto de dejar de hablarse, la verdad es que lo lamente mucho, porque sé lo mucho que se querían Roberto y Eva. Estaba realmente cansado, me tome la cerveza que Antonio me había sacado, para después subir a la habitación de invitados que Tania había preparado para que descansara un poco. Puse el despertado a las ocho y media por si acaso, después de pegarme una ducha me metí directo a la cama, en cuanto mis greñas tocaron la almohada me quede dormido. La noche paso en un suspiro, ducha matutina y desayuno. Me puse una camisa unos pantalones vaqueros y unos zapatos cómodos, por encima de la camisa me puse mi chaleco de cuero, me hice una coleta en mis greñas y directo al bufete de Silvia.
No me costó llegar, el autobús me dejaba cerca, cuando entre pregunte en recepción por Silvia, ellas me dijeron que esperara en una especie de sala de espera. Cogí una de la revista para hacer tiempo, como tenía el crucigrama sin hacer me puse a ello. No me había dado tiempo a poner más que dos palabras cuando me dijeron que ya podía pasar al despacho de Silvia. Al entrar pude comprobar que no estaba sola, mi abuelo se encoraba con ella.
Para este hombre no pasaban los años, parecía que había hecho un pacto con el diablo, él también se sorprendió al verme.
• Has cambiado mucho – dijo mi abuelo.
• Normal, no me has visto en los últimos diez años – mi abuelo acuso el golpe
• Me merezco esa respuesta, te pido perdón por haber desatendido mis deberes como abuelo.
Lo que no paso desapercibido para mí fueron las miradas de Silvia, si las miradas matasen yo estaría muerto. Sabía que ella y yo no nos habíamos visto nunca, así que el culpable tenía que ser mi hermano a la fuerza. Mi abuelo, viendo como estaba el ambiente de cargado, decidió empezar la reunión, cuando mi abuelo empezó a hablar el semblante de Silvia cambio.
• Te preguntarás que haces aquí, ¿verdad?
• Pues si, la verdad.
• Necesito poner mi fortuna y mi empresa en buenas manos.
• Y has pensado en mí, ¿verdad?
• Así es.
• Sabes que no tengo derecho a nada, eso fue lo que decidieron mis padres, no es que sea algo que me importe.
• He hecho casi todo mal en mi vida, menos mi empresa, a dado trabajo a muchas personas honradas y quiero que así siga siendo.
• ¿Qué dirán mi padre y mi hermano?
• Me da igual lo que digan esos dos mastuerzos, han dilapidado la mitad de la fortuna en estupideces, ellos son mi cruz, pero tú eres distinto, para eso hice lo que hice.
• ¿El que hiciste?
• Cerciorarme que uno de mis nietos no fuera un inútil como mi hijo y nieto.
• Explícate – ya me estaba empezando a cabrear.
• Lo de que tener gemelos destruiría a la familia era una patraña, pero necesitaba que uno de mis nietos fuera criado por alguien que no fueran mi hijo y mi nuera, por eso contrate a Anselmo y también contrate a Roberto.
• Nunca me dijeron nada – dije esto último entre dientes.
• No te enfades con ellos, les hice prometer que guardarían el secreto.
Me quede en silencio, que mis padres me ignoraran, fue lo mejor que me pudo pasar, visto lo visto. Tenía claro lo que haría con la empresa y también lo que haría con el dinero.
• Muy bien acepto, sé que voy a hacer con la empresa, también sé lo que voy a hacer con el dinero.
• Explícate – dijo mi abuelo.
• Pienso ceder la empresa a tus trabajadores, nadie conoce la empresa mejor que ellos, su trabajo ha llevado la empresa a donde está, lo justo es que ellos sean los dueños.
• Me parece una idea estupenda, ¿y con el dinero?
• Me quedaré una pequeña cantidad para mí, quiero montar un taller mecánico, el resto lo usaré para ayudar a las personas que quiero, si te parece bien.
• Me parece estupendo.
• Cuando tenga todo el papeleo preparado os habitaré para que vengáis a firmar – dijo Silvia.
• Víctor me ha gustado verte, quisiera no volver a perder el contacto contigo otra vez.
• Eso está en tus manos, abuelo, te dejo mi teléfono para que me llames cuando quieras, pero las cervezas las pagas tú.
Mi abuelo empezó a reírse, los tres salimos del despacho de Silvia, el abuelo me dio la mano y me dijo que pronto nos veríamos. Pude fijarme que la mirada de Silvia había cambiado, ya no me miraba con esa mirada cargada de un odio exacerbado. De repente me empecé a encontrar mal, estire el brazo para darle la mano a Silvia en gesto de despedida, nos vemos, me di la vuelta y empecé a andar hacia la salida, me faltaba el aire y empezaba a sudar copiosamente.
Me estaba dando un ataque de pánico, los empecé a sufrir después de la infidelidad de Eva, de hecho mientras estuve trabajando de leñador tenía buena relación con mis compañeros, pero procuraba guardar las distancias, no permití que nuestra relación fuera a más que compañeros que se llevan bien. Jamás quede con ellos para tomar unas birras después de trabajar, ni fui a ninguna cena que la empresa celebraba semanalmente. Les conté la razón del porqué actuaba así y todos lo entendieron.
Siempre cortaba los árboles que estaban a más distancia de los demás, una distancia que me permitía poder hablar con mis compañeros sin tener que gritar, fueron tiempos duros, sobre todo las primeras semanas después de sufrir la infidelidad. No podía dormir, pues las imágenes de Eva follando con Héctor se colaban en mis pensamientos en forma de tortura.
Conseguí torcer a la derecha, empezando a andar por el pasillo que me llevaría al ascensor, pero a medio camino tuve que detenerme y apoyarme contra la pared, no solo era la falta de aire. El pecho empezó a dolerme, era como si algo me lo estuviera aplastando. Tranquilo Víctor, solo es un ataque de pánico, me decía a mí mismo, entonces note como una mano se posaba sobre mi hombro.
• Estás bien, tienes muy mala cara – era Silvia, tenía una expresión de preocupación.
• Sí, es un ataque de pánico, se me pasará.
• En la calle de enfrente hay una cafetería, vamos allí y te tomas una tila o algo.
• No es necesario.
• Insisto.
Cualquiera le llevaba la contraria, me recordaba a Tania, empecé a respirar como mi sicóloga me había enseñado. Poco a poco fui recuperándome, el aire empezó a entrar mejor en mis pulmones, el dolor del pecho empezó a disminuir. Cuando entramos en el ascensor, fue la primera vez que me fije en Silvia, era una mujer preciosa, dentro del despacho estaba tan incómodo que no me percate de ello, pero ahora sí lo había hecho. En el pasado sería una mujer de la que me podría enamorar, era guapa y tenía carácter, ese era un rasgo que me gustaba en las mujeres, pero desde hace un año había construido un escudo alrededor mío para no volver a sufrir.
En la cafetería nos sentamos en una mesa, me fijé que no dejaba de mirar mi muñeca.
• La has visto verdad – pregunté.
• ¿El qué? - pregunto Silvia.
• La cicatriz de mi muñeca, en la otra tengo otra igual.
• Intentaste…
• Sí, llego un día que no podía más, me corte las muñecas con la intención de acabar con mi vida.
• Lo siento, pero como...
• Como es que estoy aquí, no me digas como lo hice, pero conseguí llamar a mi jefe antes de que perdiera el conocimiento, después él me contó que mientras dos de mis compañeros apretaban sendas toallas contra las heridas, él bajo montaña abajo teniendo casi un accidente.
• Vamos, que os podíais haber matado.
• Así es – dije recordando la bronca que me echo el jefe mientras me lo contaba.
• ¡Ese cabrón solo sabe hacer daño! - dijo Silvia apretando los dientes.
• Hablas de mi hermano, ¿verdad?
• Así es.
• Sí, Héctor sabe como dejar cicatrices profundas – podía notar como la ira iba creciendo dentro de mí.
• Por como me mirabas en tu despacho, creo que a ti también te hizo daño – Silvia agacho, la miraba avergonzada de su comportamiento.
• A mí no, se lo hizo a mi hermana, al final termino suicidándose, odio a tu hermano con todo mi ser, tu rostro es igual al suyo, me ha sido imposible controlarme.
• No tienes que disculparte por eso.
No sé cómo paso, pero sin darme cuenta le puse mi mano sobre la suya, le dije que si algún día quería desahogarse podía contar conmigo, Silvia agacho la cabeza, empezando a llorar. Me miro y empezó a contarme lo ocurrido. Su hermana y ella terminaron a la vez la carrera de derecho, las dos echaron los curriculums en los mismos sitios, pero fue a su hermana a la que llamaron primero. Aquella noche decidieron salir para celebrar que su hermana empezaría a trabajar en un bufete. Cenaron en un restaurante, después se fueron a tomar unas copas a un garito que habían abierto hacía poco.
Había una cola enorme para entrar, encima había dos seguratas en la entrada, la gente decía que cobraban la entrada. Cuando les toco entrar a ellas, el segurata les miro de arriba a abajo y les dejo pasar, ellas le agradecieron el gesto con sendos besos en las mejillas, gesto que el segurata agradeció. Una vez dentro se movieron entre la gente hasta llegar a la barra, cuando llegaron pidieron dos consumiciones y miraron la pista de baile que estaba hasta los topes, entonces se dio la vuelta el chico que tenía justo al lado, se las quedo mirando, era uno de los chicos más guapos que hubieran visto jamás.
Se presentó como Héctor, fue el quién pago sus consumiciones para invitarlas, al principio parecía un chico divertido, pero según fue pasando la noche Silvia empezó a darse cuenta como era ese chico y poco a poco iba perdiendo atractivo según lo iba escuchando, pero su hermana no pensaba igual. Según contaba Silvia, su hermana se enamoró de Héctor hasta la trancas, tuvieron más de una discusión cuando Silvia intentaba hacer entrar en razón a su hermana de que mi hermano le iba a hacer daño, pero no hay más ciego que el que no quiere ver.
Una noche salieron las dos hermanas, se habían reconciliado de se última discusión por culpa de mi hermano, prometiéndose que jamás volverían a discutir así, por ningún chico, Silvia hizo el ademán de entrar en el local al que solían ir siempre, pero su hermana quería ir a otro sitio nuevo, fueron caminando hasta que llegaron a un local que habían abierto sus puertas hacía muy poco. A Silvia no le hizo mucha gracia, pero veía tan contenta a su hermana que entro junto a ella con una sonrisa en el rostro.
Ojalá jamás hubieran entrado en ese local, mientras Silvia se acercó a la barra para pedir unas consumiciones, su hermana fue para la pista de baile, le encantaba bailar, Silvia me empezó a agarrar la mano con fuerza, cerro los ojos y siguió contando. Cuando llego junto a su hermana, vio como dos lagrimones caían por su rostro, levanto la vista, allí estaba mi hermano besándose mientras restregaba su polla contra el culo de otra mujer, aquella mujer llevaba una camiseta de heavy metal de Megadeath.
• ¿En la portada de la camiseta aparecía un esqueleto vestido de traje y con una gema verde brillante?
• Sí, ¿cómo lo sabes?
• Esa camiseta era mía, estaba firmada por Nick Menza, fallecido batería de Megadeath.
• ¿Conoces a la chica con la que estaba?
• Sí, su nombre es Nuria y fue mi novia, ella también me engañó con mi hermano.
Silvia se llevó las manos al rostro, no quería que la viera llorar, habíamos venido a hablar de mis ataques de pánico y terminamos hablando de sus problemas. Eso a mí no me importo, había algo en Silvia que conseguía serenarme. Me levanté e hice algo que llevaba un año sin hacer, abrazarla, para arroparla mientras lloraba. No sé cuanto tiempo estuvimos así, pero al romper el abrazo pude notar como los dos nos encontrábamos mucho mejor.
Silvia me dijo que le había gustado tomar café conmigo y que le gustaría repetir, me miro expectante, como temiendo mi respuesta. Mi respuesta fue afirmativa, Silvia me gustaba eso era evidente, pero tenía mucho miedo, no solo a que si volvía a ocurrir, me volvería loco del todo, sino que a raíz de esa locura terminara atacando a mi hermano con fatales consecuencias. Eso era algo que me aterraba, pero un día tendría que dejar de temblar y empezar a vivir. Desde el día que Eva me fue infiel, respiraba comía e intentaba dormir, pero no había vuelto a vivir.
Las semanas fueron pasando, cada día que quedaba con Silvia me sentía más a gusto, mis ataques de pánico cada vez eran más esporádicos, en una de las tardes que quedamos, ella me cogió de la mano como una forma de darme fuerzas en medio de un ataque de pánico, fue instintivo aparte la mano, mirándola con una mueca de miedo.
• Lo siento Silvia yo…
• No te disculpes, las cicatrices profundas cuestan en curar.
• Es superior a mí, de verdad que lo siento, no quiero que te lleves una mala impresión de mí.
• No lo hago.
• Tú no sucumbiste a él.
• Bueno, después de lo que paso con mi hermana no quiero ni verlo – su mirada daba miedo.
• No, estoy hablando del día que lo visteis tu hermana y tú por primera vez, pudiste ver como era mi hermano desde el principio.
• A tu hermano le delata su mirada, tú tienes una mirada cálida y dulce, la suya es fría y maquiavélica.
• Pues a todas les gusta.
• Se dejan cegar por el magnetismo que irradia, te hace sentir la mujer más importante del mundo, pero solo es una cortina de humo, si te fijas detenidamente tu hermano no puede mantener ese engaño indefinidamente, lo único que lamento es que mi hermana no pudo ver más haya de esa cortina.
Su sonrisa me daba la vida, ese día habíamos quedado con mi abuelo para firmar los documentos para pasar a ser el nuevo dueño de la empresa. Mi abuelo era puntual como un reloj suizo, durante estas semanas había ido a su casa a visitarle, se le veía cansado, pero sobre todo arrepentido. Se culpaba de no haber educado bien a su hijo y que este creara un monstruo con su nieto, Cuando entremos en el despacho de Silvia ya nos estaba esperando mirando por la ventana.
• Sentimos llegar tarde abuelo.
• Nada, nada, veo que os lleváis muy bien – otro que quería hacer de Celestino, mira que eran pesados.
Silvia fue a recoger los documentos, entonces miré a mi abuelo y le dije.
• ¿Estás seguro de esto?
• Totalmente.
• Seré dueño del cincuenta y uno por ciento de la empresa, mi padre y mi madre siguen siendo propietarios del los cuarenta y nieve restantes, ¿crees que nos permitirán dejar la empresa en manos de los trabajadores?
• Tengo un plan.
• Cuéntame.
• Tu hermano tiene unas deudas muy altas, si no las paga pronto…
• Quieres que te den las acciones a cambio de pagar nosotros las deudas, ¿verdad?
• Así es.
La entrada de Silvia corto nuestra conversación, firmamos los documentos, después le entregué a Silvia toda la documentación que me había requerido, ahora era dueño de un montón de dinero que no quería, pero sabía lo que iba a hacer con él.
• ¿Víctor sabes que vas a hacer con el dinero?
• Inés y Carmen están con el agua hasta el cuello, solo les ha quedado el cuarenta y cinco por ciento de la paga de Anselmo, no llegan a final de mes, voy a liquidar la hipoteca y dejarles un cheque para que no tengan que preocuparse del dinero en toda su vida, se portaron muy bien conmigo.
• Me parece muy bien.
Hace unas semanas había hablado con Inés, no podían hacer frente a la hipoteca y les iban a embargar la casa, ahora podía ayudarlas. Me presenté en el banco, page lo que les quedaba por pagar a ellas y con el certificado que me dieron en el banco fui al notario que trabajaba para el bufete de Silvia, después liquide los impuestos de hacienda. Inés y Carmen ya no perderían la casa. Inés me llamo para contarme que les habían llamado del banco para decirles que la deuda ya estaba saldada.
Cuando llegue a su casa Inés me abrazo tan fuerte que no me dejaba respirar, Carmen me miraba desde la sala con lágrimas en los ojos, después de abrazarla me senté delante de ellas.
• ¿Cómo lo has hecho?
• Digamos que de momento soy rico.
• Estás de broma, ¿verdad?
Del bolsillo interior de mi chaqueta saqué un cheque, cuando lo cogieron no se creían la cantidad que estaba escrita.
• No podemos aceptarlo, Víctor es demasiado dinero.
• Claro que sí, os debo todo, fuisteis una hermana y una madre para mí.
Fue una tarde estupenda, la sonrisa y la felicidad volvió al rostro de las dos, eso valía mucho más que todo el dinero del mundo. Mi siguiente parada sería Roberto, desde que Eva me fue infiel, la Relación entre padre e hija se había deteriorado hasta cuotas inimaginables. Antonio me dejo su viejo Jeep, el viaje hasta allí fue muy agradable. El Jeep era viejo, pero estaba bien cuidado. Tarde tres horas en llegar, lo primero que hice fue llenar el depósito, como chupaba el cochecito de marras después fui directo al taller. Roberto seguía con sus problemas de espalda, este no cambiaría nunca.
• Joder abuelete, cada día te veo peor.
• Cállate y ven a darme un abrazo.
Cuando lo abrace se puso a llorar, me pedía perdón, se sentía como una mierda por el daño que me había hecho su hija.
• No tienes que pedirme perdón, no fue culpa tuya.
• ¿Dónde está Eva? - pregunte.
• No lo sé, hace casi un año que no nos hablamos – dijo muy cabreado.
• Te dije que lo que paso entre Eva y yo, solo nos incumbía a nosotros, ! Es tu hija!
• ¡Después de lo que te hizo la defiendes!
• Te has visto en el espejo Roberto, has adelgazado mucho, tu espalda está peor que nunca, Eva es la luz de tu vida.
• ¡Era!
• Es, y lo sabes.
• Habla con ella copón y arregladlo.
• Cambiando de tema, ¿qué haces aquí?
• Vas a comprar tu taller – el cabrón de Roberto se empezó a reír pensando que le estaba tomando el pelo.
• Con que, estoy arruinado Víctor.
• Con esto – saque el cheque del bolsillo interior de mi cazadora.
Cuando Roberto vio la cantidad casi se cae redondo al suelo.
• Tú estás loco, no pienso aceptarlo.
• Pues lo compraré yo y te sacaré de él, con una patada en el culo.
• Tú estás seguro de esto.
• Anselmo y tú me criasteis, me disteis dos familias, ya he ayudado a Carmen y a Inés y ahora te toca a ti.
Esa misma tarde quedamos con el dueño del local, cuando vio la cantidad acepto en el instante, solo quedaba hacer el papeleo y Roberto junto a Eva serían los dueños del taller. Al principio eso no le gusto a Roberto, pero le dije que esto era como las lentejas, si las quieres bien, pero si no las dejas. Cuando volvíamos al taller le pregunte donde podía encontrar a Eva, quería hablar con ella, Roberto me dio su nuevo número.
Marque el teléfono, espere a que Eva contestara, no lo hizo, así que le mande un WhatsApp diciéndole que la esperaba en la cafetería a las siete de la tarde, llegue un cuarto de hora antes y me pedí un descafeinado con leche. Me senté en una de las mesas, sacando el móvil. Tenía unos cuantos mensajes de Silvia que me sacaron una sonrisa, estaba tan ensimismado que no me di cuenta cuando Eva se sentó frente de mí. Su rostro era el de la más absoluta tristeza, aquel día no fui el único en perder, odie a Eva con saña durante meses, pero ahora sentía lástima de ella.
• Hola Víctor.
• Hola Eva, ¿quieres algo de beber?
• Un café, por favor.
Me levanté para pedir el café, entonces pude observar por el cristal que se encontraba detrás de la barra como me miraba Eva, mezcla de tristeza y alegría, ya con el café en la mano volví a la mesa.
• Pensé que no volvería a verte – dijo Eva.
• Pues esa era mi intención, te tenía mucho rencor.
• ¿Qué ha cambiado?
• Quiero volver a vivir y ese rencor estaba matando mi alma.
• Lo siento de verdad Víctor, no te haces una idea.
• Siempre sentí que te faltaba algo conmigo, lo notaba en tu cara cada vez que hacíamos el amor.
• Tú eres altruista y tu hermano egoísta, cuando hacia el amor contigo, tú te preocupabas más por mi placer que el tuyo propio, pero tu hermano…
• Era mejor que yo, puedes decirlo, mientras yo trabajaba él follaba, no podía competir contra eso.
• No quería ofenderte, perdóname, Él era egoísta, solo buscaba su placer, pero era tan bueno que era como una droga que siempre querías más.
• Ya veo – dije muy serio.
• No, no lo entiendes, durante este año he tenido tiempo para darme cuenta de que cuando hacía el amor contigo me sentía querida, siempre con una sonrisa, con tu hermano era mucho placer, pero frío y vació.
• No te entiendo.
• Si en aquel entonces hubiera tenido la lucidez que tengo ahora jamás te hubiera engañado, porque contigo lo tenía todo, pero no puedo hacer retroceder el tiempo, me gustaría, pero no puedo – empezando a llorar.
Seque sus lágrimas con la mano, su arrepentimiento era real, pero ya era demasiado tarde, la había perdonado, pero jamás olvidaría lo que vi aquella noche, después de eso dejamos el tema y hablamos un poco de este último año, por último la convencí para que me acompañara al taller para hablar con su padre, cuando entramos al taller Roberto nos miraba muy serio mientras Eva tenía la mirada gacha.
• Tenéis que hablar – dije.
• ¡Yo no tengo nada de que hablar con ella! - Eva comenzó a llorar.
• ¡Roberto!, yo ya la he perdonada, podías hacer lo mismo tú, ¿no?
• No sé, no sé, fue mucha decepción la que sentí por ella.
• ¿No lo entiendes verdad?
• El que tengo que entender – por un momento pensé que me tiraba el martillo que tenía en la mano.
• Este taller dejo de funcionar cuando los dos os separasteis, padre e hija sois uno, si uno de los dos falta todo se desmorona.
• ¿Cómo eres tan fuerte? - pregunto Eva.
• No soy tan fuerte Eva – mostrándole mis muñecas.
• Tú té…
• Si Roberto, pero esa acción me cambio la vida, fui a donde una sicóloga que me ayudo a comprender que para alcanzar la felicidad tenía que liberar mi alma del rencor que la llenaba.
Con un gesto de la mano me despedí de mi familia, porque Eva siempre sería mi familia igual que lo eran Inés, Carmen y Roberto, por mucho que la familia te decepcione, no le das la espalda, entonces me gire y les dije.
• Pronto vendré a visitaros y espero que este taller este a tope de trabajo y a vosotros dos sonriendo, ¿de acuerdo?
Roberto y Eva me miraban con la boca abierta, después Roberto sonrió pensando que no tenía remedio. Estaba llegando al Jeep cuando recibí una llamada, era Tania.
• Víctor, no sé si debería contarte esto.
• ¿Tania que ha ocurrido?
• Es Nuria le han detectado un cáncer, esta tarde a han estado aquí Lucia y su novio, Lucia está muy mal, ahí un tratamiento que podría salvarle la vida, pero no pueden costearlo – me quede en silencio.
• ¿Estás ahí Víctor?
• Tania llama a Lucia y dile que este mañana a las cinco en tu bar.
• Pero…
• Déjate de peros y hazlo – dije metiéndome en el Jeep corriendo.
Conduje al máximo que daba ese trasto viejo, Nuria me había hecho mucho daño, pero no merecía morir, costearía ese tratamiento, le daríamos la oportunidad de tener armas con las que defenderse del cáncer. Alguna multa me llegaba fijo, bueno más que a mí a Antonio que se iba a cabrear, dije que Roberto, Eva, Inés y Carmen eran mi familia, pero Antonio y Tania también lo eran. Al final ser menospreciado por tu propia familia no había sido tan malo, porque me dio la oportunidad de conocer a una familia de verdad.
Llegue al bar, este lógicamente estaba cerrado al ser un día de labor. Entre por la puerta de atrás y subí las escaleras sin hacer ruido para no despertar a Tania, a Antonio no le despertaban ni aunque dispararas un cañón a su lado. Entre en la habitación de invitados y me pegue una larga ducha, después me metí en la cama, realmente estaba cansado, demasiadas emociones. El ruido me despertó, Antonio no era nada fino. Me vestí, bajando a ayudarles a limpiar el bar.
• Ayer llegaste tarde – dijo Tania preocupada.
• Si lo siento, decidí aminorar y parar un par de veces a descansar.
• Así se hace, hay que ser responsable – decía Antonio, como si él lo fuera.
• ¿Has hablado con Lucia?
• Sí, a las cinco, estará en el bar.
Salí del bar para llamar a Silvia, me apetecía hablar con ella. Si no lo hice dentro era porque Antonio y Tania eran dos cotillas de campeonato.
• ¿Ha pasado algo? - pregunto Silvia.
• No, solo quería oír tu voz.
• Me ha gustado esa respuesta, ¿todo ha ido bien?
• Sí, hable con Roberto y después con Eva, he conseguido que de momento se toleren.
• ¿Todo bien con Eva? - pude notar cierta decepción en su tono.
• Si, le dije que la perdonaba, pero que no podría olvidarlo.
• Me alegro de que la hayas perdonado – su tono parecía más esperanzador.
• Silvia, me gustaría invitarte a comer – tardo un rato en contestar, parecía que había soltado él telefoneó.
• ¿Estás ahí? - pregunté.
• Si estoy aquí, acepto.
• ¿Te parece bien a las dos?
• Perfecto.
La comida con Silvia fue estupenda, junto a ella me sentía en paz, conseguía que sonriera sin tener que fingirla. Cosa que hice durante el último año con la intención de no preocupar a la gente, me comento que el abuelo ya había hablado con sus trabajadores y que pronto firmaríamos en traspaso de la empresa, entre una cosa y la otra se nos echó el tiempo encima. Al levantarnos tire la servilleta, me agache para recogerla, al levantarme mi rostro quedo a escasos centímetros del rostro de Silvia, nuestros labios casi podían tocarse.
EL RELATO SIGUE ABAJO.