Botic
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He decidido contar esta historia porque sigue siendo uno de mis mejores y más excitantes recuerdos.
Siempre había sido de los que piensan que las novias de los amigos se respetan, más incluso cuando se convierten en su mujer, pero ella me hizo cambiar. Se había convertido en la mujer de mi mejor amigo y los primeros años ni me fijaba en ella.
Nos gustaba, cada fin de semana, cenar juntos: mi pareja y yo, y ellos dos. Este agosto, un sábado como de costumbre, nos reunimos; hacía calor y ella llegó con un gran escote. Tetas gordas y bien juntas. Conforme avanzaba la noche y el alcohol iba en aumento, mi mirada cada vez se centraba más en ese pecho que brillaba con el sudor. Hubo un momento en que ella se percató, aunque disimuló, y continuamos con la conversación.
Más tarde acabamos en una discoteca y, en un momento de la noche, ella pasó a mi lado y rozó sus tetas contra mi brazo. Yo, por instinto, me aparté y ella me miró sonriendo. Esa imagen estuvo muy presente a la mañana siguiente, cuando me tuve que masturbar pensando en ella. Mientras lo hacía, me apareció una notificación de WhatsApp de ella: me había pasado las fotos de la noche anterior. Como podéis imaginar, ese material fue perfecto para seguir masturbándome. Fruto de la excitación, el orgasmo fue increíble y cada chorro de semen iba acompañado de un gemido. Durante la corrida, con el móvil en la mano, sin querer toqué el micrófono y se grabó un pequeño audio donde se me escucha jadear. Nervioso, intenté borrarlo lo antes posible. Pensé que lo había hecho a tiempo, pero una hora después ella me contestó con dos emojis
.
Se entremezclaron los nervios con la excitación. Una parte de mí creía que lo mejor era dejarlo pasar, pero otra sentía curiosidad. Esa misma noche, mientras me masturbaba nuevamente pensando en ella, no pude resistirme. “¿Te gustaría escucharme de nuevo?”, escribí para seguir jugando.
Pronto vi que me escribía...
Siempre había sido de los que piensan que las novias de los amigos se respetan, más incluso cuando se convierten en su mujer, pero ella me hizo cambiar. Se había convertido en la mujer de mi mejor amigo y los primeros años ni me fijaba en ella.
Nos gustaba, cada fin de semana, cenar juntos: mi pareja y yo, y ellos dos. Este agosto, un sábado como de costumbre, nos reunimos; hacía calor y ella llegó con un gran escote. Tetas gordas y bien juntas. Conforme avanzaba la noche y el alcohol iba en aumento, mi mirada cada vez se centraba más en ese pecho que brillaba con el sudor. Hubo un momento en que ella se percató, aunque disimuló, y continuamos con la conversación.
Más tarde acabamos en una discoteca y, en un momento de la noche, ella pasó a mi lado y rozó sus tetas contra mi brazo. Yo, por instinto, me aparté y ella me miró sonriendo. Esa imagen estuvo muy presente a la mañana siguiente, cuando me tuve que masturbar pensando en ella. Mientras lo hacía, me apareció una notificación de WhatsApp de ella: me había pasado las fotos de la noche anterior. Como podéis imaginar, ese material fue perfecto para seguir masturbándome. Fruto de la excitación, el orgasmo fue increíble y cada chorro de semen iba acompañado de un gemido. Durante la corrida, con el móvil en la mano, sin querer toqué el micrófono y se grabó un pequeño audio donde se me escucha jadear. Nervioso, intenté borrarlo lo antes posible. Pensé que lo había hecho a tiempo, pero una hora después ella me contestó con dos emojis
Se entremezclaron los nervios con la excitación. Una parte de mí creía que lo mejor era dejarlo pasar, pero otra sentía curiosidad. Esa misma noche, mientras me masturbaba nuevamente pensando en ella, no pude resistirme. “¿Te gustaría escucharme de nuevo?”, escribí para seguir jugando.
Pronto vi que me escribía...
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