La mujer de mi mejor amigo

Botic

Miembro muy activo
Desde
29 Jul 2025
Mensajes
97
Reputación
762
He decidido contar esta historia porque sigue siendo uno de mis mejores y más excitantes recuerdos.

Siempre había sido de los que piensan que las novias de los amigos se respetan, más incluso cuando se convierten en su mujer, pero ella me hizo cambiar. Se había convertido en la mujer de mi mejor amigo y los primeros años ni me fijaba en ella.

Nos gustaba, cada fin de semana, cenar juntos: mi pareja y yo, y ellos dos. Este agosto, un sábado como de costumbre, nos reunimos; hacía calor y ella llegó con un gran escote. Tetas gordas y bien juntas. Conforme avanzaba la noche y el alcohol iba en aumento, mi mirada cada vez se centraba más en ese pecho que brillaba con el sudor. Hubo un momento en que ella se percató, aunque disimuló, y continuamos con la conversación.

Más tarde acabamos en una discoteca y, en un momento de la noche, ella pasó a mi lado y rozó sus tetas contra mi brazo. Yo, por instinto, me aparté y ella me miró sonriendo. Esa imagen estuvo muy presente a la mañana siguiente, cuando me tuve que masturbar pensando en ella. Mientras lo hacía, me apareció una notificación de WhatsApp de ella: me había pasado las fotos de la noche anterior. Como podéis imaginar, ese material fue perfecto para seguir masturbándome. Fruto de la excitación, el orgasmo fue increíble y cada chorro de semen iba acompañado de un gemido. Durante la corrida, con el móvil en la mano, sin querer toqué el micrófono y se grabó un pequeño audio donde se me escucha jadear. Nervioso, intenté borrarlo lo antes posible. Pensé que lo había hecho a tiempo, pero una hora después ella me contestó con dos emojis 😈💦.

Se entremezclaron los nervios con la excitación. Una parte de mí creía que lo mejor era dejarlo pasar, pero otra sentía curiosidad. Esa misma noche, mientras me masturbaba nuevamente pensando en ella, no pude resistirme. “¿Te gustaría escucharme de nuevo?”, escribí para seguir jugando.

Pronto vi que me escribía...
 
Última edición:
La respuesta fue 💦💦, no dijo más. Tremendamente excitado, apreté el micrófono para grabar un audio, amplié una de las fotos que me había enviado y, dejando el móvil sobre la mesa, me empecé a masturbar hasta correrme. Las gotas salpicaron el móvil; con la mano aún manchada detuve la grabación y le envié el audio.

Esperé su respuesta, pero no escribió nada. Agobiado por si me había sobrepasado, traté de borrar el audio, pero la opción no estaba disponible. El siguiente finde, por primera vez, no quedamos para cenar. Mi amigo me dijo que ella se encontraba mal. Mi preocupación fue mayor cuando la siguiente semana tampoco quedamos; mi amigo terminó su mensaje diciendo: “cuando puedas tenemos que hablar”.

En ese momento me quedé bloqueado, pero decidí llamarlo para afrontar la situación. Con la voz un tanto titubeante, mi amigo me dijo que era mejor no volver a quedar los cuatro, que su mujer ya no estaba cómoda. Su explicación fue que ella no se sentía cómoda con mi novia, que había detalles que no le gustaban. Respiré aliviado, aunque seguía con el sentimiento de haberme sobrepasado. Quizá su respuesta había sido una forma “graciosa” de sobrellevar una situación un tanto embarazosa.

Se lo expliqué a mi novia y, para mi sorpresa, ella dijo que se alegraba de no volver a quedar, ya que no era una persona que le cayera excesivamente bien. Lo cierto es que se llevaban genial…, por lo que esa respuesta era el resultado de su orgullo femenino. La situación me permitió poner algo de tierra de por medio y olvidar lo sucedido, aunque seguía masturbándome pensando en ella.

Pasaron unas cuantas semanas y un día entre semana recibí un mensaje de ella. Lo abrí y era un audio de dos minutos. Lo reproduje y se escuchaba un ruido; pensé que quizá había sido sin querer y que se desbloqueó el móvil mientras caminaba, pero los gemidos que escuché de fondo me confirmaron que se estaba masturbando. La intensidad de su voz cuando llegó al orgasmo me disipó cualquier duda. Lo volví a reproducir y me masturbé pensando en ella; me corrí al instante. Cuando abrí nuevamente el chat, comprobé que el audio se había borrado y que su foto de perfil había desaparecido. Me había bloqueado. Tampoco la podía encontrar en redes sociales… ¿Qué estaba pasando?
 
Última edición:
La respuesta fue 💦💦, no dijo más. Tremendamente excitado, apreté el micrófono para grabar un audio, amplié una de las fotos que me había enviado y, dejando el móvil sobre la mesa, me empecé a masturbar hasta correrme. Las gotas salpicaron el móvil; con la mano aún manchada detuve la grabación y le envié el audio.

Esperé su respuesta, pero no escribió nada. Agobiado por si me había sobrepasado, traté de borrar el audio, pero la opción no estaba disponible. El siguiente finde, por primera vez, no quedamos para cenar. Mi amigo me dijo que ella se encontraba mal. Mi preocupación fue mayor cuando la siguiente semana tampoco quedamos; mi amigo terminó su mensaje diciendo: “cuando puedas tenemos que hablar”.

En ese momento me quedé bloqueado, pero decidí llamarlo para afrontar la situación. Con la voz un tanto titubeante, mi amigo me dijo que era mejor no volver a quedar los cuatro, que su mujer ya no estaba cómoda. Su explicación fue que ella no se sentía cómoda con mi novia, que había detalles que no le gustaban. Respiré aliviado, aunque seguía con el sentimiento de haberme sobrepasado. Quizá su respuesta había sido una forma “graciosa” de sobrellevar una situación un tanto embarazosa.

Se lo expliqué a mi novia y, para mi sorpresa, ella dijo que se alegraba de no volver a quedar, ya que no era una persona que le cayera excesivamente bien. Lo cierto es que se llevaban genial…, por lo que esa respuesta era el resultado de su orgullo femenino. La situación me permitió poner algo de tierra de por medio y olvidar lo sucedido, aunque seguía masturbándome pensando en ella.

Pasaron unas cuantas semanas y un día entre semana recibí un mensaje de ella. Lo abrí y era un audio de dos minutos. Lo reproduje y se escuchaba un ruido; pensé que quizá había sido sin querer y que se desbloqueó el móvil mientras caminaba, pero los gemidos que escuché de fondo me confirmaron que se estaba masturbando. La intensidad de su voz cuando llegó al orgasmo me disipó cualquier duda. Lo volví a reproducir y me masturbé pensando en ella; me corrí al instante. Cuando abrí nuevamente el chat, comprobé que el audio se había borrado y que su foto de perfil había desaparecido. Me había bloqueado. Tampoco la podía encontrar en redes sociales… ¿Qué estaba pasando?
¡¡Pufff, vaya historia!!
 
Pasaron semanas y de repente serían las dos de la madrugada volví a recibir un mensaje de ella... Era una imagen, pulse y vi esta foto. ¿Qué pretendía?
 

Archivos adjuntos

  • IMG_20251227_120446.jpg
Intenté contenerme y dejarlo pasar; de hecho, pasaron varios días y no contesté. Seguí quedando con mi amigo; parte de nuestra conversación eran sus problemas de pareja, sobre todo se quejaba de que en las últimas semanas no había tenido sexo con ella, siempre había alguna excusa… Nunca habían tenido una gran vida sexual, pero ahora era nula.

Una noche, fruto de la excitación, mientras me masturbaba decidí responderle. Decidí ser comedido: “Qué foto más bonita”, respondí. Al contrario de lo que pasó en otras ocasiones, contestó al segundo:

—¿Te gustan?
—Mucho —dije yo.

Los siguientes mensajes empezaron a ser más explícitos.

—¿Tienes la polla dura? —dijo ella.
—Mucho —respondí.
—Quiero verla.

No lo pensé ni un segundo; le envié una foto con mi polla bien erecta.

—Quiero que te corras aquí.

Al momento me llegó una foto de su coño, abierto con dos dedos.

—¿Estás así ahora? —pregunté.
—Sí, tengo el coño empapado por tu culpa.

No aguanté la excitación y me corrí al momento; los chorros empaparon mi mano y parte de mi cuerpo, ya que estaba tumbado. Le envié una foto del resultado.

—Has hecho que mi coño se corra como hace años que no lo hacía —me respondió—. Quiero que esa leche acabe dentro de mí.
 
Atrás
Top Abajo