Akuaries
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Álex miraba desde la acera el lugar donde vivía, un pequeño apartamento con entrada independiente por unas escaleras laterales, encima de la casa de la señora Satu, una señora mayor. Cuando decidió independizarse, su madre habló con su amiga Satu, sabía que acababa de arreglar la segunda planta de su casa para alquilarla, la señora era mayor y quería tener un ingreso de dinero para completar el de la jubilación. En cuanto lo vio Álex, aparte de que el precio era bueno, le interesó, un pequeño apartamento con una habitación y todo lo necesario para vivir.
Miraba su apartamento mientras se recogía en una cola la melena que le caía sobre los hombros, años atrás, más de una discusión había tenido con sus padres por llevar el pelo tan largo, por eso y por querer ser policía. Esa decisión que tomó si fue un disgusto para la familia, al menos los primeros días, después no sabe muy bien por qué, le apoyaron y hasta le facilitaron todo lo que pudieron la salida de aquella ciudad. Lo cierto es que después de salir de la academia, y de estar destinado un tiempo en otra ciudad, cuando volvió, no le pusieron ninguna pega para que se fuera a vivir fuera de la casa familiar, hasta su madre le buscó el apartamento y todo. Álex estaba convencido de que fue una buena decisión, con el tiempo la relación con su familia volvía a ser muy buena.
Se miró las zapatillas de deporte, dio varios pasos cortos, como calentando antes de emprender su carrera de cada mañana, fue corriendo por la acera poco más de medio kilómetro, se desvió atravesando la calle para entrar en el bosque, era la suerte de vivir en el extremo de la ciudad, un barrio tranquilo donde solo se veían los vecinos. Se adentró a buen ritmo por un sendero, hasta llegar a la cima de la colina, desde allí se dejó caer por el sendero de bajada, a un ritmo más lento, recuperándose de la subida. Al llegar abajo, rodeó una antigua y bonita casa, se paró en la puerta principal y la miró detenidamente.
La espectacular verja de entrada había perdido su encanto, cerrada con una cadena y un candado viejo, medio descolgado por el paso del tiempo, un letrero avisaba del peligro de entrar en la propiedad. Realmente era buena idea que nadie entrara, aquel bonito y viejo edificio modernista, lo hizo construir, según hablaban en la ciudad, una familia rica que hizo su fortuna en ultramar, decían que de manera poco… legal. La verdad es que no había ninguna prueba de que eso fuera así, lo cierto es que después de estar abandonada muchos años, tantos que se caía a trozos, el ayuntamiento cerró la verja de entrada para que nadie entrara. A un lado, en la pared, se podía leer, grabado en unos azulejos el nombre de la casa, ‘La Ultramar’ ponía, algunos críos debieron llegar hasta allí con un bote de pintura, borraron ‘Ultramar’ y pusieron ‘Destartalá’. Desde luego ese nombre le venía mejor ahora, la pobre casa estaba hecha una pena.
Álex siguió su camino, mejor dicho, su carrera, volvió a entrar en la ciudad y paró delante de la verja de la casa donde vivía, la abrió, saludó con la mano a la señora Satu que lo miraba desde una ventana y subió a su apartamento, le dio unos cuantos guantazos a un saco de boxeo, hizo unas pesas, aquel día tocaba pectoral, y se metió en la ducha. Después desayunó, se vistió y volvió a salir a la calle para meterse en su coche, miró la hora, las nueve menos diez, buena hora, pensó Álex.
Salió del barrio, recorrió el tramo que le separaba de la comisaría, pasó conduciendo por delante de la entrada principal, dio la vuelta al edificio y se paró delante de la barrera, saludó a un compañero que estaba sentado dentro de una garita, el compañero le devolvió el saludo levantando una mano, con pocas ganas la verdad, mientras apretaba el botón para que se levantara la barrera y pudiera entrar Álex con el coche, aparcó en su lugar habitual, entró en el edificio y recorrió un oscuro pasillo, abrió una puerta y apareció en la entrada principal de la comisaria. Saludó al compañero que estaba haciendo guardia en la puerta, uno de los dos últimos policías que había llegado, después saludó al policía que estaba detrás de un mostrador para atender a los ciudadanos, en realidad no era un policía, era una policía, la guapa y espectacular compañera Mónica, que había que ver lo bien que le quedaba el uniforme, ella fue la segunda junto al chaval de la puerta que había entrado.
-Buenos días inspector.- Le saludaba Mónica con una sonrisa.
-Buenos días agente ¿Mucho trabajo?- Contestaba Álex. Mónica soltó una carcajada.
No era de extrañar la carcajada de Mónica, en aquella comisaría nunca pasaba nada. En más de una ocasión se había discutido si aquella ciudad merecía serlo, por el número de habitantes desde luego que no, no se llegaba al mínimo para serlo. Seguramente le dieron el trato de ciudad por ser la capital de la zona, unos cuantos pueblos alrededor y poco más, un lugar bastante inhóspito, mucho calor en verano y mucho frio en invierno.
Álex saludó a algún compañero más y se sentó en su mesa, abrió el ordenador y se conectó con los archivos de la policía. Le gustaba leer antiguos casos y como fueron resueltos, no tenía nada mejor que hacer. A los pocos minutos una voz llamó su atención, lo saludaba el comisario, un hombre a punto de jubilarse sin demasiadas ganas de hacer nada, se sentaba en su despacho y atendía algunas llamadas, eso cuando lo llamaban desde la central, que la verdad sea dicha, eran muy pocas veces.
Allí estaba leyendo unos informes de un caso que ocurrió en Madrid hacía unos años, cuando sonó el teléfono que había encima de su mesa. Lo miró levantando las cejas ¿Qué coño pasará? Pensaba, lo descolgó y apretó el botón que se iluminaba, le llamaban desde la entrada.
-Hola Mónica ¿Algo nuevo?
-Bueno… nuevo… nuevo, no mucho, está aquí la ‘Catwoman’.
-Perdona ¿La Catwoman? ¿Quién coño es?
-Álex, despierta hombre, la señora de los gatos…
-¡No me jodas!
-Pues sí, no es por joder, pero te toca a ti atenderla.
A Mónica se le oía reír mientras colgaba el teléfono. Álex miró el techo, resopló, se puso de pie y caminó, llegó a la zona de la entrada, Mónica con una sonrisilla le indicó con la cabeza donde estaba la señora sentada. Se acercó Álex.
-Buenos días señora.
-Hola, buenos días Álex.
-¿Entramos en un despacho? Así estaremos más tranquilos.
-Sí, sí, por supuesto.-
Le contestaba la señora mientras se levantaba de la silla con una agilidad pasmosa para su edad, entraron en un despacho que tenían preparado para redactar las denuncias con cierta tranquilidad, denuncias que muy pocas veces se producían o eran gilipolleces sin importancia. Álex le ofreció a la señora una silla para sentarse delante de la mesa, el ocupó la otra silla, a su lado, no creyó conveniente colocarse al otro lado de la mesa para escribir en el ordenador, sabía que no habría ninguna denuncia.
-Gracias hijo ¿Cómo está tu madre? Hace mucho que no la veo.
-Tendría que llamarla, hablar un rato con ella y salir las dos a pasear con la señora Satu…
-Ya sé que ellas salen a pasear muchos días, pero es que yo tengo muchas cosas que hacer, no tengo tiempo de pasear.
-Claro, tiene que cuidar de sus gatos.
-Sí, y más cosas que hago, por cierto ¿Sigues soltero Álex?
-Sí, sigo soltero y sin compromiso…
-Pues tendrías que solucionar ese tema ¿No te has fijado en Mónica? Es muy guapa la chica…
-Sí, es muy guapa y un encanto de niña, pero mire, no estoy en condiciones de buscar pareja…
-No seas tonto hombre, además, con esa chica harías muy buena pareja, seguro que a tu madre le encantaría esa mujer para ti.
-Bueno señora… es que estoy muy ocupado ¿Qué es lo que le pasa?- Intentaba Álex cambiar de conversación.
-¿Ocupado? Venga chico, todos sabemos que aquí no pasa nada nunca ¿Ocupado en qué? En conocer a esa chica tan guapa tendrías que ocupar tu tiempo…
-¿Quiere que le ayudemos en algo? O ¿Solo ha pasado a convencerme para salir con Mónica?
-No, no, mira, cada uno que haga lo que quiera con su vida.
-Está bien ¿Qué problema tiene?
-Bueno… es qué… ha desaparecido… Leonardo, sí Leonardo.
-¿Leonardo? ¿Quién es Leonardo?
-¡Ay chico! Que despistado eres ¿Así como vas a conseguir novia? ¡Por favor! Leonardo es uno de mis gatos.
-¡Ah claro! Que despiste, perdone señora Cat…, señora ¿Y qué cree que le ha pasado?
-¡Álex hombre! Si lo supiera no habría venido hasta aquí ¿No crees?
-Pues tiene razón, vale, no se preocupe, avisaré a nuestros compañeros que están de patrulla para que lo busquen ¿Le parece bien?
-Sí, sí, fantástico. Sabes que me gusta mucho hablar contigo Álex, eres muy educado y tienes mucha paciencia conmigo.
-Es mi trabajo señora, estamos para ayudar al ciudadano.
-Muchas gracias hijo, saluda a tu madre de mi parte.
-Así lo haré, no se preocupe.
Salieron los dos del despacho, Mónica sonreía sin mirarlos, Álex la acompañó hasta la puerta, después volvió a entrar.
-¿A puesto alguna denuncia?- Preguntaba riendo Mónica.
-Sabes que no, es lo de siempre, viene a hablar un rato y se va.
-Tienes mucha paciencia con ella Álex, eres un buen tío.- Le decía Mónica mirándolo con cariño.
-Está muy sola, la pobre se aburre y nosotros la distraemos un rato ¡Eh! Bórrame de la lista, la próxima vez que le toque al siguiente.
Mónica le enseñaba una lista, Álex podía ver una cruz al lado de su nombre.
-Al ritmo que lleva la señora te tocará en un mes y medio más o menos.
Reían los dos cuando escucharon una voz desde la puerta.
-Álex.- Los dos se giraron, la señora volvía a estar en la puerta mirándolos.- supongo que vendrás el viernes, a la presentación de las fiestas de invierno como cada año.
-Sí señora, mi madre ya me ha llamado un par de veces para confirmarlo.
-Estupendo, estaba yo pensando… que podrías invitar a Mónica, seguro que ella no sabe lo que es eso.
Álex no sabía qué cara poner.
-No sé si Mónica estará interesada, ya sabe que la mayoría de asistentes es gente mayor.- Intentaba disimular Álex.
-Mónica cariño, pídele a Álex que te invite, es muy divertido, tienes que verlo.
Y sin decir nada más, la abuelita se dio la vuelta saliendo a la calle. Mónica y Álex se quedaron en silencio, bueno, Álex más que Mónica.
-¿Qué es eso de las fiestas de invierno?- Preguntaba interesada Mónica.
-En esta ciudad tenemos dos fiestas locales, las de verano y las de invierno, no sé por qué la gente mayor le da más importancia a las de invierno y los jóvenes a las de verano. Este viernes el ayuntamiento, junto con el patrocinador más importante de las fiestas, la universidad, hace la presentación. A eso se refería Catwoman.
-¿Y en qué consiste la presentación?- Insistía Mónica.
-Bueno… nada especial, invitan a una pequeña cena, te dan la chapa con unos discursos y acaban tirando fuegos artificiales, eso es todo.
Mónica lo miraba fijamente, Álex se giraba para marcharse.
-Álex.- Le llamó Mónica, él se giró sabiendo lo que le diría.- ¿No me vas a invitar?
-¿De verdad te interesa?- Preguntaba Álex sin demasiado entusiasmo.- Solo va gente mayor, bueno la mayoría, es bastante aburrido la verdad…
-Mira, si no quieres invitarme lo entiendo, no hace falta que te justifiques tanto.
-No, no, no me malinterpretes, yo solo te explicaba un poco…
Mónica lo miraba fijamente con una sonrisilla.
-¿Quieres ir, no?- Preguntó Álex sabiendo la respuesta. Mónica con la misma sonrisa movía la cabeza de arriba abajo confirmándolo.
-De acuerdo, ya quedaremos, te pasaré a buscar y vamos juntos.
-De acuerdo, ya me dirás algo.- Se medio cachondeaba Mónica orgullosa de que la invitara.
Miraba su apartamento mientras se recogía en una cola la melena que le caía sobre los hombros, años atrás, más de una discusión había tenido con sus padres por llevar el pelo tan largo, por eso y por querer ser policía. Esa decisión que tomó si fue un disgusto para la familia, al menos los primeros días, después no sabe muy bien por qué, le apoyaron y hasta le facilitaron todo lo que pudieron la salida de aquella ciudad. Lo cierto es que después de salir de la academia, y de estar destinado un tiempo en otra ciudad, cuando volvió, no le pusieron ninguna pega para que se fuera a vivir fuera de la casa familiar, hasta su madre le buscó el apartamento y todo. Álex estaba convencido de que fue una buena decisión, con el tiempo la relación con su familia volvía a ser muy buena.
Se miró las zapatillas de deporte, dio varios pasos cortos, como calentando antes de emprender su carrera de cada mañana, fue corriendo por la acera poco más de medio kilómetro, se desvió atravesando la calle para entrar en el bosque, era la suerte de vivir en el extremo de la ciudad, un barrio tranquilo donde solo se veían los vecinos. Se adentró a buen ritmo por un sendero, hasta llegar a la cima de la colina, desde allí se dejó caer por el sendero de bajada, a un ritmo más lento, recuperándose de la subida. Al llegar abajo, rodeó una antigua y bonita casa, se paró en la puerta principal y la miró detenidamente.
La espectacular verja de entrada había perdido su encanto, cerrada con una cadena y un candado viejo, medio descolgado por el paso del tiempo, un letrero avisaba del peligro de entrar en la propiedad. Realmente era buena idea que nadie entrara, aquel bonito y viejo edificio modernista, lo hizo construir, según hablaban en la ciudad, una familia rica que hizo su fortuna en ultramar, decían que de manera poco… legal. La verdad es que no había ninguna prueba de que eso fuera así, lo cierto es que después de estar abandonada muchos años, tantos que se caía a trozos, el ayuntamiento cerró la verja de entrada para que nadie entrara. A un lado, en la pared, se podía leer, grabado en unos azulejos el nombre de la casa, ‘La Ultramar’ ponía, algunos críos debieron llegar hasta allí con un bote de pintura, borraron ‘Ultramar’ y pusieron ‘Destartalá’. Desde luego ese nombre le venía mejor ahora, la pobre casa estaba hecha una pena.
Álex siguió su camino, mejor dicho, su carrera, volvió a entrar en la ciudad y paró delante de la verja de la casa donde vivía, la abrió, saludó con la mano a la señora Satu que lo miraba desde una ventana y subió a su apartamento, le dio unos cuantos guantazos a un saco de boxeo, hizo unas pesas, aquel día tocaba pectoral, y se metió en la ducha. Después desayunó, se vistió y volvió a salir a la calle para meterse en su coche, miró la hora, las nueve menos diez, buena hora, pensó Álex.
Salió del barrio, recorrió el tramo que le separaba de la comisaría, pasó conduciendo por delante de la entrada principal, dio la vuelta al edificio y se paró delante de la barrera, saludó a un compañero que estaba sentado dentro de una garita, el compañero le devolvió el saludo levantando una mano, con pocas ganas la verdad, mientras apretaba el botón para que se levantara la barrera y pudiera entrar Álex con el coche, aparcó en su lugar habitual, entró en el edificio y recorrió un oscuro pasillo, abrió una puerta y apareció en la entrada principal de la comisaria. Saludó al compañero que estaba haciendo guardia en la puerta, uno de los dos últimos policías que había llegado, después saludó al policía que estaba detrás de un mostrador para atender a los ciudadanos, en realidad no era un policía, era una policía, la guapa y espectacular compañera Mónica, que había que ver lo bien que le quedaba el uniforme, ella fue la segunda junto al chaval de la puerta que había entrado.
-Buenos días inspector.- Le saludaba Mónica con una sonrisa.
-Buenos días agente ¿Mucho trabajo?- Contestaba Álex. Mónica soltó una carcajada.
No era de extrañar la carcajada de Mónica, en aquella comisaría nunca pasaba nada. En más de una ocasión se había discutido si aquella ciudad merecía serlo, por el número de habitantes desde luego que no, no se llegaba al mínimo para serlo. Seguramente le dieron el trato de ciudad por ser la capital de la zona, unos cuantos pueblos alrededor y poco más, un lugar bastante inhóspito, mucho calor en verano y mucho frio en invierno.
Álex saludó a algún compañero más y se sentó en su mesa, abrió el ordenador y se conectó con los archivos de la policía. Le gustaba leer antiguos casos y como fueron resueltos, no tenía nada mejor que hacer. A los pocos minutos una voz llamó su atención, lo saludaba el comisario, un hombre a punto de jubilarse sin demasiadas ganas de hacer nada, se sentaba en su despacho y atendía algunas llamadas, eso cuando lo llamaban desde la central, que la verdad sea dicha, eran muy pocas veces.
Allí estaba leyendo unos informes de un caso que ocurrió en Madrid hacía unos años, cuando sonó el teléfono que había encima de su mesa. Lo miró levantando las cejas ¿Qué coño pasará? Pensaba, lo descolgó y apretó el botón que se iluminaba, le llamaban desde la entrada.
-Hola Mónica ¿Algo nuevo?
-Bueno… nuevo… nuevo, no mucho, está aquí la ‘Catwoman’.
-Perdona ¿La Catwoman? ¿Quién coño es?
-Álex, despierta hombre, la señora de los gatos…
-¡No me jodas!
-Pues sí, no es por joder, pero te toca a ti atenderla.
A Mónica se le oía reír mientras colgaba el teléfono. Álex miró el techo, resopló, se puso de pie y caminó, llegó a la zona de la entrada, Mónica con una sonrisilla le indicó con la cabeza donde estaba la señora sentada. Se acercó Álex.
-Buenos días señora.
-Hola, buenos días Álex.
-¿Entramos en un despacho? Así estaremos más tranquilos.
-Sí, sí, por supuesto.-
Le contestaba la señora mientras se levantaba de la silla con una agilidad pasmosa para su edad, entraron en un despacho que tenían preparado para redactar las denuncias con cierta tranquilidad, denuncias que muy pocas veces se producían o eran gilipolleces sin importancia. Álex le ofreció a la señora una silla para sentarse delante de la mesa, el ocupó la otra silla, a su lado, no creyó conveniente colocarse al otro lado de la mesa para escribir en el ordenador, sabía que no habría ninguna denuncia.
-Gracias hijo ¿Cómo está tu madre? Hace mucho que no la veo.
-Tendría que llamarla, hablar un rato con ella y salir las dos a pasear con la señora Satu…
-Ya sé que ellas salen a pasear muchos días, pero es que yo tengo muchas cosas que hacer, no tengo tiempo de pasear.
-Claro, tiene que cuidar de sus gatos.
-Sí, y más cosas que hago, por cierto ¿Sigues soltero Álex?
-Sí, sigo soltero y sin compromiso…
-Pues tendrías que solucionar ese tema ¿No te has fijado en Mónica? Es muy guapa la chica…
-Sí, es muy guapa y un encanto de niña, pero mire, no estoy en condiciones de buscar pareja…
-No seas tonto hombre, además, con esa chica harías muy buena pareja, seguro que a tu madre le encantaría esa mujer para ti.
-Bueno señora… es que estoy muy ocupado ¿Qué es lo que le pasa?- Intentaba Álex cambiar de conversación.
-¿Ocupado? Venga chico, todos sabemos que aquí no pasa nada nunca ¿Ocupado en qué? En conocer a esa chica tan guapa tendrías que ocupar tu tiempo…
-¿Quiere que le ayudemos en algo? O ¿Solo ha pasado a convencerme para salir con Mónica?
-No, no, mira, cada uno que haga lo que quiera con su vida.
-Está bien ¿Qué problema tiene?
-Bueno… es qué… ha desaparecido… Leonardo, sí Leonardo.
-¿Leonardo? ¿Quién es Leonardo?
-¡Ay chico! Que despistado eres ¿Así como vas a conseguir novia? ¡Por favor! Leonardo es uno de mis gatos.
-¡Ah claro! Que despiste, perdone señora Cat…, señora ¿Y qué cree que le ha pasado?
-¡Álex hombre! Si lo supiera no habría venido hasta aquí ¿No crees?
-Pues tiene razón, vale, no se preocupe, avisaré a nuestros compañeros que están de patrulla para que lo busquen ¿Le parece bien?
-Sí, sí, fantástico. Sabes que me gusta mucho hablar contigo Álex, eres muy educado y tienes mucha paciencia conmigo.
-Es mi trabajo señora, estamos para ayudar al ciudadano.
-Muchas gracias hijo, saluda a tu madre de mi parte.
-Así lo haré, no se preocupe.
Salieron los dos del despacho, Mónica sonreía sin mirarlos, Álex la acompañó hasta la puerta, después volvió a entrar.
-¿A puesto alguna denuncia?- Preguntaba riendo Mónica.
-Sabes que no, es lo de siempre, viene a hablar un rato y se va.
-Tienes mucha paciencia con ella Álex, eres un buen tío.- Le decía Mónica mirándolo con cariño.
-Está muy sola, la pobre se aburre y nosotros la distraemos un rato ¡Eh! Bórrame de la lista, la próxima vez que le toque al siguiente.
Mónica le enseñaba una lista, Álex podía ver una cruz al lado de su nombre.
-Al ritmo que lleva la señora te tocará en un mes y medio más o menos.
Reían los dos cuando escucharon una voz desde la puerta.
-Álex.- Los dos se giraron, la señora volvía a estar en la puerta mirándolos.- supongo que vendrás el viernes, a la presentación de las fiestas de invierno como cada año.
-Sí señora, mi madre ya me ha llamado un par de veces para confirmarlo.
-Estupendo, estaba yo pensando… que podrías invitar a Mónica, seguro que ella no sabe lo que es eso.
Álex no sabía qué cara poner.
-No sé si Mónica estará interesada, ya sabe que la mayoría de asistentes es gente mayor.- Intentaba disimular Álex.
-Mónica cariño, pídele a Álex que te invite, es muy divertido, tienes que verlo.
Y sin decir nada más, la abuelita se dio la vuelta saliendo a la calle. Mónica y Álex se quedaron en silencio, bueno, Álex más que Mónica.
-¿Qué es eso de las fiestas de invierno?- Preguntaba interesada Mónica.
-En esta ciudad tenemos dos fiestas locales, las de verano y las de invierno, no sé por qué la gente mayor le da más importancia a las de invierno y los jóvenes a las de verano. Este viernes el ayuntamiento, junto con el patrocinador más importante de las fiestas, la universidad, hace la presentación. A eso se refería Catwoman.
-¿Y en qué consiste la presentación?- Insistía Mónica.
-Bueno… nada especial, invitan a una pequeña cena, te dan la chapa con unos discursos y acaban tirando fuegos artificiales, eso es todo.
Mónica lo miraba fijamente, Álex se giraba para marcharse.
-Álex.- Le llamó Mónica, él se giró sabiendo lo que le diría.- ¿No me vas a invitar?
-¿De verdad te interesa?- Preguntaba Álex sin demasiado entusiasmo.- Solo va gente mayor, bueno la mayoría, es bastante aburrido la verdad…
-Mira, si no quieres invitarme lo entiendo, no hace falta que te justifiques tanto.
-No, no, no me malinterpretes, yo solo te explicaba un poco…
Mónica lo miraba fijamente con una sonrisilla.
-¿Quieres ir, no?- Preguntó Álex sabiendo la respuesta. Mónica con la misma sonrisa movía la cabeza de arriba abajo confirmándolo.
-De acuerdo, ya quedaremos, te pasaré a buscar y vamos juntos.
-De acuerdo, ya me dirás algo.- Se medio cachondeaba Mónica orgullosa de que la invitara.