berserk37
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La cruda realidad
Creía de verdad que había encontrado la felicidad absoluta, tenía un buen trabajo donde me encontraba muy a gusto, también tenía una relación con Tomás, él era indudablemente el amor de mi vida, por lo menos yo estaba convencida de ello, pero las cosas no siempre terminan saliendo como una espera. Me llamo Alba y nací en un pequeño pueblo costero, mis padres trabajaron duro para que pudiera ir a la universidad. Si algo tenía claro era que no pensaba defraudarlos a ellos, pero sobre todo no pensaba defraudarme a mí.
En mi pueblo no había universidad, así que tuve que trasladarme a la capital para poder cursar la carrera de empresariales, por suerte en la capital vivía una antigua amiga de mi madre que me dejaría una habitación en su casa a cambio de que trabajara en la cafetería que regentaba. Por suerte la cafetería quedaba al lado de la universidad y ella vivía en el piso de arriba de la cafetería. Ahorrándome el transporte público, recuerdo la mañana que cogí el autobús que me llevaría de mi pueblo a aquella gran metrópolis.
También recuerdo las lágrimas de mi madre y la mirada de orgullo de mi padre, la primera persona de aquel pequeño pueblo que iba a la universidad, tenía sentimientos encontrados, tristeza por separarme de las dos personas que más me querían en este mundo y alegría por ese nuevo mundo que se habría delante de mí. Otro sentimiento que recorría mi cuerpo era el del miedo, estaba acostumbrada a vivir en un pueblo pequeño donde todos nos conocíamos, era como una burbuja donde me sentía segura, pero ahora estaba a punto de pisar una gran ciudad, donde su puerto ya era más grande que todo mi pueblo.
Había sacado la belleza de mi madre y el carácter de mi padre, muchos en el pueblo me decían que con mi belleza, todo me iría rodado en aquella gran ciudad, pero yo no quería que me reconocieran por mi belleza, sino por mi trabajo. Sabía que esa belleza me abriría muchas puertas, pero lucharía para que si me ascendían fuera por mi buen hacer en mi trabajo. Absorta como estaba en una vorágine de pensamientos llegue a la parada de autobuses de aquella gran ciudad. Cuando baje del autobús, Marta ya me estaba esperando, ella era la amiga de mi madre y la que me dejaría una habitación a cambio de trabajar en la cafetería.
Además de la habitación tendría un sueldo aunque no fuera alto, al no tener que pagar alquiler era suficiente para mí. El primer curso estaba siendo más duro de lo que me imaginaba, creía estar preparada, pero las asignaturas se encargaron de dejarme claro que no lo estaba. Estudie con ahínco durante las horas que tenía libres y así me presente a mis primeros exámenes. Estaba muy nerviosa, uno a uno fui haciéndolos, de algunos salía más contenta, de otros con más dudas, pero la hora de la verdad llego, vería si todo el esfuerzo y el sacrificio habían dado sus frutos.
Durante las vacaciones de navidad viaje a mi pueblo, pero me pase las dos semanas metida en mi antigua habitación inmersa en mis libros, prácticamente no celebre nada, pero volver a tener a mis padres cerca era suficiente para mí, recuerdo cuando mis amigos de toda la vida me llamaron para celebrar el año nuevo, pero yo decline la oferta porque al día siguiente tenía que estudiar, si os soy sincera tenía unas ganas locas de salir, pero tenía una marca trazada y para llegar tendría que sudar sangre.
Todo aprobado, con una media de notable alto, tenía mucho que mejorar para poder llegar a la meta, pero era un buen comienzo. Algunos alumnos decidieron hacer una fiesta para celebrar que los exámenes habían terminado, yo decline la oferta, pero entonces Marta se me acerco y me dijo.
• Venga Alba, no todo es trabajo en la vida.
• ¿Estás segura?, me da no sé qué dejarte sola con lo bien que te portas conmigo.
• No seas tonta, la que tengo que agradecerte soy yo a ti, que desde que trabajas aquí he podido descansar, ya has trabajado suficiente, es hora de divertirse.
• ¿Es una orden? - pregunté mientras me reía.
• Es una orden – dijo Marta mientras me abrazaba.
• Gracias Marta.
• Tu procura pasártelo bien y olvídate de todo lo demás durante unas horas.
Me subí a mi habitación, elegí una blusa azul marino que me quedaba de cine y unos pantalones blancos que se pegaban a mi cuerpo como una segunda piel, era una mujer bastante alta, así que no necesitaba mucho tacón, elegí unos de color azul marino que me había comprado con el sueldo que me ganaba con el sudor de mi frente. La verdad es que estaba para comerme. Durante todo el tiempo que había estado en esa ciudad no me había preocupado más que por estudiar y sacar buenas notas, descuidando mi aspecto físico.
Tenía miopía, así que llevaba gafas desde que era muy pequeña, durante un tiempo probé lentillas, pero terminaba con los ojos irritados y con bastante dolor, para ir a la universidad usaba mis gafas de toda la vida, las gafas más baratas del mercado, era una cosa que nunca me importo, pues gracias a ellas podía ver bien, eso era lo importante, pero en cuanto pude ahorrar algo de dinero gracias a mi trabajo, me compre unas que realzaban mi belleza.
Estas solo me las pondría en ocasiones especiales, para los demás días usaba mis gafas de pasta feas, pero que siempre habían cumplido su propósito a la perfección. Un último vistazo al espejo, por primera vez en mucho tiempo llevaría mi cabello rubio suelto, siempre lo llevaba en un moño para que no me estorbara en la universidad. Aunque era una mujer bella, mi prioridad eran mis estudios, vistiéndome con ropa holgada para pasar lo más desapercibida posible, pero aquella noche quería mostrar que el patito feo también podría convertirse en un precioso cisne.
Cuando llegue a la fiesta, mis compañeros no me reconocieron al principio, pero cuando se dieron cuenta quien era no se lo podían creer. De repente toda esa gente que me había ignorado durante esos meses me prestaban toda su atención. En vez de sentirme alagada, consiguieron que me sintiera decepcionada, solo había cambiado mi apariencia exterior, por dentro seguía siendo la misma. Las chicas querían que me juntara con ellas, que fuera una más de ellas, pero esa no era lo que yo quería, si terminaba formando parte de ese grupo no aprobaría ninguna asignatura, pues estaban más preocupadas en follar con chicos y salir de juerga que en estudiar.
En cuanto a los chicos se les veía venir de lejos, solo querían meterse entre mis piernas, algunos lo disimulaban mejor, otros, sin embargo, no se andaban por las ramas y eran francos en sus intenciones, cosa que les agradecí, pero rechace cada propuesta con educación, pero de forma contundente. No era virgen, en el pueblo había tenido un par de relaciones, perdí la virginidad con un amigo de toda la vida, nuestra relación empezó como una amistad, pero pasábamos muchas horas juntos y según fuimos cumpliendo años y las neuronas se fueron revolucionando terminamos enamorándonos, o eso creíamos nosotros entonces.
Mi primera vez fue un desastre, los dos estábamos tan nerviosos que no dábamos una a derechas. Él quería que se la mamara, yo no lo había hecho nunca, tenía mis reticencias, pero viendo la ilusión que le hacía accedí. Se la mordí en más de una ocasión, en una de ellas haciéndole una pequeña herida, pero eso no nos detuvo a ninguno de los dos. Según cogía más confianza fui mamando esa polla con cierta torpeza, pero con mi mejor intención hasta que se corrió sin avisar, teniendo que tragarme toda su corrida, menudo mosqueo me pille, pero pude ver en su rostro que de verdad no pudo contenerse, no lo había hecho de forma intencionada.
El intento complacerme a mí comiéndome el coño, era todo empeño y buena voluntad, pero un desastre como lo había sido yo, me deje llevar por mi instinto y así le fui guiando hasta que llegue a un orgasmo que termino en una corrida que esta vez tuvo que tragarse él, tampoco le hizo ninguna gracia, pero lo comido por lo servido. Llego la hora de la verdad, me tumbe en la cama y espere a que mi novio se pusiera el condón, una vez puesto me metió su polla, tengo que decir que fue muy cuidadoso y paciente. El sexo fue torpe por las dos partes, pero la verdad es que aunque fue un desastre, no fue del todo malo, los problemas vinieron cuando se corrió dentro del condón y empezó a sacar su polla de mi coñito.
Se había colocado el condón al revés, quedándose el condón dentro de mi vagina lleno de su corrida. Los dos nos pusimos nerviosos y fuimos incapaces de sacarlo. Muertos de vergüenza tuvimos que ir al pequeño hospital del pueblo donde me sacaron el condón, dándome también la pastilla del día después. Este hecho se comentó durante meses, mis padres pasaron tanta vergüenza como yo, pero siempre me apoyaron y me animaban cuando me veían triste. Después de esa primera y accidentada vez, el sexo fue mejorando, pero todo se torció cuando llego el verano, muchos veraneantes elegían nuestro pueblo, porque tenía buenas playas y era más tranquilo que la capital.
Mi novio que pensaba más con la cabeza de abajo que con la de arriba me fue infiel la primera vez que tuvo la oportunidad con una chica extranjera. El problema es que se la follo en la playa, aunque era de noche le vieron y los chismes en nuestro pueblo viajaban más deprisa que la velocidad de la luz. Como un cobarde pensó que si escondía la cabeza en un agujero como los avestruces el verano pasaría y todo volvería a la normalidad cuando aquella chica extranjera volviera a su país.
No le di el gusto, en cuanto me entere de lo ocurrido, viendo que no tenía intención de dar la cara me presente yo misma en su casa, exigiendo que bajara a hablar conmigo, al final se dignó a bajar, creo que obligado por su madre.
• ¿No tienes nada que contarme? - dije muy enfadada.
• No le des importancia, esto solo será en verano, después todo volverá a ser como antes.
La conversación se acabó ahí mismo, mi respuesta a esa majadería fue incrustarle mi mano en su cara en forma de tortazo que le hizo retroceder unos pasos hasta chocar contra la puerta de su portal. Después de eso me di media vuelta dejándole sentado en el suelo mientras se sujetaba con su mano, su adolorida cara, así termino mi primera relación, no volví a dirigible la palabra nunca más. Intento acercarse a mí, pero solo quería una cosa de mí, mi coño. Cuando creía que no podía decepcionarme más él lo conseguía, después tuve otra relación, pero fue más de lo mismo, yo quería una relación y él solo quería follar con todo lo que se movía.
Así que decidí que esa relación tampoco me llevaba a ninguno lado, porque tuvo la desfachatez de decirme que aunque él se follara a toda mujer que se le pondría delante, yo solo podía follar con él y con nadie más, os imagináis como termino la cosa, otro tortazo y esta vez me hice daño hasta en el codo de lo fuerte que le di, volviendo al presente, no tarde en darme cuenta de que no encajaba en esa fiesta, pero me acababa de sacar una cerveza y me apetecía mucho bebérmela, después me volvería a mi casa. Me salí al porche trasero de aquella casa donde se estaba dando la fiesta, sentándome en uno de los bancos que rodeaban la piscina que estaba tapada con una lona de plástico.
Estábamos a finales de noviembre, hacía bastante frío, por suerte me había traído un plumífero muy calentito que me permitió beberme mi cerveza lejos de todo el ruido y las personas con las que no encajaba. Entonces noté como alguien me echaba una especie de manta por encima, al girarme lo vi, un chico guapísimo con una sonrisa que iluminaba la noche más oscura. Algo dentro de mí se movió y empecé a sentir mariposillas en mí, estómago. Intente dejar de sentir aquello, pero me fue imposible, aquel chico me pidió permiso y se sentó a mi lado.
• Te he visto desde dentro y he pensado que esta manta te vendría bien.
• Pues si gracias, el plumífero es calentito, pero ya empezaba a sentir frío.
• Perdona mi falta de educación, me llamo Tomás.
• Yo Alba.
• Encantado Alba.
• Igualmente.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro durante un instante, después empezamos a hablar, la conversación era fluida, como si nos conociéramos de toda la vida. Me comento que su padre era el dueño de la casa, además de ser el empresario más poderoso de la capital, también me comento que se estaba esforzando para estar lo mejor preparado posible para cuando entrara en la empresa. No quería entrar en la empresa solo por ser el hijo del dueño, quería demostrar que estaría preparado para dirigir la empresa cuando llegara el momento.
Tengo que decir que Tomás me estaba gustando mucho, no era como los demás chicos de esa fiesta. Podía sentir el interés que yo despertaba en él, pero también que él buscaba algo más que un polvo. En un momento me pidió que le siguiera, pensé que el momento mágico que había surgido entre los dos estaba a punto de terminar, pero no fue así, me llevo a una especie de terraza, que estaba cubierta y en medio había una mesa con sillas. Mientras yo me sentaba él fue a una pequeña nevera y saco dos cervezas, después encendió una calefacción que no tardo en caldear ese sitio haciendo que me tuviera que quitar el plumífero.
Se sentó en el asiento de al lado, volviendo a la conversación que habíamos tenido, una noche de la que no me esperaba nada, se había convertido en algo interesante. Porque me había permitido conocer a un chico amable, atento y la mar de interesante. Estábamos tan inmerso en nuestra conversación que no nos dimos cuenta de que había empezado a nevar, haciendo que ese encuentro fuera todavía más especial si cabe. Esa noche conocí al amor de mi vida, yo estaba segura de eso. Estuvimos quedando como amigos durante unas semanas, pero era más que evidente lo que sentíamos el uno por el otro, eso nos llevó a comenzar una relación.
Todavía recuerdo la primera vez que hice el amor con Tomás, había reservado una mesa en el restaurante más exclusivo de la ciudad, yo no tenía nada que ponerme, así que esa misma tarde me acompaño a comprarme un vestido de noche y todos sus complementos. Los precios eran desorbitados, con lo que ganaba en un mes no pagaba ni la etiqueta en el que estaba escrito el precio. Tomas insistió que él se haría cargo de los costes, cosa de la que yo me negué, pero me dijo que esa noche era especial, que le permitiera ese capricho.
Acepte con una condición, le devolvería hasta el último céntimo que se gastara en toda la ropa que íbamos a comprar. Elegí un juego de ropa interior semitransparente de color negro, un vestido de noche de ese mismo color con zapatos a juego, lo que fue una locura fue cuando fuimos a comprar el bolso, si el vestido hace que casi me desmalle por su precio, el bolso hizo que casi perdiera la cordura. Necesitaría más de una vida para devolverle todo ese dinero, pero tenía claro que le devolvería hasta el último céntimo.
La cena fue exquisita, todos los platos y el postre de primer nivel, además el trato inmejorable. Tomas no quiso decirme lo que había pagado, tal vez para que no se me cortara la digestión. Después me llevo a un pub donde sonaba rock de los años setenta y ochenta. Me sorprendió gratamente, la verdad es que pensaba que me llevaría a una de esas discotecas ruidosas llenas de gente donde tenías que gritar para poder entablar una conversación con una persona. El pub no estaba muy concurrido y la música tenía el sonido justo para poder escucharla perfectamente, además mantener una conversación sin tenerte que dejar las cuerdas vocales en el intento. Buena cerveza, buena música y la mejor compañía, que más podía pedir. El pub tenía una pequeña pista de baile que usamos los dos sobre todo cuando sonaba alguna balada, eso nos permitía bailar más pegados, sentir su cuerpo pegado al mío me estaba poniendo a mil, en más de una ocasión tuve que ir al baño a refrescarme la cara con agua fría por los calentones que me estaba llevando.
No sé qué hora seria, pero el dueño del local nos avisó que fuéramos terminando las consumiciones porque estaban a punto de cerrar, Tomás y yo nos mirábamos, pues estábamos en la mitad de la pista agarrados bailando la que sería la última canción de esa noche. Entonces ocurrió,
nuestros labios se fueron acercando hasta hacer contacto en un beso lleno de pasión. Las pocas personas que quedaban en el pub empezaron a silbar y animándonos, además de pedirle otra canción al dueño del pub, para que pudiéramos seguir disfrutando, pero no pudo ser, era la hora de cierre.
Tomas pago la última consumición, después cogiéndome de la mano me llevo a la salida. Me dijo que tenía una última sorpresa, llamo a un taxi, mientras este venía nos volvimos a besar. Cuando llego y nos montamos, Tomás le indico una dirección al taxista. No conocía esa parte de la ciudad, la verdad es que solo me había movido por las cercanías del campus universitario. Lo más lejos que había ido era a la casa de Tomás en aquella fiesta. Cuando llegamos a nuestro destino no podía creer lo que estaba viendo, el hotel más exclusivo de la ciudad, donde se solían hospedar las personas más importantes, el edificio me parecía una preciosidad, pero viniendo de un origen humilde donde teníamos que trabajar duro todos los días para llegar a final de mes, la situación me incomodo y Tomás lo noto.
• ¿Te ocurre algo Alba? Tu expresión se ha tornado muy seria.
• No es nada, solo que no estoy acostumbrada a esto y me parece excesivo.
Tomas me miro, diciendo que tenía otra idea mejor, nos volvimos a montar en el taxi, este nos llevó a la misma casa donde había estado en una fiesta hace dos semanas. Esta vez toda la casa estaba en silencio, eso hizo que me pareciera más grande que la vez anterior, por fin llegamos a aquella terraza cubierta donde había podido conversar durante toda la noche con Tomás, me quite los zapatos, tenía los pies hechos polvo. Tomas cogió mi abrigo, entrando con él en brazos a dentro de la casa donde preparo un par de copas, no llegamos a degustarlas, nuestras bocas estaban demasiado ocupadas en jugar la una con la otra.
En un costado de aquella terraza había una puerta, Tomás se acercó allí, la abrió y me indico que me acercara, después encendió unas luces. Detrás de esa puerta se encontraba una piscina climatizada, más pequeña que la de afuera, pero suficiente para poder nadar en invierno y no helarte de frío. No me lo pensé dos veces, me acerqué a el para que me ayudara con la cremallera, pego su cuerpo al mío, apretando su cintura a la mía, entonces fue cuando note la dureza de su herramienta. Una vez la cremallera estaba bajada de dos golpes de cadera me bajé el vestido quedándome solo con el sujetador y el tanga semitransparente de color negro.
Después me acerque a Tomás de forma sugerente, cuando llegue a él le di un pico en los labios, mientras habría la cremallera, abriéndome paso hasta poder coger entre los dedos de mi mano aquel trozo de carne candente. Tomas suspiro de gusto, de un rápido movimiento se deshizo del cinturón y se desabrochó el pantalón mientras yo seguía masajeándosela. Una vez liberada de su encierro me agaché metiéndome todo lo que pude en mi boca, pues era bastante grande, por lo menos más grande que las mis anteriores parejas.
Mi experiencia en estas lindes no era muy abundante, eso pude comprobarlo al mirar sus expresiones, pero conseguí que se corriera previo aviso que yo ignore porque de verdad quería probar su néctar. Aunque no fue el mejor sexo oral que le habían hecho en su vida, al final termine impresionándolo al haberme tragado su corrida con gula. Me separé de él deshaciéndome de las únicas prendas que impedían que me viera en toda mi desnudez. Me quite las gafas, dejándolas sobre la mesa donde descansaban nuestras copas, yo me tome la mía de un trago, después me fui metiendo poco a poco en la piscina mientras movía mi culo en un movimiento hipnótico. Tomas prácticamente se arrancó la ropa, de un bolsillo saco un condón que se puso rápido entrando en la piscina. Al ponerse delante de mí pude notar como su polla se restregaba con mi coñito, después nos empezamos a besar mientras él me llevaba hasta la parte que menos cubría de la piscina, una vez que mi espalda choco contra la pared note como su polla iba entrando poco a poco en mi coñito.
Sentí una mezcla de dolor y placer que me tenía extasiada, una vez la tuvo dentro estuvo quieto para darle tiempo a mi coñito para acostumbrarse al tamaño, cuando dejo de molestarme le indique con un beso, Tomás empezó un mete saca acompasado pero con embestidas profundas. Jamás había sentido tanto placer, de repente empezó a intensificar las embestidas, haciendo que me corriera en un alarido que debieron escucharlo hasta en la parte más alejada de la capital. No sé cuanto tiempo me estuvo penetrando, pero yo tuve otros tres orgasmos cada cual más devastador que el anterior antes de que él se derramara dentro del condón.
Estaba agotada con la respiración agitada, pero más feliz que nunca, Tomás también estaba satisfecho, él fue el primero en salir y ofrecerme un albornoz, después nos metimos en su casa donde nos duchamos, volviendo a hacer el amor una vez más. Aquella noche acabo conmigo en la cama entre los brazos de Tomás con una sonrisa de oreja a oreja.
De esa manera empezamos a salir de forma oficial, durante los cinco años que duro la carrera, follamos mucho, estudiamos mucho y yo trabaje mucho en la cafetería de Marta, esta última se quedó con la boca abierta el día que le presente a Tomás. No todo fue de color de rosas, en los pasillos de la facultad corrían rumores que algunos chicos se montaban sus fiestas privadas a espaldas de sus parejas donde engañaban a estas, según los rumores uno de ellos era Tomás. En honor a la verdad el comportamiento de Tomás jamás cambio con respecto a mí, siempre salíamos juntos y si no lo hacíamos nos quedábamos en su casa viendo una peli o follando, porque en ese aspecto la cosa fue a mejor.
Nadie tenía pruebas, eran sus palabras contra la de Tomás, pero reconozco que durante un tiempo eso nos afectó, consiguiendo que nos fuéramos separando poco a poco. Ya cansada de todo decidí hablar con Tomás y zanjar este asunto.
• Tomas, tenemos que hacer algo, estos rumores están acabando con nuestra relación.
• Te prometo que no tengo nada que ver, siempre estoy contigo y cuando no podemos quedar es por un asunto familiar, ¿qué gano mintiéndote?
Su padre me dio pruebas contundentes que los fines de semana que no nos veíamos era porque quedaba con él para asuntos de la empresa, para que fuera aprendiendo los entresijos, pasando el fin de semana con él y con su madre. Teniendo esas pruebas en la mano no tenía motivos para no creer en su palabra, cuando no estaba conmigo estaba con sus padres. Ninguno que difundió esos rumores fue capaz de darme pruebas de lo que contaban, siempre alegaban que solo los elegidos podían entrar en esas fiestas, así que decidí creer al hombre del que estaba enamorada.
Una vez pasado este bache, las cosas fueron sobre ruedas, llego el último año de carrera, nos licenciamos los dos como los primeros de nuestra promoción. El padre de Tomás no tardo en hacerme una propuesta de trabajo que no pude rechazar, Tomás se encargaría de las finanzas hasta que su padre se jubilara y él tomara las riendas, mientras yo me encargaría de las auditorias de las empresas que nos contrataran.
La única pega que le ponía a mi trabajo era que tendría que viajar bastante, pero Tomás con una sonrisa me dijo que en bastantes viajes se podría escapar para estar allí conmigo, así después de terminar la auditoria podríamos tomarnos unos días de descanso. Después de cinco años de noviazgo decidimos que ya era hora de casarnos, así lo hicimos al año de empezar a trabajar los dos en la empresa de su padre. Ninguno de los dos queríamos una boda ostentosa, haciéndoselo saber a los padres de Tomás, estos no estaban muy de acuerdo, pues el padre de Tomás y mi jefe quería utilizar nuestra boda para captar clientes.
Tomas no estaba dispuesto, amenazando con fugarnos y casarnos por nuestra cuenta, al final sus padres entraron en razón y así lo hicimos, una boda solo para la familia y amigos íntimos. Marta fue invitada, la verdad es que se lo paso genial, bailando con unos y con otros. La noche de bodas fue apoteósica y la luna de miel ni te cuento, estuvimos quince días en Sicilia. Sol, playa y mucho sexo. Lo único que lamentábamos los dos es que no me quedaba embarazada, después de hacernos las pruebas el resultado fue que sus espermatozoides no estaban en su mejor forma, pero había tratamiento.
Después de hablarlo y viendo los pros y las contras Tomás decidió que se sometería al tratamiento para que en el futuro pudiéramos ser padres, pero con lo que no contábamos era que no solo los espermatozoides de Tomás se interponían en nuestro deseo de ser padres. El trabajo también fue un impedimento, teníamos mucho trabajo los dos, teniendo que aplazar lo de la paternidad, todavía éramos jóvenes y tendríamos más tiempo más adelante.
No fue así, porque todo se torció con la llegada de Astrid, una alemana hija de un amigo íntimo del padre de Tomás, una mujer que parecía una modelo de pasarela, alta con un precioso pelo negro como la noche y unos ojos azules que quitaban el aliento. El padre de Tomás estaba a punto de jubilarse, Tomás tomaría las riendas de la empresa y Astrid se encargaría de la contabilidad de la empresa. Desde el primer momento me di cuenta de que entre ellos había una relación más profunda se la querían demostrar, no le quería dar importancia, se conocían desde que eran unos críos, pero reconozco que eso me tenía con la mosca detrás de la oreja.
Decidí confiar en él, yo viajaba mucho y Tomás jamás puso en duda mi palabra, así que quien era yo para no creer en la suya. Lo que ocurre es que había algo que se ocultaba a plena vista y a mí se me escapaba, además coincidió con una época en la que tenía que viajar tres fines de semana al mes, antes Tomás se escapaba para pasar aunque fuera uno al mes a mi lado, pero desde que se supo que su padre se jubilaba, Tomás empezó a coger más responsabilidad en la empresa y eso le impedía viajar.
Cada vez que salía de viaje, lo hacía con un nudo en la boca del estómago, como si mi cuerpo me estuviera avisando de que algo no iba nada bien. El avión aterrizó puntual como un reloj suizo, normalmente siempre me solía estar esperando en el aeropuerto alguien de la empresa que tenía que auditar, pero esta vez no había nadie, decidí llamar a la empresa, cuál fue mi sorpresa cuando me comunicaron que había habido un error, pero que de todas formas mandarían un coche para recogerme.
Cuando llegue a la empresa el dueño me estaba esperando, subimos a su despacho, después de ofrecerme un café me explico que debía de haber habido un error, pues ellos no habían contratado nuestros servicios para auditar su empresa. Tengo que decir que aquel hombre fue muy amable conmigo haciéndose cargo del billete de vuelta. Para cuando llegue al aeropuerto de la capital, era de noche, lo único que quería era darme una larga ducha y conversar con mi marido mientras degustábamos una deliciosa copa de vino.
Normalmente, solía coger un taxi, después recogía mi coche del aparcamiento de la empresa, pero esta vez decidí que iría directa a casa en el taxi. El padre de Tomás nos regaló la casa donde Tomás y yo nos conocimos, donde hicimos el amor con tanto fervor en aquella piscina. Mientras estaba absorta en mis pensamientos llegamos, después de pagar al taxista este saco la maleta del maletero del coche y me deseo buenas noches, contestándole yo de igual manera. La casa estaba con las luces apagadas, eso me pareció extraño, porque para esas horas Tomás solía estar en casa, entre en ella y lo que más me apetecía era meterme en el agua.
Decidí que me bañaría desnuda en la piscina, empecé a quitarme la ropa mientras me dirigía allí, pero según me acercaba vi luz y unos sonidos inconfundibles de dos personas follando con mucha intensidad. Todo mi cuerpo empezó a temblar, estaba tan nerviosa que no me di cuenta de que estaba medio desnuda cuando llegue a la puerta. Al abrir la puerta me encontré a Tomás de espaldas mientras penetraba desde atrás a una mujer a la que no podía ver, pues el cuerpo de Tomás la tapaba, pero que no me hizo falta al reconocer su voz.
Era Astrid la que estaba siendo follada salvajemente, la ira empezó a recorrer todo mi cuerpo, apreté el pomo de la puerta con tanta fuerza que me hice hasta daño, no pude contenerme y cerré la puerta de un portazo rompiendo el cristal que adornaba la puerta en mil pedazos. Tomas se movió debido al susto que se llevó desacoplándose de Astrid haciendo un ruido como de ventosa cuando su polla salió del culo de Astrid.
• Cariño esto no es… - balbuceaba Tomás hasta que le corte.
• Déjalo, solo quiero que os marchéis los dos – dije conteniendo mi enfado.
• Cariño hablemos por favor – dijo un desesperado Tomás.
• El cariño se demuestra Tomás y ya veo cuál es tu forma de demostrarlo.
• ¡Alba por favor! - grito un desesperado Tomás.
• !Los rumores de la universidad eran ciertos verdad! - grité.
Tomas solo agacho la cabeza, Astrid no dijo nada, pero empezaba a pensar que estaba detrás de todo esto. Una vez que termino de vestirse paso a mi lado sin mirarme, después se perdió por la puerta hacia la salida. Tomas cayó de rodillas sobre el suelo llorando como un chiquillo cuando le han descubierto haciendo una trastada, solo que esto no era una trastada, era el final de nuestro matrimonio y nuestra relación. El hombre al que yo consideraba el amor de mi vida me había estado engañando desde el principio, me pedía perdón entre lágrimas, me decía hipando que no lo volvería hacer, pero yo ya no le creía.
El Tomás que yo creía conocer había terminado siendo un fraude, entonces le mire y le dije.
• Si alguna vez de verdad me has querido, te marcharás de esta casa y me dejarás tranquila, mi abogada pronto se pondrá en contacto contigo para firmar los papeles del divorcio – dije con lágrimas en los ojos.
Tomas totalmente derrotado se vistió, saliendo por la puerta de casa para no volver, fue la peor noche de mi vida, todo lo que me había hecho feliz los últimos años estaba sustentado en una mentira, me senté en la tumbona repasando los últimos ocho años de mi vida mientras no paraba de llorar, la noche dio paso al día que recibí en la misma tumbona en la que me senté horas atrás, solo que esta vez ya no lloraba, mis lágrimas se habían secado, lo primero que hice fue llamar a Marta para que me ayudara a recoger mis cosas, lo segundo llame a mi abogada para que redactara los papeles del divorcio.
Cuando Marta llego y le abrí la puerta se asustó, parecía una muerta en vida, me preparo un café bien cargado, después me ayudo a hacer mi maleta. Solo metí en ella las cosas que tenía antes de comenzar la relación con Tomás, el resto lo deje en aquella casa. Marta fue mi mayor apoyo, era capaz de levantarme el ánimo cuando me decaía, en eso me recordaba a mi madre. La verdad es que volver a su casa me vino muy bien, empecé a trabajar a jornada completa en la cafetería, eso mantenía mi mente ocupada e impedía que me terminara de derrumbar. Una semana después mi abogada llamo para decirme que los papeles del divorcio ya estaban preparados. Llame a Tomás para quedar con él, quería terminar con esto cuanto antes, Tomás me dijo de vernos en la empresa de su padre. Escribí una carta de dimisión, no tenía intención de volver a pisar esa empresa después de que el divorcio se hubiera hecho efectivo.
Quede con Tomás para el día siguiente, pase mala noche despertándome cada dos por tres, en vez de un café le pedí a Marta que me hiciera una tila. Después cogí mi coche, poniéndome en marcha, no tarde en llegar a la puerta de la empresa, aparque mi coche en la calle, no quería pasar ni un minuto más de lo necesario en esa empresa, al entrar me esperaban Tomás, su padre y su abogado. El padre de Tomás me pidió hablar los dos en privado, como no quería alargarlo más de lo necesario acepte.
• Siento lo que ha pasado – dijo el padre de Tomás.
• Sientes que tu hijo me engañara o que yo le pillara.
El padre de Tomás puso mala cara, pero se recompuso poniendo el sobre, sobre la mesa. Cogí el sobre, dentro de él había un cheque con una más que generosa oferta.
• Me gustaría que aceptaras este dinero como compensación y nos olvidemos del divorcio, Tomás está destrozado – dijo su padre.
• Lo que yo sienta no importa por lo que parece – dije más que indignada.
• Lo aceptas o no – dijo él con un tono duro.
Deje el cheque sobre la mesa, abrí la carpeta y de ella saque mi carta de dimisión que coloque sobre la mesa delante del padre de Tomás, acto seguido cogí el cheque y lo rompí en mil pedazos.
• Veo que ya has tomado tu decisión, acepto tu carta de dimisión y una última cosa.
• Dime – dije ya más que cansada.
• No volverás a encontrar un trabajo como el que tenías en toda tu vida, podías vivir muy bien, pero has decidido dejarte llevar por tu orgullo.
• ¿Has acabado? - pregunté muy cansada de su presencia.
• Sí.
• Pues me marcho.
Tomas a indicación de su padre firmo los papeles del divorcio, ya nada me unía a esa familia, pero la cruda realidad es que la amenaza del padre de Tomás se cumplió, él fue el infiel, el mentiroso, pero fui yo quien pago los platos rotos viendo como me cerraban todas las puertas a un posible trabajo como el que tenía antes de que toda la mentira saltara por los aires, recibí todo tipo de escusas, pero sabía que detrás de eso estaba la mano negra de mi ex suegro. Pero lo que mi ex suegro no sabía era que yo no me daba por vencida tan fácilmente, con la ayuda de mis padres y Marta conseguí montar mi propia empresa de auditorias.
La cosa parece que va arrancando, he tenido que apretarme mucho el cinturón, ofreciendo unos precios muy asequibles, pero poco a poco voy empezando a tener una cartera de clientes, sé que con esfuerzo en el futuro vendrán mejores tiempos, tanto en el trabajo como en el amor.
FIN.
Creía de verdad que había encontrado la felicidad absoluta, tenía un buen trabajo donde me encontraba muy a gusto, también tenía una relación con Tomás, él era indudablemente el amor de mi vida, por lo menos yo estaba convencida de ello, pero las cosas no siempre terminan saliendo como una espera. Me llamo Alba y nací en un pequeño pueblo costero, mis padres trabajaron duro para que pudiera ir a la universidad. Si algo tenía claro era que no pensaba defraudarlos a ellos, pero sobre todo no pensaba defraudarme a mí.
En mi pueblo no había universidad, así que tuve que trasladarme a la capital para poder cursar la carrera de empresariales, por suerte en la capital vivía una antigua amiga de mi madre que me dejaría una habitación en su casa a cambio de que trabajara en la cafetería que regentaba. Por suerte la cafetería quedaba al lado de la universidad y ella vivía en el piso de arriba de la cafetería. Ahorrándome el transporte público, recuerdo la mañana que cogí el autobús que me llevaría de mi pueblo a aquella gran metrópolis.
También recuerdo las lágrimas de mi madre y la mirada de orgullo de mi padre, la primera persona de aquel pequeño pueblo que iba a la universidad, tenía sentimientos encontrados, tristeza por separarme de las dos personas que más me querían en este mundo y alegría por ese nuevo mundo que se habría delante de mí. Otro sentimiento que recorría mi cuerpo era el del miedo, estaba acostumbrada a vivir en un pueblo pequeño donde todos nos conocíamos, era como una burbuja donde me sentía segura, pero ahora estaba a punto de pisar una gran ciudad, donde su puerto ya era más grande que todo mi pueblo.
Había sacado la belleza de mi madre y el carácter de mi padre, muchos en el pueblo me decían que con mi belleza, todo me iría rodado en aquella gran ciudad, pero yo no quería que me reconocieran por mi belleza, sino por mi trabajo. Sabía que esa belleza me abriría muchas puertas, pero lucharía para que si me ascendían fuera por mi buen hacer en mi trabajo. Absorta como estaba en una vorágine de pensamientos llegue a la parada de autobuses de aquella gran ciudad. Cuando baje del autobús, Marta ya me estaba esperando, ella era la amiga de mi madre y la que me dejaría una habitación a cambio de trabajar en la cafetería.
Además de la habitación tendría un sueldo aunque no fuera alto, al no tener que pagar alquiler era suficiente para mí. El primer curso estaba siendo más duro de lo que me imaginaba, creía estar preparada, pero las asignaturas se encargaron de dejarme claro que no lo estaba. Estudie con ahínco durante las horas que tenía libres y así me presente a mis primeros exámenes. Estaba muy nerviosa, uno a uno fui haciéndolos, de algunos salía más contenta, de otros con más dudas, pero la hora de la verdad llego, vería si todo el esfuerzo y el sacrificio habían dado sus frutos.
Durante las vacaciones de navidad viaje a mi pueblo, pero me pase las dos semanas metida en mi antigua habitación inmersa en mis libros, prácticamente no celebre nada, pero volver a tener a mis padres cerca era suficiente para mí, recuerdo cuando mis amigos de toda la vida me llamaron para celebrar el año nuevo, pero yo decline la oferta porque al día siguiente tenía que estudiar, si os soy sincera tenía unas ganas locas de salir, pero tenía una marca trazada y para llegar tendría que sudar sangre.
Todo aprobado, con una media de notable alto, tenía mucho que mejorar para poder llegar a la meta, pero era un buen comienzo. Algunos alumnos decidieron hacer una fiesta para celebrar que los exámenes habían terminado, yo decline la oferta, pero entonces Marta se me acerco y me dijo.
• Venga Alba, no todo es trabajo en la vida.
• ¿Estás segura?, me da no sé qué dejarte sola con lo bien que te portas conmigo.
• No seas tonta, la que tengo que agradecerte soy yo a ti, que desde que trabajas aquí he podido descansar, ya has trabajado suficiente, es hora de divertirse.
• ¿Es una orden? - pregunté mientras me reía.
• Es una orden – dijo Marta mientras me abrazaba.
• Gracias Marta.
• Tu procura pasártelo bien y olvídate de todo lo demás durante unas horas.
Me subí a mi habitación, elegí una blusa azul marino que me quedaba de cine y unos pantalones blancos que se pegaban a mi cuerpo como una segunda piel, era una mujer bastante alta, así que no necesitaba mucho tacón, elegí unos de color azul marino que me había comprado con el sueldo que me ganaba con el sudor de mi frente. La verdad es que estaba para comerme. Durante todo el tiempo que había estado en esa ciudad no me había preocupado más que por estudiar y sacar buenas notas, descuidando mi aspecto físico.
Tenía miopía, así que llevaba gafas desde que era muy pequeña, durante un tiempo probé lentillas, pero terminaba con los ojos irritados y con bastante dolor, para ir a la universidad usaba mis gafas de toda la vida, las gafas más baratas del mercado, era una cosa que nunca me importo, pues gracias a ellas podía ver bien, eso era lo importante, pero en cuanto pude ahorrar algo de dinero gracias a mi trabajo, me compre unas que realzaban mi belleza.
Estas solo me las pondría en ocasiones especiales, para los demás días usaba mis gafas de pasta feas, pero que siempre habían cumplido su propósito a la perfección. Un último vistazo al espejo, por primera vez en mucho tiempo llevaría mi cabello rubio suelto, siempre lo llevaba en un moño para que no me estorbara en la universidad. Aunque era una mujer bella, mi prioridad eran mis estudios, vistiéndome con ropa holgada para pasar lo más desapercibida posible, pero aquella noche quería mostrar que el patito feo también podría convertirse en un precioso cisne.
Cuando llegue a la fiesta, mis compañeros no me reconocieron al principio, pero cuando se dieron cuenta quien era no se lo podían creer. De repente toda esa gente que me había ignorado durante esos meses me prestaban toda su atención. En vez de sentirme alagada, consiguieron que me sintiera decepcionada, solo había cambiado mi apariencia exterior, por dentro seguía siendo la misma. Las chicas querían que me juntara con ellas, que fuera una más de ellas, pero esa no era lo que yo quería, si terminaba formando parte de ese grupo no aprobaría ninguna asignatura, pues estaban más preocupadas en follar con chicos y salir de juerga que en estudiar.
En cuanto a los chicos se les veía venir de lejos, solo querían meterse entre mis piernas, algunos lo disimulaban mejor, otros, sin embargo, no se andaban por las ramas y eran francos en sus intenciones, cosa que les agradecí, pero rechace cada propuesta con educación, pero de forma contundente. No era virgen, en el pueblo había tenido un par de relaciones, perdí la virginidad con un amigo de toda la vida, nuestra relación empezó como una amistad, pero pasábamos muchas horas juntos y según fuimos cumpliendo años y las neuronas se fueron revolucionando terminamos enamorándonos, o eso creíamos nosotros entonces.
Mi primera vez fue un desastre, los dos estábamos tan nerviosos que no dábamos una a derechas. Él quería que se la mamara, yo no lo había hecho nunca, tenía mis reticencias, pero viendo la ilusión que le hacía accedí. Se la mordí en más de una ocasión, en una de ellas haciéndole una pequeña herida, pero eso no nos detuvo a ninguno de los dos. Según cogía más confianza fui mamando esa polla con cierta torpeza, pero con mi mejor intención hasta que se corrió sin avisar, teniendo que tragarme toda su corrida, menudo mosqueo me pille, pero pude ver en su rostro que de verdad no pudo contenerse, no lo había hecho de forma intencionada.
El intento complacerme a mí comiéndome el coño, era todo empeño y buena voluntad, pero un desastre como lo había sido yo, me deje llevar por mi instinto y así le fui guiando hasta que llegue a un orgasmo que termino en una corrida que esta vez tuvo que tragarse él, tampoco le hizo ninguna gracia, pero lo comido por lo servido. Llego la hora de la verdad, me tumbe en la cama y espere a que mi novio se pusiera el condón, una vez puesto me metió su polla, tengo que decir que fue muy cuidadoso y paciente. El sexo fue torpe por las dos partes, pero la verdad es que aunque fue un desastre, no fue del todo malo, los problemas vinieron cuando se corrió dentro del condón y empezó a sacar su polla de mi coñito.
Se había colocado el condón al revés, quedándose el condón dentro de mi vagina lleno de su corrida. Los dos nos pusimos nerviosos y fuimos incapaces de sacarlo. Muertos de vergüenza tuvimos que ir al pequeño hospital del pueblo donde me sacaron el condón, dándome también la pastilla del día después. Este hecho se comentó durante meses, mis padres pasaron tanta vergüenza como yo, pero siempre me apoyaron y me animaban cuando me veían triste. Después de esa primera y accidentada vez, el sexo fue mejorando, pero todo se torció cuando llego el verano, muchos veraneantes elegían nuestro pueblo, porque tenía buenas playas y era más tranquilo que la capital.
Mi novio que pensaba más con la cabeza de abajo que con la de arriba me fue infiel la primera vez que tuvo la oportunidad con una chica extranjera. El problema es que se la follo en la playa, aunque era de noche le vieron y los chismes en nuestro pueblo viajaban más deprisa que la velocidad de la luz. Como un cobarde pensó que si escondía la cabeza en un agujero como los avestruces el verano pasaría y todo volvería a la normalidad cuando aquella chica extranjera volviera a su país.
No le di el gusto, en cuanto me entere de lo ocurrido, viendo que no tenía intención de dar la cara me presente yo misma en su casa, exigiendo que bajara a hablar conmigo, al final se dignó a bajar, creo que obligado por su madre.
• ¿No tienes nada que contarme? - dije muy enfadada.
• No le des importancia, esto solo será en verano, después todo volverá a ser como antes.
La conversación se acabó ahí mismo, mi respuesta a esa majadería fue incrustarle mi mano en su cara en forma de tortazo que le hizo retroceder unos pasos hasta chocar contra la puerta de su portal. Después de eso me di media vuelta dejándole sentado en el suelo mientras se sujetaba con su mano, su adolorida cara, así termino mi primera relación, no volví a dirigible la palabra nunca más. Intento acercarse a mí, pero solo quería una cosa de mí, mi coño. Cuando creía que no podía decepcionarme más él lo conseguía, después tuve otra relación, pero fue más de lo mismo, yo quería una relación y él solo quería follar con todo lo que se movía.
Así que decidí que esa relación tampoco me llevaba a ninguno lado, porque tuvo la desfachatez de decirme que aunque él se follara a toda mujer que se le pondría delante, yo solo podía follar con él y con nadie más, os imagináis como termino la cosa, otro tortazo y esta vez me hice daño hasta en el codo de lo fuerte que le di, volviendo al presente, no tarde en darme cuenta de que no encajaba en esa fiesta, pero me acababa de sacar una cerveza y me apetecía mucho bebérmela, después me volvería a mi casa. Me salí al porche trasero de aquella casa donde se estaba dando la fiesta, sentándome en uno de los bancos que rodeaban la piscina que estaba tapada con una lona de plástico.
Estábamos a finales de noviembre, hacía bastante frío, por suerte me había traído un plumífero muy calentito que me permitió beberme mi cerveza lejos de todo el ruido y las personas con las que no encajaba. Entonces noté como alguien me echaba una especie de manta por encima, al girarme lo vi, un chico guapísimo con una sonrisa que iluminaba la noche más oscura. Algo dentro de mí se movió y empecé a sentir mariposillas en mí, estómago. Intente dejar de sentir aquello, pero me fue imposible, aquel chico me pidió permiso y se sentó a mi lado.
• Te he visto desde dentro y he pensado que esta manta te vendría bien.
• Pues si gracias, el plumífero es calentito, pero ya empezaba a sentir frío.
• Perdona mi falta de educación, me llamo Tomás.
• Yo Alba.
• Encantado Alba.
• Igualmente.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro durante un instante, después empezamos a hablar, la conversación era fluida, como si nos conociéramos de toda la vida. Me comento que su padre era el dueño de la casa, además de ser el empresario más poderoso de la capital, también me comento que se estaba esforzando para estar lo mejor preparado posible para cuando entrara en la empresa. No quería entrar en la empresa solo por ser el hijo del dueño, quería demostrar que estaría preparado para dirigir la empresa cuando llegara el momento.
Tengo que decir que Tomás me estaba gustando mucho, no era como los demás chicos de esa fiesta. Podía sentir el interés que yo despertaba en él, pero también que él buscaba algo más que un polvo. En un momento me pidió que le siguiera, pensé que el momento mágico que había surgido entre los dos estaba a punto de terminar, pero no fue así, me llevo a una especie de terraza, que estaba cubierta y en medio había una mesa con sillas. Mientras yo me sentaba él fue a una pequeña nevera y saco dos cervezas, después encendió una calefacción que no tardo en caldear ese sitio haciendo que me tuviera que quitar el plumífero.
Se sentó en el asiento de al lado, volviendo a la conversación que habíamos tenido, una noche de la que no me esperaba nada, se había convertido en algo interesante. Porque me había permitido conocer a un chico amable, atento y la mar de interesante. Estábamos tan inmerso en nuestra conversación que no nos dimos cuenta de que había empezado a nevar, haciendo que ese encuentro fuera todavía más especial si cabe. Esa noche conocí al amor de mi vida, yo estaba segura de eso. Estuvimos quedando como amigos durante unas semanas, pero era más que evidente lo que sentíamos el uno por el otro, eso nos llevó a comenzar una relación.
Todavía recuerdo la primera vez que hice el amor con Tomás, había reservado una mesa en el restaurante más exclusivo de la ciudad, yo no tenía nada que ponerme, así que esa misma tarde me acompaño a comprarme un vestido de noche y todos sus complementos. Los precios eran desorbitados, con lo que ganaba en un mes no pagaba ni la etiqueta en el que estaba escrito el precio. Tomas insistió que él se haría cargo de los costes, cosa de la que yo me negué, pero me dijo que esa noche era especial, que le permitiera ese capricho.
Acepte con una condición, le devolvería hasta el último céntimo que se gastara en toda la ropa que íbamos a comprar. Elegí un juego de ropa interior semitransparente de color negro, un vestido de noche de ese mismo color con zapatos a juego, lo que fue una locura fue cuando fuimos a comprar el bolso, si el vestido hace que casi me desmalle por su precio, el bolso hizo que casi perdiera la cordura. Necesitaría más de una vida para devolverle todo ese dinero, pero tenía claro que le devolvería hasta el último céntimo.
La cena fue exquisita, todos los platos y el postre de primer nivel, además el trato inmejorable. Tomas no quiso decirme lo que había pagado, tal vez para que no se me cortara la digestión. Después me llevo a un pub donde sonaba rock de los años setenta y ochenta. Me sorprendió gratamente, la verdad es que pensaba que me llevaría a una de esas discotecas ruidosas llenas de gente donde tenías que gritar para poder entablar una conversación con una persona. El pub no estaba muy concurrido y la música tenía el sonido justo para poder escucharla perfectamente, además mantener una conversación sin tenerte que dejar las cuerdas vocales en el intento. Buena cerveza, buena música y la mejor compañía, que más podía pedir. El pub tenía una pequeña pista de baile que usamos los dos sobre todo cuando sonaba alguna balada, eso nos permitía bailar más pegados, sentir su cuerpo pegado al mío me estaba poniendo a mil, en más de una ocasión tuve que ir al baño a refrescarme la cara con agua fría por los calentones que me estaba llevando.
No sé qué hora seria, pero el dueño del local nos avisó que fuéramos terminando las consumiciones porque estaban a punto de cerrar, Tomás y yo nos mirábamos, pues estábamos en la mitad de la pista agarrados bailando la que sería la última canción de esa noche. Entonces ocurrió,
nuestros labios se fueron acercando hasta hacer contacto en un beso lleno de pasión. Las pocas personas que quedaban en el pub empezaron a silbar y animándonos, además de pedirle otra canción al dueño del pub, para que pudiéramos seguir disfrutando, pero no pudo ser, era la hora de cierre.
Tomas pago la última consumición, después cogiéndome de la mano me llevo a la salida. Me dijo que tenía una última sorpresa, llamo a un taxi, mientras este venía nos volvimos a besar. Cuando llego y nos montamos, Tomás le indico una dirección al taxista. No conocía esa parte de la ciudad, la verdad es que solo me había movido por las cercanías del campus universitario. Lo más lejos que había ido era a la casa de Tomás en aquella fiesta. Cuando llegamos a nuestro destino no podía creer lo que estaba viendo, el hotel más exclusivo de la ciudad, donde se solían hospedar las personas más importantes, el edificio me parecía una preciosidad, pero viniendo de un origen humilde donde teníamos que trabajar duro todos los días para llegar a final de mes, la situación me incomodo y Tomás lo noto.
• ¿Te ocurre algo Alba? Tu expresión se ha tornado muy seria.
• No es nada, solo que no estoy acostumbrada a esto y me parece excesivo.
Tomas me miro, diciendo que tenía otra idea mejor, nos volvimos a montar en el taxi, este nos llevó a la misma casa donde había estado en una fiesta hace dos semanas. Esta vez toda la casa estaba en silencio, eso hizo que me pareciera más grande que la vez anterior, por fin llegamos a aquella terraza cubierta donde había podido conversar durante toda la noche con Tomás, me quite los zapatos, tenía los pies hechos polvo. Tomas cogió mi abrigo, entrando con él en brazos a dentro de la casa donde preparo un par de copas, no llegamos a degustarlas, nuestras bocas estaban demasiado ocupadas en jugar la una con la otra.
En un costado de aquella terraza había una puerta, Tomás se acercó allí, la abrió y me indico que me acercara, después encendió unas luces. Detrás de esa puerta se encontraba una piscina climatizada, más pequeña que la de afuera, pero suficiente para poder nadar en invierno y no helarte de frío. No me lo pensé dos veces, me acerqué a el para que me ayudara con la cremallera, pego su cuerpo al mío, apretando su cintura a la mía, entonces fue cuando note la dureza de su herramienta. Una vez la cremallera estaba bajada de dos golpes de cadera me bajé el vestido quedándome solo con el sujetador y el tanga semitransparente de color negro.
Después me acerque a Tomás de forma sugerente, cuando llegue a él le di un pico en los labios, mientras habría la cremallera, abriéndome paso hasta poder coger entre los dedos de mi mano aquel trozo de carne candente. Tomas suspiro de gusto, de un rápido movimiento se deshizo del cinturón y se desabrochó el pantalón mientras yo seguía masajeándosela. Una vez liberada de su encierro me agaché metiéndome todo lo que pude en mi boca, pues era bastante grande, por lo menos más grande que las mis anteriores parejas.
Mi experiencia en estas lindes no era muy abundante, eso pude comprobarlo al mirar sus expresiones, pero conseguí que se corriera previo aviso que yo ignore porque de verdad quería probar su néctar. Aunque no fue el mejor sexo oral que le habían hecho en su vida, al final termine impresionándolo al haberme tragado su corrida con gula. Me separé de él deshaciéndome de las únicas prendas que impedían que me viera en toda mi desnudez. Me quite las gafas, dejándolas sobre la mesa donde descansaban nuestras copas, yo me tome la mía de un trago, después me fui metiendo poco a poco en la piscina mientras movía mi culo en un movimiento hipnótico. Tomas prácticamente se arrancó la ropa, de un bolsillo saco un condón que se puso rápido entrando en la piscina. Al ponerse delante de mí pude notar como su polla se restregaba con mi coñito, después nos empezamos a besar mientras él me llevaba hasta la parte que menos cubría de la piscina, una vez que mi espalda choco contra la pared note como su polla iba entrando poco a poco en mi coñito.
Sentí una mezcla de dolor y placer que me tenía extasiada, una vez la tuvo dentro estuvo quieto para darle tiempo a mi coñito para acostumbrarse al tamaño, cuando dejo de molestarme le indique con un beso, Tomás empezó un mete saca acompasado pero con embestidas profundas. Jamás había sentido tanto placer, de repente empezó a intensificar las embestidas, haciendo que me corriera en un alarido que debieron escucharlo hasta en la parte más alejada de la capital. No sé cuanto tiempo me estuvo penetrando, pero yo tuve otros tres orgasmos cada cual más devastador que el anterior antes de que él se derramara dentro del condón.
Estaba agotada con la respiración agitada, pero más feliz que nunca, Tomás también estaba satisfecho, él fue el primero en salir y ofrecerme un albornoz, después nos metimos en su casa donde nos duchamos, volviendo a hacer el amor una vez más. Aquella noche acabo conmigo en la cama entre los brazos de Tomás con una sonrisa de oreja a oreja.
De esa manera empezamos a salir de forma oficial, durante los cinco años que duro la carrera, follamos mucho, estudiamos mucho y yo trabaje mucho en la cafetería de Marta, esta última se quedó con la boca abierta el día que le presente a Tomás. No todo fue de color de rosas, en los pasillos de la facultad corrían rumores que algunos chicos se montaban sus fiestas privadas a espaldas de sus parejas donde engañaban a estas, según los rumores uno de ellos era Tomás. En honor a la verdad el comportamiento de Tomás jamás cambio con respecto a mí, siempre salíamos juntos y si no lo hacíamos nos quedábamos en su casa viendo una peli o follando, porque en ese aspecto la cosa fue a mejor.
Nadie tenía pruebas, eran sus palabras contra la de Tomás, pero reconozco que durante un tiempo eso nos afectó, consiguiendo que nos fuéramos separando poco a poco. Ya cansada de todo decidí hablar con Tomás y zanjar este asunto.
• Tomas, tenemos que hacer algo, estos rumores están acabando con nuestra relación.
• Te prometo que no tengo nada que ver, siempre estoy contigo y cuando no podemos quedar es por un asunto familiar, ¿qué gano mintiéndote?
Su padre me dio pruebas contundentes que los fines de semana que no nos veíamos era porque quedaba con él para asuntos de la empresa, para que fuera aprendiendo los entresijos, pasando el fin de semana con él y con su madre. Teniendo esas pruebas en la mano no tenía motivos para no creer en su palabra, cuando no estaba conmigo estaba con sus padres. Ninguno que difundió esos rumores fue capaz de darme pruebas de lo que contaban, siempre alegaban que solo los elegidos podían entrar en esas fiestas, así que decidí creer al hombre del que estaba enamorada.
Una vez pasado este bache, las cosas fueron sobre ruedas, llego el último año de carrera, nos licenciamos los dos como los primeros de nuestra promoción. El padre de Tomás no tardo en hacerme una propuesta de trabajo que no pude rechazar, Tomás se encargaría de las finanzas hasta que su padre se jubilara y él tomara las riendas, mientras yo me encargaría de las auditorias de las empresas que nos contrataran.
La única pega que le ponía a mi trabajo era que tendría que viajar bastante, pero Tomás con una sonrisa me dijo que en bastantes viajes se podría escapar para estar allí conmigo, así después de terminar la auditoria podríamos tomarnos unos días de descanso. Después de cinco años de noviazgo decidimos que ya era hora de casarnos, así lo hicimos al año de empezar a trabajar los dos en la empresa de su padre. Ninguno de los dos queríamos una boda ostentosa, haciéndoselo saber a los padres de Tomás, estos no estaban muy de acuerdo, pues el padre de Tomás y mi jefe quería utilizar nuestra boda para captar clientes.
Tomas no estaba dispuesto, amenazando con fugarnos y casarnos por nuestra cuenta, al final sus padres entraron en razón y así lo hicimos, una boda solo para la familia y amigos íntimos. Marta fue invitada, la verdad es que se lo paso genial, bailando con unos y con otros. La noche de bodas fue apoteósica y la luna de miel ni te cuento, estuvimos quince días en Sicilia. Sol, playa y mucho sexo. Lo único que lamentábamos los dos es que no me quedaba embarazada, después de hacernos las pruebas el resultado fue que sus espermatozoides no estaban en su mejor forma, pero había tratamiento.
Después de hablarlo y viendo los pros y las contras Tomás decidió que se sometería al tratamiento para que en el futuro pudiéramos ser padres, pero con lo que no contábamos era que no solo los espermatozoides de Tomás se interponían en nuestro deseo de ser padres. El trabajo también fue un impedimento, teníamos mucho trabajo los dos, teniendo que aplazar lo de la paternidad, todavía éramos jóvenes y tendríamos más tiempo más adelante.
No fue así, porque todo se torció con la llegada de Astrid, una alemana hija de un amigo íntimo del padre de Tomás, una mujer que parecía una modelo de pasarela, alta con un precioso pelo negro como la noche y unos ojos azules que quitaban el aliento. El padre de Tomás estaba a punto de jubilarse, Tomás tomaría las riendas de la empresa y Astrid se encargaría de la contabilidad de la empresa. Desde el primer momento me di cuenta de que entre ellos había una relación más profunda se la querían demostrar, no le quería dar importancia, se conocían desde que eran unos críos, pero reconozco que eso me tenía con la mosca detrás de la oreja.
Decidí confiar en él, yo viajaba mucho y Tomás jamás puso en duda mi palabra, así que quien era yo para no creer en la suya. Lo que ocurre es que había algo que se ocultaba a plena vista y a mí se me escapaba, además coincidió con una época en la que tenía que viajar tres fines de semana al mes, antes Tomás se escapaba para pasar aunque fuera uno al mes a mi lado, pero desde que se supo que su padre se jubilaba, Tomás empezó a coger más responsabilidad en la empresa y eso le impedía viajar.
Cada vez que salía de viaje, lo hacía con un nudo en la boca del estómago, como si mi cuerpo me estuviera avisando de que algo no iba nada bien. El avión aterrizó puntual como un reloj suizo, normalmente siempre me solía estar esperando en el aeropuerto alguien de la empresa que tenía que auditar, pero esta vez no había nadie, decidí llamar a la empresa, cuál fue mi sorpresa cuando me comunicaron que había habido un error, pero que de todas formas mandarían un coche para recogerme.
Cuando llegue a la empresa el dueño me estaba esperando, subimos a su despacho, después de ofrecerme un café me explico que debía de haber habido un error, pues ellos no habían contratado nuestros servicios para auditar su empresa. Tengo que decir que aquel hombre fue muy amable conmigo haciéndose cargo del billete de vuelta. Para cuando llegue al aeropuerto de la capital, era de noche, lo único que quería era darme una larga ducha y conversar con mi marido mientras degustábamos una deliciosa copa de vino.
Normalmente, solía coger un taxi, después recogía mi coche del aparcamiento de la empresa, pero esta vez decidí que iría directa a casa en el taxi. El padre de Tomás nos regaló la casa donde Tomás y yo nos conocimos, donde hicimos el amor con tanto fervor en aquella piscina. Mientras estaba absorta en mis pensamientos llegamos, después de pagar al taxista este saco la maleta del maletero del coche y me deseo buenas noches, contestándole yo de igual manera. La casa estaba con las luces apagadas, eso me pareció extraño, porque para esas horas Tomás solía estar en casa, entre en ella y lo que más me apetecía era meterme en el agua.
Decidí que me bañaría desnuda en la piscina, empecé a quitarme la ropa mientras me dirigía allí, pero según me acercaba vi luz y unos sonidos inconfundibles de dos personas follando con mucha intensidad. Todo mi cuerpo empezó a temblar, estaba tan nerviosa que no me di cuenta de que estaba medio desnuda cuando llegue a la puerta. Al abrir la puerta me encontré a Tomás de espaldas mientras penetraba desde atrás a una mujer a la que no podía ver, pues el cuerpo de Tomás la tapaba, pero que no me hizo falta al reconocer su voz.
Era Astrid la que estaba siendo follada salvajemente, la ira empezó a recorrer todo mi cuerpo, apreté el pomo de la puerta con tanta fuerza que me hice hasta daño, no pude contenerme y cerré la puerta de un portazo rompiendo el cristal que adornaba la puerta en mil pedazos. Tomas se movió debido al susto que se llevó desacoplándose de Astrid haciendo un ruido como de ventosa cuando su polla salió del culo de Astrid.
• Cariño esto no es… - balbuceaba Tomás hasta que le corte.
• Déjalo, solo quiero que os marchéis los dos – dije conteniendo mi enfado.
• Cariño hablemos por favor – dijo un desesperado Tomás.
• El cariño se demuestra Tomás y ya veo cuál es tu forma de demostrarlo.
• ¡Alba por favor! - grito un desesperado Tomás.
• !Los rumores de la universidad eran ciertos verdad! - grité.
Tomas solo agacho la cabeza, Astrid no dijo nada, pero empezaba a pensar que estaba detrás de todo esto. Una vez que termino de vestirse paso a mi lado sin mirarme, después se perdió por la puerta hacia la salida. Tomas cayó de rodillas sobre el suelo llorando como un chiquillo cuando le han descubierto haciendo una trastada, solo que esto no era una trastada, era el final de nuestro matrimonio y nuestra relación. El hombre al que yo consideraba el amor de mi vida me había estado engañando desde el principio, me pedía perdón entre lágrimas, me decía hipando que no lo volvería hacer, pero yo ya no le creía.
El Tomás que yo creía conocer había terminado siendo un fraude, entonces le mire y le dije.
• Si alguna vez de verdad me has querido, te marcharás de esta casa y me dejarás tranquila, mi abogada pronto se pondrá en contacto contigo para firmar los papeles del divorcio – dije con lágrimas en los ojos.
Tomas totalmente derrotado se vistió, saliendo por la puerta de casa para no volver, fue la peor noche de mi vida, todo lo que me había hecho feliz los últimos años estaba sustentado en una mentira, me senté en la tumbona repasando los últimos ocho años de mi vida mientras no paraba de llorar, la noche dio paso al día que recibí en la misma tumbona en la que me senté horas atrás, solo que esta vez ya no lloraba, mis lágrimas se habían secado, lo primero que hice fue llamar a Marta para que me ayudara a recoger mis cosas, lo segundo llame a mi abogada para que redactara los papeles del divorcio.
Cuando Marta llego y le abrí la puerta se asustó, parecía una muerta en vida, me preparo un café bien cargado, después me ayudo a hacer mi maleta. Solo metí en ella las cosas que tenía antes de comenzar la relación con Tomás, el resto lo deje en aquella casa. Marta fue mi mayor apoyo, era capaz de levantarme el ánimo cuando me decaía, en eso me recordaba a mi madre. La verdad es que volver a su casa me vino muy bien, empecé a trabajar a jornada completa en la cafetería, eso mantenía mi mente ocupada e impedía que me terminara de derrumbar. Una semana después mi abogada llamo para decirme que los papeles del divorcio ya estaban preparados. Llame a Tomás para quedar con él, quería terminar con esto cuanto antes, Tomás me dijo de vernos en la empresa de su padre. Escribí una carta de dimisión, no tenía intención de volver a pisar esa empresa después de que el divorcio se hubiera hecho efectivo.
Quede con Tomás para el día siguiente, pase mala noche despertándome cada dos por tres, en vez de un café le pedí a Marta que me hiciera una tila. Después cogí mi coche, poniéndome en marcha, no tarde en llegar a la puerta de la empresa, aparque mi coche en la calle, no quería pasar ni un minuto más de lo necesario en esa empresa, al entrar me esperaban Tomás, su padre y su abogado. El padre de Tomás me pidió hablar los dos en privado, como no quería alargarlo más de lo necesario acepte.
• Siento lo que ha pasado – dijo el padre de Tomás.
• Sientes que tu hijo me engañara o que yo le pillara.
El padre de Tomás puso mala cara, pero se recompuso poniendo el sobre, sobre la mesa. Cogí el sobre, dentro de él había un cheque con una más que generosa oferta.
• Me gustaría que aceptaras este dinero como compensación y nos olvidemos del divorcio, Tomás está destrozado – dijo su padre.
• Lo que yo sienta no importa por lo que parece – dije más que indignada.
• Lo aceptas o no – dijo él con un tono duro.
Deje el cheque sobre la mesa, abrí la carpeta y de ella saque mi carta de dimisión que coloque sobre la mesa delante del padre de Tomás, acto seguido cogí el cheque y lo rompí en mil pedazos.
• Veo que ya has tomado tu decisión, acepto tu carta de dimisión y una última cosa.
• Dime – dije ya más que cansada.
• No volverás a encontrar un trabajo como el que tenías en toda tu vida, podías vivir muy bien, pero has decidido dejarte llevar por tu orgullo.
• ¿Has acabado? - pregunté muy cansada de su presencia.
• Sí.
• Pues me marcho.
Tomas a indicación de su padre firmo los papeles del divorcio, ya nada me unía a esa familia, pero la cruda realidad es que la amenaza del padre de Tomás se cumplió, él fue el infiel, el mentiroso, pero fui yo quien pago los platos rotos viendo como me cerraban todas las puertas a un posible trabajo como el que tenía antes de que toda la mentira saltara por los aires, recibí todo tipo de escusas, pero sabía que detrás de eso estaba la mano negra de mi ex suegro. Pero lo que mi ex suegro no sabía era que yo no me daba por vencida tan fácilmente, con la ayuda de mis padres y Marta conseguí montar mi propia empresa de auditorias.
La cosa parece que va arrancando, he tenido que apretarme mucho el cinturón, ofreciendo unos precios muy asequibles, pero poco a poco voy empezando a tener una cartera de clientes, sé que con esfuerzo en el futuro vendrán mejores tiempos, tanto en el trabajo como en el amor.
FIN.