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Invitado
En primer lugar, me presento. Mi nombre es Ares, tengo 24 años y físicamente soy rapado, estatura media, algo tatuado y musculado, desde joven tengo un aspecto duro por mis facciones y entiendo que por el lenguaje no verbal.
Estaba en la cantina de la universidad un día más. Llegaba normalmente pronto, pero antes que entrar a la primera hora prefería tomarme un café mientras miraba los apuntes de algo. Estando allí, me di cuenta de las indiscretas miradas de una chica. Era morena de piel blanca, 1,60 y buen cuerpo. Delgadita, con tetas pequeñas pero con un culo de esos que quitan el hipo. Lo cierto es que anhelo aquella época en la que ligaba prácticamente cada día y tuve mucho sexo con muchas chicas.
Creo recordar que no me acerqué a ella porque me daba reparo, estaba en primero de carrera y al encontrarse ella con su grupo de amigos no tuve el valor suficiente. Hoy lo veo y me doy cuenta de lo mucho que cambia a uno la etapa universitaria.
Al llegar a casa recibí una solicitud de seguimiento en ********** Coño, era la chica de la cantina.
No lo he dicho, pero ella tenía 27 y en aquel momento yo unos 19 o como mucho 20. La tía tenía más calle que las farolas y me daba la vuelta por todos lados, y creo que es ese el motivo por el que hoy en día me pone tanto aquella experiencia, porque pese a que a día de hoy soy muy dominante hubo un día en el que la chica llevó las riendas y fue ese.
El mensaje que me mandó fue una respuesta a una foto que puse, pero no tardó mucho en decirme que le parecí bastante atractivo y que le gustaría tomar algo algún día. Ese día fue el siguiente, y quedamos para desayunar. A mediodía le dije que la invitaba a comer, y así fue. Paseamos por la ciudad, ay pobre e inocente Ares... Intentando camelarla, pasándole la mano por la cadera... No era tonto, pero era un niño a años luz de aquella mujer.
Nos fuimos a su casa a ver una película y comencé a besarla. Nos liábamos y yo intentaba meterle mano, pero me decía que no me la iba a follar. Yo estaba cachondo como un jodido perro en celo, y ella avivaba ese fuego diciéndome que qué pena que no fuera a meter mi polla en su coñito recién depilado.
Le fui dando un masaje y terminé por despojarla de la ropa. Abrió las piernas y me dijo que probara su vagina. Estaba muy suave y mojada, prácticamente me inundaba la boca con tanto flujo vaginal.
Ella me masturbaba por tiempos. Lo hacía, me escupía en la polla, se detenía... Esa forma de darme placer interrumpidamente me hacía prácticamente convulsionar del gusto.
En un momento, abrió sus piernas y cogió mi polla. Así, sin preservativo ni nada. Y se la fue metiendo lentamente mientras soltaba un gemido que todos los vecinos debieron escuchar.
Ese fue el momento en el que decidí empotrarla incluso con violencia. Notaba una y otra vez las contracciones de su vagina ahorcando mi polla, sus orgasmos no se detenían y sus ojos se ponían en blanco. Cuanto más se corría, más sensible se le ponía la zona y menos tardaba en correrse la siguiente vez. El límite fue brutal, ya que llegó un punto pasadas las dos horas en el que prácticamente se encontraba en un orgasmo constante y persistente.
Se tiró a chupármela porque decía que tenía la vagina completamente rota, y yo tan solo la hice lubricar para seguir follándomela como un verdadero animal. La estuve embistiendo al menos una hora más, hasta que no pude más y la saqué para correrme en su cara, sus tetas.... pero me dijo que de ninguna forma, que quería que le echara toda la leche dentro. De una forma absolutamente pornográfica, abrió sus piernas y su vagina con dos dedos, que ya no era rosada sino enrojecida y abierta. Le pegué no más de una docena de embestidas y sentí como me corría. Uno, dos, tres... así conté hasta nueve o diez chorros que me salieron, algo que me sorprendió porque pese a que soy muy muy lechero, nunca me había salido tanta. La vi exhausta a mi lado, saqué mi miembro de ella y comenzó a chorrear toda la leche. Era la primera vez que follaba a pelo, y también la primera que llenaba una vagina.
Estaba en la cantina de la universidad un día más. Llegaba normalmente pronto, pero antes que entrar a la primera hora prefería tomarme un café mientras miraba los apuntes de algo. Estando allí, me di cuenta de las indiscretas miradas de una chica. Era morena de piel blanca, 1,60 y buen cuerpo. Delgadita, con tetas pequeñas pero con un culo de esos que quitan el hipo. Lo cierto es que anhelo aquella época en la que ligaba prácticamente cada día y tuve mucho sexo con muchas chicas.
Creo recordar que no me acerqué a ella porque me daba reparo, estaba en primero de carrera y al encontrarse ella con su grupo de amigos no tuve el valor suficiente. Hoy lo veo y me doy cuenta de lo mucho que cambia a uno la etapa universitaria.
Al llegar a casa recibí una solicitud de seguimiento en ********** Coño, era la chica de la cantina.
No lo he dicho, pero ella tenía 27 y en aquel momento yo unos 19 o como mucho 20. La tía tenía más calle que las farolas y me daba la vuelta por todos lados, y creo que es ese el motivo por el que hoy en día me pone tanto aquella experiencia, porque pese a que a día de hoy soy muy dominante hubo un día en el que la chica llevó las riendas y fue ese.
El mensaje que me mandó fue una respuesta a una foto que puse, pero no tardó mucho en decirme que le parecí bastante atractivo y que le gustaría tomar algo algún día. Ese día fue el siguiente, y quedamos para desayunar. A mediodía le dije que la invitaba a comer, y así fue. Paseamos por la ciudad, ay pobre e inocente Ares... Intentando camelarla, pasándole la mano por la cadera... No era tonto, pero era un niño a años luz de aquella mujer.
Nos fuimos a su casa a ver una película y comencé a besarla. Nos liábamos y yo intentaba meterle mano, pero me decía que no me la iba a follar. Yo estaba cachondo como un jodido perro en celo, y ella avivaba ese fuego diciéndome que qué pena que no fuera a meter mi polla en su coñito recién depilado.
Le fui dando un masaje y terminé por despojarla de la ropa. Abrió las piernas y me dijo que probara su vagina. Estaba muy suave y mojada, prácticamente me inundaba la boca con tanto flujo vaginal.
Ella me masturbaba por tiempos. Lo hacía, me escupía en la polla, se detenía... Esa forma de darme placer interrumpidamente me hacía prácticamente convulsionar del gusto.
En un momento, abrió sus piernas y cogió mi polla. Así, sin preservativo ni nada. Y se la fue metiendo lentamente mientras soltaba un gemido que todos los vecinos debieron escuchar.
Ese fue el momento en el que decidí empotrarla incluso con violencia. Notaba una y otra vez las contracciones de su vagina ahorcando mi polla, sus orgasmos no se detenían y sus ojos se ponían en blanco. Cuanto más se corría, más sensible se le ponía la zona y menos tardaba en correrse la siguiente vez. El límite fue brutal, ya que llegó un punto pasadas las dos horas en el que prácticamente se encontraba en un orgasmo constante y persistente.
Se tiró a chupármela porque decía que tenía la vagina completamente rota, y yo tan solo la hice lubricar para seguir follándomela como un verdadero animal. La estuve embistiendo al menos una hora más, hasta que no pude más y la saqué para correrme en su cara, sus tetas.... pero me dijo que de ninguna forma, que quería que le echara toda la leche dentro. De una forma absolutamente pornográfica, abrió sus piernas y su vagina con dos dedos, que ya no era rosada sino enrojecida y abierta. Le pegué no más de una docena de embestidas y sentí como me corría. Uno, dos, tres... así conté hasta nueve o diez chorros que me salieron, algo que me sorprendió porque pese a que soy muy muy lechero, nunca me había salido tanta. La vi exhausta a mi lado, saqué mi miembro de ella y comenzó a chorrear toda la leche. Era la primera vez que follaba a pelo, y también la primera que llenaba una vagina.
